Calvinismo frente Arminianismo

Versión 12-08-12

Carlos Aracil Orts

1. Introducción*

Mi hermano en Cristo y amigo, Paulo Arieu, ha iniciado un debate sobre la herejía del arminianismo, en http://elteologillo.wordpress.com/2012/08/06/la-herejia-del-arminianismo. Él ha tenido la gentileza de invitarme a su participación. El presente artículo es mi modesta y humilde aportación al mismo.

Optar entre arminianismo y calvinismo es una decisión muy complicada para muchos de los que se inician en el cristianismo. Si en mi caso, que llevo muchos años profesando la fe cristiana, me pusieran ante la tesitura de elegir ineludiblemente entre uno u otro sistema teológico, me inclinaría por el calvinismo porque creo que, en una buena proporción, sus planteamientos son más bíblicos que los del arminianismo. No obstante, no desecho totalmente este último para los no creyentes y recién iniciados en la fe cristiana, porque desde la perspectiva humana es más fácil de aceptar y entender. El calvinismo se opone totalmente al arminianismo porque el primero está centrado en Dios y el segundo en el hombre. Son, pues, dos perspectivas desde dos puntos de vistas distintos y opuestos.

Sin embargo, en mi opinión, los cristianos son más maduros en tanto en cuanto reconocen la entera soberanía de Dios y su inhabilidad humana para salvarse. Un cristiano maduro no cree que él, por sí mismo, ha elegido hacer el bien y creer en Dios; sino que, por el contrario, cree que es Dios el que le ha elegido, dándole la fe, regenerándole y capacitándole para hacer el bien, amar a Dios y a los semejantes.

2. Dios ha provisto a todos los seres humanos de una conciencia capaz de discernir el bien del mal

La Sagrada Escritura dice que Dios no hace acepción de personas (Dt. 10:17; Job 34:19; Hch 10:34; Rom. 2:11; Gál 2:6; Ef. 6:9; Col. 3:25). Por eso, todos los seres humanos parten de una conciencia que les permite, hasta cierto punto, discernir el bien del mal. Dios nos habla a través de ella, de manera que cuando obramos mal, nos remuerde la conciencia, y suscita sentimientos de desaprobación, de pesar, tristeza y arrepentimiento. Por el contrario, si obramos bien, los sentimientos son de aprobación, bienestar, alegría, satisfacción, etc.

Ciertamente, la conciencia va cambiando a lo largo de nuestra vida, volviéndonos más sensibles o insensibles a su voz. Puede llegar a estar endurecida y cauterizarse, a fuerza de cometer pecado tras pecado, quedando muy disminuida la capacidad de discernimiento entre el bien y el mal. Pero la conciencia puede ser regenerada por medio del llamado del Evangelio. Cuando oímos el Evangelio, entonces, nos damos cuenta de nuestra mala conciencia, y podemos reaccionar arrepintiéndonos, y ser convertidos por el Espíritu Santo, por medio de la Palabra de Dios; o por el contrario, rechazar el Evangelio, con lo cual la conciencia se endurece, confirmando el mal que hay en nosotros, que nos lleva al pecado imperdonable (Mt. 12:31), una situación en la que no hay posibilidad de regeneración. Si perseveramos en esa actitud, en lugar de llegar a ser hijos de Dios, nos convertiremos en hijos del diablo, con lo que se sellará nuestra perdición eterna.

3. Dios llama a todo el mundo a la salvación. Él quiere que todos sean salvos. Todo el mundo que lo desee puede acogerse al sacrificio expiatorio de Cristo, y, por tanto, ser salvado.

Sería injusto que Dios no diera a todo el mundo la posibilidad de salvarse. “[Dios] quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1ª Timoteo 2:3). “[Jesucristo] se dio a sí mismo en rescate por todos…” (1ª Timoteo 2:6).

“[Jesucristo] es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1ª Juan 2:2).

3.1. Expiación limitada o particular frente a expiación universal

¿Contradicen los versículos anteriores el punto del calvinismo que afirma que la expiación de Cristo está limitada a los salvos o escogidos?

