El Dispensacionalismo y el Milenio

Versión 28-05-12

Carlos Aracil Orts

1. Introducción

El dispensacionalismo es un sistema teológico, método o forma de interpretación de la Biblia que se caracteriza por entender que Dios se ha relacionado a lo largo de la historia de la humanidad en siete dispensaciones o administraciones esenciales de Su voluntad y Gracia otorgadas a la misma en diferentes periodos de su historia.

“Los dispensacionalistas entienden que la Biblia está organizada en siete dispensaciones; Inocencia (Génesis 1:1 – 3:7), Conciencia (Génesis 3:8 – 8:22), Gobierno Humano (Génesis 9:11 – 11:32), Promesa (Génesis 12:1 – Éxodo 19:25), Ley (Éxodo 20:1 – Hechos 2:4), Gracia (Hechos 2:4 – Apocalipsis 20:3), y el Reino Milenial (Apocalipsis 20:4 – 20:6). Nuevamente, estas dispensaciones no son medios para la salvación, sino maneras en las que Dios se relaciona con el hombre.”[1]

“Este método de interpretación tiene sus orígenes de acuerdo con todos los historicistas cristianos, en los años 1827-1832. Fue formulado por el predicador Irlandés John Nelson Darby, popularizado por la Biblia de Referencia Scofield (1909) y por numerosas conferencias Bíblicas, y es enseñado en la mayoría de los Colegios Bíblicos en Norte América.»[2]

Como todo método humano tiene sus aciertos, ventajas, cualidades, y también inconvenientes y errores. Sin embargo, a pesar de algunos posibles errores no se debe desechar en su totalidad, pues siempre podemos apropiarnos de este método en la medida que nos amplía la perspectiva bíblica y nos pueda acercar a una mejor y más objetiva interpretación de la Biblia, sin que ello implique aceptar absolutamente todos sus postulados.

En el cuerpo de este estudio bíblico se tratará de explicar el origen del término “dispensacionalismo” y su significado, así como su fundamento bíblico. También se comparará con el método alternativo o más tradicional conocido como la Teología del Pacto.

2. Origen del término “dispensacionalismo” y su significado

Puesto que la palabra “dispensacionalismo” viene del vocablo “dispensación” es necesario que analicemos el sentido o significado de la palabra traducida como “dispensación” del término “oikonomia”, que se encuentra en el texto original griego de algunas epístolas de San Pablo (Efesios 1:10; 3:2,9; 1ª Corintios 9:17 y Colosenses 1:25).

Para ello, emplearé la traducción de la Biblia conocida como Reina-Valera, 1960, por ser una de las traducciones más fieles a los textos originales griegos.

Efesios 1:10: de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.

Efesios 3:2,9: si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros; […] (9) y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas;

1 Corintios 9:17: Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomendada.

Colosenses 1:25: de la cual fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios,

En los textos citados arriba se encuentra el término original griego “oikonomia”, cinco veces, traduciéndose en dos ocasiones como “dispensación” (Efesios 1:10; 3:9), en otras dos, como “administración” (Efesios 3:2; Colosenses 1:25), y en una se traduce como “comisión” (1ª Corintios 9:17) con el sentido de encargo o mayordomía. El significado original de la palabra griega “oikonomia” deriva de los vocablos “oikos” (casa) y nomos (leyes) de que está compuesta, o sea, “leyes de la casa”. De ahí que se haya traducido por “administración” en el sentido de gobierno de una casa o “mayordomía”.

Por tanto, cada dispensación es una forma de mayordomía, que Dios, como Señor de todo lo creado, otorga a la humanidad, basada en la revelación progresiva de Su voluntad adaptada a los distintos periodos de la historia humana en los que se desarrollan las distintas dispensaciones.

Obviamente, es importante reconocer que la Revelación, dada por Dios a los seres humanos mediante la Biblia, va progresando desde Adán, en el inicio de la creación, pasando por Noé, Abraham, Moisés, demás profetas, hasta Jesús, el Hijo de Dios y cumbre de la misma (Hebreos 1:1-3); y con el libro de Apocalipsis de Juan, el último apóstol, que escribió hacia finales del siglo I, se culmina la Revelación de Dios.

Dispensacionalismo significa ser consciente que la mayordomía otorgada por Dios a la humanidad estuvo regida por las revelaciones de Dios acumuladas en las distintas dispensaciones. Por ejemplo, la ley vino con Moisés, y, por tanto, no regía para las dispensaciones anteriores. Lo que queremos decir es que el conocimiento de la voluntad de Dios no es el mismo para cada dispensación sino que va aumentando hasta llegar a la plenitud que está en Cristo. Incluso muchos que vivieron en tiempo de los apóstoles no gozaron de toda la revelación como la disponemos actualmente los creyentes.

“Cada dispensación abarca un período en el cual Dios dio distintas reglas y privilegios y el hombre tenía distintas responsabilidades de acuerdo a la luz y la verdad que Dios les había dado. En cada nueva dispensación Dios dio más luz y más verdad que en la dispensación anterior. A través de la historia hay un PROGRESO EN LA REVELACION (Dios revela gradual y progresivamente la verdad al hombre)”[3].

Un dispensacionalista interpreta y entiende la Biblia literalmente

“La palabra “literalmente” significa “palabra por palabra, sin exageración; sin imaginación”. Cuando una persona interpreta la Biblia literalmente entiende las palabras que lee en su significado común y original, en su sentido usual y normal. No trata de encontrar significados secretos o imaginarios a  las palabras de la Biblia”[4].

“Un dispensacionalista es alguien que cree que Dios dice lo que quiere decir y quiere decir lo que dice y que es la responsabilidad de todo creyente aceptar humildemente lo dicho por Dios (Isaías 66:1-2)”[5].

“Un dispensacionalista es una persona que toma la Biblia en serio. Cree lo que dice la Biblia. [..]. No trata de hacer decir a la Palabra de Dios otra cosa, sino simplemente lo que dice”[6].

“La Biblia no es un libro misterioso con significados secretos.  La Biblia es un libro muy sencillo y la única razón por la cual los hombres no la entienden, es por su falta de fe y su  desacierto de tomar a Dios por Su Palabra. La Biblia no es un libro cuyo mensaje necesite ser decodificado por hombres brillantes que han estudiado el código secreto. No, la Biblia es tan sencilla que un niño puede entender su mensaje y recibir al Salvador por fe. No busque significados ocultos en la Biblia. Acérquese a Dios con un corazón humilde y abierto, dispuesto a creer y obedecer cualquier cosa que Dios dice en un lenguaje claro, que no es difícil de entender”[7].

“1) Los dispensacionalistas sostienen que su principio de hermenéutica es el de la interpretación literal. “Interpretación Literal” significa dar a cada palabra el significado que comúnmente tendría en el uso cotidiano. Los símbolos, figuras del lenguaje y tipos son todos interpretados sencillamente bajo este método, y no son, en manera alguna, contrarios a la interpretación literal. Aún los simbolismos y figuras del lenguaje tienen interpretaciones literales contenidas en ellas. Hay por lo menos tres razones por las que esta es la mejor manera de ver la Escritura. Primero, filosóficamente, el propósito del lenguaje en sí parece requerir que lo interpretemos literalmente. El lenguaje fue dado por Dios con el propósito de poder comunicarse con el hombre. La segunda razón es bíblica. Cada profecía acerca de Jesucristo en el Antiguo Testamento, fue cumplida literalmente. El nacimiento de Jesús, Su ministerio, Su muerte y Su resurrección, todas ocurrieron exacta y literalmente como fueron predichas en el Antiguo Testamento. No hay ningún cumplimiento no literal de estas profecías en el Nuevo Testamento. Este es un fuerte argumento a favor del método literal. [Tercero] Si no se utiliza la interpretación literal en el estudio de las Escrituras, entonces no hay un denominador común por el cual se pueda entender la Biblia. Cada y toda persona podría interpretar la Biblia como le acomodara. La interpretación bíblica denigraría en “lo que este pasaje me dice a mí….” en vez de “la Biblia dice…”. Tristemente, este es ya el caso en lo que actualmente se conoce como interpretación bíblica.

Un dispensacionalista hace una diferencia entre Israel y la Iglesia

“2) La dispensación Teológica cree que hay dos clases del pueblo de Dios: Israel y la Iglesia. Los dispensacionalistas creen que la salvación siempre ha sido por fe (En Dios en el Antiguo Testamento, y específicamente en Dios Hijo en el Nuevo Testamento)[8].

“Un ISRAELITA es una persona que desciende de Abraham, Isaac y Jacob (vea Romanos 9:4-5; y recuerde que Jacob también es llamado “Israel”). Moisés y Josué y David y Salomón e Isaías  – todos ellos eran israelitas. A los israelitas hoy en día generalmente se les llama judíos.

Todos los que no son israelitas son GENTILES. Un gentil es una persona que no desciende de la línea de Abraham, Isaac y Jacob (vea Efesios 2:11-12).

“La IGLESIA es algo nuevo que Dios está haciendo. Moisés y Josué y David e Isaías eran hombres salvados y eran israelitas, pero no formaron parte de la iglesia. En Efesios 1:22-23 y Colosenses 1:18 leemos que la IGLESIA es el cuerpo de Cristo. Cuando hoy en día una persona es salva es “bautizada” o colocada dentro del cuerpo de Cristo y llega a formar parte de la Iglesia (1ª Corintios 12:13). Pedro y Juan y Pablo y Timoteo eran miembros del cuerpo de Cristo. Todos ellos forman parte de la iglesia. Todos los creyentes en Cristo de hoy en día, también forman parte de la Iglesia”[9].

Un dispensacionalista ve que el tema unificador de la Biblia es la Gloria de Dios

“Dios está haciendo algo especial en cada dispensación. Pero hay una cosa que le interesa sobre todo: SU GLORIA.  La gloria de Dios es la expresión de quien es Dios. La gloria de Dios es dar a conocer la RIQUEZA, la EXCELENCIA y la PROMINENCIA de Dios. Dios es un gran Dios y a través de la historia  Él se ha dado a conocer a los hombres y a los ángeles.

Hemos estudiado varias diferencias que se encuentran en la Biblia. Pero debemos también comprender que hay algo que Dios ha estado haciendo siempre, aunque lo ha estado haciendo en diferentes maneras en diferentes tiempos y con diferentes personas. Lea los siguientes versículos y descubra lo que Dios ha estado haciendo: Josué 4:24; 1 Samuel 17:46; 1 Reyes 8:43; 1 Reyes 18:36; 2ª Reyes 19:19; Ezequiel 36:23; Salmo 46:10.

[…]

“Cualquiera sea el período de la historia acerca del cual usted esté leyendo en la Biblia, usted puede estar seguro que Dios está demostrando, revelando y dando a conocer al hombre QUIEN ES EL. Un dispensacionalista es alguien que entiende que el principal propósito de Dios es glorificarse a sí mismo en cada período de la historia[10].

“Dios se ha dado a conocer a los hombres a través de la historia. Dios será glorificado de todas maneras y todos sabrán que Él es Dios, sean los hombres salvos o no. Algún día toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor (Filipenses 2:10-11).

Hay muchas personas que creen que el principal propósito de Dios es SALVAR personas. La Biblia enseña claramente que Dios quiere que todos los hombres sean salvos (1ª Timoteo 2:4, Juan 3:16, etc.) y que Dios envió a su Hijo para ser el Salvador del mundo (1ª Juan 4:14 y Juan 3:17). Pero el principal propósito de Dios no es la salvación del hombre”[11].

Estudiaremos en detalle cada dispensación en los siguientes capítulos (empezando con el Cap. 3). En ellas explicaremos y clarificaremos las palabras del bosquejo.

