¿Imparte el Espíritu Santo poderes milagrosos a la Iglesia cristiana actual como lo hizo a la Iglesia primitiva?

Versión 06-08-13

Carlos Aracil Orts

1. Introducción

Estimada hermana Liliana, primero de todo, le agradezco su amable comentario sobre mi artículo: ¿Cuándo recibe un cristiano el Espíritu Santo? Y a continuación voy a tratar de explicarme mejor, porque usted parece que no entendió bien lo que escribí en el citado artículo, pues me dice lo siguiente:

“Lo que no entiendo es cómo, después de que usted estudia tan profundamente lo referente a este tema, puede afirmar que esa manifestación del Espíritu Santo, de la forma en que se explica en la Biblia, era solo para la Iglesia primitiva (???) En ninguna parte de la Biblia dice eso, en realidad no sé qué motivos tiene para mal interpretar lo que nos dicen todos esos versículos que son tan claros; la Iglesia que fue fundada por Jesús a la que se le hizo la promesa de recibir el Espíritu Santo es a todos los hombres que crean en Jesús hasta el día que el venga por su pueblo; en ninguna parte especificó que solo durante unos pocos años después de su resurrección ni nada similar; ya si usted dice eso es lo que usted ha mal interpretado, pero la palabra es muy clara y no está bien que enseñe algo de lo que usted no tiene seguridad; si lo que usted dice que eso era para la iglesia de esa época fuera verdad también podríamos decir lo mismo de todo lo que nos enseñó Jesús y en ese caso para que nos serviría la Biblia??? No tiene sentido que algunos mandamientos hubieran sido solo para la Iglesia primitiva como usted dice y otros en cambio sí para nosotros, como lo dije con anterioridad en ninguna parte Dios nos enseña que después de Jesús se va a dividir a la Iglesia en dos.

Hago este comentario porque me duele ver como se puede interpretar tan mal algo que es tan claro. Espero que con mis palabras no piense que lo estoy juzgando lo único que intento es enseñarle algo de lo que yo si estoy segura, ya que afortunadamente Dios me ha permitido ver la manifestación del Espíritu Santo tal cual y como se explica en la Biblia y es maravillosa y todo absolutamente todo lo que él enseñó para todos los seres humanos hasta el día en que venga por su pueblo. (Liliana).

1 Corintios 1:7-8: de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo; (8) el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo.

Lo que, este humilde servidor que le escribe, va a tratar de explicar es lo que ocurrió en el día de Pentecostés del año en que murió en la cruz nuestro Señor Jesucristo (30 d.C. Aprox.). En ese día se cumplió la profecía que Dios le dio al profeta Joel (Joel 2:28-32); así lo testifica el apóstol Pedro en su discurso del Día de Pentecostés (Hechos 2:16-20). Esta promesa de Dios, fue reiterada por Juan el Bautista (Mateo 3:11; Lucas 3:16) y por Jesús (Lucas 24:49; Hechos 1:4,8), durante sus respectivos ministerios, y está esencialmente contenida en el versículo veintiocho del citado libro de Joel: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones” (Joel 2:28).

Lucas 24:49: He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.

Nótese que Jesús se refiere a que sus discípulos recibirían “poder desde lo alto”; esto sucedió de forma colectiva en el Día de Pentecostés, y no volverá a repetirse. Esta profecía o promesa del derramamiento del Espíritu Santo con poder se cumplió –como se cumplen todas las profecías que proceden de Dios– una vez para siempre, de igual manera que Cristo murió por nuestros pecados, “y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (Hebreos 9:12).

En el Día de Pentecostés del año 30 d.C. se inauguró la era del Espíritu Santo para todo el que cree en Cristo Jesús. Este derramamiento fue acompañado de poder sobrenatural, como el hablar en lenguas extranjeras y sanar milagrosamente; pero estos dones sobrenaturales se dieron solo a la Iglesia cristiana primitiva como señal de que procedía de Dios y para que ella pudiese propagar y extender el Evangelio de la Gracia de Dios, de forma rápida y eficiente por todo el mundo. El poder sobrenatural del Espíritu Santo fue dado, esencialmente a los apóstoles, y directamente por el Espíritu a quien Él quiso; pero solo los apóstoles tenían la prerrogativa de poder transmitirlo por medio de la imposición de manos.

