PREGUNTAS FRECUENTES
CONOCER LA BIBLIA
Versión 17-03-2007

 Carlos Aracil Orts

Introducción.

Se dice frecuentemente cuando un niño nace en una situación o condición afortunada, que el tal niño ha nacido o venido al mundo con “un pan debajo del brazo”. Pues bien, yo creo que sería mejor que todos viniésemos a este mundo con “la Biblia debajo del brazo”, pues ¿Qué es más importante lo material o lo espiritual? ¿La vida presente o la venidera que Dios ha prometido a todos los que le aman por la eternidad?.

No muchos han tenido el privilegio de nacer en un hogar cristiano donde la Biblia fuese el centro y la base de su educación y formación espiritual. Ahora siento mucho, no haber sido educado con los grandes valores morales y enseñanzas espirituales que hay en la Biblia.

En las décadas anteriores al año 1970 había poca divulgación de las Santas Escrituras, ni casi iglesias evangélicas y suficientes misioneros cristianos, y tampoco libertad religiosa y de culto en España. Por otro lado, también he de reconocer que no tenía ningún interés por la Biblia, ni sentía inquietud por los asuntos espirituales. Lo cual es lógico, pues todo ser humano nace separado y enemigo de Dios, y, posiblemente, algunos nacen ateos, otros se hacen a lo largo de su vida, y otros son reconciliados por Dios, convertidos y nacidos de nuevo.

En mi caso, que es de lo que puedo hablar, desde la niñez he creído en la existencia de Dios, pero no entendía nada o casi nada de la religión, de la cual pensaba estaba plagada de dogmas como el de la trinidad de Dios y el de la encarnación de la Divinidad en Jesucristo, del que se decía que era verdadero hombre y verdadero Dios a la vez. Todas estos temas al no poder ser entendibles mediante la pura y simple razón, me hacían pensar que la mayor parte de la religión cristiana estaba formada por doctrinas de corte humano, aunque este criterio o creencia no estaba fundamentado en una previa, seria y consecuente investigación de la fuente de toda revelación de Dios que es la Biblia.

Empecé a leer la Biblia hace más de treinta y dos años, y he de confesar con toda sinceridad que, durante todo este tiempo, nunca fui capaz de terminar de leer todos los libros que la componen. Es cierto que algunos libros son más fáciles de leer y de entender que otros, pero todos y cada uno de ellos son la revelación de la voluntad y plan de Dios para el ser humano.

Aunque muchos de los pastores que he conocido instaban a los miembros de la iglesia, casi insistentemente, de la necesidad de conocer la Biblia con más profundidad y de los beneficios espirituales que sin duda obtendríamos para nuestras almas, no consiguieron animarme lo suficiente como para emprender un estudio sistemático y diario de la misma. Algunas veces me propuse leer diariamente una pequeña porción de la Biblia con el fin de terminar de leerla en un año, siguiendo las listas de versículos asignados para cada día, pero siempre me desmoralizaba con la lectura de algunos libros del Antiguo Testamento.

Ahora, que he comprendido lo importante que es la Biblia para mí, he decidido recientemente que leería la Biblia entera en un año. Por eso, desde el mes de octubre de 2006 hasta el día de hoy -marzo de 2007- he completado el Nuevo Testamento, iniciado el Antiguo Testamento, al comienzo de este año, y llegado hasta el libro de Jueces, mediante una lectura diaria, rogando siempre al Señor para que el Espíritu Santo me ayude a comprender, asimilar y aceptar humildemente, sin dudar un instante en su veracidad, el propósito general, y particular para mí, de la Santa Escritura.

Aunque aun me faltan unos seis meses para finalizar este plan de estudio sistemático de la Biblia, si soy capaz de seguirlo diariamente con espíritu de oración y de aceptación de la Palabra, con la ayuda de Dios, al final de este lapso de tiempo no sólo tendré la satisfacción de haber conseguido leer el “best seller” o libro más leído de la historia del mundo, sino que podré dar mejor testimonio de mi fe, sabiendo con más conocimiento, en qué y en quién he creído, y cuáles son las bases de la religión cristiana que pretendo practicar.

En lo que sigue del presente estudio enumero las razones por las que considero que la Biblia es muy importante para mi vida:

1. La Biblia es la Palabra de Dios, es la verdad y son palabras de vida eterna:

Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” (Juan 17:17)

Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.” (1 Tesalonicenses 2:13)

Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5: 39; cf. 2ª Timoteo 3:15-17)

2. La Biblia es el perfecto manual de instrucciones para la práctica de una vida piadosa, de amor a Dios y a nuestros semejantes

Desgraciadamente durante los primeros veintiséis años de mi existencia, no conocía la Biblia lo suficiente como para saber que era el manual de Dios para la vida del ser humano. Sin embargo, de haberlo sabido, hubiera encontrado las claves, fundamentos y propósitos de Dios para desarrollo armonioso de las tres dimensiones del ser humano: cuerpo, alma y espíritu (1 Tesalonicenses 5:23).

Por eso, cuanto más temprano se inicie la educación y formación espiritual con este manual de Dios más pronto llegaran los hombres y mujeres a conocerse a sí mismos y a Dios, su Creador, así como cuál es la voluntad y propósito de Dios para sus vidas.

3. La Biblia es el alimento espiritual que me hace crecer, me madura y me da a conocer a Jesús, el pan de vida.

Al igual que el alimento físico, el pan, es necesario para el sostenimiento de la vida física, así es también la Palabra de Dios, un alimento que debería tomarse diariamente, de forma disciplinada y perseverante, mediante la lectura y estudio sistemático de la Biblia.

Jesús resistió las tentaciones cuando dijo, “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mateo 4:4), citando parte de un versículo del Antiguo Testamento que se encuentra en Deuteronomio 8:3, y que dice así: “3 Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.

Si no nos alimentamos convenientemente con la Palabra de Dios y vamos dejando de tomar la porción diaria además de no crecer espiritualmente, nos debilitaremos y no seremos capaces de asimilar las partes más sólidas o difíciles de digerir de las Escrituras.

Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. 13 Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; 14 pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal. “ (Hebreos 5:12-14)

Lo más importante de la Biblia está en su mensaje central, Jesús es el Mesías, el Salvador de la humanidad, el que sostiene nuestra vida material y nos da la vida espiritual y eterna. Jesús, es el pan de vida. Los siguientes textos me convencieron de la importancia del estudio diario de la Biblia para avanzar en la vida espiritual hacia la santificación.

Jesús, el pan de vida

«Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? 26 Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. 27 Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. 28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. 30 Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. 32 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. 34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. (Juan 6:25-34)

«Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. 36 Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. 37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. 38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. 40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. (Juan 6:35-40)

«Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. 42 Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? 43 Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. 44 Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. 45 Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. 46 No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre. 47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de vida. 49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. 50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. 51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. (Juan 6:41-51)

«Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? 53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. 55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. 57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. 58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. 59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum. « (Juan 6:52-59)

Palabras de vida eterna

«Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? 61 Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende? 62 ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero? 63 El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. 64 Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar. 65 Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. (Juan 6:60-65)

«Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. 67 Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? 68 Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 69 Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” (Juan 6:66-69)

¿Cómo podemos ser ahora más diligentes para estudiar la Biblia que antes?

Dejando que el Espíritu Santo obre en nuestro corazón, haciéndonos más receptivos a su Palabra. No debemos dudar de ninguna promesa de Dios, porque el no miente y es fiel para cumplirlas. Y estando persuadidos de la seguridad de nuestra salvación, caminemos incesantemente hacia la santificación. Prosigamos a la meta que es Cristo Jesús

Para eso es bueno y conveniente, leer diariamente o siempre que se pueda, las Santas Escrituras “las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús, …. y a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2ª Timoteo 3:15-17).

Para llegar a la medida de la plenitud de Cristo.

Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.(Efesios 4:13)

La lectura y el estudio de la Biblia son imprescindibles para avanzar hacia “la medida de la plenitud de Cristo”.

4. La Biblia es vital y esencial para mí porque me enseña a vivir “en este mundo sobria, justa y piadosamente.”

 

Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente,…” (Tito 2:12)

5. La Palabra de Dios es luz.

Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino.” (Salmo 119:105)

En este mundo de tinieblas, donde se multiplican las opciones y las encrucijadas, la Biblia me ha señalado siempre el camino recto para no desviarme ni a izquierda ni a derecha.

6. Porque la Biblia señala el camino de la vida y la oportunidad de realizarnos como seres humanos auténticos y plenos.

Es una opción de vida (Deut. 30:15: “Escoge pues la vida”).

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.” (Juan 14:6)

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.” (Juan 11:25)

7. Porque la Biblia ha descubierto mi verdadera naturaleza.

Nuestra verdadera naturaleza es la de seres caídos, herederos del pecado original.

Romanos 5: 12: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

Nuestra naturaleza es depravada, es decir, contaminada por el pecado:

Romanos 3:10-12“10 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; 11 No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. 12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.”

Somos pecadores que merecemos la muerte:

Romanos 6:23: 23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”

En otro tiempo estábamos muertos espiritualmente:

Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. 4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2:1-5)

Éramos enemigos de Dios:

Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.” (Romanos 5:10)

Incapaces de percibir las cosas que son del Espíritu de Dios porque no las podíamos entender y las considerábamos una locura:

Pero el hombre natural no percibe las cosas de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” (2ª Corintios 2: 14)

8. Porque Jesús me ha librado de la esclavitud del pecado

La verdad os hará libres

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. 33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? (Juan 8:31-33)

«Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. 35 Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. 36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. » (Juan 8:34-36)

9. La Biblia me ha revelado al Creador del mundo como un Dios de amor, personal, cercano, justo, santo, soberano y providente, que cuida de sus hijos, y que tiene un plan para la salvación del mundo:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16)

10. Porque sólo por la Biblia he podido saber que Dios es uno en tres personas distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Ninguno ser humano podía, ni por asomo, imaginar a Dios de tal manera. Por eso, al principio, esta gran verdad revelada sólo en la Biblia no la podía entender, y mi razón la rechazaba, porque no conocía las Escrituras de Dios. Más tarde, cuando lo comprobé por mismo, estudiando la Palabra, reconocí y acepté esta maravillosa doctrina. Dios es infinito, y como criaturas que somos, no podemos pretender abarcarle, sino que humildemente debemos aceptar lo que Él ha querido revelarnos.

Dios, afirma la Escritura, es uno (Marcos 12:29,30, Efesios 4:3-6, Deut. 6:4, 1 Timoteo 2:5):

Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”. (Deut. 6:4)

Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,” (1 Timoteo: 2:5)

Sin embargo, también sólo por la Biblia pudimos saber que Jesucristo es Dios igual al Padre.

Jesús es Dios –segunda persona de la Trinidad, porque:

– Jesús perdona pecados:

Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. 6 Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: 7 ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?” (Marcos 2:5-7)

– Jesús es adorado:

Y el dijo: Creo, Señor; y le adoró” (Juan 9:38)

(Repuesta del ciego de nacimiento curado por Jesús, a la pregunta de Jesús: ¿Crees tú en el hijo de Dios?)

– Uno con el Padre:

“Yo y el Padre uno somos” ( Juan 10:30)

– Por la respuesta a Felipe:

Jesús le dijo:¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre?… 11 “Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí” (Juan 14:9, 11)

– Por la confesión del incrédulo Tomás cuando vio a Jesús resucitado:

Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!” (Juan 20:28)

– Por lo que dice Pablo a los filipenses que Jesús no estimó ser igual a Dios como cosa a que aferrarse:

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2:5-11)

– Por lo que dice Pablo a los colosenses:

En él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad.” (Col. 2:9)

La tercera persona de la Trinidad: El Espíritu Santo

También es Dios, según la Biblia porque:

Es igual al Padre y uno con él:

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.” (Mateo 28:19)

La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén” (2 Cor. 13:14)

-El Espíritu Santo no es una fuerza o influencia sino una persona porque posee todas las características que la definen como tal y los atributos de Dios:
-El Espíritu Santo tiene una voluntad y un parecer.

Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias.” (Hechos 15:28)

-El Espíritu Santo enseña

porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debáis decir.” (Lucas 12:12)

El Espíritu Santo habla:

Hechos 8:29 “Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro.”

-El Espíritu Santo prohíbe

Hechos 16:6: “Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia;”

– El Espíritu Santo intercede en nuestras oraciones y nos ayuda en nuestra debilidad.

Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.” (Rom. 8:26)

El Espíritu Santo es contristado

Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. (Efesios 4:30)

-Se puede pecar contra El Espíritu Santo

Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. (Mateo 12:31)

-Se puede mentir al Espíritu Santo .

Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? 4 Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.” (Hechos 5:3-4)

11. La Biblia ha dado un sentido y propósito a mi vida:

La vida de los seres humanos es efímera, pues en los mejores casos su vida media es de unos ochenta años, eso siendo muy optimista. Este lapso de tiempo pasa rápido y no sin sufrimientos, pesares, tristezas y amarguras. ¿De qué podría uno vanagloriarse sensatamente al final de sus días?

Por lo general las personas buscamos en este mundo cómo ser felices y gozar de la vida. Sin duda un ateo o agnóstico se distinguirá radicalmente de un creyente en los medios que use para obtener esa felicidad o ese sentirse bien, y también en los objetivos y fines que se fije para alcanzar lo que considera el sumo bienestar para su vida. Aunque tantos los unos como los otros podemos desear lo mismo, es decir, pasar por esta vida con el menor sufrimiento posible, disfrutando lo máximo que podamos, los objetivos y los medios para tratar de conseguirlo por los creyentes serán distintos, pues éstos siempre se basarán en la ley de amor que Dios ha puesto en nuestros corazones y en la esperanza de la resurrección, en la próxima gloriosa venida de nuestro Señor Jesús.

Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, 12 enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, 13 aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, 14 quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. (Tito 2:11-14)

Jesús me ha librado del temor de la muerte por su resurrección

De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. 25 De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. 26 Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; 27 y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. 28 No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; 29 y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación. (Juan 5:24-29; cf. 1 Corintios 15)

Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. 18 Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.” (1 Tesalonicenses 4: 16-18)

La extensa maldad y violencia en que está envuelto el mundo, junto con las tragedias naturales, enfermedades, hambrunas y multitud de sufrimiento por doquier hacen pensar que la vida en este mundo no tendría ningún sentido, sino hubiese un Dios que ha prometido no desamparar a los justos y ha provisto unas moradas celestiales para ellos.

En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” (Juan 14: 2-3)

Solamente Dios le da sentido a la existencia humana, a la vida en este mundo le añade la eternidad; y a lo terrenal y perecedero, añade la trascendencia de lo celestial.

Los cristianos, para la practica de nuestro cotidiano vivir, aceptamos el principio que se deduce de los cinco libros de la sabiduría que dice así: “El temor de Dios es el principio de la sabiduría.”. Lo que significa que nuestro sentido de la vida proviene de reconocer la existencia de Dios y adorarlo.

Por otra parte, los cristianos tenemos paz para con Dios porque por la fe en nuestro Señor Jesucristo, hemos sido justificados, es decir, declarados justos, o sea, absueltos de nuestros pecados y salvos por su muerte (Romanos 5:1; 3:24). Además vivimos con la certeza de que nuestro destino final es compartir la gloria de Dios.

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. 2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. 3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. “ (Apocalipsis 21:1-4)

Conclusión.

La Biblia, pues, ha dado sentido a mi vida, al enseñarme que existe una ley espiritual que viene de Dios y que debe sojuzgar a la ley de la carne, a fin de que no vivamos sólo para uno mismo, sino venzamos al egoísmo con el amor, y sirvamos y amemos a Dios con toda nuestra ser, espíritu, alma y cuerpo.

Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. 8 Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. 9 Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.” (Romanos 14:7-9)

Quedo a su entera disposición en lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias Bibliográficas

*Los textos bíblicos citados son de la Biblia Reina-Valera, 1960, salvo que se indique otra cosa.

Abreviaturas        

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

Versión 9 de mayo de 2010

Carlos Aracil Orts

1. Introducción

La siguiente pregunta me ha sido formulada por Claudia de Colombia:

“QUISIERA SABER MAS RESPECTO A ADAN Y EVA COMO NOMBRES «UNIVERSALES» PORQUE SE HABLA DE ADAN Y EVA HOMBRE Y MUJER, Y EN OTRO CAPITULO COMO GENERO?????”

Le agradezco que haya visitado mi web www.amistadencristo.com, y contactado conmigo. Con mucho gusto trataré de responder, a su interesante cuestión, a continuación.

2. ¿Se infiere de la Santa Biblia que Adán y Eva son personajes mitológicos?

No me dice usted a qué capítulo se refiere donde la Biblia hable de Adán y Eva como género, por lo que he de suponer que se trate de Génesis 5:1,2, el cual voy a citar a continuación en dos versiones de la Santa Biblia distintas a fin de conseguir un mejor entendimiento del mismo.

Génesis 5:1,2: (Versión Reina-Valera,1960): “Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. (2) Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados.”

Génesis 5:1,2: (Versión Biblia de Jerusalén,1998): “Esta es la lista de los descendientes de Adán: El día en que Dios creó a Adán, lo hizo a imagen de Dios. (2) Los creó varón y hembra, los bendijo, y los llamó “Hombre”, en el día de su creación.”

En el idioma hebreo, en que se escribió mayormente el AT, la palabra “adam” significa “hombre”, es decir, se trata de la misma palabra usada para nombrar al padre de la raza humana. Usted, seguramente, sabe que, antiguamente, los nombres siempre tenían un significado que solía ajustarse a una característica que se esperaba tuviera esa persona.

Así pues, Adán es el primer hombre, o sea, el representante de la humanidad (Romanos 5:12-19) y  “el hombre (adam) llamó a su mujer “Eva” por ser ella la madre de todos los vivientes. (Génesis 3:20, Versión Biblia de Jerusalén,1998).

Según comentario de la Biblia de Jerusalén,1998 a Génesis 3:20:

Etimología popular: el nombre de Eva, jawwah, es explicado por la raiz jayah, que significa “vivir”.

De ahí  el nombre de Eva como madre de todos los vivientes (Génesis 3:20úp.).

Toda la humanidad procede de Adán y Eva creados por Dios (Véase Génesis 2:19,20,21,23,25; 3:20; 4:1,25; 5:1,2, 3,4,5; 1ª Crónicas 1:1; Job 15:7; Oseas 6:7; Lucas 3:38; Romanos 5:14; 1ª Corintios 15:22,45; 1ª Timoteo 2:13,14). Son personajes históricos, según la Santa Biblia.

Creemos lo que Dios dice a través de su Santa Palabra inspirada por su Santo Espíritu antes que aquello que afirman los científicos, de que procedemos de una bacteria que surgió por azar hace millones de años, y que evolucionando ciegamente ha sido capaz, por no se sabe que milagro, ni que inteligencia (pues la evolución no tiene inteligencia), de llegar a convertirse en varias especies de simios, y de una de esas especies que tampoco se conoce, evoluciona hasta lo que llamamos seres humanos (hombres y mujeres).

La Santa Biblia en la epístola de San Pablo a los Romanos hace un diagnóstico exacto del corazón humano: “…Todos están bajo pecado. (10) Como está escrito: No hay justo, ni a un uno; (Romanos 3:9 úp, 10). También el verso 23 del mismo capítulo, incide en lo mismo: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,”. Aunque la historia de la Humanidad y la propia experiencia de cada uno concuerdan perfectamente con las citadas afirmaciones inspiradas de San Pablo, nuestra humana tendencia consiste en negar lo evidente, y en creer que nuestra condición o naturaleza es mejor de lo que realmente es.

Dios dice mediante el gran apóstol Pablo que el pecado y la muerte proceden de Adán. Antes de que Adán y Eva pecaran y se rebelaran contra Dios, obedeciendo a la criatura antes que a su Creador, no existía la muerte.

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.”(Romanos 5:12). El hombre por el que entró el pecado en el mundo, al que se refiere aquí San Pablo es, sin duda, Adán (ver Romanos 5:14), por cuya desobediencia a Dios entró el pecado en el mundo (Génesis 2:16,17; 3:6; Romanos 5:12-21), y por ello vino la muerte a todos los hombres.

3. Conclusión

Los seres humanos podemos optar por creer y aceptar lo que Dios dice en su Palabra, que creó al hombre a su imagen y semejanza, es  decir, con una naturaleza y carácter perfecto, los cuales se perdieron cuando la primera pareja pecó, o bien, rechazar lo que dice la Santa Biblia, y poner nuestra fe, en lugar de confiar en Dios, en lo que afirman los científicos, de que el hombre, procede, no de una creación especial, sino de una evolución a partir de especies animales, que se han ido transmutando a través de millones años y de generaciones, hasta convertirse, por arte y magia de la evolución, en hombres y mujeres.

La evolución implica que hubo muerte e imperfección desde el origen de la vida. Es decir, la obra nunca está acabada y la evolución no tiene fin. De nosotros depende decidir a quien creemos, si a los científicos, en lo que se refiere a la evolución, tal y como ellos la conciben, o a Dios.

Por tanto, no comprendo por qué no hemos de creer en Adán y Eva “como un solo hombre y una sola mujer”, antes que a los científicos que afirman que procedemos de los simios. Los seres humanos se equivocan muchas veces. Dios nunca se equivoca y no puede mentirnos (Tito 1:2; Hebreos 6:17-20). En mi opinión, en realidad no hay nada en la Santa Biblia que contradiga esta aseveración sino todo lo contrario. El Apóstol Pablo así lo confirma:

Romanos 5:12,14: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. […] 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.”

1ª Corintios 15:21,22: “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. 22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.

1ª Corintios 15:45: “Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.”

2ª Corintios 11.3“Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo.”

1 Timoteo 2.13“Porque Adán fue formado primero, después Eva; 14 y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.”

Todos estos textos confirman que Adán y Eva, fueron un hombre y una mujer, de la que proviene toda la Humanidad. Por tanto, de ninguna manera, puedo estar de acuerdo con lo que le dicen a usted, que “el Génesis debe ser leído de una forma poética, y no literal”. Lo que es simbólico, figurativo, o metafórico, debe deducirse del propio contexto, y nada da entender que, al principio, en el Edén, estuviera más de una pareja, y que el Paraíso fuera simbólico.

Espero haberle respondido a su pregunta, no obstante, quedo a su disposición para atenderle gustosamente, pero lógicamente dentro de los límites de la Revelación dada por Dios, y de nuestro propio conocimiento.

Bendiciones y que nuestro Señor Jesús guíe siempre su caminar.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias Bibliográficas

*Los textos bíblicos citados son de la Biblia Reina-Valera, 1960, salvo que se indique otra cosa.

Versión 20-03-13

Carlos Aracil Orts

1.  Introducción*

Estimada hermana Trini, comprendo muy bien las inquietudes y dudas que me plantea. Voy a tratar de responder a las mismas siguiendo el mismo orden en que las formula. Pero sabemos que nuestros límites son, por un lado, el personal, y por otro, lo revelado en la Biblia. Con lo que no está revelado en la Palabra de Dios no deberíamos especular, y si lo hacemos tendríamos que ser prudentes y humildes, y plantearlo claramente como posibilidades u opiniones.

Deuteronomio 29:29: Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.

1 Corintios 4:5-6: Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.  (6)  Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros.

Primero, vuelve usted de nuevo a plantear el tema del “Árbol de la Vida”, de lo que deduzco que no conseguí aclarárselo suficientemente en el pasado correo. Sus preguntas en el citado mail fueron las siguientes:

“¿Qué hubiese pasado si Adán y Eva en vez de comer del árbol del conocimiento hubiesen comido del árbol de la vida? ¿El árbol de la vida simbolizaba la eternidad?” (Trini).

Realmente este asunto tiene su dificultad. Creo que su pregunta, que se basa en el texto de Génesis 3:22, puede quizá formularse de la siguiente manera:

Si Dios hubiera permitido a Adán y Eva, después de pecar, que hubieran comido del Árbol de la Vida (Génesis 3:22) ¿habrían conseguido vivir para siempre?

Génesis 3:22: Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.

Antes de empezar a responder su pregunta, permítame resaltar que en este texto se manifiesta que Dios es uno en una pluralidad de personas, porque al referirse a sí mismo no usa el pronombre singular sino el plural “nosotros”“el hombre es como uno de nosotros”, lo que es una evidencia temprana de la doctrina de la Trinidad –Dios uno en tres Personas– que se revelaría plenamente, más tarde, en el NT.

Respecto al resto de preguntas que usted me plantea relacionadas con la doctrina de la Trinidad serán respondidas en otro estudio bíblico. En este nos limitaremos a explicar el simbolismo del Árbol de la Vida que aparece en el primer libro de la Biblia –el Génesis– y en el último –Apocalipsis. Este estudio constará de dos partes, que se corresponden con mis dos respuestas a su pregunta citada arriba.

Primera Parte

2. La vida eterna depende de la obediencia a Dios

En mi opinión, Adán y Eva, antes de pecar, tenían vida eterna de una forma condicional, es decir, mientras fueran obedientes a Dios. Él le había dicho a Adán: “De todo árbol del huerto podrás comer” (Génesis 2:16). Pero, acto seguido dijo: “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17).

Dios puso dos árboles únicos en medio del Huerto: el árbol de vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal

Dios plantó un huerto en Edén, e “hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer;” (Génesis 2:9 p.p.). Pero también puso en medio del mismo otros dos árboles especiales: “también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal” (Génesis 2:9 ú.p.).

Supuestamente, comer de sus frutos producía efectos opuestos: el uno, la vida y el otro, la muerte, respectivamente.

¿Podían los frutos de ambos árboles producir, realmente, el uno, vida, y el otro, muerte o eran meramente alegóricos?

En los siguientes epígrafes trataré de responder esta pregunta.

3. ¿Qué diferenciaba a estos dos árboles de los demás y entre sí?

El relato del Génesis muestra que ambos daban fruto: Eva “tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Génesis 3:6). También el árbol de la vida daba sus frutos como vimos en el texto anterior citado de Génesis 3:22.

Lógicamente los árboles tenían que ser distintos unos de otros para poder distinguirlos. No podía haber lugar para la confusión. Dios les había permitido comer de todos los árboles, incluido, por supuesto, el árbol de la vida, con la única excepción del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal.

No hubo prohibición para comer del árbol de la vida hasta que pecaron. Solo entonces se les impide su acceso al mismo, al ser echados del huerto del Edén, y poner Dios “al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Génesis 3:24).

Génesis 3:22: Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.

De este texto (Génesis 3:22), si lo entendemos literalmente, parece deducirse como si el árbol de la vida fuese el antídoto para neutralizar los efectos mortales del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, pues si comían de aquél, vivirían “para siempre”. Pero sabemos que la vida no la puede dar ningún fruto, ni ninguna cosa creada por Dios puede dar vida. Solo el Creador da la vida.

4. Los dos árboles singulares citados representan o simbolizan los dos caminos u opciones que Dios puso delante de la Primera Pareja: la vida eterna y la muerte.

Adán y Eva al aceptar la seducción del diablo, hicieron a Dios mentiroso e injusto porque creyeron a una criatura antes que a Dios. Creyeron que Él estaba tratando de evitar que ellos fueran sabios e “iguales a Dios”.

Génesis 3:1-7: Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?  (2)  Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer;  (3)  pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.  (4)  Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;  (5)  sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.  (6)  Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.  (7)  Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.

El diablo, en forma de serpiente, trató de tergiversar la clara orden de Dios, haciéndole una insidiosa pregunta a Eva: ¿”Conque Dios os ha dicho: no comáis de todo árbol del huerto?” (Génesis 3:1 úp.). Y a continuación hacerle creer a Eva que si comían del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, no solo no morirían sino que serían como Dios, “sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:4,5).

Aunque el fruto del “árbol de la ciencia del bien y del mal” (Génesis 2:9,17; 3:5), que comió la Primera Pareja humana, se ha dado en decir que era una manzana, y mucha gente ha llegado a creerlo, esto es solo un rumor, pues la Biblia no identifica el fruto de este árbol. No obstante, el árbol y su fruto son literales puesto que pudieron comer de él.

Sin embargo, no parece plausible pensar, que sus frutos –tanto el del “árbol de la ciencia del bien y del mal” como el del “árbol de la vida”– tuvieran unas propiedades sobrenaturales, tanto negativas –en el primer caso– como para producir la muerte, y positivas –en el segundo caso– como para infundir vida eterna.

Por tanto, parece lógico deducir, que “el árbol de la vida” y el de “la ciencia del bien y del mal” fueron árboles literales a los que Dios les dio una función simbólica para que representaran las dos opciones que Él había puesto delante de Adán y Eva, para que libremente decidieran a quién servir, si al mal, personificado por la serpiente –Satanás–, cuyo fin sería la muerte, o bien a Él, para bien y vida eterna.

Concluyendo, el bien y la vida solo coexisten en Dios, y cuando los seres humanos nos separamos de Él, solo hay mal y muerte. Y esto es lo que simbolizan el árbol de la vida y el de la ciencia del bien y del mal, las dos opciones vitales que se presentan ante la humanidad, el creer, seguir, aceptar, obedecer a Dios es vida eterna, y lo contrario es muerte eterna.

Deuteronomio 30:19-20: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días…” 

Hasta aquí la primera parte de este estudio que corresponde al pasado correo que le envié el 15 de marzo de 2013.

Segunda Parte

1. Introducción

En esta segunda parte, añadiré argumentos para apoyar la tesis que sostiene que el fruto del “Árbol de la Vida” no tenía en sí mismo ningún poder milagroso capaz de dar la vida eterna a Adán y Eva. Este árbol simbolizaba el derecho a la vida eterna que ellos perdieron como consecuencia de su desobediencia a Dios. Por tanto, nos seguimos haciendo la misma pregunta que en la primera parte de este estudio bíblico.

Si Dios hubiera permitido a Adán y Eva, después de pecar, que hubieran comido del Árbol de la Vida (Génesis 3:22) ¿habrían conseguido vivir para siempre?

Génesis 3:22: Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.

2. El Árbol de la Vida y el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal

Dios dispuso ante la Primera Pareja dos caminos u opciones que representó mediante dos árboles frutales literales o físicos, que plantó en medio del huerto y a los que les puso los nombres de Árbol de la Vida y Árbol de la Ciencia del bien y del mal.

Puesto que todo lo que había hecho Dios “era bueno en gran manera” (Génesis 1:31), tenemos que deducir que también lo eran estos árboles, el de la vida y el de la ciencia del bien y del mal. Aunque sus funciones eran muy distintas. Pues, el primero, como su nombre indica, representaba la opción a la vida eterna, lo que puede hacernos inferir que ésta no es prerrogativa de las criaturas sino que proviene de Dios. Y el Autor de la Vida (Hechos 3:15) la otorga a quien Él quiere.

El segundo árbol es el de la “ciencia del bien y del mal”. ¿Qué misión tenía este árbol en el Paraíso? ¿Para qué lo había plantado Dios allí? Parece que tenía un solo objeto: introducir una restricción al libre albedrío que gozaba la Primera Pareja mediante la prohibición expresa de Dios a que se comiera de su fruto, y que, incluso, ni fuera tocado (Génesis 2:17; 3:3), y con ello poner a prueba la fidelidad, lealtad, obediencia y amor de Adán y Eva hacia Dios.

Génesis 2:17: “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”.

De aquí inferimos que la vida eterna era condicional, pues la desobediencia a este mandamiento, a esta ley de Dios acarrearía de inmediato la pérdida de la vida eterna. Por eso, la Palabra de Dios dice: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).

Nada malo había en el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Pero sí en codiciarlo para finalmente transgredir el mandato de Dios mediante la acción libre, no coaccionada por nadie, de comerlo. Y no solo eso sino por pensar que Dios había prohibido este fruto para evitar que sus criaturas adquiriesen Su sabiduría y conocimiento, y llegasen a ser como Él.

Puesto que al desobedecer a Dios, y desconfiar de Él, Adán y Eva, habían perdido la comunión con Dios y la vida eterna ¿Habría algún medio para recuperarla? ¿Quizá comiendo del fruto del “árbol de la vida” si Dios se lo permitiese?

3. Las consecuencias del pecado: la naturaleza moral humana se pervierte y se pierde la vida eterna.

El mal ya estaba hecho. La decisión equivocada había sido tomada, y sus consecuencias ya se evidenciaban en ellos pues la inocencia y santidad de su naturaleza inicial habían sido perdidas, y ambos se habían vuelto egoístas y enemigos de Dios. Experimentaron por primera vez vergüenza de sí mismos, y trataron de esconderse de la presencia de Dios. Sintieron miedo de Él porque estaban desnudos, es decir, habían perdido su santidad que les permitía estar en Su presencia sin miedo. Y cuando Dios les pide cuentas, es decir responsabilidades por sus acciones, Adán culpa a “la mujer que me diste por compañera” (Génesis 3:7-13), con lo cual no solo trata de eximir su responsabilidad haciéndola recaer en Eva sino que también culpa a Dios por haberle dado esa mujer. Y Eva, a su vez, hace lo mismo, pues se excusa culpando a la “serpiente” que le engañó.

La muerte física de Adán y Eva no se produjo en “el día” que comieron del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal (Génesis 2:17) sino solo su muerte espiritual, que fue lo que significó su separación y enemistad con Dios. Y la naturaleza pecaminosa de ellos y de todo el resto de la humanidad que la heredaría no podría ser restaurada o regenerada sino es por medio de Jesucristo, nuestro Redentor y Salvador. Por eso, inmediatamente a la Caída de la Primera Pareja, Dios les consuela dándoles la promesa de la victoria de la simiente de la mujer­ –“la cual es Cristo” (Gálatas 3:16 úp.)– sobre la serpiente, que será herida en la cabeza, como símbolo de que el diablo es vencido por Cristo (Génesis 3:15).

Génesis 3:15: Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.

El cumplimiento de la promesa de restauración de la Humanidad se cumple en Cristo quien paga el precio de nuestro pecado y nos regala la vida eterna que perdieron Adán y Eva (Juan 3:16; Romanos 3:24; 5:17-21; 6:23; etc.)

Romanos 5:17-21: Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.  (18)  Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.  (19)  Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.  (20)  Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;  (21)  para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.

En el plan de Dios estaba que el mal y el bien coexistieran, que el trigo y la cizaña crecieran juntos (Mateo 13:24-30,36-43) y se extendieran hasta el fin del mundo, y entonces recogerá a sus hijos de los cuatro vientos de la Tierra para que vivan eternamente con Cristo (1ª Tesalonicenses 4:13-18), y la cizaña o hijos del maligno, junto con el mal, la muerte y el diablo serán destruidos para siempre (Mateo 13:41-43, Ap. 21:8, etc.).

4. Conclusión

¿Qué simboliza el árbol de la vida? ¿Por qué Dios dijo “que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre?

¿Acaso comer del fruto del árbol de la vida podía proporcionar vida eterna?

En mi opinión, el árbol de la vida es el símbolo de la vida eterna que solo pertenece a Dios. Es decir, la vida eterna es una cualidad del Creador y no es inherente a la naturaleza de Sus criaturas, sino que ellas la reciben como un regalo de Dios. Adán y Eva, como toda criatura, tenían vida eterna condicional, o sea, mientras permanecieran unidos a Dios.

Por eso, Él dispuso “el árbol de la vida” en medio del huerto del Edén, para que supieran que tendrían derecho a ella mientras tuvieran acceso al “árbol de la vida”.

Sin embargo, el derecho a la vida eterna lo perdieron en el momento en que decidieron desobedecer a Dios, al tomar del fruto del “árbol de la ciencia del bien y del mal”. Adán y Eva, ignorando la advertencia de Dios, escogieron la muerte porque en sus corazones pensaban que Dios mentía, y que Él solo quería impedir que Sus criaturas adquiriesen una sabiduría semejante a la de Dios mismo.

Habiendo hecho, Adán y Eva, la elección equivocada, el camino de la muerte, perdieron la vida eterna, que una vez perdida no podía recuperarse sino mediante Cristo. Por tanto, puesto que acceder al fruto del árbol de la vida simbolizaba tener el derecho de la misma, es lógico que Dios les impidiera que pudieran de nuevo acceder al huerto y comer del fruto del “árbol de la vida”, pues ahora ya habían perdido el derecho de la vida. Dios les impidió que permanecieran en el mismo estatus anterior al pecado para que fuesen conscientes de su Caída. Dejarles allí, pudiendo acceder al “árbol de la vida” y al de “la ciencia del bien y del mal” ya no tenía sentido alguno sino que podía darles a ellos una sensación engañosa de que nada grave había pasado.

De la misma manera que el comer del fruto del “árbol de la ciencia del bien y del mal”, en sí mismo, era totalmente inocuo y no ocasionaría ningún tipo de perturbación o trastorno de orden físico, así tampoco les proporcionaría el fruto del árbol de la vida una cualidad sobrenatural que les permitiera vivir para siempre. Comer del árbol de la ciencia del bien y del mal implicaba la muerte y por tanto el perder el derecho a la vida eterna. Como este derecho que se había perdido se hacía real y físico mediante el libre acceso al “árbol de la vida”, era necesario que Dios también impidiera todo acceso a dicho árbol para de esa manera mostrar fehacientemente a la Primera Pareja que al no poder acceder más a dicho árbol significaba que ya no disponían de vida eterna.

Las consecuencias tanto en el primer caso –el comer del fruto del “árbol de la ciencia del bien y del mal”, como en el segundo caso –el comer del fruto del “árbol de la vida”– eran solamente de tipo moral, y esta decadencia moral les llevaría al deterioro también de su naturaleza física y con ello llegaría la muerte.

La Palabra de Dios no vuelve a referirse al árbol de la vida hasta el libro de Apocalipsis, en los siguientes textos:

Apocalipsis 2:7: El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.

Esta promesa, que hace Dios “Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida”, simboliza, en mi opinión, la vida eterna. De manera que vencer el mal con el bien mediante Cristo es lo único que da derecho a la vida eterna, que se simboliza por el regalo de Dios de “comer del árbol de la vida”. Ahora veamos los últimos textos en los que se vuelve a nombrar el Árbol de la Vida.

Apocalipsis 22:1-19: Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.  (2)  En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.  (3)  Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán,  (4)  y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.  (5)  No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.  (6)  Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.  (7)  ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.  (8)  Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas.  (9)  Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.  (10)  Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.  (11)  El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía.  (12)  He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.  (13)  Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.

En el Paraíso restaurado que Dios tiene reservado “al que venciere”, habrá también un “árbol de la vida” nuevamente para mostrar a Sus criaturas que la vida eterna, que es una cualidad de Dios, ha sido recuperada para Sus hijos.

En la Nueva Tierra nadie volverá a pecar. El pecado, el mal y la muerte habrán sido destruidos para siempre (Apocalipsis 21:1-4). Pero en la Ciudad de Dios estará el Árbol de la Vida que recordará a todas las gentes que la vida eterna es un don de Dios, que una vez se perdió por causa del pecado, y que fue  recuperado por la entrega de la vida del Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16).

Apocalipsis 22:1-2: Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.  (2)  En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.

En mi opinión, las personas que habiten las naciones de la Nueva Tierra, todas ellas, habrán sido transformadas con cuerpos incorruptibles y celestiales a la manera como nos es revelado en 1ª Corintios 15:44,49-57 y 1ª Tesalonicenses 4:13-18, y puesto que ya no habrá nunca más ninguna enfermedad, el significado del texto –“las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones” (Ap. 22:2)– es un simbolismo que no se refiere a la sanidad física de las personas sino a una “sanidad” de tipo mental o espiritual para que nadie pueda olvidar el precio que tuvo que pagar nuestro Dios y Salvador Jesucristo para recuperar la vida eterna perdida por el pecado del hombre, y para que, de esta manera, nadie pueda jamás volver a pecar.

El siguiente texto es clave para aclarar el significado del simbolismo del Árbol de la Vida:

Apocalipsis 22:14-19: Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.  (15)  Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira.  (16)  Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.

Los que consiguen el derecho al “árbol de la vida”, o sea a la vida eterna, son los “que están vestidos de ropas blancas”…” y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero” (Apocalipsis 7:13-14). Lo que significa ser “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:24).

La frase clave que explica y aclara el misterio del Árbol de la Vida es “para tener derecho al árbol de la vida”. Cristo, “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29), con Su Encarnación, vida, muerte y resurrección ha adquirido para nosotros el derecho a la vida eterna que perdieron nuestros Primeros Padres. Los que “han lavado sus ropas” son todos los que al aceptar a Cristo como su salvador personal, han sido justificados, lavados de todos sus pecados, regenerados y santificados, es decir, han conseguido el derecho a comer del “árbol de la vida”, como un regalo de Dios obtenido por la sola fe, sin las obras de la ley.

Apocalipsis 22: 17-19: Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.  (18)  Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.  (19)  Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.

Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).”…Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22: 17).

Hechos 4:11-12: Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.  (12)  Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

Espero haberle aclarado sus dudas, no obstante, quedo a su disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Bendiciones

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias Bibliográficas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Versión: 08-02-2015
 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Mario, me he alegrado al recibir tu correo. Agradezco tu consulta sobre el sentido, significado o diferencia de las “dos luces”: la luz, que Dios creó en el primer día (Génesis 1:3-5), y la luz del Sol, que junto con la Luna y las Estrellas, fueron, aparentemente, creados en el día cuarto (Génesis 1:14-16); cuando, desde la perspectiva humana, parece más lógico que fueran creados antes que el reino vegetal, que fue creado en el tercer día, según registra el mismo primer libro de la Biblia:

Génesis 1:1-5: En el principio creó Dios los cielos y la tierra.  (2)  Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.  (3)  Y dijo Dios: Sea la luz (A);  y fue la luz.  (4)  Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.  (5)  Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.

Génesis 1:11-13: Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. (12)  Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno.  (13)  Y fue la tarde y la mañana el día tercero. 

Génesis 1:14-19: Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años,  (15)  y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así.  (16)  E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. (17)  Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra,  (18)  y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno.  (19)  Y fue la tarde y la mañana el día cuarto.

2 Corintios 4:6: Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, (A) es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.

O bien, en la versión de la Biblia Textual (BTX) –posiblemente,  la que citas en tu escrito–, que traduce lo siguiente:

Génesis 1:1-19: En un principio creó ’Elohim los cielos y la tierra. (2) Pero la tierra estaba desolada y vacía, y había tinieblas sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. (3) Entonces dijo ’Elohim: Haya luz. Y hubo luz. (4) Y vio ’Elohim que la luz era buena, y estableció ’Elohim separación entre la luz y la oscuridad. (5) Y llamó ’Elohim a la luz día y a la oscuridad llamó noche. Y fue la tarde y fue la mañana: Día uno.

Génesis 1:14-19: Y dijo ’Elohim: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para diferenciar entre el día y la noche, y sirvan por señales, y para solemnidades, y para días y años,  (15)  y sean por luminarias en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así.  (16)  E hizo ’Elohim las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para regir el día, y la lumbrera menor para regir la noche.  (17)  Y puso ’Elohim las estrellas en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra,  (18)  y para regir durante el día y la noche, y para separar la luz de la oscuridad. Y vio ’Elohim que estaba bien.  (19)  Y fue la tarde y fue la mañana: Día cuarto.

Al respecto me comentas lo siguiente:

“Aquí entró en mi mente que la primera luz no es como la segunda, que la primera es más poderosa y eterna que la segunda, que la primera se estableció y la segunda fue creada (pero esto es muy ambiguo pues no tengo conocimiento del hebreo) leamos los versículos en cuestión [transcritos arriba].

“Estas Escrituras hablan verdad pero debemos entenderlas perfectamente y el Evangelio de Jesús transcrito por sus apóstoles nos revela el misterio que encierra este capítulo.

“El apóstol Juan en sus esplendorosos escritos no enseña lo siguiente: 

Juan 1:4: En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Apocalipsis 22:5: No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.

“Así que muy dentro de mí me enseña que esa luz establecida antes de la creación de la tierra y todo su ejército es Jesús, que Dios estableció a Jesús como la luz gobernante de esta creación (Juan 1:3: Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho).

Juan 8:12: Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

“Esto nos revela que realmente Jesús estaba desde el principio de toda esta creación como la luz buena que resplandece en la oscuridad y que además el Hijo estuvo presente actuando en la creación del mundo.

“Lo he tomado como fundamento para mi crecimiento espiritual aunque el enemigo nunca cese con sus maquinaciones.

“Muchas gracias por tu tiempo espero tu comentario o cuestiones con respecto a mi escrito” (Mario).

En tu escrito se plantean implícita o explícitamente las siguientes cuestiones, que más abajo trataré de responder:

¿Qué diferencia hay entre la primera luz y la segunda, correspondiente al Astro solar?

¿Es la primera más poderosa y eterna que la segunda? ¿Fue la primera establecida y la segunda, creada? ¿Es o simboliza la primera luz al Verbo de Dios (Juan 1:1-3)?

2. ¿Qué diferencia hay entre la primera luz y la segunda, correspondiente al Astro solar?

Como no soy científico no puedo hablar desde ese punto de vista, sino solo desde mi lógica personal y de la interpretación Bíblica que creo Dios me ha dado entender. Al respecto, además de las Iglesias católica, ortodoxa y anglicana, son ya muchos los líderes de las iglesias evangélicas, que han claudicado al aceptar parte de las tesis evolucionistas preconizadas y defendidas por los científicos.

En general, la mayoría de los dirigentes de las principales o más importantes Iglesias cristianas citadas arriba –para conseguir esta conciliación del relato bíblico de los seis días de la Creación con la teoría evolucionista, que afirma que todo se formó lentamente durante millones de años, sin un Creador, mediante el azar y la casualidad– defienden que no hay que interpretar literalmente los primeros capítulos del libro del Génesis, y que cuando la Biblia habla de “Día” y “Noche”“Y fue la “tarde” y la “mañana un día” (Génesis 1:5), en realidad está queriendo decir miles de años. Esta interpretación no literal, que desnaturaliza y pervierte completamente el texto bíblico, no es posible sostenerla desde un análisis imparcial gramatical y textual del mismo; y esta cesión de la fe bíblica de tantos creyentes, en aras de las tesis evolucionistas de los científicos, solo se puede entender por su falta de valentía intelectual.

Estos líderes religiosos –al no encontrar bases bíblicas para rechazar la evidencia de que los días de la Creación de nuestro mundo son de veinticuatro horas, como siempre han sido desde que éste existe–, absurda, ridícula e ilógicamente tratan de amparar sus postulados apoyándose en un texto de la Segunda Epístola de San Pedro (3:8), que registra: “Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”; porque cuando se escoge este pasaje aislado y se saca fuera de su contexto para aplicarlo a cualquiera otra parte de la Biblia, se están violando las más elementales reglas de la interpretación bíblica y de cualquier interpretación, solo con el fin de tratar de hacer decir a la Santa Biblia lo que de ninguna manera afirma.

Veamos, pues, algo de contexto, y juzguen ustedes, si el citado pasaje tiene alguna relación con el relato de la Creación del Génesis, o si se puede aplicar al mismo lícitamente.

2 Pedro 3:7-9: pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. (8) Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. (9) El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.

Cualquier persona medianamente imparcial, si analiza el contexto del citado pasaje, se dará cuenta inmediatamente que no tiene nada que ver con el relato de la Creación, sino que se refiere al venidero Juicio de Dios, y su intención es amonestarnos para que tengamos paciencia, y no nos desanimemos con la tardanza de la Segunda Venida de nuestro Señor: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (Pedro 3:8). Nada que ver con los seis días de la Creación, e imposible tratar de probar con dicho texto que cada día de la creación son, al menos, mil años.

Habiendo dejado sentadas las bases de nuestra fe, volvamos a la cuestión que encabeza este epígrafe. El texto –“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1)– lo interpreto como que Dios dio comienzo al tiempo, creando el Universo entero; es decir, “los cielos” y el planeta Tierra representan el Universo entero.

“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca” (Salmos 33:6); 

“Porque él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió” (Salmos 33:9).

“Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos” (Hebreos 1:10).

Por tanto, ahí estarían incluidos todas las estrellas, la Tierra, el Sol y la Luna; aunque el siguiente pasaje nos describe que “la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Génesis 1:2); es decir, la Tierra fue dejada por Dios inacabada –“desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo”–, o sea, todavía no había ningún tipo de vida en ella, y había oscuridad total; porque Su propósito fue reservarla para realizar una creación especial en seis días, para mostrar a los futuros seres humanos que la habitarían, el ciclo semanal como el más idóneo para su naturaleza, que, además, fuera el modelo que determina la medida del tiempo, que es más ajustado a nuestro sistema solar, “para las estaciones, para días y años” (Génesis 1:14 úp.).

Una primera pregunta nos surge de inmediato; si ya existían el Sol, la Luna y las estrellas que son las fuentes naturales de luz –especialmente el Sol– ¿por qué Dios creó la luz –sin especificar su fuente–, y, además,  “separó Dios la luz de las tinieblas. (5) Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche” (Génesis 1:4,5)?

Notemos que se trata de una luz física –no espiritual– que tiene como finalidad, en primer lugar, alumbrar o iluminar, y propiciar la vida en nuestro planeta; y en segundo lugar, crear la medida del tiempo de un día de veinticuatro horas, con sus correspondientes periodos de luz y de tinieblas, que son llamados “Día” y “Noche”, respectivamente, de forma genérica; pero, a continuación, el texto aclara que “fue la tarde y la mañana un día” (Génesis 1:5), de modo que  “tarde” corresponde al periodo nocturno –cuando comienza el periodo de veinticuatro horas con la noche, anterior al día–, y “mañana”, al periodo diurno, y ambos conforman “un día”. Y sabemos, que esto se corresponde con un periodo de rotación de la Tierra sobre su propio eje.

Por tanto, Dios, probablemente, no crea una fuente de luz distinta a la del Sol, que ya existía por haber sido creado por Él “en el principio”, sino que empieza a acondicionar el planeta Tierra para que pueda recibir esa luz, haciendo que gire sobre su propio eje inclinado ciertos grados, para que así se establezca el periodo de tiempo de un día, que se compone, como sabemos, de “tarde” –o noche, periodo de tinieblas– y de mañana o día, periodo en que luce el sol.

Por otro lado, tengamos en cuenta que, aunque el Astro Sol ya estaba creado, su luz sería poco o nada perceptible en la Tierra, puesto que Dios todavía no había hecho “la expansión”, y separado “las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión” (Génesis 1:7); “Y llamó Dios a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo” (Génesis 1:8); es decir, estos “Cielos” se refieren al firmamento o atmósfera terrestre. Notemos que esa “expansión” no estaría completada hasta que el Sol, la Luna y las Estrellas fueron hechos visibles en el día cuarto, habilitando completamente nuestro planeta para que pudiera subsistir todo tipo de vida animal –pues la vegetal fue creada en el tercer día–, que se crearía a continuación.

3. ¿Es la primera luz más poderosa y eterna que la segunda? ¿Fue la primera establecida y la segunda, creada? ¿Es o simboliza la primera luz al Verbo de Dios (Juan 1:1-5)?

Si lo que antecede es cierto, las respuestas enunciadas en el presente epígrafe se responden por sí solas.

¿Es la primera luz más poderosa y eterna que la segunda?

Deduzco, pues, que la luz que Dios creó en el primer día tiene como fuente el Sol; y, por tanto, se trata de la misma luz, aunque, posiblemente, esa luz no tomó todas sus propiedades hasta el cuarto día en que se completó la creación de los “Cielos” o firmamento.

¿Fue la primera establecida y la segunda, creada?

Ambas son, pues, la misma luz, creada por Dios, en distintas fases o etapas de Su Creación; y puesto que se trata de una luz física para separar el Día de la Noche, no tiene que ver con la luz que pueda desprenderse de la gloria de Dios; ni, mucho menos, es una luz espiritual; pues la luz espiritual que se contrapone a las tinieblas espirituales, son símbolos del poder de Dios que descubren y vencen la mentira y el engaño por medio de la luz de la Verdad.

¿Es o simboliza la primera luz al Verbo de Dios (Juan 1:1-5)?

La Palabra de Dios registra que “En él [el Verbo Divino] estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. (5) La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:4-5). Parece claro que en estos textos, la luz simboliza una cualidad o característica espiritual del Verbo, que existía desde la eternidad, y que hace más de dos mil años “fue hecho carne” (Juan 1:14). Jesucristo también es representado por “el Sol de justicia” (Malaquías 4:2). Veamos los textos que se refieren a la luz de manera simbólica:

Malaquías 4:2: Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada.

Juan 1:1-5: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.  (2)  Este era en el principio con Dios. (3) Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. (4) En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. (5)  La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

Juan 8:12: Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblassino que tendrá la luz de la vida.

Lucas 1:78-79: Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, Con que nos visitó desde lo alto la aurora, (79) Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz.

Colosenses 1:12-14: con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;  (13)  el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,  (14)  en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.

Así como la luz del primer día de la Creación sirvió para disipar las tinieblas –oscuridad, y propiciar la vida– físicas, así también, Jesucristo –“la luz del mundo” (Juan 8:12) vino para disolver las tinieblas espirituales y descubrir todo tipo de mentira  y engaño, y dar vida mediante Él mismo, que es Luz, Camino, Verdad y Vida (Juan 14:6). Y en la medida que viva Cristo en nosotros por medio de Su Espíritu, también seremos portadores de luz, o luminarias para el mundo, como dijo Jesús: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (Mateo 5:14).

4. Conclusión

Bajo mi punto de vista, el texto –“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1)– significa que Dios dio comienzo al tiempo, creando el Universo entero; es decir, “los cielos” y el planeta Tierra representan el Universo entero. Ahí estarían, pues, incluidos todas las galaxias, estrellas, la Tierra, el Sol y la Luna.

“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca” (Salmos 33:6); “Porque él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió” (Salmos 33:9). “Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos” (Hebreos 1:10).

Sin embargo, Dios dejó inacabado el planeta Tierra, para realizar posteriormente una creación especial en solos seis días. ¿Por qué lo hizo así, si “él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió” (Salmos 33:9)? ¿Por qué quiso crear en seis días, para descansar en el séptimo día?

Simplemente para mostrar a los futuros seres humanos que la habitarían, el ciclo semanal como el más idóneo para su naturaleza,  y para que, además, mediante este modelo comprendieran la medida del tiempo, que es más ajustado a nuestro sistema solar, “para las estaciones, para días y años” (Génesis 1:14 úp.). Es decir, enseñarnos de una forma muy pedagógica, dándonos, con Su ejemplo, la forma de vivir más idónea y adecuada para nuestro actual planeta Tierra.

Notemos, que la luz que Dios creó en el primer día no es espiritual sino física, con una clara función de, en primer lugar, alumbrar o iluminar, y propiciar la vida en nuestro planeta; y en segundo lugar, crear la medida del tiempo de un día de veinticuatro horas, con sus correspondientes periodos de luz y de tinieblas, que son llamados “Día” y “Noche”, respectivamente, de forma genérica; pues, a continuación, el texto aclara que “fue la tarde y la mañana un día” (Génesis 1:5), de modo que  “tarde” corresponde al periodo nocturno –cuando comienza el periodo de veinticuatro horas con la noche, anterior al día– y “mañana”, al periodo diurno, y ambos conforman “un día”. Y esta es precisamente la función del Sol, que mediante la rotación de la Tierra sobre su propio eje, hace que en unos sitios haya día y en otro noche, pero que estos periodos sumen siempre veinticuatro horas en total.

Por tanto, no sería lógico que Dios crease una luz especial en el primer día, postergando la creación del Sol, la Luna y las estrellas hasta el día cuarto; aunque sabemos que para Dios no hay nada imposible, también es cierto que Dios no es redundante, para crear arbitrariamente –en mi modesta opinión– una luz en el primer día cuya función ya es cumplida por la del Sol, sino que todo lo que Él hace tiene una lógica y un sentido.

Tampoco podemos confundir la luz que pueda irradiar Dios con la luz del primer día de la Creación –ni la luz física con la luz espiritual (1 Juan 1:5)–. La primera es una cualidad o propiedad, atributo de Dios, y la segunda es una creación de Él.

1 Juan 1:5: Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.

Otra cosa muy distinta será cuando Dios cree el Cielo nuevo y la Tierra nueva (Apocalipsis 21:1-3); pues “No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 22:5).

Apocalipsis 21:1-3: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva;(A) porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.  (2)  Y yo Juan vi la santa ciudad,(B) la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios,(C) dispuesta como una esposa ataviada para su marido.(D)  (3)  Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo,(E) y Dios mismo estará con ellos como su Dios.

Apocalipsis 21:23-27: La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. (24) Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. (25) Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. (26) Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. (27)  No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.

En cualquier caso, quedo a tu entera disposición para lo que pueda servirte.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

E.S. = Espíritu Santo

¿Son contradictorias las genealogías de Jesús registradas en los Evangelios de san Mateo y san Lucas?
 
Versión: 20-10-2017

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

El motivo de abordar este problema de por qué los Evangelios de san Mateo y san Lucas registran genealogías de Jesús tan dispares y aparentemente contradictorias, se debe a que un estimado hermano me pidiera mi opinión sobre el artículo –“¿Por qué los judíos no aceptamos a Jesús o Yeshua, como el Mesías?”–, que explica por qué ellos no creen que Jesucristo sea el Mesías anunciado en los libros de la Biblia hebrea (Antiguo Testamento), y que ha sido confirmado, en el Nuevo Testamento, para los cristianos.

Como cristianos, nuestra fe en Jesús como el Mesías, no se basa solo o únicamente en las listas genealógicas que existen en el Antiguo Testamento (AT) y en los Evangelios de san Mateo y san Lucas, como pretenden estos judíos, que han escrito dicho artículo. Ellos no aceptan que Jesús es la encarnación del Verbo de Dios, el Hijo de Dios; tampoco quisieron creer en las grandes señales y prodigios que Jesús realizó a lo largo de todo su ministerio, que demostraron abundantemente que era el Hijo de Dios; tampoco quieren reconocer a Cristo en el Siervo de Jehová que se anuncia en Isaías 53, ni en que Jesús cumplió claramente infinidad de profecías que están registradas en su Biblia. Citemos algunas, por ejemplo:

Profecía del Antiguo Testamento

Su Cumplimiento en N.Testamento

Gn.3:15

cf. Mt. 1:20; Gá. 4:4

Is. 7:14

cf. Mt. 1:18,23-25, Lc. 1:26-35

Sal. 2:7 (ver también: 1 Cró. 17:10-14, 2 S. 7:12-16)

Mt.3:17 (ver también: Mt. 16:16; Mr. 9:7, Lc. 9:35; 22:70, Hch. 13:30-33, Jn. 1: 34,44

Gn. 22:18 ( ver también: Gn. 12:2,3)

Mt. 1:1, Gá. 3:16;

Gn. 21:12

Lc. 3:23,24, Mt. 1:2

Nm. 24:17 (ver también: Gn. 35:10-12)

Lc. 1:23,24; Mt. 1:2; Lc. 1:33

Gn. 49:10 (ver también: Mi. 5:2)

Lc. 3:23,33 (ver también: Mt. 1:2; Heb. 7:14)

Is. 11:1 (ver también: Is. 11:10)

Lc. 3:23,32 (ver también: Mt. 1:6)

Jer. 23:5 (ver también: 2 S. 7:12-16; Sal. 132:11: Jehová es el que edificará casa a David, y no al contrario)

Lc. 3:23,31 (ver también: Mt. 1:1; 9:27; 15:22; 20:30,31; 21:9,15; 22:41-46; Mr. 9:10; 10:47-48; Lc. 18:38,39; Hch. 13:22,23; Ap. 22:16)

Mi. 5:2

Mt. 2:1 (ver también: Jn. 7:42; Mt. 2:4-8; Lc. 2:4-7)

Por tanto, que no nos pongan ahora la excusa que no aceptan a Cristo solo por el hecho de que algunos nombres de las genealogías de san Mateo y san Lucas no coincidan entre sí, o con las listas de los libros de Crónicas u otros libros veterotestamentarios. Posiblemente los judíos esperaban un Mesías de corte humano –el cual aún siguen esperando –, que les hubiera librado del poder político romano que les oprimía.

El Evangelio nos dice que: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Jn.1:11). Por su dureza de corazón, no le aceptaron, ni quisieron reconocerle como Mesías, a pesar de las grandes señales que hizo y las innumerables pruebas bíblicas que le identificaban; porque “los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. (20)  Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. (21) Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Juan 3:19-21).

A continuación, en el cuerpo de este estudio bíblico, trataremos de responder a las objeciones contenidas en el artículo citado al principio de esta introducción, como, por ejemplo, las siguientes:

    • ¿Jesucristo no puede ser el Mesías porque no es el hijo carnal de José, esposo de la virgen María?
    • ¿Se contradicen las genealogías de Jesús registradas en los Evangelios de san Mateo y san Lucas?
    • ¿Por qué la genealogía de Jesús registrada en el Evangelio de san Lucas es tan distinta de la del Evangelio de san Mateo?

2. ¿Jesucristo no puede ser el Mesías porque no es el hijo carnal de José, el esposo de la virgen María?

Estos judíos nos quieren hacer creer que no aceptan que Jesucristo sea el Mesías, por el hecho de que Jesús no es el hijo carnal de José, cuando precisamente esta es la mayor prueba de que Jesús procede de Dios, puesto que es el Hijo de Dios, encarnado de María virgen, por haber sido engendrado en ella por el Espíritu Santo (Mt. 1:20; Lc.1:35). Hay muchos textos en su Biblia hebrea (lo que nosotros conocemos como Antiguo Testamento) que señalan al Mesías, como algo más que un hombre; por ejemplo: Sal 2:7; 2 S. 7:12-14,16; 1 Cr. 17:12-14; cf. Heb. 1:5; Dt. 32:43; cf. Heb. 1:6; Sal. 45:6-7; cf. Heb. 1:8-9;  Sal. 110.1; cf. Hch. 2:34-35; Mi 5:2; cf. Mt. 2:6; Jn. 7:42.

Para que Jesús pudiera ser el Mesías que esperaba Israel, había de cumplir varias condiciones, y la primera de ellas, ser hijo de David, es decir, que su ascendiente fuera el rey David, ya sea legal, biológicamente –por la sangre heredada de los ancestros de María– o ambas circunstancias a la vez.

Ciertamente, la Sagrada Escritura insiste mucho de que el Mesías había de ser hijo de David. Veamos algunos textos, que señalan a Jesús como el hijo de David: Mt. 9:27; 21:9; 22:43; Lc. 1:32; Jn. 7:42; Ro. 1:3; Ap. 5:5; 22:16.

El pasaje del evangelista Lucas es muy importante porque el mismo ángel Gabriel da testimonio de ello, y no deja ningún lugar a dudas, porque él declara, o anuncia, que Jesús: “será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre” (Lc. 1:32).

Lucas 1:32-33: Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; (33) y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.

¿Cómo se puede decir que David es el padre de Jesús, cuando aquel vivió unos mil años antes de que Jesús naciera?

Muy sencillo: aquí a la palabra “hijo” se le da el significado de “descendiente”, y la palabra «padre» adquiere el sentido de ascendiente o antecesor; por tanto, Jesús es descendiente según la carne del rey David (Ro. 1:3-4). Así lo confirma el apóstol Pablo en el texto citado:

Romanos 1:3-4: acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, (4) que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos.

Pero también es hijo de Abraham (Mt. 1:1: “Jesucristo, Hijo de David, hijo de Abraham”), en este mismo sentido, de descendiente legal o espiritual (Gn. 22:18). Porque “a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo (Gálatas 3:16; cf. Gn. 12:7; 22:17-18: Hch 3:25). En Cristo son benditas todas las naciones de la Tierra (Gn. 22:18), porque a Él debemos la reconciliación con Dios (Ro. 5:10; cf. 2 Co. 5:17-21), el perdón de nuestros pecados (Ro. 3:22-20, la resurrección (Jn. 5:24,28-29; 1 Co. 15) y la vida eterna (Jn. 6:39-40, 44,47).

Ahora bien, los judíos, y muchos otros que no lo son, no creen que Jesús sea el Mesías, y mucho menos que sea el Hijo de Dios, lo que le hace Dios, consustancial con el Padre. En el caso que nos ocupa, se objeta que, como el padre carnal de Jesús no fue, supuestamente, José, que sí era del linaje de David, sino que su Padre verdadero fue Dios, José realmente no fue padre carnal de Jesús; y en el caso de que el linaje del rey David le viniera por la virgen María, ello, desde las leyes judías o bíblicas, no tendría ninguna validez; porque, el autor del artículo citado, entiende: “que el linaje tribal solo se obtiene por el padre”, y, además, asevera que “no existe un solo versículo en toda la Biblia que diga que también se obtiene por medio de la madre”. Pero esta afirmación es muy discutible. Porque, aunque la Biblia no lo diga expresamente, es un hecho que los judíos admiten que una persona es de raza judía cuando se demuestra que ha nacido de una madre judía. Por la misma razón, es admisible que, si María pertenecía al linaje de David, también su hijo primogénito, Jesucristo, heredaría este linaje de forma natural o biológica (Mt. 1:20-21,25).

En mi opinión, la respuesta a esta objeción no puede ser otra que la siguiente: en las familias hebreas –también en otras que no lo son– el padre es el que representa legalmente a la familia; por lo que José –siendo el padre adoptivo, o putativo, de Jesús– es su padre legal a todos los efectos, por lo que le transfiere todos sus derechos civiles, religiosos o espirituales, etc.; y porque Jesús ha nacido en el seno de esa familia, crece y se desarrolla bajo su tutela, le corresponde legalmente toda la herencia física y espiritual del padre, en su calidad de primogénito (Mt. 1:25).

Por tanto, así como a José –por ser linaje del rey David– le corresponde legalmente el título de rey de Israel, también Jesús sería el heredero legal al trono de David; lo que legítimamente le otorga el título de Rey de Israel (Mr. 15:32; Jn. 1:49; 12:13,15; 19:14) o Rey de los judíos (Mt. 2:2; 21:5; 27:11,29,37,42; Mr. 15:2,9,12,18,26; Lc. 23:3, 38; Jn. 18:33-37,39; 19:3,19).

El reino carnal simboliza el reino espiritual y eterno que le corresponde como Creador y Redentor de Israel (1 S. 12:12; Sal. 5:2; 10:16; 47:7; Is. 6:5; 33:17,22; 41:14; 43:15; 44:6,24; 47:4; 49:7; Jer. 23:5; Zac. 9:9; 14:9,16-17). Veamos un pasaje importante:

Jeremías 23:5-6 (33:14-16): He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. (6) En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra.

Jesús es ese “Renuevo justo” cuyo tronco es el rey David; pero lo más asombroso es que este texto veterotestamentario, dice que el nombre de ese Renuevo es Jehová; o lo que es lo mismo: Jesús es Jehová o Yahvé; y también “justicia nuestra”, lo que se confirma en el NT, cuando se habla de la justicia de Dios (Ro. 3:21-24) y nuestra justicia ante Dios (Ro. 3:25-26; 1 Co. 1:30); es decir, Jesús es el que nos proporciona nuestra justificación y redención.

1 Corintios 1:30:  Mas por él [Dios] estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;

Pero veamos, algunos ejemplos más de profecías del Antiguo Testamento (AT) que son cumplidas, en el Nuevo Testamento (NT), por Jesús:

Profecía del Antiguo Testamento que se refiere al Rey que visitaría Jerusalén cabalgando sobre un asno:

Zacarías 9:9: Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.

Cumplimiento de esta Profecía del Antiguo Testamento en Jesucristo:

Mateo 21:4-5: Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: (5) Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti,  Manso, y sentado sobre una asna, Sobre un pollino, hijo de animal de carga.

Por eso declara Jesús que su reino no es de este mundo (Jn. 18:36-37); y también el Evangelio de san Lucas ratifica que Jesús hereda el reino de David, su padre, pero se trata no de un reino carnal perecedero sino eterno: “el Señor Dios le dará el trono de David su padre; (33) y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (Lc. 1:32-33). Es decir, si el trono de David existiera físicamente, le correspondería legalmente a Jesús, y, en cualquier caso, le califica legalmente para ser el rey espiritual de su pueblo Israel y Judá; por eso Él fue llamado “Rey de los judíos” (Mt. 2:2; 21:5; 25:40; Mt. 27:11, 37; Mr. 15:2,26; Lc. 23:3,38; Jn. 18:33; Jn. 19:3,19); pero su reino no es de este mundo (Jn. 18:36), sino que “su reino no tendrá fin” (Lc. 1:33) y “reinará sobre la casa de Jacob para siempre” (Lc. 1:33). La Casa de Jacob o Casa de Israel se corresponde con todos los redimidos por Jesucristo.

¿A qué se refiere con “la Casa de Jacob”?

Indudablemente, la Casa de Jacob es lo mismo que la Casa de Israel. Pero Israel, no es el Israel físico sino el espiritual, es decir, todo aquel que ha aceptado a Cristo como su salvador y vive por fe, en obediencia al Evangelio de Cristo. Cristo resucitado y glorificado reinará sobre su pueblo (Mi. 4:7; 1 Co. 15:25; Ap. 11:15: 19:6; 20:4; 22:5).

Mateo 22:41-46: Y estando juntos los fariseos, Jesús les preguntó, (42)  diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David. (43)  Él les dijo: ¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo: (44) Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies (45) Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo? (46) Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.

Miqueas 5:2: Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.

Romanos 1:1-4: Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, (2) que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, (3) acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, (4) que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos,

Apocalipsis 22:16: Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.

Con lo que antecede, queda probado que Jesús es descendiente legal del rey David según la carne –es decir, como hombre–, y, por tanto, le corresponde el título de Rey, sin necesidad de que fuese hijo biológico de José. Considero, pues refutada la objeción: “Jesús es descalificado, no tiene asociación tribal paterna a la tribu de Judá al no ser supuestamente hijo carnal de José, porque el candidato para ser el Rey Mesías deberá ser descendiente directo del Rey David”.  

A continuación transcribo textos bíblicos aportados por el autor del artículo citado en la introducción, que pretenden defender su posición citada en el párrafo anterior; pero que, en realidad, en mi opinión, ratifican que Jesús es el Rey Mesías, porque Él cumple todas las condiciones que las Sagradas Escrituras habían predicho para identificarle, y así lo demuestran los siguientes textos, citados de la versión de la Biblia: Nueva Reina-Valera, 1990 (NRV90)

Jeremías 33:17: “Porque así ha dicho el Eterno: «No faltará a David varón que se siente sobre el trono de la casa de Israel».

Jeremías 33:20-21: “Así dice el Eterno: Si pudierais invalidar mi alianza con el día y con la noche, de manera que no haya día ni noche a su tiempo, (21) «se podrá también invalidar mi pacto con mi siervo David, para que deje de tener hijo que reine sobre su trono, y mi pacto con los levitas y sacerdotes, mis ministros.

2 Samuel 7:12-17: «Y cuando tus días se cumplan y duermas con tus padres, yo levantaré de tu linaje, a uno que procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino.  (13) «El edificará casa a mi Nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. (14) «Yo seré su Padre, y él será mi hijo. Y si él hiciera mal, lo castigaré con vara y azotes de hombres. (15) «Pero no apartaré mi amor de él, como lo aparté de Saúl, a quien quité de delante de ti. (16) «Y afirmaré tu casa y tu reino para siempre. Y tu trono será estable para siempre». (17) Y conforme a estas palabras y a esta visión, así habló Natán a David.

Salmos 89:26-37: «Me llamará: ‘Mi padre, mi Dios, la Roca de mi salvación’. (27)  «Yo también lo pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra.  (28) «Para siempre conservaré mi amor hacia él, y mi pacto será firme con él».  (29) «Sus descendientes reinarán para siempre, y su trono durará como los días del cielo». (30) «Pero si sus hijos dejaran mi Ley, y no anduvieran en mis juicios,  (31) «si profanaran mis estatutos, y no guardaran mis Mandamientos»,(32)  «entonces con vara castigaré su rebelión, y con azotes su iniquidad. (33) «Pero no quitaré mi amor de él, ni falsearé mi fidelidad. (34) «No violaré mi pacto, ni cambiaré lo que ha salido de mis labios». (35) «Una vez por todas he jurado por mi santidad, no mentiré a David». (36) «Sus descendientes durarán para siempre, y su trono como el sol ante mí». (37) «Como la luna será firme para siempre, como un testigo fiel en el cielo».

1 Crónicas 22:9-10 (cf. 28:6-7; 17:11-14): «‘Te nacerá un hijo que será hombre de paz, porque yo le daré que viva en paz con todos sus vecinos en derredor. Su nombre será Salomón, y yo daré paz y tranquilidad a Israel en sus días. (10) «‘El edificará el templo a mi Nombre. El será mi hijo, y yo seré su padre, y afirmaré el trono de su reino sobre Israel para siempre’.

Los autores del artículo citado, se basan en estos textos para afirmar: “El candidato para ser El Rey Mesías deberá ser descendiente del Rey David exclusivamente a través del Rey Salomón. Como está escrito”. Pero realmente lo que registran las Sagradas Escrituras es que el Mesías debía pertenecer al linaje de David, como se ha demostrado en lo que antecede. Jesucristo cumple esta condición de dos maneras: primero, Él desciende de David, por la línea de Salomón, por vía legal, que llega hasta José, el padre putativo o adoptivo de Jesús; así se demuestra en el Evangelio de Mateo (1:6-16). Y, segundo, Jesús desciende también de David, por la línea de Natán, hijo de David (Lc. 3:31-32),  línea biológica o sanguínea, a través de María, su madre. El siguiente texto prueba que Natán –el ascendiente biológico de Jesús por vía materna- fue también hijo directo de David

 1 Crónicas 3:5: Estos cuatro le nacieron [a David] en Jerusalén: Simea, Sobab, Natán, y Salomón hijo de Bet-súa hija de Amiel.

3. ¿Se contradicen las genealogías de Jesús registradas en los Evangelios de san Mateo y san Lucas?

El autor o autores del citado artículo afirman lo siguiente: “Los evangelios de Mateo (1:2-16) y Lucas (3:23-38) proveen genealogías conflictivas para Jesús en un intento fallido para demostrar que Jesús llenó los requisitos mesiánicos de genealogía”. 

Luego, abordan el problema de las genealogías de Jesús registradas en el Evangelio de san Mateo y san Lucas, que no coinciden, que a su vez tampoco coinciden con las registradas en el capítulo 3 del libro de primera de Crónicas.

Empecemos por las divergencias entre el Evangelio de san Mateo y los libros de Crónicas, a partir del rey David en adelante, pues es esta descendencia a la que  ellos  ponen objeciones:

Mateo 1:1,6-17: Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham […] (6)  Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías. (7) Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa.  (8)  Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías.  (9)  Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías.  (10)  Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amón, y Amón a Josías.  (11)  Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia.(A)  (12)  Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel. (13) Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim a Azor.  (14)  Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud. (15) Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob;  (16)  y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.  (17)  De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce.

Genealogías del linaje davídico según el evangelista san Mateo hasta Jotám

Mateo 1:7-8: Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa. (8)  Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías. (9) Uzías engendró a Jotam:

Genealogías del linaje davídico según el primer libro de Crónicas

1 Crónicas 3:10-12: Hijo de Salomón fue Roboam, cuyo hijo fue Abías, del cual fue hijo Asa, cuyo hijo fue Josafat,  (11)  de quien fue hijo Joram, cuyo hijo fue Ocozías, hijo del cual fue Joás,  (12)  del cual fue hijo Amasías, cuyo hijo fue Azarías, e hijo de éste, Jotam.

Ciertamente, la genealogía de san Mateo no recoge “a Ocozías (hijo de Joram), hijo del cual fue Joás, (12) del cual fue hijo Amasías, cuyo hijo fue Azarías, e hijo de éste, Jotam” (1 Crónicas 3:11-12); tampoco registra el nombre de Azarías –hijo de Amasías– sino que salta desde Joram a Uzías, es decir, no cita a: Ocozías, Joás y Amasías; y, además, san Mateo, en lugar de Azarías, registra el nombre de Uzías.

¿Cómo se explica la omisión de estos tres nombres descendientes del rey David, y el cambio del nombre de Azarías (1 Cr. 3:12) por Uzías (Mt. 1:8-9; cf. 2 Cr. 26:1-4)?

Primero de todo, debemos aclarar que Azarías y Uzías son dos nombres distintos para designar a la misma persona, como se puede comprobar, simplemente, comparando 2 Crónicas 26:1-4 con 2 Reyes 15:1-7.

Reinado de Uzías

2 Crónicas 26:1-4,23: Entonces todo el pueblo de Judá tomó a Uzías, el cual tenía dieciséis años de edad, y lo pusieron por rey en lugar de Amasías su padre. (2) Uzías edificó a Elot, y la restituyó a Judá después que el rey Amasías durmió con sus padres. (3) De dieciséis años era Uzías cuando comenzó a reinar, y cincuenta y dos años reinó en Jerusalén. El nombre de su madre fue Jecolías, de Jerusalén. (4) E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho Amasías su padre. […] (23)  Y durmió Uzías con sus padres, y lo sepultaron con sus padres en el campo de los sepulcros reales; porque dijeron: Leproso es. Y reinó Jotam su hijo en lugar suyo.

Reinado de Azarías

2 Reyes 15:1-7: En el año veintisiete de Jeroboam rey de Israel, comenzó a reinar Azarías hijo de Amasías, rey de Judá.  (2)  Cuando comenzó a reinar era de dieciséis años, y cincuenta y dos años reinó en Jerusalén; el nombre de su madre fue Jecolías, de Jerusalén. (3) E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que su padre Amasías había hecho. (4)  Con todo eso, los lugares altos no se quitaron, porque el pueblo sacrificaba aún y quemaba incienso en los lugares altos.  (5)  Mas Jehová hirió al rey con lepra, y estuvo leproso hasta el día de su muerte, y habitó en casa separada, y Jotam hijo del rey tenía el cargo del palacio, gobernando al pueblo. (6) Los demás hechos de Azarías, y todo lo que hizo, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?  (7) Y durmió Azarías con sus padres, y lo sepultaron con ellos en la ciudad de David, y reinó en su lugar Jotam su hijo.

No puede caber ninguna duda de que los nombres de Uzías y Azarías se refieren al mismo personaje bíblico, puesto que coinciden todos los datos personales: hijo de  Amasías, su madre fue Jecolías, “De dieciséis años era Uzías cuando comenzó a reinar, y cincuenta y dos años reinó en Jerusalén” (2 Cró. 26:3); compárese con 2 Reyes 15:2, para comprobar su coincidencia.

La segunda objeción citada antes es: ¿cómo se explica que el evangelista Mateo omitiera los tres nombres citados que corresponden a descendientes del rey David?

¿Cometió san Mateo un error o manipulación –como se atreve a postular el autor del artículo mencionado al inicio–, para intentar probar que Jesús pertenece al linaje de David?

No es posible que así fuera, pues san Mateo era judío y conocía bien el AT (no en vano fue discípulo del propio Jesucristo), y, además estaba inspirado por el Espíritu Santo, cuando escribió su Evangelio. Por un lado, para probar que Jesús era del linaje davídico, según la carne, no estaba obligado a registrar todos los descendientes del rey David hasta Jesús, sino solo algunos que él consideró más importantes. De ahí que Mateo opta por resumir, en un número múltiplo de siete –número bíblico de perfección y plenitud–, las generaciones que hubo: “desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce” (Mt. 1:17). Por otro lado, san Mateo no dice expresamente que Joram es el padre de Uzías (Mt. 1:8), sino que éste es descendiente de Joram, así como lo es del rey David. Por tanto, como ya vimos anteriormente «hijo» significa descendiente, y no necesariamente hijo directo; lo que, análogamente, también se aplica a que “Joram engendró a Uzias”, no directamente como de padre a hijo, sino a través de las generaciones davídicas, y específicamente a través de Amasías, como prueba el registro bíblico citado antes.

Con lo expresado hasta aquí espero haber respondido la pregunta del artículo que me enviaste “¿Quién es Uzías?”, y también a “¿Por qué la cronología real de los descendientes del rey David no lo menciona?”. Ya hemos comprobado que Uzías está registrado en 2 Crónicas 26:1-4, y en 2 Reyes 15:1-7, en este último caso con el nombre de Azarías.

Siguen las objeciones a la genealogía davídica dada en el Evangelio de Mateo:

“Después de que Mateo nombra incorrectamente a Uzías en vez de a Ocozías, otra vez se vuelve a equivocar y dice que Josías es padre de Jeconías (v.11), cuando en realidad es su nieto, saltando a Joacim, quien es el verdadero hijo de Josías como está escrito:

“Los hijos de Josías: Johanán su primogénito, el segundo Joacim, el tercero Sedequías, el cuarto Salum” (1 Crónicas 3:15).

La misma respuesta que he dado anteriormente se aplica totalmente aquí: hijo o engendrado, significa descendiente, y no necesariamente hijo directo. No existe, pues, ningún error en Mateo. El error está en la interpretación sesgada que se ha querido hacer. Sigo comentando sus objeciones:

“Una vez más Mateo retoma la genealogía y vuelve a dar tres nombres correctamente a Jeconías, Salatiel y Zorobabel. ¡Y otra vez se vuelve a equivocar y dice que Abuid es el hijo de Zorobabel (v.13) cuando el verdadero hijo es Hananías Como está escrito:

1 Crónicas 3:19-20:  Los hijos de Pedaías: Zorobabel y Simei. Los hijos de Zorobabel: Mesulam, Hananías y Selomit su hermana. (20) También estos cinco: Hasuba, Ohel, Berequías, Hasadías y Jusab Hesed.

“Como vemos, ninguno de los hijos de Zorobabel se llama Abuid. ¿De dónde sacó Mateo que Zorobabel tuvo un hijo llamado Abuid?, De Ningún lado… ¡Lo inventaron!.

“¡Mateo continua nombrando personas que no están en la genealogía de 1 Crónicas, sigue inventando diez Reyes de Israel que nunca existieron, el problema para Mateo es que el libro de Crónicas nos da los verdaderos nombres del linaje real y desde Abiud en adelante no concuerdan ni uno solo.”

San Mateo muy probablemente disponía de unas fuentes de registros de las genealogías que no nos han llegado. ¿Por qué tenemos que pensar que lo ha inventado? Sería totalmente absurdo. ¿No estaba san Mateo inspirado por el Espíritu Santo? Les falta la fe al autor o autores del citado artículo y perspectiva amplia de las profecías mesiánicas del AT.

Por otro lado, hemos de tener en cuenta que la Biblia se terminó de escribir unos cuatrocientos años antes de Cristo; y está es la razón de que, los “diez reyes de Israel” –a los que se refiere el autor del artículo–, que son citados por san Mateo, a partir de Abiud, no hayan sido registrados en los libros de Crónicas ni en el de los Reyes.

No obstante, ha de notarse que el autor del artículo habla incorrectamente de “diez reyes de Israel “, porque en realidad no son diez ni tampoco reyes, ni de Israel, pues esto fue después de la deportación, y ya no existía Israel, sino solo Judá, y aunque la dinastía davídica siguió, de Zorobabel en adelante no hubo más reyes: “ Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim a Azor. (14) Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud. (15) Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob;  (16)  y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo” (Mateo 1:13-16). Solo si partimos desde Abiú hasta José, incluyendo a este último, se cuentan diez descendientes del rey David.

4. ¿Por qué la genealogía de Jesús registrada en el Evangelio de san Lucas es tan distinta de la del Evangelio de san Mateo?

La siguiente y última objeción es que la genealogía registrada por el Evangelio de san Lucas (3:23-38), no coincide en casi nada con la que proporciona el Evangelio de san Mateo (1:1-17).

Decir que “El libro de Lucas da una genealogía que, según él «Después de haber investigado con diligencia» (Lc. 1:2), está llena de errores”, es demostrar mucha ignorancia y algo de malicia, por pensar que san Lucas sea capaz de hacer esa absurda manipulación. Es sabido que el Evangelio de san Mateo se escribió pensando especialmente en los judíos, para demostrarles que Jesucristo cumplía con el requisito de pertenecer legalmente, aunque no carnalmente, al linaje de David. Y el Evangelio de san Lucas se escribió pensando mayormente en los gentiles, para demostrar que Jesús era hombre pleno y verdadero, y que llevaba en su carne la sangre del linaje de David que, como es obvio, solo podía venir de su madre María, puesto que su Padre fue Dios. La divergencia de la genealogía de san Lucas respecto a la de san Mateo está justificada, porque con toda probabilidad se refiere a la genealogía de Jesús, que le viene por parte de su madre. En este caso, Elí debió ser el padre de María, pero como las genealogías judías se realizan registrando solo los nombres de los varones que forman parte de las mismas, el evangelista Lucas tuvo que nombrar a José, en lugar de María, su esposa, de la siguiente manera: “Jesús […], hijo, según se creía, de José, hijo de Elí…” (Lc. 3:23). Y así se remontaría hasta un hijo de David, que se llama Natán; de donde le vendría el linaje davídico puramente carnal. Porque no es cierto que el Mesías debía venir solo de Salomón sino que la condición es que sería del linaje davídico, y Natán lo cumple, porque es hijo de David.

1 Crónicas 3:5: Estos cuatro le nacieron [a David] en Jerusalén: Simea, Sobab, Natán, y Salomón hijo de Bet-súa hija de Amiel.

Por lo tanto, ni san Mateo ni san Lucas han cometido errores y mucho menos han mentido o querido amañar los datos sobre la genealogía de Jesús, para intentar engañar a la comunidad judía cristiana primitiva, cosa, por otra parte, imposible de realizar. Con toda certeza, los Evangelios no contienen ni mentiras ni errores, porque de ser así las comunidades cristianas judías lo habrían detectado y el mensaje del Evangelio habría sido rechazado.

Y tiene fácil explicación que el apóstol y evangelista san Mateo diga que “Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo” (Mt. 1:16), en aparente contradicción con lo que registra san Lucas (3:23: “Jesús […], hijo, según se creía, de José, hijo de Elí…”); pero solo habría contradicción entre ambos textos citados, si, de este último texto, se dedujera necesariamente que Elí es el padre biológico de José; pero Elí no puede ser el padre de biológico de José –puesto que Mateo dice que es Jacob–, sino que Elí ha de ser lógica y necesariamente el padre o ascendiente de la virgen María; luego Elí es el padre político de José, es decir, su suegro. Y esto es de lógica deducción, pues se desprende del contexto de los tres primeros capítulos del Evangelio de san Lucas, donde él habla abundantemente de María, de manera que ella protagoniza y focaliza su atención. La labor de san Lucas no es echar por tierra la genealogía de san Mateo, sino complementarla –“después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen” (Lc. 1:2)–; pero no repitiendo la genealogía de Jesús desde la misma línea que san Mateo, que se refiere claramente a la de José, el  esposo de María, y que no puede ser más que la vía legal y espiritual, pues José no es padre biológico de Jesús, sino solo padre adoptivo o putativo.

Mateo 1:18-21: El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. (19) José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. (20) Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. (21) Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

5. Conclusión

Debemos seguir el consejo del apóstol Pablo: “Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho” (Tito 3:9). Es decir, aunque los autores bíblicos fueron muy meticulosos en registrar las inmensas listas de genealogías, hay que tener en cuenta que no necesariamente éstas han de ser completas, y caben confusiones, por nuestra parte, por la posible existencia de nombres repetidos que corresponden a distintos personajes de la historia de Israel, e incluso, como hemos visto, podía haber más de una misma persona, que se conocía por dos nombres diferentes, o bien, que los nombres cambian su léxico, por las distintas traducciones, o por otros motivos. Y esto nos puede llevar a perder nuestro tiempo vanamente, si no nos quedamos con lo fundamental, que creo es lo siguiente:

Las genealogías registradas en los Evangelios de san Mateo y san Lucas son muy importantes, porque nos prueban que Jesús procede del linaje del rey David, de forma legal y carnal, uno de los requisitos –el primero– para que pudiera ser el Cristo, es decir, el Mesías que esperaba Israel, y que sería bendición para todas las naciones de la Tierra (Gn. 22:18; cf. Gá. 3:16); porque Él da sentido a la vida humana al ser el medio de perdón de los pecados, de reconciliación, de salvación, de acceso a Dios el Padre, de resurrección y de vida eterna en los Cielos Nuevos y Tierra nueva” (2 P. 3:13; cf. Ap. 21:1-8).

La genealogía de Jesús registrada en el Evangelio de san Mateo (1:1-17) nos da la ascendencia de Jesús, por la línea legal y espiritual, probando que es la Simiente de Abraham (Gn. 22:18; cf. Gá. 3:16), y también que desciende de David por vía de José, esposo de la virgen María; lo que representa, necesariamente, una línea legal, porque José es el padre adoptivo o putativo de Jesús, puesto que su Padre verdadero es Dios (Mt. 1:20-21; Lc. 1:31-35).

Mateo 1:20-21: Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. (21) Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

Lucas 1:31-35: Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. (32) Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; (33) y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. (34) Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. (35) Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.

En cambio, la genealogía de Jesús registrada en el Evangelio de san Lucas (3:23-38) es totalmente distinta, y es lógico que lo sea, porque está referida a la línea carnal de Jesús, como hijo biológico de la virgen María, engendrado del Espíritu Santo (Mt. 1:20; Lc. 1:31-35). Por tanto, no tienen por qué coincidir, porque no se trata de listas paralelas. San Mateo prueba el linaje davídico de Jesús, partiendo del padre adoptivo de Jesús, que es José, legitimo descendiente carnal del rey David. Y san Lucas, prueba lo mismo, pero desde la línea biológica, que corresponde a María, madre carnal de Jesús. Por eso asciende hasta llegar a Natán, un hijo de David (Lc. 3:31-32: ”… hijo de Natán,  (32)  hijo de David…”).

Lucas 3:23,31,32,38: Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años, hijo, según se creía, de José, hijo de Elí,  […] (31)  hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán,  (32)  hijo de David, […]  hijo de Adán, hijo de Dios.

El Evangelio de san Lucas se escribió pensando mayormente en los gentiles, para demostrar que Jesús era hombre pleno y verdadero, y que llevaba en su carne la sangre del linaje de David que, como es obvio, solo podía venir de su madre María, puesto que su Padre fue Dios. La divergencia de la genealogía de san Lucas con la de san Mateo está justificada, porque, aquella, con toda probabilidad, se refiere a la genealogía de Jesús que le viene por parte de su madre.

Por tanto, en la genealogía de san Lucas, Elí debió ser el padre de María, pero como las genealogías judías se realizaban registrando solo los nombres de los varones que forman parte de las mismas, el evangelista Lucas tuvo que nombrar a José, en lugar de María, su esposa, de la siguiente manera: “Jesús […], hijo, según se creía, de José, hijo de Elí…” (Lc. 3:23). En este caso, José no se puede ser interpretado como hijo biológico de Elí, –ya que el padre de José es Jacob (Mt.1:16)– sino solo como hijo político de Elí, que debe ser el padre de María. Y así se remontaría hasta un hijo de David, que se llama Natán; de donde le vendría el linaje davídico, puramente carnal, a Jesús, por línea materna. Porque no es cierto que el Mesías debía venir solo de Salomón sino que la condición es que sería del linaje davídico, y Natán lo cumple, porque es hijo de David, como se probó en lo que antecede.

Nuestra fe en que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, está basada en el testimonio del mismo Dios, el Padre, que habló desde el Cielo, y por el testimonio de Juan el Bautista, y porque, además, Jesús cumple todas las profecías del AT, que le señalan como Mesías, por los grandes milagros que hizo, por su resurrección, etc., etc. Para terminar, solo veamos unos pocos textos más, que solo representan una pequeña muestra de mucho que está escrito sobre Él en el Antiguo y Nuevo Testamento:

Mateo 3:11-12: Yo [Juan Bautista] a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí [Jesús], cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él Jesús] os bautizará en Espíritu Santo y fuego. (12) Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.

El bautismo de Jesús (cf. Mr. 1.9-11; Lc. 3.21-22)

Mateo 3:13-17: Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. (14) Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? (15) Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. (16) Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.  (17)  Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.

Nosotros hemos creído al Evangelio, porque Dios mismo, desde el Cielo, habló, y nos dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. (Mt. 3:17). Y si no bastaba con este testimonio, tenemos también otro, cuando Dios vuelve hablar a Jesús, estando presentes  Pedro, Jacobo y Juan, en el monte de la Transfiguración: “he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (Mt. 17:5).  Leámoslo, en su contexto:

Mateo 17:1-5: Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; (2)  y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. (3) Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. (4)  Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. (5) Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.

Esta es nuestra fe y ninguna dudosa genealogía puede oscurecerla; sabemos bien en quien hemos creído:

Romanos 9:5-9: de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén. (6) No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, (7) ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. (8) Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes. (9) Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo.

Tito 2:13-15: aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, (14) quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. (15)  Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento

Versión: 30-11- 2012

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Versión: 14-07-14
 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

¡Hola Diego! Me alegro de saber de ti nuevamente, y de que me plantees tus dudas. Ya sabes que estoy a tu disposición en todo lo que pueda servirte, obviamente, si está en mi mano. Lo que me comentas en tu amable e interesante correo es lo siguiente:

“Buenos días, Carlos. Nuevamente vengo con una de mis dudas las cuales espero puedas aclarar. Primero que nada te informo que aún no me he congregado a ninguna iglesia pero en cuanto tenga oportunidad buscaré una a la que pueda unirme, y una vez que lo haga te lo haré saber. Ahora mi duda es la siguiente: ¿Apoya la Biblia la pena de muerte? Por lo que yo he leído y entendido, el Antiguo Testamento si apoya la pena de muerte pero en cuanto al Nuevo aún no estoy seguro. Mil gracias por la ayuda!!”
(Diego)

En relación con la iglesia que buscas para congregarte, mi consejo es que antes de unirte a ella compruebes por ti mismo que su doctrina se ajusta, en todo, al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, sin añadiduras u omisiones humanas.

Ahora voy a tratar de responder a la cuestión que me formulas sobre si apoya la Biblia la pena de muerte. Como tú muy bien dices, es en el Antiguo Testamento, donde aparece claramente la legislación sobre la pena de muerte. Pero esto sucede a partir del momento en que Dios promulga Su Ley en el Monte Sinaí –c. 1500 a.C.–, y solo regirá hasta la muerte de Cristo en la cruz y posterior resurrección.

Esta Ley fue dada por Dios, para ser aplicada exclusivamente a Su pueblo Israel, mediante el gran legislador Moisés, y era la base del Antiguo Pacto y del sistema teocrático que Dios dispuso para que Su pueblo elegido se gobernase. Como veremos más adelante, la Ley de Dios contempla varios supuestos en que se sanciona con pena de muerte a sus transgresores. Pero esta legislación registrada en el Antiguo Testamento no tiene una aplicación universal, es decir, Dios no la impone a todas las naciones del mundo sino que solo rige, para Su pueblo elegido, a partir del momento de su promulgación, aproximadamente hacia el año 1500 a.C., siendo abolida con la muerte de Cristo.

A continuación, en el cuerpo de este estudio bíblico, en primer lugar, veremos si el contexto del Antiguo Testamento en el que Dios promulga Su Ley permite suponer un apoyo explícito de Dios a que los gobiernos humanos impongan la pena de muerte en sus legislaciones; ello implicará averiguar para quiénes fue dada la ley, es decir, cuál fue el único pueblo en la Tierra que fue afectado por la Ley y, por tanto, puesto bajo ella. Además, en lo posible, deberíamos tratar de explicar las razones que tuvo Dios para dictar una Ley que preveía, para los transgresores de algunos de sus mandamientos, la sanción máxima de la pena de muerte. También citaremos algunos de estos supuestos.

En segundo lugar, qué puede aclararnos el Nuevo Testamento al respecto, si es que el mismo se define en pro o en contra o todo lo contrario, es decir, o no se define de ninguna manera. Y, en tercer lugar, si deberían nuestros gobiernos actuales tomar ejemplo de la Ley de Dios del Antiguo Testamento para legislar en pro de la pena de muerte a fin de atajar, en lo posible, la criminalidad galopante de nuestras sociedades actuales.

2. Para deducir si la Biblia apoya o no la pena de muerte es necesario antes responder a la pregunta: ¿tiene la Ley del Antiguo Testamento carácter y vocación de alcance universal para todas las épocas?

También podíamos formular la pregunta de la siguiente manera: ¿el contexto del Antiguo Testamento en el que Dios promulga Su Ley permite suponer un apoyo explícito de Dios a que los gobiernos humanos impongan la pena de muerte en sus legislaciones?

Para que podamos afirmar que el Antiguo Testamento respalda o apoya la pena de muerte de forma universal, deberíamos poder demostrar, en primer lugar, que el Antiguo Pacto o Alianza, que hizo Dios, no fue solo con el Israel  antiguo sino que también compromete al resto de naciones. Y, en segundo lugar, probar también que tanto la Ley, que fundamenta este Pacto Antiguo, como el propio Pacto citado tienen carácter de eternidad o, por lo menos, vocación de vigencia legal mientras exista este planeta tal como lo conocemos.

Dejemos ahora que sea la propia Biblia la que responda, como siempre se debe hacer.

Argumentos que demuestran la falsedad de las anteriores premisas citadas:
Primer argumento. El Antiguo Pacto fue exclusivo entre Dios y el Israel antiguo.

Por tanto, no involucraba a las naciones gentiles, ni a los hijos de Dios del mundo conocido que existieron antes de la fecha del citado Pacto, que se estableció hacia el año 1500 a.C., ni tampoco a las gentes o naciones posteriores de fuera de Israel. Por ejemplo, Noé y Abraham nunca estuvieron bajo esa Ley y Pacto antiguos, y solo los descendientes de Abraham –aquellos que fueron liberados de la esclavitud de Egipto (Éxodo 20:1-3; Dt. 5:2-7), los que lideró Moisés en su éxodo a la tierra prometida– fueron los que recibieron la Ley en el Sinaí y se comprometieron a cumplirla (Éxodo  24:3-8). Y solo ellos y sus descendientes llegaron a formar parte del Pacto Antiguo. Veamos los textos que lo prueban:

Éxodo 20:1-2: Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: (2) Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí.

Éxodo 24:3-8: Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. (4) Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel.  (5)  Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová. (6) Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. (7)  Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. (8) Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.

Deuteronomio 5:1-8: Llamó Moisés a todo Israel y les dijo: Oye, Israel, los estatutos y decretos que yo pronuncio hoy en vuestros oídos; aprendedlos, y guardadlos, para ponerlos por obra.  (2)  Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb.  (3)  No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos.  (4)  Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte de en medio del fuego.  (5)  Yo estaba entonces entre Jehová y vosotros, para declararos la palabra de Jehová; porque vosotros tuvisteis temor del fuego, y no subisteis al monte. Dijo:  (6)  Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de tierra de Egipto, de casa de servidumbre.  (7)  No tendrás dioses ajenos delante de mí.  (8)  No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.

Las palabras de Dios (Éxodo 20:1-2) son previas a la promulgación de las tablas de piedra del Decálogo, que también son llamadas las tablas del Pacto o del Testimonio (Éxodo 25:16; 31:18; 34:28; Dt. 9:9). Así pues la Ley –el Pentateuco o Torá–, y esta ley de las tablas de piedra, en particular, solo afectarían a los receptores del Pacto –aquellos a los que va dirigida la Ley, según los textos anteriores citados–, los que fueron liberados de la esclavitud de Egipto, y sus descendientes, “hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa” (Gálatas 3:19), “la cual es Cristo” (Gálatas 3:16). Y si aún quedase alguna duda, son definitivas y concluyentes la siguiente afirmación: Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. (3) No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos (Deuteronomio 5:2-3). Ese “nosotros” se refiere a Moisés y todos los israelitas liberados de Egipto, que estaban allí “vivos”.

Segundo argumento. Ni la Ley, que fundamenta este Pacto Antiguo, ni el propio Pacto citado tienen carácter de eternidad o, por lo menos, vocación de vigencia legal mientras exista este planeta tal como lo conocemos (Hebreos 8:13).

Hebreos 8:13 (cf. 8:7; 9:1,15,18; 10:9): Al decir: Nuevo Pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

Es decir, al Antiguo Pacto –“el primero” (Hebreos 8:7; 9:1,15,18; 10:9– le sucede el Nuevo Pacto en Cristo Jesús (Mateo 26:26-29; Lucas 22:20), y aquel deja totalmente de tener vigencia, pues es abolido por la inauguración y establecimiento del Nuevo. La Ley tiene un antes (Romanos 5:12) en que no existía, puesto que fue promulgada hace unos 3.500 años, contando desde hoy día; y, además, la Ley  “vino cuatrocientos treinta años después… de la promesa” (Gálatas 3:15-19) que Dios hizo a Abraham (aprox. 1900 a. C.) de que en él “serán benditas todas las naciones de la Tierra” (Génesis 12:3; 22:17-18), porque de su descendencia o simiente, según la carne, vendría Cristo, el Salvador del mundo; y es entonces cuando la citada Ley es abolida en su letra y preceptos legales (Efesios 2:15-16), pero no en sus principios morales que son eternos (Dt. 6:5; Lv. 19:18; cf. Mateo 22:36-40) y sustituida por otra más simple, perfecta y eterna que es la del amor a Dios y al prójimo (Mateo 5:43-48; Romanos 13:7-10; 1ª Corintios 9:20-21; Gálatas 5:1-6,13-14; 6:1-2); y todo esto es posible “porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-3,9,13-17).

Gálatas 3:15-19: Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.  (16)  Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.  (17)  Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después,(I) no lo abroga, para invalidar la promesa.  (18)  Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa;(J) pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa. (19) Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador.

Presento a continuación los mismos textos, pero de la Biblia de Jerusalén, 1998 (NBJ), a fin de comparar con esta versión católica, cuya redacción parece algo más clara:

Gálatas 3:15-19: Hermanos, voy a explicarme al modo humano: aun entre los hombres, nadie anula ni añade nada a un testamento hecho en regla. (16) Pues bien, las promesas fueron hechas a Abrahán y a su descendencia. No dice: «y a los descendientes», como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo. (17) Y digo yo: Un testamento ya hecho por Dios en debida forma, no puede ser anulado por la ley, que llega cuatrocientos treinta años más tarde, de tal modo que la promesa quede anulada. (18) Pues si la herencia dependiera de la ley, ya no procedería de la promesa, y sin embargo, Dios otorgó a Abrahán su favor en forma de promesa. (19) Entonces, ¿para qué la ley? Fue añadida en razón de las transgresiones hasta que llegase la descendencia, a quien iba destinada la promesa, promulgada por los ángeles y con la intervención de un mediador.

Resumiendo, puesto que el Antiguo Pacto, en primer lugar, no tiene un alcance universal, sino que fue exclusivo entre Dios y el Israel antiguo –limitado solo para este pueblo, y para una determinada época de la historia–, y puesto que, en segundo lugar, dicha Alianza llega a su fin, abrogándose, con la Nueva Alianza en Cristo, solo cabe deducir y, por tanto, afirmar que el Antiguo Testamento no respalda o apoya la pena de muerte de forma universal para todas las naciones y en todas las épocas, sino que fue prescrita por Dios, a Su pueblo, como un medio de mantener un pueblo santo en medio de naciones paganas, de forma temporal hasta la venida de Cristo, cuando sería cumplida  la promesa, que primeramente fue hecha a Adán y Eva (Génesis 3:15), y posteriormente, renovada a Abraham (Génesis 12:3; 22:17-18).

3. ¿El Nuevo Testamento apoya la pena de muerte?

El Nuevo Pacto, que sustituye al Antiguo, es universal y eterno (Hebreos 7:12,22; 8:1-6; 9:11-15; 13:20-21). Cristo es ahora “el mediador de un mejor Pacto, establecido sobre mejores promesas” (Hebreos 8:6), y Sumo Pontífice del Nuevo Pacto; “Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley (Hebreos 7:12); “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. (7) Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo” (Hebreos 8:6-7).  Veamos algo del contexto de los citados pasajes:

Hebreos 8:1-13: Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos,  (2)  ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre.  (3)  Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer.  (4)  Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley;  (5)  los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte.(B)  (6)  Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.  (7)  Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo. (8) Porque reprendiéndolos dice:

He aquí vienen días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; (9) No como el pacto que hice con sus padres  El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; Porque ellos no permanecieron en mi pacto, Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.  (10) Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel  Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo;  (11) Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor;  Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor de ellos.  (12) Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades. (13) Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

Hebreos 7:12-28: Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley;  (13)  y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. (14)  Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. (15) Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto,  (16)  no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. (17) Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec  (18)  Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (19) (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.  (20)  Y esto no fue hecho sin juramento; (21)  porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.  (22)  Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. (23) Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar;  (24)  mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable;  (25)  por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. (26) Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; (27) que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.  (28) Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.

Hebreos 9:10-15: ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas.  (11)  Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación,  (12)  y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.  (13)  Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne,  (14)  ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?  (15)  Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.

Hebreos 13:20-21: Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno,  (21)  os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Por lo tanto, el Nuevo Pacto en Cristo es para todo el mundo; la teocracia del Antiguo Testamento deja de ser; Cristo vino para establecer Su reino, que no es de este mundo (Juan 18:36), y no para intervenir directamente en el gobierno de los hombres, ni proscribir la pena de muerte ni apoyarla. Sencillamente se trata de un Reino espiritual, que transforma a las personas que creen en Él, preparándolas para el Reino Celestial (Romanos 8:17-25; Fil 3:20-21).

Romanos 8:18-28: Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. (19)  Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. (20) Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;  (21)  porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.  (22)  Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;  (23)  y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.  (24)  Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? (25) Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.  (26) Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.  (27)  Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.  (28) Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

Filipenses 3:19-21: el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. (20) Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; (21)  el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.

4. Conclusión

Ciertamente la Ley del Antiguo Testamento fue dada por Dios exclusivamente para Israel, adaptada para esa época de la antigüedad, introducida poco después de la liberación y éxodo de Su pueblo de la esclavitud de Egipto, hacia el año 1500 a.C.; y, como hemos visto, tendría vigencia hasta la muerte y resurrección de Cristo, cuando sería abolida por la entrada en vigor del Nuevo Pacto en Cristo (año 30 d.C.). Su objetivo era desenmascarar el pecado (Romanos 3:20; Gálatas 3:19), y crear unas condiciones de gobernabilidad adecuadas a la época histórica en que se desarrolló Israel; y para preparar un pueblo santo, que no se contaminara de las muchas influencias idolátricas de los pueblos y naciones paganas de que estaban rodeados, a fin de que este pueblo fuera depositario de Su Palabra y pudiera recibir al Mesías (Lv 11:44-45; 19:2; 20:26-27; Dt. 7:6-11; 9:3-17).

Deuteronomio 7:6-11: Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. (7) No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; (8) sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto. (9)  Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones; (10) y que da el pago en persona al que le aborrece, destruyéndolo; y no se demora con el que le odia, en persona le dará el pago. (11) Guarda, por tanto, los mandamientos, estatutos y decretos que yo te mando hoy que cumplas.

Deuteronomio 9:6: Por tanto, sabe que no es por tu justicia que Jehová tu Dios te da esta buena tierra para tomarla; porque pueblo duro de cerviz eres tú.

Notemos que la Palabra de Dios se refiere a Israel como “el más insignificante de todos los pueblos” (Dt. 7:7) y duro de cerviz” (Dt. 9:6); es decir, un pueblo rebelde e indómito, que estuvo esclavizado en Egipto durante decenas de años, y, por tanto, sometido a duros trabajos sin conocer apenas descanso para sus fatigadas y embrutecidas vidas. Dios tuvo que enseñarles a obedecer, empezando por lo más sencillo, que observaran el reposo en el séptimo día de la semana (Éxodo 16:4-5); para lo cual les hizo el milagro del Maná –el pan del cielo–, que tenían que recoger todos los días, y no guardar para el día siguiente porque se corrompía. Sin embargo, el viernes debían recoger doble porción para el sustento del día sábado, y de esa manera no hacer trabajo alguno en ese día santo. Dios hacía entonces el milagro que no se corrompiera, a fin de que aprendieran a observar el reposo sabático, que más tarde sería incluido como cuarto mandamiento de las tablas de piedra. Esta fue la pedagogía de Dios con un pueblo tan duro de cerviz: “para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no” (Éxodo 16:4).

Éxodo 16:4-5  Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no. (5) Mas en el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día.

Poco más tarde, Dios estableció la observación del reposo sabático como la señal del Pacto Antiguo entre Él e Israel, distintivo entre todas las naciones (Éxodo 31:12-17), que les distinguiría como un pueblo especial consagrado a Dios. Pero obsérvese el riguroso reglamento del mandamiento del reposo sabático, que sancionaba con la pena de muerte al que lo desobedeciera: “el que lo profanare, de cierto morirá… (15) cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá (Éxodo 31:14-15).

Éxodo 31:12-16: Habló además Jehová a Moisés, diciendo: (13) Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. (14) Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. (15) Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo[c] consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá. (16) Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo.

Levítico 20:26-27: Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos.  (27)  Y el hombre o la mujer que evocare espíritus de muertos o se entregare a la adivinación, ha de morir; serán apedreados; su sangre será sobre ellos.

A propósito, ¿por qué algunas iglesias cristianas se empeñan en enseñar que la Ley del reposo sabático está vigente para los cristianos, empeñándose en sostener que la Ley de las tablas de piedra –los Diez Mandamientos– es obligatoria para los cristianos? ¿Cómo se atreven a escoger aquello que les parece bien de la Ley, y, sin embargo, omiten otras partes de la misma, como por ejemplo, el citado reglamento? No es consecuente, ni coherente, ni correcto extraer partes del Antiguo Testamento  y afirmar que están en vigor o son de aplicación al pie de la letra, y desechar otras leyes porque ya las consideran obsoletas. La Ley –es decir, el Pentateuco o Torá– forma una unidad indivisible que no permite extraer partes de ella y rechazar otras como si de un menú se tratase. O se acepta y se aplica toda o se da por abrogada en Cristo (Hebreos 8:13).

No debe extrañarnos que el pueblo de Israel estuviera sujeto a tan dura disciplina, como es la pena de muerte; porque a pesar de todos los milagros que Dios les mostró, –como atravesar el Mar Rojo en seco al dividir sus aguas, la manifestación gloriosa de la Ley en el Monte Sinaí promulgada por Dios mismo, el Maná, el surgimiento del agua de la roca, la protección y guía de Dios durante los cuarenta años de travesía por el desierto, que les protegía, del calor diurno con la columna de  nube, y del frío y oscuridad de la noche, con la columna de fuego, el Tabernáculo con el Arca de la Alianza, etc. etc.– no fue capaz de aprender la obediencia de forma permanente.

Por eso, hizo falta que este pueblo tan duro de cerviz, tuviera, además, la sanción de la pena de muerte, pues Dios no podía permitir que la rebeldía se contagiara a todo el pueblo, y no se cumplieran sus promesas de salvación futuras con Cristo, el Salvador del mundo, que tenía que ser acogido por este pueblo.

Acabemos de ver dos de los supuestos que acarreaban la pena de muerte, pero como hay muchos más me limitaré solo a describir algunos ejemplos, empezando por los ya citados:

    • Trabajar el día sábado (Éxodo 31:14-15; cf. Núm. 15:32-35).

Números 15:32-36: Estando los hijos de Israel en el desierto, hallaron a un hombre que recogía leña en día de reposo. (33) Y los que le hallaron recogiendo leña, lo trajeron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación; (34) y lo pusieron en la cárcel, porque no estaba declarado qué se le había de hacer. (35) Y Jehová dijo a Moisés: Irremisiblemente muera aquel hombre; apedréelo toda la congregación fuera del campamento. (36) Entonces lo sacó la congregación fuera del campamento, y lo apedrearon, y murió, como Jehová mandó a Moisés.

    • Evocar espíritus de muertos o entregarse a la adivinación, ofrecer sacrificios a dioses falsos (Levítico 20:26-27; Éxodo 22:18-20).

Éxodo 22:18-20: A la hechicera no dejarás que viva. (19) Cualquiera que cohabitare con bestia, morirá. (20)  El que ofreciere sacrificio a dioses excepto solamente a Jehová, será muerto.

Algunas de estas actividades proliferan hoy en día, pues se han multiplicado los adivinadores y los que tratan de comunicarse con los espíritus de los muertos, es decir, el espiritismo, parapsicología, todo tipo de fenómenos paranormales, etc. En esta web he tratado estos asuntos en varios artículos.

Otras transgresiones de la Ley que implicaban pena de muerte:

    • El asesinato (Éxodo 21:12-25); ver también referente al homicidio (Números 35:9-34; cf. Deuteronomio 19:11-14).  
    • Hacerse pasar por profeta de Dios sin serlo (Deuteronomio 13:5-18; Deuteronomio 18:19-22) 
    • Maldecir a los padres (Éxodo 21:17; Lv. 20:9; cf. Mateo 15:1-9; Mr. 7:10)
    • Blasfemar (Lv. 24:11).
    • -Etc.

A la vista de todos estos ejemplos del AT, ¿Es la Ley del AT un modelo para nuestro tiempo?

¿Deberían nuestros gobiernos actuales tomar ejemplo de la Ley de Dios del Antiguo Testamento para legislar en pro de la pena de muerte a fin de atajar, en lo posible, la criminalidad galopante de nuestras sociedades actuales?

En mi opinión, hemos comprobado que la Ley del AT, tiene su aplicación a un solo pueblo de la Tierra, en una determinada época de la historia, y que tuvo su fin con Cristo, inaugurándose un Nuevo Pacto que es universal y eterno; Su Reino, puesto que no es de este mundo, no interviene en las legislaciones humanas; por tanto, tampoco se define sobre la pena de muerte, que corresponde solo legislar a los gobiernos de la Tierra. Es, por tanto, solo y exclusivamente una decisión de los mismos; y, de ninguna manera, nadie puede amparase en los ejemplos bíblicos de otras épocas, ya que correspondieron a la formación de un sistema teocrático, para educar un pueblo que pudiera sobrevivir hasta la venida del Redentor. Nadie, pues, debería ampararse en la Santa Biblia para justificar la pena de muerte, porque hoy día no estamos en una teocracia ni concurren las mismas circunstancias históricas.

No obstante, personalmente creo cuando ciertas personas cometen grandes crímenes y maldades, y no existe duda alguna de su culpabilidad, por la evidencia de pruebas y suficientes testigos fidedignos, ellas no merecerían seguir viviendo, y solo en esos casos extremos sería justificable la pena de muerte. Pero esto es solo mi opinión, que no está apoyada en la Sagrada Escritura, la cual, como hemos visto, no se define ni en pro ni en contra de la pena de muerte.

Creo haber respondido a tu interesante pregunta con lo que antecede, pero, en cualquier caso, quedo a tu disposición para lo que pueda servirte.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

 

Versión: 29-08-14
 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Mi estimado lector –Albrecht– muy amablemente me compartió su opinión respecto a los argumentos que le aporté en el artículo titulado:“¿Es razonable creer en la existencia de Dios?”. En dicho escrito, el que suscribe, le presentaba evidencias y argumentos, en mi opinión, concluyentes sobre la existencia de Dios; y también le expresaba mi total desacuerdo con su relativismo moral, en el siguiente párrafo:

“Dios, que para usted no existe, nos ha creado con una conciencia que es capaz de discernir el bien del mal, y para ello se hace necesario partir de la base que tanto un concepto como el otro son claramente distinguibles sin necesidad de contrastarlos. ¿No sabe toda persona normal que los actos de matar y robar son malos de por sí sin más? ¿Fue necesario que los seres humanos se mataran unos a otros para que supieran que no deberían hacer semejante cosa porque es completamente mala en sí?” (Carlos Aracil Orts).

Y mi apreciado lector me respondió proporcionándome los siguientes tres ejemplos, que, desde su punto de vista, prueban el relativismo moral que él sostiene:

«Existe lo que se llama la defensa propia. Si alguien entra en mi casa y amenaza a mi familia y a mí con un cuchillo o arma de fuego, para robarme, si tuviera un arma a mano la usaría sin contemplaciones y lo mataría.

«La Biblia, por ejemplo, ordena matar a las hechiceras, también permite la matanza de animales.

«¿Se puede considerar como malo tener sexo antes de casarse  siendo soltero? Hay cosas que se consideran malas que se encuentran en todas las culturas y sociedades, y también hay asuntos que sólo en determinadas culturas se consideran malas, por ejemplo sexo libre».

(Albrecht).

En el presente artículo trato solo su segundo comentario; puesto que sus ejemplos, primero y tercero han sido abordados en los siguientes enlaces: ¿Cómo responder a una agresión física?, y en ¿Es malo el sexo libre?”, respectivamente.

2. Cada ser humano tiene una conciencia creada por Dios, que nos ayuda a discernir entre el bien y el mal, y que nos aprueba o reprende según la calificación moral de nuestros actos. Pero puede contaminarse y endurecerse o purificarse, con la educación y estilo de vida, y el Evangelio.

Imagino que mi estimado lector me hace los comentarios anteriores a fin de contrarrestar lo que le escribí en la introducción de este artículo: ¿No sabe toda persona normal que los actos de matar y robar son malos de por sí sin más? ¿Fue necesario que los seres humanos se mataran unos a otros para que supieran que no deberían hacer semejante cosa porque es completamente mala en sí?

“La Biblia, por ejemplo, ordena matar a las hechiceras, también permite la matanza de animales” (Albretch).

Sin embargo, el supuesto que la Biblia ordenara matar a las hechiceras y a cierto tipo de animales para los sacrificios rituales, no apoya su relativismo moral, de que los conceptos del mal y del bien son distintos dependiendo de las culturas y de las sociedades o de la época de la historia a que nos refiramos.

Con respecto a la matanza de animales –no estamos hablando de maltrato animal, ni de matanzas indiscriminadas sino del uso a que comúnmente se destinan ciertos animales–, parece que el lector la menciona como si esta práctica fuera algo malo en sí mismo –“permitido en la Biblia”–; y permitida en todo el mundo desde casi los inicios de su historia. Por tanto, poco necesito argumentar, porque en realidad está universalmente aceptado el sacrificio de ciertos animales domésticos, como son los corderos, terneros, cabras, tórtolas, palomas, etc. para su explotación en beneficio de la humanidad, incluido el comer su carne para alimentación del género humano. Dios los creó con ese fin.

Dejemos, pues, lo anecdótico, para concentrarnos en lo importante. En el primer escrito que le envié me estaba refiriendo a que cada ser humano tiene una conciencia creada por Dios, donde Él ha grabado el “germen” de la ley moral natural para que sea posible la convivencia entre los seres humanos. La conciencia tiene la propiedad de ayudarnos a discernir entre el bien y el mal, y nos aprueba o reprende, respectivamente, según la calificación moral de nuestros actos. Pero, ciertamente, se desarrolla, forma y ensancha a lo largo de toda nuestra vida, especialmente en la juventud, por medio de la educación, estilo de vida y creencias adquiridas. Algunas de estas han podido ser erróneas o falsas; y también puede haberse contaminado y endurecido dependiendo de nuestro grado de fidelidad a la misma. Los cristianos creemos que la conciencia puede haber adquirido condicionamientos erróneos, que solo pueden ser purificados, mediante la fe en Dios y en Su Palabra, a la luz del Evangelio.

Sin embargo, ¿podemos imaginar cómo sería una sociedad formada por una mayoría de psicópatas sin conciencia cuyo divertimiento fuera matar al prójimo o robar los objetos propiedad de su vecino?

Las naciones han necesitado crear innumerables leyes para defenderse de sus transgresores, de aquellos que tienen una conciencia acomodaticia, que a fuerza de hacer oídos sordos a su voz, solo obedecen por temor al castigo.

Las naciones o Estados han necesitado crear leyes, que han ido variando a lo largo de la historia, para defenderse de los criminales, y las legislaciones de algunos de ellos contemplan la pena de muerte para ciertos delitos. La aplicación de estas leyes implica que debe matarse a todos los que las transgredan y sean considerados culpables de los delitos merecedores de dicha sanción, y en armonía con las legislaciones citadas. Que se cumpla la justicia es bueno; pero las leyes humanas pueden ser injustas o desproporcionadas respecto al delito cometido; además, la justicia humana es imperfecta y falible, y por tanto, está sujeta a error; son innumerables los casos conocidos en la historia de este mundo en que se han cometido terribles injusticias, porque han ajusticiado al inocente en lugar del culpable.

No obstante, y a pesar de todos sus inconvenientes, las leyes y la aplicación justa de las mismas son imprescindibles en una sociedad civilizada. Es por ello que nadie debe extrañarse de que Dios estableciera una legislación a Su pueblo Israel en la que se contemplaba la pena de muerte para los supuestos que más adelante veremos, a fin de atajar de raíz las perversiones del corazón humano, para que no se extendieran, contaminando a un pueblo al que Dios le exigía que fuera santo como Él es santo (Éx. 19:6; 22:31; Lv. 11:44;19:2:20:26; Dt. 7:6; 14:2,21; etc.).

Obsérvese cómo es el corazón humano, que a pesar de la abundancia de leyes cuya transgresión conllevaba pena de muerte, aun así hay muchos que no tienen escrúpulos en quebrantarlas; ¿qué hubiera pasado con Su pueblo si Dios no les hubiera dado la citada legislación? Muy posiblemente le habría ocurrido lo mismo que a las naciones vecinas, que alcanzaron grados de depravación jamás vistos. Y, entonces, Israel no habría podido ser el depositario de la Palabra de Dios, y de donde nacería Jesucristo, el Redentor del mundo, Dios manifestado en carne (1ª Tim. 3:16). Por estas razones, especialmente por la maldad inherente del ser humano son imprescindibles leyes que restrinjan la criminalidad.

Veamos las hermosas y esclarecedoras palabras de gran apóstol Pablo:

1 Timoteo 1:8-11: Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente;  (9)  conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, (10) para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, (11) según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado.

3. Breve vistazo a la historia sagrada del pueblo de Israel, registrada en el Antiguo Testamento.

Dios, en una época determinada de la historia de este planeta –hace unos tres mil quinientos años– eligió un pueblo de entre todos los que existían en esa época en la Tierra, el cual procedía de Abraham y su descendencia. Este pueblo se multiplicó en Egipto, donde padeció la esclavitud, hasta que Dios decidió liberarlo dando instrucciones y poder a Moisés. Dios hizo Pacto con Su pueblo, el cual aceptó libremente las cláusulas y condiciones del mismo:

Éxodo 24:7: Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos.

El pueblo de Israel desde el mismo momento de su salida de Egipto fue testigo de la intervención sobrenatural de Dios, con las grandes señales que Él le dio, de Su poder, primeramente para convencer al Faraón para que dejara salir a Su pueblo, y luego, al separar las aguas del Mar Rojo, para que Su pueblo pudiera escapar; y muchas más señales milagrosas para que ellos nunca pudieran dudar que Él es el verdadero Dios; lo cual les fue recordado en los siguientes textos:

Deuteronomio 4:32-40: Porque pregunta ahora si en los tiempos pasados que han sido antes de ti, desde el día que creó Dios al hombre sobre la tierra, si desde un extremo del cielo al otro se ha hecho cosa semejante a esta gran cosa, o se haya oído otra como ella. (33) ¿Ha oído pueblo alguno la voz de Dios, hablando de en medio del fuego, como tú la has oído, sin perecer?  (34)  ¿O ha intentado Dios venir a tomar para sí una nación de en medio de otra nación, con pruebas, con señales, con milagros y con guerra, y mano poderosa y brazo extendido, y hechos aterradores como todo lo que hizo con vosotros Jehová vuestro Dios en Egipto ante tus ojos?  (35)  A ti te fue mostrado, para que supieses que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él.  (36)  Desde los cielos te hizo oír su voz, para enseñarte; y sobre la tierra te mostró su gran fuego, y has oído sus palabras de en medio del fuego.  (37)  Y por cuanto él amó a tus padres, escogió a su descendencia después de ellos, y te sacó de Egipto con su presencia y con su gran poder,  (38)  para echar de delante de tu presencia naciones grandes y más fuertes que tú, y para introducirte y darte su tierra por heredad, como hoy.  (39)  Aprende pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro. (40) Y guarda sus estatutos y sus mandamientos, los cuales yo te mando hoy, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y prolongues tus días sobre la tierra que Jehová tu Dios te da para siempre.

El propósito de Dios para con Su pueblo Israel fue, en primer lugar, formarlo y educarlo como un pueblo santo, con fuerte sentido de lo sagrado y lo profano (Lv. 10:10), a fin de que este pueblo fuera el depositario y preservador de Su Revelación; en segundo lugar, darse a conocer Él mismo, para que todo el mundo supiera que Dios existe, “y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6 pú.).

Cuando Dios se apareció a Moisés en la zarza que ardía, Él se presentó como el “Yo Soy” (Éxodo 3:14), es decir, el que es por Sí Mismo, el Ser increado, el Eterno, etc. Y Él mismo nos sigue diciendo: “Aprende pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro” (Deuteronomio 4:39). Ved ahora que yo, yo soy, Y no hay dioses conmigo;  Yo hago morir, y yo hago vivir;  Yo hiero, y yo sano; Y no hay quien pueda librar de mi mano. (Deuteronomio 32:39; cf. Isaías 9:6; 43:10,11, 44:6-8; 48:12-13; Jn 1:1-3; Ap. 1:18; etc.).

Isaías 44:6-8: Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios. (7) ¿Y quién proclamará lo venidero, lo declarará, y lo pondrá en orden delante de mí, como hago yo desde que establecí el pueblo antiguo? Anúncienles lo que viene, y lo que está por venir.  (8)  No temáis, ni os amedrentéis; ¿no te lo hice oír desde la antigüedad, y te lo dije? Luego vosotros sois mis testigos. No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno.

Nótese que Jesucristo recibe los mismos títulos que Dios Padre; Él también, es “el primero y el último” (Ap. 1:17), es decir, el Origen de todo, la Fuente de la vida, y el Redentor del mundo. Por último, en tercer lugar, Dios necesitaba un pueblo, Israel, para que naciera el Salvador (Mateo 1:20-25), y de esta manera, Dios pudiera manifestarse en “carne” (1ª Tim. 3:16).

El pueblo de Israel pertenecía, de una manera especial, a Dios por Su elección y Su Pacto con él. Pero la gente de este pueblo no era mejor ni peor que la de los pueblos y naciones que le rodeaban. Dios, que le conocía bien, le dijo a Moisés: “Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz” (Éxodo 32:9). Lo que más o menos puede equivaler a rebelde. Sin embargo, Dios, desde el primer momento, exigió: “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” (Levítico 19:1-2; cf. Éxodo 19:5-6). Santo significa, puro, consagrado a Dios, apartado del mal para hacer Su voluntad. En el Nuevo Testamento, Dios exige esto mismo a Su Iglesia (1ª Pedro 1:16).

Éxodo 19:5-6: Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra.  (6)  Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.

Levítico 19:1-2: Habló Jehová a Moisés, diciendo: (2) Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios.

Puesto que es indudable que ningún pueblo puede sobrevivir sin leyes, Dios, mediante Moisés, proporcionó a Israel una variedad de leyes de muchos tipos, para que se pudiera gobernar bajo todos los aspectos posibles, adaptadas a las necesidades de aquella época de la historia del mundo; pero todas ellas fundamentadas en la ley del amor a Dios y al prójimo; pues así lo confirmó Jesús cuando respondió a aquel intérprete de la ley: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  (40)  De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas (Mateo 22:37-40). Veamos un poco de contexto:

Mateo 22:34-40: Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una.  (35)  Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: (36) Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?  (37)  Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.  (38)  Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

Notemos que Jesús declara que “De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40). Si el pueblo de Dios le hubiese correspondido vivir en el Paraíso no habría necesitado nada más que esa ley de amor a Dios y a nuestros semejantes; pero la realidad era muy distinta. Por eso, necesitamos situarnos en la época de Moisés –hace, aproximadamente, unos tres mil quinientos años–, cuando las naciones peleaban unas contra otras por medio de espadas y lanzas, y, reinaba, por lo general, la ley del más fuerte, que aprovechaba su poderío militar, en armamento y ejército, para conquistar a otros pueblos, a fin de aumentar su territorio y conseguir más poder todavía, al esclavizar a los pueblos conquistados.   

El pueblo de Dios tenía que luchar con las mismas armas que los pueblos que le rodeaban, pero su fragilidad era evidente porque la mayoría de las naciones que le rodeaban le superaban en número de combatientes. Israel habría sido fácil presa de cualquiera de sus pueblos vecinos, sino hubiera tenido la protección de Dios. Sin embargo, esta salvaguardia les era concedida por Dios mientras que Su pueblo le fuese fiel; es decir, cumpliera los términos del Pacto, obedeciendo todas las leyes, especialmente los Diez Mandamientos de la Ley del Sinaí, que era la base del Pacto.

Allí sobre el monte del Sinaí, Dios revela a Su pueblo Su ley y hace Pacto con él sobre la base de la obediencia del pueblo al Decálogo o Diez Mandamientos (Éxodo 20:1-17). Pero no sólo recibieron de Dios esta ley moral, sino un sistema extenso de leyes morales, rituales y civiles con las que, en adelante, regirían la nación como un gobierno teocrático. Éstas, que legislaban todos los aspectos de la sociedad de entonces, son, por ejemplo, las leyes sobre los sacrificios de animales, ofrendas, sanitarias, sobre los esclavos, sobre responsabilidades de amos y dueños, sobre la restitución, humanitarias, sobre la guerra, etc.

Obsérvese que también Dios le dio a Israel leyes sobre la guerra, pues, ya hemos visto que éste no podía vivir aislado del mundo, como en un gueto; además, cuando las guerras de conquista obedecían a la voluntad de Dios, y no a deseos egoístas de Israel por expansionar su territorio, entonces Él les concedía la victoria; e Israel se convertía en el brazo ejecutor de los juicios de Dios sobre las naciones vecinas que habían sobrepasado el límite de depravación que Él permite. Por eso, la orden de Dios era el exterminio total de toda nación depravada, para evitar que Su pueblo se contaminase con las prácticas malvadas de dichas naciones, enemigas de Israel y de Dios (Núm. 31:1-19; cf. Dt. 9:1-6; Dt. 20:1-20; etc.).

Sin embargo, cuando los israelitas se enorgullecían de sus victorias creyendo que vencían a las naciones enemigas gracias a ellos mismos – o porque ellos fuesen más justos y rectos que sus enemigos (Dt. 9:3-6; cf. Núm. 14:42-45)–, y dejaban de confiar en su Dios, yéndose en pos de los falsos dioses que adoraban sus enemigos, entonces, Dios les dejaba solos en manos de ellos, e irremisiblemente eran vencidos.

De esta manera el pueblo de Israel era gobernado con equidad, pero siempre que obedeciera a Dios en todo. Cuando el pueblo de Israel obedecía a Dios era prosperado, y, en caso contrario era vencido por las naciones paganas que le circundaban.

Si cumplían las leyes de Dios y eran fieles a Él, todo les iría bien:

Levítico 26:3-12: Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra,  (4)  yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto.  […](5) y habitaréis seguros en vuestra tierra.  […].  (7)  Y perseguiréis a vuestros enemigos, y caerán a espada delante de vosotros.  (8)  Cinco de vosotros perseguirán a ciento, y ciento de vosotros perseguirán a diez mil, y vuestros enemigos caerán a filo de espada delante de vosotros. […]  (11)  Y pondré mi morada en medio de vosotros, y mi alma no os abominará;  (12)  y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.

Sin embargo, si  olvidaban a Dios y sus leyes, invalidaban el pacto, y volverían a sufrir el acoso de las naciones vecinas que les derrotarían.

Levítico 26:14-46: Pero si no me oyereis, ni hiciereis todos estos mis mandamientos,  (15)  y si desdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto,  (16) yo también haré con vosotros esto: enviaré sobre vosotros terror, extenuación y calentura, que consuman los ojos y atormenten el alma; y sembraréis en vano vuestra semilla, porque vuestros enemigos la comerán. (17) Pondré mi rostro contra vosotros, y seréis heridos delante de vuestros enemigos; y los que os aborrecen se enseñorearán de vosotros, y huiréis sin que haya quien os persiga  (33)  y a vosotros os esparciré entre las naciones, y desenvainaré espada en pos de vosotros; y vuestra tierra estará asolada, y desiertas vuestras ciudades.  […]  (40)  Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por su prevaricación con que prevaricaron contra mí; y también porque anduvieron conmigo en oposición,  (41)  yo también habré andado en contra de ellos, y los habré hecho entrar en la tierra de sus enemigos; y entonces se humillará su corazón incircunciso, y reconocerán su pecado. (42)  Entonces yo me acordaré de mi pacto con Jacob, y asimismo de mi pacto con Isaac, y también de mi pacto con Abraham me acordaré, y haré memoria de la tierra.  (43)  Pero la tierra será abandonada por ellos, y gozará sus días de reposo, estando desierta a causa de ellos; y entonces se someterán al castigo de sus iniquidades; por cuanto menospreciaron mis ordenanzas, y su alma tuvo fastidio de mis estatutos.  (44)  Y aun con todo esto, estando ellos en tierra de sus enemigos, yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque yo Jehová soy su Dios.  (45)  Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las naciones, para ser su Dios. Yo Jehová.  (46)  Estos son los estatutos, ordenanzas y leyes que estableció Jehová entre sí y los hijos de Israel en el monte de Sinaí por mano de Moisés.

Al morir Moisés, que no pudo sino vislumbrar la tierra prometida, le sucedió Josué, con el que se inició la conquista de Canaán. Cuando murió Josué, la unidad de gobierno de las tribus israelitas desa­pareció. Empezaba la “etapa de los jueces”, quienes asumieron las tareas de gobierno. Sin embargo, este periodo que duró unos 150 años, hasta la institución de la monarquía, se caracterizó por la pérdida progresiva de la pureza ritual del hebraísmo. El pueblo pareció mantener en el olvido la ley y tendió a elaborar una religión sincretista, asimilando las divinidades idolátricas Baal y Astarté de las naciones que les rodeaban, poniéndolas casi al mismo nivel que su Dios Yahvé. (1)

La conquista de Canaán por los israelitas no se completará hasta unos mil años más tarde, con los reinados de David y, especialmente, de Salomón.

A partir del siglo XI a.C., ante las amenazas de las naciones vecinas, los israelitas sienten la necesidad de tener un rey. Es el final del periodo de los Jueces y el comienzo de la monarquía, que se inicia con el nombramiento de Saúl, un joven de la tribu de Benjamín, quien según el relato bíblico desobedece a Dios, razón por la que el pueblo no prospera. La conquista de Canaán, la tierra prometida por Dios, es un proyecto incompleto, que se conseguiría con dificultad y progresivamente, pero que alcanzó una importante cota con sus sucesores, el rey David (1011 – 972 a.C.) y su hijo Salomón (972 – 933 a.C.), con quien el reino de Israel consiguió su máximo esplendor, alcanzando los límites de Canaán. Es, pues, bajo el reinado de Salomón que se produce el abatimiento definitivo de los cananeos, así como la construcción del templo de Jerusalén, en la cumbre del monte Moria. (2)

Lamentablemente no duró mucho esa situación, pues, con la muerte de Salomón (931 a.C), las doce tribus de Israel se dividieron, separándose diez tribus que formaron lo que se denominaría el reino del norte, y estableciéndose a unos cincuenta kilómetros de Jerusalén donde edificaron su capital, Samaria. El reino del sur, conocido como el reino de Judá, quedó formado por las otras dos tribus restantes, teniendo a Jerusalén como capital. (3)

Tras un periodo de mutua hostilidad entre los dos reinos (931 a 885 a.C.), otro de alianza (885-841 a.C), le siguió la total ruptura e independencia (841-722 a.C). Mientras Judá, el reino del sur, prosperaba, Israel, el reino del norte, decaía. Los reyes de Israel fundaron santuarios para adorar el becerro de oro, lo que condujo al pueblo a una tremenda apostasía. (4)

Fin del reino de Israel

Por eso, Dios permitió, en el año 722 a. C.(5), que un ejército asirio conquistara Samaria y se llevara cautivas a las diez tribus. Al quedar despoblada esta zona, e intentar repoblarla, el emperador asirio, con gente de otras naciones y no conseguirlo plenamente, se vio obligado a solicitar a algunos israelitas cautivos que regresaran a su tierra. Esta mezcla de gentes de diversa nacionalidad y religión dio lugar al pueblo que en tiempos de Jesús era conocido como los samaritanos.

Fin del reino de Judá

Otro tanto le ocurrió al reino del Sur, Judá, pues cuando la apostasía de ellos se hizo insoportable, Dios, permitió que los babilonios, dirigidos por Nabucodonosor, en el año 606/605 a.C. (6), conquistaran Jerusalén y se llevara cautivo al reino de Judá. Jerusalén sería destruida casi totalmente, unos años más tarde, hacia el 586 a.C. El templo fue incendiado, y otros judíos debieron par­tir hacia Babilonia. La toma de Jerusalén significó el fin del reino de Judá.

En el 605 a.C. empezó el famoso exilio del pueblo de Judá a Babilonia. Dios había amonestado repetida y sucesivamente de lo que les iba ocurrir si seguían adorando los ídolos y apostatando de Él. Incluso Dios, por medio del profeta Jeremías, les predijo, no sólo que serían derrotados y llevados cautivos por Nabucodonosor, sino también la duración de su cautiverio, que sería de 70 años, contados a partir del 605 a. C. (Jeremías 25:11-12).

Jeremías 25:11-12: Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años. 12 Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre.

Repatriación de los judíos

En el destierro, el pueblo de Yahvé volvió a su Dios. Se dio cuenta de que los profetas le habían advertido a tiempo, y deseó reparar sus yerros. Ezequiel, profeta y sacerdote, reorganizó la nación israelita en Babilonia, y mantuvo viva la esperanza en la reconstrucción. Reelaboró la ley y aumentó el rigorismo.

El decreto que realiza la voluntad de Dios de que su pueblo fuese liberado de la cautividad babilónica, después de esos 70 años de exilio, y fuera posible su regreso a su tierra, fue dado, en cumplimiento de la citada profecía de Jeremías 25:11-12, por Ciro rey de Persia. Esto queda claro y fielmente registrado en el capítulo uno del libro de  Esdras. Aunque se recomienda leer todo el libro, aquí transcribiremos sólo unos pocos versículos.

Esdras 1:1-4: En el primer año de Ciro rey de Persia, para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, despertó Jehová el espíritu de Ciro rey de Persia, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito por todo su reino, diciendo:  (2)  Así ha dicho Ciro rey de Persia: Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá.  (3)  Quien haya entre vosotros de su pueblo, sea Dios con él, y suba a Jerusalén que está en Judá, y edifique la casa a Jehová Dios de Israel (él es el Dios), la cual está en Jerusalén.  (4)  Y a todo el que haya quedado, en cualquier lugar donde more, ayúdenle los hombres de su lugar con plata, oro, bienes y ganados, además de ofrendas voluntarias para la casa de Dios, la cual está en Jerusalén.

Setenta años después del inicio del exilio del pueblo de Israel a Babilonia –605 a. C. menos 70 años de cautiverio– nos llevan al 536 a. C.

Algunos confunden el decreto de Ciro de Esdras 1:1-4, que permite el regreso de los primeros exiliados judíos a su tierra, con la orden a que se refiere Daniel 9:25: “Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas.”

Esta última orden para reconstruir o restaurar Jerusalén, que le fue revelada por Dios a Daniel, con motivo de su ferviente oración, está registrada en el capítulo siete de Esdras. Perfectamente datada en la Santa Biblia, fue dada realmente “…en el séptimo año del rey Artajerjes. (8) Y llegó a Jerusalén en el mes quinto del año séptimo del rey” (Esdras 7: 7 úp, 8), y corresponde a la segunda repatriación.

Esdras 7:11-14: 11 Esta es la copia de la carta que dio el rey Artajerjes al sacerdote Esdras, escriba versado en los mandamientos de Jehová y en sus estatutos a Israel: 12 Artajerjes rey de reyes, a Esdras, sacerdote y escriba erudito en la ley del Dios del cielo: Paz. 13 Por mí es dada orden que todo aquel en mi reino, del pueblo de Israel y de sus sacerdotes y levitas, que quiera ir contigo a Jerusalén, vaya. 14 Porque de parte del rey y de sus siete consejeros eres enviado a visitar a Judea y a Jerusalén, conforme a la ley de tu Dios que está en tu mano;

Estos textos dan la clave para fijar el inicio de la profecía de las setenta semanas de años del capítulo nueve del libro de Daniel (9:25), que anticipa el año del Bautismo de Jesús (27 d.C.). Esta orden fue dada en el año 457 a. C., como así lo confirma la historia; del citado año, parten las setenta semanas de años (490 años), que se extienden hasta el año del Bautismo de Jesús (27 d.C.), con el inicio de Su ministerio, y Su muerte unos tres años y medio después (7). Veamos que dice  wikipedia.org:

“Artajerjes encargó a Esdras un sacerdote-escriba judío, a través de una carta de decreto, que se encargara de los asuntos eclesiásticos y civiles de la nación judía. Una copia de este decreto aparece en el Libro de Esdras, 7:13-28.

“Esdras entonces abandonó Babilonia en el primer mes del séptimo año (aproximadamente 457 a. C.) del reinado de Artajerjes, al frente de una compañía de judíos que incluía a sacerdotes y levitas. Llegaron a Jerusalén el primer día del quinto mes del séptimo año (Calendario hebreo)”.

 http://es.wikipedia.org/wiki/Artajerjes_I.

La reconstrucción de la comunidad judía en Jerusalén había comenzado bajo Ciro el Grande quien había permitido a los judíos cautivos en Babilonia regresar a Jerusalén y reconstruir el Templo de Salomón. Una serie de judíos había, en consecuencia, regresado a Jerusalén en el año 537 a. C.

Hasta aquí la historia sagrada, inacabada, e incompleta del pueblo de Israel, pero que he necesitado contar a grandes rasgos, a fin de situarnos en el marco histórico donde Dios proporciona una legislación especial, de aplicación únicamente para un solo pueblo –Israel–, y adaptada para esa época y a ese pueblo, que debía, por encima de todo, mantenerse fiel al Dios único, al Eterno; y para ello, debía obedecer, y santificarse constantemente, y sobre todo no contaminarse de las depravaciones y corrupciones de sus pueblos vecinos.

4. ¿Es correcto decir que la Biblia ordena matar a las hechiceras?

Ahora es el momento de explicar por qué razón no es cierta la afirmación de mi estimado lector:

“La Biblia, por ejemplo, ordena matar a las hechiceras, también permite la matanza de animales” (Albretch).

Es irresponsable y puede confundir e incluso hacer creer a mucha gente que la Biblia respalda la aplicación de la pena de muerte (8), no solo para delitos tales como los asesinatos u homicidios (Núm. 35:9-34) –lo que no nos extrañaría, pues en la actualidad hay Estados modernos que la contienen en sus legislaciones y la aplican– sino también para las transgresiones de algunos preceptos morales de la Ley del Sinaí, como por ejemplo, cuando “Estando los hijos de Israel en el desierto, hallaron a un hombre que recogía leña en día de reposo. (33) Y los que le hallaron recogiendo leña, lo trajeron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación;  (34)  y lo pusieron en la cárcel, porque no estaba declarado qué se le había de hacer. (35) Y Jehová dijo a Moisés: Irremisiblemente muera aquel hombre; apedréelo toda la congregación fuera del campamento. (36) Entonces lo sacó la congregación fuera del campamento, y lo apedrearon, y murió, como Jehová mandó a Moisés” (Números 15:32-36).

Examinemos algunos casos y causas de aplicación de la pena de muerte (registrados en el Antiguo Testamento).

No puedo pretender presentar, aquí y ahora, todos los causas que se registran en la Biblia (Antiguo Testamento) por las que la legislación del antiguo Israel demandaba la aplicación de la pena de muerte, sino solo, como ejemplos, los siguientes:

    • Por transgredir el reposo sabático (Éxodo 31:14-15; cf. Núm. 15:32-35).
    • Por evocar espíritus de muertos o entregarse a la adivinación, ofrecer sacrificios a dioses falsos ((Éxodo 22:18-20; Lv. 20:26-27; cf. Lv. 19:31; 18:9-14; Is. 8:19; etc.). Y también pena de muerte a los falsos profetas o videntes  e instigadores a ir en pos de dioses ajenos (Dt. 13:1-18).

Éxodo 22:18-20: A la hechicera no dejarás que viva. (19) Cualquiera que cohabitare con bestia, morirá. (20)  El que ofreciere sacrificio a dioses excepto solamente a Jehová, será muerto.

Levítico 20:26-27: Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos.  (27) Y el hombre o la mujer que evocare espíritus de muertos o se entregare a la adivinación, ha de morir; serán apedreados; su sangre será sobre ellos.

Levítico 19:31: No os volváis a los encantadores ni a los adivinos; no los consultéis, contaminándoos con ellos. Yo Jehová vuestro Dios.

Algunas de estas actividades proliferan hoy en día, pues se han multiplicado los adivinadores y los que tratan de comunicarse con los espíritus de los muertos, es decir, el espiritismo, parapsicología, todo tipo de fenómenos paranormales, etc. En esta web he tratado estos asuntos en varios artículos.

Otras transgresiones de la Ley que implicaban pena de muerte:

    • El asesinato y homicidio: “Asimismo el hombre que hiere de muerte a cualquiera persona, que sufra la muerte” (Lv. 24:17; cf. Éxodo 21:12-25); ver también referente al homicidio (Números 35:9-34; cf. Deuteronomio 19:11-14).

Números 35:16-18: Si con instrumento de hierro lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida morirá.  (17)  Y si con piedra en la mano, que pueda dar muerte, lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida morirá.  (18)  Y si con instrumento de palo en la mano, que pueda dar muerte, lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida morirá.

    • Hacerse pasar por profeta de Dios sin serlo (Deuteronomio 13:5-18; Deuteronomio 18:19-22) 
    • Por maldecir a los padres: “Todo hombre que maldijere a su padre o a su madre, de cierto morirá; a su padre o a su madre maldijo; su sangre será sobre él” (Levítico 20:9; cf. Éxodo 21:17; Mateo 15:1-9; Mr. 7:10).
    • Por cometer adulterio: “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos”. (Levítico 20:10).
    • Por blasfemar: “El que blasfemare el nombre de Jehová, ha de ser muerto; toda la congregación lo apedreará” (Lv. 24:16; cf. Lv. 24:11; 2 Sam.12:14).

Levítico 24:11-17: Y el hijo de la mujer israelita blasfemó el Nombre, y maldijo; entonces lo llevaron a Moisés. Y su madre se llamaba Selomit, hija de Dibri, de la tribu de Dan. (12) Y lo pusieron en la cárcel, hasta que les fuese declarado por palabra de Jehová. (13) Y Jehová habló a Moisés, diciendo: (14) Saca al blasfemo fuera del campamento, y todos los que le oyeron pongan sus manos sobre la cabeza de él, y apedréelo toda la congregación. (15) Y a los hijos de Israel hablarás, diciendo: Cualquiera que maldijere a su Dios, llevará su iniquidad. (16) Y el que blasfemare el nombre de Jehová, ha de ser muerto; toda la congregación lo apedreará; así el extranjero como el natural, si blasfemare el Nombre, que muera. 

    • Varios casos más de aplicación de la pena de muerte se encuentran registrados en el capítulo veinte del libro de Levítico (20:11-18), y que no voy a transcribir para no cansar al lector.
    • Etc., etc.

“Estos son los estatutos, ordenanzas y leyes que estableció Jehová entre sí y los hijos de Israel en el monte de Sinaí por mano de Moisés” (Levítico 26:46).

Ahora, podemos formularnos muchas preguntas, como por ejemplo; ¿había necesidad de promulgar tantas leyes? ¿Son buenas o malas estas leyes, no en sí mismas sino referidas a la época de la historia en que se establecieron?

A los que vivimos en la actualidad –siglo XXI– esa legislación en general, nos repugna. Pues la aplicación de la pena de muerte, en muchos casos nos puede parecer injusta y desproporcionada, si aplicamos los criterios y parámetros que predominan hoy día. Por eso, necesitamos hacer un esfuerzo de imaginación para retrotraernos a aquella época de la historia –hace unos tres mil quinientos años–, y pensar si ¿eran los seres humanos de entonces muy distintos a los que vivimos en el presente tiempo?

En mi opinión, el corazón del hombre no convertido a Dios es igualmente depravado y corrupto, ahora como en anteriores épocas históricas. Lo que ha experimentado un cambio enorme es el conocimiento del ser humano en sí mismo, y el de todas las áreas en que se desarrolla: educación, cultura, ecología, tecnología, etc. Por ejemplo, los avances en la ciencia médica y en la tecnología han sido espectaculares, y solo teniendo en cuenta los últimos cincuenta años.

Las revoluciones espiritual y moral que supusieron la Encarnación del Verbo eterno en Jesucristo, sus buenas nuevas de salvación, su enseñanza de “Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 13:34-35; 15:12), y Sus mandamientos, “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44), han ido, aunque lentamente, durante más de dos mil años transformando a muchos seres humanos, y a las sociedades y naciones que conforman.

Es ese el motivo que, desde nuestras sociedades –tan avanzadas en derechos humanos, espiritualidad cristiana, y posibilidad de acceso inmediato a todo tipo de información, que conlleva a una indudable interacción entre las distintas sociedades, culturas, civilizaciones, naciones, etc.–, no se pueda comprender al hombre de la Edad Antigua, que vivía inmerso en el oscurantismo, donde la justicia de los gobernantes solía brillar por su ausencia, y predominaba, la ley del más fuerte.

Aunque no conozco las legislaciones de las naciones que rodeaban al Israel antiguo, me atrevo asegurar que las leyes de todo tipo que estableció Dios a Su pueblo son las más avanzadas y adecuadas para aquel tiempo o época de la historia, a fin de conseguir, transformar un pueblo ignorante, y embrutecido por muchos años de esclavitud, en un pueblo santo, depositario de la Revelación de Dios, y capaz de recibir al  Verbo de Dios (Juan 1:1-3).

¿Por qué estoy tan seguro si ignoro cuáles eran las legislaciones de los otros pueblos que rodeaban a Israel? Si verdaderamente fue Dios –y esa es mi convicción– el que reveló las citadas leyes a Su pueblo, necesariamente serían las más justas y adecuadas a su época histórica en que se promulgaron, e imprescindibles para que Israel lograra no solo sobrevivir entre las naciones sino que también cumpliera el Plan de Dios de salvación de toda la humanidad, mediante la preservación de Su Palabra, y el acogimiento de Su Hijo, Jesucristo.

Creo que mi frase del inicio de este artículo –¿No sabe toda persona normal que los actos de matar y robar son malos de por sí sin más?– no se le puede tratar de contrarrestar con la frase “La Biblia, por ejemplo, ordena matar a las hechiceras, también permite la matanza de animales”, de mi estimado lector. Como viniendo a decir, que matar a veces es bueno porque lo ordena la Biblia, y, por tanto, el bien y el mal son relativos, dependen de las circunstancias.

En primer lugar, la Biblia –Antiguo Testamento– no ordena que las personas se maten entre sí, se cometan homicidios o asesinatos; por el contrario, manda “No matarás” (Éxodo 20:15; Dt. 5:17), y “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”  (Levítico 19:18). Y no hablamos del Nuevo Testamento, que va mucho más allá con sus mandamientos de “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:44).

Otra cosa muy distinta es que cuestionemos la justicia y proporcionalidad de las leyes del Antiguo Testamento, desde la óptica del hombre de hoy día, lo cual sería un juicio incorrecto, porque no nos habríamos situado en la época histórica, y en la misión singular que debería realizar Israel en el Plan de Dios. Pero, en ese caso, debemos preguntarnos ¿quién es el hombre para cuestionar a Dios y Sus métodos y forma de llevar a cabo Sus planes?

5. Conclusión

Ciertamente la Ley del Antiguo Testamento fue dada por Dios exclusivamente para Israel, adaptada para esa época de la antigüedad, introducida poco después de la liberación y éxodo de Su pueblo de la esclavitud de Egipto, hacia el año 1500 a.C.; y, como hemos visto, tendría vigencia hasta la muerte y resurrección de Cristo, cuando sería abolida por la entrada en vigor del Nuevo Pacto en Cristo (año 30 d.C.). Su objetivo era desenmascarar el pecado (Romanos 3:20; Gálatas 3:19), y crear unas condiciones de gobernabilidad adecuadas a la época histórica en que se desarrolló Israel; y para preparar un pueblo santo, que no se contaminara de las muchas influencias idolátricas de los pueblos y naciones paganas de que estaban rodeados, a fin de que este pueblo fuera depositario de Su Palabra y pudiera recibir al Mesías (Lv 11:44-45; 19:2; 20:26-27; Dt. 7:6-11; 9:3-17).

Deuteronomio 7:6-11: Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. (7) No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; (8) sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto. (9)  Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones; (10) y que da el pago en persona al que le aborrece, destruyéndolo; y no se demora con el que le odia, en persona le dará el pago. (11) Guarda, por tanto, los mandamientos, estatutos y decretos que yo te mando hoy que cumplas.

Deuteronomio 9:6: Por tanto, sabe que no es por tu justicia que Jehová tu Dios te da esta buena tierra para tomarla; porque pueblo duro de cerviz eres tú.

Notemos que la Palabra de Dios se refiere a Israel como “el más insignificante de todos los pueblos” (Dt. 7:7) y duro de cerviz” (Dt. 9:6); es decir, un pueblo rebelde e indómito, que estuvo esclavizado en Egipto durante decenas de años, y, por tanto, sometido a duros trabajos sin conocer apenas descanso para sus fatigadas y embrutecidas vidas. Dios tuvo que enseñarles a obedecer, empezando por lo más sencillo, que observaran el reposo en el séptimo día de la semana (Éxodo 16:4-5); para lo cual les hizo el milagro del Maná –el pan del cielo–, que tenían que recoger todos los días, y no guardar para el día siguiente porque se corrompía. Sin embargo, el viernes debían recoger doble porción para el sustento del día sábado, y de esa manera no hacer trabajo alguno en ese día santo. Dios hacía entonces el milagro que no se corrompiera, a fin de que aprendieran a observar el reposo sabático, que más tarde sería incluido como cuarto mandamiento de las tablas de piedra. Esta fue la pedagogía de Dios con un pueblo tan duro de cerviz: “para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no” (Éxodo 16:4).

Éxodo 16:4-5  Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no. (5) Mas en el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día.

Poco más tarde, Dios estableció la observación del reposo sabático como la señal del Pacto Antiguo entre Él e Israel, distintivo entre todas las naciones (Éxodo 31:12-17), que les distinguiría como un pueblo especial consagrado a Dios. Pero obsérvese el riguroso reglamento del mandamiento del reposo sabático, que sancionaba con la pena de muerte al que lo desobedeciera: “el que lo profanare, de cierto morirá… (15) cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá (Éxodo 31:14-15).

Éxodo 31:12-16: Habló además Jehová a Moisés, diciendo: (13) Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. (14) Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. (15) Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo[c] consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá. (16) Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo.

Levítico 20:26-27: Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos.  (27)  Y el hombre o la mujer que evocare espíritus de muertos o se entregare a la adivinación, ha de morir; serán apedreados; su sangre será sobre ellos.

A propósito, ¿por qué algunas iglesias cristianas se empeñan en enseñar que la Ley del reposo sabático está vigente para los cristianos, empeñándose en sostener que la Ley de las tablas de piedra –los Diez Mandamientos– es obligatoria para los cristianos? ¿Cómo se atreven a escoger aquello que les parece bien de la Ley, y, sin embargo, omiten otras partes de la misma, como por ejemplo, el citado reglamento? No es consecuente, ni coherente, ni correcto extraer partes del Antiguo Testamento  y afirmar que están en vigor o son de aplicación al pie de la letra, y desechar otras leyes porque ya las consideran obsoletas. La Ley –es decir, el Pentateuco o Torá– forma una unidad indivisible que no permite extraer partes de ella y rechazar otras como si de un menú se tratase. O se acepta y se aplica toda o se da por abrogada en Cristo (Hebreos 8:13).

No debe extrañarnos que el pueblo de Israel estuviera sujeto a tan dura disciplina, como es la pena de muerte; porque a pesar de todos los milagros que Dios les mostró, –como atravesar el Mar Rojo en seco al dividir sus aguas, la manifestación gloriosa de la Ley en el Monte Sinaí promulgada por Dios mismo, el Maná, el surgimiento del agua de la roca, la protección y guía de Dios durante los cuarenta años de travesía por el desierto, que les protegía, del calor diurno con la columna de  nube, y del frío y oscuridad de la noche, con la columna de fuego, el Tabernáculo con el Arca de la Alianza, etc. etc.– no fue capaz de aprender la obediencia de forma permanente.

Por eso, hizo falta que este pueblo tan duro de cerviz, tuviera, además, la sanción de la pena de muerte, pues Dios no podía permitir que la rebeldía se contagiara a todo el pueblo, y no se cumplieran sus promesas de salvación futuras con Cristo, el Salvador del mundo, que tenía que ser acogido por este pueblo.

En mi opinión, hemos comprobado que la Ley del AT, tiene su aplicación a un solo pueblo de la Tierra, en una determinada época de la historia, y que tuvo su fin con Cristo, inaugurándose un Nuevo Pacto que es universal y eterno; Su Reino, puesto que no es de este mundo, no interviene en las legislaciones humanas; por tanto, tampoco se define sobre la pena de muerte, que corresponde solo legislar a los gobiernos de la Tierra. Es, por tanto, solo y exclusivamente una decisión de los mismos; y, de ninguna manera, nadie puede amparase en los ejemplos bíblicos de otras épocas, ya que correspondieron a la formación de un sistema teocrático, para educar un pueblo que pudiera sobrevivir hasta la venida del Redentor. Nadie, pues, debería ampararse en la Santa Biblia para justificar la pena de muerte, porque hoy día no estamos en una teocracia ni concurren las mismas circunstancias históricas.

1 Timoteo 1:3-11: Como te rogué que te quedases en Éfeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina,  (4) ni presten atención a fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que edificación de Dios que es por fe, así te encargo ahora. (5) Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida,  (6) de las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, (7) queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman. (8)  Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente;  (9)  conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, (10) para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, (11) según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado.

Quedo a su disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

(1)  Historia de las Religiones por Carlos Cid y Manuel Riu. Pág. 308
(2)  Historia de las Religiones por Carlos Cid y Manuel Riu. Pág. 309
(3)  Historia de las Religiones por Carlos Cid y Manuel Riu. Pág. 309
(4)  Historia de las Religiones por Carlos Cid y Manuel Riu. Pág. 310
(5) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 2, pág. 163-164. Publicaciones Interamericanas, 1984
(6) Comentario bíblico Adventista Séptimo día. Tomo 3, pág. 93. Publicaciones Interamericanas, 1984
(7) Se trató este tema ampliamente en: Nacimiento-muerte de Jesús y la profecía de las setenta semanas de Daniel

(8) En este enlace desarrollé el tema: ¿Apoya la Biblia la pena de muerte?

¿Fue Juan el Bautista la reencarnación de Elías?
Versión: 12-09-15

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Arturo, me alegro de tener noticias de usted, y le agradezco sus comentarios y consulta siguientes:

«No entiendo bien quién era Elías. No sé si fue un adelantado a su tiempo, que tuvo el Espíritu Santo en su interior antes del sacrificio de Jesús. O fue el mismo Elías encarnado, o Jesús utilizó una metáfora…» (Arturo).

¿Se refiere usted a Elías o a Juan el Bautista? Entiendo que usted quiso escribir “No entiendo bien quién era Juan el Bautista” en lugar de: “No entiendo bien quién era Elías”. En cualquier caso, la Palabra de Dios describe muy bien a cada uno de ellos, como comprobaremos más adelante; ahora veamos la continuación de su escrito:

“Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo:¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?  (11) Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. (12) Mas os digo que Elías ya vino y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. (13) Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista” (Mateo 17:10-13).

«¿Significó esto que Juan el Bautista fuera un Elías reencarnado?

«Cuando unos sacerdotes judíos le preguntaron a Juan: “¿Eres Elías?”, él dijo: “No lo soy” (Juan 1:21). Entonces, ¿qué quiso decir Jesús?

«Como el ángel de Jehová predijo, Juan fue delante del Mesías de Jehová “con el espíritu y poder de Elías, para volver los corazones de padres a hijos y los desobedientes a la sabiduría práctica de los justos, para alistar para Jehová un pueblo preparado” (Lc. 1:17).

«De modo que Juan el Bautista estaba cumpliendo profecía al hacer una obra como la del profeta Elías (Mal. 4:5, 6.).

«¿Está bien si entiendo que Jesús quiso decir, que Juan vino a hacer lo mismo de Elías? Pues según la Escritura Elías no murió. Lo que no entiendo es ¿para qué ser tan ambiguo? ¿Me podría ayudar con esta duda?
Gracias».
(Arturo)

En lo que sigue trataré de responder a sus dudas; para ello, en primer lugar, contrastaremos la vida de estos dos grandes profetas –Elías del Antiguo Testamento (AT), y Juan el Bautista en el Nuevo Testamento (NT), el precursor y el testigo de Jesucristo; y en segundo lugar, evidenciaremos que la doctrina de la reencarnación es de creación satánica, porque contradice frontalmente a la Biblia y es defendida por las religiones esotéricas, ocultistas, orientalistas, espiritistas, etc.

2. ¿Es Juan el Bautista la reencarnación de Elías? Es decir ¿se trata de la misma persona en dos cuerpos diferentes?

Para saber quién era Elías y lo que hizo, véase en el AT: 1ª Reyes 17:1-19:21 y 2 Reyes 1.1-2:11:
  • Predice la sequía (1 R. 17:1)
  • Alimentado por los cuervos (1 R. 17:2-7)
  • Alimentado por la viuda de Sarepta (1 R. 17:8-16)
  • Resucita al hijo de la viuda (1 R. 17:17-24)
  • Regresa al territorio de Acab (1 R. 18:1-19)
  • Elías y los profetas de Baal (1 R. 18:20-40)
  • Ora para que vuelva a llover (1 R. 18:41-46)
  • Huye a Horeb (1 R. 19:1-8)
  • Oye la voz de Dios (1 R. 19:9-18)
  • Llama a Eliseo para que le sustituya (1 R. 19:19-21)
  • Reprende a Acab (1 R. 21:17-29)
  • Pide que descienda  fuego del Cielo (2 R. 1:3-16)
  • Es arrebatado al Cielo (2 R. 1:11)
Otros textos en que se nombra a Elías:
  • «Yo os envío al profeta Elías» (Mal. 4:5)
  • «Él es aquel Elías que había de venir» (Mt. 11:14; 16:14; Mr. 8:28; Lc. 9:19).
  • «Aparecieron Moisés y Elías hablando con Él…» (Mt. 17:3; Mr. 9:4; Lc. 9:30)
  • “Mas os digo que Elías ya vino” (Mt. 17:12; Mr. 9:13).
  • «Irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías» (Lc. 1:17)
  • “Le preguntaron… ¿Eres tú Elías? Dijo: No” (Jn. 1:21)
  • Etc.
Para conocer quién era Juan el Bautista y su obra, véase el NT:
  • Se predice su nacimiento de una mujer estéril –Elisabet–, y que sería “lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre” (Lc. 1:5-25).
  • Nace  (Lc. 1:57-66).
  • Predica y bautiza (Mt. 3:1-12; Mr. 1:4-11; Lc. 3:1-18)
  • Es encarcelado (Mt. 14:3-4; Mr. 6:17-18; Lc. 3:19-20)
  • Envía mensajeros a Jesús (Mt. 11:1-6; Lc. 7:18-23)
  • Alabado por Jesús (Mt. 11:7-15; Lc. 7:24-35)
  • Decapitado y enterrado: (Mt. 14:6-12; Mr. 6:19-29)

Elías (c. 900 a.C.) y Juan el Bautista (c. 4 a.C.), que son dos grandes profetas que les separan unos novecientos años de historia, dos personalidades diferentes e inconfundibles, que vivieron en distintas dispensaciones, tienen fundamentalmente en común que fueron profetas de Dios, llenos del Espíritu Santo.

La misión de Elías fue luchar contra la idolatría reinante en su tiempo, en Israel, denunciando a los falsos dioses y dando testimonio del verdadero y único Dios; y la misión de Juan el Bautista fue identificar y señalar a Jesús de Nazaret como el Mesías e Hijo de Dios, y preparar el camino para su misión, que fue anunciar el Evangelio y la instauración de Su Reino celestial. Ambos –tanto Elías como Juan el bautista– se sintieron solos en el desarrollo de sus respectivas misiones, y ambos usaban una vestimenta parecida o semejante:

Veamos cuán parecidas, peculiares y originales eran sus formas y costumbres de vestir en ambos personajes:

Elías:

2 Reyes 1:8: Y ellos le respondieron: Un varón que tenía vestido de pelo, y ceñía sus lomos con un cinturón de cuero. Entonces él dijo: Es Elías tisbita.

Juan:

Marcos 1:6: Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre.

Por estas similitudes y aspectos comunes a ambos, no debe extrañarnos que los profetas –inspirados por el Espíritu Santo– hablaran de que Dios enviaría “al profeta Elías” (Mal. 4:5), es decir, alguien con parecidas características y cualidades, pero no la misma persona; esto es aclarado –completamente y sin dejar lugar a dudas– en el Nuevo Testamento, cuando se registra que “Él [Juan el Bautista] es aquel Elías que había de venir” (Mt. 11:14; cf. Mt. 17:11-13; Mr. 9:11-13; etc.). Nadie puede poner en duda los testimonios de Jesucristo –“Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir” (Mateo 11:14), y del propio Juan el Bautista: “Y Le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No” (Jn. 1:21).

Aunque en el supuesto que fuera cierta la doctrina de la reencarnación, es decir, que los espíritus de seres humanos que han muerto toman los cuerpos de otros seres a fin de tener otra vida, en el caso que nos ocupa sería evidentemente imposible, porque Elías nunca murió, pues él no es un espíritu sin cuerpo, y tampoco puede abandonar su propio cuerpo glorificado en el cielo, para habitar en el de Juan el Bautista, porque eso supondría renunciar a él mismo, morir como Elías y volver a vivir como Juan el Bautista, para sufrir y volver a morir: totalmente insensato, increíble e imposible.

Como es evidente, Juan el Bautista no es Elías ni, por supuesto, una reencarnación de Elías, puesto que esto no es bíblico sino satánico; la reencarnación es una doctrina del diablo. Pero ambos profetas tienen características en común, por ejemplo, ambos fueron profetas de Dios, llenos del Espíritu Santo, que denunciaron el pecado de los poderosos. Nadie debería  extrañarse de que ambos tuvieran el Espíritu Santo, pues Él actuó en este planeta desde el principio del mundo (Gn. 1:1), aunque, ciertamente no se prodigaba, como ocurrió a partir del día de Pentecostés del año de la muerte y resurrección de Jesús (30 d.C.), cuando se manifestó plenamente al ser enviado por Jesús cuando fue glorificado por el Padre (véanse, si se desea, artículos en mi web en los que me refiero al Espíritu Santo).

Puesto que el Nuevo Testamento interpreta y explica al Antiguo Testamento, no tenemos motivos para confundirnos si somos cuidadosos en el estudio de la Palabra de Dios y ejercemos auténtica fe en ella. Veamos cómo el profeta Malaquías (autor del último libro del AT) registra que Dios enviaría “al profeta Elías, antes de que venga el día de Jehová, grande y terrible” (Mal. 4:5). Este Elías, que había de venir, es Juan el Bautista según el claro y solvente testimonio de Jesucristo –“Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir” (Mateo 11:14).

Juan nace milagrosamente como fruto de un matrimonio de edad avanzada (Elisabet, siendo estéril, y Zacarías):

Lucas 1:13-17: Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. (14) Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento;  (15)  porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. (16) Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. (17)  E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.

Estimado hermano, Dios no es ambiguo, pues nos habla claro a través de su Palabra, lo que ocurre es que, a veces, dudamos, es decir, desconfiamos de la misma; pero Él quiere que estudiemos su Palabra, que profundicemos en ella y comprobemos como se cumplen todas las profecías registradas en el AT en Jesús.

Vea como también Isaías profetiza acerca de Juan el Bautista –»el Elías que había de venir»– como la “voz que clama en el desierto: Preparad el camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios” (Isaías 40:3). Y compruebe como son relacionadas por los evangelistas y por el mismo Jesús estas profecías del AT con su cumplimiento registrado en los Evangelios (Mt. 3:1-3; Mr. 1:2-5; Lc.1:16-17; 3:2-6; 7:26-27; Jn. 1:23). La voz que clama en el desierto para preparar los caminos del Señor se refiere sin duda a Juan el Bautista: “Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz,  El cual preparará tu camino delante de ti” (Lucas 7:27).

3. Conclusión: ¿Apoya la Biblia la creencia en la reencarnación?

Los partidarios de la creencia de la reencarnación –consistente en que los seres humanos, cuando mueren se despojan del cuerpo, y el espíritu sigue viviendo en otro mundo, hasta que decide reencarnarse de nuevo en el embrión de otro ser humano que nace, y así sucesivamente, durante múltiples rencarnaciones y miles de años, hasta que alcance la perfección– pretenden basarse en algunos textos de la Biblia, como el del Evangelio de san Mateo (17:10-13) :

Mateo 17:10-13: Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? (11)  Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. (12) Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos.  (13)  Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista.

Para interpretar correctamente la Biblia, es necesario tener en cuenta también todos los demás textos que se refieren a este tema. Los judíos creían que Elías regresaría a la Tierra antes del juicio final, porque así estaba profetizado por el profeta Malaquías, en el libro de su mismo nombre, del Antiguo Testamento (Malaquías 3:23-24 [NBJ] ó 4:5-6 [RV-1960]). Ahora, es preciso saber que Elías no pasó por la muerte sino que fue arrebatado al cielo “en un torbellino” (2ª Reyes 2:11-13), a semejanza de Enoc (Hebreos 11:5); y del mismo modo que Jesús subió al cielo (Hechos 1:9). Ciertamente, Elías y Moisés se presentaron físicamente, con cuerpos glorificados, a Jesús en el monte de la transfiguración (Mateo 17:1-6; Marcos 9:2-8; Lucas 9:28-36), siendo testigos de este maravilloso evento, Pedro, Santiago y Juan, según relatan los tres Evangelios citados (1).

Malaquías 3:23-24 (NBJ): Voy a enviaros al profeta Elías antes de que llegue el Día de Yahvé, grande y terrible.  (24)  Él reconciliará a los padres con los hijos y a los hijos con los padres, y así no vendré a castigar la tierra con el anatema.

Lo primero que debemos preguntarnos es ¿cómo podía Elías haberse despojado de su cuerpo glorioso, para convertirse en un espíritu, sin tener que morir, para luego reencarnarse en el cuerpo de Juan el Bautista? ¿Qué sentido tendría reencarnarse si Elías está en el Paraíso celestial con un cuerpo físico, y cómo podría desprenderse de su cuerpo a voluntad, sin que ello implicara morir?

En segundo lugar, la interpretación del propio Jesucristo es definitiva para toda persona que busca con sinceridad la verdad. Jesús afirmó que “el Elías” que había de venir fue Juan el Bautista. No que Elías se reencarnase en el embrión concebido por Elisabet y Zacarías (Lucas 1:13-17), y se transformara en Juan, sino que nacería un nuevo profeta –Juan el Bautista–, que sería semejante a Elías, porque predicaría con su mismo Espíritu –“E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías” (ver Lucas 1:17).

¿Cuál era “el espíritu y el poder de Elías” que recibió Juan el Bautista sino el don del Espíritu Santo? Si esta explicación no es suficiente para los creyentes en la reencarnación, que nos expliquen de qué “espíritu” iba Eliseo a recibir doble porción. Veamos los textos:

2 Reyes 2:9-16: Cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí. (10)  Él le dijo: Cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; mas si no, no.  (11) Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino.  (12)  Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio; y tomando sus vestidos, los rompió en dos partes.  (13)  Alzó luego el manto de Elías que se le había caído, y volvió, y se paró a la orilla del Jordán.  (14)  Y tomando el manto de Elías que se le había caído, golpeó las aguas, y dijo: ¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías? Y así que hubo golpeado del mismo modo las aguas, se apartaron a uno y a otro lado, y pasó Eliseo.  (15)  Viéndole los hijos de los profetas que estaban en Jericó al otro lado, dijeron: El espíritu de Elías reposó sobre Eliseo. Y vinieron a recibirle, y se postraron delante de él.  (16)  Y dijeron: He aquí hay con tus siervos cincuenta varones fuertes; vayan ahora y busquen a tu señor; quizá lo ha levantado el Espíritu de Jehová, y lo ha echado en algún monte o en algún valle. Y él les dijo: No enviéis.

“El espíritu de Elías reposó sobre Eliseo” (2ª Reyes 2:15). ¿Significa esto que Elías se reencarnó en Eliseo, siendo éste un adulto, y sin haber muerto previamente Elías? ¿Acaso no disponía Eliseo de su propio espíritu? Las respuestas a estas preguntas no se pueden responder diciendo: «el espíritu de Elías se posesionó de Eliseo, y ahora ya no vivía como Eliseo sino como Elías». Todo esto evidentemente son elucubraciones reencarnacionistas y espiritistas, y quizá también hinduistas, budistas, etc., pero de ningún modo son cristianas. La respuesta cristiana es que el mismo Espíritu Santo del que estaba lleno Elías pasó a Eliseo, y así se cumplió la petición de Eliseo, al recibir éste doble porción del Espíritu Santo que tenía Elías.

Mateo 11:13-14: Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.  (14)  Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir.

Lucas 1:13-17: Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.  (14)  Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento;  (15)  porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.  (16)  Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos.  (17)  E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.

El propio Juan el Bautista niega que él sea Elías (Juan 1:19-21). Pero los detractores dirán: «Claro él no era consciente de ser una reencarnación de Elías». ¿De qué sirven, pues, las reencarnaciones si no se es consciente de nada de lo que se ha vivido en la multitud de vidas que ha podido tener cada espíritu? Pero la Palabra de Dios es muy clara, Juan el Bautista fue “lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre” (Lucas 1:15)El no recibió el espíritu de Elías en su concepción, cuando era un embrión sino al Espíritu Santo, el mismo Espíritu que recibieron Elías y Eliseo, y por eso, Juan iría delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías (Lucas 1:17), para preparar la predicación de Cristo.

Juan 1:19-21: Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?  (20)  Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo.  (21)  Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.

Quedo a su disposición en lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

(1) En el siguiente artículo –¿Apoya la Biblia que hay vida consciente después de la muerte?– trato, de pasada, el tema de Elías y de la resurrección de Moisés.

Carlos Aracil Orts

Introducción

En Génesis 4:1-2 se citan sólo a dos hijos, Caín y, después, Abel, como dos prototipos de la humanidad: el que se rebela contra Dios, y el que acepta su voluntad, respectivamente; también son los protagonistas de la primera historia sangrienta de la humanidad, el primer crimen y asesinato entre hermanos de sangre. Sin embargo, es evidente que la primera pareja, tuvo otros hijos e hijas en cumplimiento de la orden de Dios: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra..” (Génesis 1:28), aunque la Biblia no los cita por sus nombres, lo dice expresamente en Génesis 5:4: “Y fueron los días de Adán después que engendró a Set, ochocientos años, y engendró hijos e hijas”.

Con una lectura superficial o a simple vista, muchos hemos sido sorprendidos del siguiente texto cuando de repente entra en la escena la mujer que conoció Caín después de haber sido amonestado por Dios por haber asesinado a su hermano, pues hasta ese momento el relato bíblico sólo se había referido a ellos como los únicos protagonistas ese terrible drama de los inicios de  la humanidad.

“Y conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Enoc; y edificó una ciudad, y llamó el nombre de la ciudad el nombre de su hijo, Enoc.” (Génesis 4:17)

En el relato bíblico sólo se hace mención de los varones prototípicos o que forman la ascendencia por la cual vendría el Mesías Salvador.

Cuando Caín conoce a su mujer (Génesis 4:17), ya habían transcurrido, al menos, 130 años, pues el tercer hijo de Adán y Eva que la Biblia nombra es Set (Génesis 4:25) el cual sustituye a Abel, a quien mató Caín. Puesto que Génesis 5:3 dice: Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set, la huída de Caín, y el posterior encuentro con su mujer sucedieron después de la muerte de Abel, y alrededor de la fecha en que nació Set. Por tanto, podemos considerar que durante esos 130 años Eva pudo procrear a razón de un hijo cada dos años (por ejemplo). Además, Caín, en Génesis 4:14, expresa a Dios su temor de que le maten en venganza por haber asesinado a su hermano Abel, lo que indica que la tierra ya estaba suficientemente poblada para que hubiese hermanos o familiares que intentarían matarle.

Por otro lado, los primeros habitantes de la tierra no tenían otra posibilidad que casarse entre hermanos y hermanas de sangre, a fin de poblar la tierra. Entonces no era un problema porque la degradación de la raza humana apenas había empezado, y por tanto, no se corría riesgo de acumulación de defectos genéticos por la unión de genes de familiares tan cercanos.

Aunque esto se siguió practicando durante bastante tiempo, primero por necesidad, y luego por costumbre, llegó un momento en que Dios lo prohibió en Lev. 18:6-17, obviamente, porque ya no era imprescindible y podría acarrear un rápido deterioro o degradación de la humanidad.

Con la ayuda de Dios, espero haberle contestado adecuadamente a su pregunta, no obstante, si desea hacer alguna aclaración o comentario a este estudio o a cualquier otro, puede dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

Quedo a su entera disposición en lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts

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Referencias Bibliográficas

*Los textos bíblicos citados son de la Biblia Reina-Valera, 1960, salvo que se indique otra cosa.

¿Es la Biblia digna de confianza? ¿Está inspirada por Dios?

Carlos Aracil Orts

Introducción

Cuando tomamos textos aislados de su contexto inmediato y del general podemos, a veces, creer que son contradictorios. No obstante, si los analizamos con detenimiento y los contrastamos con su entorno que le afecta, comprobaremos que no existe tal contradicción, sino que por el contrario pueden ser, en muchas ocasiones, visiones complementarias. Por ejemplo, si comparamos San Juan 16:33 con Mateo 10:34-39 vemos que en ambos Jesús está hablando de paz pero desde dos puntos de vista distintos:

San Juan 16:33“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.”

Este versículo que describe la realidad del mundo, nos estimula positivamente y nos agrada, pues la Palabra de Dios se ha escrito para nuestro consuelo, enseñanza y fortalecimiento en la fe.

“No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. (35) Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; (36) y los enemigos del hombre serán los de su casa. (37) El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; (38) y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. 39 El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.(Mateo 10: 34-39:)

Este texto se complementa con el anterior, pues nos ofrece la otra cara de la moneda. Es radical, pues Jesús no permite que antepongamos o valoremos más a otras personas o cosas antes que a Él. Esclarece, también, el texto paralelo de Lucas 14:26: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.”  Lo que está diciendo Jesús es que Él debe ocupar el primer lugar en el corazón de todo creyente que quiera ser su discípulo. Ninguna relación familiar, ni ningún asunto en la tierra debe ser tan importante que rompa nuestra comunión y relación con Dios. Nada debe estar por encima de Él, pues debemos darle la preeminencia en todo. Por supuesto, que ir a Jesús no nos obliga a aborrecer ni a odiar a nadie. El que abriga odio en su corazón no puede amar y por tanto, no puede ser discípulo de Cristo.

En este caso, como en algunos otros, las palabras de Jesús no se pueden tomar literalmente. “aborrecer” se contrasta con amar más que al propio Jesús, hasta el extremo que se le rechaza, o se pone en un segundo lugar en nuestros afectos, con el objetivo de dar énfasis al mensaje principal, de que el amor a Jesús es sobre todas las cosas. Así como, cuando Jesús dice “..si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, échalo de ti: pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mateo 5:29; etc), no entendemos que Jesús nos esté mandando literalmente que nos arranquemos los ojos si ellos nos llevan a pecar, sino que evitemos las ocasiones y controlemos nuestros sentidos para no dejar que el pecado conciba en nosotros (Ver también Santiago 1:14,15).

Todo esto no significa otra cosa que el cumplimiento del gran mandamiento afirmado por Cristo en Mateo 22:36-40, y confirmado por el intérprete de la ley: “…Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y a tu prójimo como a ti mismo.” (Lucas 10:27)

En Cristo tendremos paz y también persecuciones y aflicciones.

Por tanto, no creo que encuentres contradicción en esos textos, pues aquí Jesús, por un lado, nos promete paz (paz espiritual, moral y mental) si estamos con Él. Por otra parte, nos previene que en este mundo tendremos tribulación no obstante. Esto quiere decir, que una cosa no impide la otra, o sea, la paz que nos da Cristo nos sirve para enfrentarnos exitosamente y soportar pacientemente las aflicciones, pero no nos exime, ni nos libra de la tribulación o de las aflicciones que el mundo, en ocasiones, nos somete por causa de nuestro pecado y del pecado ajeno, y otras veces, porque el mundo odia a los que pertenecen a Cristo.

Así como Cristo, y muchos cristianos en todas las épocas pasadas sufrieron por permanecer fieles a la verdad y a la justicia de Dios, así también hoy todo el que se confiese ser cristiano tiene que estar dispuesto a sufrir por Cristo. A este respecto, me gusta lo que dice el apóstol Pedro en su primera carta que debemos sentirnos felices cuando suframos por causa de Cristo:

«Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, (13) sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.(14) Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado. (15) Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno; (16) pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello. (17) Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? (18) Y:
Si el justo con dificultad se salva,
¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?
(19) De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien.” (1ª Pedro 4: 12-19)

Sólo es aparente la contradicción cuando Jesús dice en el evangelio de San Mateo, capítulo 10, versículos 34-39, que no ha venido para poner paz sino “espada”, y el “que halla su vida la perderá”, pero si se profundiza, se entiende. ¿Ves aquí alguna contradicción?

La Biblia como inspirada por Dios no contiene contradicciones sino paradojas

En muchísimas ocasiones, por no decir todas, las contradicciones son sólo aparentes, y obedecen a un entendimiento parcial o imperfecto de la Palabra de Dios. La Biblia no es un libro que podamos leer de “carrerilla”. Además, para poder entenderla, se necesita creer que fue inspirada por el Espíritu Santo, el cual es el Autor de la misma, pues Él ha inspirado a todos los autores humanos que a través de más de 2000 años la fueron escribiendo, en diferentes épocas, y sin contacto de unos con otros.

Es sorprendente comprobar que, a pesar de estar compuesta por 66 libros (39 en el Antiguo Testamento y 27 en el Nuevo Testamento), forma una unidad coherente. Siempre deberíamos orar, antes de empezar a leerla, solicitando con humildad y fe que el Espíritu nos abra el entendimiento y nos conduzca a toda la verdad.

Es bueno leerla entera para tener una visión global del plan de Dios para nosotros, pero siempre meditando y tratando de comprender la voluntad y plan de Dios expresado en sus páginas, aplicándolo a nuestras vidas. Es necesario siempre conocer y comprender, el contexto, la época histórica, etc. En el Nuevo Testamento (N.T), se nos presenta la culminación del plan de salvación de la humanidad, a través de la vida, obra y sacrificio de Cristo. Todo el Antiguo Testamento (A.T), enfoca hacia Cristo, el Mesías prometido.

En mi opinión, la manera de obtener más provecho de la lectura de la Biblia es estudiarla por temas doctrinales. Se trata de entresacar los textos o versículos que se refieran a una doctrina en particular que conforma nuestra fe y creencia. Por tanto, siempre es bueno comparar si lo que creemos está de acuerdo, con la única fuente que tiene autoridad que es la Biblia, y a la que debemos someterlo todo.

Conclusión

Aunque, en ocasiones no entendamos bien lo que quiere expresarnos la Palabra de Dios, o veamos aparentes contradicciones, nunca debemos dudar de su inspiración, sino que ello debería impulsarnos a una mayor investigación y estudio de la Biblia pidiendo la ayuda del Espíritu. Yo creo que los grandes hombres, como San Pablo, que compusieron tantas epístolas en el N.T., no pueden habernos mentido, ni haberse dejado engañar, pues su vida y obra santa testifican que Dios estaba con ellos. Pongamos algunos ejemplos, en los que se nos asegura que la Biblia está toda inspirada por Dios, por tanto, no puede equivocarse, ni haber errores que nos desvíen de la voluntad y plan de Dios para la salvación del mundo:

2ª de Timoteo 3: 15-17: (Escribe San Pablo a Timoteo)

“y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. (16) Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,(17) a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. “

San Juan 17:17:  (Escribe San Juan, y las palabras son de Jesús)

“Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.”

San Juan 16:13: (Escribe San Juan, y las palabras son de Jesús)

“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.”

Efesios 1:13: (Escribe San Pablo a la iglesia de Éfeso)

«En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,

San Mateo 24:35:  (Escribe San Mateo, y las palabras son de Jesús)

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

2ª Pedro 4: 12-19: (Escribe San Pedro, y son sus mismas palabras)

“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; (20) entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, (21) porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”

Yo creo firmemente que todos estos Santos decían la verdad, y no fueron engañados. Ellos estuvieron con Jesús, contemplaron su vida, obra, muerte y resurrección. Son testigos del acontecimiento más grande de la historia: Dios vino al mundo en la persona de Jesús.

Quedo a su entera disposición en lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com


Referencias Bibliográficas

*Los textos bíblicos citados son de la Biblia Reina-Valera, 1960, salvo que se indique otra cosa.

¿Cuándo es conveniente que un cristiano ayune?
 
Versión: 05-11-13
 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Primero de todo, debo aclarar que cuando me refiera en este estudio al “ayuno” o “ayunar” –mientras no haga mención expresa a la privación en concreto de alguna cosa o alimento en particular– me estaré normalmente refiriendo a lo que usualmente siempre hemos entendido; es decir, el abstenerse de ingerir cualquier tipo de alimento durante un determinado tiempo.

Algunos piensan que el ayuno completo o perfecto debería excluir, además de todo alimento sólido o líquido, también la abstención total de beber agua, y por supuesto, cualquier tipo de alimento en forma líquida. Pero, en mi opinión, en ningún caso, deberíamos hacer un ayuno que significase una deshidratación prolongada de nuestro cuerpo. La necesidad  de frecuente y adecuada hidratación de las células del cuerpo humano está, hoy día, demostrada fehacientemente por la ciencia médica. Las personas bien informadas no ignoran las recomendaciones reiterativas de los médicos de que debe ingerirse, un mínimo de litro y medio a dos litros de agua diariamente, además de la que se toma a través de los alimentos. Estas cantidades recomendadas son mínimas y deberían adaptarse a las condiciones de temperatura ambiental existente y al tipo de trabajo desarrollado.

Abstenerse de tomar ningún tipo de alimento durante seis, doce, veinticuatro o cuarenta y ocho horas, puede ser incluso saludable para personas que no tengan ninguna enfermedad que sea incompatible con el tipo de ayuno que decida practicar. Por ejemplo, determinado ayuno puede no ser conveniente para algunos diabéticos o personas que sufran de anorexia. Pero aun las personas aparentemente sanas pueden experimentar dificultades dependiendo del tiempo que permanecen sin tomar ningún tipo de comida. Nadie debería hacer un ayuno cuya duración sobrepase la mayor de las citadas arriba, sino es por consejo y bajo vigilancia médica. Y, reitero, que todo ayuno es mucho más beneficioso si va acompañado de la toma de abundantes cantidades de agua, para favorecer la limpieza de la sangre y de los órganos corporales.

En segundo lugar, he de decir, que no he encontrado en las Sagradas Escrituras –ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento– mandamiento, ni ordenanza, ni reglamento alguno acerca de ayunar. Por tanto, hemos de tener claro que el ayuno es una práctica totalmente voluntaria, una opción personal que tendrá unos efectos positivos o negativos sobre el ser humano, afectando a aspectos físicos, psíquicos y espirituales del mismo, dependiendo de las motivaciones y convicciones profundas de nuestra mente y, de nuestra fe, confianza y conocimiento de Dios.

El ayuno, que en principio fue una forma de mortificarse corporalmente y de disciplinarse psíquica y espiritualmente, se encuentra presente de distinta manera en el Antiguo y Nuevo Testamento. Y a partir del siglo III de nuestra Era, con la aparición del monacato, las ordenes monásticas y el misticismo y ascetismo católicos, el ayuno se convierte en un instrumento importante, que sería de práctica frecuente y comúnmente usada por los ascetas a lo largo de toda la Edad Media. Aunque estas Órdenes católicas, tenían primeramente como norma ayunar los días miércoles y viernes de cada semana, muchos monjes o frailes aumentaban a discreción la duración y la frecuencia de la abstención de alimentos, a fin de doblegar a la “carne”, tratando de vencer sus perversas inclinaciones y pasiones, y para vencer las tentaciones del diablo. Muchos de estos ascetas solían hacer ayunos prolongados tomando solo pan y agua durante muchos días seguidos.

Sin embargo, estas disciplinas corporales no se limitaban a ayunar sino que se combinaban o alternaban con pasar noches y días enteros en vigilia, rezando sin pausa. Además, se despojaban de las mínimas y más elementales necesidades, como de vestido y calzado adecuado que les protegiese del frío, en aquellas celdas sombrías o cuevas donde vivían, y dormían acostándose en el durísimo y húmedo suelo, y sin cubrir la mayoría de veces sus ya debilitados cuerpos,  con algún tipo de ropa de abrigo.

Aunque fueron multitud las personas que durante la Edad Media estaban imbuidas de esa concepción errónea de la religión mediante la cual pretendían debilitando la “carne” llegar a una mayor perfección espiritual,  acercamiento y conocimiento de Dios, solo citaremos los casos de San Francisco de Asís (1182-1226) y Santa Teresa de Ávila (1515-1582), conocida también como Santa Teresa de Jesús, como ejemplos que gozan de gran consideración dentro de la Iglesia católica, puesto que, a pesar de esta concepción y práctica errónea del cristianismo,  ambos fueron canonizados por la citada Iglesia.

El verdadero cristianismo no desprecia la dimensión física del ser humano que es su cuerpo, sino que lo cuida tratando de proporcionarle todos los nutrientes, carbohidratos, vitaminas, minerales, proteínas, y todo tipo de cuidados adecuados para no enfermar, incluyendo el ejercicio físico, y la templanza y moderación en todo, puesto que en él es donde mora el Espíritu Santo. Los cristianos somos “templo de Dios” donde “el Espíritu de Dios mora”; y  “Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Corintios 3:16-17; Cf. 6:18-20; 2ª Corintios 6:16-18).

1 Corintios 3:16-17: ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?  (17)  Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.

1 Corintios 6:18-20: Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca.  (19)  ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?  (20)  Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

2 Corintios 6:16-18: ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos,  Y seré su Dios,  Y ellos serán mi pueblo.  (17)  Por lo cual,  Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor,  Y no toquéis lo inmundo;  Y yo os recibiré,  (18)  Y seré para vosotros por Padre,  Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.

A continuación trataremos de averiguar el significado que ha tenido el ayuno en el Antiguo y Nuevo Testamento, y que aplicaciones e implicaciones puede tener el ayuno para la espiritualidad del cristiano de hoy día.

2. El ayuno practicado por el pueblo de Israel según se registra en el Antiguo Testamento.

En primer lugar, nos encontramos con el singular, espectacular y –hasta podríamos calificar– sobrenatural ayuno que practicó Moisés, el gran libertador y mediador de Israel. Aparentemente nadie le mandó que ayunara, pero las dos veces que “entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte” (Éxodo 24:18) “estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos” (Éxodo 34:28; Cf. Deuteronomio 9:8-11,24-27). Leamos los textos citados.

Éxodo 24:15-18: Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte.  (16) Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. (17) Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel. (18) Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches.

Éxodo 34:28: Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos.

Deuteronomio 9:8-11: En Horeb provocasteis a ira a Jehová, y se enojó Jehová contra vosotros para destruiros. (9) Cuando yo subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que Jehová hizo con vosotros, estuve entonces en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua;  (10)  y me dio Jehová las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios; y en ellas estaba escrito según todas las palabras que os habló Jehová en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea.  (11)  Sucedió al fin de los cuarenta días y cuarenta noches, que Jehová me dio las dos tablas de piedra, las tablas del pacto.

Deuteronomio 9:16-20, 24-27: Y miré, y he aquí habíais pecado contra Jehová vuestro Dios; os habíais hecho un becerro de fundición, apartándoos pronto del camino que Jehová os había mandado.  (17)  Entonces tomé las dos tablas y las arrojé de mis dos manos, y las quebré delante de vuestros ojos.  (18)  Y me postré delante de Jehová como antes, cuarenta días y cuarenta noches; no comí pan ni bebí agua, a causa de todo vuestro pecado que habíais cometido haciendo el mal ante los ojos de Jehová para enojarlo. (19) Porque temí a causa del furor y de la ira con que Jehová estaba enojado contra vosotros para destruiros. Pero Jehová me escuchó aun esta vez.  (20)  Contra Aarón también se enojó Jehová en gran manera para destruirlo; y también oré por Aarón en aquel entonces.  (24)  Rebeldes habéis sido a Jehová desde el día que yo os conozco.  (25)  Me postré, pues, delante de Jehová; cuarenta días y cuarenta noches estuve postrado, porque Jehová dijo que os había de destruir.  (26)  Y oré a Jehová, diciendo: Oh Señor Jehová, no destruyas a tu pueblo y a tu heredad que has redimido con tu grandeza, que sacaste de Egipto con mano poderosa. (27)  Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob; no mires a la dureza de este pueblo, ni a su impiedad ni a su pecado,

Obligadamente debemos preguntarnos fundamentalmente dos cosas:
    • ¿Por qué razón tuvo Moisés que hacer este ayuno de “cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua” (Dt. 9:9; Éxodo 34:28)? ¿Es acaso un ejemplo a seguir por los cristianos? ¿Qué enseñanza debemos extraer para nosotros?
    • Puesto que no cabe ninguna duda que a cualquier ser humano, que intentara llevar a cabo un tipo de ayuno semejante a éste, le habría costado, sin duda, la muerte, por inanición y deshidratación ¿por qué a Moisés no le afectó negativamente en absoluto, sino que, por el contrario, al cabo de cuarenta días sin comer ni beber, “he aquí la piel de su rostro era resplandeciente”, hasta tal extremo que los hijos de Israel “tuvieron miedo de acercarse  a él” (Éxodo 34:30)? ¿Acaso no era él como todos los demás mortales?

Después de Moisés –que sepa el que escribe–, solo ha habido otro Hombre que ha sido capaz de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, cuando “fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo” (Mateo 4:1-2; Marcos 1:13; Lucas 4:2), Como todos sabemos, fue Jesucristo –el Hijo del Hombre– según relatan los Evangelios sinópticos:

Mateo 4:1-2 (Cf. Marcos 1:13; Lucas 4:2): Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.  (2)  Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.

Lucas 4:1-2: Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto  (2)  por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre.

Esta coincidencia entres Moisés y Jesucristo se debe a que aquél fue el único gran profeta “a quien haya conocido Jehová cara a cara” (Dt. 34:10); el cual prefiguraba a Jesucristo; “Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable” (Hechos 3:22-23; Cf. Dt. 18:18-19); Jesucristo es, pues, el profeta anunciado por Dios a Moisés, que, de manera semejante a éste, sería mediador entre Su pueblo y Dios “y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo” (Hechos 3:22-23). Esto fue ratificado por Dios mismo, que desde el Cielo habló en el Monte de la Transfiguración, para anunciar al mundo y testificar que “Este [Jesucristo] es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd”  (Mateo 17:5-6). Por eso, todos los que le rechazaron fueron condenados: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:19).

Mateo 17:5-6: Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.  (6)  Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.

Deuteronomio 18:18-19: Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.  (19)  Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta.

Hechos 3:21-23: a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.  (22)  Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable;  (23)  y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo.

Moisés y Jesucristo eran de carne y hueso como todo ser humano. Por tanto, no podemos atribuir a su excepcionalidad o fortaleza humana el hecho de que no enfermaran, y que ni siquiera fueron debilitados hasta incluso poder morir por practicar semejantes ayunos, tan prolongados y fuertes, sino que por el contrario salieron fortalecidos ambos. En mi opinión, ellos pudieron y debieron hacer estos ayunos, porque ambos fueron elegidos por Dios para realizar una misión excepcional de intercesión por los pecadores que, en el caso de Moisés, solo se circunscribía a los israelitas que representaba (Dt, 9:16-20, 24-27); pero en el caso de Cristo implicó, además, vencer al diablo, al salir victorioso de todas sus tentaciones. Jesús –hombre sin pecado y santo (Lc. 1:35; Juan 8:46; 2 Cor. 5:20; Hebreos 4:15; 1 Pedro 1:18-25), a la semejanza de Adán, pero en un ambiente generalizado de pecado y depravación, es decir, en condiciones mucho más desfavorables que las que tenía la Primera Pareja humana–, como “Postrer Adán” (1ª Corintios 15:45), obtuvo la completa victoria para la humanidad, allí donde Adán fracasó por su desobediencia y rebeldía a Dios. En un momento de tanta trascendencia, en el que se iba desarrollar una gran batalla espiritual de la que dependería el éxito del Plan de Dios de salvación del mundo, y la derrota de Satanás, ¿iba Jesucristo a preocuparse de lo que comería o bebería? ¿Debería estar pendiente nuestro Salvador, durante esos cuarenta de días de tentación de las cosas materiales y de cómo sobrevivir en el desierto sin víveres ni agua?

Dejemos ahora que sea la misma Sagrada Escritura la que responda a la anterior pregunta que nos formulamos: ¿por qué razón tuvo Moisés que hacer este ayuno de “cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua” (Dt. 9:9; Éxodo 34:28)?

La respuesta nos es dada por el propio Moisés: “no comí pan ni bebí agua, a causa de todo vuestro pecado que habíais cometido haciendo el mal ante los ojos de Jehová para enojarlo […] (25) Me postré, pues, delante de Jehová; cuarenta días y cuarenta noches estuve postrado, porque Jehová dijo que os había de destruir” (Deuteronomio 9:18,25). Moisés tuvo que hacer el citado ayuno “a causa de todo vuestro pecado que habíais cometido“. Esto fue lo que precisó que Moisés tuviera que realizar una misión de intercesión para evitar la destrucción de las personas de Israel, que habían cometido tan grave pecado de rebelión contra Dios. Ello implicó que Moisés como representante de su pueblo, con verdadera aflicción de su espíritu, imprescindiblemente tuvo que olvidarse totalmente de sí mismo y de sus necesidades físicas para entregarse humilde y enteramente a su misión intercesora ante Dios; porque esa misión de gran trascendencia espiritual –prototipo de la de Cristo– no podía de ninguna manera compatibilizarse con estar pendiente de las necesidades materiales de su cuerpo físico, que, por otro lado, en esas condiciones de aflicción, posiblemente, y como suele ser usual, no hubiera sido capaz de ingerir ni asimilar ningún tipo de alimento.

Cuando Dios mandó a Moisés que subiera al monte del Sinaí no fue para que hiciera una acampada de cuarenta días en la que tuviera que ir bien equipado de provisiones para poder sobrevivir el tiempo que fuera necesario –esto sería inimaginable– sino que era para entrar a Su presencia, y recibir Sus leyes para confirmar el Pacto con su pueblo Israel, donde luego nacería Su Hijo. Durante todo este tiempo Moisés estaba inmerso en la Gloria de Jehová, recibiendo todas las palabras de Él por las que Israel debería regirse en adelante. Por eso cuando bajó del monte “la piel de su rostro era resplandeciente”, hasta tal extremo que los hijos de Israel “tuvieron miedo de acercarse  a él” (Éxodo 34:30).

¿No sería ridículo que la intensa y densa comunicación e interrelación que Dios tuvo con Moisés hubiera tenido que tener interrupciones o pausas, a fin de satisfacer las necesidades materiales de Moisés, que en condiciones normales, serían las de cualquier ser humano, por ejemplo “tomar un bocadillo” o “beber un vaso de agua”? Moisés estaba en la presencia de Dios, y por eso, no precisaba nada material para su sustento, ni siquiera experimentaría cansancio, porque Él suplía todas sus carencias y debilidades como ser humano. Notemos, que la experiencia de Moisés con Dios fue única, pues durante su permanencia en el Monte, sumergido en la Gloria de Dios, vivió en un plano espiritual, adecuado a Su presencia.  Por eso Moisés no necesitó comer ni beber durante esos cuarenta días, porque ante la presencia de Dios no tiene ningún sentido preocuparse por las cosas materiales, es más, sería absurdo, porque todo su ser debía estar concentrado en las cosas espirituales de Dios.

Éxodo 24:15-18: Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte.  (16) Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. (17) Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel. (18) Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches.

¿Son los ayunos de Moisés y Cristo ejemplos a seguir por los cristianos? ¿Qué enseñanza debemos extraer para nosotros?

Como hemos podido comprobar, los ayunos de Moisés y Cristo fueron perfectamente lógicos y estaban completamente justificados, porque obedecieron a misiones excepcionales encomendadas por Dios para llevar a cabo Su Plan de Salvación para la Humanidad. Por lo tanto, ninguna persona sensata se plantearía seguir estos ejemplos.