3. Lo que no es dispensacionalismo: la Teología del Pacto

“Los que creen en la Teología del Pacto (incluso muchos que creen en la Teología Reformada) dicen que hay dos pactos principales y que todos los tratos de Dios con el hombre pueden ser explicados a la luz de estos dos pactos: 

A. EL PACTO DE OBRAS

“Un pacto es un acuerdo entre Dios y el hombre. Quienes creen en la Teología del Pacto dicen que Dios hizo un trato con Adán llamado el PACTO DE OBRAS. En cuanto a este pacto se dicen cuatro cosas:

1. Fue un convenio que Dios hizo con Adán

2. Incluía la promesa de vida eterna

3. La condición que Adán debía cumplir era OBEDIENCIA PERFECTA. Tenía que hacer exactamente lo que Dios había dicho.

4. El castigo por la desobediencia era la MUERTE (Génesis 2:15-17)

“Adán desobedeció a Dios por lo cual Adán fracasó en cumplir los requisitos del “pacto de obras”.

B. El PACTO DE GRACIA

“Por causa del fracaso y el pecado de Adán se introdujo un segundo pacto, EL PACTO DE GRACIA. Este pacto se define como el benevolente acuerdo entre un Dios ofendido y un hombre pecador, mediante el cual Dios promete salvación al hombre si éste cree en el Salvador prometido (Génesis 3:15). El Pacto de Gracia es la única esperanza que tienen hombres pecadores de obtener vida eterna. El único camino que tienen hombres pecadores para ser salvos es por la gracia de Dios, mediante la fe en el Salvador, el Señor Jesucristo.

Algunos problemas

“Mucho de lo que estas personas dicen es cierto. Es cierto que Adán fracasó en obedecer a Dios y también es cierto que Dios, en su bondad, ideó un plan por medio del cual puede salvar a pecadores perdidos. Pero los que creen en la Teología del Pacto tratan de usar solamente estos dos pactos (especialmente el pacto de gracia) para explicar todas las relaciones entre Dios y el hombre, desde el principio hasta el fin.

“Si estos dos pactos fuesen tan importantes, usted pensaría que se mencionarían muchas veces en la Biblia.  Pero el hecho es que la Biblia nunca menciona un “Pacto de Obras” ni tampoco un “Pacto de Gracia”. Estos términos han sido inventados por el hombre y no se encuentran en la Biblia.

“La Biblia menciona varios pactos diferentes, pero nunca menciona un “pacto de obras” o un “pacto de gracia”. Estos son ALGUNOS de los pactos que menciona la Biblia: 

1. El pacto que Dios hizo con Noé (Génesis 9:8-17)

2. El pacto que Dios hizo con Abraham (Génesis 17:1-4)

3. El pacto que Dios hizo con Moisés y los hijos de Israel (Éxodo 19: 5-8)

4. El pacto que Dios hizo con David (2ª Samuel 7)

5. El pacto que Dios hizo con Israel, llamado el “nuevo pacto” (Jeremías 31:31-34)

“La Biblia menciona varios pactos diferentes, pero nunca habla de un “Pacto de Obras” o un “Pacto de Gracia”. 

“Quienes creen en la Teología del Pacto tratan de entender toda la Biblia a la luz del “Pacto de Gracia”. Creen que el propósito principal de Dios en el mundo, en todo tiempo, es la redención y la salvación de hombres perdidos. El dispensacionalista no minimiza la importancia del plan redentor de Dios, pero entiende que Dios tiene un propósito aún más importante: GLORIFICARSE A SI MISMO. La redención y salvación del hombre por la gracia de Dios es el principal medio por el cual Dios recibe GLORIA (es glorificado)[12]:”

Efesios 1:6: para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,

Efesios 1:12: a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.

Efesios 1:14: que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

4. Las siete dispensaciones en las que se puede dividir la Biblia

Los dispensacionalistas creen que en la Biblia existen siete dispensaciones, bien diferenciadas. Pero debe entenderse que estas dispensaciones no son medios de salvación, sino maneras en las que Dios se relaciona con el hombre, a lo largo de la historia de este mundo.

Primera: Inocencia – Adán hasta la caída (Génesis 1:1 – 3:7)

El hombre fue creado por Dios perfecto, a Su “imagen”, conforme a Su “semejanza” (Génesis 1:26). Su responsabilidad era reflejar, o manifestar la imagen del Creador, administrando y dominando todo el mundo creado, con justicia y equidad, y para eso recibieron la bendición de Dios (Génesis 1:28).

La Primera Pareja podía comunicarse, hablar libremente y gozarse con Dios, porque estaba en armonía y comunión con Él. Su libre y equivocada elección de desobedecer a Dios, representó su fracaso, y trajo consecuencias: perdió su inocencia, su comunión con Dios, la Tierra fue maldecida, y entró el pecado, el sufrimiento, la condenación y la muerte.

Por un hombre, Adán, “(12) el pecado entró en el mundo, y por el pecado la muerte […] (18)…de uno vino la condenación a todos los hombres… por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. […] (21) Para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro”. (Romanos 5:12-21; 6:23).

Segunda: Conciencia – Desde la caída hasta el Diluvio (Génesis 3:8 – 8:22)

Conciencia es la capacidad que Dios puso en los seres humanos de reconocer y distinguir entre el bien y el mal. Adán y Eva, como le pasa a cualquier niño que desobedece a su padre, sintieron la voz de su conciencia que les decía que habían obrado mal, reaccionando como lo haría un niño ante la voz de su padre que le pide cuentas por lo que ha hecho: “…y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Dios entre los arboles del huerto.” (Génesis 3:8).

Cuando hacemos o decimos algo que no está bien la conciencia nos avisa generando o suscitando dentro de nosotros un sentimiento desagradable de culpabilidad. Esto es muy buena señal de que la conciencia funciona bien.

Sin embargo, es innegable, que puede llegar a endurecerse o cauterizarse, a fuerza de que los humanos repitan las malas acciones, e se ignore su voz una y otra vez. La Palabra de Dios así lo confirma:

1 Timoteo 4:1-2: Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; (2) por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, […]

Por eso es tan importante que oigamos siempre la voz de la conciencia, y nunca hagamos nada en desacuerdo con ella. Los antediluvianos fracasaron porque a fuerza de hacerse sordos a sus conciencias, “…la maldad de [éstos] era mucha en la tierra, y… todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. (6) Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón” (Génesis 6:5-6).

Mucho antes que Dios dictara su ley a Moisés en el Sinaí hacia el 1500 a.C., los seres humanos conocían el bien y el mal solo a través de su conciencia. Los que a lo largo de todas las dispensaciones, no conocieron o no tuvieron la ley de Dios serán juzgados por su fidelidad o infidelidad a sus conciencias:

Romanos 2:14-15: Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, (15) mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos,

La primera dispensación es la de la conciencia porque todavía Dios no había revelado Su voluntad, no existía la Revelación, o sea la Biblia (Romanos 5:13) y, por tanto, los seres humanos serían juzgados por su conciencia. Pero la conciencia no termina en esta etapa antediluviana, sino que continúa hasta el fin del mundo, con la salvedad, que, además de la misma, existirían las distintas revelaciones de la voluntad de Dios en las diferentes dispensaciones, que irían restaurando la conciencia del ser humano, hasta llegar a la máxima revelación que es a través del Hijo de Dios (Hebreos 1:1). Entonces la obediencia ya no sería tanto a la conciencia como a la voluntad más perfecta que se nos desvela en la Palabra de Dios. La conciencia debe ser calibrada o restaurada por la Revelación de Dios la cual debe guiarnos a toda la verdad (Juan 17:17) y prevalecer sobre la conciencia, que puede estar contaminada. El fracaso del hombre antediluviano en obedecer a Dios siguiendo su conciencia fue evidente, y determinó que cayera el juicio de Dios sobre esa generación malvada y depravada. No obstante, la Biblia nos habla de unas pocas personas que fueron fieles a Dios y as conciencia en esta dispensación: Abel (Génesis 4:4; Hebreos 11:4); Enoc (Génesis 5:21-24; Hebreos 11:5) y Noé (Génesis 6:8-22; Hebreos 11:7).

Génesis 6:11-13: Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. (12) Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra. (13) Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra.

Por tanto, esta dispensación, basada en la sola conciencia llega a su fin cuando Dios envía su juicio sobre esa impía generación, destruyéndola totalmente mediante el Diluvio, del que solo se salvan Noé y su familia, ocho personas en total (Génesis 6:17-18; 1ª Pedro 3:20; 2 Pedro 2:5), y empieza otra dispensación, donde Dios interviene haciendo Pacto con Noé, iniciando la Revelación de sí mismo al hombre y tutelándolo con unas primeras y elementales leyes.

Génesis 6:17-18: Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá. (18) Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo.

1 Pedro 3:20: los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.

2 Pedro 2:5: y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos;

Según las generaciones destacadas de Adán que se describen en el capítulo cinco de Génesis, y los años en que nacieron y murieron los personajes que las encabezan, Noé nació en el año 1056, contando desde la Creación del mundo. Génesis 7:11 nos dice que Noé tenía seiscientos años cuando se desencadenó el Diluvio, y un año más cuando finalizó el mismo (Génesis 8:13). Por tanto, podemos fijar el año 1656 como el inicio del Diluvio y el 1657 como la fecha final del mismo, y la de la dispensación de la conciencia.

Tercera: Gobierno Humano – Desde el final del Diluvio hasta Abraham (Génesis 9:11 – 11:32)

La dispensación del gobierno humano se inicia al terminar el Diluvio (año 1657 de la Creación), con Noé y su familia habitando solos la Tierra; y finalizará con el llamamiento de Dios a Abraham (1946-2121) cuando éste tenía setenta y cinco años de edad (Génesis 12:1,4), hacia el año 2021 de la Creación. Noé, que vivió trescientos cincuenta años más después del Diluvio, hasta el año 2006 de la Creación, murió unos veinte años después del nacimiento de Abraham.

Génesis 9:28,29: “Y vivió Noé después del diluvio trescientos cincuenta años. (29) Y fueron todos los días de Noé novecientos cincuenta años; y murió”.

Esta tercera dispensación es como un volver a empezar, por eso “Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y multiplicaos, y llenad la Tierra.” (Génesis 9:1-17). Notemos que es una orden similar a la que Dios dio a la primera Pareja humana, y que está recogida en Génesis 2:28. Sin embargo, la situación es muy distinta, antes la Tierra era un Paraíso, reinaba la armonía, la belleza y la inocencia por doquier. Ahora la Tierra ha sido inundada, todo es destrucción y muerte, y solo han quedado ocho personas vivas (Noé y su esposa, y sus tres hijos – Sem, Cam y Jafet– con sus respectivas mujeres), que no son inocentes, sino que llevan dentro el germen del pecado. Aunque Noé es llamado justo por Dios (Génesis 6:9), no lo fue de sí mismo sino que “fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe”. (Hebreos 11:7).

Reconozcamos, pues, que la salvación en todas las dispensaciones fue mediante la fe en Dios. Desde la caída de la Primera Pareja, [todos los hombres] “están destituidos de la gloria de Dios, por cuanto todos pecaron” (Romanos 3:23). La salvación es un don de Dios que viene por la fe en Jesucristo, el único justo (Romanos 5:1; 2ª Corintios 5:21; 1ª Juan 2:1).

En esta dispensación, aparte de darles la orden de que tuvieran hijos, se multiplicaran, repoblaran la Tierra, y la llenarán extendiéndose por todo el orbe, Dios da leyes para la alimentación, permitiendo comer de todo, excepto la carne con su sangre (Génesis 9:3-5); y, además, una ley para el gobierno humano: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre”.(Génesis 9:6).

“Esto significa que “Dios le ha dado al hombre la responsabilidad de dar muerte al asesino. Hoy en día esto se llama PENA CAPITAL. La vida humana es muy sagrada porque «a imagen de Dios fue hecho el hombre». Por lo tanto, la persona que malvadamente destruye la vida humana merece el más grande de los castigos […] Dios le ha entregado al GOBIERNO HUMANO el derecho y la responsabilidad de castigar a los criminales y hasta usar el mayor de los castigos: ¡LA PENA DE MUERTE!”[13]. (ver Romanos 13:1-7; Hechos 25:11)

Génesis 10 nos habla de los descendientes de Sem, Cam y Jafet, los tres hijos de Noé, “…y de éstos se esparcieron las naciones en la Tierra después del Diluvio” (Génesis 10:30). Sin embargo, antes que se extendieran por toda la Tierra, El texto de Génesis 11:1, nos informa “que tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras”; estos primeros pobladores de la Tierra, cuando llegaron a la llanura de Sinar, pretendieron concentrarse en ella, construyendo una ciudad y una torre. Como tenían escasez de piedras, inventaron el ladrillo, cociendo la arcilla, y usaron un tipo de asfalto o betún como argamasa (Génesis 11:2-4). Todo esto aparentemente no tenía nada de malo en sí mismo, como tampoco la tienen la construcción de edificios o ciudades.

