¿Por qué Dios puso a prueba a Adán y Eva si sabía que pecarían?

Versión: 13-03-2013

Carlos Aracil Orts

1. Introducción

Estimado hermano Francisco, le agradezco que me haya formulado las preguntas que más abajo transcribo, porque ello me proporciona una nueva ocasión para abordar este siempre peliagudo problema, de por qué Dios permitió que surgiera el mal y el sufrimiento en Su Creación; el cual no entenderemos completamente hasta que Dios mismo nos lo revele cuando vivamos en Su presencia.

“Si Dios lo sabe todo ¿por qué plantó el árbol del bien y del mal? ¿Ignoraba que el hombre comería de él? No entiendo esto. ¿Por qué se puso a apostar con el diablo en el caso de Job? ¿Qué culpa tenía él para pasar por lo que le sucedió? espero me ayude con estas preguntas.  Gracias”. (Francisco)

Este tema, aunque desde otra perspectiva, lo traté en el artículo titulado ¿Por qué existe el mal?. No obstante, ahora voy a tratar de responder a sus importantes e interesantes preguntas, –por supuesto, conforme Dios me dé a entender hacerlo dada la complejidad de las respuestas–, pero limitándome a las cuestiones específicas que me formula, y en el mismo orden planteado por usted.

2. Si Dios lo sabe todo ¿por qué plantó el árbol del bien y del mal? ¿Ignoraba que el hombre comería de él?

Son dos excelentes preguntas, aunque la segunda obviamente se responde por sí sola. Puesto que Dios –por definición– es omnisciente, es decir, lo sabe todo, cuando decidió diseñar el Universo –con todos sus millones de galaxias, planetas, estrellas y seres vivientes– conocía perfectamente el futuro, lo tenía todo en su pensamiento; pues, Dios vive en la eternidad, algo que no podemos imaginar totalmente, pues para Él no existe el tiempo, sino que es como un eterno presente, y en Él “no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17). Por eso, Dios es el único que puede anunciar el futuro desde el principio de la creación.

Isaías 46:9-10: Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, (10) que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero;

Por lo tanto, Dios sabía perfectamente, que Adán y Eva serían desobedientes y comerían del “Árbol de la ciencia del bien y del mal” (Génesis 2:9,17), y aun así decidió crearlos, para luego rescatarlos “con la sangre preciosa de Cristo” –Dios el Hijo–,”como de un cordero sin mancha y sin contaminación, (20) ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros (1 Pedro 1:19-20).

Notemos, que Dios, el Hijo, fue “destinado desde antes de la fundación del mundo”, porque Él ya sabía que Adán y Eva iban a pecar, y a rebelarse contra Él, y como consecuencia de ello, el pecado se extendería también a todos los seres humanos descendientes de la Primera Pareja; y todos ellos iban a necesitar un Redentor, que los rescatase del pecado.

Si Dios sabía de antemano que entraría el pecado “en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte…a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12) ¿por qué creó al hombre?

La respuesta es “por amor a vosotros” (1ª Pedro 1:20). A fin de adoptar hijos santos que heredarán “el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34). Pero esta herencia que recibiremos los creyentes es “a fin de que seamos para alabanza de la gloria de Su Gracia” (Efesios 1:6,12), y, “glorificados” (Romanos 8:14-17), vivamos eternamente gozosos en Su presencia (Apocalipsis 21:7).

Romanos 8:14-17: Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. (15) Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (16) El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (17) Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Apocalipsis 21:7: El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.

“Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, (10) para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; (11) fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; (12) con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; (13) el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, (14) en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados ( Colosenses 1:9-14).

Estimado hermano, Dios creó a seres humanos que tenían la libertad de elegir entre el bien y el mal. Si sus voluntades hubieran estado coaccionadas para hacer siempre el bien, ¿qué mérito hubiera tenido la obediencia a Dios? ¿Cómo habrían podido unos seres no libres dar honra y gloria a Su Creador? ¿Podía Dios obligarles a amarle? Sí, podía, pero ser honrado por seres programados, una especie de androides o autómatas, ¿a quién puede satisfacer?

Por eso, Dios hizo con la Primera Pareja un pacto muy sencillo, que consistía en una simple prueba de obediencia: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; (17) mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás(Génesis 2:16-17).

¿Por qué iba Dios a restringirse a sí mismo de crear seres libres por miedo a que le desobedecieran? Dios no puede ser sorprendido por nada de lo que ocurra en Su Creación. Todo lo tiene bajo control desde que decidió crear. Él no tenía necesidad de sus criaturas en absoluto, pues Dios es perfecto, y Su amor es compartido en Su Ser trino –Padre, Hijo y Espíritu Santo; pero, Él, libremente, por amor, decidió crear hijos para Su gloria y para que ellos gozaran eternamente con Su presencia. Y nada ni nadie puede oponerse a la voluntad soberana de Dios.

Sin embargo, aunque Él no forzará a nadie para que comparta Su gloria, sí ha predestinado a Sus escogidos desde la eternidad, para que sean “santos y sin mancha delante de él, (5) en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, (6) para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:3-14).

