Respuesta a cinco argumentos antitrinitarios
Versión 09-11-2009
Carlos Aracil Orts
1. Introducción:
Querido hermano, en primer lugar, declaras en tu correo, que no crees que Cristo fuera preexistente antes de su encarnación como hombre, y que por tanto no es DIOS. Me recomiendas, en segundo lugar, que estudie mejor las creencias judías con respecto al Mesías.
En tercer lugar me presentas los siguientes argumentos por los que no crees que Cristo sea Dios:
“Primero: Si Cristo ya existía en el cielo, entonces, no era hijo, y si era hijo entonces tuvo algún comienzo en el cielo.
Segundo: Si Cristo existió en el cielo, entonces no fue engendrado, sino transpuesto, esto contradice lo expuesto por la Biblia.
Tercero: Si Cristo existió en cielo, le fue muy fácil soportar todas las tentaciones que tuvo.
Cuarto: La Biblia dice que DIOS, no puede ser tentado, Cristo fue tentado.
Quinto: Del día y la hora de su venida Cristo no lo sabía (Mateo 24:36), es de suponer que DIOS lo sabe todo. Recuerda, por favor, la mujer del flujo de sangre (Mt 9:20-22; Mc. 5:25-34; Lc. 8:43-48). La Biblia dice que DIOS es uno, no dos, mucho menos tres, la Biblia dice que Jesús es el señor, lamentablemente, la Biblia, ha sido, a través de muchas traducciones cambiada a conveniencia de muchos católicos paganos influenciados por la doctrina pagana de Constantino y los griegos… que DIOS te bendiga, hermano…”
Trataré de responder a tus argumentos uno por uno, pero, primero de todo, debo suponer que estaremos de acuerdo en que solo la Santa Biblia sea nuestra única fuente y regla de la fe. Por tanto, toda nuestra argumentación necesariamente estará fundamentada en, y respaldada por, la misma. Por otro lado, la interpretación de textos difíciles u oscuros no se hará en ningún caso en oposición al claro sentido de los demás textos que se refieran al mismo tema.
Si estamos de acuerdo con estas bases, tu recomendación, de que estudie mejor las creencias judías con respecto al Mesías, es totalmente improcedente. ¿Por qué la creencia judía del Mesías tiene que influir en mi creencia cristiana? ¿Acaso no sabemos que los judíos siempre han considerado a Jesús un falso Mesías y además no creen en el Nuevo testamento?
Tampoco me apoyaré en las creencias de la Iglesia Católica, ni de ninguna Iglesia Evangélica. Nuestras creencias no deberían estar mediatizadas por las doctrinas de ninguna denominación religiosa.
Sus afirmaciones, y las de cualquier persona, incluidas las nuestras, podrán ser verdad en la medida en que se ajusten a la Palabra de Dios y no contradigan en ningún punto la misma. Nuestro método hermenéutico, siempre debe consistir en dejar que la Santa Biblia se interprete a sí misma. En los asuntos no revelados seremos prudentes para no tratar de ir más allá de lo que las Sagradas Escrituras dicen. Como decía Martín Lutero, la Biblia sola y nada más que la Biblia será nuestra única regla de fe.
Sentadas las bases de nuestro estudio, empezaremos por analizar qué afirma la Santa Biblia respecto a la preexistencia de Jesús, y seguiremos con todos los demás argumentos que me expresaste en tu correo.
2. La preexistencia de Jesucristo, el Hijo de Dios.
La Biblia demuestra que Jesucristo existía como un Ser espiritual antes de que fuese concebido, en el vientre de la virgen María, como ser humano. Tanto en la hipótesis de que ese Ser espiritual sea igual a Dios o de que se trate de un ser creado por Él, su naturaleza humana es adquirida en el momento de la historia de este mundo en el que se produce su Encarnación. De ahí en adelante y por la eternidad, la naturaleza humana formará parte del Hijo de Dios. No se trata, pues, de dos personas una espiritual desencarnada y otra material y humana, sino de una sola persona, que existía previamente, y que toma un cuerpo humano.
Así se desprende, en primer lugar, de las propias declaraciones de Jesús. Como podemos comprobar en los siguientes textos:
Juan 3:13 (Véase también Efesios 4:10): “13 Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.”
En la Biblia de Jerusalén, versión 1998, este verso se transcribe sin la última oración:
“13 Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre.”
En cualquier caso, entendemos que el mismo Hijo del Hombre, que existía en su naturaleza espiritual en el cielo, antes de su Encarnación, fue el que descendió del cielo. Quizá en la versión de la Biblia Reina Valera, se entendería mejor si el verbo ser se tradujera en tiempo pasado “estaba en el cielo”. No obstante, también podríamos razonar que se trata de la misma persona, aunque con distinta naturaleza, la que sigue estando en el cielo y ha bajado del cielo para encarnarse, puesto como ser espiritual igual a Dios tiene sus mismos atributos como es la omnipresencia y la eternidad. Él no deja de ser Dios para llegar a ser hombre.
Citaremos algunos textos que inciden en lo mismo, clarificando más en este sentido, por ejemplo:
Juan 3:31: “31 El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos.”
Juan 6:62: “Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?»
Deducimos, pues, que el mismo Jesús, Hijo del Hombre, antes de su Encarnación existía en el cielo como Ser espiritual.
Más pasajes en el que el mismo Jesucristo afirma su preexistencia en el cielo, antes de su encarnación:
Juan 6:33, 34, 38-59: “33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. 34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. 38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. 40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. 41 Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. 42 Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? 43 Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. 44 Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. 45 Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. 46 No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre. 47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de vida. 49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. 50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. 51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. 57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. 58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. 59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum.
Cristo compartía la gloria con Dios Padre antes que el mundo existiera.
Juan 17:5: “5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.”
Juan 8:58: “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”
Observemos, que Jesús habla claramente de su existencia “antes de Abraham”, es decir, mucho antes de su venida al mundo cuando se encarnó mediante María, y emplea el presente del verbo ser: yo soy. Él, por tanto, ha sido, es y será siempre el mismo por la eternidad (Hebreos 13:8; Apoc. 1:4, 8). Ese “YO SOY”, que representa su eternidad, nos recuerda el nombre con que Dios se presentó a Moisés: “YO SOY” (Véase Éxodo 3:14).