Cristo compró a la humanidad entera con su sacrificio en la cruz (1ª Timoteo 2:6; 1ª Juan 2:2; 2ª Corintios 5:15). Sin embargo, este hecho por sí solo no libera de la esclavitud del pecado (2ª Pedro 2:1). En tiempos de la esclavitud, el esclavo, que era comprado, pasaba a ser una posesión de su nuevo dueño. Otra cosa es que fuese redimido, en cuyo caso, se le daba la libertad. Semejantemente, Jesucristo redime solo a los que aceptan su muerte sustitutoria por el pecador (Efesios 1:7; Hebreos 9:28). Es decir, Cristo murió por todos (2ª Corintios 5:15), pero no cargó con el pecado de todos sino solo de los que se arrepienten y se acogen a su sangre expiatoria.

Cristo murió por todos los seres humanos

2ª Corintios 5:15: (Cfr. Juan 3:16; 12:32): y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

Sin embargo, no todos son salvos. Todos son rescatados, pero muchos ellos recibirán “destrucción repentina” (2ª Pedro 2:1).

2ª Pedro 2:1: Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina.

Cristo lleva o carga los pecados de muchos, no de todos. (1)

Hebreos 9:28: así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.

1 Pedro 2:24: quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.

Jesús salva a todos los que le reciben

Juan 1:12: Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

La condición fundamental para la salvación es el arrepentimiento

La Palabra de Dios afirma que las personas deben convertirse por medio del “arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21). “Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3). “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36).

Romanos 10:13: “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”

Hechos 10:43: “De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre”.

4. Depravación total de la naturaleza humana

Este es el primer punto del calvinismo, que afirma que los seres humanos no convertidos tienen una naturaleza tan pecaminosa que les impide elegir creer en Dios. Esto es lo que viene a afirmar el apóstol Pablo, cuando dice que “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14). Y también las siguientes declaraciones son muy explícitas, y parecen confirmar el primer punto del calvinismo:

Romanos 8:7: “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;”

Efesios 2:5-6: “aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), (6) y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,”

Porque si uno está muerto espiritualmente hablando difícilmente puede elegir a Dios y a Cristo para ser salvo. Antes necesariamente tiene que recibir vida espiritual, para que pueda hacerlo.

4.1. Responsabilidad humana y soberanía divina

El ser humano nace separado de Dios y con una naturaleza inclinada al mal. No obstante su voluntad es libre en cuanto no está coaccionada por fuerzas exteriores a él mismo. Simplemente, él elige hacer aquello que más le gusta, lo que prefiere y desea. Cosas que muchas veces le esclavizan pero que él las realiza libremente, porque quiere. Por tanto, es responsable de sus actos. Pero si el hombre no puede llegar a Dios en su estado natural ¿por qué se le responsabiliza de ello?

Por otro parte, Dios, que tiene absoluta soberanía, elige los que serán salvos, y les da vida espiritual. Según esto, los no elegidos se pierden irremisiblemente, porque son incapaces por sí mismos de creer y amar a Dios. Queda en el misterio no revelado por qué, si todos son igualmente pecadores, unos son elegidos y otros no. Sin embargo, la salvación es por la sola Gracia.

5. Elección incondicional

No hay mérito ni obra humanos que se puedan aportar para ser elegidos por Dios (Tito 3:5). La elección es incondicional. He aquí otro punto del calvinismo. Pero la elección de Dios no es arbitraria, pues está basada en su presciencia (1ª Pedro 1:2).

1 Pedro 1:2: elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas”.

6. Gracia irresistible

Ningún elegido se puede perder, porque la voluntad de Dios es inmutable y desde la eternidad ha decretado los que han de ser salvos (Hechos 2:47; Efesios 1:11; Romanos 8:28-30).

Efesios 1:11: En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad,”

Romanos 8:28-30: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (29) Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. (30) Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.”