Efesios 1:3-14: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, (4) según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, (5) en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, (6) para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, (7) en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, (8) que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, (9) dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, (10) de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. (11) En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, (12) a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. (13) En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, (14) que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

3. ¿Por qué Dios se puso a apostar con el diablo en el caso de Job? ¿Qué culpa tenía él para pasar por lo que le sucedió?

Primero de todo, debemos reconocer que todos somos culpables de pecado: “… todos están bajo pecado: (10) Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; (11) No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. (12) Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno; “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:9-12; 23). Porque “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8).

Puesto que todos pecaron, y nunca existió nadie que haya sido justo por sí mismo ¿por qué la Palabra de Dios dice que “Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1)?

La respuesta es que Job había conseguido la máxima justicia a la que todos podemos aspirar, y la única válida, que es “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él” (Romanos 3:22). Nadie podría ser salvo si no fuera por la justicia que Jesucristo obtuvo con Su vida sin pecado, muerte y resurrección, y que es imputada o atribuida o puesta en la cuenta a cada creyente, solo mediante la fe en Jesucristo (Romanos 1:16-17; 3:24; 5:1-2):

Romanos 1:16-17: Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. (17) Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.

Romanos 3:24: siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,

Romanos 5:1-2: Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; (2) por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.

Pero ¿cómo podía Job –personaje que se supone existió en la época patriarcal (Ez. 14:14,20), cuyo libro fue escrito probablemente por Moisés (hacia el 1500 a.C.)– creer en Jesús, el Hijo de Dios, quién tomaría carne, quizá, unos dos mil años después de Job?

Las Sagradas Escrituras confirman que Job fue considerado justo por Dios por su fe, porque Job confiaba en su Redentor (Job 19:25-27).

Job 19:25-27: Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; (26) Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; (27) Al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.

La promesa de la venida de un Redentor fue dada, por primera vez, a Dios a Adán y Eva en Génesis 3:15. Y, por eso, “Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda” (Génesis 4:4). Y poco antes del Diluvio, Dios hizo pacto con Noé (Génesis 6:8; 18), quien confirmó su fe en el Redentor cuando “edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar. (21) Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho. (22) Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche.” (Génesis 8:20-22).

Más tarde, Dios renovó el pacto con Abraham, confirmándole la promesa de un Redentor: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Génesis 22:18; véase también Génesis 12:2-3). Y, finalmente la Palabra de Dios nos confirma que la promesa fue cumplida:

“cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, (5) para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” (Gálatas 4:4-5); “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo (Gálatas 3:16).

Por lo tanto, Dios consideró a Job justo y perfecto a causa de su fe en el Redentor. De la misma manera que declara justos a todos los que son de la fe en Jesús. Como así también lo demuestran los siguientes textos:

Hebreos 10:10-14: En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. (11) Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; (12) pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, (13) de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; (14) porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

Ahora volvamos a recordar las preguntas que encabezan este epígrafe:

¿Por qué Dios se puso a apostar con el diablo en el caso de Job? ¿Qué culpa tenía él para pasar por lo que le sucedió?

Dado que la primera pregunta es mucho más compleja, abordaré, en primer lugar la segunda, pues es más sencilla de responder. En lo que antecede, acabamos de comprobar que nadie está exento de culpa, ni siquiera el justo Job, puesto que todos somos pecadores. Y todos vivimos en un mundo de pecado, que en mayor o menor medida afecta a todos los seres humanos. Por tanto, unas veces sufriremos las consecuencias directas de nuestras malas o equivocadas acciones, y otras las causadas por las del resto de la humanidad. Este último fue el caso de Job según relato de los siguientes textos:

Job 1:12-22: Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová. (13) Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino en casa de su hermano el primogénito, (14) y vino un mensajero a Job, y le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos, (15) y acometieron los sabeos y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para darte la noticia. (16) Aún estaba éste hablando, cuando vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y los consumió; solamente escapé yo para darte la noticia. (17) Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para darte la noticia. (18) Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito; (19) y un gran viento vino del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron; y solamente escapé yo para darte la noticia. (20) Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, (21) y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. (22) En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.

Las desgracias que le ocurrieron a Job, y que le ocasionaron tanto sufrimiento, no tuvieron su origen directo en sus acciones, sino por el simple hecho de vivir en un mundo en el que predomina la maldad, que está instigada y promovida por el enemigo o adversario del hombre y de Dios, que la Santa Biblia describe como “el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; [y] fue arrojado a la Tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12:9).

Dios no participó en absoluto en provocar esta catástrofe al justo Job, sino que toda ella fue obra de Satanás, que utilizó, por un lado, a gentes malvadas –de lo sabeos, y de los caldeos– a las que incitó a destruir a los criados y propiedades de Job; y por otro, mediante agentes naturales –que el diablo movilizó, como el viento y el fuego– devastar el resto, acabando incluso con las vidas de los hijos de Job. Es fácil deducir que lo que un testigo contempló, atribuyendo a Dios la responsabilidad –“Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y los consumió; solamente escapé yo para darte la noticia” (Job 1:16)–, fue debido a que en la mentalidad semítica todo lo que sucede –tanto lo malo como lo bueno– proviene de Dios, ya sea por Su acción directa o por permitir que ocurriera. Sin embargo, el contexto aclara que todo fue obra del diablo, ya que él tiene poder suficiente para hacer lo que hizo, como la misma Palabra confirma: “También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres” (Apocalipsis 13:13).