Los apóstoles testifican, igualmente, de la preexistencia celestial de Jesucristo.
Juan 1:1-4, 9, 10, 14, 18: “1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Este era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. 10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. 11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.
1ª Corintios 10:4 (Véase también Éx. 17:6; Núm. 20:11): “4 y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.”
1ª Corintios 15:47-49: “47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. 48 Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. 49 Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.”
Filipenses 2:5-11: “5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
1ª Timoteo 3:16: “16 E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria.”
El que descendió del cielo es el mismo que se encarnó, resucitó y subió de nuevo al cielo. Jesús es el “YO SOY” eterno que se apareció a Moisés, por medio de la zarza que ardía: “Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.” (Éxodo 3:14). De este modo se presenta así mismo en el NT, por ejemplo en Juan 8:58: “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy. (Véase además 1ª Corintios 10:1-4).
El que nació de la virgen María es el mismo Ser que existía previamente desde la eternidad con la misma gloria de Dios Padre (Juan 17:5), y por tanto, también es el que murió en la cruz a causa de cargar los pecados de todos nosotros (Isaías 53:5 +; Marcos 10:45). Así también lo confirma Apocalipsis 1:13pp., 17úp, 18: “Y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, [..]…No temas; yo soy el primero y el último; 18 y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.”
¿Quién es este Ser semejante al Hijo del Hombre, que se autodenomina el primero y el último y que estuvo muerto, y vive por los siglos de los siglos y tiene las llaves de la muerte y del Hades?
Es evidente, pues, que en este caso es el Hijo del Hombre, sin lugar a dudas, Jesucristo, el que vive y estuvo muerto, el que recibe los mismo títulos de Alfa y Omega, primero y último que en Apocalipsis 1:8, se adjudicó, así mismo, Dios, el Padre. Y también en Apocalipsis 22: 12, 13, Cristo recibe los mismos títulos que el Padre:
Apocalipsis 22: 12, 13: “12 He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. 13 Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.”
Si aun nos queda alguna duda vayamos al Antiguo Testamento, y comprobaremos que no puede haber Dios fuera de Jehová, que es el primero y el postrero, por lo que deducimos que no puede haber un Dios, el Padre, Todopoderoso, y un semidiós, el Hijo, Poderoso. Ambos son Jehová, el Señor Dios.
Isaías 44:6: “6 Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios.”
Isaías 48:12: “12 Óyeme, Jacob, y tú, Israel, a quien llamé: Yo mismo, yo el primero, yo también el postrero. 13 Mi mano fundó también la tierra, y mi mano derecha midió los cielos con el palmo; al llamarlos yo, comparecieron juntamente”.
¿No es esto una prueba suficiente que indica que ambos tienen igual rango de Dios Todopoderoso, pues, además, ambos reciben el mismo tipo de alabanza y adoración?
El Ser igual a Dios, que se despojó a si mismo para encarnarse en hombre y humillarse hasta el extremo de sufrir la muerte en la cruz, no ha cambiado en su esencia, ni por su encarnación, ni por su muerte, ni por su resurrección, “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.” (Hebreos 13:8). Ésta es la sublime Verdad revelada. Con humildad debemos aceptar y creer lo que se nos ha revelado. No debemos especular y querer ir más allá. Dios nos ha revelado todo lo necesario para nuestra salvación.
Con lo que antecede, hemos podido comprobar que no podemos separar al hombre Jesús, del Ser espiritual preexistente que se encarnó por medio de la virgen María, y que la Biblia le da los mismos atributos que tiene Dios Padre. Luego, Jesucristo que es completamente hombre es, a la vez, totalmente Dios, pero otra persona distinta a Dios Padre. Jesucristo no es un dios menor o un ser creado, sino que es igual a Dios, pues, no puede ser de otra manera, si tiene sus mismos atributos, y es igualmente Todopoderoso:
Apocalipsis 1:8: “Yo soy el alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.”
A continuación analizaremos tus cinco argumentos.
3. Argumento primero:
“Si Cristo ya existía en el cielo, entonces, no era hijo, y si era hijo entonces tuvo algún comienzo en el cielo.”
En primer lugar debemos ser humildes y reconocer nuestras limitaciones. Sólo podemos conocer y explicar la esencia, naturaleza y carácter de Dios hasta donde se nos ha revelado en su Palabra. Por eso pretender saber más seria especular inútilmente y de ningún provecho para nuestra fe. Deuteronomio 29:29 nos dice claramente que: “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre…”.
El Credo de Nicea-Constantinopla afirma así: “Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo. Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue creado,…” (Catecismo de la Iglesia Católica, segunda edición, 1992, Pág 50).
¿Es verdad lo que declara el Credo de Nicea de que Jesús fue “nacido del Padre antes de todos los siglos,… Dios verdadero, engendrado, no creado?
Honestamente, no puedo afirmarlo ni desmentirlo. Sencillamente, según mi humilde opinión, la Santa Biblia no desvela ese misterio. Que yo sepa, no dice en ninguna parte que Jesús fue engendrado por, o nacido de, el Padre antes de todos los siglos. Sin embargo, la Biblia declara con toda claridad que Jesús es Dios, y que fue engendrado como criatura humana, hace unos dos mil años, por el Espíritu Santo cuando se encarnó en la virgen María.
Por tanto, no podemos caer en el simplismo de negar el misterio de Dios uno y trino, sólo porque no podamos entenderlo. El hecho de que Jesús es llamado el Hijo de Dios, solo quiere decir que ha venido a ser una criatura humana como todos nosotros pero sin pecado. ¿Dónde ha quedado su ser divino preexistente cuando se encarnó? Dios es Espíritu (Juan 4:24). Un espíritu no tiene carne ni huesos (Lucas 24:39). La divinidad preexistente e invisible de Jesús quedó ocultada tras su humanidad.
¿Quién puede afirmar que es incompatible que coexistan en la persona de Cristo las dos naturalezas, humana y divina a la vez.