La enseñanza para los cristianos es que “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Que no tenemos que estar tan pendientes de satisfacer las cosas materiales sino las espirituales, porque lo material es perecedero y pasajero, y lo espiritual es para la eternidad, y conduce a la vida eterna. Que Dios puede suplir todas nuestras necesidades materiales. Que nuestro “dios” no sea “el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal” (Filipenses 3:19). Que lo espiritual siempre debe tener el primer lugar. Veamos los textos que lo confirman:

Mateo 4:4: El [Jesús] respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Mateo 6:31-34: No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?  (32)  Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. (33) Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.  (34)  Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

Juan 6:27: Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.

Filipenses 3:19-21: el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.  (20)  Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;  (21)  el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.

En el Antiguo Testamento se registran muchos casos de ayuno más “normales”, que se relacionan con la aflicción del pueblo de Dios, por los pecados cometidos, o las derrotas infligidas por los enemigos de Israel, o por la tristeza causada por diversas desgracias, expresión de duelo, etc. Pero el ayuno siempre debe ir acompañado de oración a Dios, y verdadera constricción del corazón. Veamos algunos ejemplos:

Daniel 9:3: Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.

Jueces 20:26: Entonces subieron todos los hijos de Israel, y todo el pueblo, y vinieron a la casa de Dios; y lloraron, y se sentaron allí en presencia de Jehová, y ayunaron aquel día hasta la noche; y ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz delante de Jehová.

1 Samuel 7:5-10: Y Samuel dijo: Reunid a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros a Jehová.  (6)  Y se reunieron en Mizpa, y sacaron agua, y la derramaron delante de Jehová, y ayunaron aquel día, y dijeron allí: Contra Jehová hemos pecado.

2 Samuel 1:11-12: Entonces David, asiendo de sus vestidos, los rasgó; y lo mismo hicieron los hombres que estaban con él. (12) Y lloraron y lamentaron y ayunaron hasta la noche, por Saúl y por Jonatán su hijo, por el pueblo de Jehová y por la casa de Israel, porque habían caído a filo de espada.

2 Samuel 12:16-23: Entonces David rogó a Dios por el niño; y ayunó David, y entró, y pasó la noche acostado en tierra.  (17)  Y se levantaron los ancianos de su casa, y fueron a él para hacerlo levantar de la tierra; mas él no quiso, ni comió con ellos pan.  (18)  Y al séptimo día murió el niño; y temían los siervos de David hacerle saber que el niño había muerto, diciendo entre sí: Cuando el niño aún vivía, le hablábamos, y no quería oír nuestra voz; ¿cuánto más se afligirá si le decimos que el niño ha muerto?  (19)  Mas David, viendo a sus siervos hablar entre sí, entendió que el niño había muerto; por lo que dijo David a sus siervos: ¿Ha muerto el niño? Y ellos respondieron: Ha muerto.  (20)  Entonces David se levantó de la tierra, y se lavó y se ungió, y cambió sus ropas, y entró a la casa de Jehová, y adoró. Después vino a su casa, y pidió, y le pusieron pan, y comió.  (21)  Y le dijeron sus siervos: ¿Qué es esto que has hecho? Por el niño, viviendo aún, ayunabas y llorabas; y muerto él, te levantaste y comiste pan.  (22)  Y él respondió: Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño?  (23)  Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí.

Esdras 8:21: Y publiqué ayuno allí junto al río Ahava, para afligirnos delante de nuestro Dios, para solicitar de él camino derecho para nosotros, y para nuestros niños, y para todos nuestros bienes.

Esdras 8:23: Ayunamos, pues, y pedimos a nuestro Dios sobre esto, y él nos fue propicio.

En mi opinión, el sentido del ayuno a través del AT ha podido quedar suficientemente claro. No obstante, si el lector lo desea puede leer textos adicionales como los siguientes: (1 Reyes 21:27-29; 1 Crónicas 10:12; Nehemías 1:3-5; 9:1-3; Salmos 35:13; 69:6-14; 109:24; Isaías 58:1-12; Joel 1:14; 2:12-15; Jonás 3:5; Zacarías 8:18-19). 

3. El ayuno practicado en el Nuevo Testamento.

Como ya vimos anteriormente, Jesús, al inicio de Su ministerio público,  “lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto  (2)  por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre (Lucas 4:1-2).

Mateo 4:1-2 (Cf. Marcos 1:13; Lucas 4:2): Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. (2) Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.

Lucas 4:1-2: Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto  (2)  por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre.

Notemos, que los ayunos de Moisés y Cristo coinciden en cuanto a su duración, que fue, en ambos casos, de cuarenta días; pero también podemos distinguir algunas diferencias. Por ejemplo, respecto al ayuno de Moisés, la Biblia registra claramente que él estuvo “cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua” (Dt. 9:9; Éxodo 34:28); es decir, un ayuno completo con abstención total de cualquier alimento y, también, sin ingesta de lo más esencial que es el agua. Sin embargo, en el caso de Jesús los Evangelios sinópticos no son tan específicos. Marcos se limita a registrar que Él “estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían” (Marcos 1:13). Mateo, en cambio, se refiere a que, Jesús, “después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre” (Mateo 4:2). Y Lucas narra que “no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre” (Lucas 4:2). Mateo habla de que Jesús ayunó, sin concretar si ello incluía,  también, abstenerse de tomar o beber agua. Pero el evangelista Lucas, que, además, era médico, especifica que el ayuno consistió en que “no comió nada en aquellos días”. Y nada se afirma en cuanto a abstenerse de ingerir agua, imprescindible para la vida.

Por otro lado, podemos pensar que en un desierto es difícil encontrar agua, pero tampoco es imposible. Si Jesús no ingirió nada de agua mientras duró el ayuno, humanamente no habría podido sobrevivir más allá, como mucho, de siete días, según datos científicos. Este humilde escritor cree que el ayuno total de Moisés pudo ser realizado con éxito porque él estuvo físicamente ante la presencia y gloria de Dios, y ello le dispensó de atender sus necesidades fisiológicas. Sin embargo, no fue así con Jesús, pues Él necesariamente debía enfrentarse al diablo con solo Su perfecta humanidad –sin hacer uso de su Divinidad en absoluto. La Palabra de Dios registra que Jesús –solo cuando salió victorioso de las tres tentaciones de Satanás, después de los cuarenta días sin comer– fue asistido sobrenaturalmente porque “he aquí vinieron ángeles y le servían” (Mateo 4:11).

No obstante, cabe también la posibilidad que el ayuno de Jesús fuera como el de Moisés, es decir, no solo se habría abstenido de tomar alimentos sino también de beber agua. Sin embargo, si esto ocurrió realmente así hubiera sido necesario –semejante a como sucedió con Moisés– que el poder del Espíritu Santo actuase en el cuerpo físico de Jesús, dispensándole de esta necesidad física en aras de que no lastrara innecesariamente la misión espiritual de Jesús de vencer al diablo y sus tentaciones, al tener que ocuparse de algo tan material y elemental para la vida humana como tomar agua, que es imprescindible para la vida humana.

¿Cuándo deberían los cristianos ayunar?

El ayuno es una disciplina para el cuerpo y el espíritu, porque el ser humano es una unidad psicosomática, y lo que afecta al cuerpo afecta también a la mente y al espíritu, y viceversa. Pero, en mi opinión, debemos desterrar los conceptos católicos que puedan subyacer cuando se practica el ayuno. El catolicismo lo considera como una  penitencia agradable a Dios y meritoria, y también como una manera de fustigar a la carne pecaminosa, a fin de mortificarla y debilitarla, una forma de refrenar las bajas pasiones del ser humano, y de llegar a la santidad; y, además, es un precepto creado por la citada Iglesia que ordena a sus fieles la obligación de ayunar ciertas días de la semana, o en determinadas épocas como la Cuaresma. Por lo tanto, huyamos de creer que el ayuno es algo meritorio y agradable a Dios, y aconsejable o necesario para llegar a la santidad.

Comprobamos anteriormente que los israelitas del AT practicaban el ayuno –normalmente de un día o poco más de duración– cuando estaban afligidos, como una señal de duelo y tristeza, como para demostrarle a Dios, que sentían un verdadero pesar y arrepentimiento y un auténtico deseo de cambiar sus conductas y volver a entrar en comunión con Él. Según prueba la Escritura también los fariseos del tiempo de Jesús tenían la costumbre de ayunar “dos veces a la semana” (Lucas 18:12-14). Sin embargo, antes fue justificado, ante Dios, el publicano verdaderamente arrepentido, que los fariseos que tanto ayunaban.

Lucas 18:12-14: ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.  (13)  Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.  (14)  Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.

En otra ocasión, relatada en los Evangelios, los discípulos de Juan el Bautista se dirigen a Jesús para preguntarle que, puesto que ellos y los fariseos tenían la costumbre de ayunar– por qué Sus discípulos no lo practicaban. Y Jesús les responde con una pregunta muy explícita: “¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos?” (Mateo 9:15; Cf. Lucas 5:33-35). De lo que deducimos que el ayuno se reserva para momentos especiales de gran duelo o cuando se experimenta una necesidad esencial en nuestra vida, y queremos demostrar a Dios, lo importante que sería para nosotros que Dios nos la satisficiera, concediéndonos lo que le pedimos, pues de ello dependería nuestra felicidad, o incluso nuestra propia vida. También cuando se han de tomar decisiones de gran importancia, o que pueden afectar a otros cristianos. Veamos los textos bíblicos completos:

Mateo 9:14-15: Entonces vinieron a él los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?  (15)  Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.

Marcos 2:18-20: Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?  (19)  Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar.  (20)  Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.

Lucas 5:33-35: Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben? (34) Él les dijo: ¿Podéis acaso hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos?  (35)  Mas vendrán días cuando el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán.

¿Aconsejó Jesús el ayuno?

Jesús no ordena ayunar, ni reglamentó nada sobre el ayuno, pero tampoco lo prohíbe. Simplemente se limita a advertir que no hagamos del ayuno un motivo de ostentación y de aparentar espiritualidad ante los demás: “Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.  (17)  Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro,  (18)  para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:16-18).

Solo he encontrado otra ocasión en que Jesús se refiere al ayuno, y es en relación con obtener una disposición adecuada para exorcizar los espíritus malignos o demonios que poseían a algunas personas.

Mateo 17:21: Pero este género no sale sino con oración y ayuno.

Marcos 9:29: Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.

¿Practicaba la iglesia cristiana primitiva el ayuno?

En el libro de los Hechos de los Apóstoles he encontrado dos textos en los que los cristianos ayunan y oran cuando tienen que encomendar al Señor a otros hermanos para realizar la obra de la Iglesia, o para constituir a los ancianos dirigentes de la misma. Veamos los textos bíblicos:

Hechos 13:2-3: Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. (3) Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.

Hechos 14:23: Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.

4. Conclusión

Los ayunos practicados por Moisés y Cristo fueron excepcionales, y no se pueden tomar como ejemplo para los cristianos, por motivos obvios de perecer en el intento. El ayuno bíblico y cristiano siempre está unido con la oración a Dios, y, normalmente, puede consistir en abstenerse de una comida, o, también estar veinticuatro horas o más sin ingerir ningún tipo de alimento, pero, en cualquier caso, nunca dejar de tomar la cantidad de agua necesaria para la hidratación adecuada del organismo humano. Los motivos para practicar el ayuno junto con la oración son variados; por ejemplo, por sentirse afligido, para pedir a Dios poder para las debilidades de la “carne”, o para superar una enfermedad, o para avanzar en el conocimiento espiritual y en la santidad, etc.

Sin embargo, en mi opinión, no todas las personas pueden practicar el ayuno completo, por causa de alguna enfermedad, por ejemplo diabetes, etc., o simplemente porque no les sienta bien, porque notan que, en lugar de conseguir que la mente esté más despejada, mejor disposición espiritual, y una mayor comunión con Dios, se producen otros efectos no tan positivos y deseados.

Por lo tanto, recomiendo a todo aquel que quiera practicar el ayuno cristiano que “esté plenamente convencido en su propia mente” (Romanos 14:5), de que es beneficioso para él en particular, y que su motivación es la correcta, pues muy bien declara el apóstol Pablo que “El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios” (Romanos 14:6); y “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31). Leamos también el contexto:

Romanos 14:1-6: Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones.  (2)  Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres.  (3)  El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido.  (4)  ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.  (5)  Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.  (6)  El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.

No obstante, para que no caigamos en el legalismo de los fariseos, el Señor, nuestro Dios, nos recuerda: “¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? (7) ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?” (Isaías 58:6-7). Veamos también el contexto:

Isaías 58:1-12: Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado. (2) Que me buscan cada día, y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia, y que no hubiese dejado la ley de su Dios; me piden justos juicios, y quieren acercarse a Dios. (3) ¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros trabajadores.  (4)  He aquí que para contiendas y debates ayunáis y para herir con el puño inicuamente; no ayunéis como hoy, para que vuestra voz sea oída en lo alto. (5) ¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová?  (6) ¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?  (7)  ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?  (8)  Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia.  (9)  Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad;  (10)  y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía.  (11)  Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan.  (12)  Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

LA CONDICION HUMANA
Versión 08-04-2009

Carlos Aracil Orts

 Introducción*

Estimada amiga, me ha alegrado mucho recibir tu correo, y no sabes cuanto te lo agradezco, pues tus elogiosos y amables comentarios sobre esta web me animan a continuar por este camino.

Con respecto a mis artículos, está muy bien visto de tu parte, pues, es totalmente cierto que no trato de inventarme nada, sino extraer de la Santa Biblia las grandes verdades doctrinales que componen el hermoso mosaico de las creencias cristianas. Por eso trato, siempre que puedo, adjuntar los textos bíblicos que sustentan mis afirmaciones. Me complace enormemente que te interese e incluso te guste el tema de la religión. La religión es fundamental para el ser humano, pues le da el necesario sentido trascendente a la vida. “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O que recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26; ver también Marcos 8:36; Lucas 9:25).

Me tomo la licencia de animarte a que sigas investigando la Palabra de Dios, pues en ella está el alimento espiritual que auténticamente nos realiza como hombres y mujeres en nuestro cotidiano vivir, orientándonos hacia “….todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre;….” (Filipenses 4:8). Además, “…las Sagradas Escrituras te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. (16) Toda la escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, (17) a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2ª Timoteo 3:15-17).

Ahora voy a responderte al asunto espinoso que me comentas sobre Adán y Eva. No eres tú sola la que piensa así, pues hay multitud que no lo entiende, y hoy en día lo consideran como un mito que nunca existió, pues como sabes la idea de que el ser humano procede no de una creación sino de la evolución a partir de seres inferiores se considera como un hecho incontrovertible.

La ciencia y la religión siguen caminos diferentes para llegar a la Verdad. Puesto que la verdad es una sola, estos caminos deberían converger en un punto. No obstante, es difícil que se encuentren, ya que la religión afirma, por fe, que Dios existe y se ha revelado en su Palabra y mediante Jesucristo. En cambio la ciencia, reconoce solo aquello que puede demostrar o evaluar (no se rige por la fe en absoluto), por lo que, en principio, rechaza o no tiene en cuenta la existencia de Dios y de su Revelación. Cuando algo no lo puede probar o experimentar en el laboratorio, enuncia una hipótesis de partida, que considera cierta mientras no se demuestre lo contrario. Ese es el caso de la teoría sobre el origen de la vida. Como esto es algo que no lo puede probar ni reproducir en el laboratorio, postula que la vida surgió por azar y que de esa partícula original, o célula de vida elemental se derivó por evolución todas las especies existentes de vida tanto animal como vegetal que conocemos. Sin embargo, como decía antes, la Sagrada Escritura declara que Dios ha creado todo el Universo y la vida que existe en él, y que, también, creó directamente a la primera pareja humana.

¿Qué evolución podría hacer que los seres humanos tuviesen consciencia del bien y del mal?

¿Cómo podría transformarse lo más simple en lo más complejo sin un diseño, sin un proyecto, sin saber a donde se va?

¿Tiene la evolución mente e inteligencia para crear los distintos y complejos órganos vitales?

¿Fue la evolución la que creó un órgano tan complejo que tiene la capacidad de ver como el ojo? Etc. etc.

2. «Pagar justos por pecadores»

Quizá estás refiriéndote con este conocido dicho a:

¿Por qué, nosotros, los descendientes de Adán y Eva, tenemos que sufrir las consecuencias del pecado que cometieron ellos?

Mi respuesta es: Porque ellos representaban a toda la Humanidad, su equivocada elección convirtió el mundo feliz del Edén en un mundo inhóspito u hostil en el que “un hombre es un lobo para otro hombre”.

Cuando nombramos a alguien para que nos represente, su actuación y logros que se deriven de su conducta o de su gestión, ya sea buena o mala, de alguna forma, también nos afectarán a nosotros, los representados. Para bien o para mal, sufriremos o nos beneficiaremos de las consecuencias que produzcan los actos y decisiones de nuestros representantes, y, también, se nos hará responsables por imputación. Las equivocaciones y aciertos, que tienen en la realización de su función nuestros representantes legales, ya sean alcaldes, concejales u otros políticos o el máximo responsable que es nuestro Presidente, repercuten y afectan, indudablemente, nuestras vidas. Si un gobernante declara la guerra a otra nación, esa decisión será causa de muchas calamidades en el pueblo que no intervino ni colaboró en la misma.

Dios creó la primera pareja humana más idónea posible, para que representara a toda la Humanidad que descendería de la misma. Las personas podemos equivocarnos cuando elegimos a los que tienen que gobernar. Dios, en cambio, no pudo errar al crear a Adán y Eva. Si Dios pudiera equivocarse no estaríamos hablando de Dios sino de alguien que no lo es. Adán y Eva, por tanto, eran la obra cumbre y perfecta de la creación. Sus almas puras e inocentes vivían en armonía, santidad y comunión con el Padre que les había dado la vida. Como no podía ser de otra manera, Dios también los creó libres, pues el amor no puede coartar la libertad. El amor para que sea amor verdadero no proviene de ninguna imposición. Su fidelidad y lealtad a Dios debía proceder de la libre elección y en correspondencia al amor de Dios, pero nunca serían forzados a obedecer y amar.

 Este refrán se cumple de una manera singular en Jesucristo. El único justo paga, por los pecadores. Es decir, recibe, el castigo o la penalidad que corresponde a otros. Al pagar Él por el pecado de Adán y del resto de la Humanidad, somos declarados justos cuando, aceptamos su muerte en lugar de la nuestra. Si por el pecado de un solo hombre, e sea, la transgresión de Adán, todos experimentamos sufrimiento y al final la muerte, también por la victoria sobre el pecado y la muerte de otro hombre, Jesucristo, seremos libertados del pecado y obtendremos la vida eterna. Por supuesto, que esto mismo lo explica mucho mejor San Pablo, en Romanos 5:18-20.

Romanos 5: 15-21:

“Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo. 16 Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. 17 Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.

(18) Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. 19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. 20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.”

3. Hay mucha gente buena y buenas intenciones.

Por supuesto. No lo dudo. También hay mucha gente mala con perversas intenciones. No obstante, la Sagrada Escritura afirma categóricamente que:  “…Todos están bajo pecado. (10) Como está escrito: No hay justo, ni a un uno; (Romanos 3:9 úp, 10). También el verso 23 del mismo capítulo, incide en lo mismo: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,”.

Creo que la Santa Biblia dice la verdad. Yo no juzgo a nadie. Sólo me observo a mí mismo y me veo pecador, y también santo porque he sido santificado en mi fe en Cristo. Como diría el gran Reformador Martín Lutero: “Simul justus et peccator” (justo y a la vez pecador). Eso no es óbice para que también me considere una buena persona. Sin embargo, reconozco que no puedo merecer por mismo, por mis obras, el don de la vida eterna, porque, si así fuera, en vano habría muerto Cristo por mí.

4. ¿Cuál fue el pecado de Adán y Eva?

Tu comentario:

“De todos modos, decir que creo que Dios los puso a prueba, pero con una prueba no muy fácil de superar debido a una tendencia del carácter humano que creo que todos compartimos, es decir, «la curiosidad». En esta historia, se castiga la curiosidad del hombre, algo que nos ha dado muchos disgustos en ocasiones, pero que como todo, tiene su lado positivo y también nos ha dado muchas satisfacciones, grandes conocimientos y adelantos maravillosos.”

¿Castigó Dios a Adán y Eva por su curiosidad? ¿Su pecado fue la curiosidad?¿Era difícil de superar la prueba a la que fueron sometidos cuando estaban en el Edén?

Analicemos en que consistió la prueba:

Génesis 2:16, 17

“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; (17)mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”

Dios había colmado a la Primera Pareja de todo lo que necesitaban para ser felices, un huerto en Edén, “para que lo labrara y lo guardase” (Génesis 2:15 úp). Sin embargo, Dios consideró necesario que ellos probaran su lealtad y fidelidad a Él, obedeciendo esa sencilla prueba. Era una sola restricción en el jardín. Pasar por alto la misma, estaba penado con la muerte, y significaba conocer también el mal, o sea experimentarlo en sus propias carnes.

Veamos ahora la forma tan astuta y sutil de la tentación de Satanás a Eva:

Génesis 3:4-7

“Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; (5) sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán  abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el  bien y el mal. (6)  Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. (7) Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.”

 Observemos, en primer lugar, que Satanás contradice frontalmente a Dios. Dios les había dicho morirás y Satanás: no moriréis. A continuación les presenta la tentadora idea de que si desobedecen a Dios, no sólo no morirán sino que serán como Dios, sabiendo el bien y el mal. Adán y Eva ya eran como Dios en el sentido que habían sido creados a imagen y semejanza de Él.

Dios no castiga la curiosidad sino la infidelidad y deslealtad. Ellos tenían todo el mundo y todo el tiempo para investigar y para averiguar la ciencia de Dios. Su camino no les llevó a la sabiduría sino a la muerte. La decisión de ceder al ofrecimiento tentador de Satanás, como ya hemos visto, implica varios pecados, que no se corresponden con la curiosidad.

En segundo lugar, ellos aceptaron que una criatura de Dios, la serpiente, decía la verdad, haciendo, por tanto, a su Dios y Padre, mentiroso. Lo cual significaba poner en entredicho la honorabilidad del Creador, rindiendo pleitesía a la criatura cuando deberían corresponder a Dios con amor, pues a Él le debían todo lo que eran y tenían.

En tercer lugar, una vez que admitieron en su corazón que Dios les estaba ocultando la verdad, o sea que les estaba tratando de engañar para así evitar que ellos pudieran asemejarse más a Él, codiciaron ser como Dios. Eva llega a creer que comer de la fruta del árbol prohibido será un medio para alcanzar la sabiduría y ser como Dios conociendo el bien y el mal. Una vez más, el fin, loable de alcanzar sabiduría, no justifica el empleo de medios ilícitos, prohibidos claramente por Dios.

Pronto supieron que habían sido engañados al dar más crédito a la criatura que a Dios: “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.” (Génesis 3:7).

Conocieron que estaban desnudos porque habían perdido su inocencia y su comunión con Dios, y el vestido de la justicia de Dios que los cubría. En realidad murieron espiritualmente en ese momento (eso es lo que supone la separación de Dios) y físicamente unos novecientos años más tarde. Conocieron el mal al experimentarlo desde ese momento y a lo largo de sus vidas, pero no alcanzaron la sabiduría que codiciaron al querer independizarse de Dios, ni tampoco el poder de ser como Dios. Por el contrario la imagen y semejanza con Dios que tenían antes de la Caída se enturbió y desvirtuó mucho. 

Poco tardaron en ver las terribles consecuencias que su rebelión provocó: Caín mató Abel. Y sus más directos descendientes, la Humanidad antediluviana, alcanzaron rápidamente tal grado de maldad que la Santa Biblia lo registra así en Génesis 6:5,6:

Génesis 6:5-6

“Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. (6) Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón.”

La Humanidad había llegado a un grado de maldad extrema, por lo que Dios no podía permitir que el mal se perpetuara, y la juzgó  y condenó mediante un diluvio. Noé y sus descendientes, aprendieron de las consecuencias que significaron la ruptura de relaciones con el Creador. A partir de entonces, Dios interviene, iniciando su Plan de salvación, a través, primero, de la elección de los patriarcas, Abraham, Isaac, Jacob, etc, hasta formar el pueblo elegido que será depositario de su Revelación, y del que, más tarde, llegado el cumplimiento del tiempo previsto por Dios, nacería de mujer su Hijo Jesucristo (Gálatas 4:4), el Salvador del mundo (1ª Juan 2:2; 1ª Timoteo 2:3-6), “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29), con lo que se culmina el Plan de rescate de la Humanidad rebelde.

5. Conclusión.

¿Cómo puede Dios ser soberano del universo, Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:15,16) y conseguir que los seres humanos le obedezcan y le amen libremente cuando su tendencia es siempre hacia lo malo, sin forzarlos a hacer lo bueno? (Efesios 2:1-5; 1ª Juan 3: 9, 21-24).

¿Cómo podía Dios reivindicar su honorabilidad y justicia ante la insidiosa actitud de Satanás y las demás criaturas sin ejercer su poder absoluto? (Juan 3:16)

¿Cómo podía Dios ser justo, no dejando sin castigo al pecador, y al mismo tiempo misericordioso perdonando las ofensas cometidas? (Romanos 3:21-26).

¿Cómo podía Dios reconciliar consigo mismo a la rebelde humanidad extraviada y rescatar lo que se había perdido? (Romanos 5:10; 2ª Corintios 5:18-21)

Toda la Santa Biblia está enfocada hacia Jesucristo, en quien se lleva a cabo el magnifico Plan de Salvación de Dios para rescatar a la rebelde Humanidad. Veamos lo que nos responden:

Jesucristo mismo:

Juan 3:16:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Mateo 18: 11:

“Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.”  (ver además Lucas 9:56; 19:10).

Marcos 10:45:

“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

San Pablo:

Romanos 3:21-26

“Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.”

Romanos 5:10, 11

“Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. 11 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.”

2ª Corintios 5:18, 19

“Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; (19) que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de reconciliación.”

¿No tuvieron Adán y Eva una segunda oportunidad? ¿Por qué no los perdonó Dios? ¿Dios se enfada?

La semilla del mal, había sido sembrada en el mundo (Génesis 3:1-7; Mateo 13:24-30). La justicia y rectitud de Dios habían sido puestas en entredicho. Se hacía necesario dejar que, lo que se había sembrado, diera sus frutos, pues si se extirpaba de inmediato, no quedaría desenmascarado Satanás. Además, toda la gravedad del pecado y del mal que representa apartarse del Creador y sustentador del Universo y de la vida, no se habría evidenciado.

Por supuesto que Adán y Eva y todos sus descendientes tuvieron una segunda oportunidad. La misma que tiene el resto de la Humanidad en todos las épocas. Consiste en reconocer los errores cometidos y arrepentirse de ellos, acogiéndose a la muerte sustitutoria de Cristo. Él murió para que vivamos por Él. Nada más pecar, Adán y Eva recibieron la promesa de Dios de que obtendrían la victoria sobre el pecado y el mal a través de Jesucristo: la simiente de la mujer (Génesis 3:15), es decir su descendencia, que es Cristo (Gálatas 4:5,6) heriría en la cabeza a la serpiente, es decir a Satanás (Apocalipsis 12:9; 20:2), abriendo el camino al cielo por Jesús, el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6; Hebreos 10:20).

La muerte de Cristo, el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29) satisfizo la justicia de Dios, desenmascaró la maldad de los planteamientos de Satanás y de toda la Humanidad que pretendía ser justa pero que no lo era en absoluto, pues condenó y torturó al hijo de Dios hasta la muerte y muerte de Cruz. “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. (Juan 3:19). 

Dios nos perdona cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador personal, es decir, nos acogemos a sus méritos, su sangre expiatoria con la que pagó el rescate de nuestra vida.

1ª Pedro 1:18-21

“sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, 21 y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.

Los pecados causan separación entre el hombre y Dios. Dios es tres veces Santo. Su ira es santa, y no se parece en absoluto a la del ser humano (Ver Efesios 2:1-9).

Romanos 1:18:

“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad;”

Por lo demás, comparto y coincido contigo en muchos puntos de vista que me comentas. Tienes razón, yo también, creo que mi web puede ayudar a mucha gente a entender la Santa Biblia, y por tanto a mejorar su relación con Dios. Me gustaría poder ayudar a más gente, pero para eso es necesario que se difunda mucho más mi página. Espero contar contigo para que siempre que lo consideres oportuno la publicites entre tus conocidos y amistades.

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Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

 

¿Qué es el hálito o aliento de vida?

Carlos Aracil Orts

Introducción

Con toda humildad y ruego al Señor, intentaré aclararle sus dudas en tanto alcance mi entendimiento y el Espíritu Santo me asista. No obstante, antes necesito comprender bien las dos cuestiones que me plantea, veamos si las he comprendido:

En Génesis 2: 17, Dios establece que la vida de Adán y Eva en el paraíso dependía de la obediencia y comunión con Él, su Padre. Dios puso la condición y la sanción en que incurrirían por la transgresión de su voluntad. Fue una prueba de fidelidad y lealtad a Dios que ellos no pasaron:

“Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.”

No había lugar a dudas. La orden era clara, y fácil cumplir con el mandato de Dios. Pero nuestros representantes optaron por desobedecer a Dios. No creyeron en la palabra de Dios. Se rebelaron e iniciaron su independencia de Dios.

Al romper su comunión con Dios, experimentaron la muerte espiritual o separación de Dios.

Evidentemente, en ese mismo instante de su caída, en el momento que pecaron, no murieron físicamente, pues después de ser expulsados del Edén, aun vivieron unos novecientos años. Según Génesis 5:5, Adán vivió novecientos treinta años y murió. ¿Qué ocurrió cuando pecaron transgrediendo el claro mandamiento de Dios?  Simplemente murieron espiritualmente, porque se separaron de Dios, de donde procede todo tipo de vida. Perdieron la condición de perfección y comunión original que tenían con el Creador, y desde ese mismo momento empezó la degradación moral y espiritual de la humanidad. Desde entonces, todos los descendientes de Adán heredan el pecado original, que implica separación de Dios, rebeldía, soberbia, codicia y deseo egoísta de la criatura de emanciparse de Dios y de ser como Dios.

Tal fue la gravedad y depravación que el pecado de Adán originó en la naturaleza humana, que no pasó mucho tiempo sin que se mostrase en toda su magnitud, en el primer homicidio registrado en la Biblia: Caín mató a Abel sin motivos, simplemente por que le molestaba que fuese distinto de él mismo, por celos y por envidia. Caín y Abel se convierten representantes y prototipos de las dos clases o grupos de seres humanos que formaran la historia de la humanidad, los hijos del diablo y los hijos de Dios.

Por tanto, la muerte de Adán no se diferencia en nada de la muerte que hemos de sufrir cada uno de los seres humanos cuando nos llegue nuestra hora. Pablo lo explica magistralmente en Romanos 5:12 y siguientes: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.”  Todos somos pecadores, y merecemos la muerte, pero el regalo de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús (Romanos 6:23). Veamos también Romanos 5:19 que resulta muy alentador y clarificante: La solución al pecado: Cristo, el postrer Adán:

“Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.”

Conclusión

Espero haber sido capaz de explicar que la muerte de la que habla el capítulo 3 de Génesis, se refiere tanto, a la muerte espiritual, en primer lugar, como, en segundo lugar, a la muerte física que todos conocemos.

Es decir, ambas se produjeron en Adán, cabeza y representante de la humanidad, y ambas son transmitidas a todos sus descendientes, a través de toda la historia del planeta. Tiene usted razón cuando dice que la muerte espiritual es separación del Creador. El aliento de vida se tiene mientras la persona o cualquier ser animado permanece en vida. La muerte física se produce, esto mejor lo expliquen los médicos, cuando fallan los órganos vitales como el cerebro o el corazón, y entonces se expira. El cuerpo ya no es capaz de responder al aliento de vida.

El aliento de vida de todos los vivientes, es decir, esa energía que procede del Dador de la vida, se pierde en el momento de la muerte, cuando se expira el último aliento. Por tanto, permanece el aliento mientras hay vida y desaparece y vuelve a Dios cuando uno muere (Eclesiastés 12:7).

Nuestra responsabilidad es creer en Cristo, el camino, la verdad y la vida, e igual que se nos imputa el pecado de Adán, se nos imputará la justicia de Cristo que ganó en la cruz al morir por todos los creyentes.

Quedo a su entera disposición en lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com

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Referencias Bibliográficas

*Los textos bíblicos citados son de la Biblia Reina-Valera, 1960, salvo que se indique otra cosa.

¿Para qué creó Dios a los que serán condenados?
Versión: 08-11- 2015

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Miguel, me alegra que me contactara para formularme los siguientes comentarios y cuestiones:

“Entiendo que Dios nos creó, según vemos en Génesis, con cierta libertad para elegir, pudiendo desde un inicio escoger entre obedecer o desobedecer a Dios, de esta forma no actuamos de forma automática como robots. Sin embargo, a través de las Escrituras me encuentro con varios casos donde Dios toma el control del corazón del hombre para hacer ciertas cosas y llegando a Romanos 9 me impacta leer de los versículos 14 al 20, pues me reafirma en cierto modo que tal libertad no existe, pues las decisiones no dependen de nosotros ni de nuestras fuerzas, sino de la misericordia de Dios. Curioso que ni siquiera Pablo lo puede explicar pues en el versículo 20 lo único que nos dice al respecto es que ¿quiénes somos nosotros para cuestionar a Dios? Mi pregunta sería: ¿Realmente existe esta libertad o estamos bajo el control de Dios? y ¿Para qué creó Dios aquellos que serán condenados? Espero puedan ayudarme con estas preguntas y gracias” (Miguel).

Plantea usted el tema siempre interesante de la libertad humana y de cómo se conjuga o armoniza con la soberanía de Dios. Parece indudable que los seres humanos solo pueden ser responsables de aquello que realizan libre y voluntariamente y con suficiente conocimiento del alcance y de las consecuencias de sus acciones, y según su grado de conciencia moral de las mismas.

En lo que sigue trataré de responder a sus dos importantes preguntas, si Dios tiene a bien inspirarme dentro de la gran dificultad del tema y de mis limitaciones personales:

“¿Realmente existe esta libertad o estamos bajo el control de Dios?
¿Para qué creó Dios aquellos que serán condenados?” (Miguel)

Pero, además, no tendré más remedio que abordar, aunque sea marginalmente, dos cuestiones más muy relacionadas: ¿por qué existe el mal?, y ¿es Dios responsable de su existencia?

2. ¿Es el ser humano libre para elegir aceptar o rechazar a Dios?

El planteamiento de sus preguntas se debe a algunos pasajes difíciles de las Sagradas Escrituras, como los que usted cita, y que transcribo a continuación:

Romanos 9:14-20: ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. (15) Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. (16) Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. (17) Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra.  (18) De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. (19) Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? (20) Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?  (21)  ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?

Estos textos, que deben analizarse e interpretarse a la luz de toda la Revelación divina, se refieren a la soberanía de Dios. Nos expresan que Dios es el Soberano de toda su creación, y, por tanto, tiene el derecho de salvar al que quiera y como quiera, y no tiene que dar cuenta a nadie, no solo por ser el Creador sino también por ser también el Redentor de sus criaturas. Pero Dios no es arbitrario, ni hace acepción de personas. Él tiene razones que sus criaturas no conocemos, y a unos convierte y salva, y a otros simplemente los deja en su maldad, pero estos últimos son los soberbios, y, también, “los que cambiaron la verdad de Dios por la mentira” (Romanos 1:25).

Naturalmente que un vaso es para honra, y otro para deshonra, no porque Dios los haya hecho así expresamente sino porque Dios así lo ha querido, permitiendo que unos se pierdan para siempre y otros se salven. Pero esto no es arbitrariedad. Dios no crea malas criaturas para que se pierdan sino que ellas mismas se pierden por sus equivocadas decisiones, tozudez y orgullo, y falta de amor a Dios y a sus semejantes.

A este respecto, podemos comprobar que las principales causas de perdición de los seres humanos son la soberbia y el orgullo, porque así nos lo confirma el apóstol Santiago cuando nos dice que “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6). Pero mejor leer algo más del contexto donde este verso se inserta:

Santiago 4:2-10: Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. (3)  Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. (4) ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. (5) ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? (6) Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.  (7) Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.  (8)  Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. (9) Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. (10) Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.

Estimado hermano, estoy totalmente de acuerdo con su siguiente párrafo:

“Entiendo que Dios nos creó, según vemos en Génesis, con cierta libertad para elegir, pudiendo desde un inicio escoger entre obedecer o desobedecer a Dios, de esta forma no actuamos de forma automática como robots” (Miguel).

Parece muy lógico, razonable y de sentido común, inferir que sin libertad no puede haber responsabilidad. Por tanto, si Dios nos hace responsables de pecar es porque tenemos la suficiente capacidad como para decidir no pecar. Pero solo Él que conoce todas las circunstancias y todas las motivaciones e intenciones de cada corazón humano es el único que puede juzgar con justicia.

Por consiguiente, cuanto mayor conocimiento de la verdad y mayor conciencia de la bondad o maldad de un acto tanto mayor responsabilidad será exigida por Dios, porque Él tiene en cuenta la malicia o inocencia de nuestras acciones. “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:17).

Pero hay algo de lo que no podemos dudar, y es que, tanto judíos como gentiles –es decir, todos los seres humanos–, “todos están bajo pecado […] (11)…No hay quien busque a Dios,… (12) No hay quien haga lo bueno […] (23)…todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro. 3:9,11,12,23).

¿Qué podemos deducir de la anterior terrible verdad? ¿Qué ha ocurrido en los seres humanos para que todos pequen sin excepción? La respuesta nos la da también el apóstol Pablo: Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos” (Romanos 5:19). Entendemos, pues, que el ser humano, aun cuando nace con una naturaleza carnal pecaminosa, es libre porque normalmente no es coaccionado ni interna ni externamente, pero está inclinado a pecar, en tanto en cuanto se dejar llevar por los deseos carnales, y vive en la carne, ajeno a las cosas espirituales y separado de Dios.

La Palabra de Dios, confirmada por nuestra experiencia, nos dice cuál es la realidad: todos nacemos con una naturaleza carnal pecaminosa, o inclinada al pecado, es decir, “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14). Y San Pablo insiste: “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8:7); “Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado” (Romanos 7:14). Esta es la condición que tienen todos los seres humanos desde que nacen físicamente.

Todo ser humano nace, pues, siendo incapaz de entender “las cosas que son del Espíritu de Dios”, y en “enemistad contra Dios”; características que, al ser propias de la naturaleza humana carnal, permanecen hasta que se produce la conversión y el nuevo nacimiento que procede del Espíritu de Dios; y, aunque nuestra débil naturaleza carnal no termina sino con la muerte primera, desde el momento de la regeneración, el creyente ya no se deja llevar por los deseos o concupiscencias de la carne (Santiago 1:12-18) –entiéndase que éstos no son solo los que se refieren al sexo, sino los que abarcan todos los aspectos humanos– porque es guiado por el Espíritu de Dios (Romanos 8:14), y lo carnal es controlado por el Espíritu Santo que mora en él, siendo solo entonces cuando ya no vive “según la carne, sino según el Espíritu” (Romanos 8:9). En ese momento es cuando el ser humano es verdaderamente libre, y es capaz de no pecar y también de pecar; pero aunque él viva en el Espíritu, tiene siempre libertad para pecar o no pecar, pues el Espíritu Santo no le manipula ni le esclaviza ni le transforma en un autómata incapaz de pensar, decidir y actuar por sí mismo.

“Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;  (31)  por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:30-31; ver también Romanos 3:24-28).

Por eso, se nos amonesta que “si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, (27) sino una horrenda expectación de juicio” (Hebreos 10:26). Veamos algunos textos más:

Hebreos 6:4-12: Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo,  (5)  y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero,  (6)  y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. (7) Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; (8)  pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada. (9)  Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. (10) Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. (11) Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza,  (12)  a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.

Hebreos 10:26-29: Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados,  (27) sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.  (28)  El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. (29) ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?

2 Pedro 2:9-22: sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; (10) y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores, (11) mientras que los ángeles, que son mayores en fuerza y en potencia, no pronuncian juicio de maldición contra ellas delante del Señor. (12)  Pero éstos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición, (13)  recibiendo el galardón de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. Estos son inmundicias y manchas, quienes aun mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores. (14) Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición. (15) Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad, (16) y fue reprendido por su iniquidad; pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta. (17)  Estos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre. (18) Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error. (19) Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció. (20) Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero.  (21)  Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado.  (22)  Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.

Seguramente, ahora comprendemos mejor por qué dijo Jesús, “que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Y también: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. (7) No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:6,7). Veamos algo de su contexto:

Juan 3:3-7: Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.  (4)  Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?  (5)  Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. (6) Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. (7) No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.

Por lo tanto, en el Reino de Dios no pueden entrar los que no sean “guiados por el Espíritu de Dios”, pues solo “éstos son hijos de Dios”Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:14,17).

Tanto Jesús como el Padre nos piden: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Jesús en ese capítulo habla de la ley moral, cuyo cumplimiento no debe ser legalista, pues no basta con no transgredir externamente sus mandamientos sino que va mucho más lejos, a las intenciones del corazón humano; lo que quiere decir que la ley moral no se cumple con actos voluntariosos que provengan de una persona no convertida que se limita a obedecer exteriormente una, más o menos, larga lista de mandamientos, sino que nos exige: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38)  Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-39).

Sin embargo, esta exigencia es imposible cumplirla en “la carne” porque en ella impera “la ley del pecado” (Romanos 7:25). Veamos parte del razonamiento de San Pablo:

Romanos 7:14-25: Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. (15) Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. (16) Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. (17) De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. (18) Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. (19) Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. (20) Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. (21) Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. (22) Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;  (23) pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. (24) ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?  (25)  Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.

Aunque el ser humano tiene libertad para elegir entre multitud de opciones posibles, porque nadie coacciona su voluntad, cuando vive carnalmente suele ser esclavo de sus pasiones y deseos; pero la única verdadera libertad proviene de reconocer la Verdad que es Cristo (Juan 14:6; 8:31-36; Romanos 6:16-22), y, de esta manera –cuando uno, además, reconoce su naturaleza pecadora y se arrepiente, pidiendo humildemente perdón a Dios– se recibe su Espíritu para vencer los deseos de la carne y a “la ley del pecado” con “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús” (Juan 8:31-36; Romanos 8:2).

Leamos a continuación otros textos del AT que se refieren a la responsabilidad individual del ser humano: “El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él” (Ezequiel 18:19-32). Pero tengamos en cuenta que este texto no se refiere a la muerte primera –la que todos conocemos– sino a la muerte eterna, es decir, la muerte segunda que recibirán todos los que sean juzgados y condenados por Dios en el día del juicio (Jn. 5:28-29; Ap. 2:11; 20:14; 21:8), ya que la muerte primera –de la que nadie se libra– no es más que un estado de inconsciencia que permanece hasta la resurrección del fin del mundo. Leamos su contexto:

Ezequiel 18:19-32: Y si dijereis: ¿Por qué el hijo no llevará el pecado de su padre? Porque el hijo hizo según el derecho y la justicia, guardó todos mis estatutos y los cumplió, de cierto vivirá. (20) El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él.  (21)  Mas el impío, si se apartare de todos sus pecados que hizo, y guardare todos mis estatutos e hiciere según el derecho y la justicia, de cierto vivirá; no morirá.  (22)  Todas las transgresiones que cometió, no le serán recordadas; en su justicia que hizo vivirá.  (23)  ¿Quiero yo la muerte del impío? dice Jehová el Señor. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos?  (24)  Mas si el justo se apartare de su justicia y cometiere maldad, e hiciere conforme a todas las abominaciones que el impío hizo, ¿vivirá él? Ninguna de las justicias que hizo le serán tenidas en cuenta; por su rebelión con que prevaricó, y por el pecado que cometió, por ello morirá.  (25)  Y si dijereis: No es recto el camino del Señor; oíd ahora, casa de Israel: ¿No es recto mi camino? ¿no son vuestros caminos torcidos?  (26)  Apartándose el justo de su justicia, y haciendo iniquidad, él morirá por ello; por la iniquidad que hizo, morirá. (27) Y apartándose el impío de su impiedad que hizo, y haciendo según el derecho y la justicia, hará vivir su alma. (28)  Porque miró y se apartó de todas sus transgresiones que había cometido, de cierto vivirá; no morirá.  (29)  Si aún dijere la casa de Israel: No es recto el camino del Señor; ¿no son rectos mis caminos, casa de Israel? Ciertamente, vuestros caminos no son rectos. (30) Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice Jehová el Señor. Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina.  (31)  Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel?  (32)  Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis.

¿Cuál fue la solución divina al problema causado por la pecadora humanidad?

Dios nos libra de la ley del pecado y de la muerte (la muerte segunda –la que tiene eternas consecuencias–) dándonos Su Espíritu cuando aceptamos a Cristo como Salvador y Redentor. Pero mejor veamos cómo nos lo relata el gran apóstol Pablo:

Romanos 8:1-4: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.  (3)  Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;  (4)  para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Es decir, la ley moral ya no puede condenarnos porque “nuestro viejo hombre –lo carnal– fue crucificado juntamente con él [Cristo], para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. (7) Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. (8) Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él” (Romanos 6:6-8). Es conveniente leer y comparar con los capítulos cinco y seis de Romanos, aunque aquí no los transcribimos:

Romanos 8:5-17: Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.  (6)  Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.  (7)  Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;  (8)  y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.  (9)  Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.  (10)  Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.  (11) Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.  (12)  Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; (13)  porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.  (14)  Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.  (15)  Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!  (16)  El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (17) Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Seguramente que con lo expresado hasta aquí usted va ser capaz de responderse a sí mismo la pregunta que se hizo:

“¿Realmente existe esta libertad o estamos bajo el control de Dios?” (Miguel)

Nadie puede discutir la soberanía de Dios sobre todas sus criaturas y sobre todo lo creado. Pero en su infinita sabiduría, y misteriosamente, Él lleva a cabo su plan de vindicación de su nombre y de instauración de su Reino, es decir, nada ni nadie se puede oponer a su voluntad, y, sin embargo, no coarta la libertad humana.

Y, finalmente:

3. ¿Para qué creó Dios a los que serán condenados?

Antes de intentar responderle hagámonos también otras preguntas, como por ejemplo:

Puesto que Dios conoce todas las cosas ¿por qué creó a los ángeles que Él ya sabía que se iban a rebelar para luego tener que condenarles a la muerte eterna?

¿Por qué creó después a los seres humanos si Él conocía anticipadamente que también iban a desobedecerle, y como consecuencia muchos se perderían para la eternidad?

Dios sabía que todo esto ocurriría, y por eso el Verbo (Juan 1:1-3), la Segunda Persona de la Trinidad se ofreció a sí mismo desde antes de la fundación del universo, para encarnarse y entrar en el mundo para rescatar lo que se había perdido (Mt. 18:11; Lc. 19:10; Jn. 6:39; Mr. 10:45; 1ª P. 18-22; etc.).

Dios en su infinita sabiduría y presciencia sabía que el germen del mal entraría y contaminaría sus criaturas; por eso Él diseñó el maravilloso Plan de salvación de la humanidad mediante la entrega de sí mismo: “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:19; ver también Juan 3:16);  “el cual [Cristo] se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo” (1 Timoteo 2:6). Veamos también algo de contexto de los pasajes citados:

1 Timoteo 2:3-6: Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador,  (4)  el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.  (5)  Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,  (6)  el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.

2 Corintios 5:18-21: Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;  (19)  que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.  (20)  Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.  (21)  Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Querido hermano Miguel, los que son condenados, es decir, los que se pierden, no son hijos de Dios sino del diablo (Juan 8:44; 1 Juan 3:8). Ellos han podido elegir a quien servir: a Dios, que representa el Sumo Bien, o al Diablo –del que procede todo mal–  (Dt. 30:19; Jos. 24:15; etc.).

Deuteronomio 30:19-20: A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; (20) amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar.

Juan 8:44: Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”.

1 Juan 3:8: El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.

Dios creó el género humano a partir de Adán y Eva, pero solo son hijos suyos los que han nacido de nuevo del “agua y del Espíritu” (Jn. 3:3,5), porque “lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:3-6). Dios aunque ha conocido a todas sus criaturas desde la eternidad, antes de que existieran, Él no las salva por decreto sino que procede a salvarlas cada una a su tiempo, y respetando siempre la libertad de las mismas. ¿Por qué Dios se privaría a sí mismo de obtener muchos hijos para la gloria solo a fin de evitar que se perdiesen los hijos malvados? ¿Sería eso justo?

4. ¿Por qué existe el mal? ¿Es Dios responsable de su existencia?

Primero de todo, aunque obvio, es necesario dejar claro que es inadmisible pensar que pueda ocurrir algo sin que este previsto por la omnisciencia y presciencia de Dios. Por tanto, nada puede sorprender a Dios, porque Él vive fuera del tiempo; porque para Él no hay pasado ni futuro sino un eterno presente. Su conocimiento, bondad y misericordia son infinitos. Con Su presciencia o pre-conocimiento el conoció lo que es el futuro para nosotros, los humanos, lo que está por venir (Isaías 46:9,10; Daniel 2:28,45; 1ª Pedro 1:2,18-20; Romanos 8:29-31; Efesios 1:4-12).

Isaías 46:9-10: Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí,  (10)  que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero;

Aunque Dios es soberano y Su voluntad es inmutable, no determina el futuro de Sus criaturas sino que respeta su libertad; pero nada se hará u ocurrirá que Él no quiera. Sin embargo, Él no es responsable del mal que permite hagan Sus criaturas en el ejercicio de su libre albedrío.

Por tanto, Dios supo desde el principio –antes de la creación del Universo y de que hubiera alguna criatura en él– que el mal iba surgir; estaba en Su Plan el que surgiera, no iba a ser una sorpresa, algo que le descolocase, o dejara fuera de juego; pues Él lo tenía previsto, y estuvo dispuesto a permitirlo para que sus criaturas lo experimentasen, y libremente optaran por participar en el mismo o rechazarlo, eligiendo el bien que solo puede venir de Dios.

Sin embargo, el que estuviera contemplado en su Plan no implica que Él lo creara en absoluto. Él odia el mal y el pecado y ama al pecador.

¿No sería una barbaridad decir que el Dios de amor, que se entregó a sí mismo para sufrir la muerte terrible en la cruz en la persona de Su Hijo para reconciliar al mundo consigo mismo y salvarle (Juan 3:16; Romanos 5:10; 2ª Corintios 5:19; Fil. 2:6-11) es el autor del mal?

Juan 3:16: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Romanos 5:10: Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.

2 Corintios 5:19: que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.

El mal es responsabilidad de las criaturas que, siendo originalmente hechas perfectas e inteligentes, al pervertirse, lo cometen –me refiero a Adán y Eva–. Es, pues, fruto y consecuencia del mal el erróneo uso de la libertad que Dios quiso dar a sus criaturas para que le honrasen y glorificasen. Dios quiso permitir el mal, pero eso no le hace autor del mismo. Él no lo creó. Dios, por su infinito amor, sabiduría y presciencia, eligió crear seres inteligentes, libres y perfectos sabiendo, desde el principio, que le traicionarían, se rebelarían contra Él –ahora me estoy refiriendo a los ángeles que se rebelaron–, y darían lugar a que el mal surgiera en un determinado momento de su creación. Dios habría podido crear seres que jamás hubieran decidido rebelarse contra Él. Pero eso hubiera sido restringir su libre albedrío, su capacidad de libertad. Serían una especie de “robots” programados para obrar siempre en el mismo sentido.

Dios, también, podría haber destruido a la primera criatura que osó rebelarse contra Él. Nada más fácil para Dios, que nada le es oculto, y que desde la eternidad sabía que en algún momento surgiría el mal en el Universo. Por tanto, cuando una de sus más excelsas y elevadas criaturas le cuestionó, poniendo en duda la justicia de sus leyes y de su gobierno, Dios habría podido hacer un rápido juicio sumarísimo, y condenarle a muerte por su rebelión. Pero no lo hizo, porque era necesario que el mal evidenciara toda su maldad, que diese sus frutos de crueldad e impiedad, que mostrase su verdadera cara. A ese primer ángel de luz que se rebeló, la Biblia le llama diablo y Satanás (Apocalipsis 12:7-9; 20:2-3).

Apocalipsis 12:7-12: Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;  (8)  pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.  (9)  Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. (10)  Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.  (11)  Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.  (12)  Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.

Si Dios hubiera acabado de raíz con el incipiente mal, terminando con su instigador, el resto de criaturas celestiales, al no conocer los frutos o consecuencias del mal, su obediencia a Dios no sería totalmente libre y por amor, sino que estaría condicionada por el temor a correr la misma suerte que el rebelde. Luego, sus criaturas ya no actuarían en plena libertad sino coaccionadas por el temor. Dios se habría convertido en un dictador al que habría que obedecer por la fuerza, y no por amor.

Pero Dios no permaneció pasivo, limitándose a permitir que entrara el mal, al pecar sus criaturas, sino que desde la eternidad tenía proyectado el antídoto contra el pecado que surgiría en el Universo. Él decretó que el mal y el pecado serían vencidos por el Sumo Bien, que es Él mismo, al hacerse carne en Cristo, la segunda Persona de la Divinidad que se ofrecería y sería destinado antes de la fundación del mundo;  o sea, antes de que apareciese el pecado, ya estaba decidido que entraría en este mundo mediante su encarnación, es decir, tomaría cuerpo humano, y “con su sangre preciosa, como de un cordero sin mancha”, es decir, con su vida perfecta y muerte expiatoria vencería al mal y al maligno, y serían rescatados todos los que creen en Él y le aceptan como su salvador (1ª Pedro 1:18-20).

5. Conclusión

Así como Adán y Eva eran “buenos en gran manera” hasta que libremente, es decir, haciendo uso del libre albedrío con que fueron creados, decidieron desobedecer a Dios, de la misma manera, fue creado el ángel de luz, “querubín grande, protector”, que se convirtió en el Diablo porque así lo decidió él mismo, y sin ninguna coacción externa se enorgulleció de sí mismo y ambicionó el poder de Dios. Por tanto, tuvo un principio como ángel de luz, y otro principio como diablo. El principio a que se refieren Jesús y el apóstol Juan no puede ser más que uno: el momento cuando cae en pecado, y decide rebelarse contra Dios.

El pecado entró en el Universo celestial cuando Lucifer, “el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9; 20:2-3), se rebeló contra Dios, poniendo en tela de juicio su justicia.

¿Por qué no acabó Dios inmediatamente con él para evitar que la rebelión se extendiese a una tercera parte de sus ángeles, e incluso a los seres humanos del planeta Tierra? Se nos ocurre que este acto hubiera solucionado el problema momentáneamente, pues, a partir de ahí, las demás criaturas obedecerían a Dios no por amor, sino por temor a correr la misma suerte que el que se rebeló. Sin embargo, Dios en su infinita sabiduría y justicia prefirió que los frutos de la rebelión se hicieran evidentes no solo para los seres celestiales sino para los humanos.

A este respecto, Jesús nos dio la parábola de la cizaña y, también, la explicación de la misma. Lo que nos permite entender algo mejor el porqué de la existencia del mal, y nos da la respuesta a la siguiente pregunta:

¿Por qué Dios ha dejado crecer y extenderse juntos “el trigo y la cizaña”? ¿Por qué no arrancó a ésta tan pronto nació y la quemó?

Mateo 13:25-30: pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.  (26)  Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.  (27)  Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?  (28)  El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?  (29)  El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.  (30)  Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.

La respuesta es fácil, y está en la Biblia: “Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?  (29)  Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.  (30)  Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega;” (Mateo 13:28-30).

El trigo y la cizaña deberán crecer juntos, y, al final de sus vidas, se verá cuáles han sido sus frutos si de trigo o de cizaña, y entonces vendrá el juicio (Mateo 10:30-43), y Dios creará un nuevo mundo sin la existencia del mal, dolor y muerte e inmunizado contra el pecado (2 P. 3:13; Ap.21). Nunca más habrá pecado en el Universo, y Cristo, nuestro Salvador, que hizo totalmente evidente la injusticia de los hombres y la justicia de Dios, reinará como Rey de reyes y Señor de señores por la eternidad. (Apocalipsis 19:13-16; 21:1-8, 23-27).

Ahora, aunque todo está bajo el control de Dios,  nos encontramos en el tiempo en que ha crecido la cizaña junto con el trigo, es decir, los hijos del diablo y los hijos de Dios, y la tierra pronto será segada (Mt 13.30, 39, Mr 4:29).

Mateo 13:30-43: Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.

Jesús explica la parábola de la cizaña

Mateo 13:36-43: Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. (37) Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. (38)  El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. (39) El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. (40) De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.  (41)  Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, (42) y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. (43) Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.

Marcos 4:29: y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.

Ya estamos en el tiempo de la siega, el trigo y la cizaña han crecido juntos, pronto veremos al Hijo del Hombre venir en las nubes a recoger a sus santos, “Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.” (Mateo 13:43).

Apocalipsis 14:14-20: Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda.  (15)  Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura.  (16)  Y el que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada.  (17)  Salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda.  (18)  Y salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras.  (19)  Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios.  (20)  Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios.

Los hijos de Dios y los hijos del diablo se reconocerán por sus frutos. Pero hasta que no den sus frutos no se distinguirá claramente el trigo de la cizaña, el bien del mal. Cuando todos los seres del Universo contemplaron lo que fue capaz de hacer el diablo y sus ángeles caídos con la Persona de Cristo, cuando vieron cómo burlaron, torturaron y crucificaron al Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:13,16), comprendieron hasta donde era capaz de llegar el mal personificado en el Diablo, que es homicida desde el principio (Juan 8:44), padre de mentira, y con todos sus hijos, los que le siguen, que le han elegido como dios y príncipe de este mundo.

Apreciado hermano, el sufrimiento es el precio de la libertad con la que Dios nos creó, teniendo en vista en su mente infinita un mundo mejor (2 P. 3:13; Ap. 21:1-8) en el que jamás volverá a reinar el pecado; “y el diablo que los engañaba” (Apocalipsis 20:10), y la bestia, y el falso profeta (Apocalipsis 19:20-21), y todos los hijos del diablo serán destruidos para siempre ((Apocalipsis 20:9).

No obstante, reconocemos que el mal es un misterio. ¿Cómo pudo surgir el mal? ¿Cómo unos seres perfectos, como los ángeles, y también Adán y Eva, que fueron creados directamente por Dios pudieron pecar atentando contra su Creador? Humildemente, debemos confesar que no lo sabemos: “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios” (Deuteronomio 29:29)

Deuteronomio 29:29: Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.

1 Corintios 4:5-6: Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.  (6)  Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros.

Mientras tanto llega el fin de este mundo, seamos “irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; (16) asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado” (Filipenses 2:15-16). Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, (12) enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, (13) aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, (14)  quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. (15) Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie. (Tito 2:11-15) 

Tito 3:1-8: Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. (2) Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres. (3) Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros.  (4)  Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres,  (5)  nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, (6) el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador,  (7)  para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.  (8)  Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.

En cuanto a su interesante sugerencia sobre realizar un estudio sobre la predestinación y la libertad de elegir, me complace poder informarle que, con distintos enfoques, ya he tratado estos temas en los siguientes artículos cuyos enlaces le remito:

Temas sobre la elección y predestinación tratados en mi web:

No obstante, quedo a su disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

Versión: 12-05-12

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Creo que nunca se me hubiera ocurrido abordar un tema tan controvertido, delicado y complejo como es el suicidio, si la estimada hermana Claudia no me lo hubiera pedido expresamente:

«Apreciado Carlos Aracil, reciba un fraternal saludo en Cristo Jesús.

Gracias por cada uno de sus comentarios y explicaciones de la Palabra. Han sido realmente edificantes para mí.
Hoy, le escribo para obtener información acerca del suicidio, qué sucede con los creyentes y no creyentes que toman esta decisión, si bien la Biblia no habla de este asunto en especifico si quisiera saber doctrinalmente que postura se puede tomar.
Gracias por su colaboración y disposición para explicar y enseñar a la luz de la palabra.
Cordial Saludo»
Claudia

Aunque en la Biblia existen varios casos de suicidio, –como por ejemplo, el del rey Saúl (1ª Samuel 31:4), Ahitofel, el conspirador contra el rey David, (2ª Samuel 17:23), y el caso del NT muy conocido, Judas, el traidor, que entregó a Jesús (Mateo 27:5; Hechos 1:18)– es cierto que no trata este espinoso asunto de forma específica.

Además, a mi me gusta tratar casos concretos que preocupan a unas personas determinadas,  que me consultan para aclarar sus dudas o para encontrar más sentido a la vida. ¿De que sirve hablar en general? ¿A quién ayuda? Teorizar sobre cualquier tema es una buena tarea intelectual, que hasta puede ayudar a aportar soluciones a determinados problemas. Pero, debido a la brevedad de la vida, tenemos que ser pragmáticos, y tratar de atacar o contrarrestar el mal, donde se encuentre, con el bien.

Intentaré explicarme. Lo que quiero decir es que, como en todo, es mejor prevenir que lamentar. Todos hemos pasado o pasaremos por momentos muy duros, difíciles, en los cuales podemos dejar de apreciar el don de Dios tan maravilloso que es la vida. Sin duda hay muchas circunstancias en la vida que nos pueden llevar a una situación extrema en la que no deseemos seguir viviendo.

Existen multitud de situaciones angustiantes en este mundo, que parece un valle de lágrimas a veces; y, quizá, tantas formas de reaccionar ante la adversidad como diversidad de personas existen. Por eso, nadie puede ni debe juzgar, por no disponer, en la mayoría de los casos suficiente conocimiento de las causas que han llevado a una persona al suicidio, pues depende mucho de su ideología, creencias, personalidad, etc. No podemos saber, por tanto, como juzgará Dios a los que hayan cometido ese tremendo pecado que atenta contra la vida, que es algo que no nos pertenece. Y tampoco nos corresponde a nosotros saberlo, ni podemos.

En lo que sigue a continuación, vamos a hablar de las causas más frecuentes de suicidio que se nos ocurren, y así como, formas de prevenirlo. Pero todo enfocado desde el punto de vista de un creyente cristiano.

2. Causas más frecuentes de suicidio

Aunque, desgraciadamente, existen muchas causas y situaciones sumamente negativas que lo pueden provocar, el desencadenante del suicidio, siempre dependerá del factor personal, de las defensas e instrumentos que cada persona tenga para enfrentarse al mismo. En primer lugar, Dios ha dotado a los seres humanos de un fuerte instinto de conservación o de supervivencia para preservación de la vida. Por tanto, para que un suicidio se lleve a cabo, dependerá de la forma que reaccione cada persona ante las circunstancias negativas externas e internas que le afectan.

Quiero decir, que unas personas están más capacitadas que otras para resistir el sufrimiento. Unas son más fuertes y otras más débiles, y no estoy hablando solo del ámbito físico, sino esencialmente del psíquico, de las experiencias positivas y negativas que hayan ido formando, el psiquismo, carácter y personalidad, de una persona desde la cuna, pasando por la niñez, adolescencia, edad adulta, madura y vejez. En cada etapa, es diferente, y se tienen unas motivaciones o fuerzas, capacidades y resistencias distintas.

Entre las causas más frecuentes que se me ocurren, –pues voy a referirme a ellas solo desde mi experiencia personal, sin recurrir a estadísticas o datos que en este momento no dispongo y que creo que no son absolutamente necesarios para el fin que me propongo en este articulo– están el consumo de alcohol y drogas, las enfermedades físicas y las psíquicas, los conflictos familiares y fracasos entre parejas, la falta de autoestima o el sentirse poco apreciado por los demás, las dificultades de subsistir sin ningún tipo de medios económicos y sin perspectiva de encontrar empleo, y también, fuertes sentimientos de culpabilidad por malas acciones, de las que no hemos sido capaces de arrepentirnos y reparar el mal cometido, como el caso de Judas Iscariote.

Sin embargo, en mi opinión, existe un factor común determinante que subyace en gran parte de los suicidios, que es el hastío por la vida misma y el no encontrarle su sentido. O sea no saber para qué se está en este mundo. Una buena parte de las depresiones provienen de llevar una vida insatisfactoria, sin sentido y vacía de contenidos trascendentes. Y esto proviene, fundamentalmente de que la mayoría de las personas, y particularmente los jóvenes viven, es decir, proyectan y planifican su vida de espaldas a Dios, como si Él no existiera, ni contara nada en sus vidas; no teniendo en cuenta que Dios tiene un propósito y un plan para cada uno de los seres humanos.

Si los padres se dieran cuenta de lo importante que es educar a sus hijos no con motivaciones materialistas sino con intenciones y propósitos de hacer la voluntad de Dios y de agradarle a él antes que a sí mismos, se reducirían en un porcentaje muy alto todos los tipos de suicidios. Los jóvenes, entonces, no se drogarían ni tomarían sustancias de ningún tipo que les perjudicaran, ya sea física o psíquicamente.

Si las enfermedades psíquicas como la depresión y otras de tipo  mental son terribles porque impiden gozar de la vida e inclinan a mucha gente al suicidio, no son menos crueles las físicas que se desarrollan con dolor constante y crónico, siendo algunas incapacitantes. Además, muchas de ellas no tienen cura y la única esperanza que tienen los que las padecen es que la muerte acabe cuanto antes con los sufrimientos y con una vida casi vegetativa.

A veces me he espantado al pensar cómo podría sobrellevar una desgracia física como la de quedar tetrapléjico. Recuerdo un caso que se hizo muy famoso en España, del que se hizo la película “Mar adentro”, el de Ramón Sampedro, tetrapléjico durante 30 años, postrado en la cama, necesitando asistencia constante para todas sus necesidades fisiológicas, que gozando de una mente bien equipada, decidió poner fin a su vida en 1998; y como él no podía hacerlo, dada su incapacidad física, recurrió a su amiga, quien le proporcionó,  y le ayudó a beber, el veneno que acabó con su vida. Carecer de movilidad, y además verse incapacitado para valerse por sí mismo, ni para la más mínima y elemental necesidad física es terrible.

Otra cosa que he temido es verme en una situación de pobreza como la que han llegado muchas personas en estos tiempos de crisis que vivimos. ¿No es espeluznante estar desposeído de un techo para guarecerse, no disponer, por tanto, de un sitio para vivir, ni tener dinero para saciar la más elemental necesidad de sustento diario, ni familiares, ni amigos, ni nadie a quien recurrir. ¿Y si se pierde la razón?

Sin embargo, no es necesario, ir a estos extremos tan drásticos, cualquier persona está expuesta a sufrir depresiones, desde una ligera tristeza, pasando por distintos grados y tipos, hasta la más profunda depresión, que te hace ver  todo a tu alrededor cubierto de negros nubarrones. Entonces, para esa persona la vida no tiene sentido, y no puede encontrarlo de ninguna manera.

Como le ocurrió al sabio Salomón, es fácil que el hombre caiga en el desánimo, en la tristeza y en la aflicción de espíritu:

Eclesiastés 2:17-18: Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu. (18) Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí.

3. Cómo prevenir y evitar el suicidio

El enfoque y tratamiento de este tema puede también ser distinto si nos referimos a creyentes o no creyentes. Nuestro punto de vista, como ya advertimos, es el del cristiano, y, por tanto, reconocemos que la vida es un bien sagrado que solo corresponde a Dios darlo o quitarlo, porque Él es el Creador, el Autor de la vida, y le pertenecemos. Los cristianos creemos firmemente que nada es nuestro y menos la vida porque somos administradores y mayordomos de todo lo que Dios nos ha dado, empezando por la vida.

La solución está en la prevención y en la higiene mental. Lo esencial es encontrar el verdadero sentido a la vida. Abandonar las ideas materialistas que nos llevan a la espiral de consumismo, y de afán por acumular riquezas. Rechazar el egoísmo, es decir, el pensar siempre en beneficio propio sin que nos importen nada los demás. Auto-convencerse de la gran verdad que dijo nuestro Señor Jesús: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35), y practicarla con obediencia.

La vida es servicio a los demás y a Dios. Fuera de esto la vida tiene poco sentido, pues es efímera y conlleva, por lo general, más amarguras que goces.

Si no amas y no eres amado te deprimes y la vida no tiene sentido, y este sentimiento te puede llevar a una fatal decisión como el suicidio, que es irreversible.

Por eso es tan importante creer en Dios, pues sin Él nada somos (Hechos 17:25,28). Vivir ajeno al Creador es terrible pues las criaturas somos frágiles y débiles; y hasta el que se crea más fuerte en este mundo puede sentirse desamparado cuando las cosas vienen mal, o cuando llega la desgracia, la enfermedad, la vejez o la muerte.

1 Corintios 10:12-13: Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.  (13)  No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.

2 Pedro 2:9: sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio;

Job 12:10: En su mano está el alma de todo viviente, Y el hálito de todo el género humano.

4. Conclusión

En resumen, podemos comprender el suicidio pero nunca justificarlo, pues en la mayoría de los casos, es consecuencia de las propias decisiones que hemos ido tomando a lo largo de la vida. Casi siempre es consecuencia de nuestros errores, y de haber ignorado a Dios. Nadie puede ni debe juzgar a los suicidas. En teoría, me atrevería a decir, que ningún cristiano auténtico, se suicidaría, pues su vida no es suya sino de Dios, y Él nos pedirá cuentas de como la hemos usado –recordemos, por ejemplo la parábola de los talentos (Mateo 25:15-30). O bien, los siguientes pasajes:

1 Corintios 6:19-20: ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?  (20)  Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

¿Qué podemos hacer los cristianos ante la gran cantidad de suicidios que se llevan acabo en el mundo entero? Solo predicar el Evangelio de salvación, y tratar de llevar luz y consuelo a tantas almas que están confundidas, amargadas, decepcionadas, apartadas y separadas e ignorantes de Dios, y creer firmemente que Dios proveerá siempre la salida para toda situación crítica, “no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”. (Santiago 1:6)

Romanos 8:28:  Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

La clave para solucionar este problema del suicidio, como tantos otros de falta de valores morales y espirituales en que se encuentra inmersa la sociedad en que vivimos, consiste en conducirnos en toda situación pensando en agradar al Padre celestial y eterno antes que a nosotros mismos, comportarnos coherentemente con la creencia de que Dios existe y nos premiará o castigará según nuestros actos. Y, sobre todo, obedecer y creer en el Evangelio de la salvación por Gracia como una norma de conducta y de vida.

Quedo a su entera disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Bendiciones

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

EL PROBLEMA DEL MAL
Versión 11-01-11

Carlos Aracil Orts

 1. Introducción

Estimado hermano en Cristo, es para mí una gran satisfacción y alegría que un residente en Seattle (USA) haya visitado mi modesta Web www.amistadencristo.com, y me haya contactado. Tu pregunta, que transcribo a continuación, es muy buena, y también muy clara y concisa. Mi respuesta, debería serlo también. 

“En el relato de Noé y el diluvio, Dios decide exterminar a todo ser viviente, por causa del pecado que había en la tierra, mi pregunta es, ¿cual fue el propósito de Dios al destruir al hombre? ¿Destruir el pecado? ¿O solo destruir al hombre?  En concreto ¿Cual era el propósito que Dios quería con el diluvio?”

2. El pecado no se puede destruir por la fuerza sino sólo con el sacrificio de Cristo

Es indiscutible que el pecado después del diluvio continuó existiendo, y permanecerá hasta el fin del mundo en la Parusía de nuestro Señor Jesús. Por tanto, Dios, sin lugar a dudas no pretendió erradicar el pecado de la Tierra de una vez por todas en el Diluvio. Esto lo hará cuando termine el juicio de las naciones en el fin del mundo (Mateo 25:31-46; Apocalipsis 20:10-15; 21:1-27-22:1-7; 2ª Pedro 3:6-13).

2ª Pedro 3:6-7: “por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; 7 pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos.”

El plan de Dios para eliminar el pecado fue la entrega de su Hijo a la muerte en sacrificio por el pecado de todos nosotros (Daniel 9:24; Isaías 53:5,10,12; Juan 1:29; etc..).

Daniel 9:24-26: “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. 25 Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. 26 Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías…”

Juan 1:29: “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Isaías 53:5,10-12“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados[…] 10 Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. 11 Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. 12 Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.

3. ¿Por qué destruyó Dios a los antediluvianos?

Dios no utilizó la destrucción para eliminar el pecado en la Tierra, pues de querer hacerlo así, tendría que haber eliminado a la primera Pareja (Adán y Eva) y creado otra, a continuación; pero no lo hizo, en primer lugar, porque es infinitamente misericordioso; y en segundo lugar, porque quiso mostrar al Universo las consecuencias del pecado y de la rebelión contra Él. Se hacía necesario desenmascarar al pecado  que siempre trata de revestirse de una apariencia de justicia;  también, evidenciar claramente adónde es capaz de llegar la maldad del pecado, y, además, para que se pudiesen distinguir claramente los hijos de Dios de los hijos del diablo. Era imprescindible que el pecado se mostrase tal cual es, y ello precisaba un tiempo de desarrollo. Un tiempo en que cada alma humana fuese probada a quien quería seguir, si a Dios para salvación, o Satanás para perdición.

La parábola del trigo y la cizaña

La parábola del trigo y la cizaña que se encuentra en Mateo 13:24-30 y la explicación de la misma por el mismo Jesús que se encuentra en Mateo 13:37-43, es muy descriptiva y aleccionadora.

Mateo 13: 24-30: Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; 25 pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. 26 Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. 27 Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? 28 El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? 29 El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. 30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.

Explicación de la parábola de la cizaña por el mismo Jesús.

Mateo 13:36-43: Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. 37 Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. 38 El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. 39 El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. 40 De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. 41 Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, 42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. 43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.

No se podía arrancar la cizaña antes de que creciese, pues se podía confundir con el trigo, y arrancarlo también. Es decir, era necesario, que cada cual se realizase como lo que era, trigo o cizaña, y al final, a la cosecha, se recogería primero la cizaña para quemarla, y luego al trigo para llevarlo al granero. Así es el juicio de Dios. Sin embargo, Dios da la solución al pecado, entregando a su único Hijo, mostrando a la vez su misericordia hacia nosotros y su justicia mediante el hijo que muere por nuestra penalidad y culpa: “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a sufijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16).

Dios destruyó a la humanidad antediluviana a causa de “que la maldad de los hombres era mucha en la Tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5; ver también 6:11,12,13).

Sin embargo, no necesito darte mi opinión como respuesta, pues la misma Biblia pone en Boca de Dios la respuesta, y por tanto ya no hay lugar a dudas:

Génesis 6:13: “Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos;  y he aquí que yo los destruiré con la tierra.”

La Tierra se había llenado de tal cantidad de violencia, como jamás nadie había imaginado que fuese posible suceder. La vida de las personas peligraba constantemente. Aún así Dios les amonestó durante 120 años (Génesis 6:3) por medio de su pregonero de justicia Noé (2ª Pedro 2:5-9; 1ª Pedro 3:20; Hebreos 11:7), y no se arrepintieron. Además, se debe tener en cuenta, que la longevidad media de entones no era como ahora de unos 70-80 años, sino que era muy elevada, del orden de unos 800-900 años. Notemos que Noé vivió 950 años en total; de los cuales 350 años fueron después del diluvio (Génesis 9:28,29). Esto evidentemente hacía que la maldad y la violencia se hicieran insoportables por perpetuarse en el tiempo. Pensemos que Dios nunca se equivoca, y no hace o permite nada que vaya contra sus eternos designios de toda su voluntad inmutable, siempre para bien de la humanidad, pues Dios es un Dios de amor. (1ª Juan 4:8-10).

1ª Juan 4:8-11: “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. 9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. 

4. Conclusión

La existencia del Diluvio fue confirmada por el propio Jesús (Mateo 24:37; Lucas 17:26). Las personas vivían ajenas a Dios y a su voluntad: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.” (Génesis 6:5).

Dios es infinitamente misericordioso, y da el tiempo y las oportunidades para que todos se arrepientan, no queriendo que nadie se pierda, pero también es justo y no permitirá que el mal se perpetúe para siempre y que quede sin castigo. Él ha provisto el Plan de salvación mediante Jesucristo, “para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16).

El juicio de Dios a los antediluvianos es una advertencia y un ejemplo para la humanidad de hoy, de lo que sucederá en el fin del mundo, y del juicio final, cuando el Hijo del Hombre venga por segunda vez a separar el trigo de la cizaña, la cual está destinada a ser quemada al igual que este planeta con todos los inicuos. (Lucas 17:29,30; 2ª Pedro 2:4-9; 3:5-13)

Lucas 17:26-30: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. 27 Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. 28 Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; 29 mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. 30 Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.”

2ª Pedro 2:4-10: “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio; 5 y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos; 6 y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, 7 y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados 8 (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos), 9 sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; 10 y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío.

2ª Pedro 3:5-7,10-13: “Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, 6 por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; 7 pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos.[…] 10 Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. 11 Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, 12 esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! 13 Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.”

Con la ayuda de Dios, espero haber contestado adecuadamente a tus reflexiones, no obstante, si deseas hacer alguna aclaración o comentario a este estudio o a cualquier otro, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

Bendiciones

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com


Referencias Bibliográficas

*Los textos bíblicos citados son de la Biblia Reina-Valera, 1960, salvo que se indique otra cosa.

Aprendamos a pensar como Dios

 
Versión 28-08-15

Carlos Aracil Orts

1. Introducción.*

Estimado Julio, me alegro de tener noticias de ti, y de saber que sigues estudiando la Palabra de Dios, y con ella los grandes e importantes temas espirituales que atañen a la salvación del ser humano.

Primero de todo, veamos tu interesante comentario y pregunta:

“Al final de tu artículo sobre “Cómo entender las guerras en el Antiguo Testamento” refieres:

“Con la vida, muerte y resurrección de Jesús se inicia la dispensación de la iglesia de Cristo, y ya nunca más son permitidas las acciones violentas y las guerras de cualquier tipo, ni hay ninguna justificación de las mismas (Mateo 5:21-24, 44, 45).”

«Me pregunto por qué antes si están permitidas las guerras y después ya no…

«Muchas gracias por tu atención».
(Julio)

La pregunta que me formulas en tu escrito es muy buena, y se inserta en el contexto del problema de la existencia del mal en el mundo, producto de la rebelión del hombre contra Dios. Si queremos obtener algún entendimiento al respecto tenemos que tratar de ponernos en el lugar de Dios, ver el citado problema y su solución desde la perspectiva de Dios, empatizar con Él.

¿Qué hubiera hecho yo si fuera Dios, habiendo creado a unos seres que se rebelan contra mí? ¿Los hubiera exterminado a todos y habría empezado una nueva creación? O ¿dejaría que se desarrollara todo el proceso y saliera a luz el trigo y la cizaña, el bien y el mal, pero mostrando al mundo el camino, la verdad y la vida, para alcanzar la eternidad en un nuevo mundo donde ya no reine el pecado la muerte y el diablo?

Sin más preámbulos, voy a tratar de responderte, aun siendo consciente de nuestras grandes limitaciones y de que, hasta que seamos glorificados y lleguemos a la eternidad, tendremos que convivir con muchos misterios, empezando por el misterio del mal, seguido por los de la vida, la muerte y el de nuestra Redención en Cristo Jesús –Dios que se encarna y se humilla hasta lo sumo (Jn. 3:16; Fil. 2:6-11; 1 Tim. 3:16) para liberarnos del pecado y de la muerte y darnos la vida eterna (Juan 6:47; 8:31-36, 51; etc.).

2. ¿Respalda Dios las guerras justas y santas si es que hay alguna que merezca estos adjetivos?

Posiblemente, a partir del párrafo que citas de mi artículo –“Cómo entender las guerras en el Antiguo Testamento”–  podría inferirse que, puesto que ahora –y desde la era cristiana– ya no están permitidas las guerras, antes sí lo estaban.

Realmente, esa conclusión no sería correcta, y siento mucho que mi imperfecta expresión, en esas frases citadas, pueda haber dado lugar a esa interpretación. Dios nunca permitió ningún tipo de violencia, ni siquiera la verbal, de un ser humano contra otro (Mateo 5:21-26), y ¿qué son las guerras más que violencia en cantidad?

La violencia y las guerras se iniciaron con la corrupción de la naturaleza humana; la ley del amor que Dios había grabado en la naturaleza humana se transformó en egoísmo, envidia, odio, etc. Poco después de la Caída de Adán, Caín mató a su hermano Abel, por envidia. En el mundo antediluviano pronto se multiplicó la maldad, hasta tal punto que “todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5-7).

La maldad, violencia y guerras son fruto de la depravación del ser humano caído, y de las equivocadas decisiones de su libre albedrío. Dios se vio obligado a intervenir para destruir, por medio del Diluvio, a los seres humanos cuya maldad había alcanzado cotas insospechadas en esa época del mundo (Gn. 6:5-8,10-21; cf. Mt. 24:38,39; Lc. 17:27; 2 P. 2:5). Y más tarde, de forma puntual, también actuó directamente destruyendo por fuego las depravadas ciudades de Sodoma y Gomorra (Gn. 18:20-33; 19:1,24-29; cf. Mt. 10:15; 11:24; Mr. 6:11; Lc. 10:12; 17:29; 2 P.  2:6; etc.).

Las causas de las guerras

El apóstol Santiago –divinamente inspirado–nos da más luz de las causas de las guerras, en los siguientes textos:

Santiago 4:1-4: ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?  (2)  Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.  (3)  Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.  (4)  ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.

Jesucristo vino a crear en nosotros su Reino, que es un Reino de paz:   “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9; ver también, 5-12).

Mateo 5:5-12: Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.  (6)  Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. (7) Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. (8) Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. (9)  Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. (10) Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. (11) Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. (12)  Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

Las guerras demuestran el fracaso del hombre de querer vivir a espaldas de Dios y de su voluntad. Él dejó que libremente se desarrollara la humanidad antediluviana, y ya vimos que, a consecuencia del elevado grado de maldad y violencia que alcanzó, Dios la destruyó, salvándose solo Noé y su familia (2 Pedro 2:5-9). Sin embargo, los supervivientes del Diluvio tampoco aprendieron la lección, y habrían desembocado en una situación de violencia y maldad semejante a la de sus antecesores, si Dios, esta vez, no hubiera intervenido, revelándose a Noé, Abraham y Moisés, etc. hasta llegar a la revelación máxima de sí mismo que es Jesucristo:

Hebreos 1:1-3: Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, (2) en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; (3) el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

Dios intervino de forma directa, especial y única en la historia de la humanidad, por medio de su pueblo elegido, para poner límite y fin a la violencia y maldad cuando ellas colmaban el vaso de la paciencia de Dios.

Israel, pues, dio testimonio del Dios vivo, preservó su Palabra, y en su seno nació Jesús, “Dios manifestado en carne” (1ª Timoteo 3:16).

La formación de Israel se realizó en tiempos de gran violencia y maldad. Las naciones de alrededor eran totalmente corruptas, adoraban ídolos y les ofrecían sacrificios humanos para conseguir sus favores (Dt. 12:31; 18:9-14; etc.).

La destrucción y conquista de Canaán se produce, como un juicio de Dios, cuando la maldad de esos pueblos ha llegado al colmo. Dios les dio más de cuatrocientos años de tiempo de gracia para que se arrepintieran. Ellos habían oído del Dios de Abraham, Isaac y Jacob, también oyeron de las maravillosas señales y prodigios que Dios hizo con el pueblo de Israel para liberarles de la esclavitud de Egipto (Josué 2:9-10; 9:1-4), y sin embargo no se arrepintieron de su maldad.

Las guerras que Dios ordenó fueron necesarias para que Israel pudiese sobrevivir, y para que las otras naciones conocieran cual era el Dios vivo y eterno. Y la preservación de Israel fue imprescindible para que el Mesías prometido llevara la salvación y el perdón de pecados a todas las naciones. Las guerras santas (Deuteronomio 20; 1ª Samuel 15:3,18) eran para la ejecución de los juicios de Dios sobre esas naciones, y debían realizarse cumpliendo estrictamente las leyes que Él había dado. Los pueblos paganos precisaban conocer que se trataba de un castigo del Dios verdadero, el Dios de Israel, ejecutado por la mano de este pueblo.

Además, Israel debía de aprender en su propia carne lo que le ocurriría cuando, apartándose de Dios, se volviera a los dioses de las naciones que le rodeaban, cometiendo, al igual que ellas, todo tipo de perversiones. Las guerras sólo las ganaban cuando coincidían con la voluntad de Dios. Cuando, por su propia iniciativa acometían una invasión, por mucho ejército que tuvieran, eran vergonzosamente derrotados. Esto se hizo evidente en multitud de ocasiones, y finalmente, cuando se contaminaron de la idolatría de las naciones y adoptaron sus costumbres depravadas, Dios permitió que fueran vencidos por Babilonia y deportados allí.

Cuando nos situamos en la perspectiva correcta, entendemos que se trata de la extraña obra de juicio y de castigo de Dios a los pueblos que han sobrepasado los límites de la perversión (Isaías 28:21). Esta extraña operación es llevada a cabo en un momento concreto de la historia y en unas circunstancias especiales. Un momento único y crucial en el que Dios interviene directamente en la historia de la humanidad para darse a conocer como el Creador, el único Dios verdadero y eterno, y para evitar que la maldad y la violencia volvieran a multiplicarse. Es el inicio del plan de salvación para la humanidad. Por tanto, con ese propósito, elige, prepara y forma un pueblo del que vendría el Mesías, por el que recibimos la salvación.

Aunque sabemos que las guerras santas del pueblo de Israel, plantean serios interrogantes morales, difíciles, todavía, de comprender, y que no pretendemos haber contestado a todos, creemos que lo escrito en este ensayo presenta argumentos y cauces razonables de interpretación de las citadas guerras ordenadas por Dios mismo.

En este contexto se inserta mi polémico párrafo que te ha hecho suscitar tu pregunta:

“Con la vida, muerte y resurrección de Jesús se inicia la dispensación de la iglesia de Cristo, y ya nunca más son permitidas las acciones violentas y las guerras de cualquier tipo, ni hay ninguna justificación de las mismas (Mateo 5:21-24, 44, 45)”.

Nunca estuvieron permitidas las guerras, pero Dios tuvo que elegir y formar a un pueblo, el cual tendría que crecer y sobrevivir ejerciendo fe en Dios, porque, de lo contrario, las naciones que le rodeaban, que eran más fuertes y numerosas, fácilmente habrían acabado con el débil pueblo de Dios, pobremente armado y sin conocimiento de las artes de la guerra puesto que eran pastores nómadas y agricultores. De hecho Dios muchas veces les dio la victoria sin que ellos tuvieran que luchar con sus armas –enviando a sus ángeles– y con su infinito poder pudo arrasar todo lo que se oponía a su voluntad, pero Él, quiso que su pueblo luchara para defenderse siguiéndole por fe en su salvación, y para mostrarse al mundo como el Todopoderoso.

3. Conclusión

Con todo lo que he escrito hasta aquí, pretendo que nos situemos en el punto de vista adecuado, el contexto bíblico e histórico, para comprender el hecho de que Dios ordenó la guerra y el exterminio de algunas naciones para que Israel se consolidase como pueblo portador de su testimonio, y pudiera manifestarse en Cristo en el momento adecuado de la historia (Gálatas 4:4). Ahora, desde la perspectiva actual, e incluso desde varios siglos antes del comienzo de la Era cristiana, no se justifican guerras de ningún tipo, ni agrada a Dios cualesquiera que sean los actos de violencia, pues Dios siempre ha sido un Dios de paz y de amor. Como ya hemos visto, sólo la maldad de los hombres es la causa de las guerras, y Dios, en su gobierno providente ha tratado siempre de reducir y limitar la violencia, sin coaccionar la libertad humana.

Por tanto, el mandato de Dios a Israel para que conquiste Canaán, no puede ser tomado como que Dios justifica las guerras en ninguna época del mundo, si acaso podríamos pensar en una guerra en defensa propia, pero los cristianos creemos en la no-violencia, y nunca tomarse la justicia por nuestra propia mano, dejar que sea Él que juzgue, y el que nos defienda de los enemigos, y si fuere necesario debemos entregar nuestra vida por Cristo.

Mateo 5:5-12: Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.  (6)  Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. (7) Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. (8) Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. (9)  Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. (10) Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. (11) Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. (12)  Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

Lucas 9:24: Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.

Juan 12:25-26: El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.  (26)  Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.

Espero haber sabido explicar la forma correcta de entender o el verdadero sentido del párrafo citado arriba, que ha suscitado tu cuestionamiento, aunque soy consciente que este tema sigue siendo difícil de comprender, pero como dije al principio, juguemos un poco a “ser Dios”: ¿cómo actuaríamos para impedir las guerras sin coartar ni coaccionar la voluntad humana, es decir, sin determinar su libre albedrío?

Quedo a tu disposición en lo que pueda servirte.

Un fuerte abrazo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que expresamente se indique otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Versión: 07-06-2020

Carlos Aracil Orts

1. Introducción.*

Nadie podía imaginar que una especie de gripe, producida por un desconocido virus en un lugar tan lejano, para los que vivimos en occidente, como Wuhan (China), iba a convertirse en una pandemia que afectaría al mundo entero, produciendo estragos no solo en la salud, con miles de muertos, sino también produciendo tan demoledores efectos sobre la economía, que los entendidos dicen que hay que remontarse a las crisis provocadas por la primera y segunda guerras mundiales, para encontrar efectos comparables o similares. 

Antes de surgir esta pandemia del coronavirus no apreciábamos la libertad que poseíamos de poder salir de casa cuando nos apeteciera, e ir a cualquier sitio que se nos ocurriera. Se cumple una vez más que es necesario que se nos prive de algo para que entonces lo valoremos en su justa medida.

Todo este enorme drama que ha causado este desconocido virus, que ha trastornado nuestras vidas, debe servir para hacernos reflexionar:

¿Puede ser esta pandemia una especie de preludio de peores males que sobrevendrán, como una advertencia de Dios, para prevenir a un mundo que le ignora y que se rebela contra Él, a fin de que rectifique y no siga por el camino que conduce al abismo y a la perdición?

Mucha gente vivía inmersa en los afanes de este mundo, trabajando muchas horas a lo largo del día, quizá pluriempleada,  a fin de poder llegar a fin de mes, o bien para poder permitirse ciertos caprichos. Esto causaba que los padres y madres de familia apenas tenían tiempo para comunicarse entre sí, ni para satisfacer las necesidades educativas y psicológicas de sus hijos, en edad escolar, o incluso adolescentes.

Tampoco apreciábamos la importancia de reunirse con la familia y con los amigos. De lo natural que era el contacto social y familiar, el abrazarse y besarse.

Ahora comprendo mejor lo que significa carecer de libertad; me acordé de los presos en las cárceles, los que aún en muchos lugares de este planeta viven en condiciones penosas, por estar confinados en espacios reducidos e insalubres y con comida escasa y de mala calidad.

Todo el sufrimiento que ha habido, y sigue existiendo, en este mundo, tiene como causa el vivir de espaldas a Dios,  ignorarle y rebelarse contra su ley de amor y contra su Palabra revelada.

Por poner unos pocos ejemplos, de nuestra historia reciente, recordemos el terrible sufrimiento de los presos en los campos de concentración nazi.  Y lo que es aún más misterioso, las terribles persecuciones y torturas que los dirigentes católicos de la Inquisición llevaron a cabo, apresando, torturando, para terminar quemando en la hoguera, a cientos de miles de personas, cuyo único delito cometido era discrepar de la fe católica. Lo más terrible de la Inquisición es que torturaba y exterminaba a las personas en nombre de Dios y de Cristo, a fin de mantener pura la fe cristiana.

Aunque hoy día no es frecuente que unos, que se llaman cristianos, quieran destruir a otros, siguen coexistiendo las falsas religiones cristianas con las verdaderas; siendo aquellas las que engañan con doctrinas demoniacas a sus fieles, y además les extorsionan. Como, el apóstol Pablo, denunció proféticamente “como “lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hechos 20:28-30).

Leamos ahora, al respecto unos pasajes proféticos de la Palabra de Dios, que nos pueden hacer reflexionar para hacernos conscientes de a qué extremos ha llegado y puede llegar la maldad de los seres humanos.

Apocalipsis 18:1-4, 20-24: Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria. (2) Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible. (3) Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites. (4) Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; (5) porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades. […] (20) Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros, santos, apóstoles y profetas; porque Dios os ha hecho justicia en ella. (21) Y un ángel poderoso tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y la arrojó en el mar, diciendo: Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada. (22) Y voz de arpistas, de músicos, de flautistas y de trompeteros no se oirá más en ti; y ningún artífice de oficio alguno se hallará más en ti, ni ruido de molino se oirá más en ti. (23) Luz de lámpara no alumbrará más en ti, ni voz de esposo y de esposa se oirá más en ti; porque tus mercaderes eran los grandes de la tierra; pues por tus hechicerías fueron engañadas todas las naciones. (24) Y en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra.

No obstante este dramático tiempo que estamos viviendo por el obligado y necesario confinamiento en nuestras casas,  puede ser un buen momento para que lo aprovechemos para crecer espiritualmente y obtengamos más paz, por medio de la unión con Cristo, que es el único que nos da a conocer a Dios, porque es uno con el Padre (Jn. 10:30).

Juan 10:27-30: Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, (28) y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. (29) Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. (30) Yo y el Padre uno somos.

Sin embargo, para conseguirlo necesitamos discernimiento para distinguir entre lo verdadero y lo falso, y además tomar consciencia de adónde se dirige este mundo.

2. ¿Adónde se dirige este mundo?

¿Qué rumbo, en general, estamos llevando la mayoría de las personas que vivimos en este mundo? ¿Para qué nos afanamos tanto? ¿Cuáles son nuestros objetivos?

¿No es cierto que cuando oímos la radio, vemos la TV, o leemos la prensa, nos enteramos de lo mucho que abundan la llamada violencia de género, la miseria y pobreza en la que viven tantas personas, la falta de dirección y de valores morales de muchos jóvenes, que no buscan otra cosa que emborracharse los fines de semana, o evadirse a través de, cada vez más, distintitos tipos de drogas, con lo que no consiguen sino hacerse esclavos de las mismas y deteriorar su salud?

¿Qué decir de los conflictos bélicos que subsisten y no paran en todo el planeta, y que han provocado la desbandada de tantos inmigrantes huyendo de sus países de origen a fin de salvar sus vidas? ¿Y qué pensar del afán armamentístico de las naciones, que invierten millones de dólares en armas  cada vez más sofisticadas, algunas de ellas de destrucción masiva?

¿No se podría hacer un mundo mejor invirtiendo esos tremendos capitales en crear industrias y puestos de trabajo, ayudando a los países más desfavorecidos del tercer mundo?

A la vista de todo ello, me viene a la mente la amonestación con que el apóstol Pablo advertía a sus coetáneos de Roma hacia la mitad del siglo I d. C.:

“[…] habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.  Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; (29) estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades;) murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres,  necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia;  quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (Romanos 1:21-32).

¿Acaso esta depravada sociedad que tan gráfica y lúcidamente describe el Apóstol no retrata la nuestra, que nos ha tocado vivir?

3. ¿Cómo podemos vencer al virus del mal sino es haciendo el bien (Romanos 12:21)?

Sabemos, y creemos firmemente, que Dios hace que los males reviertan en bienes para los que le aman (Ro. 8:28).

Romanos 8:28-39 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

Viene muy a propósito que meditemos en los mandamientos de la Palabra de Dios que están en el contexto del versículo de Romanos 12:21, que inspira el enunciado de este apartado. Ellos, aunque conforman la Ley de Cristo (1 Co. 9:20-21), quizá sean mucho menos conocidos que los famosos Diez mandamientos de las “tablas de piedra o del testimonio” (Éx. 31:18; 34:28; Dt. 9:9;10:1; etc.) que Dios dio a Moisés. Sin embargo, los cristianos no somos juzgados por esta ley sino solo por la ley de Cristo.

Romanos 12:9-21: El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. (10) Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. (11) En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; (12) gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración; (13) compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. (14) Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. (15) Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. (16) Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. (17) No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. (18) Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. (19) No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. (20) Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. (21) No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

Por eso debemos preguntarnos, ¿cómo estamos afrontando las perniciosas consecuencias de esta tremenda pandemia? ¿Nos acerca a Dios o por el contario nos aleja de Él? ¿Nos estamos dejando deprimir, para caer en el desánimo?

¿Cómo estamos gestionando esta difícil situación que nos ha hecho no solo más pobres, sino que también nos está impidiendo relacionarnos con los familiares y amigos que no conviven con nosotros, y que antes de esta situación podíamos visitar y hablar con ellos cuanto quisiéramos? 

Esta pandemia con todos sus males pasará pronto, aunque algunas cosas tardarán algo más en volver a la normalidad, y otras nunca volverán a ser de la misma manera. Sin embargo, lo esencial es que hayamos aprendido la lección, porque “Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos” (Hebreos 12:7). Leamos su contexto:

Hebreos 12:3-15: Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. (4) Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; (5) y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; (6) Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. (7) Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? (8) Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. (9) Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? (10) Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. (11) Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. (12) Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; (13) y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. (14) Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. (15) Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados.

Aceptemos esa disciplina divina, tomando como ejemplo a “Cristo, [que] en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. (8) Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; (9) y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:7-9).

Por eso, el Autor del libro de Hebreos nos insta a: “Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. (4) Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado” (Heb. 12:3-4).

Ahora, pues, es un tiempo que debemos aprovechar para cambiar aquellos hábitos nocivos de nuestras vidas, y sustituirlos por otros más saludables y acordes con la voluntad de Dios.

¿Qué quiere Dios que hagamos?

En primer lugar, que nos reconciliemos con Él (2 Corintios 5:11,14-21):

2 Corintios 5:11-21: Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias. [..] (14) Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; (15) y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. (16) De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. (17) De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (18) Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; (19) que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (20) Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. (21) Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

En segundo lugar, que amemos al prójimo, que vivamos de forma mas altruista, pensando más en el bien del prójimo que en nuestro beneficio personal: “Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven” (Romanos 14:7-9).

4. Conclusión

Aceptemos que cualquier aparente mal que nos sobrevenga, incluido esta pandemia del coronavirus, no como un mal que nos ha enviado Dios, sino como algo que Él ha permitido, como una disciplina: “Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.  Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? (Hebreos 12:6-7). Como un aviso para que no siguiéramos por el camino que lleva a la perdición. Como escribió C.S. Lewis, “el sufrimiento es el megáfono de Dios para despertar a un mundo de sordos” (Tierras de penumbra).

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina – Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento

Las abreviaturas de los libros de la Biblia son las consignadas por la versión Reina-Valera, 1960

BASES DE LA SALVACIÓN
Versión 09-08-2011

Carlos Aracil Orts

1. Introducción.*

Estimado hermano en Cristo, gracias por hacerme esta interesante pregunta:

«¿Cómo se vivía por la fe en el Antiguo Testamento? ¿Acaso eso significa que podían por la fe cumplir la ley al pie de la letra, o vivir por la fe consistía en que al darse cuenta por la ley de que eran pecadores y después de haber pecado, se humillaban ante Dios, pedían perdón, ofrecían el sacrificio por su pecado y esperaban al redentor? o ¿cómo era?, y que oportunidad de salvación tenían los que cometían pecados de muerte? Gracias, le agradezco me ayude con estas inquietudes.»

Inmediatamente después de la caída de Adán en el Paraíso Dios hizo la promesa de que la simiente de la mujer aplastaría la cabeza a la serpiente, aunque esta [la serpiente] heriría en el calcañar (talón del pie) al descendiente [simiente] de la mujer. (Véase Génesis 3:15).

A partir de ese momento la salvación viene por creer y confiar en la promesa de Dios. Veamos como el Nuevo Testamento (NT) confirma que la salvación siempre ha sido por gracia por medio de la fe (Efesios 2:8-10). San Pablo, el muy posible autor de la carta a los Hebreos lo ratifica:

Hebreos 11:4: Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.

Más tarde, a Abraham le es renovada esta promesa de salvación y victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo, cuando Dios le dice:

Génesis 22:18: En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.

Gálatas 3:6-9: Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. 7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. 8 Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. 9 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. 10 Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas.

San Pablo confirma que esta simiente es Cristo, el cual, al obtener la victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo (la serpiente antigua: Apocalipsis 12:9; 20:2), cumple la promesa de Dios hecha a Abraham y también a Adán (Gálatas 3:16). En la genealogía del Evangelio de San Mateo, también se incide en que Cristo es el descendiente de Abraham, o la simiente de la promesa, el Mesías esperado, Jesús, el salvador (Mateo 1:1, 21).

Gálatas 3:16Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.

Mateo 1:1, 21: Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. […] 21 Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

A lo largo de este estudio veremos como nadie ha podido cumplir la ley moral jamás y que, por tanto, todos pecamos muchas veces durante nuestra vida. Porque el pecado no podía ser vencido desde fuera tuvo el Hijo de Dios que encarnarse en un hombre, tomar nuestra naturaleza, pero sin pecado, para de esta única forma vencer al pecado desde dentro, actuando sobre sus mismas raíces.

2. ¿Cómo se salvaban en el Antiguo Testamento?

Siguiendo tus reflexiones, estimado hermano, vamos a ver como contesta la Santa Biblia a tu pregunta sobre si en el AT, los israelitas se podían salvar cumpliendo la ley al pie de la letra. Aunque tú mismo, en los renglones siguientes, te das la respuesta con mucho acierto y sentido común.

Dios formó, a partir de Abraham y su familia, un pueblo al que llamó Israel, a fin de darse a conocer y revelar su plan de salvación a la humanidad. Para ello preparó y educó a este pueblo para que fuese santo (apartado, consagrado a Dios), guardara y preservase su Palabra de forma fidedigna, y preparase a la humanidad para recibir a Cristo:

Gálatas 4:4,5: Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.

Este pueblo escogido por Dios no era mejor, ni más grande, ni más importante que las naciones paganas que le rodeaban. Es más, este pueblo, durante sus muchos años de esclavitud en Egipto, que es donde creció, vivió y se educó, con toda probabilidad, su conciencia y costumbres de alguna manera se hicieron semejantes a la de los egipcios. Dios después que los libertó mediante Moisés, tuvo que configurar sus conciencias dándoles la ley del Sinaí escrita en tablas de piedra, además del libro de la ley, que desarrollaría todo un sistema legal para el gobierno teocrático de su pueblo. Todo este conjunto de leyes morales, ceremoniales, civiles, leyes acerca de los alimentos puros e impuros (lo que les estaba permitido comer y  lo prohibido respectivamente), leyes sobre la guerra, los esclavos etc., harían de Israel un pueblo especial y santo para Dios, el único, al que debían adorar de forma absoluta. Debería ser un pueblo totalmente distinto a las demás naciones que eran idólatras.

Ciertamente, en la medida que este pueblo conocía y obedecía por fe la voluntad de Dios revelada, era santo, y prosperaba más que las naciones que le rodeaban, pero en los periodos, que fueron muchos, que perdía su fe en Dios, su libertador, y se dejaba seducir por las malvadas costumbres de los pueblos que le rodeaban, entonces se embrutecía de nuevo, y Dios para hacer despertar de nuevo su conciencia, permitía que fuera invadido, y así hasta que fue llevado cautivo a Babilonia; y Jerusalén y todo vestigio del pueblo de Israel prácticamente desapareció. Pero la misericordia de Dios hizo que este pueblo en su cautividad meditase y aprendiese de sus errores y Dios le restauró.

¿Qué nos enseña eso a nosotros? Mucho, pues solemos cometer los mismos pecados del pueblo de Israel. Cuando nos consideramos justos porque nos creemos capaces de cumplir toda la ley de Dios por nosotros mismos, es cuando caemos como le pasó al pueblo de Israel. Este pueblo se creía, de forma autosuficiente, capaz de obedecer a Dios, y así se comprometió a hacer “todo lo que Jehová ha dicho…” (Éxodo 19:8), pero es evidente que no cumplió el pacto con Dios, y pagó las consecuencias de su arrogancia, de creer que era capaz por sí mismo de obedecer la voluntad de Dios.

Éxodo 19:5-8: Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. 6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel. 7 Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos todas estas palabras que Jehová le había mandado. 8 Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos.

El apóstol Pablo nos descubre que la naturaleza humana es pecaminosa, que todo el mundo está bajo pecado, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23; véase además Romanos 5:12 ea.). Esto es muy importante saberlo y aceptarlo, pues si no tenemos esa conciencia, nunca nos arrepentiremos, y por tanto, no acudiremos a Dios para que nos salve, mediante la fe en Cristo.

Romanos 3:9 ¿Qué, pues? Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. 10 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; 11 No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. 12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.

¿Qué demuestra esto? Que evidentemente nadie ha cumplido la voluntad de Dios. Nadie es capaz de amar a Dios con todo su corazón, con todas sus fuerzas, con toda su alma y al prójimo como así mismo (Deuteronomio 6:5; Levítico 19:18; Mateo 22:37). Y menos aún somos capaces de cumplir la ley de Cristo “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Juan13:34) o “Amad a los enemigos” (Mateo 5:44). En la nueva dispensación, la era cristiana, es mayor la exigencia, no tenemos que amar a los otros como a nosotros mismos sino como Cristo nos ha amado, que es mucho más alto y excelente. La ley no tiene poder para hacer que seamos capaces de amar y cumplir así la ley de Dios, pues el cumplimiento de la ley es el amor (Romanos 13:10). Sin embargo, el Evangelio “es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree…” Romanos 1:16). La ley sirve para que reconozcamos nuestro pecado (Romanos 3:19,20).

Romanos 3:19,20: Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; 20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.

La ley, pues, se introdujo para que tuviésemos conciencia de lo que es pecado a los ojos de Dios, es decir, como dice Pablo “para que el pecado abundase”.

Romanos 5:20,21: 20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.

3. Conclusión

Ningún ser humano, de cualquier época del mundo, jamás ha podido cumplir la ley moral de Dios. Por eso dice el apóstol Pablo “…todos están bajo pecado, […] No hay justo, ni aun uno; […] (23) por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,” (Romanos 3:9,10,23).

¿Cómo se salvaban, entonces, los que vivieron antes de Cristo?

De la misma manera que se salvan después de Cristo. Los primeros miraban hacia el futuro, cuando vendría el Redentor del mundo, y los segundos miramos al pasado, cuando se manifestó la justicia de Dios por medio de Cristo. (Romanos 3:22,26). Job, (c.1500 a.C) ya tenía puesta su esperanza en su Redentor (Job  19:25-27). Nadie se hubiera salvado si Cristo no se hubiera hecho carne, y cargara con los pecados de todos (Isaías 53:5,10). Por eso Cristo es el postrer Adán, “porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”. ¡Cuidado! Todos los que son de Cristo, en su venida: 1ª Corintios 15:22,23. De ahí la lógica de la justificación (perdón de los pecados = salvación). “…Por la transgresión de uno solo reinó la muerte, […] (18) vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.” (Romanos 5:17pp, 18) ¡Mucha atención!: en ese “todos” están incluidos sólo “…los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.” (Romanos 5:17úp) Lo que quiere decir, que los que no reciben ese don porque lo rechacen no serán salvos: Juan 1:12. Todos igualmente somos salvos por la fe en Dios que es el único que puede salvarnos.

La salvación es por gracia (Efesios 2:8). Es un regalo de Dios en Cristo Jesús (Romanos 6:23). Todos hemos pecado y por tanto merecemos la muerte, “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:23).

Hasta Moisés no existió más la ley que la “escrita en sus corazones dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos,” (Romanos 2:15;3:13).

Romanos 2:12-16: “Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; 13 porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. 14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, 15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, 16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.”

La ley de Dios se promulgó 430 años más tarde de la promesa que Dios dio a Abraham,  que por su descendencia (simiente), vendría el Mesías y, por medio del cual, serían benditas o sea salvas todas las naciones (Génesis 22:18; Cf. Gálatas 3:16,17).

¿Para qué sirve la ley o para qué se promulgó si el mundo estuvo sin ley escrita más de 2500 años?

El apóstol Pablo nos responde que “fue añadida a causa de las transgresiones…”(Gálatas 3:19). Muchos seres humanos habían empezado a cauterizar sus conciencias de tal manera que casi ya no eran capaces de percibir la maldad del pecado. “20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.” (Romanos 5:20,21).

¿De qué sirve la ley aparte de condenar nuestros pecados?

Mucho. Pues si no fuese por la ley, pensaríamos que no tenemos pecado o que es tan insignificante que haciendo alguna obra buena lo podemos compensar. La ley hace que nos veamos pecadores, y sin solución humana para vencer al pecado. Sólo entonces cuando nos humillamos ante Dios y reconocemos nuestra impotencia, es cuando Dios nos lleva a su Hijo Jesucristo que nos libra de todo pecado y nos justifica haciéndonos  idóneos para el reino de los cielos. (Juan 6:44; 1ª Juan 1:7; 1ª Pedro 1:18-20; Hebreos 10:10,12,14). La ley, pues, ha sido nuestro ayo (pedagogo) para llevarnos a Cristo (Gálatas 3:24). Por eso, en Cristo la ley y el pecado han perdido su poder y dominio. Sólo reina Cristo en nuestros corazones (Gálatas 2:19-21). Sin embargo, todo el que no está en Cristo está bajo la ley, y ésta le condena irremisiblemente.

1ª Timoteo 1:8: “Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; 9 conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, 10 para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, 11 según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado.”

La clave de nuestra salvación está en reconocer nuestro pecado, arrepentirnos, pedir perdón a Dios por Cristo, y aceptar el sacrificio de Cristo como nuestro sustituto, pues Él ha pagado con su vida y muerte la penalidad de nuestros pecados. Así lo afirma el mismo Jesucristo en los siguientes textos. Igualmente, en el AT, y en todas las épocas, no ha habido salvación sino mediante previo arrepentimiento y confesión a Dios de nuestros pecados. Cualquier condenado a muerte por muy grave que hubiese sido su delito si se arrepentía sinceramente y se acogía al perdón de Dios, era salvo.

Marcos 1:14,15…Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, 15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentios, y creed en el evangelio.

Lucas 13:2,3: Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? 3 Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.

En resumen, todos somos pecadores porque la ley nos condena, y todos podemos acogernos a la gracia de Dios. (Romanos 8:28-39; Efesios 1:4-14). Reconozcamos humildemente nuestra condición de pecadores, y renunciemos a salvarnos mediante las obras, que por muy buenas que sean nunca pueden pagar la deuda del pecado, sólo “..acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebreos 4:16)

Romanos 7:24,25: ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.

Hebreos 4:14-16: Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

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Quedo a su entera disposición en lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indique expresamente otra vesión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

1Para más documentación sobre el tema de la Ley y el sábado puedes consultar los siguientes enlaces:

la ley en la Biblia
¿Guardar el día sábado es un mandamiento de Dios en el Nuevo Pacto?
¿Será el sábado dia de adoracion en la Tierra nueva? Primera parte
¿Está abolida la ley de Dios? Primera parte
¿Está abolida la ley de Dios? Segunda parte
¿Qué simboliza el reposo de Dios del séptimo día?
¿Será el sábado dia de adoración en la Tierra Nueva? Segunda parte
Pecado, ley y gracia
La ley que fue clavada en la cruz
¿Cuál es la ley del pecado y de la muerte?
¿Cumplir la ley, sin faltar en un punto, para ser salvo?
Respuesta sobre la ley a un amigo Adventista
¿Es eterna la ley de Dios del Antiguo Pacto?
¿Cómo se salvaba la gente antes de Cristo?
¿Dictó Dios una ley imposible de cumplir?
¿Es la ley del Sinaí el ayo que nos conduce a Cristo?
¿Bajo que ley está la Humanidad sin Cristo?
¿Es el reposo sabático un símbolo de la salvación en Cristo?
Respuesta a siete argumentos pro vigencia reposo sabático
¿Cuáles son los mandamientos de Cristo?

 

Versión 23-03-13

Carlos Aracil Orts

1.  Introducción*

Estimada hermana Trini, en su correo del día 16 de marzo me planteaba algunas de sus inquietudes y dudas. Con el anterior estudio –¿Qué simboliza el Árbol de la Vida?– traté de responder su pregunta al respecto. El resto de consultas que me formulaba en el mismo correo, al referirse a distintas doctrinas cristianas, deberé abordarlas en estudios separados con objeto de no mezclar temas dispares.

No obstante, dado que algunas de ellas ya las he desarrollado en su correspondiente estudio bíblico, me limitaré a darle una breve explicación y remitirle a los citados estudios, por si desea una mayor profundización en cada tema en particular.

Con respecto a su pregunta sobre la salvación de Adán y Eva presento mi opinión en el estudio que corresponde al siguiente vínculo:

¿Tuvieron acceso Adán y Eva al sacrificio redentor de Cristo?

Otros enlaces relacionados con Adán y Eva son los siguientes:

¿Qué tipo de pecado cometieron Adán y Eva?
¿Son Adán y Eva personajes mitológicos?
¿Qué tipo de muerte sufrieron Adán y Eva cuando pecaron ?

Por supuesto, concuerdo con usted, que si Adán y Eva “mostraron arrepentimiento puede ser que Jehová los resucite como a todos”.

¿Todo el mundo será resucitado incluso Adán y Eva para vida eterna?

Jesucristo habló de dos resurrecciones: la resurrección de vida y la resurrección de condenación o juicio (Juan 5:28,29; Cf. Hechos 24:15). La primera es para vida eterna, con cuerpos glorificados. Pero la segunda, será con cuerpos de “carne y sangre” o sea, los mismos que tenían cuando murieron. Importa poco si éstos aparecerán rejuvenecidos o con la misma apariencia en que murieron; no está revelado. Su destino es la muerte eterna por fuego que les envía Dios desde el cielo (Apocalipsis 20:9-10). Le indico algunos enlaces relacionados con este tema:

¿Tenía el pueblo de Israel esperanza en la Resurrección?
¿Es el bautismo la primera resurrección?
¿Serán simultáneas las resurrecciones de vida y de juicio?
¿Habrá dos resurrecciones distanciadas por un tiempo de mil años?
El Reino de Dios y el Milenio
El dispensacionalismo y el Milenio

Usted, también se pregunta que, puesto que en esta vida nadie alcanza la total perfección, cuando todos los resucitados vivan en el Paraíso celestial ¿habrá allí discusiones y cosas semejantes? ¿Puede nuevamente aparecer el pecado en el Paraíso?

¿De qué depende que las personas consigan la vida la vida eterna? Es decir, ¿qué se debería hacer para ser salvado para vida eterna?

A continuación trataremos de responder a estas preguntas.

2. Puesto que en esta vida nadie alcanza la total perfección, cuando todos los resucitados vivan en el Paraíso celestial ¿habrá allí discusiones y cosas semejantes?¿Puede nuevamente aparecer el pecado en el Paraíso?

Como usted muy bien dice la vida eterna depende, en primer lugar, de nuestro arrepentimiento: este fue el mensaje de Cristo: “si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lc. 13:3; Cf. Marcos 1:15; etc.). Y, en segundo lugar, de nuestra fe auténtica y coherente en Jesús, nuestro Salvador. La salvación es un don gratuito (Efesios 2:8,9; Romanos 3:24), no es por las obras de la ley (Romanos 3:28; Gál.2:16) sino por la sola Gracia, por medio de la fe (Romanos 5:1).

Ciertamente, tiene usted razón, que cuando uno muere, difícilmente habrá llegado a la perfección total del carácter. Pero eso no importa, si uno está en Cristo es una nueva criatura (2 Corintios 5:17). El sacrificio de Cristo cubre todas nuestras imperfecciones (Hebreos 10:10,14), y nos hace santos, pero no debemos olvidar nunca, que separados de Él nada podemos hacer (Juan 15:1-12). El cristiano solo vence al mundo y al pecado por el poder del Espíritu Santo mediante la Palabra de Dios. O sea, debemos poder decir lo mismo que san Pablo:

Gálatas 2:20-21: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.  (21)  No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

Me pregunta si “¿Podría dar lugar a que en el cielo las personas discutieran y cosas semejantes?”

Las personas salvadas, que serán o bien resucitadas y transformadas o solo transformadas porque vivan en el momento de la Parusía de nuestro Señor, serán arrebatadas al encuentro con Jesús y morarán con Él en el cielo (Juan 14:2-3; 1ª Tesalonicenses 4:13-18), durante el milenio (Ap. 20:1-10), y después de este periodo habitarán la Tierra Nueva (Ap. 21).

La transformación del cuerpo carnal en cuerpo espiritual o glorioso, semejante al de Cristo glorificado, incluye, sin lugar a dudas, la perfección y total santidad. Lo que al hombre le ha faltado en su corta vida para alcanzar la santidad y perfección, Dios lo suple, y con su poder lo proporciona a todos convirtiéndolos en criaturas perfectas. Puesto que se trata de una recreación total de la naturaleza humana, será superior a la original que tuvieron Adán y Eva, pues en el cielo nadie será capaz de volver a pecar, así como Dios no puede pecar.

No se preocupe, estimada hermana por esto, porque si aquí, con todas nuestras imperfecciones que tenemos y que nos rodean, cuando permanecemos en Cristo, tenemos paz dentro de nosotros y para con los otros, cuanto más en el Cielo donde hay total perfección.

3. ¿De qué depende que las personas consigan la vida la vida eterna? Es decir, ¿qué se debería hacer para ser salvado para vida eterna?

Hubo un joven –rico para más señas– que se acercó a Jesús para formularle una pregunta parecida a la que nos ocupa y que tanta importancia tiene para todo el mundo:

Mateo 19:16-19: Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?  ?  (17) Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.  (18)  Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. (19) Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Marcos 10:17: Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? (18)  Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.  (19)  Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.

Lucas 18:18: Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. (20) Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.

La pregunta de este joven –¿qué haré para heredar la vida eterna? O ¿qué bien haré para tener la vida eterna? – estoy seguro que interesa a mucha gente. Y supongo que mucho más la respuesta de Jesús: guarda los mandamientos” (Mateo 19:17).

En primer lugar, nótese que, en los tres Evangelios, Jesús enumera solo cinco mandamientos de los seis que componen la segunda tabla de la ley del Sinaí (Éxodo 20:12-17). Sin embargo, san Mateo recoge además otro mandamiento – “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18)–, que no pertenece a la citada ley pero que está contenido en lo que los judíos llaman “la Torá”, que no es otra cosa que la parte del AT que tanto los judíos como Jesús mismo denominan “la Ley”, es decir, los cinco libros del Pentateuco, escritos por Moisés: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Asimismo, san Marcos, añade a los cinco mandamientos otro que tampoco se corresponde con ningún mandamiento del Decálogo: “No defraudes”.

Por supuesto, el hecho de que Jesús enumerase solo cinco mandamientos de los diez que componen la ley de las tablas de piedra, y dos que no corresponden a la misma pero sí a la Torá, –que contiene más de seiscientos mandamientos– no significa que el resto de mandamientos no estuviesen vigentes, y fueran, igualmente, su cumplimiento estricto condición necesaria e imprescindible para obtener la vida eterna. Jesús no pretendió ser exhaustivo, pero el joven rico, como cualquier persona con sentido común, pudo comprender a qué ley se refería Él.

Al respecto, Jesús afirma que “de estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”.  (38)  Este es el primero y grande mandamiento.  (39)  Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-39). Estos dos mandamientos son el corazón de la Biblia hebrea porque revelan que la relación de amor de los seres humanos entre si y a Dios es la única que Él acepta.

Sigamos comprobando como todo gira alrededor de la ley del amor a Dios y al prójimo:

Mateo 22:35-40: Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo:  (36)  Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?  (37)  Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.  (38)  Este es el primero y grande mandamiento.  (39)  Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  (40)  De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

El Evangelio de san Lucas nos narra un episodio semejante al del joven rico que acabamos de comentar. Pero en esta ocasión fue “un intérprete de la ley [que] se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? (Lucas 10:25).

Lucas 10:25-29: Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?  (26)  Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?  (27)  Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.  (28)  Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.  (29)  Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?

Tanto al joven rico como a este intérprete de la ley, Jesús, igualmente, les remite a la ley. El cumplimiento perfecto de la ley es la condición eterna e inmutable que Dios siempre ha requerido a los seres humanos para que merezcan o alcancen la vida eterna. Pero que nadie entienda que se trata de una mera obediencia externa a nueve o diez o seiscientos mandamientos de la ley moral que ocasionalmente se hayan podido haber cumplido; sino que se trata de que todos nuestros pensamientos, intenciones, conducta y acciones estén motivados por el amor, y que seamos capaces de amar “al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:25-29). Y esta forma de vivir o estilo de vida que Dios exige para ser salvo no debe limitarse a cortos periodos de tiempo sino que se refiere a la vida entera, desde el nacimiento hasta la muerte de cada persona. Así lo declaró Jesús en el Sermón del Monte: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48).

¿Existe o ha habido alguien en este mundo que no haya transgredido aunque sea una sola vez la ley de Dios?

¿Es injusto Dios porque exige con Su ley un nivel de perfección y santidad que nadie en este mundo puede alcanzar?

¿Debería ser Dios más condescendiente y pasar por alto algunas transgresiones de Su ley? ¿Quién es capaz de hacer todas las cosas que la ley de Dios exige?

Dios, que es amor y tres veces santo, quiere que Sus hijos sean semejantes a Él. Por tanto no puede jamás rebajar la exigencia de Su ley de amor, pues Su voluntad es santa e inmutable, y Él no puede dejar que los pecados de los hombres queden impunes. Dios nos ha revelado Su ley para que sepamos que todos somos pecadores –“…por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20)–, y todos estamos “destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:9-12, 23). “Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase;” (Romanos 5:20), es decir, para que nuestra conciencia nos acusara de ser pecadores, y al darnos cuenta que en nosotros mismos no tenemos poder para vencer el pecado, nos arrepintiéramos y acudiéramos a Cristo. “De manera que la ley ha sido nuestro ayo [pedagogo o tutor], para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24).

Por tanto, la misión de ley moral es, primero, reavivar el pecado que como seres carnales tenemos, y, segundo, condenarnos por ello. Es imposible viviendo en la carne cumplir la ley de Dios. “Vivir en la carne” es dejarse llevar por las tendencias de la vieja naturaleza pecaminosa, que todavía no ha sido regenerada por el Espíritu Santo:

Romanos 8:5-9: Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.  (6)  Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.  (7)  Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;  (8)  y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. (9) Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.

Resumiendo, la ley exige una justicia perfecta, que a los humanos les es imposible alcanzar. Por eso afirma san Pablo “por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él [Dios]” (Romanos 3:20 p.p.). “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28). El apóstol Pablo no se cansa en insistir en esta gran verdad que tanto cuesta entender a muchas personas:

Gálatas 2:16: sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.

Si Dios exige un cumplimiento perfecto de la ley moral, es decir una justicia perfecta en nuestro modo ser y obrar, y esto no es posible para el ser humano ¿cómo, pues, se alcanza la vida eterna?

Este es el maravilloso e inimaginable Plan de Dios para la salvación de la Humanidad: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,  (5)  para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.  (6)  Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! (7) Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:4-7).

Esta es la clave de nuestra salvación. Dios tuvo que tomar cuerpo humano y entrar en nuestro planeta Tierra, en un momento determinado de nuestra historia, “para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45 úp.). “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (2 Corintios 5:19).

Marcos 10:45: Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

2 Corintios 5:17-21: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.  (18)  Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;  (19)  que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (20) Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.  (21)  Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Para ello, Él tenía que cumplir a la perfección la justicia que exige la ley de Dios. Es decir, debía ser santo desde su nacimiento (Lucas 2:35), y vivir una vida santa e impecable hasta su muerte. Pues si Jesús no hubiese sido sin pecado (1 Pedro 1:18-20; Hebreos 4:15) no podría haber sido nuestra Justicia (Jeremías 23:6, 1ª Corintios 1:30):

Jeremías 23:5-6: He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra.  (6)  En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra.

1 Corintios 1:30: Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;

Él entregó Su vida por nosotros, su muerte a cambio de vida eterna para todos los que creen en Él y aceptan Su sacrificio vicario. “Para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:4).

Romanos 8:1-4: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.  (3)  Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;  (4)  para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Dios mismo, en la Persona de Cristo, ha cumplido perfectamente la justicia que exige Su ley, y no solo eso sino que también ha pagado con su muerte la penalidad que la ley nos exigía a nosotros como transgresores de la misma (Romanos 3:21-27; 6:23). Si los seres humanos pudiéramos obtener la vida eterna obedeciendo de forma perfecta Su ley no habría habido necesidad de que Él se hiciera hombre, para observarla a la perfección, y luego ofrecer Su vida para pagar con ella el precio de nuestras transgresiones. Pues, según la Escritura, el pecado no debía quedar impune (Romanos 6:23; Hebreos 9:22); Dios no podía pasar por alto el pecado y ser justo a la vez. Por eso dice la Palabra que ahora se ha manifestado “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo” (Romanos 3:21-26). Dios ahora puede perdonar nuestros pecados sin cometer injusticia porque Él mismo cargó con nuestra culpa y aceptó la muerte que correspondía al pecador (Isaías 53).

Romanos 6:23: Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Romanos 3:21-26: Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;  (22)  la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,  (23)  por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,  (24)  siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,  (25)  a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,  (26)  con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

De esta forma excelsa Dios es justo y a la vez misericordioso con los pecadores, gracias a que Cristo Jesús, “siendo en forma de Dios […] (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. (Filipenses 2:6-8).

En el libro de los Salmos (85:10) hay un hermosísimo texto que nos describe sin igual belleza cómo Dios pudo conjugar Su justicia con Su misericordia; cómo pudo sin dejar de aplicar la justicia de Su ley, ser misericordioso perdonando a los pecadores sus múltiples transgresiones de Su ley.

Salmos 85:10: La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron.

Romanos 5:8-10: Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.  (9)  Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.  (10)  Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.

4. Si la vida eterna no se alcanza cumpliendo la ley de Dios ¿cómo se obtiene o consigue?

Como hemos visto antes, la ley exige una justicia perfecta, que a los humanos no les es posible alcanzar. Por eso afirma san Pablo “por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él [Dios]” (Romanos 3:20 p.p.). “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28). El apóstol Pablo no se cansa en insistir en esta gran verdad que tanto cuesta entender a muchas personas:

Gálatas 2:16: sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.

Si Dios exige un cumplimiento perfecto de la ley moral, es decir una justicia perfecta en nuestro modo ser y obrar, y esto no es posible para el ser humano ¿cómo, pues, se alcanza la vida eterna? La respuesta está en Cristo, pues Él ha vencido al pecado, la muerte y el diablo, y con su resurrección ha ganado la vida eterna para todos los que se arrepienten de sus pecados y depositan en Él toda su confianza; es decir, creen firmemente que Él ha cumplido la justicia de la ley y, además, ha muerto por ellos, pagando la penalidad de sus transgresiones. Cuando el creyente ejerce esa fe, entonces, Dios le justifica, o declara justo, que quiere decir, que Él le imputa o atribuye la justicia de Cristo, y, a partir, de ahí ya es salvado para siempre, pues, el mismo Cristo dijo: “El que cree en mí, tiene vida eterna. (48) Yo soy el pan de vida.” (Juan 6:47,48). Y el apóstol Pablo, igualmente, declara: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-2).

El proceso de salvación de todo ser humano se desarrolla en los siguientes pasos:

Primero. Dios, por medio de Su Palabra, el Evangelio de salvación, llama al arrepentimiento y a creer en esas Buenas Nuevas:

Marcos 1:14-15: Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, (15)  diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.

Lucas 13:3: Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.

Segundo. Las conciencias son reavivadas por la ley moral de Dios, la ley evangélica, o sea la ley de amor de Cristo. Esta ley es el ayo [pedagogo o tutor] que nos lleva a Cristo (Gálatas 3:24); y este reavivamiento, produce convencimiento de pecado, y de que nada se puede hacer por uno mismo para ser aceptos a Dios excepto aceptar el regalo de Dios de “vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23 úp.).

Nuevamente la Palabra de Dios nos presenta la decisiva  pregunta –¿qué debo hacer para ser salvo?  (Hechos 16:30-33)–, y con ella la respuesta, que se encuentra en estos textos del libro de los Hechos de los apóstoles, cuando Pablo y Silas, son excarcelados milagrosamente de la cárcel de Filipos, y su carcelero les formula la citada pregunta, que es contestada por ellos con esta sencilla respuesta: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”. Así de simple es acogerse a la salvación de vida eterna.  “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” ( Apocalipsis 22:17).

Hechos 16:30-33: y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?  (31)  Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.  (32)  Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.  (33)  Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos.

La salvación, y por tanto, la vida eterna, se obtiene solo mediante la fe sin las obras de la ley (Romanos 3:24: Efesios 2:8,9), y la fe se consigue por la Palabra de Dios: Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”. (Romanos 10:17).

Romanos 10:8-17: Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: (9)  que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. (10)  Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. (11) Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. (12)  Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan;  (13) porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.  (14)  ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?  (15)  ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!  (16)  Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?  (17)  Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.

Tercero. El bautismo: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).

Cuando hemos cumplido estos pasos y decidimos bautizarnos entonces los creyentes son renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23).

Santiago 1:18: Él [Dios], de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.

Y, entonces, se cumple la condición de entrada en el Reino de Dios, que es el Nuevo Nacimiento:

Juan 3:5-6: Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.  (6)  Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

5. ¿Cuál es la ley de Cristo o la ley evangélica para los cristianos?

Todavía hay algunas organizaciones religiosas que afirman que todo el mundo debería cumplir los preceptos de la ley del Sinaí, la de las tablas de piedra, incluido el guardar el reposo sabático del cuarto mandamiento de la citada ley (Éxodo 20:1-17; Deuteronomio 5:1-21). Esta pretensión es absurda porque jamás los gentiles han estado bajo esa ley, sino bajo “la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Romanos 2:15).

Desde el principio del mundo a los que no tenían ley de Dios escrita, Él los juzga por sus conciencias. Pero nadie ha podido salvarse si no se arrepiente de sus pecados, y gracias a que Cristo pagó con Su vida la penalidad de sus pecados. Esto es válido incluso para los que no han conocido a Cristo,  o no lo tienen por Salvador. En mi opinión, todos los que se arrepientan de sus pecados, y vivan coherentemente con su conciencia podrán salvarse, porque Cristo murió también por ellos aunque lo ignorasen.

Romanos 2:12-16: Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados;  (13)  porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. (14)  Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, (15) mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos,  (16)  en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.

Como hemos visto antes, la Torá, o sea, la Ley –todo el Pentateuco– se basa en, o depende de, y contiene los principios morales de la ley de Dios, que no solo son –como lo consideran algunos– la ley de los Diez Mandamientos en dos tablas de piedra. Jesucristo en el Sermón del Monte (Mateo 5), recoge esos principios morales, que son inmutables, no solo algunos de los contenidos del Decálogo (Éxodo 20:2-17; Deuteronomio 5:1-21) sino los de toda la Torá. Pero además los espiritualiza para que dejen de ser solo letra, pues los mandamientos deben cumplirse no solo externamente sino con el corazón (Romanos 7:6; 2ª Corintios 3:2-17). Es decir, por ejemplo, Él dijo: “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:28). Por tanto, no basta con no cometer el acto de adulterio sino que también se transgrede cuando uno explaya su pensamiento y su deseo en aquello que prohíbe la ley, como el mirar con codicia a una mujer. Además, Jesús amplificó y aumentó la ley del AT cuando mandó “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los os ultrajan y os persiguen; (Mateo 5:44). Por tanto, los que se quedan anclados en el AT, parece que no quieren recibir la nueva luz que Cristo y toda la Palabra revelada del NT arrojan, siendo, además que el Antiguo Pacto está obsoleto Hebreos 8:13), y pertenecemos a un Nuevo Pacto en Cristo (Lucas 22:20; etc.).

Jesús no dio una nueva ley moral sino que desarrolló la ley moral del AT, y le dio el auténtico alcance. Ya hemos hablado de Mateo 22:37-39 donde Jesús dice que de dos mandamientos depende o se resume toda la ley del AT: el amor a Dios y al prójimo. Y en Juan 13:34,35 declaró: “Un nuevo mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. (35) En esto conocerán que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.”. El mandamiento del amor no es nuevo como hemos visto. Su novedad radica, quizá, en la profundidad, entrega y desprendimiento que implica ese amor “como yo os he amado”. Por tanto, debemos seguir su ejemplo y amar como Él nos amó.

Los cristianos no nos regimos por el AT sino por todo lo que se ha relevado en el NT, y, sobre todo a éste debemos obediencia. Los mandamientos de Cristo no se circunscriben solo a los principios morales contenidos en la ley del Sinaí sino que son muchos más, como los que citamos a continuación:

Mateo 28:18 -20: Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Juan 6:27-29: Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. 28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

Juan 5:39: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; 40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.

Juan 14:1: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.

Juan 15:4-11: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. 9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.

Juan 15:12-17: Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. 17 Esto os mando: Que os améis unos a otros.

En mi opinión, los mandamientos a los que se refiere Jesús son su Palabra. Nos manda –es  decir, sus mandamientos son- que permanezcamos unidos a él  y a su Palabra. Esto es lo que da poder para vencer el pecado. Su Palabra que es la verdad (Juan 17:17) nos hace libres:

Juan 8:31: “si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (Juan 8:31-32)

Cuando creemos en Jesús y en su Palabra nacemos de nuevo y somos hechos nuevas criaturas en Cristo, las cosas viejas pasaron (2ª Corintios 5:17), “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” (Santiago 1:18). Y también San Pedro afirma lo mismo con otras palabras:

1ª Pedro 1:22-25: Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; 23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. 24 Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; 25 Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

6. Conclusión

El carácter de Dios se refleja en Su universal ley de amor y es Su voluntad inmutable que sus criaturas se relacionen entre sí y con Él mediante esa ley de amor; “el que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1ª Juan 4:8,16). Dios no puede rebajar Su Norma por razones obvias, y exige un perfecto cumplimiento de Su ley, no de forma externa y legalista sino con el corazón, de manera que todas nuestras intenciones, pensamientos y obras estén motivados por amor. Todo el mundo ha transgredido Su ley. Nadie cumplió jamás la justicia que demanda ésta. Según la Biblia, confirmado por nuestra experiencia, todos somos pecadores (Romanos 3:9-12,23). Pero, Dios ha de ser justo, por tanto, no puede dejar sin penalidad a los transgresores, porque eso sería injusto. De hecho, Dios dice que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23 pp.), “y sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22).

Dios se introduce en el mundo, y se hace hombre “para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45 úp.).

“Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (2 Corintios 5:19).

Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,  (5)  para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.  (6)  Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! (7) Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:4-7).

El Plan de Dios es maravilloso e inimaginable porque por su medio, Él logra ser a la vez justo y misericordioso. Dios es justo, porque en la Persona de Cristo cumple a la perfección la justicia que exige Su ley. Es decir, debía ser santo desde su nacimiento (Lucas 2:35), y vivir una vida santa e impecable hasta su muerte. Pues si Jesús no hubiese sido sin pecado (1 Pedro 1:18-20; Hebreos 4:15) no podría haber sido nuestra Justicia (Jeremías 23:6, 1ª Corintios 1:30). Y, por tanto, Él se convierte en Nuestra Justicia:

Jeremías 23:5-6: He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra.  (6)  En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra.

1 Corintios 1:30: Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;

Él entregó Su vida por nosotros, su muerte a cambio de vida eterna para todos los que creen en Él y aceptan Su sacrificio vicario. “Para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:4).

Romanos 8:1-4: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.  (3)  Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;  (4)  para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Dios mismo, en la Persona de Cristo, ha cumplido perfectamente la justicia que exige Su ley, y no solo eso sino que también ha pagado con su muerte la penalidad que la ley nos exigía a nosotros como transgresores de la misma (Romanos 3:21-27; 6:23). Si los seres humanos pudiéramos obtener la vida eterna obedeciendo de forma perfecta Su ley no habría habido necesidad de que Él se hiciera hombre, para observarla a la perfección, y luego ofrecer Su vida para pagar con ella el precio de nuestras transgresiones. Pues, según la Escritura, el pecado no debía quedar impune (Romanos 6:23; Hebreos 9:22); Dios no podía pasar por alto el pecado y ser justo a la vez. Por eso dice la Palabra que ahora se ha manifestado “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo” (Romanos 3:21-26). Dios ahora puede perdonar nuestros pecados sin cometer injusticia porque Él mismo cargó con nuestra culpa y aceptó la muerte que correspondía al pecador (Isaías 53).

Romanos 6:23: Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Romanos 3:21-26: Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;  (22)  la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,  (23)  por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,  (24)  siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,  (25)  a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,  (26)  con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

De esta forma excelsa Dios es justo, y a la vez misericordioso con los pecadores, gracias a que Cristo Jesús, “siendo en forma de Dios […] (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. (Filipenses 2:6-8). Es decir, el cargó con la penalidad de nuestra transgresión (Isaías 53), para que nosotros pudiéramos ser declarados justos, y tener derecho a la vida eterna.

Romanos 4:24-25: sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada [la justicia que es por la fe], esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro,  (25)  el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

En el libro de los Salmos (85:10) hay un hermosísimo texto que nos describe sin igual belleza cómo Dios pudo conjugar Su justicia con Su misericordia; cómo pudo sin dejar de aplicar la justicia de Su ley, ser misericordioso perdonando a los pecadores sus múltiples transgresiones de Su ley.

Salmos 85:10: La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron.

Romanos 5:8-10: Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.  (9)  Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.  (10)  Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.

“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28)

Romanos 3:26-28: con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.  (27)  ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.  (28)  Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

Los cristianos estamos libres de la ley porque hemos muerto al pecado sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.  (7)  Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.  (8)  Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; (Romanos 6:6-8).

Romanos 7:6: Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

Si los cristianos estamos libres de la ley ¿quiere decir que tenemos licencia para pecar? O como muy bien pregunta san Pablo:

¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? (Romanos 6:1, Recomendamos leer hasta el versículo 22.)

Romanos 6:1-8: ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?  (2)  En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?  (3)  ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?  (4)  Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. (5)  Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;  (6)  sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.  (7)  Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.  (8)  Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él;

A todos los que creen en Cristo como su Salvador, Dios les hace nacer de nuevo, y desde ese momento mora el Espíritu Santo en cada uno de ellos (Juan 16:13; Efesios 1:13-14; 1ª Corintios 3:16;6:19), y reciben la capacidad de pecar y no pecar. Es decir, por la Gracia de Dios, si no la rechazan, son preservados de pecar. La ley no proporciona poder para vencer el pecado pero sí la Gracia de Dios por medio de la Palabra y el Espíritu Santo.

Romanos 6:1-18,22: Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.   (15)  ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera.  (16)  ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?  (17)  Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;  (18)  y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. […]  (22)  Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

Los cristianos no estamos libres de cometer pecados involuntariamente, pero si permanecemos unidos a Cristo no pecaremos (1ª Juan 3:6), y desde luego, de ninguna manera practicaremos el pecado (1ª Juan 3:9):

1 Juan 3:5-11: Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. (6) Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. (7) Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.  (8)  El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.  (9)  Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.  (10)  En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.  (11)  Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros.

Y si alguna vez pecamos “Si confesamos nuestros pecados, él [Dios] es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

1 Juan 1:6-10: Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad;  (7)  pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.  (8)  Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.  (9)  Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.  (10)  Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.

Aunque los cristianos estemos libres de la ley  no por eso debemos abusar de la Gracia de Dios, pues la verdad nos ha hecho libres del pecado. Por tanto, no se nos puede ocurrir pecar voluntariamente. Dios nos advierte que “si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados,  (27)  sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (Hebreos 10:26,27; comparase con Hebreos 6:4-8).

Hebreos 6:4-8: Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo,  (5)  y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero,  (6)  y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.  (7)  Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios;  (8)  pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida,(A) y su fin es el ser quemada.

Hebreos 10:26-29: Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados,  (27) sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. (28)  El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. (29) ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?

Espero haberle aclarado sus dudas, no obstante, quedo a su disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Bendiciones

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com

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Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

¿Quiénes son responsables de Su muerte?

 
Versión: 07-07- 2020

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Es importante que nos preguntemos: ¿creemos los cristianos sinceramente en la esencia del Evangelio, es decir, el corazón de la Revelación de Dios, cuando Su Palabra declara: “Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3)?

¿Significa esto que fueron nuestros pecados los que mataron a Jesús?

¿Podríamos inferir, pues, que cada ser humano, de alguna manera, ha participado en la crucifixión de Cristo?

Así parece deducirse de los siguientes textos:

Hechos 2:22-24: Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; (23) a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; (24) al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.

El abordar este tema, que es esencial para entender en qué se fundamenta nuestra salvación eterna, se lo debo, como de costumbre, a las consultas que me formulan los lectores de mi web. En esta ocasión se me planteó la cuestión más interesante, misteriosa y profunda de la Sagrada Escritura: “Si Jesús padeció la segunda muerte y siendo que el único que puede dar muerte eterna es el Padre, entonces ¿el que mató a Jesús fue el Padre?”

Notemos que, aunque el Padre no fue autor ni responsable de la muerte de Jesús, éste fue “entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios” (Hch. 2:23). Es decir, antes de “la fundación del mundo”, en un concilio celestial, Dios –Padre, Hijo  y Espíritu Santo– decidió entregarse a sí mismo, en la Persona de Su Hijo, “como un cordero sin mancha y sin contaminación, (20) ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros/nosotros (1 P. 1:19-20), a fin de que fuéramos “rescatados de vuestra/nuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis/recibimos de vuestros/nuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, (19) sino con la sangre preciosa de Cristo” (1 P. 1:18-19).

De aquí se derivan muchas otras preguntas, como por ejemplo, ¿qué cosa tan terrible es el pecado, que provocó que Dios mismo, en la Persona de Su Hijo, “fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1:13)?

En un estudio bíblico que publiqué el 15 de mayo de 2019, titulado ¿Por qué tuvo que sufrir Cristo y morir en la cruz para salvarnos? (1), ya traté de responder a las dos siguientes preguntas:

¿Por qué Dios requirió la ofrenda y el sacrificio de Su Hijo, con mucho sufrimiento y muerte en la cruz, como medio para reconciliar y salvar a la humanidad rebelde?

¿Somos salvos por la fe en la sangre derramada de Cristo en la cruz?

También la pregunta que sigue a continuación la respondí en el artículo titulado ¿Qué muerte sufrió Jesús en la cruz la primera muerte o la segunda? (2)

¿Realmente Jesucristo sufrió lo que el libro del Apocalipsis de san Juan describe como la segunda muerte (Ap. 2:11, 20:14, 21:8)?

Apocalipsis 2:11: El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte.

Apocalipsis 20:14-15: Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. (15) Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

Apocalipsis 21:8: Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.

Estos textos nos desvelan que, además de la muerte primera, a la que todo el mundo se enfrenta, – y que nadie puede evitar, excepto si “el Hijo del Hombre viniera en su gloria” (Mt. 25:31; cf. 16:27) antes que nos llegue nuestra hora–, existe otra muerte más temible que la muerte primera; porque de la primera muerte, los justificados en Cristo Jesús, resucitaremos para vida eterna, pero la segunda muerte es “pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor…” (2 Ts. 1:9), o sea, destrucción eterna en “el lago de fuego” (Ap. 20:15; cf. 21:8), para todos “los que no conocieron a Dios, ni obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Ts. 1:8).

Cabe también preguntarse ¿cuándo se produce o sucede la “segunda muerte”, que se aplica, como juicio de Dios, sobre todos aquellos “que no conocieron a Dios, ni obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Ts. 1:8)?

No se puede dar una respuesta amplia a estas preguntas sino comprendemos el drama de la historia de la humanidad  en paralelo con la historia del pecado y su origen. Y todo esto en relación con la acción redentora de Dios (Ro. 4:22-25; 5:6-21), que soluciona el problema del pecado (Ro. 5:12; 1 Co. 15:21-23) –cuya paga o pena es la muerte eterna (Ro. 6:23)–, que consiste en que la Persona de Cristo asuma la muerte segunda o eterna que le corresponde al pecador, a fin de que éste pueda obtener la vida eterna.

El hombre tiene, pues, ante sí dos posibles destinos: vida eterna si acepta que su yo sea crucificado juntamente con Cristo (Ro. 6:6), o muerte eterna si rechaza a Cristo, que significa crucificarle de nuevo con su conducta.

A continuación, primero de todo, trataremos de averiguar qué dice la Biblia sobre cuál es la causa de la muerte primera y la solución provista por Dios: la resurrección.

2. La muerte es la consecuencia del pecado, y la solución provista por Dios es la resurrección.

“El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte” (Ro. 5:12); “también por un hombre la resurrección de los muertos” (1 Co. 15 :21).

Romanos 5 12: Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

1 Corintios 15:21-23: Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. (22) Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. (23) Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.

Estos dos versículos de Romanos 5:12 y 1 Corintios 15:21 son claves para comprender el drama del sufrimiento, enfermedad, dolor, destrucción y muerte que caracterizan la historia de la humanidad, y que forman parte de la misma de una manera constante.

El primer texto presenta el problema del pecado y de la muerte que entraron por un hombre, y el segundo texto la solución a la muerte; pues también por medio de un Hombre –el Hijo de Dios–, que “murió por nuestros pecados” y resucitó, para que los creyentes, por medio de la fe en Él, pudiéramos participar de Su resurrección y de Su justicia adquiridas para nosotros, a fin de que fuera justo otorgarnos la vida eterna.

Romanos 4:22-25: por lo cual también su fe [la de Abraham] le fue contada por justicia. (23) Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, (24) sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, (25) el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

“Jesús, Señor nuestro entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación (Ro. 4:24,25).

Como consecuencia de la entrada del pecado en este mundo, la humanidad entera peca: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro. 3:23). Desde ese momento, los seres humanos somos incapaces de no pecar, ni, por tanto, de alcanzar la justicia por nosotros mismos; es decir, de tener una vida justa, o de vivir impecablemente. De ahí que nadie puede obtener su salvación por sus propios méritos, por mucho que se esfuerce en cumplir la ley de Dios o realizar obras piadosas o misericordiosas (Gá. 2:16).

Gálatas 2:16-21: sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. (17) Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera. (18) Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago. (19) Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. (20) Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (21) No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

Observemos que, como nadie puede alcanzar por sí mismo la justicia que Dios exige, necesitamos ser “justificados por la fe en Cristo” (Gá. 2:16; cf. Ro. 3:21-28).

Romanos 3:21-28: Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios testificada por la ley y por los profetas; (22) la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo,para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, (23) por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, (24) siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, (25) a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, (26) con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. (27) ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. (28) Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

¿Qué significa ser “justificado por la fe en Cristo”?

Significa ser imputado, adjudicado o atribuido de la justicia que obtuvo Cristo por sus méritos propios, Su vida impecable, muerte y resurrección. Esta es la justicia que Dios exige para tener vida eterna. Por eso, Dios “Al que no conoció pecado [Jesucristo], por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Corintios 5:21).

Por tanto, todo el que acepte por fe el sacrificio expiatorio, que Cristo realizó al morir por nuestros pecados, es justificado, se le perdonan todos sus pecados, y obtiene la garantía y seguridad en su salvación eterna. Este es el único modo de ser salvo para vida eterna.

Este es el maravilloso Plan de Salvación de Dios, que solucionó el problema del pecado y de la muerte con la acción redentora de Cristo (Ro. 5:17-19). Porque “Dios, que es rico en misericordia”, no abandonó a la rebelde humanidad a su destino de muerte eterna, sino que “por Su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Ef. 2:4,5).

“Por la desobediencia de un hombre –Adán– los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno –Jesucristo–, los muchos serán constituidos justos” (Ro. 5:19).

Romanos 5:17-19: Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. (18) Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. (19) Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.

“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro. 5:6-11).

Romanos 5:6-11: Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. (7) Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. (8) Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (9) Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. (10) Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. (11) Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.

Como un Dios justo no puede pasar por alto el pecado, dejarlo impune, sin que reciba su justa retribución que es la pena de la muerte eterna (Ro. 6:23), Él mismo, en la Persona de Cristo, asume en Su carne la penalidad del pecado que le corresponde al pecador, a fin de que éste pueda tener la vida eterna (Ro. 8:3-4; 1 Co. 15:3; 2 Co. 5:21; 1 P. 2:24).

Romanos 6:23: Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Romanos 8:3-4 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; (4) para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

2 Corintios 5:14-15, 17-21: Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; (15) y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. […] (17) De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (18) Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; (19) que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (20) Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. (21) Al que no conoció pecado [Cristo], por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

1 Pedro 2:21-25: Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; (22) el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; (23) quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; (24) quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. (25) Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.

La muerte eterna no es provocada o impuesta por Dios sino que es la consecuencia del pecado del hombre. Todos los que mueren sin haberse arrepentido de sus pecados y sin haber aceptado a Cristo como Salvador, están en condición de muerte eterna.

3. La única solución a la muerte es la primera resurrección, que es para vida eterna para los redimidos  (Jn. 5:28,29; 1 Co. 15:51-57; 1 Ts. 4:13-18).

Apocalipsis 20:4-6 (BTX-La Biblia Textual) Y vi tronos, y se sentaron en ellos, y les fue concedido juzgar. Vi también las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por causa de la palabra de Dios, y a los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni habían recibido la marca en la frente y en su mano, y volvieron a vivir para reinar con el Mesías mil años: Ésta es la primera resurrección, (5) pero los demás muertos no volvieron a vivir hasta que fueron cumplidos los mil años. (6) Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y del Ungido, y reinarán con Él mil años.

Todos los que acepten la redención o rescate ofrecidos por Dios a causa de la sangre derramada de Cristo, participarán en la primera resurrección, la única que es para vida eterna. (Jn. 5:28,29; 1 Co. 15:51-57; 1 Ts. 4:13-18; Ap. 20:4-6).

1 Corintios 15:51-58: He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, (52) en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. (53) Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. (54) Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. (55) ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? (56) ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. (57) Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. (58) Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.

De los textos citados arriba, podemos deducir lo siguiente:

Primero. “Os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados” (1 Co. 15:51).

El apóstol Pablo nos revela que cuando ese misterio profetizado se cumpla “No todos dormiremos”, es decir, “no todos estaremos muertos”; puesto que él, habla en primera persona del plural, se refiere a los santos muertos, pero todos, tanto los muertos resucitados como los santos que hayan llegado vivos a ese día, serán transformados en seres inmortales.

¿Cuándo ocurrirá el misterioso suceso de la resurrección de los santos muertos y la transformación de los santos que estén vivos en ese tiempo?

Segundo. “A la final trompeta…los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”.

Primero de todo, notemos que Dios no resucita los “cuerpos” de los muertos, sino al ser humano entero, es decir, a la persona.

La última trompeta es la séptima: Y el séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: ¡El reino del mundo ha llegado a ser de nuestro Señor y de su Ungido, y reinará por los siglos de los siglos!” (Ap. 11:15).

Ese momento coincide con la venida en gloria de Jesucristo, cuando “el Ungido de Dios reinará por los siglos de los siglos” (Ap. 11:15); es también “el tiempo de ser juzgados los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos, y a los que temen tu Nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra (Ap. 11:18).

En ese tiempo ocurren tres acontecimientos: 1) los santos muertos son resucitados incorruptibles; 2) “nosotros”, es decir, los santos vivos, los que vivamos en aquel momento, seremos también transformados en incorruptibles e inmortales, sin haber gustado la muerte; 3) “Los que destruyen la tierra”, que son todos los impíos que vivan en el día de la segunda venida de Cristo, serán destruidos (Ap. 11:18; cf. Ap. 14:18).

Apocalipsis 14:18: Y de junto al Altar salió otro ángel que tiene poder sobre el fuego, y habló con gran voz al que tenía la hoz afilada, diciendo: ¡Mete tu hoz afilada, y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque sus uvas están maduras! (19) Y el ángel metió su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios.

Las uvas de los racimos de la viña de la tierra (Ap. 14:18) se corresponden con la cizaña descrita en la parábola del trigo y la cizaña (Mt. 13:24-30, 36-43).

Mateo 13:36-43: Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. (37) Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. (38) El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. (39) El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. (40) De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. (41) Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, (42) y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. (43) Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.

Es el tiempo de la siega: “porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura!” (Ap. 14:16; cf. Mt. 13:30). La mies es el trigo de la parábola citada. Aquellos –la cizaña o las uvas– son objeto de la ira de Dios, y son destruidos; pero los santos vivos son transformados, y, como veremos más abajo, arrebatados al cielo al encuentro con Jesucristo (1 Ts. 4:17).

Mateo 13:30: Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega, y en tiempo de la siega diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla totalmente, pero el trigo reunidlo en mi granero.

Y todos –los santos muertos resucitados incorruptibles, como los santos vivos transformados en gloria– seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Ts. 4:17). Comprobemos como el mismo Apóstol completa su visión profética, del capítulo 15 de la primera epístola a los Corintios, en los siguientes pasajes registrados en el capítulo 4 de la primera carta a los Tesalonicenses:

1 Tesalonicenses 4:13-18: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. (14) Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. (15) Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. (16) Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. (17) Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. (18) Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.

Observemos que en esta primera resurrección nada se dice de los impíos muertos de todas las épocas de la historia de la humanidad. Sin embargo,  la Palabra de Dios nos revela que sucederán dos resurrecciones: “los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Jn. 5:28-29). Pero no necesariamente simultáneas.

Juan 5:28-29: No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; (29) y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.

También el apóstol Pablo expresó que vivía en esa esperanza, en su discurso de defensa ante el gobernador Félix: “teniendo esperanza en Dios, la cual ellos mismos también abrigan, que ha de haber resurrección, tanto de justos como de injustos” (Hechos 24:15).

¿Cuándo, pues, sucede la segunda resurrección, la que corresponde a los impíos de todas las edades de la historia humana, y que solo tiene por objeto que reciban el juicio de condenación de Dios, mediante la segunda muerte?

El libro de Apocalipsis (20:5) registra: “pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”. Es decir, la segunda resurrección, cuando serán resucitados todos los impíos, ocurrirá mil años después de la primera resurrección.

¿Quiénes son “los otros muertos” (Ap. 20:5)?

Sin duda, no pueden ser otros que todos aquellos que no fueron resucitados en el día de la venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo, a los que hay que añadir aquellos que vivían en el citado día, y que “decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; (17) porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Ap. 6:16-17); es decir, “los que destruyen la tierra” (Ap. 11:18), que a su vez fueron destruidos por el resplandor de la venida gloriosa de Cristo (2 Ts. 2:8).

¿Cuándo se produce o sucede la “segunda muerte”, que se aplica, como juicio de Dios, sobre todos aquellos “que no conocieron a Dios, ni obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Ts. 1:8)?

Todos estos muertos, que no participaron en la primera resurrección o que fueron destruidos en el día de la segunda venida de Cristo, serán resucitados únicamente para juicio de condenación eterna (Ap. 20:11-15), y recibir la pena de la muerte segunda: “Esta es la muerte segunda. (15) Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego. Leamos el contexto donde se insertan que corresponden al pasaje del juicio ante el gran trono blanco (véase Ap. 20:11-15):

Apocalipsis 20:11-15 Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. (12) Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. (13) Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. (14) Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. (15) Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

4. ¿Realmente Jesucristo sufrió lo que el libro del Apocalipsis de san Juan describe como la segunda muerte (Ap. 2:11, 20:14, 21:8)?

Evidentemente, Jesús no nos salva de la primera muerte – que es para la Biblia como un sueño, del que “muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12:2)–, sino de la segunda muerte, que es eterna perdición.

Puesto que todos somos pecadores y merecemos la muerte eterna por nuestras trasgresiones, Jesucristo carga sobre sí todos los pecados y paga, con el valor infinito de su vida, nuestro rescate. Y Dios lo resucita porque Jesucristo es inocente, sin atisbo alguno de pecado (2 Co. 5:21, Heb. 4:15; 1 P. 2:22), y por Él, serán resucitados todos aquellos que acepten Su sacrificio expiatorio. Su vida a cambio de la nuestra (Heb. 2:9,14-17; 10:10-14; 1 P. 1:18-22; etc.): “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Colosenses 3:4).

Lógicamente, lo que antecede nos conduce a deducir que Jesús sufrió la muerte segunda que corresponde a todo pecador:

“Así mostró Dios su infinita misericordia hacia la humanidad caída: el Cordero inmolado (Salmo 85:10, Apocalipsis 5:1-14) y destinado desde antes de la fundación del mundo (1ª Pedro 1:20), toma nuestro lugar y entrega su vida para recibir la muerte segunda que a todos nos corresponde por nuestras  transgresiones (Rom. 6:23; Efesios 2:1), y al resucitar libera a la humanidad de esa muerte (1ª Corintios 15:54-57). “Por qué Jesucristo es el único que puede salvarnos de la muerte” (3)

Si cuando sufrimos la muerte primera estamos unidos a Cristo, ésta no provoca una separación espiritual de Dios sino que se puede recibir con paz en el alma y esperanza en la resurrección gloriosa, porque nuestros pecados han sido perdonados por medio de la sangre de Jesucristo.

Ahora podemos comprender por qué Jesucristo tuvo, cuando casi agonizaba en la cruz, la terrible experiencia que le impulsó a clamar: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mt. 27:46).

La explicación consiste en que «Jesús fue hecho pecado por nosotros» (2ª Corintios 5:21). Cargó con nuestros pecados, y sufrió, no la primera muerte que no le correspondía, sino la segunda muerte, en nuestro lugar, la paga de  nuestro pecado que cayó sobre el inocente, para que nosotros fuésemos declarados justos y salvados por su sangre. Al contrario de la primera muerte que no implica separación de Dios, la segunda muerte es el juicio y condenación eternos y la separación total de Dios.

2 Corintios 5:21: Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Jesús no temió la muerte en ningún momento, pues Él confiaba plenamente en  Su Padre. Sin embargo, Jesús, que durante toda su vida estuvo en perfecta comunión con Dios, cuando Él pendía de la cruz, poco antes de exhalar su espíritu, experimentó una terrible separación de Su Padre, al que había estado totalmente unido, porque en ese momento, la carga de nuestros pecados requería  su muerte, para que la justicia de Dios se cumpliera en Él (Romanos 3:25).

Romanos 3:25: a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,

Lo que Él experimentó, sin duda, fue la  muerte segunda, la cual tuvo que sobrellevar en nuestro lugar por nuestros pecados. Para Él fue terrible no la muerte en sí misma, sino el rompimiento de la unión con el Padre, que nunca había experimentado hasta ese momento, en que Dios Padre le imputa nuestros pecados, separándose de Él, lo que le hizo exclamar: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mateo 27:46 úp.; Marcos 15:34 úp.). (Párrafos extraídos de ¿Qué muerte sufrió Jesús en la cruz la primera muerte o la segunda? ) (4)

5. Conclusión

La muerte eterna no es provocada o impuesta por Dios sino que es la consecuencia del pecado del hombre. Todos los que mueren sin haberse arrepentido de sus pecados y sin haber aceptado a Cristo como Salvador, están en condición de muerte eterna. El libro de Apocalipsis (20:5) dice: “pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”. Todos estos muertos serán resucitados únicamente para juicio de condenación eterna (Ap. 20:11-15). Comprobémoslo:

Apocalipsis 20:11-15 Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. (12) Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. (13) Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. (14) Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. (15) Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

La muerte segunda es, pues, la ejecución de la pena de eterna perdición (2 Ts. 1:9-10), cuando todos los condenados vuelven definitivamente a la condición de muerte eterna que tenían antes de que Dios los resucitara para recibir su juicio, “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dadiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 6:23).

Puesto que Jesucristo sufrió la muerte que corresponde al pecador, para que éste tenga vida eterna, tiene antes que haber aceptado “Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Co. 15:3); esto es el corazón de las Buenas Nuevas de Salvación. Cristo al llevar nuestros pecados sufre la muerte del pecador, pero es resucitado, primero, porque nunca tuvo ni cometió pecado, y segundo, porque la muerte no podía retenerlo porque Él es “la Resurrección y la vida” (Jn. 11:25), “el Autor de la vida” (Hch. 3:15). Y fue necesario su sacrificio para que se cumpliera la justicia de Dios; Su ley no podía ser transgredida en vano, sin una justa retribución, y, a la vez, Él es misericordioso, al cargar sobre sí la pena de muerte del pecador, como veremos más abajo, con algo más de detalle.

¿Quiénes mataron a Jesús?

¿Fueron las autoridades romanas, los dirigentes judíos que lo prendieron y lo entregaron a ellas, o también los judíos que gritaban “¡crucifícale!” (Mr. 15:13; cf. Mt. 27:20-22; Lc. 23:21;Jn. 19:15)?

¿Fueron nuestros pecados los que mataron a Jesús?

¿Podríamos inferir, pues, que cada ser humano, de alguna manera, ha participado en la crucifixión de Cristo?

La Palabra de Dios no declara en ningún lugar que Dios Padre matase a Su Hijo, sino que el Hijo se ofreció a venir a este mundo, tomando cuerpo humano para morir en lugar del hombre, para así cumplir la voluntad de Dios (véase Hch. 2:22-24; 3:13-18; 4: 25-28; 10:34-43; 13:26-46; Heb. 2:9-18; 9:24-28; 10: 5-14 1 P. 1:18-21; etc.).

Hechos 2:22-24: Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; (23) a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; (24) al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.

Hechos 3:12-15: Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? (13) El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. (14) Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, (15) y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.

Como hemos podido comprobar, el apóstol Pedro acusa a aquellos “varones israelitas” de que: “prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole (Hch. 2:22-23); “[…] y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos” (Hch. 3:15). Y como también nosotros, al igual que ellos, somos pecadores, cuando pecamos colaboramos en la crucifixión de Cristo; y lo que Dios nos pide es que si tenemos fe en  Cristo, que es el único que nos salva de la muerte eterna, debemos creer también, “que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Ro. 6:6); para que podamos decir como san Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (21) No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:20-21).

Por tanto, Dios el Padre no es el autor de la muerte de Su Hijo; pero aun así, Jesucristo fue “entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios” –el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo–, para que fuésemos “rescatados de vuestra [/nuestra] vana manera de vivir, la cual recibisteis [/recibimos] de vuestros [/nuestros] padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, (19) sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, (20) ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros [/nosotros], (21) y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios” (1 P. 18-25).

Por tanto, en el concilio celestial, antes de la fundación del mundo, la Divinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo– decretó el Plan de Salvación de la humanidad mediante el ofrecimiento en sacrificio de Dios el Hijo, quien se ofreció voluntariamente para ello (Fil 2:5-11).

Filipenses 2:5-11: Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, (6) el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, (7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (9) Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, (10) para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; (11) y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

El siguiente pasaje, que es muy importante por ser la declaración del propio Jesucristo, prueba no solo su divinidad, pues Él afirma tener vida en sí mismo, sino también su total acuerdo con el Padre de entregar su vida por la humanidad pecadora: Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. (18) Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan 10:17-18).

¿Cómo ha vencido Dios al pecado, la muerte y al diablo?

“Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23). Esta es la causa por la que todos merecemos que se nos aplique  la pena o “paga del pecado [que] es la muerte” (Ro. 6:23); es decir, si Dios ha de ser justo, no puede dejar de aplicar la pena que corresponde a los transgresores de Su Ley de amor, porque de lo contrario, cometería injusticia y acepción de personas (Ro. 2:11).

Sin embargo, Dios es, a la vez, justo y misericordioso cuando, en la Persona de Jesucristo, entrega Su vida por nosotros, muere en nuestro lugar, asume la pena de muerte eterna que nos correspondía a los pecadores, cumpliendo en Él mismo la justicia que demanda Su Ley,  para que éstos puedan tener vida eterna. Por eso, Dios se encarnó, tomó carne, en Jesucristo, vino al mundo, para mostrarnos cómo es Dios (Jn. 14:9), “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16), y de esta manera salvarnos, reconciliarnos con Él y darnos la vida eterna; y todo ello ha sido hecho posible mediante la entrega de Su vida, porque al morir por nosotros (Mt. 20:28; Mr. 10:45), sufre la pena de muerte que corresponde a todos los seres humanos a causa de sus pecados; así lo declara Su Palabra:  “[…] Cristo padeció por nosotros, …(24) quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. (1 P. 2:21-25).

A Cristo, que llevó nuestros pecados sobre el madero, es decir, por su muerte de cruz, Dios Padre “por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Co. 5:21). Gustó la muerte que corresponde a cada pecador, para librarnos de la muerte eterna, y de esta manera darnos “la inmortalidad por el Evangelio” (2 Ti. 1:9-10).

2 Timoteo 1:9-10: quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, (10) pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio,

Romanos 8:1-4: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (2) Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. (3) Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; (4) para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Hebreos 2:9-18: Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. (10) Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.[…] (14) Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, (15) y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. (16) Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. (17) Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. (18) Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.

Es imposible agotar el tema del acontecimiento más maravilloso de la historia: “El Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros..” (Jn. 1:1,14), para sufrir la muerte más ignominiosa y cruel que existe –la muerte de cruz–. Todo ello es inabarcable en esta vida, por lo que seguiremos meditando en la venidera, y será inacabable, porque Dios es infinito, y sus obras también.

Quedo a disposición de todo lector que desee formularme cualquier cuestión, o simplemente escribirme algún comentario o aportación.

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Referencias bibliográficas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina – Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento

NBJ: Nueva Biblia de Jerusalén, 1998.

BTX: Biblia Textual

Las abreviaturas de los libros de la Biblia son las consignadas por la versión Reina-Valera, 1960

Bibliografía citada

(1) Aracil Orts, Carlos, <https://amistadencristo.com>¿Por qué tuvo que sufrir Cristo y morir en la cruz para salvarnos?

(2) Aracil Orts, Carlos, <https://amistadencristo.com>¿Qué muerte sufrió Jesús en la cruz la primera muerte o la segunda?

(3) Aracil Orts, Carlos, <https://amistadencristo.com>Por qué Jesucristo es el único que puede salvarnos de la muerte

(4) Aracil Orts, Carlos, <https://amistadencristo.com>¿Qué muerte sufrió Jesús en la cruz la primera muerte o la segunda?

(5) Aracil Orts, Carlos, <https://amistadencristo.com: artículos estrechamente relacionados:

¿Cuál es la naturaleza del pecado?
¿Murió Jesucristo por mí?
¿Por qué tuvo que sufrir Cristo y morir en la cruz para salvarnos?
¿El Milenio ocurre antes o después de la Parusía gloriosa del Señor?
¿Reinarán Cristo y sus santos un Milenio en la Tierra restaurada?
¿Por qué solo Jesucristo, Dios-Hombre puede salvar?
Por qué Jesucristo puede salvarnos de la muerte
¿Sufrió Jesucristo la muerte segunda?

Versión: 25-01-14

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado Diego, primero de todo, me gustaría si no tienes inconveniente que nos tuteáramos. En segundo lugar, te agradezco la siguiente importante pregunta que me planteas:

“¿Qué sucederá con las personas de buen corazón que no creen en Jesucristo como su salvador?” (Diego)

Doy por supuesto que te refieres a si esas personas – “de buen corazón” pero que no creen en Jesucristo– podrán serán convertidas y salvadas, para ser dignas de ser resucitadas en la Segunda Venida de Jesús (1ª Tes. 4:13-18), para recibir la vida eterna en el Paraíso que Dios ha prometido a “todo aquel que en Él [Jesucristo] cree” (Juan 3:16-17). Comprobemos que las palabras de Jesús – pues es Él mismo el que habla–, registradas en esos textos citados del Evangelio de San Juan, son muy claras y contundentes:

Juan 3:16-17: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (17) Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

Volviendo a tu pregunta: “¿qué sucederá con las personas de buen corazón que no creen en Jesucristo como su salvador?”

Solo hay dos posibilidades: primera, que se arrepientan de sus pecados (Mt. 3.2; Mr. 1:15; 6:12; Hec. 2:38; 17:30) y, entonces, son convertidas y perdonadas por Dios, y por tanto, salvadas para vida eterna; y segunda, si al final de sus vidas todavía permanecen en sus pecados, o se enorgullecen de sus buenas obras, y siguen creyendo solo en “su bondad”, lo único que les queda es recibir lo contrario a la vida eterna que es la muerte eterna.

Hechos 17:30: Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;

Mateo 7:21-23: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.  (22)  Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?  (23)  Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.

Mateo 10:32-33: A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. (33) Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.

Juan 6:28-29: Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?  (29)  Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

A continuación daré algunas razones por las que debemos creer en Jesús, si es que sabemos de Su existencia, y de que solo Él puede salvarnos. La primera y principal es que Él es Dios, el Hijo,  “Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 10:32-33).

Filipenses 2:5-11: Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,  (6)  el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,  (7)  sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;  (8)  y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.  (9)  Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,  (10)  para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;  (11)  y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

¿Qué persona sería capaz de presentarse ante Dios Padre, con solo sus propios méritos, diciéndole: “no me ha hecho falta Tu Hijo, porque ya ves que tengo buen corazón”?

Efesios 2:8-9: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;  (9)  no por obras, para que nadie se gloríe.

2 Timoteo 1:8-10: Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios,  (9)  quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos,  (10)  pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio,

Tito 3:4-8: Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres,  (5)  nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, (6) el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, (7) para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna. (8) Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.

2. Solo en nombre de Jesús, el Hijo de Dios, consustancial con el Padre, hay salvación.

Jesús, siendo Dios se hace hombre (Fil. 2:6-11) para poder entregar Su vida por todos aquellos que serán salvos. Este inconmensurable sacrificio divino, en pro de la humanidad perdida, es la única solución al pecado y a la muerte eterna.

Hechos 4:11-12: Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.  (12)  Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

1 Timoteo 2:5-6: Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,  (6)  el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.

Sin embargo, para ser digno de la vida eterna se requiere una sola condición: creer en Jesús; lo que significa, aceptarle como salvador, como “el Sustituto” que recibe el castigo que merecen nuestros pecados (Isaías 53:3-12; Marcos 10:45; 2 Timoteo 1:9; Tito 3:4-7; etc.), y ello implica, el arrepentimiento, reconocer que todos somos pecadores (Romanos 3:23), y que “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).

Si no recibimos a Jesucristo, no podemos “nacer de nuevo” (Juan 3:3), y “…el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5).

Juan 3:3-5: Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.  (4)  Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?  (5)  Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.

Para que no queden dudas, Jesús sigue insistiendo: “El que en él [Cristo] cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18).

¿Por qué es tan drástico y tajante Jesús? ¿Acaso no pueden salvarse las personas de buen corazón por ellas mismas?

Porque no creer en Jesús significa menospreciar el sacrificio del Hijo de Dios, que el Padre diseñó desde la eternidad como única solución al problema del pecado y la muerte. Y, también implica creer que uno puede salvarse siendo “bueno”, es decir, por sus propias obras, y eso es imposible, porque “No hay justo, ni aun uno;…No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Romanos 3:10-12).

Juan 3:19: Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.  (20)  Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.  (21)  Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

Notemos que rechazar a Jesús, o no creer en Él, significa “amar más las tinieblas que la luz”, y a lo malo, a lo que es mentira antes que a la Verdad. Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14:6); aceptar y creer en Jesús es vivir en la Verdad que nos hace libres (Juan 8:31-34), pues nos libera de la esclavitud del pecado. Meditemos, por favor, en los siguiente textos del apóstol Pablo, que nos enseñan, que solo por medio de creer y obedecer al Evangelio somos liberados del pecado y hechos siervos de Dios: “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna” (Romanos 6:22). Veamos todo el contexto:

Romanos 6:16-23: ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? (17) Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;  (18)  y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.  (19)  Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.  (20)  Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia.  (21)  ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte.  (22)  Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.  (23)  Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

“Pero gracias a Dios, que aunque [éramos] esclavos del pecado, [hemos] obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual [fuimos] entregados” (Romanos 6:17).

¡“Aquella forma de doctrina” no es otra que las Buenas Nuevas de Salvación en Cristo! Creer en el Evangelio es creer en Jesús, y viceversa, porque la salvación –vida eterna– viene por Él.

3. ¿Qué sucederá con las personas de buen corazón que no creen en Jesucristo como su salvador?

Retomo tu pregunta, pero cambiándola un poco “¿Pueden salvarse las personas de buen corazón que no creen en Jesucristo como su salvador?” Difícilmente, por no decir, imposible.

Pero tu pregunta es algo distinta “¿Qué sucederá con las personas de buen corazón que no creen en Jesucristo como su salvador?”

Si esas personas se mueren sin creer en Jesucristo, y han sido fieles a su conciencia, y, al final de su vida, o en algún momento de ella, han reconocido que son pecadores, se han arrepentido,  pedido perdón a Dios, y reparado, en lo posible, los males cometidos, probablemente Dios las salve y les dé la vida eterna. Pero eso habrá sido posible solo gracias al sacrificio redentor de Jesús, y aunque ellos no lo hayan aceptado; solo el hecho de que Jesús pagó con su muerte la penalidad que les correspondía es lo que las habrá hecho que reciban la salvación. Pero a nosotros no nos concierne decidir o saber quién se salvará o se perderá. Dios es el que conoce lo profundo del corazón humano y discierne todas sus intenciones; solo Él sabe cuál es la bondad de los corazones, y si existe verdadera conversión, transformación de vida, porque “sin la santidad nadie verá la Señor” (Hebreos 12:14).

Nada inmundo o pecaminoso entrará en el reino de los cielos, de ello podemos estar seguros. “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda (Apocalipsis 21:8).

Y Jesús también dijo: “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;  (29)  y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5:28-29).

Querido Diego, te dejo estos textos para que, por favor, medites en ellos:

Gálatas 6:7-9: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.  (8)  Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.  (9)  No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.

Juan 5:25-29: De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.  (26)  Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo;  (27)  y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.  (28)  No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;  (29)  y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.

Apocalipsis 21:5-8: Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.  (6)  Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.  (7)  El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.  (8)  Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.

Si quieres ampliar sobre este tema te recomiendo estos dos artículos de mi web:

¿Quiénes serán salvos?
Debate Teológico: ¿Es fácil Salvarse?

Quedo a tu entera disposición para lo que pueda servirte.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

Versión: 11-04-14

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Peter, le agradezco sus dos interesantes preguntas; especialmente la primera de ellas, en la que usted me plantea el tema siempre controvertido de si los cristianos podemos tener la seguridad de la salvación que una vez obtuvimos por medio de la fe en el sacrificio expiatorio de Cristo. Pero mejor veamos sus preguntas a continuación:

«Hola Sr. Carlos Aracil, ¿cómo está usted? Tengo dos preguntas para usted:

A) Habiendo entendido que ser justificado por la fe en Cristo quiere decir que una persona, después de aceptar la justificación, seguirá cometiendo pecados, o sea, infringiendo la ley, aunque las veces que lo haga se arrepienta y le pida perdón a Dios, porque la carne es débil, ya que como usted dice somos impotentes en cumplir la ley, ¿se puede aun así ser salvo para siempre?

B) Y la otra pregunta es: ¿debe un cristiano verdadero votar en las elecciones electorales de su país aun sabiendo que la política está llena de corrupción y de corruptos como hoy día?
(Peter)

Con respecto a su segunda pregunta –“¿debe un cristiano verdadero votar en las elecciones electorales de su país aun sabiendo que la política está llena de corrupción y de corruptos como hoy día?”–, haré solo un simple comentario. En mi opinión, el que votemos en las elecciones o no, tiene poca importancia para la salvación de los creyentes; no obstante, debemos votar, de acuerdo a nuestra conciencia, a aquellas personas o partidos que consideremos se aproximan más a nuestra idea cristiana de la justicia social; en cualquier caso a aquellos que representan un mal menor, y si pensamos que nadie merece nuestro voto, porque respaldan ideas que van en contra de la voluntad de Dios, siempre podemos votar en blanco o simplemente abstenernos.

Con lo expresado arriba, considero ya contestada su segunda pregunta, y en el cuerpo del estudio bíblico que sigue a continuación, me limitaré a responder a su primera pregunta, que es, sin duda, muy interesante y esencial para todo cristiano; pero voy a reformularla para tratar de formar con ella el primer epígrafe de este estudio bíblico, de la siguiente manera, algo más resumida:

2. ¿Podemos ser salvos para siempre una vez que Dios nos ha declarado justos por la fe en Cristo, si seguimos cometiendo pecados –puesto que la carne es débil y somos impotentes para cumplir la Ley de Dios de forma perfecta–, si nos arrepentimos y pedimos perdón a Dios?

Primero de todo, deberíamos tener claro que el hecho de que nuestra “carne” sea débil –pues Jesús dijo: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41; cf. Romanos 8:3)– no es una excusa para que el cristiano pueda pecar libre y conscientemente; porque “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.” (1 Juan 3:9; cf. 1 Juan 5:18).  Veamos ahora algo del contexto donde está inserto este importante versículo:

1 Juan 3:4-10: Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. (5) Y sabéis que él [Cristo] apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. (6) Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. (7) Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. (8) El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. (9) Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. (10)  En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.

1 Juan 5:18: Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.

Los obsesionados con observar el reposo sabático del Antiguo Testamento enseguida asocian la palabra “ley” con la del Sinaí. Pero la ley que Dios exige a los cristianos no es la citada antes, sino la del amor perfecto a Él y al prójimo, que se cumple desde el interior del corazón o conciencia, convertido o transformado por el Espíritu, y no tratando de obedecer externamente la lista de los Diez Mandamientos de las tablas de piedra; porque “nosotros tenemos este mandamiento de Él: El que ama a Dios, ame también a su hermano” (1ª Juan 4:21). Y el amor es un fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-25) que mora en cada cristiano (Hechos 2:38,39; 1ª Co. 3:16; 6:19; 2ª Co. 6:16; Efesios 1:13-14), no son actos de obediencia voluntariosa a mandamientos externos, sino verdadero amor que surge del corazón convertido por Dios (Ezequiel 36:26-27).

Ezequiel 36:26-27: Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. (27) Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

Pero antes de seguir, es necesario que entendamos los varios significados bíblicos que el término “carne” –traducido de las palabras originales basar y sarx de los idiomas hebreo y griego respectivamente– puede tener según su contexto.

    • El “Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros” (Juan 1:14; cf. 1 Tim. 3:16). Aquí “carne” significa que Dios, el Hijo, tomó la naturaleza humana, se hizo hombre “en semejanza de carne de pecado” (Romanos 8:3), pero “sin pecado” (Hebreos 5:15; 7:26), pues Cristo “no conoció pecado” (2ª Corintios 5:21). “Y sabéis que él [Cristo] apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él (1 Juan 3:5).
    • Dios a Su Hijo le ha “dado potestad sobre toda carne” (Juan 17:2; cf. Hechos 2:17; 1 Co. 15:50; Jeremías 25:31; 32:27; etc.). Con el significado evidente de “humanidad” o todos los seres humanos.
    • “No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves” (1 Corintios 15:39; cf. 1 Co. 7:28; Gálatas 2:20; 4:13,14; Col. 1:22; etc.). En este caso, “carne” o “cuerpo” (Gálatas 4:13-14), proceden de la misma palabra griega sarx, y, aquí, sin embargo, tienen un sentido literal, de sustancia o materia que forma el cuerpo humano.
    • “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; (8) y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Romanos 8:7-8). Esta “carne” es la sede y el origen de lo pecaminoso del ser humano, que es causado por su naturaleza caída, heredada de Adán (Romanos 5:12; 1 Corintios 15:21-22).

A esta última “carne” me referiré en lo que sigue, pues es la que representa al ser humano no convertido a Cristo, quien será esclavo del pecado hasta que obedezca de corazón “a aquella forma [modelo (NBJ,1998)] de doctrina” (Romanos 6:17; cf. Juan 8:34), o sea, el Evangelio –la Palabra de Dios (2 Tes. 2:13-17).

2 Tesalonicenses 2:13-15: Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad,  (14)  a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.  (15)  Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.

La citada “carne” es materialista, egoísta, esclava de sus pasiones pecaminosas, enemiga de Dios y opuesta a Su Santo Espíritu: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí […] (20) Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, (20) idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, (21)  envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5:17, 19-21).

Evidentemente, pues, “los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Romanos 8:8); “porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis” (Romanos 8:13). Por lo tanto, solo pueden salvarse los que –al arrepentirse y convertirse de corazón, aceptando la muerte expiatoria de Cristo en la cruz– han muerto al pecado, “sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. (7) Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado” (Romanos 6:6-7; cf. Efesios 4:22; Col. 3:5-17).

Colosenses 3:5-17: Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;  (6)  cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia,  (7)  en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas.  (8)  Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.  (9)  No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,  (10)  y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, (11) donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.  (12)  Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; (13) soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. (14) Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. (15) Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. (16) La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. (17) Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Por eso, el apóstol Pablo insiste reiteradamente en que nos despojemos del “viejo hombre” el que vive según la carne y nos vistamos del “nuevo hombre creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22-24).

Efesios 4:22-24: En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,  (23)  y renovaos en el espíritu de vuestra mente,  (24)  y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

Ahora bien, a los cristianos, Dios “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,  (6)  el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, (7) para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna” (Tito 3:5-7).

¿Quiénes son los salvos para siempre?

Dejemos que sea la Palabra de Dios la que responda:

“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Y, en el versículo seis, Él mismo declara: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6). Esto quiere decir que nuestro nacimiento natural –el de la “carne”– no nos hace hijos de Dios de forma automática ni inmediata –de carne pecadora solo puede nacer algo semejante– sino que para ser salvos necesitamos ser engendrados de Dios; no basta, pues, nacer “…de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:13). Y “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre [en Cristo], les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Es decir, el poder para ser hijos de Dios no es humano, no depende de nuestra voluntad sino de Él mismo. Así como nadie decide nacer en la carne tampoco puede elegir ser engendrado por Dios; “quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9).

Por lo tanto, “lo que es nacido de la carne, carne es…” (Juan 3:6), y todo humano para ser salvo – es decir, para poder “entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5)– es necesario que “naciere de agua y del Espíritu” (Juan 3:5). Es decir, que sea engendrado por Dios.

¿Cómo se produce el citado nuevo nacimiento que solo procede de Dios?

Dios nos llama por medio del Evangelio. Pero mejor dejemos que Él mismo nos responda en Su Palabra:

“El [Dios], de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas”. (Santiago 1:18; ver también 1:21-22). Por eso a la pregunta del carcelero de Filipos “¿qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:30), Dios responde “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”, e inmediatamente le hablaron la Palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa” […], “y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios”. (Hechos 16:33-34). Las Sagradas Escrituras son, pues, el medio que Dios, el Espíritu Santo, usa como medio para hacer nacer de Él, y regenerar a los que viven según la carne, para darles el arrepentimiento, la conversión y la justificación, cuando han creído y obedecido Su llamamiento. Acceder a la salvación es tan sencillo, que solo las personas sencillas y humildes podrán hacerlo, pues está vetada a los orgullosos y soberbios, pues “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6).

Sólo se salvarán los que se arrepientan y se conviertan a Dios:

La salvación es concedida por Dios a las personas que reconocen su pobreza espiritual (Mateo 5:3) y tienen la actitud ante Dios como la que mostró el publicano, cuando oraba a Dios en el templo diciendo: “Dios, sé propicio a mí, pecador”, en contraposición con el fariseo que se consideraba justo ante Dios, enorgulleciéndose de sus buenas obras (Lucas 18:10-14). Jesús afirmó que el publicano fue justificado ante Dios y no así el fariseo: “…Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.”  (Lucas 18:14 úp).

Todo el mundo, pues, puede acceder a la salvación, si toma consciencia de su estado caído y perdido, y se acerca a Dios con la actitud del publicano: “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. (14) Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.”  (Lucas 18:13, 14).

Bajo mi punto de vista, hay tres premisas claves en el proceso de la salvación de los seres humanos:

    • La salvación de los seres humanos es posible sólo gracias a la Encarnación, vida y muerte expiatoria de Jesucristo (Hechos 4:12; cf. Mateo 1:21; Marcos 10:45; Juan 3:16; 1ª Juan 2:2; Juan 14:6; 1ª Corintios 3:11). Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
    • Nadie puede ser salvo si no nace de nuevo. Me estoy refiriendo a la conversión sin la cual tampoco habrá salvación (Juan 3:5; cf. Sal. 90:3; 1ª Reyes 8:46-50; 2ª Crónicas 7:14; Jer. 18:11; 31:18; Isaías 55:7; Joel 2:12; Hechos 3:19; 3:26; 14:15; 26:18, 20; Ezequiel 18:30-32). “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3: 5).
    • La conversión o sea el nuevo nacimiento proviene de Dios por medio de su Palabra y de su Santo Espíritu (Hechos 11: 21, 23; 21:1; 3:26; Juan 6:44; Fil 2:12, 13; 2ª Tim. 1:9; Tito 3:3-7; Sant. 1:18). “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas” (Santiago 1:18).

Aunque cualquier ser humano haya cometido graves errores, pecados y delitos a lo largo de toda su vida, bajo la influencia de múltiples circunstancias que sólo Dios conoce, puede llegar a tener un momento de luz y arrepentirse, como le ocurrió a uno de los dos malhechores que fueron crucificados con Jesús.

Lucas 23:39-43: Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. (40) Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? (41) Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. (42) Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.  (43)  Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

¿Quieres ser salvo? Sé como el publicano, no hagas como el fariseo que se consideraba suficientemente justo ante Dios. No seas como el malhechor, que, padeciendo el martirio de la cruz aun injuriaba a Jesús. Seamos como el buen “ladrón” que reconoció su culpa y se convirtió aun cuando no le dio tiempo de hacer buenas obras para probar su fe, sin embargo, en ese mismo momento, Jesús le aseguró que era salvo y gozaría de la vida eterna en el paraíso.

Las criaturas no podemos juzgarnos unas a otras, y menos a Dios. Sin embargo, Dios, puesto que conoce todos los condicionamientos, pensamientos, intenciones y motivaciones de cada persona, juzgará con justicia a todos, y los salvados serán aquellos cuya conversión sea genuina o auténtica. Él sabe si hemos rechazado a Cristo o dejado voluntariamente de conocer la verdad, o si no somos coherentes con lo que creemos, prefiriendo o amando más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. (Juan 3:18-21; Véase también Juan 5:40; Romanos 1:11-16).

La naturaleza humana ciertamente está totalmente contaminada por el pecado, porque así lo demuestra nuestra experiencia diaria, y lo confirma la Palabra de Verdad, la cual afirma contundentemente, “…que todos están bajo pecado, (10) Como está escrito: No hay justo, ni aun uno;… (Romanos 3:9úp, 10). La ley moral que Dios ha grabado en nuestras conciencias, y que además ha revelado al mundo, nos condena irremisiblemente, y todos estamos bajo el juicio de Dios (Romanos 3:19, 20). Por lo tanto, todos los que quieran salvarse, primeramente deben considerarse perdidos, o sea reconocer que no pueden cumplir la ley moral, no pueden ser justos por mucha voluntad que pongan en hacer obras buenas y piadosas y de justicia. Suponiendo que pudiéramos hacer multitud de obras piadosas, de nada servirían para obtener la salvación. Cuando me considero perdido, y comprendo que la paga del pecado es muerte, sólo, entonces, acepto la vida eterna como un regalo que Dios me da mediante Cristo Jesús. (Romanos 6:23).

Como Jesucristo es el camino, la verdad y vida, lo más importante es reconocer, aceptar y asumir interiormente lo que Jesús le dijo [a Tomás]: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6). En la medida que seamos coherentes con esa Verdad, que representa y es Jesús, seremos salvos.

En tanto en cuanto creamos y obedezcamos a la Verdad que es Jesús seremos más libres. Por eso Jesús nos dijo: “…Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; (32) y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. (Juan 8:31 úp, 32). Cuando aceptamos esa verdad somos liberados de la esclavitud del pecado y del miedo a la muerte (Romanos 6:17,18,22); Hebreos 2:14,15). Sin embargo, la idea de que hay que pertenecer a una determinada iglesia, que dice ser, o que se cree es la verdadera, para poder salvarse, es totalmente errónea.

¿Podemos ser salvos para siempre si hemos sido declarados justos por la fe en Cristo?

El que nace de la carne puede morir eternamente, pero el que nace de Dios, es decir, es engendrado por Su voluntad, vivirá eternamente. Porque “es imposible que Dios mienta” (Hebreos 6:18) y nuestra esperanza está puesta en Cristo, “la cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, (20) donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (Hebreos 6:17-20). Esto quiere decir, que al igual que Cristo entró como precursor nuestro en el Lugar Santísimo del Santuario Celestial –simbolizado por “hasta dentro del velo” que dividía el lugar santo del santísimo en el tabernáculo terrenal que Dios había dado a Israel  (véase Hebreos 9:11-14)– así mismo entraremos todos los que confiamos en Él. Veamos un poco de contexto:

Hebreos 6:17-20: Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento;  (18)  para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. (19) La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo,  (20)  donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.

La salvación, pues, en cuanto es un don de Dios, no se puede perder (Apocalipsis 7:19). Por lo tanto, todos los engendrados por Dios son salvos para siempre “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.  (30) Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” (Romanos 8:29-39). Notemos que los que conoció de antemano desde la eternidad –presciencia– son los mismos que predestinó, llamó, justificó y glorificó” en el tiempo en el cual cada uno vivió; por tanto, ningún escogido por Dios desde la eternidad puede perderse. Su seguridad de salvación es absoluta, porque Dios no cambia de planes; pero debemos fijar nuestra atención a que la predestinación de sus escogidos es para un propósito específico, requisito imprescindible para la salvación: “…también los predestinó –a Sus escogidos– para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Romanos 28:29). Es decir, Dios ha escogido a los que serán salvos para que sean “santos y sin mancha delante de Él” (Efesios 1:4).

Nos puede extrañar que Dios haya predestinado solo “a los que antes conoció”; ¿qué quiere decir esto? ¿Acaso Dios no ha conocido desde la eternidad a toda la humanidad de todos los siglos? La palabra “conocer” en el lenguaje bíblico tiene un significado profundo; por ejemplo, conocer a una persona o a Dios en el sentido bíblico es amarlos (1ª Juan 4:7-10); por tanto, Él predestinó a los que desde la eternidad amó. Además, el contexto se refiere “a los que aman a Dios, […] esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Es claro que todos en la carne éramos “enemigos de Dios” (Romanos 5:10), pero “Nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero” (1ª Juan 4:19). Es también muy aleccionador y esclarecedor leer el siguiente contexto de 1ª Juan 4:

1 Juan 4:7-10: Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.  (8)  El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.  (9)  En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. (10) En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.

“¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?  (32) El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?  (33)  ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.  (34)  ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.  (35) ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?  (36)  Como está escrito:  Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. (37) Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.  (38)  Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,  (39)  ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. (Romanos 8:31-39).

Dios en Su soberanía, que se conjuga admirable y armoniosamente con la responsabilidad y libertad humanas, nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:4). Pero notemos que fuimos “elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (1 Pedro 1:2). Pero esta elección de los salvos es hecha por Dios desde la eternidad con un propósito bien definido – que seamos “santos y sin mancha”, por medio de “la sangre de Jesucristo”–, porque “sin la santidad nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). Fijémonos, además, que Dios salva a sus escogidos para hacerlos conformes a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:29; cf. Efesios 1:4). Por eso “nosotros debemos dar siempre gracias a Dios…de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, (14) a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 2:13-14).

La mejor y única garantía de nuestra salvación es que fuimos “sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1:11-14):

Efesios 1:11-14: En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad,  (12)  a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. (13) En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,  (14)  que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

3. Conclusión

Como hemos comprobado en lo expuesto anteriormente, todo cristiano maduro –puesto que ha sido engendrado por Dios y ha nacido de nuevo– debe tener la seguridad absoluta de que es salvo para siempre, y como declara maravillosamente San Pablo “¿Quién nos separará del amor de Cristo?” (Por favor, leer de nuevo: Romanos 8:28-39). La Palabra de Dios afirma que la garantía absoluta de salvación consiste en que “habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa (Efesios 1:13). Por medio del Evangelio, que “es poder de Dios para salvación a todo aquel cree” (Romanos 1:16), fuimos “sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (véase también Hechos 2:38,39), “que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Efesios 1:13-14). Es decir, este sellamiento con el Espíritu Santo que reciben todos los cristianos auténticos que han nacido de nuevo es el fundamento y garantía de la seguridad de nuestra salvación, “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Romanos 8:14), y además, “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16).

Por lo tanto, dudar es un pecado de falta de fe en la Palabra y en el poder de Dios, y en las claras promesas de salvación en Cristo. Pero es importante que leamos todo el contexto, por eso, recomiendo leer todo el capítulo ocho de la epístola de San Pablo  a los Romanos. Aquí damos solo unos pocos versículos para no cansar a los lectores.

Romanos 8:9-17: Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. (10) Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.  (11)  Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.  (12)  Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;  (13)  porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.  (14)  Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (15)  Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (16)  El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (17) Y si hijos, también herederos;(A) herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Volviendo a la primera pregunta que me hizo usted, estimado hermano, al principio de este escrito:

¿Puede ser salvo para siempre un cristiano que ha aceptado la justificación que viene de la fe en Cristo, pero que sigue cometiendo pecados, aunque luego se arrepienta y pida perdón a Dios, porque la carne es débil?

En primer lugar, creo que sería imprudente por mi parte juzgar quién será salvo y quiénes se perderán pues solo Dios lo sabe. Sin embargo, me siento con el deber de recordar que, aunque nadie está libre de volver a pecar, “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Juan 3:9; cf. 1 Juan 5:17-18).

1 Juan 5:17-18: Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte. (18)  Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.

Todos los cristianos, desde el momento de su nuevo nacimiento por el Espíritu Santo, obtienen, además de ser declarados justos ante Dios, la adopción de hijos de Dios, por tanto, también “herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Romanos 8:17; Gá. 4:6-2). Esto implica cierto grado importante de santidad; además, San Pablo cuando se dirige “a la Iglesia de Dios que está en Corinto”, se refiere a ellos como “los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos” (1ª Corintios 1:2). Y también es una verdad muy hermosa que “En esa voluntad [la de Dios] somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre…(12) pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios… (14) porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados (Hebreos 10:10,12,14).

De lo anterior, deducimos que, al aceptar el sacrificio expiatorio de Cristo, Él nos imputa Su vida perfecta y santa, de manera que Dios puede pasar por alto las imperfecciones de nuestra “carne”, puesto que nos atribuye la justicia que Su Hijo obtuvo para todo creyente. Aunque entendemos que la perfección en santidad no se alcanza de inmediato –ni siquiera al final de muchos años que pueda vivir el creyente–, sino que es un proceso que se prolonga toda la vida, siempre avanzando en progreso hacia ella, siguiendo el camino y la luz de la Verdad que hemos comprendido, creído y asumido, y que nos obliga a ser coherentes con nuestra fe.

Sin embargo, tenemos que tener claro “que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (1ª Corintios 15:50).  Lo que quiere decir es que, independientemente del grado de santidad que cada uno haya alcanzado en el momento de su muerte, solo cuando Dios transforme nuestros cuerpos mortales en inmortales se nos otorgará la máxima perfección en cuerpos gloriosos a la semejanza del de Cristo resucitado (1ª Corintios 15:53,54; cf. 1ª Tes. 4:13-18). Mientras tanto, tengamos “gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;  (13)  el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,  (14)  en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados (Colosenses 1:12-14).

Recordemos que “al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:17). Quiero decir, que debemos actuar siempre de acuerdo con nuestra conciencia iluminada por la Palabra de Dios. “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Romanos 8:5). “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. (15) En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. (16) Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo (1 Corintios 2:14-16).

Sin duda hay una gran diferencia entre “el hombre natural”, que vive en “la carne”, y es esclavo del pecado, y el “hombre nuevo” en Cristo (Colosenses 3:5-10,12-14), que no se deja llevar por las tendencias e inclinaciones de la “carne” sino que es guiado por el Espíritu Santo que mora en él. “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24). “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;  (4)  porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” (2 Corintios 10:3-4).

Si los cristianos queremos sinceramente triunfar sobre el pecado, y alcanzar más santidad, debemos imitar al apóstol Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Y si después de haber recibido el conocimiento de la verdad, pecáramos voluntariamente, la Palabra de Dios nos advierte muy seriamente que “ya no queda más sacrificio por los pecados” (Hebreos 10:26). Y esto es para que nadie se ensoberbezca creyendo que puede vivir siguiendo los deseos de la carne si ha conocido la voluntad de Dios. Veamos el citado pasaje anterior completo y tres importantes textos que le siguen:

Hebreos 10:26-29: Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, (27) sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. (28)  El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. (29) ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?

Si uno que se considera cristiano peca voluntaria y conscientemente, debe plantearse si de verdad ha cambiado su mente carnal por la de Cristo. Si obedecemos a los deseos pecaminosos de la carne antes que al Espíritu Santo que mora en nosotros es porque aún “nuestro viejo hombre” [no] “fue crucificado juntamente con Cristo, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6:6). Por lo tanto, si de verdad somos libres en Cristo, es decir, no esclavos del pecado, demostrémoslo haciendo que “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; (13) ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. (14) Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. (15) ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. (16) ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? (17) Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;  (18)  y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia (Romanos 6:12-18).

Resumiendo: Dios es el que salva por medio de nuestra fe (Romanos 5:1,2). El Bautismo es un signo externo que no tiene sentido aparte de nuestra fe. El Bautismo es un mandamiento de Dios. Obedecemos este mandamiento como cualquier otro, no para salvarnos sino porque somos salvos y deseamos complacer a Dios en todo, y porque sabemos que así se perfecciona nuestra fe. Con él, damos honra y gloria a Dios, testificando, al mismo tiempo, a los demás, de las grandes cosas que Dios ha hecho en nosotros. La inmersión en agua simboliza nuestra muerte al pecado, nuestra sepultura juntamente con Cristo y nuestra resurrección a una nueva vida regenerada por el Espíritu santo. En mi opinión, lo que dijo Cristo a Nicodemo, en Juan 3:5, “…el que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”, significa que el Espíritu nos hace nacer por medio de su Palabra (1ª Pedro 1:23; Santiago 1:18) y nacer del agua simboliza perfectamente la resurrección a la nueva vida.

¿Puede el cristiano pecar gravemente y perder la salvación?

Efectivamente, es un tema del que nadie puede decir la última palabra, porque sólo Dios sabe estas cosas. No obstante, sí que podemos razonar acerca de todo lo que la Sagrada Escritura nos ha revelado al respecto, lo cual no es poco.

En primer lugar, todo cristiano fiel y maduro debe vivir en la seguridad de la salvación, no dudando nada que ya ha sido salvo por la fe en la sangre derramada por Cristo. Aunque la salvación eterna es algo que sucederá cuando Cristo venga en gloria a llevarnos con Él al cielo, desde el mismo momento en que hemos creído firmemente en Jesús por la gracia de Dios, Él, “…nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, (14) en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” (Colosenses 1:13). La salvación, pues, no está en el futuro, sino en el pasado, Cristo murió por mí, yo lo acepto y vivo en consecuencia. Ya soy salvo, porque he sido librado de las tinieblas y  llevado al reino de Cristo (Véase además Hebreos 10:10, 14).

2ª Tesalonicenses 2: 13-15: Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, (14) a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. (15) Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra. (16) Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, (17) conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra.

Anteriormente comprobamos que todos los que se han sido llamados según Su voluntad [la de Dios], fueron predestinados para que fuesen hechos a la imagen de su Hijo, y que todos estos, que son justificados, son los que finalmente son salvados y glorificados (Romanos 8:28-39).

¿Quién puede perder la salvación de este grupo? Nadie. Luego la salvación está asegurada y garantizada en Cristo. Sin duda, pues, los que pueden perder la salvación después de haber sido libertados de la esclavitud del pecado por la verdad del Evangelio, son aquellos, que confiando en sí mismos, usan el libre albedrío del que gozan para hacer las obras de la carne, a sabiendas que eso significaría escoger no entrar en el Paraíso de Dios. Posiblemente a estos se refiere la siguiente seria admonición:

Hebreos 6:4-10: Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo,  (5)  y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, (6) y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. (7) Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; (8) pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada. (9) Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. (10) Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún.

¿Quiénes son estos “que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, (5) y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, (6) y recayeron?

No lo sabemos exactamente, pero, una cosa es segura no pertenecen a los escogidos por Dios, “antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, (5) en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, (6) para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, (7) en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:4-7). Pues ellos fueron amados desde la eternidad, y llamados en el tiempo, predestinados “para ser adoptados hijos de Dios por medio de Jesucristo, según el puro afecto de Su voluntad”. Además el autor del libro de Hebreos hace una clara distinción entre las personas de ese grupo –que habiendo conocido la verdad y “participado del Espíritu Santo…y recayeron”– y los creyentes que cita a continuación: en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. (10) Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún” (Hebreos 6:9-10).

Dios, nos ha llamado mediante su Evangelio y hemos sido santificados por su Espíritu y la fe en la verdad. Si permanecemos firmes en esta doctrina, “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? (Romanos 8: 35). Además, hemos sido escogidos “en él [Cristo] antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él.” (Efesios 1:4; léase además Efesios 1:3-14; Romanos 8:28-30). Fijémonos que Dios nos escoge para que seamos santos y sin mancha delante de Él. Por tanto, juzguémonos u observémonos a nosotros mismos, si vamos por el camino de santidad, o por otro distinto. Nuestra visión siempre debe estar puesta en nuestra meta, que es la santidad en Cristo, para no desviarnos por caminos tortuosos, no que puedan hacer perder la salvación, sino que al apartarnos del verdadero camino (Cristo es el camino, Juan 14:6) sufriremos mucho hasta volver al único camino que conduce a vida eterna.

