¿Hablar en lenguas extrañas es signo y prueba indubitable de haber recibido el Espíritu Santo?
¿Todo cristiano debe hablar en lenguas extrañas para saber que ha recibido el Espíritu Santo?
Versión 28-01-2013
Carlos Aracil Orts
1. Introducción
Estimado hermano Andrés, te agradezco el esfuerzo que hiciste al escribirme ese largo artículo de más de diez páginas, para mostrarme, de forma específica, aquellas interpretaciones de los textos bíblicos que no compartimos, respecto a lo que expresé en mi artículo: ¿Cuándo recibe un cristiano el Espíritu Santo?.
Creo que ni tú ni el que te escribe –tu humilde servidor– tratamos de ofender al otro con nuestras palabras o con nuestras declaraciones de nuestra fe cristiana; y tampoco pretendemos polemizar, o como tu muy bien dices contender vanamente, sino que deseamos de corazón saber la Verdad de Dios, discernir entre la verdad y el error, e interpretar las Sagradas Escrituras según el Espíritu Santo que las inspiró. En mi opinión, la mejor forma de entenderse no es por chat, ni por video-conferencia, como tú me propusiste, sino por correo electrónico, en el que podemos tomar todo el tiempo para contestar, para buscar los textos bíblicos más adecuados y esclarecedores, y para meditar en ellos, pudiendo leer lo escrito tantas veces como uno lo desee. El documento escrito queda para siempre. Sin embargo, las palabras habladas y no grabadas se las lleva el aire, además de tener el inconveniente de la improvisación y de la espontaneidad, que necesariamente acompañarían a cualquier conversación verbal.
Lo primero que haré será presentar los puntos en los que discrepamos, y comparar nuestras respectivas interpretaciones, creencias y opiniones con la Biblia, para que ella juzgue nuestras creencias. Pero para ello es preciso relegar a un segundo lugar nuestras ideas preconcebidas sobe el tema que queremos estudiar.
Parece desprenderse de tus palabras, en primer lugar, que el Espíritu Santo no se consigue sino mediante cierto esfuerzo y sacrificio personal, como el “ayunar muchos días y hacer mucha oración y vigilias… ante la presencia de Dios”. En segundo lugar, vinculas el tener el Espíritu Santo con hablar “nuevas lenguas”. Por lo que tu convencimiento o creencia es que ningún cristiano puede tener el Espíritu Santo sino es capaz de hablar en las citadas nuevas lenguas, o extraños idiomas. De tal manera que cualquier cristiano que no pueda hacer estas señales significaría que todavía no ha recibido el Espíritu Santo, es decir, no ha recibido el Bautismo del Espíritu Santo. Eso es un tremendo error, puesto que se induce al cristiano a que viva con la inseguridad de la salvación, con la idea de que no ha nacido de nuevo, y de que no ha recibido el Espíritu Santo. Lo cual es una contradicción, pues la Biblia declara que “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él.” (Romanos 8:9).
“Hermano Carlos para recibir el don del Espíritu Santo a muchos les toca ayunar muchos días y hacer mucha oración y vigilias y lloran ante la presencia de Dios. Humillados de todo corazón entregándose por completo al Señor, y el Señor los sella con el Espíritu Santo y como prueba de ello hablan en nuevas lenguas y glorifican a Dios. Así que no es solo decir, yo creo en la palabra si no demostrarlo con hechos”.
“Hermano Carlos, el señor Jesús en su infinita sabiduría ya sabía que muchos tropezarían en la palabra. Hay unas señales que seguirán a los que creen, si tú, mi hermano Carlos, en verdad has creído, dime porque niegas estas señales” (Andrés).
Te basas esencialmente en los siguientes textos del Evangelio de san Marcos:
Marcos 16: 17, 18 y 20: Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; (18) tomarán en las manos serpientes; y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. […] (20) Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que les seguían. Amén
Y también te apoyas en la primera epístola de san Pablo a los Corintios, en los siguientes textos:
1 Corintios 14: 2: Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres sino a Dios; porque nadie le entiende, pues en espíritu habla misterios.