Sin embargo, el problema consistía en que su plan de construcción estaba en abierta oposición y rebeldía contra el plan de Dios para la humanidad. Dios quería que poblaran y llenaran la Tierra, y no que se concentrasen, apelotonándose ocupando una pequeña zona y haciendo una artificiosa gran urbe, cuando el resto de la tierra estaba abandonada y desierta. Además su intención era perversa, pues con la construcción de esa soberbia torre, “cuya cúspide llegue al cielo” (Génesis 11:4), pretendían desafiar a Dios, por si volvía a enviar otro diluvio, “para que no fuesen desperdigados por toda la faz de la tierra”, y para hacerse famosos, es decir para su vanagloria. Naturalmente, Dios no lo consintió. ¿De que forma tan ingeniosa Dios impidió que llevaran a cabo sus malvados planes? Muy sencillo para Dios, imposible para el hombre:

Génesis 11:7-9: Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. (8) Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. (9) Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra.

Notemos que en el capítulo diez de Génesis se nos relata el origen de las naciones que se formaron partiendo de los hijos de Noé (Sem, Cam y Jafet); y que en cada una de ellas se hablaba un idioma distinto (ver Génesis 10:5,20,31,32). Esto sucedió gracias a la obra milagrosa que hizo Dios con los que pretendieron unirse en un solo pueblo, e inmensa ciudad. Por tanto, lo que se relata en el capítulo diez cronológicamente viene después de la dispersión que Dios provocó, y que se narra en el capítulo once de Génesis.

En resumen, es voluntad de Dios la organización del mundo mediante naciones y gobiernos humanos que defiendan la ley, para protección de todos. Los cristianos somos a la vez ciudadanos de este mundo y “de los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;” (Filipenses 3:20). Los cristianos somos respetuosos con toda autoridad humana, y nos sometemos a ellas (Romanos 13). Pero “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29; Mateo 5:10-12). Y tendríamos que ser capaces de entregar nuestra vida si fuera necesario por obedecer a Dios antes que a los hombres, cuando éstos nos obliguen a hacer o decir algo contra Dios y Su voluntad:

Mateo 5:10-12: Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. (11) Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. (12) Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

Cuarta: La Promesa – Desde Abraham hasta Sinaí (Génesis 12:1 – Éxodo 19:25)

El personaje clave de la cuarta dispensación –la de la Promesa– es Abram (padre enaltecido), nombre que Dios le cambió por el de Abraham, que significa “padre de una multitud” (Génesis 17:5).

Génesis 17:3-8: Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: (4) He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. (5) Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. (6) Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. (7) Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. (8) Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos.

En el capítulo once de Génesis, en el versículo veintiséis, aparece por primera vez el nombre de Abram dentro de la lista de descendientes de Sem, uno de los hijos de Noé, de donde proviene la denominada raza semítica. En esa misma lista, aparece, uno de los antepasados de Abram, llamado Heber (Génesis 11:14-16), del que, posiblemente, se derive, el nombre de “hebreo”, con el que es conocido también todo el que es judío o pertenece a Israel.

Varios siglos después del Diluvio, cuando la positiva influencia de Noé y su familia casi se había perdido, y los seres humanos habían vuelto a multiplicarse y a olvidarse de su Creador, hacia el año 2021 de la Creación o, aproximadamente, año 1900 a.C., es el momento crucial y oportuno cuando Dios interviene de nuevo. Pero, esta vez no para hacer juicio con otro diluvio, sino para elegir y formar a un pueblo, que conozca su voluntad y su Plan de salvación previsto mediante el Mesías prometido a Israel. Y para que el resto de las naciones del planeta Tierra, también supieran y recordaran, que Él es el único Dios verdadero, el único que tiene existencia por sí mismo, y que no ha abandonado a la Humanidad a un ciego, incontrolable y tenebroso destino, sino que cualquiera puede acogerse a su Plan de salvación.

En ese momento de la historia de este mundo, cuando habían pasado unos 364 años del Diluvio, Dios escoge a un hombre, Abram, de 75 años (Génesis 11:31; 12:4), que vive en Ur de los caldeos (Mesopotamia), le pide que abandone su tierra y la de todos su familiares, para que vaya a vivir a Canaán (Génesis 12:1), donde será extranjero y emigrante, y le da una triple promesa de bendición: “y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición… ;y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:1-3). El cual se convertiría en el padre de Israel, su primer patriarca y en el antecesor de Cristo según el Evangelio de San Mateo 1:1: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.”

La primera parte de la promesa de Dios a Abraham, reiterada en varias ocasiones más: “…A tu descendencia daré esta tierra….” (Génesis 12:7; 13:15,16, 22:17,18), se empieza a cumplir cuando Dios le concede un hijo, Isaac, lo que humanamente era imposible que él tuviera, dada la esterilidad y avanzada edad de su esposa Sara; y se completará con la conquista de Canaán, alrededor de mil años más tarde con los reinados de David, y especialmente Salomón (c. 971-931 a.C***Cid y Riu Pg309).

Sin embargo, pasaron diez años desde que Dios prometió a Abram que de su descendencia se formaría una gran nación; y nada había ocurrido en esos diez años. Ahora Abram tenía 85 años; y Sarai, esposa de Abram, siendo estéril y, además, de avanzada edad (unos 75 años), era imposible que concibiera un hijo de forma natural. Aunque parecía que Dios hubiera olvidado su promesa, el tiempo previsto por Dios todavía no había llegado, y la fe de Abram y Sarai sería puesta a prueba mientras tanto.

A fin de que la esperanza y confianza de ellos no se debilitara, Dios, nuevamente, habló con Abram para confirmarle el próximo cumplimiento de su promesa: vino palabra de Yahvé a Abram en visión,..” (Génesis 15:1); y en esta ocasión, Dios le dice directamente: “un hijo tuyo será el que te heredará.” (Génesis 15:4). Como pasó un tiempo (alrededor de un año), y el hijo no llegaba, Sarai, desesperada por su imposibilidad natural de tener hijos, rogó a Abram que se uniera a su sierva llamada Agar, porque pensó que quizá se cumpliese la voluntad de Dios, si el hijo le viniera, por medio de su esclava, Agar (Génesis 16:1-4;15,16). “Y Agar dio a luz un hijo a Abram,” y éste le puso el nombre de Ismael. “Era Abram de edad de ochenta y seis años, cuando Agar dio a luz a Ismael.” (Génesis 16: 15,16).

Dios, pasando por alto el intento humano de Abram de “ayudarle” a fin de que sus planes pudieran cumplirse, –intento que implicaba falta de confianza en Él, pero muy comprensible desde el punto de vista carnal, pues naturalmente era imposible que ellos tuvieran descendencia– poco después, sella el pacto con Abram, al que cambia su nombre por Abraham que significa padre de muchedumbres (Génesis 17:4-6) y le da como señal de pertenencia al mismo la circuncisión. A partir de entonces todos los que pertenecían al pueblo de Dios, debían circuncidarse, y todo hijo que les naciera sería circuncidado a la edad de ocho días (Génesis 17:10-14). También a Sarai, le sustituye su nombre por el de Sara que significa “princesa” (Génesis 17:25).

Era Abraham de 99 años y Sara de 90 años, cuando Dios les promete nuevamente que Sara tendrá un hijo, que le llamará Isaac (que quiere decir “risa”, porque Sara se rio cuando oyó la promesa) (Génesis 18:11-15). Finalmente, Dios cumplió su promesa y les dio un hijo. Génesis 21:5, lo registra así: “Y era Abraham de cien años cuando nació Isaac su hijo.”.

Dios ha querido enseñarnos que la promesa de bendición que afectaría a toda la humanidad no se realiza por voluntad humana, por medio de Ismael el hijo de la esclava Agar, sino por Isaac, el hijo de Su Promesa, y que nace por la acción sobrenatural de la voluntad divina. Esta promesa es confirmada y reiterada de nuevo por Dios, cuando Abrahán pasa la dura prueba de obedecer la demanda que Dios le hace, consistente en entregar a Isaac, su único hijo, en sacrificio a Él. Abrahán mantiene su fe y confianza en Dios, a pesar de que ese sacrificio significaba la muerte de Isaac, el hijo de la Promesa, y que con ello irían al traste todas sus expectativas de descendencia, y fracasarían las bendiciones de las promesas que Dios le había hecho.

No podríamos dejar de mencionar, la parte más importante de la triple promesa de Dios a Abraham, pues tiene carácter universal, porque afecta a todos los creyentes de todas las épocas que son bendecidos por la fe de Abrahán, así lo declara nuevamente Dios:

Génesis 22:17,18: “[…] (18) En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.

¿Cómo afecta esa bendición a todos los creyentes? ¿Quién es esa simiente que traería bendición a todas las naciones de la tierra?

Para averiguar la respuesta, solo necesitamos saber que la revelación contenida en la Biblia hebrea, o sea el AT, se completa y se cumple, en su totalidad, por medio de la revelación de Jesucristo, contenida en el NT. Por ese motivo el Evangelio de San Mateo se inicia así: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”.

Y el apóstol San Pablo, en la epístola a los Gálatas, nos elimina cualquier duda, que podamos tener al respecto, cuando afirma claramente que “la simiente”, por medio de la cual todas las naciones serían benditas, es Cristo:

Gálatas 3:16: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo”.

Ahora bien, para que podamos heredar la promesa de bendición para todas las naciones que Dios hizo a Abrahán, necesitamos pertenecer a Cristo.

Gálatas 3:29: Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.

Ser de Cristo, la simiente de Abrahán, es la gran bendición y significa salvación y vida eterna.

Los doce hijos de Jacob

“[…] Los hijos de Israel fueron doce: (23) los hijos de Lea: Rubén el primogénito de Jacob; Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón. (24) Los hijos de Raquel: José y Benjamín. (25) Los hijos de Bilha, sierva de Raquel: Dan y Neftalí. (26) Y los hijos de Zilpa, sierva de Lea: Gad y Aser. Estos fueron los hijos de Jacob, que le nacieron en Padan-aram.” (Génesis 35:22-28).

El tiempo en el que vivieron los patriarcas

El tiempo en el que vivieron los patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob y sus doce hijos, hasta que se refugiaron en Egipto, se estima, aproximadamente, comprendido de 1900-1650 a.C. (1875-1660 CBA Tomo I, Pág 202). Se ha calculado que Jacob, sus hijos, y demás familia, emigraron a Egipto cuando gobernaban los hicsos, pueblo semita que conquistó Egipto y dominó hasta la segunda mitad del siglo XVI a. C (1675-1580 a. C[14].).

¿Cómo llegaron a Egipto, primeramente, José, el hijo de Jacob, y más tarde, sus once hermanos?

José, el hijo de Jacob que fue vendido por sus hermanos como esclavo a unos mercaderes ismaelitas (Génesis 37:25), fue llevado a Egipto y comprado por Potifar, capitán de la guardia de Faraón (Génesis 39:1). Más tarde sufrió calumniosas acusaciones por parte de la esposa de Potifar, a causa de las cuales fue encarcelado, pero como Dios estaba con él ((Génesis 39:21), tuvo ocasión de interpretar los sueños del Faraón (Génesis 41:1-34), y éste le nombró gobernador de todo Egipto, porque su sabia interpretación de las siete vacas flacas que devoraban a las siete gordas y hermosas, sirvió para prever las consecuencias de siete años de “vacas flacas”, que serían siete años de escasez gravísima y hambre que asolarían la tierra después de siete años de abundancia (Génesis 41:34-57).