¿Hay algo imposible para Dios (Lucas 1:37)?
¿Puede alguien poner límites al poder de Dios?
¿Qué o quién puede impedir que Jesús conserve su rango de Dios igual al del Padre, aunque en su condición de criatura se subordine voluntariamente al Padre?
El hecho de que Jesús gustase llamarse el Hijo del Hombre, y sea llamado y reconocido también como el Hijo de Dios cuando se produce la Encarnación, no introduce incompatibilidad con el ser igual a Dios como ser preexistente antes de tomar el cuerpo humano en su concepción virginal.
A tu argumento, “Si Cristo ya existía en el cielo, entonces, no era hijo, y si era hijo entonces tuvo algún comienzo en el cielo.”, Concluyo que con toda seguridad las Sagradas Escrituras afirman con rotundidad la preexistencia de Jesús antes de su Encarnación como criatura humana, y que Jesús, en lo que a su humanidad se refiere, se convierte en Hijo de Dios e Hijo del Hombre, sólo al encarnarse. Jesús es igualmente eterno que Dios Padre, sin principio ni fin, porque si tuviese principio sería una criatura de Dios, y no lo es. Si Dios Padre engendró a Jesús “antes de los siglos” es algo, que en mi opinión no está avalado por la Santa Biblia. A continuación presentaremos pruebas bíblicas de lo que sostenemos.
¿Cuál es la primera vez que Jesús es llamado Hijo de Dios? ¿Qué afirma la Santa Biblia?
“…el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.” (Lucas 1:35 úp.). Obsérvese que el tiempo del verbo “ser” está en futuro, lo que indica que sólo a partir de la Encarnación Jesús se convierte en Hijo de Dios y no antes de la misma. Ahora comprendemos mejor la declaración del Salmo 2:7, que el autor del libro de Hebreos cita en el capítulo uno y versículo cinco: “En efecto, ¿a qué ángel dijo [Dios] alguna vez: Hijo mío eres tú, Yo te he engendrado hoy; y también: Yo seré para él un Padre, Y él será para mí un hijo?” (Biblia de Jerusalén, 1998).
¿Cuándo se produce este evento? Este versículo indudablemente se refiere a la Encarnación que se produce en la virgen María por la acción del Espíritu Santo: “Y pensando él [José] en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.” (Mateo 1:20; Véase también Lucas 1:35).
La relación de Padre a Hijo que se produce en la Encarnación es única y no tiene parangón con la acción de creación de todas las demás criaturas como los ángeles celestiales del verso citado. En ese acto Dios, en la segunda persona de la Santísima Trinidad, toma el cuerpo humano y se convierte por obra del Espíritu Santo en un ser humano como uno de nosotros pero sin pecado, y sin perder su naturaleza divina que permanece después de la Encarnación, como es lógico y natural. De lo contrario el Jesús hombre sería una persona distinta del Ser preexistente que se encarnó en María. Es, pues, sólo por la Encarnación que la segunda Persona de la Trinidad toma la condición de Hijo de Dios. San Pablo lo describe muy bien: “[Cristo Jesús], el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2: 6-8).
La Santa Biblia declara que Jesús a pesar de su humillación al encarnarse en hombre, y convertirse en Hijo de Dios, no pierde nunca su condición de Dios. Veamos, por ejemplo: “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino.” (Hebreos 1:8). Con esto consideramos haber respondido a la primera afirmación que niega que por ser Jesús el Hijo de Dios ya no puede ser Dios, igual a Dios Padre.
4. Segundo Argumento:
“Si Cristo existió en el cielo, entonces no fue engendrado, sino transpuesto, esto contradice lo expuesto por la Biblia.”
A tu argumento respondo con una pregunta: ¿A quién haremos caso, a las doctrinas humanas o a la Palabra de Dios? Si de verdad aceptamos a la Santa Biblia como única regla de nuestra fe seremos humildes para asumir nuestras limitaciones humanas y glorificar a Dios por su entrega de sí mismo por medio de Jesucristo, por su gran amor y misericordia, y por su inmensa gracia al habernos dado su Palabra para sostén de nuestra fe. Analicemos, pues, Mateo 1: 18-19 en tres versiones distintas de la Santa Biblia: una evangélica y dos católicas:
Mateo 1:18-19 (Reina-Valera, 1960): “18 El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. 19 José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. 20 Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.”
Mateo 1:18-19 (Versión Nacar-Colunga, 1971): “18 La concepción de Jesucristo fue así: Estando desposada María, su madre, con José, antes que conviviesen, se halló haber concebido María del Espíritu Santo. 19 José, su marido, siendo justo, y no quiso denunciarla resolvió repudiarla en secreto. 20 Mientras reflexionaba sobre esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo.”
Mateo 1:18-19 (Biblia de Jerusalén, 1998): “18 El origen de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. 19 Su marido José, que era justo, pero no quería infamarla, resolvió repudiarla en privado. 20 Así lo tenía planeado, cuando el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: ‘José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.”
Hemos de convenir que la Biblia en ningún lugar cita que Jesús fuese transpuesto al vientre de María. La Biblia afirma claramente que Jesús fue concebido en el vientre de María por obra del Espíritu Santo. “Lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.”
Lucas 1:28-35: “28 Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. 29 Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. 30 Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. 31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. 32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; 33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. 34 Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. 35 Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.”
Jesucristo es un ser divino preexistente que tomó cuerpo humano en un momento determinado de nuestra historia, siendo engendrado por el Espíritu Santo en el vientre de María como criatura humana, y al mismo tiempo no dejó de ser Dios en ningún momento. ¿Diremos, como María, cómo será esto? La respuesta se nos revela en la Palabra de Dios, no necesitamos recurrir a nuestras fantasías y elucubraciones humanas. Sería totalmente inútil.
¿Cómo puede Dios convertirse en un espermatozoide para fecundar un óvulo de María, y convertirse en el Hijo del hombre cuyo Padre es Dios, y al mismo tiempo Jesús mismo no dejar de ser Dios en ningún momento?
