El Misterio de la Piedad
Versión: 19-12-2016
Carlos Aracil Orts
1. Introducción*
Estimado Víctor, me alegro de que me haya contactado, y le agradezco que me hiciera las siguientes preguntas:
“¿Me podría explicar el misterio de la piedad, y si Dios es uno por qué enseñan que es uno y tres? ¿Me podría dar una interpretación de esta porción de la Escritura: 1 Co. 15:25-28?” (Víctor).
Las tres cuestiones que me plantea son muy importantes, y, sin duda, están perfectamente relacionadas: el Misterio de la Piedad –“Dios manifestado en carne” (1 Tim. 3:16); el misterio de un único Dios, revelado, en las Sagradas Escrituras, como tres Personas –el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; y una pequeña porción del Nuevo Testamento (NT) que está inserta en el capítulo 15 de la primera epístola de Pablo a los Corintios, que se refiere al evento esencial o fundamental del cristianismo, la resurrección gloriosa de Cristo, que es la solución al pecado que cometieron Adán y Eva y a la muerte eterna consecuencia del pecado. Comprobémoslo: “si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. (18) Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. (19) Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. (20) Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho” (1 Corintios 15:17-20).
El apóstol Pablo nos revela que si Cristo no hubiera muerto y resucitado, no existiría esperanza alguna para la vida eterna de ninguna criatura humana; lo que demuestra la falsedad de la popular doctrina filosófica-cristiana, de que el alma o espíritu del ser humano es inmortal, y que sobrevive a la muerte de forma consciente, con independencia del cuerpo material. Sin embargo, la realidad que nos revela la Palabra de Dios, que se deduce de que “si Cristo no resucitó…entonces también los que durmieron en Cristo perecieron” (1 Co. 15:17,18), es que no existe vida después de la muerte sin que haya habido previa resurrección de los muertos. Pero este tema, abordado en varios artículos de esta web, lo he mencionado solo de pasada, porque vino muy a propósito, por estar relacionado con los textos que se me solicita interpretar en esta ocasión, y que, a continuación, transcribo, para analizarlos en el cuerpo de este estudio bíblico:
1 Corintios 15:25-28: Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. (26) Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. (27) Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. (28) Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.
En el cuerpo del presente estudio bíblico, trataré de explicar, lógicamente dentro de mis límites y de lo revelado por la Santa Biblia, el Misterio de la Piedad junto al misterio de un Dios en tres Personas, y finalmente haré una exégesis de los textos citados arriba, del capítulo 15 de la primera carta a los Corintios. Pero añadiré los versículos 21 a 24, del contexto inmediato, por ser necesarios para mejor entendimiento de los restantes pasajes.
2. El Misterio de la Piedad
Según algunas acepciones tomadas del Diccionario RAE, y que resumo, “misterio” significa algo “que no se puede comprender o explicar”. “En la religión cristiana, cosa inaccesible a la razón y que debe ser objeto de fe”. Y la palabra “piedad” una “virtud que inspira, por amor, actos de amor y compasión, o bien, amor que se consagra a los padres…”.
En cualquiera de las acepciones, la piedad viene del amor, porque si no hay amor tampoco tendremos piedad, y viceversa. El Misterio de la Piedad es, pues, el misterio del “gran amor con que nos amó Dios” (Ef. 2:4), “que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”, y “siendo [Sus] enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Ro. 5:8,10).
El Misterio de la Piedad, al que nos referimos aquí, que no es algo genérico sino muy específico, ha sido designado así por la Sagradas Escrituras, refiriéndose a que “Dios fue manifestado en carne” (1 Ti. 3:16). Pero una parte importante de este misterio ya ha sido desvelado por Dios en Su Palabra. Veámoslo:
1 Timoteo 3:16: E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria.
“Y aquel Verbo –que estaba con Dios Padre desde la eternidad, que también formaba parte de la Divinidad– fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Jn. 1:1-4,14). Leamos los pasajes completos:
Juan 1:1-4,14: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. (2) Este era en el principio con Dios. (3) Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. (4) En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres […] (14) Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
El Misterio de la Piedad es, pues, “el misterio de Cristo, (5) misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: (6) que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio, […] el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, (9) y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; (10) para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, (11) conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ef. 3:5,6, 8-11; cf. Ro. 16:25-27); es, también, “el misterio del Evangelio” (Ef. 6:19).