Es conveniente recordar que nuestros primeros Padres –Adán y Eva– se rebelaron contra Dios, y entregaron este mundo en manos de Satanás, porque le creyeron a él –cuando “la serpiente dijo a la mujer: “No moriréis; (5)… y seréis como Dios sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:4-5)–, antes que a Su Creador.

Sin embargo, como hemos visto arriba, Dios no dejó este mundo en manos de Satanás, sino que Él ya había previsto anticipada y ciertamente la solución al problema del mal, que conocía que iba a surgir, mediante la entrega de Sí Mismo en la Persona de Su Hijo Jesucristo. Dios pudo haber zanjado la rebelión del diablo y sus ángeles, y del hombre que le siguió, de una forma rápida, drástica y contundente: destruyéndolos a todos, y como dice un conocido refrán: “muerto el perro se acabó la rabia”.

¿Hubiera sido esta una buena solución? ¿No habría sido visto Dios por todos los seres vivientes del resto del Universo como un Dictador, al que sería más fácil temer que amar? ¿Cómo se garantizaría que nuevas criaturas no volvieran a rebelarse contra Dios?

¿Cómo hubieran conocido los habitantes del Universo los efectos del pecado y la justicia y misericordia de Dios, si Él hubiera impedido que se desarrollase la rebelión del ángel de luz –“querubín grande, protector” (Ez. 28:12-19; Cf Isaías 14:12-20)–, que se convirtió en Satanás, atajándola de raíz?

A fin de no desviarme del tema que me ocupa, dejo para más adelante la explicación de los textos citados de los libros de Isaías y Ezequiel, en los que se describe a Satanás –bajo los símbolos del rey de Babilonia y el de Tiro, respectivamente–, como un ángel que, ocupando un lugar prominente con Dios, se enalteció su corazón de tal manera que pretendió ser semejante al Altísimo, y levantar su trono junto a Él.

Debemos tener en cuenta que las consecuencias de la rebelión contra Dios –el mal y el sufrimiento que surgirían naturalmente, y se desarrollarían durante los miles de años de la historia de la humanidad– todavía no se habían producido, y ninguna criatura conocía el alcance de cuestionar el carácter perfecto y santo de Dios. Él, en Su infinita sabiduría, permitió el surgimiento de la rebelión y con ello el desarrollo de la maldad, dejando que las criaturas libremente optaran por seguirle a Él –la infinita bondad, misericordia y amor, o rechazarle, adhiriéndose al diablo que “ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44).

¿Por qué Dios permitió que le ocurrieran a Job esos terribles males? Pues por las mismas o parecidas razones que permite que otras miles de personas sufran en este mundo, sin que podamos encontrar aparentemente ninguna culpa directa, que relacione fidedignamente que el mal que les ha acaecido fue causado por unas determinadas malas acciones que las citadas personas realizaron en el pasado. Sin embargo, lo que no debemos hacer nunca es dudar del infinito amor, bondad y misericordia de Dios, pues Él “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4).

Por tanto, debemos pensar que cuando Él permite que nos sobrevenga un mal es para nuestro perfeccionamiento, para que alcancemos la santidad, “sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14), y para que demos gloria y honra al Creador, para testimonio a otros, que de esa manera quizá reciban a Dios, y, a su vez, Él los salve. Sin duda, Job sufrió una dura prueba, pero Dios sabía de antemano que la iba a superar, y que más tarde, redundaría en bendición para él mismo, y para todos los que le conocían; como prueban los siguientes textos:

Job 42:10-17: Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job. (11) Y vinieron a él todos sus hermanos y todas sus hermanas, y todos los que antes le habían conocido, y comieron con él pan en su casa, y se condolieron de él, y le consolaron de todo aquel mal que Jehová había traído sobre él; y cada uno de ellos le dio una pieza de dinero y un anillo de oro. (12) Y bendijo Jehová el postrer estado de Job más que el primero; porque tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas, (13) y tuvo siete hijos y tres hijas. (14) Llamó el nombre de la primera, Jemima, el de la segunda, Cesia, y el de la tercera, Keren-hapuc. (15) Y no había mujeres tan hermosas como las hijas de Job en toda la tierra; y les dio su padre herencia entre sus hermanos. (16) Después de esto vivió Job ciento cuarenta años, y vio a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación. (17) Y murió Job viejo y lleno de días.

¿Por qué Dios se puso a apostar con el diablo en el caso de Job?

En realidad la formulación de esta primera pregunta, que sugiere que Dios hizo una apuesta con Satanás en la que involucró a Job, no transmite la idea correcta del relato bíblico (Job 1:6-22; 2:1-10). Veamos los textos en los que se basa esta inferencia, antes de analizarlos:

Job 1:6-22: Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás. (7) Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella. (8) Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? (9) Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? (10) ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. (11) Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. (12) Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová.