La Santa Biblia nos da muchas más razones para que no dudemos en ningún momento que la salvación está garantizada por Dios. No hay accidente, ni percance, ni ninguna circunstancia externa a nosotros que pueda oponerse en la voluntad de Dios, para evitar que seamos salvos. En cierto sentido, no depende de nosotros sino que está en manos de Dios (Apocalipsis 7:10). ¿Qué nos corresponde a nosotros? Mantenernos firmes en la fe, mediante la comunión con Dios y su Palabra.

Filipenses 2:12-16: Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, (13) porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. (14) Haced todo sin murmuraciones y contiendas, (15) para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; (16) asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado.

Ocupémonos, pues, de nuestra salvación, que ya es un hecho pero que no se debe descuidar. Sin embargo, tengamos siempre la total seguridad, “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;” (Filipenses 1: 6).

Concluyendo, nuestra salvación es un hecho que se ha producido en el pasado, en el momento que aceptamos a Cristo por la fe, y no en el futuro. No podemos dudar de esto, porque sería hacer a Dios mentiroso (Hebreos 6:17-20). Sin embargo, esa garantía de la salvación nunca debe conducirnos a la jactancia, orgullo espiritual e insensatez, sino que debemos ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor, reconociendo en todo momento que somos pecadores, débiles en nuestra carne, con muchas flaquezas que nos harán pecar muchas veces pero casi, o más bien, nunca voluntariamente, porque “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecarporque es nacido de Dios.” (1ª Juan 3:9). Sin embargo, tengamos en cuenta que “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. (1ª Juan 1:8).

¿Y si pecamos? Perdemos la comunión con Dios hasta que nos arrepentimos, reparamos la falta y pedimos perdón a Dios, y nuestra comunión con Dios es restaurada “Si confesamos nuestros pecados, él [Dios] es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. (1ª Juan 1:9).

Termino este estudio bíblico, citando unos textos bíblicos que me parecen muy estimulantes, porque nos animan a todos a que no dejemos de beber del “agua para vida eterna” que nos ofrece Cristo, nuestro Señor:

Juan 4:14: mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.

Juan 7:37-39: En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.  (38)  El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.  (39)  Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.

Apocalipsis 22:17: Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.

Quedo a tu entera disposición para lo que pueda servirte.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Comentarios de los lectores


Alfonso 

13-04-14

Interesante artículo, Carlos, sin duda.

No obstante, a mi modo de entender, no existe una respuesta rotunda a la pregunta del epígrafe: ¿Pueden perder la salvación los que una vez fueron justificados por la fe en Cristo?

Podemos responder que NO, que todos los que han sido justificados por su fe en la gracia de Jesucristo, tienen garantizada la salvación. Pero el Nuevo Testamento está lleno de pasajes que nos sugieren lo contrario, o sea, que el resultado de la batalla por alcanzar la salvación permanece abierto durante toda la vida del creyente:

    • “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga (1 Corintios 10: 12)
    • “y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. (13) Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” (Mateo 24:12-13).
    • Etc., etc.

De cualquier forma, aunque lleguemos a la convicción de que los que han sido justificados tienen GARANTIZADA la salvación, el creyente puede seguir con sus dudas, preguntándose  si realmente él ha sido justificado.

En otras palabras:

    • ¿Ha sido verdaderamente genuino mi arrepentimiento, o quizás no ha sido completo?
    • ¿He procurado resarcir o compensar sinceramente a todos aquellos a los que he perjudicado de una forma u otra?
    • Tal o cual inclinación que veo en mí, ¿podría ser la evidencia de que no me he entregado completamente  a Cristo?
    • Todos hemos conocido a personas convertidas, incluso pastores poderosos en la Palabra de Dios, que luego se han apartado estrepitosamente del buen camino. Aparentemente habían sido justificados, pero se han apartado. Y si no habían sido justificados a pesar de la convicción que exhibían, ¿cómo puedo estar seguro de que mi conversión sí que ha sido auténtica?
    • ¿Cómo puedo tener la garantía de que yo no caeré, puesto que otros muchos han caído?

 Jesús se dirigió solemnemente a los doce apóstoles en cierta ocasión y les dijo:

“De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.”  (Mt 19: 28)

Judas Iscariote era uno de los que escuchó esas solemnes palabras. Sin embargo, en él no se cumplieron.

Puesto que no existe ningún signo objetivo, externo ni interno, de que se haya producido una verdadera conversión, creo que lo único que se nos puede aconsejar a los creyentes es que tengamos confianza en la misericordia de Dios,  reconociendo que la salvación es un misterio insondable.

O quizás sería más apropiado decir que lo que es un misterio insondable es la “perdición».  Me explicaré:

Yo leo la Biblia; procuro vivir de acuerdo a los principios que allí leo, pero mi vida no es tan diferente de la de mi vecino ateo, buen padre de familia y buen ciudadano, pero que no cree en Dios, y no tiene fe en absoluto.

Pues bien, me imagino a mí mismo en el Paraíso, cuando lleve viviendo allí cien mil trillones de años y repentinamente vengan a mis pensamientos las escenas de mi vida terrenal. Recodaré a Antonio, a Juanito, a Vicentín, a Paquito, etc. etc. la mayoría de los cuales probablemente no estarán allí, y entonces me preguntaré: ¿Por qué no están aquí? ¿Qué mal tan profundo cometieron para ser castigados con la privación del eterno paraíso?

¿Puede que considere injusto que esos buenos amigos de la infancia, la juventud o la adultez, se hayan perdido para la eternidad, simplemente porque nunca les interesó la religión ni los valores cristianos?

El tiempo de una vida humana, comparado con la eternidad, no es más que un lapso infinitesimal, prácticamente cero. ¿Cómo puede ser que por la falta de fe manifestada durante un lapso infinitesimal de tiempo hacia Dios, se sea acreedor a semejante pena de cadena perpetua infinita, condenado por la eternidad a vivir separado del paraíso, ya sea con vida consciente, o sin ella?

¿Y no es más misterioso esto todavía, si pensamos que, al fin y al cabo, la fe es un don de Dios (Efesios 2: 8)?

De los cientos de denominaciones distintas en que se ha fragmentado el cristianismo, unas aseguran que la salvación nunca está garantizada, que hay que “pelearla” hasta el final. Otros en cambio, aseguran que una vez que nos entregamos a Cristo, la salvación está asegurada.

¿En qué se basan unos y otros?  En la Biblia, y más concretamente, en el Nuevo Testamento.

¿Cómo es esto posible?  Pues porque, como sucede en multitud de otros temas controvertidos, quienes aseguran que la salvación de los que una vez fueron justificados está garantizada, esgrimen los textos que apuntan en esa dirección, minimizando la importancia de aquellos otros que respaldan  lo contrario. Y lo propio hacen los que piensan que la salvación no la tiene nadie asegurada.

En muchísimos otros temas sucede algo parecido: por ejemplo, muchas denominaciones cristianas  aseguran que tenemos un alma que se separa del cuerpo cuando morimos y va a su destino eterno: cielo, infierno, purgatorio, limbo, etc. Otras, en cambio, aseguran que no hay alma, y que la esperanza del cristiano reside en la resurrección que se efectuará al final de los tiempos. Los primeros basan su argumentación, sobre, todo, en textos del Nuevo Testamento, en donde las ideas de la filosofía helenística ya aparecen reflejadas: “Para mí sería mejor partir [morir] y estar con Cristo” –dice Pablo- (Filipenses 1: 21- 23). Lucas pone en boca de Jesús la parábola del rico y Lázaro, que aunque incluya elementos indudablemente fantásticos, se apoya en la idea de que al morir el alma se separa del cuerpo y va a su destino eterno (en este caso, Lázaro al paraíso y el rico al infierno).

En cambio, los cristianos que no creen en el alma basan su argumentación, principalmente en el Antiguo Testamento, porque, efectivamente, no había noción alguna de “alma” entre los judíos antiguos, anteriores a la cultura helenística.

Del mismo modo podríamos hablar de los cristianos que creen en la Trinidad y los que la niegan, de aquellos que creen que hay que observar un determinado día de reposo, los que creen en otro día y los que no creen en ninguno, etc. etc. Todos ellos defienden sus posturas, esgrimiendo pasajes bíblicos que los apoyan, y minimizando la importancia de los textos que apoyarían la doctrina opuesta.

¿Se siente Vd. mejor creyendo que tiene la salvación asegurada? En la Biblia podrá encontrar pasajes que se lo corroboren. Todo consiste en aferrarse a esos pasajes y minimizar la importancia de los que sugieren justo lo contrario. ¿Su criterio es, en cambio, que la salvación no está garantizada? Pues dispone igualmente de un arsenal de pasajes que así parecen sugerirlo. En ese caso, deberá Vd., minimizar la importancia de los pasajes que parecen sugerir que sí está garantizada.

En mi opinión, lo más sensato es confiar en el amor de Dios y en que nunca privará a ninguno de Sus hijos de los bienes que nosotros, siendo malos, no privaríamos a los nuestros.

He ahí mi reflexión

Saludos

Alfonso 


Ver la respuesta de Carlos Aracil Orts a este comentario en:

¿Debe el cristiano tener la seguridad de su salvación?


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

NBJ,1998 = Nueva Biblia de Jerusalén, 1998.

¿Habrá superpoblación en la Tierra Nueva?

 
Versión: 12-02-14

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado Diego, gracias por formularme otras dos nuevas e interesantes preguntas:

“¿Puedo ser salvo y tener vida eterna sin estar bautizado?

Cuando resucitemos y tengamos vida eterna aquí en la tierra ¿no habrá superpoblación?”
(Diego)

Voy, pues, a tratar de responderlas en el mismo orden en el que las he recibido.

2. ¿Puedo ser salvo y tener vida eterna sin estar bautizado?

Primero de todo, es conveniente dejar claro que el Bautismo –la inmersión total en el agua– no salva en sí mismo, es decir, el agua no tiene ninguna cualidad mágica de limpiar el pecado original, ni ningún otro pecado.

El Bautismo es un mandamiento que Dios da a todo creyente (Mateo 28:19-20; Marcos 16:15-16; Hechos 2:38,39), a fin de proporcionarle a él mismo y al resto de cristianos que lo presencien un signo visible de que ha sido salvado por Dios. Por lo tanto, es un símbolo de la salvación que ya se ha producido en Cristo, una prueba de que esa persona ha nacido de nuevo (Juan 3:3,5), y que ya es una nueva criatura en Cristo Jesús (2ª Corintios 5:17).

El Bautismo simboliza y significa haber muerto al pecado; es decir, ser sepultado en el agua es morir junto con Cristo –o sea, aceptar su muerte en la cruz a cambio de la muerte que nosotros merecíamos por nuestros pecados–; y como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6:1-11). O sea, surgir del agua significa resucitar a una nueva vida en Cristo Jesús. Te recomiendo que leas y medites en todo el citado capítulo seis de la epístola a los Romanos:

Romanos 6:1-11: ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?  (2)  En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?  (3)  ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?  (4)  Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. (5) Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; (6) sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. (7) Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. (8) Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él;  (9)  sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. (10)  Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. (11) Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

No obstante, todos tenemos que tener muy claro que la salvación es por gracia por medio de la fe:

Efesios 2:8-9: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;  (9)  no por obras, para que nadie se gloríe.

Y que no hay ninguna obra en el mundo que pueda realizar el ser humano para merecer la salvación. Absolutamente nada. Pues “al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; (5) mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:4,5; Cf Romanos 10:6).

Dios solo nos pide que reconozcamos que somos pecadores y que deseemos cambiar. Él ha dispuesto un medio sencillo de alcanzar la fe, y por ende la salvación. Es tan sencillo, y está tan al alcance de todo el que quiera, que mucha gente lo desprecia, y no cree que algo tan importante y trascendente se pueda conseguir así, tan fácilmente (Juan 5:39,40; 17:17; Santiago 1:18; 1ª Pedro 1:23). El medio que el Espíritu Santo utiliza para salvarnos, es decir, para hacernos nacer de nuevo es Su Palabra –las Sagradas Escrituras.

Juan 5:39-40: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;  (40)  y no queréis venir a mí para que tengáis vida.

Juan 17:17: Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

Santiago 1:18-22: Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas. (19)  Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;  (20)  porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.  (21)  Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.  (22)  Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.

1 Pedro 1:23-25: siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.  (24)  Porque: Toda carne es como hierba,  Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae;  (25)  Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

La Palabra de Dios dice que la fe viene de algo tan sencillo como oír. “Y el oír, por la Palabra de Dios” (Romanos 10:17). ¿Qué ocurre en nosotros para que algo tan elemental nos salve? Pues ocurre un hecho trascendente, casi increíble, que cuando aceptamos que esa Palabra es el Pan que descendió del cielo (Juan 6:35,48), y nos alimentamos con ella, Dios, en la persona del Espíritu Santo, nos hace nacer de nuevo, por medio de Su Palabra (Santiago 1:18,21-24; 1ª Pedro 1:23-25). No usa ningún otro medio milagroso, no infunde en nosotros ninguna gracia especial, ni derrama Su Espíritu para que creamos, sino que cuando “la Palabra implantada” nos hace nacer de nuevo, el Espíritu Santo hace morada en nosotros, y llegamos a ser templo del Espíritu Santo (1ª Corintios 3:16; 6:19; 2ª Corintios 6:16). Recibimos el Espíritu santo, no para poder ser hijos de Dios sino porque ya nos hemos convertido, y hemos sido renacidos por la Palabra, “y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 4:6).

1 Corintios 6:19: ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?

La condición esencial de la salvación es nacer de nuevo. Aunque alguien haya recibido el Bautismo si no ha nacido de nuevo no es salvo. Porque eso fue lo que Jesús le dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3); y un poco después, cuando Nicodemo le pregunta –“¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?,– Jesús le  respondió: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios (Juan 3:3).

Es decir, Jesús le vuelve a repetir lo mismo, pero de otra forma, pues le explica que nacer de nuevo es “nacer de agua y del Espíritu”. Primero, el Espíritu Santo, por medio de Su Palabra, nos hace nacer de nuevo, y luego, como consecuencia de ello, el creyente, elige obedecer a Dios, naciendo también del agua como una prueba de obediencia y fe a Su Palabra, aceptando de esta manera visible –mediante el Bautismo– la salvación que Dios le ha dado, y da testimonio al mundo al proclamar su fe en Cristo.

Juan 3:1-19: Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.  (2)  Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.  (3)  Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.  (4)  Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?  (5)  Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.  (6)  Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu,[a] espíritu es.  (7)  No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.  (8)  El viento[b] sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.  (9)  Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?  (10)  Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?  (11)  De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.  (12)  Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?  (13)  Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.  (14)  Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,  (15)  para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. De tal manera amó Dios al mundo (16)  Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.  (17)  Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. (18)  El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.  (19)  Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.

Toda persona que ha nacido de nuevo debe ser bautizada porque es un mandato de Dios, y si no obedecemos demostramos que no tenemos suficiente fe en Su Palabra, pues no somos capaces de obedecer a Dios.

Marcos 16:15-18: Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.  (16)  El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. 

Mateo 28:18-20: Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.  (19)  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;  (20)  enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Hechos 2:37-42: Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?  (38)  Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.  (39)  Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.  (40)  Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.  (41)  Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.  (42)  Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.

El creyente debe bautizarse no para ser salvo sino porque ya es salvo, y desea agradar a Dios en todo. ¿Cómo agradaremos a Dios y probaremos nuestra fe a nosotros mismos y al mundo que nos rodea sino obedecemos sus mandamientos? Bautizarse es como “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos” (Romanos 10:9).

Romanos 10:8-10: Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: (9) que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. (10) Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

Ahora bien si alguno no ha tenido la oportunidad de ser bautizado, pero ha nacido de nuevo ya es salvo; pero si puede debe bautizarse, porque de lo contrario demuestra con su vida y obras que no confía en Dios y es rebelde a Su Palabra.

2. “Cuando resucitemos y tengamos vida eterna aquí en la tierra ¿no habrá superpoblación?”

No tenemos que preocuparnos por eso, pues Dios es infinitamente sabio; ¿Crearía Él un mundo nuevo donde no estuviéramos a gusto por la superpoblación o por cualquier otra causa? ¿Qué dios sería ese que no habría sido capaz de prever el futuro desde el principio?

Tengamos en cuenta que los creyentes en el D ía de la Segunda Venida de Cristo (1ª Tesalonicenses 4:13-18) serán no solo resucitados sino también transformados, con cuerpos gloriosos a la semejanza del de Cristo resucitado. Y el mundo que conocemos desaparecerá (Apocalipsis 20:11; 2ª Pedro 3:7-13), porque Dios hará “un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más” (Apocalipsis 21:5).  “Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21:5). A seres humanos gloriosos les corresponde un mundo también nuevo y glorioso. El primer mundo, el que vivimos ahora será destruido por fuego, y desparecerá:

2 Pedro 3:7-14:  pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos.  (8)  Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.  (9)  El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.  (10)  Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.  (11)  Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, (12) esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!  (13)  Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.  (14)  Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. 

Apocalipsis 21:1-8, 23-27: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. (2) Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.  (3)  Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. (4)  Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. (5) Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. (6) Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.  (7)  El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. (8) Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. […] (23)  La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.  (24)  Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.  (25)  Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.  (26)  Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.  (27)  No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.

 Espero haberte podido aclarar suficientemente tus preguntas, pero no obstante, si lo deseas puedes seguir estudiando los siguientes artículos de mi web, que te indico  a continuación:

¿El Bautismo en agua salva?
La importancia del Bautismo y su relación con la Salvación

¿Es el bautismo la primera resurrección?
¿Qué es la unción del Espíritu Santo?
¿Cuándo recibe un cristiano el Espíritu Santo?

¿Serán simultáneas las resurrecciones de vida y de juicio?

Quedo a tu entera disposición para lo que pueda servirte.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

 

Versión: 07-02-2017

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Benjamín, me alegra que me contactara y me formulara la siguiente cuestión:

“Hola, mi hermano, me gustaría conocer qué sabe sobre el sello de Dios” (Benjamín).

“El sello del Dios vivo” es una expresión que aparece por primera vez en el libro de Apocalipsis (7:2), en relación con “los ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel” (Ap. 7:4), que no son otros que “los siervos de nuestro Dios”, los cuales serían sellados en sus frentes (Ap. 7:3), antes de que, a los cuatro ángeles, se les diera la orden “de hacer daño a la tierra y el mar” (Ap. 7:2,3). Leamos los textos citados desde el principio del capítulo siete:

Apocalipsis 7:1-4: Después de esto vi a cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol. (2) Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar, (3) diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios. (4) Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel.

Y con toda probabilidad los pasajes anteriores se relacionan con el siguiente texto del capítulo nueve del mismo libro:

Apocalipsis 9:4: Y se les mandó que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes.

Aunque el Sello de Dios en este texto se relaciona  con “los ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel”, no se aplica solo a este grupo de creyentes que, sin duda, no se trata de judíos –pues el Israel literal representa al Israel espiritual que es la Iglesia de Cristo– sino de cristianos que han aceptado a Cristo y Su Palabra, posiblemente en una época de gran tribulación, como la que se producirá inmediatamente antes de la segunda venida de Cristo en gloria, cuando Él haga el juicio a los malvados y rescate a su Iglesia (1 Tes. 4:13-18).

El Sello de Dios se aplica a los cristianos de todas las épocas. Y  para abordar este tema, aunque sea solo someramente, con ciertas probabilidades de éxito, debemos considerar y tener en cuenta que el libro de Apocalipsis, también llamado “la Revelación de Jesucristo”, pertenece a la literatura profética-apocalíptica, la cual se compone de variados y múltiples simbolismos, que deberán ser interpretados a la luz de toda la Sagrada Escritura.

Sin embargo, el objetivo de este estudio bíblico es, esencialmente, averiguar qué es el Sello de Dios, y para ello es fundamental evitar perderse en las diversas interpretaciones que necesariamente surgen al estudiar los símbolos apocalípticos de, por ejemplo, los siete sellos (Ap. 6:1-17; 8:1), los siete ángeles con las siete trompetas (Ap. 8:2;6-13; 9:1-21), los siete ángeles con las siete postreras plagas (Ap. 15; 16); etc. No es, pues, el propósito de este artículo entrar en el estudio de los citados eventos apocalípticos.

Nos debe bastar saber que “los siervos de Dios”, es decir, todo creyente en Cristo será sellado antes de que vengan los juicios de Dios sobre la Tierra, o simplemente antes de que suceda su muerte física. Esto significa que todos los cristianos, representados por el trigo, deberán distinguirse plenamente de los que no lo son, simbolizados por la cizaña de la parábola, la cual Jesús relató a sus discípulos (Mt. 13:24-30; 36-43).

Por tanto, en el cuerpo de este estudio bíblico, analizaremos, primero, qué es un sello, cómo se utilizaba y con qué propósito; y segundo, en qué consiste el Sello de Dios, y si es literal y físico o simbólico y espiritual.

Además, trataremos de discernir en qué consiste el Sello de Dios; si es el propio Espíritu Santo, o bien se trata de una cualidad esencial de Dios, que nos transmite o imprime el Espíritu Santo en nuestra alma cuando nos regenera, de manera que cada cristiano sea una imagen de Cristo (Gn. 1:26,27; 9:6; Ro. 8:29).

¿Es el sello de Dios el Espíritu Santo morando en cada creyente, como parece deducirse de los siguientes textos?

Ezequiel 36:26-27: Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. (27) Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

2 Corintios 1:21-22: Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, (22) el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.

Efesios 1:13-14: En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, (14) que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

Efesios 4:30: Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.

¿Es el sello de Dios su Ley del amor grabada en la mente de los creyentes o bien Su Palabra?

2 Corintios 3:2-3: Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres;  (3)  siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.

Hebreos 8:10-13: Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos días, dice el Señor:  Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo; (11) Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor de ellos. (12) Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades. (13) Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

Hebreos 10:14-17: porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.  (15)  Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: (16) Este es el pacto que haré con ellos Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré,  (17)  añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.

Santiago 1:21: Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.

¿Consiste, acaso, el Sello de Dios en los nombres del Cordero y de Su Padre grabados en las frentes de los cristianos?

Apocalipsis 3:12: Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.

Apocalipsis 14:1-5: Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente.

2. Qué es un sello, cómo se utilizaba y con qué propósito.

Primero, debemos preguntarnos qué es un sello, y para qué se empleaba en la antigüedad. Veamos solo dos ejemplos bíblicos:

Ester 8:7-8: Respondió el rey Asuero a la reina Ester y a Mardoqueo el judío: He aquí yo he dado a Ester la casa de Amán, y a él han colgado en la horca, por cuanto extendió su mano contra los judíos. (8) Escribid, pues, vosotros a los judíos como bien os pareciere, en nombre del rey, y selladlo con el anillo del rey; porque un edicto que se escribe en nombre del rey, y se sella con el anillo del rey, no puede ser revocado.

1 Reyes 21:8: Entonces ella escribió cartas en nombre de Acab, y las selló con su anillo, y las envió a los ancianos y a los principales que moraban en la ciudad con Nabot.

Los textos anteriores son ejemplos de que, generalmente, se usaba un anillo que en su parte central llevaba una grabación, iniciales, escudo, etc., que identificaba perfectamente a su poseedor, a fin de que, al imprimir su sello sobre cualquier documento, quedara garantizada la autenticidad del mismo; es decir, se acreditaba con toda certeza quién era el propietario del sello, y se ratificaba o confirmaba, con la autoridad proveniente del mismo, la autenticidad y legalidad del contrato, pacto, mandato,  etc. También hoy en día se utiliza un sello, que aplicado sobre cualquier objeto o documento indica a quién pertenece o quién es su dueño, etc.

El propósito del sello es, pues, autentificar un documento, dándole una garantía legal del cumplimiento de las condiciones del contrato o pacto, y, además, debe identificar a su propietario, del que deriva su autoridad,  veracidad y carácter.

Puesto que todos estos sellos a lo que nos estamos refiriendo son objetos materiales, también lo serán las marcas o señales que provocan al ser aplicados. Pero el Sello de Dios no es una marca o señal física sino espiritual, como comprobaremos en el epígrafe siguiente.

3. ¿El sello de Dios es literal y físico o simbólico y espiritual?

Veamos otro ejemplo bíblico, pero esta vez más espiritual:

Romanos 4:11-12: Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; (12) y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.

El apóstol Pablo, en estos textos citados arriba, se refiere a que la circuncisión, que Dios había ordenado a Abraham y a sus descendientes (Gn. 17:10-14), era la señal de Su Pacto; pero la misma representaba el sello de la justicia que ellos habían recibido en correspondencia a su fe. Aquí vemos que una señal física como era la circuncisión simbolizaba un sello espiritual de justicia; es decir, su fe les fue contada como justicia ante Dios, imprimiéndoles un carácter de pertenencia a Dios y de obediencia a Su Pacto.

Sin embargo, en el Nuevo Pacto, los creyentes recibimos no una circuncisión física sino una espiritual en Cristo, por la cual hacemos morir nuestro cuerpo pecaminoso para resucitar en una nueva criatura en Cristo (Col. 2:11-12; cf. 2 Co. 5:17), que es también nuestro sellamiento. Leamos los textos citados:

Colosenses 2:11-12: En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; (12) sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.

El Sello de Dios es, pues, la señal interna –no física– de pertenencia a Dios y de ser participante de su naturaleza divina (2 P. 1:4); lo cual se consuma cuando somos “sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Ef. 1:13). Aunque el sello de Dios es interno y espiritual y denota que hemos sido rescatados por la sangre de Cristo, y por lo tanto, ya pertenecemos a Dios, como sus hijos adoptados en Cristo, la señal o sello físico es el bautismo por inmersión en agua; “en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. (Col. 2:12).

Observemos, en los siguientes textos, que el Sello de Dios es aplicado simbólicamente en la frente de los creyentes (Ap. 7:3; 9:4):

Apocalipsis 7:2-4: Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar, (3) diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios. (4) Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel.

Apocalipsis 9:4: Y se les mandó que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes.

Por lo tanto, “El sello de Dios en sus frentes” (Ap. 9:4 úp), naturalmente, es simbólico, no se trata de algún tipo de tatuaje o marca física, como muchos, desgraciadamente, hoy en día, han adquirido la moda o la costumbre de hacerse en distintitas partes de sus cuerpos. Es muy apropiado que el sello se represente aplicado en las frentes, porque la corteza frontal de nuestro cerebro es donde se producen los pensamientos, se controlan nuestras emociones, y es también con la que decidimos aceptar por fe a Cristo, como nuestro Salvador.

Cuando creemos en Cristo y su Palabra de Verdad, que es el Evangelio de  salvación, Dios nos confirma, nos unge y nos sella con el Espíritu Santo de la Promesa, que nos regenera, y somos adoptados como hijos de Dios, y desde ese momento le pertenecemos (2 Co. 1:22; Ef. 1:13-14; 4:30; cf. Ro. 8:14-17).

2 Corintios 1:21-22: Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, (22) el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.

Efesios 1:13-14: En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, (14) que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

Efesios 4:30: Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.

Romanos 8:14-17: Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (15) Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (16) El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (17) Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

“Dios nos une a Cristo, como los miembros con la cabeza, para hacernos participantes de su naturaleza, por medio de la unción del Espíritu que Cristo recibió, y por este Espíritu de verdad nos selló, como se confirma y autentifica un documento por medio de un sello oficial” (Ef. 1:13).

“En 2 Corintios 1:22, se pueden ver los dos fundamentos divinos e inconmovibles de nuestra seguridad de la salvación, las señales de su elección. Por una parte, la Palabra de Verdad, el Evangelio de la salvación, el testimonio de Dios; y, por otra, el Sello interno del Espíritu de Dios, ‘dando testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios’ (Ro. 8:16). Toda seguridad que no reposa sobre estos dos testimonios divinos inseparables, no es más que una engañosa ilusión.

“Se puede observar igualmente [en los siguientes versículos] cuál es la obra entera de la salvación de un alma: la elección eterna de Dios el Padre (Ef. 1:4,11); el rescate por la sangre de Cristo (v. 7); el sello y la santificación del espíritu (v. 13)” (1).

Efesios 1:4,11:  según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él […]  (11)  En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad […]

Efesios 1:7: en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,

Efesios 1:13: En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,

4. ¿Qué es el Sello de Dios?

En este último apartado abordamos las preguntas que nos planteamos en la introducción a este estudio bíblico.

¿Es el sello de Dios el Espíritu Santo morando en cada creyente, como algunos deducen de los siguientes textos?

Ezequiel 36:26-27; cf. 11:19-20: Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. (27) Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

2 Corintios 1:21-22: Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, (22) el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.

Efesios 1:13-14: En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, (14) que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

 Efesios 4:30: Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.

Si un sello físico es una señal o marca que demuestra la autenticidad de alguna cosa y señala e identifica al propietario del sello, el Sello de Dios, que es espiritual –no físico–, debe ser una cualidad que represente Su carácter, como por ejemplo, el amor. Y puesto que “Dios es amor” (1 Jn. 4:8,16), y nos ha amado de tal manera que “envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”, así “debemos también nosotros amarnos unos a otros” (1 Jn. 4:10-11). Por tanto, “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Ro. 5:5), cada cristiano sellado debe reflejar en su vida la imagen de Cristo, que fue sellada en su alma por Aquél. De ahí que nuestras vidas, si realmente tenemos el Sello de Dios, deben dar “el fruto del Espíritu [que] es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza…” (Gá. 5:22-23).

Sin embargo, aunque Dios el Padre nos sella mediante su Santo Espíritu, la Segunda Persona de la Trinidad, Ella misma no es el Sello de Dios, sino que es el que, al regenerarnos, imprime en nosotros Su Sello, que es la imagen de Cristo. Comprobemos a continuación el fundamento bíblico de lo que hemos afirmado:

Romanos 8:28-29: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (29)  Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.

2 Corintios 3:18: Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.

Gálatas 4:19:  Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros,

Efesios 4:13: hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;

1 Corintios 2:16: Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.

1 Juan 3:23: Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.

Por tanto, el Sello de Dios es “Cristo formado en nosotros” (Gá 4:19); Su imagen en los cristianos evidentemente no significa llevar una cruz o un grafismo de su rostro en sus frentes o en cualquier otro lugar de sus cuerpos; sino que consiste, esencialmente, en amar como Él nos amó (Jn. 13:34; 15:12), y ser “manso y humilde de corazón” (Mt. 11:29; cf. Mt. 5:5; Col. 3:12; 1 Ti. 6:11; Tito 2:2; Stg. 4:6).

Mateo 11:29: Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;

El Espíritu Santo, morando en los cristianos, es el que imprime o forma la “mente de Cristo” (1 Co. 2:16) en nosotros, y, al regenerarnos, es decir, al hacernos “nuevas criaturas en Cristo” (2 Co.5:17) , consigue que podamos dar “el fruto del Espíritu [que] es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza…” (Gá. 5:22-23).

¿Se puede inferir, de los pasajes bíblicos que presentamos más abajo, que el sello de Dios es también tanto su Ley del amor como Su Palabra que han sido grabadas por el Espíritu Santo en la mente de los creyentes?

2 Corintios 3:2-3: Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres;  (3)  siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.

Estos pasajes y los que siguen a continuación confirman que, desde el momento que los cristianos han sido sellados con la imagen de Cristo, por el Espíritu Santo, se convierten en “carta de Cristo” que todos pueden leer, es decir, son un testimonio viviente del amor de Cristo en sus corazones, que ellos  prodigan a sus prójimos, y, además, esa imagen, conlleva que muestren en sus vidas la misma humildad y mansedumbre que Jesucristo manifestó en la suya.

Pero, antes de seguir analizando los siguientes pasajes bíblicos claves, debemos aclarar que “el corazón” simboliza “la mente” que reside en el cerebro, sede de nuestra alma, en el sentido de “psique”, donde residen y se gestan nuestros pensamientos y emociones. Comprobémoslo en el significado equivalente de las expresiones paralelas de los versículos de la Epístola a los Hebreos (8:10): “Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré”; la primera expresión tiene el mismo significado que la segunda:

Hebreos 8:10-13: Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo; (11) Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor de ellos. (12) Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades. (13) Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

La identidad o equivalencia de “mente” con “corazón”, que es manifestada con el citado paralelismo típico en la Biblia y que se utiliza para enfatizar o resaltar un concepto, se confirma también en el capítulo diez de Hebreos (10:16): “Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré”. Aquí nuevamente se confirma que es totalmente indistinto el uso de los términos “corazón” o “mente” para designar la misma idea o concepto.

Hebreos 10:14-17: porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.  (15)  Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: (16) Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré, (17) añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.

Ahora bien, quizá algunos se pregunten ¿qué leyes del Señor serán escritas en las mentes de los creyentes en Cristo? Esencialmente “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:2), pues ésta es la que –por el poder del Espíritu Santo– nos ha regenerado, convirtiendo al “viejo hombre” (Ro. 6:2-9; cf. Col. 3:1-17) con su naturaleza carnal y adámica, en una nueva criatura a semejanza de Cristo Jesús. De este cambio de mente o corazón proviene la capacidad de amar a Dios y al prójimo, es decir, el Sello de Dios –Cristo en nosotros– grabado en nuestras mentes es la única garantía del cumplimiento perfecto de la ley de Dios. Pero ¡cuidado! Para los adventistas no existe otra ley que los Diez Mandamientos; lo siento por ellos, porque se conforman con poco y, además, se pierden la Ley de Cristo.

No se trata, pues, como sostienen los adventistas del séptimo día, de cumplir perfectamente una ley externa a nosotros como la Ley Antigua, de los Diez Mandamientos. Pues esta ley fue abrogada “a causa de su debilidad e ineficacia“ (He. 7:18). En el Nuevo Pacto, Cristo enfatiza, “Oísteis que fue dicho…”No matarás”, pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio…” (Mt. 5:21); y, por citar otro ejemplo del precioso capítulo cinco del Evangelio de Mateo, Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. (44) Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mt. 5:43-44).

Como es evidente la Ley de Cristo es muy superior a la Ley de los Diez Mandamientos, porque es interna y espiritual, grabada en la mente o en el corazón del creyente, y va mucho más lejos del cumplimiento externo de una lista de diez mandamientos. Ya hemos visto, que el Espíritu Santo no escribe, en la mente del cristiano, diez mandamientos morales, ni una lista mucho más extensa de ellos, a fin de que los cumpla, sino que convierte nuestro “corazón de piedra en otro de carne” (Ezequiel 36:26-27; cf. 11:19-20) capaz de amar, “porque el que ama al prójimo ha cumplido la ley” (Ro. 13:8-10; cf. Gá. 5:14). Es decir, el Espíritu Santo graba la imagen de Cristo en nosotros, el Sello del Dios de amor,  partiendo de “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Ro. 8:2).

Sin embargo, los adventistas, que siguen anclados en la ley del AT –los Diez Mandamientos– sostienen el absurdo de que el Sello de Dios consiste en observar o guardar el reposo sabático del cuarto mandamiento de la citada ley Antigua (Éx. 20:8-11; Dt. 5:12-15), porque ellos creen que lo que Dios ordenó a los israelitas – “vosotros guardaréis mis días de reposo [sábados]; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico” (Éx. 31:13; cf. Ez. 20:12,20)– sigue estando vigente para los cristianos. Y, por tanto, los adventistas consideran que esa señal –la de guardar el sábado como día de reposo– es el Sello de Dios.

Con esta premisa, si el Sello de Dios consiste en guardar el sábado como día de reposo, solo recibirían este Sello los guardadores del sábado. Pero esto es totalmente irracional pues el Espíritu Santo sella a los cristianos imprimiendo en sus vidas el carácter de Cristo, que esencialmente consiste en el amor, la humildad y la mansedumbre. Guardar el reposo sabático, que Dios nunca ha exigido a los cristianos no conduce de ningún modo a amar a Dios y a nuestros semejantes como a nosotros mismos, sino a un legalismo infructuoso o estéril, que se queda en lo externo de la ley Antigua y no sirve para cambiar el corazón de piedra de los seres humanos.

Por tanto, las leyes que el Espíritu Santo escribe en la mente del cristiano no son otra cosa que Cristo en nosotros (Col. 1:27) y Su Palabra implantada que recibimos con mansedumbre (Stg. 1:21) y obediencia:

Santiago 1:21: Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.

¿Consiste, acaso, el Sello de Dios en los nombres del Cordero y de Su Padre grabados en las frentes de los cristianos?

Apocalipsis 3:12: Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.

Apocalipsis 14:1: Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente.

Estos textos nos confirman que el Sello de Dios es Cristo en nosotros, porque ¿qué significa tener el nombre de él [Cristo] y el de su Padre escrito en la frente” sino vivir en relación íntima con Dios el Padre por medio de Su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo que mora en nosotros?

Sabemos que en la Biblia, poseer un nombre tiene mucha importancia, porque ello representa poseer la esencia de lo que ese nombre significa; el cristiano tiene el nombre de Cristo y el de Su Padre cuando, por medio del Espíritu Santo, se escribe en su mente la imagen de Cristo, que es el Sello de Dios, que son las características que conforma su carácter de amor, humildad,  mansedumbre, el fruto del Espíritu, etc.

5. Conclusión

El Sello de Dios no es material o físico sino espiritual y simbólico, y se simboliza con “el nombre de él [Cristo] y el de su Padre escrito en la frente” (Ap. 14:1; cf. Ap. 3:12) de todos los cristianos, es decir, escrito o grabado en sus mentes, lo cual significa tener “la mente de Cristo” (1 Co. 2:16), por medio del Espíritu Santo, que al regenerarnos, nos “hace conformes a la imagen de Jesucristo” (Ro. 8:29), “para que fuésemos santos y sin mancha delante de él [Dios el Padre], (5) en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad […] En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, (14) que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Ef. 1:4-5, 13-14).

El Sello de Dios es, pues, la garantía de nuestra salvación eterna, y “el Espíritu Santo de la promesa…   es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida” (Ef. 1:14); las arras significa que el Espíritu Santo, morando en cada cristiano, es el anticipo de nuestra herencia, la que recibimos aquí, que nos hace “participantes de la naturaleza divina” (2 P. 1:14) y “de su santidad” (He. 12:10), “sin la cual nadie verá al Señor” (He. 12:14), y somos adoptados como hijos de Dios: Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (15) Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (16) El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (17)  Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:14-17).

Pero no puedo resistirme a transcribir también los preciosos y confortadores textos del inicio de este capítulo 8 de la epístola a los Romanos:

Romanos 8:1-13: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. (3) Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; (4) para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (5) Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. (6)  Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. (7) Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; (8) y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. (9) Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. (10) Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. (11) Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. (12) Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;  (13)  porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.

Y para terminar me gusta compartir contigo estos hermosos textos, mediante los cuales el gran apóstol Pablo nos exhorta a mostrar al mundo lo que caracteriza a los cristianos. Si de verdad tenemos el Sello de Dios seremos “la luz del mundo” (Mt. 5:14); un mundo que perece de hambre y sed de justicia; seamos, pues, cada uno de los cristianos, “carta de Cristo escrita con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas del corazón” (2 Co. 3:3), y solo esto testificará al mundo de que tenemos el Sello de Dios.

Colosenses 3:9-17: No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, (10) y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, (11) donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos. (12) Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; (13)  soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. (14) Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. (15) Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. (16) La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. (17) Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Quedo a tu disposición en lo que esté en mi mano ayudarte.

Afectuosamente en Cristo.

Bendiciones

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento

Las abreviaturas de los libros de la Biblia se corresponden con las establecidas en las biblias Reina-Valera, 1960.

(1) Luis Bonnet y Alfredo Schroeder, 1982; Comentario del NT; Tomo 3; pág. 480 .

Versión: 07-06-13

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimada hermana, me alegra su consulta, y me gusta que se dirija a mí por mi nombre. Siempre es agradable que nos llamen con nuestro nombre, pues suena muy bien a nuestros oídos.

«Buenos días Carlos: permítame decirle Carlos. Soy una mujer espiritual y algunas veces hasta muy religiosa, pero nunca me he podido sentir satisfecha de mi relación con Dios. […] Dígame por favor que siente uno cuando es aprobado por Dios y cómo lo sabe. Quiero confiar en Dios y aumentar mi fe, pero necesito que esto sea real porque no quiero vivir más una vida en la que hay un vacío el cual yo sé que es  de Dios y sólo él lo puede llenar y lo demás de la vida será por añadidura. Gracias por su respuesta y atención».

Además, le agradezco que me haya escrito, y la confianza que me demuestra al consultarme. Y también doy gracias a Dios por haberme dado el gran privilegio de poder ayudar a muchos de sus hijos que sinceramente le buscan. Esta es mi misión, y la de todo verdadero discípulo de Cristo, la de encauzar las almas a la paz con Dios; pues así lo declara el gran apóstol Pablo: “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; (19) que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.  (20)  Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.  (21)  Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:18-21). Pero mejor, lea estos mismos textos en un contexto más amplio para entenderlos bien. Si algo no entiende bien, con toda libertad pregúnteme.

2 Corintios 5:14-21: Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron;  (15)  y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.  (16)  De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.  (17)  De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.  (18)  Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;  (19)  que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.  (20)  Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.  (21)  Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

2. “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:19).

Apreciada hermana, Dios le ama (Juan 3:16; Romanos 5:8), y no hay pecado por grave que sea que Dios no quiera perdonar por medio de Su Hijo, excepto el pecado o blasfemia contra el Espíritu Santo (Marcos 3:29). Y este pecado imperdonable no es otra cosa que el endurecimiento total de la conciencia, el rechazo total del Espíritu Santo.

Juan 3:16-21: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.  (17)  Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.  (18)  El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.  (19)  Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.  (20)  Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.  (21)  Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

Romanos 5:6-11: Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.  (7)  Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.  (8)  Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.  (9)  Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.  (10)  Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.  (11)  Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.

Medite en todos estos textos, pero especialmente en el registrado en 2ª Corintios 5:21, que he subrayado arriba, y relaciónelo con los de Juan 3:16-21 y Romanos 5:6-11. Ahí tenemos el corazón del Evangelio. En el mismo, el apóstol Pablo nos dice que Dios “hizo pecado [a Cristo], para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él” [Cristo]. Eso quiere decir simplemente que Cristo carga sobre sí mismo los pecados de todos nosotros y asume la penalidad de nuestro pecado, que es la muerte. Cuando esto lo aceptamos por fe, Él nos reviste de su justicia, con lo cual somos salvos, agradables y aceptos a Dios.

De esa manera, Dios puede perdonar todos nuestros pecados pasados y futuros, porque Cristo toma nuestro lugar y recibe la muerte que nos hubiera correspondido por nuestros pecados, y la ley se cumple en Cristo, que muere por el pecador (Romanos 6:23). Así, Él es justo pero al mismo tiempo misericordioso (Salmo 11:5-7; 33:4-5; 85: 10-11). A eso se le llama “justificación” y nos da derecho a la vida eterna, porque nos libera de todo pecado, y “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-2). 

Y esto de forma gratuita, es decir, nada se nos pide a cambio, es un don de la gracia de Dios, que se nos concede solo por confiar y creer en lo que Él promete. El único medio y condición para ello es la fe: “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:24; Efesios 2:8-9). 

Romanos 6:22-23: Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.  (23)  Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Efesios 2:8-9: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;  (9)  no por obras, para que nadie se gloríe.

3. ¿Qué se siente cuando uno es aprobado por Dios y cómo se sabe?

Lo primero no es el sentimiento sino el pensamiento, la convicción profunda de que Dios nos ha perdonado por medio del sacrificio de Su Hijo.

En su escrito usted se refiere mucho a los sentimientos, pero eso no es tan importante. Cuando usted no dude de las promesas de Dios sentirá la paz en su corazón (Romanos 5:1).

Romanos 5:1: Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;

Romanos 1:16-17: Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. (17) Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.

Dios nos pide una sola cosa: fe en Él y en sus promesas de salvación por medio de Su Hijo (Juan 3:16; Hebreos 1:1,2; etc.). Dios nos amó primero (1ª Juan 4:19); Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).

«[…] pero nunca me he podido sentir satisfecha de mi relación con Dios. Estuve vinculada con los testigos de Jehová, pero me retiré a voluntad porque realmente no sentía que podía representar el nombre de Dios porque pequé.
[…] yo de verdad necesito su ayuda para poder tener una verdadera relación con Dios en la que me pueda sentiaprobada por él, yo sé que usted puede ser un intermediario pues al conocer algo de su vida me da confianza para acudir a usted. Dígame por favor que sientuno cuando es aprobado por Dios y cómo lo sabe. Quiero confiar en Dios y aumentar mi fe, pero necesito que esto sea real porque no quiero vivir más una vida en la que hay un vacío el cual yo sé que es  de Dios y sólo él lo puede llenar y lo demás de la vida será por añadidura.»

Para que usted se “sienta” aprobada por Dios debe hacer una sola cosa. ¿Se acuerda usted del carcelero de Filipos, que custodiaba a San Pablo y Silas, los cuales fueron soltados de sus cadenas milagrosamente, y que pudiendo huir de la cárcel no lo hicieron? Lea la historia en Hechos 16:11-40. Pues bien el carcelero preguntó “¿qué debo hacer para ser salvo?” Y la respuesta no pudo ser más sencilla: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hechos 16:30-34).

Hechos 16:30-34: y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?  (31)  Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.  (32)  Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.  (33)  Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos.  (34)  Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.

Creer en el Señor Jesucristo significa que usted reconoce que ha pecado, que es pecadora, que se arrepiente de ser así, pero que desea cambiar; y es consciente que no puede hacer nada en absoluto para remediar esa situación, excepto creer a Dios, para que, por medio de Jesús, no solo le sean perdonados todos los pecados, sino que, además, le sea dada una nueva naturaleza para que si usted quiere, mientras permanezca unida a Cristo, no peque más (Juan 15; 1ª Juan 1:5-10; 2:1-4). A esto se le llama la “regeneración” (Tito 3:5-7) o “el nuevo nacimiento” “de agua y del Espíritu”, del que habló Cristo a Nicodemo, sin el cual nadie puede entrar en el Reino de Dios (Juan 3:5).

Juan 3:5-6: Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.  (6)  Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu,[a] espíritu es.

Tito 3:4-8:  Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres,  (5)  nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,  (6)  el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador,  (7)  para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.  (8)  Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.

Usted, querida hermana, quizá se pregunte muchas cosas, pero no se preocupe, poco a poco el Espíritu Santo la irá llevando a toda la verdad. Pero ¿qué medio utiliza el Espíritu Santo para ello? Solamente la Palabra de Dios (Juan 5:39; 17:17; 2 Timoteo 3:14-17; Santiago 1:18; 1 Pedro 1:22-25).

Juan 5:39: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;

Juan 17:17: Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

2 Timoteo 3:14-17: Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido;  (15)  y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.  (16)  Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,  (17)  a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

Santiago 1:18: El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.

1 Pedro 1:22-25: Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro;  (23)  siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.  (24)  Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae;  (25)  Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

No me gustaría abrumarla con muchos textos, pero la fe viene solo por la Palabra de Dios, y esa fe fuerte, inquebrantable, en que Dios no miente y que, por tanto, sus promesas son ciertas y se cumplen absolutamente (Hebreos 6:13-20) es lo único que da la seguridad en la salvación, y nos hace experimentar la paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 5:1). Por favor, lea reflexivamente los siguientes textos:

Romanos 10:8-17:  Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:  (9)  que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.  (10)  Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.  (11)  Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.  (12)  Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan;  (13)  porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.  (14)  ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?  (15)  ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!  (16)  Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?  (17)  Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.

4. Conclusión

Finalmente, usted me pregunta:

“Dígame por favor que sientuno cuando es aprobado por Dios y cómo lo sabe”.

Sencillamente, me siento en paz con Dios y con mis semejantes, y experimento en mi vida los frutos del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-25), como todo cristiano que se toma en serio la Palabra de Dios y la obedece.  La salvación es un hecho indudable en mi vida, pues Dios me ha “librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”. (Colosenses 1:13-14; Efesios 1:11-14). Pues, “En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad,  (12)  a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.  (13)  En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,  (14)  que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Efesios 1:11-14)

Los cristianos somos movidos, principalmente, por principios. Nuestro fundamento es la fe en Jesús como nuestro Salvador, el que ha entregado Su vida por nosotros, pagando nuestra deuda con su sangre en la cruz. A partir de ahí, debemos ser guiados por el Espíritu Santo, y dar los frutos del Espíritu, como declara el apóstol Pablo a los Gálatas:

Gálatas 5:22-25: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,  (23)  mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.  (24)  Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.  (25)  Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.

Para los cristianos el amor no solo es un sentimiento sino un principio de vida, que debe regular todas nuestras relaciones con nuestros semejantes y con Dios. Los cristianos, obtenemos una paz con Dios de forma permanente, cuando por la fe en Cristo aceptamos la salvación –perdón de todos nuestros pecados–, es decir, somos justificados o declarados justos ante Dios, no por nuestras buenas obras sino solo por la fe (Efesios 2:8,9). Lea y medite, por favor en los siguientes textos.

Romanos 4:22-25: por lo cual también su fe [la de nuestro padre Abraham, y con él, la de cada creyente] le fue contada por justicia.  (23)  Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada,  (24)  sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro,  (25)  el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

Romanos 5:1-6: Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;  (2)  por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.  (3)  Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;  (4)  y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;  (5)  y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.  (6)  Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.

Una religión como la de los testigos de Jehová, que no solo ha manipulado y falseado la Biblia sino que ha tergiversado su verdadera interpretación, no puede dar nunca la paz con Dios y con nuestros semejantes, porque no presenta el verdadero Evangelio de la Gracia de Dios, el único Evangelio que da la seguridad de la salvación en Cristo.

La religión de los testigos de Jehová acumula errores garrafales, como, por ejemplo, el entender que Dios, cuando prohibió comer la carne de los animales con su sangre (Lev, prohibió también las transfusiones de sangre humana entre seres humanos.

Génesis 9:2-4: El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados.  (3)  Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo.  (4)  Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis.

Levítico 19:26: No comeréis cosa alguna con sangre. No seréis agoreros, ni adivinos.

Levítico 3:17: Estatuto perpetuo será por vuestras edades, dondequiera que habitéis, que ninguna grosura ni ninguna sangre comeréis.

En este texto, además, se prohíbe la grasa de la carne, lo que es una profilaxis magnifica para evitar el exceso de colesterol en sangre.

Levítico 7:26-27: Además, ninguna sangre comeréis en ningún lugar en donde habitéis, ni de aves ni de bestias.  (27)  Cualquiera persona que comiere de alguna sangre, la tal persona será cortada de entre su pueblo.

Levítico 17:10-11: Si cualquier varón de la casa de Israel, o de los extranjeros que moran entre ellos, comiere alguna sangre, yo pondré mi rostro contra la persona que comiere sangre, y la cortaré de entre su pueblo. (11)  Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.

Notemos que aquí además del motivo de respeto por estar “la vida de la carne en la sangre” se añade otra importante razón de naturaleza ritual, porque la sangre se usaba para hacer “expiación de la persona” (Levítico 17:10-16).

Levítico 17:10-16: (12)  Por tanto, he dicho a los hijos de Israel: Ninguna persona de vosotros comerá sangre, ni el extranjero que mora entre vosotros comerá sangre. (13) Y cualquier varón de los hijos de Israel, o de los extranjeros que moran entre ellos, que cazare animal o ave que sea de comer, derramará su sangre y la cubrirá con tierra.  (14)  Porque la vida de toda carne es su sangre; por tanto, he dicho a los hijos de Israel: No comeréis la sangre de ninguna carne, porque la vida de toda carne es su sangre; cualquiera que la comiere será cortado.  (15) Y cualquier persona, así de los naturales como de los extranjeros, que comiere animal mortecino o despedazado por fiera, lavará sus vestidos y a sí misma se lavará con agua, y será inmunda hasta la noche; entonces será limpia.  (16)  Y si no los lavare, ni lavare su cuerpo, llevará su iniquidad.

En los textos anteriores se vuelve a insistir en la misma prohibición de comer la sangre indicando la misma razón que en otros pasajes citados más arriba. Pero además se dan indicaciones para los animales o aves cazadas, e instrucciones para corregir la impureza ritual, cuando se comiere “animal mortecino o despedazado por fiera”.

Deuteronomio 12:15-27: Con todo, podrás matar y comer carne en todas tus poblaciones conforme a tu deseo, según la bendición que Jehová tu Dios te haya dado; el inmundo y el limpio la podrá comer, como la de gacela o de ciervo.  (16)  Solamente que sangre no comeréis; sobre la tierra la derramaréis como agua.  […](21)  Si estuviere lejos de ti el lugar que Jehová tu Dios escogiere para poner allí su nombre, podrás matar de tus vacas y de tus ovejas que Jehová te hubiere dado, como te he mandado yo, y comerás en tus puertas según todo lo que deseares. […] (23) Solamente que te mantengas firme en no comer sangre; porque la sangre es la vida, y no comerás la vida juntamente con su carne.  (24)  No la comerás; en tierra la derramarás como agua.  (25)  No comerás de ella, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, cuando hicieres lo recto ante los ojos de Jehová.  (26)  Pero las cosas que hubieres consagrado, y tus votos, las tomarás, y vendrás con ellas al lugar que Jehová hubiere escogido; (27)  y ofrecerás tus holocaustos, la carne y la sangre, sobre el altar de Jehová tu Dios; y la sangre de tus sacrificios será derramada sobre el altar de Jehová tu Dios, y podrás comer la carne.

Hechos 15:28-29 (RV-1960): que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien.

Hechos 15:29 (BL95): que no coman carne sacrificada a los ídolos, ni sangre, ni carne de animales sin desangrar y que se abstengan de relaciones sexuales prohibidas. Observen estas normas dejándose guiar por el Espíritu Santo. Adiós.

Si la misma Palabra de Dios afirma que la sangre es vida, ¿cómo se puede equiparar el dar vida mediante una transfusión de sangre con el comer la sangre de animales? No tiene nada que ver, y es un absurdo tremendo.

Para ampliar sobre este tema puede leer: ¿Qué significa abstenerse de sangre y de ahogado?”

Sin embargo, siendo este error importante, es poca cosa, si lo comparamos con errores doctrinales esenciales, que no vamos a enumerar aquí, por no ser el momento ni el espacio adecuado para ello. Solo citaremos, que como todas las religiones equivocadas consideran que la salvación es una cuestión de fe y obras. La religión de los testigos de Jehová requiere obligatoriamente a sus fieles que vayan de casa en casa para que enseñen las creencias de esta religión, no ya que prediquen “la palabra de Dios”, que sería muy loable. Por tanto, según ellos la salvación provista por el sacrifico de Cristo no es suficiente sino que le añaden las buenas obras, lo que hace imperfecto e insuficiente la muerte de Cristo por el pecador.

Oigamos y obedezcamos solo a la Palabra de Dios y no lo que predican las religiones. Nótese lo que nos dicen Jesús y el apóstol Pablo:

Mateo 6:32: Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

Mateo 11:28-30: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.  (29)  Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;  (30)  porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

Romanos 5:1-11: Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;  (2)  por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.  (3)  Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;  (4)  y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;  (5)  y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.  (6)  Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.  (7)  Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.  (8)  Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.  (9)  Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.  (10)  Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.  (11)  Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.

Esperando haberle podido ser de alguna ayuda, quedo a su disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

Versión: 02-08-13

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Frank, permite que nos tuteemos. Muchas gracias por contactarme y confiarme tu problema.

«Hermano bendecido, cuando pueda respóndame; le soy franco yo creo en Jesucristo, pero solamente que no he sido perfecto y cada vez que lo intento siempre falto en algo; hay veces que me vienen tentaciones hacia la pornografía y la dejo por un largo periodo pero al tiempo se me presenta la misma tentación y caigo  ¿por qué eso?  ¿Será que es que no soy salvo? a veces dudo por mi humana condición y no me escondo por mi condición,  sino que sí me produce mucha culpa y autocondenación ¿cómo puedo saber que soy salvo? (Frank)

Primero de todo, decirte que nadie ha sido ni es perfecto. Aun después de haber sido regenerada nuestra vieja naturaleza, nuestro viejo hombre que debía haber sido crucificado junto con Cristo (Romanos 6:6), todavía permanece, aunque debilitado. Por eso, se nos insta constantemente a que  “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,  (23)  y renovaos en el espíritu de vuestra mente,  (24)  y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22-24).

Querido hermano, ¿por qué no seguir los siguientes preciosos consejos del apóstol Pablo:

Colosenses 3:5-17: Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;  (6)  cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia,  (7)  en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas.  (8)  Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.  (9)  No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,  (10)  y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,  (11)  donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.  (12)  Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;  (13)  soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.  (14)  Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.  (15)  Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.  (16)  La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.  (17)  Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

2. La vida pasada no debe ser un lastre si nos hemos arrepentido sinceramente y pedido el perdón a Dios.

El hecho de que tengas sentimientos de culpa y de que te autocondenes demuestra que tienes una conciencia sensible. La conciencia hay que educarla mediante la obediencia a la Palabra de Dios. Es natural, y buena señal, que cuando pecamos, nuestra conciencia nos acuse, entonces  “Si confesamos nuestros pecados, él [Cristo] es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

Un cristiano, que ha nacido de nuevo, también tiene tentaciones, como decíamos antes, de su viejo hombre; pero, ahora es capaz de vencerlas, porque el Espíritu Santo mora en nosotros y nos guía a toda la verdad (Juan 14:26; 16:13; Romanos 8:10-17); y se nos amonesta que “no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30). Ahora, ya no somos esclavos del pecado (Juan 8:31-36; Romanos 6), lo que quiere decir, que nuestra voluntad es libre de pecar o no pecar (1 Juan 3:5-10).

Por favor, medita en oración en estos textos:

1 Juan 3:5-10: Y sabéis que él [Cristo] apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.  (6)  Todo aquel que permanece en él, no pecatodo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.  (7)  Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.  (8)  El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.  (9)  Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.  (10)  En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.

Romanos 8:9-17: Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.  (10)  Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.  (11)  Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.  (12)  Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;  (13)  porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.  (14)  Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.  (15)  Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!  (16)  El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.  (17)  Y si hijos, también herederos;(A) herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Hebreos 10:26-29: Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados,  (27)  sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.  (28)  El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente.  (29)  ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?

3. ¿Cómo puedo saber que soy salvo?

Nunca debes pensar que no eres salvo. No te preocupe saber si Dios te eligió desde la eternidad para ser salvo. Esto es algo que nadie puede saber. Pero hay muchos detalles en la vida que nos están diciendo que somos hijos de Dios: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (17) Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Romanos 8:16,17).

Romanos 8:15-18: Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!  (16)  El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.  (17)  Y si hijos, también herederos;(A) herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.  (18)  Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.

El hecho mismo que confieses que crees en Jesucristo como tu Salvador personal, ya es una buena señal de que Dios te ha elegido para la salvación, pero además ten en cuenta que Cristo dijo “al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).

Juan 6:37: Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.

No debemos ignorar que Jesús también invita a todo el mundo a que “si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).

Apocalipsis 3:19-22: Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.  (20)  He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.  (21)  Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.  (22)  El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

El llamado de Dios es universal, y, por tanto, nadie está excluido, y mucho menos, debemos excluirnos de la salvación nosotros mismos, lo cual sería una absoluta insensatez. Pero debemos luchar con todas las armas que Dios pone a nuestro alcance, “toda la armadura de Dios” […] “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu” (Efesios 6:11-18), y ocupándonos de nuestra “salvación con temor y temblor” (Fil 2:12), pero confiando siempre en la infinita bondad y misericordia, sabiendo también que Dios aunque “…tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable…” ( Nahum 1:3).

Esta es la generosa y gratuita invitación de Dios a todo el que quiera, y tenga sed de justicia y amor: “el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).

Apocalipsis 22:17: Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.

La condición fundamental para ser salvo ya la cumples siempre que tu fe sea verdadera, es decir, que se ajuste, y que sea conforme a lo que arriba he escrito de la Palabra de Dios.

“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo…” (Hechos 16:31). Esta fue la respuesta que recibió el carcelero de Filipos cuando preguntó “¿qué debo hacer para ser salvo?”

Jesús le dijo lo mismo a Nicodemo:

Juan 3:16-21: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.  (17)  Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.  (18)  El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.  (19)  Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.  (20)  Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.  (21)  Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

Querido hermano, Jesús le dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. (6)  Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:5-6). Mi consejo es que te preguntes con oración si crees que has nacido de nuevo. Como puedes ver, la vida cristiana se inicia con el nuevo nacimiento.

Puesto que desconozco tu experiencia en la fe cristiana, debo empezar por el principio. El Espíritu Santo es el que nos hace nacer de nuevo mediante la Palabra de Dios: El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas” (Santiago 1:18; ver también 1ª Pedro 1:22-25).

Normalmente, el proceso de conversión de una persona empieza, porque Dios nos llama al arrepentimiento. Entonces, si somos obedientes a Su llamado –reconociendo humildemente que somos pecadores, y que nada podemos hacer por nosotros mismos, es decir, con nuestras propias fuerzas para cambiar esta situación– acudiremos al único que puede salvarnos: Jesucristo.

Los cristianos creemos –como uno de los pilares de nuestra fe– que “…la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1ª Juan 1:7). Esto quiere decir, que cuando ejercemos fe auténtica en que Jesús murió por tus pecados, por los míos, y por los de todos los que acudan a Él con fe y corazón sincero (Marcos 10:45; Romanos 5:8-11;1ª Corintios 15:1-4; 2ª Corintios 5:21), nuestros pecados son perdonados, y somos declarados justos ante Dios (Romanos 3:24); porque creemos que Jesús ha cargado y llevado nuestros pecados sobre sí, y pagado con su muerte el precio de nuestro rescate, librándonos así de la muerte eterna que nos correspondía (Romanos 6:23; Hebreos 9:28; 1ª Pedro 2:24).

1 Pedro 2:24: quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.

Pero no termina todo ahí, sino que ahora empieza la parte del creyente. Dios ya ha hecho Su parte –perdonarnos, justificarnos y darnos Su Santo Espíritu junto con una nueva naturaleza libre de la esclavitud del pecado. Sin embargo, Dios requiere, comúnmente, que obedezcamos Su Palabra y que hagamos confesión pública de nuestra fe, es decir, que testifiquemos públicamente que Cristo nos ha salvado, perdonando todos nuestros pecados (Romanos 10:8-11); el Bautismo por inmersión (Hechos 2:38,39) es un rito de obediencia a Dios, y prueba de que comprendemos que Él nos ha regenerado y dado una nueva naturaleza, al tiempo que también damos testimonio de nuestra fe en Cristo, y en su poder sanador. Medita en los siguientes textos:

Hechos 2:38-39: Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.  (39)  Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Romanos 10:8-11: Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: (9)  que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.  (10)  Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.  (11)  Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.

2 Corintios 5:17: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Tito 3:3-7: Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros.  (4)  Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres,  (5)  nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,  (6)  el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador,  (7)  para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.

Si tú, estimado hermano, crees firmemente que Cristo ha muerto por tus pecados, es decir, Él se ha puesto en tu lugar para recibir la muerte que tú merecías por tus pecados (Romanos 6:23), entonces, ante Dios, ya has sido justificado “gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,  (25)  a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados” (Romanos 3:24-28).

Romanos 3:24-28:  siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,  (25)  a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,  (26)  con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.  (27)  ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.  (28)  Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

Si de verdad crees en Jesucristo solo una cosa te falta: obedece Su Palabra, y la Verdad te hará libre, o sea, te librará del poder del pecado (Juan 8:31-36). Te recomiendo medites en todo el capítulo seis de Romanos, y también en el ocho. Yo solo te daré unos versículos de estos dos capítulos, pero mejor que los leas enteramente y medites con oración al Señor. 

Romanos 6:16-23: ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?  (17)  Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;  (18)  y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.  (19)  Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.  (20)  Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia.  (21)  ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte.  (22)  Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.  (23)  Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Romanos 8:1-17: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.  (3)  Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;  (4)  para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (5)  Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.  (6)  Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.  (7)  Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;  (8)  y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.  (9)  Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.  (10)  Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.  (11)  Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.  (12)  Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;  (13)  porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.  (14)  Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.  (15)  Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!  (16)  El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.  (17)  Y si hijos, también herederos;(A) herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Romanos 8:15-18: Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!  (16)  El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.  (17)  Y si hijos, también herederos;(A) herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.  (18)  Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.

Ocúpate solo de hacer el bien, y agradar a Dios. ¿Cómo se agrada a Dios? Confiando plenamente en Él, obedeciendo su Palabra, haciendo todas las cosas para Su honra y gloria, y siendo honrado, íntegro, auténtico y veraz en todo.

2 Pedro 2:9,10:  sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio  (10)  y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío.

2 Pedro 2:11-16: Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores,  (11)  mientras que los ángeles, que son mayores en fuerza y en potencia, no pronuncian juicio de maldición contra ellas delante del Señor.  (12)  Pero éstos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición,  (13)  recibiendo el galardón de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. Estos son inmundicias y manchas, quienes aun mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores.  (14)  Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición.  (15)  Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad,  (16)  y fue reprendido por su iniquidad; pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta.

2 Pedro 2:17-19: Estos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre.  (18)  Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error.  (19)  Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció.

4. Conclusión

La seguridad de la salvación consiste en creer que no viene por nuestras obras (Efesios 2:8,9; Romanos 5:1; Gálatas 2:16-21; Tito 3:5-7) sino por gracia por medio de la fe en Cristo, para que nadie se envanezca. Él nos ha salvado, y no depende de nuestras fuerzas. Por eso precisamente no podemos dudar, pues sería dudar del amor y del poder de Dios. Incluso, Él “estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2:5; Romanos 5:8-11; etc.).

No basta con hacer una oración aceptando a Jesús. Es necesario obrar por fe. La fe se demuestra con las buenas obras (Santiago 2:17,18), pero obrando por fe. “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). No olvides nunca que has sido “justificado gratuitamente por su gracia (la de Dios), mediante la redención que es en Cristo Jesús.” (Romanos 3:24). Que has sido liberado de la esclavitud del pecado, y que ahora eres libre de elegir a quien quieres servir. Pero la vuelta atrás significaría que tu “postrer estado viene a ser peor que el primero” (cuando siendo pecador, aún no conocías la gran salvación en Cristo).

2 Pedro 2:20-22:  Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero.  (21)  Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado.  (22)  Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.

Querido hermano, a un no hemos “resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado” (Hebreos 12:4). Tomemos ejemplo de San Pablo: “antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias;  (5)  en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos;  (6)  en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero,  (7)  en palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra;  (8)  por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces;  (9)  como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos;  (10)  como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo. (2 Corintios 6:4-10)

Y sobre todo, vístete de toda la armadura de Dios (Efesios 6:11-19), y obra y piensa siempre como escogido de Dios que eres para la salvación en Cristo Jesús. Eres un hijo muy amado de Dios, por tanto, no lo olvides y no decepciones al Padre eterno.

Colosenses 3:12-17: Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;  (13)  soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. (14)  Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.  (15)  Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.  (16)  La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.  (17)  Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Esperando haberte podido ser de alguna ayuda, quedo a tu disposición para lo que pueda servirte.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

¿Quiénes son los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo?

Versión: 13-09-13

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Como es mi costumbre, he abordado este tema porque me lo ha planteado un querido hermano y, en este caso, también muy amigo mío; el cual me dirigió el siguiente escrito: 

“[…] te voy a plantear una pregunta que pienso conoces (incluso su trasfondo) a saber: en aquel pasaje (creo que son dos) del libro de Revelación y su capítulo 12 y verso 17 leemos «Entonces el dragón (Satanás) se llenó de ira contra la mujer (la iglesia de Dios) y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo«. Mi pregunta o duda es: si Satanás se fue a hacer la guerra contra los que tienen estas dos características ¿por qué razón concreta Satanás se centra exclusivamente en hacer la guerra contra ese grupo, es que los que no cumplen esas dos características no son igualmente sus enemigos? ¿Qué le lleva a Satanás centrarse en ese grupo y sobre todo, si ese grupo guarda los mandamientos y tienen el testimonio de Jesucristo, parece que los demás NO GUARDAN LOS MANDAMIENTOS NI TIENEN EL TESTIMONIO DE JESUCRISTO y por tanto luchar contra ellos, es como si no tuviera sentido. Creo que me entiendes. Si lo tienes respondido, dime dónde para leerlo, en caso contrario, me encantaría conocer tu opinión al respecto pues cada día se me plantea el dilema de confiar en la Palabra o fiarme de lo que demasiados creyentes creen y siguen como, Camino, Verdad y Vida. Un fuerte abrazo”. (José)

Mi respuesta –con la que esperaba satisfacer a mi amigo– fue la siguiente:

Estimado hermano y amigo, te entiendo perfectamente. Satanás, como su propio nombre indica es el enemigo de Dios, y, por tanto, también de todos Sus hijos. Él es “padre de mentira” (Juan 8:44), y la Escritura dice que “engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9). El diablo se centra como es lógico en los que son fieles a Dios y a Su Palabra. Estos son los hijos de Dios. Los hijos de Satanás, como dijo Jesús –“Vosotros sois hijos de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer…” (Juan 8:44)–, ya le pertenecen, los tiene cegados, engañados, y los hace sufrir igualmente; porque él goza con hacer el mal; pero su objetivo principal es hacer caer o derribar a los hijos de Dios, es cuando goza más. Sin embargo, los creyentes que son fieles a Dios, no tienen nada que temer, porque Cristo venció a Satanás en la cruz.

Juan 8:47: El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.

Querido amigo, no solo es Satanás el que persigue a los hijos de Dios sino también todo el que no es nacido de Dios (Gálatas 4:29; 1ª Juan 3:7-11; 5:18-21). Los que viven según la carne perseguirán siempre a los que son de Dios.

Gálatas 4:29: Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu,…

1 Juan 3:7-11: Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. (8) El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.  (9)  Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. (10)  En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios. (11) Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros.

1 Juan 5:18-21: Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.  (19)  Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.  (20)  Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.  (21)  Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.

Hasta aquí mi respuesta a las cuestiones que me planteaba mi amigo. Puesto que estaba convencido que le había respondido satisfactoriamente, y, además, con brevedad y sencillez, no esperaba que me reiterara su siguiente planteamiento, similar al inicial que vimos antes:

“Hola Carlos, acabo de leer tu opinión al respecto de mi pregunta y la verdad es que aunque lo que dices no hace falta comprobarlo pues lo puede entender cualquiera «LOS ENEMIGOS DE DIOS SON TODOS LOS QUE SIGUEN A SATANÁS Y ESTOS (INCLUIDO SATANÁS) SE OPONEN Y/O HACEN LA GUERRA A LOS QUE SON DE DIOS» pero, aunque un solo verso sabemos que no debe ser apoyo único para establecer un principio o menos aún una doctrina, la declaración «los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo» señala indefectiblemente a un grupo aparte, diferente de los que hasta un momento, en concreto ese «Entonces», queda marcado no como iglesia de Dios o pueblo de Dios sino como los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo y claro está, eso puedes comprender querido Carlos que no puede incluir a todos los creyentes. Es mi particular visión acerca del tema tan peliagudo. Por tanto tu respuesta no sirve en principio, para concretar quiénes son esos que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo. Si puedes ampliar algo más tu respuesta-opinión sería muy importante (al menos para mí) pues sabes de la importancia de ese texto y algún otro, tanto de Apocalipsis como del apóstol Juan que se centran en guardar los mandamientos de Dios”. (José)

Para poder contestar apropiadamente a tu pregunta –“¿quiénes son esos que “guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”? (Apocalipsis 12:17)– es conveniente interpretar este versículo dentro de su contexto, que es el capítulo doce del libro de Apocalipsis, y, también, teniendo en cuenta el resto del NT.

Voy, pues, a tratar de probar con la Palabra de Dios ¿quiénes son los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo?

Pero antes de entrar en el comentario del texto que nos ocupa –Apoc. 12:17– es necesario aclarar las claves del citado versículo:

Primero, ¿cuáles son los mandamientos de Dios en el Nuevo Pacto?
Segundo, ¿qué significa tener “el testimonio de Jesucristo”?

2. ¿Cuáles son los mandamientos de Dios en el Nuevo Pacto?

Cada vez que abordo este tema no puedo evitar recordar, que yo fui miembro de una Iglesia que se ufana de ser la única que guarda los mandamientos de Dios, y que tiene, además, «el testimonio de Jesús»; y, por tanto,  se considera a sí misma como “la iglesia remanente de Dios” para los tiempos del fin. Y está convencida que es la única Iglesia verdadera, esencialmente por dos razones: en primer lugar, porque observa “religiosamente” la ley de los Diez mandamientos que Dios dio a Moisés en el Sinaí, en dos tablas de piedra, incluido, y especialmente, el cuarto mandamiento de esta ley que ordena el reposo de toda obra secular en el día sábado. Y, en segundo lugar, porque afirma que la principal fundadora de esta Iglesia –Elena G. White– es “la mensajera de Dios”, es decir, es una profetisa de Dios, que ha recibido infinidad de visiones que, supuestamente, Él le ha dado; por eso, esta Iglesia cree que tiene “el Espíritu de profecía”, que no tienen las demás iglesias cristianas; y, esto, según esta iglesia, se confirma por un texto de Apocalipsis que dice que el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis19:10). Leámoslo entero:

Apocalipsis 19:10: Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.

Luego, los adventistas del séptimo día, comparan este texto con el siguiente de Apocalipsis 12:17:

Apocalipsis 12:17: Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.

Y, entonces, sacan la peregrina conclusión de que son la Iglesia verdadera, porque son los únicos que guardan los Diez Mandamientos y tienen también el testimonio de Jesús, porque el mismo es precisamente “el espíritu de profecía”. Ellos, pues, prescinden del artículo “la” que hay delante de “profecía” (Apocalipsis 19:10); pensando, quizá, que al fin y al cabo un artículo más o menos no iba a tener suficiente entidad para echarles por el suelo el poder considerarse la iglesia verdadera. Pero una doctrina bíblica no puede obtenerse basándose en un solo texto, y menos dependiendo de que exista o no en el manuscrito original ese artículo determinado. Como ya se ha dicho muchas veces, es insensato interpretar un texto o palabra de forma aislada, sin tener en cuenta todo el contexto cercano y lejano, y el resto de la Biblia. Más adelante, cuando aborde lo que significa “tener el testimonio de Jesucristo”, ampliaré este tema.

Ahora vamos a concentrarnos en averiguar: ¿Cuáles son los mandamientos de Dios en el Nuevo Pacto?

Primero de todo, sería totalmente incoherente que dijéramos que los mandamientos de Dios son distintos de los de Su Hijo, Jesucristo, “Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida. (35) El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.  (36)  El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:34-36; Cf. Mateo 28:17-20).

Los cristianos no tenemos nada que ver con el Antiguo Pacto ni con su ley; pertenecemos a Cristo, y como discípulos suyos tenemos que obedecerle a Él y a Su Evangelio, y guardar todas las cosas que nos ha mandado en Su Palabra del Nuevo Pacto (Mateo 28:17-20). Como muy bien expresa san Pablo, no estamos bajo la ley del Sinaí –los gentiles nunca estuvieron bajo esa ley– sino bajo la ley de Cristo (1ª Corintios 9:21); y ésta no es otra cosa que Su Palabra: todo el NT. Veamos algunos pocos textos, que lo confirman:

Mateo 28:17-20: Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.  (18)  Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.  (19) Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; (20) enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Los cristianos no seremos juzgados por la ley del AT sino por “la palabra” de Cristo: “la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Juan 12:48). Veamos el contexto:

Juan 12:46-50: Yo [Jesús], la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.  (47)  Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo.  (48)  El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.  (49)  Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.  (50)  Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.

No solo es Palabra de Dios lo que habló Jesús sino también todo lo que “los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2ª Pedro 1:21). Veamos algunos textos más:

1 Corintios 14:37: Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor.

Romanos 13:7-10: Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.  (8)  No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.  (9)  Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  (10)  El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

Gálatas 5:13-14: Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.  (14)  Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Muchas personas, especialmente los adventistas, cuando leen en el NT la palabra “mandamientos”, enseguida lo asocian con los Diez mandamientos del Antiguo Pacto. Admito que, Jesús, Dios el Hijo, antes de su encarnación como hombre, fue el que reveló su ley al pueblo de Israel. Toda la Revelación procede tanto del Padre, del Hijo, como del Espíritu Santo. Pero Jesús encarnado nos dio Su Palabra, y ésta son los mandamientos del Nuevo Pacto, que son distintos a la ley del Sinaí que Él mismo promulgó y dio exclusivamente a su pueblo Israel. Él, ahora, añade Su Palabra del Nuevo Pacto, que es ley para todo creyente cristiano. El Nuevo Pacto no se basa en la ley del Sinaí sino en la Palabra y obra, vida y muerte de Jesús.

En los siguientes textos del Evangelio de San Juan, que son palabras de Jesús, Él nos insta a guardar Sus mandamientos como señal de que creemos en Él y que le amamos:

Juan 14:15: Si me amáis, guardad mis mandamientos.
Juan 14:21: El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. 
Juan 15:10: Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 
2 Juan 1:6: Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio.

Para averiguar a qué mandamientos se está refiriendo nuestro Señor Jesús, basta con leer el contexto de los citados pasajes y veremos que en ningún caso se está refiriendo a la ley de Moisés sino a la nueva ley revelada en el Nuevo Testamento.

Por otro lado, Jesús, en todos estos textos, vincula “mandamientos” con “amor”. Él nos dice que el amor que le debemos se demuestra guardando sus mandamientos (Juan 14:15,21). Lo que significa que nuestra obediencia a Dios no proviene de vencer, mediante actos voluntariosos, las inclinaciones pecaminosas de nuestro corazón carnal, para de esta manera tratar de cumplir la exigencia externa o interna de Sus mandamientos o leyes; sino que procede de un corazón renovado en el que mora el Espíritu de Cristo, cuyo fruto es el amor (Ezequiel 36:26,27; Gálatas 5:22; Romanos 8:9). El cumplimiento de la ley es el amor (Romanos 13:10; Gálatas 5:14).

Romanos 8:9: Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece;

La auténtica y única válida relación con Dios y el prójimo debe estar basada en el amor de un corazón convertido por Su Espíritu. Por tanto, la nueva ley grabada en el corazón del creyente por el Espíritu Santo es el amor. El nuevo mandamiento es el que hemos tenido desde el principio el “que nos amemos unos a otros” (Juan 13:34,35; Gálatas 5:14-18; 2ª Juan 1:5).

Juan 13:34-35: (NBJ, 1998): Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros.  (35)  En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.

2 Juan 1:5-6: (NBJ, 1998): Y ahora te ruego, señora, y no te escribo un mandamiento nuevo, sino el que tenemos desde el principio: que nos amemos unos a otros.  (6)  Y en esto consiste el amor: en que vivamos según sus mandamientos. Este es el mandamiento que oísteis desde el principio: que caminéis en el amor.

La conducta de todo ser humano sino está regida por la ley del amor se convierte en legalista y fría. Y solo se pueden guardar válidamente los mandamientos de Dios si hay amor grabado en el corazón convertido por el Espíritu Santo.

Si ahora leemos también el contexto de los versículos del Evangelio de San Juan citados arriba comprobaremos que los mandamientos a los que se refiere Cristo son Su Palabra y el amor. Solo se puede amar a Jesús si Su Espíritu mora en nosotros y ha grabado en nuestro corazón la ley del amor:

Juan 14:21-24: El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.  (22)  Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?  (23)  Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.  (24)  El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.

Nótese, que es la “palabra de Jesús” la que hay que guardar y no los Diez mandamientos.

Juan 15:10-12: Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.  (11)  Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.  (12)  Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.

Juan 15:17: Esto os mando: Que os améis unos a otros.

En este texto de Juan 15:12, 17, Jesús no deja lugar a dudas de cuál es su principal mandamiento: Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Como podemos constatar no hay en ninguna ocasión referencia a la ley del Antiguo Pacto. El mandamiento del amor no es nuevo como hemos visto. Su novedad radica, quizá, en la profundidad, entrega y desprendimiento que implica ese amor “como yo os he amado”.

1 Juan 2:3-11:  Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos.  (4)  El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él;  (5)  pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.  (6)  El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.   (7)  Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio.  (8)  Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra.  (9)  El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.  (10)  El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.  (11)  Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.

Creo que con lo que afirma el apóstol Juan en los textos citados arriba de su primera epístola se ve claramente como él identifica guardar “sus mandamientos” con guardar “Su palabra” (1ª Juan 3:4-5, 7).

Otros mandamientos que nos reveló nuestro Señor Jesús y que podemos destacar de entre toda Su Palabra son, por ejemplo, los siguientes:

Mateo 28:18 -20:Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Juan 6:27-29: Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. 28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

Juan 5:39: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; 40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.

Juan 14:1: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.

La ley del Antiguo Testamento solo servía para dar a conocer el pecado (Romanos 3:20). Sin embargo, los mandamientos de Jesús, las palabras que Él nos ha hablado “son espíritu y son vida” (Juan 6:63). El siguiente mandamiento de Jesús – “Permaneced en mí, y yo en vosotros”– es  fundamental para poder guardar sus mandamientos y así permanecer en su amor:

Juan 15:4-11: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. 9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.

Esto es lo que da poder para vencer el pecado. Su Palabra que es la verdad (Juan 17:17) nos hace libres:

Juan 8:31: si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

Y no la ley del Sinaí que pertenece al Antiguo Pacto, que por su naturaleza no da ningún poder. Es un mero conocimiento del pecado, unas exigencias mínimas, que están ampliamente superadas con la nueva ley de Cristo y Su Evangelio de la Gracia:

Mateo 5:43-48: Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.  (44)  Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;  (45)  para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.  (46)  Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?  (47)  Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?  (48)  Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Cuando creemos en Jesús y en su Palabra nacemos de nuevo y somos hechos nuevas criaturas en Cristo, las cosas viejas pasaron (2ª Corintios 5:17); “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” (Santiago 1:18). Y también San Pedro afirma lo mismo con otras palabras:

1ª Pedro 1:22-25: Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; 23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. 24 Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; 25 Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

3. ¿Qué significa tener “el testimonio de Jesucristo”?

La misión de todos los cristianos es dar testimonio de Jesucristo, es decir, ser fieles testigos de Cristo (Hechos 1:8). Y esto consiste en proclamar el Evangelio sin mezcla de tradiciones de los hombres para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí [Jesús], perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hechos 26:18). Estas palabras, que fueron dirigidas por Jesús resucitado desde el Cielo a san Pablo, resumen la misión de cada cristiano. No obstante, el testimonio de Jesús es mucho más; pues es todo el mensaje del Evangelio: Su Persona como Dios-Hombre y Su Obra en la cruz, y que por Su Gracia, por medio de la fe en Él, hemos sido justificados, perdonados, salvados, transformados a Su imagen, etc. Además, esto incluye todas las profecías que le anuncian en el AT, y también las profecías del NT, especialmente las del libro de Apocalipsis (22:16,20). Como san Pablo, todo cristiano está llamado “para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24; 4:33; Cf. 2 Timoteo 1:8-9; Romanos 1:16; Mateo 24:14; Juan 15:26,27).

Hechos 20:20-24: y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,  (21)  testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo […]  (24)  Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.

Hechos 4:33: Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos.

2 Timoteo 1:8-9: Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios,  (9)  quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos,

Mateo 24:14: Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.

Juan 15:26-27: Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.  (27)  Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.

Sin embargo, no se puede dar “el testimonio de Jesucristo” si antes no lo poseemos, y para eso es necesario que lo obtengamos llenándonos del “espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19:10).

Apocalipsis 19:10  Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.

Para entender qué es el “espíritu de la profecía” debemos saber que, en la Biblia, “profecía” no necesariamente significa siempre revelación de eventos futuros, sino que también se refiere a discernimiento o facultad de interpretación de la Palabra de Dios; y esto solo puede provenir de la inspiración del Espíritu Santo (2ª Pedro 2:19-21).

2 Pedro 1:19-21: Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; (20) entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, (21) porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.

En estos pasajes san Pedro declara “que tenemos también la palabra profética más segura” (2ª Pedro 2:19). Esto quiere decir que toda la Biblia ha sido revelada por Dios, y, por tanto, es profética “porque nunca fue traída por voluntad humana” (2ª Pedro 2:21). San Pablo afirma que “el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación” (1 Corintios 14:3).

También debemos saber que Dios ha dado a la humanidad toda la Revelación que precisa para que pueda reconciliarse con Él. El canon de la misma se ha completado. No habrá más revelaciones. Todo profeta, que se haya proclamado como tal, después del siglo I d.C. o que aparezca hoy día o en el futuro, si no se limita a interpretar o explicar la Biblia, sino que aporta nuevas revelaciones, aunque éstas no contradigan las Sagradas Escrituras, me atrevería a decir, que es un falso profeta, sus visiones no son de Dios, y nunca deberíamos tenerlas en cuenta, para evitar ser engañados.

A este respecto, la Iglesia adventista del séptimo día sostiene que su principal fundadora –Elena G. White– es “la mensajera de Dios”, es decir, es una profetisa de Dios, que ha recibido infinidad de visiones que, supuestamente, Él le ha dado; las mencionadas revelaciones que recibió la citada profetisa no pueden ser de Dios, porque los profetas de Dios no se equivocan ni hacen predicciones que no se cumplen.

No es necesario enumerar todos sus errores; nos basta con citar que Elena G. White tuvo una visión en la que el cuarto mandamiento del Decálogo –el reposo sabático que Dios ordenó a Israel– le fue mostrado con una aureola y un brillo especial, que resaltaba sobre todos los demás preceptos de la Ley; y por si esto no fuera suficiente, ella sostuvo que observar el reposo sabático es el sello que los verdaderos cristianos recibirían, como señal de su fidelidad a Dios, y que los que observaran el descanso dominical recibirían la marca de la bestia (Apocalipsis 13:16), que para los adventistas y su profetiza es precisamente, guardar el reposo en el día domingo. Resulta paradójico, rocambolesco, o al menos, curioso, que las dos características – guardar el reposo en el día sábado y tener el don o espíritu de profecía–, que los adventistas aducen o alegan para identificarse a sí mismos como la verdadera iglesia de Dios o Su pueblo remanente para el tiempo del fin, sean precisamente falsas.

Los adventistas creen que su Iglesia ha recibido “el espíritu de profecía” en la persona de su fundadora, Elena G. White. Por tanto, ellos serían los únicos “que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17); puesto que ninguna de las demás iglesias cristianas reconocen tener un profeta entre sus miembros, aunque, sí hay algunas iglesias que pretenden tener pastores o líderes que profetizan. Además, los adventistas aportan como prueba bíblica determinante de la autenticidad de su profetiza, y del don de profecía con la que se consideran elegidos por Dios, el texto de Apocalipsis citado arriba, que dice que el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis19:10). Luego, los adventistas del séptimo día, comparan este texto con el siguiente de Apocalipsis 12:17:

Apocalipsis 12:17: Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.

Y, entonces, sacan la peregrina conclusión de que son la Iglesia verdadera, porque son los únicos que guardan los Diez Mandamientos y tienen también el testimonio de Jesús, porque el mismo es precisamente “el espíritu de profecía”. Ellos, pues, prescinden del artículo “la” que hay delante de “profecía” (Apocalipsis 19:10); pensando, quizá, que al fin y al cabo un artículo más o menos no iba a tener suficiente entidad para echarles por el suelo el poder considerarse la iglesia verdadera. Pero una doctrina bíblica no puede obtenerse basándose en un solo texto, y menos dependiendo de que exista o no en el manuscrito original ese artículo determinado. Como ya se ha dicho muchas veces, es insensato interpretar un texto o palabra de forma aislada, sin tener en cuenta todo el contexto cercano y lejano, y el resto de la Biblia. Al respecto he revisado el versículo de Apocalipsis 19:10, en unas cuarenta versiones de la Biblia, incluyendo varias versiones en griego, y una mayoría contiene el artículo “la” en la frase “el espíritu de la profecía”.

Sin embargo, en cualquier caso, “el testimonio de Jesucristo” no puede, de ninguna manera, limitarse a la interpretación más o menos partidista o parcial que algunos quieren darle a este versículo; pues un texto aislado se puede entender de muchas maneras, y es el contexto el que debe determinar su significado verdadero. El mismo apóstol Juan, el autor del libro de Apocalipsis dice “que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 1:2), y que “estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 1:9). Supongo que no se habría exilado por puro gusto, para huir del “mundanal ruido”, sino a causa de las persecuciones, que él y muchos mártires tuvieron que sufrir por tener y dar testimonio de su fe en Cristo. También el apóstol vio “bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían( Apocalipsis 6:9; 20:4). Este testimonio de Jesucristo, sin duda, no puede referirse a simplemente tener un don profético, sino al hecho de predicar a Cristo y Su Evangelio, y, también, las profecías del mismo libro de Apocalipsis, que forman parte también de la Revelación de Jesucristo (Apocalipsis 22:7,16,18-20). No en vano el libro de Apocalipsis se denomina también “La Revelación de Jesucristo” (Apocalipsis 1:1).

Apocalipsis 1:9: Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.

Apocalipsis 20:4: Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.

Apocalipsis 22:7: He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. 

Apocalipsis 22:16-20: Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.  (17)  Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.  (18)  Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.  (19)  Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.  (20) El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.

A propósito, hablando de testimonios, como ex miembro de la mencionada Iglesia, puedo testificar que los adventistas del séptimo día tienen un gran celo para observar el cuarto mandamiento de la ley del Sinaí, el que se refiere al reposo del sábado, a la usanza del AT, pero algo menos para guardar los nueve mandamientos restantes. Este celo se hace evidente con la observación estricta de abstenerse de toda obra secular desde la puesta de sol del día viernes hasta la del sábado. Y para que nadie pudiera pasarse ni siquiera un minuto, y cometer el “grave pecado” –“digo pecado porque en su conciencia lo es, debido a su creencia que les esclaviza”– de usurpar de esta manera el tiempo “sagrado” que pertenece a Dios, confeccionan y reparten entre sus fieles unos calendarios que recogen minuciosamente las puestas de sol de todos los días viernes y sábado del año, los cuales consultan meticulosa o celosamente, a fin de ser enteramente fieles a ese mandamiento.

El testimonio de Jesús indudablemente no es guardar el reposo sabático; no creo que haya habido ni un solo mártir en la época del Imperio Romano, que entregara su vida por negarse hacer ninguna obra secular en el día de reposo judío. Sin embargo, sí la entregaron muchas personas, no solo durante las persecuciones paganas sino también durante las persecuciones del papado y de la Inquisición a todos los que se atrevían a disentir de las doctrinas de la Iglesia católica, pues eran declarados herejes y condenados a muerte sino se retractaban de sus creencias. Pero, los mártires de todas las épocas vencieron, y vencerán “por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (Apocalipsis 12:11-12). 

Apocalipsis 12:11-12: Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.  (12)  Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo. 

4. Comentarios al capítulo doce –contexto del versículo diecisiete– del libro de Apocalipsis.

Tengo que dar por supuesto que los lectores están algo familiarizados con los símbolos empleados en este capítulo, porque no puedo extenderme en explicaciones exhaustivas. Voy, pues, comentar aunque sea sucintamente cada versículo de este capítulo.

“Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.  (2)  Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento” (Apocalipsis 12:1,2).

En mi opinión, estos primeros versos representan el nacimiento de la Iglesia cristiana. Como he dicho, doy por sentado, que tú sabes que una mujer pura representa a la Iglesia de Cristo; por el contrario, una mujer ramera, a las iglesias apóstatas, que, según el testimonio de la Historia y del libro de Apocalipsis, especialmente, los capítulos trece y diecisiete, serían la Católica y la Ortodoxa, porque se han aferrado a la Tradición, introduciendo multitud de doctrinas no bíblicas. La Iglesia de Cristo es una Iglesia resplandeciente que emite luz por todas partes –como dijo Cristo, vosotros (la Iglesia) sois la luz del mundo. El sol, además de emitir una deslumbrante luz, representa a Cristo “el Sol de justicia” (Mal. 4.2); Su Iglesia brilla porque está revestida de la Justicia de Cristo, vive por la fe y no confía en sus propias obras de la ley sino que se sustenta completamente en el único fundamento que es Cristo (1ª Corintios.3:11). Las doce estrellas pueden simbolizar a los doce apóstoles que formaron la primitiva iglesia, piedras vivas sobre los que se edifica la Iglesia (1ª Pedro 2:5). La Luna es el antiguo pueblo de Israel que es sombra y figura de lo que sería la Iglesia, etc.

“También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas;  (4)  y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. (Apocalipsis 12:3,4)

Aquí también podríamos hacer un libro entero, pero me he propuesto ser breve, porque sé que tú ya conoces todos estos símbolos. El dragón es el diablo, que mediante las siete cabezas –siete imperios mundiales– y diez cuernos –diez reinos– ha dominado al mundo. Si lo deseas y tienes ganas de profundizar: esto está en relación con el capítulo trece de Apocalipsis, del cual he hecho un comentario en el libro: “El Dragón, la Bestia y el falso profeta”, que lo puedes descargar de mi web. La tercer parte de las estrellas puede simbolizar a los ángeles que sedujo el diablo, y que arrastró en su caída.

 “Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese.  (5)  Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono”. (Apocalipsis 12:4,5)

Aquí la mujer representa al pueblo de Israel, que por medio de María da a luz al Mesías, el Hijo de Dios. Ver también Ap. 2:27; 5; 19:15. El “hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones”, no hay duda que es Jesús, que desde el mismo momento que nació fue perseguido por el diablo, por medio de Herodes el Grande.

“Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días”.( Apocalipsis 12:6)

Hemos llegado a un pasaje clave. Como ya hemos dicho, la mujer es la Iglesia de Cristo. Ahora es necesario ubicar en la historia de la Iglesia el periodo de 1.260 días en el cual la Iglesia verdadera está escondida en el desierto, un lugar inhóspito, seco, estéril donde no le es posible dar luz, ni prevalecer, es el tiempo del predominio de la Iglesia apóstata, y del reino papal, que domina sobre las naciones, y subyuga a los reyes. La Iglesia de Cristo es acallada por la fuerza de la institución político-religiosa dominante –el catolicismo liderado por el Papa– a la que se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos”–, no obstante, muchos creyentes resisten hasta la muerte, pasando por torturas increíbles. Leer Ap. 13:4-9.

Apocalipsis 13:4-9: y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?  (5)  También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses.  (6)  Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo.  (7)  Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación.  (8)  Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.  (9)  Si alguno tiene oído, oiga.

Para saber cuándo empieza y termina este periodo de 1.260 días proféticos, es decir, 1.260 años reales, hay que interpretar Daniel 7 con Apocalipsis 13 y 17, y comparar con la historia de la Iglesia. La hegemonía y apogeo papal empieza hacia el 538 d.C. y termina hacia el 1.798 d.C., o bien, 554 d. C. hasta el 1.814. Este análisis y comentario ya lo hice en el libro citado antes. Por tanto, no lo voy repetir ahora. Se trata como sabes del periodo en que actúa “el cuerno pequeño» del libro de Daniel , en el que «los santos del Altísimo … serán entregados en su mano hasta un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo” (Daniel 7:25).

“(7) Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;  (8)  pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.  (9)  Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él”. (Apocalipsis 12:7-9)

Este verso empieza con un “después”. Por tanto, lo primero es preguntarse después de cuándo: ¿Después de los 1.260 años o después de que el “hijo fue arrebatado para Dios y para su trono” (Ap. 12:5)?

Para mí está muy claro, que el diablo y sus ángeles fueron arrojados a la tierra no después de 1260 años, sino inmediatamente que Cristo venció en la cruz a Satanás y fue entronizado en el Cielo. Desde ese momento el diablo no podía ya tener el menor acceso al Cielo y seguir siendo “el acusador de nuestros hermanos” (Ap. 12.10), sino que vencido fue arrojado a tierra, de ahí el grito de angustia y advertencia que se produce en el verso 12: “¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo”  (Apocalipsis 12:12).

(10) Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.  (11)  Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.  (12)  Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.  (Apocalipsis 12:10-12)

La única forma de vencer al diablo es “por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos” (11). Esta es la iglesia de los mártires, hasta que el emperador Constantino firmó la paz con los cristianos y legalizó el cristianismo (313 d.C.). Sin embargo como sabemos, acabaron las persecuciones que hacían los paganos, y empezaron pronto las de la Iglesia católica contra todos los que se oponían a ella. Pero, ellos –los mártires– “menospreciaron sus vidas hasta la muerte”. Cristo muerto y resucitado y Su Palabra son las únicas armas de los cristianos.

(13)  Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.  (14)  Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo. (Apocalipsis 12:13-14)

Termina la iglesia de los mártires en la que la sangre de ellos fue semilla para que los cristianos se multiplicasen, y empieza la época de la decadencia, pues la iglesia se enriquece y va tomando el poder absoluto en Roma, porque Constantino establece la capital en Bizancio (Constantinopla), dejando el campo libre para la hegemonía papal, que se consolidaría con Justiniano y siguientes emperadores a partir del 538 d.C., y se convierte de perseguida en perseguidora de todos los que se oponen a ella o discrepan doctrinalmente. Este es el periodo del poder hegemónico del “cuerno pequeño” –el papado–, que nadie puede dudar ahora que es de “un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo”, las mismas palabras que en Daniel 7:25, periodo en que “los santos del Altísimo” serán quebrantados (Cf. Ap. 13:5-8). La iglesia verdadera tiene que huir, se esconde, pero aun así hubo muchos mártires que resistieron hasta la muerte con torturas insufribles.

(15)  Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río.  (16)  Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca.  (17)  Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo. (Apocalipsis 12:15-17)

Una gran mayoría de estudiosos de la Biblia coincide en que la hegemonía papal terminó cuando se destituyó al papa, –creo recordar que fue Pio VI– por Napoleón, aunque más tarde se restableció su poder, pero luego le fueron quitados sus grandes territorios que tenía por toda Roma, y finalmente Mussolini, en 1929, le devolvió el pequeño territorio del actual Estado Vaticano, lo que volvió a convertir al papa en un rey temporal o jefe de Estado. Pero mucho antes (hacia el siglo XIV) surgieron los reformadores en muchos lugares de lo que ahora llamamos Europa: Zuinglio en Inglaterra, Huss, Wiclef, Lutero, Calvino, etc.; y siempre existieron, durante ese periodo oscuro muchos grupos que defendieron el verdadero Evangelio, a pesar de que estaba prohibido, como los Valdenses, los Cátaros, etc.

Todos ellos son “el resto de la descendencia de la mujer”. Es decir, todos los cristianos que creemos firmemente en el puro Evangelio de la Gracia (Hechos 20:24), y que lo obedecemos, si fuera preciso hasta la muerte o entrega de nuestra propia vida, son los que desde entonces se han multiplicado por todo el mundo, es el mundo evangélico en general, todos aquellos que tratan de vencer “por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio”; es decir Cristo y Su Palabra; no hay más. Aquellos que predican la ley del Sinaí, están fuera del Nuevo Pacto, y nunca vencerán porque eso es poner la confianza en las propias fuerzas, y la victoria solo es de Dios y de Su Cristo. “Los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” son todos los que creen y obedecen la Palabra de Dios, y la predican, no la ley del Sinaí, ni doctrinas fruto de la Tradición, como hacen las citadas iglesias apóstatas, que no tiene ningún poder restaurador del ser humano; solo Cristo y Su Palabra pueden salvar.

Están muy equivocados los que creen que en el último tiempo existirá un grupo homogéneo de una sola denominación que sería ese “resto o descendencia de la mujer”. Ese es uno de los graves errores de la iglesia adventista: creer ser ese remanente. Es orgullo espiritual y herejía.

5. Conclusión

Los mandamientos de Cristo, a los que Él alude en diversas ocasiones en los escritos del apóstol Juan (Juan 14:15,21; 15:10; 2 Juan 1:6), no se refieren a la ley antigua del Sinaí. Sino al amor de unos con otros, a creer en Él como Salvador, a permanecer unido a Él como único medio de dar frutos de amor (Juan 15:4-7). Jesús mismo identifica cuál es Su principal mandamiento, pues de Él depende toda la ley: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:12; 13:34,35; compárese con Romanos 13:10; Gálatas 5:14; 6:2; 1 Corintios 9:21). Jesús también nos da otros mandamientos como, por ejemplo, los siguientes:

    • “Arrepentíos y creed en el Evangelio” (Marcos 1:15)
    • “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15)
    • “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado;” (Mateo 28:19,20).
    • En general toda Su Palabra es ley para el cristiano
    • Etc.

Guardar estos mandamientos es una señal de que le amamos, pero le amamos porque el Espíritu Santo, por medio de Su Palabra nos ha hecho nacer de nuevo y ha implantado en nuestro corazón la ley del amor. La ley antigua no daba poder alguno sobre el pecado sino solo su conocimiento, pero el “Evangelio, […] es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree;”  (Romanos 1:16). Obedecer Su Palabra es amar a Dios en Jesús.

Ahora, pues, no estamos bajo la ley sino bajo la gracia (Romano 6:14) y nuestra conciencia está regida por «la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte» (Romanos 8:2).

Los cristianos reconocemos que la oposición y lucha entre lo carnal y lo espiritual puede durar toda la vida. “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;  (18)  y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6:17-18). Antes de la conversión a Cristo éramos esclavos del pecado. Ahora, Su Palabra, que es la Verdad,  y su permanencia en ella nos ha hecho libres (Juan 8:31).

Romanos 6:22: Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

La obediencia a Su Palabra nos transforma de día en día a Su semejanza, y el “hombre viejo carnal” disminuye hasta morir, al tiempo que crece Cristo en nosotros, hasta que solo viva Cristo en nosotros, y podamos decir como San Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.  (21)  No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:20-21).

Con toda seguridad me atrevo a afirmar que Dios, en la actualidad, no tiene un pueblo que se corresponda con una organización, denominación o iglesia específica. El pueblo de Dios desde la muerte de Cristo en la cruz es su Iglesia (Efesios 1:11-22), a la que amó y se entregó a sí mismo por ella (Efesios 5:25, 30, 32; 2:11-26). Cristo es Cabeza del Cuerpo que es su Iglesia. Por tanto, todos los cristianos sinceros de todo el mundo conforman esa nación santa y pueblo adquirido por Dios mediante la sangre preciosa de su Hijo (1ª Pedro 1:18-20; 1ª Pedro 2: 9,10).

1ª Corintios 12:12-14: Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. (13) Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. (14) Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos.

Todos los fieles cristianos de todo el mundo, con independencia de que pertenezcan o no a una determinada iglesia o denominación, configuran el Cuerpo de Cristo, y por tanto, como afirma el apóstol Pedro en su primera epístola, son “nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1ª Pedro 2:9):

1ª Pedro 2:9, 10:  Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; (10) vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.”

Es cierto que no hay uniformidad en las creencias doctrinales de las distintas religiones o confesiones cristianas, siendo esa la principal causa de que la Iglesia de Cristo esté dividida. Sin embargo, es mucho más importante lo que nos une que lo que nos separa. Todos juntos formamos el Cuerpo de Cristo, por quien Él se entregó (Efesios 5:25). “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.” (1ª Corintios 3:11). “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; (15) y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos(2ª Corintios 5:14, 15).

El objetivo de todos los cristianos es o debería ser “…que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; (14) para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,  (Efesios 4:13, 14).

¿Cómo conseguiremos, pues, llegar a esa unidad de la fe?  Sólo si tenemos puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra de Dios. (Hebreos 12:2). Y, además, dejamos que el Espíritu Santo nos guie a toda la verdad (Juan 16:13), mediante la sola Palabra de Dios, dejando aparte todas las tradiciones de los hombres.

En general, nos atrevemos a afirmar que la división existente en el mundo cristiano evangélico o también llamado protestante, es más aparente que real. Puesto que el hecho de que existan muchas denominaciones dentro del evangelismo no implica que haya diferencias doctrinales esenciales sino que, en la mayoría de los casos, se trata sólo de aspectos menores y de matiz, siendo coincidentes en lo fundamental. Las confesiones evangélicas tienen como única fuente de autoridad la sola Biblia (2ª Timoteo 3:15-17; 4:1-3), y su sistema organizativo es parecido a la primitiva iglesia cristiana del siglo I d.C. Las iglesias locales gozaban de su propia autonomía, siendo sus líderes personas elegidas, por los mismos miembros, por su preparación y cualidades cristianas (1ª Timoteo 3:1-13; Tito 1:5-10; Efesios 4:11).

La multiplicidad de confesiones cristianas evangélicas no es en sí mismo un hecho negativo, pues su autonomía organizativa sirve para adaptarse mejor a las necesidades de cada localidad. Por el contrario, resulta improcedente, inadecuado e impropio, que apoyándose en la misma Biblia se enuncien y defiendan doctrinas variopintas, que  contradicen su espíritu y la interpretación global de la misma, aunque, afortunadamente, esto no suele abundar.

En la medida que los cristianos se fundamenten únicamente en las Sagradas Escrituras, –haciendo una lectura imparcial y global de las mismas, sin prejuicios, ni ideas preconcebidas, no pretendiendo que la Palabra de Dios apoye necesariamente cualquier deseo de su corazón, y por supuesto, dejando aparte toda doctrina que no provenga de las fuentes inspiradas, es decir, considerando sólo los libros que conforman el Canon bíblico– su unidad y coincidencia doctrinal aumentará.

Las divergencias doctrinales importantes surgen, no dentro del Protestantismo, sino entre éste y el Catolicismo. No obstante, aun a pesar de la aparente unidad del Catolicismo también conviven en su interior diversas corrientes o movimientos, que estando de acuerdo en lo principal, discrepan en algunos puntos doctrinales.

Como he venido denunciando en otros estudios bíblicos, ahora también me creo en el deber de alertar, en mi modesta función de “atalaya” (Ezequiel 3:16-21), contra los siguientes grupos, denominaciones u organizaciones cristianas:

    • Todos aquellos grupos que niegan la divinidad de Jesús (testigos de Jehová y unitarios)
    • Los que consideran que los seres humanos se salvan por la fe más las obras (Efesios 2:8,9).
    • Los que creen que la salvación depende de la elección humana, es decir, confían en el poder de su libre albedrío para alcanzar a Dios, y no tanto en el poder de Dios y de Su Evangelio.
    • Por último, debemos desconfiar de todas las denominaciones o iglesias cristianas que hacen énfasis en hablar en lenguas extrañas y en sanaciones espectaculares, como principal evidencia de que el Espíritu Santo mora en ellos. Puesto que el Espíritu Santo mora en todo verdadero cristiano, sin necesidad de ninguna señal sobrenatural que lo testifique (Hechos 2:38,39; Romanos 8:9; Efesios 1:13-14). Las únicas señales de todo cristiano deberán ser la obediencia a la Palabra de Dios, el testimonio de Jesucristo, como Hijo de Dios, consustancial con el Padre, y el dar los frutos del Espíritu en su vida (Gálatas 5:22-26).

Gálatas 5:22-26: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,  (23)  mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.  (24)  Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.  (25)  Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.  (26)  No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

El gran apóstol Pablo ya nos previene de que esto sucedería: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, (4) y apartarán de la verdad el oído y de volverán a las fábulas.” (2ª Timoteo 4: 3, 4).

Creo que se estará de acuerdo en que todas las religiones cristianas nacen o derivan de la iglesia cristiana primitiva. La cual fue fundada por los apóstoles, discípulos y seguidores de Cristo, dirigidos por el Espíritu Santo (Efesios 2:19-22; 1ª Corintios 3:10, 11). La iglesia primitiva del primer siglo de la era cristiana, tenía como únicas fuentes doctrinales, la Biblia hebrea, o sea el Antiguo Testamento, y las enseñanzas de Jesús y sus apóstoles, lo que configuró el llamado Nuevo Testamento, que quedó completado en la segunda mitad del siglo primero.

En mi opinión, no existe ninguna religión que posea toda la Verdad. El pertenecer a una u otra confesión cristiana no es determinante para la salvación. Como Jesucristo es el camino, la verdad y vida, lo más importante es reconocer, aceptar y asumir interiormente lo que Jesús le dijo [a Tomás]: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6). En la medida que seamos coherentes con esa Verdad, que representa y es Jesús, seremos salvos.

No obstante la pertenencia a una u otra denominación puede tener mucha importancia, pues afecta al conocimiento de la verdad de Dios (Juan 17:3) y por tanto, influye en la relación que tendremos con Él, y también en la conducta que observemos. En tanto en cuanto creamos y obedezcamos a la Verdad que es Jesús seremos más libres. Por eso Jesús nos dijo: “…Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; (32) y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. (Juan 8:31 úp, 32). Cuando aceptamos esa verdad somos liberados de la esclavitud del pecado y del miedo a la muerte (Romanos 6:17, 18, 22); Hebreos 2:14,15). Sin embargo, la idea de que hay que pertenecer a una determinada iglesia, que dice ser, o que se cree es la verdadera, para poder salvarse, es totalmente errónea.

Todo el mundo, pues, puede acceder a la salvación, si toma consciencia de su estado caído y perdido, y se acerca a Dios con la actitud del publicano: “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. (14) Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.”  (Lucas 18:13, 14).

Hechos 4:11-12: Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.  (12)  Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

¿Quieres ser salvo? Sé como el publicano, no hagas como el fariseo que se consideraba suficientemente justo ante Dios. No seas como el malhechor, que, padeciendo el martirio de la cruz aun injuriaba a Jesús. Seamos como el buen “ladrón” que reconoció su culpa y se convirtió aun cuando no le dio tiempo de hacer buenas obras para probar su fe, sin embargo, en ese mismo momento, Jesús le aseguró que era salvo y gozaría de la vida eterna en el Paraíso.

Esperando haber sabido comprender tu comentario y, haberte ayudado en algo, me despido, quedando a tu disposición en lo que pueda servirte.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

Versión: 06-06-12

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado Mario, tiene usted el don de la síntesis y de la concisión para formular las preguntas. Me resulta chocante que remate algunas de sus preguntas con las palabras “sí” y “no”. Posiblemente, usted,  me está sugiriendo que también sea breve y conciso en la respuesta. No sé si lo voy a conseguir, pues hay preguntas que no tienen un sí o un no rotundo, o que contestarlas tan concisamente le pueden dejar igual que estaba al principio. No obstante, trataré de ser lo más conciso posible, aun exponiéndome a no aclarar suficientemente sus dudas y cuestiones, que a continuación transcribo:

“Hola, quisiera saber acerca del pecado. ¿El pecado o blasfemia contra el Espíritu
Es perdonable?  (sí o no)
El pecado de muerte, ¿es perdonable? (sí o no)
¿Jesucristo es Dios u hombre?
¿Los cristianos serán juzgados en la segunda venida de Cristo?
¿Quiénes habitarán la tierra cuando Jesús establezca su reino?
Por favor si me puede citar con pasajes bíblicos a mis preguntas, desde ya muchas gracias.” (Mario)

Sin lugar a dudas esto es un verdadero batiburrillo de preguntas, a cual más compleja de responder. No obstante, le agradezco su concreción y que me pida brevedad, que dada la profundidad y trascendencia de los temas que aborda, quizá no voy a ser capaz de satisfacerle.

2. ¿Es perdonable el pecado o blasfemia contra el Espíritu o el pecado de muerte?

En primer lugar, debemos definir lo que es pecado según la Biblia:

1 Juan 3:4 (RV, 1960): Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.

1 Juan 3:4 (NBJ, 1988): Todo el que comete pecado comete también la iniquidad, pues el pecado es la iniquidad.

1 Juan 5:17 (RV, 1960): Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte.
1ª Juan 5:17 (NBJ, 1988): Toda iniquidad es pecado, pero hay pecados que no llevan a la muerte.

Santiago 4:17: Aquel, pues, que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado.

Además, pecado es toda incredulidad, separación de Dios, rebeldía contra Él, o simplemente falta de comunión y fe en Él.

La declaración expresa de Jesús es clara y definitiva: el pecado imperdonable es la blasfemia contra el Espíritu1 (Mateo 12:31-32; Lucas 12:10).

Mateo 12:31-32: «Por eso os digo: Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. (32) Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro.

Lucas 12:10: A todo aquel que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.

Pero, ¿qué es una blasfemia?

Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE):

“blasfemia (Del lat. tardío blasphemĭa, y este del gr. βλασφημíα ‘palabra injuriosa’).

  • 1. f. Palabra injuriosa contra Dios, la Virgen o los santos.
  • 2. f. Palabra gravemente injuriosa contra alguien.”

Jesús fue acusado de blasfemar, al menos en dos ocasiones (Mateo 26:65; Juan 10:33):

Mateo 26:63-65: Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote le dijo: «Te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.»  (64)  Dícele Jesús: «Tú lo has dicho. Pero os digo que a partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo.»  (65)  Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestidos y dijo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia.

Juan 10:32-33: Jesús les dijo: «Muchas obras buenas de parte del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?»  (33)  Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios

Blasfemar es hablar palabras ofensivas e injuriosas contra Dios, pero es también el que un hombre se arrogue facultades o características que pertenecen solo a Dios. Si Cristo no fuera Dios al mismo tiempo que hombre, su conducta y palabras serían blasfemas porque equivaldría a usurpar un rango divino que no le correspondería. Este es el caso de la “Bestia” de Apocalipsis 13, y de la “mujer” cuyas cabezas  estaban cubiertas de “títulos blasfemos”.

Apocalipsis 13:1,5-8 NBJ, 1998 (Compárese con Daniel 7:20,25): Y vi surgir del mar una Bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas, y en sus cuernos diez diademas, y en sus cabezas títulos blasfemos. […] (5) Le fue dada una boca que profería grandezas y blasfemias, y se le dio poder de actuar durante cuarenta y dos meses;  (6)  y ella abrió su boca para blasfemar contra Dios: para blasfemar de su nombre y de su morada y de los que moran en el cielo. (7) Se le concedió hacer la guerra a los santos y vencerlos; se le concedió poderío sobre toda raza, pueblo, lengua y nación.  (8)  Y la adorarán todos los habitantes de la tierra cuyo nombre no está inscrito, desde la creación del mundo, en el libro de la vida del Cordero degollado.

Apocalipsis 17:1-5 (NBJ, 1998): Entonces vino uno de los siete ángeles que llevaban las siete copas y me habló: «Ven, que te voy a mostrar el juicio de la célebre Prostituta, que se sienta sobre grandes aguas,  (2)  con ella fornicaron los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se embriagaron con el vino de su prostitución.»  (3)  Me trasladó en espíritu al desierto. Y vi una mujer, sentada sobre una Bestia de color escarlata, cubierta de títulos blasfemos; la Bestia tenía siete cabezas y diez cuernos.  (4)  La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas; llevaba en su mano una copa de oro llena de abominaciones, y también las impurezas de su prostitución,  (5)  y en su frente un nombre escrito – un misterio -: «La gran Babilonia, la madre de las prostitutas y de las abominaciones de la tierra.» 

Sin embargo, la blasfemia contra el Espíritu, en mi opinión, es algo más que hablar injuriosamente contra Dios en un momento de arrebato. Significa una actitud y conducta mantenida en el tiempo, de resistir y rechazar el llamado del Espíritu Santo. Una actitud de incredulidad y de rechazo del bien, hasta que el endurecimiento de la conciencia es tal, que ya no cabe la posibilidad de arrepentimiento. De ahí que ya no haya perdón para tal persona que ha traspasado los límites desde los cuales ya no existe retorno, es decir, arrepentimiento. Y sin arrepentimiento sincero, no como el de Judas Iscariote, no hay remisión de pecados y por tanto, tampoco hay salvación.

El pecado de muerte, desde mi punto de vista, ya que no está suficientemente explicado en la Biblia, como su propio nombre indica, es algo similar, si no es lo mismo, al pecado contra el Espíritu Santo. El pecado cometido es de tal magnitud y gravedad, que implica un endurecimiento de conciencia tan extremo, que ya no hay lugar para el arrepentimiento. La persona que ha cometido el pecado de muerte no tiene posibilidad de arrepentirse y su destino es la muerte eterna.

1 Juan 5:16-21: Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerteHay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida.  (17) Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte.  (18)  Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca. (19) Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.  (20)  Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.  (21)  Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.

En conclusión, vuelvo a sus preguntas para ahora contestarlas como usted me pide:

¿Es perdonable el pecado o blasfemia contra el Espíritu?

La respuesta es: No. (Mateo 12:31)

Simple y claramente, porque así lo declaró Nuestro Señor Jesús, y no hay nadie con más autoridad: “la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada

¿Es perdonable el pecado de muerte?

La respuesta es: No. (1ª Juan 5:16) ¿Por qué? Por lógica humana, si el pecado es de muerte, es porque ya no hay lugar al arrepentimiento verdadero porque la conciencia ha traspasado los límites de endurecimiento. El apóstol Juan nos aclara que no sirve de nada pedir en oración por la persona que lo ha cometido. Sucede lo mismo que con el pecado contra el Espíritu Santo. Se han traspasado los límites de maldad e incredulidad.

3. ¿Jesucristo es Dios u hombre?

Jesucristo es ambos términos a la vez. Él es Dios desde la eternidad, y, además, tomó la naturaleza humana hace poco más de dos mil años, y la mantendrá, en la forma glorificada hasta la eternidad. Luego es Dios antes que hombre. Es una Persona divina, que al tomar cuerpo humano se ha hecho verdadero hombre también. Es claro que un hombre nunca se puede identificar con Dios. Sin embargo, la unión de las dos naturalezas, la humana y divina es tal que el Ser resultante mantiene su divinidad invisible en su visible humanidad, de misteriosa e inexplicable manera para la razón humana. Por eso, Jesús adquiere, en su Encarnación en el vientre de la virgen María, todos los atributos y características humanas, excepto la pecaminosidad que todos heredamos de Adán.

En Cristo necesariamente hay dos voluntades, la divina, por supuesto, pero también la humana. Si solo tuviera una de las dos, sería o totalmente Dios o enteramente hombre. Por ser como cualquier humano, Él tiene un cerebro con todas las funciones de tal órgano, como son las de regir todo el sistema nervioso, y ser la sede de la memoria, entendimiento, conciencia, emociones, etc. Él necesariamente tuvo que entrar en el proceso humano de aprendizaje, de acuerdo a las distintas edades, de bebé, niño, adolescente y adulto, por las que pasan todos los seres humanos.

Para la razón humana es más factible entender que Dios al encarnarse se revistió de la carne humana, como el que se mete dentro de un traje de buzo o espacial. Pero en ese caso, Jesús sería verdadero Dios, pero no verdadero hombre, y las tentaciones, sus sufrimientos y muerte que Jesús sufrió en la cruz serían una total pantomima, sin mérito salvador alguno. Cristo puede salvar porque es Dios y la vez hombre. Como hombre perfecto el paga el precio de nuestras culpas, e intercede por nosotros (1ª Timoteo 2:5; Hechos 4:12; Hebreos 4:15,16;8:11,12,28, etc.). Y como Dios infinito cubre la infinitud de la ofensa de los hombres.

1 Timoteo 2:5-6: Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, (6) el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.

Hebreos 4:15: Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

Las pruebas de que Jesucristo es Dios y hombre verdadero son muchas en toda la santa Biblia, y no es nuestra intención presentarlas en este estudio, ni creemos que este sea el momento adecuado y el espacio para ello. Puesto que ya he redactado al respecto varios artículos que se han publicado en esta web. Como son los siguientes:

¿Es Jesucristo Dios-Hombre a la vez?
Respuesta a cinco argumentos antitrinitarios
Si Cristo es Dios ¿cómo pudo morir?
Argumentos para creer en la Trinidad
¿Podía Jesucristo haber pecado?

Nos limitaremos, por tanto, a indicar solo unos cuantos textos como los siguientes: Isaías 40:3; 44:6; Ap. 1:17; 17:14; 19:16; Mateo 2:1; 3:3; Juan 1:1-3; 8:58; 10:18,28, 30,38; 11:25; 14:6,9; Col. 1:16 Hebreos 1:8, 10-12; Rom. 9:5; 1ª Juan 5:20; etc.

4. ¿Los cristianos serán juzgados en la segunda venida de Cristo?

Primero de todo, ¿qué entendemos por juicio de Dios según la Biblia?

El juicio es la acción de Dios de retribución de la vida eterna a los justos y el castigo o muerte eterna a los malvados. Es individual, pues Dios “pagará a cada uno conforme a sus obras” (Mateo 16:27; Cf. Apocalipsis 22:11,12; 2ª Corintios 5:10; Romanos 2:5-15).

Mateo 16:27: Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.

2ª Corintios 5:10: Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.

¿Cuándo será el juicio de Dios?

El mismo texto citado de Mateo 16:27 responde claramente: cuando “el  Hijo del Hombre [venga] en la gloria de su Padre con sus ángeles”.  Es decir, al final del mundo, cuando termine el tiempo de gracia que estamos viviendo. Al respecto, debemos decir, que toda persona dispone del tiempo de toda su vida para aceptar o rechazar la gracia de Dios, al cual pone fin la muerte. Por tanto, mientras dure la vida existen, en teoría, oportunidades para la salvación. Después de que uno muere su destino es irrevocable, y recibirá el justo juicio de Dios, según lo que haya hecho en su vida, y no inmediatamente al morir sino, cuando le corresponda, en la manifestación de la segunda venida de Cristo, o bien, después del Reino milenario de Cristo en el cielo (2ª Timoteo 4:1; Apocalipsis 20:5,6 ).

Hebreos 9:27: Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio,

No hay otra vida más allá, donde fuera posible enmendar los errores y las decisiones tomadas en la única vida de que disponemos. Por tanto, tampoco hay posibilidad de arrepentimiento fuera de esta vida, puesto que antes del juicio de Dios las almas no están viviendo en ninguna parte, ni en el Cielo ni en el Infierno ni en el Purgatorio. Sencillamente, “los muertos nada saben“ (Eclesiastés 8:5,6,10) y permanecen en los sepulcros, con el sueño de la muerte, es decir, inconsciencia total hasta que son resucitados en la segunda venida de Cristo (Juan 5:28,29; cf. 1ª Corintios 15:51-57; 1ª Tesalonicenses 4:13-18)

Juan 5:28,29: No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;  (29)  y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.

Jesucristo señala claramente que, en la resurrección del juicio final, los muertos oirán su voz desde los sepulcros, no desde el cielo o infierno, donde la Iglesia católica y la mayoría de las iglesias evangélicas creen que están viviendo las almas de los muertos.

El siguiente versículo no puede ser más claro afirmando que los vivos y los muertos serán juzgados por Cristo en su segunda venida, y nunca antes.

2 Timoteo 4:1: Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino,

¿Qué sentido tendría el llamado a la resurrección si ya recibimos la recompensa de la vida eterna o de castigo eterno, nada más morir? Esto contradice totalmente la Sagrada Escritura, que afirma categóricamente que el galardón, recompensa o paga conforme a sus obras es dado por Cristo en la segunda venida en gloria, y de ninguna manera en el momento de morir (Apocalipsis 22:11-12).

Apocalipsis 22:11-12:  El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. (12) He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.

Este texto vuelve a reafirmar que el galardón, o sea la recompensa, retribución o paga se dará “a cada uno según su obra”, cuando Cristo venga en gloria.

A continuación presentamos un pasaje que vuelve a insistir en la misma idea de que Dios pagará a cada uno conforme a sus obras” (Romanos 2:5-15), pero lo citamos porque es muy explicito y descriptivo:

Romanos 2:5-15: Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios,  (6)  el cual pagará a cada uno conforme a sus obras:  (7)  vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, (8) pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; (9) tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, (10) pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; (11) porque no hay acepción de personas para con Dios.

En todos los textos que hasta hora hemos leído la Escritura hace mucho énfasis en la justicia de Dios (Romanos 3:21-28) –que pagará a cada uno conforme a sus obras. Puesto que por las obras nadie puede salvarse, ya que la salvación es por gracia por medio de la fe en Cristo (Efesios 2:8,9), todos los que quieren ser absueltos en Su juicio, necesariamente  deben acogerse a la gracia de Dios en Cristo. Esta es la única forma de obviar el juicio condenatorio de Dios. Jesús es nuestra justicia (Jeremías 33:16; 1ª Corintios 1:30), pues Él sufrió el juicio de Dios en la cruz (Efesios 2:16; Fil. 2:8; Col. 1:20; 2:14; Heb. 12:2), tomando nuestro lugar, por eso los cristianos son eximidos de ese juicio, y recibirán la vida eterna en Su segunda venida (Juan 5:22,27; 1ª Tesalonicenses 4:13-18).

Juan 5:22-27: Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo,  (23)  para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.  (24)  De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.  (25)  De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.  (26)  Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo;  (27)  y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.

1 Tesalonicenses 4:13-18: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.  (14)  Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.  (15)  Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.  (16)  Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.  (17)  Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.  (18)  Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.

El juicio empieza por la casa de Dios porque todos los salvos de todas las épocas han de ser llevados por Cristo al Paraíso con Él en su segunda venida en gloria. Y el juicio de los impíos es realizado por Dios después del Milenio.

1 Pedro 4:17: Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?

1 Corintios 4:5: Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.

5. ¿Quiénes habitarán la tierra cuando Jesús establezca su reino?

La respuesta sencilla y breve como le gusta a mi estimado hermano Mario es la siguiente:

Cuando Jesús establezca su Reino, la Tierra será habitada por todos los salvos que Jesús trasladó al cielo en Su segunda venida en gloria (1ª Tesalonicenses 4:13-18). “Esta es la primera resurrección.  (6)  Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20:5úp, 6).  Es decir, todos los que han participado de la primera resurrección son todos los que murieron durante todas las épocas de la historia del mundo, y han sido declarados justos por la gracia de Dios en Cristo. A los que hay que añadir todos los que nunca murieron, porque vivían en el momento de la llegada en gloria del Salvador, e igualmente se habían acogido a la gracia de Dios en Cristo.

Así podía quedar respondida su pregunta, pero estoy seguro que quedarían todavía algunos interrogantes que formular. Como por ejemplo, todo lo referente al “Milenio”. Por eso vamos alargar este estudio, añadiéndole los dos últimos epígrafes del artículo “El dispensacionalismo y el Milenio”, publicado también en esta web; a fin de facilitar a los lectores que hayan escogido leer este articulo que no precisen acudir también al citado anteriormente con la única finalidad de conocer sobre el Milenio.

Durante el Milenio los salvos están reinando con Cristo en el cielo (Apocalipsis 20:4) y asisten al juicio que Dios hace de los malvados. Se trata del juicio ante el gran trono blanco (Apocalipsis 20:11-15). Este juicio es exclusivamente para los impíos de todas las épocas que fueron resucitados en la segunda resurrección, la de juicio o condenación (Juan 5:29), mil años después de la primera, que es la de los santos, para vida eterna, y “la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él mil años” (Apocalipsis 20:6).

Apocalipsis 20:11-15: Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.  (12) Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. (13) Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. (14) Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.  (15) Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

6. El Reino – Mil años desde la Segunda Venida hasta el Reino Eterno (Apocalipsis 20:4 – 20:6)

Existen profecías que están en el futuro, como la gran tribulación (Mateo 24:21; Jeremías 30:7), el arrebatamiento de la Iglesia, llamado también, o conocido como, “rapto” de la Iglesia (1ª Tesalonicenses 4:13-18), el advenimiento en gloria de Cristo (Mateo 24:27,30,36;25:31; Juan 14:3; Marcos 13:32; 2ª Pedro 3:10-13,Ap. 1:7), el establecimiento de Su Reino milenario (Ap. 20:4), y la creación de cielos nuevos y Tierra nueva ( 2ª Pedro 3:13; Hechos 3:21;Ap. 21:1).

El final del versículo de Apocalipsis 20:4 dice así; “…y vivieron y reinaron con Cristo mil años”. Este misterioso periodo de mil años, conocido también como “el milenio” solo aparece al final de la Biblia y del libro de Apocalipsis. Este libro termina con el capítulo 22. Pues bien, en los siete primeros versículos del capítulo 20, aparecen seis veces las palabras “mil años”, y no existen referencias anteriores ni posteriores en el resto de la Biblia, que den luz para aclarar el significado de los eventos que ocurren durante esos mil años. Veamos primero los textos referidos, y luego pasaremos a plantear los interrogantes que se derivan de los mismos.

Apocalipsis 20:1-10: Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. (2) Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; (3) y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo. (4) Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. (5) Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. (6) Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años. (7) Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, (8) y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar.  (9)  Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.  (10)  Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

A continuación vamos a describir los eventos que se describen referidos a esos mil años con el mismo orden en que aparecen en los textos:

Primero. El dragón, la serpiente antigua que es el diablo y Satanás, es atado por mil años por un ángel (Apocalipsis 20:2).

Este versículo 2 se entiende bien. Un ángel de Dios ata o aprisiona o pone en prisión al jefe de los ángeles malignos, el diablo. Pero surgen dos interrogantes importantes:

1) ¿En qué momento de la historia de la humanidad o del futuro se ubica el comienzo de ese período de mil años?

2) ¿Se trata de un periodo de tiempo literal de mil años o es simbólico y entonces puede representar cualquier otro tiempo? En principio, vamos a considerarlo literal, es decir, mil años es igual a 1.000 años.

En cuanto al inicio de ese periodo milenario sería muy difícil situarlo en el tiempo sino tenemos algún evento para relacionarlo. Por tanto, por lógica elemental, necesariamente, tengo que ver sus antecedentes que deberían estar en el capítulo anterior, o sea, el diecinueve, atendiendo a esa misma lógica, e identificar lo que sucedió antes de ser atado Satanás. Porque si tuviéramos que buscar su vinculación en otros capítulos anteriores o posteriores podríamos perdernos.

¿Qué se nos dice en Apocalipsis 19?

Son escenas de victoria sobre el mal, de triunfo de la Iglesia y de juicio contra los malvados. Según Apoc. 19:1, una gran multitud en el cielo da gritos de “¡Aleluya!”“han llegado las bodas del Cordero [Cristo], y su esposa [la Iglesia] se ha preparado” (19:7). Luego, el ejército celestial vence a los ejércitos humanos que se oponen a Dios, y son muertos todos: “y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos” (Ap. 19:21). Todo esto nos lleva a pensar que se trata del fin del mundo. Si todos mueren, menos la Iglesia que está en el cielo ¿quién queda vivo en la Tierra?

Al capítulo 19 le sigue el 20 que nos narra que Satanás es atado por mil años (Ap. 20:1,2). ¿Qué puede significar ser atado por mil años? ¿Para qué iba a ser atado Satanás si no le queda nadie a quien engañar y tentar? A no ser que, acabada la “faena” aquí en la Tierra, se fuese a otros mundos habitados o al Cielo donde habita Dios. Creemos que precisamente, esa es su atadura. Está encadenado, confinado en un abismo que es el globo terráqueo donde está el solo con sus demonios. La circunstancia que le aprisiona es que ya no hay rastro de vida humana en la Tierra (Ap. 20:3).

Segundo. Satanás es arrojado al abismo,  encerrado, sellado, «para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo». (Apocalipsis 20:3)

La labor de Satanás desde la creación de este mundo ha sido la de mentir y engañar a los seres humanos, como dijo Jesús, él es “padre de mentira”:

Juan 8:44: Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.

Por tanto, hasta el fin del mundo, el diablo ha estado engañando a las naciones, “porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44úp), y si Dios le dejara seguiría tratando de engañar a los habitantes del resto del Universo. Por eso es confinado a este planeta que ahora, al final de la historia, está desierto, por lo que no puede “trabajar” en lo suyo. Pero se nos dice en el versículo tres, que esta situación no es para siempre sino “hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco”. (Ap. 20.3).

¿Qué sucede en el Cielo mientras esto ocurre en la Tierra?

Tercero. “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años (Apocalipsis 20:4).

Puesto que es el fin del mundo, ya Cristo vino en gloria, resucitó a los santos de todas las épocas del mundo, transformó los cuerpos mortales de los santos que sobrevivieron en Su venida, en inmortales, y los arrebató o llevó con Él al cielo (Juan 14:3; 1ª Tesalonicenses 4:13-18). Y allí  “vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 20:4).

Todo parece encajar a las mil maravillas, nunca mejor dicho lo de mil, por lo de los “mil años”. Pero nuestro gozo dura poco, pues se nos abre un interrogante. Se nos plantea la siguiente duda: ¿Estaban en el cielo solo los mártires de la era cristiana o estaban también los de la era anterior a Cristo? ¿Y dónde están todos los que fueron salvos de todas las épocas sin que necesariamente hubiesen muerto por testificar de su fe cristiana?

Si nos atenemos al texto de Apocalipsis 20:4, los que reinaron con Cristo son solo los que de alguna forma murieron por dar testimonio de Cristo y Su Palabra. Pero eso no es incompatible con que todo el resto de santos de todas las épocas estuviera también en el Cielo. Pues ¿entenderíamos que la resurrección que se produjo en Su venida fuera solo para los mártires?

La Biblia no dice que unos, los mártires, sean resucitados y arrebatados al cielo y otros santos no mártires se queden en la Tierra, sino que no hace distinción en el momento de la resurrección. Otra cosa distinta, y más lógica quizá, es que ese grupo inmenso de mártires, de todas las épocas, que dieron sus vidas por Jesús, formen un grupo especial con unas determinadas responsabilidades en el Reino, porque la experiencia vivida con Él también es única (Apoc. 7:3-8; 14:1-5). Pero eso no excluye al resto de gozar del Paraíso de Dios (Apoc. 7:9-17; 19:1,6-10).

Si leemos los textos citados notaremos que, aparentemente, hay dos grupos: por un lado, un grupo especial, simbolizado por el número 144.000, que puede representar a todos los mártires, y/o todos los salvos que fueron sellados en tiempos de tribulación como el que habrá poco antes de la venida en gloria de Cristo. Los integrantes de este grupo tienen unas características específicas que se describen en Apoc. 14: 1-5. Y por otro, el grupo formado por “una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos” (Apoc. 7:9). Ambos grupos son salvos y están en el Paraíso con Dios. Lo importante es pertenecer a cualquiera de ellos, pues implica la vida eterna con Cristo.

Cuarto. “Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección» (Ap. 20:5).

Por este solo versículo en toda la Biblia, conocemos que hay “otros muertos que no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”. De ahí podemos deducir que la resurrección de los justos para vida y la resurrección de los impíos o injustos para condenación o juicio, de las que habla Jesús y Pablo (Juan 5:28,29; Hechos 24:15): no son simultáneas. Lo que quiere decir que en la venida en gloria de Cristo, Él resucita solo a los salvos, que son los únicos que va a llevar con Él al cielo. Por otro lado, es lo más lógico, pues ¿qué objeto tendría resucitar a los impíos de todas las épocas, para inmediatamente volverlos a ejecutar?

Quinto. “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.” (Apoc. 20:6)

La primera resurrección es la que participan “las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos”;(Ap. 20:4pi). Es la resurrección para vida eterna. Porque el versículo 6, afirma claramente que “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.” (Ap. 20:6). Luego ya no hay duda que la primera resurrección es para vida eterna, y que es única y exclusivamente para todos los salvos, los “que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años”, y no solamente para los mártires.

En los siguientes textos podemos ver que todos los creyentes en Cristo son sacerdocio real y santo.

1 Pedro 2:5: vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.

1 Pedro 2:9-10: Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;  (10)  vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.

Apocalipsis 1:5-6: y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,  (6)  y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.

Apocalipsis 5:9-10: y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;  (10)  y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.

Por todo lo que antecede, deducimos que la primera resurrección no es solo para los mártires sino para todos los salvos.

Sexto. Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión,  (8)  y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar” (Ap. 20:7,8).

¿No habíamos dicho que no había quedado ni uno vivo en la Tierra durante esos mil años? ¿Cómo es que Satanás cuando pasan los mil años, y es soltado, vuelve a engañar a todas las naciones, y reuniendo a todos sus habitantes forman un número incontable “como la arena del mar”? ¿De dónde han salido todos ellos si la Tierra estaba desierta sin un ser humano vivo?

La respuesta no puede ser otra que la que declara el versículo 5: “Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años” (Ap. 20:5 pp).

Esta es la resurrección de condenación (juicio) de los injustos (Juan 5:28,29; Hechos 24:), que han vuelto a vivir, porque han sido resucitados; porque ¿cómo podrían haber vuelto a vivir si no hubiesen sido resucitados por Dios? A estos les corresponde lo contrario de lo que reciben los justos en la primera resurrección que se relata en Apoc. 20:6, y que parafraseando por contraste diríamos: “Infeliz y malvado el que tiene parte en la segunda resurrección; porque son reos de la segunda muerte”.

Séptimo. “Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. (Apoc. 20:9).

¿No habíamos dicho que los santos estaban todos en el cielo durante estos mil años, y que la Tierra estaba desierta?

Sí, así es. Pero, eso fue durante los mil años, al finalizar estos, suceden dos eventos importantes:

1) Como ya hemos dicho, los malvados de todas las épocas son resucitados (segunda resurrección, la de los impíos).
2) Todos los santos que estuvieron en el cielo durante esos mil años en el paraíso con Dios, son devueltos a la Tierra, junto con la Jerusalén celestial:

Apocalipsis 21:2-3: Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.  (3)  Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.

Apocalipsis 21:21-27: Las doce puertas eran doce perlas;(M) cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.  (22)  Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.  (23)  La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina,(N) y el Cordero es su lumbrera.  (24)  Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.  (25)  Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.  (26)  Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.(O)  (27)  No entrará en ella ninguna cosa inmunda,(P) o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.

El diablo es soltado por un poco de tiempo. El tiempo en que tarda en movilizar de nuevo a todos los malvados que han vuelto a poblar la Tierra, volver a engañarles, e instarles a que asalten la Jerusalén celestial, convenciéndoles que la victoria está a su alcance puesto que son muchos más en número que los santos.

Apocalipsis 20:9 “Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.

Apocalipsis 20:10: Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

Aquí acaba la historia del sufrimiento humano, el mal, el pecado, el diablo y sus ángeles y la muerte.

7. Conclusión

No comparto lo que algunos creen que habrá un Reino de mil años en la Tierra, con Cristo reinando sobre personas que todavía pueden pecar, y por tanto, recibir la muerte segunda, mientras la Iglesia está en el cielo. No es muy razonable pensar que Dios alargue en mil años la historia del pecado, y que todavía y durante mil años continúen naciendo niños con el estigma del pecado original, solo para demostrar al ser humano que la culpa de que pequen no está en el diablo, que durante esos mil años estaría atado, sino que es por su decisión y responsabilidad propia.

Concluyo, pues, presentando la interpretación de los textos de Apocalipsis 20:1-10, que se refieren al periodo llamado “Milenio” o mil años del Reino de Cristo, y que en mi opinión, es más plausible, lógica y ajustada a los eventos descritos en los textos citados de Apocalipsis 20:

Primero. Los mil años comienzan cuando todos los salvos de todas las épocas son resucitados, y junto con los santos que vivían en el momento de venir Cristo en gloria son transformados y llevados al Paraíso con Dios (Juan 14:2,3; 1ª Tesalonicenses 4:13-18).

Segundo. Inmediatamente después de arrebatar al Israel espiritual de todos los tiempos, es decir, los salvos de todas las épocas de la historia humana, llevándolos al cielo, Cristo hace el primer juicio de todos los habitantes de las naciones que vivan en el momento de Su venida, y que no han sido redimidos o rescatados:

2 Pedro 3:7-13: pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. […]  (10)  Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.  (11)  Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir,  (12)  esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!  (13)  Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.

¿Quién queda en al Tierra después del arrebatamiento y del juicio a todas las naciones? Nadie. La Tierra es un desierto o como un paisaje lunar.

Tercero. Satanás es confinado a esta Tierra. Este planeta es su prisión durante mil años que serán de terrible tortura para él y sus demonios porque se aburrirán enormemente, ese es el peor castigo que puede haber para los que se han estado divirtiendo a costa de la humanidad. El diablo ya no puede seguir mintiendo, engañando y matando, no porque no le queden ganas sino porque no tiene a quien seducir (Apocalipsis 20:1-3).

Cuarto. Al final de los mil años Dios hace descender a la Nueva Jerusalén con sus santos desde el Cielo a la Tierra (Apoc. 21:1-3, 10, 11, 23-27).

Quinto. A continuación resucita a todos los impíos de todas las épocas, que previamente han sido juzgados en el juicio del gran trono blanco (Apocalipsis 20:11-15). “Los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”. (Apoc. 20:5). Esta es la segunda resurrección, la que es para juicio y condenación, o sea la que conlleva necesariamente la muerte segunda (Apocalipsis 20:11-15). La primera resurrección ya fue efectuada al principio del milenio, como confirma la siguiente declaración: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20:6). Muchos santos asistirán al juicio de los impíos. De ahí que el apóstol Pablo diga “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo?” (1 Corintios 6:1-11). Entonces es cuando se efectúa el juicio de los habitantes de todas las naciones, de todas las épocas (Mateo 25:31-46 ).

Sexto. Este es el momento en que Satanás es soltado, cumpliéndose el verso tres, que decía: “después de esto [los mil años] debe ser desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20:3 úp). El diablo, al ver de nuevo toda la tierra habitada, se le acaba el aburrimiento “y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar” (Apocalipsis 20:8-10).

Séptimo.  De nuevo el diablo consigue su propósito de engañar a todos, pues al fin al cabo son sus hijos que le han obedecido en todas las épocas, y moviliza a las inmensas masas y ejércitos de millones de hombres de todo el mundo, “Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada” (Apocalipsis 20:9pp), decididos a destruirlos si pudieran. Pero Dios, lógicamente lo impide: “y de Dios “descendió fuego del cielo, y los consumió.  (10)  Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20:9pú,10). Este es el momento que se cumple la profecía del apóstol Pedro:

2 Pedro 3:7: pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos.

Aquí acaba la historia del sufrimiento humano, el mal, el pecado, el diablo y sus ángeles y la muerte; “y Dios mismo estará con ellos como su Dios.  (4)  Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”.  (Apocalipsis 21:3-4).

Apocalipsis 21:1-8: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.  (2)  Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.  (3)  Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.  (4)  Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.  (5)  Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.  (6)  Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.  (7)  El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.  (8)  Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.

Quedo a su entera disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Bendiciones

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

1. Comentario a Mateo 12:32 de NBJ, 1998: «El hombre tiene excusa si se equivoca respecto a la divinidad de Jesús, velada por sus humildes apariencias de ‘Hijo del hombre’, 8.20+; pero no la tiene si cierra sus ojos y su corazón a las admirables obras del Espíritu. Negándolas, rechaza la invitación suprema que Dios le hace, y se sitúa fuera de la salvación, ver Hb 6:4-6; 10:26-31»

Versión: 02-02- 2012

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Javier, también a mí me alegra saludarte. En tu último correo de 22-01-2012, me haces unas sugerencias, consideraciones o críticas respecto al “debate interreligioso” que estoy teniendo con mi amigo Andrés desde el pasado 27-12-2011, las cuales me sorprenden un tanto, y temo que no las acabo de entender de forma completa. Por eso, creo que me sobrevaloras cuando das por hecho que seré “buen entendedor”.  No obstante, voy a tratar de comentar tu lacónico escrito que transcribo entero a continuación, pues se trata de unas cinco líneas.

«Hermano Carlos un gusto saludarte, con respecto al comentario de tu amigo Andrés, seria bueno para el Evangelio que le contaras en que consiste la verdad íntegra y no a medias, ya que tu fuiste adventista igual que como yo aun lo soy, las columnas de la verdad es una buena lección, espero no se te hayan olvidado. Chao hermano querido y espero tu regreso, fuimos enviados a dar la buena nueva de Cristo y no de hombres y mujeres (a buen entendedor…)» (Javier).

Como podemos ver tu escrito es muy escueto, y precisa leer entre líneas, o sea, casi adivinar o interpretar unas afirmaciones poco concretas o específicas. No obstante, está bastante claro que, en primer lugar, me das el consejo de que le cuente a mi amigo Andrés “la verdad íntegra y no a medias”. Con ello parece que, corrígeme si me equivoco, das por hecho que los tres artículos del “Debate interreligioso”, con los que respondí a mi amigo Andrés, contendrían solo una verdad a medias. En principio, tu consejo o sugerencia solo se entendería si hubieras leído los tres artículos del “debate”, mencionados antes. Pues de lo contrario sería una incoherencia de tu parte, y, una sugerencia sin fundamento, pues no tendrías elementos para enjuiciar mi respuesta a Andrés. En cualquier caso, me estás recomendando que le cuente a mi amigo Andrés «la verdad íntegra», que, al parecer, en tu opinión se relaciona o se sustenta en “las columnas de la verdad”.

Junto con ello, también entreveo una insinuación velada de que me he apartado de la verdad íntegra, al dar solo “verdades a medias”. En mi opinión, esta insinuación de tu parte, que no pruebas de ningún modo, es grave, pues presentar una verdad a medias puede ser peligroso, porque puede significar estar mezclada de mentiras o encubrir u omitir aspectos fundamentales de la verdad.

En segundo lugar, expresas tu deseo o esperanza de que regrese. Como en la línea anterior mencionas mi condición de ex adventista, infiero, casi sin lugar a dudas, que te estás refiriendo a que vuelva a la fe del adventismo del séptimo día.

En tercer y último lugar, haces la afirmación obvia, que comparto totalmente, de que como cristianos “fuimos enviados a dar la buena nueva de Cristo”. Sin embargo, añades, como contraste y aclaración algo que también es obvio, pero, en este caso, es innecesario y que no estoy seguro de interpretar correctamente a no ser que insinúes una velada crítica a mis artículos sobre el debate interreligioso. Como luego pones entre paréntesis lo de “a buen entendedor”, aunque puede que no lo sea tanto, me siento impulsado a pensar que me haces una crítica encubierta de que el que suscribe no predica a Cristo, sino a hombres y mujeres, antes que a Él. En cualquier caso, esto no lo voy a tener en cuenta, pues sería otra afirmación gratuita de tu parte, ya que no especificas ni concretas dónde predico de “hombres y mujeres” en lugar del Evangelio de Cristo.

Por tanto, en el cuerpo de este artículo, me limitaré, en primer lugar, a comentar lo que entiendo por la Verdad (con mayúsculas) que salva. En segundo lugar, trataré de interpretar lo que tú denominas “verdad íntegra”, y que seguramente se refiere a la pretensión adventista de estar en posesión de la máxima y única verdad revelada. Por último, me referiré a tu ilusoria esperanza de que regrese a la Iglesia adventista, convencido que es la Iglesia “remanente”, la única que tiene el “…Evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la Tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,…” (Apocalipsis 14:6).

2. Qué es la Verdad

En el mundo existen muchas cosas que son verdad y muchas verdades seculares. Pero aquí solo nos interesa la Verdad que nos conduce a vida eterna y nos hace libres del pecado (Juan 5:39; 8:31-36). La Verdad que salva de la muerte. Esa Verdad (con mayúscula) es la que la perdida humanidad necesita para caminar haciendo el bien y ser salvada para vida eterna. Creo que en todos mis artículos he tratado de presentar esa Verdad, y si en algún caso he podido equivocarme y desvirtuar la misma de alguna manera ruego sean bondadosos conmigo y tengan a bien corregirme.

a) La Palabra de Dios es la verdad
  • Jesús así lo afirma en Juan 17:17: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”
  • Las Escrituras dan testimonio de Jesús, y Él nos manda escudriñarlas porque en ellas tenemos la vida eterna. (Juan 5:39).
  • Las Sagradas Escrituras nos pueden hacer sabios para la salvación. (2ª Timoteo 3:15).
  • «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, (17) a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.» (2ª Timoteo 3:16,17; ver también 2ª Pedro 1:19-21)
b) Cristo es la verdad
  • Jesús mismo es la verdad: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6).
  • Seremos juzgados por su Palabra: “El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Juan 12:48)
  • Cristo tiene la autoridad sobre todo lo creado. Él es la única cabeza sobre la iglesia que es su cuerpo. “y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, (23) la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” (Efesios 1:22,23).
  • Solamente a Él debemos oír. (Mateo 17:5; Hechos 3:22)
  • La ley y los profetas (o sea el Antiguo Testamento) eran hasta Juan. “La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan en por entrar en él” (Lucas 16:16; Juan 1:17)
  • Cristo dio su Palabra a sus apóstoles, y por el Espíritu Santo fueron conducidos a toda la verdad. (Juan 17:8, 14, 18); Juan 14:25,26; Juan 16:12,13.
  • Todo aquel que es de la verdad oye su voz (Juan 18:37, 38).
c) El Evangelio de nuestro Señor es verdad que salva.

En primer lugar, necesitamos saber de qué se nos va a salvar. Cristo Jesús no podrá hacer nada por nosotros sin antes reconocer que estamos perdidos sin Él. Jesús dijo en Lucas 5:32: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.”

¿Cuál será el final para todo aquel que se crea autosuficiente y no reconozca que es pecador? Sólo el juicio de Dios, la condenación y muerte eterna. Por tanto, debemos reconocer nuestra condición de pecadores. Aceptar lo que dice la Biblia sobre el pecado y los pecadores; comprender que pecadores no son sólo algunos, que manifiestamente transgreden la ley de Dios (1ª Juan 3:4; Gálatas 5:19-21), robando o matando, sino que todos somos culpables de pecado. Así lo afirma enfáticamente toda la Biblia y especialmente San Pablo  en los siguientes versos de Romanos 3:9-13 y 5:12:

Romanos 3:9-13: “9 ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. 10 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; 11 No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. 12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.”

Romanos 3:23: Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,

Romanos 5:12: Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

d) La verdad nos hará libres.

Para que la verdad nos haga libres debemos reconocer que cuando pecamos somos esclavos del pecado.

    • La verdad nos hace libres de la esclavitud del pecado:

Juan 8:31-34: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. 33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? 34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. 36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.”

    • El pecado esclaviza.

También San Pablo lo afirma magistralmente en:

Romanos 6:16-22: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? 17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; 18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. 19 Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. 20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. 21 ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. 22 Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

  • El pecado nos conduce a la muerte eterna.

    Ya hemos visto que el pecado no es algo que no tenga nada que ver con nosotros o que no nos afecte, sino que debemos reconocer nuestra parte de responsabilidad, y no engañarnos a nosotros mismos, es decir, admitir que no somos perfectos y ser sensibles a nuestros errores y debilidades de la carne: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. (1ª Juan 1:6).

Ahora somos conscientes y comprendemos la gravedad del pecado, pues su paga o castigo es la muerte eterna. Así se declara en Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Este regalo de la vida eterna que Dios nos da supuso para Él pagar un alto coste para rescatarnos, “…no con cosas corruptibles, como oro y plata, (19) sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,” (1ª Pedro 1:18úp. 19).

1ª Pedro 1:18-22-25:“18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro y plata, (19)sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, 21 y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios. 22 Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; 23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. 24 Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; 25 Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

e) La palabra de verdad es «el evangelio de vuestra salvación”.

Esto es lo que necesitamos conocer y obedecer para ser salvos. Como vemos, San Pedro y San Pablo lo confirman hasta la saciedad.

Efesios 1:13: “13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,

  • El Evangelio es poder de Dios para salvar al pecador.

Romanos 1:16: “16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.

f) Nuestra responsabilidad es conocer, creer y obedecer la verdad del Evangelio de nuestro Señor.
    • Consecuencias de no obedecer la verdad

2ª Juan 9-11: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. 10 Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! 11 Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras.”

Romanos 1:25-32: Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; 19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. 21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22 Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. 24 Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, 25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.

    • Una vez comprendida y sabida la verdad es imprescindible obedecerla para obtener sus beneficios.

El apóstol San Pedro dice en 1ª Pedro 1:22, 25 que nuestras almas se purifican por la obediencia a la verdad, siendo esta verdad “la palabra que por el evangelio es anunciada”.

Con los textos bíblicos presentados hasta aquí, no debería quedar duda de que la Verdad salvadora no es la mezcla del Evangelio de nuestro Señor Jesús con la ley de Moisés, sino que solo y únicamente el Evangelio salva y no la ley. Por tanto, conozcamos y aceptemos todo el Nuevo Testamento. La única ley que salva es la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”. (Romanos 8:2). Pero es mejor que veamos un poco de contexto para entender definitivamente que los creyentes en Cristo somos salvos, porque Él nos ha librado del pecado y de la muerte con su resurrección, y solo podemos caminar unidos a Él mediante su Espíritu que rige nuestras conciencias y nuestra vida entera.

Romanos 8:2-4: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (2) Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3  Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

3. Lo que entiende la Iglesia adventista como “verdad íntegra”.

Leamos de nuevo tu siguiente comentario, querido hermano, y trataré de explicar mi interpretación de lo que quieres decirme, pero que no te has atrevido a hacerlo claramente.

“…con respecto al comentario de tu amigo Andrés, sería bueno para el Evangelio que le contaras en que consiste la verdad íntegra y no a medias, ya que tu fuiste adventista igual que como yo aun lo soy, las columnas de la verdad es una buena lección, espero no se te hayan olvidado…(Javier).

Querido Javier puede que con ese consejo, de que cuente “la verdad íntegra y no a medias”, pretendas decirme, de forma velada, que estoy dejando de predicar la ley del Sinaí, la de las tablas de piedra, y su cuarto mandamiento de guardar el reposo del sábado o séptimo día de la semana, y que eso significa predicar «la verdad a medias». No es difícil para mí, que he sido adventista, llegar a esta conclusión porque ciertamente la Iglesia adventista hace mucho énfasis en los Diez mandamientos del Antiguo Testamento, especialmente en el cuarto, sobre el cual vuestra profetisa Ellen White vio en visión que resaltaba con un resplandor sobre todos los otros1. La verdad íntegra para la Iglesia Adventista es, pues, el Decálogo de las tablas de piedra del Antiguo Testamento y el Evangelio.

Casi con toda seguridad a esto le llamas “las columnas de la verdad”, que para ti y la Iglesia adventista constituyen “la verdad íntegra”. En el correo, que me escribiste el 26-12-2011, me las enumerabas. Las cuales, según me dices, son cinco, a saber:

-Dios es la verdad (Salmos 31:5)
-Jesús es la verdad (Juan 14:16)
-La Palabra de Dios (Juan 17:17)
-El Espíritu Santo (Juan 16:13)
-Los mandamientos (Salmos 119:86)
(Javier)

No tengo nada que objetar a esos textos de la Biblia. Son verdaderos, como toda la Biblia. Pero la verdad no se sustenta en lo que afirman cinco textos, sino en toda la Biblia ¿por qué solo esos cinco y no otros muchos? La Biblia no dice en ningún lado que la verdad se fundamente en cinco columnas, y que una de ellas sea “los mandamientos”. Sin embargo, la Palabra de Dios si dice clara y firmemente que “nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.” (1ª Corintios 3:11). Este es el único fundamento y no los mandamientos. Éstos no salvan a nadie, pero, sí, Jesús, “la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. (12) Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:11,12).

Para mí la verdad íntegra es la Palabra de Dios encarnada en Cristo y que se revela en la Biblia. Él vino, precisamente, a cumplir la ley, toda la ley, y todo el AT, no solo los Diez mandamientos, y a mostrarnos el camino al Padre, al que se llega no por las obras de la ley sino por la fe en Jesús (Juan 4;42; 5:24,40; 6:47; 7:35,39; 8:51;  10:14,28; 14:6; etc.).

Los adventistas cada vez que leen la palabra “mandamientos” en el Nuevo Testamento (NT) piensan en la ley del Sinaí del Antiguo Testamento (AT). Sin embargo, para Jesucristo, los mandamientos del Nuevo Pacto en Él no son los del AT, aunque coinciden en los principios morales básicos de la ley moral natural, que consisten, esencialmente, en amar a Dios con todo nuestro ser y al prójimo como a uno mismo (Mateo 22:37-40). La ley moral de Dios es eterna pero no así la del Sinaí, que se circunscribe a un solo pueblo de la Tierra y a un determinado tiempo hasta que viniera la promesa que es Cristo (Gálatas 3:16,19; 4:4-7, 21-31). Tuvo su fin y cumplimiento en Cristo (Romanos 10:4-10; 7:6,7). Los mandamientos a que se refiere Jesús son su Palabra, todo lo que contiene el NT. No seremos juzgados por la ley del Antiguo Testamento sino por las Palabras de Cristo. Veamos solo unos pocos textos que lo confirman:

Juan 12:47-50: Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. (48)  El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. (49)  Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.  (50)  Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.

En adición a todos estos argumentos, comprobemos que la comisión de nuestro Señor Jesús no fue que sus discípulos predicasen la ley del Antiguo Testamento mezclada con el Evangelio, sino que el mandato fue “…que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:47). Veamos a continuación, en los Evangelios, cuál fue la comisión de nuestro Señor Jesucristo, es decir, lo que encargó Cristo a todo el que se considere su discípulo:

Mateo 28:19,20: Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; (20)  enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Marcos 16:15,16: Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. (16) El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.

Lucas 24:44-47: Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. (45)  Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; (46)  y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; (47) y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.

Nótese que todos estos textos transcriben palabras declaradas por Jesús, y, Él, en ningún caso se refiere a la ley del AT, sino a las Buenas Nuevas de Salvación, el perdón de pecados y la vida eterna, que se obtienen por la sola fe en el Salvador del mundo, sin las obras de la ley (Romanos 3:27; 4:4,5; 6:14; Gálatas 2:16-21; etc.). Ya hemos dicho que la fe solo se demuestra obedeciendo el Evangelio y no a la ley del AT (Santiago 2:17-24; Cf. Efesios 2:8,9). No hay contradicción alguna entre lo que afirma Santiago y lo que declara Pablo. Ambas afirmaciones se complementan. Pero de ahí no deduzcamos que la salvación consiste en fe más obras, sino que las obras buenas son el resultado necesario de la verdadera fe y conversión a Cristo. Pues sin esa conversión no habitará el Espíritu Santo en nosotros, y por tanto no seremos de Cristo, es decir, verdaderos cristianos (Romanos 8:9).

Por tanto, debo declarar, con dolor, pero con firmeza y claridad que el evangelio que predica el adventismo del séptimo día está contaminado, es, pues un evangelio falso, “un evangelio diferente” como dice Pablo en Gálatas 1:6-9, puesto que se centra en la ley, que los seres humanos somos incapaces de cumplir por nosotros mismos. Cristo la cumplió, y, por eso,  con su muerte expiatoria, pudo pagar la deuda que los seres humanos hemos contraído por transgredirla. El verdadero Evangelio es el que presenta a Cristo como única solución para el pecado, y no la ley. El movimiento adventista que se identifica así mismo con el “ángel que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la Tierra” (Apocalipsis 14:6) no puede estar más alejado de la realidad, si reconocemos que no predica el Evangelio puro de Cristo.

Gálatas 2:16: Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.

Romanos 3:26-28: Con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. (27)  ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. (28)  Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

3. Por qué no volvería a ser adventista del séptimo día.

Aunque a ti, Javier, no te conozco, sé cómo piensan los adventistas en general. De ahí que no me resulte difícil intuir cuál es tu ideología como buen adventista militante que eres, puesto que, además, asumes el honroso cargo de diácono de la Iglesia adventista del séptimo día.

Los adventistas se enorgullecen de ser la Iglesia remanente de los últimos tiempos, la única que guarda “los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.” (Apocalipsis 14:12), y consideran a todas las otras denominaciones cristianas como “Babilonia” (Apocalipsis 14:8), que representa confusión.  Como dijimos arriba, para ellos la palabra “mandamientos” no significa otra cosa que la ley del Sinaí de las tablas de piedra, el famoso Decálogo que Dios entregó a Moisés en ese monte, que fue la base del Antiguo Pacto. El apóstol Pablo, sin embargo, se refiere a “un Nuevo Pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, más el espíritu vivifica” (2ª Corintios 3:6). Y califica el Antiguo Pacto, como “ministerio de muerte grabado con letras en piedras”, lo que es una clara alusión a la ley del Sinaí. Y lo califica, también, como “ministerio de condenación” (2ª Corintios 3:7,9), del cual se afirma claramente “que perece”, y que “lo que permanece” es el Nuevo Pacto en Cristo (2ª Corintios 3:11; véase también Hebreos 8:13).

Los estimados hermanos adventistas no se dan cuenta que esos mandamientos del Antiguo Pacto han sido superados por los del Nuevo Pacto en Cristo, la nueva ley de Cristo, la ley del amor (Mateo 5:43,44, Juan 13:34,35; Gálatas 6:2; 1ª Corintios 9:21), y la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús (Romanos 8:2).

Por si esa pretenciosa reivindicación de ser los únicos que cumplen enteramente el Decálogo fuera poca cosa, van mucho más allá cuando se atreven a proclamar que las palabras “espíritu de profecía” que aparecen al final de Apocalipsis 19:10 se refieren a Ellen G. de White, profetisa, a la que se le reconoce tener dicho espíritu de profecía, y cuyos escritos son considerados por los adventistas como del mismo rango que el de los profetas y demás autores bíblicos. Veamos los textos completos donde se apoyan para sostener semejante pretensión:

Apocalipsis 12:17: Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús.

Apocalipsis 14:12: Aquí se requiere la paciencia de los santos, de los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.

Apocalipsis 19:10: Entonces me postré a sus pies para adorarle, pero él me dice: «No, cuidado; yo soy un siervo como tú y como tus hermanos que mantienen el testimonio de Jesús. A Dios tienes que adorar.» El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía. (BJ, 1998).

Los adventistas se identifican completamente con estos textos citados arriba, hasta el extremo de creerse que los mismos se refieren a ellos, como los únicos entre toda la cristiandad “que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús”. Se sienten privilegiados y seguros de que interpretan correctamente toda la Biblia porque tienen el “espíritu de profecía” encarnado en la profetisa Ellen White, norteamericana del siglo XIX-XX (1827-1915). Sin embargo, el reconocimiento de Ellen White como su profetisa les ha abocado a aceptar como verdades doctrinales lo que no son otra cosa que errores manifiestos, que desvirtúan totalmente el espíritu del auténtico cristianismo, y que se apartan de la correcta interpretación de la Biblia. Estas erróneas doctrinas les arrastran a un peligroso legalismo, que les impide, en muchos casos, gozar de la gracia de Dios, de la verdadera felicidad, que consiste en sentirse en paz con Dios, totalmente perdonados, justificados, y con la seguridad de la salvación eterna (Romanos 5:1). No son conscientes de que intentando guardar el reposo del día sábado según el mandamiento de la ley que Dios dio a Moisés en el Sinaí se están colocando voluntariamente bajo la maldición de la ley (Gálatas 3:10-13), y se obligan a cumplir a la perfección los otros nueve.

Gálatas 3:10-13: Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. (11) Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; (12)  y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. (13) Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición […]

La inseguridad y zozobra que sufren es consecuencia de que, a fin de tener la salvación eterna, dependen del fiel cumplimiento de los diez mandamientos, especialmente el que ocupa el cuarto y último lugar, de la primera tabla de piedra. Sutilmente, caen en el legalismo porque creen que la salvación depende de la fe, pero también del cumplimiento fiel de toda la ley (Santiago 2:10). Es decir, fe más obras, pero no la sola fe como descubrió Lutero, principal líder de la Reforma Protestante, y como, también, afirma toda la Biblia, que la salvación es solo por medio de la fe (Romanos 1:17; 5:1; Efesios 2:8: etc.).

Sin embargo, es en el citado cuarto mandamiento, que exige guardar el reposo sabático, donde ellos  concentran todos sus vanos esfuerzos, tratando de que sea un descanso perfecto, el cual nunca lograrán, porque el reposo perfecto consiste en confiar en Cristo, que ha obtenido la victoria por nosotros (Hebreos 4:1-10).  Creer esa Buena Nueva, el Evangelio de nuestra salvación es entrar en el verdadero reposo, porque dejamos de depender de nuestras propias y débiles fuerzas, para confiar solo en la justicia perfecta de Cristo (Jeremías 33:16; 1ª Corintios 1:30).

¿Qué tendría que ocurrir para que regresara al adventismo?

Primero de todo, he de aclarar que el que suscribe sigue siendo adventista, si con este término queremos expresar solo la firme creencia y esperanza en el advenimiento glorioso de Jesucristo que aparecerá al fin del mundo para resucitar a los muertos, y que junto con los que vivan en aquel tiempo, serán transformados en seres incorruptibles e inmortales y trasladados al cielo (Mateo 16:27;24:27; 25:31; Lucas 17:24; 21:27; Juan 5:28,29; Hechos 1:11; 1ª Tesalonicenses 4:13-18; 1ª Corintios 15:51-57; 2ª Pedro 3:9; etc.). Esta doctrina es totalmente evangélica, y, por tanto, cristiana, pues esa fue la bienaventurada esperanza de la Iglesia cristiana primitiva y sigue siendo la de todos los cristianos. El libro de Apocalipsis termina con la promesa de Jesús de que “Ciertamente vengo en breve”, y la respuesta fervorosa del apóstol Juan diciendo: “Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20). Luego, en ese aspecto todos los cristianos deberíamos ser adventistas.

Sin embargo, otra cosa muy distinta significa ser adventista del séptimo día. Este nombre fue dado con la aprobación de la profetisa Elena G. White. Pero, en mi opinión, si ser cristiano ya implica ser adventista ¿para qué bautizar así a la Iglesia de Cristo? Además, si el séptimo día, sábado, no tiene ninguna relevancia (Colosenses 2:16,17), por supuesto, no más que el primer día de la semana, ¿por qué mantener este apellido o llamar así a la Iglesia? Solo serviría para confusión de los creyentes.

Por tanto, para que, el que suscribe, volviera a la Iglesia adventista del séptimo día, ésta tendría que dejar de llamarse del “séptimo día”, y debería, además eliminar las siguientes doctrinas que figuran en su Teología, y que, en mi opinión, están totalmente equivocadas, las cuales analizamos en el siguiente epígrafe.

4. Doctrinas erróneas de la Iglesia adventista del séptimo día.

En este artículo, que ya va siendo algo extenso, no cabe analizar con profundidad todas las incorrectas interpretaciones que la Iglesia adventista ha hecho de ciertas partes de la Biblia, preconizadas y apoyadas por su profetisa, Elena G. de White, pero, al menos, es necesario citar cuáles son estos errores, para que los que aun están en ellos puedan investigar por sí mismos y encontrar la verdad.

4.1. El mandamiento de guardar el reposo del sábado, día séptimo de la semana.

Este mandamiento, no pertenece a la ley moral natural, y nunca ha estado vigente para los gentiles ni para el mundo cristiano en general.

El mandamiento de reposar el sábado, que fue dado solo para el pueblo de Israel, consiste en abstenerse absolutamente de todo tipo de trabajo secular durante las veinticuatro horas de ese día, el séptimo de la semana (Éxodo 20:8-11; 35:2,3; 31:12-17; Deuteronomio 5:12-15). Con la particularidad que el inicio y fin de ese día nunca son fijos, puesto que varían  a lo largo de todo el año al ajustarse a la luz solar. Pues los límites de los días en la Biblia se establecen de puesta de sol a puesta de sol. Por tanto, el reposo “absoluto” que se exige a los fieles adventistas es que abandonen todo lo que están haciendo que sea secular desde la hora de iniciar el reposo sabático, a la puesta de sol del viernes, hasta el fin del sábado de tarde, con la puesta de sol, ni un minuto antes ni después.

Éxodo 35:2,3: “Seis días se trabajará, mas el día séptimo os será santo, día de reposo para Jehová; cualquiera que en él hiciere trabajo alguno, morirá. 3 No encenderéis fuego en ninguna de vuestras moradas en el día de reposo.”

Asuntos seculares como vender o comprar, preparar las comidas o hacer fuego, viajar, etc., de acuerdo a la ley de Dios del Antiguo Testamento estaban totalmente prohibidos durante todas las horas del sábado.

Números 15:32-35: “Estando los hijos de Israel en el desierto, hallaron a un hombre que recogía leña en día de reposo. 33 Y los que le hallaron recogiendo leña, lo trajeron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación; 34 y lo pusieron en la cárcel, porque no estaba declarado qué se le había de hacer. 35 Y Jehová dijo a Moisés: Irremisiblemente muera aquel hombre; apedréelo toda la congregación fuera del campamento. 36 Entonces lo sacó la congregación fuera del campamento, y lo apedrearon, y murió, como Jehová mandó a Moisés.”

Aunque la Iglesia adventista se toma muy en serio el mandamiento de cumplir el reposo sabático de acuerdo a algunas enseñanzas del Antiguo Testamento, que yo sepa, nunca obedeció a Dios hasta el extremo de apedrear a nadie por el mero hecho de no guardar este reposo. Faltaría más. Perdonadme la ironía. La pena máxima a la que se exponen los transgresores habituales del reposo sabático es a ser expulsados como miembros de la iglesia.

Durante mi permanencia en la Iglesia adventista escuché sermones culpabilizantes, en los que se nos amonestaba por hurtar tiempo al día sábado, y de hacer obra no adecuada para ese día, pocos minutos después de ponerse el sol, en un día viernes; lo cual podía suceder en los meses invernales cerca de las seis de la tarde. O por pasear por la ciudad, viendo los escaparates de las tiendas desde fuera, poco antes de finalizar el sábado. Para no transgredir el mandamiento, esa actividad, o cualquier otra secular, no puede realizarse durante las horas nocturnas del viernes, ni, naturalmente, en las horas del día solar del sábado. La prohibición de no trabajar en sábado, ni hacer ninguna obra secular, se dificulta en extremo en los meses invernales, al tener que acortar la jornada laborable del viernes. Hay que abandonar el puesto de trabajo, antes que oscurezca, lo que ocurre muchos viernes invernales antes de la seis de la tarde. Por tanto, los adventistas, se encuentran con graves problemas de conciencia para respetar inexcusablemente y estrictamente los límites horarios del sábado, de puesta de sol del viernes a puesta de sol del sábado, pues de lo contrario sus conciencias les acusarán de haber cometido pecado, y se exponen a ser expulsados como miembros de iglesia.

Para los adventistas, la ley del AT de las tablas de piedra con cierta frecuencia era el centro de su predicación; se nos decía que todo adventista debía estar muy atento y mirarse en ella como en un espejo, a fin de detectar si su conducta estaba de acuerdo con la voluntad de Dios. Recuerdo que cuando yo me contemplaba en esa ley, iba recorriendo todos los mandamientos desde el primero hasta el décimo, preguntándome si quizá estaría fallando en alguno. Aunque, de forma externa me parecía que los estaba cumpliendo; pues, me parecía que no tenía dioses ajenos al Dios verdadero, no me hacía imágenes ni me inclinaba ante ellas para honrarlas, tampoco tomaba el nombre de Dios en vano, pues nunca juraba, ni usaba su nombre de forma irreverente. En cuanto al cuarto mandamiento, acuérdate del día de reposo, sábado, para santificarlo, tenía que reconocer que no lo cumplía de manera perfecta, aun siendo para los adventistas el principal mandamiento, el centro de la ley, sobre el que la profetisa, fundamento de los adventistas, Ellen G. White, había visto en visión que resplandecía sobre todos los otros.

4.2. La marca de la bestia y el sello de Dios (Apocalipsis 13:14-18; 7:3)

Ahora veremos como el primer error de considerar el mandamiento del reposo en día sábado aplicable a los cristianos trajo consigo otras falsas interpretaciones. La primera de ellas es que, según los adventistas, la “marca de la bestia” consiste en  guardar el reposo del mandamiento el día domingo, en lugar del sábado que es cuando Dios lo promulgó en el Sinaí, hace unos 3.500 años. Pero, esa marca no será una realidad hasta que los gobiernos mundiales dicten una ley que imponga la cesación de toda obra secular en domingo, y a todos los que la desobedezcan se les recortarán las libertades más básicas, como las de “comprar” y “vender” (Apocalipsis 13:17). Evidentemente esta interpretación es totalmente absurda, porque parte de creer que el cuarto mandamiento que ordena el reposo en día sábado es una ley vigente y que Dios la sigue exigiendo a toda la humanidad como prueba de fidelidad a Él.

En contraposición a la marca de la bestia está el “sello de Dios” que recibirán todos los que sean capaces de obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 4:19). Es decir, todos los que a pesar de la persecución civil apoyada por la bestia y su imagen (Apocalipsis 13:8,11-16) que se resistan a recibir la marca de la bestia guardando el reposo en día domingo, y cumpliendo con el reposo sabático recibirán el sello de Dios. Creo que esta interpretación no necesita comentarios. Y por si alguna duda pudiera quedar, la Biblia la esclarece con rotundidad: el sello de Dios es recibir el Espíritu Santo de la promesa (Efesios 1:13) y de ninguna manera cumplir con un mandamiento de reposar en sábado que nunca ha existido para el pueblo gentil y cristiano.

Efesios 1:13,14: En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, (14)  que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

4.3. La profecía de las 2.300 tardes y mañanas, el año 1844 d.C. y el juicio investigador.

Para comprender como llegaron los adventistas a la sofisticada e increíble interpretación no bíblica de que, en 1844, Cristo iniciaba un juicio investigador  a la humanidad, en el Lugar Santísimo del Santuario celestial es necesario conocer un poco la historia del adventismo.

Este movimiento surge de la predicación de Guillermo Miller2, militar, granjero y predicador laico, que empezó a predicar, a partir del año 1831, que Cristo aparecería por segunda vez en gloria para rescatar a los suyos hacia el 22 de octubre del año 1844. De varias denominaciones cristianas de EE.UU. salieron miembros que se unieron a Miller. Cuando llegada la fecha señalada no vino Cristo se llevaron un gran chasco, pues muchos habían dado toda su fortuna a la causa. Como consecuencia muchos abandonaron el adventismo, pero los que quedaron, liderados fundamentalmente, por Elena de White formaron el adventismo del séptimo día.

Guillermo Miller cometió muchos errores pero esencialmente no hizo caso de la advertencia del mismo Jesucristo, que dijo: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles del cielo, sino solo mi Padre” (Mateo 24:36; Marcos 13:32). El adventismo del séptimo día que surgió del movimiento “millerista” continuó estudiando la profecía de los 2.300 tardes y mañanas para tratar de encontrar dónde se había equivocado Miller. Al final, con ayuda de las visiones de la señora White llegaron a la conclusión de que en el año 1844 no tenía que venir Cristo a la Tierra, sino que el evento consistió en que Él pasó de un departamento del Santuario celestial a otro llamado “el Lugar Santísimo” donde daría comienzo el juicio investigador a la Humanidad.

Los adventistas interpretan que la llamada por ellos profecía de los 2.300 días (Daniel 8:14), se refiere en lenguaje profético a 2.300 años, que empiezan a contar desde el año 457 a.C., y tiene su cumplimiento, por tanto, en el año 1844 d.C. ¿Qué ocurre en este año? Ningún evento que se pueda ver o comprobar físicamente. Los adventistas, siempre amparados por Elena de White, afirman que en ese año 1844, el 22 de octubre, Cristo dejó el Lugar Santo, para pasar al Lugar Santísimo del Santuario celestial, donde comienza la tarea de purificación del Santuario y el juicio investigador  a la humanidad, empezando por los creyentes (1ª Pedro 4:17).

Aquí se vuelve a cumplir lo de que un error de partida lleva a otros muchos. Desentrañar esta cadena de errores es laboriosa y merece dedicarle un estudio entero. Lo cual acabo también de hacer y publicar en esta misma web con el mismo título de este epígrafe.

5. Conclusión

Querido Javier, la Verdad que salva es Cristo y su Palabra. Es la que nos hace libres (Juan 8:31-36). Es decir, Él es el único que puede librarnos de la esclavitud del pecado, que es la situación que todo ser humano se halla antes de conocerle y aceptarle como su Salvador personal. La salvación es lo que ha conseguido Él al tomar nuestra naturaleza humana y dar su vida en rescate por cada uno de los que aceptan su sacrificio expiatorio en la cruz (Marcos 10:45; Juan 3:14-16; etc.). “No es por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:9). “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda” (Romanos 4:4). Es decir, necesitamos reconocer, “que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2:16). “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas” (Gálatas 3:10; Cf. Santiago 2:10). “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10).

Tú, querido hermano, como adventista del séptimo día, crees que guardas todos los mandamientos porque cumples con el precepto del reposo sabático ¿Es esa toda la seguridad que tienes de salvarte? Pues, si así piensas estás tremendamente equivocado, pues nadie puede cumplir la ley a la perfección, y, por tanto, en el momento que transgredas solo en un punto por pequeño e insignificante que te parezca eres culpable de todos y la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23).  Sin embargo, el que no confía en si mismo, porque es consciente de que por ser pecador nunca cumple la ley, se acoge a la gracia de Dios, y se considera justificado por la fe y en paz con Dios porque Cristo ha muerto por él, y ha pagado la deuda de sus pecados (Romanos 5:1). Esta es la Buena Nueva de salvación. Esto es lo que nos salva, y no guardar el reposo sabático. El Evangelio eterno, que el apóstol Juan vio que tenía el “ángel para predicarlo a los moradores de la Tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apocalipsis 14:6), no es el mismo que predican los adventistas, pues ellos predican la ley mezclada con el Evangelio, y el Evangelio es la justificación por la sola fe.

La «verdad íntegra», como tú dices, querido hermano no consiste en el Evangelio más la ley, en la fe más las obras sino solo en la fe: “el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). Con lo anterior pienso que he contestado a lo que me aconsejabas sobre predicar la “verdad íntegra y no a medias”:

«Hermano Carlos un gusto saludarte, con respecto al comentario de tu amigo Andrés, seria bueno para el Evangelio que le contaras en que consiste la verdad íntegra y no a medias, ya que tu fuiste adventista igual que como yo aun lo soy, las columnas de la verdad es una buena lección, espero no se te hayan olvidado. Chao hermano querido y espero tu regreso, fuimos enviados a dar la buena nueva de Cristo y no de hombres y mujeres (a buen entendedor…)» (Javier).

Por lo demás, hermano, agradezco tu buena intención cuando dices que esperas mi regreso a la Iglesia adventista, porque sé que lo dices pensando que es mucho mejor estar en la Verdad que en el engaño o en el error, pues la Verdad nos hace libres. 

Sin embargo, ¿cómo podría yo volver al adventismo del séptimo día si predica un Evangelio diferente al de nuestro Señor Jesús?

Quedo a tu disposición. Bendiciones

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

1. [ …] Vi en ellas [las tablas de piedra] los diez mandamientos escritos por el dedo de Dios. En una tabla había cuatro, y en la otra seis. Los cuatro de la primera brillaban más que los otros seis. Pero el cuarto mandamiento del sábado, brillaba más que todos, porque el sábado fue puesto aparte para que se lo guardase en honor del santo nombre de Dios. El santo sábado resplandecía, rodeado de un nimbo de gloria (Pág. 33). […] El cuarto mandamiento estaba rodeado  de una aureola de gloria y brillaba en él una luz mucho más viva que en los otros nueve  (Pág. 255). “Primeros Escritos” de Elena G. de White. Publicaciones Interamericanas. Pacific Press Publishing Association. Mountain View, California. EE.UU. de N.A.

2. William Miller (1782-1849) fue un predicador laico, metodista, masón, militar, agricultor y jefe cívico local en Low Hampton, en el este de Nueva York. Estudiante de la historia y la profecía, a partir de sus estudios comenzó a predicar en el inminente segundo advenimiento de Cristo.

Es considerado como el fundador del Movimiento Adventista (también conocido como Movimiento Millerista), de los años 1830 y 1940 en Norteamérica. Entre sus descendientes espirituales directos existen varias religiones, incluyendo la Iglesia Adventista del Séptimo Día y movimientos posteriores que se fundaron con la inspiración directa del énfasis de Miller en la profecía bíblica, incluyendo el Movimiento de Estudiantes de la Biblia ó Russellitas, actualmente conocidos como los Testigos de Jehová. [http://es.wikipedia.org/wiki/William_Miller_(predicador)]

Versión: 18-12- 2011

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado amigo Miguel, muchas gracias por tu benevolencia hacia mí, y por haberme escuchado a pesar de no compartir muchas cosas de lo que dije en la conferencia pasada.

Respeto tus creencias católicas y no pretendo disuadirte de algunas doctrinas no bíblicas que sostiene la iglesia católica. Tú eres libre y responsable de lo que crees, y darás cuenta a Dios, de acuerdo con tu coherencia en tu creencia y conciencia. Sin embargo, como te aprecio, y siempre te consideré un buen amigo, no puedo menos que tratar de responderte al siguiente párrafo extraído del correo que me enviaste el día 14-12-2011:

“….Otra cosa es que desde Lutero cada año salen unas tres nuevas sectas, porque cada uno interpreta la Biblia a su gusto, sin embargo la Católica, no ha cambiado en los dos mil años, porque nosotros los católicos dejamos que otros que saben más nos aconsejen sobre temas importantes. Anoche había una señora de San Vicente que no sabe que para tomar la comunión hay que estar en gracia de Dios, y ahora muchos la toman sin haberse confesado, o bien por ignorancia o por que creen que no es necesario. El cura de la Albufera que yo conozco bien, estudió en Roma muchos años, estudiando dogma y moral y hebreo y arameo, y hasta los escritos de Kum-ra en el mar muerto, para saber cada palabra los diferentes significados que pueda tener; cómo va a ser como tú, que solo no puedes comprender todos los significados; yo quisiera que entendieras que no pretendo molestarte, sino que pidas ayuda a otros que saben mas que tu”. (Miguel).

No me molestas, querido amigo, cuando dudas de mi capacidad para entender la Biblia,  aconsejándome que pida ayuda a otros que saben más, sino que, por el contrario, te lo agradezco; pues es un buen consejo que aprecio en lo que vale, ya que puede significar que tú también me estimas y te preocupas por mí, para que no me descarríe de la fe verdadera, y, de esa manera, perder mi alma.

Tus palabras me estimulan a confesarte los motivos por las cuales no soy católico. De ninguna manera con ello quisiera molestarte o incomodarte. No es mi intención, y si creyera que el sincerarme contigo y explicarte lo que no comparto de las doctrinas de la iglesia católica, fuera una causa de agravio y de rotura de nuestra amistad, jamás te diría nada. Pero creo que entre dos buenos amigos debe haber sinceridad; y que la amistad está por encima de nuestras respectivas creencias religiosas. Por tanto, a continuación respondo a tu correo y enumero las razones  doctrinales que me apartan de la Iglesia  católica.

2. Por qué no soy católico

Los cristianos evangélicos, más conocidos como los Protestantes, los cuales ahora la Iglesia católica llama “los hermanos separados”, nos guiamos por la sola Biblia, y no admitimos el magisterio de ninguna iglesia, ni siquiera la católica. Creemos que todo magisterio humano es falible como todo lo humano. Incluso el Papa lo es, aunque se arrogue a sí mismo el poder de la infalibilidad, y los títulos de Su Santidad, Padre Santo,  y Vicario de Cristo, cuando solo hay un Padre Santo que es Dios, y un Vicario de Cristo que es el Espíritu Santo.

No rechazamos la ayuda de los que saben más, pues podemos aprender mucho de ellos. Pero todo lo que nos dicen lo cotejamos con la Palabra de Dios, para comprobar su veracidad (Hechos 17:11). Creemos que solo el verdadero y único Evangelio es poder de Dios para salvación (Romanos 1:16), y que ser cristiano es tener el Espíritu de Cristo. El que no tiene su Espíritu no es de Cristo (Romanos 8:9,10), y el Espíritu Santo que vive en nosotros nos conduce a toda la verdad (Juan 16:13).

A continuación, hago una resumida lista de las principales doctrinas que sostiene la Iglesia católica, como dogmas de fe, y que no están avaladas por la Palabra del Señor, sino solo por la Tradición católica o el Magisterio de la Iglesia y el Papa. Las siguientes doctrinas nunca pertenecieron a la Iglesia cristiana primitiva.

La transustanciación de la hostia en cuerpo y sangre de Jesucristo

La transustanciación de la hostia consagrada por el sacerdote en cuerpo y sangre de Jesucristo significa que los sacerdotes, cada vez que celebran la misa, hacen el increíble y fantástico milagro de transformar un poco de materia inanimada en algo tan grande y maravilloso como es la vida de un ser viviente; que en este caso, no es un ser humano cualquiera, sino el mismísimo Jesucristo, el Hijo de Dios, Dios hecho carne. El cual millones de veces cada día es muerto de forma incruenta, para alimento de los feligreses. No quiero hacer más comentarios para no herir tu sensibilidad, pero me reconocerás que tener fe en esto que la iglesia católica afirma que sucede realmente es irracional, además de clara y totalmente antibíblico. No puede ser que algo que se come y que luego va a la letrina, sea el ser entero de Jesucristo, su cuerpo y su sangre realmente. Nota lo que declara el propio Jesús respecto a lo que ocurre con lo que se come materialmente.

Mateo 15:17: ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina?

Marcos 7:18,19: Él les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, 19 porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos.

Por otro lado, querido amigo, la Palabra de Dios es muy clara, cuando afirma que Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos (Hebreos 9:24-28; 10:12-14). Por tanto, el sacrificio de Jesucristo que realiza el sacerdote, tantas veces como misas celebra, no es aceptable para Dios. Porque hace inútil el sacrificio único y verdadero de Cristo, hecho una vez, hace dos mil años, para siempre: “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Hebreos 10: 12-14). Te aconsejo, como buen amigo que me considero tuyo, que aprendas a pensar por ti mismo, y no a seguir a pies juntillas lo que te han dicho los sacerdotes. ¿No tiene para ti la Palabra de Dios más valor que la palabra de los sacerdotes? Medita sobre los textos que te presento a continuación:

Hebreos 9: 24-28: Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; 25 y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. 26 De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. 27 Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, 28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.

Hebreos 10: 12-14: pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, 13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; 14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

Por tanto, el sacrificio de Jesucristo que hace el sacerdote en la misa no es aceptable para Dios.

Dios no nos exige penitencia alguna para el perdón de los pecados sino fe en su Hijo y obediencia a Él.

Con respecto al mandamiento que prescribe la iglesia a sus feligreses de confesarse a un sacerdote, para que este le imponga una penitencia proporcional a los pecados cometidos por cada uno de ellos, para que puedan ser purificados y perdonados, tampoco es bíblico (1ª Juan 1:8-2:1-2). Cristo es nuestra propiciación por todos los pecados que cometemos. No hay nada en el mundo que podamos hacer para recibir ese perdón sino aceptar la sangre de Cristo, su sacrificio expiatorio. Él solo nos purifica y nos perdona (Hebreos 1:3; 9:14,22, 26; 10:10-14; etc.). Nuestros actos y penitencias de nada sirven para obtener el perdón de Dios. Si así fuera “por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21; léase, por favor, a partir del verso 16).

La Iglesia Católica adoptó un sistema sacerdotal para dirigir al pueblo de Dios, que no se corresponde con la organización de la Iglesia cristiana primitiva.

En el Antiguo Testamento Dios expresamente mandó formar una élite de sacerdotes para que fueran mediadores entre Él y su pueblo Israel, para encargarse del tabernáculo y de las ofrendas de animales. Todos ellos debían ser de la tribu de Leví, empezando por Aarón, el hermano de Moisés, y por sus hijos (Éxodo 27:21;28:1; 32:28,29; 40:12-16; Levítico 8:6-13; Números 1:47-53; 3:6-12;4:1-49; etc.). Todo este sistema fue abolido con la muerte de Cristo en la cruz. Existen muchos textos que lo confirman en el Nuevo Testamento. Por ejemplo:

Hebreos 7: 11-14: Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? 12 Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; 13 y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. 14 Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. […]

Hebreos 7: 18-28: Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia 19 (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios. […] 22 Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto.  23 Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; 24 mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; 25 por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. 26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; 27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. 28 Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.

En el Nuevo Pacto, ya no se necesitan sacerdotes que medien entre los hombres y Dios, pues Cristo es nuestro sumo sacerdote (Hebreos 9:11), el único mediador e intercesor, “que puede salvar perpetuamente a los que a Él se acercan…” (Hebreos 7:25).

El mediador de un nuevo pacto

Hebreos 8:1-13: Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, 2 ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre. 3 Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer. 4 Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; 5 los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte. 6 Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. 7 Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo. 13 Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

Hebreos 9: 24-28: Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; 25 y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. 26 De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. 27 Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, 28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.

Hebreos 10: 18-24: Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado. 19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, 20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, 21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, 22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. 23 Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. 24 Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras;

Hebreos 12: 24: a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.

Dios nos ha dado su Palabra y su Santo Espíritu, para interpretarla y obedecerla y no necesitamos mediadores humanos. Dios hace entender su Palabra a los humildes (Santiago 4:6; 1ª Corintios 1:26-31).

1ª Corintios 1:26-31: 26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia. 30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; 32 para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.

Necesariamente debo seguir, todavía, haciendo una larga lista de doctrinas que no tenía la iglesia cristiana primitiva, y que la iglesia católica adoptó tras la unión con el poder secular, a partir del emperador Constantino hacia el siglo IV. Luego, tampoco es cierto lo que dices, que la iglesia católica no ha cambiado en dos mil años. Ha cambiado mucho respecto a la pureza doctrinal de la iglesia de los apóstoles. Sin pretender ser exhaustivo aún me atrevo a enumerar una cuantas doctrinas más, no avaladas por la Palabra del Señor, y que multiplican las causas de por qué no puedo ser católico a la luz de la verdad de la Biblia:

La doctrina del Purgatorio.

Lugar y estado de las almas de los difuntos, que no han alcanzado en su vida terrenal la justicia y santidad suficiente, y tienen que seguir purificándose, apartadas de la presencia de Dios, en un lugar intermedio entre el infierno y el cielo, hasta que consigan esa pureza que les permita alcanzar, al fin, el Paraíso. Creer en este dogma de fe significa echar por el suelo el sacrificio de Cristo, pretender que Él no ha tenido el poder de purificar a esas personas, y que ellas, en cambio, si lo tienen para purificarse a sí mismas. Aunque existen muchos textos que demuestran la herejía de esa doctrina solo vamos a citar dos, aparte de los ya mencionados arriba (Hebreos 9:24-28; 10:12-14).

Tito 3:4-7: Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, 5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, 6 el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, 7 para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.

Hebreos 1:1-3: Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

La salvación no es mediante la fe y las obras sino solo por la fe en Cristo

Aquí no haré ningún comentario, pues la palabra de Dios se interpreta sola:

Efesios 2: 8-10: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

Gálatas 2:16: sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. […] 21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

Romanos 3: 20: ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.

La justicia es por medio de la fe

Romanos 3:21-26: Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

Romanos 5:1,2: Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; 2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.

La Iglesia católica identifica justificación con santificación. 

Estos son dos conceptos distintos. Justificado es aquel creyente que ha aceptado la vida, muerte y resurrección de Cristo, y que al ser rescatado con su sangre, es decir, con su muerte vicaria, es declarado inocente o justo por Dios, puesto que sus pecados han sido perdonados, y cargados a cuenta de Cristo. Su deuda ha sido cancelada, clavada en la cruz (Colosenses 2:12-14), y “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús..” (Romanos 8:1). Esto implica ser santo, en el sentido de apartado del mal, consagrado para Dios, y redimido por Cristo. Sin embargo, la santificación o santidad es el objetivo y propósito de toda la vida. La santificación es el fruto de la obra del Espíritu Santo en el creyente durante toda su vida (Romanos 6:22). San Pablo lo aclara cuando dirigiéndose a la iglesia de Corinto, llama a sus miembros “los santificados en Cristo Jesús llamados a ser santos…” (1ª Corintio 1:2). En el libro de Hebreos en el capítulo 10, se ratifica que con la ofrenda del cuerpo de Cristo somos santificados, lo cual no es lo mismo que haber alcanzado la santificación que es la obra progresiva de toda la vida. Ser justificado o santificado es producto del instante en que aceptamos con todo nuestro ser a Jesucristo como nuestro salvador personal. En ese momento ya somos santos por medio de Cristo y llamados a la santidad.

Hebreos 10:10-14: En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. 11 Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, 13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; 14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

La concesión y venta de indulgencias para el perdón de los pecados. 

Es evidente, para cualquier estudioso de la Biblia, que esta doctrina contradice el principio fundamental de que la salvación viene por la sola fe en Jesús (Efesios 2:8,9), no por obras para que nadie se gloríe. No se puede comprar el perdón ni la salvación. Estos son dones de Dios que se obtienen a través de la fe en el único mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre (1ª Timoteo 2:5). En ningún otro hay salvación (Hechos 4:11-12).

Las oraciones y misas por los difuntos. 

De nada sirven, pues, “está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después de eso el juicio” (Hebreos 9:27).

3. Doctrinas no bíblicas sobre la virgen María, dogmas de fe de la Iglesia Católica.

A) La concepción inmaculada de María (como dogma desde 1854). 

La Iglesia Católica ha hecho dogma de fe que la Virgen nació sin el pecado original, es decir, con una naturaleza semejante a la de Adán y Eva antes de la caída, lo que significa que ella no tuvo una naturaleza pecaminosa, y con tendencia inclinada al mal. Esto no se puede mantener con la Biblia en la mano. Porque todos los seres humanos, a excepción de Cristo, postrer Adán, nacen con naturalezas caídas y tendencias hacia el mal. Cristo fue el único que nació santo, sin tener nada que ver con el pecado (Lucas 1:35; Hebreos 4:15; 2ª Corintios 5:21;1ª Pedro 1:20). Sin embargo, de la virgen María, en ninguna parte se dice que haya nacido santa, sin pizca de contaminación por el pecado original, sino que es una criatura humana como todas las demás.

B) El culto a María.

La devoción a la figura de María se ha convertido  en idolatría, pues en muchos fieles católicos se confía más en ella como dadora de gracia que en el mismo Dios. Al ser llamada madre de Dios, hace ver que la madre es superior al Hijo que engendra. La iglesia católica ha permitido la adoración o veneración de las imágenes de María y de los santos, y muchos en el pueblo católico ha adulterado espiritualmente rebajándose ante falsos dioses de madera, escayola u otro material, apartándose del Único que vive por los siglos y que nos puede salvar, que es Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Jesús mismo se cuidó en varias ocasiones que no se exaltase a su madre (Marcos 3:21-35; Lucas 8:19-21; Lucas 8:27-28), puesto que eso es idolatría que Dios reprueba.

Marcos 3:31-35: Vienen después sus hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a llamarle. 32 Y la gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan. 33 El les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? 34 Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 35 Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.

Lucas 8:19-21: Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud. 20 Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte. 21 El entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.

Lucas 11:27,28: Mientras él decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste. 28 Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.

C) La ascensión o asunción de María al cielo (Dogma desde 1950). 

La Biblia nada dice de una resurrección particular de María para ser llevada al cielo a la presencia de Dios, en cuerpo y alma. Sin embargo, sí se afirma expresamente la resurrección de Jesús (Juan 20:17, 26; Hechos 1:9).

D) La virgen María corredentora con Cristo y mediadora entre Él y los humanos.

La Iglesia católica enseña que necesitamos la ayuda y mediación de María para llegar a Cristo, para que Él nos perdone de los pecados, como por recomendación de su madre. No solo eso sino que también la hace corredentora con Cristo, cuando esto es imposible porque solo Cristo nos redimió de nuestros pecados.

1ª Timoteo 2:5 (Ver también Hechos 4:11,12; Hebreos 8:6;9:15;12:24; 1ª Corintios 2:11): Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, 6 el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.

E) María, virgen no solo antes del parto, con lo que estamos de acuerdo, pues Jesús fue engendrado por el Espíritu Santo, sino también virgen durante y después del parto.

Este dogma, al igual que los anteriores, es imposible respaldar mediante la Palabra de Dios. Además, es un intento de “rizar el rizo”, y un dogma totalmente innecesario. Pues, mantener la virginidad de María durante el parto y después del parto, no aporta, ni añade nada esencial a la fe cristiana, que se basa en que el Salvador del mundo fue engendrado en el útero de María por el Espíritu Santo, antes que ella “conociera varón” o sea siendo virgen (Mateo 1:18-25; Lucas 1:27-35). Notemos que el pasaje de Mateo 1:25, contradice la pretensión de la Tradición católica de mantener la virginidad de María posteriormente al nacimiento del Salvador:

Mateo 1:25: Pero no la conoció [a la virgen María] hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS.

Quedo a tu disposición. Bendiciones

Carlos Aracil Orts
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Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

¿Para qué se usaba?

Versión 11-03-08

Carlos Aracil Orts

Introducción

La imposición de manos es una costumbre existente en la iglesia cristiana que se remonta al Antiguo Testamento cuando algunos patriarcas pedían la bendición y consagración a Dios de sus primogénitos (ver p.e: Génesis 48:14). También para la consagración de los sacerdotes (Num. 8:10; 27:18, 23).

En el Nuevo Testamento, aparece, de nuevo, en muchas ocasiones en el ministerio terrenal de Jesús. Él hizo muchas sanaciones imponiendo sus manos. También se describe en Mateo 19:15, que Jesús impuso sus manos sobre unos niños para bendecirles, etc., etc.

Imposición de manos para consagración del creyente

En la primitiva iglesia cristiana, el primer caso se recoge en Hechos 6:6, y es para la consagración de los siete diáconos. Hechos 6:6: “a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos.”

Del mismo modo, en Hechos 13: 2, 3, se relata que a Bernabé y a Saulo les impusieron las manos después que el Espíritu Santo los eligiera para hacer una obra particular de predicación. El propósito, pues, en este caso, como en el anterior del nombramiento de los diáconos son, claramente, actos de consagración, dedicación y recomendación para una obra misionera muy concreta.

Hechos 13:2,3:  “Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. 3 Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.”

Imposición de manos para sanación del creyente

Anteriormente, poco después que se le apareciera Jesús a Pablo en su camino a Damasco, Dios da instrucciones a Ananías para que visite a Pablo y le imponga las manos “para que recobre la vista” (Hechos 9:12), la cual había perdido en su encuentro con Jesús (Hechos 9:8). Esto se describe en Hechos 9:17: “Fue entones Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que  recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.”. Como claramente se indica en 9:12, la imposición de manos de Ananías a Pablo, principalmente, era la acción o el medio por el que Dios se servía para canalizar su poder sanando a Pablo de la enfermedad que tenía en sus ojos.

En la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontramos muchos actos de sanación milagrosa, instantánea y espectacular, como por ejemplo al cojo de nacimiento que sanó Pedro ( Hechos 3:2-10), y también otras sanaciones, que aunque la enfermedad o incapacidad no fuese tan grave como la citada anteriormente, no por eso resulta menos milagrosa, como la que se relata a continuación:

“Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó.” (Hechos 28:8)

Imposición de manos para transmitir el poder del Espíritu Santo

Sin embargo, las imposiciones de manos, que eran realizadas por los apóstoles de Jesús, los que habían estado con Él, en todo momento y fueron testigos de su vida, muerte en la cruz y resurrección posterior, tenían una especial característica o don que no poseían las realizadas por los otros discípulos de Jesús. Pedro y Juan impusieron las manos a muchos cristianos de Samaria a fin de que recibiesen el poder del Espíritu Santo (Hechos 8:17-19); y también Pablo lo hacía una veces para esto mismo (Hechos 19:6), y otras para sanación ( Hechos 28:8).

Más adelante comprobamos que sólo los apóstoles, los cuales habían recibido poderes milagrosos del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, eran capaces de transmitirlos a otros fieles cristianos, mediante la imposición de sus manos sobre ellos, pero a estos últimos, ya no les fue dada la capacidad de transferir a otros, a su vez, el poder del Espíritu que habían recibido a través de los apóstoles de Jesús. Es decir, la cadena de canalización del poder del Espíritu Santo terminaba en ellos.

Un ejemplo de esto que afirmamos lo tenemos en Hechos 6:5,6. Pues, en la ocasión del nombramiento de siete diáconos, uno de ellos llamado Felipe, a quien, también, los apóstoles le impusieron sus manos, lo encontramos más tarde predicando el evangelio en Samaria (Hechos 8:5) y haciendo grandes milagros de sanación como describe Hechos 8:7: “Porque de muchos que tenía espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados;

Existen pruebas, en la Palabra de Dios, que nos indican que sólo los apóstoles del Señor Jesús fueron capaces de transmitir los poderes, que una vez recibieron en Pentecostés, a otros verdaderos cristianos. Sin embargo, Felipe, que estuvo predicando el evangelio en Samaria con grandes señales milagrosas y prodigios, y que incluso consiguió que Simón, el mago, creyese y se bautizase porque “viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito” (Hechos 8:13), no fue capaz de transmitir esos poderes milagrosos a nadie de los que bautizó en Samaria.

Fue necesario que los apóstoles que estaban en Jerusalén enviaran a Samaria a Pedro y Juan (Hechos 8:14-19) para que los nuevos cristianos, a los que predicó y bautizó Felipe, recibiesen no el don del Espíritu Santo, que ya seguramente habían recibido al ser bautizados en agua en el nombre de Jesús, sino el poder del Espíritu Santo. Leamos primeramente los textos citados para ver en que basamos nuestra afirmación de que la Palabra de Dios se refiere aquí, no al don del Espíritu Santo que todo cristiano obtiene al ser bautizado como sello de salvación (véase Hechos 2:38, 39; Efesios 1:13) sino, más bien, al poder del Espíritu Santo.

Hechos 8:14-19

“Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; 15 los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; 16 porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. 17 Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. 18 Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, 19 diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo.”