Cuando esta terrible hambruna llegó a la tierra de Canaán, Jacob y su familia buscaron refugio en Egipto, donde gracias a la sabiduría profética de José, se había logrado paliar la tremenda escasez mediante una gran provisión de alimentos recopilados y almacenados durante los siete años de abundancia.

José hizo venir a Egipto a su padre, Jacob, a todos sus hermanos y sus respectivas familias. “…Todas las personas de la casa de Jacob, que entraron en Egipto, fueron setenta.” (Génesis 46:27), los cuales se establecieron en la región de Gosén (Génesis 46, 1-7; 47). “Así habitó Israel en la tierra de Egipto, en la tierra de Gosén; y tomaron posesión de ella, y se aumentaron, y se multiplicaron en gran manera.” (Génesis 47:27). Cuando Jacob llegó a Egipto era de ciento treinta años de edad (Génesis 47:9). Vivió todavía diecisiete años en Egipto, donde murió con ciento cuarenta y siete años.

Hasta la muerte de José a la edad de ciento diez años (Génesis 50:26), el pueblo de Israel vivía, en paz, de la ganadería y de la agricultura (Gen 47, 19). Sin embargo, al tomar el poder un nuevo rey que no conocía a José, (Éxodo 1:8-22), y observar que el pueblo crecía fuerte y en número, temiendo que alguna vez se uniera a sus enemigos, decidió iniciar una política cada vez más opresiva y esclavizante con ellos, encomendándoles las tareas más rudas. Pero como vio que los israelitas seguían multiplicándose “en gran manera” (Éxodo 1:20), el faraón mandó matar a todos los hijos varones que les nacieran, echándolos al río.

Dios predijo a Abraham lo que le sucedería a su descendencia, que sería esclava en tierra ajena, donde sería oprimida por cuatrocientos años.

Génesis 15:13-21: Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. (14) Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza. (15) Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. (16) Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí. […](18) En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra,(E) desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates; (19) la tierra de los ceneos, los cenezeos, los cadmoneos, (20) los heteos, los ferezeos, los refaítas, (21) los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.

La profecía de los cuatrocientos años de Génesis 15:13 es puesta por San Lucas, en boca del protomártir Esteban, en Hechos 7:6, con las siguientes palabras: “Y le dijo Dios así: Que su descendencia sería extranjera en tierra ajena, y que los reducirían a servidumbre y los maltratarían, por cuatrocientos años”.

Sin embargo, Moisés, en la víspera del éxodo de Israel de Egipto, es decir, cuando esta profecía iba a cumplirse, pues acababa el tiempo de su esclavitud en Egipto, se refiere a ella como de cuatrocientos treinta años, en lugar de los cuatrocientos predichos por Dios. Veámoslo:

Éxodo 12:40-41: El tiempo que los hijos de Israel habitaron en Egipto fue cuatrocientos treinta años. (41) Y pasados los cuatrocientos treinta años, en el mismo día todas las huestes de Jehová salieron de la tierra de Egipto.

El apóstol Pablo se refiere también a los cuatrocientos treinta años, pero nos aclara que éstos no corresponden solo al tiempo que Israel permaneció en esclavitud en Egipto, sino que abarcan toda la estancia en tierra ajena, que supuso maltrato por el hostigamiento de las naciones vecinas. Es decir, desde que Abraham salió de su tierra, Ur de los caldeos, estableciéndose en Canaán (Génesis 11:31), donde recibió la promesa de bendición de Dios, hasta que Jacob y sus doce hijos se establecieron en Egipto, sería el primer periodo de los 430 años. El segundo periodo sería el que abarca toda la estancia de los israelitas en Egipto hasta la promulgación de las primeras leyes que se describen en Éxodo 12:42-13:13, pues, la víspera del Éxodo, Dios les dio la ley de la pascua (Éxodo 12:43).

Gálatas 3:16-17: Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. (17) Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa.

Desde que Abraham fue llamado por Dios a entrar en Canaán hasta que Jacob y toda su familia emigraron a Egipto pasaron algo más de 200 años. Los israelitas permanecieron en este país, un periodo de tiempo similar, o sea, poco más de dos siglos. Concluimos, por tanto, que parece ser que los 430 años de Éxodo 12:40,41, cubren los dos periodos el de Canaán y el de Egipto).

Moisés y el Éxodo

Jacobed, madre de Moisés, para salvarle de la muerte, lo ocultó cuando nació, hasta los tres meses de edad; “pero no pudiendo ocultarle más tiempo tomó una arquilla de juncos y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella al niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río.” (Éxodo 2;2,3). Los siguientes capítulos del libro del Éxodo nos relatan que Moisés fue recogido del río por la hija del Faraón y adoptado por ella. La hermana de Moisés que estuvo observándolo todo, le propuso llevar al bebé a una nodriza hebrea, que era precisamente, su madre, quien le crio hasta que el niño creció, y tuvo que devolverlo a la hija de Faraón.

Moisés, que indudablemente fue inculcado, de pequeño, con las creencias y valores de su madre, más tarde, en la corte del Faraón, recibió la educación de un príncipe egipcio. Cuando Moisés, ya adulto, viendo la dureza de trato que recibían sus hermanos, salió en su defensa, matando a un egipcio que estaba golpeando a un hebreo. Como consecuencia de ello tuvo que huir de Egipto a la tierra de Madián, donde Dios se le apareció en una zarza ardiendo, y le encomendó la misión de liberar a sus hermanos israelitas.

Con el comienzo del Éxodo hacia el año 1450 a.C (fecha aproximada[15]), el pueblo de Israel, es liberado de la esclavitud de Egipto, mediante la acción poderosa de Dios. Moisés es el instrumento humano elegido por Dios para llevar a cabo su plan de liberación de su pueblo. Faraón se niega a dejar en libertad a Israel. Fue necesario que Dios le enviara diez plagas consecutivas, y sólo ante la décima plaga, consistente en la ejecución de todos los primogénitos de los egipcios, consintió en dejar en libertad a este pueblo “en número de unos seiscientos mil sin contar los niños” (Éxodo 12:37). A los que se unieron “multitud de toda clase de gentes, y ovejas, y muchísimo ganado” (Éxodo 12:38).

Como sabemos, no terminó ahí la obra de Dios, sino que milagrosamente abrió el mar Rojo, separando las aguas en dos (Éxodo 14:21,22), para dejar un cauce seco por el que huyó todo Israel de la persecución de Faraón. De esta manera, después de atravesar milagrosamente el mar Rojo, tuvieron sed y Dios les transformó las aguas amargas de Mara, para que pudieran beber, y les alimentó dándoles el maná y las codornices, caídos del cielo, y así fueron conducidos en tres meses al desierto del Sinaí.

A lo largo de esta dispensación, hemos podido comprobar, nuevamente que la incredulidad del hombre a las promesas de Dios, le conduce a un mayor sufrimiento, pero que finalmente todas las promesas y el Plan de Dios se llevan a cabo. Todo esto debería acrecentar nuestra fe y confianza en Él, de manera que no dudemos nunca que Dios cumplirá igualmente las promesas de vida eterna (Juan 5:24; 1ª Juan 2:25), de salvación (Juan 10:28-30; Hechos 16:30-34; Romanos 10:9-13), de perdón de los pecados (Hechos 3:19; 10:43), y de su cuidado y ayuda constantes (Salmo 23:1; Filipenses 4:19; 1ª Pedro 5:7). Y todas estas cosas fueron “escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1ª Corintios 10:11).

1ª Corintios 10:1-11: Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; (2) y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, (3) y todos comieron el mismo alimento espiritual, (4) y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo. (5) Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto. (6) Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. (7) Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar. (8) Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil. (9) Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes. (10) Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor. (11) Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos.

Quinta: La Ley – Desde Sinaí hasta la cruz (Éxodo 20:1 – Hechos 2:4)

Primero de todo debemos aclarar lo que la Biblia misma entiende por “Ley”; el mencionado término es la traducción de la palabra “Torah”, que significa “enseñanza”, “instrucción”, o “ley” para el mundo occidental[16]. Nos interesa especialmente lo que entendía Jesucristo por “la ley”. Veamos cuáles fueron sus palabras y a qué se refiere Él en los siguientes textos:

Mateo 5:17 (NBJ, 1988): «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.

Mateo 7:12: Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.

Mateo 22:37-40: Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

Lucas 16:16: La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él.

Lucas 24:44: Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.

De todos estos textos, y de muchos más no citados para no hacer exhaustivo este estudio, deducimos que la Biblia hebrea, lo que desde la orientación cristiana llamamos Antiguo Testamento, se consideraba generalmente, por los judíos, compuesta de tres partes: La Ley, los Profetas y los Salmos o Escritos (Hagiógrafos). Por tanto, la ley o Torah en hebreo, es el Pentateuco, que es el nombre que reciben los cinco primeros libros que componen la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

Otras denominaciones que recibe la misma Ley del Antiguo Testamento

La ley = La ley de Moisés = la ley de Jehová = Ley de Dios = Ley del Señor

La Biblia usa los términos “Ley de Moisés” y “Ley de Dios o de Jehová” indistintamente para referirse a la misma ley (la Torah o Pentateuco). Véase, por ejemplo: Éxodo 13:9; Números 31:21; Josué 23:6; 24:26; 1ª Reyes 2:3; 2ª Reyes 17:26; 2ª Crónicas 31:3; 34:14,35:26; Esdras 7:10,12,21,26; Nehemías 8:1, 8,18; 9:3; Lucas 2:23,39.

Nehemías 8:1: «…Y dijeron a Esdras el escriba que trajese el libro de la ley de Moisés, la cual Jehová había dado a Israel».

Nehemías 8:8 Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura.

Nehemías 8:18: «Y leyó Esdras en el libro de la ley de Dios cada día…”.

Nehemías 9:3: «Y puestos de pie en su lugar, leyeron el libro de la ley de Jehová su Dios la cuarta parte del día…»

Los capítulos ocho y nueve de Nehemías describen un esfuerzo prolongado de parte de Nehemías y de sus socios de enseñar al pueblo. El pueblo le dijo a Esdras que trajera «el libro de la ley de Moisés» (8:1). El trajo «la ley» delante de la congregación (8:2). Leyó en el libro, y prestó atención el pueblo «al libro de la ley» (8:3), «las palabras de la ley» (8:13). Cada día leyó en «el libro de la ley de Dios» (8:18), «el libro de la ley de Jehová» (9:3).

Hechos 13:39: y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.

Hechos 15:5: Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.

Toda persona puede ver que estos términos se usan alternativamente; que se refieren al mismo libro o ley. Por lo tanto, no hicieron distinción los autores inspirados entre «ley de Moisés» y «la ley de Jehová». Aun lo escrito por Josué fue escrito en «el libro de la ley de Dios» (Jos. 24:26). Lucas, en un párrafo breve, usa estos términos alternativamente: «Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor). (Lucas 2:22-24).

Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley “… Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret» (Lucas 2:39).

Podemos entender, pues, que «La Ley de Moisés», son tanto los mandamientos grabados en piedra, como aquellas ordenanzas, leyes y preceptos de todo orden que Dios dio al pueblo de Israel por medio de Moisés.

Algunas personas, cuando encuentran el término “ley” en la Biblia, tienden asociarlo con el Decálogo o Diez mandamientos de la ley de Dios. Sin embargo, cuando la Biblia habla de “ley” en general, se refiere, la mayoría de las veces, a los cinco libros del Antiguo Testamento: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio cuyo autor fue Moisés, y se conoce por los judíos como la Torah.

Dios dio a Israel, junto con los Diez Mandamientos, leyes civiles para su gobierno, leyes higiénicas y de alimentación, leyes ceremoniales o rituales que se referían a los sacrificios de animales en el culto del santuario terrenal, y que prefiguraban el sacrificio de Cristo como Cordero de Dios, leyes de la guerra, etc.

No obstante, la palabra ley también puede ser usada, no ya de una forma general sino específica, para, referirse a una determinada ley de las citadas antes, y que hemos visto que están contenidas todas en el Pentateuco o Torah en hebreo. Será entonces, el contexto, el que nos indicará a qué ley específica se está refiriendo la Palabra. Por ejemplo:

Lucas 2:21-24: Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido. (22) Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (23) (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor), (24) y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.