En los dos primeros versículos del texto anterior se nos describe una reunión de “los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás” con el Creador del Universo; Dios le pregunta a Satanás “¿De dónde vienes?”, de la misma manera que se lo preguntó a Adán en el Edén “¿Dónde estás tú?” (Génesis 3:9); ¿acaso Dios no sabía en ambos casos dónde estaban ellos? Naturalmente que Él sabía perfectamente dónde se encontraban en cada momento y también conocía todo lo que habían hecho. Con estas preguntas Dios le estaba pidiendo cuentas y responsabilidades por sus acciones a Satanás, así como también lo hizo anteriormente con Adán.

Notemos, que en esta época de la historia de nuestro mundo, Satanás –sin dejar de influir y actuar malvadamente sobre la Tierra, pues su “rodear y andar” sobre la Tierra (1:7) seguro que no era para hacer “turismo”– todavía tenía acceso al Cielo, donde se dedicaba a acusar a los seres humanos de que no son capaces de amar a Dios, sino que, si en algo le obedecen, es por temor a Él, y por deseo egoísta de recibir sus bendiciones.

Sin embargo, Satanás perdió el acceso directo al Cielo, que tenía, a partir de que “hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; (8) pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo (Apocalipsis 12:7-8; Cf. Lucas 10:17-20).

Lucas 10:17-20: Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. (18) Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. (19) He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. (20) Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.

Apocalipsis 12:7-12: Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; (8) pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. (9) Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. (10) Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. (11) Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte. (12) Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.

La batalla definitiva contra Satanás fue ganada cuando Dios, en la Persona de Su Hijo, se hizo carne, entregando Su vida para rescatar a la Humanidad; “…Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8).

1 Juan 3:8: El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.

Hebreos 2:14-15: Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él [Cristo] también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, (15) y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”.

Realmente Satanás, en su increíble enaltecimiento de sí mismo (Ez. 28:17), pretendió ocupar el mismo trono de Dios, y cuestionar Su justicia y carácter santo. Por eso, “dijo Jehová a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?” (Job 1:8). Aquí Dios no apuesta nada con Satanás sino simplemente quiere evidenciar ante todos Sus hijos, entre los que se encontraba el diablo, que las insinuaciones de éste son falsas, y presenta el caso de Job, como prueba de que es posible amar y dar gloria a Dios aun cuando las cosas nos vayan mal. Y esta prueba no la hace para convencer a Satanás –pues Dios sabe perfectamente que el diablo nunca se arrepentirá ni cambiará para bien– sino para demostrar la falsedad de sus aseveraciones, y desenmascarar, ante todo el Universo, el carácter homicida y mentiroso de Satanás (Juan 8:44). Comprobemos su insidia y maldad, y cómo cuestiona a Dios, volviendo a leer detenidamente los textos, en los que él solicita a Dios que retire toda Su protección a Job, a fin de poder hacerle daño.

Job 1:9-12: Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? (10) ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. (11) Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. (12) Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová.

Por lo tanto, Dios no apostó con Satanás. Pues Él sabía de antemano todo lo que iba a suceder, pero le permitió que dañara a Job, en primer lugar, en beneficio del propio Job, pues Dios conocía que él iba a salir victorioso de la prueba y redundaría en una mayor santidad de Job; y, en segundo lugar, para demostrar a Sus hijos que es posible amar a Dios a pesar de que todo nos vaya mal, es decir, no por interés egoísta, y con ello evidenciar la maldad de Satanás y sus falsos pronunciamientos.

Los diez textos que siguen del capítulo dos del libro de Job, relatan un nuevo intento de Satanás de provocar que Job maldiga a Dios, blasfemando contra Él, y, luego, se suicide. Para ello le produce una terrible “sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza” (Job 2:7). Pero, Job, como sabemos, sale victorioso y fortalecido, y Dios mismo le habla, con lo que su conocimiento de Dios llega a cotas que jamás él hubiera conseguido, si Dios no hubiera permitido que el diablo le hiriese de tal manera.

Job 2:1-10: Aconteció que otro día vinieron los hijos de Dios para presentarse delante de Jehová, y Satanás vino también entre ellos presentándose delante de Jehová. (2) Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondió Satanás a Jehová, y dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella. (3) Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa? (4) Respondiendo Satanás, dijo a Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. (5) Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. (6) Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida. (7) Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. (8) Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de ceniza. (9) Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. (10) Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.

Los epígrafes que transcribo a continuación están extraídos del artículo: ¿Por qué existe el mal?

4. Análisis de los textos de los libros de Isaías (14:4-20) y Ezequiel (28:12-19), que describen al ángel de luz que fue el diablo antes de su caída.

Los pasajes citados de los libros de los profetas Isaías y Ezequiel del AT se refieren literalmente a los reyes de Babilonia y Tiro respectivamente. Pero defendemos la tesis de que esos reyes, que fueron hombres que realmente existieron cada uno en su época correspondiente, simbolizan y esconden además a un personaje celestial, llamado Lucero o Lucifer (Isaías 14:12) o querubín grande, protector (Ezequiel 28:14).