Por Hechos 2:38, 39 y Efesios 1:13, sabemos que los requisitos, para recibir el Espíritu Santo, son oír y creer las buenas nuevas de salvación, arrepentirse, confesar nuestra fe en Jesús (Hechos 8:37) y bautizarse en agua en su nombre. Por tanto, si lo nuevos cristianos de Samaria ya habían sido bautizados por Felipe, ya tenían el Espíritu Santo de la promesa como sello y garantía de salvación, lo único que les faltaba era el poder del Espíritu Santo, que solamente los apóstoles de Jesús, con la imposición de manos y la oración, estaban capacitados por Dios para transmitirlo. Este poder era el que demandaba también Simón: “Dadme también a mí este poder..” (Hechos 8:19). Es, por tanto, evidente en este contexto, que lo que se transmite por medio de los apóstoles a los cristianos de Samaria, es el poder del Espíritu Santo, de la misma manera que antes lo había obtenido Felipe (Hechos 6:5,6) 

Vamos a ver a continuación algunos ejemplos más en los cuales también el poder del Espíritu Santo es dado a través de la imposición de las manos de algún apóstol de Jesucristo.

En este caso se trataba de unos creyentes de Éfeso que sólo habían recibido el bautismo de Juan, y que en esa ocasión son bautizados en el nombre del Señor Jesús, “Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.” (Hechos 19:6).

Estos son los dones o poderes que el Espíritu Santo concede como el quiere, a veces, a través de los apóstoles, y en otras ocasiones de forma directa, pero siempre y únicamente sobre miembros de la iglesia primitiva del Nuevo Testamento (véase 1ª Corintios 12:8-11). A medida que la iglesia se fue extendiendo y consolidando, cuando ya quedó concluido el Nuevo Testamento, ya no fue tan necesaria esa obra prodigiosa del Espíritu Santo. Puesto que nadie más que los apóstoles podían comunicar el poder del Espíritu Santo, cuando murió el último apóstol terminó también esta posibilidad de transmitir estos poderes del Espíritu Santo a más cristianos.

Esto es evidente cuando el mismo Pablo ya no fue capaz de sanar a Timoteo de una simple dolencia estomacal (1ª Timoteo 5:23), ni curarse a si mismo (2ª Corintios 12:7-9).

En el texto siguiente comprobamos que realmente los apóstoles tenían el poder del Espíritu Santo, mediante el cual sanaban o hablaban en lenguas cuando la situación lo requería.

Hechos 28:8

“Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó.

Hechos 8:17-19

“Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. 18 Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, 19 diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo.” 

Hechos 19:6

“Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.”

Notemos que en estos dos últimos casos, lo que se concede es, más bien, el poder del Espíritu Santo, como lo demuestran las manifestaciones milagrosas que les seguían, puesto que se supone que el Espíritu Santo como sello de salvación ya les fue concedido cuando fueron bautizados.

Conclusión

La imposición de manos ya se utilizaba en el Antiguo Testamento, y  fue el gesto utilizado por Jesús para realizar sus curaciones (Marcos 6:5; Marcos 16:18; etc.) o simplemente expresar bendición (Mateo 19:13,15; Marcos 10:16).

Por otro lado, el Espíritu Santo se servía de la misma, para que los apóstoles que ya habían recibido su poder en Pentecostés, transmitieran, a su vez a otros, el don, poder, carisma o gracia según la voluntad del Espíritu. Además, pues, de ser el medio para traspasar algún don del Espíritu Santo a los primeros cristianos (Hechos 19:6), también se utiliza para consagrar a un creyente para una misión o función determinada (Hechos 13:3).

En 1ª Timoteo 4:14 y 2ª Timoteo 1:6 se habla de la imposición de manos sobre Timoteo de parte de Pablo para la concesión de algún don. Sin embargo, 1ª Timoteo 5:22 da a entender que la imposición de las manos, se había convertido en un acto habitual para, posiblemente, consagrar u ordenar ancianos, diáconos o pastores.

Hoy en día, en mi opinión, este acto de imponer las manos, que no tiene en sí ningún poder milagroso ni mágico, sino que es el medio por el que se sirve el Espíritu Santo y la iglesia, para designar a una persona que ha sido elegida para desempeñar una función como las citadas antes. Mediante este rito o acto se pide en oración la bendición de Dios, y se confirma la consagración de esa persona, que desde ese momento es separada o apartada para esa misión en especial.

Depende, pues, de la voluntad de Dios y de la disposición del creyente, que éste reciba un don u otro. Por supuesto, que las personas que imponen las manos, tienen que ser personas muy consagradas y entregadas a Dios, pues deben conocer bien a aquel, a quien van a realizar tal acto, y especialmente si reúne los requisitos de un siervo de Dios (1ª Timoteo 3:1-13; Tito 1:5-16).

No se trata tanto de tener autorización de nuestros dirigentes para predicar el evangelio sino de tener consagración, preparación, de reunir los requisitos de la Palabra, y de demostrar con nuestra conducta que de verdad reflejamos a Cristo y su voluntad en nuestras vidas, pues de lo contrario no daremos buen testimonio de Dios.

En cuanto a las sanaciones y la recepción del poder del Espíritu Santo, es algo que depende fundamentalmente de la voluntad de Dios, y de la sinceridad del creyente. Aunque el poder de Dios es el mismo siempre, y no puede cambiar porque Él es inmutable, es cierto que, en la actualidad, ya no se manifiesta con señales milagrosas como en la iglesia primitiva, pues entonces fue necesario para impulsarla, y para confirmarla como una obra que procede del Creador. Antes no se disponía de toda la Palabra de Dios escrita, sino sólo en parte y por transmisión oral, y fue imprescindible que la obra de los creyentes estuviese evidenciada que provenía de Dios por la manifestación de sus poderes milagrosos. Ahora, el Espíritu Santo convence y actúa, fundamentalmente por el poder del evangelio (Romanos 1:16; 10:17).

La sanación de los enfermos, de forma milagrosa corresponde fundamentalmente al periodo de la iglesia primitiva, por los motivos antes apuntados. Después y hasta hoy en día, Dios quiere que oremos por la sanación de los enfermos y por nuestra salud, pero su intervención, salvo raras excepciones que posiblemente existan, no está basada en la concesión de un poder sobrenatural que cure instantáneamente cualquier tipo de enfermedad, sino que obedece, más bien, a una lenta evolución que depende, de las leyes naturales, de los remedios científicos, y de nuestra comunión y fe en Dios. Dios desea, en primer lugar y sobre todo, la salvación de nuestra alma, sanarnos espiritualmente y librarnos del pecado. Veamos como Santiago en su epístola universal se refiere a ello:

Santiago 5:13-20

“¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. 14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. 16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. 17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.

Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, 20 sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.”

Con la ayuda de Dios, espero haberle contestado adecuadamente a su pregunta, no obstante, si desea hacer alguna aclaración o comentario a este estudio o a cualquier otro, puede dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmai.com

Quedo a su entera disposición en lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts

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Referencias Bibliográficas

*Los textos bíblicos citados son de la Biblia Reina-Valera, 1960, salvo que se indique otra cosa.

CONOCER A DIOS
Versión: 25-11- 2013
«…Porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos” … (Hebreos 8:11)

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Marcos, me alegra que le hayan parecido “aclaratorios” mis artículos, especialmente, ¿Cuál es la ley que Dios escribe en el corazón?, el cual estudio bíblico, al parecer, le ha suscitado la interesante pregunta que le agradezco, y que a continuación transcribo literalmente:

«¿A qué se refiere este pasaje: “Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos” (Hebreos 8:11)?» (Marcos).

El pasaje bíblico a que usted se refiere aparece en primer lugar en el Antiguo Testamento, en Jeremías 31:31-34.

Jeremías 31:31-34: He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.  (32)  No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.  (33)  Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. (34) Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.

Estos textos bíblicos registran la promesa de Dios a Su pueblo de que hará un Nuevo Pacto con las casas de Israel y Judá. Y en Hebreos 8:6-13 se nos anuncia el cumplimiento de esa promesa o profecía con el establecimiento del Nuevo Pacto en Cristo.

Hebreos 8:6-13: Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.  (7)  Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo.  (8)  Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor,  En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto;  (9)  No como el pacto que hice con sus padres El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto;  Porque ellos no permanecieron en mi pacto,  Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.   (10)  Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel  Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos,  Y sobre su corazón las escribiré;  Y seré a ellos por Dios,  Y ellos me serán a mí por pueblo;  (11) Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor;  Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor de ellos.  (12) Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.  (13)  Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

Nótese que Dios, por medio del profeta Jeremías, anuncia un Nuevo Pacto con “la casa de Israel y con la casa de Judá”. Pero este Nuevo Pacto es muy distinto al antiguo: “No como el pacto que hice con sus padres” (Jeremías 31:32pp). El pacto antiguo llamado “primero” en el texto Hebreos 8:13, es el Pacto del Sinaí que Dios hizo con Moisés. Este Pacto, que está basado en la ley de los Diez mandamientos (las Tablas del Pacto), era solo para los israelitas. Sin embargo, el Nuevo Pacto no es solo para los judíos sino también para los gentiles. Además, éste es un mejor pacto, porque está establecido sobre mejores promesas (Hebreos 8:6), y “ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo  a desaparecer” (Hebreos 8:13).

A continuación voy a tratar de responder a su interesante pregunta sobre lo que nos quiere decir Dios con el texto citado anteriormente:  “Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos” (Hebreos 8:11)

2. ¿Cómo podemos conocer a Dios?

Estimado hermano Marcos, no usaré mis palabras para responderle sino solo la Palabra de Dios, porque Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,  (2)  en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;  (3)  el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1:1-3).

Dios se ha revelado plenamente en Cristo. Por esa razón, ningún creyente del Nuevo Pacto puede decir que no “conoce al Señor”, porque “el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). El mundo no puede conocer a Dios, porque “…la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:19). Es decir, rechazan a Jesús –la Luz del Mundo–, el único que puede dar a conocer al Padre (Juan 17:25-26):

Juan 17:25-26: Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste.  (26)  Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.

Jesucristo conoce a Sus “ovejas” (Juan 10:14-15), y  “El que es de Dios, las palabras de Dios oye;” y el que no es capaz de oír y aceptar Su Palabra es que no es de Dios (Juan 8:47).

Juan 10:14-15: Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,  (15)  así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.

Si no conocemos a Jesús tampoco conoceremos a Su Padre:

Juan 8:18-19: Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí. (19) Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais.

Para tener la vida eterna debemos conocer a Dios (Juan 17:3), y a Él solo podemos acceder a través de Cristo, “porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, (6) el cual se dio a sí mismo en rescate por todos…” (1ª Timoteo 2:5); Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).

Juan 17:3: Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.

Juan 6:37-40: Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.  (38)  Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.  (39)  Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.  (40)  Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

Por la Palabra de Dios conocemos al Hijo y al Padre, y Dios nos hace sus amigos cuando nos reconciliamos con Él, por medio de Su Hijo (2ª Corintios 5:14-21).

Juan 15:15: Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.

Juan 5:22-24: Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo,  (23)  para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.  (24)  De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.

Juan 17:6-8: He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. (7) Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti;  (8)  porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.

Conocer es amar, pero nadie puede amar sino mora en él el Espíritu Santo.

1 Juan 2:3-6: Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. (4) El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él;  (5)  pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.  (6)  El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.

1 Juan 4:7-14: Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.  (8)  El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.  (9)  En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.  (10)  En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.  (11)  Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.  (12)  Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.  (13)  En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu.  (14)  Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.

1 Juan 5:20: Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.

Lo único que nos pide Dios es que creamos en Su Hijo Jesucristo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado” (Juan 6:28-29).

Juan 6:28-29: Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?  (29)  Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

Todo cristiano tiene el Espíritu Santo morando en su vida (1ª Corintios 3:16-17; 6:19-20; Efesios 1:13-14); “y si alguno no tiene el Espíritu Cristo, no es de Él” (Romanos 8:9 ú.p.)

Juan 7:37-39: En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.  (38)  El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.  (39)  Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.

3. Conclusión

Le invito a meditar en los siguientes textos que he seleccionado especialmente para usted. Solo existe una manera de conocer a Dios, y por tanto, amarle, y es a través de Su Hijo Jesucristo. Porque Jesucristo es, también Dios.

Isaías 43:10-12: Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy; antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí. (11) Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve.  (12)  Yo anuncié, y salvé, e hice oír, y no hubo entre vosotros dios ajeno. Vosotros, pues, sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios.

Isaías 44:6: Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos:Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios.

Jesucristo es también “el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último” (Apocalipsis 1:17; compárese con Ap. 22:13).

Apocalipsis 1:17: Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;

Apocalipsis 22:12-13: He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. (13)  Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.

Jesús es Jehová, y Él es “Justicia nuestra”; es decir, por el somos vistos como justos ante Dios, y recibimos la vida eterna.

Jeremías 23:3-6: Y yo mismo recogeré el remanente de mis ovejas de todas las tierras adonde las eché, y las haré volver a sus moradas; y crecerán y se multiplicarán.  (4)  Y pondré sobre ellas pastores que las apacienten; y no temerán más, ni se amedrentarán, ni serán menoscabadas, dice Jehová.  (5)  He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra.  (6)  En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra.

Conocer a Jesús implica conocer al Padre.

Mateo 11:27 (Lc. 10:22): Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.

Juan 8:18-19,28: Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí. (19)  Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais.

Juan 8:28-30: Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.  (29)  Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada.  (30)  Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él.

Juan 10:14-15: Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,  (15)  así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.

Juan 10:25-30: Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;  (26)  pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.  (27)  Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,  (28)  y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.  (29)  Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.  (30)  Yo y el Padre uno somos.

Juan 10:36-38: ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?  (37)  Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.  (38)  Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.

Juan 14:6-11: Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.  (7)  Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.  (8)  Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.  (9)  Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?  (10)  ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.  (11)  Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.

Juan 14:17-20: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. (18) No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.  (19)  Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. (20) En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.

Estimado hermano, solo la Palabra de Dios nos revela a Dios, y al conocer, aceptar y obedecer la Palabra, la Verdad nos hace libres (Juan 8:31) y nos santifica día a día, por el conocimiento de Dios.

Juan 17:17: Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

Quedo a su entera disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

¿Ha abandonado Dios al mundo a su suerte?

Carlos Aracil Orts

Introducción

Me ha gustado mucho tu correo, porque has puesto sobre la mesa, has planteado temas vitales y fundamentales de los que depende nuestra fe y nuestra creencia correcta y por tanto, nuestra salvación. No hay nada más importante en esta vida. Porque, de qué nos sirve conseguir éxito y riquezas, pues, al fin y al cabo, esta vida son “cuatro días”, y lo que nos espera en la otra vida y aún en ésta, si somos fieles a Dios, es inefable: “cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.” (1 Corintios 2:9) (ver también Apoc. 21).

El silencio de Dios ante el problema del mal y del sufrimiento

Te planteas con mucho sentido, como muchísima gente también lo hace, el silencio de Dios ante el sufrimiento humano, las terribles catástrofes y guerras y maldad etc.

Sólo tengo una explicación. El mundo es enemigo de Dios, no quiere saber ni oír nada de Él. Este planeta está en rebelión contra Dios y su voluntad. Los habitantes del planeta Tierra estamos sufriendo las consecuencias de la entrada del pecado en el mundo, y de nuestros pecados (pues nadie es inocente, como dice San Pablo en Romanos 3:10-12: “…No hay justo, ni aun uno; (11) No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. (12) No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno…”).

El hombre es el causante del mal y del pecado

Quiénes son los causantes de las guerras, y de las catástrofes naturales, sino el hombre que con su maldad pervierte y contamina todo, y estropea el hermoso mundo que Dios creó. Dios ha establecido un tiempo para que cada persona que vive en este planeta decida a quien seguir si a Cristo para salvación o a Satanás para perdición, y después el juicio, que será con la segunda venida del Señor con poder y gloria, y salvará, resucitará a los de la fe, y destruirá a los demás (ver 1 Tesalonicenses 4:13-18).

Cómo nos habla Dios

Dios siempre nos ha hablado a través de su Palabra. Él, en los tiempos antiguos llamó a un pueblo, Israel, e hizo grandes cosas y milagros por él, y ahora en el tiempo del fin, nos ha hablado a través de su Hijo Jesucristo, haciendo asimismo, prodigiosas señales y milagros, así que nadie tiene excusa, nadie puede decir que Dios permanece lejano, y no se ha implicado para salvar a este mundo, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (17) Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:16,17)

No es cierto por tanto que Dios permanezca mudo, aunque lo parece, sobretodo para los que no tienen fe, no quieren creer, en el gran Salvador Jesús. Dios nos habla a nuestra conciencia, diciéndonos lo que hacemos bien y mal. Él ha enviado su Santo Espíritu al mundo para convencernos de la verdad, de la justicia y de pecado, pero la mayoría lo rechaza, despreciando así el ofrecimiento de la gracia de Dios. Además, en todas las épocas, ha habido testigos suyos, testigos de Cristo, que han predicado las buenas nuevas de salvación. Dios, por medio, de sus escogidos no ha cesado de llamarnos. Observa como el siguiente texto de La Epístola a lo Hebreos confirma que Dios no ha dejado de hablar desde que el mundo existe, pero los humanos nos hemos hecho sordos y ciegos para no oír ni ver.

Conclusión

Dios ha hablado por su Hijo en los postreros tiempos.

Hebreos 1: 1-4

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, 4 hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos.”

Ten fe en el Señor, y ora, y proyéctate hacia el futuro. Haz como San Pablo: “…pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13).

Trata de controlar tus pensamientos, dirígelos, como san Pablo, a “…todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” (Filipenses 4:8)

Seguiré orando por ti para que el Señor te bendiga abundantemente y te dé la paz y la felicidad.

Quedo a su entera disposición en lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com


Referencias Bibliográficas

*Los textos bíblicos citados son de la Biblia Reina-Valera, 1960, salvo que se indique otra cosa.

Versión 20-05-10

Carlos Aracil Orts

1. Introducción.*

Querido Alfonso, gracias por leer mi artículo «¿Son Adán y Eva personajes mitológicos?» y por preguntarme mi opinión respecto a por qué, aparentemente, permanece Dios en silencio en el mundo actual. También me dices que crees que tenemos ideas muy equivocadas de Dios. Si me concretases cuáles son esas ideas equivocadas que tenemos acerca de Dios, podríamos discutirlo mejor.

Usando tus propias palabras, haces un relato muy correcto y exacto, de lo que la misma Santa Biblia declara que “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, (2) en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quién asimismo hizo el universo;” (Hebreos 1:1,2). Aquí transcribo tus comentarios:

“Adán y Eva hablaban libremente con Dios. Noé hablaba con Dios, y también Abraham, Moisés, Natán, Isaías, Daniel, Oseas, Jonás, etc. etc.  

«Más adelante toda una nación (Israel) tuvo la oportunidad de ver a Dios en la persona de Su Hijo, así como los prodigios que realizaba cada día. “Había pueblos enteros donde no se oía un gemido de enfermedad en ninguna casa; porque Él había pasado por allí, sanando a todos sus enfermos.” (Deseado de Todas las Gentes, pág. 208)

«Y durante las décadas siguientes miles pudieron ver las manifestaciones tangibles de Dios a través de la actuación de los apóstoles y otros discípulos, cuando imponían sus manos y los enfermos quedaban instantáneamente sanados (Mc 16: 18, 19). Dios se manifestaba igualmente de manera muy elocuente cuando por el simple hecho de que la sombra de Pedro pasara sobre los enfermos, estos quedaban instantáneamente sanados (Hch 5:12-16).

«Sin embargo hoy en día no vemos manifestaciones tangibles de ese tipo. Si acaso nos parece que la mano de Dios actúa en algunas ocasiones, siempre es de una forma tan sutil que en el fondo siempre queda la posibilidad de que lo que hemos visto sea un mero proceso natural y no la mano de Dios. Por ejemplo, oramos por un enfermo y cuando al cabo de un tiempo preguntamos por él, quizás nos dicen: «parece que va mejor», y concluimos: «sin duda el Señor le está ayudando». Y si la enfermedad queda finalmente superada decimos: «Dios ha escuchado nuestras oraciones».(Alfonso) 

Todo esto a que te refieres arriba es verdad. En el cuerpo de este artículo, trataré de responderte, como Dios me dé a entender, a algunas cosas que te preguntas en los siguientes párrafos:

«Pero no vemos a los actuales «hombres de Dios» (pastores, sacerdotes, predicadores…) orar para que resucite un joven que se ha dejado la vida en el asfalto, por ejemplo. No los vemos ir a los hospitales de enfermos terminales, imponer sus manos y producir sanaciones instantáneas, como las que los judíos tuvieron oportunidad de ver. ¿Por qué? ¿Acaso merecían ellos más que nosotros el privilegio de ver la mano de Dios? ¿Merecían los apóstoles, por ejemplo, más que nosotros, ser testigos de esas manifestaciones? ¿No es acaso Dios injusto con este proceder?» (Alfonso).

El método de sanación mediante la imposición de manos fue un poder del Espíritu Santo dado exclusivamente a los apóstoles y que estos, a su vez, transmitieron a otros discípulos, para consolidación de la iglesia cristiana primitiva. Este tema lo trato ampliamente en el estudio bíblico “¿Qué es el bautismo del Espíritu?”1. El apóstol Santiago hace hincapié en que la oración ferviente del justo tiene mucho poder (Santiago 5:16 BJ, 1998). Debemos orar por la sanación de los demás y también por la nuestra “Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.” (Santiago 5:15). Si hay verdadera fe tanto en el que ora como en el que recibe la oración, Dios le sanará espiritualmente, y si es su voluntad, también lo sanará físicamente, “Y el Señor lo levantará”, pero no necesariamente, tienen que ocurrir ambas cosas, ni de forma inmediata y espectacular, sino mediante un proceso natural favorecido por Dios. Nunca los seres humanos le dicen al Creador lo que tiene qué hacer, sino que humildemente debemos aceptar su voluntad.

A continuación expresas que no puedes explicarte cómo podían tener tan escasa fe los apóstoles y discípulos de Jesús, aquellos que convivieron con Él durante más de tres años, y contemplaron sus innumerables milagros:

“Caminando sobre las aguas embravecidas, resucitando muertos, curando a ciegos, paralíticos, exorcizando a poseídos por el diablo, alimentando a multitudes cuando no tenía comida con qué hacerlo,  etc., etc., etc. Después de ser testigos directos de todas estas cosas, se negaron obstinadamente a admitir lo que vinieron a contarles las mujeres, de que Jesús había resucitado tal y como en repetidas ocasiones les había anunciado que sucedería (Mc 16: 14). Tomás incluso se negó a admitirlo cuando todos sus compañeros le dieron la gloriosa noticia de que habían visto al Maestro resucitado.

Esa cerrazón mental no la hubieran manifestado ni los propios paganos!!!!!” (Alfonso)

Sigues manifestando tu asombro y estupor que a pesar de que los discípulos, entre los que estaba también Tomás, presenciaron el mayor de los milagros, la resurrección de un muerto, Lázaro, aun fueron tardos en creer que era verdad la resurrección del propio Jesús. No obstante, el milagro de la resurrección de un muerto no fue novedoso pues ya el profeta Elías había sido el instrumento de Dios para resucitar al hijo de la viuda de Sarepta (1ª Reyes 17:17-24).

“No mucho antes de la crucifixión de Cristo, Tomás y los demás discípulos habían estado con Él en Betania y habían presenciado la asombrosa resurrección de alguien que llevaba ya cuatro días enterrado, y cuyo cadáver ya hedía por efecto de la descomposición (Jn 11: 39). Vieron a Jesús orar solemnemente a Su Padre, dando gracias por haberle escuchado (Jn 11: 41, 42) e inmediatamente después llamar a Lázaro para que saliera de la tumba. Habían visto el Poder de Dios manifestándose espectacularmente al resucitar a Lázaro, pero cuando murió Jesús quedaron convencidos de que Jesús no podría resucitar; ¿…? ¡…!, que no cumpliría la promesa que en repetidas ocasiones les había hecho de levantarse de la tumba al tercer día. Y para este tipo de personas, incrédulas hasta la saciedad, Dios quiso manifestarse de formas tan elocuentes, igual que antiguamente para los israelitas (de fe tan escasa como los apóstoles) que después de ver el mar partirse en dos para dejarles paso, a los pocos días estaban quejándose de que no tenían la comida de la que habitualmente disfrutaban en Egipto.

“¿Por qué fue Dios tan generoso en mostrarse a gentes tan escandalosamente faltas de fe, y no lo hace ahora? Y cuando digo ahora no me refiero a nuestro siglo XXI. Porque manifestaciones de Dios, en el sentido de los que pudieron ver los apóstoles, tampoco fueron visibles el pasado siglo XX, ni el XIX, ni el XVIII, ni el XVII, ni el XVI, etc. etc.

“En resumen, ¿por qué a Elena White no se le dio la facultad de imponer sus manos sobre los enfermos y que estos quedaran sanados? ¿Por qué no recibe este don ninguno de los hombres de Dios actuales, ni de los siglos pasados? ¿Por qué se oculta Dios actualmente? ¿O por qué no se manifiesta, en el sentido explicado, desde que murieron los apóstoles?

“¿Es posible que muchos de los milagros del NT sean narraciones simbólicas? Si así fuera, la incredulidad de los apóstoles ante la noticia de la resurrección de Jesús es «comprensible», puesto que se trataría de un fenómeno que nunca antes habían visto. Pero si Jesús realizó verdaderas resurrecciones, entonces la incredulidad de los apóstoles resulta absolutamente incomprensible.

“¿Te negarías tú, Carlos, a admitir que alguien esté viviendo con el corazón de otra persona? SERÍA UNA ACTITUD COMPLETAMENTE ABSURDA, PORQUE SABES QUE ESE TIPO DE COSAS YA SE HACEN. Pero no resultaría absurdo para alguien del siglo XVII, pongamos por caso, época en la que eso de sacar un corazón de alguien y conectárselo a otro no era más que CIENCIA-FICCIÓN.

“Igualmente, yo puedo ahora negarme a creer que alguien haya resucitado, y «estaría en mi derecho», porque nunca he visto tal cosa, ni tengo informes de que nadie lo haya visto. Pero es impensable esa actitud en los apóstoles, que ya sabían que «ESE TIPO DE COSAS SÍ PODÍAN SUCEDER, TAL Y COMO ELLOS MISMOS HABÍAN VISTO CON SUS OJOS». La incredulidad de los apóstoles ante la resurrección de Jesús apunta a que los milagros que relatan los evangelios, o muchos de ellos, pueden ser alegóricos. ¿No podrían ser igualmente simbólicos los personajes de Adán y Eva?

¿Cuál es tu visión sobre todo esto?” (Alfonso)

2. ¿Por qué Dios, hoy en día, permanece en silencio y, aparentemente no actúa de igual manera que en la antigüedad?

En la antigüedad, Dios eligió a un pueblo, Israel, y unos profetas, para revelarse a sí mismo, y en los postreros tiempos, nos ha hablado manifestándose por medio de su Hijo, “el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder…” (Hebreos 1:3). Debemos tener claro que la máxima revelación de Dios a la humanidad, el desvelamiento del “misterio de la piedad” (1ª Timoteo 3:16) se realiza en los postreros tiempos (Hechos 2:17; 1ª Pedro 1:20).

1ª Timoteo 3:16: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria.”

A este periodo de tiempo, que se inicia con el nacimiento de Cristo, “cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.” (Gálatas 4:4,5), y que terminará al fin del mundo, se le denomina en la Biblia, los “postreros tiempos”.

Dios nunca ha pretendido convertirnos a Él mediante la realización de maravillosos milagros, hechos prodigiosos, o apariciones sobrenaturales de la Virgen María u otros famosos personajes de la historia. Todo lo contrario, Dios no nos pide que creamos sólo en lo que podemos captar con nuestros sentidos, eso no tiene ningún valor para Él. Dios nos demanda fe en lo que no podemos percibir por ningún medio físico.

Dios no nos ha abandonado a nuestra suerte sino que se ha revelado en su Palabra, por el testimonio de su Hijo y de sus apóstoles y discípulos. Él nos pide que veamos no con los sentidos sino con el espíritu, y que creamos que lo que Él ha hablado, a través de la Biblia, es verdad, porque “…sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonar de los que le buscan.”  (Hebreos 11:6). “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”  (Hebreos 11:1). “Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, 15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, 16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” (Efesios 4:14-16).

La mayoría de las personas de todas las épocas, no han tenido acceso a milagros o manifestaciones prodigiosas que supuestamente le hubieran ayudado a la fe, y, sin embargo, muchas de ellas, han ejercido fe en Dios mediante su Palabra. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios.” (Romanos 10:17), y en ningún sitio, la Biblia declara que sin milagros no hay fe.

Ésta es la enseñanza que se desprende de la parábola de “el rico y Lázaro” que narra Jesús, recogida en el evangelio de San Lucas. En ella, se describe al rico que, una vez muerto, es sepultado, pero aparece en el Hades sufriendo tormento. A diferencia del rico, Lázaro, al morir, es trasladado por los ángeles a un lugar llamado “el seno de Abraham” donde recibe consuelo, en compensación por las penalidades que sufrió mientras vivía en el cuerpo. El rico, que pretende que sus cinco hermanos que todavía viven no sufran su misma suerte, ruega a Abraham para que envíe a Lázaro a la casa de su padre donde viven sus cinco hermanos, para que les testifique y así eviten ir a parar a aquel horrible lugar de tormentos. A continuación viene la moraleja o enseñanza de esta parábola, que se encuentra en Lucas 16:27-30:

Lucas 16:27-31: “Entonces le dijo [el rico a Abraham]: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, 28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. 29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. 30 El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. 31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.

A los que objetan que Dios permanece en silencio y no hace milagros en la actualidad,  les sería aplicable esta enseñanza, la cual podríamos parafrasear de la siguiente manera:

“A Jesucristo y sus apóstoles tienen, además de a Moisés y los profetas. Si no oyen a Cristo y a sus discípulos, tampoco se persuadirán aunque se le apareciese alguien resucitado o presenciaran cualquier evento milagroso.” (Parafraseado por mí de Lucas 16:29,31).

“Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. 9 Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.” (Gálatas 1:8,9).

La Revelación de Dios a la humanidad ha sido completada. Por tanto, de aquí al fin del mundo, Dios no hablará más, en el sentido de que no habrá revelaciones adicionales, ni más milagros para respaldar la fiabilidad de su Palabra. Sin embargo, proliferarán doctrinas espurias y falsas, doctrinas de demonios, acompañadas de grandes señales sobrenaturales, tratando de engañar si fuera posible hasta los escogidos de Dios (Mateo 24:24; Apocalipsis 13:13,14; 16:14). No obstante, Dios seguirá hablando por medio de su Palabra y de sus santos. “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.” (Mateo 24:14).

Mateo 24: 24: “Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.”

Apropiándome del deber del atalaya (Ezequiel 2:16-21;33:7-9), me siento impulsado a dar la voz de alarma ante el peligro real que existe de que, mucha gente, basándose en eventos o manifestaciones sobrenaturales, sea engañada por el “príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.” (Efesios 2:2úp), al recibir y aceptar lo que es falso como verdadero, por el mero hecho que ello haya sido respaldado por un efecto prodigioso o sobrenatural. Por ese motivo, todo lo que se nos diga en materia de doctrina cristiana debe estar refrendado por la sola Biblia.

Isaías 8:19,20 (véase también Deut. 18:10-12;13:1-4): “Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos? 20 ¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.”

Al respecto, a fin de evitar que ninguna persona sincera sea engañada, es importante desenmascarar las diversas manifestaciones de Satanás y sus demonios, cuyo principal movimiento es el espiritismo, pero que hoy en día se camufla también bajo otros nombres que pretenden darle una apariencia científica, como por ejemplo, la parapsicología y todo tipo de fenómenos paranormales. El espiritismo pretende comunicarse con los espíritus de los muertos (ver Job 14:12; Eclesiastés 9:5,6,10). Esto es el gran engaño, pues los supuestos espíritus de muertos son en realidad espíritus de demonios.

1ª Timoteo 4:1: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios;”.

Nadie que crea en la Biblia como Palabra de Dios será engañado, si está atento a lo que nos dice Él a través de la misma. Necesitamos confiar más en la Biblia y menos en las declaraciones de las personas, aunque sean líderes religiosos de prestigio. Como humanos, ellos pueden inducir a errores, y por eso toda predicación debe cotejarse con la Palabra de Dios.

2ª Corintios 11:13-15“Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. 14 Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. 15 Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras.”

He aquí lo que declara Dios en su Santa Palabra, para que nadie pueda ser engañado, y se excuse diciendo que Él ahora está en silencio.

Apocalipsis 13:13,14: También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. 14 Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió.

Apocalipsis 16:14-17: “pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso. 15 He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza. 16 Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.”

¿Acaso los milagros que hicieron Jesús y sus discípulos lograron convertir a más personas que la predicación del Evangelio del Reino?

El mayor milagro de todos los milagros y sobre el que está basada la fe del cristiano, es la resurrección de Jesucristo, y ésta fue vista por más de quinientas personas a la vez.  Pues San Pablo declara “…que apareció a Cefas, y después a los doce. 6 Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. 7 Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; 8 y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.” (1ª Corintios 15:5-8). Si la fe se obtuviera mediante los sentidos, dejaría de ser fe. Entonces, sí podríamos decir que Dios sería injusto con todos los otros que no han tenido ocasión de presenciar alguna manifestación sobrenatural. Inferimos, por tanto, que la fe y la salvación no se alcanzan mediante los sentidos físicos. “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; (9) por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8,9).

El evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree, y la justicia de Dios se revela por fe y para fe.

“…El evangelio […] es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; [..] (17) Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: mas el justo por la fe vivirá.” (Romanos 1:16,17).

¿Qué quiere decir que “la justicia de Dios se revela por fe y para fe?

Este es un mundo injusto. Las injusticias han sido y son algo corriente en todas partes y en todas las épocas, ¿Cómo, pues, podemos ver y creer en la justicia de Dios aquí en este mundo? Sólo hay un camino: la fe en Dios. Si pretendemos ver la justicia de Dios con nuestros sentidos o con nuestro entendimiento de la realidad, nunca creeremos que Dios es justo y misericordioso a causa de todo el mal que prolifera en nuestro derredor, y en todo el planeta.

Si confiásemos plenamente que la Santa Biblia es Palabra de Dios no dejaríamos de creer lo que afirma el gran Apóstol Pablo en los siguientes pasajes:

Romanos 3:21-26: “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

No me atrevo, a tratar de explicar las palabras de San Pablo, pues no creo que pudiera arrojar más luz sobre algo que él explica tan claramente. La justicia de Dios se manifiesta en su Hijo, Jesucristo, Él es nuestra justicia (Jeremías 23:5,6; 33:15,16; 2ª Corintios 5:21). Por eso San Pablo afirma: “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él.” (Romanos 3:22). No podemos dejar de repetirlo una y mil veces si fuese necesario, Sin fe es imposible ver que Dios es justo y tampoco podemos agradarle (Hebreos 11:6).

Al respecto, por si no ha quedado claro lo anterior, viene a propósito una valiente y profunda cita del gran Reformador Lutero, en su obra “De Servo Arbitrio” (La voluntad determinada):2

“El segundo factor es que la fe es “la confianza en las cosas que no se ven” (Hebreos 11:1). Por lo tanto, para que haya lugar a la “fe”, es preciso que todo aquello que sea objeto de la fe, esté escondido. Así Dios esconde su eterna clemencia y misericordia bajo la eterna ira, y su justicia bajo la injusticia, (1ª Samuel 2:6). Este es el más alto escalón (o grado) de la fe: creer que es clemente aquel que salva a tan pocos y condena a tantos; creer que es justo aquel cuya voluntad nos hace necesariamente condenables, dando la impresión, como se expresa Erasmo, de que se deleita en los tormentos de los infelices, y de que merece odio más bien que amor. Por lo tanto, si yo tuviera alguna remota posibilidad de comprender cómo es misericordioso y justo el Dios que muestra tan grande ira e injusticia, no tendría necesidad de fe. La fe en la vida es ejercitada en la muerte. (El resaltado en negrilla no está en el original)

En resumen: Dios siempre nos ha hablado a través de su Palabra. Él, en los tiempos antiguos llamó a un pueblo, Israel, e hizo grandes cosas y milagros por él, y ahora en el tiempo del fin, nos ha hablado a través de su Hijo Jesucristo, haciendo asimismo, prodigiosos milagros y señales, así que nadie tiene excusa, nadie puede decir que Dios permanece lejano, y no se ha implicado para salvar a este mundo, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (17) Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:16,17)

No es cierto por tanto que Dios permanezca mudo, aunque lo parece, sobre todo para los que no tienen fe, no quieren creer, en el gran Salvador Jesús. Dios nos habla a nuestra conciencia, diciéndonos lo que hacemos bien y mal. Él ha enviado su Santo Espíritu al mundo para convencernos de la verdad, de la justicia y de pecado, pero la mayoría lo rechaza, despreciando así el ofrecimiento de la gracia de Dios. Además, en todas las épocas, ha habido testigos suyos, testigos de Cristo, que han predicado las buenas nuevas de salvación. Dios, por medio, de sus escogidos no ha cesado de llamarnos. El  texto citado de Hebreos 1:1, confirma que Dios no ha dejado de hablar desde que el mundo existe, pero los humanos nos hemos hecho sordos y ciegos para no oír ni ver.

3. ¿Por qué, hoy en día, Dios no hace milagros como en los tiempos del AT y NT?

Con respecto a tu siguiente párrafo que cito a continuación, te cuestionas por qué los pastores, sacerdotes, predicadores, y, añadiría yo, todo cristiano auténtico, que al estar consagrado a Dios, igualmente, se le demanda la total entrega de sí mismo a los demás, no se dedican a imponer las manos para hacer sanaciones milagrosas y resurrecciones de muertos.

“Pero no vemos a los actuales «hombres de Dios» (pastores, sacerdotes, predicadores…) orar para que resucite un joven que se ha dejado la vida en el asfalto, por ejemplo. No los vemos ir a los hospitales de enfermos terminales, imponer sus manos y producir sanaciones instantáneas, como las que los judíos tuvieron oportunidad de ver. ¿Por qué? ¿Acaso merecían ellos más que nosotros el privilegio de ver la mano de Dios? ¿Merecían los apóstoles, por ejemplo, más que nosotros, ser testigos de esas manifestaciones? ¿No es acaso Dios injusto con este proceder? (Alfonso)

Simplemente, te respondo que su misión no consiste en ir por ahí haciendo milagros, sino en predicar el evangelio del reino para que la gente acepte a Jesús y así pueda recibir la vida eterna. El propósito de esta vida es ser lo que Dios quiso que fuéramos, para alcanzar la vida eterna. ¿Qué más excelente finalidad puede haber en este mundo, que ser uno mismo, amando a los demás, dándose a los otros y tener como premio la vida eterna por la sangre de Jesucristo? La conversión de las personas a Cristo es la labor más importante de todas: “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? (Marcos 8:36). Jesús testificó: “…antes si no os arrepentís todos pereceréis igualmente.” (Lucas 13:3).

Tu pregunta «¿es Dios injusto por haber hecho tantas señales sobrenaturales en tiempos de Jesús y sus apóstoles, y luego que murieron ellos, por dejar de manifestar su poder de la misma manera?»

Te respondo con otra: ¿Es injusto Dios porque hizo muchos milagros para que reconocieran a Cristo como el Mesías enviado para la salvación del mundo, y para consolidar a la iglesia primitiva, y ahora ya no los hace, por lo menos, con esa espectacularidad, porque ya disponemos de toda la Revelación, y su iglesia está firme en Cristo, y Él nos manda que sólo vivamos y hagamos todo por fe? ¿Juzgaremos a Dios? ¿Nos atreveremos a mostrar a Dios lo que es justo o injusto?

¿Haremos como Tomás que necesitamos ver y tocar para creer, o protestaremos como los viñadores que trabajaron desde el inicio de la jornada hasta el final de la misma y recibieron el mismo sueldo que los que trabajaron apenas una hora? ¿Acaso tenemos envidia porque Dios fue igualmente bueno con los que trabajaron todo el día que con los que solo lo hicieron una hora?

Muchos, que presenciaron a Jesús realizar los milagros, como el de la alimentación milagrosa de cuatro mil personas (Mt 15:38, 16:10; Mr 8:9,20), y en otra ocasión, cinco mil (Mt. 14:21, 16:9; Mr 6:44; 8:19; Lc 9:14; Jn. 6:10), tampoco creyeron. Así lo denunció Jesús: “Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.” (Juan 6:26).

¿Haremos nosotros también como los judíos del tiempo de Jesús que todavía le pedían más señales prodigiosas para poder creer?

Juan 6:30,31: “Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.”

Jesús nos responde a todos así:

Juan 6:27-30: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. 28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. 30 Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.

Juan 6:32-35: “Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. 34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan.  35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. 36 Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis.”

Me pregunto ¿si los que vivieron junto a Jesús y a sus apóstoles y le vieron personalmente y contemplaron algún milagro de los que Él hizo, tuvieron ventaja real respecto a nosotros, que a diferencia de ellos disponemos de toda la Revelación y no sólo una parte?

Al respecto, Jesús testifica que no basta con ver para tener fe sino que es necesario ejercer confianza en la bondad y verdad de Dios: “Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis.” (Juan 6:36).

4. Conclusión

Es cierto que la fe de los apóstoles y discípulos que convivieron con Jesús era escasa.  Creo que ellos no eran muy conscientes de quien era realmente Jesucristo y cual su misión. De ahí que nosotros, los que vivimos ahora, tenemos ventaja respecto a aquellos, porque poseemos una mayor perspectiva de la historia del mundo, y disponemos de toda la Revelación de Dios, la cual ellos, al principio, no tenían. No obstante, a partir de la muerte, resurrección de Cristo, los apóstoles y discípulos experimentaron una gran transformación, que se hizo especialmente evidente, poco después de la ascensión de Jesús al cielo, cuando el Espíritu Santo, en cumplimiento de la promesa del Padre, vino sobre ellos (Lucas 24:36-49; Hechos 2:1-24). Simplemente, acordémonos del apóstol Pedro, que de negar a Cristo tres veces pasó a liderar a la iglesia primitiva, dirigiendo el famoso discurso de Pentecostés, en el que, en ese solo día, se añadieron a la iglesia del Señor “como tres mil personas” (Hechos 2:41). No obstante, Jesús les reprochó su incredulidad antes de su ascensión a los cielos (Marcos 16:12,13; Lucas 24:33-44), y les abrió el entendimiento para que comprendieran todo lo que estaba escrito sobre Él.

Marcos 16:12,13 ( Ver además: Mt. 28.16-20; Lc. 24.36-49; Jn. 20.19-23): “Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo. 13 Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos creyeron. 14 Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.

Lucas 24: 33-44: “Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, 34 que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón. 35 Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan. 36 Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. 37 Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. 38 Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? 39 Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. 40 Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. 41 Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? 42 Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. 43 Y él lo tomó, y comió delante de ellos. 44 Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.”

Ésta es la clave: Jesús resucitado les explicó la Palabra y “les abrió el entendimiento”: “Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; 46 y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; 47 y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. 48 Y vosotros sois testigos de estas cosas. 49 He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” (Lucas 24:45-49):”

La falta de fe de sus discípulos que convivieron con Cristo, en todo caso, sólo viene a demostrar lo que afirmábamos arriba, que la fe no se forma a través de los sentidos, o sea, a base de visualizar manifestaciones milagrosas, sino que la fe es un don de Dios (Efesios 2:8; Romanos 5:2; Hebreos 12:2: “puestos los ojos [espirituales] en Jesús, el autor y consumador de la fe…”), que se adquiere cuando la persona conoce la Revelación de Dios y la acepta como la Verdad, y consecuentemente la obedece viviendo coherentemente con la misma. “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos 11:1). Implica, pues, la fe una verdadera conversión y orientación, sin titubeos, hacia la Verdad. Dudar que la Santa Biblia no es Palabra de Dios es hacer a Dios mentiroso, y negar a Cristo, la Palabra Encarnada.

Tito 1:21: “Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que es según la piedad, 2 en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos, 3 y a su debido tiempo manifestó su palabra por medio de la predicación que me fue encomendada por mandato de Dios nuestro Salvador,”

Hebreos: 6:17-20: “Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; 18 para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. 19 La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, 20 donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.”

Aunque yo no soy ejemplo de nadie ni de nada, de lo único que puedo hablar es de mi experiencia. Aparentemente, yo acepté las Buenas Nuevas de Salvación en Jesús hacia los años 73-75, pero hasta que abandoné la iglesia Adventista del Séptimo día, después de veintiocho años de permanecer como miembro practicante, no he empezado a experimentar la paz y los frutos del Espíritu, que se derivan de una aceptación real y consecuente de la Palabra, y de sentirme justificado y santificado para Dios por medio de su gracia en Cristo (Romanos 5:1).

La fe, pues, es un proceso, que se acrecienta, al unísono que vamos descubriendo y asimilando y poniendo en práctica las grandes verdades que encierra la Palabra de Dios, la cual es nuestro principal alimento espiritual que constantemente nos va dando vida espiritual, y crecimiento “…a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo 14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, 15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, 16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor. (Efesios 4:13úp-16)

Como hemos hecho en el cuerpo de este estudio, es nuestro deber advertir, que en los postreros tiempos, especialmente en nuestra época, cercana al fin del mundo, “…se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.” (Mateo 24:24). Desconfiemos, pues, de toda señal, manifestación prodigiosa o milagro, pues normalmente, no vendrá de parte de Dios “…sino del mismo Satanás [que] se disfraza como ángel de luz.” (2ª Corintios 11:14úp; Apoc. 13:13). Tampoco nos dejemos engañar por el espiritismo y los fenómenos paranormales que tanto abundan, pues “son espíritus de demonios que hacen señales…” (Apocalipsis 16:14). No es posible comunicarse con los espíritus de los muertos porque ellos nada saben “..y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.” (Eclesiastés 9:5úp.). Dios lo ha prohibido (Isaías 8:19-21; Deuteronomio 18:10-12; Lv. 19:31; 20:27) porque Él no quiere que seamos engañados por los demonios que se hacen pasar por los espíritus de los muertos.

Creamos que Dios es justo, y se ha revelado a la humanidad de diversas maneras y últimamente por su Hijo, Jesucristo. Dios no dejará impune a los que atentan contra la Verdad y hacen todo tipo de injusticias. (Romanos 8:18-25). Leamos por favor, la siguiente Palabra de Dios que nos advierte de detener con injusticia la verdad.

Romanos 8:18-25: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; 19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. 21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22 Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. 24 Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, 25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.”

Dios siempre nos ha hablado a través de su Palabra. Él, en los tiempos antiguos llamó a un pueblo, Israel, e hizo grandes cosas y milagros, y ahora en el tiempo del fin, nos ha hablado a través de su Hijo Jesucristo, haciendo asimismo, prodigiosas señales y milagros, así que nadie tiene excusa, nadie puede decir que Dios permanece lejano, y no se ha implicado para salvar a este mundo, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (17) Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:16,17)

No es cierto por tanto que Dios permanezca mudo, aunque lo parece, sobretodo para los que no tienen fe, no quieren creer, en el gran Salvador Jesús. Dios nos habla a nuestra conciencia, diciéndonos lo que hacemos bien y mal. Él ha enviado su Santo Espíritu al mundo para convencernos de la verdad, de la justicia y de pecado, pero la mayoría lo rechaza, despreciando así el ofrecimiento de la gracia de Dios. Además, en todas las épocas, ha habido testigos suyos, testigos de Cristo, que han predicado las buenas nuevas de salvación. Dios, por medio, de sus escogidos no ha cesado de llamarnos. Observemos como el siguiente texto de la Epístola a lo Hebreos confirma que Dios no ha dejado de hablar desde que el mundo existe, pero los humanos nos hemos hecho sordos y ciegos para no oír ni ver.

Hebreos 1: 1-4: “1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, 4 hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos.”

Si desea hacer alguna aclaración o comentario a este estudio o a cualquier otro, puede dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

Carlos Aracil Orts.
www.amistadencristo.com

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Referencias Bibliográficas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indiquen, expresamente, otras versiones distintas. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

1http://www.amistadencristo.com/miscelanea/bautismo_en_el_espiritu.php

2“La voluntad determinada” (“De Servo Arbitrio”) del gran Reformador, Martín Lutero.

Versión: 02-07-13

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Gustavo, primero de todo, decirle que me alegra mucho que haya contactado conmigo. En segundo lugar, le agradezco sus amables palabras de elogio a mi web, y que calificara mis artículos publicados como  “pedagógicos”. En tercer lugar, también me complace que me dijera que le gustó el artículo titulado “¿Qué simboliza el Árbol de la Vida?”.

Ahora voy a tratar de responder a sus interesantes reflexiones y cuestiones que me plantea, siempre contando con la ayuda de nuestro Señor y Dios.

Para ello necesito entender bien lo que usted me formula en sus siguientes comentarios:

«No sé si en la toma de decisiones personales que no tengan que ver con pecados (DECISIONES), también esté aún vigente para la vida de las personas, el tomar decisiones que tengan el respaldo y/o la voluntad y/o la obediencia de Dios (Árbol de la Vida) vs decisiones basadas solo en nosotros mismos y/o el conocimiento científico y/o el conocimiento humano del bien y del mal y/o conocimiento de otras personas (Experiencia). Mejor dicho, no sé si en la toma de decisiones cotidianas, esté aun involucrado todo lo relacionado con el comer de los dos árboles del jardín del Edén. Gracias» (Gustavo).

Al parecer, usted se pregunta si puede haber alguna relación entre la toma cotidiana de decisiones del ser humano con la decisión que tomaron Adán y Eva –antes de pecar, cuando estaban en el jardín del Edén– de comer del árbol prohibido, llamado “el árbol del conocimiento del bien y del mal” por Dios, en contraposición con “el árbol de la vida”.

Como es evidente, los nombres dados a estos árboles simbolizan” las dos posibilidades u opciones que Dios puso ante nuestros Primeros Padres: obedecer el mandato de Dios conducía a la vida eterna, representada por el árbol de la vida. Por el contrario, desobedecerle comiendo del árbol prohibido, significaba perder la inocencia y santidad con las que Dios les había dotado en la Creación, y llevaba irremisiblemente a la muerte.

Con alguna semejanza, los seres humanos desde que tenemos uso de razón nos enfrentamos diariamente a multitud de decisiones, que lógicamente tienen variadas consecuencias en nuestras vidas. Sin embargo, existe una notable diferencia entre la aptitud y habilidad para tomar decisiones que tenían Adán y Eva, antes de su Caída con la que tuvieron después de la misma.

En el cuerpo de este estudio bíblico que sigue a continuación, analizaremos las consecuencias del pecado original de Adán y Eva, en relación con la toma de decisiones cotidianas, y la forma de que ellas sean acertadas y convenientes para nuestras vidas, y, por tanto, agradables a Dios; pues Él desea lo mejor para nosotros, y que lleguemos a desarrollar todos los talentos, capacidades, aptitudes y habilidades, es decir, que alcancemos el ser que potencialmente es cada uno de nosotros desde que se nace, para “que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,  (16)  de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Efesios 4:15-16). Leámoslo también en algo de su contexto, para comprender mejor al apóstol Pablo, que nos está hablando.

Efesios 4:11-16: Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,  (12)  a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,  (13)  hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;  (14)  para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,  (15)  sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,  (16)  de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

“Mas nosotros [los cristianos] tenemos la mente de Cristo”. Esto es lo que conseguirá cada cristiano que estudie, crea firmemente en la Verdad de la Palabra de Dios, y viva en unión con Cristo y su Palabra (Juan 15:4-12), coherentemente con lo que ha creído: «la mente de Cristo».

1 Corintios 2:10-16: Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. (11) Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. (12) Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, (13) lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.  (14)  Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.  (15)  En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie.  (16)  Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo. 

2. Consecuencias del pecado original de Adán y Eva, en relación con la toma de decisiones cotidianas.

A partir del momento en que la Primera Pareja pecó se produjo una separación de Dios, y su naturaleza humana perfecta original, que le impedía obrar mal y equivocarse porque estaba en armonía con Dios, se degradó, de manera que, en adelante, su tendencia natural no iba a ser más hacia el bien, sino hacia el mal. Por tanto, desde entonces, Adán y Eva, la Primera Pareja, perdieron la capacidad y habilidad natural para hacer el bien, y con ellos, todos sus descendientes, entre los que nos encontramos usted y este humilde servidor suyo.

Evidentemente, Dios ha dotado a los seres humanos con un cerebro, mente y consciencia racionales e inteligentes, por tanto, capaces de pensar, razonar, sentir emociones y tomar decisiones, en base a que la consciencia, por medio de la función de la memoria, va acumulando todos los conocimientos y datos, de lo que somos, y de cómo concebimos el mundo y todo lo que nos rodea. Por tanto, nuestras decisiones dependerán mucho de todo el conocimiento y experiencia que poseamos, y no solo de eso sino de muchos factores más como, por ejemplo, lo fidedigno que sean los datos y conocimientos que hayamos adquirido, nuestro nivel de inteligencia, u objetividad, lo libre de prejuicios y de egoísmos que estemos, etc.

Lo cierto es que los seres humanos estamos muy limitados por muchos factores, en primer lugar, los derivados de la herencia genética, el entorno educativo y cultural en que hemos vivido, pero sobre todo, por la personalidad desarrollada, conocimientos y experiencias adquiridas, etc.

No obstante, aun el ser humano mejor dotado en todos los sentidos no puede saber de antemano cuál sería la mejor decisión a tomar en cada momento de su vida; por ejemplo, ¿a qué me dedicaré? ¿Cuál será la pareja con la que podría ser más feliz?, etc. Esto ocurre porque somos imperfectos, nuestras motivaciones son egoístas, y el futuro es impredecible, pues no sabemos lo que nos va a deparar la vida.

Por tanto, las falsas creencias, el desconocimiento de uno mismo, de los demás y del mundo en que vivimos son importantes hándicaps y obstáculos para tomar decisiones acertadas. Cuando digo “falsas creencias” no me estoy refiriendo solo a las religiosas, que son las que más pueden influir negativamente en nuestras vidas, sino también a las psicológicas derivadas de los prejuicios, de una educación errónea y de una visión deformada del mundo en que nos ha correspondido vivir.

Existen millones de personas en este planeta que van sin rumbo porque no conocen el propósito de Dios para sus vidas, y que no saben de dónde vienen ni adónde van. Constantemente toman decisiones contradictorias, y frecuentemente se fijan objetivos erróneos o que no les convienen, o que son ilícitos, o no adecuados a sus talentos y habilidades, o demasiado ambiciosos, etc.

3. La solución a todos los problemas del ser humano está en Cristo. Necesitamos conseguir “la mente de Cristo” (1 Corintios 2:10-16).

1 Corintios 2:10-16: Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.  (11)  Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.  (12)  Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido,  (13)  lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.  (14)  Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.  (15)  En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie.  (16)  Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.

La desorientación y falta de propósito de la vida que tienen los que todavía no han conocido y experimentado la bondad de Dios, no deberían sufrirlas los cristianos, que practican una verdadera relación con Dios, basada en la oración, estudio y obediencia diarios a Su Palabra.

Cuando cualquier persona es convertida por el Espíritu Santo, por medio de Su Palabra, nace de nuevo (Juan 3:5; 5:39: 17:17; Santiago 1:18; 1ª Pedro 1:22-25), y de ahí en adelante, el Espíritu Santo mora en él (Hechos 2:38-39; 1ª Corintios 3:16; 6:19; Efesios 1:13-14) y le guía a toda la verdad (Juan 16:13). A partir de ese momento “el justo por la fe vivirá” (Romano 1:16-17), y experimentará en su vida que el Evangelio, “es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”.

Romanos 1:16-17: Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.  (17)  Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.

La salvación no es solo algo que parece abstracto, pero que, sin duda, obtendremos en un futuro más o menos lejano cuando sea restablecido el Reino de Dios en el Paraíso celestial o en la Tierra nueva y los Cielos nuevos; sino que la salvación consiste en caminar día a día con Dios, “como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios;  (11)  fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;  (13)  el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,  (14)  en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:10-14).

4. Conclusión

Querido hermano Gustavo, Dios nos ha dado conocimiento, entendimiento y razón para que tomemos decisiones, pero todos somos imperfectos, falibles, y aun los mejores dotados, que tienen aparentemente las mejores capacidades, habilidades, conocimientos, información, datos etc., pueden fácilmente equivocarse y cometer grandes errores. Por eso, es necesario una relación con Dios fructífera que nos lleve al conocimiento de Él, de nosotros y de los demás, y del objetivo o propósito de nuestra vida. Y esto no es incompatible en absoluto para que hagamos uso de todo el entendimiento, razón y conocimiento que Dios nos ha dado o que la ciencia y la información disponible nos han proporcionado. Ambos extremos deben conjugarse, y para ello siempre es conveniente consultar con Dios.

El propósito de nuestra vida es llegar a ser lo que Dios ha determinado que seamos, de acuerdo con las características personales y talentos que Él ha dado a cada uno. De ahí que todo, absolutamente todo –las cuestiones, asuntos, problemas, decisiones con los que nos enfrentemos– se haya analizado fríamente, con nuestra razón, teniendo en cuenta toda nuestra experiencia, información y conocimientos de que dispongamos a nuestro alcance, una vez que lleguemos a una conclusión, ésta se debe poner en oración en las manos Dios, antes de ejecutarla, y esperar algún tipo de respuesta de su parte. La decisión final de todo lo que hagamos en esta vida resultará más adecuada y ajustada a la voluntad de Dios solo si contamos con Él para la misma, con su beneplácito, pero siempre lo que decidamos deberá estar de acuerdo con la Palabra de Dios y con su Espíritu.

Sin embargo, no podemos esperar que Dios respalde nuestras decisiones cuando ellas contravienen el espíritu y los principios de Su Palabra. Al respecto, el apóstol Pablo, nos da unos consejos que nos pueden ayudar a tomar decisiones que agraden a Dios, que son las que edifican, y no buscan egoístamente solo nuestro propio bien sino el del otro, o el de los demás. (1 Corintios 6:12-13; Cf.  1 Corintios 10:23-24).

1 Corintios 6:12-13  Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna.

1 Corintios 10:23-24  Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.  (24)  Ninguno busque su propio bien, sino el del otro.

Por otro lado, siempre, en todo lo que decidamos hacer, hemos de procurar que nuestros hermanos débiles en la fe no se puedan sentir afectados negativamente.

1 Corintios 8:11-12  Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió. (12) De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis.

Por lo tanto, “sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).

Filipenses 4:4-9: Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!  (5)  Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.  (6)  Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.  (7)  Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. En esto pensad. (8)  Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.  (9)  Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.

Y si actuamos por fe y para fe, tengamos siempre presente, no dudando jamás que “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).

Esperando haber sabido comprender su comentario y, haberle ayudado en algo, me despido, quedando a su disposición en lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

LA LEY DE DIOS
Versión 16-03-2011

Carlos Aracil Orts

1.  Introducción*

Hola hermana Elena, muchas gracias por preguntarme, pues eso significa que confías en que mis respuestas serán acertadas y ajustadas a la Santa Biblia. Aunque yo sé que tú no confías ciegamente en lo que te escribo sino que diligentemente lo cotejas en tu Biblia para comprobar por ti misma si lo que afirmo es correcto o no. Eso es lo que se debe hacer en todos los casos.

Presento a continuación tu correo en el que me formulas tus nuevas cuestiones y reflexiones:

«Hola hermano Carlos, he leído tu estudio, es bueno y estoy de acuerdo contigo, lo único, que ahora tengo otra pregunta. Si decimos que la ley escrita en el corazón también nos lleva a Cristo porque es nuestro ayo, cuando nos deja en las manos del Señor ya no tiene poder sobre nosotros, ¿verdad (según las palabras de Pablo)? Quiere decir esto que la ley en el corazón no tiene validez para el cristiano cuando nos deja en las manos de Cristo, [pero] ¿no sería esto una contradicción de la promesa del nuevo pacto que Dios hizo con la humanidad, o sea escribir su ley en el corazón humano? Creo que se me escapa algo importante… ¿La ley en el corazón estaba escrita aun en el corazón de los judíos, aunque ellos tenían una ley escrita en tablas, entonces cuando Cristo murió quitó la ley de las tablas para escribir su ley de amor, la que ya estaba escrita desde el principio, pero medio borrada por el pecado?
Y a continuación te copio la pregunta de un forista adventista, si tienes un ratito para responderme a esta pregunta también. Gracias previamente Carlos, Dios te bendiga grandemente en tus estudios de su Palabra!» (Elena)

Aunque mi último estudio-respuesta, titulado ¿Es la ley del Sinaí el ayo que nos conduce a Cristo?, aclaró bastante algunas de tus dudas, no obstante, cuando contactaste por Internet con un adventista, al compartir tus ideas sobre la ley del Sinaí, él te hizo la siguiente objeción:

“Según tú la ley fue dada solo a los de Israel y fue clavada en la cruz. Siendo así no tienes porque decir que la ley lleva personas a Cristo y que es nuestro ayo. Te contradices.” (un adventista)

En lo que sigue voy a intentar responderte, a todo lo que me planteas.

2. La ley del Sinaí escrita en tablas de piedra fue dada al pueblo de Israel

En mi último estudio titulado ¿Es la ley del Sinaí el ayo que nos conduce a Cristo?, dejamos claro que la ley de Dios no fue promulgada hasta Moisés. Así lo declara el apóstol Pablo en Romanos cinco: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. 13 Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir”. (Romanos 5:12-14).Hubo pues un “antes” de la ley, en que no existía la ley, y San Pablo añade “pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. (14) No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés,…”.

Luego si hubo pecado es porque había ley. Sin embargo, no fue la ley de los diez mandamientos escritos en tablas de piedra, que no fue dictada por Dios hasta Moisés, sino la ley natural que todo ser humano tiene implantada en la conciencia, aquella que le hace discernir entre el bien y el mal.

También vimos en mi citado estudio anterior, que los seres humanos, debido al pecado original heredado de Adán, no pueden cumplir a la perfección las exigencias de esta ley, que es la base del juicio de Dios. La ley no puede perfeccionar al pecador, solo le señala su pecado (Romanos 3:20). Por nuestra propia voluntad nos es imposible ser justos por las obras de la ley, es decir, no podemos alcanzar la justicia necesaria para ser salvos por nuestras obras, cumpliendo lo que exige la ley (Romanos 3:20, 28; Gálatas 2:16). El problema del pecado es interno, involucra a toda nuestra naturaleza, está en lo profundo de nuestro corazón. “…Pues si por la ley fuera la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21). Fue, pues, necesario, que Cristo muriera por nuestras transgresiones, y pagase la culpa que nos corresponde. Por eso cuando aceptamos a Cristo como nuestro sustituto y salvador, Él, por medio de su Espíritu  Santo, transforma nuestra naturaleza pecaminosa, al darnos el nuevo nacimiento (Juan 3:5; Col. 3:9,10; Efesios 4:22-24; 2ª Corintios 5:17). Entonces se produce la muerte del viejo hombre, de la antigua naturaleza, y surge una nueva criatura en Cristo capaz de vencer al pecado. Así pues, el pecado es vencido desde el interior del hombre no desde el exterior con la ley. “Porque la ley del espíritu de vida en cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.” (Romanos 8:2).

Abraham conocía la ley de Dios porque se regía por la ley natural. Sin embargo, no tenía la ley de las tablas de piedra porque fue promulgada por Dios, 430 años después de él. (Gálatas 3:17). En Génesis 26:5, Dios afirma no obstante que, “…Abraham  oyó mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.”  ¿Qué leyes son esas? No la ley del Sinaí, puesto que no existía todavía, y no hay registro en el libro de Génesis de que Dios la hubiera dictado, sino que únicamente disponía de las leyes morales naturales, y también del único mandamiento que Él le dio, que es el de la circuncisión, como señal del pacto.  

Génesis 17:9-13: Dijo de nuevo Dios a Abraham: En cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y tu descendencia después de ti por sus generaciones. 10 Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros. 11 Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros. 12 Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje. 13 Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo. 14 Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto.

Moisés también ratifica que La ley del Sinaí escrita en tablas de piedra fue dada por Dios sólo al pueblo de Israel como base del pacto antiguo:

Deuteronomio 4:13: Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra.

Deuteronomio 5: 2-9Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. 3 No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos. 4 Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte de en medio del fuego. 5 Yo estaba entonces entre Jehová y vosotros, para declararos la palabra de Jehová; porque vosotros tuvisteis temor del fuego, y no subisteis al monte. Dijo: 6 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de tierra de Egipto, de casa de servidumbre. 7 No tendrás dioses ajenos delante de mí. 8 No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 9 No te inclinarás a ellas ni las servirás;…”

Moisés deja claro que “No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos.” (Deuteronomio 5: 3). Es decir, la ley nunca existió antes de Moisés. Por tanto, no regía anterior a él. Además la ley que vino 430 años después de Abraham no fue solo el Decálogo sino todo el sistema de leyes morales, ceremoniales, civiles, de alimentación, de la guerra, etc. que conforman la totalidad de la ley o Torah para los judíos. El Antiguo Pacto está vinculado a todo este conjunto de leyes, que tienen reglamentos asociados, los cuales debía cumplir solo el pueblo de Israel, y nadie más.

Por una parte, cuando Dios dicta la ley en el monte Sinaí, en el mismo preámbulo expresa a quien va dirigida:  “Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: 2 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. 3 No tendrás dioses ajenos delante de mí. 4 No te harás imagen,…” (Éxodo 20:1-3). La ley es solo para el pueblo de Israel, al que “sacó de Egipto”.

Por otro lado, el cuarto mandamiento, “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. 9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; 10 mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. 11 Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.” (Éxodo 20:8-3), no pertenece a la ley moral natural. Sino que se trata de un mandamiento ceremonial, y que además es la señal del pacto, al igual que lo fue la circuncisión para Abraham.

Éxodo 31:12-16: “Habló además Jehová a Moisés, diciendo: 13 Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. 14 Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. 15 Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá. 16 Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. 17 Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó.

Querer que los cristianos estén bajo una ley en cuyo corazón está el cuarto mandamiento, que no es otra cosa que la señal del pacto entre Dios y el pueblo de Israel, y que cuya transgresión implicaba sentencia de muerte, es un absurdo. Además el mandamiento del reposo sabático estaba vinculado a un rígido reglamento que indicaba lo que de ninguna manera se podía realizar en sábado, porque estaba terminantemente prohibido, como el hacer cualquier trabajo secular (Éxodo 20:10; Levítico 23:3), viajar (Hechos 1:12), hacer fuego (Éxodo 35:3), compras (Nehemías 10:31; 13:15-17), llevar cargas (Nehemías 13:19; Jeremías 17:21), etc.  Realizar cualquier trabajo estaba sancionado con la pena de muerte (Éxodo 35:2,3; Números 15:32-36):

Éxodo 35:2,3: Seis días se trabajará, mas el día séptimo os será santo, día de reposo para Jehová; cualquiera que en él hiciere trabajo alguno, morirá. 3 No encenderéis fuego en ninguna de vuestras moradas en el día de reposo.

3. ¿Bajo que ley está toda la humanidad que no tiene a Cristo?

Como decíamos en el estudio bíblico anterior: Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado. (Santiago 4:17).

Todo el mundo está bajo la ley de Dios y bajo su juicio de condenación, hasta que se arrepienta y se allegue a Cristo, y entonces Él le salva, justificándole de todos sus pecados. Tanto si conocemos la ley de Dios como si solo nos guiamos por la ley natural escrita en nuestra conciencia, seremos juzgados por nuestra fidelidad y coherencia de nuestros actos de acuerdo al conocimiento de la voluntad de Dios que cada uno tenga.

Romanos 2:11-16: “porque no hay acepción de personas para con Dios. 12 Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; 13 porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. 14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, 15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, 16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.”

4. Conclusión

Lo que Dios quiere decirnos a cada uno, es que reconozcamos que somos pecadores, y que no podemos cumplir la ley de nuestras conciencias ni la ley moral externa porque nuestra naturaleza pecaminosa no lo permite. Por eso Cristo tuvo que morir, para que con su resurrección evidenciara su victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo. Por tanto, solo podemos obtener la victoria sobre estas tres entidades espirituales mediante Cristo, creyendo en Él y en su obra propiciatoria y que mediante su Espíritu santo nos dará el nuevo nacimiento y nos convertirá en nuevas criaturas, donde Cristo reina.

¿Qué ley fue abrogada en la cruz?

Todo lo que acusaba tanto a judíos como a gentiles. Para los judíos, toda la Torah, toda la ley escrita, pero permanecen los principios morales que regulan nuestra relación con Dios y con el prójimo:

Mateo 22:36-40: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.”

Tanto para gentiles como judíos, como todos estamos bajo pecado (Romanos 3:9,10, 23, 5:12), y como nadie es capaz de cumplir estos dos mandamientos en plenitud y perfección, todos estamos condenados mientras no acudamos a Cristo.

¿Qué ocurre entonces? Que la ley de nuestra conciencia, perfeccionada por las sucesivas revelaciones de Dios en el AP y en el NP, que abundaron nuestro pecado (Romanos 5:20), es nuestro ayo que nos conduce a Cristo, y ya en él, morimos al hombre viejo, y a la ley, ya sea interna o externa. Ya somos libres de la ley, porque no puede condenarnos puesto que hemos muerto a ella (Romanos 7:1-6), y renacemos al nuevo hombre en Cristo, y se nos da la justicia como si fuéramos capaces de cumplir perfectamente la ley del amor. Todas nuestras imperfecciones, que son muchas quedan cubiertas por la sangre de Cristo, y el cristiano vive por la fe en él, y por su poder progresa cada día en el amor a Dios y al prójimo, y no se le imputan sus pecados involuntarios fruto de su naturaleza pecaminosa que no se transforma completamente en este cuerpo mortal.

Romanos 7:6: Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

La ley ahora ya no tiene nada que ver con el cristiano “Porque la ley del espíritu de vida en cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.” (Romanos 8:2). Porque está bajo otra ley superior, la ley del espíritu de vida en cristo Jesús.”

1ª Juan 4:8-10: El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. 9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. 10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.

No hay pues contradicción alguna, la ley nos condena porque es imposible al hombre natural cumplirla; es imposible amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, pero Dios ha dado la solución en Cristo Jesús. Los principios de esta ley coinciden con la ley del Sinaí revelada por Dios a Moisés, excepto en el reposo sabático que es un mandamiento exclusivo para los judíos. Por eso, no se trata de la misma ley sino de la ley universal del amor a Dios y al prójimo. La ley del Sinaí, junto con toda la Torah fue abolida con la muerte de Cristo en la cruz, pero no sus principios que permanecen.

Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”

Los principios morales de la ley natural ratificados por la Revelación de Dios a Moisés y por Cristo en el Evangelio de San Mateo capítulo cinco son inamovibles, y toda la humanidad los transgrede (Romanos 3:9,10,23), pero los que son redimidos en Cristo son justificados y ninguno tipo de ley les condena:

Romanos 8:1: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús…”

Un fuerte abrazo

Bendiciones

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com

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Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias Bibliográficas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

¿Cuándo somos liberados de la esclavitud del pecado y de la ley?
 
Versión: 26-05- 2012

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

El hermano Daniel me pide lo siguiente:

“¿Puede dar una explicación sobre el capítulo cuatro del libro de los  Gálatas?”
(Daniel)

Mi estimado hermano, también me indica, de una forma más específica y concreta, que se refiere esencialmente a los versículos del uno al siete, del citado capítulo cuatro, que vamos a leer a continuación:

Gálatas 4:1-7: Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; (2) sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. (3) Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. (4) Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, (5) para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. (6) Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! (7) Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.

Para analizar unos textos, siempre es conveniente seguir la buena norma hermenéutica de leer el contexto donde se ubican los pasajes citados, y también el resto de la carta para obtener una idea general de lo que está hablando el autor del libro o de la epístola.

En este caso el autor de la epístola  a los Gálatas es el apóstol san Pablo. Él escribe a las iglesias de Galacia (Gálatas 1:2) por un asunto concreto que estaba perturbando a esas iglesias.

Por el contexto amplio sabemos que el problema al que se enfrentaban los gálatas era muy grave. Como lo es el hecho de que en las iglesias de Galacia habían surgido unos predicadores que trataban de alejar a los cristianos de estas iglesias del verdadero Evangelio. Así lo afirma san Pablo: “…hay algunos que os perturban y quieren pervertir el Evangelio de Cristo” (Gálatas 1:6).

El gran Pablo tiene que recordarles que su autoridad como apóstol viene de Dios el Padre y de su Hijo, Jesucristo quien le reveló personalmente el Evangelio que estaba predicando (Gálatas 1:11-14), y que no obstante, él tuvo la humildad de cotejarlo con los apóstoles Pedro y Jacobo, para que no hubiese dudas de que todos predicaban el mismo Evangelio de la Gracia (Gálatas 2:2,3,9).

Por eso, Pablo, se atrevió a amonestar a san Pedro, cuando comprobó que éste y unos cuantos más influidos por la conducta de san Pedro “no andaban rectamente conforme a la verdad del Evangelio” ¿A qué se está refiriendo el apóstol Pablo? Pues a que estaban obligando a los gentiles a judaizar: –“¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?”– (Gálatas 2:14).

¿Qué quería Pablo significar  con la palabra “judaizar”?

 El contexto evidencia que esos falsos evangelistas intentaban que los gentiles cristianos se circuncidaran, y no solo eso, sino que se pusieran bajo la ley del AT y trataran de cumplirla como el modo correcto de obtener la justicia ante Dios (Gálatas 2:3,16), abandonando la salvación en Cristo que es por la Gracia de Dios. Pablo aclara que “todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues, escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. (11)Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá;  (12)  y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas” (Gálatas 3:10-12).

2. Cuál es el propósito de la ley y bajo que ley está toda la Humanidad

Todos los que no están en Cristo, están bajo la ley moral que conocen, ya sea la ley escrita en tablas de piedra o la escrita en tablas de carne del corazón (2ª Corintios 3:3). O sea, la ley de su conciencia más una ley moral externa, o solo la ley de su conciencia. En cualquier caso, todo el mundo es transgresor de la ley moral, ya sea la externa o la de su conciencia o ambas. La condición legal para la salvación que Dios exige es cumplir toda la ley sin fallar en un punto, “porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10). La Palabra de Dios afirma categóricamente que “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), y que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).

Romanos 2:11-16: “porque no hay acepción de personas para con Dios. 12 Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; 13 porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. 14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, 15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, 16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.”

¿Para qué sirve, pues, la ley? Dejaremos que la misma Palabra conteste:

Romanos 3:20: ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.

Romanos 5:20: Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;

En pocas palabras: el propósito de la ley es hacernos ver nuestros pecados y  que, por la debilidad de nuestra carnalidad, nunca podremos cumplirla a la perfección. Es decir, somos impotentes de cumplirla y por tanto, estamos condenados a muerte. Es entonces, cuando Dios nos ofrece Su Gracia salvadora en Cristo Jesús. Y nos dice, “si tu te arrepientes de tus pecados, y te acoges a mi Gracia eres salvo por medio del Señor Jesucristo, que ha pagado tu culpa en la cruz” (Romanos 5:1; 6:23). Si creemos esto y lo aceptamos y nos lo apropiamos, somos salvos; en caso contrario todavía estamos en nuestros pecados.

Por tanto, todo el mundo está bajo la ley de Dios y bajo su juicio de condenación, hasta que se arrepienta y se allegue a Cristo, y entonces Él le salva, justificándole de todos sus pecados. Tanto si conocemos la ley de Dios como si solo nos guiamos por la ley natural escrita en nuestra conciencia, seremos juzgados por nuestra fidelidad y coherencia de nuestros actos de acuerdo al conocimiento de la voluntad de Dios que cada uno tenga.

Dios nos muestra dos caminos de salvación, pero nos advierte que solo uno es viable.

En teoría, Dios nos da dos caminos para salvarnos:

Primero: el camino legal: Obedecer a la perfección Su ley de amor, pero teniendo en cuenta que no sirve cumplirla de forma legalista como hacían los fariseos del tiempo de Jesús, que trataban de cumplir la letra de la ley, pero que en su espíritu la transgredían constantemente, pues su corazón endurecido no era capaz de amar.

Segundo: el camino de la Gracia: Reconocer nuestra incapacidad de cumplir la ley, arrepentirnos de nuestros pecados y acogernos a la Gracia de Dios mediante Su Hijo Jesucristo, que ha cumplido la ley a la perfección en nuestro lugar, y por su sangre nos limpia de todo pecado.

El camino legal, como hemos dicho, requiere el cumplimiento perfecto de Su ley de amor durante toda la vida sin fallar ni una vez, y observando todos los mandamientos de la ley; como así nos lo hace saber el apóstol Santiago:

Santiago 2:10-12: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.  (11)  Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.  (12)  Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad.

También el mismo Jesús propone este camino al “joven rico”, para hacerle ver que no cumplía la ley, y que era necesario que abandonara al dios de la riquezas, para seguir al verdadero Dios, que es Jesús. Él sabía que este joven rico jamás podría salvarse tratando de guardar la ley, pero quería mostrarle lo pecador que era; pues amaba más las riquezas que a Dios. Por eso le propone, que venda todo lo que tiene, lo dé a los pobres y le siga. Ésta es la única forma de salvación, entregarse a Cristo, pero para eso era necesario abandonar los demás dioses que controlaban la débil carne (Lucas 18:18-23).

Lucas 18:18-23: Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? (19) Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. (20) Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre. (21) Él dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.  (22)  Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.  (23)  Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico.

Nadie en ninguna época de la historia de la humanidad ha podido salvarse cumpliendo la ley a la perfección, porque ¿quién ama a Dios con todo su alma y corazón, y al prójimo como a sí mismo? Por eso, la Palabra de Dios, enseguida, nos desengaña para que no tratemos de conseguir un objetivo imposible, y caigamos en maldición, y nos dice lo siguiente:

Todos somos pecadores y la paga de nuestro pecado es la muerte (Romanos 6:23)

Romanos 3:9,10,23: “…todos están bajo pecado…No hay justo, ni aun uno” […] (23) “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”

Tratar de salvarse cumpliendo la ley resulta en maldición para el que lo intenta.

Gálatas 3:10-13: Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. (11) Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá;  (12)  y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. (13)  Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)

Porque es imposible para el ser humano, que es “carne débil” y pecaminosa, cumplir la ley.

Romanos 8:3-4: Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;  (4)  para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

El hombre no es justificado (salvado) por las obras de la ley

Gálatas 2:16-21: sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. […](19)  Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.  (20)  Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.  (21)  No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

En resumen, todos somos pecadores porque la ley nos condena, y todos podemos acogernos a la gracia de Dios. (Romanos 8:28-39; Efesios 1:4-14). Reconozcamos humildemente nuestra condición de pecadores, y renunciemos a salvarnos mediante las obras porque por muy buenas que sean nunca pueden pagar la deuda del pecado, sólo “…acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebreos 4:16)

Romanos 7:24,25: ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.

Hebreos 4:14-16: Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

Por tanto, el camino de la gracia es el único que nos lleva a la salvación.

3. La ley es un ayo para llevarnos a Cristo

Cuando vemos que el camino legal, el de guardar la ley a la perfección, sin fallar en un punto, y durante toda la vida es imposible, entonces, la ley se convierte en nuestro ayo que nos conduce a Cristo para acogernos a Su Gracia y ser salvos por medio de Él, aparte totalmente de la ley moral.

Gálatas 3:24: De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.

Es decir, en Cristo somos justificados, o sea, salvados, no por cumplimiento de la ley, ni por ninguna buena obra que hayamos hecho, sino solamente por la fe en Cristo que salva.

Pablo compara la función de la ley con la de un ayo, tutor o pedagogo, cuya misión era corregir, guiar y proteger al heredero entre tanto no hubiera alcanzado la edad de emancipación. El niño aunque heredero del padre, estaba sometido a la autoridad del tutor, que constantemente le corregía y le indicaba lo que estaba bien y mal, al igual que lo hace la ley moral. Ésta, constantemente, descubre nuestras imperfecciones y nuestras transgresiones. Por más que nos empeñemos en cumplir todos los mandamientos, siempre hay uno o más que nos es imposible guardar; y aunque logremos alguna vez satisfacer todos los requerimientos y exigencias de la ley en cuanto a la letra, o sea, externamente, haciendo uso de todo el poder de nuestra voluntad, realmente nunca cumpliremos el espíritu de la misma con nuestras propias fuerzas. Porque, como dice Pablo, “sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.” (Romanos 7:14).  Veamos lo que exige la ley según Jesucristo:

Mateo 5: 21,22, 27,28, 31,32, 38-48: Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. 22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; […] 27 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. […] 31 También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. 32 Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio. […] 38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. 43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

4. Los dos pactos: el Antiguo, simbolizado por la esclava Agar y el Nuevo por la libre Sara.

¿A qué pacto queremos pertenecer, al Antiguo Pacto, el del Sinaí, del que es figura la esclava Agar y la Jerusalén actual, y da hijos para esclavitud,  o al Pacto Nuevo que procede de la promesa, que Dios hizo a Sara, la libre, que es figura de la Jerusalén de arriba, y que es madre de todos nosotros? (Ver Gálatas 4:22-26, 30,31).

Gálatas 4: 21-31:  Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley?  (22)  Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava,(B) el otro de la libre.(C)  (23)  Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa.  (24)  Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar.  (25)  Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud.  (26)  Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.  (27)  Porque está escrito:  Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz;  Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto;  Porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido.  (28)  Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa.  (29)  Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.  (30)  Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre.  (31)  De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre.

En otras palabras ¿queremos pertenecer a Cristo, el hijo que viene de la promesa de Dios a Sara o, por el contrario, preferimos  el pacto del Sinaí, que lleva a esclavitud? ¿Somos  hijos de la iglesia de Cristo o del pueblo del Sinaí?

De otra manera:

¿Cómo heredamos la bendición que Dios prometió Abraham por medio de su “simiente”?

¿Recibimos la salvación por medio de la ley o por el hijo de la promesa que es Cristo? (Ver Gálatas 3:14-18)

Gálatas 3:14-18: “14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.” 15 Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. 16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. 17 Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. 18 Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa.”

Debemos comprender que los gentiles nunca tuvimos nada que ver con el pacto del Sinaí, jamás estuvimos bajo la ley, ni nunca tuvimos la obligación de guardar el reposo sabático como tuvieron que hacer los judíos porque para ellos el sábado era señal de su pacto con Dios, pero para nosotros, los gentiles, nada es.

Esto es, lo que más o menos está diciendo Pablo: “la ley que vino cuatrocientos treinta años después” de la promesa que Dios hizo a Abraham, de que por su simiente (Cristo) serían benditas todas las naciones de la tierra, no abroga, ni invalida la alianza con Abraham porque la justicia, justificación, salvación viene por Jesús, a los que son de la fe, no a los que son de la ley. (Ver, por favor, Romanos 4:2,3, 13,14).

Romanos 4: 13,14: “Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. 14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa.”

Escuchemos, por favor, a San Pablo, y no nos cerremos a la verdad:

Gálatas 5:1-6:“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. 2 He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. 3 Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. 4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. 5 Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; 6 porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.

Si te circuncidas para guardar la ley o intentas guardar el reposo sabático, te obligas a guardar toda la ley. Esto es lo que dice San Pablo.

Gálatas 5:13,14: “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. 14 Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo

Gálatas 5:16-26:16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. 17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. 18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. 19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. 22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. 24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. 25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. 26 No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

Gálatas 6:1-6: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. 2 Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.

Gálatas 4:8-10: Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses;  (9)  mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?  (10)  Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años.  (11)  Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.

Gálatas 3:1-14: ¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?  (2)  Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?  (3)  ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?  (4)  ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano.  (5)  Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?

5. Conclusión

Gálatas 4:1-7: Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; (2) sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. (3) Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. (4) Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, (5) para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. (6) Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! (7) Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.

En Gálatas 4:1-7, san Pablo está haciendo un símil, y para ello utiliza una figura o metáfora de un niño que, aunque es el heredero de todos los bienes del padre,  mientras todavía tenga esa condición de niño, no puede gozar de dichos bienes, sino que está bajo tutores que constantemente le están instruyendo de lo que es correcto y de lo que no lo es; de lo que debe hacer y de lo que tiene que abstenerse de hacer. Por eso, dice Pablo, que siendo dueño de todo, como heredero que es del padre, “en nada difiere de un esclavo”, pues tiene que obedecer todo lo que le dictan sus tutores, o exponerse al castigo. Sin embargo, esa situación de niño no es para siempre, sino “hasta el tiempo señalado por el padre” (Versículo 2).

Ahora viene el símil, pues compara esta situación que sufre el niño con la de todo ser humano que está en “esclavitud bajo los rudimentos del mundo” (Versículo 2). Los rudimentos del mundo es toda la ley de Moisés o de Dios. Empiezo por Moisés, pues algunos se escandalizarían si dijera la ley de Dios directamente. Pero, ¿de quién es la ley de Moisés sino de Dios que la dictó? La ley de Dios intentaba desde fuera reprimir a “la carne” para que no cometiera malas acciones. ¿Es por eso la ley pecaminosa?  “En ninguna manera” (Romanos 7:1). “La ley es buena” (1ª Timoteo 1:8-10)

1ª Timoteo 1:8-10: Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente;  (9)  conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas,  (10)  para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina,

Y ¿cómo “lo que es bueno, vino a ser muerte” (Romanos 7:13)? Porque la ley se limita a decir lo que es pecado, y no nos da poder  para vencerlo ni cambia nuestro corazón pecaminoso, por lo tanto nos deja muy mal, con sentimientos de culpa que nos matan. La función de la ley es la misma que la de los tutores con el niño, es decir, mostrar lo que está mal, y advertirnos, que su transgresión conlleva un castigo, una penalidad.

Romanos 8:3-4: Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; (4) para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

¿Hasta cuándo se extiende esa situación semejante a la de un niño heredero pero esclavo de sus tutores? Mientras uno este bajo los rudimentos del mundo, o sea bajo la ley de Dios, y hasta que sea redimido por Su Hijo, entonces es adoptado como hijo: “Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:5-7).

¿Cuándo termina la esclavitud del pecado? “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, (5) para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” (Gálatas 4:4,5).

Cristo vino físicamente,  hace poco más de dos mil años, cuando abandonó su trono celestial, y su forma espiritual divina y se encarnó, al nacer de una mujer, la virgen María.

Sin embargo, antes, para el AT, y después de ese momento, para todos los del NT, tenemos acceso a Él por medio de su Espíritu. Antes, en el AT, el acceso, era por la fe en Cristo. Siempre en toda época el acceso al Salvador ha sido por la fe. Antes, la redención por la sangre de Cristo estaba en el futuro, pero ahora, no tenemos excusa, porque es una realidad que ha sido cumplida en el pasado.

Hebreos 9:11-15: Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación,  (12)  y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.  (13)  Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos,(M) y las cenizas de la becerra(N) rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne,  (14)  ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?  (15)  Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto,[a] para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.

Hebreos 10:19-23: Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,  (20)  por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne,  (21)  y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,  (22)  acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones(F) de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.(G)  (23)  Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.

¿Cuándo los seres humanos del AT experimentaron la libertad de estar con Cristo?

Cuando dejaron de caminar como niños bajo la ley, y se aferraron por la fe al Cristo prometido a Abraham, por medio del Espíritu de Cristo que habló a sus corazones y les hizo sentirse como hijos nacidos de nuevo y siendo capaces de exclamar “¡Abba1, Padre!” (Abba o Abbá es una expresión que denota familiaridad con el Padre, lo que demuestra que se es hijo. Cristo dijo lo mismo en el Getsemaní cuando se dirigió al Padre para que apartase la copa del sufrimiento: Marcos 14:36)

En el NT ocurre lo mismo, pero más fácil, pues Cristo ya vino físicamente: “cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4). Aunque ahora ya Cristo ha venido físicamente, muchos todavía caminan bajo la ley de Dios, porque Cristo todavía no ha entrado en sus corazones por medio de Su Santo Espíritu, y como no  han nacido de nuevo, no son hijos, por tanto siguen bajo el tutor o ayo hasta que “crezcan y maduren” y dejen atrás “los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar” (Gálatas 4:8-11). En el versículo diez –“Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años”–  se ve claramente que esos pobres rudimentos se refieren a la ley de Dios, aquella que manda guardar el reposo sabático del cuarto mandamiento y los demás días festivos que son santa convocación para Jehová  (ver por ejemplo Éxodo 12:16; Levítico 23:3, 24; 23:36; Núm. 28:26; 1ª Crónicas 23:31; 2 Crónicas 2:4; 8:13; 31:3; Esdras 3:5; Nehemías 10:33; Isaías 1:13; Oseas 2:11; etc.)

1 Crónicas 23:31: y para ofrecer todos los holocaustos a Jehová los días de reposo, lunas nuevas y fiestas solemnes, según su número y de acuerdo con su rito, continuamente delante de Jehová;

2 Crónicas 31:3: El rey contribuyó de su propia hacienda para los holocaustos a mañana y tarde, y para los holocaustos de los días de reposo, nuevas lunas y fiestas solemnes, como está escrito en la ley de Jehová.

Gálatas 4:8-11: Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses;  (9)  mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?  (10)  Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años.  (11)  Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.

Por tanto, el camino legal para la salvación no sirve en absoluto, pues los seres humanos tenemos una naturaleza pecadora que necesita ser regenerada, por medio de la Palabra de Dios y la convicción del Espíritu Santo actuando en nuestras conciencias. Cuando “crecemos o maduramos”, dejamos de ser “niños”, es decir, nos arrepentimos y nos acogemos a la Gracia de Cristo, entonces, dejamos de estar bajo la ley, porque hemos nacido de nuevo y adoptados como hijos de Dios. Ahora, ya no necesitamos la ley el tutor que nos diga lo que está bien y lo que está mal, pues Cristo vive en nosotros, somos su templo (1ª Corintios 3:16), sus hijos, nos ha transformado en nuevas criaturas en Cristo (1ª Corintios 3:16; 6:19; 2 Corintios 6:16) y Su Espíritu nos guía para ser hijos de Dios y a toda la verdad (Juan 14:26;16:13 )

Romanos 8:1-17: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús […] (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

Romanos 8:7-17: Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; (8) y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. (9) Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. (10) Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. (11) Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. (12) Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; (13) porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. (14) Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (15) Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (16)  El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.  (17)  Y si hijos, también herederos;(A) herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Quedo a su disposición. Bendiciones

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

1Jesús en Getsemaní decía ¡Abba, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Marcos 14:36). Abba o Abbá es un nombre arameo que, en labios de Jesús, expresa la familiaridad del Hijo con el Padre, ver Mt 11:25-26p; Jn 3:35; 5:19-20; 8:28-29, etc. por eso será puesto en boca de los cristianos, Romanos 8:15; Gál 4:6, a los que el Espíritu, Rom 5:5+, hace hijos de Dios, Mateo 6:9; 17:25+; Lucas 11:2, etc. (Comentario NBJ, 1998) a Marcos 14:36.

Versión: 03-07- 2012

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado George, le agradezco que contactara conmigo y que me hiciera las siguientes interesantes preguntas:

“Tengo una pregunta sobre la ley que se escribe en el corazón del creyente bajo el nuevo pacto. ¿Cual es esa ley que se escribe en el corazón? Sé que el Espíritu Santo escribe esa ley, pero ¿cuál es su cometido? ¿Cual es el propósito de escribir la ley en nuestro corazón y mente?” (George).

Su interesante pregunta se basa en los siguientes pasajes bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento:

En Jeremías 31:31-34 se encuentra la promesa del Nuevo Pacto que Dios hará con las casas de Israel y Judá: “Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón”

Jeremías 31:31-34: He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.  (32)  No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.  (33)  Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. (34) Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.

Y en Hebreos 8:6-13 se nos anuncia el cumplimiento de la promesa con el Nuevo Pacto en Cristo.

Hebreos 8:6-13: Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.  (7)  Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo.  (8)  Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor,  En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto;  (9)  No como el pacto que hice con sus padres El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto;  Porque ellos no permanecieron en mi pacto,  Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.   (10)  Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel  Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos,  Y sobre su corazón las escribiré;  Y seré a ellos por Dios,  Y ellos me serán a mí por pueblo;   (11) Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor;  Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor de ellos.   (12) Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.  (13)  Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

Nótese que Dios, por medio del profeta Jeremías, anuncia un nuevo pacto con “la casa de Israel y con la casa de Judá”. Pero este nuevo pacto es muy distinto al antiguo: “No como el pacto que hice con sus padres” (Jeremías 31:32pp). El pacto antiguo llamado “primero” en el texto Hebreos 8:13, es el pacto del Sinaí que Dios hizo con Moisés. Es el pacto que está basado en la ley de los Diez mandamientos (las tablas del pacto). Era solo para los israelitas. Sin embargo, el nuevo pacto no es solo para los judíos sino también para los gentiles. Además, éste es un mejor pacto, porque está establecido sobre mejores promesas (Hebreos 8:6), y “ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo  a desaparecer” (Hebreos 8:13).

A continuación voy a tratar de responder a sus preguntas con ayuda de Dios.

2. ¿El Nuevo Pacto es solo para “la casa de Israel” y “la casa de Judá”?

Aunque la promesa del nuevo pacto va dirigida solamente para “la casa de Israel” y “la casa de Judá”, y no se nombra a los gentiles, esto es porque la Revelación es progresiva. Es solo mediante la revelación Neotestamentaria que podemos constatar que en el nuevo pacto van incluidos los gentiles, todos los de la fe, y no solo los descendientes según la carne:

Romanos 9:6-8: No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, (7) ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia.  (8)  Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes.

El apóstol Pablo explica claramente que la entrada al nuevo pacto no es por obedecer o guardar la ley del antiguo pacto ni por pertenecer al pueblo de Israel, sino que por la sola fe llegamos a ser hijos de Abraham, hijos de la promesa que Dios le hizo, de que en él serían benditas todas las naciones.

Romanos 4:16: Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros.

Gálatas 3:7-10: Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.  (8)  Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.  (9)  De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. (10) Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.

Efesios 3:4-6: leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, (5) misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: (6) que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio,

El nuevo pacto anunciado por Dios por medio del profeta Jeremías (31:31), sin duda, es el que inauguró Jesús en la última Cena:

Lucas 22:20: De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.

3. ¿Cuál es la ley que Dios escribe en el corazón del creyente del Nuevo Pacto?

¿Es la ley natural que está escrita en todos los seres humanos? ¿Es la ley de los Diez mandamientos del Sinaí?

Si se tratara de la ley natural de la que habla el apóstol Pablo en Romanos 2:14-16, nada nuevo habría proporcionado Dios en el Nuevo Pacto, puesto que toda la humanidad la lleva escrita en su conciencia sin necesidad de ser israelita o cristiano. Aunque es cierto que las conciencias pueden haberse cauterizado parcial o totalmente, Dios juzgará, a los no cristianos, de acuerdo a las mismas, cuando sabiendo hacer el bien hacen el mal.

Romanos 2:14-16: Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos,  (15)  mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos,  (16)  en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.

Por otro lado, los judíos tenían además de la ley natural, toda la Torá, la cual no solo estaba escrita en tablas de piedra sino también escrita, en cierto modo, en sus corazones, debido a su constante memorización. Veamos algunos textos:

Salmos 37:31: La ley de su Dios está en su corazón; Por tanto, sus pies no resbalarán.

Salmos 40:8: El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón.

Salmos 119:10-11: Con todo mi corazón te he buscado; No me dejes desviarme de tus mandamientos.  (11)  En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti.

Sin embargo, la ley implantada de tal manera no cambiaba las actitudes del corazón, las cuales son juzgadas por cada uno de los principios morales implicados en la letra de cada mandamiento, y que van mucho más allá de la letra del mismo. Me referiré solo, como ejemplos, al sexto y séptimo mandamientos de la ley de Dios del Antiguo Testamento, citados por Jesús en el Sermón del Monte:

Principio moral implicado en el sexto mandamiento­ –No matarás:

Mateo 5:21-22: Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. (22) Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.

Principio moral implicado en el séptimo mandamiento –No cometerás adulterio:

Mateo 5:27-28: Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.  (28)  Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.

En el Nuevo Pacto, “…la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:2). El Espíritu Santo por la fe en Cristo hace renacer al creyente, transformándole en una nueva criatura en Cristo (Juan 3:5; 2ª Corintios 5:17), y habita en él, implantando en su corazón la ley del amor, que es la única capaz de cumplir con los principios morales que van más allá de la letra, haciendo que las actitudes del corazón y de la mente estén siempre en armonía y en coherencia con el Espíritu que mora en el cristiano.

La ley que el Espíritu Santo escribe en el corazón del creyente en Cristo es el amor: “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40).

Juan 13:34-35: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.  (35)  En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.

Romanos 13:8-10: No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. (9)  Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (10)  El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

1 Juan 3:11: Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros.

1ª Juan 4:7-8: Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.  (8)  El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.

Gálatas 5:6: porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.

Lo que implanta el Espíritu Santo en nuestro corazón no es una lista de mandamientos donde el cristiano pueda mirar para comprobar si obra bien o mal, sino que Él restaura la naturaleza carnal pecadora, con el nuevo nacimiento, convirtiéndolo en una nueva criatura en Cristo Jesús (2ª Corintios 5:17), dándole una naturaleza espiritual y una conciencia nueva. Desde ese momento ya no vive el yo carnal sino que vive Cristo en él por medio del Espíritu: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Dios convierte el corazón para que todas sus intenciones estén dirigidas al bien. De nada sirve cumplir una ley externa o interna si los deseos del corazón son carnales, porque Dios ve, y tiene en cuenta, las intenciones y deseos del corazón:

Romanos 8:5-9: Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.  (6)  Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.  (7)  Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;  (8)  y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.  (9)  Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.

Por tanto, para entrar en el Nuevo Pacto no es requisito cumplir la ley sino aceptar el sacrificio de Cristo, su sangre derramada por nosotros. Ese es el Nuevo Pacto, y ello implica un cambio de corazón de carnal a espiritual (Ezequiel 36:26-28).

El Nuevo Pacto es la sangre de Cristo que se derrama por los pecadores (Lucas 22:20); Por eso la salvación viene cuando nuestros pecados son perdonados por medio de la sangre de Cristo, es decir, somos justificados, cuando aceptamos su muerte, el derramamiento de su sangre, la entrega de su vida en sustitución de la nuestra. Esto es lo que caracteriza este Pacto.

A partir de ese momento se experimenta la conversión y el nuevo nacimiento (Juan 3:5). El Espíritu Santo por medio de Su Palabra nos hace nacer de nuevo y nos transforma, es decir nos da un corazón nuevo, capaz de amar. La ley del amor ya no es más un elemento externo en el cristiano sino es algo que forma parte de la personalidad, porque la ley del amor que es la base de la justicia de Dios ha llegado a ser parte de la nueva naturaleza en Cristo: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2ª Corintios 5:17). La promesa de Dios desde la antigüedad es la siguiente:

Ezequiel 36:26-28: Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. (27) Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.  (28)  Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios.

4. Conclusión: ¿Cuál es el propósito de Dios al escribir la ley en nuestro corazón y mente?

La ley es espiritual, por lo que no se puede cumplir interna o externamente, mientras la naturaleza sea pecadora. Escribir la ley en el corazón, como hemos visto implica un cambio, una transformación del corazón.

Por eso, es necesario un cambio total, porque el corazón carnal estaba corrompido o depravado, era perverso (Jeremías 17:9) y no era capaz de  amar. El propósito es sin duda restaurar la naturaleza pecadora y carnal del ser humano para que sea capaz de amar y llegue a la santidad, no por esfuerzos titánicos de la voluntad, que son imposibles para la naturaleza carnal (Romanos 8:3,7), sino por un fluir interior, un vivir en Cristo, y morir al yo carnal que muere con Cristo en la cruz cuando aceptamos su sacrificio. Por eso la ley ya no tiene poder sobre el cristiano, porque ha sido vencida por la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús.

Romanos 6:3-12: ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?  (4)  Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.(A)  (5)  Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;  (6)  sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.  (7)  Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.  (8)  Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él;  (9)  sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él.  (10)  Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.  (11)  Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.  (12)  No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias;

“Ahora, en Cristo Jesús somos liberados de la ley porque la ley puede condenar a la persona a la muerte sólo una vez. Una vez que la ley haya cumplido la ejecución, ¡ya no tiene jurisdicción sobre nosotros! Si hemos sido bautizados en Jesús por medio del Espíritu Santo, entonces Jesús no solamente murió por nosotros, sino también nosotros morimos en Él. Así somos liberados de la ley y del pecado, y desde el momento de liberación, debemos considerarnos muertos al pecado” (1).

Romanos 8:1-2: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

Romanos 8:3-9: Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; (4) para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (5)  Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.  (6)  Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.  (7)  Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;  (8)  y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.  (9)  Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.

Romanos 8:10-17: Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.  (11)  Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.  (12)  Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; (13) porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.  (14)  Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (15) Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!  (16)  El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (17) Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Quedo a su disposición. Bendiciones

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

(1)La ley escrita en el corazón. Dale Ratzlaff (Revista Proclamación julio-agosto 2007)

Versión 08-06-2011

Carlos Aracil Orts

1.  Introducción*

Querido amigo, en tu escrito, que transcribo a continuación, expresas tres cuestiones: A) La posible interpretación al versículo diez del capítulo quince del Evangelio de Juan; B) Que no entenderías que los mandamientos de Jesús, Dios Hijo fueran diferentes a los de Dios Padre; y por último, C) te preguntas a qué mandamientos se refiere Jesús en ese texto que son la clave para permanecer en su amor.

Juan 15:10: Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.

“Verás, según reza el versículo diez del Evangelio de Juan capítulo quince que expongo arriba parece desprenderse de la lectura del mismo que el mantenerse en el amor de Dios es una CONSECUENCIA directa del hecho de guardar los mandamientos de Jesús. Por otra parte, y a menos que los mandamientos de Jesús (Dios Hijo) difieran de los de Su Padre (Dios Padre), (cosa que yo no puedo todavía entender) me pregunto ¿qué mandamientos (¡ojo! no mandatos) compondrían o componen los que el mismo Jesús detenta como suyos y que además son la clave para mantenerse en el amor de El mismo (Dios Hijo)?”

Por tanto, en el cuerpo de este estudio bíblico, voy a tratar de exponer mi opinión a los asuntos que planteas, especialmente a qué mandamientos se refiere Jesús en Juan 15:10. ¿Se está refiriendo Él a la ley del Sinaí, dada por Dios en tablas de piedra a Moisés, conocidos también como el Decálogo o los Diez Mandamientos de la Ley de Dios o a otros distintos?

2. La ley escrita en tablas de piedra revelada por Dios a Moisés en el Sinaí.

Esta ley fue revelada por Dios a Moisés en el monte Sinaí hace unos tres mil quinientos años, y es la base del Pacto Antiguo que Dios hizo con su pueblo Israel. Sin embargo, este Pacto no fue el único que Dios hizo con la humanidad ni el más importante. Aunque la Biblia lo llama primer Pacto, para distinguirlo del Nuevo Pacto que inauguró Cristo con su muerte expiatoria, y que, obviamente, fue posterior, y al que pertenecemos todos los cristianos (véase Hebreos 8:13; 9:15, 18; 10:9), en realidad no es el primero de todos, pues anteriormente Dios había pactado con Adán, con Noé y Abraham, con su hijo Isaac y nieto Jacob, llamado Israel por Dios.

A los cristianos no nos concierne el Pacto Antiguo, llamado también primer Pacto, el que Dios hizo con Moisés, sino el pacto que Dios hizo con Abraham. En Gálatas 3:16,17 se nos dice que este pacto fue establecido cuatrocientos treinta años antes que el de Moisés.

¿Por qué es más importante para los cristianos el pacto que Dios hizo con Abraham que el que hizo con Moisés? Porque a Abraham y a su descendencia prometió Dios la venida de Jesús, el Mesías redentor, por el cual serían benditas todas las naciones de la tierra (Génesis 12:3; 22:18; Mateo 1:1; Gálatas 3:8,14,16-22).

La salvación o justificación o perdón de todos nuestros pecados se consigue por la fe en Cristo (Gálatas 3:7-14; Romanos 3:24, 27) no por hacer las obras de la ley (Gálatas 2:16; Romanos 3:28).

Gálatas 3:7-14: Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. 8 Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. 9 De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. 10 Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.

Entonces, ¿Qué ley moral tenía la humanidad antes de que Dios la revelara en el Sinaí? ¿Para qué reveló Dios su ley?

Los seres humanos, aunque enturbiadas sus conciencias por el pecado, tienen un sentido innato en las mismas que les hace distinguir el bien y el mal, lo que evidencia que Dios nos hizo a su imagen y semejanza, e implantó en nuestras conciencias esa ley moral natural. La Biblia nos confirma que no existió revelación de la ley moral hasta Moisés. Pues explícitamente afirma que la ley vino cuatrocientos treinta años después que Dios hiciera la promesa a Abraham de que traería a su Hijo, Cristo, de su descendencia, para rescatar y redimir a la Humanidad perdida (Mateo 1:1; Gálatas 3:17; véase además Romanos 5:13).

Dios escogió un pueblo, y le dio su ley para educarlo en santidad, para que preparase el acogimiento de su Hijo, y para que fuese luz y guía para las demás naciones. Después del periodo esclavitud de los israelitas en Egipto, que sin duda, embruteció sus conciencias, y cuando el resto de la humanidad también había empezado a degradarse y a cauterizar su conciencia moral, es el momento histórico elegido por Dios para revelar su ley moral. Esta ley nos habla del amor que debemos al Creador, y a los demás seres humanos. Se desarrolla en diez mandamientos. La primera tabla, con cuatro mandamientos que se relacionan con nuestro deber a Dios, y la segunda tabla con seis mandamientos que legislan las relaciones entre los humanos. El cuarto mandamiento (Éxodo 20:8-11) se refiere a la obligatoriedad del reposo sabático, que se relaciona con el séptimo día de la Creación para que recordemos que fue Dios quien creó todo, y que la humanidad no emerge como fruto de una evolución azarosa. No obstante, Dios da  este mandamiento a Israel como señal del Pacto Antiguo(Éxodo 31:13-17), y no hay precedentes bíblicos de que existiera antes de Moisés, por lo que creemos que nunca fue preceptivo para la humanidad, puesto que no se corresponde con la leyes morales que Dios infundió en el ser humano. El guardar el reposo sabático es, pues, exclusivo para Israel. Se trata de un mandamiento ritual que tiene su cumplimiento en Cristo, y termina con Él (Colosenses 2:16,17; Gálatas 4:9-11; etc.), puesto que en todo el NT no se confirma su obligatoriedad.

El objetivo de la ley es reavivar las conciencias cauterizadas, y descubrir los pecados no reconocidos como tales para que “todo el mundo quede bajo el juicio de Dios”:

Romanos 3:19-20: Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; 20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.

Romanos 5:20-21: Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.

3. La ley en el Nuevo Testamento  

Cristo no vino a abolir la ley del Sinaí, sino a cumplir toda la ley y los profetas (Mateo 5:17), no la letra de la ley sino el espíritu de la misma, pues con Él se inaugura un nuevo Pacto que no está basado “en el régimen viejo de la letra sino en el régimen nuevo del Espíritu” (Romanos 7:6; ver además 2ª Corintios 3:6-18; Hebreos 8:13). En Mateo 5:21-48, Él nos enseña a ver más allá de la letra de la ley. Por eso Cristo contrasta lo que está escrito en el AT con la interpretación correcta que hay que hacer, por eso dice: “Oísteis que fue dicho….Pero yo os digo”. ¿Qué se salva, pues, del AT, como preceptivo para toda la humanidad? En mi opinión, todos los principios morales de la ley del Sinaí, excepto el de guardar el reposo sabático, que prefiguraba ritualmente el dejar de obrar, símbolo de la salvación en Cristo por la sola fe (Ver Hebreos 3:7-4:1-11).

Cristo vino a cumplir la ley, los salmos y los profetas, es decir todo el AT (Mateo 5:17-18; Lucas 16:16-17), y Él mismo afirma que “la ley y los profetas eran hasta Juan”.

Lucas 16:16 -17: La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. 17 Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.

Jesús explicó a los fariseos de su tiempo los dos principios morales que resumen toda la ley del AT y que nunca pueden ser abolidos porque son la base de la justicia del Dios de amor:

Mateo 22:34-40: Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. 35 Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: 36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

Lo que hizo Jesucristo no es anular la ley sino amplificarla y darle el sentido espiritual que va mucho más allá de la letra. Por eso, gracias a Él, durante toda nuestra era, la cristiana, los seres humanos caminan hacia una mayor madurez y perfección, siendo el cristianismo la base los modernos derechos humanos que la humanidad ha llegado a reconocer aunque no siempre los respeta, a causa del pecado y la no conversión a Cristo. Él nos proporciona un mayor conocimiento y luz de la verdad y por tanto, también una mayor exigencia y perfección. La ley del AT ya cumplió su misión de traernos a Cristo, pero sus principios morales permanecen, al tiempo que desaparecen todas las demás leyes rituales, de santidad, civiles, alimentarías, humanitarias, de la guerra, etc., que componen el Pentateuco o Torah.

Mateo 5:38-48: Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Sin embargo, la ley del Sinaí o de los diez mandamientos o cualquier otra no da poder para vencer al pecado y permanecer así en el amor de Jesús ¿Acaso ha habido alguien alguna vez que haya cumplido toda la ley a la perfección sin el poder de Cristo y su Palabra? Si así fuera en vano hubiera venido Cristo. La ley solo debe servir para que reconozcamos nuestros pecados y a la manera de un ayo o tutor nos lleve “a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24). Con Cristo se universaliza y espiritualiza la ley y toda la humanidad sin Cristo queda bajo el juicio y la condenación de la ley. A partir de Cristo, las conciencias de los seres humanos son formadas por su Evangelio. Tanto si sus conciencias admiten esos principios morales como si los rechazan serán juzgados de acuerdo a su fidelidad y coherencia interna, de acuerdo a las palabras de San Pablo de Romanos dos:

Romanos 2:11-16: porque no hay acepción de personas para con Dios. 12 Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; 13 porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. 14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, 15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, 16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.

De lo que deduce que todos seremos juzgados de acuerdo a nuestra conciencia, y al conocimiento que tengamos de lo que es bueno y malo. Es decir, “al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace le es pecado.” (Santiago 4:17). Pablo declara tajantemente en el siguiente verso: “en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio” (Romanos 2:16). Observemos que no dice: “que Dios juzgará los secretos de los hombres con la ley de Dios del AT», sino conforme a mi evangelio. Los que crean solo en su conciencia, todos los que sin ley han pecadosin ley también perecerány todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados;

¿En qué grupos estamos los cristianos? ¿Estamos bajo la ley o bajo la gracia?

Todo ser humano tiene en su conciencia una ley moral natural que le permite distinguir entre lo bueno y lo malo, entre lo que está bien y lo que está mal. Esta ley moral natural, para que nadie la olvidara, Dios la reveló a Moisés para que el pueblo de Israel se formara, y aprendiera a obedecer el pacto, y testificara de ella a todas las naciones para que supieran que Él es el verdadero Dios. Está ley exterior (en tablas de piedra), que nadie podía obedecer por sí mismo, pues al ser algo externo al hombre no tiene fuerza para modificar las conductas y el corazón de las personas, tiene como finalidad delatar al pecado, allí donde se encuentre (Romanos 3:20). Con el nuevo pacto en Jesucristo, el pecado es vencido desde dentro de nosotros, desde el interior de nuestro corazón. Dios nos da un corazón nuevo (Ezequiel 36:26-27) “y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:27).

Dios promete a su pueblo, mediante Jeremías, durante el pacto antiguo, que en el nuevo pacto que hará más tarde: “…daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.” (Jeremías 31:33;). Compruébese  que el libro de Hebreos afirma que esta promesa se cumple en Cristo para todos los que confían en Él y se adhieren al nuevo pacto (Hebreos 10:12,14, 15-20).

Antes de entregarnos a Cristo, nuestra conciencia es avivada por la ley externa que hemos conocido, hasta hacer que reconozcamos nuestra pecaminosidad y nos alleguemos a Cristo para recibir el perdón y la justificación. De esa manera, la ley moral de nuestra conciencia, o bien la ley externa que hayamos aceptado es “nuestro ayo para llevarnos a CristoPero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe.”(Gálatas 3:24-26).

Sin embargo, mientras el ser humano pretenda cumplir la ley con sus propias fuerzas, independientemente de Cristo estará bajo condenación. Al aceptar que Cristo ha cumplido la ley y que muere en lugar del pecador recibiendo la penalidad o paga del pecado que le corresponde al pecador, el cristiano queda justificado por gracia. Entonces es nacido de nuevo (Juan 3:5), convertido en nueva criatura por la Palabra de Dios (Santiago 1:18):

2ª Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”

A partir de ese momento el cristiano, deja de estar bajo la ley “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Si alguna vez fueron los diez mandamientos nuestra guía, dejan de serlo, pues ahora nuestra única guía es el Espíritu:

Romanos 8:14: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios.”

Gálatas 5:18: Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.

¿Tiene la ley algo que ver con el cristiano? En absoluto ¿Por qué? Porque hemos muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo (Romanos 7:4). Al igual que la mujer casada es libre de casarse con otro cuando muere su marido, así el cristiano es libre de la ley por que ha muerto para ella, y ahora es de Cristo, pertenece a Cristo, no a la ley (Romanos 7:1-6).

Romanos 7: 6: Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

Siendo justificados gratuitamente sin las obras de la ley por la fe en nuestro Señor Jesucristo (Romanos 3:24,25; 5:1), lo que quiere decir que hemos sido declarados justos ante Dios por la sangre de Jesucristo que pagó el precio de nuestra culpa. Él nos ha perdonado todos los pecados, y nos ha dado la salvación y la vida eterna, que ya nadie nos puede quitar. También hemos sido liberados de la esclavitud del pecado, y ahora somos esclavos de Dios y de la justicia para dar frutos de santificación.

Romanos 5:1:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;

Romanos 6:22: Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

Ahora, pues no estamos bajo la ley sino bajo la gracia (Romano 6:14) y nuestra conciencia está regida por la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2).

Romanos 8:1-7: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. 6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. 7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

4. ¿Cuáles son los mandamientos de Jesús, Dios Hijo? ¿Son distintos a los de Dios Padre?

El Dios del AT que se revela a Moisés cuando se le aparece en una llama de fuego en medio de una zarza (Éxodo 3:2) es Dios hijo, el que luego se encarnaría mediante la Virgen María tomando el nombre de Jesús (Juan 8:58). El nombre que Dios hijo da a Moisés es “Yo soy el que soy”. “Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo soy me envió a vosotros” (Éxodo 3:14). De aquí procede el tetragrama YHWH que al añadirle las vocales se forma el nombre de Yahvé o Jehová según distintas versiones de la Biblia.  También es Dios hijo el que revela su ley al pueblo de Israel. Por tanto, todos los mandamientos revelados proceden de Dios, el Hijo, y todo procede de Dios Padre (Juan 10:30: “Yo y el Padre uno somos”). Por tanto, sus mandamientos no pueden ser distintos. Todo lo del Padre es también del Hijo, y viceversa.

Ahora bien, ¿a qué mandamientos se está refiriendo Jesús en Juan 15:10: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.”?

Jesús no dio una nueva ley moral sino que desarrolló y le dio el auténtico alcance a la ley moral del AT. Ya hemos hablado de Mateo 22:37-39 donde Jesús dice que de dos mandamientos depende o se resume toda la ley del AT: el amor a Dios y al prójimo. Y en Juan 13:34,35 declaró: “Un nuevo mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. (35) En esto conocerán que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.”. El mandamiento del amor no es nuevo como hemos visto. Su novedad radica, quizá, en la profundidad, entrega y desprendimiento que implica ese amor “como yo os he amado”. Por tanto, debemos seguir su ejemplo y amar como el nos amó. También mandó lo siguiente:

Mateo 28:18 -20:Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Juan 6:27-29: Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. 28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

Juan 5:39: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; 40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.

Juan 14:1: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.

Sin embargo, debemos leer el contexto del capítulo 15 del Evangelio de Juan, para saber  a qué mandamientos se está refiriendo Jesús. Leamos pues desde el verso número cuatro en adelante:

Juan 15:4-11: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. 9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.

Juan 15:12-17: Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. 17 Esto os mando: Que os améis unos a otros.

En mi opinión, los mandamientos a los que se refiere Jesús son su Palabra. Nos manda –es  decir, sus mandamientos son- que permanezcamos unidos a él  y a su Palabra. Esto es lo que da poder para vencer el pecado. Su Palabra que es la verdad (Juan 17:17) nos hace libres:

Juan 8:31: “si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (Juan 8:31-32)

Cuando creemos en Jesús y en su Palabra nacemos de nuevo y somos hechos nuevas criaturas en Cristo, las cosas viejas pasaron (2ª Corintios 5:17), “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” (Santiago 1:18). Y también San Pedro afirma lo mismo con otras palabras:

1ª Pedro 1:22-25: Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; 23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. 24 Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; 25 Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

5. Conclusión

En el Nuevo Testamento se recogen y confirman todos los principios morales de la ley del Antiguo Testamento que son de ley moral natural. Pero el Antiguo Pacto con todas las leyes que conforman el Pentateuco o Torah quedan abolidas como un sistema de legislación ajustado a un solo pueblo, el Israel antiguo, y a una época, la anterior a Cristo. Dicho sistema o conjunto de leyes, que la misma Biblia denomina “la ley”, fue revelado por Dios a Israel, y nunca los gentiles estuvieron bajo esa ley.

El pacto antiguo es sustituido por el nuevo, como claramente declara, el autor de la epístola a los Hebreos (seguramente el apóstol Pablo) cuando escribe en el capítulo 8 y versículo 13: “Al decir: Nuevo Pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.” (Véase además Hebreos 7:18,22; 8:6-12; 2ª Corintios 3:6-17).

El reposo sabático fue ordenado por Dios antes de dar su ley en tablas de piedra en el Sinaí para enseñar a obedecer a un pueblo embrutecido por la esclavitud de Egipto (Éxodo 16:4-5). En el desierto, el pueblo fue enseñado a recoger doble porción de Maná el sexto día: “(3) Mas el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día. (23) Y él les dijo: esto es lo que ha dicho Jehová (o Yahvé): Mañana es el santo día de reposo, el reposo consagrado a Jehová; lo que habéis de cocer, cocedlo hoy, y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare, guardadlo para mañana.” (Éxodo 16:3, 22,23). Este mandamiento Dios lo incluyó en las tablas de piedra de su ley del Sinaí, formando el cuarto mandamiento, y, además, Él lo da a Israel como señal del Pacto Antiguo (Éxodo 31:12-17).

Este mandamiento del reposo sabático, lejos de ser confirmado por Jesús y los apóstoles es poco a poco desautorizado.

Jesús aun estando bajo las leyes del Antiguo Pacto, lo que implicaba que seguía vigente todo el reglamento ritual para la observación del sábado, no tuvo reparos, dada su autoridad como Señor del sábado (Marcos 2:28; Lc 6:5), en comenzar a quitar al reposo sabático toda la carga ritual que poseía, pues Él tenía que preparar al pueblo para su gradual desaparición. El reposo sabático, pues, dejaría de tener vigencia a la entrada del Nuevo Pacto, cuando se consumara la muerte expiatoria de Cristo en la cruz. En ese momento, el reposo sabático, al prefigurar el descanso de todas nuestras obras en la salvación sólo por los méritos y obra de Cristo, deja de tener sentido. Y de ahí en adelante, se obtiene el reposo, no observando un día sino depositando nuestra confianza en el Salvador. Por eso Jesús afirma que su “…Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo… (Juan 5:17). En los siguientes versos se acusa al Señor del sábado, Jesús, de quebrantar el día de reposo.

Juan 5: 16-18: “16 Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo. 17 Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. 18 Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

En cuanto a la no vigencia del reposo sabático para los cristianos, San Pablo no puede ser más claro y contundente en los siguientes textos:

Colosenses 2: 16: Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo.”
Romanos 14:5-6: Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. 6 El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.

Gálatas 4:8-10: Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; 9 mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? 10 Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. 11 Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.

Estimado amigo, los judaizantes pretendían que los cristianos guardasen toda la ley de Moisés, no solo la ley de la circuncisión que pertenece a la señal del pacto con Abraham, pero que se mantuvo vigente en el pacto antiguo de la ley de Dios con Moisés. La ley de Moisés es la ley del Señor, y así lo muestra la Biblia en muchos textos, lo cual creo haber probado en los numerosos estudios bíblicos que ya he realizado sobre al ley, y que el lector puede examinar en esta misma Web.

Este primer conflicto, que se relata en el libro de los Hechos de los apóstoles entre los cristianos judaizantes que pretendían que los nuevos cristianos gentiles guardasen la ley de Moisés o sea de la ley del AT, provoca una especie de concilio o reunión de los líderes de la iglesia primitiva. Lo fundamental que se relata en Hechos capítulo quince, lo destacamos a continuación:

Hechos 15:10-11,19-20,24, 28-29: Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 11 Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.

[…] 19 Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, 20 sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre.

[…] 24 Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley,

[…] 28 Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: 29 que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien.

Nadie creo negará que este concilio fue una ocasión propicia para que los apóstoles reivindicaran la necesidad de que los cristianos debían guardar la ley de Moisés y especialmente el reposo sabático. Sin embargo, nada de eso ocurrió, sino solo las citadas leyes del AT (que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación) se recomendaron a los cristianos y nada más.

En el NT el sábado, séptimo día de la semana, tras la muerte de Cristo en la cruz, deja de ser un mandamiento. A partir de ese momento, el día en que se reúne la iglesia primitiva es indiferente que sea sábado o domingo, no importa en absoluto. Por supuesto, que deja de ser una “obligación” para convertirse en una “devoción” o celebración. Era lógico, natural y necesario que al principio, la iglesia, formada principalmente por judíos, y durante algún tiempo, se siguiera reuniendo en las sinagogas en el día sábado, puesto que esa era la costumbre de los judíos. Allí y en ese día debían los apóstoles y los nuevos cristianos, ya fueran judíos o gentiles, ir a predicar a Cristo. Pero poco a poco, a medida que los gentiles iban aumentando en la iglesia primitiva, se fue escogiendo como día de reunión el primero de la semana o sea el domingo (Hechos 20:7; 1ª Corintios 16:1-2). Por eso, Hebreos 10:24 y 25 no se refiere a cumplir o guardar ningún tipo de ley sabática sino que simplemente recomienda que “nos consideremos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; (25) no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más como veis que aquel día se acerca”. Nada que ver con el guardar, reposar y adorar en sábado. Cualquier día es bueno para congregarse, estimularse al amor y a las buenas obras. Esa comunión entre los hermanos y con Dios, es lo único que Él requiere de nosotros (Romanos 13:10; Gálatas 5:14). Veamos como en el NT, ya muy temprano,  la Iglesia primitiva se reúne en el primer día de la semana o domingo.

Hechos 20:7: El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.

1ª Corintios 16:1-2: En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. 2 Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas.

Por otro lado, reunirse en sábado a fin de cumplir el cuarto mandamiento de la ley del Sinaí, que mandaba a los israelitas guardar el reposo sabático so pena de muerte (Éxodo 20:8-11; 31:15), es tratar de salvarse haciendo las obras de la ley: es ponerse bajo la ley del Antiguo Pacto y rechazar a Cristo. Así lo manifiesta San Pablo:

Gálatas 3:10-14: Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.

La ley del Sinaí o de los Diez Mandamientos, es la base del Antiguo Pacto, y forma parte del sistema de leyes llamado la Torah, que conforma el Pentateuco. Este Pacto está vinculado únicamente con el pueblo del Israel antiguo. Esto quiere decir que jamás los llamados gentiles, y luego los cristianos tuvieron nada que ver con el citado Pacto.

Ahora veamos en cuadro comparativo cómo el NT recoge y confirma los principios morales de la ley de las tablas de piedra del Sinaí que son de ley natural:

ANTIGUO TESTAMENTONUEVO TESTAMENTO
 1. No tendrás dioses ajenos delante de mí. Éx. 20: 3 1. Os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra y el mar. Hech. 14: 15, Gál 4:8, Ro. 1:23ss
 2. No te harás imágenes. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás. Éx. 20: 4, 5 2. Hijitos, guardaos de los ídolos. I Juan 5: 21, 1 Cor. 8:4, 10:19
 3. No tomarás el nombre de Dios en vano. Éx. 20: 7 3. Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento. Santiago 5: 12
 4. Acuérdate del día de sábado, para santificarlo. Éx. 20: 8 4. No hay mandamiento en todo el Nuevo Testamento para que se guarde el sábado.
5. Honra a tu padre y a tu madre. Éx. 20: 12 5. Hijitos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo. Efe. 6: 1
 6. No matarás. Éx. 20: 13 6. No matarás. Rom. 13: 9
 7. No cometerás adulterio. Éx. 20: 14 7. Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros… heredarán el reino de Dios. I cor. 6: 9-10
 8. No hurtarás. Éx. 20: 15 8. El que hurtaba, no hurte más. Efe. 4: 28
 9. No hablarás falso testimonio. Éx. 20: 16. 9. No mintáis. Col. 3: 9
 10. No codiciarás. Éx. 20: 17 10. Pero la codicia, ni aún se nombre entre vosotros. Efe. 5: 3

El objetivo de esta ley es hacer consciente a todos los seres humanos de su pecado y de su incapacidad e impotencia para cumplirla a la perfección en su exigencia espiritual y no solo de la letra, para que se arrepientan, y se alleguen a Cristo (Gálatas 3:24). La ley no pretende ni puede salvar sino solo reavivar las conciencias cauterizadas, y descubrir los pecados no reconocidos como tales para que “todo el mundo quede bajo el juicio de Dios”:

Romanos 3:19-20: Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; 20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.

Romanos 5:20-21: Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.

Cuando aceptamos a Cristo como nuestro redentor, nacemos de nuevo (Juan 3:5) y nos convertimos en nuevas criaturas en Cristo (2ª Corintios 5:17), y morimos “a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis [seamos] de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.” (Romanos 7:4).“Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.” (Romanos 7:6).

A partir de ese momento el cristiano, deja de estar bajo la ley “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Si alguna vez fueron los diez mandamientos nuestra guía, dejan de serlo, pues ahora nuestra única guía es el Espíritu:

Romanos 8:14: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios.”

Gálatas 5:18: Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.

Ahora, pues no estamos bajo la ley sino bajo la gracia (Romano 6:14) y nuestra conciencia está regida por la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2).

Romanos 8:1-7: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

Sin embargo, la ley moral natural revelada por Dios en el AT y confirmada en el NT sigue teniendo su función de hacernos conscientes del pecado. Aunque en los cristianos, por su conversión a Cristo la ley ya no les afecta y no puede condenarles, actúa especialmente en los inconversos para que se arrepientan y acudan a Cristo para ser sanados. Por eso San Pablo declara  “que la ley es buena, si uno la usa legítimamente” (1ª Timoteo 1:8).

1ª Timoteo 1:8-11: Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; 9 conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, 10 para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, 11 según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado.

Querido amigo, los mandamientos de Cristo consisten en que le creamos a Él como Señor y Dios y en todo lo revelado en su santa Palabra (Juan 6:28; 13:34-35; 15:4,12), y que seamos coherentes con lo que creemos. Si así lo hacemos Él nos dará el poder mediante su Santo Espíritu para que obedezcamos no la letra de la ley moral sino su espíritu que está plasmado en todo el NT. La clave no está, pues, en guardar sus mandamientos para permanecer en su amor (Juan 15:10) sino en ejercer la fe en Él, en depositar toda nuestra confianza en su sacrificio expiatorio y redentor. Nadie podrá guardar sus mandamientos sino confía plenamente en Él y en el cumplimiento de todas sus promesas. Lo primero no es intentar guardar los mandamientos para conseguir el amor de Jesús sino acudir a Él, con la conciencia de ser pecador y la confianza de que él tiene la solución. Y esto se consigue creyendo y obedeciendo el evangelio “porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree;” (Romanos 1:16)

Juan 15:4-11: Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. 9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. 12 Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.

Estos son los mandamientos a que Jesús se refiere, permanecer en Él y creer sus palabras: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).

El apóstol Juan confirma e interpreta lo que dijo Jesús en Juan 15:4:

1ª Juan 3:23-24: Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. 24 Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.

1ª Juan 5:3-5: Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. 4 Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?

Para más documentación sobre el tema de la Ley y el sábado,  consultar el apartado referencias bibliográficas. (1)

Quedo a su entera disposición en lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts.
www.amistadencristo.com

Referencias Bibliográficas

*Los textos bíblicos citados son de la Biblia Reina-Valera, 1960, salvo que se indique otra cosa.

(1) Aracil Orts, Carlos, https://amistadencristo.com

la ley en la Biblia
¿Guardar el día sábado es un mandamiento de Dios en el Nuevo Pacto?
¿Será el sábado dia de adoracion en la Tierra nueva? Primera parte
¿Está abolida la ley de Dios? Primera parte
¿Está abolida la ley de Dios? Segunda parte
¿Qué simboliza el reposo de Dios del séptimo día?
¿Será el sábado dia de adoración en la Tierra Nueva? Segunda parte
Pecado, ley y gracia
La ley que fue clavada en la cruz
¿Cuál es la ley del pecado y de la muerte?
¿Cumplir la ley, sin faltar en un punto, para ser salvo?
Respuesta sobre la ley a un amigo Adventista
¿Es eterna la ley de Dios del Antiguo Pacto?
¿Cómo se salvaba la gente antes de Cristo?
¿Dictó Dios una ley imposible de cumplir?
¿Es la ley del Sinaí el ayo que nos conduce a Cristo?
¿Bajo que ley está la Humanidad sin Cristo?
¿Es el reposo sabático un símbolo de la salvación en Cristo?
Respuesta a siete argumentos pro vigencia reposo sabático
¿Cuáles son los mandamientos de Cristo?

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com

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Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

 

Versión: 16-03- 2013

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano, le agradezco que me haya contactado, aunque haya sido con un escrito realmente escueto, el cual debo leer entre líneas o más bien adivinar cuál sea su consulta:

“Apreciado hermano Carlos, solo quiero acercarle un texto de la biblia para su reflexión. El mismo se encuentra en 1 Corintios 7:19.
Dios lo bendiga grandemente.
Lo saluda en Cristo.
Carlos R.

Voy, pues, a exponer el texto de la Biblia que usted muy amablemente me indica para mi reflexión, y a continuación le responderé según lo que me sugiera la misma.

1 Corintios 7:19: La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios.

Es conveniente leer también el versículo anterior y el posterior, al menos, para darnos idea de a qué se está refiriendo el apóstol Pablo:

Versículo anterior:

1 Corintios 7:18: ¿Fue llamado alguno siendo circunciso? Quédese circunciso. ¿Fue llamado alguno siendo incircunciso? No se circuncide.

Versículo posterior:

1 Corintios 7:20: Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede.

Aunque usted no añade nada en su correo que pueda servir de pista para saber por qué debo meditar en ese texto especialmente y no en otros, deduzco que está aludiendo veladamente a la afirmación de Pablo de “guardar los mandamientos de Dios”. Por tanto, lo primero que usted y yo debemos hacer es averiguar cuáles son los mandamientos de Dios para los cristianos, si así es lo que nos consideramos.

2. ¿Qué mandamientos debemos guardar los cristianos?

¿Son acaso los diez mandamientos de la ley del Sinaí? Si usted considera que son esos, debe de guardar toda la ley, incluso observar el reposo sabático del cuarto mandamiento de esta ley, y ya sabe que si falla en un punto de la ley “se hace culpable de todos” (Santiago 2:10).

Sin embargo, si es usted cristiano debe saber que “ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6).  Si usted está en Cristo, “nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. (2ª Corintios 5:17). Esto quiere decir, que ahora, los cristianos, no somos guiados por ninguna ley moral sino por “la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-2).

En mi opinión, san Pablo se refiere a que da lo mismo ser “circunciso”, es decir, pertenecer al pueblo judío, que ser “incircunciso”, o sea, gentil, todo ello es secundario, lo importante es ser obediente a Dios o cumplir sus mandamientos.

¿De qué sirve haber sido bautizado en Cristo sino trato de cumplir sus mandamientos? Ser un cristiano “nominal” que no practica aquello que cree no sirve de nada. Tiene que haber coherencia entre lo que dice ser uno y lo que hace. “Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2:18). La única forma de demostrar la autenticidad de nuestra fe es con nuestras obras, acciones, conducta, etc.

Pablo está diciendo que el rito de la circuncisión nada es por sí mismo. En el Antiguo Testamento fue una señal del pacto que Dios hizo con Abraham y de pertenencia al pueblo de Dios (Génesis 17:10-14). Era un precepto de la ley de Moisés, que procede del pacto que Dios hizo con Abraham, y que se renueva con Moisés. Este Pacto ya no está vigente para los cristianos (Gálatas 2:16; 5:3-7, 13-14; Compárese con Hebreos 8:13)

Gálatas 5:4-6: De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. (5) Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia;  (6)  porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.

Gálatas 5:13-14: Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.  (14)  Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Hebreos 8:13: Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

Ya no estamos bajo el Antiguo Pacto. La ley de Moisés ya no afecta a los cristianos, ahora estamos bajo la ley de Cristo (1ª Corintios 9:20-21)

1ª Corintios 9:20-21: Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley;  (21)  a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley.

Si usted, querido hermano, todavía tiene dudas al respecto, porque cree que tiene que guardar toda la ley moral para ser salvo, solo me queda recomendarle que lea mis estudios sobre la ley, que los puede leer aisladamente, o bajarse el libro en PDF que he recopilado. No obstante, creo que puede ser suficiente con leer los siguientes estudios bíblicos:

¿Cuáles son los mandamientos de Cristo?
¿Son los Diez Mandamientos los que implanta Dios en el cristiano?
¿Cual es la ley que Dios escribe en el corazón?

Debido a la poca concreción de su correo ignoro si he estado acertado en mi explicación.

En cualquier caso quedo a su disposición en lo que pueda servirle.

Bendiciones

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

Versión: 25-08- 2012

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado George, en mi artículo titulado “¿Cuál es la ley que Dios escribe en el corazón?” le expuse que esta ley escrita por Dios en el corazón, necesariamente sería algo distinto a una lista de preceptos implantada en el corazón del creyente, pues ello ya existía en el Antiguo Pacto; y Dios había anunciado en Jeremías 31:31-34, que el Nuevo Pacto no iba ser “…como el pacto que hice con sus padres”.

El Nuevo Pacto no solo cambia la ley del Sinaí, la de las tablas de piedra (Hebreos 7:12; Mateo 5:21-48) sino que la misma implantación de la nueva ley en el corazón del creyente implica y va asociada con una transformación del corazón humano, en el que morará el Espíritu de Cristo, impulsándole a obrar de acuerdo a la ley del amor, dándole el poder o la capacidad interna que antes no tenía para amar a Dios y al prójimo no solo en la letra sino fundamentalmente en el espíritu.

Hebreos 7:12: Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley;

Usted, querido hermano, según me dice en su último correo, disiente con lo expuesto en el artículo citado arriba, y responde, afirmando lo siguiente:

“La ley que se escribe en el corazón del creyente son los diez mandamientos, no el amor. El amor es el motivo por el cual nos lleva a cumplir su ley”. Note que el amor es la base para guardar los mandamientos.” (George)

Juan 14:15 (BLA,1995): Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos,

Juan 14:21 (BLA,1995): El que guarda mis mandamientos después de recibirlos, ése es el que me ama. El que me ama a mí será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él.

Juan 15:10 (BLA,1995): Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

“Nuevamente, guardar los mandamientos es señal de estar en el amor a Dios a Jesús.” (George)

2 Juan 1:6 (BLA,1995): Y el amor consiste en vivir de acuerdo a sus mandamientos.
 
“Aquí Juan es más claro todavía” (George)

Romanos 7:25 (BLA,1995): ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo, nuestro Señor! En resumen: por mi conciencia me someto a la Ley de Dios, mientras que por la carne sirvo a la ley del pecado.

“Interiormente, el hombre nuevo se deleita en la ley de Dios y se somete a ella.” (George)

Romanos 8:4 (BLA,1995): Así, en adelante, la perfección que buscaba la Ley había de realizarse en los que no andamos por los caminos de la carne, sino por los del Espíritu.

Romanos 8:7 (BLA,1995): Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; (8) y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

2 Corintios  3:3 (BLA,1995): siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.

“Esta es una clara referencia a los diez mandamientos, no el amor.” (George)

2.  ¿La ley que Dios escribe en el corazón del creyente del Nuevo Pacto son los diez mandamientos?

Puesto que los diez mandamientos son la base del Antiguo Pacto, y pertenecen a él, la primera condición para que se pudiera dar una respuesta afirmativa al enunciado anterior es que los diez mandamientos, en bloque, tal como fueron promulgados en el Sinaí continúen su vigencia en el Nuevo Pacto en Cristo. Esta condición no se cumple, al quedar abolido el cuarto mandamiento de la ley del Sinaí, el que promulga la obligación de observar el reposo en el día sábado, séptimo de la semana

Este mandamiento del reposo sabático, lejos de ser confirmado por Jesús y los apóstoles es poco a poco desautorizado. Jesús aun estando bajo las leyes del Antiguo Pacto, lo que implicaba que seguía vigente todo el reglamento ritual para la observación del sábado, no tuvo reparos, dada su autoridad como Señor del sábado (Marcos 2:28; Lc 6:5), en comenzar a quitar al reposo sabático toda la carga ritual que poseía, pues Él tenía que preparar al pueblo para su gradual desaparición. El reposo sabático, pues, dejaría de tener vigencia a la entrada del Nuevo Pacto, cuando se consumara la muerte expiatoria de Cristo en la cruz. En ese momento, el reposo sabático, que prefiguraba el descanso de todas nuestras obras y la salvación sólo por los méritos y obra de Cristo, deja de tener sentido (Hebreos 4). Y de ahí en adelante, se obtiene el reposo, no observando un día sino depositando nuestra confianza en el Salvador. Por eso Jesús afirma que su “…Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo… (Juan 5:17). En los siguientes versos se acusa al Señor del sábado, Jesús, de quebrantar el día de reposo. Aunque eso no es cierto, pues Jesús estaba bajo la ley del sábado y cumplió su reposo.

Juan 5: 16-18: “16 Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo. 17 Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. 18 Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

En cuanto a la no vigencia del reposo sabático para los cristianos, San Pablo no puede ser más claro y contundente en los siguientes textos:

Colosenses 2: 16: Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo.”

Romanos 14:5-6: Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. 6 El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.

Gálatas 4:8-10: Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; 9 mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? 10 Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. 11 Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.

Estimado hermano, los judaizantes de la Iglesia cristiana primitiva pretendían que los cristianos guardasen toda la ley de Moisés, no solo la ley de la circuncisión que pertenece a la señal del pacto con Abraham, pero que se mantuvo vigente en el siguiente pacto – conocido como Pacto Antiguo o primer Pacto–, que Dios hizo a través de Moisés.

Este primer conflicto, que se relata en el libro de los Hechos de los Apóstoles entre los cristianos judaizantes que pretendían que los nuevos cristianos gentiles guardasen la ley de Moisés o sea de la ley del AT, provoca una especie de concilio o reunión de los líderes de la iglesia primitiva. Lo fundamental, que se relata en Hechos capítulo quince, lo destacamos a continuación:

Hechos 15:10-11,19-20,24, 28-29: Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 11 Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.

[…] 19 Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, 20 sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre.

[…] 24 Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley,

[…] 28 Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: 29 que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien.

Nadie creo negará que este concilio fue una ocasión propicia para que los apóstoles reivindicaran la necesidad de que los cristianos debían guardar la ley de Moisés y especialmente el reposo sabático. Sin embargo, nada de eso ocurrió, sino solo las citadas leyes del AT –“que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación”– se recomendaron a los cristianos y nada más.

En el Nuevo Testamento, el reposo en sábado, séptimo día de la semana, tras la muerte de Cristo en la cruz, deja de ser un mandamiento. A partir de ese momento, el día en que se reúne la iglesia primitiva es indiferente que sea sábado o domingo, no importa en absoluto. Por supuesto, que deja de ser una “obligación” para convertirse en una “devoción” o celebración. Era lógico, natural y necesario que al principio, la iglesia, formada principalmente por judíos, y durante algún tiempo, se siguiera reuniendo en las sinagogas en el día sábado, puesto que esa era la costumbre de los judíos. Allí, y en ese día, debían los apóstoles y los nuevos cristianos, ya fueran judíos o gentiles, ir a predicar a Cristo. Pero poco a poco, a medida que aumentaba el número de los gentiles que llegaron a formar parte de la iglesia primitiva, se fue escogiendo como día de reunión el primero de la semana o sea el domingo (Hechos 20:7; 1ª Corintios 16:1-2). Por eso, Hebreos 10:24 y 25 no se refiere a cumplir o guardar ningún tipo de ley sabática sino que simplemente recomienda que “nos consideremos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; (25) no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más como veis que aquel día se acerca”. Esto no tiene nada que ver con guardar el reposos sabático del cuarto mandamiento de la ley del Sinaí. Cualquier día es bueno para congregarse, estimularse al amor y a las buenas obras. Esa comunión entre los hermanos y con Dios, es lo único que Él requiere de nosotros (Romanos 13:10; Gálatas 5:14). Veamos como en el NT, ya muy temprano,  la Iglesia primitiva se reúne en el primer día de la semana o domingo.

Hechos 20:7: El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.

1ª Corintios 16:1-2: En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. 2 Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas.

Por otro lado, reunirse en sábado a fin de cumplir el cuarto mandamiento de la ley del Sinaí, que mandaba a los israelitas guardar el reposo sabático so pena de muerte (Éxodo 20:8-11; 31:15), es tratar de salvarse haciendo las obras de la ley: es ponerse bajo la ley del Antiguo Pacto y rechazar a Cristo. Así lo manifiesta San Pablo:

Gálatas 3:10-14: Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.

La ley del Sinaí o de los Diez Mandamientos, es la base del Antiguo Pacto, y forma parte del sistema de leyes llamado la Torah, que conforma el Pentateuco. Este Pacto está vinculado únicamente con el pueblo del Israel antiguo. Esto quiere decir que jamás los llamados gentiles, y luego los cristianos tuvieron nada que ver con el citado Pacto.

Regreso al asunto que nos ocupa, que es demostrar que no son los Diez mandamientos los que Dios graba en el corazón del creyente del Nuevo Pacto:

En segundo lugar, se requiere, según lo que Dios había anunciado por medio de Jeremías (31:31-34), que el Nuevo Pacto no sea como el Antiguo: “…haré nuevo pacto…No como el pacto que hice con sus padres”. Nótese la clara y contrastante diferencia entre los dos pactos: el Pacto Antiguo estaba basado en la ley del Sinaí, y el Nuevo en Cristo y su sangre derramada (Lucas 22:20). Por tanto, el Nuevo Pacto es imposible, y sería totalmente absurdo, que consistiera en una continuación del Antiguo, o más de lo mismo, es decir, que los Diez mandamientos se escribieran en el corazón del creyente, de la misma manera que ya se hacía en el Antiguo Pacto.

En tercer lugar, necesitamos ser conscientes que la implantación de los Diez mandamientos en el corazón no da ningún poder para cumplirlos, ni para vencer al pecado. La ley ya sea externa en tablas de piedra o interna escrita en el corazón del creyente no tiene más objeto que denunciar los actos pecaminosos del ser humano “…porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20).

Romanos 5:20-21: Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; (21) para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.

El objetivo de la ley es, pues, reavivar las conciencias, y poner en evidencia o descubrir los pecados no reconocidos como tales para que “todo el mundo quede bajo el juicio de Dios” (Romanos 3:19).

Lo que hizo Jesucristo no es anular la ley sino amplificarla y darle el sentido espiritual que va mucho más allá de la letra. Por eso, gracias a Él, durante toda nuestra era, la cristiana, los seres humanos caminan hacia una mayor madurez y perfección, siendo el cristianismo la base de los modernos derechos humanos que la humanidad ha llegado a reconocer aunque no siempre los respeta por causa del pecado y la no conversión a Cristo. Pero Él nos proporciona un mayor conocimiento y luz de la Verdad, y, como consecuencia, también una mayor exigencia y perfección. El contraste con la ley antigua es evidente, pues ésta consiste de unos preceptos elementales mínimos de convivencia, pero la nueva ley en Cristo va mucho más allá, hasta juzgar incluso las intenciones y pensamientos del corazón, y añade leyes que no se contemplaban en la ley antigua.

Mateo 5:38-48: Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Sin embargo, mientras el ser humano pretenda cumplir la ley con sus propias fuerzas, a fin de salvarse, independientemente de Cristo, estará bajo condenación. Al aceptar que Cristo ha cumplido la ley y que muere en lugar del pecador recibiendo la penalidad o paga del pecado que le corresponde al pecador, el cristiano queda justificado por gracia. Entonces es nacido de nuevo (Juan 3:5), convertido en nueva criatura por la Palabra de Dios (Santiago 1:18):

2ª Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”

A partir de ese momento el cristiano, deja de estar bajo la ley “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Si alguna vez fueron los Diez mandamientos nuestra guía, dejan de serlo, pues ahora nuestra única guía es el Espíritu:

Romanos 8:14: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios.”

Gálatas 5:18: Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.

¿Tiene la ley antigua algo que ver con el cristiano? En absoluto ¿Por qué? Porque hemos muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo (Romanos 7:4). Al igual que la mujer casada es libre de casarse con otro cuando muere su marido, así el cristiano es libre de la ley por que ha muerto para ella, y ahora es de Cristo, pertenece a Cristo, no a la ley (Romanos 7:1-6).

Romanos 7: 6: Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

Siendo justificados gratuitamente sin las obras de la ley por la fe en nuestro Señor Jesucristo (Romanos 3:24,25; 5:1), lo que quiere decir que hemos sido declarados justos ante Dios por la sangre de Jesucristo que pagó el precio de nuestra culpa. Él nos ha perdonado todos los pecados, y nos ha dado la salvación y la vida eterna, que ya nadie nos puede quitar. También hemos sido liberados de la esclavitud del pecado, y ahora somos esclavos de Dios y de la justicia para dar frutos de santificación.

Romanos 5:1:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;

Romanos 6:22: Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

Ahora, pues no estamos bajo la ley sino bajo la gracia (Romano 6:14) y nuestra conciencia está regida por la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2).

Romanos 8:1-7: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. 6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. 7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

3. ¿Cuáles son los mandamientos de Jesús?

Usted, estimado hermano, identifica o confunde los mandamientos de Jesús con los Diez mandamientos del Antiguo Pacto. Admito que, Jesús, Dios el Hijo, antes de su encarnación como hombre, fue el que reveló su ley al pueblo de Israel. Toda la Revelación procede tanto del Padre, del Hijo, como del Espíritu Santo. Pero Jesús encarnado nos dio Su Palabra, y ésta son los mandamientos del Nuevo Pacto, que son distintos a la ley del Sinaí que Él mismo promulgó y dio exclusivamente a su pueblo Israel. Él, ahora, añade Su Palabra del Nuevo Pacto, que es ley para todo creyente cristiano. El Nuevo Pacto no se basa en la ley del Sinaí sino en la Palabra y obra, vida y muerte de Jesús.

Usted cita los siguientes textos del Evangelio de San Juan, que son palabras de Jesús, y que vuelvo a transcribir en la versión de la Biblia Reina Valera, 1960:

Juan 14:15: Si me amáis, guardad mis mandamientos.

Juan 14:21: El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. 

Juan 15:10: Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 

2 Juan 1:6: Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio.

Bastantes creyentes, no solo usted, cuando leen la palabra “mandamientos” en los Evangelios la asocian enseguida con la ley del Sinaí o Diez mandamientos del Antiguo Pacto. Para dichos creyentes parece que los únicos mandamientos que existan sean los de la ley del Antiguo Pacto. Pero eso no se ajusta a la verdad; lo que, luego, trataremos de probar con la Palabra de Dios. Para averiguar a qué mandamientos se está refiriendo nuestro Señor Jesús, basta con leer el contexto de los citados pasajes y veremos que en ningún caso se está refiriendo a la ley de Moisés sino a la nueva ley revelada en el Nuevo Testamento.

Por otro lado, Jesús, en todos estos textos, vincula “mandamientos” con “amor”. Él nos dice que el amor que le debemos se demuestra guardando sus mandamientos (Juan 14:15,21). Lo que significa que nuestra obediencia a Dios no proviene de vencer, mediante actos voluntariosos, las inclinaciones pecaminosas de nuestro corazón carnal, para de esta manera tratar de cumplir la exigencia externa o interna de Sus mandamientos o leyes; sino que procede de un corazón renovado en el que mora el Espíritu de Cristo, cuyo fruto es el amor (Ezequiel 36:26,27; Gálatas 5:22; Romanos 8:9). El cumplimiento de la ley es el amor (Romanos 13:10; Gálatas 5:14).

Romanos 8:9: Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece;

La auténtica y única válida relación con Dios y el prójimo debe estar basada en el amor de un corazón convertido por Su Espíritu. Por tanto, la nueva ley grabada en el corazón del creyente por el Espíritu Santo es el amor. El nuevo mandamiento es el que hemos tenido desde el principio el “que nos amemos unos a otros” (Juan 13:34,35; Gálatas 5:14-18; 2ª Juan 1:5).

Juan 13:34-35: (NBJ, 1998): Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros.  (35)  En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.

2 Juan 1:5-6: (NBJ, 1998): Y ahora te ruego, Señora, y no te escribo un mandamiento nuevo, sino el que tenemos desde el principio: que nos amemos unos a otros.  (6)  Y en esto consiste el amor: en que vivamos según sus mandamientos. Este es el mandamiento que oísteis desde el principio: que caminéis en el amor.

Gálatas 5:14-18  (NBJ, 1998): Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  […] (16)  Os digo esto: proceded según el Espíritu, y no deis satisfacción a las apetencias de la carne.  (17)  Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí tan opuestos, que no hacéis lo que queréis.  (18)  Pero, si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.

La conducta de todo ser humano sino está regida por la ley del amor se convierte en legalista y fría. Y solo se pueden guardar válidamente los mandamientos de Dios si hay amor grabado en el corazón convertido por el Espíritu Santo.

Si ahora leemos también el contexto de los versículos del Evangelio de San Juan citados arriba comprobaremos que los mandamientos a los que se refiere Cristo son Su Palabra y el amor. Solo se puede amar a Jesús si Su Espíritu mora en nosotros y ha grabado en nuestro corazón la ley del amor:

Juan 14:21-24: El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.  (22)  Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?  (23)  Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.  (24)  El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.

Nótese que es la “palabra de Jesús” la que hay que guardar y no los Diez mandamientos.

Juan 15:10-12: Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.  (11)  Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.  (12)  Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.

Juan 15:17: Esto os mando: Que os améis unos a otros.

En este texto de Juan 15:12, 17, Jesús no deja lugar a dudas de cuál es su principal mandamiento: Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Como podemos constatar no hay en ninguna ocasión referencia a la ley del Antiguo Pacto. El mandamiento del amor no es nuevo como hemos visto. Su novedad radica, quizá, en la profundidad, entrega y desprendimiento que implica ese amor “como yo os he amado”.

Otros mandamientos que nos reveló nuestro Señor Jesús y que podemos destacar de entre toda Su Palabra son, por ejemplo, los siguientes:

Mateo 28:18 -20:Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Juan 6:27-29: Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. 28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

Juan 5:39: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; 40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.

Juan 14:1: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.

La ley del Antiguo Testamento solo servía para dar a conocer el pecado (Romanos 3:20). Sin embargo, los mandamientos de Jesús, las palabras que Él nos ha hablado “son espíritu y son vida” (Juan 6:63). El siguiente mandamiento de Jesús – “Permaneced en mí, y yo en vosotros”– es  fundamental para poder guardar sus mandamientos y así permanecer en su amor:

Juan 15:4-11: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. 9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.

Esto es lo que da poder para vencer el pecado. Su Palabra que es la verdad (Juan 17:17) nos hace libres:

Juan 8:31: “si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”

Y no la ley del Sinaí que pertenece al Antiguo Pacto, que por su naturaleza no da ningún poder. Es un mero conocimiento del pecado, unas exigencias mínimas, que están ampliamente superadas con la nueva ley de Cristo y Su Evangelio de la Gracia:

Mateo 5:43-48: Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.  (44)  Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;  (45)  para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.  (46)  Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?  (47)  Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?  (48)  Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Cuando creemos en Jesús y en su Palabra nacemos de nuevo y somos hechos nuevas criaturas en Cristo, las cosas viejas pasaron (2ª Corintios 5:17); “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” (Santiago 1:18). Y también San Pedro afirma lo mismo con otras palabras:

1ª Pedro 1:22-25: Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; 23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. 24 Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; 25 Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

4. Conclusión

Dios ha grabado en la conciencia de todos los seres humanos el conocimiento del bien y del mal. Esto es la ley natural, “escrita en sus corazones” (Romanos 2:15). Para que esa ley nunca pudiera borrarse del corazón, Dios promulgó la ley del Sinaí, hace unos tres mil quinientos años, y como mil quinientos años después, Cristo, la renovó y amplificó, aboliendo algunos mandamientos, como, por ejemplo, el del reposo sabático, que no pertenece a la ley natural, y añadiendo otros, como se ha podido comprobar en Mateo 5:21-48. Esta es la ley de Dios por la que somos juzgados y condenados, de acuerdo al conocimiento del bien y del mal que han adquirido nuestras conciencias. Nadie ha podido cumplir esta ley a la perfección, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. (Romanos 3:23). Cuando se acepta a Cristo y Su muerte expiatoria en lugar de la muerte que justamente merecemos por nuestros pecados, Él paga la penalidad de nuestras transgresiones, “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús.” (Romanos 3:24). A partir de ahí ya no estamos bajo la ley sino bajo la gracia (Romanos 6:14). La ley ya no puede condenarnos (Romanos 8:1). Y “estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6).

La ley que Dios escribe en el creyente del Nuevo Pacto en Cristo no puede ser los Diez Mandamientos del Antiguo Pacto, por las siguientes razones:

Primera, el Nuevo Pacto tiene una nueva ley moral superior a la del Antiguo Pacto (Hebreos 7:12), en el sentido de su mayor exigencia y amplitud, porque legisla no solo las acciones o actos externos del ser humano sino también las intenciones y pensamientos del corazón. Por tanto, la ley nueva es distinta a la antigua, y Cristo establece sus contrastes y diferencias en Mateo 5:21-48. Los cambios más evidentes son:

    • El cuarto mandamiento de la ley del Sinaí, que exigía reposar en el día sábado, séptimo de la semana, y abstenerse de toda obra profana, trabajo, encender fuego, cocinar, viajar, llevar cargas, etc., deja de estar vigente a la entrada del Nuevo Pacto (Romanos 14:5,6; Gálatas 4:9-11; Colosenses 2:16,17). Otra prueba más de la abolición del reposo sabático es que la Iglesia primitiva se reúne en domingo, primer día de la semana  (Hechos 20:7; 1ª Corintios 16:1-2).
    • La letra de los nueve mandamientos restantes cambia, aun cuando se recogen sus principios morales. Por ejemplo, el sexto mandamiento prohíbe matar (Éxodo 20:13), pero Jesús va más allá, condenando también las intenciones, pensamientos y sentimientos, como el enojarse, zaherir, insultar, odiar, etc., al prójimo. El séptimo mandamiento que dice simplemente “no cometerás adulterio” (Éxodo 20:14), Jesús lo eleva o lo espiritualiza hasta el extremo de culpabilizar a “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró en su corazón” (Mateo 5:28).
    • Además, Él añade otros  mandamientos que no están contemplados en el famoso Decálogo del Sinaí, como por ejemplo: “No resistáis al que es malo…” (Mateo 5:39);  “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;” (Mateo 5:44).

Segunda, se requiere, según lo que Dios había anunciado por medio de Jeremías (31:31-34), que el Nuevo Pacto no sea como el Antiguo: “…haré nuevo pacto…No como el pacto que hice con sus padres”. Nótese la clara y contrastante diferencia entre los dos pactos: el Pacto Antiguo estaba basado en la ley del Sinaí, y el Nuevo en Cristo y su sangre derramada (Lucas 22:20). La ley de los Diez mandamientos ya estaba escrita en el corazón del creyente del Antiguo Pacto (Salmos 37:31; 40:8; 119:10-11). Y esto no resultó suficientemente eficaz. De ahí que Dios prometiera que el nuevo Pacto sería distinto al anterior.

Tercera, necesitamos ser conscientes que la implantación de los Diez mandamientos en el corazón no da ningún poder para cumplirlos, ni para vencer al pecado. La ley ya sea externa en tablas de piedra o interna escrita en el corazón del creyente no tiene más objeto que denunciar los actos pecaminosos del ser humano “…porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20).

Romanos 5:20-21: Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;  (21)  para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.

El objetivo de la ley es, pues, reavivar las conciencias, y descubrir los pecados no reconocidos como tales para que “todo el mundo quede bajo el juicio de Dios” (Romanos 3:19).

Cuarta, la implantación de los Diez mandamientos en el corazón del creyente del Nuevo Pacto no serviría para que éste alcanzara el nivel moral muy superior, que exige Cristo en Su nueva ley. Puesto que la letra de la ley antigua es muy inferior al espíritu de la nueva ley, y, por otro lado, no abarcaría los nuevos preceptos, de amor a los enemigos, no resistencia al malo, etc., por todo ello, creo que la ley que Dios escribe en el corazón no es una lista de preceptos, más o menos extensa, que sería interminable, sino que lo que Dios implanta en el corazón es el principio universal del amor, el cual cumple toda las leyes morales (Romanos 12:10; Gálatas 5:14), y es la base de su carácter, pues Dios es amor (1ª Juan 4:8). Esta ley de amor  que, en adelante, regulará la conducta de todo cristiano es fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22), que mora en el creyente, y que le va transformando de día en día, hasta la santificación.

Quinta, los mandamientos de Cristo, a los que Él alude en diversas ocasiones en los escritos del apóstol Juan (Juan 14:15,21; 15:10; 2 Juan 1:6), no se refieren a la ley antigua del Sinaí. Sino al amor de unos con otros, a creer en Él como Salvador, a permanecer unido a Él como único medio de dar frutos de amor (Juan 15:4-7). Jesús mismo identifica cuál es Su principal mandamiento, pues de él depende toda la ley: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:12; 13:34,35; compárese con Romanos 13:10; Gálatas 5:14; 6:2; 1 Corintios 9:21). Jesús también nos da otros mandamientos como, por ejemplo, los siguientes:

    • “Arrepentíos y creed en el Evangelio” (Marcos 1:15)
    • “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15)
    • “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado;” (Mateo 28:19,20)
    • En general toda Su Palabra es ley para el cristiano
    • Etc.

Guardar estos mandamientos es una señal de que le amamos, pero le amamos porque el Espíritu Santo, por medio de Su Palabra nos ha hecho nacer de nuevo y ha implantado en nuestro corazón la ley del amor. La ley antigua no daba poder alguno sobre el pecado sino solo su conocimiento, pero el “Evangelio, […] es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree;”  (Romanos 1:16). Obedecer Su Palabra es amar a Dios en Jesús.  

Ahora, pues, no estamos bajo la ley sino bajo la gracia (Romano 6:14) y nuestra conciencia está regida por la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2).

Los cristianos reconocemos que la oposición y lucha entre lo carnal y lo espiritual puede durar toda la vida. “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;  (18)  y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6:17-18). Antes de la conversión a Cristo éramos esclavos del pecado. Ahora, Su Palabra, que es la Verdad,  y su permanencia en ella nos ha hecho libres (Juan 8:31).

Romanos 6:22: Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

La obediencia a Su Palabra nos transforma de día en día a Su semejanza, y el “hombre viejo carnal” disminuye hasta morir, al tiempo que crece Cristo en nosotros, hasta que solo viva Cristo en nosotros, y podamos decir como San Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.  (21)  No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:20-21).

Quedo a su disposición. Bendiciones

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

BLA, 1995 = Biblia Latinoamericana, Revisión de 1995.

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

¿Qué debemos entender por la ley de Moisés?
 
Versión: 30-05- 2014

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Hola, hermano David, me parece que usted no ha entendido nada o muy poco de lo que he escrito sobre el tema de la Ley, y tampoco ha comprendido nada de lo que le dije en mi correo anterior. Pues entre otras cosas le dije que no quería polemizar ni discutir más sobre la Ley, ya que dudo que usted esté abierto para entender el Evangelio de la Gracia; en mi opinión, usted no pretende aclarar la Verdad de Dios, sino solo permanecer aferrado a la Ley del Antiguo Testamento.

Le vuelvo a reiterar que si usted sinceramente busca la verdad estoy dispuesto a ayudarle a aclarar sus ideas, pero no pretenda polemizar conmigo acerca de la Ley (Tito 3:8—11), porque así lo recomienda el gran apóstol Pablo: Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho” (Tito 3:9),  

Tito 3:7-11: para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.  (8)  Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.  (9)  Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho.  (10)  Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo,  (11)  sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio.

Al parecer usted es de los que defienden “a capa y espada” la vigencia de la Ley de Moisés para los cristianos; ¡y aun se atreve a insinuar que mi postura es la judaizante! ¡Nunca me habían dicho semejante despropósito! ¡Eso es un auténtico sarcasmo!

Y usted se confunde mucho cuando entiende mal la frase del profeta Isaías cuando dice «¡A la ley y al testimonio! si no hablaren conforme a esto, es porque no les ha amanecido» (Isaías 8:20). Por si no lo sabe, Isaías no se está refiriendo a las Tablas del Pacto, sino a toda la Palabra de Dios que existía hasta ese momento; y Jesús también se refiere a toda ella cuando habla de “la ley de Moisés, los Profetas y los Salmos” (Lucas 24:44); o bien cuando Él mismo dice “la ley y los profetas eran hasta Juan… (Lucas 16:16), o cuando afirma “No he venido para abrogar la ley o los profetas” (Mateo 5:17). En todos estos casos, Jesús se está refiriendo a las Sagradas Escrituras, que hoy conocemos como Antiguo Testamento, pero no a las Tablas de la ley, como usted y otros ingenuamente creen.

Por lo tanto, usted, se equivoca totalmente cuando declara que “la ley es la regla infalible que debe ser probada toda opinión”. ¿Es usted judío o cristiano? Porque si usted se limita al Antiguo Testamento, y no reconoce el Nuevo Testamento, como imprescindible para probar la veracidad de toda doctrina, usted no es cristiano.

He leído detenidamente el artículo que me adjunta –“El asunto de la ley”. Usted confunde la ley moral natural que Dios implantó a todo ser humano con la Ley del Sinaí que vino 430 años después de la promesa que Dios hizo a Abraham (Gálatas 3:17,19). La Ley del amor a Dios y al prójimo es universal y eterna, pero no así la Ley de Moisés que se circunscribe al antiguo Pacto: “hasta que viniese la simiente” (Gálatas 3:19). “La cual es Cristo”. (Gálatas 3:16).

2. La “sana doctrina” revelada en la Santa Biblia es fundamental conocerla, aceptarla y obedecerla para nuestra salvación.

Primero. La máxima revelación de Dios es Jesucristo –el Verbo, la Palabra encarnada (Juan 1:1,18). Porque “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, (2) en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; (3)  el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1:1-3). En Él se cumplen todas las promesas del AT, dadas por Dios, primero a Adán y Eva después de la Caída (Génesis 3:15), y, más tarde, a Abraham y su descendencia (Génesis 12:3; 22:18), de la cual vino Cristo y Su salvación (Mateo 1:1; Gálatas 3:16).

Mateo 1:1: Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.

Gálatas 3:16: Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.

Los cristianos no pertenecemos al Pacto que Dios hizo con Moisés –conocido como Antiguo o Primer Pacto (Hebreos 8:13; 9:18)–, sino al Pacto de la Promesa, al que Dios hizo con Abraham y sus descendientes (Romanos 4:3,13-16;  Gálatas 3:7), que se cumplió con el Nuevo Pacto en Cristo (Mateo 26:28; Lucas 22:20).

Romanos 4:3: Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.

Romanos 4:13-16: Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe.  (14)  Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. (15) Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión. (16) Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros.

Gálatas 3:6-9: Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. (7)  Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. (8) Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. (9)  De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.

Segundo. Todos los seres humanos somos pecadores, porque hemos pecado en el pasado y también en el presente (Romanos 3:9-12,23), y “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).

¿Qué quiere decir todo esto?

Esto es muy importante entenderlo bien. La naturaleza caída –y, por tanto, pecadora– de la Primera Pareja humana es transmitida a todos sus descendientes. Lo cual es la causa de que “todos pecaron, y están destituidos  de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).

Comprobémoslo en los siguientes textos:

Romanos 5:12-14: Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombrey por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. (13) Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. (14) No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.

“Antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado” (Romanos 5:13). Esto quiere decir que aunque no existió ley escrita hasta su promulgación por Dios a Moisés en el monte Sinaí, el hombre es un ser moral porque tiene la ley escrita en su corazón, que da testimonio a su conciencia de lo que está bien y de lo que está mal (Romanos 2:12-16). “Pero –como dice San Pablo– veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (Romanos 7:23). Veamos el contexto que sigue:

Romanos 7:24-25): ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?  (25)  Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.

Tercero. Los cristianos no tenemos nada que ver con la Ley del Sinaí, pero sí con sus principios espirituales que son eternos, y que fueron confirmados por Jesús en varias ocasiones durante Su ministerio terrenal (Mateo 5:17-48; 22:35-40; Lucas 10:25-37).

Puesto que “Dios es amor” (1ª Juan 4:8,16), Él requiere de todos Sus hijos que  sus conciencias estén regidas por el amor; y no por una ley externa de Diez mandamientos fijados en tablas de piedra, que no son más que una adaptación elemental para el pueblo del AT de aquella época (Ver, por favor, 2ª Corintios 3:2-18). Sin embargo, Jesús va mucho más allá. Él nos fija un ideal de perfección: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Por eso, Él nos requiere “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; (45) para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. (46)  Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? (47) Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?” (Mateo 5:44-48).

De dos mandamientos depende toda la ley y los profetas

Mateo 22:35-40: Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: (36) Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? (37) Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

Jesús nos da “un mandamiento nuevo”, porque ya no estamos en el Antiguo Pacto sino en el Nuevo, y ahora servimos “bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6).

Juan 13:34-35: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. (35) En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.

El apóstol Pablo insiste en eso mismo: “Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5:14).

Romanos 13:8-10: No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. (9) Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  (10)  El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

¿Nos sorprende que toda la ley se cumpla con amar al prójimo como a uno mismo? ¿Dónde queda el mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas y “con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37; Lucas 10:27)?

Esto lo explica perfectamente el apóstol Juan cuando afirma que “el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? (1ª Juan 4:20). Es decir, el único modo de amar a Dios es amar al prójimo. Dicho de otra forma: el verdadero cristianismo se demuestra en el amor a nuestras semejantes. A Dios solo hay una forma de conocerlo: amando. “Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios” (1ª Juan 4:7).

Pero mejor será que disfrutemos leyendo todo el contexto en el cual San Juan expresa entrañablemente que “Dios es amor”, y que nos lo ha demostrado enviando a Su Hijo al mundo, muriendo por nosotros, y que esa es la razón de que nos exija que le amemos, “porque Él nos amó primero” (1ª Juan 4:19), y que nos amemos unos a otros.

1 Juan 4:7-21: Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.  (8)  El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.  (9)  En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. (10) En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (11) Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. (12) Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. (13)  En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. (14) Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. (15) Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. (16) Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. (17) En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo.  (18) En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. (19) Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. (20) Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?  (21)  Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.

Ahora, aunque sea imitando y parafraseando pobremente a San Pablo, queridos judaizantes ¿por qué queréis, ante tan excelsa revelación del amor de Dios que tenemos en el Nuevo Testamento, volveros a la rudimentaria Ley del Sinaí? «¿Cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?»  (Gálatas 4:9-11).

Gálatas 4:9-11: mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? (10) Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. (11) Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.

Cuarto. Esta ley maravillosa del amor a Dios y al prójimo es el ideal, lo que tenemos que alcanzar por la Gracia de Dios y el estudio de Su Palabra, la oración, mediante el Espíritu Santo que mora en cada cristiano (Hechos 2:38,39; 1ª Corintios 3:16; Efesios 1:13-14), y solo entonces nuestras vidas darán los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, etc. (Gálatas 5:22-25). Esta es la exigencia de Dios, pero como nadie puede alcanzarla, fue necesario que Cristo la cumpliera por cada uno de nosotros, y al acogernos a Él, al aceptarlo como nuestro Salvador personal, quedamos libres de la condenación de la ley,  “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:24), porque Él es la propiciación y expiación de nuestros pecados (Romanos 3:25; Hebreos 2:17; 1ª Juan 2:2).

Romanos 8:1-4: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. (3) Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;  (4)  para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Quinto. Todos los seres humanos mientras no sean conscientes de que son pecadores, y que esa condición les arrastra irremisiblemente a la muerte eterna, y, decidan, por la gracia de Dios, arrepentirse y convertirse son esclavos del pecado (Romanos 6:16-18). De ahí la exclamación angustiosa y a la vez esperanzada: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?  (25)  Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Romanos 6:24-25). El llamado de Dios es siempre el mismo “Arrepentíos y convertíos” (Marcos 1:14-15; Lucas 13:3; Juan 3:5; Hechos 2:38-39) para que seamos salvos.

Marcos 1:14-15: Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, (15) diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.

La única solución para el problema del pecado está en Jesús. Porque Dios, en la Persona de Su Hijo tuvo que hacerse hombre para morir en nuestro lugar, pagando la penalidad que nos correspondía. De ahí que el ángel, que se apareció en sueños a José, el esposo de la Virgen María, le dijo, refiriéndose al Hijo que sería engendrado del Espíritu Santo en María: “llamarás su nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:19-21).

Por lo cual “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Romanos 6:25), porque “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (9) Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. (10) Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. (11) Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Romanos 5:8-11).

“Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (20)  Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.  (21)  Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:19-21).

¿No es maravilloso el Plan de Salvación de Dios para la humanidad quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9)?

La salvación es un don gratuito de Dios al hombre, porque ya hemos visto que la naturaleza pecaminosa de este le impide alcanzar la alta exigencia de la ley del amor. “Pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21); “sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2:16).

Efesios 2:8-10: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; (9) no por obras, para que nadie se gloríe. (10)  Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

Romanos 5:1-2: Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;  (2)  por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.

Por lo tanto, la salvación es solo por la Gracia de Dios por medio de la fe (Efesios 2:8-9; Gálatas 2:16-21; Romanos 1:16-17; 3:24; etc.); y se obtiene estudiando o escuchando, creyendo y obedeciendo la Palabra de Dios, la cual nos irá santificando día y a día (Mateo 28:18-20; Marcos 16:15-16; Lucas 24:44-47; Juan 5:39; 6:63;17:17; 2 Tes. 2:13-17; 2 Timoteo 3:15-17; 1 Pedro 1:22-25) hasta hacernos aptos para el Reino de los Cielos, porque sin la santidad nadie verá al Señor (Hebreos 12:14).

Mateo 28:18-20: Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.  (19)  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;  (20)  enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Marcos 16:15-16: Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.  (16)  El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.

Lucas 24:44-47: Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.  (45)  Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;  (46)  y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; (47) y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.

Juan 5:39: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;

Juan 6:63: El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.

Juan 17:17: Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

2 Tesalonicenses 2:13-17:  Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad,  (14)  a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.  (15)  Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.  (16)  Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia,  (17)  conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra.

2 Timoteo 3:15-17: y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.  (16)  Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,  (17)  a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

1 Pedro 1:22-25: Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; (23) siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.  (24)  Porque: Toda carne es como hierba,  Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba.  La hierba se seca, y la flor se cae;  (25)  Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

3. La ley de Moisés no es solo el libro de la Ley sino toda la Torá, y no se pueden extraer solo las Tablas de piedra y dejar el resto.

Además, usted se equivoca cuando intenta separar la ley de las Tablas de piedra y el libro de la ley. Debería saber que todo ello pertenece a la “Ley” (la Torá o Pentateuco), es decir, forma una parte del AT; y esa Ley no admite divisiones y separaciones, o la toma usted toda en su paquete entero, o la desecha toda por obsoleta (Hebreos 8:13). Me gustaría hacerle entender que usted ni nadie puede escoger algo del AT y decir que ello está vigente y el resto no lo está.

Por favor, si escoge usted la ley de las tablas de piedra debe obligatoriamente cumplir toda la Ley de Moisés sin fallar en un punto; por eso le cité en el anterior correo el capítulo quince de Hechos, donde, los judaizantes –como usted mismo es, aunque pretenda calificar a este servidor de lo mismo–  al igual que usted, querían que los cristianos gentiles observaran toda la ley de Moisés –incluido el reposo sabático por supuesto–, sin embargo, decepcionante y frustrantemente para los judaizantes, Pedro dijo: (10) Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? (11) Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos […] “no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios,…Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo” (Hechos 15:10,11, 19, 21). Con esto queda zanjado todo, y lo siento mucho por usted, otros que piensan lo mismo que usted.

La Ley del Sinaí es una adaptación de los principios morales universales exclusivamente para un pueblo –Israel–, y como base del Antiguo Pacto. Y tanto dicha Ley como el primer o Antiguo Pacto se cumplen y terminan en Cristo.

Al poco de empezar a desarrollarse al Iglesia primitiva surgieron “algunos de la secta de los fariseos, que habían creído,… diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés” (Hechos 15:5). Estos fariseos convertidos al cristianismo creían que los cristianos estaban obligados a circuncidarse y guardar la Ley de Moisés.

Ahora, es necesario entender que la Ley de Moisés incluye no solo las leyes rituales, civiles y morales sino también la Ley de las tablas de piedra –los famosos diez mandamientos del Decálogo– que es la base del Antiguo Pacto. La Ley de Moisés forma un conjunto o sistema legislativo inseparable o indivisible, que fue dado por Dios para gobierno del Israel antiguo. Por lo tanto, no se pueden abolir ciertas leyes que la componen y pretender mantener vigentes las que legislan en el ámbito moral. Por otra parte eso sería imposible, pues los libros de la Ley –toda la Ley– dependen del principio universal de amor a Dios y al prójimo, y se fundamentan en el mismo (Lv. 19:18; Dt. 6:5; cf. Mt. 22:36-40). Por eso es incorrecto enseñar –como algunos hacen– que en la cruz de Cristo fueron abolidas solo las leyes ceremoniales y civiles, permaneciendo intacta y vigente la Ley de los Diez mandamientos, que es precisamente el fundamento del  Antiguo Pacto.

Por otro lado, los mismos defensores del reposo sabático suelen argumentar que la Ley de Moisés no es la Ley de Dios o que no la incluye. Esto es totalmente incierto, pues el AT cita indistintamente “Ley de Moisés”, “Ley de Dios” o “Ley del Señor” para referirse en todos los casos a la misma única Ley: la Ley que fue dada por Dios a Israel en el Sinaí (ver Éx. 18:6; Lv. 26:45-46; Núm. 31:21; Dt. 4:44; Jos. 23:6; 24:26; Lc. 2:22-24, 39; etc.).

Levítico 26:45-46: Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las naciones, para ser su Dios. Yo Jehová. (46) Estos son los estatutos, ordenanzas y leyes que estableció Jehová entre sí y los hijos de Israel en el monte de Sinaí por mano de Moisés.

Deuteronomio 4:44: Esta, pues, es la ley que Moisés puso delante de los hijos de Israel.

Josué 23:6: Esforzaos,  pues,  mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés,  sin apartaros de ello ni a diestra ni a siniestra;

Josué 24:26: Y escribió Josué estas palabras en el libro de la ley de Dios;  y tomando una gran piedra,  la levantó allí debajo de la encina que estaba junto al santuario de Jehová.

Lucas 2:22-24: Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor  (23)  (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor),  (24)  y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.

Lucas 2:39: Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

Demostrado que la ley de Moisés es lo mismo que la Ley de Dios (Lucas 2:22-24,39), ahora, nos conviene recordar que el rito de la circuncisión fue la señal del Pacto que hizo Dios con Abraham (Génesis 17:7,10-14), pero siguió siendo de obligado cumplimiento en el AP como señal de pertenencia al pueblo de Dios hasta la muerte de Cristo. Incluso los observadores del reposo sabático  aceptan que los cristianos no están obligados a circuncidarse. Pero los judaizantes de la Iglesia primitiva –“algunos de la secta de los fariseos, que habían creído”, reclamaban que los cristianos debían cumplir toda la Ley de Moisés: “Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés (Hechos 15:5).

En pocas palabras, estos fariseos cristianos creían que el Antiguo Pacto continuaba en vigor, y consecuentemente con ello, exigían que debía cumplirse toda la Ley que configuraba aquel Pacto. Esto es lógico. Lo que no es de recibo es la pretensión de algunos –especialmente, los adventistas–, que se atreven a extraer de la Ley de Moisés, la base del Pacto Antiguo, que son los Diez Mandamientos, exigiendo la observación del reposo del día sábado, que pertenece al Antiguo Pacto. Pero eso no es correcto, pues, o exigimos a los cristianos cumplir con toda la ley de Moisés, como trataron de hacer los judaizantes de la Iglesia primitiva, o abolimos todo el sistema antiguo de la Ley; lo que no caben son medias tintas. Como lo demuestran los siguientes textos, que se refieren al “concilio” en el que los dirigentes de la Iglesia primitiva decidieron que los cristianos no estaban obligados a cumplir nada en absoluto de la Ley de Moisés, incluido por tanto, el reposo sabático que fue la señal del Antiguo Pacto:

Hechos 15:7-11: Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen.  (8)  Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; (9) y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. (10) Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? (11) Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.

Hechos 15:19-21: Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, (20) sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. (21)  Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo.

Esta fue una perfecta ocasión para que Jacobo dijera también: “escriban a los gentiles que no dejen de observar la Ley de Moisés” –tengamos en cuenta que esta Ley es la que Dios promulgó en el Sinaí–, “y especialmente no se olviden de reposar cada sábado conforme al cuarto mandamiento de la Ley”. Sin embargo, decepcionante y frustrantemente para los judaizantes, dijo: “no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios,…Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo” (Hechos 15:19, 21).

Es absurdo e ilógico no reconocer lo evidente: que el primer Pacto o antiguo Pacto (Hebreos 8:7,13; 9:1,15,18; 10:9) –basado en las Tablas de piedra– fue hecho por Dios solamente “con los hijos de Israel, cuando salieron de la tierra de Egipto” (1 Reyes 8:9; Cf. 2ª Crónicas 6:11). Y, por si esto no fuera suficiente para algunos, Moisés vuelve a recalcar que “Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. (3) No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos. (4) Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte de en medio del fuego” (Deuteronomio 5:2-4). Y al establecer Cristo el Nuevo Pacto con Su muerte y resurrección, “ha dado por viejo al primero” [es decir, cesa toda vigencia del Antiguo Pacto] (Hebreos 8:13). Puesto que la ley del Sinaí era la base del mismo, también desaparece esta Ley que lo fundamentaba.

El error que muchos han cometido es creer que las Tablas de piedra, del Pacto o del Testimonio contienen la Ley moral universal, y por tanto, perfecta e inmutable. Sin embargo, aunque esta ley del Sinaí está fundamentada en los principios universales de la Moral –“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37; Cf. Dt. 6:5), y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39; Cf. Lv. 19:18)–, la letra de los diez mandamientos que la componen no es más que un elemental y básico desarrollo de los citados principios universales, pero adaptados para un pueblo –Israel–, y adecuados para la época en que se desarrollaría el Antiguo Pacto; por lo que solo serían válidos –como afirma San Pablo– “hasta que viniese la Simiente a quien fue hecha la promesa” (Gálatas 3:19) “la cual es Cristo” (Gálatas 3:16).

Ejemplos que demuestran la realidad de la anterior aseveración son las redacciones de los siguientes mandamientos:

Segundo mandamiento del Sinaí: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. (5) No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, (6)  y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Éxodo 20:4-6).

Clara y evidentemente la redacción de este mandamiento, prohibiendo no solo utilizar las imágenes como ídolos –dándoles un culto que solamente corresponde a Dios–, sino también construir o hacer imágenes, era muy adecuado para evitar o tratar de contrarrestar que el Israel antiguo imitara las costumbres de las naciones paganas que le rodeaban, y se fabricara dioses inanimados semejantes a los que tenían dichos pueblos. Sin embargo, el AT registra que Israel, pasó por alto este mandamiento, transgrediéndolo nada más conocerlo (Éxodo 32:1-35), y también en otros momentos a lo largo de su historia cayó igualmente en este tipo de idolatría.

La transgresión no estaba en el hecho de fabricar o construir las imágenes sino en darles culto. Nadie debía hacer ninguna imagen para inclinarse ante ella y honrarla. Reiteradamente Dios ordenó a Israel: “Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera.  (14)  Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es. (15)  Por tanto, no harás alianza con los moradores de aquella tierra; porque fornicarán en pos de sus dioses, y ofrecerán sacrificios a sus dioses, y te invitarán, y comerás de sus sacrificios;  (16)  o tomando de sus hijas para tus hijos, y fornicando sus hijas en pos de sus dioses, harán fornicar también a tus hijos en pos de los dioses de ellas. (17) No te harás dioses de fundición” (Éxodo 34:13-17).

El peligro está en tener o hacer imágenes creyendo que a través de ellas se obtiene el favor de alguien al que le hemos conferido en nuestro corazón lo que solo corresponde al verdadero Dios. Eso sería superstición e idolatría. Por eso, Dios no se contradice a sí mismo cuando ordena a Su Pueblo: “Harás también dos querubines de oro” (Éxodo 25:18). Pero mejor leer un poco de su contexto:

Éxodo 25:18-22: Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos extremos del propiciatorio. (19) Harás, pues, un querubín en un extremo, y un querubín en el otro extremo; de una pieza con el propiciatorio harás los querubines en sus dos extremos. (20) Y los querubines extenderán por encima las alas, cubriendo con sus alas el propiciatorio; sus rostros el uno enfrente del otro, mirando al propiciatorio los rostros de los querubines. (21) Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré.  (22) Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel.

La prueba de que la redacción o letra de este segundo mandamiento de la ley de las Tablas de piedra no es inmutable, está en que el Nuevo Testamento no registra ninguna prohibición en cuanto hacer, construir o fabricar imágenes. En el NT se condena solo la idolatría que consiste en dar a la criatura o a las cosas creadas el culto o adoración o preeminencia que solo corresponde a Dios (véase, por ejemplo, Mateo 4:9,10; Hechos 10: 25,26; 17:29; Romanos 1:23-25; 1 Corintios 8:4-11; 10:14, 18-20; 12:2; Efesios 5:5; Fil. 3:18-19; Col 3:5; 1ª Juan 5:21; Ap. 9:20; etc.).

En los siguientes textos veremos que no hay ninguna prohibición a construir o hacer imágenes sino a toda forma de idolatría. Además, para que nadie tenga dudas, el NT explica que idolatría no es solamente dar culto a las imágenes sino también todo tipo de avaricia, culto al cuerpo o al “vientre” o pasiones desordenadas  (Col 3:5; Fil 3:19), algo que no contemplaba la letra del segundo mandamiento del Sinaí.

Hechos 17:29: Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres.

Romanos 1:23-25: y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. (24)  Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, (25)  ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.

1 Corintios 10:14: Por tanto, amados míos, huid de la idolatría.

1 Corintios 12:2: Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos.

1 Juan 5:21: Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.

Efesios 5:5: Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.

Filipenses 3:18-19: Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo;  (19)  el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.

Colosenses 3:5: Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;

Apocalipsis 9:20: Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar;

Cuarto mandamiento del Sinaí. El Antiguo Testamento registra dos versiones del citado mandamiento (Éxodo 20:8-11; Dt. 5:12-15), perfectamente válidas, quizá complementarias, pero apropiadas para un solo pueblo en la Tierra –Israel– y dirigidas exclusivamente a él, y a ninguna otra nación.

Éxodo 20:8-11: Acuérdate del día de reposo para santificarlo. (9) Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; (10) mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. (11) Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.

Deuteronomio 5:12-15: Guardarás el día de reposo para santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado.  (13) Seis días trabajarás, y harás toda tu obra;  (14) mas el séptimo día es reposo a Jehová tu Dios; ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que descanse tu siervo y tu sierva como tú. (15) Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo.

Este mandamiento le fue dado a Israel junto con el “Maná” (Éxodo 16:4-5,17-29) antes de la entrega de las tablas de la ley en el Sinaí; lo cual redunda en demostrar su exclusividad para este pueblo, si además comprobamos que fue la señal del Pacto entre Dios e Israel (Éxodo 31:13-17).

Éxodo 31:12-17: Habló además Jehová a Moisés, diciendo: (13) Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. (14) Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. (15) Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo[c] consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá. (16)  Guardarán, pues, el día de reposo[e] los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo.  (17)  Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó.

Notemos que Dios hizo pacto con Noé y le dio como señal el arco iris en las nubes (Génesis 9:13), y más tarde a Abraham, Dios le dio como señal la circuncisión (Génesis 17:10-14). Todo esto deja tener vigencia en el NT, porque todo ello es sombra y figura que se cumplen en Cristo (Col 2:16-17), pues Él es la “buena nueva” (Hebreos 4:2,3) de salvación, y solo mediante Cristo se obtiene el reposo que simboliza el séptimo día (Hebreos 4:2,3); pues al creer en Él se entra en el reposo de Dios (Hebreos 4:9-10), no en el reposo de un día a la semana sino en el reposar de obrar o sea confiar en la salvación obtenida en Cristo, sin las obras de la ley. Por tanto, este precepto no tiene ningún sentido para los cristianos, ni puede ser aplicado a la humanidad, puesto que no se corresponde con ningún principio de la moral universal.

Décimo mandamiento del Sinaí. También el AT registra dos versiones del citado mandamiento (Éxodo 20:17; Dt. 5:21), ambas similares y muy apropiadas para un pueblo de la antigüedad; pero debemos reconocer que, aunque el principio siga siendo válido, la letra o redacción del mismo son totalmente obsoletas.

Éxodo 20:17: No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”.

Deuteronomio 5:21: No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.

Por lo tanto, concluimos que la ley nueva –el Nuevo Testamento– es más perfecto que la ley del Sinaí, y su abolición está plenamente justificada porque ha sido sustituida por una mejor, y porque ahora servimos a Dios  “bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6).

4. Conclusión

Aunque hasta Moisés no hubo ley moral escrita, la santa Biblia declara que “había pecado en el mundo” (Romanos 5:13). Por otro lado, después que se promulgó la ley, las naciones paganas que rodeaban el antiguo Israel, posiblemente tuvieron conocimiento de esta ley pero no estaban sometidos a ella pues había sido dada exclusivamente para el gobierno de los israelitas, y por tanto, nadie del mundo gentil podía sentirse concernido u obligado a la obediencia de la misma. Sin embargo, tanto antes de la ley como después de la ley, los israelitas que estaban bajo la ley, así como los paganos o gentiles de todas las épocas, que no tenían ley, es decir, todo el mundo, igualmente son juzgados por Dios de pecado (Romanos 3:10,12, 23).

Con todo esto hemos querido demostrar que exceptuando Israel, la humanidad hasta Cristo no estuvo bajo la ley del Sinaí sino bajo la ley moral natural escrita en sus conciencias (Romanos 2:14-16). Luego, Cristo, hace unos dos mil años, derribó “la pared intermedia de separación” que existía entre el pueblo de Israel y el resto del mundo (Efesios 2:14), “aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas…y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo” (Efesios 2:15,16). Por tanto, con la muerte de Cristo quedó abrogado el Antiguo Pacto (Hebreos 8:13) y con él todas las leyes que regían bajo el mismo, recogiendo o salvando solo los principios morales eternos de los que dependía toda la ley:

Mateo 22:35-40: Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: (36)  Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?  (37)  Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38)  Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

Lucas 10:25-28: Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?  (26)  Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?  (27)  Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.  (28)  Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.

En el Nuevo Pacto, Cristo recoge los principios morales eternos de la ley del Sinaí, los amplifica espiritualizándolos formando una nueva ley moral superior a la del Antiguo Pacto (Hebreos 7:12), en el sentido de su mayor exigencia y amplitud, porque legisla no solo las acciones o actos externos del ser humano sino también las intenciones y pensamientos del corazón. Además, esta nueva ley moral es universalizada porque va dirigida no solo al pueblo de Israel sino a toda la humanidad. Por tanto, la ley nueva es distinta a la antigua, y Cristo establece sus contrastes y diferencias en Mateo 5:21-48. Los cambios más evidentes son:

    • El cuarto mandamiento de la ley del Sinaí, que exigía reposar en el día sábado, séptimo de la semana, y abstenerse de toda obra profana, trabajo, encender fuego, cocinar, viajar, llevar cargas, etc., deja de estar vigente a la entrada del Nuevo Pacto (Romanos 14:5,6; Gálatas 4:9-11; Colosenses 2:16,17). Otra prueba más de la abolición del reposo sabático es que la Iglesia primitiva se reúne en domingo, primer día de la semana (Hechos 20:7; 1ª Corintios 16:1-2). Pero deja de haber mandamiento de reposar un día a la semana por motivos religiosos.
    • La letra de los nueve mandamientos restantes cambia, aun cuando se recogen sus principios morales. Por ejemplo, el sexto mandamiento prohíbe matar (Éxodo 20:13), pero Jesús va más allá, condenando también las intenciones, pensamientos y sentimientos, como el enojarse, zaherir, insultar, odiar, etc., al prójimo. El séptimo mandamiento que dice simplemente “no cometerás adulterio” (Éxodo 20:14), Jesús lo eleva o lo espiritualiza hasta el extremo de culpabilizar a “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró en su corazón” (Mateo 5:28).
    • Además, Él añade otros  mandamientos que no están contemplados en el famoso Decálogo del Sinaí, como por ejemplo: “No resistáis al que es malo…” (Mateo 5:39);  “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;” (Mateo 5:44).

Los cristianos no se relacionan con la ley de la misma manera que las personas no convertidas a Cristo. Pues a estos la ley les condena porque no quieren cumplir la ley y tampoco pueden. Si estos reconocen sus pecados y su impotencia en cumplirla, y se arrepienten, la ley será el ayo, guía, tutor o pedagogo que los llevará a Cristo (Gálatas 3:24), y la ley habrá cumplido su única misión que consiste en denunciar el pecado (Romanos 3:20). En cambio, los cristianos no están bajo la ley sino bajo la gracia (Romano 6:14); la ley no les puede condenar porque han muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo (Romanos 7:4) en el Bautismo  (Romanos 6:3,4); su relación no es con la ley sino con la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús (Romanos 8:2). Como hijos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, no son guiados por la ley sino por el Espíritu Santo que mora en ellos (Romanos 8:14,17), y son impulsados no por la coerción de una ley exterior sino por “el amor de Dios…derramado en nuestro corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5).

Los que intentan guardar los Diez Mandamientos como una ley exterior fracasan y caen en el legalismo, que carece de amor. Si no hay amor, la ley no se cumple de ninguna manera, puesto que Dios juzga las intenciones que hay en lo profundo del corazón humano. El que ama cumple perfectamente los  mandamientos de la ley moral (Juan 13:34; 14:15,21; 15:11-17; Romanos 13:7-10; Gálatas 5:14; 1 Juan 2:7-11; 3:14-16, 23-24; etc.).

Juan 13:34: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.

Juan 14:15: Si me amáis, guardad mis mandamientos.

Juan 14:21: El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.

Juan 15:11-17: Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. (12) Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. (13) Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. (14)  Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. (15) Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. (16) No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.  (17)  Esto os mando: Que os améis unos a otros.

Romanos 13:7-10: Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra. (8)  No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. (9) Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (10) El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

Gálatas 5:14: Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

El apóstol Juan nos confirma que el mandamiento antiguo es la Palabra que habéis oído desde el principio (1 Juan 2:7), y no la ley del Sinaí que fue abolida junto con toda la Ley (Torá- Pentateuco) con la vida, muerte y resurrección de Cristo.

1 Juan 2:7-11: Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio.  (8)  Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra.  (9)  El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.  (10)  El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.  (11)  Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.

1 Juan 3:14-16: Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. (15)  Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. (16)  En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.

1 Juan 3:23-24: Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.  (24)  Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.

En resumen:

Primero. La ley del Sinaí fue dictada por Dios exclusivamente para los judíos, es decir, el pueblo de Israel, en especial el cuarto mandamiento que es la señal del Pacto Antiguo (Éxodo 31:13-17; Deuteronomio 5:2-3). Antes de Moisés no existía la ley. Ningún gentil tuvo nunca la obligación de cumplir con el cuarto mandamiento que ordena reposar de todo trabajo secular, de acuerdo a un reglamento minucioso, que prohibía, además de trabajar bajo pena de muerte (Éxodo 35:2,3), cocinar, llevar cargas, encender fuego, viajar, etc. Este mandamiento no pertenece a la ley moral natural. Aunque esta ley, en lo que respecta a sus otros nueve mandamientos, fue siempre un buen modelo moral para todos los gentiles, porque pudo servir para avivar muchas conciencias dormidas, embrutecidas o cauterizadas, pero ellos siempre dependieron de sus conciencias, pues la ley de los judíos no les concernía en absoluto.

Segundo. “Los gentiles que no tienen ley” (Romanos 2:14) darán cuenta a Dios por la ley moral que hay escrita en sus corazones, (Romanos 2:15). Es decir, serán juzgados no por la Ley del Sinaí –que no les concierne–, sino por la ley moral escrita en sus conciencias. Sin embargo, los que rechazan la luz del Evangelio serán juzgados por la ley evangélica, que es dada para toda la humanidad, sin hacer distinción entre judíos y gentiles (Mateo 5:21-48). Esta es la nueva ley que sustituye a la del Sinaí porque es más exigente que la letra de los Diez Mandamientos, porque juzga no solo las acciones u obras sino también las intenciones del corazón. Ya no basta con no matar sino que también hay que evitar enojarse con el prójimo. No basta con “no adulterarás” sino que hay que evitar mirar a la mujer para codiciarla (Mateo 5:22,28). Los mandamientos de Jesús, la ley de Cristo es “amaos unos a otros como yo os he amado” (Juan 13:34-35), incluso “Amad a vuestros enemigos” (Mateo 5:42-45).

Tercero. Los cristianos no estamos bajo la ley moral, ni por supuesto la del Sinaí que nunca estuvimos, porque en Cristo hemos muerto a ella (Romanos 7:6); “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). La ley moral –no los Diez Mandamientos– no puede condenarnos porque Cristo la ha cumplido en lugar nuestro (Romanos 8:1; Gálatas 2:16; 3:13).

Cuarto. Los cristianos pertenecemos al Pacto de Abraham. La promesa de bendición a toda la humanidad no viene por el Pacto de la ley, que vino 430 años después (Gálatas 3:8,9,16) sino por la promesa a “la simiente de Abraham”, que es Cristo (Gálatas 3:16), por la que serían benditas todas las naciones. Por tanto, la salvación no es por las obras de la ley sino por la sola fe en Jesús (Gálatas 3:9,10).

Quinto. En el Nuevo Pacto en Cristo queda abolida en su carne, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas (Efesios 2:15). El cristiano queda solo sujeto a todo lo que manda el Nuevo Testamento, y este recoge todos los principios morales de la ley natural, que estaban no solo en el Decálogo sino especialmente fuera del mismo (Levítico 19:18; Dt. 6:5; cf. Mateo 22:36-40). Sin embargo, el precepto del reposo sabático no es confirmado en ningún lugar del NT, es más, se amonesta a los judaizantes por quererlo guardar, y pretender que lo observen los cristianos (Hechos 15; Gálatas 4:10; etc.). Incluso la Iglesia primitiva, cuando se emancipa de la de los judíos, se congrega en el primer día de la semana, domingo, y no en sábado. No hay precepto en todo el Nuevo Testamento de guardar el reposo sabático, porque era símbolo y figura del reposo que obtiene el cristiano en Cristo, cuando deja de trabajar por su salvación y se acoge por fe a la salvación que Cristo le ofrece sin las obras de la ley (Hebreos 4). El cristiano no está bajo la ley de Moisés sino bajo la ley de Cristo (1ª Corintios 9:21), y además, está sujeto a todos los mandamientos que dio Cristo en el Nuevo Pacto.

Sexto. San Pablo, afirma claramente que el reposo sabático se abroga en Cristo (Romanos 14:5,6; Gálatas 4:9-11; Colosenses 2:16,17).

Gálatas 4:8-11: Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses;  (9)  mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?  (10)  Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años.  (11)  Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.

Colosenses 2:8-17: Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. (9) Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, (10)  y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad. (11) En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; (12) sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. (13) Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados,  (14)  anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,  (15)  y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. (16)  Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo,  (17)  todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

Versión 07-03-2011

Carlos Aracil Orts

1.  Introducción*

Querida hermana Elena, me alegra saber que estás siendo valiente al dar testimonio del Evangelio y la gracia que nuestro Señor Jesús nos ha dado, para que también puedan nuestros prójimos gozar de la libertad y la paz que nosotros tenemos en Cristo por la sola fe, sin las obras de la ley. Se nota que estudias, meditas y te alimentas de la Palabra de Dios, pues la pregunta que me haces es excelente e inteligente:

“Tengo una pregunta: la ley es nuestro ayo para [conducirnos a] Cristo, pero ¿es la ley del Sinaí el ayo también para los gentiles o el ayo para ellos es la ley escrita en sus corazones? No sé si vas a entender la pregunta, sino escríbeme, te la plantearé de otra forma !Un fuerte abrazo en Cristo!” (Elena).

Tu pregunta está muy clara. La he entendido perfectamente. Ese ayo al que aludes en tu pregunta es citado por San Pablo en la epístola a los Gálatas:

Gálatas 3:24: De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.

Pablo compara la función de la ley con la de un ayo, tutor o pedagogo, cuya misión era corregir, guiar y proteger al heredero entre tanto no hubiera alcanzado la edad de emancipación. El niño aunque heredero del padre, estaba sometido a la autoridad del tutor, que constantemente le corregía y le indicaba lo que estaba bien y mal, al igual que lo hace la ley moral. Esta, constantemente, descubre nuestras imperfecciones y nuestras transgresiones. Por más que nos empeñemos en cumplir todos los mandamientos, siempre hay uno o más que nos es imposible guardar; y aunque logremos alguna vez satisfacer todos los requerimientos y exigencias de la ley en cuanto a la letra, o sea, externamente, haciendo uso de todo el poder de nuestra voluntad, realmente nunca cumpliremos el espíritu de la misma con nuestras propias fuerzas. Porque, como dice Pablo, “sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.” (Romanos 7:14).  Veamos lo que exige la ley según Jesucristo:

Mateo 5: 21,22, 27,28, 31,32, 38-48Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. 22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; […] 27 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. […] 31 También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. 32 Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio. […] 38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. 43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Voy, pues, a tratar de responder a tu interesante pregunta “¿es la ley del Sinaí el ayo también para los gentiles o el ayo para ellos es la ley escrita en sus corazones?”. Para lo cual, también debemos preguntarnos: ¿Bajo qué ley estaban todos los gentiles, es decir, todos los habitantes de las naciones no judías en cada época de la historia de la humanidad?

Por lo tanto, en la realización de este estudio, consideraremos las etapas o épocas que forman hitos en la visión bíblica de la historia de nuestro mundo, en lo que se refiere a la ley moral. Al respecto, la primera época va desde la creación de Adán y Eva por Dios hasta la promulgación de la ley en el monte Sinaí; la cual se compone de la ley de los Diez mandamientos escritos con el dedo de Dios sobre las dos tablas de piedra (Éxodo 24:12; 31:18), y el conjunto de leyes contenidas en el libro de la ley; todo lo cual es conocido como la “Torah” por los judíos, y se encuentra en los cinco primeros libros de la Biblia que se atribuyen a Moisés como autor (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio). La segunda época o etapa de la historia bíblica, se extiende desde el momento en que Moisés recibió la ley hasta Cristo. Y la última etapa, desde los días de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo al cielo, hasta el fin del mundo.

2. Qué tipo de ley moral tuvo la humanidad desde Adán hasta Moisés.

Según la Biblia, en concreto, San Pablo, en el capítulo tres de su epístola a los Gálatas, afirma que la ley vino cuatrocientos treinta años después del pacto que Dios hizo con Abraham y que incluía la promesa de que, de su simiente o descendencia, vendría Cristo, por el cual serían benditas todas las naciones de la Tierra (Génesis 12:3; 22:18; Gálatas 3:8,9,16,17). Sigue diciendo el apóstol, que la ley “…fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa”; o bien según la versión “La Palabra”, 1ª edición, 2010: [la ley]“…Se añadió con el fin de señalar lo que era pecado hasta el momento en que llegara Cristo, el descendiente prometido…” (Gálatas 3:19). Por tanto, si la ley no fue dictada por Dios hasta 430 años después de Abraham, luego se infiere lógicamente que no había habido ley moral escrita hasta Moisés.

Eso mismo viene a decir Pablo en la epístola a los Romanos capítulo cinco: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. 13 Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir”. Hubo pues un “antes” de la ley, en que no existía la ley, y San Pablo añade “pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. (14) No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés,…”.