7. Conclusión

La Palabra de Dios nos ha revelado lo suficiente para que todo ser humano elija ser salvo. La salvación está en manos de Dios (Apocalipsis 7:10). Al ser humano le corresponde desearla con todo su corazón, y acudir humilde y arrepentido al Dador de la vida. No obstante, ¿quién quiere ir a Cristo para obtener la vida? (Juan 5:40). Solo acudirán los que el Padre lleva a Cristo (Juan 6:37), porque Cristo dijo que: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:44). El misterio subsiste pero “las cosas secretas pertenecen a nuestro Dios” (Dt. 29:29), y no queramos saber o pensar más de lo que está revelado o escrito en la Palabra (1ª Corintios 4:6).

Deuteronomio 29:29: “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.”

A continuación transcribo los puntos del calvinismo y del arminianismo, según los encuentro en el libro titulado la Predestinación de Loraine Boettnerr, para que el lector pueda meditar en ellos, y los coteje con su Biblia, antes de decantarse por un sistema teológico u otro.

Los “Cinco puntos” del arminianismo

I. Libre albedrío o habilidad humana

Aunque la naturaleza humana fue se­riamente afectada por la caída, el hom­bre, sin embargo, no ha perdido del todo su capacidad espiritual. Dios en su gra­cia capacita al pecador a fin de que por su propia voluntad se arrepienta y crea. Cada pecador tiene libre albedrío y su destino eterno depende de cómo lo use. La libertad del hombre consiste en poder escoger el bien y rechazar el mal en la esfera de lo espiritual; su voluntad no está esclavizada a su naturaleza pecami­nosa. El pecador puede o cooperar con el Espíritu de Dios y ser regenerado o re­sistir la gracia de Dios y perderse para siempre. El pecador necesita la ayuda del Espíritu pero no tiene que ser regene­rado por el Espíritu antes de que pueda creer, ya que la fe es un acto del hombre y precede al nuevo nacimiento. La fe es el don del pecador a Dios; es lo que el hombre contribuye a la salvación.

II. Elección condicional

El que Dios haya escogido a ciertos in­dividuos para salvación antes de la fun­dación del mundo se debe al hecho de que Dios vio de antemano que dichos in­dividuos habrían de responder a su lla­mado. Dios escogió sólo a aquellos que Él vio de antemano creerían en el evange­lio de su propia voluntad. Las obras fu­turas de dichos individuos determinan, por tanto, la elección. La fe que Dios vio de antemano y sobre la cual basó su elección no fue impartida por el Espíritu Santo sino que surgió de la voluntad del hombre mismo. Pertenece al hombre, por tanto, la prerrogativa de quién ha de creer y quién ha de ser escogido para salvación. Dios escogió sólo a aquellos que él sabía habían de escoger a Cristo por su propia voluntad. La causa fundamental de la salvación es, por tanto, la decisión del pecador de escoger a Cristo y no la elección del pecador por parte de Dios.

III. Redención universal o expiación general

La obra redentora de Cristo brindó a todos los hombres la oportunidad de ser salvos pero no garantizó la salvación de ninguno. A pesar de que Cristo murió por todos los hombres, sólo los que creen en él son salvados. Su muerte hizo posi­ble el que Dios pudiera perdonar a los pecadores siempre y cuando éstos creye­ran, pero no borró los pecados de nin­guno. La redención en Cristo es eficaz sólo si el hombre decide aceptarla.

IV. El Espíritu Santo puede ser resistido eficazmente

El Espíritu llama de manera especial a aquellos que mediante el evangelio son llamados de manera general; Él hace todo lo que puede por traer a cada peca­dor a la salvación. El llamado del Espíritu, sin embargo, puede ser resistido ya que el hombre es libre. El Espíritu no puede regenerar al pecador hasta que éste crea; la fe (que es lo que el hombre contribuye) precede y hace posible el nuevo nacimiento. El libre albedrío, por tanto, limita al Espíritu en la aplicación de la obra redentora de Cristo. El Espí­ritu Santo puede traer a Cristo sólo a aquellos que se lo permitan. El Espíritu no puede impartir vida hasta que el pe­cador responda. La gracia de Dios, por tanto, no es invencible; puede ser, y mu­chas veces es, resistida y frustrada por el hombre.