¿Por qué lo creemos así? Porque ambos autores, sin duda, inspirados por el Espíritu Santo, describen detalles y características que van más allá de lo humano y terrenal de los citados reyes. Ambos reyes encarnan y personifican el espíritu soberbio y homicida del diablo. Las vidas de estos reyes fueron controladas por Satanás, y él los manipulaba para controlar a las naciones y apartar a las gentes de Dios (Apocalipsis 16:14; 18:19; 19:19). Por eso el Espíritu Santo escoge a estos reyes para desvelarnos el carácter del ser espiritual que los dirigía, y al que representan. Detrás de todo mal siempre está Satanás. Como revela muy bien san Pablo: “no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).

Siguiendo el orden, empezaré con el análisis de los textos del libro de Isaías:

Isaías 14:4-20: pronunciarás este proverbio contra el rey de Babilonia, y dirás: ¡Cómo paró el opresor, cómo acabó la ciudad codiciosa de oro! (5) Quebrantó Jehová el báculo de los impíos, el cetro de los señores; (6) el que hería a los pueblos con furor, con llaga permanente, el que se enseñoreaba de las naciones con ira, y las perseguía con crueldad. (7) Toda la tierra está en reposo y en paz; se cantaron alabanzas. (8) Aun los cipreses se regocijaron a causa de ti, y los cedros del Líbano, diciendo: Desde que tú pereciste, no ha subido cortador contra nosotros. (9) El Seol abajo se espantó de ti; despertó muertos que en tu venida saliesen a recibirte, hizo levantar de sus sillas a todos los príncipes de la tierra, a todos los reyes de las naciones. (10) Todos ellos darán voces, y te dirán: ¿Tú también te debilitaste como nosotros, y llegaste a ser como nosotros? (11) Descendió al Seol tu soberbia, y el sonido de tus arpas; gusanos serán tu cama, y gusanos te cubrirán. (12) ¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. (13) Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; (14) sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. (15) Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo. (16) Se inclinarán hacia ti los que te vean, te contemplarán, diciendo: ¿Es éste aquel varón que hacía temblar la tierra, que trastornaba los reinos; (17) que puso el mundo como un desierto, que asoló sus ciudades, que a sus presos nunca abrió la cárcel? (18) Todos los reyes de las naciones, todos ellos yacen con honra cada uno en su morada; (19) pero tú echado eres de tu sepulcro como vástago abominable, como vestido de muertos pasados a espada, que descendieron al fondo de la sepultura; como cuerpo muerto hollado. (20) No serás contado con ellos en la sepultura; porque tú destruiste tu tierra, mataste a tu pueblo. No será nombrada para siempre la descendencia de los malignos.

Exégesis de Isaías 14:4-20

Veamos, primeramente el contexto cercano. En el capítulo 13 de su libro, el profeta Isaías, hacia el año 715 a.C., escribe el mensaje que recibió de Dios, de la caída de Babilonia. En el mismo, profetiza que ese imperio, que llegaría a ser el más poderoso de la Tierra –pues no lo era todavía en tiempos de Isaías– sería derrotado por los medos (Isaías 13:17), y que el fin del mismo “será como Sodoma y Gomorra” (Isaías 13:19), es decir, Babilonia será devastada completamente, y “nunca más será habitada” (Isaías 13:20). La primera parte de la profecía se cumple hacia el año 539 a.C. cuando cayó en manos de Ciro, y la segunda parte de la profecía fue paulatina hasta la total desolación hacia el año 117 d.C. (CBA, Tomo 4; pág. 206-207). En la citada profecía hay varias alusiones al “día de Jehová”, que “vendrá como asolamiento del Todopoderoso” (Isaías 13:6,9). Esto es el día del juicio de Dios, el cual se produce sobre la Babilonia literal, pero simboliza también el día del fin del mundo, y lo que Él hará sobre la Babilonia espiritual (1 Pedro 5:13, Ap. 14:8; 17:5-6; 18:4; 19:2).

En el capítulo 14, que es el que voy a analizar, se hace una glosa o canto de esperanza al pueblo de Dios, que será librado del imperio babilónico, y que encontrará la paz “en el día que Jehová te dé reposo de tu trabajo y de tu temor, y de la servidumbre en que te hicieron servir” (Isaías 14:3). Esto se consigue parcialmente cuando el rey Ciro decreta la repatriación del pueblo exilado en Babilonia (Esdras 1:1-4). Pero el fin de Babilonia y de su rey no acaba, ni mucho menos, con la peregrinación del pueblo de Dios, que se prolongará hasta el día del juicio de Dios y la Parusía de Cristo en gloria. La lucha no es “contra sangre y carne” (Efesios 6:12), ni contra el rey de Babilonia, sino contra el príncipe o dios de este mundo (Juan 12:31; 2ª Corintios 4:4), que controla los gobiernos del mismo.

Juan 12:31: Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.

2 Corintios 4:4: en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.

Por tanto, aunque el verso 4 (Isaías 14:4) se refiere a un proverbio o sentencia que Dios dirige contra el rey de Babilonia, por medio de su profeta Isaías, en realidad se dirige también al dios de este siglo, porque solo cuando él sea destruido habrá verdadera paz y reposo. La crueldad y la soberbia del rey, que se denuncia son las mismas que las de Satanás, personaje celestial que le controla, y que “engaña al mundo entero” (Ap. 12:9). Tanto el rey de Babilonia como el personaje celestial que simboliza terminan en el Seol, lugar o morada de los muertos, simbolizando la muerte eterna, su destrucción definitiva. Cuando él desaparece todos se regocijan y encuentran la paz, pero esto realmente solo es finalmente cierto cuando se refiere a Satanás, el dios de este siglo.