¿Cómo es posible que no hubiera ley alguna y aún así reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, es decir, en esa larga etapa, que se extiende desde el inicio de la creación hasta Moisés? Si no había ley tampoco se hubiera podido inculpar de pecado, y por tanto, no podría haber muerte como consecuencia del pecado. No obstante, el apóstol Pablo, acababa de declarar “…la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Ro. 5:12, úp). Por tanto, necesariamente debemos llegar a la siguiente:

3. Conclusión

Primero, Dios creó al ser humano con una conciencia capaz de distinguir entre el bien y el mal. Es lo que llamamos la ley natural escrita en la conciencia de todo ser humano por Dios mismo. Adán y Eva tenían perfectamente claro, que debían obediencia y amor a Aquel que les había dado la vida y todo cuanto tenían. Igualmente, Caín sabía que no debía matar a su hermano Abel, porque eso estaba mal, y Dios le reprendió y castigó por ello. Por tanto, de Adán a Moisés no existió ley externa, sino únicamente la ley moral natural escrita en el corazón de cada ser humano, que es común a toda la humanidad, en todos los tiempos. De la misma habla Pablo en Romanos 2:15: “mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos,”.

Segundo, el pecado es algo más que obrar en contra de esa ley natural. El pecado no existe solo desde el momento en que se comete el acto transgresor, sino mucho antes. El pecado está en la misma naturaleza del ser humano, heredada de Adán (Salmo 51:5). La rebelión de Adán contaminó de tal manera la naturaleza humana que todos sus descendientes heredan esa misma naturaleza egoísta, rebelde y enemiga de Dios, a lo que llamamos “pecado original”, por que viene de la Primera Pareja humana. Este pecado o esta contaminación pecaminosa del ser humano es la causa de que todos pequemos, y que merezcamos la muerte, “porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:23). Por eso declara San Pablo:

Romanos 5:12: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.”

La inclinación al mal de la humanidad antediluviana fue tal que “vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.” (Génesis 6:5)

Génesis 6:11-13: Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. (12) Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra. (13) Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra.

Tuvo Dios que enviar un diluvio para acabar con la violencia y todo tipo de corrupción que se había extendido sobre toda la tierra. Pero antes advirtió al mundo antediluviano del juicio venidero por medio de Noé, pregonero de justicia (2ª Pedro 2:5), para que se arrepintiesen, pero no lo hicieron. Todo esto nos lleva a la conclusión que el ser humano no es capaz de cumplir los requerimientos de la ley de Dios, por la pecaminosidad de su naturaleza. Luego, nadie puede ser justificado ante Dios haciendo o cumpliendo las obras de la ley: “…por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.” (Gálatas 2:16 úp; Cf. Romanos 3:20). Entonces, nos preguntaremos, si nadie puede cumplir la ley de Dios ¿por qué Dios nos lo exige a todos?

Precisamente Dios dio la ley a Moisés, para que esta evidenciara las muchas transgresiones que cometemos los seres humanos. Pues la ley natural de la conciencia, en muchos casos se había borrado o corrompido, acomodándose al pecado, y ya no delataba adecuadamente todas nuestras transgresiones. Por tanto, “la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.” (Romanos 5:20). El propósito de la ley es darnos a conocer el pecado (Romanos 3:20); que reconozcamos que somos pecadores y que nos arrepintamos. Y al comprender que por nuestras propias fuerzas y voluntad somos totalmente impotentes para guardarla, al sentirnos condenados por nuestros pecados, porque nada podemos hacer para evitarlos o compensarlos, somos impulsados a buscar a Jesús “porque el salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).

De este modo, la ley es el ayo que nos conduce a Cristo. De aquí, que la ley no sirve más que para que reconozcamos nuestra condición de pecadores. No nos ofrece ninguna solución para salir de esta situación. Sin embargo, la solución al pecado viene de Cristo, al que “por nosotros [Dios] hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él” (2ª Corintios 5:21).  “Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.” (Romanos 5:17; Cf. 1ª Corintios 15:22). El Plan de salvación de Dios fue vencer el pecado desde dentro de nosotros, de la única forma que se le puede vencer, dándonos la gracia y el poder mediante Cristo viviendo en nosotros; de manera que al morir nuestro viejo ser nace una nueva criatura reconciliada con Dios (2ª Corintios 5:17-20; Cf. Juan 3:5) y en armonía con la ley. 

Cuando Dios lo consideró oportuno promulgó la ley del Sinaí, que fue la base del pacto antiguo con su pueblo Israel, y por tanto, solo a este pueblo le concernía. No obstante, esta divina revelación realizada con un portentoso despliegue sobre el monte Sinaí del poder sobrenatural de Dios (Éxodo 19:18-20), aparte de impactar a todo el pueblo que lo contemplaba, también influyó en todas las naciones gentiles que rodeaban a Israel. Algunas de ellas reconocieron al Dios de Israel como el verdadero y único Dios, como por ejemplo, el imperio babilónico, cuando reinó Nabucodonosor, etc. De alguna forma, por el testimonio de Israel, las naciones gentiles de su tiempo, empezaron a temer al Eterno, y a conocer su ley, por lo que muchos fueron llevados al arrepentimiento y la conversión a Dios.

Todo el mundo está bajo la ley de Dios y bajo su juicio de condenación, hasta que se arrepienta y se allegue a Cristo, y entonces Él le salva, justificándole de todos sus pecados. Tanto si conocemos la ley de Dios como si solo nos guiamos por la ley natural escrita en nuestra conciencia, seremos juzgados por nuestra fidelidad y coherencia de nuestros actos de acuerdo al conocimiento de la voluntad de Dios que cada uno tenga.

Romanos 2:11-16: “porque no hay acepción de personas para con Dios. 12 Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; 13 porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. 14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, 15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, 16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.”

Por tanto, el ayo, tutor o pedagogo que nos lleve a Cristo será aquello que nos convenza de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16:7-11). Este es el Espíritu Santo, que utiliza, o bien la ley escrita en nuestros corazones, o la ley escrita en tablas de piedra para convencernos de que somos pecadores, y de que si no acudimos a Cristo pereceremos eternamente, porque nadie pude cumplir la ley, si Dios, mediante Cristo, no está con él.

Santiago 4:17: Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.

Un fuerte abrazo

Bendiciones

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com

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Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Versión: 13-12- 2011

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimada Wilmary, le agradezco que me haya contactado y, también, sus comentarios. Vaya por delante mi manifestación de simpatía hacia usted por el hecho de que sea cristiana y recién bautizada en la iglesia Adventista. Si no tiene inconveniente, a partir de ahora me gustaría que nos tuteáramos. Primero de todo, ¿Cómo pudiste encontrar mi humilde Web entre los millones de ellas que hay en Internet? Bueno, quizá fue tan fácil como poner la palabra “sábado” en el buscador “Google” ¿Fue así?

Si has leído algo de mi Web ahora quizá ya sabes que este humilde servidor tuyo ha sido adventista durante nada menos que veintiocho años de su vida. Fui bautizado en la iglesia adventista de Alicante el 22 de junio de 1975, cuando iba a cumplir treinta y dos años, y en septiembre del año 2003, abandoné la iglesia, por no compartir algunas doctrinas; entre otras cosas, por haberme dado cuenta que el cuarto mandamiento de la ley del Sinaí (el famoso Decálogo) del Antiguo Testamento (AT), que prescribe el reposo obligatorio, o sea, cese de todo tipo de trabajo y actividad secular en el día sábado, no está vigente para los cristianos. Pues en ninguna parte del Nuevo Testamento (NT) se reivindica, sino que por el contrario se da a entender que quedó abolido en Cristo, al igual que las leyes rituales o ceremoniales (Por ejemplo, véase: Colosenses 2:16, 17; Gálatas 4:9-11, Hebreos 3:18,19-4:1-11; 8:13; etc.).

En algunos artículos de mi Web menciono brevemente mi experiencia como adventista, en la que describo que al tratar de cumplir este mandamiento, de acuerdo al reglamento del AT (Éxodo 16:23-26; 31:14,15; 35:1-3; Números 15:32-36; Nehemías 10:31; 13:15-19; Jeremías 17:21,27; Hechos 1:12) me resultó una carga difícil de soportar, porque con ocasión de este mandamiento, me sentí bajo el peso de toda la ley, con fuertes sentimientos de culpa; porque fui consciente de que no era capaz de cumplir ni ese mandamiento, y posiblemente me hacia culpable de transgredir toda la ley, como afirma Santiago 2:10. A propósito, te adjunto el artículo “La ley que fue clavada en la cruz” porque en ella, relato algo de esa experiencia y de lo que sentía, por si te sirve de algo.

En tus comentarios haces unas afirmaciones que de ninguna manera puedo compartir.

“Me resulta curioso la pasión con la que los disidentes de la observancia del sábado argumentan la abolición de los mandamientos de Dios. Escudriñan con ansia las escrituras para demostrar que estamos bajo la gracia, la que en gran manera nos da una libertad que termina en libertinaje. Siendo una recién bautizada adventista con un trasfondo enteramente católico me gustaría discutir con usted la verdad del sábado. Resumiendo ampliamente mis opiniones y percepción sobre el asunto, le expongo la realidad de nuestra naturaleza humana: una que busca librarse de toda atadura y compromiso, incapaz de obedecer leyes humanas ni divinas por si no se ha dado cuenta en la decadencia moral evidente a nivel global. Es mucho mas fácil creer que debemos adorar a Maria o santificar el domingo, aun cuando no hay una sola referencia bíblica que lo indique, que aceptar que debemos dedicar tiempo a Dios reposando en el día que bendijo desde el Génesis y cuya vigencia se encuentra a través de toda la Biblia.” (Wilmary)

A continuación voy a tratar de responder a tus comentarios.

2. ¿Están los mandamientos de la ley de Dios abolidos?

Los principios morales que corresponden a ley natural que Dios implantó en la conciencia de todo ser humano fueron ratificados por Cristo en el sermón del monte, y en todo el Nuevo Testamento (NT). La ley moral eterna de Dios, que se resume en amar a Dios con todo el corazón, alma, y mente, y al prójimo como a ti mismo (Mateo 22:37-40) no ha sido abolida, sino que tiene la misión de condenarnos, de delatar que somos pecadores. Es más los que no acepten a Cristo serán juzgados por ella, y los creyentes seremos juzgados por nuestra coherencia con el Evangelio (Romanos 2:16), y por la ley de la libertad (Santiago 1:21,25, 2:8-12). Es decir la ley del amor. Amor a Dios y al prójimo. Sin embargo, el ser humano no alcanza su justicia (2ª Corintios 5:21; Romanos 3:20-24), es decir, su salvación, por cumplir perfectamente la ley de Dios, entre otras cosas porque aunque quisiera no podría. De ser así, en vano habría muerto Cristo por nuestros pecados (Gálatas 2:16-21).

La ley del Sinaí, conocida como la ley de “las tablas de piedra” (Éxodo 24:12; 34:28; Dt. 10:1; 2ª Corintios 3:3), también llamada “las tablas del Pacto o del testimonio” (Éxodo 31:18; Dt. 9:9) pertenece al Antiguo Pacto. Esta era una ley externa que se trataba de cumplir sin que naciera de una verdadera conversión del corazón, y que demostró su ineficacia, pues los mayores guardadores de la misma, los fariseos se habían convertido en grandes legalistas, pues aparentaban cumplir hasta el más pequeño mandamiento de la ley, pero en su interior no reinaba el amor. Por eso, Dios en el libro de Jeremías anunció un Nuevo Pacto que haría con Israel:

Jeremías 31:31-34: He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. 32 No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. 33 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. 34 Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.

En Hebreos 8:6-13 y 10:15-25 se registra el cumplimiento, con meridiana claridad, de la promesa que Dios hace a Jeremías en el capítulo 31, al quedar establecido, con la muerte y resurrección de Cristo, el Nuevo Pacto. El Nuevo Pacto ha dado por viejo al Antiguo (Hebreos 8:13):

Hebreos 8:13: Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

Por eso, San Pablo declara  “…que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.” (2ª Corintios 3:3-6). Es decir, ya no estamos en el ministerio de la letra o de las tablas de piedra, sino en el del Espíritu, porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.

2ª Corintios 3:4-11: Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; 5 no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, 6 el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica. 7 Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer, 8 ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu? 9 Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. 10 Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. 11 Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece.

3. ¿Estar bajo la gracia nos da una libertad que nos lleva al libertinaje?

Tu siguiente comentario es el que me hace plantear la cabecera de este epígrafe, que viene muy a colación:

«Escudriñan con ansia las escrituras para demostrar que estamos bajo la gracia, la que en gran manera nos da una libertad que termina en libertinaje. Siendo una recién bautizada adventista con un trasfondo enteramente católico me gustaría discutir con usted la verdad del sábado.” (WilMary)

Estimada hermana en Cristo, creo que te comprendo bien, pues también pasé por lo mismo que tú ahora experimentas. Estar bajo la gracia no nos da una libertad que termina en libertinaje, sino simplemente nos libera de la esclavitud del pecado, y nos hace siervos de la justicia (Romanos 6:14,18; 7:4-6). Por favor, medita en los siguientes textos:

Romanos 6:1-14: ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? 2 En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? 3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; 6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. 7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. 8 Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; 9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. 10 Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. 11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. 12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; 13 ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. 14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.

Romanos 7:4-6: Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. 5 Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. 6 Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

4. ¿Sigue vigente la observancia del reposo sabático en el Nuevo Pacto?

Estoy de acuerdo contigo en lo siguiente:

«Resumiendo ampliamente mis opiniones y percepción sobre el asunto, le expongo la realidad de nuestra naturaleza humana: una que busca librarse de toda atadura y compromiso, incapaz de obedecer leyes humanas ni divinas por si no se ha dado cuenta en la decadencia moral evidente a nivel global. Es mucho mas fácil creer que debemos adorar a María o santificar el domingo, aun cuando no hay una sola referencia bíblica que lo indique, que aceptar que debemos dedicar tiempo a Dios reposando en el día que bendijo desde el Génesis y cuya vigencia se encuentra a través de toda la Biblia». (Wilmary).

Bueno, en casi todo. Pues, el reposo en el día del sábado no es un mandamiento recogido en el NT. Por el contrario, hay abundantes textos que confirman su abolición. Por ejemplo: Colosenses 2:16, 17; Gálatas 4:9-11. El reposo del sábado en el Nuevo Pacto en Cristo es símbolo del cese de obrar para alcanzar la salvación (Hebreos 3:18,19-4:1-11). Esta es por gracia totalmente sin las obras de la ley (Romanos 3:20; Gálatas 2:16).

Romanos 3:20: ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.

Gálatas 2:16: sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.

Medita también en 2ª Corintios 3:2-17, y en Gálatas 3:10-14:

Gálatas 3:10-14 (leer además Gálatas 4:21-31; 5:1-14): Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.

Los cristianos, sin embargo, no nos preocupa, inquieta, ni nos produce sentimientos de culpabilidad no poder cumplir la ley a la perfección, porque creemos en las promesas de Dios, de que somos “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; (Romanos 5:1)

También nos llena de paz lo que el apóstol Pablo declara a continuación “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, […] Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.” (Romanos 8:1,2). “La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús” es la ley que rige para los cristianos, y no la del Sinaí que pertenece al Antiguo Pacto. Veamos el contexto:

Romanos 8:1-17: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. 6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. 7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. 9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. 10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. 11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. 12 Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; 13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. 14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. 15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! 16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. 17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

5. Conclusión

La ley de Dios tiene una función didáctica, la cual es llevarnos a Cristo (Gálatas 3:24) “Pero venida la fe ya no estamos bajo ayo” (Gálatas 3:25). “La ley es buena si uno la usa legítimamente” (1ª Timoteo 1:8). Solo sirve para darnos a conocer el pecado (Romanos 3:20). “Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente (La cual es Cristo: Gálatas 3:16) (Gálatas 3:19). Es santa (Romanos 7:12). Sin embargo, el día de reposo fue una señal de pacto entre Dios y el pueblo de Israel (Éxodo 31:13-17), y sombra y figura de Cristo (Colosenses 2:16-17). Simboliza el reposo que se obtiene cuando se deja de obrar para conseguir la salvación y se descansa completamente en Cristo, entonces se entra en el verdadero reposo, solo por la fe, no por las obras de la ley: “Los que hemos creído entramos en el reposo” (Ver Hebreos 3:7 a 4:13, especialmente Hebreos 4:1-11).

Reposar un día a la semana es muy saludable, y si se dedica al culto de adoración a Dios, para reunirse en comunión con los hermanos es excelente, porque Dios quiere que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado. Dios no nos requiere ningún día en especial, sino todos los días. No obstante si se quiere dedicar a Dios un día de reposo, que no se haga porque se trate de un mandamiento del Señor. No debe entenderse como un mandamiento del Señor, sino como una opción saludable y aconsejable, nunca como una obligación imprescindible para la salvación y la santificación, porque entonces estaríamos pecando, al apoyarnos en nuestras buenas obras para ganar la salvación. La salvación es por gracia por medio de la fe (Romanos 5:1). Es un don de Dios (Efesios 2:8,9). La obediencia a Dios no depende de guardar un día, ya sea el sábado o el domingo sino que se trata de ser fiel a toda su Palabra sin excepción. El NT no nos manda guardar el sábado. Por otra parte, reunirse con los hermanos en sábado o en domingo para dar culto a Dios no tiene nada de malo, siempre y cuando la intención o motivación no sea cumplir ley, es decir, guardar la ley y así salvarse. Las bendiciones de Dios no llegan por guardar un día a la semana ni tienen que supeditarse o limitarse a ese día solamente. El creyente está en comunión con Dios los siete días a la semana y los 365 días al año, y no solamente el sábado, y tiene bendiciones todos los días y no uno solo de cada siete.

Querida hermana, te comprendo y te aprecio porque como sabes yo he sido Adventista del Séptimo día, y he vivido en el error durante 28 años de mi vida, durante los cuales no fui feliz porque me sentía culpable de no poder cumplir la ley, ni siquiera el guardar el reposo sabático.

Dado que este tema lo he tratado en muchas ocasiones desde distintos puntos de vista, te agradecería, que antes de plantearme más preguntas relacionadas con la ley y el sábado, leyeras los estudios bíblicos que ya he publicado y que te ofrezco para tu consideración en el apartado de referencias bibliográficas. (1)

 Quedo a tu disposición. Bendiciones

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

(1) Aracil Orts, Carlos, https://amistadencristo.com

la ley en la Biblia
¿Guardar el día sábado es un mandamiento de Dios en el Nuevo Pacto?
¿Será el sábado dia de adoracion en la Tierra nueva? Primera parte
¿Está abolida la ley de Dios? Primera parte
 ¿Está abolida la ley de Dios? Segunda parte
¿Qué simboliza el reposo de Dios del séptimo día?
¿Será el sábado dia de adoración en la Tierra Nueva? Segunda parte
Pecado, ley y gracia
La ley que fue clavada en la cruz
¿Cuál es la ley del pecado y de la muerte?
¿Cumplir la ley, sin faltar en un punto, para ser salvo?
Respuesta sobre la ley a un amigo Adventista
¿Es eterna la ley de Dios del Antiguo Pacto?
¿Cómo se salvaba la gente antes de Cristo?
¿Dictó Dios una ley imposible de cumplir?
¿Es la ley del Sinaí el ayo que nos conduce a Cristo?
¿Bajo que ley está la Humanidad sin Cristo?
¿Es el reposo sabático un símbolo de la salvación en Cristo?
Respuesta a siete argumentos pro vigencia reposo sabático
¿Cuáles son los mandamientos de Cristo?
La ley moral cristiana y los dos pactos

Versión: 03-06-12

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Gabriel, le felicito que, habiendo pertenecido a la Iglesia adventista, haya sido capaz de reconocer por usted mismo sus errores, y tomar la decisión de no seguir atado al yugo de esclavitud que representa la obediencia legal a la ley, que se ejemplifica y manifiesta con la obediencia semanal al cuarto mandamiento, que exige la observancia perfecta del reposo en el día sábado o séptimo de la semana.

Comprendo muy bien las dudas que me plantea en su escrito, pues no son solo suyas sino de todos. El asunto o tema de la ley no resulta fácil, pues por un lado todo el mundo es juzgado por esta ley, y por otro, la ley fue dada solo al pueblo de Israel. Ambas cosas son verdad. Voy, a continuación, a tratar de aclarar sus dudas con la ayuda de Dios. Iré presentando sus cuestiones, y seguidamente la respuesta bíblica que, en mi opinión, mejor se adapte para resolver su duda.

2. ¿La Ley de Dios dada a Moisés en el Sinaí fue solo para el pueblo de Israel?

“Si la Ley de Dios dada a Moisés en el Sinaí fue solo para el pueblo de Israel ¿por qué Jesús vino a morir por toda la humanidad?” (Gabriel)

La ley de Moisés en tablas de piedra dada por Dios en el Sinaí, fue dada solo al pueblo de Israel. Nadie fuera de Israel tenía la obligación de cumplirla, pues el resto de naciones serían juzgadas por su fidelidad a la ley moral natural grabada en sus conciencias, que es la única que regía en ellas (Romanos 2:12-15). Esto es una verdad fácilmente comprobable, y creo que no es necesario que le cite los textos que lo prueban. Sin embargo, Jesucristo y sus apóstoles confirmaron no la letra sino el espíritu de la ley del Sinaí. De manera que todos los principios expresados en esa ley, excepto el de guardar el reposo sabático han sido confirmados en el Nuevo Pacto en Cristo, el cual es universal. Por tanto, todo el mundo está bajo la ley de Cristo, excepto los creyentes en Él, que están bajo la Gracia. Por tanto, o bien, se está bajo la letra de la ley, que mata (2ª Corintios 3:6), de la ley de sus conciencias, o de la ley del Espíritu que vivifica (2ª Corintios 3:6; Romanos 8:2).

Con Cristo no sirve tratar de cumplir externamente la ley. Es decir, uno puede tomar precepto por precepto y preguntarse a sí mismo si lo cumple. Por ejemplo, yo, aparentemente:

1) No tengo dioses ajenos. (Éxodo 20:3)
2) No me hago imágenes, ni me postro para adorarlas. (Éxodo 20:4-6)
3) No suelo jurar, usar, ni tomar el nombre de Dios en vano. (Éxodo 20:7)
4) No tengo que guardar el reposo sabático como una obligación. (Éxodo 20:8-11). Ya no es un mandamiento. Si me apetece celebro el domingo o el sábado o cualquier día de la semana reuniéndome con mis hermanos. Nadie me juzgue en cuanto a días de fiesta (Colosenses 2:16; Romanos 14:5,6; Gálatas 4:9-11).
5) Honro a mi padre y a mi madre. Es decir, me porto bien con ellos, y no hago nada que les disguste. (Éxodo 20:12)
6) No mato a nadie, ni siquiera soy violento. (Éxodo 20:13)
7) No cometo adulterio, porque soy fiel a mi esposa. (Éxodo 20:14)
8) No hurto, ni robo, ni le quito a nadie lo que es suyo. (Éxodo 20:15)
9) No hablo contra mi prójimo falso testimonio. No soy calumniador. Tampoco miento. (Éxodo 20:16)
10) No codicio la casa de mi prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de mi prójimo. (Éxodo 20:17)

Por tanto, puedo sacar la conclusión equivocada de que cumplo la ley a la perfección, soy justo y bueno; no necesito acogerme a la muerte de Cristo, pues soy autosuficiente. ¿Es esto real? ¿Es posible hacer esta afirmación? Pues bien, creo que hay personas que si se reflejaran en la letra de la ley, sus conciencias no les acusarían de pecado. Otra cosa es cuando la ley se espiritualiza por medio de la Palabra de Dios, de la que el Espíritu Santo se sirve para convencer de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16:8).

Cuando la ley se espiritualiza, ya no son nueve, ni diez, ni seiscientos trece mandamientos los que hay que cumplir, solo dos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente… y a tu prójimo como a ti mismo.  (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (Mateo 22:37-40). 

Mateo 22:37-40: Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.  (38)  Este es el primero y grande mandamiento.  (39)  Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  (40)  De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

Es decir, todo lo que prescriben el Antiguo Testamento (la ley y los profetas) y el Nuevo Testamento (NT), se resume y se cumple amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. Esa es toda la ley. Pero, para que nadie se engañe a sí mismo, Jesucristo añadió “amad a vuestros enemigos” (Mateo 5:44-48), y “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. (35) En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34-35).

Mateo 5:44-48: Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;  (45)  para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.  (46)  Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?  (47)  Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?  (48)  Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Juan 13:34-35: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.  (35)  En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.

Hasta la conciencia más cauterizada y endurecida reconocerá que no ama a Dios ni al prójimo de la manera que exige la ley. Y aun cuando el alma más elevada haya tenido algún momento de “beatitud” y creído que estaba amando de esa forma, no podrá afirmar jamás que toda su vida ha sido así de ejemplar y santa. Nuestras imperfecciones son evidentes, nacemos con el estigma del pecado, que se va desarrollando y multiplicando, a lo largo de la vida, a fuerza de las constantes transgresiones que hacemos a causa de nuestro egoísmo.

¿Hay alguien que esté sin pecado? ¿Algún justo? La Escritura afirma “…ni aun uno;” […] “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:10,23). Por tanto, “el juicio [de Dios] vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación” (Romanos 5:16).

La ley existe y por tanto, el pecado también, pues “donde no hay ley, no se inculpa de pecado” (Romanos 5:12). Comprobado que el pecado es un hecho fue necesario que alguien lo expiara, porque de lo contrario, nadie podía absolver al pecador, puesto que la justicia de Dios reclama la muerte del pecador (Romanos 6:23). Puesto que las transgresiones fueron muchas, así como los transgresores, solo un Ser infinito, tenía la capacidad de pagar nuestras deudas, y solo podía ocupar nuestro lugar alguien que fuese un hombre sin pecado, pero que, además, tuviese la condición de Dios para que cubriese tanto al ofendido [Dios] como a los ofensores [todos nosotros], y ese es Jesucristo, Dios y hombre a la vez.

3. ¿Violó Jesucristo alguna vez el cuarto mandamiento de observar el reposo sabático?

Veamos sus siguientes comentario y pregunta:

“Yo creía que Jesús nunca transgredió el sábado porque estaba en la Ley de Dios el que no lo haga. Y el vino a cumplir toda la Ley y toda es toda. Sin embargo, al parecer si lo rompió.

Juan 5:18: Entonces, por esta causa, los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo violaba el día de reposo, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

¿No contradice esto Mateo 5:17?

Mateo 5:17-20: No piensen que he venido a anular la ley o los profetas; no he venido a anularlos sino a darles cumplimiento. 18 Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido. 19 Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos. 20 Porque les digo a ustedes, que no van a entrar en el reino de los cielos a menos que su justicia supere a la de los fariseos y de los maestros de la ley.» (Gabriel)

Jesucristo nunca violó el mandamiento del reposo sabático (Lucas 4:16; 4:31; 6:6) sino que únicamente aclaró a los judíos lo que era lícito hacer en sábado. Según Él, en sábado no basta con abstenerse de todo tipo de trabajo secular sino que es lícito hacer el bien, como son las obras de misericordia en sábado (Mateo 12:10-14; Lucas 13:12-17; Juan 9:13-16) o realizar cualquier necesidad apremiante o urgente (Mateo 12:1-8). Él les recrimina su proceder hipócrita de la siguiente manera: “Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?”  (Lucas 13:16). Si era lícito cuidar a los animales domésticos ¿cómo no iba a serlo el curar a los enfermos o el arrancar las espigas en sábado para comerlas para saciar el hambre?

Mateo 12:10-14: Y he aquí había allí uno que tenía seca una mano; y preguntaron a Jesús, para poder acusarle: ¿Es lícito sanar en el día de reposo?  (11)  El les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y la levante?  (12)  Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo. (13)  Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra.  (14)  Y salidos los fariseos, tuvieron consejo contra Jesús para destruirle.

Lucas 13:12-17: Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad.  (13)  Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios.  (14)  Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo.  (15)  Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?  (16)  Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?  (17)  Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por él.

Juan 9:13-16: Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.  (14)  Y era día de reposo[a] cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos.  (15)  Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. Él les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo. (16) Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos.

Mateo 12:1-8: En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en un día de reposo; y sus discípulos tuvieron hambre, y comenzaron a arrancar espigas y a comer. (2) Viéndolo los fariseos, le dijeron: He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de reposo. (3)  Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre; (4) cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes?  (5)  ¿O no habéis leído en la ley, cómo en el día de reposo[c] los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo, y son sin culpa?  (6)  Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí. (7) Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes;  (8)  porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo.

4. ¿Estará la ley vigente “hasta que no pasen el cielo y la Tierra”?

“[Jesús] dice que mientras existan el cielo y la Tierra, la Ley no será cambiada y hasta ahora no ha pasado el cielo o la Tierra. Sin embargo encuentro en la parte final que dice «hasta que todo se haya cumplido» (Mateo 5:18) y todo se cumplió. Él dijo ¡Consumado es! (Juan 19:30) Pero me olvido de la expresión ‘cielo y Tierra’, ¿como interpreto mientras que existan el cielo y la Tierra?

“Si 2ª Corintios 3 dice que las tablas de la ley tenían un inicio y un fin ¿Por qué Jesús nos insta a guardar los mandamientos de su Padre así como el los guardó?

2ª Corintios 3:13: «y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido.»

Juan 15:10: «Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.»

“Si la ley de Dios en el monte Sinaí fue quitada con Cristo en la Cruz, ¿cómo puedo llamar a un pecador al arrepentimiento, si esa Ley no está en más vigencia para el hombre? Acá entra mi mayor confusión, y la soluciono de esta manera. La ley de Dios dada a Moisés fue dada a los judíos primero pero luego a toda la humanidad, por tanto todos pecamos, y la paga por ello es la muerte. Sin embargo Cristo al morir por todos nosotros pagó mi muerte. Por eso Pablo dice que fuimos crucificados juntamente con Él. Y muertos a la Ley, ella no tiene más influencia sobre nosotros. Pero para eso tengo que decir que la ley sigue vigente, y contradigo Colosenses 2:14-16 y 2 Cor 3. Me ayudaría mucho si me ayudará a desmenuzar estas cosas.

Le agradezco mucho su tiempo […] y bueno esperando su pronta respuesta me despido. Bendiciones en Cristo=Dios. (Gabriel)

Estimado hermano, al razonar con lógica, usted mismo se ha dado la respuesta. La ley de las tablas de piedra era la base del Antiguo Pacto, y fue dictada por Dios en el Sinaí, junto con el libro de la ley, del que forma parte, resultando un entramado de leyes que se denomina la Torah en hebreo, y que nosotros conocemos como Pentateuco. Cristo vino a cumplir la ley, y, realmente, no solo cumplió toda la ley, sino que dio su vida por nosotros que no podemos cumplirla. No obstante, al caducar el Antiguo Pacto, y entrar en vigor el Nuevo Pacto, la ley cambia (Hebreos 7:12), se abroga todo lo que formaba parte de AT (Hebreos 7:18), y se mantienen todos los principios morales que configuran la esencia de la ley que son ratificados por Cristo en Mateo 5:17-47, y que los resume Él mismo en Mateo 22:36-40. Y a partir de la muerte de Cristo, todos los que no aceptan su sacrificio, están bajo la maldición y condenación de la ley (Gálatas 3:10-13).

Mat. 5:17-20: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. (18) Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. (19) De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; más cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. (20) Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”.

Gálatas 3:10-13: Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. (11) Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; (12) y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. (13) Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero,

¿Cómo entender el versículo de Mateo 5:18 –“Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido”?

Está absolutamente claro por el contexto que Cristo no se está refiriendo exclusivamente a ley de los Diez mandamientos, sino a toda la ley (la Torah o Pentateuco), pues el verso 17 habla de la ley y/o los profetas refiriéndose claramente a dos secciones enteras de la Biblia hebrea. Y no solo eso sino también los versículos de Mateo 5:31,33,38,43, citan partes de la ley que no corresponden a las tablas de piedra, como por ejemplo, “el repudio de la esposa y la carta de divorcio”, el “no perjurarás” del verso 33, la ley de Talión, del “ojo por ojo” (38) etc. Luego Cristo mismo está haciendo cambios en la ley antigua. O bien, fijémonos, por ejemplo, en la ley de la circuncisión (Lucas 1:59; Juan 7:22, 1ª Corintios 7:18; Gálatas 2:3; 5:2,3), en la de los alimentos prohibidos (levítico 11, cf. Hechos 15:19,20,24,28-29), en las leyes de los sacrificios, etc. Todas estas leyes están abolidas. Incluso el Decálogo ha cambiado, pues ya no son diez mandamientos sino nueve, y no están en tablas de piedra sino que se distribuyen formando parte de la Palabra de Dios del NT, en distintos contextos. Sin embargo, todo la ley estuvo vigente hasta que Cristo exclamó, poco antes de expirar en la cruz, “¡Consumado es!” (Juan 19:30), “y el velo del templo se rasgó en dos, de arriba a bajo” (Mateo 27:51), simbolizando el fin de los sacrificios de animales y de la intermediación a través de los sacerdotes en el Templo.

Puesto que la realidad prueba que hubo cambios y aboliciones en la ley del AT, no hay más remedio que interpretar de otra manera lo de que dijo Jesús –“hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido”. Son, pues, indudables, evidentes y suficientemente probados los cambios y aboliciones de la ley citados antes. No obstante, se puede entender bien que la ley no iba a pasar mientras Cristo no la cumpliese, muriendo en la cruz. Al respecto es muy clarificador el siguiente versículo de Lucas 16:17:

Lucas 16:16-17: La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. (17) Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.

Estas palabras de Jesús mismo confirman el sentido de las anteriores citadas por Él en Mateo 5:18: “hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido”. Ahora quedan disipadas todas las dudas, y se entiende perfectamente el sentido de Mateo 5:18, al compararlo con Lucas 16:17: “Pero más fácil es que pasen el cielo y la Tierra, que se frustre una tilde la ley”. Como así fue. Jesucristo cumplió a la perfección la ley, ni una sola letra quedó por cumplir, antes de que pasara el Cielo y la Tierra.

Además, también cabe interpretar lo de permanecer la ley hasta que pasen el cielo y la Tierra, como algo que simultáneamente se cumple, en el sentido de que la Biblia entera estará vigente, y será necesaria para obtener la sabiduría de la salvación por la fe en Cristo Jesús, y para enseñar, redargüir, corregir, instruir en justicia (2ª Timoteo 3:16,17); en este sentido, hasta que pasen el cielo y la Tierra, la Palabra de Dios no pasará (Lucas 21:33).

Romanos 7:6: Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

Romanos 8:1-4: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.  (3)  Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;  (4)  para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

5. Conclusión

Trataré de resumir y a modo de conclusión todo lo que antecede, enumerando y desarrollando los siguientes seis puntos:

Primero. En Mateo 5:17-18, Jesucristo no se está refiriendo a la ley de los Diez mandamientos sino a toda la ley, la Torah o Pentateuco. Al decir la ley y/o los profetas (en otras versiones aparece la conjunción “y”), en cualquier caso, Él está hablando de dos grandes secciones de la Biblia hebrea, sino de toda ella. Por tanto, no se refiere a los Diez mandamientos en particular como lo demuestra su contexto. Por ejemplo: Mateo 5:31,33,38,43, etc. Una cosa son los Diez mandamientos escritos en tablas de piedra, y otra cosa es la ley en general, que por supuesto que es moral. ¿Acaso dictó Dios alguna vez leyes inmorales o asépticas?

Segundo. Cristo no vino a abolir nada sino a cumplir. ¿A cumplir qué? Varias cosas: A) Él tenía que dar cumplimiento a todas las profecías que le señalaban como el Mesías. Toda la Biblia hebrea enfoca hacia Él como el Redentor y Salvador del pueblo de Israel. B) Lo más importante, Cristo cumpliría todos los preceptos de la Ley moral, porque de su obediencia perfecta a la ley dependía nuestra salvación; así los cristianos nos apropiamos de su justicia, al aceptar su sacrificio por nosotros. Al ser inocente, y ser ejecutado en nuestro lugar, somos perdonados de nuestras transgresiones a la ley moral.

Tercero. Sus palabras –“Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.”– ¿Quieren decir acaso, que cuando haya cielos nuevos y tierra nueva ya no existirá la ley de amor? ¿No hemos dicho siempre que la ley de amor en la que se basa el gobierno de Dios es eterna e inmutable? Por tanto, en mi opinión, el sentido del primer “hasta” queda supeditado a cuando se cumpla el segundo “hasta”. Y este segundo “hasta” se cumple cuando Jesucristo muere en la cruz, en el momento en Él que dice “Consumado es” (Juan 19:30). Este es el momento  no solo del cumplimiento de toda la ley sino de la satisfacción por todas las transgresiones cometidas. Este es el final del Antiguo Pacto (AP), dejan de estar vigentes todas las leyes del mismo, en ese momento todo lo que vino Cristo a cumplir es cumplido, y se inicia el Nuevo Pacto (NP) con la nueva ley espiritual de Cristo. Hasta ese momento, eran obligatorios los sacrificios y la intercesión de los sacerdotes en el Templo, en el instante en que muere Cristo, se rasga el velo del Templo en dos (Mateo 27:51), indicando el cumplimiento del Antiguo Testamento, la abolición de todas sus leyes en general.

Cuarto. El AP deja de tener vigencia como conjunto de leyes, como sistema de gobierno para Israel. Una cosa es la letra del Pacto y otra es el Espíritu. Los principios morales en que se basa la ley no son abolidos pero sí toda la legislación antigua, quedando solo la esencia de la ley que dijo Jesús al intérprete de la ley, y que se resume en “amarás a Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-39).  Por eso concuerda todo lo que afirma san Pablo en Romanos 7:6, –“… que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra”–, y con 2ª Corintios 3:3-18.

Romanos 7:6: Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

2ª Corintios 3:6-18: el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pactono de la letra, sino del espírituporque la letra mata, mas el espíritu vivifica. (7) Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer, (8) ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu? (9) Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. (10) Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. (11) Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece. (12) Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza;  (13)  y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido. (14) Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. (15) Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. (16) Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. (17) Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. (18) Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.

¿Qué es lo que perece y qué es lo que permanece (2ª Corintios 3:11)?

Claramente lo que perece es el Antiguo Pacto con todo su entramado de leyes, toda la letra. Lo que permanece es la ley de Cristo en un Nuevo Pacto. La ley de Cristo es la ley de amor que es la esencia de todas las leyes del Antiguo Pacto, y que Jesús testificó al intérprete de la ley (Mateo 22:36-40).

Quinto.  En mi opinión, no se pueden abolir unas leyes  sí y otras no, cuando hay un cambio de pacto. Al cambiar el pacto antiguo al nuevo cambia también la ley (Hebreos 7:12). No en el sentido de una ley nueva sino de la misma esencial ley de amor pero establecida sobre mejores promesas y mejor pacto (Hebreos 7:6; 8:13), y ya no sustentada en la letra del Antiguo Pacto, sino en “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús [que] me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”. (Romanos 8:1).

Hebreos 7:12: Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley;

Hebreos 7:18-22: Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia  (19)  (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.  (20)  Y esto no fue hecho sin juramento;  (21)  porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo:  Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre,  Según el orden de Melquisedec.  (22)  Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto.

Hebreos 8:13: Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

Sexto. El aceptar la vigencia de cualquier mandamiento del Antiguo Pacto obliga a cumplirlos todos (Santiago 2:10). El reposo sabático era un mandamiento fundamental en el Antiguo Pacto, hasta tal punto que su transgresión se condenaba incluso con la pena de muerte (Núm. 15:32-36). ¿Sigue vigente, pues el cuarto mandamiento de la ley de las tablas de piedra? ¿Por qué no se cumple entonces en el NP en Cristo?

¿Quedan nueve mandamientos de los diez de las tablas? Sí, quedan nueve porque son recogidos en el Nuevo Testamento. Pero son espíritu no son la letra de las tablas. Todo el mundo está bajo la ley de Cristo, y será juzgado por Jesucristo según el Evangelio (Romanos 2:12-16). Sin embargo, para el cristiano es ley todo mandamiento de la Palabra del Señor del NT, pero está libre de la condenación de la ley porque ha muerto a ella en Cristo (Romanos 7:6; 8:1).

Romanos 7:6: Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

Romanos 8:1-4: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.  (3)  Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;  (4)  para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Quedo a su entera disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Bendiciones

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Versión: 10-10- 2013

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

En este artículo he combinado las respuestas dadas a los hermanos en la fe José y Oswaldo, –basándome en mi anterior artículo ¿Por qué los cristianos no guardan el reposo sabático?, al que he intercalado y añadido las respuestas específicas para cada uno de ellos–  porque ambos me plantearon el tema de la pretendida vigencia de la Ley del Antiguo Testamento (AT), y en especial la del cuarto mandamiento del Decálogo, que se refiere a la obligatoriedad de observar el sábado como día de reposo (Éxodo 20:8-11; Dt. 5:12-15), que inevitablemente compromete a atenerse al reglamento del mismo, que se registra en varios pasajes del AT. El cuarto mandamiento –el reposo sabático– fue, también, la señal del pacto entre Dios y el pueblo de Israel, y  cuya transgresión implicaba sentencia de muerte. Además, el mandamiento del reposo sabático estaba vinculado a un rígido reglamento que indicaba lo que de ninguna manera se podía realizar en sábado, porque estaba terminantemente prohibido hacer cualquier trabajo secular (Éxodo 20:10; Levítico 23:3), viajar (Hechos 1:12), hacer fuego (Éxodo 35:3), compras (Nehemías 10:31; 13:15-17), llevar cargas (Nehemías 13:19; Jeremías 17:21), etc.  Realizar cualquier trabajo estaba sancionado con la pena de muerte (Éxodo 35:2,3; Números 15:32-36).

Voy ahora a intentar responder a estos dos queridos hermanos, aunque no quisiera extenderme mucho, pues este tema sobre la vigencia o no de la ley de Dios del AT lo he tratado muchas veces, como se puede ver en mi Web, incluso recopilé todos los estudios e hice un libro entero en PDF; el cual también se puede descargar gratuitamente desde la misma.

El hermano Oswaldo me comenta muy correctamente lo siguiente:

“Un buen día….
En la parte que escribió acerca de que si la ley está en vigencia o no, no encuentro nada que me diga que la ley de los 10 mandamientos fue abolida por Cristo, más bien me confirma que están en vigencia todavía…
Según David: son afirmados eternamente….
Nuestro Cristo mismo afirma que nadie puede cambiarlo…
Pablo afirma su vigencia… Rom. 7
Claro está, que No somos salvos por guardar los 10 mandamientos, pero es el amor a Cristo, como resultado de su presencia de su Santo Espíritu en el corazón del ser humano, Cristo afirma que guardemos y enseñemos a guardarla. (Mateo 5: 17 – 20). 
Recuerde que los judíos tenían su ley adicional queriendo perfeccionar el guardar los 10 mandamientos, estos estaban inmiscuidos hasta en la forma de guardar el día sábado lo cual el Señor nos enseñó a guardarla correctamente y nos ordenó que se guardara hasta en momentos difíciles (Mateo 24:20). pero no diga que ese mandato era para los judíos que iban a sufrir  la persecución que sufrieron porque no hay diferencia ni de judíos y gentiles para ser pueblo de Dios…. espero tener una charla con Ud. 
Bendiciones…”
(Oswaldo).

Me dice que usted leyó mi artículo que trataba sobre “si la ley está en vigencia o no”, y que, al parecer no le convenció. Aunque no me concreta el artículo a que se refiere, supongo que se refiere al siguiente:

¿Estará la ley vigente hasta que no pasen el Cielo y la Tierra?

Creo que puedo haber contestado también sus preguntas en alguno de estos estudios:

¿Dictó Dios una ley imposible de cumplir?
¿Es eterna la Ley de Dios del Antiguo Pacto?
¿Cumplir la ley, sin faltar en un punto, para ser salvo?
La ley moral cristiana y los dos Pactos
¿Estará la ley vigente hasta que no pasen el Cielo y la Tierra? (Miscelánea)
Respuesta a siete argumentos en pro vigencia reposo sabático
¿Cuáles son los mandamientos de Cristo?

También el hermano José me hace unos comentarios y preguntas muy interesantes, abundando sobre el mismo tema de la “Ley y el Sábado:

“La cuestión estimado amigo Carlos es, una ley escrita con el «Dedo de Dios» unos mil quinientos años antes de Jesús, guardada y custodiada celosamente dentro de un arca de oro ¿ya no está vigente? ¿Una flor preciosa de diez pétalos descubre un día Su jardinero que le sobra uno? Amigo Carlos, estoy 100% de acuerdo contigo que quién guarde ese mandamiento perfectamente, de ninguna manera quedaría justificado ante Dios. A mí lo que me interesa averiguar es: si yo no puedo guardar los mandamientos de Dios (soy pecador) ¿en qué medida esa circunstancia «obliga» a Dios a rebajar sus «pretensiones» (fuera ese mandamiento) cuando Él sabe que nadie los puede guardar? Para los judíos 10 Mandamientos, para los cristianos 9. Toda la ley dijo Jesús se resumía en dos puntos, a saber: «Amarás a Dios con toda tu mente, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo». Si cada mandamiento dado por Dios, lógicamente no fue dado sino para «marcar» (diferenciar) a Su pueblo del resto de los habitantes (idólatras todos) ¿cuál era la función de ese cuarto mandamiento para los judíos (hombres al fin y al cabo como nosotros) y que hoy (pareciera) ya no resulta adecuada o más bien sería ineficiente para una relación plena del hombre con Dios? ¿No fue HECHO el Sábado (cuarto mandamiento del decálogo) por causa del hombre?” (José).

Tú dices bien que la ley fue escrita con el «Dedo de Dios» hace unos mil quinientos años antes de Jesús, y “guardada y custodiada celosamente dentro de un arca de oro”, pero interpretas mal la intención del Plan de Dios en Su Revelación que es la santa Biblia. Por supuesto, no se trata que Dios se diese cuenta más tarde que sobraba el cuarto mandamiento. Es obvio, que Dios nunca se equivoca –si lo hiciera no sería Dios–, y lo que realmente ocurrió fue que reveló, en cada etapa de la humanidad, lo que ésta precisaba para el cumplimiento del Plan de Salvación de la misma. Al igual que le digo al hermano Oswaldo, creo que he contestado tus preguntas en alguno de los estos estudios citados arriba u otros que se pueden encontrar en mi web:

A continuación, no obstante, trataré de responderles a ambos, contestando sus preguntas u objeciones específicas, pero utilizando una parte central del artículo que será común, dado que los dos hermanos plantean una problemática similar o muy parecida.

2. Si el reposo sabático de la Ley del Sinaí, estuviera vigente hoy día ¿sería lícito huir en el día de reposo para salvar la vida?

Con respecto a sus comentarios que incidiré luego, le puedo adelantar que el Nuevo Pacto sustituye al Antiguo (Jeremías 31:31-34; Lucas 22:20; Hebreos 8:7-13;10:15-18), y deja de estar vigente toda la ley o Torá, es decir, el Pentateuco entero; aunque los principios morales de la ley natural, de los que “depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:40), se mantienen porque son eternos; y se resumen en: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento.  (39)  Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:34-39).

En relación al cuarto mandamiento, que ordena guardar el reposo en el día sábado (Éxodo 20:8-11; Dt. 5:12-15), usted se refiere a que Jesús mandó a los cristianos judíos: “que se guardara hasta en momentos difíciles” (Mateo 24:20), incluso debían observarlo aun cuando sufrieran  persecución, no importando si ello supusiera perder sus vidas. Y esta interpretación tan drástica, que usted no solo hace, se basa en el siguiente versículo del Evangelio de San Mateo:

Mateo 24:20: Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo;

¿Es correcto deducir ese significado de dicho texto? En primer lugar, estas palabras de Jesús no ratifican el cuarto mandamiento de la ley del Sinaí (Éxodo 20:8-11; Dt. 5:2-21), solo expresan la orden de Jesús de orar para que la huida a causa de la futura persecución, que sucedería hacia el año 70 d.C., no se produjese en el día de sábado. A partir de ahí, muchos enseguida han sacado las ilógicas e infundadas conclusiones de que, si se daba esa circunstancia, ellos –los judíos cristianos, que viviesen en Jerusalén en el momento del sitio que realizaría el ejército romano– se verían ante la tesitura de elegir entre huir y salvar sus vidas, o perecer a fin de no transgredir el mandamiento del reposo sabático. Esta es una deducción totalmente gratuita e interesada, y no tiene nada que ver con lo que Jesús quería transmitir a sus discípulos.

Como casi siempre sucede, el extraer una conclusión de un texto aislado lleva irremisiblemente a un disparate. No hay más que comparar con otros textos en los que Jesús se manifiesta respecto a cómo se debe observar el día de reposo. Él, en varias ocasiones, aclaró a los judíos que era lícito hacer el bien y toda obra de misericordia en sábado (Mateo 12:10-14; Lucas 13:12-17; Juan 9:13-16) o realizar cualquier necesidad apremiante o urgente (Mateo 12:1-8). Jesús les recrimina su proceder hipócrita de la siguiente manera: “Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?”  (Lucas 13:16).

Si era lícito cuidar a los animales domésticos, curar a los enfermos o arrancar las espigas en sábado para comerlas y saciar el hambre ¿cómo no iba a ser lícito huir para salvar la vida en día de sábado? ¿No fue hecho el día de reposo “por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo” (Marcos 2:27-28)? ¿No es más importante la vida de un ser humano que la de los animales? Veamos los textos bíblicos, y luego que cada uno saque sus propias conclusiones:

Marcos 2:27-28: También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.  (28)  Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.

Mateo 12:10-14: Y he aquí había allí uno que tenía seca una mano; y preguntaron a Jesús, para poder acusarle: ¿Es lícito sanar en el día de reposo?  (11)  Él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y la levante?  (12)  Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo. (13)  Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra.  (14)  Y salidos los fariseos, tuvieron consejo contra Jesús para destruirle.

Lucas 13:12-17: Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad.  (13)  Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios.  (14)  Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo.  (15)  Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo  su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?  (16)  Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?  (17)  Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por él.

Juan 9:13-16: Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.  (14)  Y era día de reposo  cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos.  (15)  Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. Él les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo.  (16)  Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos.

Mateo 12:1-8: En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en un día de reposo; y sus discípulos tuvieron hambre, y comenzaron a arrancar espigas y a comer.  (2)  Viéndolo los fariseos, le dijeron: He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de reposo. (3)  Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre; (4) cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes?  (5)  ¿O no habéis leído en la ley, cómo en el día de reposo[c] los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo, y son sin culpa?  (6)  Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí. (7) Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes;  (8)  porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo.

Juan 5:18: «Entonces, por esta causa, los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo violaba el día de reposo, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios»

A la vista de todos estos textos no es difícil discernir que el motivo por el que Jesús dijo la citada frase –“Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo” (Mateo 24:20)– no fue porque no quería que sus discípulos se vieran ante el “terrible dilema” de salvar sus vidas mediante la huida, o no huir y perecer entregando sus vidas para no transgredir “el sagrado precepto” del reposo sabático; de ninguna manera es así; la razón auténtica es porque Jesús sabía que en ese día, precisamente en sábado, la huida iba a ser mucho más difícil, pues las puertas de las murallas de Jerusalén estaban cerradas, como era la costumbre de los judíos a fin de impedir todo tráfico comercial; el interés de Jesús se centraba en que sus discípulos pudieran salvar sus vidas y no en que guardaran el día de reposo, que, además, cuando ese evento ocurriera, ya no estaría en vigor dicho mandamiento. Veamos un texto del AT, que prueba lo que antecede.

Nehemías 13:19-20:  Sucedió, pues, que cuando iba oscureciendo a las puertas de Jerusalén antes del día de reposo, dije que se cerrasen las puertas, y ordené que no las abriesen hasta después del día de reposo; y puse a las puertas algunos de mis criados, para que en día de reposo no introdujeran carga.  (20)  Y se quedaron fuera de Jerusalén una y dos veces los negociantes y los que vendían toda especie de mercancía.

3. Los dos Pactos: El primer o Antiguo Pacto y el Nuevo Pacto

Para entender este tema de la ley de Dios de forma correcta, debemos preguntarnos ¿por qué la Biblia se compone de Antiguo y Nuevo Testamento (AT y NT)?  Es decir, hay un Pacto que Dios hizo en la antigüedad para preparar un pueblo, donde tendría que nacer Su Hijo. Este Pacto, se conoce como el primer Pacto (Hebreos 8:7,13; 9:1,15,18) o, también, Antiguo Pacto (2 Corintios 3:14). Este Pacto se circunscribe solo para los judíos, es decir, el pueblo del Israel físico, y dejó de estar vigente en el momento que Jesús murió en la cruz. Desde entonces empezó el Nuevo Pacto (Jeremías 31:31; Mateo 26:28; Mr.14:24; Lc. 22:20; 1 Co.11:25; 2 Co. 3:6; Heb. 8:8,13; 9:15).

Es necesario tener claro que Dios hizo el Antiguo Pacto o Primer Pacto solo con el Israel físico, por lo que lo que solo a éste concernía y le vinculaba. Por tanto, ninguna otra nación tuvo nada que ver con el mismo. Obviamente todas las leyes –morales, ceremoniales, sobre la alimentación, sobre los esclavos, sobre actos de violencia, sobre la restitución, humanitarias, de la guerra, etc.–, que Dios dictó a Israel, eran solo para Su pueblo elegido, y constituían la legislación sobre la que este pueblo debía de gobernarse, y también relacionarse con las naciones vecinas que lo rodeaban. Su objetivo era formar y capacitar un “pueblo santo a Jehová” (Dt. 14:2), que fuera custodio de Su Palabra, luz, ejemplo y testimonio para las naciones, y que recibiera a Su Hijo, el “Salvador del mundo” (Juan 4:42).

Deuteronomio 14:2: Porque eres pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo único de entre todos los pueblos que están sobre la tierra.

Sin embargo, el Antiguo o Primer Pacto no era para siempre (Hebreos 8:13).

Hebreos 8:13: Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

Dios mismo lo anunció a Su pueblo: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá” (Jeremías 31:31-34). El cumplimiento de esta profecía se registra en Hebreos 8:8-13 y 10:15-18. Veamos su contexto, así como los pasajes que prueban que Cristo cumplió esta profecía.

Profecía del Nuevo Pacto registrada en el libro de Jeremías

Jeremías 31:31-34: He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.  (32)  No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.  (33)  Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.  (34) Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.

Profecía del Nuevo Pacto cumplida, registrada en el libro de Hebreos

Hebreos 8:8-13: Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor,  En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto;  (9)  No como el pacto que hice con sus padres  El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto;  Porque ellos no permanecieron en mi pacto,  Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.  (10)  Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel  Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos,  Y sobre su corazón las escribiré;  Y seré a ellos por Dios,  Y ellos me serán a mí por pueblo;   (11)  Y ninguno enseñará a su prójimo,  Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor;  Porque todos me conocerán,  Desde el menor hasta el mayor de ellos.   (12)  Porque seré propicio a sus injusticias,  Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.  (13)  Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

Hebreos 10:15-18: Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: (16)  Este es el pacto que haré con ellos  Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones,  Y en sus mentes las escribiré, (17) añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.  (18)  Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.

Con el nacimiento, vida y muerte de Jesús se cumplen el Antiguo Pacto y sus leyes, y se inaugura el Nuevo Pacto en Cristo que –al contrario del Antiguo que comprometía a un pueblo solo– se dirige a todas las naciones (Lucas 24:47), teniendo, por tanto,  un carácter universal, porque Él es el Salvador del mundo.

Lucas 16:16-17: La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. (17)  Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.

Lucas 24:46-49: y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;  (47)  y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.  (48)  Y vosotros sois testigos de estas cosas.  (49)  He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.

Ni “una tilde de la ley” se frustróporque Cristo lo cumplió todo; pero “Desde entonces el reino de Dios es anunciado” (Lucas 16:16), y ya no rige nunca más el Antiguo Pacto ni la ley dada por Dios a Moisés en el Sinaí. Porque ahora –en Cristo– estamos “bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6). “Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia” (Hebreos 7:18). Porque él [Cristo] es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, (15) aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz,  (16)  y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.  (17)  Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca;  (18)  porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.  (19)  Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,  (20)  edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,  (21)  en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;  (22)  en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu (Efesios 2:14-22).

Romanos 7:6: Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

2 Corintios 3:2-18: Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres;  (3)  siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.  (4)  Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios;  (5)  no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios,  (6)  el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.  (7)  Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer,  (8)  ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu?  (9)  Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación.  (10)  Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente.  (11)  Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece.  (12)  Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza;  (13)  y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido.  (14)  Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado.  (15)  Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos.  (16)  Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.  (17)  Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.  (18)  Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.

4. Los cristianos no estamos bajo la Ley del Sinaí sino bajo la Ley de Cristo

Ahora no estamos bajo la ley del Sinaí sino bajo los mandamientos de Cristo: Todo el Nuevo Testamento (NT), y debemos obedecer a Cristo y dejarnos guiar por el Espíritu Santo (Efesios 1:11-14; Romanos 8:1,2,9,14).

Mateo 24:14: Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.

Mateo 28:18-20: Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.  (19)  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;  (20)  enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Entonces ¿qué queda del Antiguo Pacto y de la ley?

En primer lugar, la letra de la ley no tiene más vigencia; solo quedan sus principios morales: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38)  Este es el primero y grande mandamiento.  (39)  Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  (40)  De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas (Mateo 22:37-40; compárese con Mateo 5).

Mateo 22:34-40: Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una.  (35)  Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: (36)  Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?  (37)  Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.  (38)  Este es el primero y grande mandamiento.  (39)  Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  (40)  De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

En segundo lugar, los cristianos no pertenecemos al Antiguo Pacto sino al Nuevo Pacto en Cristo; ¿qué significa esto? Pues que los cristianos no estamos bajo la ley del Sinaí sino bajo la ley de Cristo (Véase 1 Corintios 9:20-21):

1 Corintios 9:20-21: Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley;  (21)  a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley.

¿Cuál es la ley de Cristo?

La ley del amor, y, además, toda Su Palabra es también ley para el cristiano; es decir, el Nuevo Testamento es ley para los cristianos, y se nos insta a obedecerlo (Romanos 6:17-18), pero solo se puede obedecer si se es nacido de nuevo (Juan 3:5), porque entonces somos templos del Espíritu Santo (1ª Corintios 3:16-17; 6:19-20).

Veamos lo que mandó Jesús y sus apóstoles:

Juan 13:34-35: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.  (35)  En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.

Juan 15:7-17: Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.  (8)  En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.  (9)  Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.  (10)  Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.  (11)  Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.  (12)  Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.  (13)  Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.  (14)  Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.  (15)  Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.  (16)  No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.  (17)  Esto os mando: Que os améis unos a otros.

Juan 14:21-26: El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.  (22)  Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?  (23)  Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.  (24)  El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.  (25)  Os he dicho estas cosas estando con vosotros.  (26)  Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.

Los mandamientos de Cristo son Su Palabra:

1 Juan 2:7-17: Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio.  (8)  Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra.  (9)  El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.  (10)  El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.  (11)  Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.  (12)  Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre.  (13)  Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre.  (14)  Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.  (15)  No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.  (16)  Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.  (17)  Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

1 Juan 4:18-21: En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.  (19)  Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.  (20)  Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?  (21)  Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.

Jesús mantuvo los principios morales que hay detrás de la letra de cada mandamiento de la ley del Sinaí –excepto el cuarto– pero no en su letra sino en su espíritu, pues guardar la ley formalmente, es decir, de forma legalista atendiendo solo a la letra, es lo que hacían los fariseos. Pero eso no es lo que manda Jesús, sino que la ley se guarde internamente, desde lo más profundo de las intenciones y motivaciones del corazón, no solo de cara al exterior. Por ejemplo, yo puedo tener odio en mi corazón a las personas, pero disimulo y guardo la ley, porque no mato, ni robo, ni hago daño a nadie. Sin embargo Jesús exige que la ley moral debe ser algo que se cumpla internamente, y eso es algo que solo se puede hacer desde un corazón renovado y convertido (Juan 3:5), mediante la obra del Espíritu Santo (Romanos 8:9-17).

Por eso Jesús hizo el siguiente fuerte contraste entre la ley del AT y la del Nuevo Testamento:

Mateo 5:27-48: Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.  (28)  Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.  […] (31)  También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio.  (32)  Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.  (33)  Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos.  (34)  Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios;  (35)  ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.  (36)  Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello.  (37)  Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede. (38)  Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente.(Y)  (39)  Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra;  (40)  y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa;  (41)  y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos.  (42)  Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.  (43)  Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.  (44)  Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;  (45)  para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.  (46)  Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?  (47)  Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?  (48)  Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Romanos 12:9-10: El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.  (10)  Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.

Los cristianos no son guiados por la Ley sino por el Espíritu Santo (Romanos 8:9-17)

Romanos 8:1-17: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.  (3)  Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;  (4)  para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (5)  Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.  (6)  Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.  (7)  Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;  (8)  y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.  (9)  Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.  (10)  Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.  (11)  Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.  (12)  Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;  (13)  porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.  (14)  Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.  (15)  Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!  (16)  El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.  (17)  Y si hijos, también herederos;(A) herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

El cuarto mandamiento de observar el reposo en el día sábado  (desde puesta del sol del viernes hasta puesta del sol del sábado) no existe para ningún creyente en Cristo, fue abolido totalmente, porque era sombra y figura de lo que había de venir (Colosenses 2:16-17; Gálatas 4:9-11), es decir, Cristo es el verdadero reposo de todo cristiano, porque por la fe entramos en el reposo: “Pero los que hemos creído [en la buena nueva-Hebreos 4:1-2] entramos en el reposo,” (Hebreos 4:3). Lean detenidamente y reflexionen en cada texto siguiente, teniendo en cuenta su contexto.

Hebreos 4:1-11: Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. (2)  Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron.  (3)  Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo.  (4)  Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día.  (5)  Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo.  (6)  Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia,  (7)  otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, o endurezcáis vuestros corazones.  (8)  Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día.  (9)  Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.  (10)  Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. (11)  Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia.

Queridos hermanos, el reposo al que se nos impele es el reposo en Cristo, es vivir por la fe en Él; esta es la única y bíblica manera de descansar de todas nuestras obras. Este es el descanso que prefiguraba el séptimo día cuando descansó Dios. Ahora podemos entrar en ese reposo, no observando un día, porque los siete días a la semana son iguales para Dios en Cristo, eso quiere decir, que se camina en la fe no solo cuando se descansa de trabajar, sino cuando se descansa de todas nuestras obras muertas (Hebreos 9:14). Es más, el que trata de guardar cualquier día de la semana ya sea el sábado o el domingo o cualquier otro, porque cree que está cumpliendo la ley de Dios, se equivoca terriblemente, y está tratando de salvarse por las obras de la ley (Romanos 3:28; Gálatas 2:16-21), y entonces deberá tener que guardar toda la ley (Santiago 2:10-12), sin fallar en un punto, y como eso es imposible, habrá hecho vano el sacrificio de Cristo, que murió por nosotros, cumpliendo toda la ley moral, que le es imposible al hombre cumplirla. Si los seres humanos pudieran amar a Dios con todo el corazón, y con toda el alma, y con toda la mente y al prójimo como a uno mismo (Mateo 22:37-40), entonces la salvación sería por las obras de la ley (Gálatas 3:10-19).

Gálatas 3:10-18:  Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.(D)  (11)  Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá;  (12)  y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas.  (13)  Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),  (14)  para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.  (15)  Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.  (16)  Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.  (17)  Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa.  (18)  Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa.

El propósito de la ley

Gálatas 3:19-26: Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador.  (20)  Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno.  (21)  ¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley.  (22)  Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes.  (23)  Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada.  (24)  De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.  (25)  Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo,  (26)  pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;

Romanos 7:6: Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

Por tanto, ningún cristiano tiene que guardar el reposo sabático. No existen argumentos ni razones para observar el reposo sabático, ni tampoco el reposo del domingo ni de ningún día de la semana. Sencillamente no existe precepto en el Nuevo Testamento para que los creyentes guarden un día  a la semana. Hay muchos textos, que lo prueban, no puedo ser exhaustivo ahora. Les recomiendo lean algunos de los veintitantos artículos que he redactado, al respecto.

Queridos hermanos, Dios no ha “rebajado” nunca Sus «pretensiones» o exigencia. Él siempre ha exigido el cumplimiento perfecto de la ley moral, pero no en la letra ni externamente, sino desde el corazón, teniendo en cuenta sus motivaciones e intenciones más profundas del mismo. Si los seres humanos hubiésemos sido capaces de hacerlo así, en vano hubiera tenido que morir Cristo por nosotros (Gálatas 2:21).

Gálatas 2:21:  No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

Por eso fue necesario, en primer lugar, que muriese Cristo, “porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). Y, en segundo lugar, que mediante la fe en Cristo, Dios implantara en nosotros un corazón nuevo en el que more el Espíritu Santo, y nos capacite para amarle a Él sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos. Sin embargo, solo lo cumplimos en la medida de nuestra conversión, y entrega a Dios, pero, podemos tener nuestros momentos de debilidad y no estar a la altura de la exigencia de Dios, porque la carne es débil; entonces, si pecamos “abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1).

1 Juan 2:1: Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.

Dios sabe que nadie puede guardar Sus mandamientos de una manera perfecta, por eso la justicia que nos exige no es la nuestra, sino que nos apropiemos de la de Su Hijo, que se entregó por nosotros y cumplió la totalidad de la ley de forma perfecta. Desde ese momento Cristo es nuestra justicia y también se convierte en la justicia de Dios; es decir, Dios cumple en sí mismo la justicia que nosotros no somos capaces de cumplir (Jeremías 23:6; 1 Co. 1:30). ¿Cómo cumple esa justicia? Haciéndose hombre para poder morir por nosotros y pagar la penalidad de la ley; Él paga con Su vida, entregándose a una muerte de cruz, a fin de que seamos justificados ante Dios, declarados justos, por Su gracia, y hechos dignos de la vida eterna.

Somos salvos por la gracia por medio de la fe, no por obras (Efesios 2:8,9)

Romanos 8:3:  Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;

2 Corintios 5:21:  Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

No es verdad que los judíos tengan solo Diez Mandamientos, pues ellos tienen más de seiscientos, y los cristianos tampoco tenemos solamente nueve, sino todo lo que manda la Palabra de Dios.

¿Cuál era la función de ese cuarto mandamiento para los judíos? 

El cuarto mandamiento fue la señal del Pacto Antiguo que Dios dio a Israel (Éxodo 31:1); Así como a Noé le dio el arco iris en las nubes, y a Abraham le dio la circuncisión. A cada pacto Él dio una señal que servía de recordatorio de ese compromiso o pacto adquirido y de su relación de hijos o pueblo de Dios. Además, el abstenerse de hacer cualquier obra secular en el día sábado, es decir, guardar el reposo sabático, simbolizaba el descanso, el confiar por la fe en el Salvador, el dejar de obrar para conseguir la salvación. Los cristianos ya no necesitamos reposar en el sentido espiritual porque nuestro reposo es Cristo; ya no confiamos en nuestras obras sino en Él, en Su obra de Redención; Él y solo Él es el reposo de todos los cristianos verdaderos o convertidos (Ver Hebreos 4:3,9-10) “Los que hemos creído entramos en el reposo” (Hebreos 4:3).

5. ¿No fue hecho el Sábado (cuarto mandamiento del Decálogo) por causa del hombre?”

Cristo no dice que el cuarto mandamiento “fue hecho por causa del hombre” sino que “El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo” (Marcos 2:27-28). Esto quiere decir, que los seres humanos tenemos la necesidad fisiológica y también espiritual de descansar un día  a la semana, y dedicarlo a actividades distintas a las que se hacen durante los otros días de la semana. Jesús, que es Dios, conoce muy bien a Sus criaturas; Él sabe que si no descansamos al menos un día a la semana podemos enfermar, o no desarrollar armoniosamente nuestras vidas, de acuerdo al Plan de Dios. Pero, en ningún caso es un mandamiento para los cristianos, sino que lo fue para los judíos, pero cuando Cristo murió en la cruz, ya no es obligatorio para nadie. Para nosotros –los no judíos– nunca lo fue.

Marcos 2:27-28: También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.  (28)  Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.

No debo extenderme para no reiterar los argumentos que se pueden encontrar más ampliamente en los siguientes artículos:

¿Es el reposo sabático un símbolo de la salvación en Cristo?
¿Qué simboliza el reposo de Dios del séptimo día?

6. Conclusión

Tenemos que saber que las leyes del AT no se aplican a los cristianos. Tengan en cuenta, vuelvo a repetir, que la ley del sábado fue dada exclusivamente para el pueblo judío. Cristo no la confirmó en absoluto, sino que por el contrario, Él fue quitando poco a poco el  carácter obligatorio del reposo sabático, aunque lógicamente, como estaba bajo la ley (Gálatas 4:4-5), no podía dejar de cumplirlo. Cristo no vino a abolir la ley sino a cumplirla, y con su muerte en la cruz, el reposo sabático, quedó abolido porque era un símbolo del reposo en la salvación proporcionada por Jesús, sin las obras de la ley. Les recomiendo, lean detenidamente todo el capítulo 4 de Hebreos, y Colosenses 2:14-17; Romanos 14:5-6; Gálatas 4:9-11; Efesios 2:15. En todo el NT no se puede hallar ninguna mención de la obligatoriedad del reposo sabático para los cristianos, sino que por el contrario, como puede comprobar, hay muchos versículos que confirman que ese mandamiento no está vigente para los cristianos.

Habrán podido comprobar que he publicado en www.amistadencristo.com muchos artículos que tratan del tema de “la ley y el sábado”, la mayoría de ellos, por no decir todos pensando en rebatir esta doctrina de los Adventistas del Séptimo Día. Comprendo perfectamente sus sentimientos, pues a mí me pasó lo mismo. Este servidor suyo que les escribe fue miembro de la Iglesia adventista durante veintiocho años, la cual abandoné en septiembre del 2003, al darme cuenta de sus importantes errores doctrinales.

Los cristianos estamos bajo la Gracia de Dios (Romanos 6:14; 3:27; Gálatas 2:16), y no bajo la ley moral; me he referido a la ley moral natural, porque la ley del AT nunca ha concernido o vinculado a los no judíos. Lo que quiere decir, que Cristo ha cumplido la ley por mí, y ya soy libre de la ley (Romanos 7:6), lo que no quiere decir que tenga licencia para pecar o transgredirla, pero ahora soy guiado por el Espíritu Santo, mediante Su Palabra (Romanos 8:1,2), y no por la ley. Leer más al respecto en:

¿Estar bajo la Gracia implica licencia para pecar?

La ley del Sinaí no ha sido dada para los cristianos sino la ley de Cristo (Mateo 5), que no está en tablas de piedra sino grabada en la conciencia del cristiano (Jeremías 31:31-33), compárese con Hebreos 8:7-11, donde, Dios cumple su promesa de grabar la ley del amor en el corazón del creyente. A partir de entonces, su guía es el Espíritu Santo (Romanos 8:14).

Consideren con detenimiento los siguientes puntos:

Primero. La ley del Sinaí fue dictada por Dios exclusivamente para los judíos, es decir, el pueblo de Israel; en especial el cuarto mandamiento que es la señal del Pacto Antiguo (Éxodo 31:13-17; Deuteronomio 5:2-3). Antes de Moisés no existía esta ley sino únicamente la ley moral escrita en la conciencia. Ningún gentil tuvo nunca la obligación de cumplir con el cuarto mandamiento que ordena reposar de todo trabajo secular, de acuerdo a un reglamento minucioso, que prohibía, además de trabajar bajo pena de muerte (Éxodo 35:2,3), cocinar, llevar cargas, encender fuego, viajar, etc. Aunque esta ley, en lo que respecta a sus otros nueve mandamientos, fue siempre un buen ejemplo o modelo moral para todos los gentiles, porque pudo servir para avivar muchas conciencias dormidas, embrutecidas o cauterizadas, pero ellos siempre dependieron de sus conciencias, pues la ley de los judíos no les concernía en absoluto.

Segundo. “Los gentiles que no tienen ley” (Romanos 2:14) darán cuenta a Dios por la ley moral que hay escrita en sus corazones, (Romanos 2:15). Es decir, serán juzgados no por la ley del Sinaí –que no les concierne–, sino por la ley moral escrita en sus conciencias. Sin embargo, los que rechazan la luz del Evangelio serán juzgados por la ley evangélica, que es dada para toda la humanidad, sin hacer distinción entre judíos y gentiles (Mateo 5:21-48). Esta es la nueva ley que sustituye a la del Sinaí porque es más exigente que la letra de los Diez Mandamientos, porque juzga no solo las acciones u obras sino también las intenciones del corazón. Ya no basta con no matar sino que también hay que evitar enojarse con el prójimo. No basta con “no adulterarás” sino que hay que evitar mirar a la mujer para codiciarla (Mateo 5:22,28). Los mandamientos de Jesús, la ley de Cristo es amaos unos a otros como yo os he amado” (Juan 13:34-35), incluso “Amad a vuestros enemigos” (Mateo 5:42-45).

Tercero. Los cristianos no estamos bajo la ley moral, ni por supuesto la del Sinaí que nunca estuvimos, porque en Cristo hemos muerto a ella Romanos 7:6. “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). La ley moral –no los Diez Mandamientos– no puede condenarnos porque Cristo la ha cumplido en lugar nuestro (Gálatas 2:16; 3:13).

Cuarto. Los cristianos pertenecemos al Pacto de Abraham. La promesa de bendición a toda la humanidad no viene por el Pacto de la ley, que vino 430 años después (Gálatas 3:8,9,16) sino por la promesa a la simiente de Abraham, que es Cristo (Gálatas 3:16), por la que serían benditas todas las naciones. Por tanto, la salvación no es por las obras de la ley sino por la sola fe en Jesús (Gálatas 3:9,10).

Quinto. En el Nuevo Pacto en Cristo queda abolida en su carne, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas (Efesios 2:15). El cristiano queda solo sujeto a todo lo que manda el Nuevo Testamento, y éste recoge nueve principios morales que estaban en el Decálogo pero no recoge el precepto del reposo sabático. Incluso la iglesia primitiva, cuando se emancipa de la de los judíos, se congrega en el primer día de la semana, domingo, y no en sábado. No hay precepto en todo el Nuevo Testamento de guardar el reposo sabático, porque era símbolo y figura del reposo que obtiene el cristiano en Cristo, cuando deja de trabajar por su salvación y se acoge por fe a la salvación que Cristo le ofrece sin las obras de la ley (Hebreos 4). El cristiano no está bajo la ley de Moisés sino bajo la ley de Cristo (1ª Corintios 9:21), y además, está sujeto a todos los mandamientos que dio Cristo en el Nuevo Pacto.

Sexto. San Pablo, afirma claramente que el reposo sabático se abroga en Cristo (Colosenses 2:16,17; Romanos 14:5,6; Gálatas 4:9-11). 

En el Nuevo Pacto en Cristo se recogen nueve principios morales que estaban en la letra de la ley del Sinaí –cambia la letra pero el espíritu es el mismo–, que se espiritualiza y amplifica y profundiza; como por ejemplo: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.  (44)  Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:43-44). El Mandamiento del reposo sabático desaparece.

Colosenses 2:16-17: Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo,  (17)  todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.

Romanos 14:5-6: Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.  (6)  El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.

Gálatas 4:9-11: mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?  (10)  Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años.  (11)  Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.

Quedo a su entera disposición en lo que pueda servirles.

Bendiciones

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

Versión: 01-10- 2013

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Carlos José, le agradezco que me haya contactado para dirigirme sus siguientes amables palabras y comentario:

«De antemano quiero agradecer si me aclara lo siguiente: Por qué, si los mandamientos de la ley de Dios están vigentes, la mayoría de cristianos no cumplen el cuarto mandamiento de dicha ley. Leí su magnífico trabajo sobre este tema, pero no me queda completamente claro. Gracias»  (Carlos José)

Con mucho gusto voy a tratar de explicarle este controvertido tema de la Ley de Dios. En realidad no es tan complicado de entender como parece a simple vista. Si tuviera que ser muy breve contestaría a su pregunta diciéndole, que los cristianos no tenemos la obligación de guardar u observar el cuarto mandamiento de la ley del Sinaí –el reposo sabático–, porque, en el Nuevo Testamento (NT), este mandamiento no está vigente, sino que fue abolido con la muerte y resurrección de Cristo; y porque nunca fue de obligado cumplimiento para los cristianos ni para ningún gentil, pues solo afectaba a los judíos. Esto debería ser una explicación razonablemente satisfactoria para mucha gente. No obstante, puesto que no quisiera que esta brevedad le pareciera a usted insuficiente, me permito darle más textos y argumentos bíblicos, a continuación.

2. ¿Por qué los cristianos no cumplen el cuarto mandamiento?

El Decálogo o Diez Mandamientos, la ley del Sinaí o de las tablas de piedra  que Dios dio a Moisés fue exclusivamente para el pueblo de Israel. Jamás los gentiles estuvieron bajo esa ley sino la ley escrita en sus corazones (véase Romanos 2:12-16).

Romanos 2:12-16: Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados;  (13)  porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados.  (14)  Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos,  (15)  mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos,  (16)  en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.

Primero de todo, debemos ser conscientes que el ser humano no convertido es totalmente incapaz de cumplir la ley de Dios, porque aquél es carnal y la ley es espiritual (Romanos 7:14; 8:1-3, 7-8).

Romanos 7:14: Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.

Romanos 8:7-8: Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;  (8)  y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

Romanos 8:1-3: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.  (3)  Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;

En segundo lugar, los cristianos no pertenecemos al Antiguo Pacto sino al Nuevo Pacto en Cristo; ¿qué significa esto? Pues que los cristianos no estamos bajo la ley del Sinaí sino bajo la ley de Cristo (Véase 1 Corintios 9:20-21):

1 Corintios 9:20-21: Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley;  (21)  a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley.

¿Cuál es la ley de Cristo?

La ley del amor, y, además, toda Su Palabra es también ley para el cristiano; es decir, el Nuevo Testamento es ley para los cristianos, y se nos insta a obedecerlo, pero solo se puede obedecer si se es nacido de nuevo (Juan 3:5), porque entonces somos templos del Espíritu Santo (1ª Corintios 3:16-17; 6:19-20).

Veamos lo que mandó Jesús y sus apóstoles:

Mateo 22:34-40: Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una.  (35)  Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: (36)  Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?  (37)  Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.  (38)  Este es el primero y grande mandamiento.  (39)  Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  (40)  De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

Juan 13:34-35: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.  (35)  En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.

Juan 15:7-17: Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.  (8)  En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.  (9)  Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.  (10)  Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.  (11)  Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.  (12)  Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.  (13)  Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.  (14)  Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.  (15)  Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.  (16)  No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.  (17)  Esto os mando: Que os améis unos a otros.

Juan 14:21-26: El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.  (22)  Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?  (23)  Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.  (24)  El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.  (25)  Os he dicho estas cosas estando con vosotros.  (26)  Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.

Los mandamientos de Cristo son Su Palabra:

1 Juan 2:7-17: Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio.  (8)  Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra.  (9)  El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.  (10)  El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.  (11)  Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.  (12)  Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre.  (13)  Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre.  (14)  Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.  (15)  No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.  (16)  Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.  (17)  Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

1 Juan 4:18-21: En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.  (19)  Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.  (20)  Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?  (21)  Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.

Jesús mantuvo los principios morales que hay detrás de cada mandamiento de la ley del Sinaí –excepto el cuarto– pero no en su letra sino en su espíritu, pues guardar la ley formalmente, es decir, de forma legalista atendiendo solo a la letra, es lo que hacían los fariseos. Pero eso no es lo que manda Jesús sino que la ley se guarde internamente, desde lo más profundo de las intenciones y motivaciones del corazón, no solo de cara al exterior. Por ejemplo, yo puedo tener odio en mi corazón a las personas, pero disimulo y así guardo la ley, porque no mato, ni robo, ni hago daño a nadie. Sin embargo Jesús exige que la ley moral debe ser algo que se cumpla internamente, y eso es algo que solo se puede hacer desde un corazón renovado y convertido (Juan 3:5), mediante la obra del Espíritu Santo (Romanos 8:9-17).

Por eso Jesús hizo el siguiente fuerte contraste entre la ley del AT y la del Nuevo Testamento:

Mateo 5:27-48: Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.  (28)  Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.  […] (31)  También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio.  (32)  Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.  (33)  Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos.  (34)  Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios;  (35)  ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.  (36)  Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello.  (37)  Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede. (38)  Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente.(Y)  (39)  Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra;  (40)  y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa;  (41)  y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos.  (42)  Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.  (43)  Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.  (44)  Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;  (45)  para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.  (46)  Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?  (47)  Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?  (48)  Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Romanos 12:9-10: El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.  (10)  Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.

Los cristianos no son guiados por la Ley sino por el Espíritu Santo (Romanos 8:9-17)

Romanos 8:1-17: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (2)  Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.  (3)  Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;  (4)  para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.  (5)  Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.  (6)  Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.  (7)  Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;  (8)  y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.  (9)  Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.  (10)  Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.  (11)  Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.  (12)  Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;  (13)  porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.  (14)  Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.  (15)  Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!  (16)  El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.  (17)  Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

El cuarto mandamiento de observar el reposo en el día sábado  (desde puesta del sol del viernes hasta puesta del sol del sábado) no existe para ningún creyente en Cristo, fue abolido totalmente, porque era sombra y figura de lo que había de venir (Colosenses 2:16-17; Gálatas 4:9-11), es decir, Cristo es el verdadero reposo de todo cristiano, porque por la fe entramos en el reposo: “Pero los que hemos creído [en la buena nueva-Hebreos 4:1-2] entramos en el reposo,” (Hebreos 4:3). Lea detenidamente y reflexione en cada texto siguiente, teniendo en cuenta su contexto.

Hebreos 4:1-11: Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. (2)  Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron.  (3)  Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo.  (4)  Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día.  (5)  Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo.  (6)  Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia,  (7)  otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, o endurezcáis vuestros corazones.  (8)  Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día.  (9)  Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.  (10)  Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. (11)  Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia.

Querido hermano, el reposo al que se nos impele es el reposo en Cristo, es vivir por la fe en Él, entonces habremos descansado de todas nuestras obras. Este es el descanso que prefiguraba el séptimo día cuando descansó Dios. Ahora podemos entrar en ese reposo, no observando un día, porque los siete días a la semana son iguales para Dios en Cristo, eso quiere decir, que se camina en la fe no solo cuando se descansa de trabajar, sino cuando se descansa de todas nuestras obras muertas (Hebreos 9:14). Es más, el que trata de guardar cualquier día de la semana ya sea el sábado o el domingo o cualquier otro, porque cree que está cumpliendo la ley de Dios, se equivoca terriblemente, y está tratando de salvarse por las obras de la ley (Romanos 3:28; Gálatas 2:16-21), y entonces deberá tener que guardar toda la ley (Santiago 2:10-12), sin fallar en un punto, y como eso es imposible, habrá hecho vano el sacrificio de Cristo, que murió por nosotros, cumpliendo toda la ley moral, que le es imposible al hombre cumplirla. Si los seres humanos pudieran amar a Dios con todo el corazón, y con toda el alma, y con toda la mente y al prójimo como a uno mismo (Mateo 22:37-40), entonces la salvación sería por las obras de la ley (Gálatas 3:10-19).

Gálatas 3:10-18:  Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.(D)  (11)  Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá;  (12)  y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas.  (13)  Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),  (14)  para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.  (15)  Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.  (16)  Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.  (17)  Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa.  (18)  Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa.

El propósito de la ley

Gálatas 3:19-26: Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador.  (20)  Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno.  (21)  ¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley.  (22)  Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes.  (23)  Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada.  (24)  De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.  (25)  Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo,  (26)  pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;

Romanos 7:6: Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

Por tanto, ningún cristiano tiene que guardar el reposo sabático. No existen argumentos ni razones para observar el reposo sabático, ni tampoco el reposo del domingo ni de ningún día de la semana. Sencillamente no existe precepto en el Nuevo Testamento para que los creyentes guarden un día  a la semana. Hay muchos textos, que lo prueban, no puedo ser exhaustivo ahora. Le recomiendo lea algunos de los veintitantos artículos que he redactado, al respecto.

3. Conclusión

Tenemos que saber que las leyes del AT no se aplican a los cristianos. Tenga en cuenta, vuelvo a repetir, que la ley del sábado fue dada exclusivamente para el pueblo judío. Cristo no la confirmó en absoluto, sino que por el contrario, Él fue quitando, poco a poco, el carácter obligatorio del reposo sabático, aunque lógicamente, como estaba bajo la ley (Gálatas 4:4-5), no podía dejar de cumplirlo. Cristo no vino a abolir la ley sino a cumplirla, y con su muerte en la cruz, el reposo sabático, quedó abolido porque era un símbolo del reposo en la salvación proporcionada por Jesús, sin las obras de la ley. Le recomiendo, lea detenidamente todo el capítulo 4 de Hebreos, y Colosenses 2:14-17; Romanos 14:5-6; Gálatas 4:9-11; Efesios 2:15. En todo el NT no se puede hallar ninguna mención de la obligatoriedad del reposo sabático para los cristianos, sino que por el contrario, como puede comprobar, hay muchos versículos que confirman que ese mandamiento no está vigente para los cristianos.

Habrá podido comprobar que he publicado en www.amistadencristo.com muchos artículos que tratan del tema de “la ley y el sábado”, la mayoría de ellos, por no decir todos pensando en rebatir esta doctrina de los Adventistas del Séptimo Día. Comprendo perfectamente sus sentimientos, pues a mí me pasó lo mismo. Este servidor suyo que le escribe fue miembro de la Iglesia adventista durante 28 años. En septiembre del 2003, hace ahora diez años abandoné dicha Iglesia al darme cuenta de sus errores doctrinales.

Los cristianos estamos bajo la gracia (Romanos 6:14;3:27; Gálatas 2:16), y no bajo la ley. Lo que quiere decir, que Cristo ha cumplido la ley por mí, y ya soy libre de la ley (Romanos 7:6), lo que no quiere decir que tenga licencia para pecar o transgredirla, pero ahora soy guiado por el Espíritu Santo, mediante Su Palabra (Romanos 8:1,2), y no por la ley. La ley del Sinaí no ha sido dada para los cristianos sino la ley de Cristo (Mateo 5), que no está en tablas de piedra sino grabada en la conciencia del cristiano (Jeremías 31:31-33), compárese con Hebreos 8:7-11, donde, Dios cumple su promesa de grabar la ley del amor en el corazón del creyente. A partir de entonces, su guía es el Espíritu Santo (Romanos 8:14).

Considere con detenimiento los siguientes puntos:

Primero. La ley del Sinaí fue dictada por Dios exclusivamente para los judíos, es decir, el pueblo de Israel, en especial el cuarto mandamiento que es la señal del Pacto Antiguo (Éxodo 31:13-17; Deuteronomio 5:2-3). Antes de Moisés no existía esta ley sino únicamente la ley moral escrita en la conciencia. Ningún gentil tuvo nunca la obligación de cumplir con el cuarto mandamiento que ordena reposar de todo trabajo secular, de acuerdo a un reglamento minucioso, que prohibía, además de trabajar bajo pena de muerte (Éxodo 35:2,3), cocinar, llevar cargas, encender fuego, viajar, etc. Aunque esta ley, en lo que respecta a sus otros nueve mandamientos, fue siempre un buen ejemplo o modelo moral para todos los gentiles, porque pudo servir para avivar muchas conciencias dormidas, embrutecidas o cauterizadas, pero ellos siempre dependieron de sus conciencias, pues la ley de los judíos no les concernía en absoluto.

Segundo. “Los gentiles que no tienen ley” (Romanos 2:14) darán cuenta a Dios por la ley moral que hay escrita en sus corazones, (Romanos 2:15). Es decir, serán juzgados no por la ley del Sinaí –que no les concierne–, sino por la ley moral escrita en sus conciencias. Sin embargo, los que rechazan la luz del Evangelio serán juzgados por la ley evangélica, que es dada para toda la humanidad, sin hacer distinción entre judíos y gentiles (Mateo 5:21-48). Esta es la nueva ley que sustituye a la del Sinaí porque es más exigente que la letra de los Diez Mandamientos, porque juzga no solo las acciones u obras sino también las intenciones del corazón. Ya no basta con no matar sino que también hay que evitar enojarse con el prójimo. No basta con “no adulterarás” sino que hay que evitar mirar a la mujer para codiciarla (Mateo 5:22,28). Los mandamientos de Jesús, la ley de Cristo es amaos unos a otros como yo os he amado” (Juan 13:34-35), incluso “Amad a vuestros enemigos” (Mateo 5:42-45).

Tercero. Los cristianos no estamos bajo la ley moral, ni por supuesto la del Sinaí que nunca estuvimos, porque en Cristo hemos muerto a ella Romanos 7:6. “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). La ley moral –no los Diez Mandamientos– no puede condenarnos porque Cristo la ha cumplido en lugar nuestro (Gálatas 2:16; 3:13).

Cuarto. Los cristianos pertenecemos al Pacto de Abraham. La promesa de bendición a toda la humanidad no viene por el Pacto de la ley, que vino 430 años después (Gálatas 3:8,9,16) sino por la promesa a la simiente de Abraham, que es Cristo (Gálatas 3:16), por la que serían benditas todas las naciones. Por tanto, la salvación no es por las obras de la ley sino por la sola fe en Jesús (Gálatas 3:9,10).

Quinto. En el Nuevo Pacto en Cristo queda abolida en su carne, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas (Efesios 2:15). El cristiano queda solo sujeto a todo lo que manda el Nuevo Testamento, y éste recoge nueve principios morales que estaban en el Decálogo pero no recoge el precepto del reposo sabático. Incluso la iglesia primitiva, cuando se emancipa de la de los judíos, se congrega en el primer día de la semana, domingo, y no en sábado. No hay precepto en todo el Nuevo Testamento de guardar el reposo sabático, porque era símbolo y figura del reposo que obtiene el cristiano en Cristo, cuando deja de trabajar por su salvación y se acoge por fe a la salvación que Cristo le ofrece sin las obras de la ley (Hebreos 4). El cristiano no está bajo la ley de Moisés sino bajo la ley de Cristo (1ª Corintios 9:21), y además, está sujeto a todos los mandamientos que dio Cristo en el Nuevo Pacto.

Sexto. San Pablo, afirma claramente que el reposo sabático se abroga en Cristo (Colosenses 2:16,17; Romanos 14:5,6; Gálatas 4:9-11). 

En el Nuevo Pacto en Cristo se recogen nueve principios morales que estaban en la ley del Sinaí. El Mandamiento del reposo sabático desaparece. Cambia la letra pero el espíritu es el mismo.

ANTIGUO TESTAMENTO  

NUEVO TESTAMENTO

Decálogo en tablas de piedra

Principio moral vigente en el NT

1. No tendrás dioses ajenos delante de mí. Éx. 20: 3

1. Os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra y el mar. Hech. 14: 15, Gál 4:8, Ro. 1:23ss 

2. No te harás imágenes. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás. Éx. 20: 4, 5

2. Hijitos, guardaos de los ídolos. I Juan 5: 21, 1 Cor. 8:4, 10:19

3. No tomarás el nombre de Dios en vano. Éx. 20: 7

3. Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento. Santiago 5: 12 

4. Acuérdate del día de sábado, para santificarlo. Éx. 20: 8

4. No hay mandamiento en todo el Nuevo Testamento para que se guarde el sábado. 

5. Honra a tu padre y a tu madre. Éx. 20: 12

5. Hijitos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo. Efe. 6: 1

6. No matarás. Éx. 20: 13

6. No matarás. Rom. 13: 9

7. No cometerás adulterio. Éx. 20: 14

7. Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros… heredarán el reino de Dios. I cor. 6: 9-10

8. No hurtarás. Éx. 20: 15

8. El que hurtaba, no hurte más. Efe. 4: 28

9. No hablarás falso testimonio. Éx. 20: 16. 

9. No mintáis. Col. 3: 9

10. No codiciarás. Éx. 20: 17

10. Pero la codicia, ni aún se nombre entre vosotros. Efe. 5: 3 

Estimado hermano, en el apartado de referencias bibliográficas puede consultar la lista de los artículos que he publicado sobre la ley, por si le pudiesen servir para ampliar este tema. (1)

Quedo a su entera disposición en lo que pueda servirle.

Bendiciones

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico:carlosortsgmail.com


Comentarios de los lectores


Alfonso 

02-10-13

Querido Carlos, con relación al artículo: ¿Por qué los cristianos no guardan el reposo sabático?, me gustaría aportar lo siguiente:

Jesús guardó el sábado, cierto, porque era judío y porque vivió toda su vida en Israel, en una sociedad «diseñada» para que todos pudieran guardar el sábado.

Pero después de Cristo, el evangelio se predicó dentro y FUERA de Israel, a judíos, pero también a GENTILES, que vivían en sociedades en las que guardar el sábado podría conllevar graves inconvenientes.

La cuestión fundamental a la que debemos dirigir nuestras mentes es, por tanto: ¿se enseñó a los nuevos conversos gentiles que debían guardar el sábado? 

Investiguemos a lo largo del libro de Los Hechos de los Apóstoles, a lo largo de las cartas de Pablo y a lo largo de las demás cartas del Nuevo Testamento. Si se hubiera enseñado a los nuevos conversos gentiles a guardar el sábado, muchos habrían soportado pruebas a causa de su fidelidad a ese mandamiento. Pensemos en los esclavos conversos cuyos amos no eran cristianos. Pensemos en quienes sus obligaciones laborales les exigían trabajar en sábado. ¡¡¡Había cristianos conversos incluso en la casa del propio Nerón!!! (Fil 4: 22). ¿Debían estos cristianos pedirle al emperador que les dispensara de trabajar en sábado? Las «pruebas» que muchos habrían pasado por observar el sábado deberían encontrar algún reflejo en las páginas del Nuevo Testamento.

Sin embargo no encontramos NADA. Ninguna referencia a esas dificultades, ninguna invitación a orar «por los que padecen tribulación» por querer observar el día del Señor, etc. etc. Todo lo contrario, cuando se menciona la observancia sabática, es para relativizar su importancia o para afirmar directamente que ya no está en vigencia. (Col 2: 16; Ro 14: 5, etc.).

Los observadores actuales del sábado predican que es necesario observar ese mandamiento para salvarse. Así lo enseñan y no son pocos los que oyendo esa enseñanza han abandonado trabajos u oportunidades. Pero a esos creyentes yo les pregunto: «enséñame un solo texto del Nuevo Testamento en el que se diga claramente, o en el que por lo menos se insinúe que en el tiempo de los apóstoles algún converso gentil tuvo que padecer por observar el sábado». Esa pregunta no tiene respuesta. No es posible encontrar ninguno texto de ese tipo, porque nadie sufrió por tener que observar el sábado.  Los razonamientos que se esgrimen para enseñar que el sábado está aún vigente son todos ellos indirectos: 

    • 1) El sábado se ha guardado desde el Edén (falacia 1) por lo tanto nosotros debemos guardarlo…
    • 2) El sábado es «eterno» (falacia 2)… por lo tanto tenemos que guardarlo siempre…
    • 3) Jesús guardó el sábado (eso sí es verdad, pero no nos obliga a nosotros. También fue circuncidado, y eso no nos obliga a nosotros), por lo tanto nosotros también tenemos que guardarlo…
    • 4) El sábado se guardará en la Tierra Nueva (falacia 3), por lo tanto tenemos que guardarlo aquí también.
    • Etc., etc., etc.

Un abrazo

Alfonso 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

(1) Aracil Orts, Carlos, https://amistadencristo.com

Sección “Sobre la ley”

La ley en la Biblia

¿Guardar el día sábado es un Mandamiento de Dios en el Nuevo Pacto?

¿Será el sábado día de adoración en la Tierra nueva?

¿Está abolida la ley de Dios? (Primera parte)

¿Está abolida la ley de Dios? (Segunda parte)

¿Qué simboliza el reposo de Dios del séptimo día?

¿Será el sábado día de adoración en la Tierra nueva? Segunda Parte.

Pecado, Ley y Gracia

La Ley que fue clavada en la cruz.

¿Cuál es la ley del Pecado y de la muerte?

¿Cumplir la ley, sin faltar en un punto, para ser salvo?

Respuesta sobre la Ley a un amigo Adventista

¿Es eterna la Ley de Dios del Antiguo Pacto?

¿Cómo se salvaba la gente antes de Cristo?

¿Dictó Dios una ley imposible de cumplir?

Sección Preguntas y Respuestas

¿Son los Diez Mandamientos los que implanta Dios en el cristiano?

¿Cual es la ley que Dios escribe en el corazón?

¿Cuál es el propósito de la ley de Dios?

¿Estar bajo la Gracia implica licencia para pecar?

¿Es el reposo sabático un símbolo de la salvación en Cristo?

¿Es la ley del Sinaí el ayo que nos conduce a Cristo?

¿Bajo que ley está la humanidad sin Cristo?

Respuesta a siete argumentos en pro vigencia reposo sabático

¿Cuáles son los mandamientos de Cristo?

La ley moral cristiana y los dos Pactos

¿Cumplir la ley era la condición de salvación en el A. Testamento?

¿Estará la ley vigente hasta que no pasen el Cielo y la Tierra? (Miscelánea)

Versión 13-12-10

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado amigo, te agradezco las objeciones que me planteas, y que todavía visites de cuando en cuando mi web. Voy a intentar responder tu amable correo como te mereces, pero para que se pueda entender mi respuesta, necesito transcribir el resumen, que tú mismo hiciste al final del mismo:

«Resumo: si una ley (o mandamiento) quedó abrogada, debería ser el mismo Dios (o Cristo) quien lo declarara abiertamente y sin titubeos. Tu sabes, mi amigo Carlos que la famosa ley llamada ritual debió (y de hecho así quedó) quedar abolida pues… bueno ya sabes a lo que me refiero.  Seguiré leyendo no obstante este artículo que sin duda considero muy importante pues a pesar de mi desaprobación acerca del modo exclusivista y un tanto trasnochado en que la iglesia Adventista ha promovido para su necesario cumplimiento, creo (sinceramente) que no es descartable la opción de mantener hoy, en pleno siglo XXI, el «guardar los mandamientos de Dios (no de Moisés) y tener la fe de Jesús.». Un fuerte abrazo de quien todavía te lee y no te olvida.»

Como creo que se entiende bien lo que tú planteas, sin más preámbulos, paso a contestarte.

2. No habrá nuevas revelaciones por parte de Dios. No existen dos leyes: La ley moral y la ley ceremonial .

En primer lugar, no me parece razonable que necesites la confirmación del mismo Dios para despejar cualquier duda sobre la posible vigencia o no de la Ley del Antiguo Testamento (los Diez mandamientos). No esperes más revelaciones. Dios completó su revelación hace casi dos mil años, y no tiene nada nuevo que añadir. Él sólo espera que estudiemos su Palabra con devoción y que la pongamos por obra, siendo coherentes con la fe que profesamos.

En segundo lugar, la Santa Biblia no habla de que existan dos leyes, una moral y otra ceremonial o ritual, sino sólo se refiere a una sola: la Ley. La ley fue dada sólo para el pueblo de Israel, y para nadie más. Esta ley no se puede dividir. Forma un sistema completo, dado al pueblo de Israel, en la época de Moisés, vigente hasta la venida del Mesías (Gálatas 3:19). O se mantiene vigente el “paquete” completo de la ley veterotestamentaria, incluyendo los ritos, o se abroga el mismo; pero no se pueden extraer ciertas partes para abolirlas, y otras, en cambio, no hacerlo. No obstante, los principios morales contenidos en la ley, son eternos, y son recogidos por Cristo en el Evangelio de San Mateo (capítulo 5), y por los apóstoles, en varias de sus epístolas. No puedo extenderme más con estos argumentos, pues sería repetir lo que he publicado anteriormente acerca de la ley en más de diez artículos de esta web.

3. Guardar los mandamientos de Dios (no de Moisés) y tener la fe de Jesús.

Por cierto ¿a qué mandamientos te refieres: los del Antiguo Pacto o los del Nuevo Pacto?

Intentaré hacerte reflexionar con algún comentario. Aunque me temo que, a estas alturas, después de tanto que hemos hablado sobre este tema, si todavía sigues creyendo que Dios exige a los cristianos el cumplir el mandamiento de guardar el reposo del sábado como condición de salvación o como prueba de obediencia a Él, todo lo que te escriba o te diga de nuevo va a ser en vano.

Eso mismo les dijo San Pablo a los judaizantes:  “Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.” (Gálatas 4:11). Veamos como el contexto se refiere a su empeño en guardar la ley del AT:

Gálatas 4:8-11“Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; 9 mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? 10 Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. 11 Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.”

Supongo que te habrás dado cuenta que el guardar los días se refiere al sábado semanal.

Tu objeción está totalmente trasnochada, por aprovechar el calificativo que tú mismo empleas y que me parece apropiado. Si crees firmemente que Dios nos exige, a los cristianos, que guardemos el reposo sabático, como prueba de fidelidad a Él, te aconsejo que no dejes de guardarlo de forma voluntaria, pues de lo contrario estás pecando deliberadamente, transgrediendo todos los mandamientos de Dios (Santiago 2:10), y eres reo de muerte (Romanos 6:23).

Santiago 4:17: “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.”

Si tu conciencia es correcta deberías estar sintiendo en tu carne lo que el apóstol San Pablo dice en Gálatas 3:10-13.

Gálatas 3:10-13: “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.”

Los anteriores textos no te parecen adecuados o apropiados para demostrar que la ley del AT fue clavada en la cruz ¿Te parece más adecuado el texto de Colosenses 2:14? O bien ¿el de Colosenses 2:16,17? ¿Quieres todavía estar bajo la ley (Gálatas 4:21)?

4. Los dos pactos: el Antiguo, simbolizado por la esclava Agar y el Nuevo por la libre Sara.

¿Te consideras hijo del antiguo pacto, el del Sinaí, del que es figura la esclava Agar y la Jerusalén actual, y da hijos para esclavitud? O, en cambio ¿No crees que eres hijo, no de Agar, según la carne,  sino, según la promesa, de Sara, la libre, que es figura de la Jerusalén de arriba, y que es madre de todos nosotros? (Ver Gálatas 4:22-26, 30,31).

En otras palabras ¿perteneces a Cristo o al pacto del Sinaí? ¿Eres hijo de la iglesia de Cristo o de la iglesia del Sinaí? De otra manera:

¿Cómo heredaste la bendición que Dios prometió Abraham por medio de su “simiente”?

¿Recibiste la salvación por medio de la ley o por el hijo de la promesa que es Cristo? (Ver Gálatas 3:14-18)

Gálatas 3:14-18: “14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.” 15 Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. 16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. 17 Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. 18 Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa.»

Lo que quisiera que comprendieras es que los gentiles nunca tuvimos nada que ver con el pacto del Sinaí, jamás estuvimos bajo la ley, ni nunca tuvimos la obligación de guardar el reposo sabático como tuvieron que hacer los judíos porque para ellos el sábado era señal de su pacto con Dios, pero para nosotros, los gentiles, nada es.

Esto es, lo que más o menos está diciendo Pablo: “la ley que vino cuatrocientos treinta años después” de la promesa que Dios hizo a Abraham de que por su simiente (Cristo) serían benditas todas las naciones de la tierra, no abroga, ni invalida la alianza con Abraham porque la justicia, justificación, salvación viene por Jesús, a los que son de la fe, no a los que son de la ley. (Ver, por favor, Romanos 4:2,3, 13,14).

Romanos 4: 13,14: “Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. 14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa.”

Escucha, por favor, a San Pablo, y no te cierres a la verdad:

Gálatas 5:1-6: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. 2 He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. 3 Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. 4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. 5 Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; 6 porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.

Si te circuncidas para guardar la ley o intentas guardar el reposo sabático, te obligas a guardar toda la ley. Esto es lo que dice San Pablo.

Gálatas 5: 13, 14: Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. 14 Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Gálatas 5:16-26: Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. 17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. 18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. 19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. 22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. 24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. 26 No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

Gálatas 6:1,2: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. 2 Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.

5. Conclusión

Querido amigo, la ley del Sinaí (excepto el sábado) es el mínimo que Dios exige a la humanidad. La nueva ley, la de Cristo, es mucho más profunda, y es la que debemos seguir los cristianos, no es una ley externa, sino interna en el corazón, convertido por Dios y regenerado por la fe  en nuestro Salvador. Si te sitúas bajo el antiguo pacto, no sólo debes guardar el sábado sino toda la ley (la Torá), y con ello desechas la gracia de la salvación en Cristo.

Comento brevemente tu reflexión:

“…si una ley (o mandamiento) quedó abrogada, debería ser el mismo Dios (o Cristo) quien lo declarara abiertamente y sin titubeos.»

Ya veo que necesitas que venga Dios en persona o que un ángel del cielo te vuelva a revelar al oído el Evangelio de nuestro Señor. Para ti no es bastante, la Biblia que poseemos, necesitas más. Lo que dice San Pablo, para ti, no es como si lo dijera el propio Dios. Espera sentado, pues no hay otro evangelio, ni lo habrá. Todo está completado.

“ Tu sabes, mi amigo Carlos que la famosa ley llamada ritual debió (y de hecho así quedó) quedar abolida pues… bueno ya sabes a lo que me refiero.  Seguiré leyendo no obstante este artículo que sin dudad considero muy importante pues a pesar de mi desaprobación acerca del modo exclusivista y un tanto trasnochado en que la iglesia Adventista ha promovido para su necesario cumplimiento, creo (sinceramente) que no es descartable la opción de mantener hoy, en pleno siglo XXI, el «guardar los mandamientos de Dios (no de Moisés) y tener la fe de Jesús.»

Los adventistas han hecho una división artificial e inexistente de la ley. Ellos separan todas las leyes que Dios dio a Moisés en el Pentateuco en dos grupos: Leyes ceremoniales y morales. Sin embargo, esto no se ajusta a la Biblia. La Biblia no hace esa clasificación. Esa clasificación es obra humana. La Biblia prueba que la ley que Dios dio a Moisés no es sólo los diez mandamientos sino todo el libro de la ley, todo el Pentateuco, la Torá. Ésta forma un paquete entero que no se puede separar, y considerar que sólo es moral el Decálogo y el resto no lo es. Porque entonces ¿Qué son Deuteronomio 6:5  y Levítico 19:18 leyes morales o ceremoniales?

Deuteronomio 6:5: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.”

Levítico 19:18: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.”

No se puede abolir una parte del paquete, es decir, la ley ritual, como tu dices, pues no existe como tal separada del resto. Toda la Torá pertenece al Antiguo Pacto y se cumple en Cristo, y no obliga a los gentiles que están en Cristo.

«…no es descartable la opción de mantener hoy, en pleno siglo XXI, el «guardar los mandamientos de Dios (no de Moisés) y tener la fe de Jesús.»

Ignoras que toda la ley de Moisés es ley de Dios, y que la Biblia nombra indistintamente como ley de Moisés o ley de Dios a toda la ley. El libro de la ley y el Decálogo son igualmente de Dios; o ¿acaso tú crees que la ley de Moisés no le fue revelada por Dios también?

En pleno siglo XXI y en toda época, los cristianos, que viven en el Espíritu son hijos de Dios, y cumplen, con la ley del amor, todo lo que exige Dios, pero no se limitan a la ley del Sinaí sino a la ley de Cristo que expresó en varias ocasiones, entre ellas en el Sermón del Monte de Mateo 5, y en Juan 13:34: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros…”. Los cristianos no miramos al Sinaí sino a la ley de Cristo: Todo lo revelado en el Nuevo Testamento.

Tengo pocas esperanzas que este nuevo esfuerzo que he hecho para intentar aclarar tus ideas respecto a la ley sirva de algo si no escuchas al Espíritu de Dios en tu corazón y en tu mente. Me queda el consuelo de que por lo menos lo he intentado. Más no puedo hacer. Que el Señor te ilumine.

Con la ayuda de Dios, espero haber contestado adecuadamente a tus reflexiones, no obstante, si deseas hacer alguna aclaración o comentario a este estudio o a cualquier otro, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

Carlos Aracil Orts.
www.amistadencristo.com

Referencias Bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Versión: 11-06-13

En este estudio abordamos también las siguientes cuestiones:

  • ¿Están los cristianos obligados a dar el diezmo de sus ingresos?
  • ¿Deben los cristianos celebrar la Navidad?
  • ¿Debo reunirme en alguna iglesia en particular para estar en paz con Dios?

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimada hermana, me alegra que me pregunte con toda libertad. Será un placer para mí tratar de responder a sus interesantes preguntas, que a continuación me plantea, hasta donde llegue mi entendimiento y conocimiento de la Biblia.

«¿Puede usted explicarme Hechos 15:28,29? ¿Qué quiere decir abstenerse de sangre y de la carne de animales estrangulados? ¿Hasta donde implica abstenerse de sangre?
¿Estamos obligados al diezmo?
¿Usted se reúne en alguna iglesia en particular?, yo necesito reunirme con hermanos en la fe, pues actualmente no lo hago por temor  equivocarme de iglesia.
¿Estaría bien celebrar la Navidad aunque sus inicios son paganos?»

Voy a continuación a seguir el mismo orden de su escrito.

2. Explicación de Hechos 15: 28,29

(RV-1960) Hechos 15:28-29: Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: (29)  que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien.

A veces es conveniente leer el mismo texto en distintas traducciones de la Biblia, a fin de ver si aportan alguna luz adicional. Y estas son las otras traducciones que he elegido para presentar aquí:

(DHH L 1996*) Hechos 15:29: que no coman carne de animales ofrecidos en sacrificio a los ídolos, que no coman sangre ni carne de animales estrangulados y que eviten los matrimonios prohibidos. Si se guardan de estas cosas, actuarán correctamente. Saludos.»

(BLS) Hechos 15:29: No coman carne de animales que hayan sido sacrificados en honor a los ídolos; no coman sangre ni carne de animales que todavía tengan sangre adentro, y eviten las relaciones sexuales que la ley de Moisés prohíbe. Si cumplen con esto, harán muy bien. Reciban nuestro cariñoso saludo.»

(NVI 1999) Hechos 15:29: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de la carne de animales estrangulados y de la inmoralidad sexual. Bien harán ustedes si evitan estas cosas. Con nuestros mejores deseos.

(BL95) Hechos 15:29: que no coman carne sacrificada a los ídolos, ni sangre, ni carne de animales sin desangrar y que se abstengan de relaciones sexuales prohibidas. Observen estas normas dejándose guiar por el Espíritu Santo. Adiós.

(BLA95) Hechos 15:29: que no coman carne sacrificada a los ídolos, ni sangre, ni carne de animales sin desangrar, y que se abstengan de relaciones sexuales prohibidas. Observen estas normas dejándose guiar por el Espíritu Santo. Adiós.»

(BNP) Hechos 15:29: absténganse de alimentos ofrecidos a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de relaciones sexuales prohibidas. Harán bien si se privan de estas cosas. Adiós.

(BSA) Hechos 15:29: que os abstengáis de las carnes consagradas a los ídolos, de la sangre, de lo estrangulado y de la fornicación. Preservándoos de estas cosas, obraréis rectamente. Conservaos bien.»

(BSM) Hechos 15:29: abstenerse de carne sacrificada a los ídolos, de sangre de animales estrangulados y de uniones ilegales. Harán bien en guardarse de todo eso. Salud».

Ahora, también es conveniente analizar el contexto de los pasajes citados a fin de averiguar a qué se debe esta decisión de los apóstoles de establecer estas cuatro normas, que consistían en abstenerse “de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación” (Hechos 15:29); cf. 15:20). Estas ordenanzas surgieron de la asamblea de Jerusalén, lo que se ha convenido en llamar el primer concilio de la Iglesia cristiana. Y en el mismo se reunieron “los apóstoles y los ancianos, para tratar esta cuestión” (Hechos 15:2, 6-20).

¿Qué cuestión era ésta? Pues que “algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos” (Hechos 15:1). ¿Quiénes eran los que reclamaban que los gentiles que se convertían al cristiano tenían que circuncidarse? “algunos de la secta de los fariseos, que habían creído” (Hechos 15:5).

Hechos 15:5: Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.

La conclusión de la asamblea o concilio de Jerusalén zanjó el conflicto desencadenado por los judaizantes, de una forma  clara, firme y definitiva: “Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos”. (Hechos 15:11); rechazando tajantemente su pretensión de que era necesario circuncidar a los conversos gentiles, y con ello obligarles a que observasen toda la ley de Moisés. La única resolución que surgió de la asamblea formada por los apóstoles y ancianos y dirigida por el Espíritu Santo, que ya vimos arriba, consistió en “no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: (29) que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación” (Hechos 15:29).

La primera prohibición se refiere a no comer ningún alimento que se hubiera ofrecido o sacrificado a los ídolos, pues en las religiones paganas de las antiguas Roma y Grecia era costumbre ofrecer ciertos alimentos a sus dioses a fin de obtener sus favores. Frecuentemente era ofrecida a los dioses, carne de animales, pero también el vino, etc. Obviamente ningún cristiano podía contaminarse –no ya físicamente sino espiritualmente– participando de forma consciente de estos alimentos, pues ello hubiera sido idolatría y superstición al reconocer dioses falsos. Al respecto, el apóstol Pablo advierte: “Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios” (1 Corintios 10:20).

Obsérvese que el comer de lo sacrificado a los ídolos no contamina físicamente a las personas que así lo hacen sino espiritualmente. Sin embargo, hemos de tener en cuenta, que la contaminación espiritual, de las citadas personas, solo se produce en el caso de que ellas consideren que los citados alimentos han adquirido propiedades benefactoras, a causa del hecho de haber sido sacrificadas a los dioses, lo cual implicaría una fe idolátrica en ellos no compatible con la fe al verdadero Dios.

A propósito de todo esto, el apóstol Pablo nos da unos preciosos consejos, – generalizables a muchas otras situaciones distintas a las que estamos tratando– para que nunca caigamos en determinadas conductas que puedan escandalizar al débil en la fe, es decir, aquellas conductas que puedan llevar a éste, a confusión o a creer que no estamos haciendo lo correcto a los ojos de Dios. San Pablo nos advierte “si alguien os dijere: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por motivos de conciencia” (1 Corintios 10:28); pero Pablo aclara que no se está refiriendo a la conciencia del que come lo sacrificado a los ídolos sino a la del otro, que le avisa que los alimentos que va a comer han sido sacrificados a los ídolos: “La conciencia, digo, no la tuya, sino la del otro”  (1 Corintios 10:29).

1 Corintios 10:25-32: De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia;  (26)  porque del Señor es la tierra y su plenitud.  (27)  Si algún incrédulo os invita, y queréis ir, de todo lo que se os ponga delante comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia.  (28)  Mas si alguien os dijere: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud.  (29)  La conciencia, digo, no la tuya, sino la del otro. Pues ¿por qué se ha de juzgar mi libertad por la conciencia de otro?  (30)  Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser censurado por aquello de que doy gracias?  (31)  Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.  (32)  No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios;

Finalmente, San Pablo nos exhorta a que nuestra libertad de conciencia nunca “venga a ser tropezadero para los débiles” (1 Corintios 8:9). Transcribo todo el capítulo ocho, por considerarlo muy aclaratorio:

1 Corintios 8:1-13: En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El conocimiento envanece, pero el amor edifica.  (2)  Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo.  (3)  Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él.  (4)  Acerca, pues, de las viandas que se sacrifican a los ídolos, sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios.  (5)  Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores),  (6)  para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él.  (7)  Pero no en todos hay este conocimiento; porque algunos, habituados hasta aquí a los ídolos, comen como sacrificado a ídolos, y su conciencia, siendo débil, se contamina.  (8)  Si bien la vianda no nos hace más aceptos ante Dios; pues ni porque comamos, seremos más, ni porque no comamos, seremos menos.  (9)  Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles.  (10)  Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos?  (11)  Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió.  (12)  De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis.  (13)  Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano.

Aunque usted, estimada hermana, no me preguntó sobre esta primera prohibición de abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, he creído conveniente incluirla también. Ahora, pues, voy a tratar de responder a su pregunta específica:

2.1. ¿Qué quiere decir abstenerse de sangre y de la carne de animales estrangulados? ¿Hasta dónde implica abstenerse de sangre?

Hechos 15:29 (RV-1960): que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien.

Hechos 15:29 (BL95): que no coman carne sacrificada a los ídolos, ni sangre, ni carne de animales sin desangrar y que se abstengan de relaciones sexuales prohibidas. Observen estas normas dejándose guiar por el Espíritu Santo. Adiós.

Aunque son dos prohibiciones distintas, en realidad encierran una única prohibición, que es la de comer la carne de los animales con su sangre, o la de comer la sangre de los animales separada de su carne o mezclada con otras cosas (Génesis 9:4; Levítico 3:17; 7:26; 17:10; 19:26; etc.). Por tanto, todo animal, ahogado o estrangulado o muerto de cualquier otra manera, si no se hubiese podido desangrar previamente, entonces esa es carne que ningún judeo-cristiano comería, ni tampoco un cristiano gentil debería comer, aunque solo fuera por respeto a aquellos, porque Jehová Dios mandó: “Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis” (Génesis 9:4). Notemos, que la prohibición se refiere a no comer ninguna sangre de animales; por supuesto, tampoco la de seres humanos, pues que eso sería una práctica de caníbales, agoreros, hechiceros o adivinos.

Génesis 9:2-4: El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados.  (3)  Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo.  (4)  Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis.

Levítico 19:26: No comeréis cosa alguna con sangre. No seréis agoreros, ni adivinos.

Sin embargo, otra cosa muy distinta, que no tiene nada que ver con comer –pues lo que uno come pasa por el aparato digestivo, y lo que no se absorbe se elimina en forma de heces– es transfundir sangre, previamente extraída a un ser humano, e infundirla a otro por vía endovenosa. Puesto que la sangre es vida, cuando se inyecta sangre humana a un ser humano se le está donando vida (Génesis 9:4; Levítico 17:11).

Por tanto, su pregunta –“¿hasta dónde implica abstenerse de sangre?”– creo que ha sido contestada bíblicamente, pues intuyo que usted se refiere a si sería lícito recibir transfusiones de sangre.

A este respecto, la interpretación que los Testigos de Jehová hacen –de los textos citados arriba y de otros muchos del AT que prohíben comer sangre y que transcribimos más abajo– no puede ser más aberrante, pues consideran que la transfusión de sangre humana es lo mismo que comer la sangre o tomar un trago de sangre, al estilo “vampiro”, agorero o adivino, etc. Lo cual no se ajusta al sentido bíblico y es totalmente absurdo e ilógico. Comprobemos que todos los textos se refieren a no comer la sangre de los animales. La sangre humana nunca ha sido un alimento para seres humanos excepto cuando la naturaleza humana ha alcanzado cierto grado de perversión o degradación provocada por diversas influencias demoniacas, como ha sucedido desde los más remotos tiempos de la antigüedad y hasta nuestros días:

Levítico 3:17: Estatuto perpetuo será por vuestras edades, dondequiera que habitéis, que ninguna grosura ni ninguna sangre comeréis.

En este texto, además, se prohíbe la grasa de la carne, lo que es una profilaxis magnifica para evitar el exceso de colesterol en sangre.

Levítico 7:26-27: Además, ninguna sangre comeréis en ningún lugar en donde habitéis, ni de aves ni de bestias.  (27)  Cualquiera persona que comiere de alguna sangre, la tal persona será cortada de entre su pueblo.

Levítico 17:10-11: Si cualquier varón de la casa de Israel, o de los extranjeros que moran entre ellos, comiere alguna sangre, yo pondré mi rostro contra la persona que comiere sangre, y la cortaré de entre su pueblo. (11)  Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.

Notemos que aquí además del motivo de respeto por estar “la vida de la carne en la sangre” se añade otra importante razón de naturaleza ritual, porque la sangre se usaba para hacer “expiación de la persona” (Levítico 17:10-16).

Levítico 17:10-16: (12)  Por tanto, he dicho a los hijos de Israel: Ninguna persona de vosotros comerá sangre, ni el extranjero que mora entre vosotros comerá sangre. (13) Y cualquier varón de los hijos de Israel, o de los extranjeros que moran entre ellos, que cazare animal o ave que sea de comer, derramará su sangre y la cubrirá con tierra.  (14)  Porque la vida de toda carne es su sangre; por tanto, he dicho a los hijos de Israel: No comeréis la sangre de ninguna carne, porque la vida de toda carne es su sangre; cualquiera que la comiere será cortado.  (15) Y cualquier persona, así de los naturales como de los extranjeros, que comiere animal mortecino o despedazado por fiera, lavará sus vestidos y a sí misma se lavará con agua, y será inmunda hasta la noche; entonces será limpia.  (16)  Y si no los lavare, ni lavare su cuerpo, llevará su iniquidad.

En los textos anteriores se vuelve a insistir en la misma prohibición de comer la sangre indicando la misma razón que en otros pasajes citados más arriba. Pero además se dan indicaciones para los animales o aves cazadas, e instrucciones para corregir la impureza ritual, cuando se comiere “animal mortecino o despedazado por fiera”.

Deuteronomio 12:15-27: Con todo, podrás matar y comer carne en todas tus poblaciones conforme a tu deseo, según la bendición que Jehová tu Dios te haya dado; el inmundo y el limpio la podrá comer, como la de gacela o de ciervo.  (16)  Solamente que sangre no comeréis; sobre la tierra la derramaréis como agua.  […](21)  Si estuviere lejos de ti el lugar que Jehová tu Dios escogiere para poner allí su nombre, podrás matar de tus vacas y de tus ovejas que Jehová te hubiere dado, como te he mandado yo, y comerás en tus puertas según todo lo que deseares. […] (23) Solamente que te mantengas firme en no comer sangre; porque la sangre es la vida, y no comerás la vida juntamente con su carne.  (24)  No la comerás; en tierra la derramarás como agua.  (25)  No comerás de ella, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, cuando hicieres lo recto ante los ojos de Jehová.  (26)  Pero las cosas que hubieres consagrado, y tus votos, las tomarás, y vendrás con ellas al lugar que Jehová hubiere escogido; (27)  y ofrecerás tus holocaustos, la carne y la sangre, sobre el altar de Jehová tu Dios; y la sangre de tus sacrificios será derramada sobre el altar de Jehová tu Dios, y podrás comer la carne.

No obstante, en mi opinión, la prohibición de comer la carne de los animales con su sangre se produce como una concesión a los judeo-cristianos, a fin de eliminar la barrera, que a ojos de éstos, estaría formada por la impureza legal o ritual a la que incurrirían los cristianos gentiles, si tuvieran entre sus costumbres algunas de estas prácticas, que ahora se prohíben, a fin de eliminar los prejuicios de aquellos. Los motivos de estas prohibiciones también podían ser por connotaciones de tipo higiénico a fin de evitar enfermedades que se podrían contagiar al comer o beber la sangre cocinada o cruda de estos animales.

Sin embargo, si somos cristianos maduros tomaremos en cuenta los siguientes sabios consejos que San Pablo nos da:

Romanos 14:14-23: Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es.  (15)  Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió.  (16)  No sea, pues, vituperado vuestro bien;  (17)  porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.  (18)  Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. (19) Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.  (20)  No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come.  (21)  Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite.  (22)  ¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba.  (23)  Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.

3. ¿Estamos obligados al diezmo?

La ley del diezmo, es decir, la obligación de diezmar o dar la décima parte de las cosechas o de la producción ganadera fue dada por Dios en el Antiguo Testamento (AT) solamente a Israel (Dt. 14:22; 26:12; 1 Samuel 8:15; etc.), a fin de sostener la tribu de Leví (Núm. 18:21; Nehemías 10:37; Hebreos 7:5,9; etc.), cuya misión era participar en el sacerdocio, y mantener todos los servicios del Tabernáculo primeramente, y posteriormente del Templo.

En ningún pasaje del Nuevo Testamento (NT) se recoge esta ley como obligatoria para los cristianos, por lo que se entiende que finalizó con la muerte y resurrección de Cristo, de igual manera que ocurrió con el resto de leyes civiles, ceremoniales, etc., que tuvieron vigencia exclusivamente en el Antiguo Pacto (Hebreos 7:12, 18; 8:13; etc.).

En la Iglesia cristiana primitiva se recogían ofrendas voluntarias para los pobres o para los hermanos más desfavorecidos (Romanos 15:26; 1 Corintios 16:1-2). No hay ningún caso que se hable de diezmo. No obstante, tanto Jesús (Mateo 10:10; Lucas 10:7) como San Pablo (1ª Corintios 9) apoyan que “los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (1ª Corintios 9:14). Pero en ningún caso del Nuevo Testamento se establece obligación de que los cristianos diezmen sus ingresos para sostener la obra de predicación encomendada a la Iglesia de Cristo.

Cada cual, pues, dará ofrendas ya sea para los pobres, las necesidades de la Iglesia o la predicación del Evangelio, según Dios ha dispuesto en su corazón, o según sus posibilidades:   “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 8:1-24). Recomiendo leer, los capítulos ocho y nueve de la segunda epístola a los Corintios para un mejor entendimiento y ampliación de este tema.

La ofrenda para los santos

2 Corintios 8:1-24: Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia;  (2)  que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad.  (3)  Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas,  (4)  pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos.  (5)  Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios;  (6)  de manera que exhortamos a Tito para que tal como comenzó antes, asimismo acabe también entre vosotros esta obra de gracia.  (7)  Por tanto, como en todo abundáis, en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud, y en vuestro amor para con nosotros, abundad también en esta gracia.  (8)  No hablo como quien manda, sino para poner a prueba, por medio de la diligencia de otros, también la sinceridad del amor vuestro.  (9)  Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.  (10)  Y en esto doy mi consejo; porque esto os conviene a vosotros, que comenzasteis antes, no sólo a hacerlo, sino también a quererlo, desde el año pasado.  (11)  Ahora, pues, llevad también a cabo el hacerlo, para que como estuvisteis prontos a querer, así también lo estéis en cumplir conforme a lo que tengáis.  (12)  Porque si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según lo que no tiene.  (13)  Porque no digo esto para que haya para otros holgura, y para vosotros estrechez,  (14)  sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad,  (15)  como está escrito: El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos. (16)  Pero gracias a Dios que puso en el corazón de Tito la misma solicitud por vosotros.  (17)  Pues a la verdad recibió la exhortación; pero estando también muy solícito, por su propia voluntad partió para ir a vosotros.  (18)  Y enviamos juntamente con él al hermano cuya alabanza en el evangelio se oye por todas las iglesias;  (19)  y no sólo esto, sino que también fue designado por las iglesias como compañero de nuestra peregrinación para llevar este donativo, que es administrado por nosotros para gloria del Señor mismo, y para demostrar vuestra buena voluntad;  (20)  evitando que nadie nos censure en cuanto a esta ofrenda abundante que administramos,  (21)  procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres.  (22)  Enviamos también con ellos a nuestro hermano, cuya diligencia hemos comprobado repetidas veces en muchas cosas, y ahora mucho más diligente por la mucha confianza que tiene en vosotros.  (23)  En cuanto a Tito, es mi compañero y colaborador para con vosotros; y en cuanto a nuestros hermanos, son mensajeros de las iglesias, y gloria de Cristo.  (24)  Mostrad, pues, para con ellos ante las iglesias la prueba de vuestro amor, y de nuestro gloriarnos respecto de vosotros.

2 Corintios 9:1-15: Cuanto a la ministración para los santos, es por demás que yo os escriba;  (2)  pues conozco vuestra buena voluntad, de la cual yo me glorío entre los de Macedonia, que Acaya está preparada desde el año pasado; y vuestro celo ha estimulado a la mayoría.  (3)  Pero he enviado a los hermanos, para que nuestro gloriarnos de vosotros no sea vano en esta parte; para que como lo he dicho, estéis preparados;  (4)  no sea que si vinieren conmigo algunos macedonios, y os hallaren desprevenidos, nos avergoncemos nosotros, por no decir vosotros, de esta nuestra confianza.  (5)  Por tanto, tuve por necesario exhortar a los hermanos que fuesen primero a vosotros y preparasen primero vuestra generosidad antes prometida, para que esté lista como de generosidad, y no como de exigencia nuestra.  (6)  Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.  (7)  Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.  (8)  Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra;  (9)  como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre. (10)  Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia,  (11)  para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.  (12)  Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios;  (13)  pues por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos;  (14)  asimismo en la oración de ellos por vosotros, a quienes aman a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros.  (15)  ¡Gracias a Dios por su don inefable!

4. ¿Debo reunirme en alguna iglesia en particular para estar en paz con Dios?

«¿Usted se reúne en alguna iglesia en particular?, yo necesito reunirme con hermanos en la fe, pues actualmente no lo hago por temor  equivocarme de iglesia.»

Siento decir que no asisto de forma habitual a ninguna iglesia. La razón de que no pertenezca a ninguna denominación cristiana –y de que no me congregue– es porque no he encontrado todavía, en la ciudad donde resido –Alicante– una iglesia con la que pueda compartir las mismas doctrinas que yo creo que son la Verdad bíblica. Una iglesia que nunca dé por sentadas y verdaderas algunas doctrinas por mucho que estén respaldadas por la Tradición y sean creencia mayoritaria en el cristianismo, hasta que se verifiquen a la saciedad que están ajustadas a la Biblia.

Sin embargo, no desespero en formar un grupito del hogar que tenga por objeto estudiar la Biblia, profundizar en la sola Palabra, dejando aparte todas las tradiciones e ideas preconcebidas.

Ciertamente, congregarse es bueno y aconsejable por muchos motivos, porque necesitamos “estimularnos al amor y a las buenas obras” (Hebreos 10:24,25). Pero, no necesitamos pertenecer a ninguna denominación religiosa para que nuestra “sed” de Dios sea calmada. Veamos cómo Jesús prometió a la samaritana de que si ella bebía del agua que Él le daría no tendría sed jamás.

Juan 4:13-24: Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;  (14)  mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. […]  (20)  Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.  (21)  Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.  (22)  Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos.  (23) Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.  (24)  Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.

Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad

En mi opinión, la forma de adoración más agradable a Dios es mediante el estudio y la predicación de Su Palabra, lo que lleva al conocimiento de Dios, a la santidad y, por tanto, al amor a Él y a nuestros semejantes, y a toda obediencia a lo que Dios nos manda en el Nuevo Pacto en Cristo. Y ¿cómo conoceremos a Dios y Su voluntad para con nosotros si no es mediante el estudio de Su Revelación especial que es Su Palabra?

Juan 17:3: Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.

El agua simboliza el Espíritu Santo que solo se puede obtener mediante la Palabra, y es el mismo Jesús, mediante el cual, cuando nos alimentamos de Él, cuando comemos “la Palabra”, el Pan de vida (Juan 6:35,51,63) se nos da el Espíritu Santo, y nuestra sed será saciada, porque desde ese momento Cristo vivirá en nosotros mediante su Espíritu (Gálatas 2:20).

Juan 6:35: Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. […] 51  Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.

Juan 6:63: El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.

Juan 7:37-39: En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.  (38)  El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.  (39)  Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.

Querida hermana, necesitamos tener delante de nosotros el objetivo, la meta de nuestra carrera cristiana, como hacía el apóstol san Pablo (Filipenses 3:12-21), pues si no sabemos adónde vamos ¿cómo llegaremos a la meta? ¿Cuál es la meta del cristiano? ¿Cuál es el propósito de la vida?

Romanos 6:22: Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

Tenemos que ser santos en toda nuestra manera de vivir (1ª Pedro 1:13-16); porque sin la santidad nadie verá al Señor (Hebreos 12:14).

1 Pedro 1:13-16: Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado;  (14)  como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia;  (15)  sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;  (16)  porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.

¿Qué significa ser santo? Significa pertenecer a Cristo, que Él viva en nosotros mediante Su Espíritu. Que nuestro “viejo yo” haya sido sustituido por el Espíritu de Cristo. Que vivamos con amor a Dios y a nuestros semejantes (1ª Juan 4:20-21). ¿Cómo aprenderemos a amar si no sabemos vivir en comunión con nuestros hermanos o si no nos relacionamos con nadie?

Hebreos 10:23-25: Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.  (24)  Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras;  (25)  no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.

El congregarse no es un fin en sí mismo sino para estimularnos en el amor y las buenas obras (Hebreos 10:23-25). ¿De qué sirven las reuniones de la Iglesia si no es para estimularnos en amor y para crecer en santidad?

Reunámonos para ese fin, y para estudiar la Palabra de Dios, la que transformará nuestras vidas a la semejanza de Cristo. Me incluyo porque también yo noto que necesito reunirme con otras personas pero para estudiar la Palabra no simplemente para pasar el rato.

Hermana, le dejo el siguiente texto para que medite en él:

Colosenses 3:9-17: No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,  (10)  y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,  (11)  donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.  (12)  Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;  (13)  soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. (14)  Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.  (15)  Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.  (16)  La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.  (17)  Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

5. ¿Estaría bien celebrar la Navidad aunque sus inicios son paganos?

Celebrar la Navidad no es un mandamiento del Señor, como tampoco lo es celebrar cada domingo o cualquiera otra fiesta. Las fiestas, por lo general, fueron instituidas por la Iglesia católica, y su existencia obedece a las Tradiciones católicas o de cada país. La Biblia no nos manda “santificar las fiestas” sino que seamos santos todos los días de nuestra vida.

El día de Navidad puede ser un buen día para hablar de Dios y de Jesús y de cuán grandes cosas ha hecho Él al enviar a Su Hijo a este mundo, y que tomara cuerpo de una mujer (Mateo 1:20-25; Lucas 1:31-38; Gálatas 4:4). La Navidad es una conmemoración cristiana del nacimiento del Redentor y Salvador del mundo, que solo los cristianos pueden celebrar de forma fehaciente, pues solo ellos creen en esto. Pero, parece claro que Jesús no nació el 25 de diciembre, pues posiblemente nacería en primavera u otoño.

Independientemente de su origen inicial es una fiesta cristiana. Otra cosa distinta es que esta fecha haya perdido mucho de su carácter religioso y que se haya “paganizado”, o simplemente que sea usada como un día de diversión en que se come y bebe más de la cuenta. Pero es muy positivo que las familias se reúnan en esta fecha. En mi opinión, tiene menos importancia que la Iglesia católica eligiera el día 25 de diciembre en el que al parecer, los paganos celebraban el solsticio de invierno y adoraban, entre otros al dios Mitra.

Por tanto, los cristianos podemos optar por celebrarla o no. Cualquier opción es correcta, puesto que nada establece la Biblia. Pero, tanto si la celebramos o no nuestra conducta siempre debiera ser ejemplar, como luz del mundo que Cristo nos mandó que fuésemos (Mateo 5:14-16).

Mateo 5:14-16: Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. (15) Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.  (16)  Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas empleadas para diversas traducciones de la Biblia:

Dios Habla Hoy-Latinoamericana, 1996 (DHH L 1996)
Nueva Versión Internacional 1999 (NVI 1999)
Reina-Valera, 1960 (RV 1960)
Biblia Latinoamericana, 1995 (BL95)
Biblia Latinoamericana, revisión 1995 (BLA95)
La Biblia de Nuestro Pueblo (BNP)
La Biblia  de Serafín de Ausejo 1975 (BSA)
La Biblia de Luis Alonso-Schöckel y Juan Mateo (BSM)
Biblia en lenguaje sencillo (BLS)

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

PROFECÍAS BÍBLICAS
Versión: 05-02- 2012

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Los adventistas interpretan de forma muy peculiar la llamada por ellos profecía de los 2.300 días (Daniel 8:14).

Daniel 8:11: Aun se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos, y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra.

Daniel 8:13: Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados?

Daniel 8:14: Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado.

Antes de seguir analizando lo que Dios le revela a Daniel en esta profecía, conviene que nos ubiquemos en el momento histórico en que se produce.

Daniel fue un judío deportado a Babilonia por el rey Nabucodonosor en el año 605 a. C., cuando tendría unos catorce años de edad. Pero recibió la visión narrada en el capítulo 8 de su libro “En el año tercero del reinado del rey Belsasar” (Daniel 8:1; la BJ lo traduce como Baltasar), cuando tenía más de 64 años de edad. Sin embargo, la historia nos habla del rey Nabonido o Nábonido que reinó alrededor del periodo de los años 555 a.C. a 540 a.C. Según los documentos históricos, Belsasar fue hijo de Nabonido1, y parece ser que fue corregente con su padre. Por tanto, el año tercero de su reinado sería 553/552. En cualquier caso, no más allá del 540 a.C. 

Daniel relata en el capítulo 9 otra visión, que tiene lugar “En el año primero de Darío, hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos.” (Daniel 9:1; Cf. 5:31). Este gobernante no aparece con este nombre en los documentos históricos, no obstante se cree, que fue designado por el rey persa, Ciro, para que se hiciera cargo de la conquista de Babilonia. Su reinado duró un corto tiempo, quizá alrededor de un año, desde la conquista de este imperio, que fue hacia el 539 a.C. Por tanto, el primer año de Darío, delegado de Ciro, fue el 539 a.C., cuando derribó el gobierno de Babilonia regido por Belsasar o Baltasar. Pues bien, la profecía de las 2.300 tardes y mañanas le es revelada a Daniel en una fecha comprendida entre el 553 a.C. y el 540 a. C.

El adventismo, del texto de Daniel 8:14 –“Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado”– obtiene una cadena de erróneas interpretaciones, que le arrastra a un auténtico disparate. A partir de aquí exponemos las presuposiciones adventistas, y a continuación, trataremos de demostrar que  son imposibles de probar con argumentos bíblicos sólidos.

  • Las 2.300 tardes y mañanas del texto citado son realmente 2.300 días-años.
  • Los 2.300 días equivalen a años en lenguaje profético.
  • Los textos bíblicos no indican fecha alguna para el inicio de la profecía de las 2.300 tardes y mañanas. Sin embargo, ellos empiezan a contar desde el año 457 a.C. Por eso ubican su cumplimiento  en el año 1844 d.C. ¿Qué ocurre en este año? Ningún evento que se pueda ver o comprobar físicamente.
  • Los adventistas, siempre amparados por su profetisa, Elena G. de White, afirman que en ese año 1844, el 22 de octubre, Cristo dejó el Lugar Santo, para pasar al Lugar Santísimo del Santuario celestial, donde comienza la tarea de purificación de ese Lugar celestial y el juicio investigador a la humanidad, empezando por los creyentes (1ª Pedro 4:17).

En el cuerpo de este estudio vamos a tratar de demostrar que estos cuatro puntos de partida son interpretaciones totalmente erróneas e indemostrables con argumentos bíblicos sólidos.

2. Las 2.300 tardes y mañanas de Daniel 8:14 no son realmente 2.300 días-años.

Para comprender por qué el texto de Daniel 8:14 se refiere expresamente a “tardes y mañanas” y no a días, que es lo usual,  es necesario que conozcamos la ley del Antiguo Testamento (AT) que Dios dictó a Moisés hacia el 1500 a.C.

Dios ordenó a Moisés la ley del sacrificio continuo, de mañana y tarde.

En el Santuario terrenal había un sumo sacerdote y animales sin imperfecciones, que tenían que sacrificarse todos los días en sacrificio continuo de mañana y tarde, y también de forma especial, una vez al año, para purificación de los pecados de los israelitas.

Éxodo 29:38: Esto es lo que ofrecerás sobre el altar: dos corderos de un año cada día, continuamente. (39) Ofrecerás uno de los corderos por la mañana, y el otro cordero ofrecerás a la caída de la tarde.
Números 28:6: Es holocausto continuo, que fue ordenado en el monte Sinaí para olor grato, ofrenda encendida a Jehová.

En el lugar Santísimo del santuario terrenal, que era figura y tipo del celestial (Hebreos 9:11,12), el sumo sacerdote, Aarón hacía “expiación una vez en el año con la sangre del sacrificio por el pecado para expiación” (Éxodo 30:10).

En cambio, en el Santuario celestial, Cristo es a la vez, el sumo sacerdote y la victima inocente sin tacha, que “…no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (Hebreos 9:12; véase también 7:27; 8:1).

Fijémonos, con mucha atención en los siguientes versículos, en que Daniel relata la visión que Dios le transmite:

Daniel 8:13: Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados?

Daniel 8:14: Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado.

En el contexto inmediato de Daniel 8:14, aparece “la visión del continuo sacrificio, lo que nos hace deducir que las “tardes y  mañanas” están relacionadas con esta práctica religiosa del sacrificio continuo del pueblo judío.

Aunque una tarde y una mañana significan un día en el proceso de la Creación (Génesis 1:4), en el contexto de esta profecía, posiblemente, se refiere, a las ocasiones de mañana y tarde en que los sacerdotes israelitas tenían que ofrecer los sacrificios de animales para obedecer la ley de Dios (Éxodo 29:38; Números 28:6; etc.). Por tanto, no hay nada, ni el texto en cuestión de Daniel 8:14, ni en el contexto que incline a interpretar, en primer lugar,  “tardes y mañanas” como un día, sino como dos momentos de sacrificio: el de la mañana y el de la tarde. En segundo lugar, si no son días literales, de ninguna manera sería aplicable el principio bíblico, que alegan los adventistas, de que un día equivale a un año en lenguaje profético.

Entonces ¿Por qué lo afirman, si el texto dice claramente que no se trata de días sino de “tardes y mañanas”, haciendo, con toda probabilidad, alusión al sacrificio continuo de animales, de mañana y tarde que practicaban los israelitas en el santuario terrenal, y con el que cumplían la ley de Dios (Véase Éxodo 29:42; Números 28:6; etc.)?

3. Aun cuando los 2.300 tardes y mañanas se consideraran días, tampoco sería correcto darles el valor de años en este contexto bíblico.

Ni el texto de Daniel 8:14 –“Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado”– ni el contexto, justifican de ninguna manera que se hagan equivaler “tardes y mañanas” a años, aludiendo a ese  lenguaje profético que esporádicamente ha usado la Biblia, para simbolizar o representar un año por un día. Hacer esto, en este caso, ha conducido a los adventistas a una cadena de erróneas interpretaciones, que les ha arrastrado a un auténtico disparate.

¿Por qué esa terquedad de los adventistas en afirmar que los días son en realidad años, precisamente en esa profecía de 2.300 tardes y mañanas, en la que nada hace evidenciar esa interpretación?

Siendo que el texto en cuestión de Daniel 8:14 habla de “tardes y mañanas”, y no de días, mucho menos cabe la posibilidad que un día, represente o equivalga a un año, en el supuesto que “tarde y mañana” aquí se interprete como un día. Además, téngase en cuenta, que aunque partiéramos de la base de que “tardes y mañanas” se  refieran a días, éstos no hay razón contextual para convertirlos automáticamente en años. Ello se produce solo en unos pocos contextos, por lo que no es generalizable convertir los días en años en todas las profecías en que aparezca esta unidad de tiempo.

Es cierto que la Biblia, en su lenguaje profético, designa, en algunas ocasiones un tiempo simbólico de un día para representar un tiempo real de un año. Un  ejemplo claro está en las setenta semanas de Daniel 9:24-27, cuyo tiempo real no es de 490 días como cabe esperar literalmente, sino que ciertamente se refiere a 490 años. No obstante, la aplicación de este principio, que apenas se insinúa en algunas textos de la Biblia como son los de Números 14:34 y Ezequiel 4:6, no es automática, ni generalizable, como lo interpretan los adventistas, sino que se debe aplicar o interpretar siempre a la luz del contexto.

4. La fecha de inicio de la profecía de las 2.300 tardes y mañanas es imposible que sea el año 457 a.C.

Los adventistas fijan la fecha de inicio de la profecía en el año 457 a.C., a fin de llegar al año 1844 d.C. donde creen que tiene su cumplimiento.

Si logramos demostrar que la fecha de partida de la profecía de los 2.300 días-años, del año 457 a. C., estuviera equivocada toda esta doctrina truculenta del juicio investigador del año 1844, caería como un castillo de naipes ¿no es cierto? Pues bien, la profecía de los 2.300 días-años es imposible que comience en el 457 a. C., puesto que la misma se cumple mediante eventos que surgirán hacia el año 168 a.C y culminarán alrededor del año 164 a.C. con la muerte del “cuerno pequeño” que sin duda simboliza al rey Antíoco IV Epífanes de la dinastía de los Seleúcidas (Daniel 8:9). Notemos que el protagonista de la citada profecía surge de uno de los cuatro cuernos, que representan a los cuatros generales que se repartieron el imperio griego a la muerte de Alejandro el magno en el año 323 a.C.

Daniel 8:8:  Y el macho cabrío se engrandeció sobremanera; pero estando en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fue quebrado, y en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo.

El macho cabrío representa al imperio griego, y el “gran cuerno” simboliza a Alejandro el Magno que conquistó al anterior imperio medo-persa, simbolizado en la profecía de Daniel por el carnero de dos cuernos.

Daniel 8:9: Y de uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho al sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa.

Por tanto, si el “cuerno pequeño”, que es el que lleva a cabo los eventos predichos por la profecía de las 2.300 tardes y mañanas, surge de la división del imperio griego es imposible que se ubique su nacimiento en el 457 a.C. cuando aún estaba el imperio medo-persa, y no existía el imperio griego de Alejandro el Magno y menos todavía sus sucesores.

Alejandro el Magno, que lideró el tercer imperio mundial, aquel “gran cuerno que fue quebrado”, murió en el año 323 a.C.2, dividiéndose su imperio en cuatro partes, que la profecía simboliza con cuatro cuernos notables (Daniel 8:8). Veamos la secuencia de estos dos imperios históricos en las profecías de Daniel.

En Daniel 8 se nos representan los imperios de Persia y Grecia, por un carnero con dos cuernos (Daniel 8:3) y un macho cabrío con “un cuerno notable entre sus ojos” (Daniel 8:3), respectivamente. Esto no es una simple suposición, sino que es el mismo ángel Gabriel el que se lo desvela a Daniel, identificando con absoluta precisión histórica los imperios que se suceden representados por esos dos animales. Veámoslo en este mismo capítulo 8:

Daniel 8:20: En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia.

Daniel 8:21: El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero.

Daniel está relatando su visión describiendo con precisión los acontecimientos futuros que sobrevendrán, es decir, el macho cabrío con ese cuerno notable, que representa a Alejandro el Magno, vence y conquista a Persia, simbolizada por el carnero. Pero su visión no queda aquí sino que sigue extendiéndose más y más hacia el futuro, explicando lo que le ocurrió al imperio griego: “ […] aquel gran cuerno es quebrado, y en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo. (9) Y de uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho al sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa.”(Daniel 8;8,9).

En ese contexto se sitúa el nacimiento de la profecía de los 2.300 días. Por tanto, es imposible ubicarlo en el año 457 a.C. que está, con respecto al 323 a.C. año que murió Alejandro el magno, 134 años atrás. Pero las 2.300 tardes y mañanas no comienzan en el 323 a.C., sino que a la muerte de Alejandro le suceden los cuatro generales (Casandro, Lisímaco, Seleuco y Ptolomeo), que están simbolizados por los cuatro cuernos en el versículo anterior. Y todavía tendría que salir un cuerno pequeño, es decir, un rey o gobernante, de una de las dinastías en que se dividió el imperio griego, que es el que haría realidad el evento de partida de la profecía, desde donde se deben empezar a contar las 2.300 tardes y mañanas. Veamos la secuencia del relato de la visión de Daniel:

Daniel 8:9: Y de uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho al sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa. (10)  Y se engrandeció hasta el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y las pisoteó. (11)  Aun se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos, y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra. (12)  Y a causa de la prevaricación le fue entregado el ejército junto con el continuo sacrificio; y echó por tierra la verdad, e hizo cuanto quiso, y prosperó.

Daniel 8:13: Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados?

Daniel 8:14: Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado.

Ya hemos comprobado que los eventos que predice esta profecía de las 2.300 tardes y mañanas se sitúan bastante más allá de la muerte de Alejandro el Magno en el 332 a.C, pues, el “cuerno pequeño” sale de una división del imperio griego. Por tanto, necesariamente, tiene que ser ubicado más adelante en la historia, y jamás puede llevarnos hacia atrás en la misma, o sea, hacia el 457 a.C.

Entonces, ¿cuándo fijamos el inicio de esta profecía? La clave está en Daniel 8:11. Pues allí se anuncia el evento que da origen a las 2.300 tardes y mañanas: “[…] y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra” (Daniel 8:11).

Hasta aquí hemos comprobado lo siguiente:

  • El año 457 a.C. no tiene nada que ver con el inicio de la profecía de las 2.300 tardes y mañanas, puesto que ésta arranca mucho más tarde, cuando surge el “cuerno pequeño” de una de las cuatros dinastías en que se divide el imperio griego.
  • El evento que se describe en la visión de Daniel es provocado por el cuerno pequeño, “[…] y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra” (Daniel 8:11). Es decir, este suceso que el ángel Gabriel desvela a Daniel entre el 553-540 a.C., se refiere a algo que sucedería muchos años después, hacia el 167 a.C., es decir más de 370 años después de la predicción. Por eso el ángel Gabriel le dice a Daniel: “La visión de las tardes y mañanas que se ha referido es verdadera; y tú guarda la visión, porque es para muchos días”. (Daniel 8:26).

El origen, pues, de la profecía de las 2.300 tardes y mañanas no es posible colocarlo en el año 457 a.C., porque en esa fecha no existía el cuerno pequeño que es el autor de la profanación del santuario terrenal de los israelitas como así lo demuestra la historia.

Como ya hemos fijado el inicio de la profecía que está asociado con la fecha en que “fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra” (Daniel 8:11), lo que nos queda es determinar históricamente cuándo el santuario fue purificado, restaurado o vindicado como traducen otras versiones de la Biblia.

Daniel 8:14 aclara que el santuario iba a ser purificado cuando pasaran 2.300 tardes y mañanas, es decir 2.300 sacrificios de mañana y tarde, llamados en la Biblia sacrificio o holocausto continuo, lo que equivaldría literalmente a 1.150 días enteros o poco más de tres años. Este santuario no puede ser otro que el terrenal, por razones obvias, puesto que en el cielo el sacrificio y la ofrenda son el mismo Cristo que se entregó por nosotros, como vimos arriba.

Los detalles aunque escasos son muy concretos, pues el continuo sacrificio era realizado por el pueblo judío en el santuario terrenal, y más tarde en el templo de Jerusalén. La historia nos dice que Jerusalén fue conquistada y profanado el santuario por Antíoco Epífanes3. Este hecho histórico se produjo hacia el año 167 a.C.4; y el final de la profecía hacia el año 164 a. C.5, cuando Judas Macabeo consagra, restaura y purifica de nuevo el templo para volver a dedicarlo a Dios, instaurando la fiesta de la Hanukkah o de la Dedicación, que Cristo honró con su presencia (Juan 10:22). Por tanto, no hay que irse tan lejos, al año 1844, e inventarse un evento celestial invisible, y por tanto incomprobable. La profecía de los 2.300 tardes y mañanas, fueron literales y se cumplió, como testifica la historia, cuando ese santuario fue purificado por los Macabeos cuando lograron expulsar a Antíoco Epífanes. Esto cumplió la profecía.

Los adventistas, para poyar su interpretación de que la profecía arrancaba del año 457 a.C., tuvieron que retorcer y forzar las claras evidencias de la Escritura, recurriendo a la profecía de las setenta semanas que recibió Daniel en el capítulo 9, varios años después de la anterior, la de las 2300 tardes y mañanas. La profecía de las setenta semanas sí comienza en el año 457 a.C.,  “[…] desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, […]” (Daniel 9:25). Pero, la Biblia, no incluye esta profecía dentro de la otra, haciendo que ambas comiencen al mismo tiempo, como pretenden los adventistas. No hay nada que lo apoye, salvo el interés partidista del adventismo para encontrar un comienzo, un punto de partida, desde el cual se puedan contar 2.300 años que lleven al año 1844 d.C., donde sería purificado el Santuario celestial, y no el terrenal como realmente sucedió.

5. Conclusión

En el año 1844 no se produjo ningún evento. Cristo no entró al Lugar Santísimo en esa fecha para purificar el Santuario celestial. Además, no se trataba de purificar o expiar los pecados del pueblo de Israel sino, simplemente, de restaurar el santuario terrenal que había sido profanado, pisoteado y destrozado, hasta convertirlo en una especie de gimnasio. Nada que ver, por tanto, con ningún juicio investigador.

Para tener la seguridad de que una profecía se ha cumplido es necesario que la historia del mundo, de alguna manera, lo atestigüe. La interpretación adventista no es comprobable, pues en 1844 no hubo ningún evento ni sagrado ni profano, digno de destacar, y que se relacione con la Biblia. Sin embargo, si contamos 2.300 “tardes y mañanas” desde la profanación del santuario terrenal por el rey Antíoco Epífanes (c.167 a. C), es decir, desde la interrupción por la fuerza del sacrificio continuo, hasta su restauración o purificación por los Macabeos cuando lograron expulsar a éste comprobaremos que nos lleva al año 164 a. C. según fuentes históricas.

2.300 tardes y mañanas son 1.150 días. Como los años bíblicos son de 360 días, si dividimos 1.150 entre 360 nos da 3,19 años, o sea tres años, dos meses y diez días, que corresponde al periodo en que no se realizaron los sacrificios de mañana y tarde, por impedirlo «el cuerno pequeño», Antíoco IV Epífanes, durante el cual los israelitas estuvieron sojuzgados y maltratados sin posibilidad de practicar su religión.

La visión o profecía del capítulo 8 de Daniel no tiene relación alguna con la del capítulo 9, como pretenden hacer ver los adventistas. No hay nada que lo apoye, salvo el interés partidista del adventismo para encontrar un comienzo, un punto de partida, a lo que ellos consideran el más largo periodo de tiempo, que se da en la Biblia, para el cumplimiento de una profecía, la de las 2.300 tardes y mañanas.

Para comprender como llegaron los adventistas a la sofisticada e increíble interpretación no bíblica de que, en 1844, Cristo iniciaba un juicio investigador  a la humanidad, en el Lugar Santísimo del Santuario celestial es necesario conocer un poco la historia del adventismo.

Este movimiento surge de la predicación de Guillermo Miller6, militar, granjero y predicador laico, que empezó a predicar, a partir del año 1831, que Cristo aparecería por segunda vez en gloria para rescatar a los suyos hacia el 22 de octubre del año 1844. De varias denominaciones cristianas de EE.UU. salieron miembros que se unieron a Miller. Cuando llegada la fecha señalada no vino Cristo se llevaron un gran chasco, pues muchos habían dado toda su fortuna a la causa. Como consecuencia muchos abandonaron el adventismo, pero los que quedaron, liderados fundamentalmente, por Elena de White formaron el adventismo del séptimo día.

Al predecir Miller la segunda venida de Cristo en gloria en ese año, y llevarse el gran chasco, los adventistas que surgieron de la predicación de Miller, más tarde, rectifican, y reinterpretan las Escrituras afirmando que lo que había ocurrido realmente era un evento celestial: Cristo entró en el Lugar Santísimo para purificar el Santuario celestial.

Guillermo Miller cometió muchos errores pero esencialmente no hizo caso de la advertencia del mismo Jesucristo, que dijo: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles del cielo, sino solo mi Padre” (Mateo 24:36; Marcos 13:32). El adventismo del séptimo día que surgió del movimiento “millerista” continuó estudiando la profecía de las 2.300 tardes y mañanas para tratar de encontrar dónde se había equivocado Miller. Al final, con ayuda de las visiones de la señora White llegaron a la conclusión de que en el año 1844 no tenía que venir Cristo a la Tierra, sino que el evento consistió en que Él pasó de un departamento del Santuario celestial a otro, llamado “el Lugar Santísimo” donde daría comienzo el juicio investigador a la Humanidad.

Los adventistas sostienen que Cristo entró en el Lugar Santísimo del Santuario celestial en el año 1844 para purificar este Lugar. Sin embargo, nótese que el autor del libro de Hebreos, en el texto citado anteriormente (Hebreos 9:12),  afirma que la redención o expiación de los pecados ya estaba realizada a la fecha cuando se escribió el libro, es decir, en el siglo I d.C., pues el verbo de la oración se ha conjugado en el tiempo pasado “habiendo obtenido eterna redención”. La purificación, expiación o redención de los pecados de los creyentes se produce cuando Cristo, después de su resurrección, se sienta a la diestra del trono de Dios (Hebreos 1:3).

Hebreos 1:3: el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

El adventismo, del texto de Daniel 8:14 –“Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado”– obtiene una cadena de erróneas interpretaciones, que les arrastra a un auténtico disparate. Como acabamos de ver, esto no es más que una cadena de errores que se entrelazan desvirtuando cada vez más el puro mensaje de salvación del Evangelio de Jesús.

Como ha quedado probado, por todo lo anterior, es indemostrable bíblicamente que las 2.300 tardes y mañanas de la profecía representen años.

De esta manera todo concuerda. Pues el santuario que iba a ser purificado, restaurado o vindicado no es el celestial sino el terrenal, y la causa de hacer esto es porque había sido profanado, y convertido en un gimnasio, destrozadas sus instalaciones, por eso fue necesario que fuera de nuevo restaurado, y vuelto a dedicar. De ahí la fiesta Hanukkah o de la Dedicación, que Cristo honró con su presencia (Juan 10:22). Dios quiso revelar estos eventos para beneficio del pueblo de Israel, y para que mantuvieran la esperanza mientras soportaban la prueba de la persecución y la prohibición de su religión.

Daniel 2:28: Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días. He aquí tu sueño, y las visiones que has tenido en tu cama:

Amós 3:7: Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

1. El nombre babilonio es Bel-sar-usur “Bel protege al rey”. El personaje histórico que llevó este nombre no fue el hijo de Nabucodonosor, sino el de Nabonido; pero no llevó el título de rey. Comentario a Daniel 5:1 de la Biblia de Jerusalén (BJ), 1998.

2. El 13 de junio del 323 a. C. (10, según otros autores), Alejandro murió en el palacio de Nabucodonosor II de Babilonia. http://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Magno

3. Antíoco IV Epífanes fue rey de Siria de la dinastía Seléucida desde c.175 a. C.-164 a. C. […] organizó una expedición contra Jerusalén, la cual saqueó. Según el Libro de los Macabeos, promulgó varias ordenanzas de tipo religioso: trató de suprimir el culto a Yahveh, prohibió el judaísmo suspendiendo toda clase de manifestación religiosa, mandó que se comieran alimentos considerados impuros y trató de establecer el culto a los dioses griegos.

http://es.wikipedia.org/wiki/Antioco_IV_Epifanes.

4. [Antíoco IV Epífanes] suprime la autonomía de la comunidad judía: el sábado, el culto, la circuncisión. Se profana el Templo con un altar a Zeus (año 167 a.C.) http://www.auladebiblia.com/hi/tema8.html.

5. El 25 de Kislev de 164 a.C. consagra de nuevo el Templo, e instaura la fiesta de la Hanukkah (Dedicación del Templo). http://www.auladebiblia.com/hi/tema8.html.

6. William Miller (1782-1849) fue un predicador laico, metodista, masón, militar, agricultor y jefe cívico local en Low Hampton, en el este de Nueva York. Estudiante de la historia y la profecía; a partir de sus estudios comenzó a predicar en el inminente segundo advenimiento de Cristo.

Es considerado como el fundador del Movimiento Adventista (también conocido como Movimiento Millerista), de los años 1830 y 1940 en Norteamérica. Entre sus descendientes espirituales directos existen varias religiones, incluyendo la Iglesia Adventista del Séptimo Día y movimientos posteriores que se fundaron con la inspiración directa del énfasis de Miller en la profecía bíblica, incluyendo el Movimiento de Estudiantes de la Biblia ó Russellitas, actualmente conocidos como los Testigos de Jehová. [http://es.wikipedia.org/wiki/William_Miller_(predicador)]

ENIGMAS DE LA BIBLIA

¿Llegó a participar Judas del Nuevo Pacto durante la última Pascua?

¿Por qué Jesús celebró su última Pascua un día antes que el resto de los judíos?

 
Versión: 27-01-17
 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Miguel, me alegro que me formules las dos siguientes preguntas:

“Dios te bendiga. Tengo dos preguntas: ¿Participó Judas del Nuevo Pacto? Y ¿qué clase de cena fue la que celebró Jesús con sus discípulos, porque no pudo celebrar “pesaj” porque Él fue crucificado, antes de la hora del cordero?” (Miguel).

Tus preguntas son muy interesantes; pero ten en cuenta que el Espíritu Santo no nos revelará algo que no esté escrito en Su Palabra. Trataré, pues, de responderte partiendo de lo que está escrito al respecto en los Evangelios.

En relación con la primera pregunta –¿Participó Judas del Nuevo Pacto?– analizaremos los pasajes correspondientes, que narran la última Cena de Jesús, en todos los Evangelios Sinópticos y también en el Evangelio de san Juan; aunque en este apartado, como introducción, solo transcribiré algunos pocos textos del primer Evangelio Mateo (26:20-25):

Mateo 26:20-25: Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce. (21)  Y mientras comían, dijo: De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. (22) Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor? (23) Entonces él respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar. (24) A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido. (25) Entonces respondiendo Judas, el que le entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Le dijo: Tú lo has dicho.

Y en segundo lugar, abordaré tu siguiente pregunta, que también se puede formular de la siguiente manera:

¿Por qué Jesús y sus discípulos celebraron la Pascua el jueves por la noche y el resto del pueblo judío lo hizo el viernes al anochecer, que para los judíos era ya el inicio del día sábado?

Los Evangelios Sinópticos –Mateo, Marcos y Lucas–  muy claramente registran que Jesús y sus discípulos, en el año de su crucifixión (30 d.C.), celebraron la Pascua en “el primer día de la fiesta de los Panes sin levadura” (Mateo 26:17-20; Marcos 14:12-17; Lucas 22:7-15):

Mateo 26:17-20: El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua?  (18)  Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos.  (19)  Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua.  (20)  Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce.

En lo que sigue trataré de responder a las dos preguntas citadas.

2. ¿Participó Judas del Nuevo Pacto durante la última Pascua ?

Con solo lo que relata el Evangelio de san Mateo no podríamos aseverar que Judas participó del pan que partió Jesús y de la copa del vino que repartió; tampoco lo podríamos negar; pudo ser que Judas saliera antes de que Jesús ofreciera los símbolos del Nuevo Pacto en su sangre que se derramaría en la cruz, unas diecinueve horas más tarde, pero Mateo no lo especifica; veámoslo:

Mateo 26:26-29: Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. (27) Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; (28)  porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. (29) Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.

Sin embargo, sería perfectamente posible que Judas hubiera salido nada más terminar la Cena Pascual, sin esperar al momento de tomar la porción de pan y copa de vino que les ofreció Jesús, como símbolos, en la institución de Su Nuevo Pacto; lo cual parece deducirse del Evangelio de Juan. Pero sigamos leyendo los Evangelios según el orden en que se presentan en el NT:

Marcos 14:18-25: Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar.  (19)  Entonces ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por uno: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo?  (20)  El, respondiendo, les dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato.  (21)  A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido. (22) Y mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. (23)  Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos.  (24) Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada.  (25)  De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.

Tampoco Marcos nos aclara mucho más que Mateo al respecto de si Judas estaba presente en ese momento en que Jesús instituyó la Santa Cena.

Veamos ahora el relato del evangelista Lucas:

Lucas 22:14-23: Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. (15) Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! (16) Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios. (17) Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; (18) porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. (19) Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. (20) De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. (21) Mas he aquí, la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. (22) A la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!  (23)  Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto.

Lucas narra que Jesús, “después que hubo cenado”, dijo que “la mano del que me entrega está conmigo en la mesa” (v. 21). Pero aún puede ser que Judas saliera en este momento, aunque los textos no lo indican; pero que no lo indiquen no quiere decir que no sucediera así. La Palabra dice lo esencial para nosotros, para la salvación, y si Judas estaba o no presente en ese momento de la entrega de las especies de pan y vino no es fundamental para nuestra salvación.

Veamos si el último Evangelio –el de Juan– nos aclara algo más:

Juan 13:1-35: Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. (2) Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, (3) sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, (4)  se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. (5) Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. (6) Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? (7)  Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. (8) Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. (9) Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. (10) Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. (11) Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos. (12) Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? (13) Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. (14) Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. (15) Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. (16) De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. (17) Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis. (18) No hablo de todos vosotros; yo sé a quienes he elegido; mas para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar. (19) Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy. (20) De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. (21) Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu, y declaró y dijo: De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. (22) Entonces los discípulos se miraban unos a otros, dudando de quién hablaba. (23) Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús.(24) A éste, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba. (25) El entonces, recostado cerca del pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es? (26) Respondió Jesús: A quien yo diere el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón. (27) Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo más pronto. (28) Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo esto. (29) Porque algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa, que Jesús le decía: Compra lo que necesitamos para la fiesta; o que diese algo a los pobres. (30) Cuando él, pues, hubo tomado el bocado, luego salió; y era ya de noche.

Concluyo que, de este Evangelio, me atrevo a, o puedo deducir que Judas salió a continuación de que Jesús le diera el trozo de pan mojado, y antes de que instituyera la santa Cena.

Lucas narra que Jesús, “después que hubo cenado”, dijo: “la mano del que me entrega está conmigo en la mesa” (Lc. 22:20,21). Pero aún puede ser que Judas saliera poco después, y antes que empezaran las palabras de Cristo instituyendo la Eucaristía, aunque los textos no lo indican expresamente. Sin embargo, según el relato del evangelista Juan, se puede  interpretar que Judas no esperó a tomar la copa de vino, ni el pan de la santa Cena, sino que salió apresuradamente para ir a entregar a Jesús a los sacerdotes.

En cualquier caso a ti y a mí no debe preocuparnos demasiado, porque la Palabra dice lo esencial para nosotros, para la salvación, y si Judas estaba o no presente en ese momento de la entrega de las especies de pan y vino no es fundamental para nuestra salvación, y, además, nos debería ser indiferente, porque no afecta a ninguna doctrina o creencia cristiana.

Sin embargo, no tendría ningún sentido que, Judas, el que iba a traicionar a Jesús estuviera presente cuando Cristo dio a comer y a beber las especies del pan y vino, que simbolizaban su cuerpo, que iba a ser entregado a la muerte en la cruz,  y su sangre, que iba a ser derramada por el pecado de todos. Puesto que Judas nunca se arrepintió de sus pecados, y tampoco creía necesario el sacrificio de Cristo, no podría participar ni identificarse en la obra de la redención, que estaba anunciando Jesús, mediante los símbolos del pan y vino.

Contesto en lo que sigue tu segunda pregunta:

3. ¿Qué clase de cena fue la que celebró Jesús con sus discípulos, porque no pudo celebrar “pesaj” [la Pascua judía] porque Él fue crucificado, antes de la hora del cordero?

Jesús tuvo que, necesariamente, celebrar la Pascua judía, comiendo el cordero, los panes ácimos y las hierbas amargas, porque así lo exigía la Ley del AT (Éx. 12:1-28; Lv. 23:5-8; Nm. 9:1-5; Dt. 16:1-10), que Él vino a cumplir (Mt. 5:17), y después instituyó lo que llamamos santa Cena, ofreciendo el pan ácimo y el vino sin fermentar a sus discípulos.

Procede, pues, que nos formulemos la pregunta que encabeza este apartado, y que más abajo plantearemos de otro manera, a fin de clarificarla aún más. Porque si Jesús cumplió la ley y celebró la Pascua en el día establecido por la Ley del AT, como no pudo ser de otro forma, fueron los dirigentes judíos los que con el tiempo cambiaron la fecha de la Pascua, haciéndola coincidir con el primer día de la fiesta de los Panes Ácimos, que se celebraba, justo un día después (ver Éxodo 12:5,6, 8-11; Lv. 23:5-8; Nm. 28:16-18; etc.) .

¿Por qué Jesús y sus discípulos celebraron la Pascua el jueves por la noche y el resto del pueblo judío lo hizo el viernes por la noche, ya sábado?

Los Evangelios Sinópticos –Mateo, Marcos y Lucas–  muy claramente registran que Jesús y sus discípulos, en el año de su crucifixión (30 d.C.), celebraron la Pascua en “el primer día de la fiesta de los Panes sin levadura” (Mateo 26:17-20; Marcos 14:12-17; Lucas 22:7-15):

Mateo 26:17-20: El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua?  (18)  Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos.  (19)  Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua.  (20)  Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce.

Marcos 14:12-17: El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la pascua?  (13)  Y envió dos de sus discípulos, y les dijo: Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle,  (14)  y donde entrare, decid al señor de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?  (15)  Y él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad para nosotros allí.  (16)  Fueron sus discípulos y entraron en la ciudad, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.  (17)  Y cuando llegó la noche, vino él con los doce.

Lucas 22:7-15: Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua.  (8)  Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos.  (9)  Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?  (10)  El les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare,  (11)  y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?  (12)  Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí.  (13)  Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.  (14)  Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles.  (15)  Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!

En el Antiguo Testamento (AT), “la fiesta de los Panes sin levadura” se celebraba el día siguiente a la fiesta de la Pascua; y puesto que ésta, como veremos más adelante, debía ser inexorablemente el día 14 de Nisán, la de los Ázimos siempre empezaba el 15 de Nisán, y terminaba el día 21 de Nisán. Sin embargo, lo que verdaderamente ha llamado la atención –y ha habido mucha gente que no lo ha podido entender– es que hubiera dos celebraciones de la Pascua en el citado año 30 de la muerte de Jesús; porque es evidente que veinticuatro horas después de que Jesús y sus discípulos celebraran la Pascua, el resto del pueblo judío se preparaba, a su vez, para conmemorar la misma Fiesta y de esa manera cumplir con la Ley del AT.

Este hecho singular, que resulta muy extraño, se manifiesta y se confirma cuando leemos que el día viernes, que crucificaron a nuestro Señor, “Era la preparación de la pascua” (Juan 19:14). Y para que no quedaran dudas al respecto, el apóstol Juan lo repite tres veces en el mismo capítulo:

Juan 19:14: Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey!

Juan 19:31: Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí.

Juan 19:42: Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

Como hemos visto, según los Evangelios Sinópticos, Jesús celebró la Pascua el jueves al anochecer, y durante esa noche –del jueves al viernes, que ya pertenecía al viernes por la forma de contabilizar los judíos la noche antes que el día (Génesis 1:5-19; Levítico 23:27,32)–, Jesús fue arrestado por mandato de los principales sacerdotes, los jefes de la guardia del templo y “los ancianos, que habían venido contra Él” (Lucas 22:52), llevado ante el concilio, y “Muy de mañana, habiendo tenido consejo los principales sacerdotes con los ancianos, con los escribas y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado, y le entregaron a Pilato” (Marcos 15:1); y, después, fue crucificado desde la hora tercera (Marcos 15:25) hasta la novena en que expiró (Mateo 27:45,46; Lucas 23:44), y a continuación sepultado antes de la puesta de sol de ese día viernes. Y este día fue de preparación de la Pascua, lo que quiere decir, que esta Fiesta se celebraría a continuación, tan pronto se iniciara el siguiente día, a partir de la puesta de sol, que ya sería día de reposo por partida doble: en primer lugar, por tratarse del séptimo día de la semana –sábado–, día de reposo por el mandamiento de la ley del AT, y en segundo lugar, día de santa convocación por ser “el primer día de la fiesta de los Panes sin levadura” o Ácimos.

Llegado a este punto, se hace imprescindible acudir al AT para averiguar  en qué consistía la fiesta de la Pascua, y en qué día había ordenado Dios que se celebrara.

En varios libros de la Ley del Antiguo Testamento (el Pentateuco) se registra que Dios había ordenado a su pueblo Israel que debía celebrar “la Pascua de Jehová” (Éx. 12:11; Lev. 23:5-8; Núm. 28:16-25; Dt. 16:1-8); “Y este día os será en memoria, y lo celebraréis como fiesta solemne para Jehová durante vuestras generaciones; por estatuto perpetuo lo celebraréis” (Éxodo 12:14).

La Escritura reitera que la Pascua de Jehová debía celebrarse obligatoria e ineludiblemente el día catorce del mes primero del año, llamado Abib, que, más tarde, durante el exilio, tomó el nombre de Nisán (Éxodo 12:6; Levítico 23:5; Núm. 28:16-17; Dt. 16:1-8).

Éxodo 12:5,6: El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras. Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mesy lo inmolará toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes.

Éxodo 12:8-11: Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán. (9) Ninguna cosa comeréis de él cruda, ni cocida en agua, sino asada al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas. (10) Ninguna cosa dejaréis de él hasta la mañana; y lo que quedare hasta la mañana, lo quemaréis en el fuego. (11) Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová.

Levítico 23:5-8: En el mes primero, a los catorce del mesentre las dos tardes, pascua es de Jehová.  (6)  Y a los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová; siete días comeréis panes sin levadura. (7)  El primer día tendréis santa convocación; ningún trabajo de siervos haréis. (8) Y ofreceréis a Jehová siete días ofrenda encendida; el séptimo día será santa convocación; ningún trabajo de siervo haréis.

Números 28:16-18: Pero en el mes primero, a los catorce días del messerá la pascua de Jehová. (17) Y a los quince días de este mes, la fiesta solemne; por siete días se comerán panes sin levadura. (18) El primer día será santa convocación; ninguna obra de siervos haréis.

Por lo tanto, la Pascua propiamente dicha consistía de un solo día, que invariable e indefectiblemente siempre se tenía que celebrar el 14 del mes de Nisán (Abib). Sin embargo, fijémonos con mucha atención que el cordero de la Pascua debía de ser comido en la noche del día 14 de Nisán; para lo cual el cordero pascual debía ser previamente sacrificado “entre las dos tardes (Véase Levítico 23:5, Éxodo 12:5-6; Núm. 9:3,5). Naturalmente, ese día podía caer en uno cualquiera de la semana, es decir, de lunes a domingo, según el calendario lunar hebreo del AT.

Sin embargo, ahora es importante notar que la Pascua iba seguida por “la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová” (Lv. 23:6; cf. Éx. 12:18; Nm. 28:17-18; Dt. 16:3-9), que se iniciaba el 15 de Nisán, prolongándose durante siete días consecutivos, y la ley ordenaba que, tanto el primer día –15 de Nisán– como el séptimo –21 de Nisán–, serían de “santa convocación; ningún trabajo de siervo haréis” (Lv. 23:6-8)”, es decir, de los siete días que duraba la fiesta de los “Panes Ácimos”, el primero –15 de Nisán– y el séptimo –21 de Nisán– eran también días de reposo, similares al del sábado, y estaba completamente prohibido trabajar o hacer cualquier obra secular.

Obsérvese, no obstante, que la Pascua constaba de dos aspectos perfectamente diferenciados:

Primero. Se debían sacrificar los corderos, y luego asarlos, “entre las dos tardes” del día catorce, es decir, “entre el ocaso del sol y la noche cerrada (samaritanos) o entre la caída y la puesta del sol (fariseos y Talmud)” (1); o sea, entre el final del día 13 y el inicio de la noche del día 14; siempre cerca de la puesta de sol; ya que para los israelitas el día empezaba con la noche, como ya vimos anteriormente (Gn. 1:5-19; Lv.23:27,32), pero, no obstante, lo recordamos de nuevo aquí, porque en ello está parte de la clave para entender lo que ocurrió en la fiesta de Pascua del año de la muerte de Jesús:

Levítico 23:27,32: A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová. […] (32) Día de reposo será a vosotros, y afligiréis vuestras almas, comenzando a los nueve días del mes en la tardede tarde a tarde guardaréis vuestro reposo.

Aunque estos textos no se refieren a la fiesta de la Pascua, que estamos tratando, sino al “Día de Expiación”, nos sirven igualmente como ejemplo para comprender bien la forma de contabilizar los días que tenían los judíos: en este caso específico, el día de “reposo ceremonial”– establecido por Dios para “el día diez del mes séptimo” (Levítico 23:27),  debía celebrarse desde “los nueve días del mes en la tarde” (Levítico 23:32). En Israel –como también registra Génesis capítulo uno– el día empieza siempre desde la tarde-noche anterior, desde puesta de sol hasta puesta de sol.

Segundo. Sin embargo, la celebración de la Pascua se iniciaba cuando las familias judías se reunían en sus casas, después de la puesta de sol del día 13  que, por tanto, ya era 14 de Nisán: “Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán” (Éxodo 12:8).

Por tanto, la celebración de “la Pascua de Jehová” (Éxodo 12:11) exigía el cumplimiento riguroso de los siguientes mandamientos de Dios:

    • La fecha de la celebración debía ser indefectiblemente en la noche de 14 de Nisán (Abib); pero recordemos que esta noche viene antes del día.
    • Sacrificar un animal  –“sin defecto, macho de un año;…de las ovejas o de las cabras” (Éx. 12:5)–, por familia, en el día 14 de Nisán y “lo inmolará… entre las dos tardes” (Éx. 12:6).
    • Comer su carne asada al fuego con panes sin levadura e hierbas amargas: “Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán. Ninguna cosa comeréis de él cruda, ni cocida en agua, sino asada al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas. (10) Ninguna cosa dejaréis de él hasta la mañana; y lo que quedare hasta la mañana, lo quemaréis en el fuego. (11) Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová” (Éxodo 12:9-11).

Notemos que entre las órdenes de Dios se incluía “No comerás con ella pan con levadura” (Dt. 16:3); pero tengamos en cuenta que la fiesta de los Panes sin levadura o Ázimos no empezaría hasta el día siguiente –15 de Nisán– a la puesta del sol del día 14. En realidad, pues, la fiesta propiamente dicha de la Pascua se desarrollaba durante la noche del día 14, porque la Escritura afirma: “por la mañana regresarás y volverás a tu habitación. (8) Seis días comerás pan sin levadura, y el séptimo día será fiesta solemne a Jehová tu Dios; no trabajarás en él” (Dt. 16:1-8). Es decir, la mañana y la tarde –la parte diurna del 14 de Nisán– no era festivo ya que estaba permitido hacer obras seculares, pues la “santa convocación”, día de reposo similar al sábado del mandamiento de la ley de Dios no empezaba hasta la puesta de sol, y entonces se iniciaba el día 15, primer día de los Panes sin levadura. Leamos algunos textos bíblicos que lo confirman a continuación:

Éxodo 12:18: En el mes primero comeréis los panes sin levadura, desde el día catorce del mes por la tarde hasta el veintiuno del mes por la tarde.  (19)  Por siete días no se hallará levadura en vuestras casas; porque cualquiera que comiere leudado, así extranjero como natural del país, será cortado de la congregación de Israel.  (20)  Ninguna cosa leudada comeréis; en todas vuestras habitaciones comeréis panes sin levadura.

Levítico 23:4-8: Estas son las fiestas solemnes de Jehová, las convocaciones santas, a las cuales convocaréis en sus tiempos: (5)  En el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes, pascua es de Jehová. (6) Y a los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová; siete días comeréis panes sin levadura. (7) El primer día tendréis santa convocación; ningún trabajo de siervos haréis.  (8) Y ofreceréis a Jehová siete días ofrenda encendida; el séptimo día será santa convocación; ningún trabajo de siervo haréis.

Deuteronomio 16:1-8: Guardarás el mes de Abib, y harás pascua a Jehová tu Dios; porque en el mes de Abib te sacó Jehová tu Dios de Egipto, de noche.  (2)  Y sacrificarás la pascua a Jehová tu Dios, de las ovejas y de las vacas, en el lugar que Jehová escogiere para que habite allí su nombre. (3) No comerás con ella pan con levadura; siete días comerás con ella pan sin levadura, pan de aflicción, porque aprisa saliste de tierra de Egipto; para que todos los días de tu vida te acuerdes del día en que saliste de la tierra de Egipto.  (4)  Y no se verá levadura contigo en todo tu territorio por siete días; y de la carne que matares en la tarde del primer día, no quedará hasta la mañana.  (5)  No podrás sacrificar la pascua en cualquiera de las ciudades que Jehová tu Dios te da;  (6)  sino en el lugar que Jehová tu Dios escogiere para que habite allí su nombre, sacrificarás la pascua por la tarde a la puesta del sol, a la hora que saliste de Egipto.  (7)  Y la asarás y comerás en el lugar que Jehová tu Dios hubiere escogido; y por la mañana regresarás y volverás a tu habitación.  (8)  Seis días comerás pan sin levadura, y el séptimo día será fiesta solemne a Jehová tu Dios; no trabajarás en él

Obsérvese, que este primer día de la fiesta de los Panes sin levadura ya correspondía al día quince del mes, pues en Israel los días se establecían o contabilizaban “de tarde a tarde” (Levítico 23:32); es decir, para ellos un día se iniciaba con la puesta de sol del día anterior y terminaba a la puesta de sol del siguiente día. Por ese motivo, la puesta de sol del día catorce era el inicio del día quince, cuando daba comienzo “la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová” (Levítico 23:6), día de “santa convocación” (Levítico 23:7).

Por lo tanto, en este modo bíblico de contabilizar los días, y siendo consecuente con ello, “el primer día de la fiesta de los Panes sin levadura” no empezaría el catorce de Abib –como algunos han entendido– sino “a los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová; siete días comeréis panes sin levadura” (Lev. 23:6; Núm. 28:17; Cf. Éxodo 12:18). Pero, además, debemos notar que el día quince –al contrario que el catorce que era laborable– era un día festivo, de gran solemnidad: “El primer día será santa convocación; ninguna obra de siervos haréis” (Levítico 23:7; Núm.28:18).

Éxodo 12:18: En el mes primero comeréis los panes sin levadura, desde el día catorce del mes por la tarde hasta el veintiuno del mes por la tarde

Números 28:16-18: Pero en el mes primero, a los catorce días del mes, será la pascua de Jehová.  (17)  Y a los quince días de este mes, la fiesta solemne; por siete días se comerán panes sin levadura. (18) El primer día será santa convocación; ninguna obra de siervos haréis. 

Lucas 22:1-2: Estaba cerca la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la pascua. (2) Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo.

¿Por qué Jesús y sus discípulos celebraron la Pascua el jueves por la noche y el resto del pueblo judío lo hizo el sábado?

Habiendo entendido y recordado todos estos mandamientos de la ley de Dios, que estaban vigentes en tiempos de Jesús, hemos de ser capaces de averiguar por qué Él y sus discípulos celebraron la Pascua en el “primer día de la fiesta de los Panes sin levadura”, y el resto del pueblo lo hizo veinticuatro horas después.

¿Qué grupo cumplió perfectamente la ley del AT que establecía la celebración de la Pascua en el día de 14 de Nisán y “el Primer día de los Ázimos” el 15 de Nisán?

Como hemos visto arriba, la fiesta de la Pascua, que se celebraba el 14 de Nisán, era distinta de la fiesta de los Panes sin Levadura o Ázimos, que se iniciaba el día 15 y se extendía hasta el 21 de Nisán. Sin embargo, por tratarse de festividades consecutivas que no solo tenían en común la prohibición de no comer pan leudado, sino que también estaban unidas por el mismo significado del rito pascual, los judíos, con el tiempo, llamaron al día 14 de Nisán, “primer día de los Panes sin Levadura”; pero en realidad la citada Fiesta no empezaba hasta la puesta de sol de día 14 de Nisán. De ahí que los tres Evangelios Sinópticos se refieran al jueves por la noche –que ya era oficialmente día 14 de Nisán y viernes –, en que comió la Pascua Jesús, como “el primer día de la fiesta de los Panes sin levadura” (Mateo 26:17-20; Marcos 14:12-17; Lucas 22:7-15). Para entenderlo mejor veámoslo plasmado gráficamente:

Calendario Lunar del año de la crucifixión de Jesús (aprox. el año 30 d.C.). Mes Primero del año (Abib-Nisán)

Núm. días

Día 1º

Día 2º

Día 3º

Día 4º

Día 5º

Día 6º

Día 7º

Domingo

Lunes

Martes

Miércoles

Jueves

Viernes

Sábado

       

1

 

2

3

4

5

6

7

8

S. Pasión

9

10

11

12

13(1)

14(2)

15(3)

 

16(4-5)

17

18

19

20

21(6)

22

 

23(7)

24

25

26

27

28

29

 

30

      

 

1) Día 13: jueves por la noche, ya era oficialmente el día 14 –viernes–, el  día prescrito por la ley del AT para sacrificar y comer la Pascua. Como hemos visto, según los Evangelios Sinópticos, Jesús celebró la Pascua el jueves al anochecer, y durante esa noche –del jueves al viernes, que ya pertenecía al viernes por la forma de contabilizar los judíos la noche antes que el día (Génesis 1:5-19; Levítico 23:27,32)–, hacia la madrugada se produjo el arresto de Jesús. La ley había sido cumplida por Jesús y sus discípulos a la perfección, en el día señalado por Dios, sacrificando el cordero y comiéndolo con hierbas amargas y pan sin levadura.

(2) Día 14: viernes: Arresto, juicio, crucifixión y muerte de Jesús desde la hora tercera hasta la nona (9:00 hasta 15:00 aprox.). Jesús fue arrestado por mandato de los principales sacerdotes, los jefes de la guardia del templo y “los ancianos, que habían venido contra Él” (Lucas 22:52), llevado ante el concilio, y “Muy de mañana, habiendo tenido consejo los principales sacerdotes con los ancianos, con los escribas y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado, y le entregaron a Pilato” (Marcos 15:1);y, después, fue crucificado desde la hora tercera (Marcos 15:25) hasta la novena en que expiró (Mateo 27:45,46; Lucas 23:44), y a continuación sepultado antes de la puesta de sol de ese día viernes 14 de Nisán.

(3) Día 15: la Pascua y Primer día de los Panes Ácimos– Día solemne de santa convocación que coincide con el sábado del Decálogo. Se inicia al atardecer del viernes. Y este día fue de preparación de la Pascua, lo que quiere decir, que tuvieron que sacrificar los corderos entre las dos tardes, para, a continuación, celebrar  la Pascua y el primer día de los Panes Ázimos, todo al mismo tiempo; pero todo eso sucedería tan pronto se iniciara el siguiente día con la puesta de sol, que ya sería el 15, día de reposo por partida doble: en primer lugar, por tratarse del séptimo día de la semana –sábado–, día de reposo por el mandamiento de la ley del AT, y en segundo lugar, día de “santa convocación” por ser “el primer día de la fiesta de los Panes sin levadura” o Ácimos.

(4) Día 16: Domingo (primer día de la semana)- Día de la Resurrección de Jesucristo, y Día de la ofrenda de la gavilla-primicias de la siega de la cebada. Comienza a contarse los cincuenta días establecidos por Dios para la celebración de la fiesta de Pentecostés. Jesús resucitado, “cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana” (16 de Nisán del año 30 d.C.) se presentó “en el lugar donde los discípulos estaban reunidos” (Juan 20:19).

(5) Empieza a contar la primera de las siete semanas hasta el día de Pentecostés.

(6) Día 21: Viernes, séptimo y último día de la fiesta de los Panes sin levadura (Día de santa convocación-día de reposo ritual).

(7) Día 23: Siguiente domingo (primer día de la semana) al de la Resurrección de Jesucristo: “Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros” (Juan 20:26). Nótese que, en la Biblia, el cómputo de los días es inclusivo. Por eso, aun cuando ha pasado solo una semana, se contabilizan ocho días, desde el domingo de la semana anterior hasta el domingo de la siguiente semana. Veamos el interesante contexto del pasaje anterior que registra algo de lo que sucedió en esta segunda visita de Jesús.

Juan 20:26-29: Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.  (27)  Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.  (28)  Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!  (29)  Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

La respuesta a la pregunta que encabeza este apartado de por qué hubo dos celebraciones de la Pascua –la de Jesús y sus discípulos en el día 14 de Nisán y la del resto del pueblo judío veinticuatro horas después (día 15 de Nisán)– es porque las autoridades judías habían convenido, en un momento determinado de su historia, trasladar la fiesta de la Pascua para que coincidiera con el primer día de la fiesta de los Panes sin Levadura, lo cual llegó a formar parte de su Tradición.

5. Conclusión

En lo que antecede se ha podido comprobar que Jesucristo fue crucificado y muerto un viernes por la tarde cerca de la hora novena (Mt. 27:46; Mr. 15:34; Lc. 23:44). En cuanto a que era viernes el día en que Jesús murió, la Escritura no deja lugar a dudas, “porque era la preparación, es decir, la víspera del día de reposo –sábado o séptimo día de la semana–, la víspera del día de reposo” (Mr. 15:42). El evangelista Lucas incide en ello: “Era día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo” (Lc. 23:54). Además, el apóstol Juan lo confirma, no una sino tres veces:

Juan 19:14: Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey!

Juan 19:31: Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo[a] (pues aquel día de reposo[b] era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí.

Juan 19:42: Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

El día anterior al sábado se le llamaba día de la preparación porque había que dejar todas las cosas preparadas para evitar transgredir el mandamiento del reposo sabático que prohibía, entre otras cosas, realizar cualquier tipo de trabajo secular o negocio, hacer fuego, cocinar, viajar, etc. Pero, además, en el año 30 d.C. en que fue crucificado Jesucristo, los judíos tuvieron, en ese día, víspera del sábado, una preparación adicional: “la preparación de la Pascua”. De ahí que el apóstol Juan se refiera a ello hasta en tres ocasiones. Y esto fue debido a que, en el año de la muerte de Jesús, la fiesta de los Panes Ázimos  cayó en el día sábado, séptimo día de la semana, y día del reposo semanal del mandamiento de Dios de la ley del AT.

Sin embargo, lo que verdaderamente ha llamado la atención –y ha habido mucha gente que no lo ha podido entender– es que hubiera dos celebraciones de la Pascua en el citado año 30 de la muerte de Jesús: por un lado, Jesús y sus discípulos comiendo la Pascua en la noche del 14 de Nisán, y por otro, las autoridades judías y resto del pueblo celebrándola en la noche del 15 de Nisán, que ya era el primer día de los Ázimos.

Por tanto, debe quedar claro que Jesús y sus discípulos, el jueves por la noche, que era ya viernes día 14 de Nisán, celebraron la fiesta de la Pascua (Mateo 26:17-19), que fue la Última Cena, de acuerdo a la ley del AT. Según la misma, a partir de la puesta del sol del jueves se consideraba ya viernes día 14 de Nisán. Mateo, Marcos y Lucas se refieren a ese día como “el primer día de la fiesta de los Panes sin Levadura” (Mateo 26:17; Marcos 14:12 y Lucas 22:7), cuando en realidad, o sea, oficialmente, ese día empezaba a la puesta de sol del viernes. Sin embargo, al parecer, en tiempos de Jesús existía también la costumbre de celebrar la Pascua oficialmente un día después del señalado por la Ley, que ineludiblemente tenía que ser la noche del 14 de Nisán. De otra parte, Jesús no hubiera podido participar de la conmemoración oficial, porque Él sería sacrificado el viernes, en lugar del cordero que se ofrecía, entre las dos tardes, aunque se hacía incorrectamente porque no se ajustaba a la Ley del AT.

Por lo que dice el evangelista Lucas, en tiempos de Jesús, la fiesta de los Panes sin Levadura había llegado a englobar la de la Pascua, de manera que ésta era también conocida por el nombre de aquella. Comprobémoslo en el siguiente texto:

Lucas 22:1-2: Estaba cerca la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la pascua. (2) Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo.

Este cambio de denominación de la fiesta de la Pascua quizá se debió a que la fiesta de los Panes Ázimos duraba siete días consecutivos, empezando por el 15 de Nisán hasta el 21 de Nisán, y porque tenía más carácter festivo que la de la Pascua, puesto que el día primero de inicio y el día que ponía fin a esta celebración eran festivos, de santa convocación, es decir, de reposo como el sábado del mandamiento de la ley de Dios del AT.

Sin embargo, la fiesta de la Pascua propiamente dicha debía celebrarse únicamente durante la noche del día 14 de Nisán, y al acabar la cena del cordero asado con panes ázimos e hierbas amargas, las familias volvían a sus hogares (Dt. 16:7), y por el día se dedicaban a hacer sus quehaceres cotidianos. Adicionalmente, otra razón para llamar al día de la Pascua “primer día de la fiesta de los panes sin levadura”, cuando sacrificaban el cordero de la pascua” (Mt. 26:1-5; 26:17-20; Mr. 14:1-2;12-17; Lc. 22:1-2; 7-15) se debe a la costumbre y obligación que tenían los israelitas de sacar de las casas todo vestigio de levadura antes de que empezara la Pascua, y sobre todo no usarla en esas fiestas. Por otro lado, las autoridades judías habían quebrantado el mandamiento de Dios, de celebrar la Pascua el 14 de Nisán, por su tradición (Mt. 15:2-9), pues cambiaron el día del sacrificio de los animales desde ese día 14 al 15 de Nisán, cuando solo debía celebrarse la fiesta de los Panes sin Levadura.

Espero haber sido capaz de aclarar este aparente complicado tema y, por tanto, haber respondido a tu interesante pregunta. No obstante, si deseas profundizar en este tema puedes leer los siguientes artículos en los enlaces que te indico a continuación:

¿Qué día murió Jesucristo?
¿Hubo dos celebraciones de Pascua en el año de la muerte de Jesús?
Nacimiento-muerte de Jesús y la profecía de las setenta semanas de Daniel

Quedo a tu disposición en lo que pueda servirte.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

Versión: 02-07-13

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Deny, le agradezco que me haya contactado y, también, sus amables palabras de felicitación, las cuales me animan y me estimulan a continuar por este camino.

“Hermano Carlos Aracil, felicidades por tener este sitio en internet y me siento regocijado por haberle encontrado,  solo tengo días estudiando sus artículos, y los considero de mucho provecho para el conocimiento sobre DIOS. (Deny)

A continuación trataré de responderle a su siguiente pregunta:

“Y a propósito del gran conocimiento que DIOS  ha puesto en usted,  me gustaría que me aclare algunas dudas que tengo sobre 2 Reyes 2:11 y Génesis   5:23-24. Mi duda es si Elías y Enoc subieron al cielo, ¿se contradice la Biblia en Juan 3:13?” (Deny)

Juan 3:13: Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.

Ciertamente la Biblia registra que “Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios» (Génesis 5:24).

Génesis 5:22-24: Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas.  (23)  Y fueron todos los días de Enoc trescientos sesenta y cinco años. (24) Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios.

Este evento insólito es confirmado en el libro de los Hebreos: “Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios…” (Hebreos 11:5).

Hebreos 11:5: Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.

Por tanto, es lógico suponer que Enoc –puesto que nunca murió– está en algún lugar del Cielo, en el Paraíso celestial, o en alguna morada celestial, con cuerpo celestial, a la semejanza del de Cristo resucitado, no como espíritu, que es imposible, sino con su cuerpo transformado. Nada más podemos decir de este patriarca antediluviano, porque nada más se ha revelado.

Más tarde, se registra un suceso semejante: “Elías subió al cielo en un torbellino”. El caso de Elías está muy claro, porque la Biblia dice que no murió sino que fue traspuesto al cielo en “un torbellino”. (2 Reyes 2:11). Es decir, él está corporalmente en el cielo, lógicamente con un cuerpo glorificado (1ª Corintios 15:49; 1ª Tesalonicenses 4:13-18), porque “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1ª Corintios 15:50).

2 Reyes 2:11: Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino.

Además, Elías aparece junto con Moisés –se sobreentiende que corporalmente, en cuerpos espiritualizados– en el monte donde Jesús se transfigura –“…y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz” (Mateo 17:2)– delante de los discípulos –Pedro, Jacobo y Juan–, que pudieron ver a dos varones (o hombres s/NBJ,1998), y oír que hablaban con Él. Los evangelistas, tanto Mateo como Marcos y Lucas, identifican a estos hombres con Moisés y Elías (Mateo 17:1-9; Marcos 9:2-8; Lucas 9:28-36). Lucas especifica que aparecieron en gloria o rodeados de gloria según versiones. Si hubieran sido espíritus no hubieran sido visibles. Además, el apóstol Pedro, propuso enseguida hacer tres enramadas –tiendas, según NBJ,1998–, “una para ti, una para Moisés, y una para Elías”(17:4);  se supone que los espíritus no necesitan tiendas para habitar, pues no tienen “carne ni huesos” (Lucas 24:39).

La transfiguración

Mateo 17:1-9: Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;  (2)  y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.  (3)  Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.  (4)  Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.  (5)  Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.  (6)  Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.  (7)  Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis.  (8)  Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.  (9)  Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos.

Nos puede extrañar que aparezca Moisés en el monte de la Transfiguración, pues sabemos que la Biblia dice “que murió allí Moisés siervo de Jehová, en la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová.  (6)  Y lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor; y ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy.  (7)  Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor.  (8)  Y lloraron los hijos de Israel a Moisés en los campos de Moab treinta días; y así se cumplieron los días del lloro y del luto de Moisés” (Deuteronomio 34:5-8).

San Judas apóstol en su epístola universal da a entender que Moisés fue resucitado y llevado al cielo (Judas 9). Enoc y Elías tipifican a los salvos que, estando vivos cuando aparezca el Señor en gloria y que serán transformados, –quiere decir, convertido lo corruptible en incorruptible, el cuerpo animal, en cuerpo espiritual (1ª Corintios 15:44,51,53)– son arrebatados al cielo a recibir a Cristo (1ª Tesalonicenses 4:13-17). Y Moisés representa a los salvos muertos, que cuando aparezca Cristo en su segunda venida, serán resucitados, y transformados sus cuerpos a semejanza del mismo cuerpo glorioso de Cristo.

En mi opinión, si Moisés no hubiese resucitado no habría podido presentarse corporalmente, junto con Elías en el monte de la transfiguración, porque no existe la vida después de la muerte sin el cuerpo. El ser humano es corporal y físico, y convertirse en espíritu sería adoptar una naturaleza para la que nunca fue creado, y que no le corresponde de ninguna manera. Por eso, la Palabra de Dios dice expresamente en Judas 9, que el cuerpo de Moisés fue rescatado por el arcángel Miguel [cuando] contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés”.

Judas 1:9: Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda.

¿Qué pretende revelarnos la Palabra de Dios con la descripción de esa contienda por el cuerpo de Moisés? ¿Para qué le iba a servir a Dios rescatar un cuerpo muerto, más o menos corrompido o incluso convertido en polvo?

Lo que quiere decirnos la Palabra, con la lucha por el cuerpo de Moisés entre dos entidades celestiales que se lo disputan, no es que Dios precisara el cadáver de Moisés para poder resucitarlo. Lo que se estaba disputando es el derecho a la vida eterna de Moisés, puesto que, como todo ser humano, había pecado, y la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23); y  todavía Cristo no había muerto en su lugar, para pagar la deuda de sus pecados, por lo que era reo de muerte, y por tanto, no tenía el derecho de ser absuelto y volver a la vida. De ahí la oposición del diablo, que podía alegar que resucitar a Moisés, o cualquier otra persona, sin que se hubieran saldado sus deudas, significaba una injusticia por parte de Dios, pues el pecado quedaba impune. Sin embargo, la perspectiva de Dios es diferente, pues, Cristo había sido destinado desde antes de la fundación del mundo, para ser el Cordero sin mancha y contaminación, que por medio de su sangre preciosa, en el sacrificio de su vida, rescataría a todo aquel que en Él creyera (1ª Pedro 1:18-20; Juan 3:16).

Para Dios, que vive en la eternidad, no hay tiempo, Él vive un presente eterno. El sacrificio redentor de Cristo, como paga de la deuda del pecado, es válido desde la eternidad, porque Él se ofreció al Padre, antes de la fundación del mundo, para ser la víctima propiciatoria, el Cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo (Juan 1:29). Por ese motivo, todos los creyentes que murieron antes de Cristo han recibido el derecho a la vida, a ser resucitados para vida, en el día final. Pero solo los personajes citados viven en el cielo, y posiblemente también los resucitados como primicias de la resurrección de Cristo, y que cita el Evangelio de san Mateo:

Mateo 27:52-53: y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;  (53)  y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.

Resumiendo, por todo lo expuesto arriba, creo haber probado que ni Moisés ni Elías estaban durmiendo en el sueño de la muerte en el sepulcro, y que tampoco eran espíritus desencarnados, sino hombres cuyos cuerpos fueron transformados en cuerpos celestiales o espirituales a semejanza del cuerpo resucitado de Cristo. Los seres humanos no pueden vivir desencarnados, como espíritus puros, porque esa dimensión es extraña a la naturaleza humana, y a su esencia como criaturas de Dios distintas a los ángeles, que sí son espíritus puros.

2. Si Elías y Enoc subieron al cielo, ¿se contradice la Biblia en Juan 3:13?

 ¿Cómo podemos entender las Palabras de Jesús: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo” (Juan 3:13)?

Para entender estas palabras de Jesús, aparentemente enigmáticas hay que situarlas en su contexto. Él está hablando con Nicodemo, fariseo y principal entre los judíos –Jesús le llama “maestro de Israel” (Juan 3:10)–, que había acudido a Jesús porque pensaba que por todas las señales que hacía, Él había venido de Dios (Juan 3:1-2). Pero, Jesús no se anda por las ramas sino que directamente le revela “que el que no naciere de nuevo, no puede ver el Reino de Dios” (Juan 3:3); y, ante la perplejidad de Nicodemo, le aclara, añadiendo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5).  Esta declaración de Jesús es esencial porque atañe directamente a la salvación de cada ser humano. Por tanto es vital que toda persona la conozca y la considere verdadera e imprescindible para entrar en el Reino celestial.

Sin embargo, lo único que garantiza la certeza o verdad de esta importante declaración de Jesús es que, precisamente, Él proviene del Cielo pues solo alguien que procede del Cielo conoce lo Celestial, o sea, los asuntos de Dios para la salvación de la humanidad. Así lo prueban los siguientes textos:

Juan 3:31-35:  El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos.  (32)  Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio.  (33)  El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz.  (34)  Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida.  (35)  El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.