En estos cinco versículos de Lucas aparecen varias leyes que María y José debían cumplir pues estaban en la “LEY”, o sea en el Pentateuco o Torah. Y puesto que la Ley estaba vigente para ellos, como pertenecientes a Israel, pueblo elegido por Dios para guardar su Palabra, y acoger a Su Hijo, debían obedecerlas.

Ley de la circuncisión (Levítico 12:3): María y José cumplieron esa ley al circuncidar al niño Jesús a los ocho días de edad: (Lucas 2:21)

Ley de la purificación de la mujer después el parto (Levítico 12:4): María y José obedecieron también según nos dice Lucas 2:22: “Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés.”

Ley de la consagración del primogénito a Dios (Éxodo 13:2): “como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor”. (Lucas 2:23)

Ley del holocausto para expiación (Éxodo 12:8): Como María y José eran pobres ofrecieron “conforme a lo que se dice en la ley del Señor: un par de tórtolas, o dos palominos”. (Lucas 2:24)

¿De qué ley está hablando el apóstol San Pablo en los siguientes textos?

Romanos 7:7,12: ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. […] (12) De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.

Aquí sin duda el apóstol San Pablo se está refiriendo al Decálogo o los Diez Mandamientos grabados en las tablas de piedra, porque cita “No codiciarás”, que corresponde al décimo mandamiento de esta ley.

Ahora bien es totalmente artificial e incorrecto considerar que en la Ley del AT (el Pentateuco) existen principalmente dos grandes grupos de leyes: la ley moral y la ceremonial o ritual. Todo es ley de Dios o ley de Moisés, no solo la ley de las tablas de piedra de los Diez mandamientos.

Los Diez Mandamientos forman parte del amplio conjunto de la Ley (Torah) en que se basa el Antiguo Pacto.

La Biblia no diferencia entre ley moral y ceremonial. Por ejemplo, el gran mandamiento de la ley, no se encuentra en el Decálogo, sino fuera del mismo. Veamos Deuteronomio 6:5 “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.” Igualmente, en Levítico 19:18 encontramos otro importante mandamiento que tampoco tiene nada de ceremonial; “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.” Existen muchos más textos (aunque por no alargar citaremos unos pocos más: Ex. 22:21,22, 23:4,5, Lev. 19:16, Deut. 16:19) que corroboran que el Decálogo es sólo un breve resumen de muchas leyes morales que Dios dio a Israel, y por tanto, no es posible separarlo del resto de leyes morales, civiles, higiénicas, ceremoniales, etc. porque constituyen una unidad llamada la Ley (Véase en los siguientes textos como se usa el término “Ley” para referirse a varios tipos de leyes: 1 Cor. 14:34; Mat. 12:5; 22:36; Hechos 23:3.)

¿Cuándo fue promulgada la ley de Dios?

Abraham tenía un conocimiento del bien y del mal que le proporcionaba su conciencia, como cualquier ser humano que tratara de regirse por la ley natural, siendo fiel a ella. Por eso, en Génesis 26:5 declara que, “…Abraham oyó mi voz, [la de Dios] y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes [las de Dios].” ¿Qué leyes son esas? No la ley del Sinaí, puesto que no existía todavía, y no hay registro en el libro de Génesis de que Dios la hubiera dictado, sino que únicamente disponía de las leyes morales naturales, y también del único mandamiento que Él le dio, que es el de la circuncisión, como señal del pacto.

Génesis 17:9-13: Dijo de nuevo Dios a Abraham: En cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y tu descendencia después de ti por sus generaciones. 10 Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros. 11 Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros. 12 Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje. 13 Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo. 14 Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto.

La Sagrada Escritura afirma claramente que la ley del Sinaí, que incluía la de las tablas de piedra, fue promulgada por Dios hacia el año 1450 a.C., 430 años después de la Promesa que Dios dio a Abraham, que de su descendencia (simiente), vendría el Mesías y, por medio del cual, serían benditas o sea salvas todas las naciones (Génesis 22:18; Cf. Gálatas 3:16,17).

Gálatas 3:16-17: Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. (17) Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa.

Hay “un antes” y “un después” de la ley:

Como dijimos, la ley se introdujo mucho más tarde de la Creación, en el pacto del Sinaí, hacia el 1450 a.C. Hasta entonces, aunque no había sido dictada la ley, existía igualmente el pecado, porque el pecado estaba, en la naturaleza humana heredada de Adán, y en las transgresiones a la ley moral natural escrita por Dios en las conciencias (Romanos 5:12). Por eso, el apóstol Pablo, dijo: Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado (Romanos 5:13).

La santa Biblia deja muy claro que la ley fue entregada a Israel y no a sus antecesores.

Moisés también ratifica que La ley del Sinaí escrita en tablas de piedra fue dada por Dios sólo al pueblo de Israel como base del Pacto Antiguo:

Deuteronomio 4:13: Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra.

Deuteronomio 5: 2-9: Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. 3 No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos. 4 Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte de en medio del fuego. 5 Yo estaba entonces entre Jehová y vosotros, para declararos la palabra de Jehová; porque vosotros tuvisteis temor del fuego, y no subisteis al monte. Dijo: 6 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de tierra de Egipto, de casa de servidumbre. 7 No tendrás dioses ajenos delante de mí. 8 No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 9 No te inclinarás a ellas ni las servirás;…”

Moisés deja claro que “No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos.” (Deuteronomio 5: 3). Es decir, la ley nunca existió antes de Moisés. Por tanto, no regía anterior a él. Además la ley que vino 430 años después de Abraham no fue solo el Decálogo sino todo el sistema de leyes morales, ceremoniales, civiles, de alimentación, de la guerra, etc. que conforman la totalidad de la ley o Torah para los judíos. El Antiguo Pacto está vinculado a todo este conjunto de leyes, que tienen reglamentos asociados, los cuales debía cumplir solo el pueblo de Israel, y nadie más.

Por otra parte, cuando Dios dicta la ley en el monte Sinaí, en el mismo preámbulo expresa a quien va dirigida: “Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: 2 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. 3 No tendrás dioses ajenos delante de mí. 4 No te harás imagen,…” (Éxodo 20:1-3). Aunque la ley es solo para el pueblo de Israel, al que “sacó de Egipto”, afecta a todos los que la conocen, para que no puedan excusarse diciendo que se guían solo por su conciencia, pues ésta puede ser laxa o estar endurecida, y no discernir correctamente entre el bien y el mal. Por tanto, la ley es un recordatorio y puesta al día de todas las conciencias.

¿Cuán necesario fue que Dios dictara la ley a su pueblo elegido?

Dios formó, a partir de Abraham y su familia, un pueblo al que llamó Israel, a fin de darse a conocer y revelar su plan de salvación a la humanidad. Para ello preparó y educó a este pueblo para que fuese santo (apartado, consagrado a Dios), guardara y preservase su Palabra de forma fidedigna, y preparase a la humanidad para recibir a Cristo:

Gálatas 4:4,5: Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.

Dios escogió a Israel, y le dio su ley para educarlo en santidad, para que preparase el acogimiento de su Hijo, y para que fuese luz y guía para las demás naciones.

La ley del Sinaí fue dada al pueblo de Israel, y desde luego que fue un referente moral para él, y para todos los pueblos circundantes, y gentiles hasta la venida y muerte de Cristo. Recordó los principios morales que Dios ha implantado en las conciencias de los seres humanos, y que muchos de estos preceptos se habían olvidado. Es decir, a fuerza de transgresiones las conciencias estaban cauterizadas y depravadas. Se introdujo para despertar las conciencias y que tuvieran sentido del pecado, como dice Pablo: “para que el pecado abundase;” (Romanos 5:20). Y tendría un fin (Romanos 10:4): “hasta que viniese la simiente” (la cual es Cristo) (Gálatas 3:16,19).

Este pueblo escogido por Dios no era mejor, ni más grande, ni más importante que las naciones paganas que le rodeaban. Es más, este pueblo, durante sus muchos años de esclavitud en Egipto, que es donde creció, vivió y se educó, con toda probabilidad, su conciencia y costumbres de alguna manera se hicieron semejantes a la de los egipcios. Dios después que los libertó mediante Moisés, tuvo que configurar sus conciencias dándoles la ley del Sinaí escrita en tablas de piedra, además del libro de la ley, que desarrollaría todo un sistema legal para el gobierno teocrático de su pueblo. Todo este conjunto de leyes morales, ceremoniales, civiles, leyes acerca de los alimentos puros e impuros (lo que les estaba permitido comer y lo prohibido respectivamente), leyes sobre la guerra, los esclavos etc., harían de Israel un pueblo especial y santo para Dios, el único, al que debían adorar de forma absoluta. Debería ser un pueblo totalmente distinto a las demás naciones que eran idólatras.

Ciertamente, en la medida que este pueblo conocía y obedecía por fe la voluntad de Dios revelada, era santo y prosperaba más que las naciones que le rodeaban, pero en los periodos, que fueron muchos, que perdía su fe en Dios, su libertador, y se dejaba seducir por las malvadas costumbres de los pueblos que le rodeaban, entonces se embrutecía de nuevo, y Dios para hacer despertar de nuevo su conciencia, permitía que fuera invadido, y así hasta que fue llevado cautivo a Babilonia; y Jerusalén y todo vestigio del pueblo de Israel prácticamente desapareció. Pero la misericordia de Dios, hizo que este pueblo en su cautividad meditase y aprendiese de sus errores y Dios le restauró.

¿Qué nos enseña eso a nosotros? Mucho, pues solemos cometer los mismos pecados del pueblo de Israel. Cuando nos consideramos justos porque nos creemos capaces de cumplir toda la ley de Dios por nosotros mismos, es cuando caemos como le pasó al pueblo de Israel. Este pueblo se creía, de forma autosuficiente, capaz de obedecer a Dios, y así se comprometió a hacer “todo lo que Jehová ha dicho…” (Éxodo 19:8), pero es evidente que no cumplió el pacto con Dios, y pagó las consecuencias de su arrogancia, de creer que era capaz por sí mismo de obedecer la voluntad de Dios.

Éxodo 19:5-8: Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. 6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel. 7 Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos todas estas palabras que Jehová le había mandado. 8 Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos.

Después del periodo de esclavitud de los israelitas en Egipto, que sin duda, embruteció sus conciencias, y cuando el resto de la humanidad también había empezado a degradarse y a cauterizar su conciencia moral, es el momento histórico elegido por Dios para revelar no solo su ley moral sino todas las demás que servirían para el gobierno de un pueblo que debía sera santo o sea consagrado a Dios (Levítico 11:44-45;19:2; 20:7,26; Deuteronomio 7:6; 14:2, 21; 26:19)

Levítico 11:44-45: Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo; así que no contaminéis vuestras personas con ningún animal que se arrastre sobre la tierra. (45) Porque yo soy Jehová, que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: seréis, pues, santos, porque yo soy santo.

Deuteronomio 7:6-8: Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. (7) No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; (8) sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto.

Toda la ley o Torah, como dijo Jesucristo se resume en: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (Mateo 22:35-40).

Mateo 22:35-40: Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: (36) Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? (37) Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (38) Este es el primero y grande mandamiento. (39) Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (40) De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

Esta ley de amor, por la que la humanidad será juzgada, y que es la base del gobierno y juicio de Dios, nos habla del amor que debemos al Creador, y a los demás seres humanos. Se desarrolla en diez mandamientos. La primera tabla, con cuatro mandamientos que se relacionan con nuestro deber a Dios, y la segunda tabla con seis mandamientos que legislan las relaciones entre los humanos. El cuarto mandamiento (Éxodo 20:8-11) se refiere a la obligatoriedad del reposo sabático, que se relaciona con el séptimo día de la Creación para que recordemos que fue Dios quien creó todo, y que la humanidad no emerge como fruto de una evolución azarosa. No obstante, Dios da este mandamiento a Israel como señal del Pacto Antiguo (Éxodo 31:13-17), y no hay precedentes bíblicos de que existiera antes de Moisés, por lo que creemos que nunca fue preceptivo para la humanidad, puesto que no se corresponde con la leyes morales que Dios infundió en el ser humano. El guardar el reposo sabático es, pues, exclusivo para Israel. Se trata de un mandamiento ritual que tiene su cumplimiento en Cristo, y termina con Él (Colosenses 2:16,17; Gálatas 4:9-11; etc.), puesto que en todo el NT no se confirma su obligatoriedad.