Los versos 8 hasta el 11 inclusive son claramente figuras del lenguaje, como la prosopopeya; porque en el verso 8, poéticamente, se pone voz a los cipreses y cedros ­–que obviamente no pueden hablar– a fin de enfatizar el alivio que todos sienten. Se sigue, de forma semejante, haciendo hablar al Seol y a sus muertos para mostrar, en un primer momento, el espanto que sienten por la llegada del poderoso y cruel rey; aunque, por supuesto, los muertos no pueden asustar a nadie, por eso mismo, porque no tienen vida alguna, y por muy poderoso que él fue acaba como los demás: muriendo y siendo comido por los gusanos.

Los versos 15 al 20 continúan describiendo el final del rey del Babilonia en el Seol, que será el mismo que el del diablo (Ap.18:2.8-13,21; 20:10), donde sigue siendo objeto de asombro y perplejidad, cuando los demás muertos contemplan que él, tan poderoso antaño, también ha ido a parar a donde vamos todos.

Sin embargo, los textos del 12 al 14 contrastan claramente con los anteriores y posteriores que ya hemos comentado, sacando a relucir unas características que ya no se corresponden ni cuadran en absoluto con las del rey de Babilonia literal sino que describen al personaje espiritual simbolizado por aquel.

Isaías 14:12-14: ¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. (13) Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; (14) sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.

El escritor inspirado ya no menciona su crueldad y maldad, sino que por el contrario se lamenta que aquel ser luminoso –“Lucero”, “hijo de la mañana”– haya caído del Cielo. Aquí está la clave, para entender que la descripción de los citados versos ya no se refieren al rey de Babilonia literal sino al simbólico, al que mueve los hilos de este mundo, a su príncipe, Satanás, al que vio Jesús “caer del cielo como un rayo” (Lucas 10:18). El rey de Babilonia histórico nunca estuvo en el Cielo, pero sí Satanás; por eso solo él pudo caer del Cielo como así lo testifica Jesús y también el apóstol Juan en Apocalipsis 12:7-9.

Apocalipsis 12:7-9: Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; (8) pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. (9) Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.

Si comparemos los textos anteriores con el texto 12 de Isaías 14 –“¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones”– sin duda identificaremos a Satanás, el único que cayó del Cielo, que fue arrojado a la tierra, y que engaña o debilita a todas las naciones. Pero este texto, descubre mucho más, pues le describe como habiendo sido un “portador de luz”, alguien que ocupaba una posición en el trono de Dios elevada, antes de su caída, asemejándose a la del mismo Cristo, pues a éste también se le simboliza como “el lucero de la mañana” (2ª pedro 1:19). Y Jesús se describe a sí mismo “la estrella resplandeciente de la mañana” (Apocalipsis 22:16). De ahí que las palabras del Espíritu Santo expresen tristeza, y se lamenten que siendo un “portador de luz”, semejante a Cristo, ambicionase el trono de Dios, y ser “semejante al Altísimo”, pero no en carácter sino en poder y gloria.

Isaías 14:14: sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.

Claramente estos textos no pueden aplicarse al rey de Babilonia literal sino al personaje celestial que simboliza dicho rey. Puesto que él no cayó del Cielo, ni podía levantar su trono junto a las estrellas de Dios, ni pretender ser semejante al Altísimo, pues era humano. Pero encuentran pleno sentido literal cuando se aplican a un ser espiritual que el texto llama Lucero, hijo de la mañana o Lucifer, características y cualidades que tenía antes de su caída, pero que se pierden cuando se convierte, por su propia ambición, en un ser diabólico cuya única misión es engañar y destruir a cuantos pueda.

Exégesis de Ezequiel 28:12-19

Igualmente que los textos anteriores de Isaías 14:4-20, los pasajes de Ezequiel 28:12-19, aunque se dirigen al rey de Tiro histórico, el Espíritu Santo lo emplea como símbolo del diablo, porque, como dijimos antes, es el que domina las naciones paganas, y sus dirigentes imitan al verdadero líder que es Satanás.

Los pasajes de Isaías 14 y Ezequiel 28 son los únicos en toda la Biblia que revelan la posición elevada que ocupaba el ángel de luz, “querubín grande, protector” (Ez. 28:14), que fue Satanás antes de su rebelión, y también nos desvelan los motivos que le impulsaron a realizar tan malvada acción contra Dios. Por tanto, sin estos textos, que algunos se atreven a rechazar, no habríamos conocido que Dios creó un ángel de luz, un ser celestial, enormemente inteligente y hermoso, el cual dice la Palabra: “Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad”. (Ezequiel 28:15). Esto refuta totalmente la afirmación de que Dios creó un ser diabólico desde el principio, con el único fin de que tentara a la humanidad y al Hijo de Hombre, y de que surgiera el mal en el Universo. De ahí su interés y parcialidad en negar la evidencia, porque se derrumbaría su cruel doctrina.