Juan 7:16-17:  Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió.  (17)  El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta.

Juan 8:26-28: Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo.  (27)  Pero no entendieron que les hablaba del Padre.  (28)  Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.

Juan 12:48-50: El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.  (49)  Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.  (50)  Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.

Juan 14:23-24: Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.  (24)  El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.

Juan 1:18: A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

El contexto en que se produce la aparente enigmática declaración de Jesús citada en el verso 13, indica que Cristo está testificando de lo que ha visto  y oído en el Cielo, y es enviado para dar a conocer a Dios (Juan 1:18), y Su voluntad para con los hombres.

Juan 3:11-13: De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.  (12)  Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?  (13)  Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.

La revelación que nos da Jesús es celestial proviene de Dios, y nadie de la Tierra ha podido subir al cielo para luego descender y dar a conocer a Dios, y los asuntos celestiales que afectan a la salvación de la humanidad, sino solo Él mismo, como Hijo del Hombre e Hijo de Dios, el Verbo que era con Dios y era Dios (Juan 1:1).

3. Conclusión

Parafraseando un poco la declaración de Jesús, quizá podríamos entenderla mejor; por ejemplo, enunciándola así: “Nadie que haya subido al cielo ha bajado del mismo sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo”. Éste, solo Él que proviene del Cielo, ha descendido para revelarnos las cosas celestiales que son esenciales para la salvación de los seres humanos. Es decir, el énfasis no está en que “nadie subió al cielo” sino en el hecho que aunque haya habido alguien que haya subido, nunca habrá podido descender para revelar las cosas celestiales, pues ellas solo corresponden a Dios, y ningún ser humano tiene acceso a Dios excepto “el Hijo del Hombre que está en el cielo”. Al mismo tiempo, esta ubicuidad u omnipresencia –Jesús está en la Tierra– pero como Dios que es omnipresente y también está en el Cielo simultáneamente.

Esperando haber sabido comprender su comentario y, haberle ayudado en algo, me despido, quedando a su disposición en lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

Versión: 22-08- 2014

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Alexander, primero de todo, le agradezco que me contactara y me compartiera su siguiente comentario:

“Mi juicio personal es que si Jesús Cristo, le dice al ladrón antes de morir, de cierto os digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso, eso quiere decir que Jesús cumpliría su palabra; pensemos que los dos bajaron al Hades en diferentes momentos, y que ascendieron al paraíso quizás no en la misma hora, puesto que Jesús necesitaba resucitar al tercer día para que se cumpliera la voluntad de Dios; lo que sí es seguro es que Jesús cumplió su palabra, el ladrón fue llevado al paraíso; Dios es todo poderoso y su poder es infinito, por eso cabe la posibilidad de que fuesen ascendidos también al cielo el mismo día, como prueba de su palabra. Nadie podrá conocer las cosas de Dios hasta el día del juicio, su poder y grandeza está fuera del alcance de los seres humanos, es como volver a nacer y ver el mundo por primera vez, lo cierto es que Jesús le dijo:  hoy estarás conmigo en el paraíso, eso es presente, no futuro. Jesús le da pase al paraíso por la muestra de fe, por creer en él y en el reino celestial” (Alexander).

Me parece muy bien que usted haya hecho su “juicio personal” del texto del Evangelio de San Lucas, en el que se registra que Jesús le dijo “al buen  ladrón”: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). Pero usted no debería añadir la palabra “mismo” en su primera cita del mencionado pasaje, porque esa palabra no existe en ese texto, y, por tanto, usted mismo, al manipular dicho pasaje, está mediatizando su buen juicio personal.

Hermano, con sus razonamientos, da la impresión que usted acepta todas las contradicciones a las que su “juicio personal” le arrastran con tal de situar a Jesús y al buen ladrón en el Paraíso, en el mismo día en que murió nuestro Salvador en la cruz. Pero las Sagradas Escrituras se deben estudiar sin ideas preconcebidas, ni prejuicios; y nunca pretender hacer que la Palabra de Dios confirme o corrobore solo aquello que es de nuestra preferencia o lo que más nos gustaría que dijese o que fuese así.

No es razonable, por el solo versículo del Evangelio de Lucas, deducir que cuando uno muere va directamente al Paraíso. Porque para que eso pueda admitirse como verdad bíblica, habría que demostrar también bíblicamente las citadas doctrinas o creencias de que el alma o el espíritu es inmortal, y que éste, separado del cuerpo, tenga vida consciente en sí mismo, y también explicar o resolver las contradicciones a las que nos arrastra el tomar como ciertas las mencionadas doctrinas.

Sin embargo, la verdad no se puede deducir interpretando un solo texto bíblico sin relacionarlo con su contexto cercano y lejano, es decir, el resto de la Biblia. Pues su proceder, su juicio personal en la interpretación de ese texto aislado, no le puede llevar a resolver la evidente fuerte contradicción que nos enfrentamos.

El mismo planteamiento de mi estimado lector muestra clara y evidentemente las contradicciones que nos ocupan, y que él trata de resolver argumentando que las cosas de Dios son misteriosas, que “nadie podrá conocer las cosas de Dios hasta el día del juicio”, y que como Él es el Todopoderoso, nada se le resiste.

Analicemos ahora el razonamiento del lector:

“Pensemos que los dos [Jesús y el buen ladrón] bajaron al Hades en diferentes momentos, y que ascendieron al paraíso quizás no en la misma hora, puesto que Jesús necesitaba resucitar al tercer día para que se cumpliera la voluntad de Dios” (Alexander).

Entonces ¿con qué nos quedamos? Si Jesús y el buen ladrón bajaron al Hades en ese mismo día ¿cómo es posible que subieran al Paraíso ambos en ese mismo día? Y para justificar su buen juicio, a usted no se le ocurre otro argumento que decir algo así como que “nada es imposible para Dios” (Lucas 1:37).

Primera contradicción: no puede ser que Jesús fuera al Paraíso nada más entregar Su espíritu al Padre, porque ello contradice lo que afirman los Evangelios, de que Él resucitó al tercer día, y cuando se apareció a María Magdalena, Él le dijo, que todavía no había subido a Su Padre (Juan 20:17).

Juan 20:16-18: Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). (17) Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. (18)  Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas.

¿Cómo, pues, iba a ir el buen ladrón, en ese día de su muerte en la cruz, al Paraíso, si Cristo, habiendo resucitado tres días después, todavía no se había presentado al Padre?; lo lógico, razonable, y lo que concuerda o armoniza con la Biblia entera es lo que el buen malhechor le pidió: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino” (Lucas 23:42), es decir, en Su Segunda Venida, cuando se producirá la Resurrección (1ª Tes. 4:13-18; cf. 1ª Cor. 15:51-57), lo que si concuerda con todo lo que dijo Jesús (p.e. Juan 5:28,29), y Sus apóstoles, especialmente San Pablo (Hechos 24:15; 2 Cor. 1:9; Fil. 3:10-11,20-21; 2ª Tim. 4:6-8; etc.).

Segunda contradicción: la Santa Biblia entera contradice que el espíritu o el alma, cuando se separa de un cuerpo humano muerto, sea una entidad capaz de tener autonomía para vivir conscientemente sin el cuerpo, es decir, sin cerebro; si no hay cerebro ¿dónde anida la conciencia? ¿Para qué, entonces, necesitamos la resurrección? Si el alma o el espíritu es inmortal, es decir, sobrevive conscientemente después de morir el cuerpo, entonces, ¿para qué necesitamos que Cristo venciera a la muerte con la Resurrección, si nadie muere eternamente, y si los salvos inmediatamente que fallecen, sus espíritus o almas van directamente al Paraíso a gozar de una manera perfecta del Cielo en la presencia de Dios?

Muchos textos del Antiguo Testamento (AT) y del Nuevo Testamento (NT) ponen en evidencia la contradicción que supone admitir la inmortalidad del alma, y su vida consciente después de separarse del cuerpo muerto; porque las Sagradas Escrituras consideran la muerte como un estado de inconsciencia o reposo total; es por eso que la Biblia suele llamar “dormir” al “morir” (2ª Reyes 10:35; cf. Job 7:21; Sal. 6:5;13:3; 29:9; 165:4;  Daniel 12:2; Eclesiastés 9:5-6,10; 12:7; Daniel 12:1,2; etc.).

2ª Reyes 10:35: Y durmió Jehú con sus padres, y lo sepultaron en Samaria;…

Eclesiastés 9:10: Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría. 

Salmos 146:4: Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra; En ese mismo día perecen sus pensamientos.

Daniel 12:1,2:  En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro. (2) Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.

Compárense los textos del AT con los del NT, para comprobar que es el mismo Espíritu Santo el que inspiró toda la Sagrada Biblia, y, por tanto no puede haber contradicciones (Véase Juan 11:11,13; Mr. 5:39; Lc.8:52; Hechos 7:60; 1ª Cor. 15:6, 20,51; 1 Tesa. 4:13; etc.):

Juan 5:28-29: No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;  (29)  y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.

Juan 6:40: Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

Juan 11:11-13: Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. 12 Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. 13 Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.

Por otro parte, tanto Jesús como los apóstoles, especialmente San Pablo, siempre se refieren que el galardón de la vida eterna se recibirá en aquel día cuando Cristo aparezca en gloria. A lo largo de este estudio presentaremos algunos de estos pasajes que apoyan nuestras aseveraciones.

Tercera contradicción: En adición, la antropología bíblica no solo no respalda que la persona humana sea un ser dual formado por cuerpo –la parte material– y alma –la parte espiritual– sino que declara, concretamente, que todo nuestro ser se compone de tres dimensiones: “espíritu, alma y cuerpo” (1 Tesalonicenses 5:23).

1 Tesalonicenses 5:23: Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.

Por lo tanto, las Sagradas Escrituras no conciben el alma y el espíritu separados del soporte físico que es el cuerpo, y que tengan propia autonomía, individualidad y existencia independiente de la parte material que los sostiene.

La Biblia distingue perfectamente entre alma y espíritu, porque si estos términos fueran sinónimos, se produciría una redundancia inadmisible, no solo en el texto anterior sino también en el siguiente. Veamos:

Hebreos 4:12: Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

El conjunto de estas tres dimensiones constituye el ser humano, que es lo que le define e identifica como persona. Por eso, sin el cuerpo, no hay ser humano, no hay identificación, no existe individualidad, puesto que nuestra naturaleza tiene un soporte material, físico, por lo que nunca puede convertirse en un ser puro espíritu como creemos son los ángeles, criaturas también de Dios, pero superiores al hombre (Hebreos 1:14; 2:7). Este tema lo desarrollo en el artículo titulado: Las tres dimensiones del ser humano: espíritu, alma y cuerpo.

Tanto católicos como una gran mayoría de los evangélicos, al interpretar literal y exactamente las palabras que Jesús le dijo [al malhechor arrepentido] –De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43) deducen lo siguiente:

    • A) Jesús, el mismo día de la crucifixión, después que encomendase Su espíritu al Padre y expirase (Mt. 27:50; Mc. 15:37; Lc. 23:46;) o entregase “su espíritu” como relata el apóstol Juan (19:30), fue directamente al “Paraíso”.
    • B) Igualmente que Jesús, cuando murió el buen malhechor unos minutos después, su espíritu se separó de su cuerpo muerto y fue también al “Paraíso” a encontrarse con Él.
    • C) Por supuesto, ellos consideran que el espíritu, que es sinónimo de alma, se separa del cuerpo muerto como una entidad autónoma que tiene vida consciente en sí mismo.

Por lo tanto, este texto del Evangelio de Lucas (23:43) les viene, a todos los defensores de la inmortalidad del alma, como “anillo al dedo” o de “perilla” para apoyar la doctrina de que los seres humanos cuando mueren, sus espíritus o almas, van al Cielo –Paraíso– o al infierno.

Aunque estos temas relacionados con el estado de los muertos, la vida después de la muerte, la inmortalidad del alma, qué son el Hades y el Infierno, etc., los he tratado en varias ocasiones, ante los comentarios de varios lectores que inciden en las mismas dudas, no he podido resistirme a redactar un nuevo artículo, aun cuando pueda parecer reiterativo. En este artículo no puedo tratar de resumir todo lo que al respecto he publicado, cuyos enlaces a continuación transcribo. Pero, aunque no podré evitar repetir argumentos, intentaré darle un nuevo enfoque.

Estudio 1. Sobre el estado de los muertos
1. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos
2. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos: El Rico y Lázaro.
3. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos: el rey Saúl y la pitonisa de Endor
Cuando Jesucristo murió, ¿fue su espíritu al Hades a predicar a los espíritus encarcelados de los días de Noé?
¿Fue Jesús al paraíso el mismo día que murió en la cruz o fue al Hades?
¿Existe vida humana consciente fuera del cuerpo después de la muerte
¿Qué es el Infierno, el Seol o Hades y la segunda Muerte?
¿Los que mueren pasan a mejor vida?
¿Quiénes son los “espíritus encarcelados”?
¿Es una parábola el relato de Jesús sobre el Rico y Lázaro?
¿Jesús mintió al buen ladrón en la cruz?
¿Es el alma humana inmortal?
Las tres dimensiones del ser humano: espíritu, alma y cuerpo
La verdad sobre las apariciones marianas y de espíritus de difuntos
¿Apoya la Biblia que hay vida consciente después de la muerte?
¿Viven los espíritus de los muertos en el Seol?
¿Existe un lugar en el fondo de la tierra de tormentos?
¿Están siendo torturados los malvados en el Hades?
¿Están los fieles muertos viviendo en el cielo?
¿Bajó Jesús al Hades cuando murió?
¿Dónde está el infierno?
¿Descendió Cristo a las partes más bajas de la tierra?

Esperando que los textos presentados arriba hayan sido suficientes para probar las contradicciones flagrantes con el sentir general de la Palabra de Dios, que suponen la creencia de la inmortalidad del alma y que hay vida consciente después de la muerte, solo nos resta ver la manera de resolverlas, puesto que partimos de la base que las Sagradas Escrituras, en su fuente original, no podían contener contradicciones. Para ello se hace necesario respondernos a las siguientes preguntas:

¿Qué es el Hades? ¿Quiénes son los que van al Hades? ¿Fueron Jesucristo y el buen ladrón al Paraíso en el mismo día en que murieron o fueron al Hades? ¿Afirma la Santa Biblia que los hijos de Dios van al Paraíso en el momento de su muerte?

Y puestos a formularnos preguntas ¿por qué no nos preguntamos qué ocurrió con el Ser divino de Jesús, cuando  este –como ser humano– expiró en la cruz?

2. Detalles interesantes que los Evangelios aportan de las muertes de Cristo y de los dos malhechores en sus respectivas cruces.

Aunque los textos que presento a continuación, no son imprescindibles para discernir lo que nos ocupa, me permito hacer un inciso o breve digresión, porque me parecen muy interesantes los minuciosos detalles que los Evangelios aportan del escenario de las tres cruces.

Entre otras muchas cosas, nos desvelan que a petición de los judíos, Pilato envió soldados para acelerar el proceso de ejecución de la condena a muerte en la cruz, pues ellos querían que “los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad)” (Juan 19:31-37); nótese que estos judíos que no habían tenido escrúpulo alguno en condenar a Jesús a la muerte en la cruz, demostraron su feroz y fanático legalismo, tratando que nada les impidiese guardar el día sábado de acuerdo a la Ley de Moisés.

Además, se nos dice que cuando llegaron los soldados quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. (33) Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas” (Juan 19:32-33). Lo que nos informa que Jesús fue el primero en morir, y que los dos malhechores hubieran tenido que seguir colgados de la cruz y sufriendo su terrible tormento durante varias horas más, sino se les hubiese acelerado su muerte al quebrarles las piernas, pues entonces, al parecer, la muerte se producía rápidamente por asfixia, al no poder respirar, debido a la fuerte presión que el diafragma hacia sobre sus pulmones.

Juan 19:31-37: Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo[a] (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. (32) Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. (33) Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. (34) Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. (35) Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. (36) Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. (37) Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

Los cuatro Evangelios registran que el cuerpo de Jesús fue rescatado de la cruz y puesto “en un sepulcro que estaba cavado en una peña” (Marcos 15:46; cf. Mt. 27.57-61; Mr. 15.42-47; Lc. 23.50-56; Juan 19: 30-42); es decir, fue sepultado o enterrado, como se solía hacer en aquella época, y también ahora, aunque actualmente no es frecuente que los muertos se entierren excavando una roca sino abriendo un hoyo en la tierra.

Respecto a los dos malhechores, el Nuevo Testamento (NT) no registra qué hicieron de sus cuerpos; pero no los dejaran allí colgando de sus cruces para escarmiento de la gente, hasta que fuesen comidos por los animales de rapiña, como solían hacer los romanos; seguramente fueran enterrados poco después de la sepultura de Jesús o pasados algunos días. En realidad lo que ocurrió con sus cuerpos no se nos dice, porque poco nos importa. Lo importante es que sabemos que uno de ellos al ejercer fe en Jesús, su alma fue salvada, y el otro, por cómo se dirigió al Salvador, seguramente se perdió para siempre.

No obstante, en los siguientes textos podemos comprobar que “los judíos… a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz… rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí (Juan 19:31). Es decir, los judíos tenían la intención de que los tres cuerpos fueran quitados de allí, es decir bajados de sus cruces, y se supone que serían enterrados, y no podemos decir cristianamente porque los judíos no les gusta que les califiquen de cristianos.

3. ¿Es Jesús –el Hombre que murió en la cruz– el Hijo de Dios, de la misma naturaleza y esencia que el Padre?

En el Nuevo Testamento aparece muchas veces la palabra “misterio”. Pero la mayoría de ellas se refiere a misterios revelados por Dios, aunque no podamos comprenderlos en su plenitud; pues los cristianos sabemos por las evidencias de la creación, –y la certeza de nuestra fe en la Revelación de la Palabra de Dios, con su manifestación suprema que es Jesús, la Palabra encarnada– que “hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios” (Daniel 2:28).

A los cristianos se nos han dado a conocer los misterios del Reino de Dios (Mt 13:11; Mr. 4:11; Lc. 8:10), y hemos sido nombrados administradores de los misterios de Dios (1 Cor. 4:1), “…y nos dio el ministerio de la reconciliación;  (19)  que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (20) Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2ª Cor. 5:18-20); el misterio del Evangelio (Ef. 6:19); “el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora se ha manifestado a sus santos…que es Cristo en vosotros” (Col. 1:26-28); “el misterio de Dios el Padre, y de Cristo” (Col. 2:2-3);  “el misterio de la piedad: Dios manifestado en carne” (1 Tim. 3:16); etc.

Y el más grande de los misterios: Dios se ha revelado como Uno y Trino a la vez (Mt. 28:19); un solo Ser que se nos revela como tres Personas. El NT registra que el Padre es Dios (Rom. 1:7; Ef.4:6), Jesús es Dios (Rom. 9:5; Tito 2:13: Heb. 1:8); el Espíritu Santo es Dios (Hechos 5:3-4; 28:25-27; cf. Isaías. 6:8-10). Pero no son tres Dioses sino un solo Dios.

Sin embargo, no es mi propósito hablar del misterio de la Trinidad en este estudio, sino del misterio de la muerte, y de la vida después de la muerte, la cual no existe sino es por la resurrección en el Día del juicio final, cuando Jesús aparezca en gloria a recoger a los salvados de los cuatro extremos de la Tierra (Mt. 24:29-31; 25:31; 1ª Tes. 4:13-18). Pero para ello, es necesario que hablemos de la Segunda Persona de la divinidad, que es Jesús, Dios y Hombre a la vez, puesto que gracias a Su Encarnación, vida humana perfecta, sin pecado alguno, sacrificio expiatorio con su muerte en la cruz, y posterior resurrección al tercer día, porque todo ello forma el fundamento y esperanza de nuestra fe. “Para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. (6) Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. (7)  Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, (8) la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria” (1 Corintios 2:5-8).

Por lo tanto, los creyentes, en lo revelado por Dios, tenemos que usar la inteligencia y entendimiento que Él nos ha dado, y no envolverlo todo en un misterio, sino solo lo que sin duda puede ser considerado como tal; como es, sin duda, el hecho fundamental del cristianismo, que Dios se hiciera hombre naciendo de una mujer (Gá. 4:4). “Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, (8)  la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria” (1 Corintios 2:5-8).

No cabe, pues, olvidarnos de lo que caracteriza al cristianismo, que es la creencia fundamental de que Dios se encarnó hace ya más de dos mil años, es decir, añadió a Su naturaleza divina, la humana, al nacer de una mujer como hombre verdadero. Por tanto, Él no dejó de ser Dios en ningún momento, “sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;  (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:7-8). Pero mejor leer estos versículos dentro de su contexto:

Filipenses 2:5-11: Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, (6)  el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, (7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (9) Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, (10) para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;  (11) y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

El Hijo de Dios no dejó su divinidad en el Cielo para venir al seno de María y hacerse hombre, pues entonces, lo que habría nacido de la Virgen sería solo un hombre, y no un Dios y Hombre a la vez. Él “se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2:7). Pero ello no significó desprenderse de Su divinidad, pues, por definición es imposible, ya que el Hijo de Dios es Dios eterno junto al Padre (Juan 1:1-3).

Juan 1:1-4: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.  (2)  Este era en el principio con Dios.  (3)  Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.  (4)  En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Jesús dijo: Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Él no podía tener esta unidad con el Padre sino fuera de la misma naturaleza y esencia que Dios Padre. Solo Jesús puede conocer al Padre porque es de su misma sustancia y naturaleza. Por eso, también pudo decir Jesucristo, “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). Además, Jesús se apropia del nombre de Dios revelado a Moisés: “Yo Soy el que Soy” (Éxodo 3:14; cf. Juan 8:24,28,58; 13:19; etc.):

Éxodo 3:14: Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.

Juan 8:24: Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.

Juan 8:28: Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.

Juan 8:58: Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.

Juan 13:19: Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy.

Por consiguiente, el despojamiento de sí mismo no fue de Su divinidad, sino que siendo Dios o en “forma de Dios”, se humilló “tomando la forma de siervo”, haciéndose “semejante a los hombres”, para que los creyentes fuésemos “santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo…” (Hebreos 10:10); y todo ello implicaba el sacrificio de Su vida humana para sufrir la terrible humillación y crueldad que supusieron la tortura y escarnios a que fue sometido, que culminaron en su muerte en la cruz.

Su divinidad –y “aquella gloria [que tuvo con el Padre] antes que el mundo fuese” (Juan 17:5), quedaron ocultas en Su humanidad durante todo Su ministerio terrenal; aunque en muchas ocasiones se permitió vislumbrarla y que trasluciera de distintas formas, por ejemplo:

    • Sus muchos milagros y acciones sobrenaturales: anduvo sobre el mar de Tiberiades, a su sola orden verbal aplacó la tormenta, resucitó muertos, curó leprosos, ciegos, sordos, mudos de nacimiento, paralíticos, hizo los milagros de la multiplicación de los panes y los peces, convirtió el agua en vino, etc. etc.
    • Su presciencia; por ejemplo: Él sabía anticipadamente lo que le iba a ocurrir y cuándo; también predijo la destrucción del Templo, y de Jerusalén, que sucedió en el año 70 d.C., y previno a los cristianos para que abandonasen la ciudad cuando vieran el primer intento de asedio de la misma (Mr. 13:1-2,14-18). Anticipó también que Pedro le negaría tres veces antes que el gallo cantase. (Mt. 22:34,61-62); etc.
    • El conocimiento del corazón humano y de la historia personal de la gente con quien se relacionó, por ejemplo: El testimonio de la mujer samaritana: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (Juan 4:29). En el encuentro con Natanael –uno que fue elegido apóstol–, Jesús demostró que, sin haberle visto nunca, ya le había conocido (Juan 1:47-49); el de Zaqueo (Lc. 19:1-9); etc.
    • El episodio del impuesto del Templo en el que le reclamaron a Pedro y a Jesús dos dracmas por cada uno, y la forma sobrenatural de obtener las cuatro dracmas: “Cuando llegaron a Capernaum, vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas, y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?  (25)  Él dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños? (26)  Pedro le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos. (27)  Sin embargo, para no ofenderles, vé al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero[Moneda correspondiente a cuatro dracmas]; tómalo, y dáselo por mí y por ti” (Mateo 17:24-27).
    • La Transfiguración (Mateo 17:1-9).
    • Las tinieblas que hubo sobre la tierra desde la hora sexta a la novena, durante su crucifixión (Mt. 27:46).
    • Los eventos ocurridos en el momento de exhalar su espíritu: “Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. (51) Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; (52) y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; (53) y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. (54) El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mateo 27:50-54).
    • Su resurrección al tercer día como Él mismo había anunciado, repetidas veces.
    • Etc., etc.

En resumen, por toda la gran Revelación que tenemos en la Palabra de Dios –“el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, (27) a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:26-27)–, creemos, indubitablemente, que Jesús es aquella Palabra encarnada –“el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1), “el unigénito hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18)–, y nuestra convicción es firme, no solo por el propio testimonio de Jesús, que dijo, “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Juan 14:9), “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30), “el Padre está en mí, y yo en el Padre” (Juan 10:38), sino también por las obras que Él hizo (Juan 10:36-38).

Juan 10:36-38: ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?  (37)  Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.  (38)  Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.

Juan 13:19: Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy.

Juan 14:9-11: Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?  (10)  ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.  (11)  Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.

Juan 17:4-5: Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.  (5)  Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.

Juan 16:28:  Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.

Y si todo lo que antecede no fuera suficiente para creer firmemente que Jesucristo es Dios encarnado, tenemos además los testimonios de los apóstoles:

  • “Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!” (Juan 20:28). 

    Juan 20:27-29: Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.  (28)  Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!  (29)  Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

  • El testimonio de San Pablo: “Él [Cristo] es la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15); “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9).

    Colosenses 1:15-17: Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. (16) Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.  (17)  Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;

    Hebreos 1:1-3: Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, (2) en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; (3) el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

  • El testimonio de San Juan: “Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;  (18)  y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:17-18).

    Apocalipsis 19:16: Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores.

4. ¿Cuándo murió Jesús-Hombre en la cruz, qué le ocurrió a Su Persona divina, como Hijo de Dios, de la misma naturaleza y esencia que el Padre?

Dada la unión hipostática que existe entre las naturaleza humana y divina del Hijo de Dios, ¿dónde quedó el Ser divino de Jesús, al morir en la cruz, en el Cielo, en la tumba o en ambos sitios a la vez?

Ahora veremos algunas otras posibilidades que se me ocurren, aparte de las aportadas por el lector.

Puesto que Jesús, cuando resucitó al tercer día, aún no había subido al Padre (Juan 20:16-18), ¿pudo ser, acaso, que Su espíritu humano –una entidad autónoma y consciente,– se separase de su cuerpo para acceder en ese día al Paraíso, seguido por el espíritu del buen ladrón? Pero, en ese caso, debemos preguntarnos si Jesús poseía también dos espíritus, el correspondiente a la naturaleza humana y el del Ser divino, pues sabemos que Dios es Espíritu (Juan 4:24). En cualquier caso, para aceptar el supuesto de que el alma o el espíritu humano puede sobrevivir conscientemente fuera del cuerpo humano, habría que poder demostrarlo bíblicamente.

Lo que no es motivo de discusión, puesto que es el fundamento de la verdadera y auténtica fe cristiana, es que el Hijo de Dios, Segunda Persona de la divinidad, consustancial y de la misma naturaleza que Dios, el Padre, tomó además la naturaleza humana, es decir, se encarnó en el Hombre Jesús, para poder vivir y morir como otro ser humano; y para eso se convirtió en el Hijo del Hombre, para poder entregar Su vida por el género humano, al que vino a rescatar.

Por lo tanto, la muerte del Hombre Jesús –en el sentido médico o científico del término, es decir, la muerte cerebral– no fue distinta de la que cualquier ser humano sufre o puede experimentar. Pero ¿qué ocurrió con Su naturaleza divina? Simplemente, permaneció inmutable. Su naturaleza divina, no es que volviese al Padre tal como era en la eternidad, sino que nunca se separó de Él; porque Dios es una Unidad indivisible e inmutable, en la que las tres Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo subsisten en un solo Ser. La muerte del Hombre Jesús no afectó a la existencia del Ser divino, en ninguna de Sus tres Personas. Si Dios Padre es Espíritu (Juan 4:24), también lo es Su Hijo, antes de la Encarnación, durante y después de la misma.

Observemos que, mientras que el Hombre Jesús vivía en la Tierra, el Hijo de  Dios, Segunda Persona de la Divinidad, no tuvo necesidad de abandonar el Cielo, ni hacer una escisión en el Ser de Dios, para poder encarnarse y tomar cuerpo humano; sino que su cualidad de Dios, la omnipresencia, le permitía estar simultáneamente en el Cielo, como Dios, y en la Tierra como Hijo del Hombre. A esto parece apuntar el enigmático versículo del capítulo tres del Evangelio de San Juan (3:13), sobre el que también redacté un artículo titulado: ¿Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo?

Juan 3:13: Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.

En aquella ocasión escribí que solo el Hijo de Dios, que proviene del Cielo, ha podido descender para revelarnos las cosas celestiales que son esenciales para la salvación de los seres humanos. Es decir, el énfasis no está en que “nadie subió al cielo” sino en el hecho que aunque haya habido alguien que haya subido, nunca nadie habría podido descender para revelar las cosas celestiales, pues ellas solo corresponden a Dios, y ningún ser humano tiene acceso a Dios, excepto “el Hijo del Hombre que está en el cielo”. Al mismo tiempo – ubicuidad u omnipresencia–, Jesús, como Hijo del Hombre, está en la Tierra, y como Hijo de Dios es omnipresente y también está en el Cielo simultáneamente.

El Hijo de Dios tomó cuerpo humano verdadero, en un momento determinado de la historia de este planeta, y durante tres días ese ser humano, fruto de la acción del Espíritu Santo en el seno de la virgen María, cuando llegó su hora, sencillamente, murió o dejó de vivir, es decir, permaneció muerto, sin ningún tipo de vida, como le ocurre a cualquier otro ser humano cuando muere.

¿De dónde viene la creencia de que cuando uno muere, el espíritu, entidad autónoma que tiene vida consciente en sí misma se separa del cuerpo para vivir en otra dimensión o estado?

¿En qué se fundamenta esa creencia, sino solo en el ansia o anhelo humano comprensible de existir eternamente?

Puesto que “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8), al tomar cuerpo humano no cambió la esencia y sustancia del Hijo de Dios, sino que sencillamente añadió la naturaleza humana a Su eterna naturaleza divina.

El Hombre Jesús, que murió en la cruz, cuando resucitó al tercer día, pudo, ciertísimamente y con todo rigor, decirle a María Magdalena: “aún no he subido a mi Padre” (Juan 20:17), porque esa era la verdad absoluta, ya que el espíritu o alma no tiene existencia consciente después de que el cuerpo muere.

Por lo tanto, si el alma o el espíritu humano del Hombre Jesús, hubiera tenido vida consciente y autónoma, una vez separado de Su cuerpo muerto, el día viernes del año 30 d.C., en que expiró, y hubiera ido al Paraíso o al trono del Padre celestial –como sostienen la Iglesia católica y la mayoría de las iglesias evangélicas–, Jesús no habría podido decirle a María Magdalena: “aún no he subido a mi Padre” (Juan 20:17).

Juan 20:16-18: Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). (17) Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. (18)  Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas.

5. ¿Qué es el Hades? ¿Quiénes son los que van al Hades?

“Hades” es la palabra griega que traduce el término hebreo “Seol”, que se usa en el Antiguo Testamento. Los vocablos Seol y Hades, aparecen unas treinta veces en el Antiguo Testamento (Núm. 16:33; Dt. 32:22; Sal. 6:5; 9:17; 16:10; 49:15; 55:15; 86:13; 88:3,4,10-12; Pr. 5:5; 9:18; Isaías 28:15; 38:10; 57:9; Oseas 13:14; Am. 9:2: Jon. 2:2; etc.) y siete en el Nuevo Testamento (Mt. 11:23; 16:18; Lc. 16:23; Hch. 2:27,31; Ap. 1:18; 6:8; 20:14), respectivamente.

Los siguientes textos aclaran bastante lo que representa el Seol, o, el Hades, puesto que son dos vocablos para denominar una misma cosa:

Números 16:30-33: Mas si Jehová hiciere algo nuevo, y la tierra abriere su boca y los tragare con todas sus cosas, y descendieren vivos al Seol, entonces conoceréis que estos hombres irritaron a Jehová. (31) Y aconteció que cuando cesó él de hablar todas estas palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos. (32) Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes. (33) Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación.

El Seol es, pues, básicamente, un lugar, morada de los muertos, símbolo del cementerio, o del sepulcro, es decir, un lugar bajo tierra donde normalmente se entierran a los muertos; tenebroso y sombrío lugar al que todos vamos a parar, más tarde o más temprano, cuando morimos, del que nadie tiene posibilidad humana de salir vivo sino es mediante la resurrección. Pero representa también el poder corrompedor y destructor del pecado, la muerte y el diablo. Para los creyentes es un lugar de paso provisional, “porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz [la del Hijo del Hombre]; (29) y los que hicieren lo bueno, saldrán  a resurrección de vida…” (Juan 5:28-29pp.); pero el destino de los malvados es muy distinto, pues Jesús afirma, en la última parte del versículo veintinueve, que “los que hicieron lo malo, [saldrán] a resurrección de condenación”  [o de “juicio”, NBJ,1998] (Juan 5: 29úp.).

Nótese que en los pasajes, transcritos antes, del libro de Números (16:30-33),  se ve claramente, que [todos los hombres que siguieron a Coré en su rebelión a Dios] aunque descendieron vivos al Seol, es decir, fueron tragados cuando “se abrió la tierra que estaba debajo de ellos”“perecieron”, porque los cubrió la tierra, y como consecuencia dejaron de respirar.

Por lo tanto, ¿qué vida puede haber bajo tierra sin oxígeno? ¿Puede haber algún tipo de vida espiritual? En el supuesto que existiera muy pobre sería. Veamos cuán descriptivo es el siguiente texto que se refiere al Seol:

Eclesiastés 9:10: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría. 

En el Seol no hay, pues, ningún tipo de vida, ni material ni espiritual. Compárese con Salmo 6:5; 16:10; 49:15; Isaías 38:18; Amós 9:2.

Salmos 9:17: Los malos serán trasladados al Seol, Todas las gentes que se olvidan de Dios.

Salmos 49:14: Como a rebaños que son conducidos al Seol, La muerte los pastoreará, Y los rectos se enseñorearán de ellos por la mañana; Se consumirá su buen parecer, y el Seol será su morada.

Salmos 86:13: Porque tu misericordia es grande para conmigo, Y has librado mi alma de las profundidades del Seol.

Salmos 88:3-6: Porque mi alma está hastiada de males, Y mi vida cercana al Seol.  (4)  Soy contado entre los que descienden al sepulcro;  Soy como hombre sin fuerza,  (5)  Abandonado entre los muertos, Como los pasados a espada que yacen en el sepulcro,  De quienes no te acuerdas ya, Y que fueron arrebatados de tu mano.  (6)  Me has puesto en el hoyo profundo, En tinieblas, en lugares profundos.

Salmos 16:9-11: Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; Mi carne también reposará confiadamente; (10) Porque no dejarás mi alma en el Seol, Ni permitirás que tu santo vea corrupción.  (11)  Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre.

Ahora, si comparamos los textos del libro de los Salmos (16:9-11) con los pasajes del capítulo dos del libro de los Hechos de los Apóstoles (2:9-36), comprobaremos, en primer lugar, lo que ya sabíamos: que el Seol es lo mismo que el Hades. Y en segundo lugar, que los textos que cita el rey David en dichos Salmos, se refieren a que él mismo “siendo profeta… (31)… habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción” (Hechos 2: 30-31; cf. 2: 25-28).

Dada la importancia de estos pasajes, prefiero transcribir un contexto suficiente que permita comprender y analizar mejor los mismos:

Hechos 2:22-28: Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis;  (23)  a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole;  (24)  al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.  (25)  Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí;  Porque está a mi diestra, no seré conmovido.  (26)  Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua,  Y aun mi carne descansará en esperanza;   (27)  Porque no dejarás mi alma en el Hades,  Ni permitirás que tu Santo vea corrupción.  (28)  Me hiciste conocer los caminos de la vida;  Me llenarás de gozo con tu presencia.

Hechos 2:29-36: Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.  (30)  Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono,  (31)  viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.  (32)  A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.  (33)  Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.  (34) Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,  (35)  Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.(G)  (36)  Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

Por lo tanto, de todos los textos citados no podemos sino deducir que la única esperanza que tenía el patriarca David, por la cual su “corazón se alegró, y se gozó [su] lengua”, fue su fe en la resurrección de la carne: “Y aun mi carne descansará en esperanza; (27) Porque no dejarás mi alma en el Hades (Hechos 2: 26,27). Es decir, su esperanza de sobrevivir a la muerte estaba puesta en la futura resurrección de Cristo –un indudable evento que ya es histórico para todos los que han y hemos vivido después de la misma–, la cual esperanza es idéntica a la que tenemos todos los creyentes cristianos; puesto que David tuvo una experiencia con la muerte semejante a la de todos los seres humanos, “murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy” (Hechos 2: 29pú.) “. …porque David  no subió a los cielos” (Hechos 2: 34 pp).

Notemos que “David no subió a los cielos”, no porque hubiera sido condenado a ir al infierno, sino sencillamente porque no había llegado el día de la Resurrección, la cual se efectuará, para todos los salvados de todas las épocas, en el día de la Segunda Venida de Cristo (1ª Tes. 4:13-18).

1 Tesalonicenses 4:13-18: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. (14)  Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. (15) Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. (16) Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. (17) Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.  (18)  Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.

En resumen, todos los seres humanos que han muerto y que irán muriendo hasta la Parusía de nuestro Señor Jesús están o van al Seol (hebreo) o Hades (griego), que es lo mismo que el cementerio o el sepulcro, o cualquier otro lugar, ya sea mar o tierra: “…hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19; cf. Apocalipsis 20:13-15:).

Apocalipsis 20:13-15: Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. (14) Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. (15) Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

“No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; (29) y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación”  (Juan 5:28-29).

1 Corintios 15:13-23: Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. (14) Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. (15) Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. (16) Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; (17) y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.  (18)  Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron (19) Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.  (20)  Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.  (21)  Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. (22) Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.  (23)  Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.

Por lo tanto, nuestra salvación solo está en Cristo y en la Resurrección futura: “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. (4) Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Colosenses 3:3-4).

¡Gracias a Dios, por Jesucristo,  “el que vive, y estuvo muerto; pero que vive por los siglos de los siglos, amén; y tiene las llaves de la muerte y del Hades”!. (Permítaseme que haya hecho esta paráfrasis de Apocalipsis 1:18).

Hebreos 2:9-15: Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. (10)  Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. (11) Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, (12) diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre,  En medio de la congregación te alabaré. (13) Y otra vez: Yo confiaré en él. Y de nuevo: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio. (14) Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, (15) y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.

6. ¿Demuestra la parábola del Rico y Lázaro que los espíritus de Abraham y Lázaro están ahora viviendo, como seres autónomos dotados de plena consciencia, en el Paraíso celestial y en el infierno, respectivamente (Lucas 16:19-31)?

No es de extrañar que la doctrina católica, que se apoya no solo en las Sagradas Escrituras sino que considera de igual autoridad la Tradición y su Magisterio, sostenga la inmortalidad del alma, y que enseñe que las almas o los espíritus de los muertos, inmediatamente cuando salen del cuerpo muerto, son juzgados por Dios, en un juicio particular para cada ser humano que muere; y como consecuencia del mismo, Él los envía al cielo, al infierno o a un lugar intermedio llamado Purgatorio, donde las almas se terminan de purificar hasta que sean dignas de acceder al cielo.

Sin embargo, me deja perplejo que la mayoría del mundo evangélico o protestante haya dado por buenas las citadas creencias católicas, exceptuando el Purgatorio. Para los evangélicos, solo caben dos opciones, las almas van al cielo o al infierno. Tanto los católicos como los evangélicos consideran o toman la parábola del Rico y Lázaro (Lucas 16:19-31) como literal. Por eso, no está demás transcribirla a continuación:

Lucas 16:19-31: Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. 20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, 21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. 22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. 23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. 24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. 25 Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. 26 Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. 27 Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, 28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. 29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. 30 El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. 31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.

En dicha parábola, se citan dos zonas que están separadas por una “gran sima” (Lucas 16:26) (1), formando dos sectores diferenciados, al parecer, uno para los perdidos y el otro para los salvados. Uno de estos compartimientos –el de los condenados o perdidos– es llamado el Hades, un lugar donde supuestamente va a parar el espíritu del hombre rico para sufrir tormentos (Lucas 16:23,24). Sin embargo, nótese que se describe el espíritu de Lázaro como teniendo ojos y lengua que necesitaba ser refrescada con agua, porque estaba siendo atormentado por una llama.

El otro lugar, adyacente al Hades, que estaba separado solo por “una gran sima”, es llamado el “seno de Abraham” (Lucas 16:22); la parábola relata que, al morir, el mendigo Lázaro fue llevado por los ángeles a este último lugar. Se describe un diálogo en el que el Rico, al ver “de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno (V.23)”, le pide ayuda: Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado”  (Lucas 16:25).

En primer lugar, el contenido de la parábola, independientemente que derive de hechos o personajes históricos o simplemente fruto de la tradición existente, se sitúa, evidentemente, en el pasado, en la época de Jesús o anterior, antes del juicio final por tanto. Esta ubicación en el tiempo se evidencia porque el rico ruega a Abraham para que envíe a Lázaro a testificar a sus cinco hermanos (del hombre rico), a fin de que ellos pudiesen ser salvos, y no fuesen también a ese lugar de tormento donde estaba el rico. Claramente este ruego del rico no tendría sentido si se ubicara después del juicio final, cuando ya no hay lugar para predicar la Palabra de Dios.

Sin embargo, nótese que el relato no nos habla, en ningún momento, de las almas o espíritus del rico y de Lázaro sino de sus personas enteras con cuerpo incluido. Se nos describe al rico sufriendo, en su cuerpo físico, el tormento de una llama, lo que contradice claramente la enseñanza de la Escritura, de que los cuerpos son resucitados en la Segunda Venida del Señor Jesús, que es cuando se realiza el juicio.

En segundo lugar, la figura literaria, que emplea Jesús en este relato, llamada prosopopeya, al igual que sus parábolas, tiene indudablemente un objetivo pedagógico,  que en este caso no consiste en enseñar la existencia de vida consciente del espíritu o alma, sin el cuerpo, después de la muerte, pues ya hemos comprobado que en toda la narración no aparecen tales conceptos. Asimismo, Jesús no está confirmando la existencia real de dos lugares adonde van los muertos para desarrollar otro tipo de vida.

Según la descripción citada antes, el lugar donde es llevado Lázaro por los ángeles es denominado, el seno de Abraham, y allí reside Abraham (obsérvese que no está en el cielo). Y separado, por “una gran sima”, se encuentra el otro sitio llamado el Hades. Es curioso notar que los habitantes de uno y otro lado podían observarse y hasta comunicarse verbalmente. Por otro lado, por el resto de la Palabra de Dios sabemos que el Hades, equivalente al Seol, no es un lugar de tormentos, sino la morada de los muertos o cementerio.

¿Acaso nos dice la Biblia que el espíritu de Abraham vive en algún lugar?

Génesis 25:7-9: “7 Y estos fueron los días que vivió Abraham: ciento setenta y cinco años. 8 Y exhaló el espíritu, y murió Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue unido a su pueblo. 9 Y lo sepultaron Isaac e Ismael sus hijos en la cueva de Macpela, en la heredad de Efrón hijo de Zohar heteo, que está enfrente de Mamre, 10 heredad que compró Abraham de los hijos de Het; allí fue sepultado Abraham, y Sara su mujer.”

Abraham, como le ocurre a toda persona al morir, exhaló su espíritu, y su cuerpo fue sepultado. La Biblia no dice que fue al cielo. En cambio, si tomamos las palabras literales de Jesús como si se tratase de la descripción de hechos, lugares y personajes reales, deberíamos admitir que Abraham, toda su persona –pues la Biblia no habla en ningún momento del alma o del espíritu de Abraham– está viviendo en un lugar llamado “el seno de Abraham”, donde también ha ido a parar el mendigo Lázaro, y nadie más que se sepa. En ninguna parte de la Biblia, que yo conozca, se nombra o se describe este lugar. No obstante, si realmente existiese, no estaría muy lejos del lugar llamado el Hades, puesto que están separados por “una gran sima”, pero que ésta no impide que  el Rico y Abraham se puedan observar y comunicar verbalmente, aunque ese obstáculo o frontera sí tiene capacidad de evitar que sus habitantes pasen de un lugar a otro.

Nótese que el rico sólo habla con Abraham para solicitarle que envíe a Lázaro a fin de prevenir a sus cinco hermanos de los tormentos a que podían verse sometidos cuando murieran, si se comportaban como él mismo lo había hecho. Es evidente que todo es figurativo. Se está poniendo en boca del rico muerto una petición a un personaje histórico muerto, y que en el supuesto que el alma o espíritu de Abraham viviera de forma consciente como una persona, le resultaría imposible a él, hacer que Lázaro resucite y vuelva a la Tierra sólo para informar a los hermanos del Rico del castigo a que pueden estar expuestos. En la respuesta de Abraham se ve claramente que él no piensa que sea posible enviar el espíritu de Lázaro a la Tierra si previamente no fuese resucitado.  Por eso Abraham le responde al Rico: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los muertos” (Lucas 16:31). “Levantarse de los muertos” sin duda significa ser resucitado. Por otra parte, la repuesta que Jesús pone en boca de Abraham a la petición de ayuda del Rico no es un hecho histórico sino que forma parte de la misma escenografía, pues la razón aducida por Abraham –recibiste tus bienes en tu vida”– no es razonable, ni lógica, ni ajustada al espíritu de la Biblia. Nadie es condenado por el hecho de ser rico y de tener muchos bienes, sino por hacer mal uso de ellos y ser inmisericorde.

Ahora, vamos a tratar de identificar el lugar donde fue a parar el Rico llamado el Hades.  La última parte de Lucas 16:22 dice: “…Y murió también el rico, y fue sepultado.”, y a continuación en el versículo 23: “Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno”. Notemos que la Escritura dice claramente que el Rico fue sepultado. Sin embargo, no dice que su espíritu o alma fuese al Hades, sino que más bien, identifica el Hades con la sepultura (al igual que el Seol en el A.T.), pues desde allí el Rico “alza sus ojos”. Es decir, ¿Dónde están sus ojos? En su cuerpo. ¿Dónde fue puesto su cuerpo? En la sepultura.

El relato es claramente una prosopopeya, que según alguna de las definiciones de los diccionarios, es una figura retórica consistente en presentar seres irracionales que hablan y se comportan como personas, o bien en poner el escritor o el orador palabras o discursos en boca de personas verdaderas o ficticias, vivas o muertas. Generalmente su objeto es dar una enseñanza moralizante, por medio de personajes y lugares reales o de ficción. Más adelante, pues, trataremos de identificar cual es la lección, enseñanza o doctrina que quiere mostrarnos nuestro Señor Jesús.

Lucas 16:23, 24: “(23) y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. (24)Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua”,  porque estoy atormentado en esta llama.”

Nos parece una parábola, o prosopopeya, además de por las razones ya citadas, por las siguientes:

    • Es evidente que cuando alguien muere, el cuerpo queda en la sepultura, se convierte en polvo y no será recreado hasta la resurrección. En el supuesto que el alma o espíritu tuviese existencia o vida independiente del cuerpo, ¿podría tener ojos (vers. 23), lengua (vers. 24), dedos (vers.24), como se menciona en la parábola?
    • ¿Podría ser refrescado o aliviado el atormentado Rico con que sólo la punta del dedo de Lázaro, mojada con agua tocase su lengua, cuando estaba siendo atormentado en una llama?
    • La parábola no nos describe el espíritu desencarnado del Rico consumiéndose o ardiendo en un supuesto infierno al que se le llamaría Hades, sino a la persona entera, con su cuerpo, como si estuviera viva, cuando sabemos que su cuerpo está en la sepultura y allí no existe un fuego eterno.
    • ¿Nos está enseñando la Palabra de Dios que las almas que están en el infierno  pueden hablar o comunicarse con las que se hallan en el cielo? O bien, como se presenta en la parábola, ¿es una realidad que las almas que están en el  “Hades”, en este caso la del Rico, se pueden comunicar con las que están en el “seno de Abraham”  donde reside, según la parábola, al menos Abraham y el mendigo Lázaro? No tiene ningún sentido, y además se contradice, como hemos visto, con otras partes de la Biblia. En mi opinión, esta narración no tiene por objeto, describirnos, el cielo, ni el infierno, ni que existe consciencia después de la muerte, sino lo que veremos más adelante. Además, si el Hades es un lugar de tormento, ahí van a parar todos los muertos, los buenos y los malos, incluso la Biblia dice que Jesús al morir fue al Hades.
    • Aunque pudiesen haber existido los personajes citados (el Rico y Lázaro) –con las citadas características extremas, de riqueza por un lado, y de pobreza e indigencia por el otro, lo que no es de extrañar, pues siempre ha habido pobres y ricos–, el relato no trata de dar una descripción histórica de los personajes y de los lugares de destino, como sitios de recompensa, castigo o premio, pues el mero hecho de ser rico o pobre en esta vida no conduce necesariamente a uno de los dos lugares descritos anteriormente. Se trata, pues, de una parábola la cual debemos interpretar y, según las reglas de interpretación de las mismas, averiguar qué enseñanza o enseñanzas pretende trasmitirnos.
    • Puedo encontrar, fundamentalmente, primero, la enseñanza de que la salvación viene por el  oír la Palabra de Dios: “A Moisés y a sus profetas tienen; óiganlos” (Lucas 16:29; cf. Romanos 10:17); segundo, que las personas no son convertidas por ciertos acontecimientos por muy milagrosos que sean. Esto se refiere al hecho de que si las personas no llegan a creer mediante la predicación de la Palabra, tampoco creerán si vieren un milagro, como el que cita aquí, “aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16:31). También, podemos ver un sentido moralizante o de advertencia sobre los destinos a los que nos puede llevar nuestra conducta en esta vida:  A los «fariseos, que eran avaros», como se lee poco antes (Vers. 14), Jesús enseña que en la vida futura habrá un destino diferente de acuerdo con la actitud que cada uno haya tomado en la tierra frente a Dios y a los bienes de este mundo.

Con esta parábola Jesús no confirma  en absoluto que haya vida consciente sin cuerpo después de la muerte sino que, por el contrario, hace referencia a la resurrección como única posibilidad de comunicarse con los vivos: “Si no oyen a Moisés y a los profetas tampoco se persuadirán  aunque alguno se levantare (resucite) de los muertos  (Vers. 31). Luego para Jesús, la única posibilidad de que alguien del más allá se comunique con los vivos de este mundo es mediante la resurrección.

La ingenuidad y sencillez del relato, el hecho de que el Rico pudiera ver a Abraham y al mendigo lázaro, siendo que el primero está en un supuesto infierno temporal y los otros dos en una especie de paraíso transitorio, evidencia que se trata de una parábola, que como tal no pretende describir una realidad espiritual sino solo una enseñanza moral. Aunque parezca increíble tanto católicos como evangélicos toman este relato de Jesús como algo real.

7. ¿Fue el buen ladrón, que fue crucificado al lado de Jesús, al Paraíso, el mismo día que murió, sin esperar al día de la Resurrección? (Lucas 23:43).

Era importante entender bien la parábola del Rico y Lázaro para poder interpretar adecuadamente las palabras que Cristo en la cruz dirige al “buen ladrón”: Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). Aunque este texto es de la versión de la Biblia de Reina-Valera de 1960, y las palabras que contiene y sentido de la frase son similares o prácticamente iguales en muchas otras versiones o traducciones de la Biblia, he encontrado dos versiones algo distintas:

Nueva Reina Valera de 1990 (NRV1990). Lucas 23:43: “Entonces Jesús le contestó: «Te aseguro hoy, estarás conmigo en el paraíso».

Sagrada Biblia Nácar Colunga de 1944 (N-C). Lucas 23:43: “Él le dijo: En verdad te digo, hoy serás conmigo en el paraíso”.

Observemos que según en lugar donde se coloque una coma cambia el sentido totalmente.

El malhechor crucificado al mismo tiempo que Jesús, conocido como el “buen ladrón”, poco antes de morir, demostró su fe reconociendo a Jesús como su Salvador, por lo que recibió la promesa de que iría al paraíso. Podemos leer el contexto más amplio en Lucas 23: 39-43. Nuestro análisis se enfoca a los siguientes dos textos 42 y 43 de Lucas 23.

Lucas 23:42-43: “(42) Y dijo a Jesús: acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. (43) Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”

En esta declaración de Jesús, tal como está expresada en la mayoría de las traducciones, muchos han querido encontrar la confirmación de que el alma o el espíritu son inmortales, y que cuando uno muere, sólo muere el cuerpo, en tanto que el espíritu sigue viviendo, de forma consciente, y es trasladado al Paraíso.

En primer lugar, cualquier pasaje o versículo de la Biblia se debe interpretar siempre a la luz del contexto inmediato, cercano, lejano, así como del contexto general de la entera Palabra de Dios. Por tanto, no sería correcto que sobre un versículo aislado, sacado totalmente de su contexto y sin tener en cuenta el resto de la Biblia, se pretendiera extraer, y fundamentar la doctrina de la supervivencia e inmortalidad del alma después de la muerte.

En segundo lugar, el significado o sentido último que obtengamos o que se desprenda de la lectura superficial y ligera del mismo no puede estar en contradicción con las declaraciones y afirmaciones del resto de la Biblia. Si este fuera el caso deberíamos pensar que se interpreta incorrectamente o que la traducción del texto literal ha podido tener algún error.

La Biblia es la Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo, a los profetas y hombres santos de Dios, y por eso no puede contradecirse. Sin embargo, debemos ser conscientes de las limitaciones humanas y de la imperfección del lenguaje, y de posibles errores de los traductores y copistas.

Los seres humanos al ser imperfectos, y actuar con ideas preconcebidas y prejuicios, empezando por los traductores más y menos antiguos, y siguiendo por todos y cada uno de los que interpretan la Biblia, han podido cometer errores, que no obstante, son detectables cuando analizamos el texto, sin partidismo, con imparcialidad, tratando, en todo momento, de dar al texto en cuestión un sentido que armonice con el conjunto total de la Revelación que Dios ha dado a la humanidad.

La doctrina católica refiere que las almas o los espíritus de los muertos, inmediatamente cuando salen del cuerpo muerto, son juzgados por Dios, en un juicio particular para cada ser humano que muere, y como consecuencia del mismo, Él las envía al cielo, al infierno o a un lugar intermedio llamado Purgatorio donde las almas se terminan de purificar hasta que sean dignas de acceder al cielo.

Esta creencia católica es bastante similar a la del cristianismo evangélico, si se exceptúa el Purgatorio. Para los evangélicos, solo caben dos opciones, las almas van al cielo o al infierno. Tanto los católicos como los evangélicos consideran o toman la parábola del Rico y Lázaro (Lucas 16:19-31) como literal, basándose en la misma para fundamentar la esencia de esta doctrina.

Tanto los católicos como los evangélicos consideran o toman la parábola del Rico y Lázaro (Lucas 16:19-31) como literal, basándose en la misma para fundamentar la esencia de esta doctrina; y por lo tanto, al interpretar literalmente las palabras que Jesús le dijo al “buen ladrón” –De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43) deducen lo siguiente:

    • A) El espíritu de Jesús, el mismo día de la crucifixión fue directamente al “paraíso”.
    • B) Igualmente, el espíritu del buen malhechor fue con Jesús al “paraíso”, también en ese mismo día.
    • C) Tanto unos como otros consideran que el espíritu o alma que se separa del cuerpo muerto es una entidad autónoma que tiene vida consciente en sí mismo.

Sin embargo, observemos que el malhechor arrepentido no pretende ni pide estar en el “paraíso” con Jesús en ese mismo día, sino que denota ser bastante conocedor de la Sagrada Escritura al rogarle: “acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.” (Lucas 23:42). Esa es la petición correcta y la clave para entender lo que responde Jesús, que coincide plenamente con la bienaventurada esperanza de todos los cristianos de la venida en gloria de nuestro Salvador y Redentor Jesucristo al final del mundo (Tito 2:13; Mateo 24:31; 25:31; Marcos 13:26-27; Lucas 13:28; etc.).

La Palabra de Dios afirma en multitud de textos que los creyentes irán al “paraíso” al fin de este mundo, Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, (32)  y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.” (Mateo 25:31,32).

Entonces, “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, no antes, sino en la Parusía, será cuando cada uno recibirá su alabanza de Dios, y serán vivificados, es decir, los muertos vuelven a vivir.

Mateo 24:31: Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.

1ª Corintios 4:5: Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.

1ª Corintios 15:22-23: Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.  (23)  Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.

1ª Corintios 15:51-55: He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,  (52)  en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.  (53)  Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. (54) Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.  (55)  ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?

Colosenses 3:4: Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.

1ª Tesalonicenses 2:19: Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?

1ª Tesalonicenses 4:13-17: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.  (14)  Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.  (15)  Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.  (16)  Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.  (17)  Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.(A)

2ª Tesalonicenses 1:7-10:  y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder,  (8)  en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo;  (9)  los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder,  (10)  cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros).

2ª Tesalonicenses 2:1: Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristoy nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos,

2ª Timoteo 1:12: Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.

2ª Timoteo 4:7-8: He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.  (8)  Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

La vida eterna no es algo inherente a la naturaleza humana sino un don de Dios que se alcanza mediante la fe en Cristo.

Juan 6:40: Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

Juan 6:47: De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.

Jesucristo, sin lugar a dudas, vincula la vida eterna con la resurrección en el día postrero. Luego hasta la resurrección no hay vida y por tanto posibilidad de gozar del “paraíso”.

Juan 8:51: De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte.

¿Cómo entender esta afirmación de Jesús porque obviamente la muerte no ha dejado de existir y existirá hasta su venida gloriosa?

La primera muerte es natural y en la Biblia se equipara con un estado de inconsciencia similar al sueño. Jesús claramente se refiere a la muerte segunda (Apocalipsis 19:20; 20:10; 20:14, 15; 21:8), de la que no se puede resucitar pues es el castigo definitivo y eterno en sus consecuencias que reciben los malvados, consistente en “pena de eterna perdición” (Mateo 25:46; 2ª Tesalonicenses 1:9).

Juan 11:25-26: Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.  (26)  Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Jesús afirma “aunque esté muerto, vivirá”, luego la vida eterna es un suceso que está en el futuro, y por tanto, no se produce cuando uno muere sino cuando resucite al fin de los tiempos. La condición para no morir eternamente es creer en Jesús.

Juan 14:3: Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

Los salvos irán con Jesús al Paraíso cuando Él vuelva en gloria y los lleve consigo a ese Reino (1ª Tesalonicenses 4:13-18), preparado desde la fundación del mundo (Mateo 25:34).

Ahora, es necesario preguntarnos ¿cómo pudo Cristo prometer  al “buen ladrón” que iría en ese mismo día al “paraíso”? ¿No está esto totalmente en contradicción con todos los otros textos de la Palabra de Dios que afirman lo contrario y con lo que Él mismo dijo en muchas ocasiones?

¿No puede haber un error en la traducción de ese texto tan discordante porque afirma “hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23: 43) echando por el suelo y contradiciendo abiertamente todos los otros muchos pasajes bíblicos, incluso aseveraciones del propio Jesús?

En la frase de Jesús de Lucas 23:43 existen dos palabras clave que es necesario analizar para interpretar correctamente el texto bíblico: “hoy” y “paraíso”, y una tercera, la conjunción “que”, la cual, no está, al parecer, en los manuscritos más antiguos.

Lucas 23:43: “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso

Se ha probado suficientemente por la sola Biblia que al Paraíso nadie va sino es mediante la resurrección. Ahora, abordaremos en primer término, lo que significa “paraíso” y en que lugar se encuentra o se ubica, según la Biblia misma. En segundo lugar, estudiaremos si, para evitar contradicción en el contexto bíblico, fuese más correcto que el adverbio “hoy” en esa declaración de Jesús calificase al verbo “decir” (“digo”), en lugar de  al verbo “estar” (“estarás”).

¿Dónde ubica la Biblia el paraíso?

Todos estaremos de acuerdo que el paraíso primitivo estaba en el huerto del Edén, donde Adán y Eva vivieron hasta que pecaron (Génesis 2:8-15; 3:22). Allí se encontraban dos famosos árboles: el de la ciencia del bien y del mal y el árbol de la vida en medio del huerto. Éste último sólo está en el paraíso, como comprobaremos más adelante en el libro de Apocalipsis.

Génesis 2:8-10: “Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y  puso allí al hombre que había formado. 2:9 Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida  en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. 2:10 Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos.”

Génesis 3:22: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de  nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.”

¿Dónde se encuentra actualmente el paraíso según la Biblia?

Por los siguientes versos deducimos que el árbol de la vida está actualmente en medio del paraíso de Dios.

Apocalipsis 2: 7: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.”

¿Está el paraíso en el Hades, en el “seno de Abraham” o en el cielo con Dios?

Aparte de la parábola del Rico y Lázaro, que ya analizamos anteriormente y en otro estudio, no hay apoyo bíblico para la creencia de que el paraíso se encuentre actualmente en el Hades o cerca del mismo. Incluso esta parábola no se refiere al paraíso sino al “seno de Abraham”.

Apocalipsis 22:2 nos expresa claramente que el trono de Dios y del Cordero estará en el paraíso, donde también está “el árbol de la vida”, y sabemos que el trono de Dios está en el cielo y no cerca del Hades, que según la parábola sería un lugar de tormentos, pero que en realidad no es más que una figura que representa al cementerio o la sepultura.

Apocalipsis 22:1-4,14: “Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. 2 En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. 3 Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, 4 y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. 5 No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos. [… ] 14 Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.”

Concluimos, pues, que el paraíso está en el cielo, donde se encuentra el trono de Dios, y allí está también el árbol de la vida, semejante al que estaba en el Edén de la primitiva Tierra. Seguidamente veremos que Jesús, mientras estuvo muerto, no pudo estar en el paraíso y sólo cuando resucitó fue al cielo.

¿Dónde fue Jesús el mismo día (viernes santo del año 30 d.C.) cuando murió en la cruz?

¿Fue Jesús directamente al paraíso en ese mismo día o tuvo una estancia de tres días bíblicos en el Hades o sea en la sepultura?

En ese mismo día tampoco Jesús fue al paraíso, porque Jesús resucitó al tercer día, el domingo de resurrección, y esa declaración la hizo el viernes, cuando murió, tres días antes de su resurrección. Es necesario saber que en la tradición judía, o sea bíblicamente hablando cuentan el día de la muerte y el de la resurrección como días enteros e inclusivos. Jesús murió un viernes por la tarde a la hora novena –las seis de la tarde– (Marcos 15:34), y resucitó el primer día de la semana (domingo). Sin embargo, cuando llegaron las mujeres a su sepultura “muy de mañana” (Lucas 24:1) “ya salido el sol” (Marcos 16:2), pero “siendo aún oscuro” (Juan 20:1), Él ya había resucitado. Por tanto, Jesús estuvo en el Hades, o sea en el sepulcro, apenas unos pocos minutos del viernes, porque el día bíblico termina a la puesta de sol, todo el día sábado, y una parte de la noche del sábado al domingo. Puesto que las mujeres fueron muy de mañana y ya había resucitado Jesús, pues la tumba estaba vacía, quiere decir que Jesús resucitó en cualquier momento desde la puesta de sol del día sábado hasta poco antes de que llegaran las mujeres. Por eso la Palabra dice que resucitó al tercer día, porque se computan ambos días, el viernes de su muerte y el domingo cuando resucitó.

En cualquier caso, Cristo no subió al Cielo el mismo día viernes en que murió. ¿Por qué afirmamos esto? Porque cuando Jesús, el domingo, acababa de resucitar, se le presentó a María, y le dijo: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.” (Juan 20:17). Luego es evidente que Jesús no se había presentado ante el Padre que está en el Cielo. Luego tampoco fue al paraíso, porque, como hemos probado antes, el paraíso no está en el Hades sino con Dios en el cielo.

Por otra parte, el Salmo 16:10, refiriéndose a Jesús, dice: “Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción.”, y en Hechos 2: 27, durante su primer discurso, Pedro identifica el Hades con el Seol, y, también, que David en ese Salmo se estaba refiriendo proféticamente a Jesús, del que dice que no sería dejado en el Seol o en el Hades para que no sufriese corrupción.

¿Qué quiere decir: “ni permitirás que tu Santo vea corrupción”?

Significa que tanto el Seol como el Hades son lugares donde se corrompen los cuerpos de los seres humanos. Es lo mismo que ocurre en las sepulturas o tumbas. Un cadáver, a los pocos días después de ser enterrado, empieza a descomponerse, hasta convertirse en polvo con los años. Dios no permitió que esto le ocurriera al cuerpo de Jesús porque fue resucitado al tercer día de su muerte: “Porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción.” (Hechos 2: 27).

Pedro lo explica magistralmente en los versos siguientes del libro de los Hechos (2: 29-35). David, aunque fue profeta, murió y fue sepultado como todo el mundo, “porque David no subió a los cielos;…” (Hechos 2:34). Como profeta tuvo el privilegio de conocer que Cristo Jesús nacería, según la carne, de su descendencia (verso 30) y le fue revelado que Jesús sería resucitado, por lo que “su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción” (Verso 31). Sólo la resurrección evita la corrupción del cuerpo de Jesús, y da vida a su alma que había dejado de existir por tres días.

Otra prueba más: el apóstol San Pablo también afirma que el paraíso está en el cielo y no en el Hades.

2ª Corintios 12:1-4: “Ciertamente no me conviene gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. 2 Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. 3 Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), 4 que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar.”

¿Dónde fue arrebatado Pablo en visión?

“Fue arrebatado al paraíso” (2ª Corintios 12:4).

En 2ª Corintios 12:2 se nos dice que fue arrebatado hasta el tercer cielo, y en el versículo 4, se identifica el “tercer cielo” con “el paraíso”. Luego, el paraíso está en el cielo y no en el Hades. Posiblemente, el tercer cielo a que se refiere Pablo tiene que ver con el nuevo cielo que vio también Juan en visión, relatado en Apocalipsis 21:1: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. El primer cielo ya pertenece al pasado prehistórico, el cielo original de Génesis 1:1, y que luego con el diluvio sufrió una profunda transformación. El segundo cielo, que es el cielo y la tierra actual están reservados para el fuego en el día del juicio (2ª Pedro 3:7, 10). El tercer cielo, es el paraíso, y es a donde esperamos los creyentes que Cristo nos lleve en la resurrección (2ª Pedro 3: 13: “pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.”).

¿Adónde fue Jesús cuando resucitó? La respuesta está en Juan 14:1-4:

Juan 14:1-4: “1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. 4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.”

El paraíso ahora está en el cielo, que es donde Jesús nos llevará cuando él regrese de nuevo en gloria:

1ª Tesalonicenses 4:13-18: “13 Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. 14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. 15 Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. 16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. 18 Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.”

Pero nuestro paraíso definitivo se establecerá en una Nueva Tierra y en un Nuevo Cielo donde estará la nueva Jerusalén y donde Dios morará con los hombres:

Apocalipsis 21:1-4: “1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. 2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. 3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.”

8. Conclusión

A lo largo de este estudio, que se ha pretendido esté basado sólo en la Palabra de Dios, hemos visto lo siguiente:

    • El Paraíso no está en el Hades ni en el Seol, ni en “el seno de Abraham”, sino en el cielo. Aquellos son figura del lugar donde van a parar los muertos –el cementerio o la sepultura–, y ahí no hay vida de ningún tipo, ni material, ni, por supuesto, espiritual (Salmo 146:4; Eclesiastés 9:10).
    • La Biblia localiza el Paraíso en el Cielo, donde está el trono de Dios. Donde Cristo fue a prepararnos las moradas para cuando Él venga y seamos arrebatados en el aire para acudir a su encuentro (Juan 14:1-4; 1ª Tesalonicenses 4:13-18; Apocalipsis 2: 7;  21:1-4)
    • Jesús no subió al Cielo ni fue al Paraíso el día que murió, pues estuvo en la sepultura o sea el Hades o el Seol, hasta el tercer día. Él mismo lo afirmó, al poco de resucitar, en Juan 20:17: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.”
    • Ningún ser humano cuando muere va al Cielo, si antes no es resucitado y transformado en cuerpo glorioso (1ª Corintios 15:51-57). Ni siquiera David subió a los cielos (Hechos 2:24-35). Cuando uno muere “sale su aliento, y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos” (Salmo 146:4; véase también Eclesiastés 9:10: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.).
    • Si nadie va al Paraíso hasta que Jesús nos resucite, se deduce fácilmente que el buen ladrón que fue crucificado al lado de Jesús, tampoco estará en el Paraíso, pues no hay en la Biblia nada que indique que Dios haya querido hacer una resurrección parcial para este buen hombre, la cual, incluso se habría anticipado a la del Hijo Dios, Jesús. Por otro lado, el ruego que hace el buen ladrón a Jesús, era totalmente correcto, él pide: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.” Está claro cuando esperaba recibir la recompensa, cuando viniera Cristo en su reino, nunca antes.

Puesto que Jesús, ni, por supuesto, el buen ladrón, fueron ese mismo día al paraíso como refiere el verso de Lucas 23: 42: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”, ¿debemos entender que la Biblia tiene contradicciones? ¿No será más bien que los traductores se equivocaron al traducir el texto original colocando el adverbio “hoy” calificando al verbo estar en lugar de hacerlo al verbo “decir”?

Según hemos averiguado, la frase del verso 42, en el manuscrito original no contiene la palabra “que” la cual fue añadida por los traductores y colocada de modo que la frase adquiriera el actual significado en que aparece en todas las versiones de la Biblia que yo conozco.

Por tanto, si prescindimos de la conjunción “que”, la frase sería la siguiente:

“De cierto te digo hoy estarás conmigo en el paraíso”

En este caso el adverbio de tiempo “hoy” podría calificar igualmente al verbo “decir” como al verbo “estar”. O sea que se podrían hacer las dos interpretaciones dependiendo si tenemos o no en cuenta el contexto general de la Biblia. Pues ya hemos visto que si aceptamos como correcta la actual traducción, tal como viene en la mayoría de las versiones de la Biblia, estaríamos ante una auténtica contradicción.

Puesto que la Biblia fue inspirada por el Espíritu Santo no puede tener contradicciones, y si las hubiere se deben, como en este caso, a error de los traductores, concluimos, pues, que el adverbio “hoy” necesariamente se está refiriendo a “digo” y no a “estarás”.

La frase del verso 43 de Lucas 23, teniendo en cuenta que en el original no aparecen las comas, podría quedar de las siguientes maneras:

    • “De cierto te digo hoy, estarás conmigo en el paraíso” ó
    • “De cierto te digo hoy, que estarás conmigo en el paraíso”

Ambas son gramaticalmente correctas, y traducen el sentido de la frase adecuadamente para que exista armonía en esta frase con respecto al resto de las Sagradas Escrituras.

Este significado, aparte de armonizar con todo el resto de la Biblia, tiene un sentido lógico porque el adverbio enfatiza al primer verbo pronunciado por Jesús. El énfasis lo coloca Jesús en lo que dice hoy, no en que el suceso se iba producir hoy, porque Él está atravesando por los últimos instantes de su vida, crucificado como un malhechor, y sin embargo, en ese momento, en esa situación tan difícil para que alguien le reconociera como el Mesías Rey, es cuando se produce la conversión del buen ladrón, por eso, por la fe que experimentó éste, Jesús le prometió en ese momento: “estarás conmigo en el paraíso”  un evento que está en el futuro, y que se cumplirá cuando el venga en su reino en gloria para recompensar a cada uno según sus obras.

Quedo a su disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

(1) La explicación de la parábola del Rico y Lázaro de Lucas 16:19-31 la publiqué en un artículo titulado: 2. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos: El Rico y Lázaro.

Abreviaturas empleadas para diversas traducciones de la Biblia:

Dios Habla Hoy-Latinoamericana, 1996 (DHH L 1996)
Nueva Versión Internacional 1999 (NVI 1999)
Reina-Valera, 1960 (RV 1960)
Biblia Latinoamericana, 1995 (BL95)
Biblia Latinoamericana, revisión 1995 (BLA95)

La Biblia de Nuestro Pueblo (BNP)
La Biblia  de Serafín de Ausejo 1975 (BSA)
La Biblia de Luis Alonso-Schöckel y Juan Mateo (BSM)
Biblia en lenguaje sencillo (BLS)

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

pp, pc, pú referidas a un versículo bíblico representan «parte primera, central o última del mismo «.

Versión: 23-03-13

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimada hermana Trini, comprendo muy bien las inquietudes y dudas que me plantea. Voy a tratar de responder a las mismas siguiendo el mismo orden en que las formula. Pero sabemos que nuestros límites son, por un lado, el personal, y por otro, lo revelado en la Biblia. Con lo que no está revelado en la Palabra de Dios no deberíamos especular, y si lo hacemos tendríamos que ser prudentes y humildes, y plantearlo claramente como posibilidades u opiniones.

Deuteronomio 29:29: Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.

1 Corintios 4:5-6: Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.  (6)  Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros.

Con los siguientes dos estudios bíblicos respondí sus dos primeras preguntas:

¿Qué simboliza el Árbol de la Vida?
¿Qué bien haré para tener para tener la vida eterna?

El resto de sus dudas e inquietudes que me formulaba en el mismo correo de 16 de marzo de 2013 son las que voy a tratar en este estudio bíblico, y que a continuación indico:

¿Cómo entender que Jesucristo sea Dios y Hombre a la vez?

¿Cómo podía Jesús ser Dios si ignoraba el día y la hora del fin del mundo?

¿A quién dirigir las oraciones a Dios Padre o al Hijo?

2. ¿Cómo entender que Jesucristo sea Dios y Hombre a la vez?

Entiendo muy bien su duda sobre la doctrina de la Trinidad. Las criaturas humanas estamos muy limitadas. No podemos abarcar a Dios que es un Ser infinito. Solo podemos, humildemente, aceptar Su Palabra. Si Él se ha manifestado en la misma como tres Personas ¿por qué no creerlo aunque no podamos comprenderlo? Solo la Biblia revela a Dios. No hay otra revelación en el mundo que nos hable de Dios y de Su voluntad con verdad.

Humana y racionalmente apenas podemos entrever que Dios sea uno y, a la vez, tres personas distintas: Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo, pero es un único Dios, no son tres Dioses. Su unidad de acción es completa e indivisible. Es un único ser, muy complejo porque lo forman tres personas infinitas con una sola voluntad, y todas con las mismas características de eternidad, omnipotencia, omnipresencia, omnisciencia, presciencia, infinita sabiduría, bondad, santidad, misericordia, etc.

Me pregunto ¿por qué Dios tiene que ser una sola Persona que no tuviera a nadie con quien comunicarse que fuera de su mismo rango? ¿No es más perfecto Dios siendo uno en tres, que siendo solo una persona? Si Dios es amor (1ª Juan 4:8,16) ¿cómo podría amar antes de que hubiese creado a sus criaturas?

De esta manera, no es difícil concebir a Dios como una familia: Padre, Hijo y Espíritu Santo, análogamente como la familia humana está formada principalmente por padre, madre e hijos.

Ahora podemos preguntarnos por qué Jesucristo no puede ser la primera criatura que Dios ha creado, porque si así fuera Su sacrificio no hubiera sido válido para salvar a la Humanidad, para redimirla de sus pecados. Porque una criatura aunque sea celestial no puede pagar el precio de millones de vidas humanas.

Si Jesucristo no fuera Dios su sacrificio tendría un valor finito como corresponde a cualquier criatura de Dios. De ninguna manera un ser creado podría entregar su vida finita como pago de las condenas a muerte que merecen todos los seres humanos, sustituirlos a todos, cargando con la penalidad que les corresponde. Lo excelso, lo inconmensurable, lo maravilloso  del cristianismo es que Dios se hizo hombre «para salvar lo que se había perdido» (Mateo 18:11; Lucas 19:10).

Es natural y lógico que no acabemos de creer que el Dios del Universo, un Ser espíritu puro e infinito, Rey de reyes y Señor de señores, creador de todo cuanto existe haya podido rebajarse hasta el máximo y convertirse en una criatura; pero no solo eso sino que se formara en el vientre de una mujer como cualquier bebé humano, convertido en un espermatozoide capaz de fecundar a un óvulo, y crecer y desarrollarse, aprendiendo como lo que es, una criatura humana, pero sin dejar de ser Divino en ningún momento. ¿Por qué dudamos que eso pueda haber sucedido así, como lo prueba que Cristo nació en tiempo de Herodes el Grande y murió y resucitó en tiempo de Poncio Pilato, y ahora está sentado a la diestra de Dios Padre? “Porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37). Si creyéramos las palabras del Evangelio, no dudaríamos tanto.

Por otro lado, reflexionemos un poco, ¿por qué Dios no iba a poder nacer como un hombre, tomando cuerpo de una mujer? ¿Qué o quién se lo podía impedir? Además, ¿qué mérito tendría que Dios delegase en una criatura la redención del mundo? ¿Acaso Él mismo no iba a atreverse a bajar a la Tierra, y humillarse hasta lo máximo, como nos dice la Palabra: “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, (7)  sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;  (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8)?

Filipenses 2:5-11: Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,  (6)  el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,  (7)  sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;  (8)  y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.  (9)  Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,  (10)  para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;  (11)  y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

Si decimos “que Jesucristo es una creación de Dios, la primera, y que mediante Él fueron creadas todas las cosas y que es Rey del Reino  y que es su Hijo, el Mesías”, eso es negar su divinidad, pues es considerarlo como un ser creado, una criatura de Dios, un ser finito, que tiene un origen, y por tanto no es eterno. Y lo convertiríamos en un dios menor, lo que es totalmente contrario a la Escritura. Medite en los siguientes textos:

Jeremías 23:5-6: He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra.  (6)  En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra.

Isaías 44:6-8: Así dice Jehová Rey de Israely su Redentor, Jehová de los ejércitosYo soy el primero, y yo soy el postreroy fuera de mí no hay Dios.  (7)  ¿Y quién proclamará lo venidero, lo declarará, y lo pondrá en orden delante de mí, como hago yo desde que establecí el pueblo antiguo? Anúncienles lo que viene, y lo que está por venir.  (8)  No temáis, ni os amedrentéis; ¿no te lo hice oír desde la antigüedad, y te lo dije? Luego vosotros sois mis testigos. No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno.

Isaías 46:9-10: Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí,  (10)  que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero;

Compare los anteriores textos con Juan 1:1-3, y se dará cuenta que no puede haber un dios con minúscula aparte del Dios con mayúscula. “Nada hay semejante a mí” (Isaías 46:9) y Jehová es el redentor por tanto Jehová es Jesús.

Juan 1:1-3: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.  (2)  Este era en el principio con Dios.  (3)  Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

Compare también Isaías 44:6 con los siguientes textos:

Apocalipsis 1:7-13: He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.  (8)  Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso. (10) […] una gran voz como de trompeta,  (11)  que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. […] (12)  Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,  (13)  y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.

Apocalipsis 2:8: Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto:

Apocalipsis 22:12-13: He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. (13)  Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.

Conocer a Dios es amarle y aceptarle tal y como se presenta en la Biblia, y no podemos, por tanto, mutilarle, y reducirlo a una sola Persona, porque entonces desvirtuamos el mensaje revelado y hacemos a Dios mentiroso.

Estimada hermana, no voy a continuar con más argumentos, le remito a la misma Palabra; solo le ruego que reflexione con los textos que hablan de Dios, y tenga en cuenta, que Cristo asumió el papel de Hijo, y en su humanidad es como uno de nosotros pero sin pecado (2 Corintios 5:21; 1ª Pedro 1:19; Hebreos 4:15). Aunque Él no dejó de ser Dios en ningún momento, Él no hizo uso de su divinidad sino que sometió su voluntad humana a la divina. No hay por qué extrañarse que para la humanidad de Cristo, Dios Padre, sea no solo su Dios sino también su Padre; pero la Persona divina del Hijo es de la misma sustancia o misma esencia que la del Padre (Hebreos 1:3,8).

No se fie de la lógica humana, porque a Dios no lo podemos encasillar bajo las premisas humanas. Entiendo perfectamente lo que me dice, y estoy de acuerdo con usted en que la salvación proviene de la fe en Cristo, y no por pertenecer a ninguna iglesia sino por ser fiel a su conciencia y a la Palabra de Dios.

Jesucristo habla de su Padre en segunda persona porque aunque Él y el Padre son uno en todo, son dos personas distintas, el Padre es Dios, y el Hijo es Dios, pero ambos son distintos, no pueden confundirse porque son dos personas distintas. No se desanime, sino por el contrario sírvale de acicate y estimulo tener un Dios tan grande, que no sea posible comprenderlo perfectamente, porque eso mismo sería señal de que sería un dios hecho a nuestra medida y no el verdadero Dios.

Me tomo la libertad de sugerirle que estudie usted las pruebas bíblicas y se deje convencer por ellas y no por la mente racional ni por los argumentos humanos que le hayan podido enseñar.

Medite, por favor, apreciada hermana, en algunos textos que le dejo:

¿Por qué Cristo recibe los títulos que solo corresponden a Dios, como el de “Rey de reyes y Señor de señores” (Apocalipsis 19:16), y el de Creador (Colosenses 1:16-17; Hebreos 1;1, 8; Romanos 9:5). Estudie el AT y descubrirá que el Jehová que aparece allí es precisamente el Hijo de Dios antes de encarnarse como hombre (Isaías 9:6; 43:11; 44:6-8; 48:12-13; compare con Apocalipsis 1:17):

Isaías 9:6: Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.

¿Por qué tiene el Hijo de Dios esos títulos que solo a Dios Padre le corresponden?

Isaías 43:11:  Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve.

Nótese que fuera de Jehová no hay quien salve, luego Cristo es Jehová, puesto que Cristo es el único que tiene el poder de salvar.

Isaías 44:6-8: Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios.  (7)  ¿Y quién proclamará lo venidero, lo declarará, y lo pondrá en orden delante de mí, como hago yo desde que establecí el pueblo antiguo? Anúncienles lo que viene, y lo que está por venir.  (8)  No temáis, ni os amedrentéis; ¿no te lo hice oír desde la antigüedad, y te lo dije? Luego vosotros sois mis testigos. No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno.

Ahora resulta que Cristo, que según Apocalipsis 1:17 se llama a sí mismo “el primero y el último”, tiene el mismo título que Jehová  de los ejércitos.

Además en Isaías 44:6-8, se afirma categóricamente que fuera de Jehová no hay Dios, ¿Cómo es entonces que Jesús es Dios según Juan 1;1-3; Rom. 9:5; etc.?

Isaías 48:12-13: Óyeme, Jacob, y tú, Israel, a quien llamé: Yo mismo, yo el primero, yo también el postrero.(A)  (13)  Mi mano fundó también la tierra, y mi mano derecha midió los cielos con el palmo; al llamarlos yo, comparecieron juntamente.

He tratado este tema de la Trinidad de forma más profunda en los siguientes enlaces, por si le interesa contrastar “la Verdad” revelada con los argumentos basados solo en la lógica humana, que nunca admitirán la divinidad de Jesús.

Miscelánea

Otros estudios bíblicos que abordan la doctrina de la Trinidad  

Argumentos para creer en la Trinidad
Si Cristo es Dios ¿cómo pudo morir?
¿Resucitó Jesucristo en espíritu?

3. ¿Cómo podía Jesús ser Dios si ignoraba el día y la hora del fin del mundo?

A los seres humanos no es imposible comprender la eternidad porque somos seres finitos que tenemos un principio y un final. Pero Dios no tiene principio ni fin (Hebreos 7:3). Por eso, tenemos que hablar impropiamente cuando nos referimos al principio de la eternidad. La eternidad no tiene principio ni fin al igual que Dios. Por eso el apóstol Juan se refiere a que “en el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este [la Palabra o el Verbo]  era en el principio con Dios” (Juan 1:1-2; compárese con Prov. 8:22,23; Habacuc 1:12; Miq. 5:2; Col 1:18; Tito 1:2; 1 Juan 2:14, Ap. 1:8; 3:14: 22:13).

El Hijo de Dios es de la misma sustancia que el Padre (Fil. 2:6-10;Heb. 1:1-3, 8). Solo se puede adorar a Dios (Éx. 20:1-7;Lc. 4:8). Cristo recibe adoración en la Escritura, y Él lo acepta, luego Él es igual a Dios (Mt. 2:2; 28:17; Jn. 9:38; Heb. 1:6, Ap. 4:10; 5:14).

El Jehová del AT tomó cuerpo humano en un momento determinado de la historia de este mundo “cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4). El Hijo de Dios tuvo un principio como ser humano, pues nació hace unos dos mil y pico años como hombre, pero como Dios no tiene principio. Puesto que Jesús se formó y nació como como nace cualquier bebé, –igual que los demás seres humanos, pero sin pecado (Mt. 1:20; Lc. 1:35; 2ª Corintios 5:21; Hebreos 4:15; 1ª Pedro 1:19-20)– tuvo que aprender todas las cosas como un hombre más: “crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lc. 2:52). Su cerebro humano era finito como el todo hombre, y no podía abarcar todos los conocimientos de la Divinidad, es más, Él como hombre tenía los conocimientos de cualquier hombre de su tiempo. Incluso “aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen;” (Hebreos 5:8,9).

Hebreos 2:17-18: Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.  (18)  Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.

Aunque en su calidad de Hijo de Dios era igual a Dios Padre, Él al tomar forma de siervo se despojó a sí mismo, es decir, ocultó su divinidad en su humanidad, y no hizo uso de ella para su propio beneficio (Fil. 2:6-11).

La infinita sabiduría que como Ser divino posee no podía ser compartida en su naturaleza humana, pues no es compatible, lo finito con lo infinito. La divinidad daba a conocer a su humanidad todo aquello que necesitaba para llevar a cabo su misión de Salvador y Redentor. Su cerebro humano recibía del Espíritu Santo la revelación que la divinidad consideraba conveniente, así como nosotros también la recibimos en la medida que la necesitamos para hacer la voluntad de Dios.

¿Comprende ahora, apreciada hermana, por qué Jesús dijo: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre” (Mt. 24:36; Mr. 13:32)? A Él como hombre no le fue revelado, porque no le incumbía para la misión a la que fue enviado, ni tampoco hubiese sido bueno que los demás lo supiésemos. Pero, indudablemente, Su divinidad es omnisapiente y omnisciente como la de Dios Padre, pues si no fuera así, no sería igual a Dios, que debe tener todas estas cualidades. Los judíos entendieron perfectamente que cuando Jesús decía que Dios era su propio Padre, se hacía igual a Dios (Juan 5:18). Igualmente cuando Jesús dijo “Yo y el Padre uno somos. Entonces los judíos volvieron  a tomar piedras para apedrearle…”, y la razón que dieron fue “porque tú siendo hombre, te haces Dios” (Juan 10:30-33). No puede haber mayor blasfemia que hacerse Dios sin serlo (ver 2 Tes. 2:1-12).

Juan 14:8-14: Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.  (9)  Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?  (10)  ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.  (11)  Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.  (12)  De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.  (13)  Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.  (14)  Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

Juan 20:26-29: Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.  (27)  Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.  (28)  Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!  (29)  Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

4. ¿A quién debemos dirigirnos al orar: al Padre, al Hijo, a ambos a la vez, al Espíritu santo?

Jesús enseñó a orar a sus discípulos en la oración del Padrenuestro (Mateo 5:9-13). En la oración, pues, nos dirigimos al Padre en el nombre de Jesús (Juan 14:13). No hay lugar a confusión. “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo…” (2 Cor. 5:19). “Dios fue manifestado en carne…” (1ª Timoteo 3:16).

Juan 14:13-14: Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.  (14)  Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

Querida hermana, todas nuestras oraciones, y no solo ellas, sino todo lo que hablamos y pensamos es escuchado tanto por Dios Padre, como por Dios Hijo como por Dios Espíritu Santo. Pero Jesús enseñó que oráramos dirigiéndonos al Padre en su nombre. No trate de entender la Trinidad sino simplemente acéptela porque ha sido revelada en la Palabra de Dios. No es una invención o creación humana sino que Dios nos lo ha revelado en Su Palabra, y debemos ser humildes y obedientes a la misma, y aceptarla tal como se presenta, sin añadir ni quitar nada, porque de hacerlo será nuestra responsabilidad (Ap.22:18-20).

Espero haberle sido de alguna ayuda. No obstante, ya sabe que estoy a su disposición para lo que pueda servirle.

Tenga la confianza de compartir conmigo cualquier duda que a usted le surja.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

Versión: 02-01- 2013

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano José, le gradezco que me contactara, y, también, sus siguientes comentarios y consulta:

“Usted menciona que Jesús (su Espíritu) el mismo día que murió ese mismo día subió al Padre en los Cielos (de acuerdo a Luc. 23:43) … sin embargo en Juan 20:17 escrito está: «Dícele Jesús: No me toques: porque aún no he subido a mi Padre: mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios…»  Luego, entonces … ¿Le mintió Jesús al ladrón en la Cruz? (José).

En primer lugar, yo nunca he dicho que Jesús subió al Cielo en espíritu el mismo día en que murió, ni la Palabra de Dios tampoco lo afirma. Precisamente, este humilde  servidor que le escribe, defiende lo contrario, o sea, que Jesús no se presentó en el cielo hasta que resucitó, y posiblemente, hasta que pasaron cuarenta días de su resurrección (Hechos 1:3,9).

En segundo lugar, el buen ladrón nunca pidió a Jesús estar con Él en ese mismo día sino que le dijo: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.” (Lucas 23:42).

¿Cuándo, pues, iba el buen ladrón a reunirse con Jesús, en el momento de morir, o cuando Jesús viniera por segunda vez en gloria (1ª Tesalonicense 4:13-18)? Por favor, seamos lógicos y razonables, y apartemos las ideas preconcebidas, analizando fríamente este episodio:

2. ¿Fue el buen ladrón, que fue crucificado al lado de Jesús, al Paraíso, el mismo día que murió, sin esperar al día de la Resurrección? (Lucas 23:43).

El malhechor crucificado al mismo tiempo que Jesús, conocido como el “buen ladrón”, poco antes de morir, demostró su fe reconociendo a Jesús como su Salvador, por lo que recibió la promesa de que iría al paraíso. Podemos leer el contexto más amplio en Lucas 23: 39-43. Nuestro análisis se enfoca a los siguientes dos textos 42 y 43 de Lucas 23.

Lucas 23:42-43: “(42) Y dijo a Jesús: acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. (43) Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”

En esta declaración de Jesús, tal como está expresada en la mayoría de las traducciones, muchos han querido encontrar la confirmación de que el alma o el espíritu son inmortales, y que cuando uno muere, sólo muere el cuerpo, en tanto que el espíritu sigue viviendo, de forma consciente, y es trasladado al Paraíso o al Infierno.

En primer lugar, cualquier pasaje o versículo de la Biblia se debe interpretar siempre a la luz del contexto inmediato, cercano, lejano, así como del contexto general de la entera Palabra de Dios. Por tanto, no sería correcto que sobre un versículo aislado, sacado totalmente de su contexto y sin tener en cuenta el resto de la Biblia, se pretendiera extraer, y fundamentar la doctrina de la supervivencia e inmortalidad del alma después de la muerte.

En segundo lugar, el significado o sentido último que obtengamos o que se desprenda de la lectura superficial y ligera del mismo no puede estar en contradicción con las declaraciones y afirmaciones del resto de la Biblia. Si este fuera el caso deberíamos pensar que se interpreta incorrectamente o que la traducción del texto literal ha podido tener algún error, lo cual es muy plausible.

La Biblia es la Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo, a los profetas y hombres santos de Dios, y por eso no puede contradecirse. Sin embargo, debemos ser conscientes de las limitaciones humanas y de la imperfección del lenguaje, y de posibles errores de los traductores y copistas.

Los seres humanos al ser imperfectos, y actuar con ideas preconcebidas y prejuicios, empezando por los traductores más y menos antiguos, y siguiendo por todos y cada uno de los que interpretan la Biblia, han podido cometer errores, que no obstante, son detectables cuando analizamos el texto, sin partidismo, con imparcialidad, tratando, en todo momento, de dar al texto en cuestión un sentido que armonice con el conjunto total de la Revelación que Dios ha dado a la humanidad.

La doctrina católica refiere que las almas o los espíritus de los muertos, inmediatamente cuando salen del cuerpo muerto, son juzgados por Dios, en un juicio particular para cada ser humano que muere, y como consecuencia del mismo, Él las envía al cielo, al infierno o a un lugar intermedio llamado Purgatorio donde las almas se terminan de purificar hasta que sean dignas de acceder al cielo.

Esta creencia católica es bastante similar a la del cristianismo evangélico, si se exceptúa el Purgatorio. Para los evangélicos, solo caben dos opciones, las almas van al Cielo o al Infierno. Tanto los católicos como los evangélicos consideran o toman la parábola del Rico y Lázaro (Lucas 16:19-31) como literal, basándose en la misma para fundamentar la esencia de esta doctrina.

Tanto católicos como evangélicos, al interpretar literalmente las palabras que Jesús le dijo al “buen ladrón” –De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43) deducen lo siguiente:

    • A) Jesús, el mismo día de la crucifixión, fue directamente al “Paraíso”.
    • B) Igualmente, el buen malhechor fue con Jesús al “Paraíso”, también en ese mismo día.

Sin embargo, observemos que el malhechor arrepentido no pretende ni pide estar en el “Paraíso” con Jesús en ese mismo día, sino que denota ser bastante conocedor de la Sagrada Escritura al rogarle: “acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.” (Lucas 23:42). Esa es la petición correcta y la clave para entender lo que responde Jesús, que coincide plenamente con la bienaventurada esperanza de todos los cristianos de la venida en gloria de nuestro Salvador y Redentor Jesucristo al final del mundo (Tito 2:13; Mateo 24:31; 25:31; Marcos 13:26-27; Lucas 13:28; etc.).

La Palabra de Dios afirma en multitud de textos que los creyentes irán al “Paraíso” al fin de este mundo, Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria,(32)  y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.” (Mateo 25:31,32).

Entonces, no antes, sino en la Parusía, cada uno recibirá su alabanza de Dios, y serán vivificados, es decir, los muertos vuelven a vivir.

Mateo 24:31: Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.

1ª Corintios 4:5: Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.

1ª Corintios 15:22-23: Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.  (23)  Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.

1ª Corintios 15:51-55: He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,  (52)  en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.  (53)  Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. (54) Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.  (55)  ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?

Colosenses 3:4: Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.

1ª Tesalonicenses 2:19: Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?

1ª Tesalonicenses 4:13-17: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.  (14)  Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.  (15)  Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.  (16)  Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.  (17)  Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.(A)

2ª Tesalonicenses 1:7-10:  y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder,  (8)  en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo;  (9)  los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder,  (10)  cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros).

2ª Tesalonicenses 2:1: Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristoy nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos,

2ª Timoteo 1:12: Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.

2ª Timoteo 4:7-8: He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.  (8)  Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

3. La vida eterna no es algo inherente a la naturaleza humana sino un don de Dios que se alcanza mediante la fe en Cristo.

Juan 6:40: Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

Juan 6:47: De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.

Jesucristo, sin lugar a dudas, vincula la vida eterna con la resurrección en el día postrero. Luego hasta la resurrección no hay vida y por tanto posibilidad de gozar del “paraíso”.

Juan 8:51: De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte.

¿Cómo entender esta afirmación de Jesús porque obviamente la muerte no ha dejado de existir y existirá hasta su venida gloriosa?

La primera muerte es natural y en la Biblia se equipara con un estado de inconsciencia similar al sueño. Jesús claramente se refiere a la muerte segunda (Apocalipsis 19:20; 20:10; 20:14, 15; 21:8), de la que no se puede resucitar pues es el castigo definitivo y eterno en sus consecuencias que reciben los malvados, consistente en “pena de eterna perdición” (Mateo 25:46; 2ª Tesalonicenses 1:9).

Juan 11:25-26: Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.  (26)  Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Jesús afirma “aunque esté muerto, vivirá”, luego la vida eterna es un suceso que está en el futuro, y por tanto, no se produce cuando uno muere sino cuando resucite al fin de los tiempos. La condición para no morir eternamente es creer en Jesús.

Juan 14:3: Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

Los salvos irán con Jesús al Paraíso cuando Él vuelva en gloria y los lleve consigo a ese Reino (1ª Tesalonicenses 4:13-18), preparado desde la fundación del mundo (Mateo 25:34).

Ahora, es necesario preguntarnos ¿cómo pudo Cristo prometer  al “buen ladrón” que iría en ese mismo día al “Paraíso”? ¿No está esto totalmente en contradicción con todos los otros textos de la Palabra de Dios que afirman lo contrario y con lo que Él mismo dijo en muchas ocasiones?

¿No puede haber un error en la traducción de ese texto tan discordante porque afirma “hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23: 43) echando por el suelo y contradiciendo abiertamente todos los otros muchos pasajes bíblicos, incluso aseveraciones del propio Jesús?

En la frase de Jesús de Lucas 23:43 existen dos palabras clave que es necesario analizar para interpretar correctamente el texto bíblico –“hoy” y “paraíso”, y una tercera, la conjunción “que”, la cual, no está, al parecer, en los manuscritos más antiguos.

Lucas 23:43: “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso

Se ha probado suficientemente por la sola Biblia que al Paraíso nadie va sino es mediante la resurrección. Ahora, abordaremos en primer término, lo que significa “paraíso” y en qué lugar se encuentra o se ubica, según la Biblia misma. En segundo lugar, estudiaremos si, para evitar contradicción en el contexto bíblico, fuese más correcto que el adverbio “hoy” en esa declaración de Jesús calificase al verbo “decir” (“digo”), en lugar de  al verbo “estar” (“estarás”).

4. ¿Dónde ubica la Biblia el Paraíso?

Todos estaremos de acuerdo que el Paraíso primitivo estaba en el huerto del Edén, donde Adán y Eva vivieron hasta que pecaron (Génesis 2:8-15; 3:22). Allí se encontraban dos famosos árboles: el de la ciencia del bien y del mal y el árbol de la vida en medio del huerto. Éste último sólo está en el paraíso, como comprobaremos más adelante en el libro de Apocalipsis.

Génesis 2:8-10: “Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y  puso allí al hombre que había formado. 2:9 Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida  en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. 2:10 Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos.”

Génesis 3:22: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de  nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.”

¿Dónde se encuentra actualmente el paraíso según la Biblia?

Por los siguientes versos deducimos que el árbol de la vida está actualmente en medio del Paraíso de Dios.

Apocalipsis 2: 7: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.”

¿Está el Paraíso en el Hades, en el “seno de Abraham” o en el cielo con Dios?

Aparte de la parábola del Rico y Lázaro que ya analizamos anteriormente y en otro estudio, no hay apoyo bíblico para la creencia de que el Paraíso se encuentre actualmente en el Hades o cerca del mismo. Incluso esta parábola no se refiere al Paraíso sino al “seno de Abraham”.

Apocalipsis 22:2 nos expresa claramente que el trono de Dios y del Cordero estará en el paraíso, donde también está “el árbol de la vida”, y sabemos que el trono de Dios está en el cielo y no cerca del Hades, que según la parábola sería un lugar de tormentos, pero que en realidad no es más que una figura que representa al cementerio o la sepultura.

Apocalipsis 22: 1- 4, 14: “Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. 2 En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. 3 Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, 4 y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. 5 No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos. [… ] 14 Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.”

Concluimos, pues, que el Paraíso está en el Cielo, donde se encuentra el trono de Dios, y allí está también «el Árbol de la Vida», semejante al que estaba en el Edén de la primitiva Tierra. Seguidamente veremos que Jesús, mientras estuvo muerto, no pudo estar en el paraíso y sólo cuando resucitó fue al cielo.

¿Dónde fue Jesús el mismo día (viernes santo del año 30 d.c.) cuando murió en la cruz?

¿Fue Jesús directamente al Paraíso en ese mismo día o tuvo una estancia de tres días bíblicos en el Hades o sea en la sepultura?

En ese mismo día tampoco Jesús fue al Paraíso, porque Jesús resucitó al tercer día, el domingo de resurrección, y esa declaración la hizo el viernes, cuando murió, tres días antes de su resurrección. Es necesario saber que en la tradición judía, o sea bíblicamente hablando cuentan el día de la muerte y el de la resurrección como días enteros e inclusivos. Jesús murió un viernes por la tarde a la hora novena –las seis de la tarde– (Marcos 15:34), y resucitó el primer día de la semana (domingo). Sin embargo, cuando llegaron las mujeres a su sepultura “muy de mañana” (Lucas 24:1) “ya salido el sol” (Marcos 16:2), pero “siendo aún oscuro” (Juan 20:1), Él ya había resucitado. Por tanto, Jesús estuvo en el Hades, o sea en el sepulcro, apenas unos pocos minutos del viernes, porque el día bíblico termina a la puesta de sol, todo el día sábado, y una parte de la noche del sábado al domingo. Puesto que las mujeres fueron muy de mañana y ya había resucitado Jesús, pues la tumba estaba vacía, quiere decir que Jesús resucitó en cualquier momento desde la puesta de sol del día sábado hasta poco antes de que llegaran las mujeres. Por eso la Palabra dice que resucitó al tercer día, porque se computan ambos días, el viernes de su muerte y el domingo cuando resucitó.

En cualquier caso, Cristo no subió al cielo el mismo día viernes en que murió. ¿Por qué afirmamos esto? Porque cuando Jesús, el domingo, acababa de resucitar, se le presentó a María, y le dijo: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.” (Juan 20:17). Luego es evidente que Jesús no se había presentado ante el Padre que está en el cielo. Luego tampoco fue al paraíso, porque, como hemos probado antes, el paraíso no está en el Hades sino con Dios en el cielo.

Por otra parte, el Salmo 16:10, refiriéndose a Jesús, dice: “Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción.”, y en Hechos 2: 27, durante su primer discurso, Pedro identifica el Hades con el Seol, y, también, que David en ese Salmo se estaba refiriendo proféticamente a Jesús, del que dice que no sería dejado en el Seol o en el Hades para que no sufriese corrupción.

¿Qué quiere decir: “ni permitirás que tu Santo vea corrupción”?

Significa que tanto el Seol como el Hades son lugares donde se corrompen los cuerpos de los seres humanos. Es lo mismo que ocurre en las sepulturas o tumbas. Un cadáver, a los pocos días después de ser enterrado, empieza a descomponerse, hasta convertirse en polvo con los años. Dios no permitió que esto le ocurriera al cuerpo de Jesús porque fue resucitado al tercer día de su muerte: “Porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción.” (Hechos 2: 27).

Pedro, lo explica magistralmente en los versos siguientes, Hechos 2: 29-35. David, aunque fue profeta, murió y fue sepultado como todo el mundo, “porque David no subió a los cielos;…” (Hechos 2:34). Como profeta tuvo el privilegio de conocer que Cristo Jesús nacería, según la carne, de su descendencia (verso 30) y le fue revelado que Jesús sería resucitado, por lo que “su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción” (Verso 31). Sólo la resurrección evita la corrupción del cuerpo de Jesús, y da vida a su alma que había dejado de existir por tres días.

Otra prueba más: el apóstol San Pablo también afirma que el Paraíso está en el cielo y no en el Hades.

2ª Corintios 12:1-4: “Ciertamente no me conviene gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. 2 Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. 3 Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), 4 que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar.”

¿Dónde fue arrebatado Pablo en visión?

Fue arrebatado al Paraíso

En 2ª Corintios 12:2 se nos dice que fue arrebatado hasta el tercer cielo, y en el versículo 4, se identifica el “tercer cielo” con “el paraíso”. Luego, el paraíso está en el cielo y no en el Hades. Posiblemente, el tercer cielo a que se refiere Pablo tiene que ver con el nuevo cielo que vio también Juan en visión, relatado en Apocalipsis 21:1: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. El primer cielo ya pertenece al pasado prehistórico, el cielo original de Génesis 1:1, y que luego con el diluvio sufrió una profunda transformación. El segundo cielo, que es el cielo y la tierra actual están reservados para el fuego en el día del juicio (2ª Pedro 3:7, 10). El tercer cielo, es el paraíso, y es a donde esperamos los creyentes que Cristo nos lleve en la resurrección (2ª Pedro 3: 13: “pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.”).

¿Adónde fue Jesús cuando resucitó? La respuesta está en Juan 14:1-4:

Juan 14:1-4: “1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. 4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.”

El Paraíso ahora está en el Cielo, que es a donde Jesús nos llevará cuando él regrese de nuevo en gloria:

1ª Tesalonicenses 4:13-18: “13 Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. 14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. 15 Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. 16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. 18 Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.”

Pero nuestro Paraíso definitivo se establecerá en una Nueva Tierra y en un Nuevo Cielo donde estará la nueva Jerusalén y donde Dios morará con los hombres:

Apocalipsis 21:1-4: “1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. 2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. 3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.”

5. Conclusión

A lo largo de este estudio, que se ha pretendido esté basado sólo en la Palabra de Dios, hemos visto lo siguiente:

    • El Paraíso no está en el Hades ni en el Seol, ni en “el seno de Abraham”, sino en el cielo. Aquellos son figura del lugar donde van a parar los muertos –el cementerio o la sepultura–, y ahí no hay vida de ningún tipo, ni material, por supuesto, ni espiritual (Salmo 146:4; Eclesiastés 9:10).
    • La Biblia localiza el Paraíso en el cielo, donde está el trono de Dios. Donde Cristo fue a prepararnos las moradas para cuando él venga y seamos arrebatados en el aire para acudir a su encuentro (Juan 14:1-4; 1ª Tesalonicenses 4:13-18; Apocalipsis 2: 7;  21:1-4)
    • Jesús no subió al Cielo ni fue al Paraíso el día que murió, pues estuvo en la sepultura o sea el Hades o el Seol, hasta el tercer día. Él mismo lo afirmó, al poco de resucitar, en Juan 20:17: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.”
    • Ningún ser humano cuando muere va al cielo, si antes no es resucitado y transformado en cuerpo glorioso (1ª Corintios 15:51-57). Ni siquiera David subió a los cielos (Hechos 2:24-35). Cuando uno muere “sale su aliento, y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos” (Salmo 146:4; véase también Eclesiastés 9:10: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.).
    • Si nadie va al Paraíso hasta que Jesús nos resucite, se deduce fácilmente que el buen ladrón que fue crucificado al lado de Jesús, tampoco estará en el Paraíso, pues no hay en la Biblia nada que indique que Dios haya querido hacer una resurrección parcial para este buen hombre, la cual, incluso se habría anticipado a la del Hijo Dios, Jesús. Por otro lado, el ruego que hace el buen ladrón a Jesús, era totalmente correcto, él pide: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.” Está claro cuando esperaba recibir la recompensa, cuando viniera Cristo en su reino, nunca antes.

Puesto que Jesús, ni, por supuesto, el buen ladrón, fueron ese mismo día al paraíso como se refiere el verso de Lucas 23: 42: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”, ¿Debemos entender que laBiblia tiene contradicciones? ¿No será más bien que los traductores se equivocaron al traducir el texto original colocando el adverbio “hoy” calificando al verbo estar en lugar de hacerlo al verbo “decir”?

Según hemos averiguado, la frase del verso 42, en el manuscrito original no contiene la palabra “que” la cual fue añadida por los traductores y colocada de modo que la frase adquiriera el actual significado en que aparece en todas las versiones de la Biblia que yo conozco.

Por tanto, si prescindimos de la conjunción “que”, la frase sería la siguiente:

“De cierto te digo hoy estarás conmigo en el paraíso”

En este caso el adverbio de tiempo “hoy” podría calificar igualmente al verbo “decir” como al verbo “estar”. O sea que se podrían hacer las dos interpretaciones dependiendo si tenemos o no en cuenta el contexto general de la Biblia. Pues ya hemos visto que si aceptamos como correcta la actual traducción, tal como viene en la mayoría de las versiones de la Biblia, estaríamos ante una auténtica contradicción.

Puesto que la Biblia fue inspirada por el Espíritu Santo no puede tener contradicciones, y si las hubiere se deben, como en este caso, a error de los traductores, concluimos, pues, que el adverbio “hoy” necesariamente se está refiriendo a “digo” y no a “estarás”.

La frase del verso 43 de Lucas 23, teniendo en cuenta que en el original no aparecen las comas, podría quedar de las siguientes maneras:

“De cierto te digo hoy, estarás conmigo en el paraíso” ó
“De cierto te digo hoy, que estarás conmigo en el paraíso”

Ambas son gramaticalmente correctas, y traducen el sentido de la frase adecuadamente para que exista armonía en esta frase con respecto al resto de las Sagradas Escrituras.

Este significado, aparte de armonizar con todo el resto de la Biblia, tiene un sentido lógico porque el adverbio enfatiza al primer verbo pronunciado por Jesús. El énfasis lo coloca Jesús en lo que dice hoy, no en que el suceso se iba producir hoy, porque Él está atravesando por los últimos instantes de su vida, crucificado como un malhechor, y sin embargo, en ese momento, en esa situación tan difícil para que alguien le reconociera como el Mesías Rey, es cuando se produce la conversión del buen ladrón, por eso, por la fe que experimentó éste, Jesús le prometió en ese momento: “estarás conmigo en el paraíso”  un evento que está en el futuro, y que se cumplirá cuando el venga en su reino en gloria para recompensar a cada uno según sus obras.

Las cuestiones planteadas anteriormente se desarrollaron más ampliamente en los siguientes artículos:

1. ¿Los que mueren pasan a mejor vida?
2. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos: El Rico y Lázaro.
3. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos: el rey Saúl y la pitonisa de Endor
Cuando Jesucristo murió, ¿fue su espíritu al Hades a predicar a los espíritus encarcelados de los días de Noé?
¿Fue Jesús al paraíso el mismo día que murió en la cruz o fue al Hades?
¿Existe vida humana consciente fuera del cuerpo después de la muerte

Quedo a tu entera disposición para lo que pueda servirte.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

¿Fue crucificado Jesucristo un miércoles o un viernes?
 
Versión: 27-12-15
 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano José Luis, me alegra que me contactara para formularme los siguientes comentarios y cuestiones:

“Dios le bendiga. Con respecto al tema titulado «Hubo dos celebraciones consecutivas de la Pascua en el año de la crucifixión de Jesús?», observo su énfasis por mencionar que Jesús fue crucificado en viernes, a lo cual no estoy en contra ni a favor, para esto me gustaría que analizara dos puntos bíblicos que menciono a continuación:

“¿Cómo están contabilizando los 3 días desde la muerte hasta la resurrección de Jesús? Jesús da señal en Mateo 12:38-41 y habla de 3 días y tres noches.

“También Marcos 16:1 dice: ‘Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle.’

“Y Lucas 23:55-56 dice: ‘Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo. (56) Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento’.

“Uno habla que fue antes del día de reposo y otro habla que fue después del día de reposo que compraron especias aromáticas, ¿Habla de diferentes mujeres? si es así ¿cuál es el sustento bíblico?

“¿De qué fuente obtuvo el calendario del año 30 que presenta?

“Gracias por sus atenciones”. (José Luis).

Sin más preámbulos, voy a tratar de responder a sus interesantes preguntas:

2. ¿Cómo se contabilizan los tres días desde la muerte hasta la resurrección de Jesús?

El argumento principal de los defensores de que Cristo permaneció en el sepulcro un lapso de tiempo exacto de setenta y dos horas, o sea, tres días completos con sus tres noches, se fundamenta en la interpretación que hacen al texto de Mateo 12:40 (la señal de Jonás “…tres días y tres noches…”) y a otros similares, que citamos a continuación:

Mateo 12:40: Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.

Mateo 27:63-64: diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. (64) Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero.

Marcos 8:31: Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.

Marcos 9:31: Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer día.

Marcos 10:34: y le escarnecerán, le azotarán, y escupirán en él, y le matarán; mas al tercer día resucitará.

Juan 2: 19-22: Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. (20) Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? (21) Mas él hablaba del templo de su cuerpo. (22) Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.

Ante todo, hemos de convenir que las diversas expresiones que se encuentran en todos estos textos están relacionadas con los días que iba a pasar Cristo en el sepulcro, y se refieren al mismo lapso de tiempo que discurre desde la muerte de Cristo hasta su resurrección. Sería incongruente, pues, interpretar de distinta manera los siguientes periodos de tiempo que describen el mismo evento de la resurrección de Jesús: “tres días y tres noches” (Mateo 12:40); “Después de tres días resucitaré” (Mateo 27:63); “hasta el tercer día” (Mateo 27:64);  “resucitar después de tres días” (Marcos 8:31); “resucitará al tercer día” (Marcos 9:31); “mas al tercer día resucitará” (Marcos 10:34), Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Juan 2:19).

Si bien las expresiones “tres días y tres noches” “después de tres días” tomadas aisladamente sería posible interpretarlas literalmente como periodos de tres días completos o setenta y dos horas, especialmente si no tenemos en cuenta el cómputo inclusivo, la correcta ortodoxia en la interpretación debe pasar por armonizar lo que afirman otros textos bíblicos que se refieran al mismo evento de la resurrección de Jesús. Respecto al texto de Mateo 27:63 la frase “después de tres días” queda inmediatamente aclarada en el versículo siguiente, cuando los fariseos le piden a Pilato: “Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo:…” (Mateo 27:64). La vigilancia del sepulcro era suficiente con que llegara al tercer día, no más allá.

Mateo y Lucas confirman el verdadero sentido de la frase de Marcos “después de tres días” mediante el empleo de la expresión “al tercer día resucitará” (Véase Mateo 16:21; 17:23; 20:19; Lucas 9:22; 18:33). Por tanto, debemos entender que las frases “después de tres días” y “al tercer día…”, tienen el mismo significado.

Al respecto, tenemos el importante testimonio de los discípulos que iban camino de Emaús, “el mismo día” (Lucas 24:13) que resucitó Jesús, el primer día de la semana (domingo). Cuando Jesús resucitado les aborda por el camino, preguntándoles “…¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? (Lucas 24:17). Ellos respondieron relatando los últimos eventos, entre los que se encontraba la reciente crucifixión de Jesús  (Lucas 24:20), afirmando a continuación que: “…hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido” (Lucas 24:21 úp.). La declaración no puede ser más concluyente y aclaratoria: “hoy”, el domingo de resurrección o primer día de la semana, era contado, desde la crucifixión de Jesús, como el tercer día. Lo que demuestra, que en los tiempos bíblicos, al igual que muchas veces en nuestros días, se utilizaba el cómputo inclusivo, es decir, en el lapso de tiempo en que ocurrían los eventos, se incluían el primer día y el último de ese periodo.

Puesto que este encuentro de los discípulos de Emaús con Jesús, ocurrió al declinar la tarde del domingo (Lucas 24:29), si contamos hacia atrás, teniendo en cuenta el cómputo inclusivo, hasta llegar al miércoles, obtenemos que la resurrección de Jesús se habría producido en el quinto día, en lugar del tercero al que se refieren todos los textos existentes en la Biblia. Lo que evidencia que la crucifixión de Jesús no ocurrió en miércoles sino en viernes.

Secuencia de la semana de la Pasión de Cristo según los Evangelios.

En mi opinión puede ser más clarificador si comenzamos a relatar estos eventos desde el final de los mismos y hacia atrás; puesto que el primer día de la semana o domingo es cuando se produce el evento más importante para la humanidad: la resurrección de Cristo. Y los Evangelios no ofrecen lugar a dudas cuando afirman que al amanecer de ese primer día de la semana –domingo– fue cuando Jesús resucitó (Mateo 28:1; Marcos 16:9).

Domingo (primer día de la semana bíblica)

Día en que muy de mañana, “Pasado el día de reposo [sábado], al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. (6) No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.” (Mateo 28:1,6; Marcos 16:9). Jesús no estaba en el sepulcro porque había resucitado en algún momento del primer día de la semana, que como sabemos, empezaba a la puesta de sol del día anterior (cf. Lv. 23:32), que en este caso no puede ser otro día distinto al sábado (día del reposo sabático de la Ley de Dios del AT).

Levítico 23:32: Día de reposo será a vosotros, y afligiréis vuestras almas, comenzando a los nueve días del mes en la tarde; de tarde a tarde guardaréis vuestro reposo.

Aunque sean sólo unas pocas horas del domingo que aún permanece sepultado Jesús, su resurrección forma parte del tercer día, según el cómputo inclusivo de los judíos.

¿Cuándo enterraron a Jesús miércoles o viernes?

El Evangelio de San Marcos nos lo dice claramente: “Cuando llegó la noche, porque era la preparación, es decir, la víspera del día de reposo, (46) [José de Arimatea] …lo puso en un sepulcro…” (San Marcos 15:42, 46 pp.). Aquí queda claro que el día de la preparación de la Pascua –que coincidió con la preparación del sabbat–, fue el día en que fue crucificado Jesús y sepultado. Este día era víspera del día de reposo [sábado- día séptimo de la semana]. El año en que murió Jesús, el día de reposo pascual anual –primer día de la fiesta de los Panes Ázimos– coincidió con el sábado semanal o día séptimo de la semana (ver Juan 19:31), ambos días, que coincidieron, eran de reposo obligado por los mandamientos de la ley de Dios del AT (Éxodo 20:8-11).

La secuencia que siguen los días de los eventos según el Evangelio de san Marcos no deja lugar a pensar que el día de reposo pascual cayera en jueves, y que, por tanto, aún quedara un viernes laborable, día intermedio necesario para llegar al día de reposo semanal, séptimo día o sábado.

San Marcos, en los siguientes versículos no se refiere a un día intermedio entre los dos supuestos sábados o días de reposo, el anual (primer día de la fiesta de lo Ázimos), que, en ese supuesto, tendría que haber caído el jueves, y el semanal que siempre se celebra el sábado. Veamos:

Marcos 16:1, 2: Cuando pasó el día de reposo [sábado], María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. (2) Y muy de mañana, el primer día de la semana [domingo], vinieron al sepulcro, ya salido el sol.

Cuando “pasó el día de reposo [sábado]”,  le siguió “el primer día de la semana [domingo]. Por otro lado Marcos (16:9), declara taxativamente que Jesús resucitó el primer día de la semana (domingo), y no el sábado por la tarde como afirman los defensores del miércoles como día probable de la crucifixión de Jesús. Pues si así fuera, habrían transcurrido más de setenta y dos horas desde su sepultura, como ellos mantienen.

Marcos 16:9: Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios.

San Lucas es igualmente explícito, cuando afirma que el día en que fue sepultado Jesús (Lucas 23:52-53), “Era el día de la preparación y apuntaba el sábado.” (Lucas 23:54; Biblia de Jerusalén de 1998). Por lo tanto, consideramos probado que ese año, que murió Cristo (posiblemente el año 30 d.C.), el día de reposo pascual [primer día de los Ázimos] coincidió con el día de reposo semanal, sábado. No existieron, pues dos días de reposo en la semana de la Pasión.

Creemos que hemos probado suficientemente que el día de la “preparación de la Pascua de los judíos” (Juan 19:14, 31, 42) ese año cayó en viernes, y que por tanto, coincidieron el día de reposo pascual, fiesta de gran solemnidad (primer día de la fiesta de los Panes sin Levadura o Ácimos), con el día de reposo sabático –séptimo de la semana– del mandamiento de la ley de Dios (Lucas 23:56).

Lucas 23: 55-56: Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo. (56) Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo [sábado], conforme al mandamiento.

Siguiendo el mismo orden inverso en que comenzamos, la secuencia de la semana de la Pasión de Jesús continúa así:

El Sábado –séptimo día de la semana, día de reposo semanal (Lucas 23:54-56) del año 30 d. C. en que muy probablemente murió Jesús– fue de gran solemnidad (Juan 19:31), porque además del sábado semanal se celebraba el día de reposo pascual, primer día de los Panes Ácimos. Este día entero lo pasó Jesús en la tumba.

Viernes, día de “la Preparación de la Pascua” (Juan 19:14,31,42; Marcos 15:42; Mateo 27:62). En ese día además de prepararse para el reposo pascual anual, eliminando todo vestigio de levadura de sus casas, lo hacían también para el sábado semanal, pues debían dejarlo todo dispuesto para no hacer ningún trabajo después de la puesta de sol. Oficialmente, –aunque no legalmente, porque los sacrificios debían haber sido hechos el día anterior según la ley del AT–  debían sacrificar, entre las dos tardes, el cordero que prefiguraba el sacrificio de Jesús en la cruz, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). Jesús es enterrado siendo aún viernes. Aunque transcurrieron pocos minutos desde que Jesús fue enterrado hasta la puesta del sol, este tiempo cuenta como un día, según la manera inclusiva de contar los días inicial y final de cada evento.

Jueves, por la noche, celebración de la Última Cena y de la Pascua por Jesús y sus discípulos (Mateo 26:17-19). Según la ley, a partir de la puesta del sol se consideraba ya viernes. Mateo, Marcos y Lucas se refieren a ese día como “el primer día de la fiesta de los panes sin levadura” (Mateo 26:17; Marcos 14:12 y Lucas 22:7), cuando en realidad, o sea, oficial y legalmente, ese día empezaba a la puesta de sol del viernes, pero que, al parecer, en tiempos de Jesús existía también la costumbre o tradición de celebrar la Pascua un día después del día señalado por la ley del AT, que debía ser inexorablemente la noche del 14 de Nisán. De otra parte, Jesús no hubiera podido participar de la conmemoración oficial, porque Él sería sacrificado el viernes, en lugar del cordero que se ofrecía, entre las dos tardes.

3. ¿Existe contradicción entre Marcos (16:1) y Lucas (23:55-56)porque, según el primero, unas mujeres fueron a buscar especias aromáticas para ungir el cuerpo de Jesús después de que finalizó el reposo sabático, y según Lucas aquello ocurrió antes de que se iniciara el día de reposo?

Usted, estimado hermano, muy perspicazmente observó esa aparente contradicción, y por eso me plantea lo siguiente:

“Uno [Marcos] habla que fue antes del día de reposo y otro [Lucas] habla que fue después del día de reposo que compraron especias aromáticas, ¿Habla de diferentes mujeres? si es así ¿cuál es el sustento bíblico?» (José Luis).

Según Marcos (16:1), Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle.”

Sin embargo, Lucas (23: 55-56) dice: «Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo. (56) Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento«.

“Cuando pasó el día de reposo”, es decir, en cualquier momento, a partir de la puesta de sol del sábado [séptimo día de la semana], que oficialmente ya es domingo, tres mujeres –“María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé”– “compraron especias aromáticas para ir a ungirle”. Sin embargo, “Estaban allí [en el viernes de tarde, observando la crucifixión de Jesús] muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole,  (56)  entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo” (Mateo 27:55-56); pero san Mateo especifica que “estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro” (Mateo 27:61) presenciando cómo José de Arimatea tomó el cuerpo de Jesús, “lo envolvió en una sábana limpia, (60) y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña”; “y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue”  (Mateo 27:59-61).

Por lo tanto, María Magdalena, y la otra María, [que quedaron] sentadas delante del sepulcro no son las mismas mujeres que “vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento” (Lucas 23:56). Lo que ocurrió fue que aquellas mujeres, citadas con sus nombres, para respetar el mandamiento del reposo sabático que empezaba de modo inminente, dejaron para pasado el día de reposo el comprar las “especias aromáticas para ir a ungirle” (Marcos 16:1).

Mateo 27:55-56: Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole,  (56)  entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

Mateo 27:59-61: Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia,  (60)  y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue.  (61)  Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro.

Mateo 28:1-10: Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. 

Lucas 23:49: Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.

Lucas 24:1-3: El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. (2) Y hallaron removida la piedra del sepulcro;  (3)  y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.

Lucas 24:10: Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles.

Juan 19:25: Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofás, y María Magdalena.

Es decir, unas mujeres “que habían venido con él desde Galilea”, cuyos nombres no se especifican, cuando acabó el entierro de Jesús “Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento” (Lucas 23:55-56); éstas no tuvieron necesidad de comprar las “especias aromáticas y ungüentos”, sino que solo fueron a prepararlas; o bien en lo de preparar se incluye también comprarlas; sin embargo, “María Magdalena, y la otra María”, lo postergaron hasta pasado el día de reposo. Ambos eventos son compatibles y no tiene por qué existir contradicción en los mismos.

4. ¿Por qué Jesús y sus discípulos celebraron la Pascua el jueves por la noche y el resto del pueblo judío lo hizo el viernes por la noche, ya sábado?

Los Evangelios Sinópticos –Mateo, Marcos y Lucas–  muy claramente registran que Jesús y sus discípulos, en el año de su crucifixión (30 d.C.), celebraron la Pascua en “el primer día de la fiesta de los Panes sin levadura” (Mateo 26:17-20; Marcos 14:12-17; Lucas 22:7-15):

Mateo 26:17-20: El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua?  (18)  Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos.  (19)  Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua.  (20)  Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce.

Marcos 14:12-17: El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la pascua?  (13)  Y envió dos de sus discípulos, y les dijo: Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle,  (14)  y donde entrare, decid al señor de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?  (15)  Y él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad para nosotros allí.  (16)  Fueron sus discípulos y entraron en la ciudad, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.  (17)  Y cuando llegó la noche, vino él con los doce.

Lucas 22:7-15: Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua.  (8)  Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos.  (9)  Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?  (10)  El les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare,  (11)  y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?  (12)  Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí.  (13)  Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.  (14)  Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles.  (15)  Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!

En el Antiguo Testamento (AT), “la fiesta de los Panes sin levadura” se celebraba el día siguiente a la fiesta de la Pascua; y puesto que ésta, como veremos más adelante, debía ser inexorablemente el día 14 de Nisán, la de los Ázimos siempre empezaba el 15 de Nisán, y terminaba el día 21 de Nisán. Sin embargo, lo que verdaderamente ha llamado la atención –y ha habido mucha gente que no lo ha podido entender– es que hubiera dos celebraciones de la Pascua en el citado año 30 de la muerte de Jesús; porque es evidente que veinticuatro horas después de que Jesús y sus discípulos celebraran la Pascua, el resto del pueblo judío se preparaba, a su vez, para conmemorar la misma Fiesta y de esa manera cumplir con la Ley del AT.

Este hecho singular, que resulta muy extraño, se manifiesta y se confirma cuando leemos que el día viernes, que crucificaron a nuestro Señor, “Era la preparación de la pascua” (Juan 19:14). Y para que no quedaran dudas al respecto, el apóstol Juan lo repite tres veces en el mismo capítulo:

Juan 19:14: Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey!

Juan 19:31: Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí.

Juan 19:42: Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

Como hemos visto, según los Evangelios Sinópticos, Jesús celebró la Pascua el jueves al anochecer, y durante esa noche –del jueves al viernes, que ya pertenecía al viernes por la forma de contabilizar los judíos la noche antes que el día (Génesis 1:5-19; Levítico 23:27,32)–, Jesús fue arrestado por mandato de los principales sacerdotes, los jefes de la guardia del templo y “los ancianos, que habían venido contra Él” (Lucas 22:52), llevado ante el concilio, y “Muy de mañana, habiendo tenido consejo los principales sacerdotes con los ancianos, con los escribas y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado, y le entregaron a Pilato” (Marcos 15:1);y, después, fue crucificado desde la hora tercera (Marcos 15:25) hasta la novena en que expiró (Mateo 27:45,46; Lucas 23:44), y a continuación sepultado antes de la puesta de sol de ese día viernes. Y este día fue de preparación de la Pascua, lo que quiere decir, que esta Fiesta se celebraría a continuación, tan pronto se iniciara el siguiente día, a partir de la puesta de sol, que ya sería día de reposo por partida doble: en primer lugar, por tratarse del séptimo día de la semana –sábado–, día de reposo por el mandamiento de la ley del AT, y en segundo lugar, día de santa convocación por ser “el primer día de la fiesta de los Panes sin levadura” o Ácimos.

Llegado a este punto, se hace imprescindible acudir al AT para averiguar  en qué consistía la fiesta de la Pascua, y en qué día había ordenado Dios que se celebrara.

En varios libros de la Ley del Antiguo Testamento (el Pentateuco) se registra que Dios había ordenado a su pueblo Israel que debía celebrar “la Pascua de Jehová” (Éx. 12:11; Lev. 23:5-8; Núm. 28:16-25; Dt. 16:1-8); “Y este día os será en memoria, y lo celebraréis como fiesta solemne para Jehová durante vuestras generaciones; por estatuto perpetuo lo celebraréis” (Éxodo 12:14).

La Escritura reitera que la Pascua de Jehová debía celebrarse obligatoria e ineludiblemente el día catorce del mes primero del año, llamado Abib, que, más tarde, durante el exilio, tomó el nombre de Nisán (Éxodo 12:6; Levítico 23:5; Núm. 28:16-17; Dt. 16:1-8).

Éxodo 12:5,6: El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras. Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mesy lo inmolará toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes.

Éxodo 12:8-11: Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán. (9) Ninguna cosa comeréis de él cruda, ni cocida en agua, sino asada al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas. (10) Ninguna cosa dejaréis de él hasta la mañana; y lo que quedare hasta la mañana, lo quemaréis en el fuego. (11) Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová.

Levítico 23:5-8: En el mes primero, a los catorce del mesentre las dos tardes, pascua es de Jehová.  (6)  Y a los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová; siete días comeréis panes sin levadura. (7)  El primer día tendréis santa convocación; ningún trabajo de siervos haréis. (8) Y ofreceréis a Jehová siete días ofrenda encendida; el séptimo día será santa convocación; ningún trabajo de siervo haréis.

Números 28:16-18: Pero en el mes primero, a los catorce días del messerá la pascua de Jehová. (17) Y a los quince días de este mes, la fiesta solemne; por siete días se comerán panes sin levadura. (18) El primer día será santa convocación; ninguna obra de siervos haréis.

Por lo tanto, la Pascua propiamente dicha consistía de un solo día, que invariable e indefectiblemente siempre se tenía que celebrar el 14 del mes de Nisán (Abib). Sin embargo, fijémonos con mucha atención que el cordero de la Pascua debía de ser comido en la noche del día 14 de Nisán; para lo cual el cordero pascual debía ser previamente sacrificado “entre las dos tardes (Véase Levítico 23:5, Éxodo 12:5-6; Núm. 9:3,5). Naturalmente, ese día podía caer en uno cualquiera de la semana, es decir, de lunes a domingo, según el calendario lunar hebreo del AT.

Sin embargo, ahora es importante notar que la Pascua iba seguida por “la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová” (Lv. 23:6; cf. Éx. 12:18; Nm. 28:17-18; Dt. 16:3-9), que se iniciaba el 15 de Nisán, prolongándose durante siete días consecutivos, y la ley ordenaba que, tanto el primer día –15 de Nisán– como el séptimo –21 de Nisán–, serían de “santa convocación; ningún trabajo de siervo haréis” (Lv. 23:6-8)”, es decir, de los siete días que duraba la fiesta de los “Panes Ácimos”, el primero –15 de Nisán– y el séptimo –21 de Nisán– eran también días de reposo, similares al del sábado, y estaba completamente prohibido trabajar o hacer cualquier obra secular.

Obsérvese, no obstante, que la Pascua constaba de dos aspectos perfectamente diferenciados:

Primero. Se debían sacrificar los corderos, y luego asarlos, “entre las dos tardes” del día catorce, es decir, “entre el ocaso del sol y la noche cerrada (samaritanos) o entre la caída y la puesta del sol (fariseos y Talmud)” (1); o sea, entre el final del día 13 y el inicio de la noche del día 14; siempre cerca de la puesta de sol; ya que para los israelitas el día empezaba con la noche, como ya vimos anteriormente (Gn. 1:5-19; Lv.23:27,32), pero, no obstante, lo recordamos de nuevo aquí, porque en ello está parte de la clave para entender lo que ocurrió en la fiesta de Pascua del año de la muerte de Jesús:

Levítico 23:27,32: A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová. […] (32) Día de reposo será a vosotros, y afligiréis vuestras almas, comenzando a los nueve días del mes en la tardede tarde a tarde guardaréis vuestro reposo.

Aunque estos textos no se refieren a la fiesta de la Pascua, que estamos tratando, sino al “Día de Expiación”, nos sirven igualmente como ejemplo para comprender bien la forma de contabilizar los días que tenían los judíos: en este caso específico, el día de “reposo ceremonial”– establecido por Dios para “el día diez del mes séptimo” (Levítico 23:27),  debía celebrarse desde “los nueve días del mes en la tarde” (Levítico 23:32). En Israel –como también registra Génesis capítulo uno– el día empieza siempre desde la tarde-noche anterior, desde puesta de sol hasta puesta de sol.

Segundo. Sin embargo, la celebración de la Pascua se iniciaba cuando las familias judías se reunían en sus casas, después de la puesta de sol del día 13  que, por tanto, ya era 14 de Nisán: “Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán” (Éxodo 12:8).

Por tanto, la celebración de “la Pascua de Jehová” (Éxodo 12:11) exigía el cumplimiento riguroso de los siguientes mandamientos de Dios:

    • La fecha de la celebración debía ser indefectiblemente en la noche de 14 de Nisán (Abib); pero recordemos que esta noche viene antes del día.
    • Sacrificar un animal  –“sin defecto, macho de un año;…de las ovejas o de las cabras” (Éx. 12:5)–, por familia, en el día 14 de Nisán y “lo inmolará… entre las dos tardes” (Éx. 12:6).
    • Comer su carne asada al fuego con panes sin levadura e hierbas amargas:“Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán. Ninguna cosa comeréis de él cruda, ni cocida en agua, sino asada al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas. (10) Ninguna cosa dejaréis de él hasta la mañana; y lo que quedare hasta la mañana, lo quemaréis en el fuego. (11) Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová” (Éxodo 12:9-11).

Notemos que entre las órdenes de Dios se incluía “No comerás con ella pan con levadura” (Dt. 16:3); pero tengamos en cuenta que la fiesta de los Panes sin levadura o Ázimos no empezaría hasta el día siguiente –15 de Nisán– a la puesta del sol del día 14. En realidad, pues, la fiesta propiamente dicha de la Pascua se desarrollaba durante la noche del día 14, porque la Escritura afirma: “por la mañana regresarás y volverás a tu habitación. (8) Seis días comerás pan sin levadura, y el séptimo día será fiesta solemne a Jehová tu Dios; no trabajarás en él” (Dt. 16:1-8). Es decir, la mañana y la tarde –la parte diurna del 14 de Nisán– no era festivo ya que estaba permitido hacer obras seculares, pues la “santa convocación”, día de reposo similar al sábado del mandamiento de la ley de Dios no empezaba hasta la puesta de sol, y entonces se iniciaba el día 15, primer día de los Panes sin levadura. Leamos algunos textos bíblicos que lo confirman a continuación:

Éxodo 12:18: En el mes primero comeréis los panes sin levadura, desde el día catorce del mes por la tarde hasta el veintiuno del mes por la tarde.  (19)  Por siete días no se hallará levadura en vuestras casas; porque cualquiera que comiere leudado, así extranjero como natural del país, será cortado de la congregación de Israel.  (20)  Ninguna cosa leudada comeréis; en todas vuestras habitaciones comeréis panes sin levadura.

Levítico 23:4-8: Estas son las fiestas solemnes de Jehová, las convocaciones santas, a las cuales convocaréis en sus tiempos: (5)  En el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes, pascua es de Jehová. (6) Y a los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová; siete días comeréis panes sin levadura. (7) El primer día tendréis santa convocación; ningún trabajo de siervos haréis.  (8) Y ofreceréis a Jehová siete días ofrenda encendida; el séptimo día será santa convocación; ningún trabajo de siervo haréis.

Deuteronomio 16:1-8: Guardarás el mes de Abib, y harás pascua a Jehová tu Dios; porque en el mes de Abib te sacó Jehová tu Dios de Egipto, de noche.  (2)  Y sacrificarás la pascua a Jehová tu Dios, de las ovejas y de las vacas, en el lugar que Jehová escogiere para que habite allí su nombre. (3) No comerás con ella pan con levadura; siete días comerás con ella pan sin levadura, pan de aflicción, porque aprisa saliste de tierra de Egipto; para que todos los días de tu vida te acuerdes del día en que saliste de la tierra de Egipto.  (4)  Y no se verá levadura contigo en todo tu territorio por siete días; y de la carne que matares en la tarde del primer día, no quedará hasta la mañana.  (5)  No podrás sacrificar la pascua en cualquiera de las ciudades que Jehová tu Dios te da;  (6)  sino en el lugar que Jehová tu Dios escogiere para que habite allí su nombre, sacrificarás la pascua por la tarde a la puesta del sol, a la hora que saliste de Egipto.  (7)  Y la asarás y comerás en el lugar que Jehová tu Dios hubiere escogido; y por la mañana regresarás y volverás a tu habitación.  (8)  Seis días comerás pan sin levadura, y el séptimo día será fiesta solemne a Jehová tu Dios; no trabajarás en él

Obsérvese, que este primer día de la fiesta de los Panes sin levadura ya correspondía al día quince del mes, pues en Israel los días se establecían o contabilizaban “de tarde a tarde” (Levítico 23:32); es decir, para ellos un día se iniciaba con la puesta de sol del día anterior y terminaba a la puesta de sol del siguiente día. Por ese motivo, la puesta de sol del día catorce era el inicio del día quince, cuando daba comienzo “la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová” (Levítico 23:6), día de “santa convocación” (Levítico 23:7).

Por lo tanto, en este modo bíblico de contabilizar los días, y siendo consecuente con ello, “el primer día de la fiesta de los Panes sin levadura” no empezaría el catorce de Abib –como algunos han entendido– sino “a los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová; siete días comeréis panes sin levadura” (Lev. 23:6; Núm. 28:17; Cf. Éxodo 12:18). Pero, además, debemos notar que el día quince –al contrario que el catorce que era laborable– era un día festivo, de gran solemnidad: “El primer día será santa convocación; ninguna obra de siervos haréis” (Levítico 23:7; Núm.28:18).

Éxodo 12:18: En el mes primero comeréis los panes sin levadura, desde el día catorce del mes por la tarde hasta el veintiuno del mes por la tarde

Números 28:16-18: Pero en el mes primero, a los catorce días del mes, será la pascua de Jehová.  (17)  Y a los quince días de este mes, la fiesta solemne; por siete días se comerán panes sin levadura. (18) El primer día será santa convocación; ninguna obra de siervos haréis. 

Lucas 22:1-2: Estaba cerca la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la pascua. (2) Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo.

¿Por qué Jesús y sus discípulos celebraron la Pascua el jueves por la noche y el resto del pueblo judío lo hizo el sábado?

Habiendo entendido y recordado todos estos mandamientos de la ley de Dios, que estaban vigentes en tiempos de Jesús, hemos de ser capaces de averiguar por qué Él y sus discípulos celebraron la Pascua en el “primer día de la fiesta de los Panes sin levadura”, y el resto del pueblo lo hizo veinticuatro horas después.

¿Qué grupo cumplió perfectamente la ley del AT que establecía la celebración de la Pascua en el día de 14 de Nisán y “el Primer día de los Ázimos” el 15 de Nisán?

Como hemos visto arriba, la fiesta de la Pascua, que se celebraba el 14 de Nisán, era distinta de la fiesta de los Panes sin Levadura o Ázimos, que se iniciaba el día 15 y se extendía hasta el 21 de Nisán. Sin embargo, por tratarse de festividades consecutivas que no solo tenían en común la prohibición de no comer pan leudado, sino que también estaban unidas por el mismo significado del rito pascual, los judíos, con el tiempo, llamaron al día 14 de Nisán, “primer día de los Panes sin Levadura”; pero en realidad la citada Fiesta no empezaba hasta la puesta de sol de día 14 de Nisán. De ahí que los tres Evangelios Sinópticos se refieran al jueves por la noche –que ya era oficialmente día 14 de Nisán y viernes –, en que comió la Pascua Jesús, como “el primer día de la fiesta de los Panes sin levadura” (Mateo 26:17-20; Marcos 14:12-17; Lucas 22:7-15). Para entenderlo mejor veámoslo plasmado gráficamente:

Calendario Lunar del año de la crucifixión de Jesús (aprox. el año 30 d.C.)
Mes Primero del año (Abib-Nisán)

Núm. días

Día 1º

Día 2º

Día 3º

Día 4º

Día 5º

Día 6º

Día 7º

Domingo

Lunes

Martes

Miércoles

Jueves

Viernes

Sábado

       

1

 

2

3

4

5

6

7

8

S. Pasión

9

10

11

12

13(1)

14(2)

15(3)

 

16(4-5)

17

18

19

20

21(6)

22

 

23(7)

24

25

26

27

28

29

 

30

      

 

1) Día 13: jueves por la noche, ya era oficialmente el día 14 –viernes–, el  día prescrito por la ley del AT para sacrificar y comer la Pascua. Como hemos visto, según los Evangelios Sinópticos, Jesús celebró la Pascua el jueves al anochecer, y durante esa noche –del jueves al viernes, que ya pertenecía al viernes por la forma de contabilizar los judíos la noche antes que el día (Génesis 1:5-19; Levítico 23:27,32)–, hacia la madrugada se produjo el arresto de Jesús. La ley había sido cumplida por Jesús y sus discípulos a la perfección, en el día señalado por Dios, sacrificando el cordero y comiéndolo con hierbas amargas y pan sin levadura.

(2) Día 14: viernes: Arresto, juicio, crucifixión y muerte de Jesús desde la hora tercera hasta la nona (9:00 hasta 15:00 aprox.). Jesús fue arrestado por mandato de los principales sacerdotes, los jefes de la guardia del templo y “los ancianos, que habían venido contra Él” (Lucas 22:52), llevado ante el concilio, y “Muy de mañana, habiendo tenido consejo los principales sacerdotes con los ancianos, con los escribas y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado, y le entregaron a Pilato” (Marcos 15:1);y, después, fue crucificado desde la hora tercera (Marcos 15:25) hasta la novena en que expiró (Mateo 27:45,46; Lucas 23:44), y a continuación sepultado antes de la puesta de sol de ese día viernes 14 de Nisán.

(3) Día 15: la Pascua y Primer día de los Panes Ácimos– Día solemne de santa convocación que coincide con el sábado del Decálogo. Se inicia al atardecer del viernes. Y este día fue de preparación de la Pascua, lo que quiere decir, que tuvieron que sacrificar los corderos entre las dos tardes, para, a continuación, celebrar  la Pascua y el primer día de los Panes Ázimos, todo al mismo tiempo; pero todo eso sucedería tan pronto se iniciara el siguiente día con la puesta de sol, que ya sería el 15, día de reposo por partida doble: en primer lugar, por tratarse del séptimo día de la semana –sábado–, día de reposo por el mandamiento de la ley del AT, y en segundo lugar, día de “santa convocación” por ser “el primer día de la fiesta de los Panes sin levadura” o Ácimos.

(4) Día 16: Domingo (primer día de la semana)- Día de la Resurrección de Jesucristo, y Día de la ofrenda de la gavilla-primicias de la siega de la cebada. Comienza a contarse los cincuenta días establecidos por Dios para la celebración de la fiesta de Pentecostés. Jesús resucitado, “cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana” (16 de Nisán del año 30 d.C.) se presentó “en el lugar donde los discípulos estaban reunidos” (Juan 20:19).

(5) Empieza a contar la primera de las siete semanas hasta el día de Pentecostés.

(6) Día 21: Viernes, séptimo y último día de la fiesta de los Panes sin levadura (Día de santa convocación-día de reposo ritual).

(7) Día 23: Siguiente domingo (primer día de la semana) al de la Resurrección de Jesucristo: “Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros” (Juan 20:26). Nótese que, en la Biblia, el cómputo de los días es inclusivo. Por eso, aun cuando ha pasado solo una semana, se contabilizan ocho días, desde el domingo de la semana anterior hasta el domingo de la siguiente semana. Veamos el interesante contexto del pasaje anterior que registra algo de lo que sucedió en esta segunda visita de Jesús.

Juan 20:26-29: Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.  (27)  Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.  (28)  Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!  (29)  Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

La respuesta a la pregunta que encabeza este apartado de por qué hubo dos celebraciones de la Pascua –la de Jesús y sus discípulos en el día 14 de Nisán y la del resto del pueblo judío veinticuatro horas después (día 15 de Nisán)– es porque las autoridades judías habían convenido, en un momento determinado de su historia, trasladar la fiesta de la Pascua para que coincidiera con el primer día de la fiesta de los Panes sin Levadura, lo cual llegó a formar parte de su Tradición.

5. Conclusión

En lo que antecede se ha podido comprobar que Jesucristo fue crucificado y muerto un viernes por la tarde cerca de la hora novena (Mt. 27:46; Mr. 15:34; Lc. 23:44). En cuanto a que era viernes el día en que Jesús murió, la Escritura no deja lugar a dudas, “porque era la preparación, es decir, la víspera del día de reposo –sábado o séptimo día de la semana–, la víspera del día de reposo” (Mr. 15:42). El evangelista Lucas incide en ello: “Era día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo” (Lc. 23:54). Además, el apóstol Juan lo confirma, no una sino tres veces:

Juan 19:14: Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey!

Juan 19:31: Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo[a] (pues aquel día de reposo[b] era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí.

Juan 19:42: Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

El día anterior al sábado se le llamaba día de la preparación porque había que dejar todas las cosas preparadas para evitar transgredir el mandamiento del reposo sabático que prohibía, entre otras cosas, realizar cualquier tipo de trabajo secular o negocio, hacer fuego, cocinar, viajar, etc. Pero, además, en el año 30 d.C. en que fue crucificado Jesucristo, los judíos tuvieron, en ese día, víspera del sábado, una preparación adicional: “la preparación de la Pascua”. De ahí que el apóstol Juan se refiera a ello hasta en tres ocasiones. Y esto fue debido a que, en el año de la muerte de Jesús, la fiesta de los Panes Ázimos  cayó en el día sábado, séptimo día de la semana, y día del reposo semanal del mandamiento de Dios de la ley del AT.

Sin embargo, lo que verdaderamente ha llamado la atención –y ha habido mucha gente que no lo ha podido entender– es que hubiera dos celebraciones de la Pascua en el citado año 30 de la muerte de Jesús: por un lado, Jesús y sus discípulos comiendo la Pascua en la noche del 14 de Nisán, y por otro, las autoridades judías y resto del pueblo celebrándola en la noche del 15 de Nisán, que ya era el primer día de los Ázimos.

Por tanto, debe quedar claro que Jesús y sus discípulos, el jueves por la noche, que era ya viernes día 14 de Nisán, celebraron la fiesta de la Pascua (Mateo 26:17-19), que fue la Última Cena, de acuerdo a la ley del AT. Según la misma, a partir de la puesta del sol del jueves se consideraba ya viernes día 14 de Nisán. Mateo, Marcos y Lucas se refieren a ese día como “el primer día de la fiesta de los Panes sin Levadura” (Mateo 26:17; Marcos 14:12 y Lucas 22:7), cuando en realidad, o sea, oficialmente, ese día empezaba a la puesta de sol del viernes. Sin embargo, al parecer, en tiempos de Jesús existía también la costumbre de celebrar la Pascua oficialmente un día después del señalado por la Ley, que ineludiblemente tenía que ser la noche del 14 de Nisán. De otra parte, Jesús no hubiera podido participar de la conmemoración oficial, porque Él sería sacrificado el viernes, en lugar del cordero que se ofrecía, entre las dos tardes, aunque se hacía incorrectamente porque no se ajustaba a la Ley del AT.

Por lo que dice el evangelista Lucas, en tiempos de Jesús, la fiesta de los Panes sin Levadura había llegado a englobar la de la Pascua, de manera que ésta era también conocida por el nombre de aquella. Comprobémoslo en el siguiente texto:

Lucas 22:1-2: Estaba cerca la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la pascua. (2) Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo.

Este cambio de denominación de la fiesta de la Pascua quizá se debió a que la fiesta de los Panes Ázimos duraba siete días consecutivos, empezando por el 15 de Nisán hasta el 21 de Nisán, y porque tenía más carácter festivo que la de la Pascua, puesto que el día primero de inicio y el día que ponía fin a esta celebración eran festivos, de santa convocación, es decir, de reposo como el sábado del mandamiento de la ley de Dios del AT.

Sin embargo, la fiesta de la Pascua propiamente dicha debía celebrarse únicamente durante la noche del día 14 de Nisán, y al acabar la cena del cordero asado con panes ázimos e hierbas amargas, las familias volvían a sus hogares (Dt. 16:7), y por el día se dedicaban a hacer sus quehaceres cotidianos. Adicionalmente, otra razón para llamar al día de la Pascua “primer día de la fiesta de los panes sin levadura”, cuando sacrificaban el cordero de la pascua” (Mt. 26:1-5; 26:17-20; Mr. 14:1-2;12-17; Lc. 22:1-2; 7-15) se debe a la costumbre y obligación que tenían los israelitas de sacar de las casas todo vestigio de levadura antes de que empezara la Pascua, y sobre todo no usarla en esas fiestas. Por otro lado, las autoridades judías habían quebrantado el mandamiento de Dios, de celebrar la Pascua el 14 de Nisán, por su tradición (Mt. 15:2-9), pues cambiaron el día del sacrificio de los animales desde ese día 14 al 15 de Nisán, cuando solo debía celebrarse la fiesta de los Panes sin Levadura.

A continuación solo me queda responder a la última pregunta que me hacía al principio de este estudio el hermano José Luis:

“¿De qué fuente obtuvieron el calendario del año 30 que presentan? (José Luis).

En realidad fueron varias fuentes las que me ayudaron a elaborar los dos artículos precedentes que, junto con el presente estudio, han tratado el asunto tan importante de la vida y muerte de nuestro Señor Jesús. El primer estudio bíblico de esta serie titulado, “Nacimiento-muerte de Jesús y la Profecía de las Setenta semanas de Daniel, lo publiqué el 11 de octubre del 2009. Y el segundo artículo, «Hubo dos celebraciones consecutivas de la Pascua en el año de la crucifixión de Jesús?»,  lo acabé de redactar el 24 de noviembre del 2013.

Todas las fuentes utilizadas se pueden ver en el apartado titulado “Referencias bibliográficas” situado al final de los citados artículos, y también del presente escrito. Aprovecho para incluir aquí un párrafo de un artículo de J.A. Monroy –“¿Cuándo murió Cristo?”– que obtuve de www.protestantedigital.com,  pero creo que a fecha de hoy ya no aparece en la citada web.

Recientes investigaciones apoyan como la fecha, más probable, para la crucifixión de Jesucristo, el año 30 d. C.:

“…Las investigaciones del jesuita japonés Yoshimasa Tsuchiya discrepan de las de sus colegas británicos por un margen de tres años. Este profesor de Teología, aficionado a las matemáticas, ha elaborado un calendario perpetuo, en el que fija la fecha de la muerte de Jesús en el viernes 7 de abril del año 30. El Mesías, afirma, murió dos días antes de la luna llena, después del equinoccio de invierno. El calendario, según el religioso nipón, puede precisar el momento exacto de los grandes acontecimientos históricos que, debido a su lejanía en el tiempo, están oscurecidos por la nebulosa del olvido; siguiendo las pautas marcadas por tan curioso invento, se pueden incluso precisar las fechas de las Semanas Santas de los próximos milenios, ya que cubre un período de 3.600 años, desde el 8 hasta el 3599 después de Cristo.” (2)

La segunda fuente procede del artículo: Fechas clave en la vida de Jesús” (3).

Más recientemente – abril 2015–, he obtenido confirmación acerca de las fechas de la muerte de Jesús –año 30 y viernes 14 de Nisán– al leer la obra “Jesús de Nazaret I (Un Personaje histórico) (4).

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

(1) Comentario de la Biblia de Jerusalén de 1998 a Éxodo 12:6, pág. 84

(2) J.A. Monroy. Enfoque. ¿Cuándo murió Cristo? http://www.protestantedigital.com/new/enfoque.php?1215

(3) J.Chordi. Fechas clave en la vida de Jesúshttp://jchordi.wordpress.com/2007/12/17/fechas-clave-en-la-vida-de-jesus/

(4) Pedro de Felipe del Rey, 2000, Licenciado en Teología. “Jesús de Nazaret I (Un Personaje histórico). Caps. 5-6 págs. 89-141.

Versión: 25-04-12

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado Carlos, en su pasado correo, usted me hizo dos preguntas muy concretas pero muy profundas, –“¿cómo definía a Dios?” Y “¿cuáles eran mis argumentos para creer en la Trinidad?”–, sus palabras fueron las siguientes:

“Me gustaría, por lo cual le doy de antemano las gracias, cuál es su definición de Dios. Creo por lo poco que he leído en sus artículos que apoya la doctrina de la Trinidad. ¿Que argumentos tiene para creer en la Trinidad?” (Carlos S.).

El veintidós de abril, con el artículo titulado –“Argumentos para creer en la Trinidad”–, respondí a sus preguntas según el leal saber y entender que tengo actualmente de este tema, desde mi fe en Cristo como mi Salvador personal, y desde el conocimiento y entendimiento de la Biblia que Dios me ha dado. Creo que todos mis argumentos fueron documentados y fundamentados en multitud de textos bíblicos, que, en mi opinión, demostraban que Jesucristo es Dios encarnado, y que el “Yahvéh” del Antiguo Testamento es Dios, el Hijo, que al encarnarse y nacer de mujer, hace más de dos mil años, entró en nuestro mundo tomando el nombre de Jesús. Este dogma no es un invento humano sino la revelación que Dios hizo de sí mismo en Su Palabra. Tampoco es irracional ni repugna a la razón, sino simplemente es superior a la razón y a la lógica humanas. Precisamente, el hecho de que sea incomprensible para la mente humana evidencia la verdad de Dios, su infinitud, y su procedencia divina, pues desvela un misterio que la imaginación humana más portentosa jamás hubiera pensado que pudiera existir.

Pues bien, usted me replica diciéndome más o menos que mi forma de interpretar la Biblia conduce a contradicciones y a misterios sin respuestas lógicas. Como el afirmar que Jesucristo es Dios, lo que a usted le parece un disparate, contra toda lógica. Su lógico argumento es: “Dios es inmortal, Cristo murió, luego Cristo no es Dios”.

La Biblia no es un tratado de lógica. La fe no consiste en creer solo lo razonable, demostrable y lógico sino en confiar en Dios y en Su Palabra. Si usted se aferra a la razón y a la lógica humana no está teniendo la fe que Dios demanda, pues antepone su razón a la Revelación. Es usted muy libre de pensar y actuar como le dicte su libre albedrío, pero, al menos, reconocerá que no todo puede explicarse científica, lógica y racionalmente sino que hay misterios, que escapan a la finitud y limitación del ser humano. Como es el misterio de Dios y de Su Hijo Jesucristo “que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero ha sido manifestado ahora,” (Romanos 16:25,26). “Ahora”, quiere decir que en el Antiguo Testamento no dispusieron de esta revelación. Hemos de reconocer que la Revelación de Dios al hombre ha sido progresiva durante miles de años, hasta llegar a los “postreros días” en que nos ha hablado por el Hijo (Hebreos 1:1-3).

Dios ha hablado por su Hijo

Hebreos 1:1-3 :  Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, (2) en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; (3) el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

Me pregunto, pues, ¿qué propósito le llevó a hacerme unas preguntas cuyas respuestas ya conocía o se imaginaba? Porque usted no ha aceptado las evidencias bíblicas que le mostré en el citado artículo, alegando que Abraham, Moisés y en general los judíos, conocían a Dios mejor que este humilde servidor que le escribe, y jamás pensaron en Él, ni le imaginaron, ni le conocieron como un Dios trino. No estoy tratando de convencerle. Tampoco pretendo que comparta mi fe. No estoy obligado a más, ni con ánimo de polemizar y teorizar inútilmente sobre ningún tema. Máxime cuando intuyo que no existe por parte de usted predisposición a buscar la Verdad de una manera objetiva, mediante una investigación sincera y humilde de las Sagradas Escrituras.

2. Si Dios es inmortal ¿cómo pudo Cristo morir?

Su argumento es muy lógico y racional: Dios es inmortal, Cristo murió, luego Cristo no es Dios. Usted lo expresa de la siguiente manera:

“Dios es inmortal, lo cual significa que no puede morir… Jesús murió y sabemos lo que significa morir, por que Jesús lo experimentó, murió (dejó de existir) 1ª Corintios 15:3. Dios no deja de existir.

Romanos 5:8: «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros». 

Romanos 6:9: «Cristo, ahora que ha sido levantado de entre los muertos, ya no muere; la muerte ya no es amo sobre él«. 

Apocalipsis 1:17, 18: «Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades».

“La inmortalidad no es una característica fluctuante. Un ser no puede ser inmortal un día, morir el siguiente, y después volver a ser inmortal. O se es inmortal, o no.

“La Escritura afirma que Dios es inmortal, Dios no puede morir, ya que su naturaleza no se lo permite. Jesús no puede ser Dios, ya que Jesús murió, algo que para Dios es imposible. El argumento es ineludible. Se presenta una contradicción inmensa: si Jesús es Dios, no puede haber muerto, ya que Dios no puede morir”. (Carlos S.)

Con su aplastante lógica olvida usted algunas cosas. Primero, que la Palabra de Dios no es filosofía. Segundo, que Dios tomó un cuerpo humano, es decir, se humilló a sí mismo (Filipenses 2:6-11), haciéndose tan minúsculo que pudo unirse a un óvulo del útero de una mujer virgen llamada María que le dio su humanidad, –“lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.” (Mateo 1:20)–, y, por tanto, el Ser que nació era como cualquier ser humano, exceptuando la naturaleza pecadora (Lucas 2:35; Romanos 8:3; 2ª Corintios 5:21; Hebreos 4:15; 1ª Pedro 2:22), “Porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37). Tercero, para entender su muerte no basta con simplificar el misterio de la Encarnación de Jesús, y creer que fue solo humano, y no divino. Si Cristo fuera solo humano o un ángel, su sacrificio por la humanidad no sería válido, como máximo su vida se podría entregar a cambio de otra. Pero de ninguna manera podría pagar o saldar la penalidad que corresponde a multitud de seres humanos. Sin embargo, Cristo, al ser Dios infinito cubre a la humanidad entera. Cuarto, Jesús murió como hombre no como Dios.

Si me permite le haré unas preguntas: ¿Quién es Jesucristo para usted? ¿Solo un hombre? ¿La segunda Persona de la Divinidad encarnada? ¿Una  criatura celestial, Hijo de Dios, pero no eterno, ni inmortal, ni consustancial al Padre, que vivía con Dios desde que fue creado por Él, y que se encarnó como hombre entrando en la historia de la humanidad hace unos dos mil años?

¿Cómo emplea usted la lógica humana para conocer “el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos,” (Colosenses 1:26), “el misterio de Dios el Padre, y de Cristo” (Colosenses 2:2)? ¿Con que lógica entiende usted “el misterio de la piedad”, que consiste, como afirma la Palabra de Dios, que “Dios fue manifestado en carne” (1ª Timoteo 3:16)?

Su tipo de fe, racional y humana o divina, dependerá del Cristo en que usted crea. Pero sigamos leyendo su correo para averiguar en que premisas humanas está usted anclado:

“Pero si Jesús no murió, nuestra fe es vana.  La verdad que enseña la Biblia es clara; no presenta contradicciones de esta magnitud. La Biblia existe para instruirnos respecto a las cosas profundas de Dios y de su plan para con el hombre, no para presentarnos misterios sin respuesta lógica”. (Carlos S.)

En primer lugar, la Palabra de Dios no dice “si Jesús no murió, nuestra fe es vana” sino “si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana” (1ª Corintios 15:17). Aunque la muerte de Jesús fue necesaria para pagar nuestras deudas de pecado, el énfasis está puesto en su resurrección, pues la dificultad no está en morir sino en resucitar o sea volver a vivir, lo que significa victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo; y demuestra que el Autor de la vida (Hechos 3:15), tiene “el poder para entregarla y para volverla a tomar” (Juan 10:18).

En segundo lugar, usted dice –“la Biblia existe para instruirnos respecto a las cosas profundas de Dios y de su plan para con el hombre, no para presentarnos misterios sin respuesta lógica”– ¿Le parece poco profundo que la Biblia enseñe que Dios es uno en esencia pero al mismo tiempo tres personas distintas, y sin embargo, no son tres Dioses? Usted lo ve como una contradicción con su mente racionalista, pero no lo es. La Biblia afirma que Dios es uno en esencia cuando dice: “Escucha, Israel: Yahvé nuestro Dios es el único Yahvé (Deuteronomio 6:4. NBJ, 1998). Y Jesús ratifica la Escritura citando esas mismas palabras de la ley, al responder a la pregunta del escriba: “Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor” (Marcos 12:29). Pero hay que tener en cuenta también los otros textos que presentan a Jesús y al Espíritu Santo con los mismos atributos de Dios, el Padre, lo cual no vamos a repetir, pues ya lo presenté en anteriores estudios. Veamos ambos textos citados arriba en la traducción de la Biblia de Jerusalén (NBJ, 1998).

Deuteronomio 6:4-5: Escucha, Israel: Yahvé nuestro Dios es el único Yahvé.  (5)  Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.

Marcos 12:28-34: Acercóse uno de los escribas que les había oído y, viendo que les había respondido muy bien, le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» (29) Jesús le contestó: «El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor,  (30)  y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.  (31)  El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.» (32) Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, (33) y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» (34) Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios.» Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.

Usted, estimado hermano, hace este comentario con toda la lógica del mundo:

“Aquel escriba no se fue pensando que había dejado atrás nada menos que a Dios mismo, que había hablado con Dios mismo. Fuera del Señor Dios de Israel, el que se reveló a Abrahán y mas tarde a Moisés, fuera de Él no hay otro”. Abraham, el amigo de Dios, el padre de los que tienen fe, no dejó semejante conocimiento como dechado a sus descendientes. 

Santiago 2:23: «Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios».

“Moisés, el hombre fiel, no recibió ni enseñó a sus consiervos judíos semejante conocimiento acerca de Dios.

Números 12:7 y 8. «No así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa. Cara a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?» 

“No cuenta lo que usted quiere entender o interpretar de los escritos hebreos, lo que cuenta es lo que ellos aprendieron y creyeron de sus escritos hebreos por milenios” (Carlos S.).

Su argumento, de que Abraham, como amigo de Dios, y Moisés, que vio su gloria (Éxodo 33:18-23), deberían tener un conocimiento de Dios difícilmente superable por otros seres humanos, no me parece sólido, coherente ni, por tanto, válido. ¿Por qué no me parece válido? Sencillamente, porque la revelación de Dios es progresiva, y sólo “en estos postreros días, nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;” (Hebreos 1:1-3).

Hebreos 1:1-3 :  Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,  (2)  en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;  (3)  el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

Por tanto, si Dios no se reveló, a Abraham y a Moisés, y en general, a los judíos del AT, de forma  clara y totalmente evidente, como un Ser plural o trino, es porque no había llegado el momento. No obstante, en el Antiguo Testamento, no tan claramente como en  el NT, también aparecen alusiones a las tres personas que forman la Divinidad. Veamos por ejemplo los siguientes textos:

En el AT, que se escribió originalmente en el idioma hebreo, aparece infinidad de veces la palabra “elohim”. Como dije antes, no conozco el hebreo, pero los eruditos coinciden que es una forma plural de referirse a Dios (véase, en Internet, Wikipedia), o, en otros contextos, a ángeles, demonios o jueces humanos, o, simplemente, alguien poderoso1. Aunque esto no es ninguna prueba, sí es, al menos, significativo o sugerente, que en los siguientes textos se use esa forma plural “elohim” para designar a Dios. Veamos:

Génesis 1:26: Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.

Génesis 3:22: Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.

No queremos decir que esto sea una prueba irrefutable, pues “elohim” también, según el contexto, se puede traducir en singular. Pero hay muchas más pruebas, que por supuesto, no vamos a presentar aquí, para no hacer exhaustivo este estudio que no pretende convencer a nadie; esa función corresponde solo al Espíritu Santo.

Ahora, solo citaremos unas palabras de Jesús, que hacen referencia a otras que hablan de Él en el Antiguo Testamento:

Mateo 22:42-45 (Mr. 12:36; Lc. 20:42-43; Hch. 2:34-35; 1ª Co.15:25; Efesios 1:20-22; Col 3:1; Heb. 1:13; 8:1; 10:12-13): diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David.  (43)  Él les dijo: ¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo: (44) Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?  (45) Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?

Compárese con Salmos 110:1:

Salmos 110:1: Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

No haré comentarios para dejar al lector que obtenga sus propias conclusiones.

¿Hay referencias al Espíritu Santo en el Antiguo Testamento?

Con respecto al Espíritu Santo existen multitud de textos en el Antiguo Testamento, que hablan del Espíritu de Dios. Por ejemplo: Génesis 1:2; Éxodo 31:3; 35:31; Núm. 24:2; Jueces 3:10; 6:34; 11:29; 13:25; 14:6; 14:19; 15:14; 1ª S. 10:6; 10:10; 11:6: 16:13: 16:14; 2ª  S. 23:2; 1 R. 18:12; 22:24; Is. 11:2; 32:15, 40:13; 44:3; Joel 2:28-29; etc.

Solo transcribiré los textos del libro de Joel que se refieren a la promesa de Dios de derramar el Espíritu Santo, y que manifiestamente se cumplió en el día de Pentecostés, cuando se formó la Iglesia cristiana primitiva (Hechos 2:3-4).

Joel 2:28-29: Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.  (29)  Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.

Hechos 2:3-4: y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.  (4)  Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.

¿Es el Espíritu de Dios distinto de Dios Padre? ¿Es una persona el Espíritu de Dios?

Eso ya fue tratado en otros artículos y no procede volver a repetir los mismos argumentos.

3. Conclusión

Usted, estimado Carlos S., al final de su escrito, me dirige las siguientes palabras:

“Usted con su exposición, que evidentemente contradice la creencia fuertemente arraigada en la nación Judía, afirma o insinúa que conoce mejor a Dios que el patriarca Abraham o que le habla mas claramente que a Moisés o que entiende mejor el hebreo que los contemporáneos judíos. Yo le digo lo que le diría el propio Jesús, un judío:

Juan 4:22: «Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos»

Romanos 3:1,2: «¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿O de qué aprovecha la circuncisión? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios«. 

“Nunca existió en la comunidad Hebrea dudas acerca de quien es el  Dios al que servían”. (Carlos S.).

Estimado Carlos S., yo nunca dije que conociese a Dios mejor que Abraham o Moisés, ni que entendiese el idioma hebreo ni mejor ni peor que nadie, pues no lo entiendo de ninguna manera. Tampoco necesito a estas alturas de mi vida estudiar hebreo, que no necesito para sostener mi fe en la inspiración de toda la Sagrada Escritura.

¿Qué me quiere decir usted? ¿Acaso hay que ser judío y conocer el idioma hebreo para conocer a Dios? El que conoce a Jesús ha conocido a Dios (Juan 14:9). Además, ¿qué entendemos por conocer a Dios? En mi opinión, no hay conocimiento de Dios si no existe una relación basada en el amor y la reconciliación que se establece al aceptar que Cristo murió en el lugar del creyente para saldar la deuda de sus pecados e imputarle su justicia, que es lo único que le salva (Gálatas 1:4; 1ª Corintios 1:30;2ª Corintios 5:17-21; Tito 3:3-7; 1ª Pedro 1:18-20; Romanos 3:24;5:1; etc.).

Usted, querido hermano, me preguntó, lo cual le agradezco, y yo le he respondido, y ahí termina todo. Si con la ayuda de Dios le he podido aclarar algo sobre este difícil tema, gloria y alabanza sea a Él; y si le he dejado igual que estaba, lo siento, pero no está en mi mano proporcionar la fe a nadie, sino solo dar testimonio de la mía con la sola Escritura.

Quedo a su entera disposición en Cristo

Bendiciones

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Comentarios de los lectores

 Comentario enviado por Andrés

Como no tiene desperdicio, copio el siguiente comentario extraído del blog de Luis Alemán Mur, http://www.feadulta.com/aleman-21.htm, que con el permiso de Carlos aprovecho para ofrecerlo a todos aquellos que se atrevan a pensar……

PERO, ¿JESÚS «ERA» DIOS?

«Se puede decir que Jesús es Dios. Pero no por la identidad de Dios y hombre, sino por la unión.

«Te da vértigo la pregunta, ¿verdad? Si respondes afirmativamente, el vértigo no desaparece. Y si lo niegas, te quedas en el aire.

«Puede que esto ayude a clarificar la afirmación “Jesús es Dios”.

«El sujeto es “Jesús”. El predicado, “Dios”. Y el verbo, “es”. El problema está en el verbo “es”. El sujeto y el predicado se unen por medio del verbo. Vale.

«Pero el sujeto “Hombre” (Jesús) ¿se une al predicado Dios por identidad? No. Hombre no puede ser igual a Dios, nunca.  Ni Dios puede ser igual a Hombre, nunca. Eso sería negar a Dios, o negar al hombre.

«Entonces, ¿no se puede decir que Jesús es Dios?

«Se puede decir. Pero no por la identidad de Dios y hombre, sino por la unión. Por vía de identidad, no. Por vía de unión, sí: unidad singular de realidades diferentes, sin separación ni mezclas.

«Se realiza tal unidad entre Dios y aquel hombre (¡misteriosa unidad!) que lo que él piensa es lo que piensa Dios; lo que él dice es lo que dice el Padre; ama como y cuanto ama el Padre; y sus preferencias son las del Padre. Y, así, quien lo ve a Él, está viendo lo que se puede “ver” del Padre.

«Jesús es el camino hacia Dios. Jesús es la verdad sobre Dios. Jesús es la vida de Dios.» (Blog de Luis Alemán)

Gracias, Carlos

Andrés


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

1. Los significados de la palabra elohím Por José Álvarez Rivera (http://www.mercaba.org/Enciclopedia/E/elohim_significados.htm)

Versión: 13-12-2016

Carlos Aracil Orts

1. Introducción

 

Estimada hermana Rosa, ciertamente, la pregunta siguiente que me formulaste me gusta cómo está planteada y es muy interesante:

“Sabemos que Jesús nació inmaculado, murió inmaculado y resucitó inmaculado (Lucas 1: 35), esto es, sin pecado, entonces ¿por qué se bautizó Jesús por manos de Juan el Bautista si el bautismo de Juan era «el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados» (Marcos 1: 4-5)? (Rosa)

En primer lugar, leamos los textos del Evangelio de Marcos que citas, insertos en un amplio contexto:

Marcos 1:1-8: Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. (2) Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti. (3) Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas. (4) Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. (5) Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. (6) Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre. (7) Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado. (8) Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo. (9) Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. (10) Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. (11) Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.

En segundo lugar, para obtener una idea lo más completa posible sobre Juan el Bautista y el bautismo de Jesús, deberemos comparar con las descripciones paralelas que los otros tres Evangelios hacen de aquel personaje y de este evento tan importante que protagoniza Jesús al inicio de su ministerio (Mt. 3:1-17; Lc. 1:5-26, 36, 39-80; 3:1-22; Jn. 1:6-8, 15-16,19-37).

El Evangelio de Mateo es el único que nos proporciona una respuesta de Jesús respecto a la razón o motivos por los que pidió ser bautizado. Son unas misteriosas palabras que Jesús dirige a Juan, para contrarrestar la oposición de éste a bautizarle: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia (Mt. 3:15). Leámoslo con algo de contexto:

Mateo 3:13-15: Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él.  (14)  Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?  (15)  Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó.

A lo largo de este estudio bíblico, comprobaremos, por una parte, quién fue Juan el Bautista, su misión y su relación con el Mesías; y por otra, la condición impecable de Cristo-Hombre, y finalmente, trataremos de interpretar el significado de la declaración de Jesús del citado versículo (3:15), y las razones de por qué Jesús quiso ser bautizado por Juan el Bautista al inicio de su ministerio público.

2. ¿Quién fue Juan el Bautista y cuáles su misión y relación con Jesucristo?

En el primer capítulo del Evangelio de Lucas se describen, minuciosamente, el origen de Juan el Bautista, sus progenitores, circunstancias y datos de su nacimiento, así como la misión a la que fue predestinado por Dios.

Las circunstancias de su nacimiento fueron extraordinarias o, mejor dicho, milagrosas, porque sus padres, el sacerdote Zacarías y su esposa Elisabet, “ambos eran ya de edad avanzada” y “Elisabet era estéril” (Lc. 1:5,7). Pero  Dios le comunicó a Zacarías, por medio del ángel Gabriel lo siguiente: “…no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. (14) Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; (15) porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. (16) Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. (17) E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto (Lucas 1:13-17).

En pocas palabras, el ángel Gabriel nos describe la posición tan importante que ocupará Juan en el Plan de Dios de salvación de la humanidad y su misión dentro de ese Plan. Juan iba a ser “grande delante de Dios”, consagrado, dedicado a Dios desde antes de nacer, como señala la frase de “No beberá vino ni sidra”, que es una condición para ser nazareo, que significa “separado o consagrado”, según la ley del AT (Núm. 6:1-5). Además, la Palabra de Dios nos presenta, a continuación, en qué consistirá su misión, y con qué poder o Gracia la llevará a cabo: “Y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. (16) Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. (17) E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto (Lucas 1:15-17).

Con los textos citados arriba, el ángel Gabriel nos da la interpretación de la siguiente profecía de Malaquías (4:5-6):

Malaquías 4:5-6: He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. (6) El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.

Juan el Bautista cumple esta profecía de Malaquías. Pero Gabriel no nos dice que Juan sea la misma persona que el Elías que vivió cerca de 900 años a.C. y que fue trasladado al Cielo sin conocer la muerte (2 R. 2:11), sino que Juan tiene “el espíritu y el poder de Elías” (Lc. 1:17). Es decir, Juan es lleno del Espíritu Santo así como lo fue Elías. Por otro lado, disponemos del testimonio de Jesucristo que, refiriéndose a Juan el Bautista, dijo: “él es aquel Elías que había de venir” (Mt. 11:13-14; cf. Mt. 17:10-13; Mr, 9:11-13; Jn. 1:21).

Mateo 11:9-14: Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. (10) Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. (11) De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.  (12)  Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. (13) Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. (14) Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir.

Mateo 17:10-13: Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? (11)  Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. (12) Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. (13) Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista.

El testimonio de Nuestro Señor Jesucristo sobre Juan el Bautista es concluyente, porque nos desvela, en primer lugar, que él no es la misma persona que el Elías del AT, sino otra distinta con rasgos semejantes; en segundo lugar, nos dice que Juan es el que cumple también la profecía de Malaquías (3:1), que Jesús cita al referirse a la misión de Juan: “Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti” (Mt. 11:10); y en tercer lugar, deja claro que el Bautista es algo “más que profeta” (Mt. 11:9).

Malaquías 3:1: He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos.

Algunos –los que todavía no tienen el Espíritu de Cristo– han creído ver en estos textos, un respaldo de la Biblia a la creencia de que los espíritus de los muertos se vuelven a reencarnar una y otra vez en otros seres vivos. Pero Cristo habla figuradamente, dando a entender que Juan tendría muchos rasgos y características semejantes al profeta Elías, de entre los que destacan ser profeta, lleno del Espíritu Santo y su peculiar indumentaria semejante a la del profeta Elías (véase 2 R. 1:8; cf. Mr. 1:6). En el artículo –¿Apoya la Biblia la creencia en la reencarnación? trato específica y ampliamente este tema.

El evangelista Lucas, riguroso y científico como le caracteriza, ubica la concepción y nacimiento de Juan el Bautista “en los días de Herodes, rey de Judea” (Lc. 1:5); y el comienzo de su ministerio –es decir, cuando empezó a predicar “el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados” (Lc. 3:3)–, En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia,  (2)  y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás” (Lc. 3:1-6). Leámoslo en su contexto:

Lucas 3:1-6: En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia,  (2)  y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.  (3)  Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados,  (4)  como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor;  Enderezad sus sendas.  (5) Todo valle se rellenará, Y se bajará todo monte y collado; Los caminos torcidos serán enderezados, Y los caminos ásperos allanados; (6) Y verá toda carne la salvación de Dios.

Por la Historia, sabemos que Herodes el Grande murió hacia el mes de abril del año 4 a.C., por lo que Juan –al igual que Jesucristo– tuvo que nacer algún tiempo antes de esa fecha; pero, Lucas, además, nos da, con todo lujo de detalles, la fecha del comienzo del ministerio de Juan el Bautista, –y también la del inicio del ministerio de Jesucristo– en “el año decimoquinto del imperio de Tiberio César”, en el que concurren el resto de datos que proporciona Lucas (Lc. 3:1), que, según nos dicen los historiadores, corresponde al año 779 de la fundación de Roma (26 d.C.) (1). Este año es muy importante porque coincide también con el del inicio del ministerio de Jesús y de su bautismo, lo cual es el cumplimiento de la profecía de las setenta semanas de años del libro de Daniel (9:24-27); es decir, cuando Jesucristo inicia, con su bautismo, su ministerio, cumple también la profecía de “poner fin al pecado, expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos” (Daniel 9:24). Leamos algo de su contexto a continuación:

Daniel 9:24-27: Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. (25) Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.  (26)  Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. (27) Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador.

Por otra parte, sabemos que el ángel Gabriel le dice a la virgen María –madre de Jesús–: «Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril” (Lucas 1:36). Es decir, como Juan el Bautista nació medio año antes que Jesús, y Lucas registra que Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años…” (Lucas 3:23), esto nos permite conocer también la edad de Juan. En el artículo Nacimiento y muerte de Jesús en la profecía de Daniel, he tratado más ampliamente sobre estas fechas que se deducen de los datos suministrados por Lucas (3:1-2), pero relacionados con el cumplimiento de la, antes citada, profecía de las setenta semanas del libro de Daniel (9:23-27).

Resumiendo, Juan el Bautista fue predestinado para ser “profeta del Altísimo” (Lc. 1:76), y con una clara e importante misión, profetizada por algunos profetas del AT, como Isaías: “Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios” (Isaías 40:3), o Malaquías (3:1; 4:5-6). Lo cual fue confirmado y cumplido por él mismo, como lo prueban los siguientes textos:

Mateo 3:1-3: En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, (2) y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.  (3)  Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, Enderezad sus sendas.

Juan 1:22-23: Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?  (23)  Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.

Juan 1:31: …mas para que [Jesús] fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.

Y su misión fue, también, predicha por su padre, el sacerdote Zacarías que, lleno del Espíritu Santo, profetizó lo registrado en Lucas 1:67-79, de lo que solo citaremos aquí los cuatro últimos versículos de su profecía:

Lucas 1:76-79: Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; Porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; (77) Para dar conocimiento de salvación a su pueblo, Para perdón de sus pecados, (78) Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, Con que nos visitó desde lo alto la aurora, (79) Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz.

Por tanto, la misión de Juan el Bautista estaba directamente relacionada con la misión de Jesús, de anunciar que el Reino de los Cielos se había acercado, preparar el camino del Señor, y señalar a Jesús como el Mesías, “el que bautiza con el Espíritu Santo” (Jn. 1:33); y también, como dijo el apóstol Juan: vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz [la luz simboliza a Jesús], a fin de que todos creyesen por él. (8) No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. (9) Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo” (Juan 1:7-9). Veamos algunos textos más del Evangelio de San Juan:

Juan 1:6-9, 14-15: Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan [el Bautista]. (7)  Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. (8) No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. (9) Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.  […] (14) Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. (15)  Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo.

Juan 1:19-37: Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?  (20)  Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo. (21) Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No. (22) Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? (23) Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías. (24) Y los que habían sido enviados eran de los fariseos. (25) Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?  (26) Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. (27)  Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.  (28)  Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando. (29) El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.  (30)  Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.

Juan 1:31-37: Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua. (32) También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. (33)  Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. (34) Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios. (35) El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos.  (36) Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. (37)  Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús.

Juan el Bautista dio testimonio de Jesús, de que era el Cristo (el Mesías, en hebreo, que significa “ungido”), y, para que nadie se pudiera confundir, además lo identificó como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29); el Hijo de Dios, preexistente (Jn. 1:30,34) desde la eternidad, presentándolo como salvador de la humanidad, por su misión expiatoria y redentora de sus pecados. Aunque Juan el Bautista era profeta, “más que  profeta” –en palabras de Jesús–, no era el Profeta esperado por el pueblo de Israel, según la promesa que le hizo Moisés (Dt. 18:15-22; cf. Hch. 3:22; 7:37). Es por eso que Juan el Bautista responde que no es el Profeta; sino Jesús es el Profeta, Sacerdote (Sal. 110:4; He. 5:10; 6:20; 7:17,21) y Rey, al que el pueblo debería oír y obedecer (Mt. 17:1-6).

3. La naturaleza humana de Jesucristo –Postrer Adán– fue, desde su concepción, perfecta y sin pecado original.

Si Jesucristo hubiera nacido con idéntica naturaleza caída que el resto de los seres humanos, Él no podría ser “el Salvador del mundo” (1 Jn 4:14), sino que a su vez habría necesitado ser salvado. Pero el ángel Gabriel le dijo a la virgen María: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios (Lucas 1:35).

Por lo tanto, es indudable que Jesús, aunque “en todo semejante a sus hermanos” (Heb. 2:17) –o bien “en semejanza de carne de pecado” (Ro. 8:3)–, era también distinto a todos los seres humanos, pues Él tenía una naturaleza humana perfecta, “en semejanza de carne de pecado”, pero sin ninguna tendencia al pecado, puesto que fue santo desde su concepción, como ya comprobamos anteriormente. Esto quiere decir que, al igual que Adán antes de su Caída, su voluntad estaba inclinada al bien. Cristo era “sin mancha y sin contaminación” (1ª Pedro 1:19), “no conoció pecado” (2ª Corintios 5:21), “uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15; 7:26); Y sabéis que él [Cristo] apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él [Cristo]” (1 Juan 3:5). Leamos los versículos citados y alguno más de forma completa:

Juan 8:46: ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?

2 Corintios 5:21: Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Hebreos 4:14-15: Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. (15) Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

1 Pedro 1:18-20: sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,  (19)  sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, (20)  ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,

1 Pedro 2:21-25:  Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; (22) el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; (23) quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; (24) quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. (25) Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.

1 Juan 3:5: Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.

Jesucristo era, pues, “en todo semejante a sus hermanos” (Heb. 2:17), es decir, semejante no significa idéntico, ni absolutamente igual en todo, pero sí en cuanto a que era de carne como la de cualquier hombre, incluso “en semejanza de carne de pecado” (Ro. 8:3), porque había nacido de una mujer (Gá. 4:4) –una virgen, llamada María–, que le pudo haber transmitido genéticamente la degradación física proporcional o correspondiente a los miles de años de historia que habían pasado desde el día de la creación del mundo hasta cerca del inicio del siglo I, cuando el Verbo se encarnó en María. Notemos que María le pudo transmitir los rasgos genéticos o físicos, pero junto con ellos no le transfirió la naturaleza humana caída, que todo ser humano tiene sin excepción; y para que ello fuese así no es necesario declarar que la Virgen fue inmaculada en su concepción, como hizo la jerarquía católica. El Hijo del Hombre fue Santo y perfecto, como Postrer Adán, simplemente, porque fue engendrado por el Espíritu Santo, como también evidencia el Evangelio de san Mateo (1:20).

Mateo 1:19-21: José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.  (20)  Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.  (21)  Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

Su vida entera fue impecable. Él necesariamente tenía que ser impecable para ejercer de Salvador de la Humanidad, para lo que fue predestinado por Dios (Hechos 2:22,23; 1ª Pedro 1:19-20), y para lo que Él mismo se ofreció (Marcos 10:45; Juan 10:18). Es totalmente inimaginable que el Hijo del Hombre pecara. Sería tan disparatado pensar que Cristo podía haber fracasado, como pensar que Dios no puede conseguir todo aquello que se proponga, pues Su voluntad es todopoderosa, infalible e infinita, como Él mismo es; aunque no debemos olvidar nunca que Dios respeta la voluntad y libertad de los seres humanos.

Sin embargo, “Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. (8) Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; (9) y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; (10) y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec (Hebreos 5:7-10). Es decir, Cristo, aunque santo en su concepción y nacimiento, tuvo que aprender la obediencia, y luchar contra las muchas tentaciones a las que estuvo expuesto; pues si Él no hubiera gozado de libre albedrío, o sea, de capacidad potencial para obedecer o desobedecer al Padre, no habría sido meritoria su vida, y tampoco su sacrificio expiatorio, ni su muerte una victoria contra el pecado, la muerte y el diablo (Heb. 2:14-15).

Hebreos 2:14-15: Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, (15) y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.

El autor del libro de Hebreos (v. 5:7) describe dramáticamente cómo Jesús se debatió en una lucha feroz consigo mismo, cuando estando a punto de ser arrestado, conociendo de antemano todo el sufrimiento y el tipo de horrible muerte que le esperaba, “puesto de rodillas oró,  diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” …(44) Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lc. 22:42,44).  Su voluntad humana se resistía a hacer la voluntad divina, pero finalmente, el Cristo-Hombre se sometió a la voluntad divina, por libre elección.

Pero veamos otros textos importantes que nos servirán de introducción para el epígrafe siguiente y último:

Romanos 8:1-4: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. (2) Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. (3) Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; (4) para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Hebreos 5:1-6: Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados; (2) para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad; (3) y por causa de ella debe ofrecer por los pecados, tanto por sí mismo como también por el pueblo. (4) Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. (5) Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy. (6) Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec.

4.¿Por qué quiso ser bautizado Jesús si era sin pecado?

Los Evangelios afirman manifiestamente que Juan el Bautista “predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados” (Mr. 1:4). Y la Palabra de Dios afirma claramente –ver los textos citados al respecto en lo que antecede– que  Jesús nunca conoció pecado (2 Co. 5:21) y que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (He. 4:15). Por tanto, puesto que Él no tenía nada de que arrepentirse, por esta razón, no tendría objeto que fuese bautizado “para perdón de pecados”.

El Evangelio de Mateo es el único que nos proporciona una respuesta de Jesús respecto a la razón o motivos por los que pidió ser bautizado. Son unas enigmáticas palabras que Jesús dirige a Juan, para contrarrestar la oposición de éste a bautizarle: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia (Mt. 3:15). Esto nos da una pista o clave importante, porque la “palabra “justicia” se relaciona con la de “ley”. Ahora debemos preguntarnos a qué ley o leyes del Antiguo o Nuevo Testamento se podía referir Jesucristo con lo de cumplir “toda justicia”.

Jesús dijo “que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lc. 24:44). Veamos también su contexto:

Lucas 24:44-47: Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. (45) Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; (46)  y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; (47) y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.

Todo el Antiguo Testamento (AT) se focalizaba y se iba a cumplir en Jesucristo. En el AT, tanto los sacerdotes como los animales que se ofrecían en sacrificio por los pecados del pueblo y por los de los propios sacerdotes, prefiguraban a Jesucristo, el cual los sustituiría al ser consagrado, en el bautismo de Juan y en su posterior ungimiento por el Espíritu Santo, en sacerdote eterno según el orden de Melquisedec (Sal. 110:1-4; cf. He. 5:6; 6:20; 7:1-3,11, 15-17,26; etc.). Es decir, cuando Jesús fue bautizado por Juan, recibió también el ungimiento del Espíritu Santo, y desde ese momento Él fue consagrado no solo como sacerdote según el orden de Melquisedec, sino también como ofrenda y sacrificio a Dios (He. 10:5-14) como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29).

El bautismo por inmersión es una ley propia del NT, porque no existía en el AT. En el AT, para consagrar a los sacerdotes del pueblo de Israel estaba establecido que, previo al ungimiento con óleo, fueran lavados con agua (Éx. 29:1-10,36-37); y también a dirigentes como Saúl (1 S. 10:1-2), David (1 S. 16:12,13) o Salomón (1 R. 1:39) fueron investidos o consagrados oficialmente en su cargo, mediante el ungimiento con aceite. Por tanto, el bautismo por inmersión en agua que recibió Jesús fue el rito previo y necesario para que Dios el Padre le ungiese mediante Dios el Espíritu Santo, y no con aceite como se simbolizaba en el AT. Y en este acto fue inaugurado el ministerio de Cristo como sacerdote según el orden de Melquisedec y como sacrificio –Cordero de Dios (Jn.1:36)– por el pecado de la humanidad.

Pero, en primer lugar, notemos que Jesús es “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29,36); es decir, es la víctima propiciatoria o expiatoria, que da su vida inocente para que todos los pecadores arrepentidos no mueran eternamente sino que reciban vida eterna (Jn. 3:16). Pero esto es solo una faceta o misión de nuestro Salvador, pues Él es, al mismo tiempo, nuestro Sumo Sacerdote (He. 8:1; 9:11-15), es decir, el “mediador entre Dios y los hombres” (1 Tim. 2:5), nuestro Abogado (1 Jn. 2:1-2), que habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, (13) de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; (14) porque con una sola ofrenda [Jesucristo mismo (v. 10)] hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:12-14). Por ello Cristo Jesús es la justicia de Dios y, a la vez, nuestra justicia (Ro. 3:21,24-26), porque “el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación y redención” (1 Co. 1:30). O como también afirma el mismo apóstol Pablo: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Corintios 5:21).

Es necesario comprender que Jesucristo cargó con nuestros pecados y que, debido a ello, como declaró el profeta Isaías“fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores” (Isaías 53:12); es aconsejable leer todo el capítulo 53. Pero es el apóstol Pedro, haciéndose eco e interpretando esos pasajes, quien también nos declara que  Jesucristo fue “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Pedro 2:24).

Y, en segundo lugar, era necesario que Jesús participase en un rito como el bautismo de Juan el Bautista, porque nuestro Salvador debía identificarse con los pecadores desde el mismo comienzo de su ministerio, ya que su primera misión iba a consistir precisamente en morir por los pecados de los seres humanos; como el bautismo –inmersión en agua– simboliza muerte al pecado y resurrección a una nueva vida, Jesús debía cumplir “toda justicia” participando en el mismo, para así manifestar públicamente, de una manera simbólica, que asumía su misión de cargar con los pecados de la humanidad, y entregar “su vida en expiación por el pecado” (Isaías 53:10). Además, en ese acto, Dios el Padre ungió a Su Hijo, por medio de Dios el Espíritu Santo: “Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. (10) Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. (11) Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (Marcos 1:9-11).

Es decir, Dios el Padre dio testimonio desde el Cielo que Jesús era Su “Hijo amado”, y el apóstol Pedro nos lo recuerda así: “Vosotros sabéis…cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. (39) Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. (40) A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase;  (41) no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. (42) Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. (43)  De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre” (Hechos 10:37-43).

5. Conclusión

En lo que antecede se ha tratado de explicar la importancia del Bautismo y Ungimiento de Cristo, porque, en ese acto, Dios el Padre le identificó como su Hijo, y como Mesías –por su ungimiento con el Espíritu Santo–, y empezó su doble misión como sacerdote según el orden de Melquisedec y como “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Por eso, acto seguido, “Juan [el Bautista] dio testimonio de él [el Cristo], y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo. (16) Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (Jn. 1:15,16). Y siguió testificado señalando a Jesús como el “Cordero de Dios” (Jn. 1:29,36).

Jesús no fue bautizado para arrepentimiento y perdón de pecados, sino porque nuestro Salvador debía identificarse con los pecadores desde el mismo comienzo de su ministerio, ya que su principal misión iba a consistir precisamente en morir por los pecados de los seres humanos, y eso implicaba cargar con nuestros pecados y, como declaró el profeta Isaíasser “contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos” (Isaías 53:12; cf. 1 Pedro 2:24); y el apóstol Pablo completa la visión del misericordioso y amoroso Plan de Salvación de Dios de la humanidad pecadora, cuando añade que Jesús “que no conoció pecado, por nosotros [Dios Padre] lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2ª Corintios 5:21).

Jesucristo cumplió “toda justicia” en su bautismo, porque éste consiste en inmersión en el agua, lo que simboliza muerte al pecado y resurrección a una nueva vida, la que Él consiguió, para todos los seres humanos, con su victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo. Por tanto, al participar en el bautismo, Jesús manifestaba públicamente, de una manera simbólica, su misión de cargar con los pecados de la humanidad, y entregar “su vida en expiación por el pecado” (Isaías 53:10).

Para terminar reflexionemos en los siguientes textos:

Hebreos 7:14-28: Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. (15) Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, (16) no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. (17) Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec. (18) Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia  (19)  (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios. (20) Y esto no fue hecho sin juramento; (21) porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec. (22) Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. (23) Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; (24) mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; (25) por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. (26) Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; (27) que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. (28) Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.

Quedo a tu entera disposición para lo que pueda servirte.

Afectuosamente en Cristo.

Bendiciones

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:
AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento

Las abreviaturas de los libros de la Biblia se corresponden con las establecidas en las biblias Reina-Valera, 1960.

(1) Pedro de Felipe del Rey, 2000: Jesús de Nazaret (Un personaje histórico), Págs. 70-71. Grafisus, S.L. Sector Oficios, 23; 28760 Tres Cantos (Madrid):

“b) Por consiguiente, lo más pronto que Pilato pudo estar en Judea fue al comienzo de la primavera. Por esto Juan el Bautista no empezó a predicar antes de esa fecha; porque, cuando comenzó, ya está Pilato allí (Lucas 3:1). Por tanto, Juan el Bautista principió su ministerio hacia el comienzo de abril del año 779 de Roma (26 d.C.).

“24) Como ya hemos visto, Juan el Bautista era seis meses mayor que Jesús (Lucas 1:36); por tanto, también tuvo que cumplir, seis meses antes que Jesús, la edad legal de los treinta años para empezar su ministerio público; seis meses después, Jesús cumplió su edad legal y empezó su ministerio.

“25) Por tanto, Juan el Bautista comenzó su ministerio hacia primeros de abril, y, antes que terminaran los seis meses siguientes, “cuando todo el pueblo se bautizaba” (Lucas 3:21), también se bautizó Jesús, y pocos días después, en el desierto, cumplió los treinta años a principios de octubre y empezó su ministerio (Lucas 3:21-23; 4:1-15; Marcos 1:9-15). La fecha de la muerte de Jesús confirma también estas fechas (lo veremos en el capítulo VIII).

“26) Así, tanto Juan el Bautista como Jesús empezaron sus ministerios dentro del año 15º del gobierno de Tiberio, como está fechado por Lucas 3:1-3,21-23.

“27) Ahora vemos que esta fecha del bautismo de Jesús dentro del año 779 de Roma (en el comienzo del otoño) confirma de forma clara la fecha de su nacimiento (que, de forma provisional, hemos adelantado en el capítulo primero en relación con la fecha de la muerte del rey Herodes el Grande) en la misma época de año 749 de Roma (5 a. C.); porque, contando hacia atrás, desde el año 779, los treinta años que cumplió Jesús nada más bautizarse, llegamos al año 749 (e), cuando nació. [..]

“28) Vemos que, una vez confirmada la fecha del bautismo de Jesús, al principio del otoño del año 779 de Roma (26 d. C.) (i), las cuatro pascuas…que hubo en el ministerio de Jesús, nos llevan a la fecha exacta de su muerte en Nisán del año 783 de Roma (30 d.C.), con la precisión del día y la hora (lo veremos en los capítulos sucesivos).”

¿Qué significa lo más bajo de la tierra?

Carlos Aracil Orts

Introducción

El apóstol Pablo en Efesios 4:8 está citando el Salmo 68:18, testificando que en Jesús se había cumplido esa profecía, pues Cristo llevó cautiva la cautividad cuando resucitó y ascendió al cielo.

Efesios 4:8-10 (Salmo 68:18)

“8 Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres. 9 Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? 10 El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.

¿Qué es la cautividad que Jesús se llevó con Él al cielo?

¿No es el poder que el pecado tiene sobre nuestra naturaleza caída, y que nos esclaviza?

Llevar “cautiva la cautividad” significa también “…librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda su vida sujetos a servidumbre.” (Hebreos 2:15).

Para llevar a cabo la salvación de la humanidad, Cristo tuvo que humillarse hasta lo máximo (Véase Filipenses 2: 6-10). Ello supuso que, Cristo sin dejar de ser Dios, aceptara formar parte de la humanidad caída, tomando un cuerpo semejante al nuestro pero sin pecado, y padecer mucho por nosotros, ser insultado, humillado, azotado por personas malvadas, hasta el extremo de morir atormentado en una cruz.

Sin embargo, su muerte y resurrección significó la victoria sobre el pecado y la  muerte que todos merecemos como pecadores.

Conclusión

¿Qué nos quiere decir Pablo cuando dice que Jesús había descendido primero a las partes más bajas de la tierra?

Pues, simplemente, está haciendo una figura o símbolo de lo que tuvo que sufrir Cristo para salvarnos. Desde lo más alto, en el cielo, donde estaba, llegó a lo más bajo de la tierra, es decir, el sepulcro. Fue crucificado, murió y fue enterrado. Pablo hace un contraste entre el descenso de Jesús a la tierra, hasta lo más bajo, es decir, siendo muerto y enterrado, con la posición victoriosa que Él alcanzó para nosotros cuando subió al cielo, a lo más alto. Pablo lo describe magistralmente, cuando afirma que “El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. (Efesios 4:10).

Jesucristo en el cielo lo llena todo, porque ha triunfado, ha obtenido la victoria sobre el pecado y la muerte. Él es la cabeza del cuerpo que es su iglesia, y desde allí, gobierna, por medio de su Santo Espíritu, como Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16), “… esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies;” ( Hebreos 10:13).

¿Qué son o dónde están estas las partes más bajas de la tierra?

Las partes más bajas de la tierra simbolizan la tremenda humillación que sufrió Jesús, gustando la muerte, y siendo enterrado bajo tierra, lo que se pone en contraste con el sublime ensalzamiento que significó su resurrección y ascensión al cielo, retomando la posición que tenía antes de su encarnación, pero llevando consigo cautiva la cautividad.

Carlos Aracil Orts

Introducción

Con respecto a ese suceso o noticia que relatas, de que unos obreros rusos oyeron como gritos y lamentos que parecían surgir de las profundidades de la tierra, en primer lugar, necesitamos saber ¿Qué pruebas o evidencias existen de que eso sea verdad? ¿Eran realmente las expresiones de dolor de personas atormentadas o podían confundirse también con otros sonidos semejantes? ¿Es digna de confianza la fuente que divulga la noticia? ¿Son de fiar los testigos del evento? Etc. etc.

En segundo lugar, ¿respalda la Biblia la existencia de un lugar de tormento en las profundidades de la tierra? La Biblia dice en Eclesiastés 9:6 pú: “…y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.” Lo que quiere decir, que nadie que haya muerto tiene, si antes no es resucitado, existencia, ni ningún tipo de vida que le permita intervenir o dejarse notar en toda el planeta tierra.

Veo querido amigo que sigues “atormentándote” con la posibilidad de que la parábola del rico y Lázaro, pueda ser algo más que eso, una figura literaria que Jesús usó, como otras muchas, y que además del propósito de enseñanza moral que sin duda tiene, sea también un lugar real, una cámara de terribles torturas  donde en estos momentos se estén produciendo tormentos sin fin de los supuestos espíritus de los muertos, que durarán al menos hasta la resurrección de los malvados, y que según la creencia tradicional del cristianismo, una vez, resucitados, con cuerpos mortales y carnales, continuarán siendo atormentados por la eternidad en un infierno de fuego.

¿Tiene un espíritu cuerpo?

Me pregunto: ¿Los sufrimientos de estos espíritus desencarnados, en el supuesto que el espíritu tenga vida viva consciente con independencia del cuerpo, son psíquicos o físicos? Porque si  se trata de un espíritu, los sufrimientos que le pueden afectar ya no pueden ser de orden físico, puesto que un espíritu no tiene carne ni huesos según certificó nuestro Señor Jesús en Lucas 24:36-42:

36 Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. 37 Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. 38 Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? 39 Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. 40 Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. 41 Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? 42 Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. 43 Y él lo tomó, y comió delante de ellos.”

Ahora leamos detenidamente la parábola del rico y Lázaro en Lucas 16:19-31. Jesús, posiblemente, emplea alguna historia o leyenda que podía ser conocida en la época para mostrar una enseñanza moral como te decía en mi anterior escrito. Para ello toma de esa historia dos personajes, el rico y Lázaro que no necesariamente tuvieron que haber existido. Seguramente, pueden haber sido fruto simplemente de la tradición existente en el pueblo judío.

Por el contrario, el tercer personaje de esa narración, Abraham, que le da fuerza y credibilidad al relato, es tremendamente real e importante en la Biblia, y en la historia sagrada de la salvación por ser él, el padre no sólo del pueblo de Israel sino también de los cristianos gentiles, pues Dios le dio la promesa de que en él serían benditas todas las naciones de la tierra, y de su descendencia vendría la simiente prometida: Cristo, por quien todos los gentiles podemos alcanzar la salvación (Gálatas 3:16; Génesis 12:2,3, 7).