1 Corintios 14: 28: Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios.
1 Corintios 14:39-40: Así que, hermanos, procurad profetizar, y no impidáis el hablar lenguas; (40) pero hágase todo decentemente y con orden.
Y continúas comentando lo siguiente:
“Observando el texto anterior [te refieres a Marcos 16:17] se ve que el hablar en lenguas no solo es para los apóstoles sino también para todo el que de verdad cree…”
“Para que me entiendas mejor, en la iglesia donde me congrego sí hablamos en lenguas pero no para la congregación si no así como lo declara este texto” [te refieres a 1ª Corintios 14:28].
“Hablamos en lenguas cuando recibimos bendición de Dios, cuando de verdad estamos consagrados al señor. Cuando lo adoramos y exaltamos. Mas no predicamos en lenguas para la congregación” (Andrés).
En el cuerpo de este estudio bíblico, fundamentándome en la sola Biblia, trataré de explicar lo siguiente:
Primero, que el derramamiento del Espíritu Santo en el Día de Pentecostés, se produjo con manifestación visible y sobrenatural, en cumplimiento de la promesa del Padre, profetizada por Joel y por Cristo, como un evento único para la Iglesia de los apóstoles. De esta manera, se inauguraba la era del Espíritu, significando, que en adelante, el Espíritu Santo estaría disponible para todo creyente en Cristo, que se arrepienta de sus pecados y crea en el Evangelio (Hechos 2:38-39; Efesios 1:13,14).
Hechos 2:38-39: Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. (39) Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Efesios 1:13-14: En él [Cristo] también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, (14) que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.
Segundo, distinguiremos entre el Espíritu Santo como don en sí mismo y los dones que Él proporciona a los creyentes como quiere (1ª Corintios 12:11). La recepción del Espíritu Santo no implica recibir dones sobrenaturales, como los referidos en el Evangelio de san Marcos: “…hablarán nuevas lenguas; (18) tomarán en las manos serpientes; y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”. (Marcos 16:17,18). Esto –lo que dijo Jesús– se cumplió en la Iglesia cristiana primitiva, como un medio para la predicación del evangelio y verificación que la Iglesia provenía de Dios, y no es el Espíritu Santo en sí, sino que son dones sobrenaturales concedidos por “…el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como Él quiere” (1ª Corintios 12:11).
Voy, pues, a desarrollar lo citado en los epígrafes que se exponen a continuación.
2. El derramamiento del Espíritu Santo en el Día de Pentecostés del año 30 d.C, fue una manifestación visible y sobrenatural, que dio cumplimiento a la promesa del Padre, profetizada por Joel y por Cristo.
En el día de Pentecostés del año 30 de nuestra era fue derramado, de forma visible, el Espíritu Santo en cumplimiento de la promesa del Padre que se encuentra en el Antiguo Testamento (AT), en Joel 2:28. El apóstol Pedro así lo testifica cuando cita “…lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne…” (Hechos 2:16,17).
Hechos 2:2-4: Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; (3) y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. (4) Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
Juan el Bautista, en los cuatro Evangelios, declara enfáticamente que, aunque el bautiza en agua, el que viene después de él, o sea Jesús, “bautizará en Espíritu Santo” (Mateo 3:11; Cf. Marcos 1:8; Lucas 3:16 y Juan 1:33). El Bautismo en el Espíritu Santo es exclusivo de Jesús. Nadie si no Él tiene la autoridad para administrarlo.
¿Por qué sabemos que este Bautismo en el Espíritu Santo, anunciado por Juan el Bautista en los citados textos se refiere al derramamiento del Espíritu Santo del día de Pentecostés (Hechos 2:1-4,16-18)?
Sencillamente, porque el mismo Jesús así lo confirma con sus propias palabras en los siguientes textos:
Lucas 24:49: He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
Hechos 1:4-5: Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. (5) Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
Si todas las Sagradas Escrituras son dignas de crédito porque fueron inspiradas por el Espíritu Santo, parece como que las palabras pronunciadas por Cristo Jesús merecerían ser objeto de una especial importancia y consideración. Él, con absoluta claridad, confirma lo siguiente:
- Primero. La promesa del Padre –contenida en Joel 2:28–, consistente en el derramamiento del Espíritu Santo sobre “toda carne” sería cumplida cuando, Jesús, glorificado, desde el cielo enviase al Espíritu Santo, en el día de Pentecostés, sobre sus discípulos, que habían sido convocados en Jerusalén por Él mismo, para el cumplimiento de la citada promesa del Padre.