Sin embargo, la Escritura desveló con todo detalle y claramente, que el ángel de luz, que se convirtió en diablo, es decir, enemigo de Dios, era perfecto hasta que anheló o ambicionó ser como Dios: “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor;” (Ezequiel 28:17). 

Ezequiel 28:12-19: Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura.  (13)  En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación.  (14)  Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas.  (15)  Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad.  (16)  A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector.  (17)  Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti.  (18)  Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran.  (19)  Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser.

¿Cómo podemos estar seguros que, en los textos citados arriba, el rey de Tiro, además de ser un personaje histórico, encarna, personifica y simboliza a Satanás?

Sencillamente, porque el Espíritu Santo, por medio del profeta Ezequiel, nos desvela detalles y características que no pueden corresponder a ningún ser humano sino solo a un ser angélico. Comprobémoslo a continuación:

A. “Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura” (Ezequiel 28:12). 

¿Ha habido algún ser humano en este mundo que haya sido el sello de perfección excepto Cristo?

Ningún ser humano es perfecto. Aunque Adán y Eva originalmente lo fueron porque Dios así los creó, al igual que Satanás, cayeron en el pecado, al desobedecer a Dios, y perdieron toda la perfección. En adelante su naturaleza fue siempre pecaminosa e inclinada a hacer lo malo. Solo Jesús, al proceder de Dios, nace santo y perfecto cuando toma carne del seno de la Virgen María (Mateo 1:20,21; Lucas 1:35). El rey de Tiro no podía de ninguna manera ser el sello de la perfección porque era hijo de su padre, el diablo.

B. “En Edén, en el huerto de Dios estuviste” (Ezequiel 28:13). 

El rey de Tiro no podía de ninguna manera haber estado en Edén, puesto que nació miles de años más tarde. Pero para que no haya lugar a dudas, el escritor inspirado, añade: “en el huerto de Dios”. “En Edén, en el huerto de Dios” estuvieron la Primera Pareja y la “serpiente antigua”, que se llama diablo y Satanás (Génesis 3:1-5; Ap. 12:9; 20:2,3). ¿Hay alguien todavía que se empecine en creer que fue el rey de Tiro literal el que estuvo allí?

Génesis 3:1-5: Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? (2) Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; (3) pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. (4) Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; (5) sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.

Apocalipsis 12:9: Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.

C. “Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste” (Ezequiel 28:14). 

Evidentemente el rey de Tiro fue un ser humano, de carne y hueso, pero simbolizaba a un ser espiritual, que antes de su caída en pecado, moraba “en el santo monte de Dios”, como solo pueden morar los ángeles y querubines que moran con Dios (Véase 2 reyes 19:15; 1ª Crónicas 13:6; Salmo 80:1, etc.).

D.  “Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad” (Ezequiel 28:15). 

Versículo clave que hace desmoronar la doctrina de que Dios creó a un ser malvado desde el principio. Este versículo difícilmente lo pueden admitir los que acaricien en su corazón esa tremenda idea, que Dios necesitó una “herramienta” para que surgiese el mal. Por el contrario, este texto muestra contundentemente que Lucifer fue creado perfecto, y así anduvo en ese camino hasta que surgió la maldad en él, porque así decidió en su libertad oponerse a Dios. Pero Dios no le coaccionó en absoluto sino que actuó en plena libertad.

E. “A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector” (Ezequiel 28:16). 

¿Hacen falta más comentarios? ¿No es bastante explicito el texto? ¿A quién se refiere? Claramente se está dirigiendo al “querubín protector”. Y por lo que nos revela el Nuevo Testamento comprendemos que fue arrojado del Cielo, donde moraba con Dios:

Lucas 10:18: Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.

Apocalipsis 12:7-9: Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; (8) pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. (9) Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.

F.  “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor” (Ezequiel 28:17). 

El querubín grande, protector, que moraba con Dios se ensoberbeció tanto a causa de su esplendor y poder que quiso ser semejante a Dios pero no en carácter sino en posición y gloria. Esta es la causa de la entrada del mal en el Universo. La decisión libre de una criatura celestial, perfecta en todo pero que se pervirtió, y no que Dios la crease malvada como una herramienta de tentación con el solo objeto de que surgiese el mal para que apreciáramos el bien.

G. “Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran.  (19)  Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser” (Ezequiel 28:18-19). 

“Fuego te consumió”: este es el fin del diablo y de todos los que le siguen, dejándose engañar por él, como padre de mentira y homicida que es desde el principio, o sea desde que este planeta se creó. Al final serán consumidos por fuego, “y para siempre dejarán de ser”. Como cristianos, debemos acudir siempre al Nuevo Testamento para interpretar el Antiguo. Comprobemos cómo es descrito y ratificado el fin de los malvados y del mismo Satanás:

Apocalipsis 20:9-10: Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. (10) Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

Pretender que el rey de Tiro cumple todas esas características es totalmente irreal. Los textos dicen lo que afirman, y son muy claros. Pero los que se aferran a que Dios creó a Satanás no les convienen porque echa por tierra todo su planteamiento.