2. El derramamiento del Espíritu Santo en el Día de Pentecostés es el cumplimiento de profecías del Antiguo Testamento.

En el Antiguo Testamento (AT), Dios había establecido la celebración del Día de Pentecostés, en el cual los fieles de Israel tenían que ofrecerle las primicias de la cosecha de trigo, símbolo y figura de lo que sería la primera cosecha de creyentes que hubo en el día del derramamiento del Espíritu Santo del Pentecostés citado.

Pentecostés significa quincuagésimo, o sea, las siete semanas más un día (cincuenta días), que contaban desde el segundo día del inicio de la fiesta de los panes sin levadura hasta la fiesta de las semanas, lo que se llegó a conocer como Pentecostés. La fiesta de los panes sin levadura, que duraba siete días, se iniciaba el día siguiente a la celebración de la Pascua (Levítico 23: 4-16).

En el calendario judío, la Pascua, –que conmemoraba la liberación milagrosa del pueblo de Egipto por Dios, y en la que se sacrificaba un cordero, figura y símbolo de Jesucristo, “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”– se celebraba el catorce del mes primero del año, llamado Nisán.

Cristo Jesús murió en la cruz, un día viernes, catorce de Nisán cuando el pueblo judío celebraba la Pascua, posiblemente, en el año treinta de nuestra era. El siguiente día (sábado, 15 de Nisán) comenzaba la fiesta de la semana de los panes sin levadura. El día que resucitó Jesús fue, pues, el domingo 16 de Nisán, en el que el pueblo judío ofrecía al sacerdote una gavilla como primicia de los primeros frutos de la siega (Levítico 23:9-11). Pues bien, cincuenta días después del domingo de la resurrección de Jesús, es decir, unos diez días después de su ascensión al cielo, se produjo el evento de Pentecostés narrado en Hechos 2:3, 4. Esto significó el comienzo de la iglesia cristiana, y desde ese momento el Espíritu Santo ha estado disponible, para todos los que creen y obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesús.

Esta gran festividad fue día de santa convocación para el Israel antiguo, y todo lo que se celebraba en ella –sombra y figura de lo que se cumpliría con la resurrección de Cristo y el nacimiento de los primeros cristianos, se cumplió, maravillosamente, por el designio de Dios, en el citado día de Pentecostés.

Notemos que transcurrieron cincuenta días exactamente, desde la resurrección de Cristo –que “después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles [a los apóstoles] durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios” (Hechos 1:3)– hasta que Él mismo envía el Espíritu Santo, diez días después de Su ascensión al Cielo.

Hechos 1:2-3: hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; (3) a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.

Además, el evento del Día de Pentecostés del año de la muerte y ascensión de Cristo al cielo cumplió la profecía que Dios había dado a Joel (Joel 2:28-32). Y esto lo confirma el apóstol Pedro en Hechos 2:16-21).

Hechos 2:14-21: Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. (15) Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. (16) Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: (17) Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; (18) Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. (19) Y daré prodigios arriba en el cielo, Y señales abajo en la tierra,  Sangre y fuego y vapor de humo; (20) El sol se convertirá en tinieblas, Y la luna en sangre, Antes que venga el día del Señor, Grande y manifiesto; (21) Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.

Compárese con Joel 2:28-32.

Nadie, pues, puede poner en duda que el derramamiento del Espíritu en ese día de Pentecostés fue el cumplimiento de la profecía veterotestamentaria registrada en el libro de Joel. Pero esa no es la única profecía del AT que se cumple en el Nuevo Testamento (NT). El AT tiene innumerables profecías que se cumplen con Cristo en el Nuevo Pacto. Citaré solo una como ejemplo, que es muy importante, registrada en Jeremías 31:31-34, y que el autor del libro de Hebreos la cita como una profecía cumplida con el establecimiento de Cristo del Nuevo Pacto (Hebreos 8:6-12; Cf. 10:14-17). Compruébelo, por favor, primero en el AT, donde aparece la profecía, y su cumplimiento registrado en los textos citados antes de Hebreos:

Jeremías 31:31-34: He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. (32) No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. (33) Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. (34) Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.

Vea como el cumplimiento de esta profecía se registra en Hebreos 8:6-12; Cf. 10:14-17.