¿Para qué sirve la ley o para qué se promulgó si el mundo estuvo sin ley escrita más de 2500 años?

El objetivo de la ley es reavivar las conciencias cauterizadas, y descubrir los pecados no reconocidos como tales para que “todo el mundo quede bajo el juicio de Dios”; es decir, dar a conocer lo que es pecado y mostrar nuestra condición de pecadores, que nunca pueden por sí mismos alcanzar la justicia y santidad, por lo que estamos condenados a muerte por el juicio de Dios:

Romanos 3:19-20: Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; 20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.

Romanos 5:20-21: Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro

El apóstol Pablo nos responde que “fue añadida a causa de las transgresiones…” (Gálatas 3:19). Muchos seres humanos habían empezado a cauterizar sus conciencias de tal manera que casi ya no eran capaces de percibir la maldad del pecado. “Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.” (Romanos 5:20,21). La pena por transgredir la ley es la muerte (Romanos 6:23: La paga del pecado es muerte…).

¿De qué sirve la ley aparte de mostrar nuestros pecados y de condenarnos a muerte?

Además, la ley cumple una función esencial: conducirnos a Cristo para que podamos ser salvos por la fe:

Gálatas 3:24: De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.

Gálatas 3:18-24: Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa. (19) Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador. (20) Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno. (21) ¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley. (22) Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. (23) Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. (24) De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.

Pues si no fuese por la ley, pensaríamos que no tenemos pecado o que es tan insignificante que haciendo alguna obra buena lo podemos compensar, aunque eso es imposible; pues los pecados no se borran o canjean por buenas obras.

La ley hace que nos veamos pecadores, y sin solución humana para vencer al pecado. Sólo entonces cuando nos humillamos ante Dios y reconocemos nuestra impotencia, es cuando Dios nos lleva a su Hijo Jesucristo que nos libra de todo pecado y nos justifica haciéndonos idóneos para el reino de los cielos. (Juan 6:44; 1ª Juan 1:7; 1ª Pedro 1:18-20; Hebreos 10:10,12,14).

La ley, pues, ha sido nuestro ayo (pedagogo) para llevarnos a Cristo (Gálatas 3:24). Por eso, en Cristo la ley y el pecado han perdido su poder y dominio. Sólo reina Cristo en nuestros corazones (Gálatas 2:19-21). Sin embargo, todo el que no está en Cristo está bajo la ley, y ésta le condena irremisiblemente.

1ª Timoteo 1:8: “Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; (9) conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, 10 para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, 11 según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado.”

Dios nos muestra dos caminos de salvación, pero nos advierte que solo uno es viable.

En teoría, Dios nos da dos caminos para salvarnos:

Primero: el camino legal: Obedecer a la perfección Su ley de amor, pero teniendo en cuenta que no sirve cumplirla de forma legalista como hacían los fariseos del tiempo de Jesús, que trataban de cumplir la letra de la ley, pero que en su espíritu la transgredían constantemente, pues su corazón endurecido no era capaz de amar.

Segundo: el camino de la Gracia: Reconocer nuestra incapacidad de cumplir la ley, arrepentirnos de nuestros pecados y acogernos a la Gracia de Dios mediante Su Hijo Jesucristo, que ha cumplido la ley a la perfección en nuestro lugar, y por su sangre nos limpia de todo pecado.

A) El camino legal, como hemos dicho, requiere el cumplimiento perfecto de Su ley de amor durante toda la vida sin fallar ni una vez, y observando todos los mandamientos de la ley; como así nos lo hace saber el apóstol Santiago:

Santiago 2:10-12: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. (11) Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. (12) Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad.

También el mismo Jesús propone este camino al “joven rico”, para hacerle ver que no cumplía la ley, y que era necesario que abandonara al dios de la riquezas, para seguir al verdadero Dios, que es Jesús. Él sabía que este joven rico jamás podría salvarse tratando de guardar la ley, pero quería mostrarle lo pecador que era; pues amaba más las riquezas que a Dios. Por eso le propone, que venda todo lo que tiene, lo dé a los pobres y le siga. Ésta es la única forma de salvación, entregarse a Cristo, pero para eso era necesario abandonar los demás dioses que controlaban la débil carne (Lucas 18:18-23).

Lucas 18:18-23: Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? (19) Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. (20) Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre. (21) Él dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. (22) Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. (23) Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico.

Nadie en ninguna época de la historia de la humanidad ha podido salvarse cumpliendo la ley a la perfección, porque ¿quién ama a Dios con todo su alma y corazón, y al prójimo como a sí mismo?. Por eso, la Palabra de Dios, enseguida, nos desengaña para que no tratemos de conseguir un objetivo imposible, y caigamos en maldición:

Todos somos pecadores y la paga de nuestro pecado es la muerte (Romanos 6:23)

Romanos 3:9,10,23: “…todos están bajo pecado…No hay justo, ni aun uno” […] (23) “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”

Tratar de salvarse cumpliendo la ley resulta en maldición para el que lo intenta.

Gálatas 3:10-13: Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. (11) Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; (12) y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. (13) Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),

Porque es imposible para el ser humano, que es “carne débil” y pecaminosa, cumplir la ley.

Romanos 8:3-4: Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; (4) para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

El hombre no es justificado (salvado) por las obras de la ley

Gálatas 2:16-21: sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. […](19) Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. (20) Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (21) No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

En resumen, todos somos pecadores porque la ley nos condena, y todos podemos acogernos a la gracia de Dios. (Romanos 8:28-39; Efesios 1:4-14). Reconozcamos humildemente nuestra condición de pecadores, y renunciemos a salvarnos mediante las obras por muy buenas que sean nunca pueden pagar la deuda del pecado, sólo “…acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebreos 4:16)

Romanos 7:24,25: ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.

Hebreos 4:14-16: Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

El camino de la gracia, el único que nos lleva a la salvación, lo trataremos en el epígrafe siguiente, cuando me referiré a la sexta dispensación: la Gracia

Sexta: La Gracia (Hechos 2:4 – Apocalipsis 20:3)

La sexta dispensación es la de la Gracia, que empezó después de la muerte y resurrección de Cristo y se extiende hasta la venida de Cristo en gloria. Como hemos visto en lo que antecede, en todas las épocas y en todas las dispensaciones ha existido la Gracia de Dios, porque Él siempre ha sido misericordioso, justo e inmutable, y su propósito ha sido que toda la humanidad lo reconociera como tal (Efesios 1:6). Lo fue con Adán y Eva, con Noé, Abraham, Moisés, David, etc. Sin embargo, desde hace unos dos mil años la Gracia de Dios se manifiesta abundantemente (1ª Timoteo 1:14). La dispensación actual en la que nos encontramos todos los que vivimos en el siglo XXI es la de la Gracia.

Efesios 3:1-10: Por esta causa yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles; (2) si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros; (3) que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, (4) leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, (5) misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: (6) que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio,(A) (7) del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder. (8) A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, (9) y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; (10) para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales,

¿Qué es la Gracia?

La Gracia es la infinita bondad y amor de Dios manifestado a los seres humanos en Cristo Jesús (Efesios 2:7; Tito 3:4), cuando estos no la merecen, ni pueden hacer nada por conseguirla, pues estaban muertos espiritualmente en delitos y pecados (Efesios 2:1), y eran enemigos de Dios (Romanos 5:10). Es, por tanto, el favor que Dios otorga al hombre sin que este lo merezca en absoluto. Es un don de Dios, por tanto, gratuito. Pero, notemos que ese don se lo debemos a Cristo que pagó nuestra deuda al morir por nosotros.

2ª Corintios 8:9: Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.

“Solo la cruz del Calvario pudo abrir la fuente de la gracia de Dios. Debido a que Cristo murió en la cruz, la abundante gracia de Dios puede derramarse sobre los pecadores. Si Cristo no hubiese muerto en la cruz, Dios no podría ser bondadoso y dadivoso con nosotros. Por el contrario, Dios debería JUZGARNOS POR NUESTROS PECADOS y condenarnos [a la muerte eterna]. La buena nueva es que Jesús murió por nosotros y Dios está completamente satisfecho con el hecho que el castigo por el pecado haya sido pagado en su totalidad. Por tanto, Dios se siente libre para derramar Su gracia y bondad y amor sobre quienes creen en Su Hijo.”[17]

Cristo tomó nuestro lugar, sustituyendo a cada pecador y al cargar con sus pecados, recibe la condena de muerte que nosotros merecemos, para que podamos ser justificados, salvados por su muerte (2ª Corintios 5:14-17).

2ª Corintios 5:21: Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

¿Cuál es la responsabilidad del ser humano ante la gracia que se le ofrece gratuitamente?

Nuestra responsabilidad, si queremos obtener el regalo de Dios de la vida eterna, es creer en Cristo Jesús por el que nos viene la Gracia para salvarnos. Es decir, simplemente debemos aceptar el regalo que se nos da. ¿Por qué rechazarlo? ¿Rechazaríamos ser herederos de una gran posesión y de inmensas riquezas?

Dios está llamando a todos los incrédulos e inconversos, a través de Su Espíritu y de su Iglesia, y les dice: “Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).

Apocalipsis 22:17: Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.

Y además, nos manda que creamos en Jesús como el único que puede salvar (Véase Juan 3:16,18,33) ¿Qué más puede hacer? Él nunca nos forzará a entrar en su Reino si no lo deseamos, pero manda que le creamos para que no tengamos ninguna excusa. La condición para recibir la maravillosa herencia del Reino, no puede ser más fácil: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo…” (Hechos 16:31).

1 Juan 3:23: Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.

La responsabilidad de cada cristiano es mostrar al mundo y a los ángeles, con su vida y obras, que ha sido salvado por la Gracia de Dios.

B) El camino de la Gracia es en realidad el único camino, porque si la salvación viniese por cumplir la ley en vano hubiera sido el sacrificio de Cristo en la cruz (Gálatas 3:21). Jesús es el único camino (Juan 14:6).

Gálatas 2:20-21: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (21) No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

Juan 14:6: Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

La salvación es por Gracia, porque es un don de Dios que recibimos sin merecerlo, porque “al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; (5) mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:4,5).

Efesios 2:8-9: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; (9) no por obras, para que nadie se gloríe.

Romanos 5:1: Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;

Romanos 6:23: Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Romanos 3:24-28: siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, (25) a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, (26) con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. (27) ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. (28) Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

2 Corintios 5:14-21: Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; (15) y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. […] (17) De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (18) Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; (19) que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (20) Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. (21) Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Romanos 5:9-10: Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. (10) Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.

La clave de nuestra salvación está en reconocer nuestro pecado, arrepentirnos, pedir perdón a Dios por Cristo, y aceptar el sacrificio de Cristo como nuestro sustituto, pues Él ha pagado con su vida y muerte la penalidad de nuestros pecados. Así lo afirma el mismo Jesucristo en los siguientes textos. Igualmente, en el AT, y en todas las épocas, no ha habido salvación sino mediante previo arrepentimiento y confesión a Dios de nuestros pecados. Cualquier condenado a muerte por muy grave que hubiese sido su delito si se arrepentía sinceramente y se acogía al perdón de Dios, era salvo.

Marcos 1:14,15: …Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, (15) diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.

Lucas 13:2,3: Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? 3 Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.

Lucas 19:10: Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

1 Timoteo 1:15: Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.

Durante muchos siglos ha habido un gran oscurantismo espiritual, porque hasta poco antes del gran reformador Lutero no se había predicado el Evangelio de la Gracia. Por el contrario se enseñaba una salvación por obras, algo que había que ganarse con el propio esfuerzo, o mediante duras disciplinas, sacrificios, penitencias, y flagelaciones de “la carne”. Incluso en la actualidad existen pocas iglesias que prediquen y expliquen con claridad la salvación por la sola Gracia. En cambio, suelen decir que la salvación es el resultado de nuestra fe más las obras, algo que contradice el verdadero Evangelio.