- Segundo. El derramamiento del Espíritu Santo que cumplió esa promesa fue llevado a cabo por Jesús glorificado. Este evento fue identificado por Él mismo como el bautismo del Espíritu Santo; con Él serían bautizados sus discípulos en ese día; y de ahí en adelante, la promesa del Padre, que se cumple en ellos, se extendería a todos los creyentes en Cristo, al serles otorgado también el don del Espíritu Santo cuando fueran convertidos.
- Tercero. Cristo envió y administró el Espíritu Santo, que fue derramado, de forma sobrenatural y visible; el cual fue la primicia a su Iglesia que nacía en ese momento, a fin de que fuera evidente que el don del Espíritu Santo sería una realidad para las futuras generaciones que habían de creer en el mismo por el testimonio de los apóstoles.
- Cuarto. En el día de Pentecostés, se superpusieron dos hechos. En primer lugar, Cristo glorificado cumplió la promesa del Padre enviando el Espíritu Santo sobre los discípulos, el cual se manifestó visiblemente sobre sus cabezas en forma, “de lenguas repartidas, como de fuego”. Y en segundo lugar, el propio Espíritu Santo, les dio “poder” (Hechos 1:8), “repartiendo” sobre ellos sus dones sobrenaturales, como el de lenguas, “a cada uno en particular como Él quiere” (1ª Corintios 12:11).
- Quinto. La promesa que hizo Jesús a sus apóstoles, registrada en el Evangelio de san Marcos, capítulo dieciséis, de que ciertas señales seguirían a los que creen, –“…hablarán nuevas lenguas; (18) tomarán en las manos serpientes; y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Marcos 16:17,18)–, se cumplió en la Iglesia cristiana primitiva, como un medio para la predicación del Evangelio y de evidenciar que la Iglesia provenía de Dios. Cristo envió el Espíritu Santo, y éste repartió los dones sobrenaturales sobre los primeros cristianos “…repartiendo a cada uno en particular como Él quiere” (1ª Corintios 12:11). Este es el “poder” que recibiría la Iglesia primitiva “cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” (Hechos 1:8). Ellos recibirían dos cosas: 1) el Espíritu Santo mismo, y, 2) el Espíritu Santo les daría “el poder” de hablar nuevas lenguas, de sanar a los enfermos, etc., entre otros dones sobrenaturales, pero, esto no sería para siempre, sino solo mientras viviesen los apóstoles de Jesús. La promesa de Cristo empieza a cumplirse, en el día de Pentecostés del año 30, pocos días después de su ascensión al Cielo (Hechos 1:8,9), cuando de nuevo les declara que recibirían “poder” cuando les fuera enviado el Espíritu Santo. Notemos el énfasis de las palabras de Jesús mismo:
Hechos 1:8-9: pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. (9) Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.
3. El don Espíritu Santo es el sello y garantía de la salvación de todo creyente.
A partir de Pentecostés, todos los creyentes en Cristo que se arrepienten de sus pecados y creen “la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación”, son “sellados con el Espíritu Santo de la promesa,”
Efesios 1:13-14: En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, (14) que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.
Esta es una verdad fundamental en el cristianismo, pues “…si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él” (Romanos 8:9úp), etc. Nadie es un cristiano auténtico si Cristo no vive en Él mediante el Espíritu Santo (Romanos 8:1,2). Esta fue la experiencia de San Pablo –“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20)–, y la de todos los cristianos cuyo cuerpo es “el templo del Dios viviente” (2ª Corintios 6:16; Cf 1ª Corintios 3:16; 6:19).