Fijémonos en el gran misterio que nos es revelado, especialmente en los últimos textos citados (V. 10-11): “la multiforme sabiduría de Dios”, que se manifiesta esencialmente en “el Evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”, es “ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales” (Ef. 3:6,10). Es decir, es la Iglesia de Cristo la que da a conocer “la multiforme sabiduría de Dios” “a los principados y potestades en los lugares celestiales (Ef. 3:6,10; cf. 1 Co. 4:9; He. 12:1).
Cristo es la sabiduría de Dios, “sabiduría oculta la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, (8) la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria” (1 Co. 2:7-8; cf. Pr. 8). El Misterio de la Piedad es “el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos […] es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1:26-27).
El Misterio de la Piedad es Cristo “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, (7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (9) Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, (10) para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; (11) y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:6-11).
Colosenses 2:2,3, 6-9: … unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, (3) en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. […] (6) Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; (7) arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias. (8) Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. (9) Porque en él [Cristo] habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,
El Misterio de la Piedad es, también, el misterio del “gran amor con que nos amó Dios” (Ef. 2:4), “que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”, y “siendo [Sus] enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Ro. 5:8,10).
Juan 15:13: Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.
Efesios 5:2: Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.
Tito 3:4-7: Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, (5) nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, (6) el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, (7) para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.
1 Juan 3:1: Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.
Al Misterio de la Piedad se opone el “misterio de la iniquidad”, que se describe en 2ª Tesalonicenses 2, especialmente desde el versículo 7. “El misterio de la iniquidad” es lo contrario del Misterio de la Piedad, pues es el ejercicio del egoísmo, la maldad y el odio, pero no necesariamente manifestados abiertamente, sino de forma encubierta, con apariencia de bondad y amor, pues cuando la maldad se muestra tal cual es no puede engañar ni confundir a nadie. El “misterio de iniquidad” representa la acción de Satanás y sus ángeles caídos, que también obran a través de sus seguidores, y, en ocasiones, “con gran poder y señales y prodigios mentirosos” (2 Tes. 2:9), “el cual [el diablo] engaña al mundo entero” (Ap. 12:9).
Todo esto sin duda a nadie se nos oculta, porque todos hemos observado y hasta experimentado que en este mundo existe mucha maldad y mucho engaño y mentiras por doquier; por eso no podemos dudar de la verdad que nos presenta la Palabra de Dios: el gran conflicto entre las potestades del bien y del mal (Leer Efesios 6:10-18), representadas por los dos misterios: el de la Piedad –Dios hecho carne en Jesucristo–, y el de la iniquidad –Satanás y sus demonios, actuando a través de sus hijos (ver Juan 8:44); los cristianos estamos advertidos y nunca seremos engañados si atendemos a las claras enseñanzas de la Palabra de Dios. Jesucristo, Dios y hombre, tuvo que morir en la cruz para rescatarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte. Él venció “por medio de su muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (Hebreos 2:14).
El Misterio de la Piedad se manifiesta en el Evangelio, que es poder de Dios para salvación.
“El Evangelio es poder de Dios para salvación” (Romanos 1:16), y cuando creemos sinceramente en Él y lo obedecemos, nos transforma a semejanza de nuestro amado salvador Jesús. ¿Dónde está, pues, la clave para que nuestras vidas den el fruto esperado por Dios? Es sencillo: la Palabra de Dios nos santifica cuando leemos, entendemos y obedecemos de corazón todo lo que dice, teniendo en cuenta que lo que afecta y vincula a los cristianos es todo el Nuevo Testamento.
3. El Misterio de la Trinidad: un solo Dios en tres Personas
Respondo ahora su segunda cuestión:
«¿Si Dios es uno por qué enseñan que es uno y tres?”
La humanidad también es una y sin embargo la componen millones de personas. Es absolutamente claro que todos los seres humanos pertenecemos a un único género o raza que es la humana; no hay varias humanidades, pues todos somos, igualmente, de carne y hueso.
Pues bien, la Divinidad, que también es una, la componen solo Tres Personas (piense usted en una familia formada por padre, madre e hijo). Un solo Dios que está formado por tres Personas de la misma sustancia y esencia: son Espíritu puro, y la segunda Persona de esta Divinidad, además, hace poco más de 2.000 años, tomó cuerpo humano, es decir, se hizo carne y hueso, como nosotros, tomó la naturaleza humana, pero sin dejar la naturaleza Divina, y para ello, Dios –la Divinidad– hizo el milagro de que la virgen María concibiera sin intervención alguna humana, y que lo que en ella fue “engendrado, del Espíritu Santo es” (Lea Mateo 1:20-25; Lucas 1:30-38).