5. Conclusión

Así como Adán y Eva, eran “buenos en gran manera” hasta que libremente, es decir, haciendo uso del libre albedrío con que fueron creados, decidieron desobedecer a Dios, de la misma manera, fue creado el ángel de luz, “querubín grande, protector”, que se convirtió en el diablo porque así lo decidió él mismo, y sin ninguna coacción externa se enorgulleció de sí mismo y ambicionó el poder de Dios. Por tanto, tuvo un principio como ángel de luz, y otro principio como diablo. El principio a que se refieren Jesús y el apóstol Juan no puede ser otro que cuando cae en pecado.

El pecado entró en el Universo celestial cuando Lucifer, “el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9; 20:2-3), se rebeló contra Dios, poniendo en tela de juicio su justicia.

¿Por qué no acabó Dios inmediatamente con él, para evitar que la rebelión se extendiese a una tercera parte de sus ángeles, e incluso a los seres humanos del planeta Tierra? Se nos ocurre que este acto, hubiera solucionado el problema momentáneamente, pues, a partir de ahí, las demás criaturas obedecerían a Dios no por amor, sino por temor a correr la misma suerte que el que se rebeló. Sin embargo, Dios en su infinita sabiduría y justicia prefirió que los frutos de la rebelión se hicieran evidentes no solo para los seres celestiales sino para los humanos.

A este respecto, Jesús nos dio la parábola de la cizaña y, también, la explicación de la misma. Lo que nos permite entender algo mejor el porqué de la existencia del mal, y nos da la respuesta a la siguiente pregunta:

¿Por qué Dios ha dejado crecer y extenderse juntos “el trigo y la cizaña”? ¿Por qué no arrancó a ésta tan pronto nació y la quemó?

Mateo 13:25-30: pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.  (26)  Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.  (27)  Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?  (28)  El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?  (29)  El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.  (30)  Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.

La respuesta es fácil, y está en la Biblia: “Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?  (29)  Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.  (30)  Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega;” (Mateo 13:28-30).

El trigo y la cizaña deberían crecer juntos, y, al final de sus vidas, se verían cuáles habían sido sus frutos si de trigo o de cizaña, y entonces vendría el juicio (Mateo 10:30-43), y Dios crearía un Nuevo Mundo sin la existencia del mal, dolor y muerte e inmunizado contra el pecado. Nunca más habría pecado en el Universo, y Cristo, nuestro Salvador, y el que hizo totalmente evidente la injusticia de los hombres y la justicia de Dios reinará como Rey de reyes y Señor de señores por la eternidad. (Apocalipsis 19:13-16; 21:1-8, 23-27).

Ahora, aunque todo está bajo el control de Dios, nos encontramos en el tiempo en que ha crecido la cizaña junto con el trigo, es decir, los hijos del diablo y los hijos de Dios, y la tierra pronto será segada (Mt 13.30, 39, Mr 4:29).

Mateo 13:30-43: Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.

Jesús explica la parábola de la cizaña

Mateo 13:36-43: Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. (37) Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. (38) El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. (39) El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. (40) De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. (41) Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, (42) y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. (43) Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.

Marcos 4:29: y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.

Ya estamos en el tiempo de la siega, el trigo y la cizaña han crecido juntos, pronto veremos al Hijo del Hombre venir en las nubes a recoger a sus santos, “Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.” (Mateo 13:43).

Apocalipsis 14:14-20: Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda. (15) Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura. (16) Y el que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada. (17) Salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda. (18) Y salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras. (19) Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. (20) Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios.

Mientras tanto seamos “irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; (16) asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado” (Filipenses 2:15-16).

Los hijos de Dios y los hijos del diablo se reconocerán por sus frutos. Hasta que no den sus frutos no se distinguirá claramente el trigo de la cizaña, el bien del mal. Cuando todos los seres del Universo contemplaron lo que fue capaz de hacer el diablo y sus ángeles caídos con la Persona de Cristo, cuando vieron cómo se burlaron, torturaron y crucificaron al Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:13,16), comprendieron hasta donde era capaz de llegar el mal personificado en el diablo, que es homicida desde el principio (Juan 8:44), padre de mentira, y con todos sus hijos, los que le siguen, que le han elegido como dios y príncipe de este mundo.

Apreciado hermano, el sufrimiento es el precio de la libertad con la que Dios nos creó, teniendo en vista en su mente infinita un mundo mejor en el que jamás volverá a reinar el pecado; “y el diablo que los engañaba” (Apocalipsis 20:10), y la bestia, y el falso profeta (Apocalipsis 19:20-21), y todos los hijos del diablo serán destruidos para siempre ((Apocalipsis 20:9).

No obstante, reconocemos que el mal es un misterio. ¿Cómo pudo surgir el mal? ¿Cómo unos seres perfectos, como los ángeles, y también Adán y Eva, que fueron creados directamente por Dios pudieron pecar atentando contra su Creador? Humildemente, debemos confesar que no lo sabemos: “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios” (Deuteronomio 29:29).

Deuteronomio 29:29: Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.

1 Corintios 4:5-6: Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios. (6) Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros.

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com


Referencias bibliográficas citadas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

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