1 Corintios 6:19: ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
El resultado de que el creyente reciba el Espíritu Santo es el nuevo nacimiento (Juan 3:5), que le regenera, y le libera de la esclavitud del pecado, y le convierte en hijo de Dios por adopción (Romanos 8:14-16). Desde ese instante, el Espíritu Santo mora en el creyente, que es templo del Espíritu Santo (1ª Corintios 3:16; 6:19), y es guiado por Él para hacer toda obra buena, y dar como fruto la santificación (Romanos 6:21).
La prueba de que uno tiene el Espíritu Santo no es que hable en nuevas lenguas o idiomas extraños e ininteligibles, ni que haga sanaciones espectaculares o cualesquiera otras acciones sobrenaturales, sino simplemente que muestre en su estilo de vida corriente “el fruto del Espíritu [que] es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, (23) mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22-23).
Gálatas 5:22-25: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, (23) mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. (24) Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. (25) Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
Jesús declaró “que el que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). Lo que quiere decir, que El Espíritu Santo es el que hace nacer de nuevo al creyente, o sea, el que lo regenera y lo hace apto para la “Ciudad de Dios” (Juan 14:2-4; Fil. 3:20). El Espíritu Santo, la promesa que procede del Padre y del Hijo es enviado por Jesús a todo aquel que cree en Él como Salvador y Redentor. (Juan 15:26).
Juan 7:38-39: El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. (39) Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
Juan 15:26: Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.
Juan 16:13: Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.
Querido hermano, el Espíritu Santo no se puede comprar o adquirir (Hechos 8:17-22), y nunca será concedido a causa de obras buenas que hagamos. Es un regalo de Dios, y como tal es dado al creyente gratuitamente, por medio de la fe en Cristo.
Por tanto, de nada sirven las obras que tú, estimado hermano, describes como necesarias:
“Para recibir el don del espíritu santo a muchos les toca ayunar muchos días y hacer mucha oración y vigilias y lloran ante la presencia de Dios” (Andrés)
Por otro lado, también lo que afirmas. que el cristiano no tiene el Espíritu Santo, hasta que pruebe que es capaz de hablar en “nuevas lenguas” es un tremendo error, puesto que se induce al cristiano a que viva con la inseguridad de la salvación, con la idea de que no ha nacido de nuevo, y de que no ha recibido el Espíritu Santo. Lo cual es una contradicción, pues la Biblia declara que “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él.” (Romanos 8:9).
“[…] y el Señor los sella con el Espíritu Santo y como prueba de ello hablan en nuevas lenguas y glorifican a Dios. Así que no es solo decir, yo creo en la palabra si no demostrarlo con hechos” (Andrés).
4. Conclusión
En resumen, el derramamiento del Espíritu Santo como manifestación visible y sobrenatural fue único, para cumplimiento de la promesa del Padre, y solo para la Iglesia de los apóstoles. En adelante, las futuras generaciones, tendrían a su disposición el don del Espíritu Santo, que recibirían cuando se arrepintieran de sus pecados y creyeran al Evangelio (Hechos 2:38,39; Efesios 1:13,14).
Hechos 2:38-39: Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. (39) Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Efesios 1:13-14: En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, (14) que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.
Cristo ha continuado enviando el Espíritu Santo a su Iglesia, en todas las épocas, pero ya sin que fuese manifestado de forma visible. La impartición de dones milagrosos, por parte del Espíritu Santo, ya sea directamente o por medio de la imposición de manos de los apóstoles, terminó o cesó con la muerte del último apóstol, y posiblemente mucho antes. No obstante, los dones ordinarios siempre han existido en la Iglesia, porque el Espíritu Santo reparte a cada uno en particular como Él quiere (1ª Corintios 12:11).