Los personajes, ficticios o reales, del rico y Lázaro, poco importan. Evidentemente si tienen algo en común con el personaje que realmente existió, Abraham, es que todos, sin lugar a dudas, murieron y fueron sepultados. En Génesis 25:7-11, se nos relata la muerte de Abraham. Abraham dejó de existir como cualquier ser humano como no podía ser de otra forma: “Y exhaló el espíritu, y murió Abraham…”.

¿Cómo una llama puede atormentar a un espíritu?

Puesto que un espíritu no tiene carne ni huesos, ¿Cómo una llama puede atormentar a un espíritu? (analiza atentamente, por favor, Lucas 16:24). Es evidente que Jesús está haciendo uso de una parábola con el fin de mostrar una enseñanza espiritual. Sólo les hace tener vida mediante esa figura literaria de que hablamos anteriormente. Desde luego, no está haciendo una descripción literal de la existencia de dos lugares en lo profundo de la tierra o en no se sabe que otro sitio, separados por una sima que no obstante no es lo suficiente perfecta como para impedir toda comunicación, entre los dos lugares, el de los malvados, y el de los salvos, pues el rico malvado logra ponerse en contacto  con el salvo Abraham para pedirle ayuda.

Por otro lado, la petición de ayuda que hace el rico a Abraham es para tratar de aliviar un órgano o miembro de su cuerpo, la lengua, que al parecer la tiene reseca, a causa del tremendo calor del fuego a que se ve sometido. El rico no pide mucho, en realidad se conforma con muy poco, bastaría que el desafortunado Lázaro, se acercara a él y refrescara su lengua con sólo la punta de su dedo mojada en agua.

Si un espíritu no tiene cuerpo, porque no tiene carne ni huesos ni por tanto ningún miembro u órgano, puesto que Jesús mismo lo afirma, ¿Cómo debemos entender la imagen corporal que nos pinta Jesús y en general todo el contexto físico, lugar de tormento, seno de Abraham y personajes? ¿Está describiendo Jesús hechos y situaciones reales o simplemente está dando vida a unos personajes como pretexto para dar a conocer un mensaje o idea moral del evangelio de la gracia?

¿Está pretendiendo Jesús mostrar cuál es el fin de los malvados y de los salvos, y a dónde van los muertos cuando mueren? No parece que este sea su propósito, porque estaría en contradicción con el resto de lo que enseña la Biblia y Él mismo. La Palabra de Dios nunca se contradice somos nosotros con nuestras interpretaciones sesgadas los que lo hacemos, al no atender el conjunto de las enseñanzas del evangelio. No se pueden tomar partes aisladas y crear una doctrina de ellas, sino que como dice el Salmo 119: 160: “La suma de tu palabra es verdad,…”.  Toda ella, no partes aisladas del contexto general.

Conclusión

Querido hermano y amigo, no debemos olvidar que en este mundo, indudablemente, existen espíritus que están vivos e interesados en producir todo tipo de mal y toda confusión para arrastrar a las almas fuera de Dios, con todo tipo de engaño y doctrina mentirosa. Ellos están a las órdenes del padre de toda mentira que es el diablo (Ver Juan 8:44). Son espíritus de demonios que tratan de engañar a los gobernantes de las naciones y a todo el que pueden (Apocalipsis 16:13, 14). Si el creyente se aferra a la Palabra de Dios jamás será engañado por ellos y por sus doctrinas. Para terminar, hermano, sólo dos textos bíblicos que espero que si alguna duda queda en tu corazón quede disipada al leerlos:

Salmo 146: 4: “Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos” (Ver también Salmo 115:17).

Creer en la existencia de vida después de la muerte, no siendo la resurrección, puede ser causa de los mayores engaños de nuestro enemigo, Satanás. Creamos la Palabra, ¿Qué queda cuando uno muere si perecen hasta sus pensamientos? ¿Por qué crees que el mundo cristiano en general, y en especial el católico tiene este problema de creer que los espíritus viven después de la muerte, y estos últimos, además han inventado el purgatorio y las oraciones a los difuntos, etc. etc.?

Espero y deseo haberte ayudado a desterrar para siempre esa idea de que los muertos pueden estar en algún lugar de tormento. De cualquier manera, tienes todo mi respeto, si todavía decides seguir creyendo en ello. Es tu responsabilidad filtrarlo todo a través de la Palabra, y como dice San Pablo en 1 Tesa. 5:21 “Examinadlo todo; retened lo bueno.”

Que el Señor te bendiga.

Versión: 15-11- 2013

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Andrés, le agradezco que me haya contactado, que considerara pedagógicos mis artículos y que me sugiriera que abordase el tema de “El Rico y lázaro”. Aunque debo decirle que el tema que usted muy amablemente me sugiere ya lo he tratado en algunos de mis artículos –al final le adjunto una lista de ellos–, especialmente en el siguiente: 2. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos: El Rico y Lázaro.

No obstante, voy, aunque sea brevemente, a responder a sus objeciones, que por otro lado, son muy normales, y sostenidas por una buena parte de la cristiandad, aunque no tienen un sólido fundamento bíblico, pues obedecen a la influencia de la tradición y a la cultura, que preconizaron los filósofos griegos encabezados por Platón, unos siglos antes de Cristo, que consideraban que el alma –o espíritu– es inmortal.

“No estoy de acuerdo con lo que presenta en el estudio del Hades o infierno. Ya que usted menciona que la muerte segunda no será eterna…pero la Biblia cita en muchas ocasiones que la muerte segunda será un castigo eterno…Por ejemplo, en la historia del rico y Lázaro, aunque sé que el rico no estaba aún en el lago de fuego, sino en el infierno, podemos ver que estaba sintiendo el tormento de la llama, lo cual le hace ver al padre Abraham…

Ahora bien, sabiendo que el infierno es un lugar temporal para los injustos, quienes esperan el juicio final para ser condenados, ¿Cómo dice usted que en el juicio final no se tendrá tormento eterno?…Si Jesús mismo nos alertó de esto (Él fue quien contó la historia del rico y lázaro, que muchos han querido hacer ver como una parábola pero en realidad no lo es).

Pienso que el hecho de estar afirmando que en la muerte segunda los no conversos dejarán simplemente de existir, es algo muy peligroso para el evangelio de Dios, puesto que se puede caer en el pensamiento de «Pues al menos dejaré de existir y ya no hay dolor, no hay condenación que dure eternamente».

Pero será muy triste cuando esas personas estén ahí, y vean que estarán ahí por los siglos de los siglos, sin esperanza alguna. (Andrés)

En primer lugar, no creo haber escrito que la muerte segunda no es eterna. La muerte segunda se representa en la Santa Biblia por un lugar donde los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21:8; Cf. 2:11; 20:14). Y esto no significa otra cosa que morir eternamente, porque el alma –o espíritu– no es inmortal. Las personas que tengan algunas de las características registradas en el texto citado arriba serán destruidas o aniquiladas, por el fuego hasta ser reducidas a cenizas.

Estimado hermano, Dios “puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28) ¿No cree usted que las criaturas son todas mortales, que solo el Creador tiene la inmortalidad, porque la Palabra de Dios no miente (1ª Timoteo 1:17; 6:16), y Él puede aniquilar a los malvados para extirpar de una vez y para siempre la maldad?

1 Timoteo 1:17: Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

1 Timoteo 6:16: el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.

¿Para qué haría falta que fuésemos resucitados en el día de la Segunda Venida de Cristo, si el alma o espíritu del ser humano tiene vida consciente separado de su cuerpo (1ª Tesalonicenses 4:13-17)? ¿Acaso no nos dice la Palabra de Dios, y también nuestro sentido común, que somos mortales, y que todos perecemos si Cristo no nos resucita (1ª Corintios 15:13-23; 50-57)?

¿No cree usted que el Dios de amor no puede atormentar eternamente a los que han hecho el mal en unas vidas imperfectas y limitadas, cuyas vidas “son como hierba, y la hierba se seca, y al flor se cae” (1 ª Pedro 1:23-25)?

Si fuéramos capaces de desprendernos de la idea preconcebida de que el alma es inmortal, –por cierto, muy extendida por todo el mundo, no solo en el cristiano sino también en el hinduista, budista, etc., creencia que se remonta a las precivilizaciones, y que fue desarrollada por la filosofía clásica griega– estaríamos en mejores condiciones de interpretar la Biblia con imparcialidad, no tratando de conseguir a toda costa que ella declare y sustente lo que de ninguna manera afirma ni apoya.

Además, según la Biblia, y, también, el sentido común, el único que tiene inmortalidad es Dios (1ª Timoteo 6:16). La vida eterna no es cualidad inherente a las criaturas. El mismo diablo y sus ángeles caídos están reservados para juicio y destrucción eterna (2ª Pedro 2:4; Apocalipsis 19:20; 20:10,14).

2 Pedro 2:4: Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio;

Apocalipsis 19:20: Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre.

Apocalipsis 20:9-10: Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. (10) Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

Apocalipsis 20:11-15: Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.  (12)  Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.(D)  (13)  Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.  (14)  Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.  (15)  Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

Como ya he dicho, en los artículos que le cito al final, he tratado ampliamente esta problemática sobre la inmortalidad del alma, el infierno, la segunda muerte, etc. Pero me he referido a alguno de estos textos, en especial en el siguiente artículo: Por qué Cristo es el único que puede salvarnos de la muerte. Ahora, en lo que sigue de este estudio bíblico, voy solo a tratar de hacerle reflexionar para que  usted mismo se responda a sus comentarios.

2. ¿Hay vida consciente y autónoma después de la muerte?  

Estimado hermano, no voy a responderle de forma exhaustiva, aunque existan muchos argumentos bíblicos para mostrarle, porque no deseo repetir lo que ya he escrito en los artículos que le cito al final, pero si le haré algunas preguntas para que reflexione:

Si después de la muerte las almas tienen consciencia ¿Por qué dijo Jesús “nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle” si ya hedía porque hacía cuatro días que estaba enterrado (Juan 11:11,17,39)?

Medite en ese relato y en otros que hablan de que el estado de los muertos es como un sueño, con total inconsciencia (1ª Corintios 15:16-23, 51-57; 1ª Tesalonicenses 4:13-17).

El estado de los muertos es de total inconsciencia del ser hasta la resurrección

Primero. El estado de los muertos es de total inconsciencia del ser hasta la resurrección, en la que Dios recrea y vuelve a dar vida a los muertos (Daniel 12:2; Juan 5:28,29).

Daniel 12:2: Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.

¿Dónde dice Jesús que permanecen los que va a resucitar en su venida?

¿Dónde están los muertos?

Juan 5:28,29: 28: No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; 29 y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.

Jesús no puede ser más claro: los muertos están en los sepulcros, y desde ahí oirán su voz. No dice que el espíritu está en el infierno o en el cielo, sino que los muertos están donde yacen sus cuerpos. Eso no quiere decir que la identidad de cada uno de los que mueren, o sea su carácter y personalidad que se haya forjado mientras vivía, se pierda o quede en el olvido para Dios, pues Él traerá a juicio toda obra, y restituirá a todos, en la resurrección, la personalidad que tenían (Mateo 12:36; 16:27; Romanos 2:6; 1ª Corintios 3:13; 1ª Pedro 1:17). Así lo afirma el apóstol Pablo: “…estoy seguro que [Dios] es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2ª Timoteo 1:12 úp.).

La vida eterna no es algo inherente a la naturaleza humana sino un don de Dios que se alcanza mediante la fe en Cristo.

Juan 6:40: Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

Juan 6:47: De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.

Jesucristo, sin lugar a dudas, vincula la vida eterna con la resurrección en el día postrero. Luego hasta la resurrección no hay vida y por tanto posibilidad de gozar del “Paraíso”.

Juan 8:51: De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte.

¿Cómo entender esta afirmación de Jesús, porque obviamente la muerte no ha dejado de existir y existirá hasta su venida gloriosa?

La primera muerte es natural y, en la Biblia, se equipara con un estado de inconsciencia similar al sueño. Jesús claramente se refiere a la muerte segunda (Apocalipsis 19:20; 20:10; 20:14, 15; 21:8), de la que no se puede resucitar pues es el castigo definitivo, y eterno en sus consecuencias, que reciben los malvados, consistente en “pena de eterna perdición” (Mateo 25:46; 2ª Tesalonicenses 1:9).

Juan 11:25-26: Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.  (26)  Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Jesús afirma “aunque esté muerto, vivirá”, luego la vida eterna es un suceso que está en el futuro, y por tanto, no se produce cuando uno muere sino cuando resucite al fin de los tiempos. La condición para no morir eternamente es creer en Jesús.

Juan 14:3: Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

Los salvos irán con Jesús al Paraíso cuando Él vuelva en gloria y los lleve consigo a ese Reino (1ª Tesalonicenses 4:13-18), preparado desde la fundación del mundo (Mateo 25:34).

Segundo. El alma es mortal (Génesis 2:17; 3:19; Ezequiel 18:4,20; Mateo 10:28; Hechos 2:34; 13:36; Romanos 6:23; 1ª Corintios 15:18, 32). Dios es “el único que tiene inmortalidad” (1ª Timoteo 6: 15,16). La Palabra de Dios se refiere a la muerte segunda como el castigo final de Dios a los malvados, concepto que pretende mostrar la absoluta aniquilación o destrucción de todo vestigio de la vida de los malvados (Apocalipsis 2:11; 20:14; 21:8). También, en muchas ocasiones se utiliza el verbo “destruir” para significar la acción final que Dios opera con los impíos (1ª Corintios 3:17; 6:13; 15:26; 2ª Tesa. 2:8; Judas 5; Apoc. 11:8). Esto debería ser suficiente prueba de la mortalidad del alma o espíritu.

El que afirma “…No moriréis” (Génesis 3:4,5), no es Dios, sino Satanás. Al igual que Eva, que fue seducida por “la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás” (Apocalipsis 20:2), creyó que no moriría sino que sería como Dios, también nosotros podemos dejarnos convencer por el “padre de mentira” (Juan 8:44), y aceptar que existe vida después de la muerte, aparte de la resurrección de los muertos. La Palabra de Dios es tajante: “…Porque en el Seol [en el N.T se llama Hades, ambos significan la sepultura], adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.” (Eclesiastés 9:10; ver también Hechos 2:27, donde se demuestra que Hades y Seol son lo mismo, y Hechos 2:34: “Porque David no subió a los cielos…).

Si todas estas pruebas bíblicas no llegan a convencernos de la realidad de que la muerte es como un sueño del que no se despierta hasta la Resurrección, la razón también nos evidencia, que si el cerebro, soporte del espíritu humano, muere, éste no puede seguir funcionando puesto que no es de por sí una entidad autónoma capaz de existir por sí misma, sino que reside en el alma, que es la vida, y ésta a su vez depende de la vida del cuerpo físico, para existir.

Puedo admitir que la doctrina de la Resurrección se ha revelado progresivamente en la Biblia, hasta que, en el NT, Cristo resucita. Pero eso no tiene nada que ver con la inmortalidad del alma sino todo lo contrario. La resurrección se hace fundamental y decisiva porque sin ella no hay supervivencia. Veamos lo que declara San Pablo:

1 Corintios 15:12-32: Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?  (13)  Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó.  (14)  Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe.  (15)  Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan.  (16)  Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó;  (17)  y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.  (18)  Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron.  (19)  Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.  (20)  Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.  (21)  Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.  (22)  Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.  (23)  Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.  (24)  Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia.  (25)  Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.  (26)  Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.  (27)  […]  (32) Si como hombre batallé en Éfeso contra fieras, ¿qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos.

No obstante, la esperanza de la resurrección ya estaba en el AT, desde Adán y Eva, a los que se les dio la promesa de que la descendencia de la mujer –que es Cristo – vencería al diablo, y con ello el pecado y la muerte (Génesis 3:15). Esta misma promesa se le renovó a Abraham (Génesis 12:2-3; 22:18; compárese con Gálatas 3:16). La Palabra revela que él, cuando fue probado, y ofreció a Isaac, tenía fe en que “Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos” (Hebreos 11:17-19):

Hebreos 11:17-19: Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, (18)  habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia;  (19)  pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.

La esperanza de los creyentes de la Biblia nunca estuvo puesta en la inmortalidad del alma, sino en la resurrección y en adquirir la ciudadanía celestial – Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo, (Filipense 3:20)– donde ellos serán acogidos en las moradas celestiales que Cristo vino  a preparar (Juan 14:1-3) todos los salvos cuando Cristo venga en gloria en su segunda venida (1ª Tesalonicenses 4:13-18).

Su esperanza, a lo largo de todas sus epístolas, está puesta en el día de la resurrección, cuando venga Jesús por segunda vez en gloria con sus santos ángeles, como indican todos los textos estudiados, veamos de nuevo alguno de ellos:

2ª Timoteo 4: 7, 8: “7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8 Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”

En esa misma fe murieron también los patriarcas del Antiguo Testamento, sin haber recibido lo prometido, es decir, toda su vida fueron extranjeros y peregrinos sobre la tierra, y murieron sin haber entrado en la ciudad celestial, la nueva Jerusalén, que Dios ha preparado para los salvados (Juan 14:1-4; Filipenses 3:20-21; Hebreos 11:13-16; Apocalipsis 21:1-8,10,23,27).

Juan 14:1-4: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.  (2)  En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.  (3)  Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.  (4)  Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.

Filipenses 3:20-21: Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;  (21)  el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.

Hebreos 11:13-16: Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. (14) Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; (15) pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. (16)  Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.

3. Conclusión

Cristo ha vencido el pecado, el diablo y la muerte. Pero, eso no significa que no vamos a sufrir la muerte temporal, salvo que Jesucristo aparezca en gloria antes de que muramos. En cualquier caso, la unión con Él no se interrumpe, pues si morimos con Cristo, no importa el tiempo que pase hasta su venida, durante el sueño de la muerte no tenemos consciencia de nada, y cuando seamos despertados por Él, no habrá habido separación alguna para nosotros. 

Dios guarda nuestro depósito ((2ª Timoteo 1:12), toda nuestra identidad, todo lo que hemos llegado a ser, y la comunión con Cristo no se pierde. Al contrario, cuando uno muere siendo creyente, se supone que está en comunión con Dios, y cuando sea despertado en la resurrección, para él no ha habrá habido ninguna interrupción. Es como acostarse por la noche en plena unión con Cristo, y despertarse al día siguiente ¿Se puede perder la comunión con Cristo por un periodo de inconsciencia más o menos largo?

2ª Timoteo 1:12: “Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quien he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.”

¿A qué depósito se está refiriendo Pablo? Sin duda tiene que ser algo importante, pues sólo Dios es poderoso para guárdeselo. Posiblemente, se está refiriendo a su vida e identidad como persona, su carácter y personalidad que le identifican, que él ha construido durante toda su vida mientras estaba en el cuerpo, y cuyas obras están escritas en el libro de la vida del Cordero (Apocalipsis 21:27).

¿Cuándo esperaba Pablo recibir la “corona de justicia”, nada más morir, o, “en aquel día, cuando el Señor venga”

2ª Timoteo 4:7, 8: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”

¿Creía Pablo que al morir iba inmediatamente a la presencia de Cristo?

Si la muerte es un estado inconsciente, el lapso de tiempo, variable de unos a otros en cuanto a tiempo real, que transcurre desde el momento en que se muere hasta el instante en que los muertos son despertados por la voz de Cristo en la resurrección (Daniel 12:2; 1ª Corintios 15; 1ª Tesalonicenses 4: 13-18, etc.), no cuenta, puesto que en ese estado no se siente nada. El momento de morir y el de estar o encontrarse con Cristo, se experimenta como ir inmediatamente a su presencia.

Su esperanza, a lo largo de todas sus epístolas, está puesta en el día de la resurrección, cuando venga Jesús por segunda vez en gloria con sus santos ángeles, como indican todos los textos estudiados, veamos de nuevo alguno de ellos:

2ª Timoteo 4: 7, 8: “7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8 Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”

En esa misma fe murieron también los patriarcas del Antiguo Testamento, sin haber recibido lo prometido, es decir, toda su vida fueron extranjeros y peregrinos sobre la tierra, y murieron sin haber entrado en la ciudad celestial, la nueva Jerusalén, que Dios ha preparado para los salvados (Juan 14:1-4; Filipenses 3:20-21; Hebreos 11:13-16; Apocalipsis 21:1-8,10,23,27).

Estimado hermano, no es mi ánimo polemizar más sobre este asunto, puesto que ya lo he tratado extensa y profundamente en los artículos cuyos enlaces le indico a continuación, los cuales puede usted consultar, si sinceramente va buscando la verdad acerca del alma. En ellos se dan respuestas a todo el resto de objeciones o argumentos que usted expone en el correo que me envió. Los vínculos son los siguientes:

Sección: Antropología bíblica

Estudio 1. Sobre el estado de los muertos

1. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos

2. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos: El Rico y Lázaro.

3. Objeciones sobre el estado inconsciente de los muertos: el rey Saúl y la pitonisa de Endor

Cuando Jesucristo murió, ¿fue su espíritu al Hades a predicar a los espíritus encarcelados de los días de Noé?

¿Fue Jesús al paraíso el mismo día que murió en la cruz o fue al Hades?

¿Existe vida humana consciente fuera del cuerpo después de la muerte?

¿Qué es el Infierno, el Seol o Hades y la segunda Muerte?

¿Los que mueren pasan a mejor vida?

Sección de preguntas y Respuestas
Antropología bíblica

Las tres dimensiones del ser humano: espíritu, alma y cuerpo

La verdad sobre las apariciones marianas y de espíritus de difuntos

¿Apoya la Biblia que hay vida consciente después de la muerte?

¿Viven los espíritus de los muertos en el Seol?

¿Qué tipo de muerte sufrieron Adán y Eva cuando pecaron ?

¿Existe un lugar en el fondo de la tierra de tormentos?

¿Están siendo torturados los malvados en el Hades?

¿Están los fieles muertos viviendo en el cielo?

¿Bajó Jesús al Hades cuando murió?

¿Dónde está el infierno?

¿Descendió Cristo a las partes más bajas de la tierra?

¿Por qué se abrieron los sepulcros cuando Jesús murió?

Estimado hermano, si después de leer todo esto todavía piensa que la narración de Jesús sobre el Rico y Lázaro no es una parábola, sino que Él está describiendo realmente a esos dos personajes estando sus almas viviendo  en el infierno, solo me queda pedirle, por favor, que use usted la razón y el entendimiento que Dios le ha dado, porque ¿cómo podría el espíritu o alma del mendigo Lázaro, estando en “seno de Abraham” (Lucas 16:22) satisfacer o aliviar al Rico –que estaba siendo atormentado en el Hades–, mojando “la punta de su dedo en agua”, y así refrescar “la lengua” del Rico (Lucas 16:19-31)? Si son espíritus (Juan 24:39), ¿cómo es que son de carne y hueso, teniendo dedos y lengua? Por favor, querido hermano seamos consecuentes y sensatos, tengamos un mínimo de sentido común.

La narración de Jesús sobre el Rico y Lázaro es evidentemente una parábola, y como tal, hay que encontrar su enseñanza, y para ello, recomiendo leer el artículo citado al inicio, pues éste no es el espacio adecuado para ello.

Quedo a su entera disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

¿Son ángeles caídos?
 
Versión 14-06-14

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Pablo, está usted en su derecho de discrepar en la interpretación del difícil texto de 1ª Pedro 3:19: “en el cual [el espíritu de Cristo] también fue y predicó a los espíritus encarcelados”. Veamos lo que usted me ha escrito al respecto:

“Don Carlos difiero ampliamente con Ud. en cuanto a la identificación de los espíritus a los cuales el Señor les «predicó» y el tiempo en el cual Ud. ubica la predicación.

«1ª Pedro 3:19 dice que ‘predicó a los espíritus encarcelados’, los cuales en los tiempos de Noé fueron desobedientes».

“De acuerdo a Judas 1:6-7 y 2ª Pedro 2:4 estos ángeles son los espíritus que están en prisión encarcelados a los cuales el señor proclamó su victoria en la cruz.  1 Pedro 3:19 en ninguna parte sitúa en el momento de la predicación en los tiempos de Noé”.

(Pablo)

No tengo ningún ánimo de polemizar con usted sobre este tema, ni sobre ninguno en particular. Mi interpretación sobre el texto en cuestión mencionado arriba la expresé ampliamente en el artículo:

Cuando Jesucristo murió, ¿fue su espíritu al Hades a predicar a los espíritus encarcelados de los días de Noé?

Si usted, estimado hermano, no comparte lo que expuse extensamente en el citado estudio bíblico ¿cómo podré ahora, en pocas palabras, convencerle de que, en mi opinión, su interpretación está errada?

Usted, identifica a “los espíritus encarcelados” –a los que predicó Jesús, y a los que el apóstol Pedro alude, en el citado texto– con los ángeles  caídos, los que fueron desobedientes y se rebelaron contra Dios desde el principio de la creación de este mundo (Juan 8:44).

Juan 8:44: Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.

Su interpretación es totalmente incongruente, porque ¿qué lógica o sentido tiene que el espíritu de Cristo predicara a los ángeles caídos? ¿Acaso la Santa Biblia insinúa o sugiere que los espíritus malignos tienen posibilidad de arrepentimiento o regeneración?

Por el contrario, el apóstol Pedro declara taxativamente que “Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio;” (2 Pedro 2:4). Y, por si el testimonio de San Pedro no fuera suficiente, tenemos además el del apóstol Judas, que reitera y confirma lo anterior: “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día;” (Judas 1:6).

En principio y mientras no se demuestre lo contrario, no podemos considerar, de ninguna manera, que “los ángeles que pecaron”,  –“que no guardaron su dignidad” (Judas 1:6)–, y que fueron arrojados al “infierno” (2 Pedro 2:4) –“abismos tenebrosos del Tártaro” según la versión Biblia Jerusalén (NBJ, 1998)–, son “los espíritus encarcelados”  a que se refiere 1 Pedro 3:19.

En el cuerpo de este estudio presentaré los argumentos bíblicos y gramaticales que prueban que los “los espíritus encarcelados”  no son los ángeles caídos, y, que el espíritu de Cristo predicó, no después de Su Encarnación y muerte sino en los tiempos de Noé, como se deduce de la gramática del contexto del citado pasaje de 1 Pedro 3:19.

2. Los “espíritus encarcelados” no son los ángeles caídos

Sin duda, se trata de dos distintos grupos de espíritus con aparente similitud de situaciones, puesto que ambos carecen de libertad; pero unos están “encarcelados” –todavía no sabemos qué tipo aprisionamiento sufren, si literal o figurado–, y otros, en cambio, la Palabra de Dios afirma claramente que  “arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio;” (2 Pedro 2:4). Y, como hemos visto arriba, estos últimos son los mismos a los que cita el apóstol Judas (1:6):“Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”.

Por otro lado, usted también me manifiesta total discrepancia en cuanto a la época o momento histórico en el cual fue el Espíritu de Cristo a predicar a “los espíritus encarcelados”. Usted, aunque no lo afirma expresamente, sugiere que fue el mismo Cristo el que fue a predicar a los mencionados “espíritus encarcelados”, después de haber obtenido Su victoria sobre el pecado y la muerte, con su muerte en la cruz (Hebreos 2:14-17). Por tanto, esto tuvo que suceder, durante las poco más de veinticuatro horas que estuvo Jesús en la tumba –en el supuesto que esto fuera posible–, o bien, después de resucitar mediante un cuerpo glorificado.

El breve comentario que usted me ha dirigido no aclara estos puntos; pero, en cualquier de las dos posibilidades, ¿no le parece bastante truculento y de lo más folletinesco que Cristo ya sea, en espíritu o en cuerpo glorioso “bajase al infierno” a predicar a los supuestos espíritus malignos o ángeles caídos, a sabiendas, que están “reservados al juicio” (2 Pedro 2:4), y Dios “los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día;” (Judas 1:6)?

Dígame, por favor, estimado hermano, ¿para qué necesitarían “los ángeles que pecaron”, a los que “Dios no perdonó” (2 Pedro 2:4) que el espíritu de Cristo fuera a predicarles, si ya estaban condenados, sin posibilidad de arrepentimiento, faltándoles solo la ejecución de esa condena, la cual está reservada “para el juicio del gran día”  (Judas 1:6)?

¿No es mucho más consistente y acorde con el contexto de 1ª Pedro 3:19, aceptar lo que el mismo Apóstol afirma, que el Espíritu de Cristo –o bien, si se quiere, también puede ser el Hijo de Dios antes de Su Encarnación– “también fue y predicó a los espíritus encarcelados, (20) los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca…” (1ª Pedro 3:20)?

3. Los ángeles caídos, también conocidos por el nombre de demonios nunca estuvieron encarcelados sino confinados al planeta Tierra y limitados en su capacidad de hacer el mal.

Los ángeles caídos, también conocidos por el nombre de demonios nunca estuvieron encarcelados sino que Dios restringió y puso límite a su capacidad de hacer el mal. Además, en el libro de Job, cuyo protagonista se presume vivió en la época patriarcal, antes del 1500 a. C., se relata que “Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás. (7) Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella” (Job 1:6-7).

Lógicamente, estos “hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás” son el diablo y los ángeles que pecaron y no guardaron su dignidad (1ª Pedro 2:4; Judas 1:6,7).

¿Qué tipo de privación de libertad poseían estos espíritus malignos cuando les era permitido “rodear la tierra y…andar por ella”, y teniendo libreacceso al Cielo, para “presentarse delante de Jehová” (Job 1:6; cf. 2:1)?

No obstante, es cierto que la victoria que Cristo obtuvo sobre el pecado y la muerte, con su muerte en la cruz y posterior resurrección, puso fin a esa libertad que los ángeles caídos disfrutaban de acceso al Cielo, “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12:9). Pero ¿cuándo sucedió esto? Para responder es necesario leer el contexto de estos versículos del capítulo doce de Apocalipsis:

Apocalipsis 12:7-9: Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; (8) pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. (9) Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él.

Este verso empieza con un “después”. Por tanto, lo primero es preguntarse después de cuándo: ¿después de que el “hijo fue arrebatado para Dios y para su trono” (Ap. 12:5)?

Para mí está muy claro, que el diablo y sus ángeles fueron arrojados a la Tierra inmediatamente que Cristo venció en la cruz a Satanás y fue entronizado en el Cielo. Desde ese momento el diablo no podía ya tener el menor acceso al Cielo y seguir siendo “el acusador de nuestros hermanos” (Ap. 12.10), sino que vencido fue arrojado a Tierra, de ahí el grito de angustia y advertencia que se produce en el verso 12: “¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo”  (Apocalipsis 12:12). Veamos algo del contexto:

Apocalipsis 12:10-12: Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. (11) Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte. (12) Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo. 

Como hemos comprobado hasta aquí, “Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno –“abismos tenebrosos del Tártaro” según la versión Biblia Jerusalén (NBJ, 1998)– los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio” (2 Pedro 2:4), o bien, “los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día” (Judas 1:6).  El diablo y sus ángeles está “aprisionados” en la oscuridad, es decir, presos del poder de las tinieblas, porque voluntariamente se separaron de la Luz verdadera que es Dios, y porque “todo designio de los pensamientos … de ellos era de continuo el mal” (Génesis 6:5). La prisión que sufren es semejante a la de los “espíritus encarcelados” de los tiempos de Noé, con la diferencia que estos murieron por sus pecados mediante el Diluvio, y, en cambio, el diablo y sus ángeles permanecen vivos, guardados “bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día” (Judas 1:6).

4. ¿Cuándo fue Cristo en espíritu, o el espíritu de Cristo, a predicar a los espíritus encarcelados?

Examinemos el contexto para averiguar si existe alguna palabra que nos traslade a alguna época o tiempo determinado de la historia bíblica. Evidentemente la acción de Cristo se sitúa en el pasado pues el tiempo verbal es “predicó”. En el versículo 20, Pedro dice, claramente, cuándo fue “Cristo en espíritu” a predicar a los “espíritus encarcelados”.

¿Cuándo sucedió esto?

“Cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca…” (1ª Pedro 3:20, parte central). Nadie puede negar que Pedro aquí deja bien ubicado la época en la que el espíritu de Cristo fue a predicar a los “espíritus encarceladoslos que en otro tiempo desobedecieron,” (1ª Pedro 1:19 pú y 20 pp).

¿De qué época está hablando el apóstol San Pedro?

Dejemos que la Biblia, una vez más y siempre, responda por sí misma: “en los días de Noé, mientras se preparaba el arca” (véase también Génesis 6:5-14). No hay otro tiempo en que se pueda ubicar la predicación del espíritu de Cristo, que se deduzca racional y gramaticalmente de los versos 18-20. Por tanto, Pedro, sin ninguna duda, cuando habla del espíritu de Cristo, o de Cristo en espíritu, se está refiriendo al Cristo preexistente, a antes de que Cristo se encarnase, tomando un cuerpo humano, al ser concebido por obra y gracia del Espíritu Santo de la virgen María. El Cristo preexistente es Dios desde la eternidad, segunda persona de la Divinidad (Juan 1:1-3), y Dios es espíritu (Juan 4:24).

Ahora, nos conviene identificar quiénes eran los “espíritus encarcelados” y el tiempo o época en que vivieron, para que fuera posible que el espíritu de Cristo les predicara. Ya hemos podido comprobar que el espíritu de Cristo, al que se refiere San Pedro, no podía ser, en ningún caso, el de un muerto, o sea, el que tenía Jesús cuando su cuerpo descansaba en la tumba, antes de resucitar. ¿Por qué? Porque, como ya hemos demostrado, la época en que predicó a los espíritus encarcelados fue miles de años atrás de la fecha de su muerte.

¿“Cristo en espíritu” predicó a los «espíritus encarcelados» cuando éstos aun estaban vivos o esperó a que murieran? ¿Fue a predicarles mientras vivieron y “Noé preparaba el arca” o después de que murieran a causa del diluvio?

El apóstol San Pedro no dice, en ningún lugar, que nada más morir y unas pocas horas antes de su resurrección fuera el espíritu de Cristo a predicar a los “espíritus encarcelados”, sino que deja bien claro que la predicación y amonestación de parte Dios fue “cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca (1ª Pedro 1: 20, parte central).

¿Por medio de quién predicó el espíritu de Cristo?

El Espíritu de Cristo estaba en Noé, “pregonero de justicia” (2ª Pedro 2:5), para predicar a los “espíritus encarcelados”; lo cual es misión de los profetas antiguos, y de todo profeta de Dios, pues Él predica por medio de los profetas, es decir, personas humanas, como todos nosotros, elegidas para ese fin. (Véase 1ª Pedro 1:10,11).

Cuando Noé, “pregonero de justicia” (2ª Pedro 2:5) preparaba el arca, por mandato de Dios (Génesis 6:14) a fin de amonestar a los «espíritus encarcelados» del mundo antediluviano, ¿estaban éstos muertos o vivos?

¿Dónde dice Pedro que el espíritu de Cristo, cuando Él murió, y mientras su cuerpo reposaba en la tumba en un día sábado de, aproximadamente, el año 30 de nuestra era, fue al Hades a predicar a los espíritus desobedientes de la época de Noé?

Vamos a suponer, por un momento, que damos como correcta y verdadera la afirmación de que el espíritu de Cristo, mientras reposaba su cuerpo en la tumba y antes de la resurrección, fue a predicar a los espíritus encarcelados, que estaban siendo atormentados en el Hades.

En primer lugar, ¿qué hace el espíritu del Rey de la gloria en un lugar como el Hades, que se supone están siendo atormentados los malvados? ¿No fue el espíritu de Cristo al Paraíso (Lucas 23:43)?

En segundo lugar, ¿qué les predica? ¿Acaso dice la Biblia en algún sitio que hay una segunda oportunidad? ¿No dice todo lo contrario en Hebreos 9:27? Veamos que afirma este texto:

Hebreos 9:27: Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, 28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.

Como vemos si partimos o nos basamos en presuposiciones falsas, podemos llegar a hacer decir a la Biblia lo que no afirma, y crear doctrinas espurias o erróneas fundadas inadecuadamente en nuestras ideas preconcebidas, deseos, prejuicios o tradiciones de los hombres. Consecuencia y ejemplo manifiesto de esta manera de interpretar la Biblia, es la doctrina de la existencia del Purgatorio, respaldada por la iglesia Católica, la cual enseña la creencia en un lugar intermedio entre el infierno y el paraíso, donde los espíritus o almas de los muertos  esperan purificarse y todavía ser rescatadas para el cielo.

Creer que el espíritu del hombre tiene vida eterna consciente después de que la persona muere ha llevado a creer que existe un lugar llamado el Hades, donde existen dos cámaras separadas por una gran sima (Ver Lucas 16:19-31) cuyo fin es albergar en una, a los espíritus de los salvos, y la otra, proporcionar tormento a los espíritus de los malvados.

Queda demostrado que un error conduce a otro, y tendemos a interpretar la Biblia no objetivamente, sino como nos gustaría que fuese, en lugar de ceñirnos al texto bíblico, que indica claramente que Cristo predicó a los espíritus encarcelados cuando aún estaban vivos, y podían elegir salvarse junto con Noé y su familia.

5. ¿Quiénes son, pues, los espíritus encarcelados?

Los espíritus encarcelados no pueden ser otros que los que identifica Pedro cuando dice “los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras preparaba el arca…” (2ª Pedro 3;20, p.p.):

    • Eran personas que vivían cuando Noé preparaba el arca.
    • Desobedecieron a Dios como es bien patente en la Biblia (ver Génesis 6:1-8)
    • El Espíritu de Cristo, mediante el pregonero de justicia, Noé, fue a predicarles, antes de que el Diluvio los destruyera a todos, excepto a “…pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua” (1ª Pedro 3:20, p.ú.).
    • ¿Dónde estaban encarcelados? Para ellos el planeta Tierra fue una cárcel de alta seguridad de la que no podían escaparse ante el terrible diluvio que les sobrevino, la prueba es que sólo ocho escaparon porque Dios quiso.
    • ¿Por qué estaban o fueron encarcelados? Porque habían llegado al máximo de pecado. Su depravación era total, y la paciencia de Dios había llegado a su término (Génesis 6:5: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.
    • El pecado es la prisión, somos cautivos del pecado. (véase Isaías 42:7; 61:1; Lucas 4:18)

6. Conclusión

    • El Espíritu de Cristo o Cristo en Espíritu -preexistente antes de su encarnación, en su estado de Dios, segunda persona de la divinidad-  predicó a los espíritus encarcelados, mientras Noé preparaba el arca. También puede referirse al Espíritu Santo, obrando en las conciencias de los seres humanos. Por tanto, los espíritus encarcelados eran todavía personas vivas. El predicó a través de sus profetas y especialmente de Noé, “pregonero de justicia». La ubicación de la acción en la época de los días de Noé descarta totalmente la interpretación de que el espíritu de Cristo al morir fuera a predicar a otros supuestos espíritus encarcelados en un lugar llamado el Hades.
    • El texto de 1ª Pedro 3:19-20 identifica claramente que los espíritus encarcelados son los que en otro tiempo desobedecieron, …en los días de Noé”. Por tanto, estaban vivos cuando se les predicó la verdad de Dios. (véase Génesis 6)
    • En la Biblia es frecuente usar “una parte” para designar “el todo”, “el espíritu” en lugar de “la persona entera”, de ahí que el apóstol Pedro se refiera a los antediluvianos desobedientes como espíritus, es decir, personas que, entonces, cuando se les predicó, vivían.
    • Asimismo se ha demostrado que el término “encarcelados” no se refiere en ningún caso a residir en el Hades como prisión, puesto que todavía no habían muerto. Su encarcelamiento fue a causa de su pecado: se rebelaron contra Dios, desobedecieron conscientemente a su Creador, haciendo todo tipo de males, y el planeta que contaminaron con su pecado, fue su propia cárcel, pues el diluvio los destruyó, y sólo escaparon de esa “cárcel” ocho personas –  Noé y su familia.
    • En el artículo citado al principio se han visto los variados significados posibles del término “espíritu” según su contexto.
    • El ser humano tiene tres dimensiones “Cuerpo, alma y espíritu” según 1ª Tesalonicenses 5:23. Por tanto, alma es distinto de espíritu.
    • Según nos diseñó el Creador, somos almas vivientes, es decir, alma es también un sinónimo de ser, de vida, y de psique: Génesis 2:7: “Entonces Jehová Dios formó del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”

Dios da origen a la vida en un cuerpo inanimado insuflándole el aliento de vida, o sea el espíritu, y ¿qué ocurre entonces? Que el hombre recibe la vida se convierte en un “alma viviente”  como dice San Pablo en 1ª Corintios 15:45 “Así también está escrito: fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante”. Por tanto, no tenemos un alma sino que somos almas. La persona entera es un alma viviente, y cuando muere deja de existir hasta la resurrección.

Cuando este término se refiere a personas no está indicando que se trate de una entidad que viva, en el ser humano, de forma independiente del cuerpo, que tenga vida en sí misma, y existencia consciente cuando uno muere.

Ejemplos de uso de “espíritu” con el significado de “aliento” o “hálito de vida”

Lucas 8:55: Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer.

Este espíritu que volvió a dar vida al cuerpo inanimado o muerto de la muchacha en la anterior cita es el mismo que va a Dios cuando uno muere (Eclesiastés 12:7; véase también Eclesiastés 3:19,21). El mismo que se exhala cuando se muere ( Génesis 25:8: “y exhaló el espíritu y murió Abraham..”; 6:17; 7:15; 35:29, etc. etc. Véase además Apocalipsis 11:11).

Quedo a su disposición en todo lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Comentarios de los lectores


 

Pablo

15-06-14

«Estimado hermano Carlos: primeramente le saludo cordialmente. Mi idea tampoco es la de polemizar.

Los espíritus encarcelados que menciona el apóstol Pedro (3:19) se refiere a aquellos ángeles que menciona Génesis 6:2, aquellos que cohabitaron con mujeres humanos y producto del cual nacieron gigantes, una raza que iba contra la voluntad de Dios. Este fue el motivo por el cual Dios destruyó aquella generación en la cual solamente Noé y su casa se salvaron. Estos son los espíritus que están encarcelados en el Tártaro en espera del juicio de Dios.»

(Pablo).


Mi Respuesta:

¿Pudieron ángeles unirse a mujeres y engendrar hijos?

Versión: 19-06-14

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

 

1. Introducción

Estimado hermano Pablo, al recibir su último mensaje (15-06-2014), he podido comprobar que coincidimos solo en una cosa: ninguno de nosotros tenemos intención de polemizar en absoluto. Usted, amablemente me expuso, en su comentario anterior, su creencia o interpretación referente a “los espíritus encarcelados” que cita el apóstol Pedro (1ª Pedro 3:19). A lo que este humilde servidor le respondió con el artículo titulado ¿Quiénes son los “espíritus encarcelados”?.

Ahí podría haber quedado todo: un simple intercambio de nuestras respectivas creencias u opiniones respecto a la interpretación de 1ª Pedro 3:19. Sin embargo, usted, con su comentario que acabo de añadir en mi web, al final del citado artículo, introduce un nuevo tema de disensión entre los dos, en este caso referido a la interpretación de un pasaje del libro del Génesis (6:2), que para mejor comprensión vamos a transcribir desde el versículo uno hasta el ocho del citado capítulo dos.

Génesis 6:1-8: Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, (2) que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas. (3) Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años. (4) Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre. (5) Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. (6) Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. (7) Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho. (8) Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová.

Y nuestro educado y amable debate no tiene más remedio que terminar igual que empezó, es decir, en un total y absoluto desacuerdo, en cuanto a esa creencia que usted me ha compartido. Ciertamente, no es usted solo el que se atreve a defender la siguiente interpretación, que para calificarla suavemente y sin ningún ánimo de ofender, diré solo que es pintoresca, truculenta, absurda e imposible:

“Estimado hermano Carlos: primeramente le saludo cordialmente. Mi idea tampoco es la de polemizar. Los espíritus encarcelados que menciona el apóstol Pedro se refiere a aquellos ángeles que menciona Génesis 6:2, aquellos que cohabitaron con mujeres humanos y producto del cual nacieron gigantes, una raza que iba contra la voluntad de Dios. Este fue el motivo por el cual Dios destruyó aquella generación en la cual solamente Noé y su casa se salvaron. Estos son los espíritus que están encarcelados en el Tártaro en espera del juicio de Dios” (Pablo).

Expongo a continuación las razones de mi total desacuerdo con sus puntos de vista.

2. Sus cinco puntos de partida erróneos

Querido hermano, como le dije en mi artículo anterior, es usted muy libre de creer todo lo que sus entendederas-tragaderas, inteligencia y sentido común le permitan; pero, en cualquier caso nunca se debería ir más allá de lo que los textos de Génesis (9:1-2) están diciendo: Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, (2) que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas” (Génesis 6:1-8). Estos “hijos de Dios” son hombres, y de ninguna manera ángeles. De ahí proceden todas sus interpretaciones equivocadas: ¿por qué iban a tratarse de ángeles? ¿En qué se fundamenta usted para hacer tan irracional e infundada aseveración?

Usted hace cinco afirmaciones que no puede probar con la Sagrada Escritura en la mano:

Primera. En su opinión, “los espíritus encarcelados” que menciona el apóstol Pedro en su primera epístola (3:19) son ángeles caídos, o sea, los que se rebelaron contra Dios. A pesar que, en el artículo citado arriba, le aporté textos y argumentos bíblicos que demuestran que su interpretación está equivocada. Todo ello, al parecer, no sirvió para que usted abandonara su error, pues sigue aferrado al mismo, a pesar que usted no ha sabido aportarme textos que probaran sus premisas.

Segunda. Usted, identifica y relaciona –sin prueba alguna que lo justifique–a “los espíritus encarcelados” con “los hijos de Dios” que menciona el texto de Génesis 6:2. Es absurdo, que si son “hijos de Dios” estén “encarcelados en el Tártaro a la espera del juicio”.

Tercera. Por otro lado, da usted por probado que “los hijos de Dios” (Génesis 6:2) son necesariamente ángeles, es decir, seres espirituales, que como dijo Jesús no tienen “carne ni huesos” (Lucas 24:39). Aun cuando, en la Sagrada Escritura, los seres humanos son, generalmente y en prácticamente todas las ocasiones, llamados “hijos de Dios” (Éx. 4:22; Dt. 14:1; Is. 8:18; 43:6; Os. 1:10; Mt. 5:9,45; Jn. 1:12; Ro. 8:16,21; etc.).

Aunque hay dos textos en el libro de Job que se refieren a “los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás” (Job 1:6; Cf. Job 2:1). En estos pasajes, sin duda, se refiere a ángeles, pero no sabemos si estos “hijos de Dios” son los ángeles buenos o los malos antes de su caída; veamos los citados textos:

Job 1:6: Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás.

Job 2:1: Aconteció que otro día vinieron los hijos de Dios para presentarse delante de Jehová, y Satanás vino también entre ellos presentándose delante de Jehová.

Por el contexto, deducimos que, en este caso, “los hijos de Dios” se refiere a ángeles y no a seres humanos, pues se presentan “delante de Jehová”; pues, supuestamente, la entrevista con Dios es en el Cielo, pues Satanás viene de “rodear la Tierra, y de andar por ella” (Job 1:7; Cf 2:2). Y está clarísimo que los humanos no tenemos libre acceso a la presencia de Dios.

Tampoco, creo que a poca gente se le ocurriría pensar que Satanás se paseaba por la Tierra, semejantemente a como lo hacen los seres humanos, mediante dos piernas o “patas” con sus correspondientes pies o “pezuñas” –entiéndase la ironía–, a no ser que previamente se hubiera encarnado en el seno de una mujer, como lo hizo Cristo.

Aunque es cierto que los espíritus angélicos son capaces de adoptar y tomar cualquier forma material –incluso, como la de cualquier ser humano, ya sea hombre o mujer– nunca podrían transformarse en verdaderos o auténticos seres humanos. Se trataría siempre de una mera apariencia o perfecto disfraz. Por tanto, los ángeles jamás podrían tener relaciones sexuales con mujeres, y mucho menos fecundarlas para que concibieran hijos.

La Palabra de Dios, “de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego. … (14) ¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” (Hebreos 1:7,14). Por tanto, es claro que estos seres, al ser espíritus puros, no pueden mezclarse con los seres humanos, porque no tienen “carne ni huesos” (Lucas 24:39).

Cuarta. Usted se atreve afirmar que los “espíritus encarcelados” o ángeles” no solo “cohabitaron con mujeres”, sino que, además fueron capaces de fecundarlas, engendrando a seres humanos, que con el tiempo se convirtieron en una raza de gigantes. Ya he explicado en el punto tres de esta lista los argumentos que demuestran que dicha interpretación es totalmente fantasiosa, por lo que se podría formar la trama de una película de ciencia-ficción, como las que últimamente nos regala este bello arte que es el cinematógrafo.

Quinta. Finalmente, ubica usted a esos ángeles, “espíritus encarcelados”, en el Tártaro en espera del juicio de Dios” (2ª Pedro 2:4 versión NBJ, 1998). En el artículo mencionado antes –¿Quiénes son los “espíritus encarcelados”?– demostré que estos espíritus fueron seres humanos, –de ninguna manera ángeles–, que fueron juzgados por Dios y destruidos por medio del Diluvio. Una vez más se cumple que un inicial error de interpretación conduce a otras muchas deducciones falsas.

3. Conclusión

En resumen, “los hijos de Dios” que tomaron “a las hijas de los hombres” como esposas, eran tan humanos como las mujeres que escogieron. (Génesis 6:1-8). La única diferencia consiste en que los “hijos de Dios” eran seres humanos  obedientes y amantes del Eterno, y “las hijas de los hombres” son las que nacieron de los hombres y mujeres que vivían en total rebeldía contra Dios. En todas las épocas de la historia de la humanidad ha habido seguidores y enemigos de Dios. Si la explicación es tan sencilla ¿por qué algunos dejan suelta su imaginación, elucubrando que los “hijos de Dios” son ángeles, o sea espíritus puros que se han unido con personas humanas del sexo femenino? ¿No es esto totalmente truculento, absurdo e imposible? Pero así es nuestra naturaleza humana, que muchas veces vamos más allá de lo que  Santa la Biblia expresa, y, además, queremos hacer decir a la misma lo que nunca ha dicho.

Quedo a su entera disposición en lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas empleadas para diversas traducciones de la Biblia:

Dios Habla Hoy-Latinoamericana, 1996 (DHH L 1996)
Nueva Versión Internacional 1999 (NVI 1999)
Reina-Valera, 1960 (RV 1960)
Biblia Latinoamericana, 1995 (BL95)
Biblia Latinoamericana, revisión 1995 (BLA95)
La Biblia de Nuestro Pueblo (BNP)
La Biblia  de Serafín de Ausejo 1975 (BSA)
La Biblia de Luis Alonso-Schöckel y Juan Mateo (BSM)
Biblia en lenguaje sencillo (BLS)

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

pp, pc, pú referidas a un versículo bíblico representan «parte primera, central o última del mismo «.

Versión: 23-12-2017

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimada hermana Ronnie, me alegra que me contactase, y me formulara la siguiente pregunta:

“Reciba un cordial saludo. Me gustaría saber más acerca de su defensa de que los hijos de Dios que se habla en Génesis 6 no son ángeles. Bendiciones. (Ronnie).

Doy por hecho que usted ya ha leído mi artículo que trataba específicamente dicho tema: ¿Pudieron ángeles unirse a mujeres y engendrar hijos?

Ciertamente, a lo largo de la historia de la Iglesia han existido quienes han interpretado que los “hijos de Dios”, a los que se refiere el libro de Génesis (6:2), son ángeles; es decir, seres creados por Dios, cuya naturaleza es totalmente espiritual, que son, pues, espíritus puros; y, como dijo Jesús, “un espíritu no tiene carne ni huesos” (Lc. 24:39). En las Sagradas Escrituras, especialmente el Nuevo Testamento, abundan las referencias a ángeles y demonios. Pondremos solo un ejemplo, de las muchas alusiones que existen a esas criaturas celestiales, y es el siguiente: “Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego. (8) Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo;  Cetro de equidad es el cetro de tu reino” (Heb 1:7-8).

Antes de continuar mi comentario, es conveniente que leamos el texto de Génesis, en cuestión, en su contexto:

Génesis 6:1-7: Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas,  (2)  que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas. (3) Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años.  (4) Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre.  (5)  Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.  (6)  Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. (7)  Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho.

En el apartado siguiente expondré los argumentos para defender mi interpretación de que los “hijos de Dios”, a los que se refiere el capítulo seis del libro de Génesis, no eran ángeles sino seres humanos.

2. ¿Eran ángeles “los hijos de Dios” citados en Génesis 6:2 y 4?

En concreto, la errónea interpretación surge cuando se relacionan los “hijos de Dios” del texto de Génesis 6:2 con la misma expresión que aparece en el libro de Job (1:6; 2:1; 38:7):

Job 1:6-9: Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás.  (7)  Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella.  (8)  Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?  (9)  Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde?

Job 2:1-2: Aconteció que otro día vinieron los hijos de Dios para presentarse delante de Jehová, y Satanás vino también entre ellos presentándose delante de Jehová.  (2)  Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondió Satanás a Jehová, y dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella.

En estos textos del libro de Job, citados arriba, la expresión “los hijos de Dios” “entre los cuales vino también Satanás” (Job 1:6; cf. Job 2:1), sin duda se refiere a los ángeles de Dios, porque, por la facilidad de acceso que tienen al trono de Dios, no pueden ser humanos, sino seres celestiales, entre los que se encontraba el diablo, Satanás, que, como todos los cristianos sabemos, se trata de un ángel poderoso caído (ver Is. 1412-14; cf. Ez. 28:12-19); que estuvo “en Edén, en el huerto de Dios” y fue “querubín grande, protector, ….en el santo monte de Dios (15) … Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad” (Ez. 28:13,14,15). (1)

Ezequiel 28:13-17: En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación.  (14)  Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas.  (15)  Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad.  (16)  A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector.  (17)  Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti.

Sin embargo, en el contexto de Génesis (6:2), la expresión “los hijos de Dios”  se ve claramente que se refiere a seres humanos: “Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años. (4) Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre” (Gn. 6:3-4). Además la Santa Biblia nunca llama “hijos de Dios” a los ángeles caídos o demonios.

De momento y en adición a lo que antecede, se me ocurren los argumentos siguientes, para reconocer que estos “hijos de Dios” no son ángeles caídos, sino hombres caídos y en rebeldía contra Dios:

Primero, porque los ángeles no se casan, ni pueden, obviamente, tener relaciones carnales (Mt. 22:30).

Segundo, aquí –el contexto del capítulo seis de Génesis– Dios está contendiendo “con el hombre”, no con “los ángeles que pecaron”, que “los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio” (2 Pedro 2:4). Y Él se está refiriendo al castigo que recibirán los hombres, a causa de sus pecados y de su maldad, enviándoles un diluvio (ver Gn. 6:7,13). Por tanto, aquí no interviene ningún tipo de ángeles, sino seres humanos.

Tercero, de los hijos de Adán y Eva, Génesis relata sucintamente las obras de dos de ellos, Abel y Caín, el primero, fue obediente a Dios, y por tanto, fue hijo de Dios, y el segundo –Caín–, desobediente, malvado y homicida, como su padre el diablo (Juan 8:44); es decir, desde el principio de la historia de este mundo han existido dos clases de criaturas humanas, los hijos de Dios, los que le respetan y obedecen, y los llamados “hijos de los hombres”, que son los que viven según “los designios de la carne”, que es “enemistad contra Dios”porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Ro. 8:7-8; cf. 1 Co. 2:14).

Cuarto, Set fue el hijo de Adán y Eva, mediante el cual Dios sustituyó a Abel. Con Set empezó el linaje o dinastía de los hombres que “comenzaron a invocar el nombre de Jehová” (Gn. 4:25-26). Estos fueron los “hijos de Dios” en contraposición a los descendientes de Caín –los cainitas–, que, para distinguirlos de los anteriores, la Biblia los llama los “hijos de los hombres”. Y cuando “los hijos de Dios” –los del linaje de Set– vieron “que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas” (Gn. 6:2). Las hijas de los hombres –del linaje de Caín– corrompieron a los “hijos de Dios”, es decir, influyeron negativamente en sus vidas para que se apartasen de Dios y le olvidasen; por eso vino el Diluvio, como castigo de Dios por la mucha maldad de los hombres (Gn. 6:5-8,11-13; etc.).

De ahí que, Dios, más tarde, prohibió a los israelitas que se casaran con paganos o no creyentes (véase Éx. 34:16; Dt. 7:3-4; Jos. 23:12-13; Jue. 3:5-8; 1 R. 11:1-12; Esd. 9:2,12). También, en el NT, Dios sigue aconsejando que los creyentes no se casen con los increyentes o paganos (véase 2 Co. 6:14-17; 1 Co. 7:39).

2 Corintios 6:14-18: No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?  (15)  ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?  (16)  ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo.  (17)  Por lo cual,  Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, (18)  Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.

1 Corintios 7:39: La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor.

Espero haber respondido satisfactoriamente a su consulta, no obstante quedo a su disposición, en lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

(1) Recomiendo leer en AmistadenCristo.com: ¿Por qué existe el mal?, porque explica bíblicamente quién fue el ángel al que la Biblia llama diablo y Satanás, antes de su rebelión contra Dios.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento

Versión: 19-06-14

Carlos Aracil Orts

 

1. Introducción*

Estimado hermano Pablo, al recibir su último mensaje (15-06-2014), he podido comprobar que coincidimos solo en una cosa: ninguno de nosotros tenemos intención de polemizar en absoluto. Usted, amablemente me expuso, en su comentario anterior, su creencia o interpretación referente a “los espíritus encarcelados” que cita el apóstol Pedro (1ª Pedro 3:19). A lo que este humilde servidor le respondió con el artículo titulado ¿Quiénes son los “espíritus encarcelados”?.

Ahí podría haber quedado todo: un simple intercambio de nuestras respectivas creencias u opiniones respecto a la interpretación de 1ª Pedro 3:19. Sin embargo, usted, con su comentario que acabo de añadir en mi web, al final del citado artículo, introduce un nuevo tema de disensión entre los dos, en este caso referido a la interpretación de un pasaje del libro del Génesis (6:2), que para mejor comprensión vamos a transcribir desde el versículo uno hasta el ocho del citado capítulo dos.

Génesis 6:1-8: Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, (2) que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas. (3) Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años. (4) Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre. (5) Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. (6) Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. (7) Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho. (8) Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová.

Y nuestro educado y amable debate no tiene más remedio que terminar igual que empezó, es decir, en un total y absoluto desacuerdo, en cuanto a esa creencia que usted me ha compartido. Ciertamente, no es usted solo el que se atreve a defender la siguiente interpretación, que para calificarla suavemente y sin ningún ánimo de ofender, diré solo que es pintoresca, truculenta, absurda e imposible:

“Estimado hermano Carlos: primeramente le saludo cordialmente. Mi idea tampoco es la de polemizar. Los espíritus encarcelados que menciona el apóstol Pedro se refiere a aquellos ángeles que menciona Génesis 6:2, aquellos que cohabitaron con mujeres humanos y producto del cual nacieron gigantes, una raza que iba contra la voluntad de Dios. Este fue el motivo por el cual Dios destruyó aquella generación en la cual solamente Noé y su casa se salvaron. Estos son los espíritus que están encarcelados en el Tártaro en espera del juicio de Dios” (Pablo).

Expongo a continuación las razones de mi total desacuerdo con sus puntos de vista.

2. Sus cinco puntos de partida erróneos

Querido hermano, como le dije en mi artículo anterior, es usted muy libre de creer todo lo que sus entendederas-tragaderas, inteligencia y sentido común le permitan; pero, en cualquier caso nunca se debería ir más allá de lo que los textos de Génesis (9:1-2) están diciendo: Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, (2) que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas” (Génesis 6:1-8). Estos “hijos de Dios” son hombres, y de ninguna manera ángeles. De ahí proceden todas sus interpretaciones equivocadas: ¿por qué iban a tratarse de ángeles? ¿En qué se fundamenta usted para hacer tan irracional e infundada aseveración?

Usted hace cinco afirmaciones que no puede probar con la Sagrada Escritura en la mano:

Primera. En su opinión, “los espíritus encarcelados” que menciona el apóstol Pedro en su primera epístola (3:19) son ángeles caídos, o sea, los que se rebelaron contra Dios. A pesar que, en el artículo citado arriba, le aporté textos y argumentos bíblicos que demuestran que su interpretación está equivocada. Todo ello, al parecer, no sirvió para que usted abandonara su error, pues sigue aferrado al mismo, a pesar que usted no ha sabido aportarme textos que probaran sus premisas.

Segunda. Usted, identifica y relaciona –sin prueba alguna que lo justifique–a “los espíritus encarcelados” con “los hijos de Dios” que menciona el texto de Génesis 6:2. Es absurdo, que si son “hijos de Dios” estén “encarcelados en el Tártaro a la espera del juicio”.

Tercera. Por otro lado, da usted por probado que “los hijos de Dios” (Génesis 6:2) son necesariamente ángeles, es decir, seres espirituales, que como dijo Jesús no tienen “carne ni huesos” (Lucas 24:39). Aun cuando en la Sagrada Escritura, los seres humanos son, generalmente y en prácticamente todas las ocasiones, llamados “hijos de Dios” (Éx. 4:22; Dt. 14:1; Is. 8:18; 43:6; Os. 1:10; Mt. 5:9,45; Jn. 1:12; Ro. 8:16,21; etc.).

Aunque hay dos textos en el libro de Job que se refieren a “los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás” (Job 1:6; Cf Job 2:1). En estos pasajes, sin duda, se refiere a ángeles, pero no sabemos si estos “hijos de Dios” son los ángeles buenos o los malos antes de su caída; veamos los citados textos:

Job 1:6: Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás.

Job 2:1: Aconteció que otro día vinieron los hijos de Dios para presentarse delante de Jehová, y Satanás vino también entre ellos presentándose delante de Jehová.

Por el contexto, deducimos que, en este caso, “los hijos de Dios” se refiere a ángeles y no a seres humanos, pues se presentan “delante de Jehová”; pues, supuestamente, la entrevista con Dios es en el Cielo, pues Satanás viene de “rodear la Tierra, y de andar por ella” (Job 1:7; Cf 2:2). Y está clarísimo que los humanos no tenemos libre acceso a la presencia de Dios.

Tampoco, creo que a poca gente se le ocurriría pensar que Satanás se paseaba por la Tierra, semejantemente a como lo hacen los seres humanos, mediante dos piernas o “patas” con sus correspondientes pies o “pezuñas” –entiéndase la ironía–, a no ser que previamente se hubiera encarnado en el seno de una mujer, como lo hizo Cristo.

Aunque es cierto que los espíritus angélicos son capaces de adoptar y tomar cualquier forma material –incluso, como la de cualquier ser humano, ya sea hombre o mujer– nunca podrían transformarse en verdaderos o auténticos seres humanos. Se trataría siempre de una mera apariencia o perfecto disfraz. Por tanto, los ángeles jamás podrían tener relaciones sexuales con mujeres, y mucho menos fecundarlas para que concibieran hijos.

La Palabra de Dios, “de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego. … (14) ¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” (Hebreos 1:7,14). Por tanto, es claro que estos seres, al ser espíritus puros, no pueden mezclarse con los seres humanos, porque no tienen “carne ni huesos” (Lucas 24:39).

Cuarta. Usted se atreve afirmar que los “espíritus encarcelados” o ángeles” no solo “cohabitaron con mujeres”, sino que, además fueron capaces de fecundarlas, engendrando a seres humanos, que con el tiempo se convirtieron en una raza de gigantes. Ya he explicado en el punto tres de esta lista los argumentos que demuestran que dicha interpretación es totalmente fantasiosa, por lo que se podría formar la trama de una película de ciencia-ficción, como las que últimamente nos regala este bello arte que es el cinematógrafo.

Quinta. Finalmente, ubica usted a esos ángeles, “espíritus encarcelados”, en el Tártaro en espera del juicio de Dios” (2ª Pedro 2:4 versión NBJ, 1998). En el artículo mencionado antes –¿Quiénes son los “espíritus encarcelados”?– demostré que estos espíritus fueron seres humanos, –de ninguna manera ángeles–, que fueron juzgados por Dios y destruidos por medio del Diluvio. Una vez más se cumple que un inicial error de interpretación conduce a otras muchas deducciones falsas.

3. Conclusión

En resumen, “los hijos de Dios” que tomaron “a las hijas de los hombres” como esposas, eran tan humanos como las mujeres que escogieron. (Génesis 6:1-8). La única diferencia consiste en que los “hijos de Dios” eran seres humanos  obedientes y amantes del Eterno, y “las hijas de los hombres” son las que nacieron de los hombres y mujeres que vivían en total rebeldía contra Dios. En todas las épocas de la historia de la humanidad ha habido seguidores y enemigos de Dios. Si la explicación es tan sencilla ¿por qué algunos dejan suelta su imaginación, elucubrando que los “hijos de Dios” son ángeles, o sea espíritus puros que se han unido con personas humanas del sexo femenino? ¿No es esto totalmente truculento, absurdo e imposible? Pero así es nuestra naturaleza humana, que muchas veces vamos más allá de lo que  Santa la Biblia expresa, y, además, queremos hacer decir a la misma lo que nunca ha dicho.

Quedo a su entera disposición en lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas empleadas para diversas traducciones de la Biblia:

Dios Habla Hoy-Latinoamericana, 1996 (DHH L 1996)
Nueva Versión Internacional 1999 (NVI 1999)
Reina-Valera, 1960 (RV 1960)
Biblia Latinoamericana, 1995 (BL95)
Biblia Latinoamericana, revisión 1995 (BLA95)
La Biblia de Nuestro Pueblo (BNP)
La Biblia  de Serafín de Ausejo 1975 (BSA)
La Biblia de Luis Alonso-Schöckel y Juan Mateo (BSM)
Biblia en lenguaje sencillo (BLS)

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

pp, pc, pú referidas a un versículo bíblico representan «parte primera, central o última del mismo «.

Versión: 29-12-2016

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimada hermana Cecilia, me alegro que me haya contactado, y le agradezco su comentario y consulta siguientes:

“Bueno, estoy tratando de tener un debate con las personas de un sitio web que se llama ‘Mi espada es la Biblia’ en FB, pero ellos me indican que el autor del [libro de] Samuel indica «y Samuel dijo» que afirma que la Biblia es inspirada por el Espíritu Santo; mi pregunta es: ¿quién está correcto ustedes o ellos en cuanto a este versículo [que] yo todavía no comprendo? Gracias. Bendiciones.

Aunque en el breve párrafo que me ha escrito no me informa del capítulo y del versículo y si se trata del primer o segundo libro de Samuel, intuyo que usted se está refiriendo al versículo 15 del capítulo 28 del primer libro de Samuel. Mi intuitiva deducción se fundamenta en que, al enviarme su correo a través de la página de contacto de www.amistadencristo.com, el servidor de la misma me proporcionó el dato importante de que usted, en su visita a mi web, había estado leyendo o, al menos, viendo el artículo titulado El Rey Saúl con la pitonisa de Endor.

Esta información es lo que me permite comprender su pregunta, y a partir de ahí trataré de responderla. No obstante, todavía necesitamos clarificar el tema de su debate que mantuvo en “Facebook”, pues en su escueto escrito apenas se vislumbra. Leamos primero el texto citado del libro de 1ª Samuel (28:15,16):

1 Samuel 28:15-16: Y Samuel dijo a Saúl: ¿Por qué me has inquietado haciéndome venir? Y Saúl respondió: Estoy muy angustiado, pues los filisteos pelean contra mí, y Dios se ha apartado de mí, y no me responde más, ni por medio de profetas ni por sueños; por esto te he llamado, para que me declares lo que tengo que hacer. (16)  Entonces Samuel dijo: ¿Y para qué me preguntas a mí, si Jehová se ha apartado de ti y es tu enemigo?

Para saber qué es lo que usted no entiende de esa pequeña porción del versículo 15 –“Y Samuel dijo a Saúl:”– es imprescindible conocer el contexto, es decir, el episodio o historia que se relata en este capítulo 28 del primer libro de Samuel. Veámoslo aunque a grandes rasgos:

El primer rey de Israel fue Saúl, el cual fue ungido por el profeta Samuel, para este cargo, siguiendo las instrucciones de Dios (1 S. 10:1). Sin embargo, Saúl en el desarrollo de la misión que Dios le encargó no obra con justicia, y le desobedece, entonces, es informado por Samuel de que Dios le ha rechazado: “Y Samuel respondió a Saúl: No volveré contigo; porque desechaste la palabra de Jehová, y Jehová te ha desechado para que no seas rey sobre Israel. (27) Y volviéndose Samuel para irse, él se asió de la punta de su manto, y éste se rasgó. (28) Entonces Samuel le dijo: Jehová ha rasgado hoy de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo mejor que tú” (1 Samuel 15:26-28). Luego, Dios ordena a Samuel que unja a David para que fuera rey de Israel (1 S. 16:1,13). Pero Saúl no cede el poder a David, sino que se aferra a su reinado e intenta destruir a David.

Los conflictos y problemas se multiplican para Saúl, que ya no tiene la bendición de Dios, y los filisteos amenazan con invadir Israel (1 S. 28:4-6). Como “Ya Samuel había muerto” (1 S. 28:3), Saúl no tiene a ningún representante de Dios para consultarle cómo debe proceder para defenderse de los filisteos. Y como también fracasa en su intento de comunicarse directamente con Dios (1 S. 28:6), porque había sido reprobado por Él, decide, desesperadamente, desobedeciendo una vez más las órdenes de Dios, recurrir a una mujer que tenía espíritu de adivinación, a fin de consultarle cómo debía proceder con los filisteos. Saúl pide concretamente a la pitonisa: “Hazme venir a Samuel” (1 S. 28:11), es decir, un acto de nigromancia expresamente prohibido por Dios (Lv. 19:31; 20:27; Dt. 18:10-12; Is. 8:19-21).

La cuestión que me plantea mi amable consultante es si se trata realmente del espíritu de Samuel el que habla a través de la pitonisa de Endor, como defienden los del grupo en la que ella debatía, o por el contrario, se trata de un espíritu demoniaco, con el que tiene comunicación la mujer, y que pretende engañar a Saúl, haciéndose pasar por Samuel, como intenté demostrar en el artículo de mi web antes citado.

Es importante que, ahora, leamos los textos donde se insertan los pasajes claves de este relato bíblico tan interesante:

1 Samuel 28:3-20: Ya Samuel había muerto, y todo Israel lo había lamentado, y le habían sepultado en Ramá, su ciudad. Y Saúl había arrojado de la tierra a los encantadores y adivinos. (4) Se juntaron, pues, los filisteos, y vinieron y acamparon en Sunem; y Saúl juntó a todo Israel, y acamparon en Gilboa. (5)  Y cuando vio Saúl el campamento de los filisteos, tuvo miedo, y se turbó su corazón en gran manera. Y cuando vio Saúl el campamento de los filisteos, tuvo miedo, y se turbó su corazón en gran manera. (6) Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas. (7) Entonces Saúl dijo a sus criados: Buscadme una mujer que tenga espíritu de adivinación, para que yo vaya a ella y por medio de ella pregunte. Y sus criados le respondieron: He aquí hay una mujer en Endor que tiene espíritu de adivinación. (8) Y se disfrazó Saúl, y se puso otros vestidos, y se fue con dos hombres, y vinieron a aquella mujer de noche; y él dijo: Yo te ruego que me adivines por el espíritu de adivinación, y me hagas subir a quien yo te dijere. (9) Y la mujer le dijo: He aquí tú sabes lo que Saúl ha hecho, cómo ha cortado de la tierra a los evocadores y a los adivinos. ¿Por qué, pues, pones tropiezo a mi vida, para hacerme morir? (10) Entonces Saúl le juró por Jehová, diciendo: Vive Jehová, que ningún mal te vendrá por esto. (11)  La mujer entonces dijo: ¿A quién te haré venir? Y él respondió: Hazme venir a Samuel. (12) Y viendo la mujer a Samuel, clamó en alta voz, y habló aquella mujer a Saúl, diciendo: (13) ¿Por qué me has engañado? pues tú eres Saúl. Y el rey le dijo: No temas. ¿Qué has visto? Y la mujer respondió a Saúl: He visto dioses que suben de la tierra. (14)  Él le dijo: ¿Cuál es su forma? Y ella respondió: Un hombre anciano viene, cubierto de un manto. Saúl entonces entendió que era Samuel, y humillando el rostro a tierra, hizo gran reverencia. (15) Y Samuel dijo a Saúl: ¿Por qué me has inquietado haciéndome venir? Y Saúl respondió: Estoy muy angustiado, pues los filisteos pelean contra mí, y Dios se ha apartado de mí, y no me responde más, ni por medio de profetas ni por sueños; por esto te he llamado, para que me declares lo que tengo que hacer. (16) Entonces Samuel dijo: ¿Y para qué me preguntas a mí, si Jehová se ha apartado de ti y es tu enemigo? (17)  Jehová te ha hecho como dijo por medio de mí; pues Jehová ha quitado el reino de tu mano, y lo ha dado a tu compañero, David. (18) Como tú no obedeciste a la voz de Jehová, ni cumpliste el ardor de su ira contra Amalec, por eso Jehová te ha hecho esto hoy. (19) Y Jehová entregará a Israel también contigo en manos de los filisteos; y mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos; y Jehová entregará también al ejército de Israel en mano de los filisteos. (20)  Entonces Saúl cayó en tierra cuan grande era, y tuvo gran temor por las palabras de Samuel; y estaba sin fuerzas, porque en todo aquel día y aquella noche no había comido pan.

A continuación, en el cuerpo de este estudio bíblico trataré de responder a su consulta.

2. ¿Fue realmente el espíritu de Samuel el que habló a Saúl a través de la pitonisa de Endor?

Primero de todo, debemos establecer claramente el contexto en que se produce la entrevista de Saúl con la mujer que tenía “espíritu de adivinación”: Ya Samuel había muerto, y todo Israel lo había lamentado, y le habían sepultado en Ramá, su ciudad. Y Saúl había arrojado de la tierra a los encantadores y adivinos” (1 Samuel 28:3).

Del análisis imparcial del relato de la entrevista del rey Saúl con una mujer que tenía espíritu de adivinación, cabe deducir, al menos, tres interpretaciones:

Primera hipótesis interpretativa: La mujer de Endor podría ser una farsante que aparenta tener el espíritu de Samuel que habla a través de ella, a fin de vengarse del rey Saúl, por las persecuciones de que fue objeto.

La mujer con espíritu de adivinación de Endor puede ser una farsante, que le sigue el “juego” a Saúl, haciéndole creer que el espíritu de Samuel habla a través de ella, para de esta manera satisfacer la petición expresa del rey Saúl de “Hazme venir a Samuel” (1 S. 28:11 úp.). Por eso, esta mujer, por temor y para no contrariar al rey, accede a hacer su supuesto trabajo de médium. Y el autor de esta historia, inspirado por el Espíritu Santo nos relata: Y viendo la mujer a Samuel, clamó en alta voz, y habló aquella mujer a Saúl, diciendo: (13) ¿Por qué me has engañado? pues tú eres Saúl. Y el rey le dijo: No temas. ¿Qué has visto? Y la mujer respondió a Saúl: He visto dioses que suben de la tierra” (1 S. 28:12-13).

Nótese que lo primero que la mujer ve es a Samuel, pero solo en su mente, y, en esa ocasión, se lo calla, es decir, no describe lo que ha visto. Sin embargo, el escritor conoce por el Espíritu Santo que la mujer cree haber visto aparecer en su mente a Samuel (v.12). Lógica y naturalmente, como Samuel había muerto, solo podía recibir una imagen mental de Samuel, que difícilmente podría ser su espíritu, a no ser que fuera una imagen materializada del mismo, pues los espíritus son seres desencarnados y por tanto invisibles.

Sin embargo, en este momento la mujer no declara a Saúl que ha visto a Samuel –o sea una imagen mental del mismo–, sino que muestra su terror y sorpresa al descubrir que su interlocutor era ni más ni menos que el Rey Saúl, perseguidor implacable de los que tenían el mismo oficio que la mujer, el cual había cortado de Israel a los evocadores y a los adivinos (1 S. 28:3,9); de ahí su exclamación de temor y de reproche, por haber sido engañada por el rey. Y cuando Saúl le pregunta: “¿Qué has visto?… la mujer respondió a Saúl: He visto dioses que suben de la tierra” (1 S. 28:12-13).

Ahora, cabe hacerse algunas preguntas, como, por ejemplo: ¿quiénes eran esos dioses que subían de la tierra? ¿Eran espíritus de muertos o espíritus de demonios, o solo una imaginación de su mente calenturienta? ¿Cómo podía la adivinadora saber que estaba viendo a Samuel, sino fue capaz de descubrir a Saúl, en aquel hombre que se presentó ante ella disfrazado? ¿Acaso ella había conocido o visto a Samuel, en alguna ocasión, mientras él vivía? Y aunque así hubiera sido, ¿sería posible reconocerle después de muerto, si lo único que podía ver es su espíritu? Quizá fuera posible que el espíritu se hiciera visible en su mente de alguna manera; Pero ella debería tener el poder de evocar los espíritus, es decir, el poder de encontrarlo allí donde estuviera y atraerlo con su mente, y hacerle hablar a través de ella; y cuando Saúl le pide que lo describa, ella lo hace así: “Un hombre anciano viene, cubierto de un manto. Saúl entonces entendió que era Samuel” (1 S. 28:12,14).

En primer lugar, un espíritu no es anciano ni joven, ni se cubre con un manto, porque es inmaterial e invisible. En segundo lugar, observemos que la mujer no afirma expresamente que se trate realmente del espíritu de Samuel; lo que ella le dijo primeramente a Saúl fue: “He visto dioses que suben de la tierra” (1 S. 28:13 úp). Es el propio Saúl el que da por supuesto que lo que la adivinadora ha visto mentalmente es a Samuel; así lo confirma el relato bíblico, cuando sigue diciendo que Saúl entonces entendió que era Samuel, y humillando el rostro a tierra, hizo gran reverencia” (1 S. 28:14).

Ante todas estas aparentes contradicciones de la mujer, en esta hipótesis, y a ojos de un agnóstico o escéptico, que no cree en espíritus de muertos, ni en ángeles ni demonios, simplemente se trataría de un subterfugio de la mujer que se inventa, no solo lo de “los dioses que suben de la tierra”, sino también lo de que ha visto a Samuel; y todo ello con el fin de tratar de complacer a Saúl y de esta manera evitar que él tome represalias contra ella.

Hasta aquí la primera interpretación de los textos de 1 Samuel 28:3-20. Pero antes de seguir con las siguientes interpretaciones, es conveniente que hagamos algunas reflexiones sobre los “poderes de las tinieblas” o de lo que conocemos como fenómenos ocultistas.

La Palabra de Dios nos advierte contra los peligros del ocultismo en todas sus manifestaciones, para que evitemos caer bajo la influencia de cualquiera de ellas.

Sin embargo, los que creemos que la Biblia ha sido inspirada por Dios, sabemos que este relato, de 1 Samuel 28:3-20, es verdadero, y, por tanto, histórico. Además, es un hecho que, desde el inicio de la humanidad, ha existido el fenómeno ocultista con sus múltiples manifestaciones. Desde entonces hasta el día de hoy y hasta el fin de este mundo existirán los poderes de las tinieblas que, por ser tantos y actuar de forma tan variada y diversa, sería, en este breve espacio, difícil de enumerarlos todos. Por eso vamos a limitarnos a citar solo aquellos de los cuales nos previenen las Sagradas Escrituras, como, por ejemplo, agoreros, sortílegos, hechiceros, encantadores, adivinos, magos, evocadores de espíritus de muertos o quienes consultan a los muertos, o espiritistas, etc., sobre los cuales, en el Antiguo Testamento, se nos previene de lo peligroso que puede suponer entrar en algún tipo de relación con ellos (ver Dt. 18:10-12; cf. Lv. 19:31; 20:27; Is. 819-21).

Deuteronomio 18:10-12: No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, (11) ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. (12) Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti.

También en el Nuevo Testamento se nos advierte contra estos poderes ocultos, y, además, se nos enseña cómo vencerlos: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. (12) Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Efesios 6:11-12).

Estas “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”, contra las que nos previene el apóstol Pablo, se van adaptando astuta y sutilmente a cada época de la historia de la humanidad, buscando formas con las que mejor disfrazarse para así poder engañar a más gente. Algunos todavía imaginan al diablo y sus demonios como seres terroríficos que llevan cuernos y rabos, y que, por tanto, serían fáciles de desenmascarar, y que incluso creen que sus actos tendrán una manifiesta maldad, que todo el mundo será espantado por la misma, lo que los identificará fácilmente como “criaturas del averno”.

Sin embargo, esto no es así, pues se nos advierte: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Corintios 11:14,15). También el apóstol Juan nos dice que “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19); “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12:9).

En la actualidad proliferan los astrólogos, videntes, curanderos, etc., que pretenden solucionar muchos de los males, tanto físicos como psíquicos, que sufre nuestra sociedad, pero cuyo poder nunca reconocerán que procede del diablo y sus demonios, porque si así lo hicieran se les disminuiría notablemente su negocio. No olvidemos que el poder de las “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” es real, pero experimentarlo es colocarse bajo su influencia y esto es siempre muy peligroso, porque estos seres espirituales malignos siempre pretenden hacernos daño y esclavizarnos. Ellos tratarán de cazarnos proporcionándonos algún bienestar o sanación pasajera, para que cuando aumente su poder sobre nuestra vida entonces redoblarán, lo más que puedan, los males a los que seamos más vulnerables.

Hoy en día se ha puesto de moda un tipo de sanación, por imposición de manos, que se denomina “reiki”, y que pretenden hacernos creer que consiste en canalizar una serie de “energías celestes” que son capaces de realizar una función sanadora física e incluso psíquica, porque dicha “energía”, según los defensores de esta práctica, también proporciona algún tipo de paz mental. En mi opinión, estas “energías” no son otra cosa que la acción de las “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Por tanto, no nos dejemos engañar, recordemos los consejos del apóstol Pablo de “Vestíos de toda la armadura de Dios, para estar firmes contra las asechanzas del diablo”; y también las advertencias del apóstol Pedro: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8).

Es también mi deber advertir al lector de cierto tipo de meditaciones, tipo budistas o hinduistas o a semejanza de las que practican los integrantes de ciertas sectas como los rosacruces o de «Un Curso de Milagros», porque pueden arrastrarnos a recibir las citadas influencias demoniacas que actúan desde las regiones celestes. Insisto en que debemos creer que el peligro es real y que existe, para evitar caer en él. Consideremos también los siguientes textos de advertencia:

2 Tesalonicenses 2:7-10: Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. (8) Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; (9) inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, (10) y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.

Pero notemos que solo podemos estar seguros de no ser engañados si nos vestimos con toda la armadura de Dios: “Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, (15)  y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. (16) Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. (17) Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; (18) orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:14-18)

Segunda hipótesis interpretativa: El espíritu de Samuel es realmente el que habla a través de la adivinadora de Endor. Pero, como veremos a lo largo de este estudio, esto es imposible.

En esta segunda hipótesis, interpretaríamos que todo este relato, inspirado por el Espíritu Santo al escritor humano, se ajusta literalmente a los hechos descritos. Es decir, la mujer tiene realmente espíritu de adivinación (1 S. 28:7,8), y es completamente capaz, por poseer dicho espíritu, de satisfacer la petición que Saúl le hace: “Yo te ruego que me adivines por el espíritu de adivinación, y me hagas subir a quien yo te dijere” (1 S. 28:8). Aunque, primeramente, la adivinadora no fue capaz de adivinar la identidad del rey Saúl, que se había disfrazado previamente para no ser reconocido cuando se dirigió a ella (1 S. 28:9-13). Leamos los textos correspondientes:

1ª Samuel 28:9-15: Y la mujer le dijo: He aquí tú sabes lo que Saúl ha hecho, cómo ha cortado de la tierra a los evocadores y a los adivinos. ¿Por qué, pues, pones tropiezo a mi vida, para hacerme morir? (10) Entonces Saúl le juró por Jehová, diciendo: Vive Jehová, que ningún mal te vendrá por esto.(11) La mujer entonces dijo: ¿A quién te haré venir? Y él respondió: Hazme venir a Samuel.  (12) Y viendo la mujer a Samuel, clamó en alta voz, y habló aquella mujer a Saúl, diciendo: (13) ¿Por qué me has engañado? pues tú eres Saúl. Y el rey le dijo: No temas. ¿Qué has visto? Y la mujer respondió a Saúl: He visto dioses que suben de la tierra. (14) El le dijo: ¿Cuál es su forma? Y ella respondió: Un hombre anciano viene, cubierto de un manto. Saúl entonces entendió que era Samuel, y humillando el rostro a tierra, hizo gran reverencia. (15) Y Samuel dijo a Saúl:…

Ante esta hipótesis, de que realmente la mujer de Endor era una auténtica pitonisa, es decir, una mujer con un verdadero espíritu de adivinación, debemos suponer que ella no supo adivinar la identidad del personaje que se dirigió a ella, porque todavía no había entrado en trance o bien ejercido sus facultades adivinatorias o evocadoras de espíritus de muertos. Sin embargo, cuando Saúl le concreta su petición –“Hazme venir a Samuel–, ocurren dos eventos en su mente. En el primero, y de forma inmediata la mujer ve mentalmente a Samuel, pero no llega a expresarlo de viva voz; y en segundo término queda horrorizada al reconocer que, el que se ha dirigido a ella, es el propio rey Saúl, –del que ella tenía gran temor, porque él había perseguido y “cortado de la tierra de Israel a los evocadores y a los adivinos” (1 S. 28:9)–, y “clamó en alta voz, y habló aquella mujer a Saúl, diciendo: (13) ¿Por qué me has engañado? pues tú eres Saúl” (1 S. 28:12-13).

A continuación, como nos va relatando el escritor sagrado, después que Saúl logra tranquilizarla, la adivinadora va describiendo en voz alta lo que ve: He visto dioses que suben de la tierra” (1 S. 28:13 úp)Y se establece un primer diálogo entre la mujer y Saúl: Él le dijo: ¿Cuál es su forma? Y ella respondió: Un hombre anciano viene, cubierto de un manto. Saúl entonces entendió que era Samuel, y humillando el rostro a tierra, hizo gran reverencia” (1 S. 28:14).

Notemos ahora, que no es el autor del libro de Samuel el que identifica las visiones mentales de la mujer, sino que es ella misma la que las describe como “dioses que suben de la tierra”, y que tienen la forma de “Un hombre anciano…, cubierto de un manto”; y es el propio Saúl el que da por supuesto que esta última descripción se corresponde con Samuel: “Saúl entonces entendió que era Samuel”. Esto es importante dejarlo bien sentado, porque acto seguido ya no es la mujer la que habla, pues aunque la voz salga de su propia boca –ya sea con su mismo timbre y sonido o con otro distinto, imitando el de otra persona, lo que el texto no especifica–, el narrador sagrado afirma: “Y Samuel dijo a Saúl” (1 S. 28:15pp).

Es decir, a partir de ese momento ya no habla la mujer, porque el control de la mente de la pitonisa es tomado por un espíritu que supuestamente es el de Samuel. Y la única prueba que aportan los defensores de esta interpretación es que el autor inspirado, por el Espíritu Santo, lo ha identificado con Samuel, y, por eso, concluyen que no hay más que discutir. Sin embargo, esta deducción es errónea porque el Espíritu Santo solo se ha limitado a revelar al autor lo que la mujer creía o pensaba haber visto en su mente en ese momento, pero de ninguna manera el Espíritu Santo respalda la creencia de la mujer, de que ella esté viendo realmente al espíritu de Samuel. Ni el escritor inspirado ni Dios se definen sobre si es verdadera o falsa la visión de la mujer, se limitan a dar fe, como de un notario se tratara, de lo que ha visto la mujer en su mente. La interpretación del relato es reservada para los estudiosos de la Palabra de Dios, que deberán evaluar y cotejar todos los textos citados con criterios hermenéuticos adecuados, comparando con el resto de la Sagrada Escritura. Quizá los que defienden esto a capa y espada hubieran preferido para más claridad que el escritor inspirado expresara: “Y el supuestamente espíritu de Samuel dijo a Saúl”.

Una clave importante está en explicar o en comprender los textos siguientes: “La mujer entonces dijo: ¿A quién te haré venir? Y él respondió: Hazme venir a Samuel. (12) Y viendo la mujer a Samuel…” (1 S. 28:11, 12). ¿Cómo pudo adivinar el autor sagrado que la imagen mental que tenía en mente la mujer era la de Samuel? Es decir, ¿cómo pudo saber él que la imagen que ella pensaba estar viendo era realmente la de Samuel? Solo el Espíritu Santo se lo pudo desvelar al escritor de este primer libro de Samuel. Pero el Espíritu Santo no  inspira a este autor sagrado que la mujer está viendo realmente a Samuel, sino que se limita a transmitirle lo que la mujer pensó que había pasado por su cabeza, con independencia de a quien corresponda esa imagen mental. O sea, Dios revela al autor lo que cree estar viendo la mujer en su mente, pero lo que piensa o cree ver la adivinadora, el que se ajuste o no a la realidad o verdad de los hechos, no es algo respaldado por el Espíritu Santo; pues, en este caso, el Espíritu Santo se limita a revelar al escritor el pensamiento de la mujer, pero sin juzgar, ni definirse, si esa imagen que ve la mujer en su mente se corresponde con la verdad de los hechos; simplemente Dios se circunscribe a informar al autor de lo que cree estar viendo la mujer en su mente. Pero ahora corresponde al lector estudioso e inspirado comprender y discernir la realidad de lo que realmente ocurrió, y para ello debe tener en cuenta no solo estos textos sino el sentir general de toda la Sagrada Escritura.

Como comprobamos en lo que antecede, la primera interpretación corresponde a aquellos que niegan la existencia de espíritus y  demonios y de personas que sean capaces de comunicarse con ellos. Y que lo que realizan los adivinadores, magos, hechiceros, evocadores o los que consultan a los muertos se trata de, simplemente, fraudes, porque no creen que existan tales seres, y que en el supuesto de que existieran no sería posible entrar en contacto con ellos.

La segunda interpretación comete varios errores, como ya se ha señalado arriba; pero el principal de ellos es creer, en primer lugar, que los espíritus de los muertos sobreviven a la muerte, teniendo vida autónoma y consciente en sí mismos; y en segundo lugar, mantienen que estos espíritus de muertos son capaces de comunicarse con los vivos, y no solo eso sino que pueden ser evocados o llamados mentalmente por personas que tienen esa capacidad. A las personas que lo consiguen se les denomina médiums, porque son el medio por el cual se manifiesta el espíritu del muerto, que de alguna forma toma posesión de la persona y puede también hablar a través de ella.

Sin embargo, esta interpretación es absolutamente falsa: Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. (6) También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol” (Eclesiastés 9:5-6). Esto desmonta totalmente las interpretaciones de los que mantienen que el espíritu que vio la adivinadora de Endor es el de Samuel; porque sencilla y simplemente los muertos o sus espíritus, en el supuesto de que tengan vida autónoma y consciente fuera del cuerpo, “nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol” (Ecl. 9:6 úp).

Más adelante en este estudio bíblico aportaré más argumentos bíblicos que prueban que estos espíritus, que son capaces de comunicarse con los seres humanos e incluso de poseerlos, son los ángeles caídos, es decir, Satanás y sus demonios. Continuemos, pues, con la tercera y última interpretación.

Tercera hipótesis interpretativa: El espíritu que habla a través de la pitonisa de Endor es un espíritu de demonio que toma la apariencia de Samuel, a fin de engañar a la mujer y también al rey Saúl.

El espíritu de adivinación que tenía la mujer es un espíritu inmundo, como los que Jesús hacía salir del cuerpo de los endemoniados (véase, por ejemplo, Mr. 1:23-27); o, también, como el espíritu de adivinación que poseía a la muchacha de Filipos, que el apóstol Pablo mandó que saliera de ella (Hch. 16:16-18). Veamos los textos citados:

Marcos 1:23-27: Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que dio voces, (24)  diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios. (25)  Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él!  (26) Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él.  (27) Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?

Hechos 16:16-18: Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. (17) Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. (18) Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora.

La adivinadora de Endor cree realmente ver, en la imagen mental que le transmite el espíritu maligno con el que se comunica, a una imagen de Samuel; de ahí que ella piensa estar viendo mentalmente a Samuel (1 S. 28:12); este pensamiento, al que solo puede acceder Dios, es el que el Espíritu Santo informa al escritor del libro de Samuel, que de otra manera le habría sido imposible narrar este episodio. Por eso, el autor sagrado, cuya misión no es desenmascarar o discernir si se trata del verdadero Samuel o de un falso Samuel, sino que debe limitarse estrictamente a narrar fidedignamente lo que le ha sido transmitido por el Espíritu Santo, y esta información que recibe el escritor consiste en que la mujer cree haber visto en su mente una imagen de Samuel, la que el espíritu maligno ha querido grabar en su mente, convenciéndola de que se trata del espíritu de Samuel.

Sin embargo, notemos que en ninguna parte de este episodio, la mujer nunca verbaliza, es decir, dice en voz alta, que está viendo a Samuel, sino que es el propio rey, que cuando la mujer le describe que ve “un hombre anciano…cubierto de un manto, Saúl entonces entendió que era Samuel…” (1 S. 28:14); o sea, identificó como algo real y verdadero lo que solo era una incompleta y escasa descripción de la visión mental de la mujer; por lo que él mismo consumó el engaño del diablo. Comprobemos que a partir de este momento es el espíritu maligno el que toma control de la mente de la mujer y empieza a hablar a través de ella: “Y Samuel dijoa Saúl: ¿Por qué me has inquietado haciéndome venir?” (1 S. 28:15). En los siguientes textos de este episodio, podemos entender mejor el diálogo que se produce entre el falso espíritu de Samuel y Saúl:

1ª Samuel 28:15-20: Y Samuel dijo a Saúl: ¿Por qué me has inquietado haciéndome venir? Y Saúl respondió: Estoy muy angustiado, pues los filisteos pelean contra mí, y Dios se ha apartado de mí, y no me responde más, ni por medio de profetas ni por sueños; por esto te he llamado, para que me declares lo que tengo que hacer. (16)  Entonces Samuel dijo: ¿Y para qué me preguntas a mí, si Jehová se ha apartado de ti y es tu enemigo?  (17)  Jehová te ha hecho como dijo por medio de mí; pues Jehová ha quitado el reino de tu mano, y lo ha dado a tu compañero, David. (18) Como tú no obedeciste a la voz de Jehová, ni cumpliste el ardor de su ira contra Amalec, por eso Jehová te ha hecho esto hoy. (19) Y Jehová entregará a Israel también contigo en manos de los filisteos; y mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos; y Jehová entregará también al ejército de Israel en mano de los filisteos. (20)  Entonces Saúl cayó en tierra cuan grande era, y tuvo gran temor por las palabras de Samuel; y estaba sin fuerzas, porque en todo aquel día y aquella noche no había comido pan.

Y ahora podemos comprender mejor por qué el supuesto Samuel se dirige a Saúl en términos tan duros, sin  tener en cuenta que Dios había rechazado totalmente a Saúl y negado todo tipo de comunicación: “Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas” (1 S. 28:6). ¿Cómo podía esperar Saúl, si Dios se había apartado de él, que Samuel contradijera a Dios, comunicándose con él? Pues Saúl era muy consciente de ello, como así lo declaró: “…Dios se ha apartado de mí, y no me responde más, ni por medio de profetas ni por sueños; por esto te he llamado, para que me declares lo que tengo que hacer” (1 S. 28:15 úp). Saúl con su consulta –a la mujer de Endor, que tenía espíritu de adivinación– demuestra su absoluta desesperación, pues sabe perfectamente que todo esto está condenado por Dios, y con ello consuma su total perdición, porque se entrega totalmente en manos del diablo, quien goza viéndole sufrir, se ensaña con él, recordándole a través del falso espíritu de Samuel: “Jehová te ha hecho como dijo por medio de mí; pues Jehová ha quitado el reino de tu mano, y lo ha dado a tu compañero, David. (18) Como tú no obedeciste a la voz de Jehová, ni cumpliste el ardor de su ira contra Amalec, por eso Jehová te ha hecho esto hoy” (1 S. 28:17-18).

Pero, el diablo, que “ha sido homicida desde el principio”, que “habla mentira… y es padre de mentira” (Jn. 8:44), también dice algunas verdades –aunque siempre mezcladas con mentiras–, pues si siempre mintiese nadie le creería. Él, que es muy inteligente, y, además, gobierna los poderes de las tinieblas y todas las conspiraciones del mal en la Tierra, sabe bien que Saúl, desechado por Dios, no puede vencer a los filisteos; por ello hace las siguientes predicciones:

1ª Samuel 28:19-20: Y Jehová entregará a Israel también contigo en manos de los filisteos; y mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos; y Jehová entregará también al ejército de Israel en mano de los filisteos. (20) Entonces Saúl cayó en tierra cuan grande era, y tuvo gran temor por las palabras de Samuel; y estaba sin fuerzas, porque en todo aquel día y aquella noche no había comido pan.

Lo que le dijo el diablo, o el falso espíritu de Samuel a Saúl –usando como médium a la mujer de Endor– fue una predicción demoledora, porque: “Entonces Saúl cayó en tierra cuan grande era, y tuvo gran temor por las palabras de Samuel…” (1 S. 28:20). Reconozcamos que esta forma de proceder no es la de un hombre de Dios, ni por supuesto la de Dios. Es propia de los demonios o espíritus malignos que se complacen en el sufrimiento y destrucción de los seres humanos.

La derrota de Saúl por los filisteos era fácilmente predecible, pero la forma como le fue anunciada, vaticinándole que, en el campo de batalla, no solo iba a morir el propio Saúl, sino también todos sus hijos fue muy cruel y, al condicionar su estado de ánimo, determinó en gran manera parte de lo que sucedió. Pero realmente la verdadera causa del fracaso y destrucción de Saúl se explica en los siguientes textos:

1 Crónicas 10:13-14: Así murió Saúl por su rebelión con que prevaricó contra Jehová, contra la palabra de Jehová, la cual no guardó, y porque consultó a una adivina,  (14)  y no consultó a Jehová; por esta causa lo mató, y traspasó el reino a David hijo de Isaí.

Ciertamente, gran parte de la predicción del falso espíritu de Samuel se cumplió, aunque no en todos sus términos, como, por ejemplo, cuando dijo: “mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos” (1 S. 28:19). Leamos lo que realmente ocurrió con Saúl y sus hijos según nos relata la Biblia:

1 Samuel 31:1-7: Los filisteos, pues, pelearon contra Israel, y los de Israel huyeron delante de los filisteos, y cayeron muertos en el monte de Gilboa. (2) Y siguiendo los filisteos a Saúl y a sus hijos, mataron a Jonatán, a Abinadab y a Malquisúa, hijos de Saúl. (3) Y arreció la batalla contra Saúl, y le alcanzaron los flecheros, y tuvo gran temor de ellos. (4) Entonces dijo Saúl a su escudero: Saca tu espada, y traspásame con ella, para que no vengan estos incircuncisos y me traspasen, y me escarnezcan. Mas su escudero no quería, porque tenía gran temor. Entonces tomó Saúl su propia espada y se echó sobre ella. (5)  Y viendo su escudero a Saúl muerto, él también se echó sobre su espada, y murió con él. (6) Así murió Saúl en aquel día, juntamente con sus tres hijos, y su escudero, y todos sus varones. (7) Y los de Israel que eran del otro lado del valle, y del otro lado del Jordán, viendo que Israel había huido y que Saúl y sus hijos habían sido muertos, dejaron las ciudades y huyeron; y los filisteos vinieron y habitaron en ellas.

El día en que ocurrió la batalla en que Saúl murió no parece que fuese al día siguiente de esta consulta, que él sostuvo con el falso espíritu de Samuel, entre otras cosas, porque Saúl necesitó seguramente de unos días para reponerse y recobrar fuerzas para enfrentarse con los filisteos. También es falso que Saúl y sus hijos, después de que murieran, irían a reunirse tanto con el falso como con el verdadero espíritu de Samuel; “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. (6) También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol” (Eclesiastés 9:5-6). Otra posible contradicción del falso espíritu de Samuel es que en esta ocasión no murieron todos los hijos de Saúl, sino solo tres de ellos, pues tenía un cuarto hijo, llamado Is-boset, que fue asesinado después de la muerte de Saúl (2 S. 4:7,8).

3. Conclusión

Por todo lo que antecede, podemos concluir que se equivocan los que interpretan que el espíritu que habló a través de la pitonisa de Endor era verdaderamente el de Samuel, pues los muertos “nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol” (Eclesiastés 9:6 úp); y menos aún se podrían consultar –en el supuesto que se pudiese acceder a ellos– por personas médiums o similares, que están desobedeciendo los claros mandamientos de Dios. Los seres humanos solo podemos acceder a los espíritus malignos, es decir, al diablo y a sus demonios, siempre y cuando nos expongamos a sus campos de influencia y nos apartemos de la protección de Dios y Su Palabra; pero entonces ya sería demasiado tarde, porque serán estos espíritus los que controlen nuestra vida y nos esclavicen.

Por tanto, solo podemos estar seguros de no ser engañados si nos vestimos con toda la armadura de Dios: “Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, (15)  y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. (16) Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. (17) Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; (18) orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:14-18).

Es importante para no dejarnos engañar por los espíritus malignos –el diablo y sus demonios, es decir, “los ángeles que pecaron” (2 P. 2:4) y que “no guardaron su dignidad” (Judas 6)– que, primero, creamos que existen; segundo que nuestro “adversario, el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 P. 5:8). Y tercero, que son capaces de comunicarse y de habitar en aquellos seres humanos  –hasta, incluso, llegar a controlar totalmente sus mentes– que se lo permiten, o que por ignorancia, atrevimiento o malicia se exponen a su influencia.

Aunque son muy variados los ambientes o las esferas donde puede sobrevenir una relación, normalmente no deseada, con algunos espíritus de demonios, las más peligrosas son las que describo a continuación:

Por ejemplo, existe mucho peligro en las sesiones espiritistas, donde algunas personas se reúnen alrededor de una que tiene la facultad de ser médium, –es decir, una persona que ya ha tenido una relación con estos espíritus, que suele estar poseída o bien haber hecho transacciones voluntarias con dichos espíritus, a fin de obtener poder y notoriedad o algún tipo de beneficios materiales–. Esta persona médium es la que atrae o llama a los demonios, que, naturalmente, nunca se presentan como tales, sino disfrazándose de supuestos espíritus de antepasados muertos, de conocidos o familiares de los que asisten a estas reuniones, o aparentando ser espíritus de personas famosas que murieron, no importa en qué época.

La “ouija” no es otra cosa que una variante de estas sesiones de espiritismo, pero en este caso, se hacen las invocaciones a través de este instrumento, pero es igualmente muy peligroso, pues implica también invocar a las “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12 úp).

Pero existen variadísimas formas que son usadas por los demonios para influir nefastamente sobre los que, por ignorancia, o a sabiendas, entran de alguna manera en su radio de acción. Como no podríamos enumerar todos los instrumentos que usan el diablo y sus demonios, necesariamente solo me podré referir a algunos de los mismos. Como, por ejemplo, algunos curanderos, sanadores, hechiceros, etc., que imponen las manos sobre las personas que van a consultarles, invocando que los espíritus actúen sobre las mismas para así supuestamente sanarlas de algún mal ya sea físico o psíquico, pueden influir y afectar muy negativamente a esas personas que se exponen a sus influencias. Pues sus males o enfermedades, aunque puedan mejorar momentáneamente, a la larga empeorarán; eso si no son también poseídas o influenciadas perniciosamente por algún espíritu, en su vida cotidiana.

Como dije anteriormente, los que practican “reiki” –los hay que han obtenido el título de maestros de reiki, y se dedican a transmitir este “arte” que no se sabe bien en que universidad se aprende o se enseña– dicen ser canales por los que fluye una indefinida energía cósmica, que es también supuestamente capaz de sanar diversas enfermedades e incluso dar cierta paz de espíritu. ¿Qué fuerzas hay detrás de esta pseudo e increíble energía que lo cura todo? Sin quizá saberlo estas personas están bajo la influencia de los espíritus malignos, y a su vez exponen a otras personas, que se dejan imponer sus manos, al poder de las fuerzas del ocultismo, cuyo objetivo consiste en finalmente hacer sufrir a los seres humanos y llevarles a la separación de Dios y a la perdición de la vida eterna.

A continuación desarrollo, de forma más amplia, los tres argumentos esenciales, que de alguna manera ya se han presentado en el cuerpo de este artículo, por los que sería totalmente imposible que el espíritu que habló a través de la adivinadora de Endor fuera el de Samuel:

Primer argumento: Dios había prohibido toda práctica nigromante u ocultista.

Dios había prohibido a su pueblo terminantemente, bajo pena de muerte, cualquier adivinación, evocación o consulta a los espíritus de los muertos, Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti” (Dt. 18:12). Comprobémoslo:

Levítico 19:31: No os volváis a los encantadores ni a los adivinos; no los consultéis, contaminándoos con ellos. Yo Jehová vuestro Dios.

Levítico 20:26-27: Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos.  (27)  Y el hombre o la mujer que evocare espíritus de muertos o se entregare a la adivinación, ha de morir; serán apedreados; su sangre será sobre ellos.

Deuteronomio 18:10-12: No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero,(B) ni sortílego, ni hechicero,(C)  (11)  ni encantador, ni adivino,(D) ni mago, ni quien consulte a los muertos. (12)  Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti.

Isaías 8:19-20: Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos?  (20)  ¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.

Además, siguiendo este mandato de Dios, “Saúl había arrojado de la tierra a los encantadores y adivinos” (1 S. 28:3).

Segundo argumento: Dios había prohibido expresamente que ni Samuel ni profeta alguno atendiera las consultas de Saúl.

En el caso de que se tratara del espíritu de Samuel que realmente sobrevivió a la muerte ¿cómo explicar que un profeta de Dios obedezca a la evocación de una mujer con espíritu de adivinación, si estaba terminantemente prohibido por Dios?

Por otro lado, recordemos que, debido a la apostasía de Saúl, Dios le había rechazado, y cuando “consultó Saúl a Jehová…Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas” (1 S. 28:6). Además, el propio rey reconoció que Dios se había apartado de él (1 S. 28:15-16) y que no habría ningún profeta que accediera a responder a su consultar, porque Dios no lo hubiera permitido.

1 Samuel 28:15-16: Y Samuel dijo a Saúl: ¿Por qué me has inquietado haciéndome venir? Y Saúl respondió: Estoy muy angustiado, pues los filisteos pelean contra mí, y Dios se ha apartado de mí, y no me responde más, ni por medio de profetas ni por sueños; por esto te he llamado, para que me declares lo que tengo que hacer. (16)  Entonces Samuel dijo:..

Es decir, ni Samuel, porque ya estaba muerto, ni ningún otro profeta tenía permiso de Dios para responder en Su nombre las peticiones de Saúl; ¿cómo, pues, iba, el espíritu de Samuel, si esto fuera posible, contradecir y desobedecer las claras y tajantes ordenes de Dios, de comunicarse con Saúl de alguna manera?

Como es evidente, todo esto nos lleva a un gran absurdo, pues, al parecer, el espíritu de Samuel, es decir, una vez muerto, sería más infiel a Dios que cuando vivía en el cuerpo como profeta de Dios, porque desobedeciendo a Dios atendía a la llamada de la pitonisa, para acudir diligentemente a dar consuelo a Saúl, aunque realmente, no le dio ninguna esperanza, porque le pronosticó: “mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos; y Jehová entregará también al ejército de Israel en mano de los filisteos” (1 S.  28:19). Saúl se suicidó en el campo de batalla echándose sobre su propia espada (S. 31:4). Ahora debemos preguntarnos ¿Iría Saúl –un hombre malvado, que no respetó las leyes de Dios, y que además se suicidó– al Cielo a encontrarse con el espíritu de Samuel, donde supuestamente debía estar?

Tercer argumento: el concepto de “muerte” en la Biblia hace imposible que el espíritu de Samuel, –y por extensión el de cualquier ser humano– pueda haber trascendido o sobrevivido a la muerte.

En primer lugar, es necesario saber el concepto de “muerte” en la Biblia; pues contrariamente a lo que la popular religión cristiana ha enseñado, el alma o el espíritu de la persona que muere no tiene vida inmortal, es decir, no tiene ningún tipo de vida consciente. La Palabra de Dios designa “estar muerto” como “estar dormido”, para transmitirnos la imagen del estado de inconsciencia total que tienen los muertos. Si atendiéramos a esta clara enseñanza bíblica no habrían sido tantos engañados por los espíritus malignos que se hacen pasar por los espíritus de los muertos. Tampoco cabrían dudas sobre el espíritu que habló a través de la adivinadora de Endor. Existen muchos textos en la Biblia que lo prueban, como por ejemplo, los siguientes:

Antiguo Testamento:

Gn. 47:30; Dt. 31:16; 2 S. 7:12; 1 R. 1:21;2:10; 11:21,43; 14:31; 15:8….Job. 7:21; etc., etc. Veamos solo unos cuantos:

Génesis 47:30: Mas cuando duerma con mis padres, me llevarás de Egipto y me sepultarás en el sepulcro de ellos. Y José respondió: Haré como tú dices.

Deuteronomio 31:16: Y Jehová dijo a Moisés: He aquí, tú vas a dormir con tus padres, y este pueblo se levantará y fornicará tras los dioses ajenos de la tierra adonde va para estar en medio de ella; y me dejará, e invalidará mi pacto que he concertado con él;

2 Samuel 7:12: Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino.

1 Reyes 1:21: De otra manera sucederá que cuando mi señor el rey duerma con sus padres, yo y mi hijo Salomón seremos tenidos por culpables.

Etc.

Nuevo Testamento

Mt. 9:24-26; Mr. 5:39: Lc. 8:52; Jn. 11:11; Hch. 7:60; 13:36; 1 Co. 11:30; 15:6,18,20,51; 1 Tes. 4:13-15; etc., etc.

Mateo 9:24-26: les dijo: Apartaos, porque la niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él. (25) Pero cuando la gente había sido echada fuera, entró, y tomó de la mano a la niña, y ella se levantó. (26) Y se difundió la fama de esto por toda aquella tierra.

Juan 11:11-14: Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. (12) Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. (13) Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. (14) Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto;

Hechos 2:29-35: Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.  (30)  Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono,(F)  (31)  viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.  (32)  A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.  (33)  Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.  (34)  Porque David no subió a los cielos; […]

Etc.

Notemos que el rey “David murió y fue sepultado”; pero “David no subió a los cielos” (Hch. 2:29,34). Por lo tanto, no hay ningún tipo de vida después de la muerte hasta la resurrección de los muertos, en el día de la segunda venida de Cristo. Pero sigamos viendo más ejemplos de cómo la muerte es representada como un sueño en la Biblia, para significarnos que hay total inconsciencia después de la muerte.

Hechos 7:59-60: Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu.  (60)  Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.

Hechos 13:36: Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción.

1 Corintios 15:6: Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.

1 Corintios 15:18: Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron.

1 Corintios 15:20: Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.

1 Corintios 15:51-56: He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,  (52)  en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. (53) Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. (54) Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. (55) ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?  (56)  ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley.

1 Tesalonicenses 4:13-18: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. (14) Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. (15)  Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. (16) Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. (17) Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. (18) Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.

Por lo tanto, “si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. (18) Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. (19) Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. (20)  Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho” (1 Corintios 15:17-20).

El apóstol Pablo nos revela que si Cristo no hubiera muerto y resucitado, no existiría esperanza alguna para la vida eterna de ninguna criatura humana; lo que demuestra la falsedad de la popular doctrina filosófica-cristiana, de que el alma o espíritu del ser humano es inmortal, y que sobrevive a la muerte de forma consciente, con independencia del cuerpo material. Sin embargo, la realidad que nos revela la Palabra de Dios, que se deduce de que “si Cristo no resucitó…entonces también los que durmieron en Cristo perecieron (1 Co. 15:17,18), es que no existe vida después de la muerte sin que haya habido previa resurrección de los muertos.

La mayoría de los cristianos que creen en la inmortalidad del alma o que el espíritu vive de forma consciente después de la muerte, se equivocan al interpretar los textos citados de 1 Samuel 28, porque creen que el espíritu de Samuel vivía y podía hablar; pero es imposible que eso ocurriese; primero, porque estaba muerto; aunque este es el argumento fundamental, ya hemos visto que existen más argumentos que prueban el error de interpretar de que fue el espíritu de Samuel el que habló a través de la adivinadora de Endor.

¿Comprendemos ahora por qué el espíritu de Samuel no podía hablar por medio de la mujer de Endor, porque sencilla y simplemente, él dormía el sueño inconsciente de la muerte, es decir, estaba muerto, para todos los efectos?

Quedo a su disposición en lo que esté en mi mano ayudarle.

Afectuosamente en Cristo.

Bendiciones

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento

Las abreviaturas de los libros de la Biblia se corresponden con las establecidas en las biblias Reina-Valera, 1960.

LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE

Versión 17-12-07

Carlos Aracil Orts
                                                                                       

1. Introducción.

En este estudio analizaremos los siguientes textos de la Biblia que se encuentran en el Nuevo Testamento, que corresponden a las epístolas, que escribió San Pablo, a los Corintios y a los Filipenses. Existen otros textos, que también, tienen que ver con esta temática del estado de los muertos o de si hay vida después de la muerte, como son, “la parábola del rico y Lázaro” de Lucas 16:19-312, la respuesta de Jesús al buen ladrón (Lucas 24:43)3 y otros, los cuales ya hemos abordado en varios artículos anteriores publicados también en este sitio de Internet.

2 Corintios 5:1-9

1 Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. 2 Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; 3 pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. 4 Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. 5 Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu.

6 Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor 7 (porque por fe andamos, no por vista); 8 pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.”

Filipense 1:21-26:

21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. 22 Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. 23 Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; 24 pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. 25 Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe, 26 para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros.”

A primera vista, con una lectura ligera, parece que aquí San Pablo está apoyando la idea de que cuando uno muere el alma o el espíritu sigue viviendo de manera consciente, y se traslada a un sitio, donde este espíritu o alma es horriblemente atormentado a perpetuidad, o bien, a un lugar llamado paraíso donde tiene gozo eterno con Dios.

Esta deducción, se basa en la idea preconcebida de que el ser humano está formado de dos partes un cuerpo físico que es la parte material y recipiente, y de una parte espiritual que se identifica con el alma o el espíritu que tiene vida consciente inmortal en sí mismo. Es decir, aunque el cuerpo muera y se convierta en polvo, el alma o el espíritu jamás muere, teniendo una vida totalmente consciente que le permite gozar y sufrir. Esta creencia, muy arraigada desde muy antiguo en la humanidad, fue adoptada, sistematizada y defendida por Platón (428-347 a.C.).

En los primeros siglos de nuestra era, esta creencia fue, poco a poco, infiltrándose en el mundo cristiano, hasta el extremo de que actualmente la idea de un alma inmortal que es capaz de tener existencia consciente fuera del cuerpo está totalmente admitida y aceptada, tanto por la iglesia Católica como por la mayoría de las iglesias Protestantes o Evangélicas, siendo una pequeña minoría, que no se identifican ni con unos ni con otros, los que recientemente reivindican la enseñanza bíblica de que el premio de la vida eterna ganado por Cristo para la humanidad no se recibe hasta que se produzca el evento de la resurrección prometida por Dios en la segunda venida de Cristo (Mateo 16:27: “El Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras”; véase además: Mateo 25:31-41; Apocalipsis 22:12; Juan 5:28, 29; 1 Corintios 15:51-55; 2ª Timoteo 4:8, etc. etc.).

A través de este estudio trataremos de evidenciar las constantes contradicciones que cometen los que defienden la idea o la opinión de que el alma, no sólo tiene vida consciente después de que el cuerpo muere, sino que esta vida es inmortal, y que goza o sufre dependiendo de si va al paraíso o al infierno.

2. ¿Tiene el ser humano un alma o es un alma según la Biblia?

Como es natural y lógico debemos empezar por el principio, por el libro de Génesis que relata la Creación y como Dios nos dice que hizo al hombre, aunque no vamos a extendernos mucho, pues, como dijimos antes, ya hemos dedicado varios estudios enteros a tratar este tema del estado de los muertos4.

Génesis 2:7:

Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.”

1ª Corintios 15:45:

45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.

La primera contradicción, aceptada como verdad por la cristiandad en general, de que el ser humano es un cuerpo más un alma, queda evidenciada por la Biblia, cuando ésta, claramente, identifica al hombre como un alma viviente.

Las frases, aliento de vida, hálito de vida o espíritu de vida, que se utilizan indistintamente en diferentes textos de la Biblia tienen todas ellas el mismo significado. Son traducciones de la palabra hebrea “ruaj” o de la griega “pneuma” que significan “soplo de viento”. Esto es lo que Dios insufló en la nariz de Adán, y es lo que pone en marcha toda “la maquinaria” humana, pero este espíritu o aliento de vida no es una entidad o ser viviente que pueda tener vida consciente con independencia del cuerpo al que le proporciona vida. Ya hemos visto que la vida consciente sólo proviene del ser animado, es decir, cuando se convierte en un alma viviente (del hebreo, néfesh, y del griego psujé,).

Existen multitud de textos en que aparece la palabra “ruaj» con este sentido pero nos limitaremos a citar sólo unos cuantos: Génesis 6:17; 25:8; 25:17; 35:29; Salmo 104:29; Job 12:10; 27:3; Eclesiastés 3:19-21; 12:7: Lucas 8:55; Apocalipsis 11:11.

No obstante, en la Biblia, en muchas ocasiones se usan, indistintamente, la palabra alma (néfesh- psujéo espíritu (ruaj- pneuma) con el significado de vida. A continuación citaremos algunos textos bíblicos en que la palabra alma equivale a vida.

1ª Reyes 17:21:“Y se tendió sobre el niño tres veces, y clamó a Jehová y dijo: Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él.” (Compárese con Lucas 8:55)

Génesis 35: 18, 19: “Y aconteció que al salírsele el alma (pues murió), llamó su nombre Benoni; mas su padre lo llamó Benjamín. 19 Así murió Raquel, y fue sepultada en el camino de Efrata, la cual es Belén.”

Hechos 3: 23Y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo.”

Armoniza totalmente, pues, traducir néfesh, por vida, pues el verso quedaría así sin modificar en absoluto el sentido del contextoDios mío, te ruego que hagas volver la vida de este niño a él.” O bien, te ruego que hagas volver el espíritu [aliento de vida] de este niño a él.” Resulta, pues, evidente que cuando la Biblia habla de que alguien se muere o sea salírsele el alma o volver el alma, no se está refiriendo a una entidad que puede vivir conscientemente con independencia del cuerpo sino simplemente a la vida que se pierde o que se recupera.

3. ¿Dónde va el espíritu (“ruaj”) cuando uno muere según la Biblia?

Eclesiastés 12:7 nos dice: “y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio”.

En este versículo, se afirman dos cosas. La primera es evidente para todo el mundo, y nadie puede negar que “el polvo vuelva a la tierra”. Está claro que polvo se refiere al cuerpo humano que al morir se descompone y al final se convierte en polvo. (Salmo 103:14; 104:29; Eclesiastés 3:20; Daniel 12:2; Génesis 2:7; Génesis 3:19: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.”). Éste es el destino de todo ser humano sin Cristo en su vida, convertirse en polvo, y esto es lo que produce la muerte segunda (Apocalipsis 2:11; 20:6; 20:14,15; 21:8; 19:20; 20:10).

La segunda afirmación, tan cierta como la primera, “el espíritu vuelva a Dios que lo dio” no es comprobable por el ser humano. Lo aceptamos por fe porque pertenece a la Revelación de Dios, y solamente lo hemos sabido por estar escrito en su Palabra.

Si entendemos que ese espíritu del ser humano que vuelve a Dios cuando muere la persona es una entidad o ser consciente, llegaríamos a la incongruencia de que todos, los que han muerto y continuamente mueren, están con Dios, independientemente de si han hecho el bien o el mal cuando estaban viviendo en el cuerpo.

No cabe, pues, otra posibilidad que la de entender el espíritu, en este contexto, como el hálito o aliento que proporciona la vida al ser humano y que es común a toda la humanidad. Al igual que todos estamos formados de la misma carne y sangre, así también todos tenemos el mismo tipo de energía vital que nos da la vida. Esta interpretación armoniza perfectamente con la Biblia, incluso, me atrevería a decir con la ciencia actual, aunque eso es secundario para el creyente, pues, ésta considera al ser humano una unidad psicosomática, lo que implica la completa fusión de la parte física y psíquica para que exista vida consciente.

4. ¿Tienen los muertos o sus espíritus consciencia según la Biblia?

A continuación presentamos unos algunos textos que pueden contestar a esta pregunta:

Salmo 104:29 (Salmo 30:9)

29 Escondes tu rostro, se turban; Les quitas el hálito, dejan de ser, Y vuelven al polvo.”

En mi opinión, la Biblia no deja lugar a dudas sobre lo que ocurre con los muertos, simplemente, dejan de ser. ¿Quiere decir esto que van a existir en otra dimensión?. La Biblia no dice eso, otra cosa es lo que a cada uno nos gustaría que fuese. Pero la Palabra de Dios es tajante, “más cortante que toda espada de dos filos” (Hebreos 4:12), y afirma que los muertos dejan de ser, no dice que van a vivir a otra parte. La verdad es evidente.

No es un solo texto el que afirma esta verdad, lo cual nos podría hacer dudar, pues el principio de interpretación bíblica no puede basar una doctrina sobre un solo pasaje de la Escritura, sino que requiere considerar el conjunto de ellos que se refieran al mismo tema, y siempre en su contexto. La Palabra de Dios no contiene contradicción, somos los seremos humanos con nuestras interpretaciones sesgadas basadas en ideas preconcebidas y en nuestros deseos y gustos, los que torcemos las claras enseñanzas bíblicas.

Daniel 12:2

2 Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.”

La verdad se muestra insistentemente tozuda, tanto como la terquedad de los seres humanos es manifestada, por todos los medios, al empecinarse en sostener que este texto no demuestra la inconsciencia de los muertos, sino que sólo prueba que los cuerpos duermen en el polvo, pero no el espíritu que sigue viviendo en otro lugar.

El texto presenta claramente, en primer lugar, que los muertos están en el polvo de la tierra, y en segundo lugar, que su estado es inconsciente como corresponde a la imagen que representa el sueño profundo de la muerte, hasta que sean despertados por la voz de Jesús cuando venga en gloria (Juan 5:28, 29). Decir que los cuerpos muertos están en el polvo de la tierra, y que no tienen vida en absoluto, es totalmente obvio y evidente para todos.

La Biblia no sólo ratifica lo que nuestros sentidos y razón perciben con respecto a los muertos, sino que, además, no deja rienda suelta a nuestra fantasía para que imaginemos lo que se nos ocurra a cada uno. En ningún sitio ampara la idea de que el espíritu vive conscientemente en otra parte. Por el contrario, asegura rotundamente que no hay nada más allá de la sepultura hasta que los que duermen en ella sean despertados en el día de la resurrección de los muertos.

¿Dónde dice Jesús que permanecen los que va a resucitar en su venida?
¿Dónde están los muertos?

Juan 5:28,29: 28

No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; 29 y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.”

Jesús no puede ser más claro: los muertos están en los sepulcros, y desde ahí oirán su voz. No dice que el espíritu está en el Hades o en el cielo, sino que los muertos están donde yacen sus cuerpos. Eso no quiere decir que la identidad de cada uno de los que mueren, o sea su carácter y personalidad que se haya forjado mientras vivía, se pierda o quede en el olvido para Dios, pues Él traerá a juicio toda obra, y restituirá, a todos, en la resurrección, la personalidad que tenían.

Al igual que Lázaro, el hermano de María y de Marta, cuando su cuerpo hedía en descomposición, estando en la tumba bien muerto de cuatro días (Juan 11:39; Por favor, léase todo el capítulo 11), fue capaz de oír la voz de Jesús que le despertó porque por su poder le devolvió la vida, todos los que están en los sepulcros oirán su voz.

¿Estaba el espíritu de Lázaro (el hermano de Marta y María) gozando en el paraíso con Dios o sufriendo los tormentos del infierno en algún lugar del Hades?

¿Fue el espíritu de Lázaro, desde el Hades, el que oyó a Jesús decir: “¡Lázaro, ven fuera!” (Juan 11:43), y se apresuró a introducirse de nuevo en su cuerpo que estaba descomponiéndose?

La Palabra de Dios no afirma nada semejante. ¿Puede un muerto oír una voz? Sin embargo, el evangelio dice: “y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.” Lázaro (su persona entera, no su cuerpo o su espíritu) fue despertado a la vida, su último recuerdo, memoria y vivencia eran los de sus últimos instantes de antes de morir. Su espíritu mientras estaba muerto no pudo experimentar ninguna vivencia, pues el espíritu es el soplo o aliento de vida que sólo pertenece a Dios, y que es común a toda la humanidad, y no contiene la característica del ser.

¿Qué ocurrió realmente con Lázaro y con otros resucitados como por ejemplo la muchacha de Lucas 8:55 “Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y el mandó que se le diese de comer”?

Simplemente, todo su cuerpo fue restaurado y hecho capaz de recibir el espíritu de vida, la energía vital que proviene de Dios. Se les devolvió la vida, la habían perdido, y la recuperaron porque a Dios pertenece la vida, y sólo Él la puede dar, y quitar para siempre (Mateo 10: 28) .

¿Qué significa morir? ¿Queda algo consciente después de muerto?

Salmo 146:4

4 Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra; En ese mismo día perecen sus pensamientos.

Cuando uno exhala el aliento por última vez, es decir, deja de respirar, se muere, y el cuerpo, desde ese momento se empieza a corromper. El espíritu sale del cuerpo, lo que es lo mismo, la vida le abandona, y permanece registrada en la memoria de Dios. (véase también Salmo 31:5; Lucas 23:46; Hechos 7:59).

¿Queda algo espiritual e invisible de esa persona que tenga alguna capacidad intelectual o consciente como la de pensar, recordar, razonar etc.?

La Biblia no puede ser más contundente: “En ese mismo día perecen sus pensamientos.” Los objetores seguirán diciendo, “bien, el cuerpo ya no puede pensar porque está muerto, su cerebro está totalmente muerto, pero como el espíritu vive sin el cuerpo, él si es capaz de tener pensamientos y de gozar y de sufrir”

Ahora, me pregunto, ¿En que parte de la Biblia se afirma eso? Más bien es todo lo contrario, como podemos continuar comprobando en los textos que siguen:

Eclesiastés 9: 5, 6, 10

5 Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. 6 También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.”

10 Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.

Salmo 6:5

5 Porque en la muerte no hay memoria de ti; En el Seol, ¿quién te alabará?”

Salmo 88:10-12

10 ¿Manifestarás tus maravillas a los muertos? ¿Se levantarán los muertos para alabarte? Selah 11 ¿Será contada en el sepulcro tu misericordia, O tu verdad en el Abadón? 12 ¿Serán reconocidas en las tinieblas tus maravillas, Y tu justicia en la tierra del olvido?”

Salmo 115:17

17 No alabarán los muertos a JAH, Ni cuantos descienden al silencio;”

Isaías 38:18, 19

18 Porque el Seol no te exaltará, ni te alabará la muerteni los que descienden al sepulcro esperarán tu verdad. 19 El que vive, el que vive, éste te dará alabanza, como yo hoy; el padre hará notoria tu verdad a los hijos.”

En resumen, los muertos van al Seol donde “no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría”, es decir, ningún tipo de vida consciente. Jesús dijo que los muertos están en los sepulcros, en ellos tampoco hay ningún tipo de vida, luego Seol es equivalente a sepulcro, o sea la morada figurada de los muertos.

¿Por qué la Biblia repite, una y otra vez, que los muertos duermen y no tienen ningún tipo de vida consciente? ¿Acaso es algo que ignoramos y que no podemos comprobar mediante nuestros sentidos?

La muerte es una realidad cotidiana, un hecho que científicamente es comprobable. Los médicos son capaces de decir cuando un cuerpo no tiene ni un ápice de vida, porque ellos saben detectar si existen unas determinadas constantes, como la actividad cerebral, la respiración, el pulso, los latidos del corazón, etc. Cuando los médicos certifican que una persona ha muerto, ya no esperamos que pueda comunicarse con nosotros de ninguna forma.

Las personas que creen, de buena fe, que han hablado con algún espíritu de alguien fallecido, o han oído voces de ultratumba, así como los mediúns, y los que practican el espiritismo, son victimas de un terrible engaño. En realidad, ellas se han puesto en contacto con los espíritus de demonios, y pueden llegar a ser totalmente poseídos por ellos.

En los evangelios existen varios casos de posesión demoníaca. Un ejemplo típico de consulta espiritista lo encontramos en 1ª Samuel 28:3-19 cuando Saúl consulta a la adivina de Endor. Pablo en Hechos 16:16-18, también se enfrentó al espíritu maligno que poseía una muchacha por el cual ella practicaba la adivinación. La práctica espiritista, así como el querer comunicarse con los espíritus de los muertos fue prohibida por Dios (Levítico19:31; 20:27; Deut. 18:10-12; Isaías 8:19-21; etc.).

El cuerpo muerto no tiene vida consciente, es un hecho constatable por la ciencia médica. Siempre se ha tenido conocimiento de ello, pues toda la humanidad lo ha experimentado desde que murió el primer hombre. No obstante, algunas civilizaciones y culturas antiguas y modernas han creído, sin prueba alguna científica, ni bíblica que el espíritu seguía viviendo en algún lugar de forma consciente. Ésta idea ha adquirido tal importancia que una mayoría de la cristiandad actualmente cree que el espíritu del hombre sigue viviendo conscientemente en alguna parte, llámese Hades, Seol, paraíso, o cielo.

Ahora comprendemos la sabiduría del Espíritu de Dios al revelarnos tan claramente que los muertos nada saben, ni piensan, ni alaban, ni sienten emociones. Algo que parece evidente, no lo es tanto, porque aún así, muchos no aceptan que la Biblia afirme que es la totalidad de la persona la que ha dejado de existir. Se aferran, a algo etéreo e invisible que nadie ha visto, ni se puede ver, ni se ha detectado científicamente, y que la misma Revelación niega que tenga existencia consciente separado del cuerpo.

5. ¿Es el Seol un lugar donde habitan los espíritus conscientes de los muertos?

¿Qué es el Seol?

La palabra Seol aparece muchas veces en el Antiguo Testamento, y siempre para referirse al lugar donde van a morar los muertos (Génesis 37:35; 42:38; 44:29, 31; Núm 16:30,33; Salmo 6:5; 16:10; 30:3; 31:17; 141:7. Eclesiastés 9:10; Isaías 14:9, 11, 15; 38:10,18; Ezq. 31:15-17; etc. etc.)

Vamos a analizar algunos de los textos enunciados arriba para comprender mejor qué es el Seol, y si hay posibilidad que exista algún tipo de vida espiritual y consciente en ese lugar.

Números 16:30-33

30 Mas si Jehová hiciere algo nuevo, y la tierra abriere su boca y los tragare con todas sus cosas, y descendieren vivos al Seol, entonces conoceréis que estos hombres irritaron a Jehová.

31 Y aconteció que cuando cesó él de hablar todas estas palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos. 32 Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes. 33 Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación. 34 Y todo Israel, los que estaban en derredor de ellos, huyeron al grito de ellos; porque decían: No nos trague también la tierra.”

Este texto es muy esclarecedor porque indica, sin ninguna duda, que el Seol se ubica bajo de la tierra, como se evidencia por las frases: “se abrió la tierra…y los cubrió la tierra, y perecieron”. Aunque, en este caso singular, entraron vivos, al cubrirles la tierra, perecieron. Luego el Seol no es más que una fosa en la tierra, como la sepultura o sepulcro donde todos los que entraron o cayeron o fueron a parar a él, murieron. ¿Dónde fueron los espíritus de los que murieron en esta ocasión? ¿Se quedaron bajo tierra o quizá la atravesaron y vagan por el aire?

Los que creemos que la Biblia contiene la revelación de Dios para la salvación de la humanidad, no precisamos hacer conjeturas respecto a lo que ocurre con los muertos y si hay algún tipo de vida en el espíritu de ellos. Los siguientes textos no pueden ser más explícitos para desentrañar cualquier duda que nos pueda quedar al respecto.

Salmo 6:5

5 Porque en la muerte no hay memoria de ti; En el Seol, ¿quién te alabará?”

Eclesiastés 9: 5, 6, 10

5 Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. 6 También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.”

10 Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.

Gracias damos a Dios de que nos ha dado su Palabra, porque por ella no necesitamos permanecer en el error, y en la ignorancia. Si no tuviéramos las Sagradas Escrituras, podríamos creer o pensar lo que nuestra imaginación fuera capaz, como todavía hacen algunas tribus que tienen poco contacto con la civilización. Sus componentes practican ritos ancestrales con los que pretenden ahuyentar a los malos espíritus. Pues bien, hoy día en el siglo XXI, hay todavía muchísimas personas que creen que existen los espíritus de los muertos, ello sería comprensible si no hubieran leído la Biblia. Pero que el mundo cristiano en general, a pesar de fundamentarse en la Biblia y de poseer, conocer y practicar toda la Revelación de Dios, afirme que los espíritus de los muertos existen y habitan conscientemente en algún lugar, es difícil de asimilar, a la luz de la Palabra de Dios. En el Seol no hay ningún tipo de vida, ni en el cuerpo ni en el espíritu, y así lo afirma la Palabra (Ecl. 9:10). Creer otra cosa es emplear la imaginación, y querer hacer decir a la Biblia lo que no declara.

6. ¿Qué es y dónde está el Hades?

Según el diccionario Salvat5 tiene los siguientes significados:

  1. Entre los griegos, dios de los infiernos.

  2. Mansión de los muertos en la que, según Homero, las almas, en forma de espectros o sombras, vagaban privadas de todo goce o dolor.

  3. En la versión griega de la Biblia, nombre dado a la morada de todos los difuntos, justos e injustos;

  4. Traducción vulgar de la palabra hebrea Seol.

  5. En los pasajes bíblicos de fines del siglo II a.C. y en el Nuevo Testamento se emplea el nombre de Gehenna o infierno para referirse al lugar de castigo de los pecadores. Gehenna y Hades se convierten en sinónimos en los escritos rabínicos a partir de esa fecha, al abrirse paso la idea de que los justos son acogidos por Dios inmediatamente después de morir.

¿Qué dice la Biblia?

Hemos encontrado la palabra Hades unas diez veces en el Nuevo Testamento, en los pasajes siguientes:

Mateo 11:23; Lucas 10:15:

Y tú Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida;…”

En Capernaum, donde Jesús habitó y predicó durante meses e hizo muchas señales milagrosas, la gente se sentía orgullosa de su posición y de su poder. De ahí la amonestación de Jesús, de que sería abatida hasta el Hades, es decir, en este caso, el Hades, representa, el lugar más bajo al que podía descender cuando fuera humillada por haber rechazado la luz del evangelio, lugar de muerte, de desolación y tinieblas, de donde no se sale si no es para condenación y juicio para los que no han querido creer la verdad.

Mateo 16:18

Y yo también te digo, que tú eres pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” (Compárese con Salmos 9:13; 107:18, en donde se habla de las puertas de la muerte.)

Las puertas en las antiguas ciudades amuralladas eran los lugares más protegidos. En este caso Hades se refiere a la morada de los muertos. Figuradamente esas puertas impiden que los muertos vuelvan a vivir. La muerte y el Hades se personifican como enemigos del ser humano porque representan el fin de la vida, y además, nos esclavizan, por el temor, mientras vivimos (Hebreos 2:15).

Hasta que Jesús venció a la muerte con su resurrección, Satanás tenía “las llaves” del Hades o de la muerte: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es al diablo,” (Hebreos 2:14).

El apóstol Pablo identifica el Hades, o sea el lugar que recibe a los muertos y los mantiene prisioneros allí por la muerte, con la misma muerte que es la causante de que exista el Hades. Veamos lo que dice la Palabra en 1ª Corintios 15:55: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?

Si comparamos con el pasaje del Antiguo Testamento que Pablo está citando, Oseas 13:14: “De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol;…”, podemos observar perfectamente el paralelismo e identificación que Pablo establece en 1ª Corintios 15:55, entre muerte y sepulcro por una parte, y muerte y Seol, por otra. Por lo que también deducimos que Seol equivale a sepulcro.

Lucas 16:23

Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.”

Este texto forma parte de la parábola del rico y Lázaro (Lucas 16:19-31). Aquí Jesús, no está pretendiendo describir el Hades ni a sus moradores, sino de dar las enseñanzas que conllevan toda parábola. Él usaba ilustraciones que la gente conocía muy bien entonces, como es el caso de todas sus parábolas para enseñar verdades espirituales.

Jesús estaba hablando a los fariseos. Y los judíos del tiempo de Jesús habían incorporado muchas tradiciones humanas que no se fundaban en la Revelación, y sabemos, que Jesús, les echa en cara o reprocha eso mismo muchas veces (Marcos 7:7-9, 13). Abrahán era el padre de los judíos (Juan 8:39, 56), y éstos habían llegado a creer que Abrahán daba la bienvenida a sus hijos en el paraíso en una forma parecida a la que ahora, a veces, se representa a Pedro recibiendo a los cristianos en la puerta del cielo.

Existen muchos detalles que demuestran que se trata de una parábola, lo que hace exhaustivo describirlos todos en breve espacio, pero además, este tema ya lo hemos analizado en otro estudio anterior. Por otro lado, Jesús, al dar la enseñanza, hace aparecer al rico no como un espíritu, sino como una persona viva que, por ello, dispone de un cuerpo físico perfectamente operativo, con ojos que pueden ver, y a todo él, atormentado por una llama. Sin embargo, lo único que pide el rico a Abraham es que el dedo de Lázaro mojado en agua refresque su lengua. Como podemos comprobar, no hay nada espiritual, todo es físico: (su lengua, el dedo de Lázaro, el agua para refrescar su ardiente lengua, etc). Detalles todos adecuados para hacer una ilustración, pero accesorios con respecto a la enseñanza que Jesús quiere mostrar, pues claramente son identificables como hechos no reales, producto de la mitología o leyenda de la época.

Citaremos, sólo algunos detalles más que nos pueden hacer reflexionar, sobre si realmente Jesús estaba describiendo hechos reales o por el contrario, según todo parece indicar, se trata de una parábola más. Por ejemplo: Abrahán aparece en la parábola como si presidiera sobre el Hades. El rico de dirige a Abrahán como si fuera Dios, etc, etc.

La parábola en cuestión no pretende describir el estado ni el lugar de los muertos, sino mostrar la verdad de que el destino eterno se decide en la vida presente. No hay un segundo tiempo de gracia. Además hay otras enseñanzas evidentes como que la conversión de una persona no se consigue por señales milagrosas sino por oír la Palabra de Dios y creerla. Además, posiblemente estos textos de Lucas 16:19-31, tienen que ver con Lucas 16:14, donde se dice que los fariseos eran avaros, y el rico ilustra o representa la avaricia que impidió al rico ayudar al pobre Lázaro. Representa que el apego excesivo por las cosas materiales, llegando a la avaricia, es incompatible con la vida eterna en el cielo con Dios. Esta parábola no pretende enseñar que los hombres reciben su recompensa nada más morir, pues ello contradice lo que Jesús mismo enseñó: “El Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras” (Mateo 16:27; 25:31-41; 1 Cor. 15:51-55; 1 Tesa. 4:16-17; Apoc. 22:12; Etc .)

¿Qué es el Hades? ¿Está el Hades en algún lugar concreto en la Tierra, en el espacio interestelar o en el cielo?

Hasta aquí hemos tratado de probar que el Hades es la palabra griega que sustituye o traduce a la hebrea Seol, que tantas veces aparece en el Antiguo Testamento. Como hemos visto designa a la morada de los muertos, se identifica con la tumba, el sepulcro o la sepultura, y se localiza bajo de la tierra, donde, evidentemente, van a parar la mayoría de los que han muerto, por no decir todos los muertos. No obstante, por si quedara alguna duda presentamos los siguientes textos donde el apóstol Pedro identifica al Seol del Antiguo Testamento con el Hades;

Hechos 2: 27

Porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción.”.

En su famoso primer discurso, Pedro cita, exactamente, Salmos 16:10: “Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu Santo vea corrupción.”. Lo único que cambia de Hechos 2:27, es la palabra Hades que sustituye a Seol, porque, como es lógico, Hades es el término equivalente a Seol.

¿Es acaso un lugar donde habitan los espíritus conscientes de los muertos?

Hechos 2: 31

Viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción” (Verso 31).

David, en el Salmo 16:10, se estaba refiriendo proféticamente a Jesús, del que dice que no sería dejado en el Seol o en el Hades para que no sufriese corrupción.

¿Qué quiere decir: “ni permitirás que tu Santo vea corrupción”?

Significa que tanto el Seol como el Hades son lugares donde se corrompen los cuerpos de los seres humanos. Es lo mismo que ocurre en las sepulturas o tumbas. Un cadáver, a los pocos días después de ser enterrado, empieza a descomponerse, hasta convertirse en polvo con los años. Dios no permitió que esto le ocurriera al cuerpo de Jesús porque fue resucitado al tercer día de su muerte: “Porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción.” (Hechos 2: 27).

Pedro, lo explica magistralmente en los versos siguientes, Hechos 2: 29-35. David, que aunque fue profeta, murió y fue sepultado como todo el mundo, “porque David no subió a los cielos;…” (Hechos 2:34). Como profeta tuvo el privilegio de conocer que Cristo Jesús nacería, según la carne, de su descendencia (verso 30) y le fue revelado que Jesús sería resucitado, por lo que “su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción” (Verso 31). Sólo la resurrección evita la corrupción del cuerpo de Jesús, y da vida a su alma que había dejado de existir por tres días.

A continuación transcribimos los últimos textos donde nuevamente aparece la palabra Hades. Como podemos ver en todos ellos, Hades siempre va precedida por muerte, puesto que ésta lleva irremisiblemente al Hades.

Apocalipsis 1:18

18 y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.

Como vimos antes, Jesús venció a la muerte con su resurrección, pues, Satanás tenía “las llaves” del Hades o de la muerte: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es al diablo,” (Hebreos 2:14).

A partir de la resurrección de Jesús, la muerte es vencida, el Hades ya no puede albergar perpetuamente a los muertos. Él ha conseguido “las llaves del Hades”, o sea nuestro derecho a ser rescatados de la muerte, porque para ello entregó su vida en lugar de la nuestra, y es el Primogénito de entre los muertos (Colosenses 1:17; Apocalipsis 1:5).

Apocalipsis 6:8

8 Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra.”

Apocalipsis 20:13, 14

13 Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. 14 Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. 15 Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.”

Este pasaje hace distinción entre los muertos enterrados en el mar con los muertos enterrados en tierra, es decir, en el Hades. La muerte segunda acaba definitivamente con la muerte y el Hades, porque al no haber ya más muerte tampoco es necesario ningún lugar para los muertos.

7. ¿Es el alma humana inmortal?

La Biblia dice que el único que tiene inmortalidad es Dios:

1ª Timoteo 1:17; 6:16:

Él único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.”

Anteriormente hemos comprobado que el ser humano es un alma viviente, y los siguientes textos no sólo lo ratifican sino que aseveran que el alma que pecare esa morirá. Luego, si puede morir, no es inmortal.

Ezequiel 18:4, 20

4 He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá.

20 El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él.”

Mateo 10: 28:

Y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

¿Está diciendo Jesús aquí que no pueden matar el alma porque es espiritual, por tanto inmaterial e inmortal?

Evidentemente el alma no es inmortal porque puede destruirla Dios en el infierno, o sea la segunda muerte (Véase Mateo 10:28 ú.p., y Apocalipsis 2:11; 20:6; 20:14; 21:8). Ya hemos visto que el ser humano no tiene un alma sino que es un alma. La palabra original hebrea néfesh y, también, la griega psujé, en muchos casos se traducen alma, pero aquí y en otros contextos tiene el significado de vida, y se refiere a la identidad personal, a la persona entera. En ningún caso tiene la connotación de vida consciente fuera o independientemente del cuerpo.

Está claro que cuando una persona muere deja de existir, por lo menos en este mundo, y que el ser humano, por su naturaleza, no puede vivir sin el cuerpo, si antes Dios no obra milagrosamente, devolviéndole la vida, lo cual Dios tiene previsto en el juicio final. En mi opinión, lo que Jesús afirma en este verso, es que aunque haya muerto una persona, esa alma, vida o identidad no está pérdida para la eternidad, puesto que Dios es el Creador y Dador de la vida, Él es todopoderoso para mantener esa vida en su memoria y reconstruirla mediante la resurrección cuando venga Jesucristo en su segunda venida (Véase Colosenses 3:3: “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.”)

Esta esperanza tenía el apóstol Pablo cuando dijo en 2ª Timoteo 1:12: “Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quien he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.”

¿A que depósito se está refiriendo Pablo? Sin duda tiene que ser algo importante, pues sólo Dios es poderoso para guárdeselo. Posiblemente, se está refiriendo a su vida e identidad como persona, su carácter y personalidad que le identifican, que él ha construido durante toda su vida mientras estaba en el cuerpo, y cuyas obras están escritas en el libro de la vida del Cordero (Apocalipsis 21:27).

¿Cuándo esperaba Pablo recibir la “corona de justicia” nada más morir o “en aquel día, cuando el Señor venga”

2ª Timoteo 4:7, 8

He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”

8. ¿Demuestran 2ª Corintios 5: 1-8 y Filipenses 1: 20-25 que el alma separada del cuerpo tiene vida consciente en sí misma*?

Analizaremos, en primer lugar, 2ª Corintios 5:1-9, y a continuación Filipenses 1: 20-25, teniendo en cuenta que cualquier interpretación que se haga de estas frases del apóstol Pablo, no deberían estar en contradicción con todo el resto de la Biblia, y especialmente, con otras epístolas escritas por el mismo apóstol como son 1ª Corintios 15 y 1ª Tesalonicenses 4: 13-18.

Tanto en 1ª Corintios 15: 51-57 como en 1ª Tesalonicenses 4: 13-18, Pablo nos revela el misterio de la resurrección, explicándonos que en dicho evento la muerte y el sepulcro serán vencidos porque ya no existirán más, y nuestro cuerpo mortal corruptible sería revestido de inmortalidad: “los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1ª Corintios 15:52). Y en 1ª Tesalonicenses 4:13-18, explica que la resurrección tendrá lugar cuando Jesús aparezca por segunda vez en gloria. En ese momento se traen a la vida los que durmieron en Cristo, con un cuerpo incorruptible, y junto con los que en ese momento viven, son transformados con un cuerpo espiritual semejante al que tuvo Cristo cuando resucitó, y son arrebatados y trasladados al encuentro con Jesús.

Por supuesto, los no creyentes que vivan cuando venga Jesús, no son transformados sino que mueren porque no pueden soportar el resplandor de su gloria, y los muertos impíos “…no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años…” (Apocalipsis 20:5). Al final de esos mil años se produce la resurrección de todos los malvados de todas las épocas, y cuando intentan cercar el campamento de los santos y la ciudad amada son destruidos por fuego (Apocalipsis 20:7-10). Por eso dice el apóstol Juan en Apocalipsis 20:6, “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinaran con él mil años.”

Por tanto, a la luz de toda la Biblia, y especialmente de los textos citados antes vamos a estudiar lo que nos está diciendo Pablo en 2ª Corintios 5:1-9:

2 Corintios 5:1-8

«1 Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. 2 Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; 3 pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. 4 Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. 5 Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu.

6 Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor 7 (porque por fe andamos, no por vista); 8 pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. «

Verso 1: ¿Qué representa la morada terrestre? Una lectura poco profunda nos podría dar la impresión de que el apóstol está presentando la morada celestial, una casa eterna en los cielos hecha por Dios, en contraste con la morada terrestre frágil y efímera. Sin embargo, Pablo llama al cuerpo de los seres humanos “nuestra morada terrestre”, y lo compara con un tabernáculo, tienda o carpa. Nuestra morada en este cuerpo de carne y huesos, es provisional en tanto que vivimos en este mundo, en peregrinación a la tierra prometida, como también es precario habitar en una tienda de campaña como las que el propio Pablo fabricaba.

¿En que radicaba la esperanza de Pablo? ¿Cuál era su consuelo?

Pablo tenía la absoluta convicción de que, si su morada terrestre se deshiciera, es decir, si moría, su vida sería restaurada, mediante la resurrección, con un cuerpo espiritual (1ª Corintios 15:35-55). Este cuerpo ya no tendría la precariedad de una tienda como el cuerpo de la morada terrestre, sino que poseería la solidez y la eternidad de un edificio, de una casa no hecha de manos humanas sino por Dios mismo. En todo momento de su vida Pablo espera en la resurrección, en la segunda venida de Cristo, como la solución al problema de la muerte (Véase 2ª Timoteo 4: 6, 7; 2ª Corintios 1:9; 1ª Tesalonicenses 4: 13-18; Efesios 3: 20).

Verso 2: ¿Cuál es el gran deseo de Pablo?: “deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial;” ¿Acaso está Pablo diciendo que quiere ser liberado del cuerpo terrestre, lo que implicaría haber muerto previamente, y ser trasladado en espíritu al cielo? Evidentemente, de ninguna manera, nadie, ni siquiera los que piensan que el espíritu tiene vida consciente al morir, puede hacer decir eso al versículo 2. Lo que él está afirmando es su inmenso deseo de que el cuerpo terrestre, lo mortal, se revista de inmortalidad (1ª Corintios 15:53), es decir, sea revestido de la “habitación celestial”, la morada eterna e inmortal.

Verso 3: ¿Cuándo preferiría Pablo ser revestido de inmortalidad después de muerto o mientras estuviese viviendo en la morada terrestre? Sin duda, Pablo y creo que todos preferiríamos “ser hallados vestidos y no desnudos” cuando ese evento ocurra. “Vestidos”, pues, representa viviendo en el cuerpo mortal, y “desnudos” significa, cuando el cuerpo terrestre se deshiciere. Él está expresando su deseo de que se produzca esa maravillosa transformación de su cuerpo mientras vive, como así lo confirman sus palabras en 1ª Tesalonicenses 4:17: “Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos [los muertos resucitados] en las nubes para recibir al Señor en el aire…”.

Verso 4: “Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.”

¿Quiénes son los que están en este tabernáculo? Son todos aquellos que están viviendo y gimen porque la morada terrestre, el cuerpo mortal se desgasta, sufre, y tiene que deshacerse cuando uno muere, si Cristo no llega antes. Pablo sigue insistiendo y expresando su gran anhelo de no “ser desnudado”, es decir, no quisiera gustar la muerte, sino que su cuerpo mortal fuera revestido por la vida. Se trata de la misma esperanza que presenta en 1ª Corintios 15:51, 53: “He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos; pero todos seremos transformados, 53 Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.”

Verso 5: “Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu.

Dios nos ha hecho para que tengamos vida eterna en Cristo Jesús. Las arras, es decir, la prenda, el pago anticipado, la garantía de que obtendremos esa vida, es el Espíritu Santo que se nos ha dado al aceptar el sacrificio expiatorio de Jesús por nuestros pecados. Las arras, son pues, el anticipo de la herencia eterna que tenemos asegurada al haber sido adoptados hijos de Dios (Efesios 1:13, 14: “En él [Cristo] también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para la alabanza de su gloria.” (Véase además: Colosenses 1:12,13; Romanos 8:14-17).

Verso 6, 7: “Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor 7 (porque por fe andamos, no por vista);”

La confianza de Pablo en las promesas del Señor es total. Él había visto y escuchado a Jesús en el camino a Damasco, y recibido los dones del Espíritu Santo de una forma especial, como correspondía a un apóstol de Jesús. Aunque Pablo, fue muy privilegiado con respecto a los creyentes de “a pie”, mientras estuviese en “el cuerpo” es decir, en este mundo, al igual que nosotros, tenía que caminar por fe no por vista, puesto que tampoco podía ver al Señor desde su morada terrestre.

Verso 8: “Pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.”

Nuevamente, Pablo expresa, además de su absoluta confianza en las promesas de Jesús, su reiterado deseo de estar con Cristo, sin conocer la muerte. Por eso dice “quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.” Es la expresión del anhelo de todo cristiano, estar con Cristo, lo que no es compatible con el cuerpo corruptible de la morada terrestre. Ausente del cuerpo pero no “desnudado” sino “revestido de la habitación celeste”. Pablo está diciendo que preferiría ya no estar en el cuerpo, es decir, en este mundo, teniendo que sufrir en su propia carne tantas tribulaciones y pruebas y aflicciones etc. por Cristo y enfermedades. Querría estar ya con Cristo.

¿Está deseando Pablo morirse, por tanto, ser desnudado, o sea desprendido del cuerpo terrestre, para ir en espíritu a la presencia del Señor?

La respuesta afirmativa a esta pregunta, no tiene base bíblica alguna, incluso contradice los propios deseos de Pablo afirmados en el verso 4: “…Porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.” Lo que él quiere, no es morirse e ir en espíritu a estar con el Señor, cosa que aunque lo desee sabe que no es posible, sino no es antes, revestido, y transformado su cuerpo mortal en otro inmortal y espiritual. Si al morir, el espíritu, de forma consciente, fuera inmediatamente a gozar de la presencia del Señor, no se necesitaría antes ser revestido con un cuerpo inmortal, como afirma el mismo Pablo en 1ª Corintios 15, y 1ª Tesalonicenses 4:13-17.

Analicemos ahora el siguiente pasaje en que Pablo manifiesta de nuevo su deseo de estar con Cristo.

Filipense 1:21-26:

21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. 22 Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. 23 Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; 24 pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. 25 Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe, 26 para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros.”

Verso 21,22: “21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. 22 Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger.”

Esta declaración demuestra que Pablo estaba entregado totalmente a la obra de Cristo. Estaba dispuesto a todo, a sufrir las mayores penalidades y a morir si fuese preciso si ello redundaba en una mayor extensión de la predicación del evangelio, y muchas más almas llevadas a Cristo. Él mismo lo expresa al final del versículo 20: “….Ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte”.

Por un lado, era consciente de cuán necesaria e importante era su misión (Ver v.25). Pablo había demostrado sobradamente que no se arredraba ante las penalidades, constantes persecuciones, peligros y azotes (Hechos 16:22, 23, 37; 2 Corintios 11:24-28, etc.).

Por otra parte, morir también representaba liberarse de todas esas pruebas, sufrimientos, dolores, que el experimentó por Cristo. Por tanto, si dependiera de él, elegir su destino, no sabría escoger lo que resultaría mejor para la gloria de su Señor. Puesto que su esperanza estaba puesta en Cristo, en la resurrección conseguida por éste para los creyentes, no temía la muerte.

Verso 23: “Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; 24 pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros.”

Como ya hemos visto Pablo se acomodaba a todo y a todos para ganar almas para Cristo. Creo que cualquier cristiano fiel y ferviente se identificaría con estas palabras de Pablo, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor, y las haría suyas. En mi opinión, no pienso que Pablo deseara morirse, aunque, muchas veces, no le faltaron motivos para ello (ver versos anteriores). No obstante, su fervor, fe, entusiasmo y amor a Cristo hacía que no le importara entregar su vida si con ello glorificaba a su Maestro.

Sin duda, “estar con Cristo” es muchísimo mejor, pues significa el descanso completo de todos sus dolores, fatigas, sufrimientos, etc. La cuestión que aquí se plantea es:

¿Creía Pablo que al morir iba inmediatamente a la presencia de Cristo?

Si la muerte es un estado inconsciente, el lapso de tiempo, variable de unos a otros en cuanto a tiempo real, que transcurre desde el momento en que se muere hasta el instante en que los muertos son despertados por la voz de Cristo en la resurrección (Daniel 12:2; 1ª Corintios 15; 1ª Tesalonicenses 4: 13-18, etc.), no cuenta, puesto que en ese estado no se siente nada. El momento de morir y el de estar o encontrarse con Cristo, se experimenta como ir inmediatamente a su presencia.

Probablemente sea éste el significado de la declaración de Pablo del versículo 23. Su esperanza, a lo largo de todas sus epístolas, está puesta en el día de la resurrección, cuando venga Jesús por segunda vez en gloria con sus santos ángeles, como indican todos los textos estudiados, veamos de nuevo alguno de ellos:

2ª Timoteo 4: 7, 8:

7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8 Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”

2ª Corintios 1: 8-10:

8 Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. 9 Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; 10 el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte;”

Filipenses 3: 10,11

10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.

Otra explicación también sería que quizá Pablo al expresar su deseo de partir y estar con Cristo, pensaba en que le gustaría ser arrebatado como fue Elías, transformado en un abrir y cerrar de ojos, y convertido esto mortal en inmortal e incorruptible (1ª Corintios 15:51-56). Porque él sabía perfectamente “que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (1ª Corintios 15:50). Su deseo ferviente no lo convierte en una posibilidad real, si Dios quisiera podría ser traspuesto, así como lo fue también Enoc (Hebreos 11:5: “5 Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.).

Los textos de 2ª Corintios 5: 8 y Filipenses 1:23, tomados aisladamente y leídos superficialmente nos pueden dar la impresión de que Pablo piensa que el cristiano al morir se reúne inmediatamente con Cristo. Esta interpretación estaría en total contradicción, con el contexto, las mismas epístolas de San Pablo y el resto de la Biblia. En cualquier caso, el apóstol no está hablando del alma ni del espíritu, y en ningún momento dice que su alma desencarnada va al cielo nada más morir, sino que expresa su ferviente deseo de reunirse con Cristo, lo que sólo se puede producir como él mismo ha explicado, revestido con un cuerpo incorruptible e inmortal, en la segunda venida de Nuestro Señor, lo que representa sólo un instante, desde que uno cae en el profundo sueño de la muerte hasta el momento de ser despertado.

Se trata, pues, de creer y aceptar lo que es más evidente en la Biblia, lo que reúne muchas pruebas. La verdad es una sola. No puede ser al mismo tiempo, una cosa y la contraria. Por otro lado, la creencia en que los espíritus o las almas de los muertos tienen vida eterna consciente, ha llevado a otros errores mucho más perniciosos como el que se produce en los fenómenos espiritistas donde la gente cree sinceramente que se está comunicando con los espíritus de sus familiares o conocidos fallecidos, cuando en realidad se trata de los espíritus malignos o demonios.

También es muy lamentable que debido a esta doctrina, la cristiandad en general crea que el Dios de amor, en el que confiesan creer, tiene en sí mismo tal carácter que es capaz de condenar a los no salvos con un infierno eterno de torturas y tormentos.

9. Conclusión

La creencia de que al morir el espíritu sigue viviendo conscientemente en alguna parte, es antiquísima. La mayoría de la Cristiandad la ha adoptado, sin tener un auténtico apoyo bíblico. Ello la ha llevado a cometer otros errores, como son las doctrinas de la inmortalidad del alma y del infierno. Además, mucha gente sincera ha sido engañada por el espiritismo, al creer que podía comunicarse con los espíritus de sus familiares y conocidos fallecidos. Si admitimos y creemos que los espíritus de los muertos viven conscientemente en algún lugar, es lógico y natural que tratemos de establecer contacto con ellos, para obtener información de su nuevo estado, aunque la Palabra de Dios, expresamente, lo prohíba.

El ser humano es un alma. Alma y espíritu se usan en la Biblia, en muchos contextos, indistintamente, con el significado de vida. Aunque el espíritu es el que da vida (Juan 6:63), pues hace que el cuerpo inanimado, físico y material se convierta en un alma viviente, cuando recibe el aliento, hálito o espíritu de vida (Génesis 2:7). Morir es exhalar el espíritu, entregar el espíritu. El espíritu va a Dios que lo dio. (Eclesiastés 12:7).

El Seol y el Hades son las palabras que designan, en el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, respectivamente, el mismo lugar: la morada figurada de los muertos, lo que equivale al sepulcro, la tumba o la sepultura.

La esperanza de todo cristiano está en la resurrección cuando Cristo venga por segunda vez en gloria con todos sus santos ángeles (Juan 5:28,29; 1ª Corintios 15; 1ª Tesalonicenses 4:13-18, etc.).

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


 Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

2 2. Objeciones al estado inconsciente de los muertos.

3 ¿Qué le dijo Jesús al buen ladrón: “De cierto te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso o….”?

4 El estado de los muertos.

5 1968, Salvat Editores, S.A. Barcelona

Versión: 02-01- 2013

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano en Cristo, le agradezco que haya contacto conmigo, y que me adjuntara el interesante artículo: “¿Es el alma inmortal?”. Lo he leído detenidamente, pero siento no compartir con usted la doctrina de la inmortalidad del alma. Si fuéramos capaces de desprendernos de la idea preconcebida de que el alma es inmortal, –por cierto, muy extendida por todo el mundo, no solo por el cristiano sino también el hinduista, budista, etc., creencia que se remonta a las precivilizaciones, y que fue desarrollada por la filosofía clásica griega– estaríamos en mejores condiciones de interpretar la Biblia con imparcialidad, no tratando de conseguir a toda costa que ella declare y sustente lo que de ninguna manera afirma ni apoya. A continuación comentaré algunos de sus argumentos.

Estimado hermano Gregorio ¿Sería usted tan amable de proporcionarme los pasajes o versículos bíblicos que prueban su siguiente afirmación?:

“La Biblia sí enseña que el alma es inmortal y que ésta solamente se separa del cuerpo cuando uno muere y volverá de nuevo al cuerpo en la resurrección en los últimos tiempos” (Gregorio).

Usted afirma que ha estado leyendo y analizando mis artículos de mi página web –www.amistadencristo.com–, específicamente los titulados “Sobre el estado de los muertos” y “¿Qué es el infierno, el  Seol y Hades y la Segunda muerte?”, y los califica de muy subjetivos e incoherentes. Pero no aporta usted textos bíblicos que apoyen suficientemente, o demuestren, que realmente sea correcta su apreciación.

Luego, usted afirma que “la inmortalidad del alma es una doctrina progresiva en la Biblia”, pero tampoco aporta ningún tipo de pruebas bíblicas. Se limita a dar su subjetivo parecer. Pero el hecho es que la Sagrada Escritura nunca se ha referido al alma como inmortal. En el Antiguo Testamento no existe –al contrario de lo que usted afirma– ninguna progresión de la revelación de la inmortalidad del alma. Si así fuera, en el Nuevo Testamento, Jesús y sus discípulos habrían culminado y completado la revelación de la misma. Pero en ninguna parte de la Palabra de Dios se declara la inmortalidad del alma, y sí, en cambio, existen muchos textos que declaran lo contrario, es decir, la mortalidad del alma. Por ejemplo: Salmo 37:9, 37:34,38; 73:27; 94:23; 101:5,8; 145:20; 1 Corintios 3:17; Apocalipsis 20:9; Ezequiel 18:4,20; Mateo 10:28; Lucas 13:3; Juan 10:28; 1 Corintios 15:18; Apocalipsis 2:11; 20:9,14, 21:8.

Además, según la Biblia, y, también, el sentido común, el único que tiene inmortalidad es Dios (1ª Timoteo 6:16). La vida eterna no es cualidad inherente a las criaturas. El mismo diablo y sus ángeles caídos están reservados para juicio y destrucción eterna (2ª Pedro 2:4; Apocalipsis 19:20; 20:10,14).

1 Timoteo 6:16: el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.

2. El estado de los muertos es de total inconsciencia del ser hasta la resurrección

Defendemos, fundamentándonos en la sola Biblia, lo siguiente:

Primero. El estado de los muertos es de total inconsciencia del ser hasta la resurrección, en la que Dios recrea y vuelve a dar vida a los muertos (Daniel 12:2; Juan 5:28,29).

Daniel 12:2: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.”

¿Dónde dice Jesús que permanecen los que va a resucitar en su venida?

¿Dónde están los muertos?

Juan 5:28,29: 28: “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; 29 y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.”

Jesús no puede ser más claro: los muertos están en los sepulcros, y desde ahí oirán su voz. No dice que el espíritu está en el infierno o en el cielo, sino que los muertos están donde yacen sus cuerpos. Eso no quiere decir que la identidad de cada uno de los que mueren, o sea su carácter y personalidad que se haya forjado mientras vivía, se pierda o quede en el olvido para Dios, pues Él traerá a juicio toda obra, y restituirá a todos, en la resurrección, la personalidad que tenían (Mateo 12:36; 16:27; Romanos 2:6; 1ª Corintios 3:13; 1ª Pedro 1:17). Así lo afirma el apóstol Pablo: “…estoy seguro que [Dios] es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2ª Timoteo 1:12 úp.).

La vida eterna no es algo inherente a la naturaleza humana sino un don de Dios que se alcanza mediante la fe en Cristo.

Juan 6:40: Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

Juan 6:47: De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.

Jesucristo, sin lugar a dudas, vincula la vida eterna con la resurrección en el día postrero. Luego hasta la resurrección no hay vida y por tanto posibilidad de gozar del “Paraíso”.

Juan 8:51: De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte.

¿Cómo entender esta afirmación de Jesús, porque obviamente la muerte no ha dejado de existir y existirá hasta su venida gloriosa?

La primera muerte es natural y, en la Biblia, se equipara con un estado de inconsciencia similar al sueño. Jesús claramente se refiere a la muerte segunda (Apocalipsis 19:20; 20:10; 20:14, 15; 21:8), de la que no se puede resucitar pues es el castigo definitivo, y eterno en sus consecuencias, que reciben los malvados, consistente en “pena de eterna perdición” (Mateo 25:46; 2ª Tesalonicenses 1:9).

Juan 11:25-26: Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.  (26)  Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Jesús afirma “aunque esté muerto, vivirá”, luego la vida eterna es un suceso que está en el futuro, y por tanto, no se produce cuando uno muere sino cuando resucite al fin de los tiempos. La condición para no morir eternamente es creer en Jesús.

Juan 14:3: Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

Los salvos irán con Jesús al Paraíso cuando Él vuelva en gloria y los lleve consigo a ese Reino (1ª Tesalonicenses 4:13-18), preparado desde la fundación del mundo (Mateo 25:34).

Segundo. El alma es mortal (Génesis 2:17; 3:19; Ezequiel 18:4,20; Mateo 10:28; Hechos 2:34; 13:36; Romanos 6:23; 1ª Corintios 15:18, 32). Dios es “el único que tiene inmortalidad” (1ª Timoteo 6: 15,16). La Palabra de Dios se refiere a la muerte segunda como el castigo final de Dios a los malvados, concepto que pretende mostrar la absoluta aniquilación o destrucción de todo vestigio de la vida de los malvados (Apocalipsis 2:11; 20:14; 21:8). También, en muchas ocasiones se utiliza el verbo “destruir” para significar la acción final que Dios opera con los impíos (1ª Corintios 3:17; 6:13; 15:26; 2ª Tesa. 2:8; Judas 5; Apoc. 11:8). Esto debería ser suficiente prueba de la mortalidad del alma o espíritu.

El que afirma “…No moriréis” (Génesis 3:4,5), no es Dios, sino Satanás. Al igual que Eva, que fue seducida por “la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás” (Apocalipsis 20:2), creyó que no moriría sino que sería como Dios, también nosotros podemos dejarnos convencer por el “padre de mentira” (Juan 8:44), y aceptar que existe vida después de la muerte, aparte de la resurrección de los muertos. La Palabra de Dios es tajante: “…Porque en el Seol [en el N.T se llama Hades, ambos significan la sepultura], adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.” (Eclesiastés 9:10; ver también Hechos 2:27, donde se demuestra que Hades y Seol son lo mismo, y Hechos 2:34: “Porque David no subió a los cielos…).

Si todas estas pruebas bíblicas no llegan a convencernos de la realidad de que la muerte es como un sueño del que no se despierta hasta la Resurrección, la razón también nos evidencia, que si el cerebro, soporte del espíritu humano, muere, éste no puede seguir funcionando puesto que no es de por sí una entidad autónoma capaz de existir por sí misma, sino que reside en el alma, que es la vida, y ésta a su vez depende de la vida del cuerpo físico, para existir.

Usted, estimado hermano Gregorio, en el siguiente párrafo confunde la esperanza de la Resurrección que todo creyente en la Biblia tiene, con la doctrina o creencia en la inmortalidad del alma, y son dos cosas muy diferentes:

«[…] en cuanto a la inmortalidad del alma, la misma es una doctrina progresiva en la Biblia, de hecho no es de extrañarnos que en el Pentateuco no se hace referencia  a la enseñanza acerca de la resurrección. Solamente se menciona en Isaías 26:19 y Daniel 12:2. E igualmente ni en tiempo de Jesús, cuando el partido de los saduceos la negaban. Además la revelación en cuanto al Mesías como el hijo de Dios y Dios a la vez, no estaba totalmente revelada como si fue revelada en el Nuevo Testamento. Esto significa que en la historia de la salvación las verdades que ella implican, unas fueron reveladas limitadamente y otras parcialmente en el transcurso de la revelación divina al pueblo de Dios.» (Gregorio).

Puedo admitir que la doctrina de la Resurrección se ha revelado progresivamente en la Biblia, hasta que, en el NT, Cristo resucita. Pero eso no tiene nada que ver con la inmortalidad del alma sino todo lo contrario. La resurrección se hace fundamental y decisiva porque sin ella no hay supervivencia. Veamos lo que declara San Pablo:

1 Corintios 15:12-32: Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?  (13)  Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó.  (14)  Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe.  (15)  Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan.  (16)  Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó;  (17)  y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.  (18)  Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron.  (19)  Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.  (20)  Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.  (21)  Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.  (22)  Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.  (23)  Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.  (24)  Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia.  (25)  Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.  (26)  Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.  (27)  […]  (32) Si como hombre batallé en Éfeso contra fieras, ¿qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos.

No obstante, la esperanza de la resurrección ya estaba en el AT, desde Adán y Eva, a los que se les dio la promesa de que la descendencia de la mujer –que es Cristo – vencería al diablo, y con ello el pecado y la muerte (Génesis 3:15). Esta misma promesa se le renovó a Abraham (Génesis 12:2-3; 22:18; compárese con Gálatas 3:16). La Palabra revela que él, cuando fue probado, y ofreció a Isaac, tenía fe en que “Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos” (Hebreos 11:17-19):

Hebreos 11:17-19: Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito,(K)  (18)  habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia;(L)  (19)  pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.

La esperanza de los creyentes de la Biblia nunca estuvo puesta en la inmortalidad del alma, sino en la resurrección y en adquirir la ciudadanía celestial – Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo, (Filipense 3:20)– donde ellos serán acogidos en las moradas celestiales que Cristo vino  a preparar (Juan 14:1-3) todos los salvos cuando Cristo venga en gloria en su segunda venida (1ª Tesalonicenses 4:13-18).

Su esperanza, a lo largo de todas sus epístolas, está puesta en el día de la resurrección, cuando venga Jesús por segunda vez en gloria con sus santos ángeles, como indican todos los textos estudiados, veamos de nuevo alguno de ellos:

2ª Timoteo 4: 7, 8: “7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8 Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”

En esa misma fe murieron también los patriarcas del Antiguo Testamento, sin haber recibido lo prometido, es decir, toda su vida fueron extranjeros y peregrinos sobre la tierra, y murieron sin haber entrado en la ciudad celestial, la nueva Jerusalén, que Dios ha preparado para los salvados (Juan 14:1-4; Filipenses 3:20-21; Hebreos 11:13-16; Apocalipsis 21:1-8,10,23,27).

Juan 14:1-4: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.  (2)  En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.  (3)  Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.  (4)  Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.

Filipenses 3:20-21: Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;  (21)  el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.

Hebreos 11:13-16: Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. (14) Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; (15) pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. (16)  Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.

3. Conclusión

Cristo ha vencido el pecado, el diablo y la muerte. Pero, eso no significa que no vamos a sufrir la muerte temporal, salvo que Jesucristo aparezca en gloria antes de que muramos. En cualquier caso, la unión con Él no se interrumpe, pues si morimos con Cristo, no importa el tiempo que pase hasta su venida, durante el sueño de la muerte no tenemos consciencia de nada, y cuando seamos despertados por Él, no habrá habido separación alguna para nosotros. 

Dios guarda nuestro depósito ((2ª Timoteo 1:12), toda nuestra identidad, todo lo que hemos llegado a ser, y la comunión con Cristo no se pierde. Al contrario, cuando uno muere siendo creyente, se supone que está en comunión con Dios, y cuando sea despertado en la resurrección, para él no ha habrá habido ninguna interrupción. Es como acostarse por la noche en plena unión con Cristo, y despertarse al día siguiente ¿Se puede perder la comunión con Cristo por un periodo de inconsciencia más o menos largo?

2ª Timoteo 1:12: “Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quien he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.”

¿A qué depósito se está refiriendo Pablo? Sin duda tiene que ser algo importante, pues sólo Dios es poderoso para guárdeselo. Posiblemente, se está refiriendo a su vida e identidad como persona, su carácter y personalidad que le identifican, que él ha construido durante toda su vida mientras estaba en el cuerpo, y cuyas obras están escritas en el libro de la vida del Cordero (Apocalipsis 21:27).

¿Cuándo esperaba Pablo recibir la “corona de justicia”, nada más morir, o, “en aquel día, cuando el Señor venga”

2ª Timoteo 4:7, 8: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”

¿Creía Pablo que al morir iba inmediatamente a la presencia de Cristo?

Si la muerte es un estado inconsciente, el lapso de tiempo, variable de unos a otros en cuanto a tiempo real, que transcurre desde el momento en que se muere hasta el instante en que los muertos son despertados por la voz de Cristo en la resurrección (Daniel 12:2; 1ª Corintios 15; 1ª Tesalonicenses 4: 13-18, etc.), no cuenta, puesto que en ese estado no se siente nada. El momento de morir y el de estar o encontrarse con Cristo, se experimenta como ir inmediatamente a su presencia.

Su esperanza, a lo largo de todas sus epístolas, está puesta en el día de la resurrección, cuando venga Jesús por segunda vez en gloria con sus santos ángeles, como indican todos los textos estudiados, veamos de nuevo alguno de ellos:

2ª Timoteo 4: 7, 8: “7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8 Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”

En esa misma fe murieron también los patriarcas del Antiguo Testamento, sin haber recibido lo prometido, es decir, toda su vida fueron extranjeros y peregrinos sobre la tierra, y murieron sin haber entrado en la ciudad celestial, la nueva Jerusalén, que Dios ha preparado para los salvados (Juan 14:1-4; Filipenses 3:20-21; Hebreos 11:13-16; Apocalipsis 21:1-8,10,23,27).

Estimado hermano Gregorio, no es mi ánimo polemizar más sobre este asunto, puesto que ya lo he tratado extensa y profundamente en los artículos cuyos enlaces le indico a continuación, los cuales puede usted consultar, si sinceramente va buscando la verdad acerca del alma. En ellos se dan respuestas a todo el resto de objeciones o argumentos que usted expone en el estudio bíblico que me envió. Los vínculos son los siguientes:

Sección Antropología bíblica

Estudio 1. Sobre el estado de los muertos

Sección de preguntas y Respuestas

Antropología bíblica

Las tres dimensiones del ser humano: espíritu, alma y cuerpo
La verdad sobre las apariciones marianas y de espíritus de difuntos
¿Apoya la Biblia que hay vida consciente después de la muerte?
¿Viven los espíritus de los muertos en el Seol?
¿Qué tipo de muerte sufrieron Adán y Eva cuando pecaron ?
¿Existe un lugar en el fondo de la tierra de tormentos?
¿Están siendo torturados los malvados en el Hades?
¿Están los fieles muertos viviendo en el cielo?
¿Bajó Jesús al Hades cuando murió?
¿Dónde está el infierno?
¿Descendió Cristo a las partes más bajas de la tierra?
¿Por qué se abrieron los sepulcros cuando Jesús murió?

Quedo a tu entera disposición para lo que pueda servirte.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com 


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

 

Versión 01-06-2011

Carlos Aracil Orts

1.  Introducción*

Hola Enzo, te agradezco que me preguntes “¿Cuál es el destino de los cristianos?” pues es una cuestión muy importante que nos afecta a todos, y da pie para hablar un buen rato. No obstante voy a ver si soy capaz de responderte adecuadamente con no muchas palabras.

Primero de todo es conveniente aclarar que el cristiano no cree en la existencia de un destino individual o colectivo al que son arrastradas las personas por Dios o por fuerzas desconocidas de forma irremisible con independencia de las decisiones que cada uno tome a lo largo de su vida. Ese destino no está escrito en ninguna parte, y no se alcanza en contra de la voluntad de uno, sino que, por el contrario, se forja cada día con las acciones de la voluntad santificada por la gracia de Dios.

Veamos, en segundo lugar, las diversas acepciones que tiene el vocablo destino según el Diccionario de la Real Academia Española (RAE):

1. m. hado (fuerza desconocida que obra irresistiblemente sobre los dioses, los hombres y los sucesos.).
2. m. Encadenamiento de los sucesos considerado como necesario y fatal.
3. m. Circunstancia de serle favorable o adversa esta supuesta manera de ocurrir los sucesos a alguien o a algo.
4. m. Consignación, señalamiento o aplicación de una cosa o de un lugar para determinado fin.
5. m. empleo (ocupación).
6. m. Lugar o establecimiento en que alguien ejerce su empleo.
7. m. Meta, punto de llegada.

Desde nuestro punto de vista cristiano, y como ya hemos dicho, no creemos que exista un destino como hado o encadenamiento de los sucesos considerado como necesario y fatal, lo que corresponde a las acepciones uno y dos del RAE. Estas son reminiscencias antiguas de origen pagano.

A continuación, en el cuerpo de este estudio, veremos el enfoque cristiano del término  destino como meta o punto de llegada, el destino de la humanidad, el destino de los malvados, y por fin el destino de los cristianos.

2. Enfoque cristiano del término destino

Ante todo debemos saber qué sentido le estamos dando a la palabra “destino”, pues mucha gente se refiere a este término como el punto final del camino de la vida al cual se llega forzosamente con independencia de nuestra voluntad y de nuestras acciones, al que no podemos evitar llegar de ninguna de las maneras porque está escrito y predeterminado por Dios o por fuerzas poderosas que actúan en el mundo. Ese concepto no se corresponde con el enfoque cristiano que considera que los seres humanos, aunque condicionados por su naturaleza pecaminosa, son responsables de sus actos, de los cuales tendrán que rendir cuentas en el juicio final ante el Supremo gobernante del Universo, Dios. (Romanos 2:2;16 3:19; 5:16; 2ª Corintios 5:10;  Hebreos 9:27)

A este respecto, si que es cierto que la humanidad tiene un claro, evidente destino ratificado en toda su historia del que no podemos escapar, aunque a veces seamos capaces de demorarlo. Este es la muerte. Nadie ha escapado a ella ni escapará. No obstante, la Sagrada Escritura nos habla de dos personas, Enoc y Elías, que no gustaron la muerte (Hebreos 11:5; 2ª Reyes 2:11), y que los creyentes que vivan en la época de la segunda venida de Cristo en gloria, tampoco experimentarán la muerte porque en ese momento (los que vivamos) “seremos arrebatados juntamente con ellos (los que fueron resucitados para vida eterna) en las nubes para recibir al Señor en el aire…” (Véase 1ª Tesalonicenses 4:13-18).

Por lo tanto, existe un destino común a toda la humanidad que es la muerte primera de la que nadie escapa excepto las personas citadas anteriormente. Este destino no es ciego ni fatalista sino natural, y obedece a unas causas que la Palabra de Dios nos descubre: “como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Romanos 5:12; 1ª Corintios 15:21-22). Esta muerte, aunque cierta, no es definitiva, pues queda la promesa de Dios de la resurrección de los muertos (1ª Corintios 15:20-24, 51-57) y de la vida eterna (Juan 6:40,47). Son, pues, las acciones malvadas de los hombres las que les ocasionan la muerte y no fuerzas desconocidas. Sin embargo, Dios no ha dejado abandonado y a su suerte al hombre, al destino que el mismo se ocasionó y del que es único responsable, sino que tomó nuestra naturaleza humana y con su muerte destruyó el imperio de la muerte (Hebreos 2:14-18), “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre [Cristo] la resurrección de los muertos (1ª Corintios 15:21).

Hebreos 10:35-39 (Véase además Hebreos 6:17-20): No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; 36 porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. 37 Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. 38 Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. 39 Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.

3. El destino de los malvados

Dios, en su infinita sabiduría y presciencia, ha establecido, que los seres humanos escojan a lo largo de esta vida a quien quieren obedecer o servir, si al pecado para muerte o al Evangelio para justicia y vida eterna (Romanos 6:16-23). Luego, aparte del destino común, existen otros dos destinos totalmente opuestos e incompatibles entre sí: la muerte segunda que es eterna en sus consecuencias, para los malvados (Apocalipsis 2:11; 20:14; 21:8), y la vida eterna para los santificados en Cristo Jesús. La elección de seguir por el camino del pecado, satisfaciendo los deseos de la carne (nuestra naturaleza no convertida al Señor) lleva indefectiblemente al primer destino citado. Por el contrario, la obediencia al Evangelio mediante la fe en Cristo, conduce a la vida eterna y al paraíso que Dios tiene reservado para los que le aman (Romanos 2:5-11).

Romanos 2: 5-11: “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, 6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: 7 vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, 8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; 9 tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, 10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; 11 porque no hay acepción de personas para con Dios.”
Apocalipsis 2:11: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte.
Apocalipsis 20:14: “Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. 15 Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.
Apocalipsis 21:8: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.

4. El destino de los cristianos

El cristiano no cree en la existencia de fuerzas desconocidas que irremisiblemente le atraigan a un cierto, ciego y fatal destino al que necesariamente será arrastrado o conducido con independencia, o en contra, de su voluntad. Por el contrario, en su proceso de conversión llega a ser consciente que ha sido su propia voluntad carnal (inconversa) la que le aleja o separa de Dios por hacer las obras carnales (Gálatas 5:19-21) que se oponen a las del Espíritu (Gálatas 5:22-25).

Mientras uno no nazca de nuevo (Juan 3:5), muriendo el viejo hombre carnal (Col 3:4,5, Efesios 4:22-24) para convertirse en una nueva criatura en Cristo (2ª Corintios 5:17), de alguna manera será enemigo de Dios “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; (8) los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Romanos 8:7,8).

Los seres humanos antes de convertirse a Cristo, son realmente esclavos del pecado porque su voluntad les lleva a cometerlo (Juan 8:34). Esta voluntad obra de forma natural siguiendo sus inclinaciones pecaminosas pero sin ser coaccionada por ninguna fuerza exterior. Por eso Jesús dijo: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. […] (36) Así que si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:31,32, 36). La persona más libre no es la que hace todo lo que le viene en gana sino aquella que por el Espíritu que ha recibido por gracia de Dios hace con su voluntad regenerada la voluntad de Dios.

Ahora podemos entender mejor a San Pablo, cuando afirma que si obedecemos al Evangelio o sea la Palabra de Dios que es la verdad (Juan 17:17) entonces somos libertados del pecado (liberados de la esclavitud del pecado) y hechos esclavos de la justicia que es en Cristo Jesús (Romanos 6:17).

Romanos 6: 16-23: ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? 17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina [el Evangelio] a la cual fuisteis entregados; 18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.19 Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. 20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. 21 ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. 22 Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

El destino del cristiano –en su adecuada acepción de meta, punto de llegada– está predestinado por Dios, pero para alcanzarlo es necesario que reconozca su impotencia y se acoja a Su gracia, siguiendo el camino, la verdad y la vida que es Cristo (Juan 14:6), y viva de acuerdo, coherentemente y en obediencia a la Palabra de Dios. De esta manera, el cristiano será conducido a conseguir la santidad, sin la cual nadie verá al Señor (Hebreos 12:14). Es decir, nuestro carácter debe ser idóneo y adecuado para vivir en el Paraíso en compañía de un Dios tres veces santo. No obstante, los cristianos no confían en sus propias fuerzas, reconocen que por sí mismos no puede alcanzar ese objetivo. Por eso dice la Sagrada Escritura, el justo por la fe vivirá (Romanos 1:17). Su confianza está puesta en Dios que “los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su de su Hijo” (Romanos 8:28-30).

Romanos 8:28-30: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. 29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.

Llegados a este punto podemos preguntarnos ¿Dónde se ubicará o estará el Paraíso de Dios para los salvos, en el algún lugar remoto del espacio al que llamamos Cielo o en el planeta Tierra? La Biblia habla de ambos sitios.

Por la afirmación de Jesús en el Evangelio de Juan podemos deducir que será en el Cielo:

Juan 14:2-6: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. 4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. 5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? 6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”

Algunos creen que unos cristianos irán al Cielo y otros se quedarán en la Tierra, pero en mi opinión eso no tiene base bíblica, “porque no hay acepción de personas para con Dios” (Romanos 2:11).

Aunque en el siguiente texto, San Pablo está refiriéndose al cuerpo del ser humano, también cabe interpretar que nuestro futuro destino o morada eterna está en “los cielos”:

2ª Corintios 5:1: Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.

Luego tenemos el testimonio de la visión del apóstol Juan de Apocalipsis 21, que nos habla de un cielo nuevo y una tierra nueva, que no se parecerá a nuestro actual planeta:

Apocalipsis 21:1-4: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. 2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. 3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.”

En la siguiente visión de este mismo capítulo Juan ve a “la esposa del Cordero”, la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, que es descrita con todo lujo de detalles (Véase Apocalipsis 21:9-27).

Apocalipsis 21:22-27: Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. 23 La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. 24 Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. 25 Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. 26 Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. 27 No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.

En Apocalipsis 20:4 se habla de mártires (almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús) que “vivieron y reinaron con Cristo mil años”.

Más adelante, en Apocalipsis 20:7-10, cuando los mil años pasaron se narra un conflicto o batalla entre las naciones capitaneadas por Satanás que “rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.” (Apocalipsis 20:9). Todo esto parece evidente que sucede en la Tierra cuando se pone fin por parte de Dios a los malvados y al diablo que los engañaba (Apocalipsis 20:10). El “campamento de los santos” y “la ciudad amada” están en la Tierra. ¿Es la ciudad amada la nueva Jerusalén?

5. Conclusión

Lo importante que necesita saber el cristiano es que su destino es la salvación para vivir  eternamente con Dios el Padre y su Hijo Jesucristo en un Paraíso, ya sea ubicado en la Tierra o en el Cielo, o primero en el Cielo y luego trasladado a la Tierra. Lo esencial no es dónde viviremos sino el alcanzar la vida eterna, “y la santidad sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).

Para no extraviarnos en nuestro deambular en esta tierra, es imprescindible saber a dónde vamos, y conocer el camino. Nadie podrá alegar ignorancia en el día del juicio final. Dios se ha revelado, se ha hecho carne en Jesucristo y nos ha mostrado el único camino que conduce a la salvación, el cual es Cristo:

Juan 14:6: Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”

La evidencia nos dice que todos tenemos que morir algún día, pero este destino no es ciego ni fatalista sino natural, y obedece a unas causas que la Palabra de Dios nos descubre: “como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Romanos 5:12; 1ª Corintios 15:21-22).

Notemos que la Palabra inspirada nos da dos causas de por qué los seres humanos tienen que gustar la primera muerte. La primera causa fue el primer pecado de Adán, pecado de rebeldía y menosprecio a Dios, del que no somos responsables, pero que heredamos; por este hombre entró la muerte en el mundo. Y la segunda razón que da el texto es que “la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.”.

Los seres humanos son impotentes para vencer al pecado y a la muerte. Si Dios no hubiera intervenido encarnándose en Cristo en un momento de la historia de este mundo, nuestro destino hubiese irremisiblemente la muerte y destrucción eterna, como lo prefigura el fin del mundo antediluviano. El pecado no puede ser vencido desde el exterior, por ninguna ley ni por ninguna acción que el hombre pudiera hacer. Fue necesario que Dios se involucrara en la persona de Cristo enviándolo al mundo para que “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.” (2ª Corintios 5:21). Pero veamos también el siguiente texto que abunda en lo mismo:

Romanos 8:3-7: Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. 6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. 7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

Magistralmente, San Pablo describe el maravilloso Plan de salvación de Dios para la humanidad perdida. Si bien la condenación y la muerte vinieron por un hombre, Adán, ahora por otro hombre, Cristo, vienen la justicia y la vida eterna.

Romanos 5:15-19: Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo. 16 Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. 17 Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. 8 Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. 19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.

Un fuerte abrazo

Bendiciones

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com

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Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


 

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Carlos Aracil Orts

Introducción

Le agradezco el comentario que me envió sobre mi artículo titulado “Estudio 1. Estado de los muertos”, en el que objetaba que dado que el contexto de los versículos de Eclesiastés 9: 5, 6 se refieren a lo que ocurre «debajo del sol», por tanto, no se debía extrapolar a lo que sucede en el cielo. A continuación, trato de responderle.

Puesto que Eclesiastés 12:7 dice que …”el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio”, son muchos los que piensan que este espíritu que va a Dios es algo más que el aliento o hálito de vida, el principio de vida que sólo lo posee el Creador para dar animación a un ser viviente (Génesis 2:7, Eclesiastés 3:19, Juan 6:63, o Apocalipsis 11:11: “Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron.”)

La mayoría de la cristiandad cree que el espíritu o el alma, que es inmortal, tiene vida consciente en sí mismo. Sin embargo, creer esto conlleva muchos problemas y contradicciones, entre ellos que eso supondría que tanto los malvados como los piadosos van a la presencia de Dios cuando mueren, puesto que todos los espíritus regresan o vuelven a Dios que les proporcionó la vida. La Biblia no dice en ningún lugar que el espíritu tenga vida consciente en sí mismo, sino todo lo contrario, como lo demuestran numerosos textos. por ejemplo:

Eclesiastés 9:5-6 (ver también 9:10)

“5 Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. 6 También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol. “»

Salmo 146:4

“Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra; En ese mismo día perecieron sus pensamientos.

Salmo 6:5

“Porque en la muerte no hay memoria de ti; En el Seol, quien te alabará”?

Salmo 104:29

“Escondes tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo.”

Salmo 115:17

“No alabarán los muertos a JAH, ni cuantos descienden al silencio.”

¿Qué sentido tendría que la Biblia afirme tajantemente, una y otra vez, que los muertos no piensan, ni tienen memoria, ni pueden alabar o maldecir a Dios?

Aunque ello es evidente, la Biblia lo remarca, revelando que no hay vida después de la muerte hasta la resurrección. Por eso declara, lo que nuestra experiencia y sentidos comprueban, para que no imaginemos que ya hay vida humana consciente en el cielo.

En mi opinión, estas afirmaciones de la Palabra de Dios son claras y tajantes y no dejan lugar a dudas. Por tanto, no cabe decir que el contexto de los versículos citados del libro de Eclesiastés sea «debajo del sol», pues, ¿en qué otro lugar va a ser?

El hecho es que todos los textos citados declaran que los muertos no saben nada de que pasa «debajo del sol» (versículos 3 y 6), esto es en la tierra, ya que en el cielo, el espíritu no tiene vida consciente, porque el ser humano, es un alma viviente (1ª Corintios 15:45), cuerpo más hálito de vida. Cuando se va ese hálito a Dios que lo dio, ya no queda vida, por tanto, no hay pensamientos, ni alabanza, ni nada que tenga que ver con lo que entendemos por vida humana consciente.

¿Qué significa esto? Que nunca más podrán intervenir en los asuntos de la tierra. Que los muertos no pueden comunicarse con los vivos, ni pueden hacer obra alguna. Tampoco piensan, ni tienen memoria, ni pueden amar, ni odiar, etc. ¿Por qué? Sencillamente, porque esas funciones corresponden a los vivos, y si los muertos pudieran hacer algo así, simplemente, no estarían muertos, tendrían algún tipo de vida.

Me podéis decir, si, de acuerdo, ellos [los muertos] están muertos para el planeta tierra, pero pueden vivir en el cielo, o en otro lugar menos placentero, sin el cuerpo. Ello equivaldría a demostrar mediante la Biblia lo siguiente:

a) El espíritu del ser humano tiene vida en sí mismo, es decir, desencarnado o fuera del cuerpo.

b) Además, este espíritu debe ser una entidad consciente, que pueda desarrollar la vida independientemente del cuerpo. Lo que es lo mismo, que no necesite el cuerpo para nada. Lo que incluso redundaría en una mayor libertad, salvado de todas las limitaciones del cuerpo material. Lo que nos llevaría a preguntarnos para qué queremos un cuerpo, si podemos vivir una vida superior fuera del cuerpo cuando morimos. Y también desearíamos morir cuanto antes, porque nos sentiríamos mejor.

c) El espíritu o el alma del ser humano es inmortal.

¿Acaso es lógico o posible, deducir de Eclesiastés 9: 5, 6 que hay vida después de la muerte en algún lugar fuera del sistema solar?

Dios no dice:”…No moriréis” (Génesis 3:4,5), sino es Satanás quien hace esta afirmación. Al igual que Eva, que fue seducida por la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás..”(Apoc. 20:2), y creyó que no moriría sino que sería como Dios, también nosotros podemos dejarnos convencer por el padre de la mentira, y aceptar que existe vida después de la muerte, aparte de la resurrección de los muertos. La Palabra de Dios es tajante: “…Porque en el Seol [en el N.T se llama Hades, ambos significan la sepultura], adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.” (Eclesiastés 9:10; ver también Hechos 2:27, donde se demuestra que Hades y Seol son lo mismo, y Hechos 2:34: “Porque David no subió a los cielos…)

Conclusión

La Biblia, -a diferencia de la interpretación que hacen la mayoría de las religiones tanto evangélicas como la Católica que enseñan que el alma o espíritu es inmortal y que va al cielo o al infierno, y que por tanto, existe una vida consciente después de la muerte-, siempre habla de muerte y de segunda muerte (Apocalipsis 20:13,14; 21:8, etc.), y que sólo hay vida para los muertos, a partir de la venida de nuestro Señor Jesús en gloria (1ª Corintios 15; 1ª Tesalonicenses 4:13-18), cuando se produce el milagroso evento de la resurrección de los muertos.

La Biblia distingue entre alma (Nephesh, psujé) y espíritu (ruach, pneuma), por tanto, lo primero debe ser aclarar estos términos. El alma es la vida, la persona entera, cuerpo más espíritu. Los que vivimos somos almas vivientes, como dice la Escritura (1ª Corintios 15:45: Génesis 2:7). Cuando uno muere se deja de ser un alma, se es sólo un cuerpo porque ya no se tiene el espíritu. El espíritu es el que da vida (Juan 6:63). Además, las palabras originales ruach (A.T y, pneuma (N.T.), significan aliento de vida, hálito de vida, en definitiva, el principio de vida del Creador, que produce la vida en un cuerpo diseñado por Él para recibirla. Sin embargo, en ningún sitio de la Escritura se demuestra que ese aliento de vida o espíritu, tiene capacidad para albergar el intelecto, la conciencia, la afectividad, etc., en definitiva, sólo un cerebro vivo tiene la capacidad de canalizar las funciones de la vida humana.

Eclesiastés 12:7: “Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” no prueba, en absoluto, que el espíritu es una entidad consciente con vida individual desencarnada. Ya hemos visto que este espíritu es el principio de vida, prerrogativa del Creador, y que puede significar, además, la individualidad de la persona que queda depositada en la memoria de Dios, guardada para aquel día de su venida gloriosa en que recobrarán la vida los muertos mediante la resurrección.

La Biblia revela que sólo Dios es inmortal (1ª Timoteo 1:17), las demás criaturas dependemos del poder del Dador de la Vida para recibir la vida eterna. También hay que entender que las palabras alma y espíritu tienen también otros significados, y que a veces se emplean en la Biblia para referirse a la persona entera. La persona entera, es decir un alma viviente, se manifiesta bajo tres dimensiones, según 1 Tesalonicenses 5:23: “..y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”, es decir, siguiendo, el mismo orden, un ser humano vivo, tiene una naturaleza espiritual que le permite relacionarse con Dios y con las cosas espirituales, un alma que representa las funciones más elevadas del ser humano, su función pensante y afectiva, y todo eso soportado y canalizado mediante la parte física que es el cuerpo que dispone de todos los órganos y sistemas necesarios para el desarrollo de la vida.

No he pretendido ni puedo pretender aclarar todos los puntos. No obstante, he dedicado varios estudios a esta doctrina del estado de los muertos, que he publicado en esta misma página.

Quedo a su disposición, rogando que nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, siga bendiciéndole en toda obra buena que lleve a cabo.

¿La resurrección de vida y la de juicio serán simultáneas?

Versión 09-08-2011

Carlos Aracil Orts

1.  Introducción*

Estimado hermano en Cristo, primero de todo agradecerle que haya visitado mi Web y contactado conmigo. Me complace enormemente que le sean útiles mis publicaciones. Siento la curiosidad de saber cómo pudo usted encontrar mi modesta Web, de entre la inmensidad de Internet.

A continuación, en el cuerpo de este estudio bíblico, voy a tratar de responder a su siguiente pregunta:

«Me gustaría saber si estamos en la primera o segunda resurrección. Gracias.» G. Manzanares S

A lo largo del estudio, comprobaremos que la Sagradas Escrituras relacionan el evento de la segunda venida de Cristo en gloria, con la resurrección y el juicio, de manera que Él, al momento de aparecer en el cielo, llama a los santos a la vida eterna. Por tanto, la resurrección de ellos se produce inmediatamente en respuesta al llamado de Cristo. La Escritura repite en varios sitios que esta venida será visible por muchos: “…verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gloria.” (Mateo 24:27,30); “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron;…” (Apocalipsis 1:7; Véase además Mateo 25:31; Lucas 21:27; Hechos 1:9-11).

El Nuevo Testamento (NT) describe claramente que cuando Cristo aparece en las nubes del cielo, llama a sus santos muertos a resurrección de vida eterna, y junto con los santos que estén viviendo en el mundo en ese momento, serán previamente transformados en cuerpos inmortales y trasladados a su presencia (1ª Tesalonicenses 4:13-18). Sin embargo, no determina con la misma claridad, si la resurrección de los malvados se produce al unísono con la de los salvos o posteriormente. Jesucristo y San Pablo nunca hablan de primera y segunda resurrección, sino que se refieren a la resurrección como un evento único que infaliblemente se producirá en el futuro. Mientras que Jesús distingue entre resurrección de vida y de condenación o juicio, Pablo habla de resurrección de justos e injustos. Pero ambas declaraciones son perfectamente entendidas, pues no plantean dudas, ya que se refieren a la misma resurrección: de vida, para los justos, y de juicio para los injustos. Luego no hay contradicción sino que los aspectos descritos en ambos casos se complementan, permitiendo obtener mayor conocimiento de las finalidades de ambas resurrecciones (véase Juan 5:28,29; Hechos 24:15).

Juan 5:28,29: No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; 29 y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.

Hechos 24:15: “Teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos.

Cuando Jesús respondió la pregunta sobre la resurrección que le hicieron algunos saduceos, ratifica la certeza de este evento futuro, y se refiere a una única resurrección efectiva: la que salva y proporciona vida eterna (Véase Lucas 20:27-38). Solo hay un texto en la Biblia que habla expresamente de la primera resurrección, y este es Apocalipsis 20:6, pero ninguno que denomine a la resurrección de los injustos, segunda resurrección.

Apocalipsis 20:6: Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.

Todo esto es lo que intentaremos explicar más detalladamente, hasta donde se nos ha revelado, y según nuestro conocimiento actual de la Biblia.

2. Dos resurrecciones: la de los santos y la de los impíos

Según mi entendimiento de la Biblia no estamos ni en la primera ni en la segunda resurrección. Porque estar en la primera resurrección significaría que ha llegado el tiempo de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo, que es cuando se produce la resurrección de los muertos (1ª Tesalonicenses 4:13-18). Por deducción lógica, mucho menos podemos estar en la segunda resurrección, pues ésta nunca puede venir antes de la primera, pues entonces no sería segunda. La segunda resurrección podrá producirse a continuación, o al cabo de un determinado periodo de tiempo o  simultáneamente con la primera, ¿por qué no? En este último caso, el adjetivo ordinal no indicaría el orden de sucesión sino la naturaleza diferente de las mismas, y con el único objeto de distinguirlas por ser su finalidad totalmente distinta: La primera resurrección tiene por objeto dar vida eterna a los santos en Cristo, y la segunda tiene como finalidad el que reciban el juicio condenatorio y la muerte eterna los malvados o impíos(Juan 5: 24-29). Leamos los textos citados:

Juan 5:24-29: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. 25 De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. 26 Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; 27 y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. 28 No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; 29 y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.

1ª Tesalonicenses 4:13-18: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. 14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. 15 Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. 16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. 18 Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.

Ahora, mientras dura la vida del hombre, es cuando se debe escuchar y obedecer por fe la Palabra de Dios, a fin de participar en la resurrección para vida eterna, la que se refiere San Pablo en 1ª Corintios 15: 51-57.