Esto es un misterio que no está revelado en su Palabra, y al que no podemos acceder. La única respuesta es la que recibió María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.”
Vuelvo a preguntar: ¿Hay algo imposible para Dios? Y la Palabra de Dios nos contesta:
“Porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37)
5. Argumento Tercero:
“Si Cristo existió en el cielo, le fue muy fácil soportar todas las tentaciones que tuvo.”
Las tentaciones que sufrió Jesús son análogas a las que padecieron Adán y Eva antes de la caída (Génesis 3:1-7; Cf. Mateo 4:1-11; Lucas 4:1-13). Ellas no fueron sólo las tres que se especifican en los textos de Mateo y Lucas, sino que el evangelio de Lucas dice: “13 Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo.” (Lucas 4:13). Por citar algún ejemplo más: los momentos de su humillación y sufrimiento previo a la crucifixión fueron verdaderamente terribles, y suponen fuertes tentaciones, que sólo Él como hombre-Dios podía ser afectado. Cuando Él fue apresado y posteriormente terriblemente torturado tuvo que resistir la tentación, como Hijo de Dios, de pedir al Padre que le librase de ese tormento y de la ignominiosa muerte que iba sufrir, y que Él conocía de antemano en su calidad de Dios.
Mateo 26:51-54: (Véase también Mateo 26:38, 39) “(51) Pero uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le quitó la oreja. 52 Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. 53 ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? 54 ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?”
¿Seguimos pensando que fueron fáciles las tentaciones y sufrimientos que tuvo que soportar Jesucristo?
Jesús era un auténtico y perfecto ser humano que nunca usó su divinidad para su beneficio personal. Ahí radicaba la mayor tentación, que consistía precisamente en apoyarse en su poder y autoridad que tenía como Dios, para obtener fácilmente la victoria.
Sin embargo, es muy importante que comprendamos que la naturaleza humana de Jesús era semejante a la nuestra pero no enteramente igual (Romanos 8:3). ¿En dónde radica la diferencia? En un detalle tan esencial que sin él, su sacrificio expiatorio para rescatar a la Humanidad del pecado no sería válido. Fue como nosotros en todo menos en el pecado. Si Jesús hubiera nacido con una naturaleza pecaminosa como la que tuvo Adán, después de su Caída, o la de cualquier descendiente suyo, Él mismo habría necesitado un salvador, y por tanto, habría estado incapacitado para ofrecer su vida en rescate por los seres humanos. De aquí, que el apóstol Pedro diga que no fuimos rescatados “…con cosas corruptibles, como oro y plata, (19) sino con la sangre preciosa de Cristo, como un cordero sin mancha y sin contaminación,(20) ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros.” (1ª Pedro 1:18 p.ú-20).
Su naturaleza humana era impecable. En la declaración del ángel Gabriel, que transcribe San Lucas, se afirma: “…por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado hijo de Dios.” (Lucas 1: 35 úp). A continuación, veremos algunos textos que nos ratifican la verdad esencial de que el hombre Jesús nació sin pecado.
Hebreos 7:26, 27: “26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; 27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.”
Hebreos 4:15: “15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”
1ª Pedro 2:22: “El cual [Cristo] no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;”
1ª Juan 3:5: “Y sabéis que Él [Cristo] apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en Él.”
1ª Corintios 5:21: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él [Cristo].”
En resumen: Cristo“…se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;” (Filipenses 2:7). Tal es así, que tanto su humanidad como su divinidad se subordinaron totalmente al Padre. Jesucristo era plenamente hombre, pero sin pecado, su naturaleza era semejante a la de Adán antes de la Caída en cuanto a su perfección moral. Sin embargo, físicamente, en su carne, no pueden encontrarse diferencias significativas con las características de cualquier hombre saludable de su época, de lo que se deduce que asumió la natural degradación física de más de cuatro mil años de herencia desde Adán. San Pablo afirma que Adán es figura del que había de venir [Cristo] (Romanos 5:14 ú.p). El verso 17 de este mismo capítulo es muy clarificador porque nos explica por qué existe la muerte, y que gracias a Jesucristo tendremos vida en abundancia: “Pues si por la transgresión de uno solo [Adán] reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de justicia.” (Romanos 5:17).
¿Creció, se desarrolló y tuvo que aprender Jesús todas las cosas como cualquier otro ser humano?
Jesucristo se desarrolló como cualquier criatura humana, siguiendo todas las etapas que rigen para cualquier ser humano: crecimiento físico, psíquico y espiritual. Se forma en el útero de María, nace como cualquier niño, y pasa por todas las etapas naturales de la vida, como cualquier ser humano que viene a este mundo, niñez, adolescencia, hasta llegar a su edad adulta, en la que se independiza de sus padres terrenales. Durante todas esas etapas de su vida, Él va descubriendo por las Sagradas Escrituras y por el Espíritu Santo que es el Mesías y el único Hijo de Dios. Por tanto, comprende su misión, se subordina totalmente a la voluntad de su Padre, como Hijo que es, y empieza a predicar la próxima venida del reino de Dios, previa asunción de su misión de Redentor y Salvador de la humanidad. Veamos lo que afirma la Santa Biblia:
Lucas 2:40: “Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.”
Lucas 2:52: “Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. 44 Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos; 45 pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole. 46 Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. 47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. 48 Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. 49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? 50 Mas ellos no entendieron las palabras que les habló. 51 Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. 52 Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.”
Hebreos 5: 7-9: “7 Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. 8 Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; 9 y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen;”
Concluimos este apartado, afirmando que Jesucristo, en su condición de hombre jamás recurrió a su divinidad para beneficio propio, aunque pudo hacer uso de la misma en la realización de algunos milagros con el fin de demostrar que su misión era verdadera y procedía de Dios y que por tanto, no era ningún farsante. Veamos un ejemplo:
Mateo 17:27: “Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero [moneda correspondiente a cuatro dracmas]; tómalo, y dáselo por mí y por ti.”
¿No denota, también, su divinidad la forma en que obtiene admirable y sorprendentemente el importe exacto que se necesitaba para pagar el impuesto del templo por medio de un pez?