Aunque estamos viviendo días en que Dios derrama su Gracia a raudales, y este periodo está cercano a los dos mil años, debemos estar preparados, para cuando se llegue al tiempo prefijado, según los designios de Dios, y Él envíe Su juicio a la Tierra, como ocurrió en los días de Noé. Mientras tanto todo cristiano debe mostrar la gloria de Dios, que habita en él por medio del Espíritu Santo, predicando el Evangelio a todo el mundo, hasta que la Iglesia este completa y Cristo venga en gloria, y se la lleve al cielo (1ª Tesalonicenses 4:13-18). Ahora se están uniendo miles y miles al Cuerpo de Cristo en todo el mundo, pero es posible que esta obra esté pronto terminada, y entonces ya no habrá Gracia sino solo el juicio de Dios sobre los que le rechazaron.

2 Pedro 3:3-14: sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, (4) y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación. (5) Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, (6) por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; (7) pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. (8) Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. (9) El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. (10) Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. (11) Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, (12) esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! (13) Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. (14) Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz.

1 Juan 2:28-29: Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados. (29) Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él.

¿Estaremos en el grupo que es arrebatado por Cristo al cielo (Juan 14:1-3; Apocalipsis 3:10) o en el grupo de los que se avergüenzan de Él, y son juzgados en la Tierra?

Séptima: El Reino – Mil años desde la Segunda Venida hasta el Reino Eterno (Apocalipsis 20:4 – 20:6)

Hasta aquí todos estamos más o menos de acuerdo, los dispensacionalistas, los de la teología del pacto y cualquier otro grupo que no se encuadre totalmente en uno de los citados. Lógicamente las diferencias entre los distintos grupos surgen al interpretar las profecías bíblicas. Ahí es donde debemos ser muy prudentes, pues en cuanto a las muchas profecías cumplidas es más fácil entenderlas. Pero existen profecías que están en el futuro, como la gran tribulación (Mateo 24:21; Jeremías 30:7), el arrebatamiento de la Iglesia, llamado también, o conocido como, “rapto” de la Iglesia (1ª Tesalonicenses 4:13-18), el advenimiento en gloria de Cristo (Mateo 24:27,30,36;25:31; Juan 14:3; Marcos 13:32; 2ª Pedro 3:10-13,Ap. 1:7) el establecimiento de Su Reino milenario (Ap. 20:4), y la creación de cielos nuevos y tierra nueva ( 2ª Pedro 3:13; Hechos 3:21;Ap. 21:1).

El final de versículo de Apocalipsis 20:4 dice así; “…y vivieron y reinaron con Cristo mil años”. Este misterioso periodo de mil años, conocido también como “el milenio” solo aparece al final de la Biblia y del libro de Apocalipsis. Este libro termina con el capítulo 22. Pues bien, en los siete primeros versículos del capítulo 20, aparecen seis veces las palabras “mil años”, y no existen referencias anteriores ni posteriores en el resto de la Biblia, que den luz para aclarar el significado de los eventos que ocurren durante esos mil años. Veamos primero los textos referidos, y luego pasaremos a plantear los interrogantes que se derivan de los mismos.

Apocalipsis 20:1-15: Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. (2) Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; (3) y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo. (4) Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. (5) Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. (6) Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años. (7) Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, (8) y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. (9) Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. (10) Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

A continuación vamos a describir los eventos que se describen referidos a esos mil años con el mismo orden en que aparecen en los textos:

Primero. El dragón, la serpiente antigua que es el diablo y Satanás, es atado por mil años por un ángel. (Apocalipsis 20:2)

Este versículo 2 se entiende bien. Un ángel de Dios ata o aprisiona o pone en prisión al jefe de los ángeles malignos, el diablo. Pero surgen dos interrogantes importantes:

1) ¿En qué momento de la historia de la humanidad o del futuro se ubica el comienzo de ese período de mil años?

2) ¿Se trata de un periodo de tiempo literal de mil años o es simbólico y entonces puede representar cualquier otro tiempo? En principio, vamos a considerarlo literal, es decir, mil años es igual a 1.000 años.

En cuanto al inicio de ese periodo milenario sería muy difícil situarlo en el tiempo sino tenemos algún evento para relacionarlo. Por tanto, por lógica elemental, necesariamente, tengo que ver sus antecedentes que deberían estar en el capítulo anterior, o sea, el diecinueve, atendiendo a esa misma lógica, e identificar lo que sucedió antes de ser atado Satanás. Porque si tuviéramos que buscar su vinculación en otros capítulos anteriores o posteriores podríamos perdernos.

¿Qué se nos dice en Apocalipsis 19?

Son escenas de victoria sobre el mal, de triunfo de la Iglesia y de juicio contra los malvados. Según Apoc. 19:1, una gran multitud en el cielo da gritos de “¡Aleluya!”; “han llegado las bodas del Cordero [Cristo], y su esposa [la Iglesia] se ha preparado” (19:7). Luego, el ejército celestial vence a los ejércitos humanos que se oponen a Dios, y son muertos todos: “y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos” (Ap. 19:21). Todo esto nos lleva a pensar que se trata del fin del mundo. Si todos mueren, menos la Iglesia que está en el cielo ¿quién queda vivo en la Tierra?

Al capítulo 19 le sigue el 20 que nos narra que Satanás es atado por mil años (Ap. 20:1,2). ¿Qué puede significar ser atado por mil años? ¿Para qué iba a ser atado Satanás si no le queda nadie a quien engañar y tentar? A no ser que, acabada la “faena” aquí en la Tierra, se fuese a otros mundos habitados o al Cielo donde habita Dios. Creemos que precisamente, esa es su atadura. Está encadenado, confinado en un abismo que es el globo terráqueo donde está el solo con sus demonios. La circunstancia que le aprisiona es que ya no hay rastro de vida humana en la Tierra (Ap. 20:3).

Segundo. Satanás es arrojado al abismo, encerrado, sellado, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo. ((Apocalipsis 20:3)

La labor de Satanás desde la creación de este mundo ha sido la de mentir y engañar a los seres humanos, como dijo Jesús, él es “padre de mentira”:

Juan 8:44: Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.

Por tanto, hasta el fin del mundo, el diablo ha estado engañando a las naciones, “porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44úp), y si Dios le dejara seguiría tratando de engañar a los habitantes del resto del Universo. Por eso es confinado a este planeta que ahora, al final de la historia, está desierto, por lo que no puede “trabajar” en lo suyo. Pero se nos dice en el versículo tres, que esta situación no es para siempre sino “hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco”. (Ap. 20.3).

¿Qué sucede en el Cielo mientras esto ocurre en la Tierra?

Tercero. “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 20:4).

Puesto que es el fin del mundo, ya Cristo vino en gloria, resucitó a los santos de todas las épocas del mundo, transformó los cuerpos mortales de los santos que sobrevivieron en Su venida, en inmortales, y los arrebató o llevó con Él al cielo (Juan 14:3; 1ª Tesalonicenses 4:13-18). Y allí “vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 20:4).

Todo parece encajar a las mil maravillas, nunca mejor dicho lo de mil, por lo de los “mil años”. Pero nuestro gozo dura poco, pues se nos abre un interrogante. Se nos plantea la siguiente duda: ¿Estaban en el cielo solo los mártires de la era cristiana o estaban también los de la era anterior a Cristo? ¿Y dónde están todos los que fueron salvos de todas las épocas sin que necesariamente hubiesen muerto por testificar de su fe cristiana?

Si nos atenemos al texto de Apocalipsis 20:4, los que reinaron con Cristo son solo los que de alguna forma murieron por dar testimonio de Cristo y Su Palabra. Pero eso no es incompatible con que todo el resto de santos de todas las épocas estuviera también en el Cielo. Pues ¿entenderíamos que la resurrección que se produjo en Su venida fuera solo para los mártires?

La Biblia no dice que unos, los mártires, sean resucitados y arrebatados al cielo y otros santos no mártires se queden en la Tierra, sino que no hace distinción en el momento de la resurrección. Otra cosa distinta, y más lógica quizá, es que ese grupo inmenso de mártires, de todas las épocas, que dieron sus vidas por Jesús, formen un grupo especial con unas determinadas responsabilidades en el Reino, porque la experiencia vivida con Él también es única (Apoc. 7:3-8; 14:1-5). Pero eso no excluye al resto de gozar del Paraíso de Dios (Apoc. 7:9-17; 19:1,6-10).

Si leemos los textos citados notaremos que, aparentemente, hay dos grupos: por un lado, un grupo especial, simbolizado por el número 144.000, que puede representar a todos los mártires, y/o todos los salvos que fueron sellados en tiempos de tribulación como el que habrá poco antes de la venida en gloria de Cristo. Los integrantes de este grupo tienen unas características específicas que se describen en Apoc. 14: 1-5. Y por otro, el grupo formado por “una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos” (Apoc. 7:9). Ambos grupos son salvos y están en el Paraíso con Dios. Lo importante es pertenecer a cualquiera de ellos, pues implica la vida eterna con Cristo.

Cuarto. “Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. (Ap. 20:5)

Por este solo versículo en toda la Biblia, conocemos que hay “otros muertos que no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”. De ahí podemos deducir que la resurrección de los justos para vida y la resurrección de los impíos o injustos para condenación o juicio, de las que habla Jesús y Pablo (Juan 5:28,29; Hechos 24:15): no son simultáneas. Lo que quiere decir que en la venida en gloria de Cristo, Él solo resucita a los salvos, que son los únicos que va a llevar con Él al cielo. Por otro lado, es lo más lógico, pues ¿qué objeto tendría resucitar a los impíos de todas las épocas, para inmediatamente volverlos a ejecutar?

Quinto. “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.” (Apoc. 20:6)

La primera resurrección es la que participan “las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos”;(Ap. 20:4pi). Es la resurrección para vida eterna. Porque el versículo 6, afirma claramente que “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.” (Ap. 20:6). Luego ya no hay duda que la primera resurrección es para vida eterna, y que es única y exclusivamente para todos los salvos, los “que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años”, y no solamente para los mártires.

En los siguientes textos podemos ver que todos los creyentes en Cristo son sacerdocio real y santo.

1 Pedro 2:5: vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.

1 Pedro 2:9-10: Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; (10) vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.

Apocalipsis 1:5-6: y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, (6) y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.

Apocalipsis 5:9-10: y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; (10) y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.

Por todo lo que antecede, deducimos que la primera resurrección no es solo para los mártires sino para todos los salvos.

Sexto. Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, (8) y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar” (Ap. 20:7,8).

¿No habíamos dicho que no había quedado ni uno vivo en la Tierra durante esos mil años? ¿Cómo es que Satanás cuando pasan los mil años, y es soltado, vuelve a engañar a todas las naciones, y reuniendo a todos sus habitantes forman un número incontable “como la arena del mar”? ¿De dónde han salido todos ellos si la Tierra estaba desierta sin un ser humano vivo?

La respuesta no puede ser otra que la que declara el versículo 5: “Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”. (Ap. 20:5 pp)

Esta es la resurrección de condenación (juicio) de los injustos (Juan 5:28,29; Hechos 24:), que han vuelto a vivir, porque han sido resucitados; porque ¿cómo podrían haber vuelto a vivir si no hubiesen sido resucitados por Dios? A estos les corresponde lo contrario de lo que reciben los justos en la primera resurrección que se relata en Apoc. 20:6, y que parafraseando por contraste diríamos: “Infeliz y malvado el que tiene parte en la segunda resurrección; porque son reos de la segunda muerte”.

Séptimo. “Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. (Apoc. 20:9).

¿No habíamos dicho que los santos estaban todos en el cielo durante estos mil años, y que la Tierra estaba desierta?

Sí, así es. Pero, eso fue durante los mil años, al finalizar estos, suceden dos eventos importantes:

1) Como ya hemos dicho, los malvados de todas las épocas son resucitados (segunda resurrección, la de los impíos).