Dios no se habría manifestado en carne (1 Tim. 3:16), es decir no se hubiera encarnado en Jesucristo, si en Dios no concurrieran tres Personas distintas, pero perfectamente unidas entre sí. Les une que las tres Personas tienen en común la misma esencia o sustancia, es decir, son Espíritu puro (Jn 4:24); las tres son divinas porque no tienen principio ni fin, existen desde la eternidad hasta la eternidad, no han sido creadas por nadie. Forman la “Familia Divina” –Padre, Hijo y Espíritu Santo–; también les une un amor infinito que se prodigan entre sí y que proyectan sobre todas sus criaturas. Si Dios fuera una sola Persona habría necesitado de sus criaturas para poder tener el objeto de Su amor, y, por tanto, dependería de Su creación para ser perfecto o completo en sí mismo.
Un Ser único, infinitamente todopoderoso, seguramente sufriría de una soledad absoluta aunque estuviera rodeado de sus millones y millones de criaturas, porque no tendría nadie, de su condición divina, con el que pudiera relacionarse.
Las criaturas, por ser finitas, no pueden conocer, comprender o abarcar lo infinito; solo una Persona divina es capaz de conocer a otra Persona divina. Por eso Jesús dijo: “nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo” (Lc. 10:22), “todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío” (Jn. 17:10), “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre … Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras” (Jn. 14:9,11), “Yo y el Padre uno somos” (Jn.10:30).
Solo entre dos Personas que tienen el mismo rango divino puede existir esa intimidad. Es tal la unidad que existe entre las tres Personas divinas que actúan al unísono para realizar todas sus obras (Gn. 1:1-2); y aunque, en el Plan de la Salvación de la humanidad, cada Persona tiene asignada una específica función, “Dios [la Trinidad divina] estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:19). Es decir, en esta obra de reconciliación están las tres Personas divinas involucradas. Quizá tenemos que aprender a pensar que cuando, en las Sagradas Escrituras, aparece la palabra “Dios” no se está refiriendo solo al Padre sino que Dios comprende la Trinidad; puesto que Dios no es una Persona sino tres que obran siempre conjuntamente y en perfecta sintonía, puesto que no son tres Dioses independientes entre sí. Veamos, por ejemplo, como también en los siguientes textos, no es solo Dios el Padre el que “muestra su amor para con nosotros” (Ro. 5:8), porque ¿acaso no nos aman igualmente el Hijo y el Espíritu Santo? ¿No son ellos también Personas divinas que conforman la Divinidad?
Romanos 5:8-11: Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (9) Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. (10) Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. (11) Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.
2 Corintios 5:14-21: Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; (15) y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. (16) De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. (17) De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (18) Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; (19) que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (20) Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. (21) Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.
Efesios 2:4-8: Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, (5) aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), (6) y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, (7) para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. (8) Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;
El Padre envía al Hijo para darse a conocer y para redimir a la humanidad caída. Y el Padre y el Hijo envían al Espíritu Santo, el cual “convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. (9) De pecado, por cuanto no creen en mí; (10) de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; (11) y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. […] (13) Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. (14) El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. (15) Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:8-15).
El misterio de la Trinidad daría para escribir muchísimas páginas, pero finalmente, debemos conformarnos con lo que se nos ha revelado en las Sagradas Escrituras, y no tratar de abarcar, con nuestra finitud, la infinitud de Dios. Debemos ser humildes y aceptar por fe todo lo que las Sagradas Escrituras manifiestan al respecto. Por otra parte, en este corto espacio solo he pretendido abordar algunos aspectos del misterio de la Trinidad. No obstante, si el lector lo desea, puede ampliar leyendo los artículos, que abundan en este tema, cuyos vínculos indico en el apartado referencias bibliográficas. (1)
4. Mi interpretación de 1ª Corintios 15:21-28
Como dije en el apartado de la introducción, la interpretación de la porción de la Palabra de Dios que me solicita mi lector, la realizaré comenzando desde el versículo 21 del contexto inmediato, por ser estos versículos hasta el 24 necesarios para mejor entendimiento de los restantes pasajes. Leamos primero los textos a que me estoy refiriendo:
1 Corintios 15:21-28: Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. (22) Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. (23) Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. (24) Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. (25) Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. (26) Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. (27) Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. (28) Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.
“Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. (22) Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Co. 15:21-22).