¿Qué le quiero demostrar con todo esto? Pues simplemente, que la profecía de la muerte de Cristo y el establecimiento del Nuevo Pacto, se cumplieron una vez para siempre, y a partir de su cumplimiento, todos los creyentes gozan de los beneficios de su entrada en vigor, sin necesidad de que periódicamente se vuelvan a repetir. Reflexione, por favor, en los siguientes textos:

Hebreos 9:24-28: Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; (25) y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. (26) De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. (27) Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, (28) así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.

Los sucesos del día de Pentecostés ocurrieron como estaba profetizado para dar a conocer a la Iglesia cristiana naciente, que Cristo había cumplido su promesa de enviar el Espíritu Santo, para acreditar que lo que iba a nacer era de Dios, y para dar un poder especial con señales, prodigios y diversos milagros, todo ello para fortalecer a Su Iglesia, y que todos, tanto judíos como gentiles conocieran que lo que estaba sucediendo procedía de Dios.

3. Distinción entre el don del Espíritu Santo y los poderes milagrosos otorgados por el Espíritu Santo.

La Palabra de Dios distingue entre el don del Espíritu Santo, que es enviado por Cristo (Juan 16:7; 14:16-17,26; 20:22) a cada nuevo creyente cuando se convierte a Él (Efesios 1:13-14) –con el que son sellados para salvación–, y los dones que el Espíritu Santo imparte como Él quiere a los miembros del Cuerpo de Cristo (1ª Corintios 12:8-12). Es decir, una cosa es el don del Espíritu Santo, que Cristo promete dar a toda persona sin excepción que se convierta a Él por medio de su Palabra y se arrepienta de sus pecados (Hechos 2:38,39), y otra, muy distinta, son determinados dones espirituales que el Espíritu Santo da a quien “Él quiere” (1ª Corintios 12:11), pero que no es extensivo a todos los creyentes sino, como dice la palabra de Dios, solo a los que “Él quiere”. O sea, todos los creyentes necesariamente tienen que tener el don del Espíritu Santo en sus vidas, porque es el sello de salvación –sin el cual nadie puede considerarse salvado–, “Y si alguno no tiene el Espíritu Cristo, no es de él” (Romanos 8:9 úp.).

Hechos 2:38-39: Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. (39) Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Nótese que la promesa de Dios para todos los creyentes no es el don de lenguas sino el “don del Espíritu Santo”.

En este evento del día de Pentecostés, obsérvese que sobre todos los discípulos de Jesús reunidos allí, “se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos” (Hechos 2:3). Esta es la manifestación milagrosa para hacer visible no al propio Espíritu Santo, sino un don espiritual muy específico –como el don de lenguas, de ahí que se utilice unas figuras o imágenes “como lenguas repartidas, como de fuego”– dado por el mismo Espíritu.

Por tanto, es necesario no confundir el don de lenguas –que es impartido a todos los reunidos por el Espíritu Santo, porque Él quiso, puesto que esto tenía un sentido, ya que sirvió para que, todos los extranjeros que había allí, hablando distintas lenguas o idiomas, pudieran recibir y entender la Palabra de Dios, el Evangelio de Salvación– con el don de Espíritu Santo mismo, que como ya dije antes, es enviado por Cristo a todo verdadero creyente sin excepción. Notemos, como en este caso el don de lenguas estaba justificado para que la predicación del Evangelio pudiese llegar a la máxima gente y la primitiva Iglesia se expansionara con el poder y las señales milagrosas dadas por el Espíritu Santo.

Lo que ocurre en la actualidad, normalmente, en las iglesias pentecostales y carismáticas, que hablan lenguas extrañas –más bien sonidos incoherentes– no tiene ningún sentido y además no sirve de edificación para los creyentes. Por tanto, esas manifestaciones no provienen del Espíritu Santo. El apóstol Pablo es muy clarificador en los capítulos doce y catorce, en la primera epístola que dirige a los Corintios: “a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho (1 Corintios 12:7-11); “Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire”. (1 Corintios 14:9). Pablo ataca el problema que apareció ya en las iglesias de Corinto de raíz. Las iglesias carismáticas y pentecostales de hoy en día sufren de las parecidas desviaciones que padecieron las de Corinto. No conocemos bien si este hablar en lenguas indescifrable a que se refiere Pablo venía del Espíritu Santo, pero si me atrevo a decir, que las nuevas lenguas que se hablan en las citadas iglesias actuales no vienen del Espíritu Santo, por los motivos expresados en este artículo, y en otros en los que he abordado este mismo tema. Pero, es bueno que leamos y meditemos en los siguientes textos, en los que el Apóstol se extiende en profundidad:

1 Corintios 12:7-11: Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. (8) Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; (9) a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. (10) A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. (11) Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.