1ª Corintios 12:8-10: Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; (9) a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. (10) A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
De todos estos dones que el Espíritu Santo daba a la Iglesia de Cristo, solo han quedado los que no implican un poder milagroso o espectacular; porque, una vez consolidada la Iglesia, la voluntad de Dios no es usar lo sobrenatural para convertir a las personas sino solo la acción del Espíritu Santo sobre sus conciencias, usando solo la Palabra de Dios como único medio para llegar a ellas, y hacer que se arrepientan o endurezcan sus corazones. “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. […] Y dio dones a los hombres. […] (11) Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, (12) a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,” (Efesios 4:7-12). Pero, mejor es que lo leamos en un contexto más amplio, para comprender mejor la Palabra de Dios:
Efesios 4:1-16: Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, (2) con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, (3) solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; (4) un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; (5) un Señor, una fe, un bautismo, (6) un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. (7) Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. […] Y dio dones a los hombres. […] (11) Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, (12) a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, (13) hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; (14) para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, (15) sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, (16) de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
El derramamiento del Espíritu Santo, que se produjo en el día de Pentecostés del año 30 de nuestra era, no fue una exclusiva impartición de los dones o poderes sobrenaturales del Espíritu Santo sobre los discípulos de Cristo. Aunque es evidente que en ese evento el Espíritu Santo impartió el don sobrenatural y milagroso de hablar en lenguas –“Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2: 4)– lo más importante del día de Pentecostés fue el don del Espíritu Santo mismo, Su Persona.
Nótese que el texto citado se refiere a dos hechos distintos, aunque parezcan uno solo: 1) Ser lleno del Espíritu Santo; 2) “Hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2: 4). El primero es el don del Espíritu Santo (Su Persona) enviado por Cristo mismo, y el segundo es el don de lenguas que imparte el Espíritu Santo “a cada uno en particular como Él quiere” (1ª Corintios 12:11).
Además, obsérvese que el don de lenguas que el Espíritu Santo otorgó a los discípulos en ese Día, tuvo una finalidad pragmática, pues sirvió para que hablaran en lenguas de otros países, no en idiomas inexistentes ni ininteligibles. Esto fue de gran ayuda, y necesario, para la predicación, con poder, del Evangelio, cuando se trataba de proclamarlo a una variopinta diversidad de personas de muchas nacionalidades, que estaban en Jerusalén y que se describen en el verso 9, como “Partos, medos, elamitas, etc.” (Hechos 2:9).
Sin embargo, en determinadas iglesias pentecostales (Protestantes) o carismáticas (Iglesia católica), sin ninguna necesidad, algunas personas son capaces de emitir sonidos que no son entendidos por nadie, ni por las mismas que los emiten. Por eso declara el apóstol Pablo lo siguiente:
1 Corintios 14:2-5: Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios. (3) Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación. (4) El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia. (5) Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación.
El hablar en lenguas extrañas, en la primitiva Iglesia cristiana, tenía, sin duda, un buen propósito, y fue necesario en ocasiones. Pero, San Pablo escribe a los Corintios para amonestarles por el mal uso que estaban haciendo con el hablar en nuevas lenguas. Por eso les da las siguientes advertencias y consejos:
1 Corintios 14:13-22: Por lo cual, el que habla en lengua extraña, pida en oración poder interpretarla. (14) Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. (15) ¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento. (16) Porque si bendices sólo con el espíritu, el que ocupa lugar de simple oyente, ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias? pues no sabe lo que has dicho. (17) Porque tú, a la verdad, bien das gracias; pero el otro no es edificado. (18) Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros; (19) pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida. (20) Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar. (21) En la ley está escrito: En otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo; y ni aun así me oirán, dice el Señor. (22) Así que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos; pero la profecía, no a los incrédulos, sino a los creyentes.
Lo fundamental, el verdadero, auténtico y único Bautismo del Espíritu Santo consiste en recibir el don del Espíritu Santo, que no hay que confundir con los dones sobrenaturales que se impartieron a la primitiva Iglesia. Y todo cristiano lo recibe mediante la sola fe. Tan sencillo como creer y confesar que Cristo es mi Señor y Salvador, y que murió en mi lugar para que yo pudiese ser salvo.
Juan 7:38-39: El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. (39) Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
Quedo a su disposición en lo que pueda servirle.
Afectuosamente en Cristo
Carlos Aracil Orts
Referencias bibliográficas
*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.
Abreviaturas frecuentemente empleadas:
AT = Antiguo Testamento
NT = Nuevo Testamento
AP = Antiguo Pacto
NP = Nuevo Pacto
Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)