El Verbo se hizo carne para rescatar a la humanidad perdida a causa del pecado de Adán. Jesucristo, que es “el postrer Adán” (1 Co. 15:45), es enviado por el Padre “para salvar lo que se había perdido” (Mt. 18:11; Lc. 19:10). Por un hombre [Adán] entró la muerte a todos los hombres (Ro. 5:12) y “también por un Hombre [Cristo] la resurrección de los muertos” (1 Co. 15:21); y todos los que son de Cristo serán vivificados y resucitados en el día del fin del mundo. Por eso, el apóstol Pablo, sigue diciendo: “Pues si por la transgresión de uno solo [Adán] reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia” (Romanos 5:17). Adán primer representante de la humanidad trajo la muerte a la misma, y Cristo, el postrer Adán “ nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, (10) pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Timoteo 1:9-10). Este es el Plan de Salvación para la humanidad de nuestro amoroso y misericordioso Dios.
“Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida” (1 Co. 15:23).
La resurrección de Cristo es la victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo, y es también nuestra victoria, lo que nos da la seguridad de que todos los que somos de Cristo seremos resucitados el día de Su segunda venida (1 Tes. 4:13-18).
1 Tesalonicenses 4:13-18: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. (14) Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. (15) Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. (16) Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. (17) Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. (18) Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.
“Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia” (1 Co. 15:24).
Pero todavía vivimos en un mundo en el que impera la maldad, subyugado por el diablo, y es necesario que todos los hijos de Dios sean llamados, regenerados y salvados, y, por otra parte, los hijos de Satanás –como dijo Jesús a los fariseos: “vosotros sois de vuestro padre el diablo” (Jn. 8:44)– deben ser reconocidos e identificados; el trigo y la cizaña crecerán juntos y cuando maduren se sabrá quién pertenece a un grupo o a otro, según sean sus frutos; y entonces “Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, (42) y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. (43) Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga. (Mt. 13:41-43; véase desde el v. 24). Esto ocurrirá en el día de la segunda venida de Jesús (1 Tes. 4:13-18). Luego los santos serán trasladados al Paraíso Celestial donde reinarán con Cristo durante mil años (Ap. 20:1-10). Y al final de los mil años serán resucitados los malvados para juicio y muerte eterna (Ap. 20:7-15; cf. Jn. 5:28,29). Y, por tanto, “suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia”; finalmente, Cristo culminará su misión de rescate de la humanidad y de establecimiento de su reino, el cual entregará al Padre, que se lo encomendó.
“Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Co. 15:25).
Cristo está reinando desde el Cielo y morando en cada creyente mediante su Espíritu Santo, que Él envía (Mt. 28:20; Lc. 24:49; Jn. 14:16-18,26; 20:22; Hch. 1:8), y también llamando a la puerta de los corazones de todos los que han de ser salvos (Ap. 3:20-22). Cuando acabe este proceso, Él vendrá, y todos sus enemigos serán destruidos (Mt. 13:41-43; 24:30-51).
“Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte” (1 Co. 15:26).
Se personifica la muerte como un enemigo que es destruido porque Cristo con su vida impecable, muerte en la cruz y resurrección obtuvo la victoria sobre la muerte y el diablo (1 Co. 15:51-57; He. 2:14); aunque esta victoria, Cristo la obtuvo cuando resucitó, los creyentes no la experimentarán realmente hasta el momento de su segunda venida, como ya hemos visto anteriormente (véase Ap. 20:14-15; 21:4,8).
“Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas” (1 Co. 15:27).
Puesto que Cristo ha vencido con su vida impecable, muerte en la cruz y resurrección, “todas las cosas han sido sujetadas a él”; pues después de resucitar “Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). Desde ese momento, Jesús recibe todo el poder y es exaltado a la diestra del Padre (Hch. 7:56; Ro. 8:34; Ef. 1:20; Col 3:1; He 1:3; 10:12; 1 P. 3:22), lo que es símbolo de su divinidad, siendo glorificado con aquella gloria que antes de encarnarse tenía, cumpliéndose también la oración que hizo al Padre cerca del final de su vida terrestre (Jn. 17:1-5): “Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; (2) como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. (5) Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Juan 17:1-5). “Aquel que sujetó a Él todas las cosas” no es otro que Dios, el Padre.
Hechos 7:55-56: Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, (56) y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios.
Romanos 8:34: ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
Efesios 1:20: [la fuerza de Dios] la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales,
Colosenses 3:1: Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
Hebreos 1:1-3: Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, (2) en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; (3) el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,
Hebreos 10:12: pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,
1 Pedro 3:22: [Cristo] quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades.
“Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1 Co. 15:28).