Aunque existen muchas más evidencias de la divinidad de Jesús, no deseamos ser más prolijos. Los que busquen la verdad sin prejuicios, ideas preconcebidas, con sinceridad y pidiendo a Dios humildemente en oración, sabiduría e inspiración, sin lugar a dudas, la encontrarán estudiando con fervor Su Palabra, la Santa Biblia.
Por consiguiente, si Jesús fue verdadero hombre y no se apoyó nunca en su divinidad, las tentaciones que sufrió eran auténticas y nada fáciles de vencer. Él tuvo que ampararse en Dios, pedir constantemente su ayuda con fervorosas oraciones, como cualquier persona que desea obtener la victoria contra Satanás y el pecado.
A continuación abordamos el cuarto argumento.
6. Argumento Cuarto:
“La Biblia dice que DIOS, no puede ser tentado, Cristo fue tentado.”
¿Puede ser Dios tentado? La Santa Biblia responde en Santiago 1:13: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni Él tienta a nadie.”
Los evangelios del Nuevo Testamento nos describen las tentaciones que sufrió Jesús. Ahora, pues, debemos preguntarnos ¿Fue tentado Jesucristo como hombre o como Dios? Es obvio que Dios no puede ser tentado por nada ni por nadie. Sin embargo, Jesucristo, en su condición de hombre podía y de hecho padeció muchas tentaciones.
¿Por qué siempre salió victorioso de ellas? En primer lugar, porque era un Ser Santo (Lucas 1:35; 1ª Pedro 2:22; 2ª Corintios 5:21), y por tanto, no tenía ninguna tendencia o inclinación hacia el mal sino, por el contrario, hacia el bien. En segundo lugar, porque permanecía en perfecta comunión con su Padre, y además se fundamentaba en los profundos conocimientos que tenía de las Sagradas Escrituras para contrarrestar toda tentación.
Romanos 5:14 nos habla que Adán era figura de Jesucristo, porque al igual que éste, fue junto con Eva los únicos seres humanos hechos directamente por la mano del Creador que fueron puros, perfectos y santos. Donde Adán pecó, Cristo triunfó sobre el mal. Por eso dice Romanos 5:19: “Porque así como por la desobediencia de un hombre [Adán] los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno [Cristo], los muchos serán constituidos justos.”
Aunque teóricamente Cristo podía pecar, Dios, desde antes de la fundación del mundo, diseñó el Plan de la Salvación de la Humanidad, de manera que no podía fracasar. Dios predestinó a Cristo para esa misión (1ª Pedro 1:18-20), lo que significa que Él dirigió y controló el tiempo, las situaciones, las naciones, etc., desde su presciencia y providencia, y puso los medios, a su debido tiempo, sin manipular el libre albedrío de sus criaturas. Por ejemplo: Herodes pretendió acabar con la vida de Jesucristo al poco de nacer, pero Dios no lo consintió. ¿Acaso coartó la voluntad asesina de Herodes? En absoluto. ¿Cómo evitó que su Hijo fuese asesinado? Véase San Mateo 2:13-16.
1ª Pedro 1:18-20: “18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,”
7. Argumento Quinto:
“Del día y la hora de su venida Cristo no lo sabía (Mateo 24:36; Marcos 13:32), es de suponer que DIOS lo sabe todo.”
“También recuerda, por favor, el episodio de la mujer del flujo de sangre (Mt 9:20-22; Mc. 5:25-34; Lc. 8:43-48), en el que Jesús parece no saber quién había tocado su manto”.
La Biblia enseña que hablando del fin del mundo, Cristo dijo a los discípulos: “Pero de aquel día y de la hora, nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.” (Marcos 13: 32).
Jesús, como Hijo del Hombre, es igual a cualquier ser humano pero sin pecado. Como humano sólo puede acceder a los misterios que Dios quiera revelarle. El futuro pertenece a Dios y le está vedado como hombre. Desconocemos todo sobre como se interrelacionan las dos naturalezas que subsisten en Cristo, la humana con la divina. Cuando Jesús aceptó hacerse hombre se dispuso a serlo enteramente, con todas las consecuencias, y a humillarse a lo sumo hasta la muerte de cruz (Filipenses 2: 6-8). En su condición de criatura humana le estaba vedado acceder a lo que no había sido revelado por Dios y a nada que no fuera la voluntad de Dios revelar.
Analicemos ahora el episodio de la mujer que tenía flujo de sangre y fue sanada por Jesús:
Mateo 9: 19-22: “(19) Y se levantó Jesús, y le siguió con sus discípulos. 20 Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; 21 porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva. 22 Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora.”
Marcos 8: 43-48: “(43)Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, 44 se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. 45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado? 46 Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí. 47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. 48 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.”
¿De verdad ignoraba Jesús quién le había tocado entre aquella multitud?
Como ser humano no tenía por qué saberlo. Estaba entre una multitud, y se supone, que la mujer con flujo de sangre accede a Él por su espalda para evitar ser vista. No obstante, en mi opinión, Jesús, supo desde el primer instante quien era esa persona, y que le había tocado poniendo su mucha fe en Él, por ese motivo decidió curarla, y por eso el sabía que había salido poder sanador de su divinidad. Precisamente Cristo al preguntar “¿Quién es el que me ha tocado?”, no estaba reconociendo su ignorancia, sino dando pie a la mujer sanada a que se identificase y confesase la obra milagrosa realizada en su cuerpo para que este nuevo milagro no quedase desapercibido y fuese también para honra y gloria de Dios. Fue una forma educada, amable, deferente y respetuosa con la libertad de la mujer, para no señalarla abierta y directamente, que hubiese sido mucho más embarazoso para esta mujer que no deseaba ser descubierta. Él le dejó la libertad de no identificarse.
8. Conclusión
La Santa Biblia nos ha revelado a un Dios que es uno y trino a la vez. Sin embargo, no debemos confundir que las tres personas divinas conformen un “Triteísmo”, porque la Biblia enseña claramente que, aunque haya una triple manifestación en tres personas, forman un único Dios, una Unidad perfecta, en esencia, naturaleza, carácter, propósito y acción.