1 Corintios 14:4-20: El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia. (5) Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación. (6) Ahora pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablare con revelación, o con ciencia, o con profecía, o con doctrina? (7) Ciertamente las cosas inanimadas que producen sonidos, como la flauta o la cítara, si no dieren distinción de voces, ¿cómo se sabrá lo que se toca con la flauta o con la cítara? (8) Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla? (9) Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire. (10) Tantas clases de idiomas hay, seguramente, en el mundo, y ninguno de ellos carece de significado. (11) Pero si yo ignoro el valor de las palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla será como extranjero para mí. (12) Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia. (13) Por lo cual, el que habla en lengua extraña, pida en oración poder interpretarla. (14) Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. (15) ¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento. (16) Porque si bendices sólo con el espíritu, el que ocupa lugar de simple oyente, ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias? pues no sabe lo que has dicho. (17) Porque tú, a la verdad, bien das gracias; pero el otro no es edificado. (18) Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros; (19) pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida. (20) Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar.

1 Corintios 14:22-33: Así que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos; pero la profecía, no a los incrédulos, sino a los creyentes. (23) Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos? (24) Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es juzgado; (25) lo oculto de su corazón se hace manifiesto; y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros. (26) ¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación. (27) Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete. (28) Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios. (29) Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen. (30) Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero. (31) Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados. (32) Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; (33) pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz.

El que el Espíritu Santo diera el poder sobrenatural de hablar en lenguas a la iglesia primitiva tiene sentido indudable, porque se trataba de idiomas conocidos que podían entender todos a los que iba dirigido, pero hablar una nueva lengua ininteligible para nadie, ni siquiera para el que la emite es un absurdo.

Hechos 2:1-4: Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. (2) Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; (3) y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. (4) Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.

Hechos 2:8-12: ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? (9) Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, (10) en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, (11) cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. (12) Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?

4. Conclusión

Los dones milagrosos, como por ejemplo, el don de lenguas –hablo del auténtico, el que recibieron los apóstoles, algunos gentiles, como Cornelio y su casa (Hechos 10:46;), así como los que recibieron algunos creyentes gentiles de Éfeso (Hechos 19:6)– y, también, otros dones como el de las sanaciones sobrenaturales fueron dados solo a la iglesia de los apóstoles, y mientras vivieron ellos, como garantía de que todo venía de Dios, para acreditar a la Iglesia verdadera, y para que el Evangelio se expandiese amplia y rápidamente por todo el mundo antiguo, como así fue.

Usted, estimada hermana, puede juzgar mis escritos todo lo que quiera, pero lo importante es que usted aporte textos bíblicos de forma coherente que demuestren, que los cristianos de hoy en día necesitan, para probar que lo son, hablar en lenguas o hacer curaciones milagrosas. Los frutos del Espíritu Santo no son hablar en lenguas ni hacer sanaciones milagrosas sino “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, (23) mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23).

Gálatas 5:22-26: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, (23) mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. (24) Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. (25) Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. (26) No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

Si todavía no he sabido explicarme lo suficientemente bien para que usted me entienda, me permito recomendarle otros artículos publicados en www.amistadencristo, que inciden sobre este tema del Espíritu Santo, y que quizá puedan completar esta breve respuesta que he querido dar a sus amables comentarios:

¿Hablar en lenguas extrañas es señal de tener el Espiritu Santo?

¿Cuál es el significado de la imposición de manos en la Biblia?

¿Qué es la unción del Espíritu Santo?

¿Qué es el Bautismo del Espíritu Santo?

No obstante, quedo a su disposición para lo que pueda servirle.

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com


Referencias bibliográficas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

AP = Antiguo Pacto

NP = Nuevo Pacto

Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)

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