Cuando lo que dice el texto ocurra, el conflicto o lucha entre el bien y el mal, entre los hijos de Dios y los hijos de Satanás habrá terminado; es decir, los santos estarán con Cristo reinando, y Satanás y todos sus hijos destruidos en la segunda muerte (Ap. 20:7-13; 21:8). Y Dios creará un Cielo nuevo y Tierra nueva “y Dios mismo estará con ellos como su Dios. (4) Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Ap. 21:1-8). Veamos el máximo contexto:
Apocalipsis 21:1-8: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. (2) Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. (3) Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. (4) Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. (5) Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. (6) Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. (7) El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. (8) Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
Cristo, como Hijo del Hombre glorificado y victorioso, entregará el Reino al Padre, porque el Plan de salvación de Dios habrá concluido, y existen “cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 P. 3:13). Y “el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1 Co. 15:28). De este último texto no es correcto deducir o interpretar que Cristo es inferior al Padre solo porque el Hijo se sujeta al Padre. Debemos tener en cuenta que el Verbo al hacerse carne “no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, (7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; (8) y estando en la condición de hombre, “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (9) Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, (10) para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; (11) y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil. 2:6-11). Leámoslo en su contexto:
Filipenses 2:5-11: Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, (6) el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, (7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; (8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (9) Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, (10) para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; (11) y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Jesucristo, el Hijo del Hombre es el que ha obtenido la victoria sobre el mal y Satanás, el que ha resucitado, y está sentado a la diestra del trono de Dios, que simboliza que está en pie de igualdad con el Padre. Además, observemos que el texto dice “para que Dios sea todo en todos”; es decir, Dios, que no se refiere solo al Padre, sino al Padre, Hijo y Espíritu Santo, será todo en todos, o sea, la presencia de la Divinidad, por la eternidad, satisfará dando la máxima plenitud de felicidad y bienestar a todos los hijos de Dios: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. (4) Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor;(G) porque las primeras cosas pasaron.” (Ap. 21:3-4).
5. Conclusión
Por todo lo que antecede, para interpretar correctamente los textos que usted me ha indicado, es necesario antes haber aceptado el misterio de Jesucristo –Dios y Hombre a la vez–, porque Jesucristo es de la misma sustancia que Dios, el Padre (Heb. 1:1-3; Col. 2:9; etc.), y que su subordinación al Padre fue asumida voluntariamente a fin de encarnarse como hombre y llevar a cabo el magnífico Plan de Salvación de Dios.
Dios da sabiduría a los humildes que le buscan con sinceridad, no pretendiendo que las cosas sean como a uno le gustaría que fuesen. Piense ahora por usted mismo: Si Cristo no es Dios, entonces es un dios menor, que ha creado el universo, porque así lo revela la Biblia, y, por lo tanto, esto significaría politeísmo; entonces, todo se desajusta, nada cuadraría en la Sagrada Escritura, y estaría en contradicción, con las palabras del propio Jesús, que son las del mismo Jehová, y que declaran “Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo servirás” (Dt. 6:13; Mt. 4:10). Si Jesús no fuera Dios no permitiría ser adorado, no podría perdonar los pecados, no tendría vida en sí mismo, etc.
Si no nos resultara convincente lo de que “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse” (Fil. 2:6), rechazaríamos un texto importante, pero no esencial. Este pasaje bíblico dice lo que dice –“no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse”–, y somos libres de aceptarlo o no. Por otro lado, no tendría ningún sentido, si Jesús no fuera Dios, que renunciara a su condición o rango de Dios, pues el que no es Dios no puede renunciar a lo que no es. El Hijo de Dios se sujetó voluntariamente a Dios Padre a fin de llevar a cabo el Plan de Salvación, y esa sujeción será por la eternidad: “Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1ª Co. 15:28).
Consideremos, por favor, otros textos que prueban la divinidad de Jesús, como, por ejemplo, Juan 1:1-3; Ro. 9:5; Col. 1:15-17; 2:9; He. 1:1,8; etc., etc.
¿Cómo, si Cristo Creó todas las cosas que existen, puede ser inferior a Dios Padre? ¿Puede un ser humano o un ángel de Dios crear todo cuanto existe? ¿No es Cristo también el Autor de la vida (Hch. 3:15)?