Tres personas y, sin embargo, un solo Dios. Nadie podía, ni por asomo, imaginar a Dios de tal manera si esta gran verdad no hubiera sido revelada por la Biblia. Lo finito no puede abarcar lo infinito. Nuestra razón no lo puede entender. Sólo si estudiamos las Sagradas Escrituras de Dios, y las aceptamos con fe, reconoceremos que esta maravillosa y misteriosa doctrina es una verdad revelada más. Dios es infinito, y como criaturas que somos, no podemos pretender abarcarle, sino que humildemente debemos aceptar lo que Él ha querido revelarnos.
Por tanto, si la Escritura afirma que Dios es uno (Marcos 12:29, 30, Efesios 4:3-6, Deut. 6:4, 1 Timoteo 2:5), y a la vez se manifiesta como tres personas debemos aceptarlo:
Isaías 44:6, 8 (véase además: 45:18,21; 46:9,10): “6 Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios. 8 No temáis, ni os amedrentéis; ¿no te lo hice oír desde la antigüedad, y te lo dije? Luego vosotros sois mis testigos. No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno.”
Deuteronomio 6:4, (Véase también 4:39): “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”.
Marcos 12:29-30: “29 Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. 30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.”
Juan 10:30: “30 Yo y el Padre uno somos.”
Juan 14:9-11: “9 Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? 10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. 11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.”
Juan 17:3, 21: “3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. 21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.”
Efesios 4:3-6: “4 un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación 5 un Señor, una fe, un bautismo, 6 un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.”
1 Timoteo: 2:5: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,”
En el siguiente texto de Mateo 28, de ningún modo podemos obviar la existencia de tres personas en un solo Dios. Este versículo no puede ser más claro porque aparecen perfectamente delimitadas, diferenciadas y en pie de igualdad las tres personas que componen la Trinidad. Nótese que el pasaje se refiere a “el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, o sea, nombre está en singular, aunque se refiere a tres personas distintas. No dice “los nombres”, por lo que se infiere la existencia de la unidad de las tres Personas en un solo Dios.
Mateo 28:19: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”
Sin pretender ser exhaustivos citamos también el texto de 2ª Corintios 13;14, en el que se presentan igualmente las tres personas de la Deidad en acción:
2ª Corintios 13:14 (Véase además: Rom. 8:9; 1ª Cor. 12:3-6; Efesios 4:4-6; 1ª Pedro 1:2; Judas 20,21)
“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén”
Esta gran verdad revelada sólo en la Biblia no la podemos entender, al ser rechazada por nuestra razón. Sólo cuando estudiamos la Palabra de Dios con fe, podemos reconocer y aceptar esta maravillosa doctrina. Dios es infinito, y como criaturas que somos, no podemos pretender abarcarle, sino que humildemente debemos aceptar lo que Él ha querido revelarnos.
En los primeros versículos del libro del Génesis ya se atisba que Dios es uno en una pluralidad de personas. En Génesis 1:26, al referirse a Dios, que se traduce de la palabra Elohim con forma plural, se usa también el plural hagamos esto requiere que por lo menos la Deidad esté formada por dos personas. Asimismo, es igualmente significativo que existan muchos otros versículos en que se usa también la forma plural, como por ejemplo Génesis 3:22: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal…” (Véase además Génesis 11:7: Daniel 7:9-17; etc.). Por otro lado, en Génesis 1:2 se nos describe a la tercera persona de la Trinidad actuando también en la Creación del mundo: “…El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas….”.
Por otra parte, no es extraño que los judíos no vislumbraran que Dios existía y se manifestaba en tres personas distintas. Entre otras cosas porque aun no estaba plenamente revelado en el AT. Si la mayoría de ellos, especialmente los dirigentes, escribas y fariseos, no fueron capaces de reconocer en Jesús al Mesías que tanto deseaban que viniese, mucho menos reconocerían que Él formaba parte de Dios o procedía de Dios. A pesar que en Jesús se cumplían perfectamente las características del Siervo de Jehová, que se describen en Isaías 52 y 53 (con Mateo 11:5) y las profecías sobre su nacimiento milagroso de una virgen (Isaías 7:14) y su rango de Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz (Isaías 9:6), no quisieron reconocerlo como el Mesías esperado, por su dureza de corazón.
Por otra parte, deberíamos ser capaces de apreciar la diferencia esencial que existe entre el Hijo de Dios, el unigénito del Padre (Juan 1:14), el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre. (Juan 1:18; véase además Juan 3:16, 18; 1 Juan 4:9), y las demás criaturas de Dios, como son las terrenales, las celestiales, criaturas espirituales llamadas ángeles o de otros planetas habitados que pudieran existir en el Universo.
A fin de hacer esa diferenciación entre hijos, criaturas, o sea, seres creados por Dios, y el Hijo de Dios como ser único, singular y no creado, el apóstol Juan introduce aquí, por primera vez, el término unigénito que procede de la palabra griega monogenés.
Incomprensiblemente, también, incorrecta e interesadamente, algunos le han dado a la palabra unigénito el significado de “único engendrado”, tergiversando el verdadero sentido de la palabra griega monogenés. Claramente este término griego está compuesto de mono, que significa único, sin par, solo, singular, etc., y genés: género, clase, descendencia, casta, tribu, etc. Por tanto, si atendemos fiel y cabalmente a la etimología de la palabra citada no cabe obtener otro sentido que el siguiente: único en su género, o simplemente único. Monogenés igualmente se traduce único y única en Lucas 7:12 y 8:42. Y en Hebreos 11:17, al hijo que Abraham tuvo según la promesa de Dios, Isaac, también se le denomina unigénito, es decir, monogenés. Tampoco en este caso, tendría sentido traducirlo como el único hijo engendrado por Abraham, porque sabemos que no fue el único engendrado, pues tuvo antes a Ismael. Por el contrario, aquí unigénito también tiene el sentido de hijo singular, especial y único, el de la promesa, porque en él serían benditas todas las naciones y de cuya descendencia o linaje procedería Jesús, el Salvador.