V. El caer de la gracia o el perder la sal­vación

Los que creen y son verdaderamente salvos pueden perder su salvación por no perseverar en la fe.

No todos los arminianos han estado de acuerdo en este punto; algunos han sostenido que los creyentes están eterna­mente salvos en Cristo—que una vez el pecador es regenerado, jamás puede per­derse.

Según el arminianismo:

La salvación es efectuada mediante los esfuerzos conjuntos de Dios (quien toma la iniciativa) y el hombre (a quien le toca responder)— siendo la respuesta del hombre el factor determinante. Dios ha provisto salvación para todos, pero su provisión es efectiva sólo en aquellos que de su propia voluntad “deciden” cooperar con él y aceptar su oferta de gracia. En el momento crucial la volun­tad del hombre juega un papel decisivo; por tanto, el hombre, y no Dios, deter­mina quienes serán los que reciben el don de la salvación.

RECHAZADO por el Sínodo de Dort

Este fue el sistema de pensamiento presentado en el “Remonstrance” (Protesta) (aunque los “cinco puntos” no es­taban ordenados originalmente de la manera que los presentamos aquí). Di­cho sistema fue sometido por los armi­nianos a la iglesia de Holanda en 1610 con el propósito de que dicha iglesia los adoptara, pero fue rechazado por el Sí­nodo de Dort en 1619 en base a que no era bíblico.”

Los cinco puntos del calvinismo

I. Depravación total

Debido a la caída, el pecador es inca­paz de creer en el evangelio y ser salvo, ya que está muerto, ciego y sordo a las cosas de Dios; su corazón es engañoso y perverso en gran manera. Su voluntad no es libre, sino que está esclavizada a su naturaleza pecaminosa; por tanto, no quiere— y, de hecho, no puede—escoger el bien y rechazar cl mal en lo que a las cosas espirituales respecta. La mera ayuda del Espíritu, por consiguiente, no es suficiente para traer al pecador a Cristo, sino que es absolutamente nece­saria la regeneración en virtud de la cual el Espíritu imparte vida y una nueva naturaleza al pecador. La fe no es algo con lo cual el hombre contribuye a la salva­ción sino que es en si una parte del don de la salvación— es el don de Dios al pe­cador, no el don del pecador a Dios.

II. Elección incondicional

El que Dios haya escogido a ciertos in­dividuos para salvación antes de la fun­dación del mundo se debe únicamente a su voluntad soberana. Su elección de ciertos pecadores no está basada en un conocimiento previo de una respuesta o acto de obediencia (tales como la fe, el arrepentimiento, etc.) por parte de los pecadores. Al contrario, Dios es el que da la fe y el arrepentimiento a cada per­sona elegida. Dichas obras son el resul­tado, no la causa de la elección divina. La elección, por tanto, no está determi­nada ni condicionada por virtud alguna u obra meritoria prevista por Dios en el hombre. Aquellos a quienes Dios ha ele­gido en su soberanía son movidos por el Espíritu Santo a aceptar a Cristo. Por tanto, la causa fundamental de la salva­ción no es la decisión del pecador de aceptar a Cristo, sino la elección del pe­cador por parte de Dios.

III. Redención particular o expiación limitada

La obra redentora de Cristo tuvo como fin salvar a los elegidos única­mente y, en efecto, aseguró la salvación de éstos. En su muerte Cristo sufrió como sustituto por el pecado de los ele­gidos en particular. Además de borrar los pecados de éstos, la redención pro­veyó todo lo necesario para lograr su sal­vación, inclusive la fe que los une a él. El don de la fe es impartido infaliblemente por el Espíritu a todos por quienes Cristo murió, garantizando la salvación de cada uno de ellos.