Existe una multitud de gente que encontrará muchos argumentos para hacer objeciones a los textos que prueban taxativamente que Jesús es Dios; pero esos miles o millones de personas, ¿qué han conseguido? Solo convertirse en incrédulos, rebajar el maravilloso Plan de Salvación de Dios, y pensar que la Revelación es falsa, que todo está amañado por los hombres para hacernos creer algo tan grandioso como que Dios se hizo carne –el Misterio de la Piedad (Juan 1:14; 1ª Tim, 3:16)– y que se rebajó hasta morir en la cruz, después de sufrir múltiples humillaciones y heridas, a fin de redimir o rescatar a la humanidad perdida.
Si Jesucristo no es igual a Dios ¿cómo se entiende que Él permitiera que sus discípulos, y otra gente a la que sanó, le adorasen (Mt. 28:17; Jn. 9:38; He. 1:6; Ap. 5:11-14)? ¿Puede adorarse a alguien que no sea Dios (Mt. 4:10; Lc. 4:8)? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios (Mr. 2:5; Lc. 5:20; Mt. 9:6; Mr 2:10; Lc. 5:24; etc.)?
Estimado hermano, dígame ¿quién es el único que tiene poder sobre la vida y la muerte?
“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. (18) Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan 10:17-18).
Estimado hermano, El Verbo –desde la eternidad y de acuerdo con el Plan Divino de salvación– aceptó subordinarse a Dios el Padre, para ser “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29), con su sangre preciosa, “como de un cordero sin mancha y sin contaminación, (20) ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros” (1 Pedro 1:19-20).
“Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. (12) Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:11-12). “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. (26) Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:25-26).
Eso mismo le pregunto yo a usted: “¿Crees esto?”.
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (7) Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. (8) Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. (9) Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? (10) ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. (11) Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras” (Juan 14:6-11).
Aquel Verbo (al que se refiere el apóstol Juan (1:1-14), que era Dios –Segunda Persona de la Divinidad– se hizo carne para rescatar o redimir a la humanidad, suprimiendo la muerte eterna, que afectaba a todos los descendientes de Adán, mediante Su vida, muerte y resurrección. “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados…” (2 Co. 5:19). Cristo, enviado por el Padre para hacer Su voluntad, también vino para anunciar el Reino de Dios, desenmascarar las obras del diablo y vencerle mediante su muerte en la cruz (He. 2:14).
Mateo 28:17-20: Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. (18) Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. (19) Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; (20) enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
Comparemos ahora dos importantes textos: uno del Antiguo Testamento con otro del Nuevo Testamento.
Dios de dioses y Señor de señores Deuteronomio 10:17: “Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses, y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible…” (Véase además: Sal. 136:2,3) |
El Cordero es Señor de señores y Rey de reyes Apocalipsis 17:14: “Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; …” (Véase también: Apoc. 19:13,16; 15:3). |
Este último verso de Apocalipsis 17:14 identifica claramente a Jesucristo, el Cordero de Dios, con el Señor de señores y Rey de reyes. Si lo comparamos con los textos de 1ª Timoteo 6: 14-16, vemos que tanto Jesucristo como Dios Padre reciben el mismo título de Rey de reyes y Señor de señores; compruébelo usted mismo, en el siguiente texto:
1ª Timoteo 6: 14-16: que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo, (15) la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, (16) el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.
Si quiere más evidencias bíblicas siga leyendo y comparando los siguientes textos:
Isaías 9:6-7: Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. (7) Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre.(C) El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.
Hermano, en Jesús estaba la vida (Jn.1:4) y Él es el Autor de la vida (Hch. 3:15). ¿Puede seguir creyendo que Jesús es un dios de segunda clase? ¿Quién puede dar, crear la vida sino solo Dios?
Apocalipsis 1:8-13: Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso. (9) Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. (10) Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, (11) que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. (12) Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, (13) y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.
Apocalipsis 1:17-18: Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; (18) y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
Quedo a su disposición en lo que esté en mi mano ayudarle, pero no para convencerle de nada, porque eso es algo entre usted y Dios. Oraré por usted.
Afectuosamente en Cristo
Carlos Aracil Orts
Referencias bibliográficas
*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
Abreviaturas empleadas para diversas traducciones de la Biblia:
Dios Habla Hoy-Latinoamericana, 1996 (DHH L 1996)
Nueva Versión Internacional 1999 (NVI 1999)
Reina-Valera, 1960 (RV 1960)
Biblia Latinoamericana, 1995 (BL95)
Biblia Latinoamericana, revisión 1995 (BLA95)
AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento
pp, pc, pú referidas a un versículo bíblico representan «parte primera, central o última del mismo».
(1) Aracil Orts, Carlos, https://amistadencristo.com
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