Unigénito no se refiere, pues, al origen del Hijo de Dios sino a su naturaleza. Por otro lado, es lógico que sea así, ya que Jesús es el único igual al Padre, no sólo en sustancia sino también en naturaleza, porque es el Hijo de Dios. Análogamente, si los hijos de la familia humana necesariamente tienen que tener la naturaleza humana, ¿Por qué el único Hijo de Dios no va a poseer la naturaleza divina, y ser consustancial al Padre, y uno con Él (Juan 1:1; 10:30; 14:7-11; Fil. 2:6-8; etc.)?. Unigénito, significa, pues, en este contexto, el único con la misma naturaleza que el Padre (véase Lucas 1:35: “…el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.”). En este texto se demuestra la humanidad y divinidad de Jesús.
Tal es este el sentido de unigénito que, incluso, algunos manuscritos antiguos inciden más claramente en esta interpretación cuando traducen Juan 1:18, de la siguiente manera: “A Dios nadie le vio jamás: el unigénito Dios,…”. Y la Santa Biblia, Nueva Reina-Valera 1988-1990, traduce el mismo versículo así: “A Dios nadie lo vio jamás: el Hijo único, que es Dios, que está en el seno del Padre, él lo dio a conocer.”
De este modo podemos entender la desproporcionada reacción que tuvieron los judíos cuando Jesús afirmó “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). “Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.” (Juan 10:31). Para la ley de Moisés (Levítico 24:16) cualquiera que blasfemara el nombre de Dios debía morir apedreado.
Los judíos comprendieron que las palabras de Jesús significaban que era de la misma naturaleza que el Padre, por eso acto seguido dieron razón por la que querían matarle: “…porque tú, siendo hombre, te haces Dios. (Juan 10:33 úp.). “Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? (35) Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), (36) ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy? (Juan 10:34-36). Véase además Mateo 26:63, Marcos 14:61, 62, Lucas 22:67-70, en que Jesús mismo confiesa que es el Hijo de Dios, y en Mateo 17:5 es Dios Padre quien declara que Jesús es su Hijo amado ( Véase también 2ª Pedro 1:17).
Jesús al autodenominarse Hijo de Dios se hacia igual a Dios, no un dios como aquellos a quienes vino la palabra de Dios a los que se refería Jesús antes, a los cuales se les daba este título porque representaban a Dios en sus funciones de gobernantes, sino en el sentido de Dios mismo, el Creador del Universo. Los judíos nunca podían confundir al Dios único, Creador, con cualquier hombre que por ostentar cierta privilegiada posición de poder y responsabilidad dada por Dios, recibía también el título de dios en el AT.
Jesús no era ese tipo de dios equiparable al título que recibían, los profetas, jueces, o algunos legisladores del AT. De ser así no hubieran intentado apedrearle. Los judíos tenía bien claro que no podían dar a un hombre, la gloria y honra que sólo pertenecía a Dios. Eran celosos en cumplir la ley, “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3), y “Al Señor tu Dios adorarás y al solo servirás. “(Deut 6:13; Mt. 4:10). Cuando Tomás, el apóstol incrédulo, confesó, ¡Señor mío, y Dios mío!, estaba dando, con toda seguridad, a Jesús, el título de Dios con mayúsculas, como el Creador, y no solamente considerándole un hombre con poder.
Veamos como el autor del libro de Hebreos vuelve a incidir en lo que venimos afirmando, al referirse al Hijo de Dios como la imagen misma de su sustancia [la de Dios]. El Hijo de Dios, Creador del Universo junto con el Padre, no puede dársele el titulo de un dios menor o semidiós, no sería congruente, ni compatible con toda la Revelación bíblica (Ver también Colosenses 2:9):
Hebreos 1: 1-3:
“1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,” 4 hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos.
¿Fue el Hijo de Dios el primer Ser creado o engendrado por Dios superior a los ángeles e inferior a Él mismo?
Algunos también han interpretado incorrecta o equivocadamente Hebreos 1: 5 que hace alusión al Salmo 2:7 : “Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy.”. Para no torcer las Sagradas Escrituras siempre hay que evitar interpretar textos aislados de su contexto. Por otro lado, siempre hay que dejar que sea la propia Santa Biblia la que se interprete así misma. Por tanto, en lugar de pretender que prevalezca nuestra interpretación particular, en éste o cualquier otro tema, debemos antes averiguar propiamente y someternos al uso y significado que le dan los apóstoles de Jesús. Aceptemos, pues, el sentido que dan ellos al texto de Salmos 2:7.
Hebreos 1: 5-14:
5 Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo? 6 Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios. 7 Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego. 8 Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino. 9 Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros. 10 Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos. 11 Ellos perecerán, mas tú permaneces; Y todos ellos se envejecerán como una vestidura, 12 Y como un vestido los envolverás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo, Y tus años no acabarán. 13 Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? 14 ¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?
El contexto indica en que momento es engendrado el Hijo de Dios: “cuando [Dios] introduce al primogénito en el mundo” (Hebreos 1:6 pp.). Es decir, el contexto está hablando de la encarnación de Jesús por medio de la virgen María: “Y pensando él [José] en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.” (Mateo 1:20).
No obstante, el apóstol Pablo relaciona el Salmo 2:7 con la resurrección de Jesús: “La cual [el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres -verso anterior] Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy.” (Hechos 13:33).
¿Qué nos está diciendo San Pablo aquí? Pues que con la resurrección de Jesús, se cumple, culmina y confirma la promesa de salvación prometida en el AT. La resurrección es no sólo la prueba de la victoria del Hijo de Dios sobre el pecado y la muerte sino también que Él es quien dice ser: el único Hijo de Dios (Romanos 1:4), que mediante la encarnación ha logrado rescatar a la perdida humanidad. Por eso Pablo vincula el Salmo segundo “Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy”, que se refiere al momento de la encarnación, con la resurrección, porque sólo por aquélla, Dios rescata a la Humanidad.