IV. Llamamiento eficaz o gracia irresistible

Además del llamamiento general a la salvación hecho a todos los que escuchan el evangelio, el Espíritu Santo hace a los elegidos un llamamiento especial, el cual inevitablemente les conduce a la sal­vación. El llamamiento general, hecho a todos sin distinción, puede ser, y a me­nudo es, rechazado; en cambio, el llama­miento especial hecho sólo a los elegidos no puede ser rechazado, sino que siempre resulta en la conversión de éstos. Mediante este llamamiento el Espíritu atrae irresistiblemente a los pecadores a Cristo, ya que no está limitado por la voluntad del hombre en su obra salvadora ni depende del hombre para lograr su propósito. El Espíritu induce benignamente al pecador elegido a cooperar, a creer, a arrepentirse, y a venir a Cristo espontáneamente y voluntariamente. Por tanto, la gracia de Dios es invenci­ble; siempre redunda en la salvación de aquellos a quienes se le brinda.

V. Perseverancia de los creyentes

Todos los escogidos por Dios, redimi­dos en Cristo, y a quienes el Espíritu ha impartido fe, son eternamente salvos y perseveran hasta el fin, ya que son pre­servados en la fe por el poder de Dios, el Todopoderoso.

Según el calvinismo:

La salvación es efectuada por la omni­potencia del Trino Dios. El Padre esco­gió a un pueblo, el Hijo murió por él, y el Espíritu Santo hace efectiva la muerte de Cristo conduciendo a los elegidos a la fe y al arrepentimiento y a que volunta­riamente obedezcan al evangelio. El pro­ceso completo (elección, redención, re­generación) es obra de Dios y es única­mente por gracia. Por tanto, Dios, y no el hombre, determina quienes han de ser los que reciben el don de la salvación.

REAFIRMADO por el Sínodo de Dort

Este sistema de teología fue reafirmado por el Sínodo de Dort en 1619 por habér­sele reconocido como la doctrina de la salvación contenida en las Sagradas Es­crituras. El sistema fue entonces formu­lado en “cinco puntos” (en respuesta a los cinco puntos sometidos por los armi­nianos) y desde aquel entonces ha sido conocido como “los cinco puntos del cal­vinismo”.

  1. Véase en el apartado Bibliografía más artículos relacionados con este tema de la elección y predestinación de Dios.

Esperando haberme hecho entender, quedo a disposición del lector, en todo lo que pueda servirle.

Si deseas hacer algún comentario a este estudio, puedes dirigirlo a la siguiente dirección de correo electrónico: carlosortsgmail.com

Afectuosamente en Cristo

Carlos Aracil Orts

www.amistadencristo.com


Referencias bibliográficas

*Las referencias bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera de 1960 de la Biblia, salvo cuando se indique expresamente otra versión. Las negrillas y los subrayados realizados al texto bíblico son nuestros.

Abreviaturas frecuentemente empleadas:

AT = Antiguo Testamento

NT = Nuevo Testamento

AP = Antiguo Pacto

NP = Nuevo Pacto

Las abreviaturas de los libros de la Biblia corresponden con las empleadas en la versión de la Biblia de Reina-Valera, 1960 (RV, 1960)

pp, pc, pú referidas a un versículo bíblico representan «parte primera, central o última del mismo».

Abreviaturas empleadas para diversas traducciones de la Biblia:

DHH L 1996: Biblia Dios Habla Hoy de 1996

NBJ: Nueva Biblia de Jerusalén, 1998.

BTX: Biblia Textual

Jünemann: Sagrada Biblia-Versión de la LXX al español por Guillermo Jüneman

N-C: Sagrada Biblia- Nacar Colunga-1994

JER 2001: *Biblia de Jerusalén, 3ª Edición 2001

BLA95, BL95: Biblia Latinoamericana, 1995

LBLA: La Biblia de las Américas

BNP: La Biblia de Nuestro Pueblo

NVI 1999: Nueva Versión Internacional 1999

Bibliografía citada

(1) Aracil, Orts, Carlos, <https://amistadencristo.com>. Artículos relacionados con la elección y predestinación de Dios.

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