2) Todos los santos que estuvieron en el cielo durante esos mil años en el paraíso con Dios, son devueltos a la Tierra, junto con la Jerusalén celestial:

Apocalipsis 21:2-3: Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. (3) Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.

Apocalipsis 21:21-27: Las doce puertas eran doce perlas;(M) cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio. (22) Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. (23) La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina,(N) y el Cordero es su lumbrera. (24) Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. (25) Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. (26) Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.(O) (27) No entrará en ella ninguna cosa inmunda,(P) o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.

El diablo es soltado por un poco de tiempo. El tiempo en que tarda en movilizar de nuevo a todos los malvados que han vuelto a poblar la Tierra, volver a engañarles, e instarles a que asaltan la Jerusalén celestial, convenciéndoles que la victoria esta a su alcance puesto que son muchos más en número que los santos.

Apocalipsis 20:9 “Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.

Apocalipsis 20:10: Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

Aquí acaba la historia del sufrimiento humano, el mal, el pecado, el diablo y sus ángeles y la muerte.

5. Conclusión

Tanto la Teología del Pacto como el dispensacionalismo son sistemas teológicos y métodos que pretenden interpretar la Biblia desde sus características esenciales, como pueden ser los pactos en el primer caso y las dispensaciones o administraciones de la progresiva revelación de la voluntad de Dios, dada a la humanidad en diferentes etapas de su historia. Ambos son bíblicos en la medida en que se ajusten a la verdad revelada y no hagan interpretaciones libres o artificiosas de ciertas profecías, que no puedan sustentarse o demostrarse convenientemente con la misma Palabra de Dios.

Por ejemplo, el dispensacionalismo, en mi opinión, se equivoca cuando separa y desgaja la última semana de años de la profecía de Daniel 9:24-27, situando su cumplimiento, después de la venida en gloria de Cristo, cuando haya terminado la dispensación de la Gracia. Este sistema y el grupo que lo adopta sostiene que los eventos descritos en esta última semana, la número setenta de la citada profecía, se cumplirán, en los siete años siguientes al arrebatamiento o traslado de la Iglesia al cielo por Cristo.

Los dispensacionalistas creen que Cristo vendrá en gloria en dos ocasiones separadas o distanciadas por la semana de años de la profecía del libro de Daniel. En la primera ocasión Él vendrá, al término de la dispensación de la Gracia, exclusivamente para resucitar y trasladar a Su Iglesia al cielo, según los eventos profetizados en Juan 14:2,3 y 1ª Tesalonicenses 4:13-18. A continuación habrá siete años de angustia o tribulación en la Tierra, en los cuales Dios hará tres juicios distintos: el de los siete sellos, (Ap. 6;8:1) de las siete trompetas (Ap. 8 y 9 y11;15) y de las siete copas (Ap. 16). Al final del periodo de los siete años, llamado tiempo de tribulación, y que corresponde proféticamente con la septuagésima semana de Daniel (la semana de años número setenta), vuelve Cristo en gloria (Mateo 24:29-30); esta vez para establecer un reino de mil años sobre la Tierra, en el que Él reinará como gobernante supremo. Entonces Jesús resucita a los salvos de todas las épocas anteriores a Cristo y a Su Iglesia. La resurrección anterior a esta fue exclusivamente para los salvos de la Iglesia de Cristo de toda la era cristiana. Luego según los dispensacionalistas habrá una tercera resurrección al final de los mil años, pero exclusivamente para todos los impíos, de todas las épocas, solo para juicio, y recibir el castigo de la muerte segunda, que ellos consideran que será el tormento eterno del infierno.

Como decíamos, esto es muy artificioso, pues esta profecía de “las setenta semanas” de Daniel se refiere al tiempo que transcurriría “desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. (26) Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías…” (Daniel 9:25-26pp).

Los dispensacionalistas y prácticamente todos los eruditos bíblicos coinciden en que esta profecía prevé con matemática precisión el año del comienzo del ministerio de Cristo, cuando Él fue bautizado por Juan el Bautista, alrededor del año 27 d.C. Se sabe que la orden para edificar Jerusalén fue dada, según Esdras 7:11-14, por el rey Artajerjes al escriba y sacerdote judío Esdras, y por la Historia[18]* se calcula que fue dada en el año 457 a.C., sumándole 483 años (7 semanas + 62 semanas = 69 semanas de años =483 años), nos lleva al año 26-27 d.C. citado anteriormente. Veamos el texto completo de la profecía de Daniel de las setenta semanas de años.

Daniel 9:24-27: Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. (25) Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. (26) Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. (27) Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador.

No podemos profundizar en este tema de la profecía de las setenta semanas, en este estudio bíblico porque sobrepasaría no solo el espacio sino la paciencia de los lectores, por lo que aconsejo leer el estudio bíblico de esta web titulado: Nacimiento-muerte de Jesús y la profecía de las setenta semanas de Daniel.

Lo único que añadiremos es que Jesucristo murió en la cruz a la mitad de la semana número setenta de Daniel, es decir, a los tres años y medio de su bautismo, confirmando el pacto con muchos y haciendo cesar el sacrificio y la ofrenda. Recuérdese como en el momento en que Cristo expiró se rasgó el velo del templo en dos, simbolizando el final de pacto antiguo y el inicio del nuevo pacto en Cristo (Mateo 27:51).

Daniel 9:27: Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.

Es totalmente incongruente y artificiosa la interpretación dispensacionalista de apartar esa semana y llevarla hasta después del arrebatamiento de la Iglesia y considerar que habrá siete años de tribulación. Divididos en dos periodos o fases de tres años y medio cada uno, siendo el segundo periodo más angustioso que el primero.

Tampoco comparto con los dispensacionalista que habrá un Reino de mil años en la Tierra, con Cristo reinando sobre personas que todavía pueden pecar, y por tanto, recibir la muerte segunda, mientras la Iglesia está en el cielo. No es muy razonable pensar que Dios alargue en mil años la historia del pecado, y que todavía y durante mil años continúen naciendo niños con el estigma del pecado original, solo para demostrar al ser humano que la culpa de que pequen no está en el diablo, que durante esos mil años estaría atado, sino que es por su decisión y responsabilidad propia.

En resumen, acepto y comparto la forma de interpretar de todas las dispensaciones excepto la última, la dispensación de los mil años del Reino de Cristo sobre la Tierra.

Concluyo, pues, presentando la interpretación de los textos de Apocalipsis 20:1-10, que se refieren a la dispensación del “Milenio” o mil años del Reino de Cristo, que en mi opinión, es más plausible, lógica y ajustada a los eventos descritos en los textos citados de Apocalipsis 20:

Primero. Los mil años comienzan cuando todos los salvos de todas las épocas son resucitados, y junto con los santos que vivían en el momento de venir Cristo en gloria son transformados y llevados al Paraíso con Dios (Juan 14:2,3; 1ª Tesalonicenses 4:13-18).

Segundo. Inmediatamente después de arrebatar al Israel espiritual de todos los tiempos, es decir, los salvos de todas las épocas de la historia humana, llevándolos al cielo, Cristo hace el primer juicio de todos los habitantes de las naciones que vivan en el momento de Su venida, y que no han sido redimidos o rescatados:

2 Pedro 3:7-13: pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. […] (10) Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. (11) Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, (12) esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! (13) Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.

¿Quién queda en al Tierra después del arrebatamiento y del juicio a todas las naciones? Nadie. La Tierra es un desierto o como un paisaje lunar.

Tercero. Satanás es confinado a esta Tierra. Este planeta es su prisión durante mil años que serán de terrible tortura para él y sus demonios porque se aburrirán enormemente, ese es el peor castigo que puede haber para los que se han estado divirtiendo a costa de la humanidad. Él ya no puede seguir mintiendo, engañando y matando, no porque no le queden ganas sino porque no tiene a quien seducir (Apocalipsis 20:1-3).

Cuarto. Al final de los mil años Dios hace descender a la Nueva Jerusalén con sus santos desde el Cielo a la Tierra (Apoc. 21:1-3, 10, 11, 23-27).

Quinto. A continuación resucita a todos los impíos de todas las épocas: “Los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”. (Apoc. 20:5). Esta es la segunda resurrección, la que es para juicio y condenación, o sea la que conlleva necesariamente la muerte segunda. La primera resurrección ya fue efectuada al principio del milenio, como confirma la siguiente declaración: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20:6) .

Sexto. Este es el momento en que Satanás es soltado, cumpliéndose el verso tres, que decía: “después de esto [los mil años] debe ser desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20:3 úp). El diablo, al ver de nuevo toda la tierra habitada, se le acaba el aburrimiento “y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar” (Apocalipsis 20:8-10).

Séptimo. De nuevo el diablo consigue su propósito de engañar a todos, pues al fin al cabo son sus hijos que le han obedecido en todas las épocas, y moviliza a las inmensas masas y ejércitos de millones de hombres de todo el mundo, “Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada” (Apocalipsis 20:9pp), decididos a destruirlos si pudieran. Pero Dios, lógicamente lo impide: “y de Dios “descendió fuego del cielo, y los consumió. (10) Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20:9pú,10).

Aquí acaba la historia del sufrimiento humano, el mal, el pecado, el diablo y sus ángeles y la muerte; “y Dios mismo estará con ellos como su Dios. (4) Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. (Apocalipsis 21:3-4).

Apocalipsis 21:1-8: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. (2) Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. (3) Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. (4) Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. (5) Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. (6) Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. (7) El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. (8) Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.

Quedo a su entera disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo.

Bendiciones

Carlos Aracil Orts.

www.amistadencristo.com


Referencias bibliográficas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)

 Bibliografía citada

  1. “¿Es bíblico el dispensacionismo?”.http://www.gotquestions.org/espanol/dispensacionalismo.html

  2. El Dispensacionalismo por Jorge L. Trujillo (http://www.vidaeterna.org)

  3. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/dispensa/dispens.htm

  4. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/dispensa/dispens.htm

  5. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/dispensa/dispens.htm

  6. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/dispensa/dispens.htm

  7. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/dispensa/dispens.htm

  8. “¿Es bíblico el dispensacionismo?”.http://www.gotquestions.org/espanol/dispensacionalismo.html

  9. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/dispensa/dispens.htm

  10. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/dispensa/dispens.htm

  11. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/dispensa/dispens.htm

  12. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/dispensa/dispens.htm

  13. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/dispensa/dispens.htm

  14. 1968, Salvat Editores, S.A. Barcelona

  15. En 1ª Reyes 6:1 hay un dato importante correspondiente al lapso de tiempo de 480 años, que transcurre desde “que los hijos de Israel salieron de Egipto”, es decir, desde el inicio del Éxodo, hasta “el cuarto año del principio del reino de Salomón sobre Israel”.

    Puesto que el año en que comenzó a reinar Salomón sobre Israel, perfectamente establecido en muchos libros de historia, fue el 971 a.C., el cuarto año de su reinado estará comprendido entre el 967/966 a. C.

    A partir de aquí determinar la fecha del Éxodo es tan sencillo como sumar a esta fecha, los 480 años que las separa: 966+480 = 1.446 año a.C.

  16. http://es.wikipedia.org/wiki/Tor%C3%A1

  17. http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/dispensa/dispens.htm

  18. http://es.wikipedia.org/wiki/Artajerjes_I.

    “Artajerjes encargó a Esdras un sacerdote-escriba judío, a través de una carta de decreto, que se encargara de los asuntos eclesiásticos y civiles de la nación judía. Una copia de este decreto aparece en el Libro de Esdras, 7:13-28.[]

    Esdras entonces abandonó Babilonia en el primer mes del séptimo año (aproximadamente 457 a. C.) del reinado de Artajerjes, al frente de una compañía de judíos que incluía a sacerdotes y levitas. Llegaron a Jerusalén el primer día del quinto mes del séptimo año (Calendario hebreo).

    La reconstrucción de la comunidad judía en Jerusalén había comenzado bajo Ciro el Grande quien había permitido a los judíos cautivos en Babilonia regresar a Jerusalén y reconstruir el Templo de Salomón. Una serie de judíos había, en consecuencia, regresado a Jerusalén en el año 537 a. C.”

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