Así pues, la Encarnación, nacimiento de una virgen, vida perfecta y santa, muerte y resurrección de Jesús, consuman y configuran las buenas nuevas de la salvación en Cristo. Igualmente, el autor del libro de Hebreos relaciona el mismo Salmo 2:7 con la función sumo sacerdotal que Jesús realiza en el Cielo, después de su resurrección (Hebreos 5:5). Porque si Jesús no hubiese sido engendrado como hombre, es decir, si no hubiera tomado la naturaleza humana cuando se encarnó, tampoco hubiese podido ser nuestro representante y mediador (1ª Timoteo 2:16). También gracias a su encarnación “…no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios;” (Hebreos 9:24).
Jesús, después de su muerte expiatoria, por haber conseguido muchos hijos para la gloria, también recibe el título de Primogénito (Romanos 8:29), y Primogénito de los muertos, porque por su sacrificio expiatorio son rescatados de la muerte muchos hermanos (Colosenses 1:18; Apocalipsis 1:5). Y como dice San Pablo “para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:18 pú), también se le da el nombre de Primogénito de toda creación, “porque en Él [el Hijo de Dios] fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él.” (Colosenses 1:17). Estos versos tienen relación con Apocalipsis 3:14: “…He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios….”, que a su vez se vincula con Juan 1:1 y Apocalipsis 1:8: “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.”; (Véase también Apocalipsis 21:6; 22:13).
No podemos, pues, quedarnos sólo con la humanidad de Jesús, pues eso significaría que no aceptamos la Palabra de Dios, tal y como nos ha sido revelada. La Santa Biblia, que ha superado, durante cientos de años, todas las pruebas de autenticidad y de verdad a la que fue sometida por sus detractores, declara con firmeza y claridad que Jesús es el Hijo de Dios, y Dios igual al Padre (Juan 1:1-3). Creemos que en el cuerpo de este estudio se han aportado suficientes textos que demuestran no sólo la preexistencia de Jesús sino también su Deidad. Por tanto, no vamos a repetirlos de nuevo (Por ejemplo: Juan 8:58; 17:5; Juan 1:1-5; Filipenses 2:6-9; Colosenses 2:9; 1ª Timoteo 3:16; Hebreos 1:8-13; etc.).
Como hombre, es decir, una criatura de Dios, Jesús, debía sumisión no sólo a Dios Padre (Juan 14:28; Lucas 24:36), sino también a sí mismo en cuanto era simultáneamente Dios. Puesto que, en su humanidad estaba inserta, también, su Deidad, es lógico y natural que se manifestase, también, ésta a través de aquélla, pero veladamente, sin dejar translucir la gloria de Dios.
Ignoramos, porque no se nos ha revelado, cómo se efectúa la interrelación entre las dos naturalezas de Jesús. Obsérvese que no podemos referirnos al Jesús hombre y al Jesús Dios, puesto que eso sólo sería posible si fueran dos personas distintas, lo cual no es el caso que nos ocupa. Por tanto, debemos aceptar por fe lo que se nos ha revelado, y no tratar de resolver lo profundo e insondable de la Divinidad de una forma simplista, rechazando de plano la naturaleza divina de Jesús. Si negamos, de esta manera, la evidencia bíblica lo único que conseguiríamos es no entender nada de la Biblia, y poco a poco llegaríamos a dudar no sólo de la inspiración y verdad de la misma sino que haríamos mentiroso a Jesús (1ª Pedro 2:22: “el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;”) y a Dios Padre (Hebreos 6:17,18). Si Jesús no fue el que dice la Biblia que es, la Biblia sería un inmenso e inconmensurable fraude ¿A quién acudiríamos para recibir vida eterna? (Juan 6:68).
Aunque los milagros y obras que los discípulos de Jesús realizaron eran semejantes a las que Él mismo hacía, pues no olvidemos que dichos milagros, en ambos casos, provenían de Dios, es innegable que las obras de Jesús tenían el sello o la impronta de la Deidad. En Jesús existía una autoridad y poder sobrenatural procedente de su naturaleza divina y de su perfecta unión con el Padre que no tuvieron nunca los hombres de Dios de cualquier época. Creo que sería innecesario volver a enumerar las obras sobrenaturales de Jesús, como la alimentación de cinco mil personas, calmar la tormenta a su orden, caminar sobre las aguas, las curaciones espectaculares, resurrecciones de personas muertas, realizadas con sólo su Palabra, un acto de su misma voluntad que coincidía siempre con la del Padre.
Jesús se autoproclama como la resurrección y la vida (Juan 11:25). Además, Jesús sabe todo el futuro, las cosas que han de suceder que sólo son conocidas por Dios desde el principio (Mateo 24:3-35; Lucas 19:41-44; 21:20). Conoce a cada persona por su nombre (Juan 1:42, 50; 19:5; etc.), predice sus sufrimientos, que iba a morir y resucitar al tercer día. Él es el que transmite a sus discípulos el poder y la autoridad de hacer milagros (Mateo 10; Marcos 3:14,15; 6:7; Lucas 9:1). Solo Jesús conoce a Dios (Mateo 11:27). Por último, un detalle más, que pasa desapercibido pero que sólo Dios es capaz de hacer:
Aunque existen muchas más evidencias de la divinidad de Jesús, no deseamos ser más prolijos. Los que busquen la verdad sin prejuicios, ideas preconcebidas, con sinceridad y pidiendo a Dios humildemente en oración, sabiduría e inspiración, sin lugar a dudas, la encontrarán estudiando con fervor Su Palabra, la Santa Biblia.
Sólo hay una dificultad: la falta de fe. Ya hemos dado, en este estudio, multitud de argumentos y pruebas de la divinidad de Jesús. Por tanto, el creer en ella dependerá del grado de entrega, sinceridad e independencia de criterio con el que estudiemos la Palabra de Dios. Si el lector desea ampliar sobre este tema le remito a esta misma web donde encontrará más artículos relacionados con la Trinidad.
Con la ayuda de Dios, espero haberle contestado adecuadamente a sus argumentos, no obstante, si desea hacer alguna aclaración o comentario a este estudio o a cualquier otro, puede dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com
Bendiciones
Un abrazo
Carlos Aracil Orts
http://www.amistadencristo.com
Referencias bibliográficas
* Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo que se indiquen otras versiones distintas. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.