1ª Corintios 15:51-57: He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, 52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 53 Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. 54 Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. 55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? 56 ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. 57 Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

La resurrección a la que se refieren los textos anteriores es, naturalmente, la de los que han alcanzado la justicia de Cristo. Es decir, los que han sido justificados por la fe en el Salvador (justificados son todos los salvados por aceptar el sacrificio de Cristo, o sea, los que aceptan que Él haya recibido la pena que corresponde a los pecadores, por todos los pecados que ellos han cometido a lo largo de toda su vida). Pablo hace énfasis de que solo la resurrección de Jesucristo, un evento sucedido en el pasado, hace unos dos mil años, ha hecho posible que los creyentes puedan participar de esa misma resurrección en el futuro:  “Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.” (1ª Corintios 15:23).

1ª Corintios 15:20,23-26: Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. […] 23 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. 24 Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. 25 Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. 26 Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.

El evangelista Mateo relata que, en el mismo instante que Cristo exhaló su espíritu (Mateo 27:50), es decir cuando se consumó su muerte en la cruz, se produjeron varios acontecimientos, como que “…el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; 52 y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; 53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.” (Mateo 27:51-53). Notemos que esa resurrección de muchos cuerpos de santos ocurrió “después de la resurrección de él” [Cristo], como consecuencia de su victoria sobre la muerte, el pecado y el diablo, como un anticipo de lo que sucederá al final del mundo, en su segunda venida, y con el objetivo de mostrarnos fehacientemente la certeza de su victoria y de la promesa de salvación, para que, en adelante, confiáramos plenamente en Él, y en su poder sobre la muerte. En la Palabra de Dios encontramos muchos casos de muertos que son resucitados pero que sus cuerpos no son transformados en incorruptibles e inmortales, como el de Lázaro (Juan 11:11,13,14, 43, 44), la hija de Jairo (Marcos 5:39-43), o el hijo de la viuda de Naín (Lucas 7:12-17). Con toda seguridad, todos estos resucitados volvieron a morir cuando les volvió a llegar su hora. La Santa Biblia no desvela si los muertos que salieron de los sepulcros con motivo de la resurrección de Jesús fueron resucitados con cuerpos celestiales, incorruptibles e inmortales. Lo que parece indicarnos que se trata de resucitados de las mismas características que Lázaro y otros.

Aún así ¿por qué no deberíamos considerar el evento de la resurrección de muchos cuerpos de santos, que ocurrió en el tiempo de la resurrección de Jesús, como la primera resurrección?

Sencillamente porque toda la Palabra de Dios es muy clara al afirmar que la resurrección y el cumplimiento de la promesa de Dios de vida eterna a los redimidos se realizan cuando Cristo venga con poder y gran gloria al final del mundo (Lucas 21:27; Juan 14:3; Hechos 24:15; 1ª Tesalonicenses 4:13-18, etc.). Es más, Pablo, ya en su tiempo amonestó a aquellos “que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos.” (2ª Timoteo 2:18).

Por lo tanto, la resurrección de los muertos es un evento que la Biblia ubica, sin lugar a dudas, en el futuro, cuando el Señor Jesús aparezca en las nubes en su segunda venida, desde donde llamará a los santos muertos para resucitarles, dándoles un cuerpo celestial, incorruptible e inmortal. Al mismo tiempo, los cuerpos carnales y mortales de los creyentes que en ese momento del fin del mundo actual permanezcan con vida serán transformados en cuerpos espirituales e inmortales. Nada diferenciará a  ambos grupos, que siendo igualmente herederos del Reino de los Cielos, serán arrebatados hasta encontrarse con su Salvador en lo alto del cielo. Cristo no baja a la Tierra en su segunda venida sino que nos lleva al cielo. Esto concuerda con lo que, según el Evangelio de Juan, dijo a sus discípulos:

Juan 14:1-3: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

Y también lo siguiente que dijo Pablo a los Filipenses:

Filipenses 3:20: Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.

3. ¿Son resucitados los justos e injustos al mismo tiempo cuando Cristo aparece en el cielo por segunda vez?

Lo que caracteriza a la así llamada segunda resurrección (la de los impíos), como ya hemos dicho, no es el momento en que se produce sino su finalidad y las consecuencias que conlleva ser participante de ella. Los cuerpos resucitados en esta segunda resurrección siguen siendo carnales y mortales, a los que se les vuelve a la vida solo para que reciban el juicio y el castigo merecido por las obras malas que hicieron durante su vida, antes de su muerte. Parece obvio que todos los malvados, de todas las épocas, que murieron antes del regreso en gloria de Cristo, si han de recibir el juicio condenatorio y castigo correspondiente, necesariamente, han de volver a la vida, aunque sea por corto tiempo para ser juzgados y recibir la pena de la segunda muerte que es definitiva y eterna (Apocalipsis 2:11; 20:6; 20:14; 21:8). Pues la condición indispensable para morir por segunda vez es haber estado muerto y haber vuelto a vivir por medio de la resurrección para juicio o condenación de la que habló Jesús, según el texto de Juan 5:29, citado antes. ¿Cuándo sucede esto? La resurrección de los creyentes, es decir, los santos en Cristo, el NT no deja lugar a dudas que se produce cuando Él venga en gloria en su segunda venida, al fin del mundo, “en el día postrero” (Véase Lucas 20:35,36; Juan 6:39-40,44; 11:24; 1ª Corintios 15:51-56; 1ª Tesalonicenses 4:13-18).

En mi opinión, de lo que declaran, Jesús, acerca de la resurrección de vida y resurrección de condenación o juicio (Juan 5:28,29), y Pablo referente a la resurrección de justos e injustos (Hechos 24:15), solo se puede inferir que con toda certeza ocurrirán en el futuro esas dos clases de resurrección, pero no es posible deducir, con toda seguridad, de sus declaraciones, que ambos tipos de resurrección necesariamente acaecerán, simultáneamente en el tiempo, cuando Cristo venga en gloria. Solo está admirablemente claro en 1ª Tesalonicenses 4:13-18, que cuando aparece Cristo en las nubes, los santos, tanto los muertos resucitados como los sobrevivientes, son transformados en seres con cuerpos celestiales e inmortales y trasladados al encuentro con Cristo en el cielo. Pero nada se dice del momento en que se lleva acabo por Cristo la resurrección de los impíos.

Sin embargo, si hay vívidas descripciones en el NT, especialmente en Apocalipsis, sobre una gran convulsión y cataclismo jamás conocido por la humanidad que se producirá en nuestro planeta Tierra, poco antes y durante la segunda venida de Cristo. Según narra el apóstol Pedro, “el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. 11 Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, 12 esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! 13 Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.” (2ª Pedro 3:10-13).

Por tanto, la cuestión importante no es saber con certeza si la resurrección de los malvados se produce al mismo tiempo que la de los salvos, o por el contrario exista un intervalo de tiempo entre ambas. Lo verdaderamente importante es que cuando Cristo vuelva en gloria nos halle siendo fieles a la verdad, justificados por su muerte redentora y santificados por su gracia, y así formar parte de los santos que serán rescatados del infierno en que se habrá convertido esta tierra, los cuales serán librados de sufrir los eventos que sucederán al fin del mundo y que los siguientes textos narran con tremendo dramatismo:

2ª Tesalonicense 2:7-12: Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. 8 Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; 9 inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, 10 y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. 11 Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, 12 a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.

Apocalipsis 6:12-17: Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; 13 y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. 14 Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. 15 Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; 16 y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; 17 porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?

Apocalipsis 11:18Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.

2ª Tesalonicenses 1:7-10: “y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, 8 en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; 9 los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, 10 cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros).”

4. Conclusión

De lo que declaran, Jesús, acerca de la resurrección de vida y resurrección de condenación o juicio (Juan 5:28,29), y Pablo referente a la resurrección de justos e injustos (Hechos 24:15), podemos inferir que con toda certeza ocurrirán en el futuro esas dos clases de resurrección, pero no es posible deducir, con toda seguridad, de sus declaraciones, que ambos tipos de resurrección necesariamente acaecerán, simultáneamente en el tiempo, cuando Cristo venga en gloria. Solo está admirablemente claro en 1ª Tesalonicenses 4:13-18, que cuando aparece Cristo en las nubes, los santos, tanto los muertos resucitados y como los sobrevivientes, son transformados en seres con cuerpos celestiales e inmortales y trasladados al encuentro con Cristo en el cielo. Pero nada se dice del momento en que se lleva acabo por Cristo la resurrección de los impíos.

No obstante, el hecho de que los textos bíblicos citados expresen la idea de una resurrección general, como si de un solo evento se tratase, también podría entenderse como que ambos tipos de resurrección suceden simultáneamente, los malvados son resucitados al tiempo que los santos, y la diferencia está en que estos son transformados y llevados al cielo, y por el contrario, aquellos quedan con la sola expectativa del juicio y la segunda muerte, lo cual fácilmente se sobreentiende, aunque no haya mención expresa de la Palabra de Dios en esos textos, pero sí en otros que fijan con claridad el destino de los injustos. Por ejemplo, en Apocalipsis 1:7, el apóstol Juan afirma: “He aquí que viene [Cristo] con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron;…” . De aquí, podemos deducir, que si todos verán la segunda venida de Cristo, incluso “los que le traspasaron”, esto abarca no solamente aquel soldado romano que remató a Jesús con su lanza cuando ya estaba muerto, con el solo fin de asegurarse que no hubiera ninguna posibilidad de que sobreviviera después del terrible tormento de la cruz; sino que se refiere a todos los dirigentes judíos y parte del pueblo, que le habían rechazado y condenado a esa muerte tan infamante y horrenda, y por extensión a todos los que continuamente le traspasan con su impiedad, incredulidad y dureza de corazón. Para que todos ellos pudieran ver venir a Cristo en las nubes, es obvio que tuvieron que ser resucitados previamente. Esta será la resurrección para juicio y condenación.

Otro argumento a favor de la simultaneidad de las resurrecciones podría deducirse del texto de Mateo 25:31-46, en el que Jesús se refiere al futuro juicio final sobre todas las gentes de la Tierra.

Mateo 25:31-46: Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, 32 y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. 33 Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. 34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. […] 46 E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.

Aunque en este caso no habla de resurrección, se sobreentiende que la ha habido previamente. Nótese que el juicio de las naciones se lleva a cabo “cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria”.

Sin embargo, algunos textos considerados aislada y literalmente como los de Apocalipsis capítulo 20, podrían dar a entender, que la resurrección de los impíos se produce un periodo de mil años, simbólicos o literales, después de la primera resurrección. Sin que vayamos a entrar en el tema del Milenio, que corresponde a otro estudio, ya publicado en esta misma Web, no podemos dejar de analizar los siguientes textos que mostramos a continuación:

Apocalipsis 20:5-10: (5) Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. 6 Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años. 7 Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, 8 y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. 9 Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. 10 Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

El texto de Apocalipsis 20:6, es el único en todo el NT, que menciona una primera resurrección, que tiene la particularidad que todo aquel que participa en la misma, será feliz y santo porque “…la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que reinarán con él [Cristo] mil años”. No obstante, está claro que esta resurrección no puede ser otra que la de los justos, porque es la única que los que la reciben quedan inmunes de la segunda muerte, o sea, que nunca podrán ser afectados por ella; y como demuestran los textos bíblicos citados es llevada a efecto por Cristo en su segunda venida.

En primer lugar, deberíamos preguntarnos ¿quiénes forman parte de “los  otros muertos” [que] “no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años” (Apocalipsis 20:5)?

Parece claro que si se trata de muertos literales es porque todavía están pendientes de ser resucitados. No pueden ser candidatos a la primera resurrección puesto que  ella solo corresponde a los salvos y estos ya están reinando con Cristo en el cielo. “Los otros muertos” que vuelven a vivir, es decir, son resucitados, no pueden ser otros que todos los malvados de todas las épocas, incluso los que vivían cuando Cristo vino en las nubes y pudieron verle, y fueron muertos por el fuego consumidor que emana, para los malvados, de la presencia de Cristo (2ª Pedro 3:7,10,12,13, 2ª Tesalonicenses 1:7,8).

En segundo lugar ¿Qué ocurrió en la Tierra después de que Cristo recogiera a los salvos de todo el planeta y de todas las épocas? ¿Quiénes quedan en la Tierra?

Si la Tierra fue destruida por el fuego como profetiza el apóstol Pedro y Juan en el Apocalipsis, ningún tipo de vida quedará en ella. La Tierra estaría vacía y desierta durante esos mil años ¿no es así? Por lo que Satanás no tendría ocasión de engañar a nadie. Al cabo de los mil años, si consideramos la literalidad, los santos descienden del cielo junto con la Jerusalén celestial. Entonces, es cuando son resucitados todos los malvados de todas las épocas, y Satanás aprovecha de nuevo la ocasión para volverlos a engañar e inducirles a que destruyan a los santos y a la ciudad santa.

Apocalipsis 20:7-10: Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, 8 y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. 9 Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. 10 Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

Dios hace descender fuego del cielo sobre todos los que intentan destruir a sus santos. Él Ha hecho justicia y ha extirpado el mal definitivamente del Universo. Ahora reina la paz, el bien y el amor en todo él. Dios recrea el planeta Tierra o lo restaura para que sea el paraíso donde vivan por la eternidad los seres humanos:

Apocalipsis 21:1-7: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. 2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. 3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. […] 7 El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com

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Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


 

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Versión 26-11-12

Carlos Aracil Orts

1.  Introducción*

 

Estimado hermano Elvis, las siguientes cuestiones que me plantea son muy interesantes:

“¿Qué conocimiento de la resurrección de los muertos tenían algunos personajes bíblicos del Antiguo Testamento como Job y El Predicador?

¿Alcanzaban ellos a concebir una redención del hombre para vida eterna, algún nuevo nacimiento de alguna forma, o definitivamente no, porque en Hebreos nos habla de que los patriarcas y otros personajes si lo vislumbraban por la fe?”
(Elvis)

Debemos tener en cuenta que el Antiguo Testamento (AT) es revelado por el Espíritu Santo a los profetas durante un espacio de tiempo de unos mil años. Esa Revelación es progresiva. En el Nuevo Testamento (NT), con Jesús y los apóstoles se llega a la totalidad de la Revelación, de tal manera que nadie puede quitar ni añadir nada a ella (Apocalipsis 22:19).

Lógicamente, el pueblo del AT no disponía de una revelación específica y detallada sobre el destino de los muertos. Pero no cabe duda que todos los patriarcas tenían la esperanza de que con la muerte no terminaba todo, sino que Dios era poderoso para devolver la vida y que algún día restauraría el Paraíso que perdió Adán y Eva.

En el cuerpo de este estudio bíblico analizaremos los siguientes textos, que prueban que todos los patriarcas, Job y Salomón, el Predicador, tenían puesta su esperanza en un Redentor que al final de los tiempos les libraría de la muerte, mediante la Resurrección:

Job 19:25-27: Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo;  (26)  Y después de deshecha esta mi piel,  En mi carne he de ver a Dios;  (27)  Al cual veré por mí mismo,  Y mis ojos lo verán, y no otro,  Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.

Lucas 20:37-39: Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.  (38)  Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.  (39)  Respondiéndole algunos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho.

Hebreos 11:13-19: Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. (14)  Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria;  (15)  pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.  (16)  Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.  (17)  Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, (18)  habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; (19)  pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.

2. ¿Hasta que punto tenían conocimiento de la resurrección de los muertos las personas del AT?

Esta pregunta solo podemos responderla desde la revelación que Jesús y los apóstoles proporcionan en el NT. Porque los cristianos interpretamos el AT a la luz del Nuevo, basándonos en los testimonios de Jesús y sus discípulos. Por ejemplo, en los siguientes textos que cito a continuación, Jesús declara que “en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob” (Lucas 20:37). Luego, es evidente que el pueblo de Israel siempre tuvo la esperanza de la resurrección, puesto que la había enseñado Moisés. Recomiendo siempre que se lea el contexto amplio en el que se inserta el texto esclarecedor de Jesús:

Lucas 20:27-39: Llegando entonces algunos de los saduceos, los cuales niegan haber resurrección, le preguntaron,  (28)  diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muriere teniendo mujer, y no dejare hijos, que su hermano se case con ella, y levante descendencia a su hermano.  (29)  Hubo, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin hijos.  (30)  Y la tomó el segundo, el cual también murió sin hijos.  (31)  La tomó el tercero, y así todos los siete, y murieron sin dejar descendencia.  (32)  Finalmente murió también la mujer.  (33)  En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?  (34)  Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento;  (35)  mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento.  (36)  Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.  (37)  Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.  (38)  Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.  (39)  Respondiéndole algunos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho.

Por otro lado, el autor del libro de Hebreos, posiblemente, san Pablo, ratifica que las gentes creyentes del pueblo de Israel murieron “sin haber recibido lo prometido”  esperando y anhelando la patria celestial (Hebreos 11:13-19). Por tanto, ellos –el pueblo de Israel–, al igual que nosotros los cristianos, también tenían la esperanza que su “ciudadanía estaba en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20). Leamos el texto en su contexto:

Hebreos 11:13-19: Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. (14)  Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria;  (15)  pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.  (16)  Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.  (17)  Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, (18)  habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; (19)  pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.

Con estos textos considero suficientemente probado que el pueblo de Israel, incluso Adán y Eva, inmediato a su misma caída, recibieron la promesa de un Redentor, quien heriría a la serpiente antigua (Génesis 3:1-5; Apoc.12:9; 20:2) en la cabeza, es decir, vencería al pecado, al diablo, y a la muerte (Génesis 3:15). Y, más tarde, a Abraham Dios le renueva la promesa de salvación (Génesis 12:3; 22:18; Gálatas 3:16), que vendría a través de su simiente, “la cual es Cristo” (Gálatas 3:16). Luego, por la fe en ese Salvador, fueron justificados, teniendo la esperanza de la resurrección (Hebreos 11:19).

Hebreos 11:17-19: Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, (18)  habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; (19)  pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir

Gálatas 3:16: Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.

3. “¿Qué conocimiento de la resurrección de los muertos tenían algunos personajes bíblicos del Antiguo Testamento como Job y El Predicador?”

Además de esta interesante pregunta, que puede haber quedado respondida con lo expuesto arriba, usted, estimado hermano, también se hace la siguiente lógica reflexión:

“En el capitulo 14 de Job, él, en su discurso, deja ver que entendía que los muertos no volverían a la vida, que Dios si tiene el poder para volverlos a la vida, pero al parecer el no vislumbra como parte del plan de Dios la resurrección de los muertos para vida eterna, ahora si es así, como encaja este discurso con el de Job Cap. 19:25 pronunciado por el mismo.

En el Caso del Predicador (Eclesiastés) la muerte es su razón de desesperanza, porque para él, si bien entiendo, el hombre después de la muerte no se vuelve a levantar, es vanidad. 

Ahora; en los dos casos se habla específicamente de la relación de la muerte y del hombre natural, terrenal, no nacido del espíritu,  pecador,  cuando dice ¨el hombre nacido de mujer¨ y ¨quien hará limpio a lo inmundo¨. El Predicador lo manifiesta al aclarar que habla acerca del hombre ¨debajo del Sol¨ que es vanidad.” (Elvis).

Analicemos, en primer lugar, si existe contradicción entre lo que manifiesta Job en el capítulo 14 y lo que declara en el capítulo 19 verso 25. Él, en los primeros diez versículos del capítulo citado, describe con verdadero realismo lo efímera que es la vida del ser humano, porque su vida es corta, y su fin es la muerte, y se pregunta, como hacemos todos los humanos, ¿dónde va a parar él; o “dónde estará él?”. Pero la clave está en el versículo 12: “Así el hombre yace y no vuelve a levantarse;  Hasta que no haya cielo, no despertarán, Ni se levantarán de su sueño”. Aquí Job, claramente, demuestra su esperanza en la resurrección. Pero él sabe que ese despertar no sucederá  “Hasta que no haya cielo”. Es decir, hasta que se produzca la resurrección de los muertos, el fin de este mundo, y la instauración de un nuevo mundo, en las moradas celestiales que Jesús ha preparado para todos los que le aman (Juan 14:1-3; Fil. 3:20; Hebreos 11:10; 1ª Tesalonicenses 4:13-18).

La Biblia afirma que los muertos permanecen en un sueño, de total inconsciencia, hasta que son “despertados” (Daniel 12:2; Juan 5:28-29; 11:11-14, 17,25-27; etc.) en la Resurrección, que es realizada por Jesús, en el día del fin del mundo, cuando Él vuelva en gloria (1ª Tesalonicenses 4:13-18). Leamos, también el contexto de Job 14:12:

Job 14:10-15: Mas el hombre morirá, y será cortado;  Perecerá el hombre, ¿y dónde estará él?  (11)  Como las aguas se van del mar,  Y el río se agota y se seca,  (12)  Así el hombre yace y no vuelve a levantarse;  Hasta que no haya cielo, no despertarán,  Ni se levantarán de su sueño.  (13)  ¡Oh, quién me diera que me escondieses en el Seol,  Que me encubrieses hasta apaciguarse tu ira,  Que me pusieses plazo, y de mí te acordaras!  (14)  Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi edad esperaré,  Hasta que venga mi liberación.  (15)  Entonces llamarás, y yo te responderé;  Tendrás afecto a la hechura de tus manos.

Claramente, Job, en el capítulo 19, verso 25, no contradice lo que aseveró en el capítulo 14. Porque él, además, dijo: Todos los días de mi edad esperaré,  Hasta que venga mi liberación. Esa liberación venía de la mano de Su Redentor, en el día de la Resurrección:

Job 19:25-27: Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo;  (26)  Y después de deshecha esta mi piel,  En mi carne he de ver a Dios;  (27)  Al cual veré por mí mismo,  Y mis ojos lo verán, y no otro,  Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.

En el libro de Eclesiastés, el predicador, que no es otro que el rey Salomón, hijo de David, no afirma ni niega la resurrección, sino que se limita, sabiamente a describir –como hacía Job en los primeros versos del capítulo 14– con realismo lo que es la vida humana y la muerte, dejando claro, que nadie podrá hacer nada después de muerto; nos viene a decir, que solamente hay una oportunidad donde se decide nuestro destino, y es en esta vida, porque la muerte pone fin a la vida, es el fin, hasta que Dios devuelva la vida en la resurrección final. No hay, pues, que poner las esperanzas, en supuestas purificaciones del alma o el espíritu en el Purgatorio, ni en sucesivas reencarnaciones como medio de alcanzar la perfección. Todo eso no es bíblico.

Eclesiastés 9:10: Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.

Eclesiastés 9:5-6: Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido.  (6)  También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.

Espero haberle aclarado sus dudas, no obstante, quedo a su disposición para lo que pueda servirle

Afectuosamente en Cristo.

Bendiciones

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com

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Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

 

¿Dónde se ubicará definitivamente el Paraíso?
 
Versión: 30-09-13

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Jorge, muchas gracias por sus palabras, y le deseo igualmente sea bendecido en todo junto con sus familiares.

«Estimado hermano Carlos, un saludo fraternal y deseándole ricas bendiciones espirituales para usted y los suyos. Quiero decirle que he leído varios de sus temas y me han ayudado a comprender muchos puntos de los cuales fui enseñado en diferente manera. Pero soy fiel a la verdad y comprendo que ésta no la maneja un grupo u organización religiosa; ésta se haya en todas partes, quizás como un rompecabezas que tiene que ser juntado. No sigo los preconceptos que alguna vez creí. Por lo tanto le sugiero que usted tampoco, ya sea que le han quedado por haber pertenecido a “x” organización religiosa. Recién he leído el tema: ¿Vivirán los salvados el Milenio en el Cielo o en la Tierra? Siendo éste el mismo punto de vista que antes asimilé como verdad. Aquí le dejo algo para tomar en consideración, espero encuentro un tiempecito para analizarlo.  Gracias por su atención». (Jorge)

Primero de todo, he de decirle que trato de estudiar la Biblia sin ideas preconcebidas; es decir, intento ser imparcial en su lectura, y no me aferro, irracionalmente, a lo que me enseñaron antes de que empezara a estudiar por mí mismo, sino que me fundamento en los textos bíblicos interpretados dentro de su contexto. Posiblemente, muchas veces lo he conseguido; pero entender la Biblia en su totalidad es muy complejo, sobre todo, en lo que se refiere a las profecías del libro de Apocalipsis. En especial, el tema del Milenio ha sido, y es, objeto de mucha polémica y de muy variadas interpretaciones, porque el Milenio solo aparece en el capítulo 20 de Apocalipsis, y, por tanto, no hay posibilidad de contrastar con el resto de libros de la Biblia.

Al parecer, en el pasado, usted, estaba de acuerdo con lo que expresé en el estudio bíblico mencionado arriba. Pero actualmente usted no lo ve tan claro, y duda que contenga la verdad. Todo esto lo supongo e intuyo, pues no me lo dice claramente, sino que se ha limitado a adjuntarme un artículo de dieciocho páginas titulado “¡Jesús jamás prometió el Cielo a su Iglesia!”cuyo autor desconozco pues no lleva firma ni referencia alguna.

He leído detenidamente el mismo y no veo que contradiga, esencialmente, lo que yo digo en mi artículo citado arriba. En resumen, lo que yo afirmo, según mi interpretación de la Biblia, es que, en la Segunda Venida de Jesús en Gloria, “…los muertos en Cristo resucitarán primero” (1ª Tesalonicenses 4:16 úp.), y junto con todas las personas salvas que vivan en ese momento, serán arrebatados o trasladados a “las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1ª Tesalonicenses 4:16-17).

Ahora bien, sabemos, “que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (1ª Corintios 15:50) ¿Qué quiere decir esto? Pues, simplemente, que, previo al encuentro con el Señor Jesús en el aire, “es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1ª Corintios 15:53). Es decir, los salvos vivos son transformados en cuerpos inmortales, pero los santos muertos ya resucitarán incorruptibles, o sea con un cuerpo celestial semejante al de Jesús resucitado, convertido en inmortal; obviamente esto solo les ocurre a los salvos; de los condenados nada se dice aquí.

1 Corintios 15:50-54: Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.  (51)  He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,  (52)  en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.  (53)  Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.(54) Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.

Aunque la Palabra de Dios afirma que habrá dos resurrecciones –una para vida y otra para condenación o juicio (Juan 5:28-29), o bien, la de los justos y la de los injustos (Hechos 24:15)– no necesariamente han de ser simultáneas. Es más, hay un solo versículo en todo el NT que indica expresamente que “los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años” (Apocalipsis 20:5). Obsérvese, que “volver a vivir” implica haber estado muerto y ser resucitado. Pero estos resucitados no son transformados en cuerpos  inmortales, sino con la misma naturaleza de “carne y sangre” que tenían,  y  están destinados a recibir la “segunda muerte” (Apocalipsis 2:11; 20:9,14; 21:8).

Juan 5:28-29: No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;  (29)  y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.

Hechos 24:15: teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos.

En mi artículo, citado antes, llegaba a la conclusión que todos los salvos son transformados –con cuerpos celestiales a la semejanza del de Cristo resucitado–, y trasladados a “las nubes para recibir al Señor en el aire” (1ª Tesalonicenses 4:13-18). A partir de aquí, aunque la Palabra no lo declara expresamente, es lógico deducir que todos los salvos, de todas las épocas, no iban a quedar “en el aire” o “en las nubes” sino que serán conducidos a algún lugar concreto, ya sea en la Tierra o en el Cielo. Puesto que la Tierra habría quedado destruida como consecuencia del juicio de Dios sobre los malvados (2 Pedro 3:7,10,12-13) –y no será restaurada hasta pasado el Milenio– solo algún otro lugar del resto del Universo podría albergar “una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero” (Apocalipsis 7:9).

Por tanto, teniendo en cuenta todos estos eventos futuros revelados por la Palabra de Dios, no es descabellado sacar la conclusión que las moradas celestiales que Jesús fue a preparar (Juan 14:1-3) serán el lugar o habitáculo celestial donde permanecerán durante el Milenio (Apocalipsis 20:1-10), todas las citadas multitudes de salvos; los cuales una vez transcurridos los mil años, serán descendidos a una Nueva Tierra, donde vivirán en la Jerusalén Celestial, o a la luz de ella (Apocalipsis 21). En cualquier caso, el lugar de permanencia definitivo de los salvos será esa Nueva Tierra; pues a “cuerpos celestiales” les corresponde no un planeta terrenal como el que tenemos ahora sino uno celestial como posiblemente será la Nueva Tierra con un Nuevo Cielo.

Apocalipsis 7:9-12: Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos;  (10)  y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.  (11)  Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios,  (12)  diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.

En el cuerpo de este estudio bíblico incidiré en esa interpretación, pero veremos si caben, o son posibles, otras alternativas o posibilidades que pudieran también tener el soporte de la Sagrada Escritura.

2. ¿Cómo describe el Nuevo Testamento al Cielo nuevo y Tierra nueva?

Concuerdo con que “¡Jesús jamás prometió el Cielo a su Iglesia!” –título del artículo aportado por el hermano Jorge–, pero tampoco prometió un planeta Tierra parecido al que todos conocemos, sino que “nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13; Cf. Apocalipsis 21; 22:1-5); es decir, algo muy distinto a lo terrenal que tenemos ahora: una “patria o ciudad celestial” –la Jerusalén celestial– (Gálatas 4:26; Hebreos 11:10, 16; 12:22; Fil 3:20; Apocalipsis 21; 22:1-5).

Filipenses 3:20-21: Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;  (21)  el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.

Hebreos 11:9-10: Por la fe [Abraham] habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa;  (10)  porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Hebreos 11:15-16: pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.  (16)  Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.

Por tanto, el nuevo planeta Tierra donde vivirán los salvos por la eternidad será muy distinto al que conocemos, si atendemos a las descripciones que hace Apocalipsis 21: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más (Apocalipsis 21:1). Pero, además, el siguiente capítulo va mucho más lejos que todo lo que humanamente podíamos imaginarnos, pues declara que “…el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán,  (4)  y verán su rostro…” (Apocalipsis 22:3). Parece claro que el pronombre “ella” se refiere a “ciudad” que aparece en el verso anterior. Y ésta es la Nueva Jerusalén –la Santa Ciudad (Apocalipsis 21:2-3,10; 22:19) o “la ciudad amada” (Apocalipsis 20:9).

Apocalipsis 22:2-5: En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. (3) Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán,  (4)  y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.  (5)  No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.

Contrariamente a lo que imaginé, el artículo que usted me ha enviado apenas menciona el tema del Milenio sino que, en resumen, trata de probar, con muchos textos bíblicos, que el destino de los salvos, que son resucitados en la Segunda Venida de Jesús, no van al Cielo directamente, sino que descienden de inmediato al planeta Tierra donde, acto seguido, reciben su destino eterno definitivo; en cuanto a esto último es algo que ya sabíamos. Lo que no está claro –ni parece ajustado a la Palabra– es que después del arrebatamiento y de recibir al Señor en el aire, Él los lleve de nuevo a la Tierra, pues la Biblia siempre habla de un periodo intermedio de mil años. Además, la Nueva Jerusalén –la santa Ciudad– no desciende a la Tierra hasta después del Milenio, una vez que Dios haya creado “un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar no existía más”  (Apocalipsis 21:1). Si –como parece desprenderse de todos los textos y así lo creen la mayoría de los estudiosos de la Biblia– la Nueva Jerusalén desciende después del Milenio ¿dónde viven los salvos transformados con cuerpos celestiales durante los mil años? ¿Viven acaso en la “vieja Tierra”, pues la Nueva todavía no ha sido creada? En mi opinión, extraer semejante conclusión no estaría en armonía con la Sagrada Escritura.

En relación con lo que dijo nuestro Señor Jesucristo – “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy pues a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:1-3) no veo ninguna incompatibilidad o contradicción en la Biblia, ni tampoco respecto a lo que yo mismo afirmo en el estudio mencionado antes. Pues, tanto si estamos viviendo con Jesús en el Cielo durante el Milenio, como cuando descendamos a la Tierra, “así estaremos siempre con el Señor” (1ª Tesalonicenses 4:17 úp.).

3. ¿Dónde viven los santos durante el Milenio en la Tierra o en el Cielo?

El Milenio es el vocablo que hemos convenido en usar para designar un periodo de tiempo muy concreto y especial de mil años, que se describe solo en el capítulo veinte del libro de Apocalipsis. Este lapso de tiempo de “mil años” se cita seis veces en los primeros siete versículos de este capítulo; lo cual nos da una noción de su importancia, pues se refiere a eventos cruciales que ocurren al inicio, durante y después del mismo. En principio, en cuanto a la cifra del periodo de tiempo cabe interpretarla como simbólica o literal. En el primer caso se trataría de un número indeterminado o indefinido de años, y en el segundo de exactamente mil años –ni uno más ni uno menos. Pero, en cualquier caso, estamos refiriéndonos a un determinado periodo de tiempo en el que se describen eventos importantes que marcan su inicio, su transcurso y su final, los cuales veremos de forma ordenada a continuación.

Sin embargo, lo verdaderamente importante, para no errar en la interpretación, es ubicar el momento de inicio de este singular periodo de tiempo de mil años literales, o un lapso de tiempo indefinido. Para lo cual no se necesita exactitud matemática sino sólo ser capaces de asociarlo a un evento importante, ya sea ocurrido en el pasado –comprobable, por tanto, por formar parte de la Historia–, o, por el contrario, situado en el futuro, algo que acontecerá indefectiblemente según las profecías de la propia Palabra de Dios. Unos consideran que el Milenio transcurre antes de la Segunda Venida de Cristo; y otros, por el contrario, afirman que el Milenio empieza justo después de aquella. Vamos a ver, en primer lugar, que pistas nos da la Biblia sobre cuándo se inicia este periodo de mil años:

Apocalipsis 20:1-10: Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano.  (2)  Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años;  (3)  y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo.

De estos textos podemos fácilmente deducir lo siguiente;

El apóstol Juan, que escribió hacia finales del siglo I d.C., narra lo que Dios le ha mostrado en visión: un ángel del Cielo, que, por tanto, procede de Dios, prende y ata por mil años “al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás” (Apocalipsis 20:1,2). El ángel tiene la llave del abismo que representa la autoridad y poder de Dios para neutralizar al diablo, “para que no engañase más a las naciones, hasta que se fuesen cumplidos mil años” (Apocalipsis 20:3). La forma de conseguir este objetivo, mediante “una gran cadena”, cerrando y sellando el abismo, evidentemente son simplemente símbolos que pretenden presentarnos la realidad de la pérdida de poder del diablo para engañar a las naciones.

El Milenio, empieza, en el momento en que ese evento de naturaleza espiritual ocurre, y, lógicamente, finaliza, al cabo de los mil años –o un periodo de tiempo indefinido si fuera una cifra simbólica– cuando el diablo es “desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20:3 úp.). Pero, ahora, para poder ubicarlo, necesitamos saber si ese acto divino se hizo en el pasado, o todavía está por suceder en un futuro más o menos lejano. Para averiguarlo se requiere interpretar correctamente todo el contexto. Lo que no es fácil, pues, además de la dificultad de sus muchos símbolos usados, a veces, los eventos que se describen en algunos capítulos del libro de Apocalipsis no se presentan con una secuencia cronológica. De ahí que existan variadas y variopintas interpretaciones, que se adaptan a todos los gustos.

Los que interpretan que los “mil años” representan un periodo de tiempo indeterminado –entre ellos los católicos, desde Agustín de Hipona (S. IV)–, se inclinan por hacer coincidir este periodo con la Era Cristiana; desde el momento histórico de la muerte y resurrección de Cristo, que ocurrió hacia el año 30 de nuestra Era, hasta Su Segunda Venida. Esta consideración se debe a que Cristo con su muerte vicaria y resurrección obtuvo la victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo. Ciertamente, la maldad de las obras del diablo quedaron al descubierto y su poder acortado; pero la Iglesia de Cristo fue perseguida primeramente por los judíos, luego por la Roma pagana y finalmente por la Roma católica. El mismo libro de Apocalipsis nos describe –con símbolos fáciles de interpretar para los estudiosos– que “el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17). Veamos un poco de contexto:

Apocalipsis 12:13-17: Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.  (14)  Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.  (15)  Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río.  (16)  Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca.  (17)  Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.

El dragón ya vimos que representa al diablo y “la mujer” simboliza a la Iglesia de Cristo. Esto es una prueba bíblica indudable que el diablo estaba bien suelto, instigando a sus agentes para perseguir y quebrantar a los santos del Altísimo que serían “entregados en su mano hasta tiempo [un año], y tiempos [dos años], y medio tiempo [medio año]«; en total: tres años y medio (Daniel 7:25; Cf. Apocalipsis 12:6); periodo de persecución descrito como 1.260 días (360 días x 3.5 años- Apocalipsis 12:6) o 42 meses (30×42 =1.260 días) (Apocalipsis 13:5); en todos estos casos se trata del mismo periodo de persecución de la verdadera Iglesia de Cristo. Pero hay que tener en cuenta que frecuentemente las profecías bíblicas se dan en días o años proféticos. Un día profético es un año (Números 14:34; Ezequiel 4:6; Cf. Daniel 9:24-27). Por tanto, este largo tiempo de persecución –1.260 años–, del que da fe la Historia, es cumplido asombrosamente por la profecía de Daniel 7:25, y los demás textos citados del libro de Apocalipsis. Este periodo profético de persecución de los santos se inicia con el emperador Justiniano hacia el año 550 d.C. aproximadamente, que reconstruyó el Imperio Romano; y terminó mil doscientos sesenta años (1.260 años) después, cuando el último vestigio del Imperio Romano, la Roma papal fue conquistada por Napoleón Bonaparte (1805-1814 d.C.). Como nuestro asunto es el Milenio no puedo extenderme con más detalles, pero este tema lo trato más ampliamente en los siguientes enlaces:

¿Cuál es la Iglesia de Cristo hoy día?
 El dragón, la bestia, los reinos mundiales y el Reino de Dios

Como las persecuciones de la Roma pagana a los cristianos evidenciaban la tremenda actividad de Satanás y sus agentes humanos, se pensó en ubicar el inicio de los “mil años” en el año 313 d.C., porque fue cuando el emperador Constantino, con el edicto de Milán, puso fin a las sangrientas y crueles persecuciones que sufrían los cristianos, lo que pareció un signo de que el diablo era “atado” (Apocalipsis 20:1-3), perdiendo su poder, o, al menos, parte del mismo.

Fuera ya del mundo católico, existen también los que –considerando igualmente que los mil años es una cifra simbólica que representa un lapso de tiempo indefinido– creen que el llamado Milenio empezó al final de la Edad Media, cuando, después de triunfar la Reforma Protestante, terminó la hegemonía del papado, y sus persecuciones, empezando a establecerse cierta libertad de culto.

Como todos sabemos, la libertad religiosa y de culto es relativamente reciente, pero ha supuesto un gran avance en los derechos humanos. Aunque esto no sucede en todos los países a la vez, es cierto que ahora el pueblo de Dios tiene gran libertad para predicar el Evangelio, si exceptuamos algunas naciones en las que impera la religión musulmana. Y, en este supuesto, ese sería el principio del Milenio, el cual llegaría a su fin poco antes de la Segunda Venida de Cristo “Cuando los mil años [en este caso –tiempo indefinido] se cumplan, Satanás será suelto de su prisión,  (8)  y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar” (Apocalipsis 20:7,8). Este final del Milenio se supone está muy cerca del fin de este planeta; pero no coincide con el fin de la Era cristiana, pues aún, “después de esto [es decir, del cumplimiento de los mil años, en este caso, simbólicos] [el diablo] “debe ser desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20:3 úp).

Hemos visto que el principio del Milenio se caracteriza porque el diablo es atado, es decir, anulado su poder o por lo menos, parte del mismo; y al final de este periodo de tiempo el diablo es desatado; pero ¿qué ocurre durante el Milenio?

Apocalipsis 20:4: Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años

Este es un texto clave porque nos describe lo que ocurre durante el Milenio, y a partir de ahí deberíamos poder ubicarlo ya sea en el pasado o en el futuro. El apóstol Juan ve tronos sobre los que se sientan “los que recibieron la facultad de juzgar”; ¿no es esto una escena del juicio de Dios sobre la Humanidad? Pero si esto es así como parece, enseguida debemos preguntarnos ¿cuándo y dónde se realiza el Juicio de Dios? ¿Antes o después de la Segunda Venida de Cristo? ¿Quiénes son “los que recibieron la facultad de juzgar”? Ahora debemos dejar que sea solo la Sagrada Escritura la que nos responda:

Daniel 7:17-22: Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra. (18) Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre.

1 Corintios 6:2-3: ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?  (3)  ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?

Para interpretar correctamente ese “después” cuando “recibirán el reino los santos del Altísimo” (Daniel 7:18), necesitamos saber que el cuarto “rey” o “reino” (Daniel 7:23) es el Imperio Romano, que se dividió esencialmente en diez reinos, que perdurarán hasta la Segunda Venida de Cristo, el cual es la piedra o “Roca” que” “desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre (Daniel 2:44)

Daniel 2:44: Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre,

Ahora, si se desea, podemos leer algo del contexto del versículo citado:

Daniel 2:40-44: Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo.  (41)  Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido.  (42)  Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil.  (43)  Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro.  (44)  Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre,

Puesto que la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” en “el día del Señor” cuando Él “vendrá como ladrón en la noche” (2 Pedro 3:10), y, entonces “desmenuzará y consumirá a todos estos reinos” (Daniel 2:44), será, pues, en la Segunda Venida de Cristo cuando los santos del Altísimo reciben el Reino, y en ese momento se iniciara el Milenio. Pero no en la Tierra, porque habría sido destruida (Apocalipsis 11:17-18; 19), así como todos sus moradores, y los santos serán trasladados a “recibir al Señor en el aire” (1ª Tesalonicenses 4:17). Es solo entonces cuando se da “el juicio a los santos del Altísimo”, “y vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 20:4). Así lo confirma la Palabra de Dios, de forma clara, diáfana y concluyente en el siguiente texto, que debe compararse con el de Apocalipsis 20:4:

Daniel 7:22: hasta que vino el Anciano de días, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino.

Compárese con:

Apocalipsis 20:4: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar;”

Véase también las profecías de los apóstoles Pedro y Juan, y del propio Jesucristo respecto a los eventos que ocurrirán en el Día de Su Segunda Venida:

2 Pedro 3:10-12: Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.  (11)  Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir,  (12)  esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!

Apocalipsis 11:17-19: diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado.  (18)  Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.

Lucas 21:33-36: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.  (34)  Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.  (35)  Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.  (36)  Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.

Mateo 24:29-31 (ver también Marcos 13:24-27): E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas.  (30)  Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.  (31)  Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.

Mateo 24:35-44: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. (36)  Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre.  (37)  Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. (38) Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca,  (39)  y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. (40)  Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. (41) Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada. (42) Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. (43) Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa.  (44) Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis. 

Lucas 17:24-30: Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día. (25) Pero primero es necesario que padezca mucho, y sea desechado por esta generación.  (26)  Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.  (27)  Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.  (28)  Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; (29)  mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos.  (30)  Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.

Como siempre, les recomiendo que lean el máximo contexto posible, pues para no extenderme demasiado solo puedo ofrecerles algunos pasajes más, como los siguientes:

Daniel 7:17-22:  (19)  Entonces tuve deseo de saber la verdad acerca de la cuarta bestia, que era tan diferente de todas las otras, espantosa en gran manera, que tenía dientes de hierro y uñas de bronce, que devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies;  (20)  asimismo acerca de los diez cuernos que tenía en su cabeza, y del otro que le había salido, delante del cual habían caído tres; y este mismo cuerno tenía ojos, y boca que hablaba grandes cosas, y parecía más grande que sus compañeros.  (21)  Y veía yo que este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía,  (22)  hasta que vino el Anciano de días, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino.

Con los textos presentados espero que las preguntas formuladas – ¿Cuándo se inicia y finaliza el Milenio? ¿Dónde viven los santos durante el Milenio? ¿Cuándo y dónde se realiza el Juicio de Dios? ¿Antes o después de la Segunda Venida de Cristo? ¿Quiénes son “los que recibieron la facultad de juzgar”?– hayan quedado contestadas por la misma Palabra de Dios.

El juicio de Dios se ejecuta con la Segunda Venida de Cristo sobre todos los que vivan en Su Parusía. Es, también, entonces cuando todos los santos son llevados al Cielo (1ª Tesalonicenses 4:13-18), incluidos todos los que cita el apóstol Juan, es decir: “las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos” (Apocalipsis 20:4); siendo estos especialmente los que “recibieron facultad de juzgar” (Apocalipsis 20:4); Y todos los santos, sin excepción son los mismos que “vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 20:4).

¿Ha quedado alguien vivo en el planeta Tierra después de que los santos son trasladados a “recibir al Señor en el aire” (1ª Tesalonicenses 4:17)?

Evidentemente la Tierra será destruida así como todos sus moradores con “el resplandor de Su venida” [la de Cristo] (2ª Tesalonicenses 2:8); “Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. (15) Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;  (16)  y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;  (17)  porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Apocalipsis 6:14-17; Cf. 19:19-21). Esta es la obra del juicio de Dios, pero solamente sobre los que están viviendo en el momento de la Parusía de nuestro Señor. Compárese con los siguientes textos:

Apocalipsis 19:19-21: Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército.  (20)  Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre. (21) Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos.

Indudablemente esta escena se ubica en el Día del Señor, cuando Cristo hace el juicio sobre todos los que han sido dejados en la Tierra. Por tanto, esto sucede inmediatamente antes de que empiece el reinado de los Mil años en el Cielo con Jesús. Sin embargo, hasta ahora nada se ha hablado de los millones de muertos de todas las épocas que no fueron tenidos “por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos” (Lucas 20:35). Notemos que en el momento de Su Segunda Venida solo son resucitados los santos muertos de todas las épocas. Pues, si la “Resurrección de vida” hubiera sido simultánea con la resurrección de condenación  –o juicio, como dicen otras versiones de la Biblia– (Juan 5:28,29), entonces, los condenados resucitados habrían tenido que recibir, en ese momento, la “segunda muerte”, que no es más que el destino final, definitivo y eterno de los malvados (Apocalipsis 2:11; 20:14; 21:8).

Apocalipsis 2:11: El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte.

Apocalipsis 20:13-15: Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.  (14)  Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.  (15)  Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

Apocalipsis 21:8: Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.

En ese supuesto –es decir, en el caso de que sucediera al mismo tiempo la “resurrección de los muertos, así de justos como de injustos” (Hechos 24:15)– ¿cuándo serían resucitados los que acababan de perecer en el Día del Señor a causa de Su Segunda Venida, y cuándo recibirían la muerte segunda, que no es más que la muerte eterna y definitiva del juicio justo de Dios a todos los malvados?

No parece razonable, ni que tenga un ápice de lógica, el hecho de que los malvados que están vivos en la Parusía del Señor, y que son destruidos en ese momento por “el resplandor de Su venida” sean, acto seguido, resucitados para recibir inmediatamente el castigo de la muerte segunda, junto con todos los impíos que vivieron y murieron en los anteriores siglos. Si esta interpretación fuera la correcta ¿cómo entenderíamos que “los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”? (Apocalipsis 20:5).

Apocalipsis 20:5: Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. (6) Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.

Observemos que “la primera resurrección” (Apocalipsis 20:5) sucedió en el Día del Señor de Su Segunda Venida; de esto no puede haber dudas, pues la Sagrada Escritura afirma que en ese Día “los muertos en Cristo resucitarán primero” (1ª Tesalonicenses 4:16 úp.). ¿Acaso no es esa, no solo, “la primera resurrección”, sino que también es la única que existe para vida, y que se realiza en el instante de la Segunda Venida de Cristo? Porque todo el que participe de ella es calificado y alabado, por la Palabra de Dios, como “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20:6). Todos estos son  “sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo” (Marcos 13:27); Son los mismos a los que se refirió Cristo que “no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección” (Lucas 20:36).

Marcos 13:24-27: Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor,  (25)  y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los cielos serán conmovidas.  (26)  Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria. (27) Y entonces enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.

Por tanto, no concibo otra cosa posible –si este puzle ha de ser compuesto encajando bien con toda la Escritura–  que “la resurrección de condenación o juicio” sea realizada por Dios, después del Milenio, porque “los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años” (Apocalipsis 20:5). Es obvio que si volvieron a vivir es porque estuvieron muertos hasta ese momento, y al cabo de los mil años, a contar desde el Día del Señor (2ª Pedro 3:10), serán resucitados, para recibir el juicio de condenación, que consiste en la Muerte Segunda (Apocalipsis 2:11; 20:14; 21:8).

¿Qué ocurre “Cuando los mil años se cumplan” (Apocalipsis 20:7)?

“Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión,  (8)  y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar” (Apocalipsis 20:7,8).

¿Cómo es posible que Satanás vuelva a “engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla”? ¿Qué o quiénes pudieron sobrevivir en el Día del Señor?

¿No quedamos que en el Día del Señor se habría destruido todo tipo de vida en el Planeta Tierra, incluso “los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. […] (12) los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!” (2 Pedro 3:10-12)?

¿Quiénes podrían habitar un planeta en esas condiciones sin incluso atmósfera para poder respirar?

Dejemos que la Palabra de Dios responda: “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos” (Apocalipsis 20:11). Notemos que durante el juicio del gran trono blanco desaparecen la Tierra y el Cielo, y esto sucede al fin del Milenio. Ahora, comparemos con el pasaje de Apocalipsis 20:9-10:

Apocalipsis 20:9,10: Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.  (10)  Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

Fijémonos que “los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años” (Apocalipsis 20:5), y éstos son todos los impíos de todas las épocas que son resucitados en ese momento –“el número de los cuales es como la arena del mar” (Apocalipsis 20:8 úp)–, los cuales, liderados por Satanás mismo “subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió”. (Apocalipsis 20:9).

Si todo estaba destruido ¿cómo aparece ahora “el campamento de los santos y la ciudad amada” (Apocalipsis 20:9)?

Después de la destrucción de la Tierra y el Cielo, solo existe “la santa ciudad, la nueva Jerusalén”, que el apóstol Juan vio “descender del cielo, de Dios” (Apocalipsis 21:2, 10); y “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.  (24) Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.  (25)  Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.  (26)  Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.  (27)  No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”. (Apocalipsis 21:23-27).

Por todo lo que antecede, deduzco que “los otros muertos [que] no volvieron a  vivir hasta que se cumplieron mil años” son resucitados por Dios para juicio en la Tierra Nueva (Apocalipsis 21:1-2), aunque gozan de un entorno paradisiaco, solo reconocen a Satanás, y al ser engañados de nuevo por él, en su tremenda maldad y odio hacia Dios y sus hijos, intentan asaltar  “el campamento de los santos y la ciudad amada” (Apocalipsis 20:9);

El juicio final de los malvados no se hace esperar. Todos han sido condenados por Dios justamente, y por eso Dios hace justicia y extermina el mal de una vez para siempre: “y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.  (10)  Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20:9,10). Esta es la muerte segunda –el juicio final ejecutorio de todos los malvados, y el fin del mal, el diablo, la muerte y el Hades (Véase Apocalipsis 20:11-15).

Apocalipsis 20:11-15: Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.  (12)  Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. (13)  Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. (14) Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. (15) Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

4. Conclusión

Lo que venimos denominando “el Milenio”, la Palabra de Dios lo llama “mil años”. Y consiste, en mi opinión, en un periodo de tiempo cuya duración es de mil años literales, que se inicia con la Parusía –“el Día del Señor” (2ª Pedro 3:10) y el traslado al Cielo de todos Sus santos (1ª Tesalonicenses 4:13-18); y finaliza mil años después cuando el diablo es “desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20:3 úp.), y son resucitados “los otros muertos”, es decir, todos los condenados de todas las épocas (Apocalipsis 20:5).

Apocalipsis 20:3: […] para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser [el diablo] desatado por un poco de tiempo.

Apocalipsis 20:5: Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. […].

No pretendo tener la última palabra ni que lo que defiendo sea la única verdad posible. Pero una cosa parece clara, en la Segunda Venida de Jesús solo sobreviven los salvos; y solo éstos son “arrebatados juntamente con ellos [este pronombre se refiere indudablemente a los “muertos en Cristo que resucitarán primero” (1ª Tesalonicenses 4:16)] en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1ª Tesalonicenses 4:17).

¿Queda alguien vivo en la Tierra después de que los salvos sean llevados a recibir a Jesús en las nubes?

2 Pedro 3:7, 10-13: pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. […] (10)  Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.  (11) Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, (12) esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!  (13)  Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.

Imposible imaginar que alguien, que no haya sido arrebatado “para recibir al Señor en el aire”, sobreviva. También el capítulo diecinueve –antecedente del capítulo veinte, el del Milenio– nos habla de la Segunda Venida de Cristo y del juicio sobre todas las naciones y gentes, lo que apoya aún más que el Milenio tenga lugar después de este crucial evento:

Apocalipsis 19:19-21: Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército.  (20)  Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre. (21) Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos.

Obsérvese que con la Segunda Venida de Cristo (Lucas 17:24-30) solo se efectúa el Juicio de Dios sobre los malvados que viven en el Día de Su Parusía, siendo ejecutados con “el resplandor de Su Venida” (2ª Tesalonicenses 2:7). Nadie podrá resistir al poder del Hijo del Hombre cuando venga en Su Gloria: “¿quién podrá sostenerse en pie? (Apocalipsis 6:14-17).

Lucas 17:24-30: Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día.  (25)  Pero primero es necesario que padezca mucho, y sea desechado por esta generación.  (26)  Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. (27) Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.  (28) Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; (29) mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos.  (30)  Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.

Apocalipsis 6:14-17: Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. (15) Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;  (16)  y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;  (17)  porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?.

Solo en Su Segunda Venida se dirá: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 11:15):

Apocalipsis 11:15: El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.

Sin embargo, y a pesar de que estos textos son muy claros, todavía hay creyentes que interpretan que el Milenio se establecerá en la Tierra renovada, donde Cristo y sus santos reinarán por mil años en la Tierra, sobre personas que todavía pueden pecar, y por tanto, recibir la muerte segunda, mientras la Iglesia está en el cielo. No es muy razonable pensar que Dios alargue en mil años la historia del pecado, y que todavía y durante mil años continúen naciendo niños con el estigma del pecado original, solo para demostrar al ser humano que la culpa de que pequen no está en el diablo, que durante esos mil años estaría atado, sino que es por su decisión y responsabilidad propia. Ellos hacen mucho hincapié en que la Palabra de Dios afirma que Cristo “regirá con vara de hierro” a las naciones (Véase Apocalipsis 2:26-29; Cf. 19:14-16), para defender que el Milenio transcurre en la Tierra.

Apocalipsis 2:26-29: Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, (27) y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre;  (28)  y le daré la estrella de la mañana.  (29)  El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Apocalipsis 19:14-16: Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos.  (15)  De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.(I)  (16)  Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.

La “vara de hierro” con la que Cristo regirá a las naciones, es usada fundamentalmente en Su Segunda Venida, y con ella “serán quebradas [las naciones]  como vaso de alfarero” (Apocalipsis 2:27). Simboliza la aplicación de la disciplina y castigo de Dios a causa de la incredulidad y desobediencia de las naciones a Su Palabra.

¿Quiénes son los que tienen parte en la primera resurrección y que son bienaventurados y santos porque “la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos”?

Apocalipsis 20:6: Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años. 

¿No son acaso todos los que fueron resucitados y transformados cuando fueron resucitados en la Segunda Venida de Jesús (1ª Tesalonicenses 4:13-18)?

La Palabra dice claramente que “los otros muertos no llegaron a vivir hasta que se cumplieron los mil años.” (Apocalipsis 20:5). ¿Dónde quedaron todos los millones de muertos de todas las épocas que no fueron resucitados cuando regresó Jesús? ¿Qué pasó con otros millones de personas que vivían en el momento de la segunda venida de Jesús, y que no fueron arrebatados “para recibir al Señor en el aire” (1ª Tesalonicenses 4:17)? ¿Acaso quedaron viviendo en un planeta destruido totalmente “en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!” (2 Pedro 3:12)? ¿Podrá alguien seguir viviendo sin atmósfera y estando todo quemado por el fuego?

La lógica más elemental nos hace ver que los muertos que no fueron resucitados cuando vino Jesús en Su Segunda Venida, no necesitan respirar por motivos obvios, y los que estaban vivos y no fueron transformados y llevados a la presencia del Señor, fueron muertos, y tampoco necesitarán respirar durante el Milenio. ¿Dónde son llevados los salvos después de ser transformados en cuerpos celestiales? Según creo recordar, el autor anónimo del artículo que me usted me adjuntó, se limita a decir que el Señor los recibe en el aire, y luego los lleva al monte de los Olivos, y ahí quedan durante los mil años. ¿Es eso lo que dice la palabra de Dios? No lo creo.

¿Qué sucede al cabo del Milenio? Lo dice claramente la Palabra: “los otros muertos no llegaron a vivir hasta que se cumplieron los mil años.” (Apocalipsis 20.5). ¿Cómo es posible que vuelvan a vivir si no hay alguien con poder suficiente para resucitarlos? Esta es la resurrección de la que habló Jesús –“la resurrección de condenación o juicio” (Juan 5:29), o resurrección de los injustos (Hechos 24:15). Será necesario que todos los impíos de todos los siglos sean resucitados para recibir el juicio definitivo de Dios que es la muerte segunda. Esto será el fin del mal, el pecado, el diablo y la muerte (Apocalipsis 20:10,14).

Apocalipsis 20:9,10: Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; ; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.  (10)  Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

Apocalipsis 20:14: Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. (15) Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

“Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13). Esta es la esperanza de todos los cristianos, un mundo en el que “Dios mismo estará con ellos como su Dios (Apocalipsis 21:3), “y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).

Apocalipsis 21:1-27: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.  (2)  Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. (3)  Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.  (4)  Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.  (5)  Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.  (6)  Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.  (7)  El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.  (8)  Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.

Sea como fuere el Cielo nuevo y la Tierra nueva, todos los que venzan serán felices allí. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte” (Apocalipsis 2:11).

Apocalipsis 22:10-21: Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.  (11)  El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. (12)  He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.  (13)  Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.  (14)  Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.  (15)  Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira.  (16)  Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.  (17)  Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.  (18)  Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.  (19)  Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.  (20)  El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.  (21)  La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

CREACIÓN VS EVOLUCIÓN
Versión: 20-12-2018

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Me alegro que me contactase y me formulara las siguientes cuestiones, que su hijo le planteó:

“Mi hijo me preguntó:¿Cuántos años tiene la Tierra? ¿Existieron los dinosaurios a la luz de la Biblia?, si eso fue así, ¿quiere decir que Noé metió a estos a la barca? ¿Dios permitirá vida en otro planeta? El juicio será sobre los humanos que están en la tierra, ¿qué pasa con los que pudieran habitar en ese tiempo pero en otro planeta o estar viviendo en la Luna?»

Son preguntas todas muy interesantes las que le ha planteado su hijo. Sin duda su hijo es muy inteligente. Este artículo se dedicará íntegramente a tratar de responder a la primera pregunta, “¿Cuántos años tiene la Tierra?”, y en otro estudio bíblico –¿Existieron los dinosaurios a la luz de la Biblia?–  intentaré dar respuestas al resto de las preguntas  planteadas arriba.

La Biblia no nos informa cuántos años tiene el planeta Tierra, ni de la edad del Cosmos; solo nos dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn. 1:1; versiones: RV; LBLA; NVI, 1999; BJ76; BLA95; BSA; BTX; N-C) (1). Por tanto, no podemos, basándonos en las Sagradas Escrituras, averiguar cuántos años pasaron desde que Dios creó “los cielos y la tierra” –en ese “principio”–  hasta nuestros días –año 2018 de la era cristiana.

Otras versiones de la Biblia traducen en singular, “el cielo”, en lugar de “los cielos”: En el principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gn. 1:1; versiones: Jer 2001; BNP; BSM; DHHe; Jünemann; KJV; LPD; NBJ; PER; SB-MN; T-AA: TLA). Este texto del Génesis (1:1) da pie a que planteemos las siguientes preguntas:

¿Qué representan el cielo y la tierra o bien los cielos y la tierra” dependiendo de las versiones citadas arriba o de otras traducciones de la Biblia?

 Aunque las citadas versiones de la Biblia solo difieren en que las primeras traducen “cielos”, en plural, y las segundas en singular, es lógico pensar que el autor bíblico –Moisés– se está refiriendo simbólica o literalmente a la misma realidad. El segundo término de la frase anterior, “la tierra”, en ese contexto, se refiere, sin duda, a lo que en Astronomía se conoce como el planeta Tierra, habitáculo o sede de la humanidad.

Sin embargo, caben algunas dudas en lo que respecta a la primera parte de la frase:

¿A qué se refiere el autor bíblico cuando habla de “el cielo”, o de “los cielos”?

¿Puede estar refiriéndose al Universo entero, del que forma una parte ínfima nuestro planeta? O bien, como parece más lógico, ¿solo describiría “el cielo” que se ve desde la Tierra, es decir, el cielo atmosférico y el cielo astronómico, con el Sol, la Luna y las estrellas, lo que se conoce en Astronomía como nuestro Sistema Solar?

Me decanto por la segunda o última opción de arriba; porque entiendo que la información que nos proporciona la Biblia va dirigida específica y exclusivamente para los habitantes humanos del planeta Tierra; porque es la Revelación de Dios para la salvación de la humanidad, que nos muestra el camino (Cristo) y los medios, que Dios ha provisto, para que los humanos seamos salvos, por la obediencia a Su Palabra. Es decir, la Palabra de Dios nos enseña cómo vencer al pecado, la muerte y al diablo, y así obtener el derecho a vivir eternamente felices en “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 P. 3:13), y donde “Dios mismo morará con nosotros” y “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Ap. 21:3,4).

Como consecuencia de esta hipótesis de partida, el principio” en el quecreó Dios el cielo y la tierra, no tiene por qué corresponder con el principio” en el que Dios creó el Universo.

Sin embargo, aunque la Biblia no nos informa de la edad del planeta Tierra, sí nos dice que Dios creó, por medio de Su Palabra, todo tipo de vida que existe en la Tierra en seis días literales de 24 horas (Gn. 1:3-31;2:1-7); y como esto es totalmente incompatible con la Teoría de la Evolución, que sostiene que la vida surgió, espontáneamente, en la Tierra, hace unos 3.500 millones de años, es por lo que necesitamos estudiar detenidamente el libro del Génesis, especialmente la Semana de la Creación.

Además, necesitamos saber, si es posible mediante la Biblia, cómo obtener una fecha aproximada de cuándo “creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn. 1:27). Todo esto es lo que vamos a intentar analizar en el cuerpo de este estudio bíblico.

2. ¿Cuántos años tiene la Tierra?

Por lo que planteé en la introducción a este estudio, es lógico deducir o pensar que “el cielo”, a que se refiere Génesis (1:1), que Dios creó en “el principio” es el cielo astronómico que corresponde  al planeta “Tierra”. Empleando términos científicos o astronómicos,  “el Cielo” de la “Tierra”, en el contexto citado antes, puede referirse a nuestro Sistema Solar, porque a él pertenece nuestro planeta, y es el Sol, del que depende la vida, lo que nos afecta real y esencialmente, y secundariamente la Luna, que refleja al Sol, iluminando de noche, y que, además, en tiempos antiguos servía para contabilizar los meses y los años (Sal. 104:19). Veamos cómo describe o define Wikipedia a nuestro Sistema Solar:

“El sistema solar es el sistema planetario en el que se encuentran la Tierra y otros objetos astronómicos que giran directa o indirectamente en una órbita alrededor de una única estrella conocida como el Sol”. (2).

Si partimos de la premisa que Dios no tenía por qué crear, al mismo tiempo, todo el Universo, –con sus millones de galaxias, y millones de astros y millones de planetas para cada galaxia–, no habría, pues, ningún problema en admitir que “el principio” a que se refiere Génesis 1:1, se refiere, como es lógico pensar, al instante o momento en que Dios creó nuestro Sistema Solar, incluyendo, por supuesto, a nuestro planeta Tierra en él.

Por lo tanto, la Biblia no estaría en contradicción con la Ciencia, que considera la edad de la Tierra, que pertenece al Sistema Solar, distinta de la del resto del Universo. En ese caso del que partimos, “el principio” de Génesis 1:1, no sería el mismo que el del resto del Cosmos.

La Ciencia necesita explicar cuándo y cómo se originó el Universo; y, por supuesto, sin necesidad de recurrir a la existencia de Dios. Ahora bien, desde nuestra fe cristiana y bíblica, creemos que es Dios el que creó el Universo desde la nada, y que Él existe antes de todas las cosas, desde la eternidad.

Dios es infinito y no tiene principio ni fin; Él es “el primero y el último” (Is. 44:6), “el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Ap. 1:8,; cf. Ap 1:11,17; 21:6; 22:13); pero el Universo tiene límites, porque está hecho de materia, y la materia es finita y todo lo finito tiene un principio, un momento en el que empieza a existir. De ahí que a Dios nunca se le debe confundir con Su Creación, que es finita y limitada en el espacio y en el tiempo, como hacen los que adoptan la teoría panteísta de que Dios y el Universo son uno.

Por otro lado, nuestra fe en la Biblia no se ve afectada o socavada por lo que dice la Ciencia, que el universo surgió de una “Gran Explosión” –conocida mundialmente en el idioma inglés, como el “Big Bang”–, hace unos 14.000 millones de años (3), mediante una fuerte explosión de una infinitesimal partícula en la que se condensaba enorme energía, según explican los científicos. Porque los cristianos tenemos fe en que Dios creó el universo por su Palabra: “Él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió” (Sal. 33:9; cf. Heb. 11:3); y no nos importa tanto saber cómo se formó el Universo. Además, estas hipótesis o teorías científicas no son infalibles y se van modificando y actualizando a medida que aumentan los conocimientos y medios tecnológicos y científicos. Por eso, recientemente han logrado medir la edad del Universo con una onda gravitacional, y ha variado el intervalo de millones de años obtenidos anteriormente por otros métodos.

“Una sola de estas débiles ondas ha sido capaz de decirnos la edad del Universo: entre 11.900 y 15.700 millones de años”  (4).

La edad del Planeta Tierra

Concentrémonos ahora en el Planeta Tierra, que es solo una minúscula parte de ese inmenso Universo. Con los avances tecnológicos y científicos de nuestros días, la ciencia atribuye al planeta Tierra una edad aproximada de unos 4.500 millones de años (4.500.000.000 años):

“Aunque no hay un número exacto, se sabe que nuestro planeta tiene unos 4.500 millones de años. Los geólogos y geofísicos han podido calcular la edad midiendo la velocidad a la cual se descomponen en plomo los elementos del metal radioactivo de uranio. También, mediante técnicas de fechado radiométrico, han averiguado la edad que tienen los meteoritos, la cual es similar a la que tiene la Tierra y la Luna.

“El más antiguo mineral que se conoce es el zirconio de la zona de Jack Hills, en Australia Occidental. Se estima que tienen una edad de 4.404 millones de años. Los meteoritos más antiguos que se encuentran en el sistema solar, es decir, las inclusiones ricas en calcio-aluminio, tienen 4.567 millones de años. Esto significa que el Sistema Solar comenzó a formarse hace 4.567 millones de años.

“Una hipótesis afirma que la Tierra se empezó a formar poco tiempo después de que lo hicieran los meteoritos, pero todavía no es posible precisar qué edad exacta tiene” (5).

Y la edad del Sistema Solar, como era de esperar, es similar o igual a la del Planeta Tierra:

“El sistema solar se formó hace 4.568 millones de años por el colapso gravitatorio de una parte de una nube molecular gigante” (6).

Suponemos que lo anterior no puede saberse con exactitud porque depende de muchos factores incontrolables, y los medios para evaluarla son imperfectos. Además, con respecto a la Tierra, la mayoría de los científicos no considera la posible modificación de las rocas, y otros factores, debido al Diluvio universal, que registra la Biblia, y del cual, Jesucristo y el apóstol Pedro confirmaron su historicidad (Mt. 24:38,39; Lc. 17:27; 2 P. 2:5).

Mateo 24:38-39: Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, (39) y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.

Lucas 17:26-30: Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. (27) Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. (28) Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; (29) mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. (30)  Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.

2 Pedro 2:5-9: y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos; (6) y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, (7) y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (8) (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos), (9)  sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio;

No obstante, desde el punto de vista de nuestra fe en la veracidad de la Biblia, esta datación de la edad de la Tierra en 4.500 millones de años, más o menos, tampoco nos afecta como creyentes, si discernimos que Dios creó primero la materia informe y caótica de la Tierra, la Luna, el Sol, y demás planetas de nuestro Sistema Solar, y se reservó para más tarde, en una segunda fase, cuando lo consideró conveniente y oportuno, ordenar y crear las condiciones para que la vida pudiera no solo surgir, sino también subsistir, en nuestro planeta.

Esta es la razón de que “la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo” (Génesis 1:2), cuando el “Espíritu de Dios” se dispuso a crear el orden y las condiciones necesarias para que pudiera haber vida en este planeta.

Sin embargo, en la historia del cristianismo, ha habido quienes han considerado que la formación del planeta Tierra y la Obra de la Semana de la Creación (Gn. 1:3-31), fueron hechos simultáneos en ese “principio”.

Pero, en mi modesta interpretación de los versos 1 y 2 del capítulo 1 del libro de Génesis, y en la de muchos exegetas bíblicos de toda la era cristiana, cuando “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn. 1:1), no incluyó la obra posterior de ordenamiento, ornamentación y modificación del estado inerte y caótico de la materia que componía la Tierra, la Luna y el astro Sol, que daría como resultado que, todo en conjunto, pudiese ser capaz de proporcionar las condiciones para la vida.

Esta obra posterior de adaptación y acondicionamiento del Sistema Solar y de Creación de la vida en el planeta Tierra, que Dios había creado en “el principio”, fue la que Él realizó en seis días literales, de 24 horas cada uno. Es decir, “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, representando “los cielos” –en otras versiones “el cielo”– el Sistema Solar, donde se inserta el planeta Tierra, y posteriormente, adaptó el planeta Tierra, en seis días literales, para que fuese posible la vida en él.

3. La Semana de la Creación

Dios quiso hacer toda esa obra de ordenar nuestro Sistema Solar, y crear todo tipo de vida desde la vegetal, pasando por la vida animal y finalmente la pareja humana, en seis días literales de 24 horas cada uno. Es decir, Dios creó en dos fases: primero, la materia informe y caótica de la que están compuestos todos los planetas, y más tarde adaptó al planeta Tierra y al Sistema Solar al que pertenece, con las condiciones adecuadas para la vida, creando todo tipo de vida, desde la más inferior a la más compleja, y a la primera Pareja humana, a Su imagen y semejanza (Gn. 1:26-27).

Génesis 1:26-27: Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.  (27)  Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. 

A continuación, veremos con detalle el estado inicial de la Tierra antes de la Semana de la Creación, según nos describe el versículo 2 del capítulo 1 del libro del Génesis. Los datos muy importantes proporcionados, que debemos interpretar correctamente, son los siguientes:

    • “La tierra estaba desordenada y vacía”. Esto describe perfectamente a la materia inerte e informe, y vacía de todo vestigio de vida, como un desierto estéril, al igual que es la Luna o como algunos de los planetas de nuestro Sistema Solar, como, por ejemplo, Marte.
    • “Las tinieblas estaban sobre la faz del abismo”. Aquí aparecen dos palabras clave. La primera es “tinieblas”, que no es otra cosa que una profunda oscuridad. Esto es porque la luz todavía no existía, ya sea porque algo impedía que llegase la luz del Sol, o bien, porque el Astro solar aún estaba inacabado, en una fase que no emitía luz suficiente. Y la otra palabra clave es “abismo”, que según el Diccionario RAE, significa: “Profundidad grande, imponente y peligrosa, como la de los mares, la de un tajo, la de una sima, etc.” (7).
    • “El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. Por esta parte  final del texto de Génesis 1:2, conocemos que la superficie de la Tierra estaba cubierta por el agua. Ahora, necesitamos saltarnos, momentáneamente, los versículos siguientes 3, 4 y 5, que se refieren a la creación de la luz, porque los textos 6, 7, 8, continúan también hablando de esas aguas que cubrían la superficie de la Tierra, pero describen otras que rodeaban a las anteriores, veámoslo:

      “Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. (7) E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así.  (8) Y llamó Dios a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo. (9) Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así.  (10)  Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno” (Gn. 1: 6-10).

Entendemos que al principio de la Semana de la Creación, el planeta Tierra, además de estar cubierto de agua, carecía de atmósfera, porque estaba envuelto por un densísimo vapor de agua y otros gases, de gran espesor –representado por “las aguas que estaban sobre la expansión”. Y Dios creó –en el segundo día de la Semana de la Creación– una “expansión” o “firmamento” –Versión NBJ–, creando un espacio para la atmósfera; y a esta bóveda celeste la llamó “Cielos” o “cielo” (versión NBJ).

Luego, en el día tercero de la Semana, juntó las aguas que cubrían la Tierra en un lugar, quedando la superficie de la Tierra formando un solo continente; y a esta Tierra de los orígenes se la conoce como “Pangea”, que significa “toda la Tierra junta”. “En esta Tierra (Pangea), es donde tuvo lugar la gran catástrofe llamada Diluvio en ese mismo libro del Génesis” (8).

En el mismo día tercero, una vez “descubierto lo seco y juntadas las aguas que cubrían la Tierra en un solo lugar”, “Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. (12) Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno.  (13)  Y fue la tarde y la mañana el día tercero” (Gn. 1:11-13).

Nada que objetar, pues “nada hay imposible para Dios” (Lc. 1:37). Volvamos ahora al primer día de la Semana de la Creación.

Primer día de la Semana: Creación de la luz y de la medida del tiempo terrestre:

Acabo de comentar lo que Dios creó en el segundo y tercer día de la Semana; porque enlazaba mejor con mi comentario al estado inicial de la Tierra. Y ahora, retomo aquí al orden en que se produjo la Creación, comentando los textos de Génesis (1:3-5), que antes me salté: “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. (4)  Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. (5) Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.

Si la creación por Dios del Universo nos causó gran asombro y admiración, no menos nos pueden causar las obras que Él hizo durante la Semana de la Creación, en la que creó la vida donde solo existía materia inerte. Debemos abordar, pues, con mucha humildad, la explicación de este tema, puesto que lógicamente, aparte de estar fuera de nuestros límites humanos, nuestro conocimiento de estas materias es mínimo y siempre insuficiente, porque nos encontramos ante una Obra de Dios.

Sin duda, nos resulta extraño que Dios crease la luz en el primer día de la Semana, y en el día cuarto, el Sol, la Luna y las estrellas. Pero, no podemos dudar de que Dios no siguiera un orden lógico en Su Creación, porque nuestro Dios no solo se caracteriza por que es Amor (1 Jn. 4:8,16), sino porque es también un Dios de orden. Él no podía crear la vida sin que existiera la luz y sin que hubiera atmósfera respirable para que sobrevivieran las especies. Además, la luz que Dios crea, es un anticipo de la luz del Sol, porque va a servir para configurar el día y la noche, creando el periodo de tiempo de 24 horas, que corresponde a un giro de la Tierra sobre su eje: “Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día” (Gn. 1:5).

Dios esperó que transcurriera un día de 24 horas antes de proseguir con su Obra creadora. Si la Palabra de Dios habla de un día, aclarando además que se compone de “la tarde y la mañana”, es decir, la parte nocturna o noche y la parte diurna o día, ¿qué sentido tendría pensar que se trata de mil años o de una época? ¿Acaso no creemos que nuestro Dios tiene un poder infinito, “porque Él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió” (Sal. 33:9)?

Si Dios lo hubiera querido, habría podido crear todo lo que existe en un instante, pero Él creó de esta manera, para nosotros los seres humanos, para mostrarnos el día como unidad del tiempo, y con él, también el ciclo semanal, con seis días de trabajo y uno de descanso (Gn. 1:31; 2:1-3).

Génesis 1:31: Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto.

Génesis 2:1-3  Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos.  (2)  Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. (3) Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.

La luz es esencial para la vida; pero a la Tierra no llegaba la luz del Sol, la luna o las estrellas; porque así lo expresa el texto anterior: “las tinieblas estaban sobre la faz del abismo” (Gn. 1:2). Y esto podía suceder por las siguientes causas: primero, porque no existía la atmósfera, y en su lugar había un denso vapor de agua de gran espesor que envolvía toda la superficie de la Tierra, e impedía que pasara todo vestigio de luz. Y, segundo, posiblemente, el Sol, la Luna y las estrellas, que ya formaban parte del Sistema Solar creado en la primera fase de la Creación divina, todavía precisaban de una posterior obra de ajuste y acabado, para que su función fuera perfecta.

Por tanto, y desde mi punto de vista, en el cuarto día de la Semana, Dios completa la obra de nuestro Sistema Solar, haciendo todos los ajustes y acondicionamientos necesarios en el Sol, la Luna y las estrellas, para que la vida fuese posible en nuestro planeta Tierra y todo se coordinase a la perfección (véase Génesis 1:14-19).

Génesis 1:14-19: (14)  Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, (15) y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. (16)  E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. (17) Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra, (18)  y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno.  (19)  Y fue la tarde y la mañana el día cuarto.

En el quinto día de la Semana de la Creación“Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos. (21) Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. (22) Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y multiplíquense las aves en la tierra. (23) Y fue la tarde y la mañana el día quinto (Gn. 1: 20-23).

Es decir, Dios creó todo tipo de vida, que aún no existía, en el Mar, y en ese mismo día también creó específicamente “toda ave alada según su especie” (Gn. 1:21 úp.). Como creyentes no podemos dudar de la Palabra de Dios, y no podemos creer la teoría evolucionista de que la vida surgió del agua de forma espontánea, a fuerza de muchos vanos intentos y mediante millones de años.

La Biblia expresa muy claramente que, en el día quinto, Dios dio la orden: “Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos”. Así como, en el día tercero ordenó: “Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así” (Gn. 1:11). Si nos extrañamos que Dios haya podido hacer esto así, tampoco creeremos en los milagros que hizo Jesucristo, como, por ejemplo, la multiplicación de los panes y los peces, mandar a la tempestad que amainara, andar sobre el mar, resucitar a los muertos, etc.

Y finalmente, en el sexto día de la Semana de la Creación,  del mismo modo, que lo anterior, “dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así.  (25)  E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno” (Gn. 1:24-25). Es decir, “Él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió” (Sal. 33:9).

Sin embargo, aunque en ese mismo día, también creó al hombre, debemos notar que éste fue una creación especial, muy diferente a las anteriores, en las que Dios, simplemente se había limitado a mandar de forma global que las distintas especies que formaban la flora y la fauna surgieran de la tierra o del mar. Pero en el caso del primer ser humano, “creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (28) Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Gn. 1:27-28).

Si Leemos todo el contexto referido a la creación del hombre, nos daremos cuenta que Dios lo crea directamente, como una criatura distinta de todas las anteriores porque fue hecha a semejanza de Su Creador, y para que fuese señor sobre todas las demás criaturas. Y en esto último, Dios hace mucho hincapié o énfasis porque se repite dos veces, al final de los versículos 26 y 28. Comprobémoslo:

Génesis 2:26-31: Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. (27) Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (28) Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.  (29)  Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. (30) Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así.  (31)  Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto.

Génesis 2:1-7: Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. (2) Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. (3) Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación. (4)  Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados, el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos,

Génesis 2:7: Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. 

4. ¿Por qué hemos de creer que Dios creó en seis días literales de 24 horas toda la obra que se describe en los textos antes citados del libro del Génesis?

Primero, porque toda la Biblia –AT y NT– habla que “por la Palabra de Dios fueron hechos el Universo y todas las cosas que hay en él” (véase: Sal. 33:6,9; Jn. 1:1-4; Col 1:16; Heb. 11:3; Ap. 4:11; 10:6; etc.)

Juan 1:1-4: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.  (2)  Este era en el principio con Dios. (3) Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.  (4)  En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Colosenses 1:16-18: Porque en él [el Verbo o la Palabra, Cristo] fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. (17) Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; (18) y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;

Segundo, porque, los libros del Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, que conforman lo que conocemos como el Pentateuco, fueron escritos por Moisés, que también fue inspirado por Dios, como todos los otros autores del resto de libros del AT. Pero, en Moisés concurre una circunstancia que no todos los autores bíblicos tuvieron; Él tuvo, además, el privilegio de hablar personalmente con Dios: “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero…” (Éx. 33:11). A él le fueron entregadas, por Dios, las tablas de la Ley del Sinaí. Véase, además: Éx. 20:8-11; 31:18: 32:15-16; 33:9-11; Dt. 31:24-26; cf. Éx. 3:1-22; 4:1-17; etc.

Éxodo 20:8-11: Acuérdate del día de reposo para santificarlo. (9)  Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; (10) mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. (11)  Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.

Tercero, porque el pasaje anterior (Éx. 20:8-11) corresponde al cuarto mandamiento del Decálogo –no vigente en el Nuevo Pacto– que, junto con los otros nueve restantes, Moisés recibió  en “tablas de piedra escritas con el dedo de Dios” (Éx. 31:18). Y notemos que la verdad de la Semana de la Creación está avalada y confirmada en Éxodo 20:11, porque es “el dedo de Dios” –que es el símbolo de la acción directa y personal de Dios–  el que escribió: “Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día” (Éx. 20:11).

Leamos a continuación los textos que prueban la relación amigable e íntima  que tenía Dios con Moisés, lo que hizo posible que Dios le revelara los orígenes de este mundo y el modo en que Dios quiso crearlo, algo que nadie pudo ver.

Éxodo 31:18: Y dio [Dios] a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios.

Éxodo 32:15-16: Y volvió Moisés y descendió del monte, trayendo en su mano las dos tablas del testimonio, las tablas escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas. (16) Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas.

Dios, durante los cuarenta años de peregrinación de Israel por el desierto, le mostraba Su presencia manifestándose de día, por medio de una “columna de nube”, y  de noche, por una “columna de fuego”: “Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche.  (22)  Nunca se apartó de delante del pueblo la columna de nube de día, ni de noche la columna de fuego” (Éxodo 13:21-22). Leamos los textos que transcribo a continuación, donde podemos comprobar cuán frecuente y amigablemente hablaba Moisés con Dios:

Éxodo 33:9-11: Cuando Moisés entraba en el tabernáculo, la columna de nube descendía y se ponía a la puerta del tabernáculo, y Jehová hablaba con Moisés.  (10)  Y viendo todo el pueblo la columna de nube que estaba a la puerta del tabernáculo, se levantaba cada uno a la puerta de su tienda y adoraba.  (11)  Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo.

Los siguientes textos prueban que fue Moisés el que escribió los cinco libros que componen la Ley del AT, que se conoce como el Pentateuco:

Deuteronomio 31:24-26: Y cuando acabó Moisés de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta concluirse,  (25)  dio órdenes Moisés a los levitas que llevaban el arca del pacto de Jehová, diciendo: (26)  Tomad este libro de la ley, y ponedlo al lado del arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y esté allí por testigo contra ti.

Aunque anteriormente ya respondimos en parte a la siguiente pregunta, insisto en ello, porque es importante reconocer la intención pedagógica de nuestro Creador, al elegir crear en una semana.

¿Por qué quiso Dios crear las condiciones para la vida y hacer que surgiera la misma en nuestro Planeta Tierra, en seis días literales, y descansar el séptimo, cuando sabemos que Él pudo crearlo todo en un instante?

Así lo hizo para mostrarnos el modelo del ciclo semanal, que es el que más se ajusta, y el más adecuado, a nuestra naturaleza humana. Al respecto, escribí en enero de 2014, lo siguiente:

“Dios usó Su pedagogía al crear este mundo, enseñándonos, con su ejemplo, las unidades del tiempo más adecuadas para la naturaleza humana, como son días de veinticuatro horas –con sus tardes o noches para reposar y sus horas solares para trabajar– y periodos semanales que comprenden seis días de actividad y uno de descanso. Dios pudo haber creado todo, incluido este mundo en un solo instante, pero eligió un ciclo semanal para esta Creación –la de este planeta con seres humanos–, con el propósito evidente de mostramos el modelo de funcionamiento idóneo del mundo y de los seres que en él habitan (Génesis 1:1-31; 2:1-3). Él hizo nuestro mundo en seis días y el séptimo descansó, y no porque estuviera cansado, sino para enseñar a sus hijos –los seres humanos– que es bueno para la salud integral –espíritu, alma y cuerpo– descansar un día de cada siete.” (9).

5. La Teoría de la evolución: algunas de sus principales premisas

Veamos, aunque sea brevemente, qué afirma la Teoría de la evolución, como verdades inamovibles, aunque no hayan podido ser demostradas.

“La vida en la tierra surgió hace unos 3.500 millones de años. Se inició así un proceso evolutivo de animales y plantas del que tenemos pocos datos, pues las primeras formas de vida eran microscópicas y luego animales y plantas blandos (algas, gusanos) que no dejan restos fósiles. Este primer periodo de la vida se conoce como precámbrico, y se extiende hasta el momento en que podemos seguir más fielmente la evolución biológica a través de los fósiles. A partir de aquí, los biólogos dividen el tiempo en eras….” (10).

No me gustaría cansar al lector relatándole todo el proceso de la evolución, con todos sus eras, periodos, y los tipos de vida que, aseguran los científicos, han ido apareciendo en aquellos, y han evolucionado hasta llegar a los mamíferos, y luego, los primates o simios, de los que derivan los homínidos, a los que siguen un nuevo género o especie, al que se le llama “Homo”; y dentro de este género aparece, el Homo habilis (11). “Más aún, en plena glaciación, hace 2 millones de años, surgió una nueva especie del género Homo: el Homo erectus. Con él da comienzo la era cuaternaria” (12). 

Le sigue el hombre de Neandertal y poco después el homo sapiens:

“Hace unos 25.000 años se extinguió el hombre de Neandertal, con lo que el Homo sapiens pasó a ser la única especie humana sobre la Tierra y ya podemos referirnos a él simplemente como «el hombre». Aparte de mínimas diferenciaciones raciales, no se ha producido ninguna evolución fisiológica importante desde entonces. La extraordinaria evolución del hombre ha sido puramente cultural. Hace al menos 23.000 años el hombre pobló América por primera vez. Accedió a ella desde Siberia, cruzando un estrecho de Bering seco (el nivel del mar era inferior al actual a causa de la glaciación) o helado. Así, el hombre no tardó mucho en poblar la práctica totalidad de la Tierra” (13).

A continuación, comprobaremos cómo ha ido variando la edad que los científicos –arqueólogos, paleontólogos, etc.– han adjudicado a los distintos “hombres fósiles”, que se han encontrado, en varios momentos de nuestra historia reciente, a partir de sus investigaciones de los citados fósiles.

Una Enciclopedia de la Biblia, editada en el año 1963, dice lo siguiente:

“Hombre fósil. Se han encontrado restos esqueléticos fósiles, indiscutiblemente humanos, en terrenos correspondientes a la era cuaternaria, desde sus comienzos, hace más de medio millón de años, hasta la época más reciente (Holoceno) (14).

Diario El Comercio, publicado el 7 de junio de 2017:

“El homo sapiens es 100.000 años más viejo de lo que se creía”

“El homo sapiens, nuestra especie, no data de 200.000 años como se creía hasta ahora sino de 300.000, según los restos hallados en Marruecos de unos individuos muy parecidos al hombre actual. “Este descubrimiento representa el origen de nuestra especie, se trata del homo sapiens más viejo jamás hallado en África y en cualquier otro lugar”, explicó Jean-Jacques Hublin, coautor de la investigación publicada este miércoles 7 de junio de 2017 en la revista Nature. Investigadores del Instituto Max-Planck (MPI) de Leipzig (Alemania) descubrieron en Marruecos los fósiles de Homo sapiens. Estos restos serían, por lo tanto, 100.000 años anteriores a los hallazgos considerados hasta ahora más antiguos, descubiertos en Etiopía y que datan de hace unos 195.000 años. Además, permiten aportar una nueva perspectiva sobre anteriores hallazgos controvertidos, señala el equipo de científicos. Así, los investigadores también atribuyen ahora al Homo sapiens un fragmento de cráneo encontrado en Florisbad (Sudáfrica) hace aproximadamente 260.000 años. «Pensábamos desde hace bastante tiempo que la cuna de la humanidad se remontaba a 200.000 años en algún lugar del este de África», señaló Hublin. «Nuestros datos muestran, sin embargo, que el Homo sapiens se expandió por todo el continente hace unos 300.000 años», agregó.” (15).

Pero otra fuente menos reciente (año 1998), dice así:

“Los neandertales son, pues, bastante recientes. Aparecieron hace unos 200.000 años y desaparecieron hace solo 35.000 años. Los homo sapiens, por su parte, aparecieron quizá hace menos de 100.000 años, y dieron lugar, tras la última glaciación del Cuaternario, hace unos 10.000 años, al hombre actual, autointitulado (un poco soberbiamente) Homo sapiens sapiens” (16).

Veamos ahora un breve resumen de la historia, de otra fuente (17):

«Las edades de la historia – ¡Resumen fácil!«

«A modo de resumen, las edades de la historia son las siguientes:

    • «Prehistoria: desde el origen de la humanidad (es decir, hace unos 2 o 3 millones de años a.C.) hasta que se inventó la escritura (hace cuatro mil años a.C.)
    • «Edad Antigua: comienza con la aparición de la escritura y termina con la caída del Imperio Romano (en el siglo V d.C.)
    • «Edad Media: desde el siglo V hasta que los españoles descubren América, en el siglo XV (concretamente, en el año 1492).
    • «Edad Moderna: desde el XV hasta que se da inicio la Revolución Francesa.
    • «Edad Contemporánea: desde el XIX hasta la actualidad».

Siguiente fuente documental sobre la primera civilización del mundo:

«Los sumerios, la primera civilización del mundo«

 “De acuerdo a las investigaciones, en la Baja Mesopotamia existieron asentamientos humanos desde el período Neolítico ((6700 a. C. – 6500 a. C) y Calcolítico ((5500 – 5000 a. C),  El Obeid (5000 – 4000 a. C.), Uruk (4000 – 3200 a. C.) y Yemdet Nasr (3200 – 3000 a. C.)” (18).

Al parecer, se han encontrado indicios de la existencia de campamentos humanos de hace unos 18.000 años antes de Cristo, como indica la siguiente fuente que corresponde a la Universidad de Valencia:

“Hace unos 20.000 años, durante la cuarta y última glaciación de la era cuaternaria, el hombre vagaba por la Tierra en busca de caza y recolectando frutos allí donde los hallaba.
[…]
“Otra zona donde hay indicios tempranos de recolección de cereales es la costa más oriental del Mediterráneo, lo que hoy es Palestina. Se han encontrado restos de hace 15.000 años que demuestran que en esta región el hombre había aprendido a moler el grano. Palestina formaba parte de una zona de condiciones especialmente favorables, conocida como la media luna fértil. Se trata de una región que, como indica su nombre, tiene forma aproximada de media luna. Su parte este es lo que podríamos llamar Canaán. La costa de Canaán recibe el nombre de Palestina al sur y Fenicia al norte, si bien estos nombres están relacionados con pueblos que habitarían la región posteriormente. La media luna fértil avanza hacia el este por el llamado corredor sirio y luego desciende hacia el sur siguiendo el curso de dos ríos que fluyen paralelamente: el Éufrates y el Tigris, que finalmente se unen poco antes de desembocar en el Golfo Pérsico. En la antigüedad el mar cubría una extensión mayor de terreno, de modo que el Éufrates y el Tigris tenían desembocaduras separadas. La tierra comprendida entre los dos ríos (y, por extensión, sus alrededores) se conoce como Mesopotamia. Mesopotamia limita al este con los montes Zagros. Se conocen restos de cazadores-recolectores que poblaron estos montes hace casi 13.000 años.

“La vida en poblados estables supuso un cambio cultural importante. Se abre así una última fase del periodo paleolítico conocida como mesolítico. Los casos que acabamos de comentar son sus primeras manifestaciones, si bien la cultura mesolítica sólo empezó a ser representativa desde hace unos 12.000 años, es decir, desde el X milenio, momento en el que se considera que empieza el último periodo de la era cuaternaria: el holoceno. De esta época se conservan poblados palestinos con cabañas circulares semisubterráneas de madera, adobe y piedra.

“En el IX milenio terminó la cuarta glaciación. La cultura mesolítica se extendió desde Palestina hasta Siria siguiendo la media luna fértil. Mientras el noreste de África permaneció en estado mesolítico durante varios milenios, en el Oriente Próximo se produjeron cambios relativamente rápidos. Los hombres sedentarios tuvieron ocasión de estudiar más a fondo el comportamiento de las plantas y los animales. Lentamente, descubrieron que era posible retener y alimentar a algunos animales en lugar de matarlos, de modo que se podía disponer de su carne cuando fuera más necesaria. Hay indicios de que por esta época, en un asentamiento que más tarde sería la ciudad de Jericó, ya se había domesticado el carnero. Poco a poco, los hombres de la parte occidental de la media luna fértil se hicieron pastores y agricultores” (19).

Como hemos podido comprobar la Ciencia considera probado que la vida surgió, espontáneamente, hace unos 3.500 millones de años, y que evolucionó de lo más simple a lo más complejo. Y que el Homo sapiens apareció hace, al menos, 100.000 años, pero el llamado “Homo sapiens sapiens”, que corresponde al hombre actual, apareció hace unos 10.000 años. (20).

¿Cómo podemos compatibilizar lo que afirma la Ciencia con lo que registra la Sagrada Escritura en el libro del Génesis?

La verdad solo puede ser una. Si la Biblia tiene razón, entonces es la Ciencia la que se equivoca, o viceversa. También cabe otra posibilidad: quizá no estamos interpretando bien los datos que nos suministra la Palabra de Dios.

A continuación,  calcularemos, según la interpretación más común y antigua de la Biblia, la fecha aproximada de la Creación por Dios de la Primera pareja humana, y cómo podríamos interpretar los registros generacionales que nos ofrece el libro del Génesis para que hubiera, al menos, una mínima aproximación con los años que considera la Ciencia sobre la aparición del hombre sobre la Tierra.

6. ¿Cuántos años pasaron desde que Dios creó todo tipo de vida y las condiciones para que subsistiera la misma en la Tierra, en la Semana de la Creación, hasta hoy día?

Cuando uno lee algunos capítulos del libro del Génesis que contienen abundantes y detalladas descripciones, al parecer, exhaustivas de los personajes principales o patriarcas que existieron desde Adán hasta Abraham, y las edades que cada uno de ellos tenían cuando engendraron a sus descendientes, nos llena de asombro la meticulosidad tan detallada de estos registros generacionales, y es difícil resistirse a evaluarlos, mediante una simple operación de sumar los datos de años que nos ofrecen, y obtener, de esa forma tan sencilla, el año cero –Año del Mundo– en el cual Dios creó a  Adán y Eva, o bien su equivalencia, partiendo desde el nacimiento de Jesucristo hacia atrás.

Veamos los capítulos 5 y 11 de Génesis, donde se encuentran, suponemos resumidas, todas las generaciones que hubo desde Adán hasta el Diluvio y de éste hasta Abraham.

Génesis 5:1-32: Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. (2) Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados. (3) Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set. (4) Y fueron los días de Adán después que engendró a Set, ochocientos años, y engendró hijos e hijas. (5) Y fueron todos los días que vivió Adán novecientos treinta años; y murió. (6) Vivió Set ciento cinco años, y engendró a Enós. (7) Y vivió Set, después que engendró a Enós, ochocientos siete años, y engendró hijos e hijas. (8) Y fueron todos los días de Set novecientos doce años; y murió. (9) Vivió Enós noventa años, y engendró a Cainán. (10) Y vivió Enós, después que engendró a Cainán, ochocientos quince años, y engendró hijos e hijas. (11) Y fueron todos los días de Enós novecientos cinco años; y murió. (12) Vivió Cainán setenta años, y engendró a Mahalaleel.  (13) Y vivió Cainán, después que engendró a Mahalaleel, ochocientos cuarenta años, y engendró hijos e hijas. (14) Y fueron todos los días de Cainán novecientos diez años; y murió. (15) Vivió Mahalaleel sesenta y cinco años, y engendró a Jared. (16) Y vivió Mahalaleel, después que engendró a Jared, ochocientos treinta años, y engendró hijos e hijas. (17) Y fueron todos los días de Mahalaleel ochocientos noventa y cinco años; y murió. (18) Vivió Jared ciento sesenta y dos años, y engendró a Enoc. (19) Y vivió Jared, después que engendró a Enoc, ochocientos años, y engendró hijos e hijas. (20) Y fueron todos los días de Jared novecientos sesenta y dos años; y murió. (21) Vivió Enoc sesenta y cinco años, y engendró a Matusalén. (22) Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas. (23) Y fueron todos los días de Enoc trescientos sesenta y cinco años. (24) Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios. (25) Vivió Matusalén ciento ochenta y siete años, y engendró a Lamec. (26) Y vivió Matusalén, después que engendró a Lamec, setecientos ochenta y dos años, y engendró hijos e hijas. (27) Fueron, pues, todos los días de Matusalén novecientos sesenta y nueve años; y murió.  (28) Vivió Lamec ciento ochenta y dos añosy engendró un hijo;  (29)  y llamó su nombre Noé, diciendo: Este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que Jehová maldijo. (30) Y vivió Lamec, después que engendró a Noé, quinientos noventa y cinco años, y engendró hijos e hijas. (31) Y fueron todos los días de Lamec setecientos setenta y siete años; y murió. (32) Y siendo Noé de quinientos años, engendró a Sem, a Cam y a Jafet.

Génesis 11:10-26: Estas son las generaciones de Sem: Sem, de edad de cien años, engendró a Arfaxad, dos años después del diluvio. (11) Y vivió Sem, después que engendró a Arfaxad, quinientos años, y engendró hijos e hijas. (12)  Arfaxad vivió treinta y cinco años, y engendró a Sala. (13) Y vivió Arfaxad, después que engendró a Sala, cuatrocientos tres años, y engendró hijos e hijas.  (14) Sala vivió treinta años, y engendró a Heber. (15) Y vivió Sala, después que engendró a Heber, cuatrocientos tres años, y engendró hijos e hijas. (16) Heber vivió treinta y cuatro años, y engendró a Peleg. (17) Y vivió Heber, después que engendró a Peleg, cuatrocientos treinta años, y engendró hijos e hijas. (18) Peleg vivió treinta años, y engendró a Reu. (19) Y vivió Peleg, después que engendró a Reu, doscientos nueve años, y engendró hijos e hijas. (20) Reu vivió treinta y dos años, y engendró a Serug. (21) Y vivió Reu, después que engendró a Serug, doscientos siete años, y engendró hijos e hijas. (22)  Serug vivió treinta años, y engendró a Nacor. (23) Y vivió Serug, después que engendró a Nacor, doscientos años, y engendró hijos e hijas. (24) Nacor vivió veintinueve años, y engendró a Taré. (25) Y vivió Nacor, después que engendró a Taré, ciento diecinueve años, y engendró hijos e hijas. (26) Taré vivió setenta años, y engendró a Abram, a Nacor y a Harán.

Da la impresión que Dios tenía especial interés en que supiéramos este dato tan importante del año en que apareció la vida en la Tierra, o al menos una aproximación, para que no nos dejáramos engañar por esos datos que proporcionan los científicos, basados en la Teoría de la evolución, que, por otro lado, no son tan dignos de credibilidad, porque permanentemente han ido variando a medida que pasa el tiempo; ya sea porque la Ciencia dispone de nuevos y más avanzados aparatos de medida, o cambia sus criterios de evaluación de la antigüedad de los fósiles, o se tienen en cuenta otros posibles factores, no tenidos en cuenta hasta la fecha; o bien porque hay nuevos hallazgos, en lugares o condiciones distintos.

Anteriormente, hice referencia a las transformaciones que, un acontecimiento tan catastrófico como fue el Diluvio universal, produjo, indudablemente, en todas las rocas, destrozando muchas, plegándolas en distintas capas y cambiándolas de forma y de lugar, debido a que “aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas” (Gn. 7:11).

 Veamos a continuación la impresionante descripción del Diluvio, que duró poco más de “ciento cincuenta días” (Gn. 7:24).

Génesis 7:11-24: El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas, (12)  y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches. (13) En este mismo día entraron Noé, y Sem, Cam y Jafet hijos de Noé, la mujer de Noé, y las tres mujeres de sus hijos, con él en el arca; (14) ellos, y todos los animales silvestres según sus especies, y todos los animales domesticados según sus especies, y todo reptil que se arrastra sobre la tierra según su especie, y toda ave según su especie, y todo pájaro de toda especie. (15) Vinieron, pues, con Noé al arca, de dos en dos de toda carne en que había espíritu de vida. (16) Y los que vinieron, macho y hembra de toda carne vinieron, como le había mandado Dios; y Jehová le cerró la puerta. (17) Y fue el diluvio cuarenta días sobre la tierra; y las aguas crecieron, y alzaron el arca, y se elevó sobre la tierra. (18) Y subieron las aguas y crecieron en gran manera sobre la tierra; y flotaba el arca sobre la superficie de las aguas. (19) Y las aguas subieron mucho sobre la tierra; y todos los montes altos que había debajo de todos los cielos, fueron cubiertos. (20) Quince codos más alto subieron las aguas, después que fueron cubiertos los montes.  (21) Y murió toda carne que se mueve sobre la tierra, así de aves como de ganado y de bestias, y de todo reptil que se arrastra sobre la tierra, y todo hombre. (22) Todo lo que tenía aliento de espíritu de vida en sus narices, todo lo que había en la tierra, murió. (23) Así fue destruido todo ser que vivía sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia, los reptiles, y las aves del cielo; y fueron raídos de la tierra, y quedó solamente Noé, y los que con él estaban en el arca. (24) Y prevalecieron las aguas sobre la tierra ciento cincuenta días.

Decía en el párrafo anterior que parece que Dios tiene especial interés en que no creamos los datos “científicos”, que tienen como fundamento la Teoría de la evolución, porque ¿para qué registra la Biblia tan meticulosamente los descendientes de Adán hasta Noé (Gn. 5:1-32), y luego nos proporciona tantos detalles sobre los años que tenían los patriarcas antes y en el momento del Diluvio: “siendo Noé de quinientos años, engendró a Sem, a Cam y a Jafet” (Gn. 5:32), y, además, que “Era Noé de seiscientos años cuando el diluvio de las aguas vino sobre la tierra” (Gn. 7:6,11)?

No acaban aquí los datos sobre los años que vivió Noé, pues incluso Génesis registra los años que tenía inmediatamente que salió del Arca:

Génesis 8:13: Y sucedió que en el año seiscientos uno de Noé, en el mes primero, el día primero del mes, las aguas se secaron sobre la tierra; y quitó Noé la cubierta del arca, y miró, y he aquí que la faz de la tierra estaba seca.

Y por si acaso no tuviéramos bastantes datos con los anteriores, también se registra que “vivió Noé después del diluvio trescientos cincuenta años. (29) Y fueron todos los días de Noé novecientos cincuenta años; y murió (Génesis 9:28-29).

Los datos suministrados en Génesis, son tan detallados que registran los años que vivieron los patriarcas desde Adán hasta Noé, y la edad que tenían cuando engendraron su primer hijo (Gn. 5:1-32).

Unos capítulos más adelante se registran, también minuciosamente, los  descendientes de los hijos de Noé: Jafet y sus descendientes (Gn. 10:1-19); Cam y sus descendientes (Gn. 10:20-32); y finalmente los descendientes de Sem, hasta llegar a Taré que, con setenta años de edad, “engendró a Abram, a Nacor y a Harán” (Gn. 11:26). Si sumamos los años que tenía cada patriarca cuando engendró a su primer hijo, podemos fácilmente, obtener los años que transcurrieron desde la Creación por Dios de Adán hasta el patriarca Isaac, según las generaciones registradas.

Para ello, seguiremos el esquema en forma de tabla que he obtenido del libro de Pedro de Felipe del Rey, titulado: Jesús de Nazaret II. Su Persona y sus Obras (21):

«Primera Etapa: Desde Adán hasta Isaac«

Nº de orden

Patriarcas

Años cuando engendró

Referencias

1

Adán

130

Gn. 5:3

2

Set

105

Gn. 5:6

3

Enós

90

Gn. 5:9

4

Cainán

70

Gn. 5:12

5

Mahalaleel

65

Gn. 5:15

6

Jared

162

Gn. 5:18

7

Enoc

65

Gn. 5:21

8

Matusalén

187

Gn. 5:25

9

Lamec

182

Gn. 5:28

10

Noé

601

Gn. 5:32

11

Sem

Gn. 11:10

12

Arfaxad

35

Gn. 11:12

13

Sala

30

Gn. 11:14

14

Heber

34

Gn. 11:16

15

Peleg

30

Gn. 11:18

16

Reu

32

Gn. 11:20

17

Serug

30

Gn. 11:22

18

Nacor

29

Gn. 11:24

19

Taré

70

Gn. 11:26

20

Abraham

100

Gn. 21:5

21

Isaac

60

Gn. 25:24-26

Total de años desde Adán hasta Isaac

2.107

Fecha del Diluvio: 1656 años (AM)

 

Siguiendo lo publicado en la obra citada anteriormente, “la segunda etapa”, sería “desde el nacimiento de Jacob hasta su llegada a Egipto”, que según Génesis 47:9, Jacob tenía 130 años (22).

Génesis 47:9: Y Jacob respondió a Faraón: Los días de los años de mi peregrinación son ciento treinta años; pocos y malos han sido los días de los años de mi vida, y no han llegado a los días de los años de la vida de mis padres en los días de su peregrinación.

“La tercera etapa” es “el tiempo de permanencia de los israelitas en Egipto, desde que Jacob llegó a Egipto hasta que se produjo el éxodo”, que según Éxodo 12:40 y Gálatas 3:17, fue de 430 años (23).

Éxodo 12:40: El tiempo que los hijos de Israel habitaron en Egipto fue cuatrocientos treinta años.

Gálatas 3:17: Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa.

“La cuarta etapa” es “desde la salida de Egipto hasta el comienzo de la construcción del Templo en el cuarto año del reinado de Salomón” que, según 1 Reyes 6:1, fue de 480 años (24).

1 Reyes 6:1: En el año cuatrocientos ochenta después que los hijos de Israel salieron de Egipto, el cuarto año del principio del reino de Salomón sobre Israel, en el mes de Zif, que es el mes segundo, comenzó él a edificar la casa de Jehová.

“La quinta etapa”, “desde el cuarto año de Salomón hasta la destrucción del Templo de Jerusalén por Nabucodonosor (2 Reyes 25:8-10)”, que según la cronología de los reyes del reino de Judá, descritas en los libros de 1ª Reyes (11:42; 14:21; 15:2,9-10; 22:42) y 2ª Reyes (8:16,17,26; 11:1-21; 12:1; 14:1-2; 15:1-2,32-33; 16:2; 18:1-2; 21:1,19; 22:1; 23:31,36; 24:8,18; 25;1-10) y recogidas por el mismo autor mencionado arriba, suman 430 años (25).

2 Reyes 25:8-10: En el mes quinto, a los siete días del mes, siendo el año diecinueve de Nabucodonosor rey de Babilonia, vino a Jerusalén Nabuzaradán, capitán de la guardia, siervo del rey de Babilonia. (9) Y quemó la casa de Jehová, y la casa del rey, y todas las casas de Jerusalén; y todas las casas de los príncipes quemó a fuego. (10) Y todo el ejército de los caldeos que estaba con el capitán de la guardia, derribó los muros alrededor de Jerusalén.

“La sexta etapa”, “desde la destrucción del templo de Salomón por Nabucodonosor hasta el nacimiento de Jesús en Belén”, según este mismo autor, habrían transcurrido 586 años. Es decir, la destrucción del Templo de Jerusalén por Nabucodonosor tuvo lugar en el año 19 del reinado del rey Nabucodonosor de Babilonia, según 2 Reyes 25:8-10. Esta fecha históricamente se conocería como el 586 a.C. (26).

Sumando los años de las seis etapas obtendríamos, teóricamente, suponiendo que el libro del Génesis no hubiera omitido ninguna generación –a lo que me referiré más abajo–, los años que transcurrieron desde la Creación del hombre hasta el nacimiento de Jesucristo en Belén.

La suma total de los años de cada etapa arroja la cantidad de 4.163 años; es decir, según las generaciones registradas en la Biblia, el tiempo transcurrido, desde la Semana de la Creación hasta el nacimiento de Cristo, sería de unos  4.163 años (27).

Si los datos calculados arriba fueran correctos, el Diluvio se ubicaría en el año 1656/1657 AM (Año del Mundo), y el nacimiento de Abraham –290 años después del Diluvio– en  1947 AM. Y convirtiendo estas fechas en años antes de Cristo, es decir, contando desde el nacimiento de Jesucristo hacia atrás, el Diluvio habría ocurrido en el año 2507 a. C. (restando 1.656 a 4.163); y el nacimiento de Abraham habría sido en el año 2216 a.C. (restando 1947 a 4.163).

Como hemos comprobado en el epígrafe anterior (nº5), variadas fuentes coinciden en que, aproximadamente, el “Homo sapiens sapiens” aparece de forma clara en la Tierra hace, al menos, unos 10.000 años. De entre las muchas fuentes que existen, ahora, volvemos a citar, por ejemplo, la que se refiere a “Los sumerios, la primera civilización del mundo”: “De acuerdo a las investigaciones, en la Baja Mesopotamia existieron asentamientos humanos desde el período Neolítico (6700 a. C. – 6500 a. C)” (28). Aunque otras fuentes, –que se refieren a la existencia del hombre cuando vivía aislado, en pequeños grupos, en campamentos, cabañas o cuevas–, le adjudican una edad de unos 18.000 años antes de Cristo.

Ante esos datos que parecen evidentes, por estar basados en pruebas de muchos descubrimientos arqueológicos, es lógico suponer que los registros generacionales del libro del Génesis no incluyen todas las generaciones que realmente existieron entre Adán y Abraham, sino solo una parte significativa, que recogería a los personajes más destacados. Así parece ser el caso de la genealogía de Jesucristo registrada en el Evangelio según San Mateo. Porque esta genealogía, que va de Abraham hasta Jesucristo, intenta condensar las generaciones entre ambos, en tres grupos de 14 generaciones que cubren los personajes o eventos más importantes y significativos o importantes:

Mateo 1:17: De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce.

En el estudio bíblico que publiqué hace ahora poco más de un año, titulado ¿Por qué hay dos distintas genealogías de Jesús?,  mostré que san Mateo, a fin de obtener que el número de generaciones sea múltiple de siete, omite algunos nombres. Esto se comprueba al comparar su lista, con la que registra en el libro de 1ª Crónicas (3:10-12). Transcribo aquí los párrafos de aquel estudio que nos ayudarán a entender por qué san Mateo no copia exactamente lo que registra el citado libro de Crónicas del AT:

Genealogías del linaje davídico según el evangelista san Mateo hasta Jotám

Mateo 1:7-8: Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa. (8)  Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías. (9) Uzías engendró a Jotam:

Genealogías del linaje davídico según el primer libro de Crónicas

1 Crónicas 3:10-12: Hijo de Salomón fue Roboam, cuyo hijo fue Abías, del cual fue hijo Asa, cuyo hijo fue Josafat,  (11)  de quien fue hijo Joram, cuyo hijo fue Ocozías, hijo del cual fue Joás,  (12)  del cual fue hijo Amasías, cuyo hijo fue Azarías, e hijo de éste, Jotam.

“Ciertamente, la genealogía de san Mateo no recoge “a Ocozías (hijo de Joram), hijo del cual fue Joás, (12) del cual fue hijo Amasías, cuyo hijo fue Azarías, e hijo de éste, Jotam” (1 Crónicas 3:11-12); tampoco registra el nombre de Azarías –hijo de Amasías– sino que salta desde Joram a Uzías, es decir, no cita a: Ocozías, Joás y Amasías; y, además, san Mateo, en lugar de Azarías, registra el nombre de Uzías.

“Por un lado, para probar que Jesús era del linaje davídico, según la carne, no estaba obligado a registrar todos los descendientes del rey David hasta Jesús, sino solo algunos que él consideró más importantes. De ahí que Mateo opta por resumir, en un número múltiplo de siete –número bíblico de perfección y plenitud–, las generaciones que hubo: “desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce” (Mt. 1:17). Por otro lado, san Mateo no dice expresamente que Joram es el padre de Uzías (Mt. 1:8), sino que éste es descendiente de Joram, así como lo es del rey David. Por tanto, como ya vimos anteriormente hijo significa descendiente, y no necesariamente hijo directo; lo que, análogamente, también se aplica a que “Joram engendró a Uzias”, no directamente como de padre a hijo, sino a través de las generaciones davídicas, y específicamente a través de Amasías, como prueba el registro bíblico citado antes” (29).

Por otra parte, el evangelista Lucas añade al patriarca Cainán entre Sala y Arfaxad. Lo que es una prueba adicional de que las generaciones registradas en Génesis y en los Evangelios de Mateo y Lucas, no pretendían ser exhaustivas, sino proporcionar una parte significativa, pero tratando que formaran múltiplos de siete. Esto es lo que viene, más o menos a explicar don Pedro de Felipe en su libro “Jesús de Nazaret II” (30), al que le corresponde atribuirle el crédito o mérito de haberlo observado o deducido primero. De ahí que no sea posible fijar una fecha ni exacta, ni aproximada para la aparición de la vida sobre la Tierra.

Sin embargo, aunque realmente no se sabe con exactitud la edad en que Dios creó al primer hombre, en ningún caso se podría creer que los restos fósiles del “home sapiens”, que los científicos aseguran haber encontrado, correspondan a seres humanos, o siquiera a algún tipo de primates avanzados, que vivieran  hace más de 400.000 años. Si esto se llegara a creer sería tanto como aceptar la Teoría de la evolución y rechazar la veracidad de la Palabra de Dios, que acredita que todo tipo de vida fue creado por Dios en seis días literales de 24 horas (Gn. 1:3-31; 2:1-7; cf. Éx. 20:11; etc.).

La realidad es que, aunque el hombre pudo existir hace 12.000 a 15.000 años, o quizá algo más, la historia humana se remonta a poco más de seis mil años. Y también creemos que existió un Diluvio universal, aunque, por la misma razón explicada arriba, tampoco podemos fijar cuándo ocurrió. Esto pudo suceder no muchos años después de la creación por Dios de Adán y Eva, pero, posiblemente, bastantes más que los 1.656 años contabilizados en los registros bíblicos. El Diluvio fue una obra de juicio de Dios sobre el mundo antediluviano, por haberse corrompido, y Él eligió juzgarlos por su maldad, provocando el citado cataclismo enviando el Diluvio.

¿Cuánto tiempo pasó desde Adán y Eva hasta el Diluvio?

No se sabe, y, al parecer, no hay vestigios arqueológicos cómo para fijar una fecha aunque fuese aproximada. Las diversas fuentes consultadas no se ponen de acuerdo. Unas hablan que el Diluvio sucedió unos 3.000 años a.C., pero otras se refieren a más de 5000 a.C. La Enciclopedia de la Biblia, citada antes, dice que “El diluvio egipcio narrado por Platón en el Timeo y Critias, sucedió unos 9600 años a.C.” (31).

Según la Biblia todo tipo de vida fue creado por Dios en el planeta Tierra durante la Semana de la Creación; y, para nuestra fe cristiana, no importa tanto saber cuándo sucedió exactamente esa Obra de Dios; si hace solo unos 6.000,  12.000 o 20.000 años o cualquier otra fecha. Pero, en ningún caso, podemos creer que la vida surgiera, como dicen los científicos, por generación espontánea, hace unos 3.500 millones de años para la vida más elemental y cerca de un millón de años para los seres humanos; porque si el hombre no fue creado por Dios a su imagen y semejanza, entonces tampoco existe el pecado, y si no existe el pecado en vano murió Cristo por nosotros (Ro. 5:8; Gá. 2:20; etc.). Además la Biblia testifica que la muerte apareció en la Tierra como consecuencia del pecado humano (Romanos 5:12; 1 Corintios 15:21-25).

Romanos 5:12: Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

1 Corintios 15:21-26: Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. (22) Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. (23) Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.  (24)  Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. (25)  Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. (26) Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.

Por tanto, si creemos a la Biblia y a Jesucristo, no podemos creer todos los relatos científicos.

7. Argumentos bíblicos que hacen incompatible que un cristiano pueda aceptar la teoría de la evolución.

El principal argumento es que la Teoría de la evolución contradice totalmente la Biblia, pues aquella asegura que la vida surgió en la Tierra hace millones de años, y evolucionó desde la materia inerte que existía al principio –la cual tampoco la Ciencia puede explicar cómo apareció– hasta que surgió espontáneamente algo, que todavía no es vida, como una molécula orgánica o similar, que a base añadirle millones de años, evolucionó a un tipo de vida elemental como puede ser una ameba u organismo unicelular, y, añadiéndole más millones de años, iría evolucionando y formándose todos las especies existentes, hasta llegar a las más avanzadas, como los simios o primates, y de estos, con unos cuantos miles de años más, el hombre. ¡Todo esto es increíble e indemostrable!

A continuación transcribo algunos argumentos que extraigo de unos artículos que escribí en enero del 2007 y en enero de 2011.

“Los creyentes en Dios, que todavía quieren contemporizar con la teoría de la evolución, se enfrentan, pues, con la necesidad de establecer que Dios ha intervenido en un momento de la Prehistoria eligiendo a una pareja de simios, para crear, a partir de ellos, a la primera pareja humana perfecta que reúna todas las características que definen al ser humano como tal, es decir, su libre albedrío, conciencia, inteligencia, espiritualidad, capacidad de amar, etc. Sin embargo, esto todavía conlleva problemas, pues para los evolucionistas, la muerte existió desde el principio del mundo, y para un creyente, la muerte surge, al principio de la historia humana, como consecuencia de la acción de desobediencia ejercida con la libre voluntad de nuestros primeros padres, por lo que al separarse e independizarse de Dios que es la causa, fuente y sustento de toda vida, provocaron que la muerte apareciese por primera vez.

“Concluyo que como creyente, la teoría de la evolución no me es útil para avanzar en la fe, en el conocimiento de Dios, en su plan de salvación mediante la muerte expiatoria de su Hijo Jesucristo, en la reconciliación con Dios y con los demás seres humanos; y solo al considerarme adoptado como hijo de Dios, me siento valioso y mi naturaleza humana se ennoblece, y se espiritualiza. Al sentirme, por tanto, miembro de la familia divina y humana, y tener como realidad ya obtenida la salvación y vida eterna, prosigo, como diría San Pablo (Fil. 3), al objetivo de una vida que progrese, en Cristo Jesús, en santificación hasta la muerte, o hasta la segunda venida de nuestro Señor en poder y gloria, manteniendo siempre la bienaventurada esperanza de que si la muerte nos alcanza antes de su venida, tenemos asegurada la resurrección por sus infalibles promesas.

“Necesitamos, por tanto, para que el edificio de nuestra fe se mantenga firme contra toda tempestad, fundamentarnos, no en las arenas movedizas de la Evolución, sino en la Roca de la eternidad que es Cristo, y en su Palabra que alumbra en las tinieblas de este mundo. No hay nada que explique mejor por qué existe la muerte, la maldad y el dolor en este planeta que la Biblia (véase, por ejemplo, Romanos 5:12 e.a.). Por tanto, no nos dejemos influir por los argumentos de la Teoría de la evolución, porque sólo pueden conducirnos a rebajar nuestra condición y nuestras expectativas, como criaturas del Dios misericordioso que ha entregado a su único Hijo, “para que todo aquel que en Él cree pueda tener vida eterna” (Jn. 3:16). Atendamos el consejo de Pablo a Timoteo: “(20) Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas de la falsamente llamada ciencia, (21) la cual profesando algunos, se desviaron de la fe. La gracia sea contigo. Amen” (1 Tim. 6:20,21)” (32).

“Tanto la evolución científica como la teísta adolecen de los mismos inconvenientes, porque se oponen frontalmente a la autenticidad de la inspiración de la Sagradas Escrituras, en lo que se refiere al origen de la vida en la Tierra, el pecado y la muerte, negando radicalmente la literalidad del relato de la creación que aparece en el primer libro de la Santa Biblia, el Génesis. El capítulo uno de este libro relata con claridad que Dios creó todos los seres vivos de los reinos vegetal y animal según su “género” o su “especie”, directamente como vida compleja perfectamente terminada (Génesis 1:11,12; 1:20-27).

“La evolución, tanto la científica como la teísta, requiere miles de millones de años para la transformación de la vida elemental en vida compleja, lo que exige una mutación inteligente de las especies expandiéndose en multitud de formas y organismos que alcanzan su perfección funcional basándose en una selección natural, que viene dada por la supervivencia de la especie más apta para la vida; lo que ello supone partir de un estado primitivo de imperfección que evoluciona, por medio de ciclos de nacimiento y muerte de los organismos previos para que nazcan otros más aventajados.

“Esta filosofía contradice frontalmente la doctrina que se desprende de la Palabra de Dios de que el hombre y la mujer fueron creados perfectos a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26,27), y, además, directamente por Él, mediante una creación especial, no por evolución de especies existentes, sino formados con la palabra de su poder. La primera pareja no hubiera conocido el sufrimiento y la muerte si no hubiera pecado desobedeciendo a Dios. Luego el origen de la muerte es el pecado, la rebelión de la primera pareja humana contra Dios. Así lo confirma el apóstol San Pablo en sus epístolas a los Romanos y a los Corintios (Romanos 5:12; 1ª Corintios 15:21,22).

Romanos 5:12: Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

1ª Corintios 15:21,22: Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. 22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.

“¿Por qué razón los creyentes hemos de preferir la hipótesis evolucionista, aunque sea la teísta, a la creación directa de Dios mediante un “hágase”? ¿Qué ventajas conlleva?

“A mi modo de ver, la única ventaja consiste en que nos pondríamos en armonía con lo que afirma el “mundo”. Estaríamos, entonces, a favor del espíritu de este planeta, y en cambio, en desacuerdo con el Espíritu de Dios que afirma lo contrario. La evolución implica siempre una obra imperfecta, no terminada. Si la primera pareja humana, no era perfecta, hecha a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26,27), se infiere que su evolución continuaba, su estado estaba inacabado, y Él no podría pedirles una obediencia perfecta. Y si la muerte existió desde que hubo vida en la Tierra, ¿qué sentido tiene que Dios les condenase a una muerte que ya padecían y que ya sufrían todas las especies? Nuestra guía nunca puede ser las hipótesis evolucionistas más o menos científicas sino la Palabra de Dios. ¿Qué dice la Palabra?” (33)

Salmo 33:6-9: Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca. (7) El junta como montón las aguas del mar; El pone en depósitos los abismos. (8) Tema a Jehová toda la tierra; Teman delante de él todos los habitantes del mundo. (9) Porque él dijo, y fue hecho; El mandó, y existió.

Salmo 19:1-4: Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos. (2) Un día emite palabra a otro día, Y una noche a otra noche declara sabiduría. (3) No hay lenguaje, ni palabras, Ni es oída su voz. (4) Por toda la tierra salió su voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernáculo para el sol;

Nehemías 9:6: Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran.

Isaías 45:12,13,18: Yo hice la tierra, y creé sobre ella al hombre. Yo, mis manos, extendieron los cielos, y a todo su ejército mandé. (13) Yo lo desperté en justicia, y enderezaré todos sus caminos; él edificará mi ciudad, y soltará mis cautivos, no por precio ni por dones, dice Jehová de los ejércitos. […] (18) Porque así dijo Jehová, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó: Yo soy Jehová, y no hay otro.

Marcos 10:5,6: Y respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento; (6) pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.

8. Conclusión

La Biblia no es un libro de Ciencia; y por eso no nos informa de cuántos años tiene el planeta Tierra, ni de la edad del Cosmos. Pero nos presenta a Dios como el Creador de los cielos y la Tierra (véase Is. 42:5; cf. Sal. 102:25; Heb. 1:10). Y nos dice que “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn. 1:1). Es decir, Dios existe en la eternidad, y decide crear el Universo y con él el tiempo, y “todas las cosas, las que hay en los cielos y la que hay en la tierra…todo fue creado por medio de él y para él, y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Col. 1:16-17). En este texto se está refiriendo al Cristo preexistente, como Creador de todo lo que existe. Dios crea mediante Su Palabra:

Salmo 33:6-9: Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca. (7) El junta como montón las aguas del mar; El pone en depósitos los abismos. (8) Tema a Jehová toda la tierra; Teman delante de él todos los habitantes del mundo. (9) Porque él dijo, y fue hecho; El mandó, y existió.

Salmo 19:1-4: Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos. (2) Un día emite palabra a otro día, Y una noche a otra noche declara sabiduría. (3) No hay lenguaje, ni palabras, Ni es oída su voz. (4) Por toda la tierra salió su voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernáculo para el sol;

Nehemías 9:6: Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran.

Hebreos 11:3: Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.

Dios es infinito y no tiene principio ni fin; Él es “el primero y el último” (Is. 44:6), “el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Ap. 1:8,; cf. Ap 1:11,17; 21:6; 22:13); pero el Universo tiene límites, porque está hecho de materia, y la materia es finita y todo lo finito tiene un principio, un momento en el que empieza a existir. De ahí que a Dios nunca se le debe confundir con Su Creación, que es finita y limitada en el espacio y en el tiempo, como hacen los que adoptan la teoría panteísta de que Dios y el Universo son uno.

El “principio” cuando Dios creó “los cielos y la tierra” puede referirse al ”principio” cuando Dios creó el Universo. Pero también puede referirse al  “principio” cuando Dios creó este planeta Tierra con su Sistema Solar. No contradice la Biblia creer que Dios creó en dos “principios diferentes”; o sea en un primer instante, el Universo, y en otro momento posterior del tiempo, nuestro Sistema planetario, donde se ubica la Tierra el Sol y la Luna.

En cualquier caso, ello no afecta en absoluto a nuestra fe en la Biblia, pero de esta manera podemos compatibilizar la enseñanza bíblica con la de la Ciencia.

La Ciencia fija la edad de la Tierra y de nuestro Sistema Solar, en unos 4.500 millones de años, y el inicio del Universo en unos 12.000 a 15.000 millones de años. Tanto la datación de la Tierra como la del inicio del Universo, son datos que no afectan a nuestra creencia en la Palabra de Dios. En cambio, sí nos afecta negativamente que la Ciencia asegure que la vida en la Tierra surgió hace unos 3.500 millones de años, espontáneamente, y que fue evolucionando desde una simple molécula, hasta llegar a convertirse en un esbozo rudimentario de vida, como quizá es la complejísima célula, que, a base de millones de años, se convirtiera en vida más compleja, hasta llegar a los primates. Y en absoluto podemos admitir, que de estos, por evolución, apareciese el hombre, no se sabe con certeza, si hace 2.5 millones de años o solo hace 400.000 años, o 200.000 años.

La Palabra de Dios afirma que “La tierra estaba desordenada y vacía. Es decir, en un principio Dios había creado esa materia inerte caótica, para  posteriormente, cuando lo consideró oportuno, ordenarla o acondicionarla, y crear vida en la Tierra; y esto lo hizo en seis días de 24 horas cada uno; de manera que en el sexto día remató Su obra creando, en primer lugar, los animales de la tierra, y finalmente al hombre, “a su imagen y semejanza, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn. 1:25-26).

Y de ninguna manera debemos dudar de la literalidad de la Semana de la Creación, porque es Palabra de Dios, revelada a Moisés, que tuvo el privilegio de hablar personalmente con Dios: “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero…” (Éx. 33:11). A él le fueron entregadas, por Dios, las Tablas de la Ley del Sinaí. Véase, además: Éx. 20:8-11; 31:18: 32:15-16; 33:9-11; Dt. 31:24-26; cf. Éx. 3:1-22; 4:1-17; etc.

Éxodo 20:8-11: Acuérdate del día de reposo para santificarlo. (9)  Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; (10) mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. (11)  Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.

El pasaje anterior (Éx. 20:8-11) corresponde al cuarto mandamiento del Decálogo (el cual no está vigente en el Nuevo Pacto en Cristo) que, junto con los otros nueve restantes, Moisés recibió en “tablas de piedra escritas con el dedo de Dios” (Éx. 31:18). Notemos que la verdad de la Semana de la Creación está avalada y confirmada en Éxodo 20:11, porque es “el dedo de Dios” –que es el símbolo de la acción directa y personal de Dios–  el que escribió: “Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día” (Éx. 20:11).

En relación con cuántos años pasaron desde que Dios realizó la Obra de la Semana de la Creación hasta nuestros días, no es posible obtenerla con exactitud, porque los registros del libro del Génesis recogen solo los datos correspondientes a los patriarcas más significativos que existieron, desde Adán hasta Abraham. No obstante, la inclusión de esos registros generacionales de los citados patriarcas obedece, sin duda, a la intención de Dios de proporcionarnos una aproximación a la fecha en la que apareció la vida y el hombre en este planeta.

Al parecer, y según distintas fuentes documentales citadas arriba, existe coincidencia de que se han encontrado vestigios de la existencia de grupos humanos organizados, que datan de unos 6000 a 8000 años a.C.

También existe bastante consenso, por las pruebas arqueológicas descubiertas, en fijar la fecha del nacimiento del patriarca Abraham hacia el año 1900-2000 a.C. Como, por ejemplo, prueba la siguiente cita:

“La emigración de Térah [otras versiones: Taré, padre de Abraham] con su familia, motivada tal vez por las perturbaciones políticas y sociales que siguieron a la caída de la III dinastía de Ur (ca. 1940 a. C.), obedecía ante todo a un designio providencial sobre Abraham, quien pudo haber recibido ya en Ur la orden de emigrar a Canaán y ser el promotor de la partida: “Yo soy Yahweh que te hice salir de Ur de los Caldeos…” (Gn. 15:7; cf. 11:31) (34).

Esta fuente –Enciclopedia de la Biblia– sitúa a Abraham, cuando aún residía en el hogar de su padre, Taré, en su país natal –Ur de los Caldeos– hacia el 1940 a.C.

La información que nos proporciona la Biblia va dirigida específica y exclusivamente para los habitantes humanos del planeta Tierra; y es la Revelación de Dios para la salvación de la humanidad, que nos muestra el camino (Cristo) y los medios que Dios ha provisto, para que los humanos seamos salvos, por la obediencia a Su Palabra. Es decir, la Palabra de Dios, nos enseña cómo vencer al pecado, la muerte y al diablo, y así obtener el derecho a vivir eternamente felices en “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 P. 3:13), y donde “Dios mismo morará con nosotros” y “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Ap. 21:3,4).

Esperando haberme hecho entender, quedo a su disposición en todo lo que pueda servirles.

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento

AP = Antiguo Pacto

NP = Nuevo Pacto

Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)

(1) Siglas de varias versiones de la Biblia

La Biblia de las Américas (LBLA)
Dios Habla Hoy-Latinoamericana, 1996 (DHH L 1996)
La Nueva Reina Valera 2000 (NRV2000)
Nueva Versión Internacional 1999 (NVI 1999)
Reina-Valera, 1960 (RV 1960)
Reina-Valera, 1995 (RV 1995)
Biblia de Jerusalén, 2ª Edición 1976 (BJ76)
Biblia de Jerusalén, 3ª Edición 2001 (JER 2001*)
Biblia Latinoamericana, 1995 (BL95)
Biblia Latinoamericana, revisión 1995 (BLA95)
La Biblia de Nuestro Pueblo (BNP)
La Biblia  de Serafín de Ausejo 1975 (BSA)
La Biblia de Luis Alonso-Schöckel y Juan Mateo (BSM)
La Biblia Textual (BTX)
Dios Habla Hoy –Edición peninsular con deuterocanónicos, 2002 (DHHe (D)
La Sagrada Biblia- NT. Edición Universidad de Navarra (EUNSA)
Sagrada Biblia-Versión de la LXX al español por Guillermo Jüneman (Jünemann)
King James Version (KJV)
El Libro del Pueblo de Dios, Levoratti y Trusso (LPD)
Nueva Biblia de Jerusalén de Desclée de Brouwer -1998 (NBJ)
Sagrada Biblia- Nacar  Colunga-1994 (N-C)
Nueva Reina Valera 1990 (NRV90)
Nueva Reina Valera 1990 (adventista )(NRV1990**)
Nueva Versión Internacional (NVI)
Biblia del Peregrino – Luis Alonso Schökel, 1993 (PER)
La Santa Biblia-Martín Nieto (SB-MN)
Los Santos Evangelios-Scio de San Miguel (Scío)
Spanish Reina Valera 2004 (SRV2004)
La Biblia de Oro de Torres Amat actualizada. Terranova Ediciones: (T-AA)
Traducción en lenguaje actual (2002) (TLA)
King James Version W/ strong’s numbers  (KJV+)
NT de Fernando Arcas y Alfonso Fernández  (AF)
Biblia en lenguaje sencillo (BLS)
El Libro del Pueblo de Dios. Levoratti y Trusso (LPD)
Nuevo Testamento de la Biblia Peshsitta en español (NT Peshsitta-ES)

(2) Sistema Solar. https://es.wikipedia.org/wiki/Sistema_solar
(3) La edad del universo. https://es.wikipedia.org/wiki/Edad_del_universo
(4)Logran medir la edad del Universo con una onda gravitacional. (09-01-2018) https://www.abc.es/ciencia/abci-logran-medir-edad-universo-onda-gravitacional-201801091325_noticia.html.
(5) Edad de la tierra, (15-03-2017). https://www.meteorologiaenred.com/edad-de-la-tierra.html
(6) El Sistema Solar. https://es.wikipedia.org/wiki/Sistema_solar
(7) Diccionario RAE. http://dle.rae.es/?id=060008I
(8) Felipe del Rey, Pedro de: Jesús de Nazaret II. Su Persona y sus Obras, pág. 295. Ediciones Alymar, 2013.
(9) Aracil Orts, Carlos, 2014. https://amistadencristo.com¿Por qué Dios reposó en el séptimo día, lo bendijo y lo santificó?
(10) El origen del hombre. https://www.uv.es/ivorra/Historia/Historia_Antigua/BigBang.htm
 (11) Diario El Comercio, (7-06-2017) https://www.elcomercio.com/tendencias/descubrimiento-fosiles-antiguedad-homosapiens-africa.html.
(12) El origen del hombre. https://www.uv.es/ivorra/Historia/Historia_Antigua/BigBang.htm
(13) El origen del hombre. https://www.uv.es/ivorra/Historia/Historia_Antigua/BigBang.htm
(14) Enciclopedia de la Biblia. tomo IV, pág. 11. Ediciones Garriga, S.A., Barcelona, 1963.
(15) Diario El Comercio (7-06-2017) https://www.elcomercio.com/tendencias/descubrimiento-fosiles-antiguedad-homosapiens-africa.html.
(16) Toharia, Manuel. 1998. Pág. 150. “Hijos de las estrellas”. Ediciones Temas de Hoy, S.A., 1998.
(17) Las edades de la historia – ¡Resumen fácil!. https://www.unprofesor.com/ciencias-sociales/las-edades-de-la-historia-resumen-facil-1430.html
(18) Los sumerios, la primera civilización del mundo. (27-11-2016)
https://www.elmetropolitanodigital.com/2016/11/los-sumerios-la-primera-civilizacion-del-mundo/
(19) El origen de la civilización. https://www.uv.es/ivorra/Historia/Historia_Antigua/civilizacion.htm
(20) Toharia, Manuel. 1998. Pág. 150. “Hijos de las estrellas”. Edicones Temas de Hoy, S.A., 1998.
(21) Felipe del Rey, Pedro de: Jesús de Nazaret II. Su Persona y sus Obras, pág. 29. Ediciones Alymar, 2013.
(22) Ibíd. Pág. 30.
(23) Ibíd. Pág. 30.
(24) Ibíd. Págs. 30-31.
(25) Ibíd. Pág. 31.
(26) Ibíd. Págs. 31-32.
(27) Ibíd. Pág. 32
(28) Los sumerios, la primera civilización del mundo. (27-11-2016).
https://www.elmetropolitanodigital.com/2016/11/los-sumerios-la-primera-civilizacion-del-mundo/
(29) Aracil Orts, Carlos, 2017. https://amistadencristo.com:  ¿Por qué hay dos distintas genealogías de Jesús?
(30) Felipe del Rey, Pedro de: Jesús de Nazaret II. Su Persona y sus Obras, págs. 33-34. Ediciones Alymar, 2013.
(31) Enciclopedia de la Biblia. Tomo 2, pág. 936. Ediciones Garriga, S.A., Barcelona, 1963.
(32) Aracil Orts, Carlos, 2007. https://amistadencristo.com¿Es compatible la fe en Dios de la Biblia con la teoría de la evolución?
(33) Aracil Orts, Carlos, 2011. https://amistadencristo.com¿Fue el Universo creado por la Palabra de Dios o por un proceso de evolución?
(34) Enciclopedia de la Biblia. Tomo I, pág. 63. Ediciones Garriga, S.A., Barcelona, 1963.

Versión: 10-12-2018

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Este artículo tiene como objeto responder a las siguientes cuestiones, que me formuló una estimada lectora, excepto a la primera pregunta que le dediqué, anteriormente, un estudio completo.

“Mi hijo me preguntó: ¿Cuántos años tiene la Tierra? ¿Existieron los dinosaurios a la luz de la Biblia?, si eso fue así, ¿quiere decir que Noé metió a estos a la barca? ¿Dios permitirá vida en otro planeta? El juicio será sobre los humanos que están en la tierra, pero ¿qué pasa con los que pudieran habitar en ese tiempo en otro planeta o estar viviendo en la Luna?»

Las preguntas que le ha planteado su hijo son todas interesantes, lo que demuestra que su hijo es inteligente. Puesto que el estudio bíblico anterior se dedicó íntegramente a tratar de responder a la primera pregunta, ¿Cuál es la edad de nuestro planeta Tierra?, en el presente intentaré dar respuestas al resto de las preguntas  planteadas arriba.

A continuación, pues, voy a tratar de responder a las citadas preguntas, desde mi conocimiento o entendimiento de la Biblia.

2. ¿Existieron los dinosaurios a la luz de la Biblia?

En primer lugar, debemos saber que en la Biblia no aparece la palabra “dinosaurio”, entre otras cosas porque esa palabra es un invento relativamente moderno. Pero la Biblia dice que “creó Dios los grandes monstruos marinos” (Gn. 1:21), como, por ejemplo, puede referirse a la ballena y otros grandes animales marinos.

Behemot

La Biblia también se refiere a una bestia que registra con el nombre de “behemot”, y la describe en el libro de Job (40:15-24).

Job 40:15-24: He aquí ahora behemot, el cual hice como a ti; Hierba come como buey. (16) He aquí ahora que su fuerza está en sus lomos, Y su vigor en los músculos de su vientre. (17) Su cola mueve como un cedro,  Y los nervios de sus muslos están entretejidos. (18) Sus huesos son fuertes como bronce, Y sus miembros como barras de hierro. (19) Él es el principio de los caminos de Dios;  El que lo hizo, puede hacer que su espada a él se acerque. (20) Ciertamente los montes producen hierba para él; Y toda bestia del campo retoza allá. (21) Se echará debajo de las sombras, En lo oculto de las cañas y de los lugares húmedos.  (22)  Los árboles sombríos lo cubren con su sombra;  Los sauces del arroyo lo rodean. (23) He aquí, sale de madre el río, pero él no se inmuta;  Tranquilo está, aunque todo un Jordán se estrelle contra su boca. (24) ¿Lo tomará alguno cuando está vigilante, Y horadará su nariz?

Los exegetas de la Biblia identifican a “behemot”, por las características descritas en los textos anteriores, con el hipopótamo (1).

Leviatán

Además, la Biblia habla de otra bestia mitológica a la que llama “leviatán”, que en algunos textos se describe como una especie de dragón con varias cabezas (véase Sal. 74:14; cf. Job 3:7-9).

Salmos 74:13-15: Dividiste el mar con tu poder; Quebrantaste cabezas de monstruos en las aguas. (14) Magullaste las cabezas del leviatán, Y lo diste por comida a los moradores del desierto. (15) Abriste la fuente y el río;  Secaste ríos impetuosos.

Algunos comentadores creen que esta especie de dragón o serpiente antigua representa o simboliza al diablo y a todos los perseguidores del pueblo de Dios, como, por ejemplo, los egipcios que persiguieron a los israelitas cuando pasaban el Mar Rojo (2).

Esto se confirma en el capítulo 12 del libro de Apocalipsis que describe a “un gran dragón escarlata” (Ap. 12:3): También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas” (Apocalipsis 12:3). En unos textos más adelante, este gran dragón es identificado como símbolo del diablo; comprobémoslo: “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12:9). La serpiente antigua se refiere a la que apareció en Génesis 3:1, que era Satanás que utilizó a la serpiente como médium para tentar a Adán y Eva.

Otros textos en los que se vuelve a nombrar al “Leviatán” son los siguientes:

Job 3:7-9: ¡Oh, que fuera aquella noche solitaria, Que no viniera canción alguna en ella! (8) Maldíganla los que maldicen el día, Los que se aprestan para despertar a Leviatán. (9) Oscurézcanse las estrellas de su alba; Espere la luz, y no venga, Ni vea los párpados de la mañana;

Salmos 104:24-29: ¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; La tierra está llena de tus beneficios.  (25)  He allí el grande y anchuroso mar, En donde se mueven seres innumerables, Seres pequeños y grandes. (26) Allí andan las naves; Allí este leviatán que hiciste para que jugase en él. (27) Todos ellos esperan en ti, Para que les des su comida a su tiempo.  (28)  Les das, recogen; Abres tu mano, se sacian de bien.

Nótese que Salmos 104:26, se refiere al “leviatán” como un animal que Dios hizo “para que jugase en él”, lo que indica, que, en principio, no era agresivo ni tenía que producir mucho espanto, para que se pudiese jugar con él.

Job 41:1-3: ¿Sacarás tú al leviatán con anzuelo, O con cuerda que le eches en su lengua? (2) ¿Pondrás tú soga en sus narices, Y horadarás con garfio su quijada?  (3)  ¿Multiplicará él ruegos para contigo? ¿Te hablará él lisonjas?

El comentario de la Biblia “Dios Habla Hoy” a Job 3:8 explica lo siguiente:

“Job 3.8 Leviatán: legendario monstruo marino, descrito a veces con los rasgos característicos del cocodrilo (Job 41:1-34). Cf. Sal. 74:14Sal.104:26Isa. 27:1. Mediante una audaz imagen poética, Job personifica la noche de su nacimiento y desea que ese monstruo la hubiera devorado” (3).

Sin embargo, en otros pasajes, se describe al “leviatán”, además de como dragón, también se describe como una serpiente monstruosa de tipo mitológico  (véase Job 3:8; 41:1; Sal. 74:14; 104:26; Is. 27:1). 

Isaías 27:1-6: En aquel día Jehová castigará con su espada dura, grande y fuerte al leviatán serpiente veloz, y al leviatán serpiente tortuosa; y matará al dragón que está en el mar.  (2)  En aquel día cantad acerca de la viña del vino rojo.  (3)  Yo Jehová la guardo, cada momento la regaré; la guardaré de noche y de día, para que nadie la dañe.  (4)  No hay enojo en mí. ¿Quién pondrá contra mí en batalla espinos y cardos? Yo los hollaré, los quemaré a una.  (5)  ¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo.  (6)  Días vendrán cuando Jacob echará raíces, florecerá y echará renuevos Israel, y la faz del mundo llenará de fruto.

Como hemos podido comprobar el leviatán es como un dragón y una serpiente, que simbolizan al diablo y a todos los perseguidores del pueblo de Dios. Por tanto, no podemos decir que la Biblia dé pábulo a la existencia de los dinosaurios, como tampoco podemos probar la existencia de los mismos por medio de la Biblia.

Ahora bien, que la Biblia no hable de los dinosaurios no quiere decir que no hayan existido; porque la Biblia, como no es un libro de Ciencias naturales, no tiene por qué hablar de todo lo que existe. La Biblia es nuestro manual de instrucciones para convertirnos de pecadores a creyentes y para guiarnos a la salvación, para señalarnos el camino y la puerta estrecha para ir al Cielo o Paraíso celestial.

Los científicos –arqueólogos y paleontólogos– aseguran haber encontrado parte de esqueletos y diversas huellas, que por su considerable tamaño creen que corresponden a unas enormes bestias que llaman, genéricamente, “dinosaurios”, y que, según ellos, existieron hace miles de millones de años, pero que se extinguieron –no saben exactamente cómo sucedió– hace aproximadamente unos 65 millones de años.

“La explicación más frecuente acerca de la extinción de los dinosaurios implica al cráter de Chicxulub, ubicado en el lecho marino frente a las costas de Yucatán. Se trata del tercero más grande en el mundo, con 180 kilómetros de diámetro. Se cree que el cráter se formó hace 65 millones de años por el impacto de un enorme asteroide. 
“[…]
“Pero ¿por qué un asteroide dio lugar a consecuencias tan desastrosas? ¿Cuáles fueron los mecanismos específicos de su influencia en la biosfera? ¿A qué se debe esta selectividad de matar solo a los dinosaurios y no a cocodrilos, serpientes y tortugas, entre otros?” (4).

La Ciencia afirma que el planeta Tierra se formó hace unos 4.500 millones de años (5), por el azar y la necesidad. En cambio, la Biblia se limita a decir que “En el principio creó Dios los cielos y la Tierra” (Gn. 1:1). No especifica hace cuántos años existe, pero no dudamos que fue creada por Dios. Por tanto, aceptar el dato de que tiene 4.500 millones de edad, no afecta a nuestra fe en la Biblia. Pero no podemos admitir, primero, que el planeta Tierra surgiera por azar; y, segundo, que la vida surgiera y se formara, durante miles y miles de millones de años, por evolución; porque esto implicaría, en primer lugar, no creer a Dios, que nos reveló que por “Él fueron hechos los cielos y la tierra” (Gn. 1:1; Sal. 33:6-7; 90:1-5; 104:19-32; cf. Heb. 11:3).

Salmos 33:6-7: Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca.  (7)  El junta como montón las aguas del mar; El pone en depósitos los abismos.

Salmos 90:1-5: Señor, tú nos has sido refugio De generación en generación.  (2)  Antes que naciesen los montes Y formases la tierra y el mundo, Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios. (3)  Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, Y dices: Convertíos, hijos de los hombres. (4) Porque mil años delante de tus ojos Son como el día de ayer, que pasó, Y como una de las vigilias de la noche. (5) Los arrebatas como con torrente de aguas; son como sueño, Como la hierba que crece en la mañana.

Salmos 104:19-32: Hizo la Luna para los tiempos; El sol conoce su ocaso. (20)  Pones las tinieblas, y es la noche; En ella corretean todas las bestias de la selva.  (21)  Los leoncillos rugen tras la presa,  Y para buscar de Dios su comida. (22)  Sale el sol, se recogen, Y se echan en sus cuevas. (23) Sale el hombre a su labor, Y a su labranza hasta la tarde. (24) ¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová!  Hiciste todas ellas con sabiduría; La tierra está llena de tus beneficios. (25)  He allí el grande y anchuroso mar, En donde se mueven seres innumerables, Seres pequeños y grandes. (26)  Allí andan las naves; Allí este leviatán que hiciste para que jugase en él. (27) Todos ellos esperan en ti, Para que les des su comida a su tiempo. (28)  Les das, recogen; Abres tu mano, se sacian de bien. (29)  Escondes tu rostro, se turban;  Les quitas el hálito, dejan de ser, Y vuelven al polvo.  (30)  Envías tu Espíritu, son creados, Y renuevas la faz de la tierra.  (31)  Sea la gloria de Jehová para siempre; Alégrese Jehová en sus obras.  (32)  El mira a la tierra, y ella tiembla; Toca los montes, y humean.

Hebreos 11:3: Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.

En segundo lugar, porque la Biblia es muy concreta y específica porque nos dice que toda la vida en el planeta Tierra fue creada durante la Semana de la Creación, y no por evolución (Gn. 1:3-31; cf. Éx. 20:11); en tercer lugar, porque la misma también nos dice que no existía la muerte mientras no hubo pecado (véase Ro. 5:12; cf. 1 Co. 15:21-24).

Por tanto, si alguna vez hubo dinosaurios estos no habrían desaparecido  “hace 65 millones de años” a causa de un supuesto “cataclismo cósmico (seguramente  el choque  de un cometa o un gran meteorito  en la zona del actual Golfo de México)” (6), simplemente porque en esa fecha todavía no había Dios creado la vida en la Tierra.

En el supuesto que Dios hubiera creado los dinosaurios, tendría que haberlo hecho en el día quinto de la Semana de la creación, pero entonces serían “monstruos marinos”, y no terrestres; porque fue en el sexto día de la citada Semana, cuando “hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie” (Gn. 1:25).

Si los dinosaurios existieron ¿introdujo también Noé a éstos en el Arca?

En el supuesto de que hubieran existido, en mi opinión, y en la de muchos más intérpretes, Dios no quiso preservarlos, sino que dejó que murieran, junto con todos los malvados antediluvianos, en el Diluvio.

3. ¿Dios permitirá vida en otro planeta?

En un inmenso universo, con miles y miles de galaxias, y millones y millones de planetas en cada galaxia, probablemente existan otros planetas en que Dios haya querido crear vida, aunque no sea como la humana que conocemos. Pero esos seres inteligentes, en el supuesto que existieran, nunca habrían pecado.

Sabemos que Dios creó a millones de seres espirituales que llamamos ángeles, y que, aproximadamente, una tercera parte de ellos (Ap. 12:4,7) se rebelaron contra Dios y pecaron, y Dios los arrojó a la tierra (Ap. 12:7-13).

Apocalipsis 12:3-12: También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas;  (4)  y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese. (5) Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono. (6) Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días. (7) Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; (8)  pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. (9) Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. (10)  Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos,) el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.  (11)  Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.  (12)  Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.

El juicio será sobre los humanos que están en la tierra, pero ¿qué pasa con los que pudieran habitar en ese tiempo en otro planeta o estar viviendo en la Luna?

Nadie puede escapar del juicio de Dios, porque Él tiene un poder infinito, y controla el Universo entero. Veamos lo que nos revela la Palabra de Dios: “Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mt. 24:31; cf. 1 Tes. 4:13-18). Leer, por favor, el contexto de Mateo 24.

Mateo 24:29-31, 35-44: E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. (30)  Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. (31) Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro. […] (35)  El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.  (36)  Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre.  (37)  Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. (38)  Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, (39) y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos,(K) así será también la venida del Hijo del Hombre. (40)  Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. (41)  Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada.  (42)  Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor.  (43)  Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa.  (44) Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.

Leer también la siguiente importante Revelación:

1 Tesalonicenses 4:13-18: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.  (14)  Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.  (15)  Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.  (16)  Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.  (17)  Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.  (18)  Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.

Esto respecto a los salvos. Y los malvados, no importa si están en la Tierra como si están en la Luna o en Marte o en cualquier otro planeta que estén: “Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, (42)  y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mt. 13:41-42).

Mateo 13:24-30: Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; (25) pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.  (26)  Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.  (27)  Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?  (28)  El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?  (29)  El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.  (30)  Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.

Jesús explica la parábola de la cizaña

Mateo 13:36-43: Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.  (37)  Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.  (38)  El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo.  (39)  El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles.  (40)  De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.  (41)  Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, (42)  y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. (43) Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.

Termino mis respuestas a sus interesantes preguntas, con unos textos del libro de Apocalipsis.

Apocalipsis 6:12-17: Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; (13) y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. (14) Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. (15) Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;  (16)  y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; (17) porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?

Esperando haberme hecho entender, quedo a su disposición en todo lo que pueda servirles.

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento

AP = Antiguo Pacto

NP = Nuevo Pacto

Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)

(1) Enciclopedia de la Biblia, tomo I;  pág. 1090. Ediciones Garriga, S.A., Barcelona, 1963.
(2) Enciclopedia de la Biblia, tomo 4; pág. 972. Ediciones Garriga, S.A., Barcelona, 1963.

 (3) Comentario de la Biblia “Dios Habla Hoy” a Job 3:8.

(4) La extinción de los dinosaurios (5/09/2010).
 https://www.nationalgeographic.es/historia/la-extincion-de-los-dinosaurios

(5) Edad de la tierra (15-03-2017). https://www.meteorologiaenred.com/edad-de-la-tierra.html
 (6) Toharia, Manuel. 1998. Pág. 128. “Hijos de las estrellas”. Ediciones Temas de Hoy, S.A.

AMISTAD Y VIDA EN CRISTO
Versión: 01-06-13

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Oswaldo, le agradezco que me haya contactado. Plantea usted el siguiente tema tan interesante:

“¿Es lo mismo amistad que amor en la vida del creyente?” (Oswaldo)

Y también se pregunta por otros aspectos relacionados con este tema no menos importantes, como son los siguientes:

«¿Es la amistad sinónimo de amor?

Y en caso afirmativo, ¿es o debe ser el amor incondicional?

¿Se puede deducir del texto de Juan 15:14, que el amor y la amistad son condicionales?»

Juan 15:14: Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.

Para abordar este tema debo, primero de todo, saber a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de amistad y amor. Por eso empezaremos por definir cada término, y luego veremos si pueden ser sinónimos en algunos casos.

2. ¿Qué es la amistad? ¿Qué es el amor? ¿De qué tipo de amor hablamos?

Veamos cómo define el diccionario (RAE) los términos citados en el encabezamiento:

Amistad. (De lat. amicĭtas, -ātis , por amicitĭa, amistad). Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.

Amor: (Del lat. amor, -ōris).

1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
2. m. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
3. m. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.

Y también la definición de “amigo”:

Amigo: Que tiene amistad. (RAE)

Lo primero es saber a qué nos estamos refiriendo con la palabra “amor”, pues hay muchos tipos de amor:

Amor entre familiares, amor paternal o maternal, amor filial, amor de pareja, amor entre amigos, amor al prójimo, amor a Dios, etc.

Cuando la Biblia habla del amor como, por ejemplo, en 1ª Corintios 13, no se refiere al amor como un sentimiento sino como un principio moral que está impreso en el carácter de cada persona, pero como veremos más adelante este amor solo puede venir de Dios. (1ª Juan 4:7). En adelante, solo a este tipo de amor me referiré:

1 Corintios 13:1-13: Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.  (2)  Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.  (3)  Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.  (4)  El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;  (5)  no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;  (6)  no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.  (7)  Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.  (8)  El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.  (9)  Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos;  (10)  mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.  (11)  Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.  (12)  Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.  (13)  Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.

Este tipo de amor debe ser incondicional. Es el amor al prójimo que solo puede darse en un corazón regenerado por Dios (Ezequiel 36:26-27; Cf. Gálatas 5:14; Col. 3:5-17).

Ezequiel 36:26-27: Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. (27) Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

Ese amor ya debe formar parte de la personalidad de cada cristiano, y es incondicional porque no depende de las acciones y comportamiento de los otros. El citado amor viene de Dios porque “siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo” (Romanos 5:10). Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,  (5)  aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),  (6)  y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,  (7)  para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Efesios 2:4-7).

La amistad sin duda es un tipo de amor fraternal. Este amor forma parte del amor al prójimo, más general, que no precisa la condición de ser amigos o de que exista amistad para que uno pueda amar. Sin embargo, para que haya ese tipo de amor que es la verdadera amistad es necesario que exista mutua confianza, respeto, lealtad, y añadiría otras dos muy importantes: desprendimiento de sí mismo o no ser egoísta, es decir, olvidarse de uno mismo para pensar en la felicidad y en el bien del otro; lo cual requiere siempre algún grado de empatía, que como sabemos es la capacidad de entender los sentimientos de la otra persona, de ponernos en su lugar, en su “piel”.

Si la relación entre las personas que se consideran amigas no está regida o sustentada por las condiciones citadas, en mi opinión, no habría verdadera amistad, aunque puede ser una amistad más o menos imperfecta en la medida que cumpla los requisitos citados. La persona que es capaz de dar más amor sin esperar nada a cambio es la que tiene el amor más elevado, por tanto, la que es capaz de proporcionar el grado más excelso de amistad. Pero como todo amor humano para que se prolongue en el tiempo debe ser cultivado, desarrollando esas cualidades. Los amigos necesitan verse o hablar con frecuencia, y en esa relación debe haber un intercambio equilibrado y una intercomunicación creativa y edificante, en la que ambos deben salir enriquecidos de la misma mediante retroalimentaciones convenientes, respetuosas y asertivas. De lo contrario el amor-amistad se irá enfriando, aunque siempre permanezca el amor general al prójimo.

3. Amor a Dios y al Prójimo

Ahora vamos a ver qué nos dice la Palabra de Dios, pero ya no tanto al amor-amistad sino en cuanto al amor al prójimo y al amor de Dios o a Dios. El amor es un fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22); y solo los que han nacido de “agua y del Espíritu” (Juan 3:5) son “guiados por el Espíritu de Dios”, y, “éstos son hijos de Dios” (Romanos 8:14), y, por tanto, son los que están en condiciones de amar, porque antes les ha sido dado gratuitamente por la Gracia de Dios. Por eso nos dice el apóstol Pedro que “llegasteis a ser participantes de la naturaleza divina” (2ª Pedro 1:4).

Sin embargo, antes de ser reconciliados con Dios éramos sus enemigos (Romanos 5:10); “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;” (Romanos 8:7). En este sentido el amor de Dios es incondicional, pues nos amó a pesar de nuestra maldad, de que estábamos “muertos en vuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1-3).

Efesios 2:1-3: Y él [Dios] os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,  (2)  en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,  (3)  entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

Efesios 2:4-7: Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,  (5)  aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),  (6)  y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,  (7)  para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.

No obstante, la Escritura afirma que Dios es celoso (Éxodo 20:5; Dt. 4:24; 5:9; 6:15; 34:14). Esto quiere decir que Dios no permite que tengamos otros “dioses” o ídolos. Dios odia la idolatría y todo lo que da gloria a la criatura antes que a Él, Creador del Cielo y la Tierra y de todas las cosas (Col.1:15-19; Cf. 2ª Pedro 3:5). Pero además, “el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo” (Hebreos 12:6).

Y se nos amonesta a que “Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” (Hebreos 12:7).

Hebreos 12:3-11: Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. (4)  Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado;  (5)  y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,  Ni desmayes cuando eres reprendido por él;  (6)  Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.  (7)  Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?  (8)  Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.  (9)  Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?  (10)  Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.  (11)  Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.

¿Por qué Abraham fue llamado “amigo” de Dios? (2 Crónicas 207; Isaías 41:8; Cf. Santiago 2:23).

Santiago 2:23: Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.

El amor es una característica de Dios “porque Dios es amor” (1ª Juan 4:8,16), y, además, procede de Dios. Porque “el amor es de Dios” (1ª Juan 4:7).

¿Qué es, pues, tener amistad con Dios? ¿No será lo mismo que tener amor a Dios? ¿Se puede ser amigo de Dios sin amarle?

¿Qué tuvo que hacer Abraham para ser considerado amigo de Dios? “Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios” (Santiago 2:23). Es decir, Abraham fue probado por Dios para fortalecer su fe cuando se le pidió que sacrificara a su único hijo, Isaac, el hijo de la promesa, por el que vendrían las máximas bendiciones a toda la humanidad, su simiente: la cual es Cristo (Gálatas 3:16). Amar, pues, es confiar en el Amado. La amistad, como el amor, implica confianza en el otro.

Puesto que Dios es celoso, exige que le amemos más que a nadie. ¿Y cómo demostramos que le amamos? Solo hay una forma: hacer lo que Él dice, o sea obedecerle en todo lo que nos ha mandado en Su Palabra. Confiar en Él, pues si no confiamos no somos sus amigos. Su amor es incondicional, en cuanto que forma parte de su esencia, como también en menor escala, es el nuestro, aunque imperfecto, pero para que la relación entre Dios y el hombre o entre unas personas y otras no se rompa es necesario cumplir unas condiciones como son la lealtad, la fidelidad, la confianza, la obediencia, etc. Por eso Jesús dijo: Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando”  (Juan 15:14).

Juan 15:8-24: En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.  (9)  Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.  (10)  Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.  (11)  Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.  (12)  Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros,(A) como yo os he amado.  (13)  Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.  (14)  Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.  (15)  Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.  (16)  No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.  (17)  Esto os mando: Que os améis unos a otros.  (18)  Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.  (19)  Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.  (20)  Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor.(B) Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.  (21)  Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.  (22)  Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado.  (23)  El que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece.  (24)  Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre.

4. Conclusión

Si amistad fuera sinónimo de “amor”, podríamos decir, sin ambages, que “amigo” es aquel que tiene amor”.  Preguntémonos ¿Se puede tener amistad o ser amigo auténtico de alguien sin tener amor? Esta cualidad es necesaria pero no suficiente. El amor en general es incondicional, porque depende solo de nosotros mismos, no de las acciones de los demás. Debe formar parte de nuestra personalidad por la Gracia de Dios. Es un fruto que el Espíritu Santo produce en la vida del creyente. Sin embargo, el amor-amistad requiere condiciones, las citadas arriba, pues jamás podríamos tener amistad con alguien en el que no confiásemos, que no fuera leal, y que fuera tan egoísta que en la mutua relación entre las dos o más personas no hubiera un intercambio enriquecedor para las partes que pretendan tener vínculos de sincera amistad.

Dios es celoso y requiere ser amado por encima de todo. Además nos pide obediencia a Su Palabra. La relación entre Dios y el hombre, y entre las personas está basada en la ley del amor. Si se transgrede esta ley se rompe la relación, pero el amor permanece porque Dios es amor, y en la medida que nos acogemos a Su Gracia también daremos como fruto el amor, a  Él, y al prójimo.

1 Juan 2:15-16: No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.  (16)  Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.

Sin embargo, hay condiciones, pues si tenemos amistad con el mundo –en el sentido, de lo malo, depravado, mundano, carnal, etc., no podemos ser amigos de Dios.

Santiago 4:4: ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.

Por tanto,  “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios” (1ª Juan 4:7).

1 Juan 4:7-21: Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.  (8)  El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.  (9)  En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.  (10)  En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.  (11)  Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.  (12)  Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.  (13)  En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu.  (14)  Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.  (15)  Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.  (16)  Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.  (17)  En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo.  (18)  En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.  (19)  Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.  (20)  Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?  (21)  Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.

Estimado hermano, si desea ampliar este tema de la amistad desde otra perspectiva puede leer también el siguiente artículo:

¿Por  qué no hablamos de la amistad?

Espero haberle sido de alguna ayuda. No obstante, ya sabe que estoy a su disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

Versión: 25-05-14

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Ernesto, le agradezco su siguiente comentario:

“Me gustaría saber más sobre el tema de la Santidad, pues de lo que menos se habla y se practica es precisamente lo más importante para la salvación del hombre” (Ernesto).

Y le felicito por su interés en saber más de la santidad, porque los cristianos tienen como “fruto la santificación, y como fin, la vida eterna” (Romanos 6:22). Y se nos amonesta a que vivamos en santidad, porque “sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). Aunque este tema lo abordé en el artículo titulado “Llamados a ser santos” voy a continuación a tratar de darle unas breves pinceladas.

2. ¿Qué significa ser santo?

Santo significa apartado del mal y consagrado a Dios. Y esta es la cualidad de todo creyente que ha nacido de nuevo, “de agua y del Espíritu” (Juan 3:3,5), por medio de “la Palabra de verdad” (Santiago 1:18; 1ª Pedro 1:23-25). Ahora el cristiano ya es santo, porque ha sido “santificado en Cristo Jesús” (1ª Corintios 1:2), “mediante la ofrenda del cuerpo de Cristo”, y ha sido hecho “perfecto para siempre” (Hebreos 10:10-14). Es decir, ya es salvo, “ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24). Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna” (Romanos 6:22).

Juan 5:24: De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.

Juan 6:47-51: De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.  (48) Yo soy el pan de vida. (49) Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. (50) Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. (51) Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.

Sin embargo, “somos llamados a ser santos” (1ª Corintios 1:2). Parece una contradicción, pero no lo es, pues la santificación es un proceso que debe progresar mientras se vive, y que se alcanzará plenamente en la glorificación de nuestros cuerpos en el día de la Resurrección. Ello es debido a que las debilidades de nuestra naturaleza carnal debilitada por el pecado permanecen en mayor o menor grado durante toda la vida en este mundo; por tanto, debemos perseverar en alcanzar el máximo de santidad posible mientras dure nuestra existencia en el mundo. Y ello solo se puede conseguir si permanecemos unidos a la vid que es Cristo (Juan 15:4-12), obedeciendo Su Palabra, por medio del Espíritu Santo que mora en nosotros (1 Corintios 3:16; 6:19; Efesios 1:13-14; etc.). “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:11). Solo entonces daremos los frutos del Espíritu, porque “los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24).

Gálatas 5:22-26: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,  (23)  mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.  (24)  Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.  (25)  Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.  (26)  No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

Ser santo, es pues amar, siempre amar. Cuanto uno más ama a su prójimo y a Dios más santo es. “El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13:10). Como dijo San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”; “Quien de verdad ama, quien vive más para Dios y para el prójimo que para sí mismo, puede hacer lo que quiera; si de verdad ama nunca hará el mal sino el bien” (Romanos 13:10); “no seguirá el egoísmo de su carne, sino la generosidad del impulso del Espíritu Santo” que vive en cada cristiano (Gálatas 5:13).

Pero para amar es necesario purificar nuestro corazón y nuestra mente, es decir, las emociones y los pensamientos, “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones,  (2)  desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 Pedro 2:1-2). Si meditamos en los siguientes textos, no tendremos dudas de lo que Dios requiere de cada cristiano.

Santiago 1:21: Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.

1 Juan 4:20-21: Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?  (21)  Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.

1 Juan 5:18: Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.

1 Juan 3:5-11: Y sabéis que él [Cristo] apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. (6) Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.  (7)  Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.  (8)  El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.  (9)  Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. (10)  En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.  (11)  Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros.

3. Conclusión

En resumen, la fe cristiana nos da el fundamental sentido de la vida, que es tratar de hacer la voluntad de Dios, es decir, desarrollando los talentos que Dios ha dado a cada uno, amando siempre y venciendo “con el bien al mal” (Romanos 12:21). Cristo dijo: “un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos otros. (35) En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34-35; 15:12). Como dijo el Señor Jesús: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:15), y el que se ocupa de las cosas de Dios, todo lo demás le será añadido; en los siguientes textos se nos muestra claramente la voluntad de Dios:

Mateo 6:33: Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

Romanos 10:15: … ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!

Juan 6:27-29: Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre. (28)  Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?  (29)  Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

Romanos 10:8-17: Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: (9)  que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.  (10)  Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.  (11)  Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.  (12)  Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan;  (13)  porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.  (14)  ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?  (15)  ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!  (16)  Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?  (17)  Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.

Romanos 12:1-2: Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. (2) No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas empleadas para diversas traducciones de la Biblia:

Dios Habla Hoy-Latinoamericana, 1996 (DHH L 1996)
Nueva Versión Internacional 1999 (NVI 1999)
Reina-Valera, 1960 (RV 1960)
Biblia Latinoamericana, 1995 (BL95)
Biblia Latinoamericana, revisión 1995 (BLA95)

La Biblia de Nuestro Pueblo (BNP)
La Biblia  de Serafín de Ausejo 1975 (BSA)
La Biblia de Luis Alonso-Schöckel y Juan Mateo (BSM)
Biblia en lenguaje sencillo (BLS)

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

pp, pc, pú referidas a un versículo bíblico representan «parte primera, central o última del mismo «.

Versión: 22-03-2012

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

El presente escrito trata de responder a la crítica que me hace mi amigo Andrés de que no soy todo lo humilde que a su juicio debería ser. Él me niega una humildad de espíritu que yo creo tener, pues considero que es esencial para la profesión de cristiano. No se puede concebir a un auténtico cristiano que no sea humilde, salvo que no haya comprendido lo que significa pertenecer a Cristo, o que todavía esté en un proceso inicial de crecimiento en la fe; porque el mismo Cristo nos pidió “[…] aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;” (Mateo 11:29). Las llamadas a la humildad son abundantísimas en las Escrituras, ver por ejemplo: Hechos 20:19; Efesios 4:2; Filipenses 2:3; Col. 3:12; 1ª Pedro 5:5; etc.

A continuación transcribo su primer párrafo:

“En ningún momento has tenido el simple acto de humildad de un «puede ser» o «quizás me equivoque». Solamente tienes miedo a molestar o herir susceptibilidades como le comentas a José Antonio, porque no tienes la humildad de decirle que tu parecer es uno más de los tantos que puede haber por ahí. Él no tendría que molestarse por lo que tú digas o pienses, pero sí que puede molestarse por tu postura superior, que de hecho tienes en todos los comentarios: arribas a unas conclusiones y es asunto zanjado. NO. Allí comienza todo. La opinión de todos es válida. Hasta la mía, que es 180° respecto de la tuya. Yo me presenté humilde ante ti, abrí mi corazón, y te dije mi verdad (todos tenemos parte de esa Verdad, que es Dios), y tú no hiciste más que ver la pelusa en mi ojo……” (Andrés).

Estimado amigo Andrés, siento mucho haberte dado esta impresión de superioridad y de falta de humildad, pero no me considero en absoluto orgulloso, ni poseedor de toda la verdad. Por otro lado, nadie es perfecto. Mi deseo es ser humilde porque Cristo es ejemplo de humildad, y nadie puede tener el Espíritu de Cristo si no es humilde, o, por lo menos, capaz de reconocer que si el ser humano hace algo bueno es solo por la gracia de Dios. Creo que la verdadera humildad consiste en reconocer  eso precisamente, y dar siempre la gloria a Él. “Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes” (1ª Pedro 5:5). En cualquier caso agradezco y valoro mucho tu sinceridad y valentía en decírmelo.

Pareces dolido, porque en mis tres artículos del “Debate Interreligioso” que sostuvimos, puse  en evidencia tu incoherencia como católico, pues por una parte, no aceptas varios dogmas de tu Iglesia que se basan en la sola Tradición; y por otro lado, negabas la inspiración de varios libros y epístolas del NT, que fueron declarados canónicos por la Iglesia católica, en su día, y  reconocidos como tales por toda la cristiandad. Por tanto, es contradictorio, que  le des más autoridad a la Tradición que a las Sagradas Escrituras, y que luego tomes, como si de un menú se tratara, lo que más te gusta y se adapta a ti de ambas cosas, y rechaces el resto.

Creo que en los citados artículos del “Debate” te demostré mi simpatía y aprecio por la confianza, sinceridad y la claridad de exposición de tus creencias y la manera peculiar de entender y practicar tu fe católica. Además, siempre respeto las creencias de los otros, la tuya no iba a ser una excepción. Por la confianza y amistad que creo existe entre nosotros me atreví a decirte que en algunos puntos doctrinales me parecía que no eras coherente con tu pretensión de ser católico, pues algunas concepciones doctrinales que defiendes son totalmente heréticas desde el punto de vista oficial de tu Iglesia. A mi eso no me espanta en absoluto, pues ya sabes que no comparto las citadas doctrinas católicas, y por eso simpatizo contigo en ese aspecto, pero, como te aprecio, quise ser sincero contigo y mostrarte, que en mi opinión, no era compatible considerarse católico apostólico romano y no aceptar su doctrina, así como la autoridad suprema e infalible del Papa.

2. ¿Es humildad para ti abdicar de tu propia convicción y pensar que son siempre los otros los que están en lo cierto?

Me criticas, creo que sin razón, que  “En ningún momento he tenido el simple acto de humildad de un ‘puede ser’ o ‘quizás me equivoque’”. Si tú expresaste libremente y con toda confianza tu fe cristiana, también lo podré hacer yo. ¿Por eso soy menos humilde? Admito que critiques mis creencias y que me corrijas en lo que veas que me desvío o, simplemente, no te parece bien. Quizá no estoy de acuerdo contigo que me descalifiques globalmente diciéndome que no soy humilde, lo que es igual a decirme que soy orgulloso, y eso no creo en absoluto que lo sea. Tengo muchos defectos, sin duda, pero reconozco que soy “polvo y ceniza”, y que nada bueno haría sin la gracia de Dios.

¿Eres tú lo suficientemente humilde para aceptar la crítica constructiva de un amigo? ¿Crees que para mí no hubiera sido mucho más cómodo y sobre todo menos comprometido limitarme a alabar tu rebeldía liberal a la ortodoxia católica? Sin embargo, como te aprecio te hice notar lo que en mi opinión estaba equivocado, según yo interpreto la Biblia. Por supuesto no soy infalible, nunca pretendí serlo, no quisiera parecer un “Papa”. Tengo, no obstante, mis convicciones, tengo derecho a tenerlas, y todas ellas pretenden sustentarse en la Palabra de Dios. Cuando alguien me demuestre con la sola Biblia que estoy equivocado probaré si soy humilde para aceptarlo o no. Como Lutero, solo obedeceré y creeré a la Biblia, y no a los dictados de los hombres o de la tradición.

Sigues insistiendo en que manifiesto una postura superior y que llego a unas conclusiones y “…asunto zanjado”. Esa es tu visión subjetiva de mí. Para muchísimos lectores de mi Web soy humilde, y mi trato a los demás es desde la humildad, y me dicen además que mis estudios se ajustan muy bien a la Biblia. Claro que es válida la opinión de los otros, y también la tuya. Nunca la he despreciado sino todo lo contrario, alabé siempre tu valentía y sinceridad, pero eso no me impide ver que no has puesto todo el fundamento en la Palabra de Dios” que es la Roca, y los que no construyen sobre la roca sino sobre arena, cuando viene la tempestad o sea las pruebas de la vida lo que han construido es derribado (Mateo 7:26; 1 ª Pedro 2:4-8; 1ª Corintios 3:11).

Dejando atrás ese tema, siguiendo tu correo, te agradezco que me hayas dado tu punto de vista sobre el estudio –“¿Los que mueren pasan a mejor vida?”– con el que contesté a mi amigo José Antonio, respecto a las objeciones y argumentos bíblicos que me envió para apoyar su creencia de que el alma no muere con el cuerpo sino que sigue viviendo en otro plano por la eternidad.

3. ¿El Nuevo Testamento sustituye o anula al  Antiguo o por el contrario, es cumplimiento de éste?

Empiezas insinuando que yo me he quedado con el Antiguo Testamento. Esto no se corresponde con la verdad, pues yo uso tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento. Ambos son la Palabra de Dios. Aunque, hay partes del Antiguo Testamento que finalizan con la muerte de Cristo en la cruz. Es decir, dejan de tener vigencia para los cristianos, pues en Cristo, se cumplen y es inaugurada la Era de la Gracia. Pero, antes de seguir, veamos lo que me escribiste:

“Comienzo comentándote que Juan Antonio hace una reseña del Nuevo Testamento, es decir, muestra su defensa como cristiano; tú en cambio nombras el antiguo testamento (Génesis, Salmos, Eclesiastés). Si Jesús llevó a la plenitud el Antiguo Testamento en el nuevo, pues resulta que quedarse en el antiguo no es dar la respuesta que dio Jesús. (Andrés).

No creo que se pueda menospreciar el Antiguo Testamento como tú haces. Fueron las Sagradas Escrituras para Jesús, y Él se apoyó en ellas y las citaba constantemente, testificando con ello que es Palabra de Dios, al igual que lo es el NT. Es absolutamente inexacta tu afirmación de que yo me he quedado en el Antiguo Testamento. Entonces, ¿no cuenta nada para ti el AT? ¿Debemos olvidarnos del mismo y considerar solo Palabra de Dios al Nuevo Testamento?

4. ¿La resurrección se produce al instante de morir o al fin del mundo, cuando regrese Cristo en gloria?

A continuación comentas lo siguiente:

“Yo creo que si Jesús le dijo al buen ladrón «Hoy estarás conmigo en el Paraíso» significa tres cosas importantes: a) El que lo dice es el mismísimo Jesús; b) Le dice que HOY, no que en el «juicio final», es decir, que apenas muera, resucitará y c) que el buen ladrón reconocerá a Jesús, puesto que si no es así, no tendría sentido la afirmación «estarás conmigo».(Andrés).

Este versículo de Lucas 23:43 que tú citas –»Hoy estarás conmigo en el Paraíso»– es una de las objeciones que respondí en el citado articulo –“¿Los que mueren pasan a mejor vida?”–, y también en otro artículo titulado –“¿Fue Jesús al Paraíso el mismo día que murió en la cruz?”.

No voy, pues, a volver a tratar este tema aquí. Solo diré que la Biblia no se interpreta con versículos aislados sacados de su contexto; y mucho menos para pretender para apoyar una doctrina, la de supervivencia del alma después de la muerte, basada en un texto difícil que contradice a muchos otros. La clave para interpretarlo correctamente, está, en mi opinión, principalmente en la petición que le hace a Jesús, el buen malhechor que colgaba de una cruz a su lado. [El malhechor] “dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.” (Lucas 23:43). Es solo entonces, cuando venga Cristo, al fin del mundo, cuando será premiado con la resurrección de vida (Juan 5:28), y llevado al paraíso. La respuesta de Jesús, posiblemente fue: “te aseguro hoy”, [en este momento cumbre de la historia de la humanidad en que se está consumando la redención de los pecadores], “que estarás conmigo en el paraíso”. El criminal arrepentido sabía lo que estaba pidiendo; por eso dijo, «cuando vengas en tu reino».

Tus siguientes párrafos: 

“En el instante de la muerte se pasa a la eternidad y el juicio personal es en ese «instante», (decimos «instante» aunque ya no hay tiempo), porque la resurrección de los muertos es inmediata. El juicio es pasar nuestra humanidad imperfecta ante la presencia de la suma perfección que es Dios y sentir esa corrección que nos hace (será doloroso ver lo que debiéramos o podríamos haber sido y no hemos sido), para luego quedarnos en su presencia, eternamente.

“Una vez muertos no hay tiempo, por lo tanto no hay espera de ningún tipo. El tiempo corre para los «vivos en este mundo». Con un cuerpo glorioso, pero nuestro, reconocible, resucitamos apenas muertos. Y esto es bueno porque Dios es bueno, es Amor. No podría ser de otra manera, viniendo de su parte.

“Con esto creo haber dejado clara mi postura CRISTIANA, que es una postura, y que vale como tantas otras. Es mi parte de la Verdad.
Un cordial saludo.”
Andrés 

Ahora descubro que tú piensas que la resurrección se produce en el mismo instante de morir. Estás en tu derecho de creer lo que quieras, pero eso no es lo que dice la Biblia. Jesús dijo claramente que es un evento que está en el futuro, cuando Él venga, en el fin de este mundo (Mateo 25:31-33; Lucas 20:34-38; Juan 5:28,29; Hechos 24:15; 1ª Corintios 15:51-58; 1ª Tesa. 4:13-18; etc.)

2ª Timoteo 2:18: que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos.

5. Conclusión

Has dejado muy clara tu postura “CRISTIANA”, que pasa por alto, con  falta de humildad y acatamiento a lo que se supone debería tener la suprema autoridad: la Palabra de Dios. No lo critico. Es tu responsabilidad. La mía consiste en avisarte de tu endeble postura, pues también a mí, Dios me pedirá cuentas si no he dicho la verdad o la he omitido, o no he practicado el bien que conocía. Yo me aplico Su Palabra:

1ª Corintios 10:12: Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.

2 Tesalonicenses 2:13-17: (13)  Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad,  (14)  a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.  (15)  Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.  (16)  Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia,  (17)  conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra.

Querido amigo Andrés, dejando atrás las rencillas por nuestros distintos puntos de vista, mantengamos aquello que es fundamental: la amistad, y el amor fraternal que es el mandato claro de Jesús:

Juan 13:34: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. (35)  En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.

1ª Pedro 1:21-25: y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios. (22)  Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdadmediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; (23)  siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. (24)  Porque:
 Toda carne es como hierba,
 Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba.
 La hierba se seca, y la flor se cae; (25)  Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

Y  mi deseo, es el de nuestro Señor: “Santifícalos en tu verdad; tu Palabra es verdad.” (Juan 17:17)

Hebreos 12:14,15: Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. (15) Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;

Bendiciones

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Versión: 05-03-2015
 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Miguel Ángel, me alegra que haya visitado mi web http://www.amistadencristo.com, y que me haya escrito para formularme la siguiente consulta:

“Quiero saber si la duda es [causada por] un espíritu o es obra de la carne. Muchas gracias. Bendiciones”. (Miguel Ángel)

Primero de todo, debemos reconocer que la duda es algo inherente a la naturaleza humana, porque ¿quién hay que no haya dudado muchas veces a lo largo de su vida? Esto se debe a que somos seres libres –aunque condicionados por nuestra naturaleza caída–, pero imperfectos e incapaces muchas veces de prever lo que es más conveniente para nosotros y para los demás.

Frecuentemente nos dejamos guiar por nuestros deseos y emociones –o concupiscencias, como expresa el apóstol Santiago (1:14-15)–, sin permitir a nuestro entendimiento que elabore previamente los argumentos en pro y en contra que existan en cada asunto, a fin de ver la conveniencia o licitud de llevar a cabo, u omitir realizar, determinadas acciones, planes, decisiones e incluso controlar nuestras expresiones verbales, corporales u otros comportamientos. En mucho de lo que planeamos realizar pueden suceder eventos y contingencias que muchas veces son imposibles de predecir. Pero leamos lo que nos dice el apóstol Santiago:

Santiago 1:14-15: sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. (15) Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.

Por lo tanto, los creyentes, ante cualquier decisión y acción que tengamos que realizar, por insignificante que nos parezca, deberíamos asegurarnos que sea agradable a los ojos de Dios (Hebreos 11:6), y pensar qué habría hecho Jesucristo, nuestro Modelo Humano y Divino, si se encontrara en nuestro lugar; pues Él nunca habría dudado de acometer cualquier obra o decisión, si ésta fuera lícita y conveniente para la humanidad, o, por el contrario, la habría omitido, si no reuniera las condiciones de moralidad, racionalidad o sentido común, o fuese contraria a Su conciencia.

Hebreos 11:6: Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

En lo que sigue me limitaré a exponer, en mi opinión, la principal causa de que los cristianos tengan dudas acerca de su fe, y a veces no obren coherentemente con sus creencias.

2. Los cristianos deberíamos actuar siempre de acuerdo a nuestra conciencia, la cual, por la fe en Cristo, tendría que estar en armonía con los principios de amor a Dios y al prójimo, preconizados por las Sagradas Escrituras (Juan 13:34-35, 15:1-17; etc.).

Sin embargo, los cristianos debemos tratar de ser siempre muy prudentes, como nos aconseja el apóstol Pablo: “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna” (1 Corintios 6:12). O bien: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. (24) Ninguno busque su propio bien, sino el del otro” (1 Corintios 10:23-24). Aquí San Pablo no está diciendo que lo ilícito, inmoral o malvado sea lícito, sino que hay cosas que son lícitas pero que no conviene hacer porque pueden perjudicar, o herir, o escandalizar a otros hermanos o personas débiles en la fe. Por tanto, todo lo que hagamos debe ser para edificarnos mutuamente.

Romanos 14:23: Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.

Ante la duda no debemos actuar, si no estamos totalmente convencidos de que corresponde a la voluntad de Dios; por eso, los cristianos debemos examinarnos a nosotros mismos para comprobar que lo que realicemos, sea por amor al prójimo y por la fe en Dios y Su Palabra, teniendo siempre en mente que “todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Romanos 14:23). Es decir, actuaremos siempre en conciencia y por amor, no por impulsos instintivos, o por convencionalismos sociales, por el que dirán, o por querer imitar a los demás, cuando sus hábitos y costumbres no se ajusten a los comportamientos que la Palabra de Dios demanda a todo cristiano.

Romanos 14:1-10: Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. (2) Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. (3) El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. (4) ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme. (5)  Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. (6) El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios. (7)  Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.  (8)  Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. (9) Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven. (10) Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.

De ahí la importancia de que todos los cristianos tengamos una conciencia educada, depurada y perfeccionada por la Palabra de Dios, y por el Espíritu Santo, que debe morar en cada cristiano que sea fiel, y obedezca los mandatos de Dios que se registran en las Sagradas Escrituras; pues “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él.” (Romanos 8:9; compárese con 1ª Co. 3:16-17; 6:19; 2 Co. 6:14-18-7:1). Meditemos en los siguientes sabios e inspirados pasajes de las epístolas de San Pablo, recordando siempre, que nuestro “cuerpo es templo del Espíritu Santo”, y que hemos “sido comprados por precio” (1 Co. 6;19, 20) – el de la sangre que Cristo derramó en la cruz del Calvario, por todos nosotros:

1 Corintios 3:16-17: ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? (17) Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.

1 Corintios 6:19-20: ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? (20)  Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

2 Corintios 6:14-18: No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? (15) ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?  (16)  ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo. (17)  Por lo cual,  Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor,  Y no toquéis lo inmundo;  Y yo os recibiré, (18) Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.

2 Corintios 7:1: Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.

En cuanto a las dudas, que supongo usted se refiere, son aquellas que pueden especialmente afectar nuestra coherencia como cristianos, al dudar de la existencia de Dios, de Su amor para con todos Sus hijos (Juan 3:16; 1ª Juan 4:7-18), o de la veracidad e inspiración de la Palabra de Dios –las Sagradas Escrituras/Santa Biblia.

Juan 3:16: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

1 Juan 4:7-21: Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.  (8)  El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. (9) En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. (10) En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (11) Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. (12) Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.  (13)  En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. (14) Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.  (15)  Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios.  (16)  Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.  (17)  En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo.  (18)  En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.  (19)  Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.  (20)  Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?  (21)  Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.

Por lo tanto, se puede deducir que las citadas dudas son consecuencia de nuestra falta de fe, de conversión a Cristo, o como usted bien dice, de vivir en la “carne”, en lugar de permitir que more el Espíritu Santo en nosotros (Romanos 8:5-18).

Romanos 8:5-18: Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. (6) Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.  (7)  Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;  (8)  y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.  (9)  Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. (10) Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. (11) Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. (12) Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;  (13)  porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.  (14)  Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (15) Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!  (16)  El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.  (17)  Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.  (18)  Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.

Si no estamos fuertemente arraigados y fundamentados en Cristo y en Su Palabra podemos ser fácilmente víctimas de las asechanzas de nuestro “adversario el diablo”, que “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;” (1 Pedro 5:8). Pero mejor leamos algo del contexto de este pasaje:

1 Pedro 5:8-11: Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;  (9)  al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. (10)  Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.  (11)  A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

3. Conclusión

Las citadas dudas pueden ser provocadas por los espíritus malignos –el diablo y sus demonios–, pero, siempre son consecuencia de nuestra carnalidad, y de falta de fe, o de conversión a Cristo; o como, usted bien dice, son obra de la “carne”, “por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;” (Romanos 8:7).

Atendamos, pues, los consejos del apóstol Santiago para que nunca dejemos que las dudas se establezcan en nuestras vidas, “porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra” (Santiago 1:6).

Santiago 1:5-8: Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. (6) Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. (7) No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. (8) El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.

Los cristianos deberíamos ser más conscientes de que nuestro mundo es el escenario donde se dirime el gran conflicto o guerra universal entre los agentes del maligno –los hijos de perdición (2 Tes. 2:3), cuyo padre es el diablo (Juan 8;44), el príncipe de este mundo (Juan 12:31, 14:30, 16:11), el príncipe de la potestad del aire (Efesios 2:2), el dios de este siglo (2 Co. 4:4)– y los hijos de Dios, “herederos de Dios y coherederos con Cristo” de Su Reino (Romanos 8:17). Pero nada debemos temer los cristianos porque Cristo venció con Su vida, muerte y resurrección “al que tenía el imperio de la muerte, esto es al diablo” (Hebreos 2:14); solo que para vencer en esta gran guerra espiritual, como soldados de Jesucristo, San Pablo nos dice: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo” (Efesios 6:11).  Esta es la única armadura –“la Palabra de Dios [que] es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos” (Hebreos 4:12)–, y Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno” (Efesios 6:16). Pero mejor es que leamos todo el contexto del capítulo seis de la epístola de San Pablo a los Efesios:

Efesios 6:10-18: Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. (11) Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. (12) Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. (13) Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. (14) Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, (15) y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. (16)  Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. (17) Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; (18) orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;

Quedo a su entera disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

E.S. = Espíritu Santo

Versión: 12-02-2015
 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Estimado hermano Daniel, me alegro mucho que usted sea fiel lector de www.amistadencristo.com. Le agradezco que me haya contactado, y, también, de su amable comentario siguiente:

“Hnos. Soy fiel lector de esta página, deseo me ayuden a comprender por qué algunas personas se molestan cuando el pastor predica algunos temas. Aducen que es para ellas, o que por ellas el pastor está predicando ese tema, y cómo se les puede hacer ver que andan mal o si tienen razón de reclamar”. (Daniel).

Esto que me dice usted, querido hermano, se puede deber a varias causas, siendo la principal la falta de santidad; todos necesitamos “vivir” obedeciendo la Palabra de Dios en todo lo que hagamos, en el hogar, en el trabajo, en la iglesia, y en nuestra relación con los hermanos en la fe, y también en la convivencia de la familia de sangre.

Usted, querido hermano, se pregunta también:

2. ¿Por qué algunas personas se molestan cuando el pastor predica algunos temas, y ellas piensan que él está señalando sus errores o defectos?

¿Cómo se les puede hacer ver a esos hermanos, que se molestan con tanta facilidad, que son ellos los que andan mal? O, por el contrario, ¿Cuándo hay razones para reclamar o protestar por un trato o unas palabras que nos han molestado?

Cuando el pastor predica deberíamos ser lo suficientemente humildes, para hacer un sincero examen de conciencia, para saber si podemos aplicarnos a nosotros mismos sus consejos, predicaciones o amonestaciones.

Sin embargo, en mi opinión, la predicación pública no debería usarse para hacer amonestaciones tan particulares que alguien de los asistentes pudiese sentirse identificado. Cuando la conducta de los hermanos es escandalosa o simplemente soberbia, o atenta contra el amor debido entre hermanos, lo que procede es hablar con los hermanos afectados, y tratar que se pongan en armonía entre ellos y con la Palabra de Dios. Veamos lo que dice la Palabra:

Mateo 18:15-22: Por tanto, si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.  (16)  Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. (17)  Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. (18) De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.  (19)  Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.  (20)  Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. (21) Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? (22) Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.

La protesta o reprensión, cuando nos hemos sentido ofendidos, debe hacerse en privado con la persona, que, en principio, creemos que nos ha molestado. Y en el diálogo subsiguiente, de forma serena y pacifica se analizarán los hechos, y, si realmente ha habido ofensa o conducta agresiva o improcedente, el autor de la misma debería reconocerlo y pedir perdón.

Todo esto puede estar ocurriendo porque todavía, como muy bien declara San Pablo, no nos hemos despojado “del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos”; por eso él nos aconseja: “renovaos en el espíritu de vuestra mente, (24) y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22-24).  Veamos el contexto:

Efesios 4:22-32: En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre,(D) que está viciado conforme a los deseos engañosos,  (23)  y renovaos en el espíritu de vuestra mente,  (24)  y vestíos del nuevo hombre,(E) creado según Dios(F) en la justicia y santidad de la verdad.  (25)  Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo;(G) porque somos miembros los unos de los otros.  (26)  Airaos, pero no pequéis;(H) no se ponga el sol sobre vuestro enojo,  (27)  ni deis lugar al diablo.  (28)  El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. (29) Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.  (30)  Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. (31) Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. (32) Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Identifiquémonos con Cristo, y crucifiquemos nuestro viejo hombre en la cruz con Él, y así seremos libres del pecado y siervos de Dios, y andemos en vida nueva (lea, por favor Romanos 6:1-14):

Romanos 6:1-14: ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?  (2)  En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?  (3)  ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?  (4)  Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.(A)  (5)  Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;  (6)  sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.  (7)  Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.  (8)  Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él;  (9)  sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él.  (10)  Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.  (11)  Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.  (12)  No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias;  (13)  ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.  (14)  Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.

“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; (6)  cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia,  (7) en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas” (Colosenses 3:5-7).

Leamos, por favor, todo el contexto, y reflexionemos:

Colosenses 3:4-17: Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. (5)  Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; (6)  cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, (7) en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas.  (8)  Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.  (9)  No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,  (10)  y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, (11) donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos. (12) Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;  (13)  soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. (14) Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. (15)  Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.  (16)  La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.  (17)  Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Dígame, querido hermano, si tenemos la más maravillosa Palabra de Dios, que el mundo no quiere reconocer y, por el contrario, la desprecia y la ignora ¿por qué no la leemos más y la obedecemos? Si así lo hiciéramos no habría conflictos en las iglesias, y muchos más acudirían a nuestras reuniones, pero no dejemos todo el trabajo al pastor, sino que cada uno predique con la Palabra y con el ejemplo en la iglesia y fuera de la misma.

Efesios 4:11-16: Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,  (12)  a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,  (13)  hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;  (14)  para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,  (15)  sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,  (16)  de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

Me despido de usted, dejándole otros hermosos textos de la carta de Santiago, que nos amonestan a obedecer la palabra de verdad:

Santiago 1:21-26: Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. (22) Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. (23) Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. (24)  Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. (25)  Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.  (26)  Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.

3. conclusión

¿Qué podemos hacer para que todos seamos cada día más santos y humildes?

Esto, simplemente, se consigue estudiando la Palabra de Dios, practicándola, es decir, viviendo cada día sus principios de amor y fe,  obedeciéndola en todo, y orando para ser llenos del Espíritu Santo. Y sobre todo, seguir el ejemplo de Jesucristo, imitarle en Su amor y en Su humildad; el amor y la humildad deben estar presentes constantemente en todo lo que decimos o hacemos, y en nuestra relación con los demás, donde quiera que estemos. Reflexionemos en los siguientes textos del apóstol San Pablo:

Filipenses 2:1-11: Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, (2) completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. (3) Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;  (4)  no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. (5) Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, (6) el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, (7)  sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.  (9)  Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,  (10)  para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;  (11)  y toda lengua confiese(A) que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

Quedo a su entera disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com


Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

E.S. = Espíritu Santo

¿Cómo defenderse ante ella?
 
Versión: 31-08-14
 

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Mi estimado lector –Albrecht– muy amablemente me compartió su opinión respecto a los argumentos que le aporté en el artículo titulado:“¿Es razonable creer en la existencia de Dios?”. En dicho escrito, el que suscribe, le presentaba evidencias y argumentos, en mi opinión, concluyentes sobre la existencia de Dios; y también le expresaba mi total desacuerdo con su relativismo moral, en el siguiente párrafo:

“Dios, que para usted no existe, nos ha creado con una conciencia que es capaz de discernir el bien del mal, y para ello se hace necesario partir de la base que tanto un concepto como el otro son claramente distinguibles sin necesidad de contrastarlos. ¿No sabe toda persona normal que los actos de matar y robar son malos de por sí sin más? ¿Fue necesario que los seres humanos se mataran unos a otros para que supieran que no deberían hacer semejante cosa porque es completamente mala en sí?” (Carlos Aracil Orts).

Y mi apreciado lector, me respondió proporcionándome los siguientes tres ejemplos, que desde su punto de vista, prueban el relativismo moral que él sostiene:

«Existe lo que se llama la defensa propia. Si alguien entra en mi casa y amenaza a mi familia y a mí con un cuchillo o arma de fuego, para robarme, si tuviera un arma a mano la usaría sin contemplaciones y lo mataría.

«La Biblia, por ejemplo, ordena matar a las hechiceras, también permite la matanza de animales.

«¿Se puede considerar como malo tener sexo antes de casarse  siendo soltero? Hay cosas que se consideran malas que se encuentran en todas las culturas y sociedades, y también hay asuntos que sólo en determinadas culturas se consideran malas, por ejemplo sexo libre».

(Albrecht).

En el presente artículo me limitaré a tratar solo su primer comentario; y abordaré el segundo y tercer ejemplos del lector, en los siguientes enlaces: “¿Ordena la Biblia matar a las hechiceras?”, y en ¿Es malo el sexo libre?”, respectivamente.

2. ¿Cómo deberíamos defendernos los cristianos ante una agresión física?

Imagino que mi estimado lector me hace el comentario anterior a fin de contrarrestar lo que le escribí en la introducción de este artículo: ¿No sabe toda persona normal que los actos de matar y robar son malos de por sí sin más? ¿Fue necesario que los seres humanos se mataran unos a otros para que supieran que no deberían hacer semejante cosa porque es completamente mala en sí?

En cuanto al primer ejemplo, me pregunto ¿Cuál es la intención del lector al plantear el tema, sin duda, interesante, de si existe el derecho a defenderse cuando alguien nos agrede, incluso usando los mismos métodos violentos que el agresor?

¿Por qué no plantearnos, también, si es moral o lícito que las naciones se defiendan usando las armas de guerra que posean para repeler los ataques de otras naciones? ¿Y qué diremos de las guerras civiles en las que luchan a muerte dos bandos enfrentados de una misma nación? Etc.

Santiago 4:1-4: ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? (2)  Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. (3) Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. (4) ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.

Necesariamente he de insistir en que todos los actos violentos, ya sean físicos o psíquicos contra nuestros semejantes –por supuesto, todas las guerras– son consecuencia de la depravación y maldad del corazón humano, y tienen como origen el ignorar y olvidar al Autor de la Vida (Hechos 3:15) y apartarse de Él.

El caso de defensa propia –por allanamiento de morada con violencia– que plantea el lector es muy concreto, y supongo que ninguna justicia humana condenaría esta acción defensiva. Pero los creyentes aunque debemos someternos a la autoridad y leyes humanas siempre que ello no implique desobedecer a Dios (Hechos 4:19), fundamentalmente, debemos obedecer la Ley de Cristo y toda Su Palabra. Pues lo más importante, lo esencial es que nunca transgredamos de forma voluntaria y consciente la ley de amor que Dios ha impartido en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo. Leamos las leyes morales que Jesús enuncia para todo el mundo, pero especialmente para cada creyente, en esta parte del famoso Sermón del Monte:

Mateo 5:38-48: Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. (39) Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; (40)  y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; (41)  y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos.  (42)  Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. (43) Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. (44) Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; (45)  para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. (46) Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? (47) Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? (48) Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

No obstante, no debemos juzgar a nadie por como haya reaccionado ante situaciones extremas en las que nuestra vida es agredida y corre peligro de muerte incluso, porque solo Dios conoce las circunstancias de cada uno.

Sin embargo, en el caso específico que plantea el lector y en muchos otros similares, un cristiano nunca debería tomar un arma para repeler la agresión; tampoco debería tener ninguna en su domicilio para ese fin, salvo que fuese policía o agente del orden, etc. En el supuesto que la tuviera, es muy posible que no tendría habilidad o destreza suficiente como para usarla eficazmente; tampoco sería probable que el arma estuviera cargada, o que hubiera munición en la casa.

Por otra parte, los cristianos tenemos un gran respeto por la vida, que no nos pertenece, y menos aún la del prójimo, puesto que Dios es el Señor y Autor de la vida. Por último, ellos nunca confiarán en las armas o la fuerza física para defenderse de las agresiones, es decir, no emplearán la razón de la fuerza, sino la fuerza de la razón; su confianza está puesta en el poder de Dios, y piensan que si Él quiere los librará de todo mal.

La actitud de los cristianos ante cualquier tipo de agresión debe ser la misma que sostuvieron los tres compañeros del profeta Daniel –Sadrac, Mesac y Abed-nego, cuando se negaron a postrarse y adorar la estatua que el rey Nabucodonosor había mandado construir, para que le adorasen todos sus súbditos; ellos respondieron con fe y valentía al soberbio rey: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. (18) Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3:17-18).

Observemos, que los compañeros de Daniel en ningún caso, aun cuando tuvieran que perecer, servirían a los dioses del rey, ni adorarían su estatua, porque su decisión no dependía de tener la completa seguridad de que Dios obraría según sus deseos, sino que era fruto de su fe y de su inquebrantable convicción de que nadie debe ocupar el lugar que corresponde al Creador y Señor de todos, puesto que a Él se le debe la obediencia antes que a las criaturas. Por tanto, todo debe ser subordinado a Dios y en obediencia a Su voluntad revelada, aunque sabemos que Él no actuará, en todos los casos, necesariamente librándonos del mal y de los malvados. Ejemplo de esto son los mártires de los tres primeros siglos de la Iglesia cristiana, que entregaron sus vidas por amor de Jesucristo.

De similar manera actuó el mismo Daniel, cuando el rey de Media y Persia proclamó un edicto real advirtiendo que “cualquiera que en el espacio de treinta días pida a cualquier dios u hombre” no siendo al propio rey, fuera “echado en el foso de los leones”  (Daniel 6:12). Sin embargo, Daniel no se amedrantó sino que, por el contrario, “cuando él supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes” (Daniel 6:10). Y como consecuencia de obedecer a Dios antes que  a los hombres: “Entonces el rey mandó, y trajeron a Daniel, y le echaron en el foso de los leones. Y el rey dijo a Daniel: El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre”  (Daniel 6:16). Pero su fidelidad a Dios fue premiada porque fue “Daniel sacado del foso, y ninguna lesión se halló en él, porque había confiado en su Dios” (Daniel 6:23).

Además, los cristianos debemos confiar plenamente en Dios, y tener la firme convicción “…que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).

Quedo a su disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Carlos Aracil Orts
www.amistadencristo.com

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Referencias bibliográficas

* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento